Las cosas no son lo que parecen, las palabras son:
solamente cosas.
El muro de los lamentos, carta a los marginados. Veinticuatro señores frente a este muro, salud, salud, es el brindis entre señores de altas edades, salud con sangre del Cristo muerto y añejado en barriles de espino, adiós señores, adiós, me despido de la ridiculez de las acciones grupales, me despido de lo que anduve junto a otros, para dar inicio a mi propia muerte, mi sanación violenta. Se asoma una nueva cruzada por la paz, nueva sangre, nuevos perdedores, la mentira y la patria, ambas son sus armas, las guerras del pasado fueron siempre más sucias que las de hoy, más lujuriosas, motivadas por la mala intención y la felicidad a corto plazo, entonces, mis dientes serán afilados en secreto para morder al enemigo, para matar, preparados para quitar vidas y sentir el placer de una guerra antigua. El ser humano, un animal despojado, sometido a la humillación por parte de otros animales, se ha revelado en contra de ellos, ha construido maquinarias, artilugios capaces de sustentar el desahogo de la vergüenza contra la naturaleza.
El perdón solo lo puede dios, yo por mi parte, siendo incapaz de perdonar, debo luchar por impedir el enamoramiento, no puedo querer a la mujer de hoy, estoy obligado a descargar única y solamente mi placer sexual sobre los cadáveres del alma, aquello a lo que llaman mujer. Cuando recuerdo la imagen de aquel al que besabas, cada vez que te imagino, mis tripas buscan salida, como lo mirabas, como lo deseabas, tan poco tiempo ha pasado y hoy y ahora, yo soy tu cariño, tu romance, dejo pasar el pasado como un hombre de futuro, me engaño a mi mismo, solo quiero terminar de digerir tu cuerpo, para excretarte. Ve con dios y con tu espíritu. Bailabas como si fuese la pista un ring sangriento, los aplausos que jamás tuvieron que ver con mis manos, saltaban desparramándose por donde mismo entrase el frio atado al viento, amigos no faltaron en aquellas veladas, el presente es otro pasado, lo que poseo es distancia, siempre trascendental distancia, espacio lleno de lo intangible.
Tengo un dolor.
Quien no lo tiene, quejumbroso, marginado, apestoso y cerdo, lujurioso acto
de auto consuelo, amor, te quiero mucho, muchísimo, te quiero olvidar y cambiar por un manjar exquisito, cremoso, pecaminoso.
Hoy, cuando la luz se duerme, se derraman lágrimas azules sobre una piel morena, corriendo junto al aire va el azufre, se viene el hijo del dios con polvos de conjuro, se acerca el sacrificio, la expiración del todo, te invitamos al suicidio. Escribo para recordarte cuanto has pecado, retrato tus malas intenciones, pero reconozco tus buenas acciones, así como tu maldad real e interior profunda. Me encuentro con cosas del tres de junio, hoy es algo así como veintitantos de octubre, en fin, lo único que quería decir es: ¡púdrete! Tú eres otra cosa, otra raza, piérdete, no te buscaré más, lo prometo, no hablaré contigo ni de mi a las gentes, no hay nada de que hablar, estoy mudo, ya nada tenemos en común. Un médico aún no doctorado, separa tus piernas e inspecciona intrigado el interior de tu vagina, se da cuenta que eres interesada, sabe que lo prefieres, mientras tanto recolecta toda la información que pueda recoger en tu interior, ya sabe lo que eres y lo quieres, eres suya, solamente suya, te enamora y tu le crees, te conquista y tu lo aceptas sin dar batalla, luego te olvida y te deja, se acabó el misterio, ya no eres interesante, ya no intrigas mujer. Ni una sola risa, ni un mezquino llanto, la neutralidad de una naturaleza ajena, el espanto del que en vejes cumple años y le ocurre que por primera vez logra leer la luz y la sombra sobre los nuestros rostros. Martirio de un acólito, martirio divino, la tierra húmeda y fresca, viola mi espíritu, me regalan la posibilidad de abortar mi existencia. Aun no maduro mis letras, ellas se mueven torpes, solo es verdad que existen en si mismas, que son solo aquello que parecen, que nacen y mueren instantáneamente. Nadie tiene el derecho de tomar mi verdad y enfrentarla al mundo, nadie debe consumir mi trabajo, nadie está capacitado para hacerlo, nadie vive aquí del mismo modo que yo lo hago, nadie puede hablar, para no dejar espacio al error, nadie seré yo mismo. Fuerza señoritas, tomen sus vidas y procuren llevarlas siempre con ustedes, por lo menos en sus carteras o en la guantera si les ocupa mucho espacio y perturba sus malos actos. De repente me he largado a escribir, modelo lo que quiero y estructuro la forma, soy una máquina, me odio. Que buscas en el olvido, te lo pregunto para darme el tiempo de recordar tu nombre. Amada mía, me piden que corte tu garganta con la materialidad del tiempo, me reclaman tu sangre como sacrificio al dios de la libertad. Estoy obligado a la reclusión eterna, no quiero pensar en ello, no quiero hacer de mi un preso, sino, la libre opción al claustro.
La ira pulsa mi cuerpo, lo que me rodea, mi familia apunta su agudeza hacia mi cabeza, me gritan los que están lejos, me retuerzo y lloro tratando de ser cosa sin coseidad. Historias de mares, de tierras, de conflictos que terminan marginando cabezas de sus respectivos cuerpos. Los fantasmas ominosos me asechan por la espalda, me han perforado y han de venir por mi corazón, lo rozan con sus garras y lenguas largas, nadie nunca les tuvo fe, no les culpo, están traumados, son las formas de la culpa y del horror del mismo hombre, los dejaré tomar mi corazón, yo los respeto y les quiero en un aura de nostalgia, les entrego mi corazón y ordeno a mis manos luchar contra los buenos, contra los hombres y las mujeres, contra las personas en general, me declaro legítimamente una cosa extraña en contra de ustedes, declaro honestamente la guerra.