A LA VOZ DE UN POETA… Los poetas, somos un mundo psiquiátrico por descifrar. Vivimos con pasión el hoy y el ahora para escribir, lo que los hombres honrados, honestos y castos, sueñan. Nuestro espíritu oscila, como cuando nuestros cuerpos refluyen, entre los infiernos y los paraísos; nuestros pensamientos medusianos, hacen indescifrables a estas relaciones, cual crucigramas de última generación o como las ecuaciones quánticas, que rigen a las leyes del amor. Me encanta cabalgar pegasos multicolores, como el sabor mutante de los besos, cuando se ajustan al absurdo de las circunstancias, o a la temperatura de las estaciones. Me encantaría contactar a una cibernauta, que navegue como las esporas a la deriva; rescatarla del desasosiego de la red, permitiéndole chatear a sus fantasías y desaparecer cuando lo desee, como esas mariposas que nos arrebata el viento, de las manos de nuestras miradas; porque el azar, también es despiadado con las ilusiones. Los amores virtuales, son casi siempre absurdos; nacen del rescatar hacia la realidad, a un fantasma,
a
una
timidez
que
evita
enfrentar
o
rebuscar
oportunidades, en su realidad inmediata; es como rescatar un sueño, en un mar de aguas oscuras, gélidas y turbulentas; siempre será como apuntar vendados hacia un blanco móvil; o como acertar en una lotería con 12 dígitos; sin embargo, los márgenes de error en la carrera espacial son tan mínimos, que cada día es más fácil
encontrar una aguja en un pajar o hacer pasar a un camello, por el hueco de una aguja. Me encantan las mujeres que aún conservan, la magia del aromático pachulí sobre sus pieles; las que nos seducen con su olor a Chanel o con el escalofrío ansioso, de sus feromonas. Escribo para una cofradía de románticos en extinción; para esas parejas que parecen haber sido talladas, el uno por el otro; que encajan en todo, como fichas de rompecabezas, sin importar que sean de 1000 piezas; estos “amores puzzles”, muchas veces sobreviven, con fichas prestadas de otros juegos; o simplemente basta que falte una ficha, para que se vea siempre imperfecto. El amor: Siempre nos exigirá una entrega del 100%, para una relación perfecta. La vida siempre nos ofrecerá, un abanico de horizontes, con el despertar de cada aurora; pero las leyes de las probabilidades, se tienen que ajustar a la voluntad y actitudes, de nuestros corazones. Existen tantos submundos, como universos en las personas, que hasta yo mismo me desconozco y me avergüenzo, cuando me irrito. La demencia no es más, que una alternativa para ajustarnos a la vida. No sé cual liberación es menos traumática: La muerte natural o el suicidio. El amor siempre será el ancla más segura, para aferrarnos a la vida; así sea, una vidorria murte para muchos. Las tentaciones siempre intentarán arrastrarnos, hacia el fango; como la belleza que engalana y encandila, a algunas pérfidas felonas o infieles por necedad. Eres de esas enamoradas insensibles, de corazón congelado, que observan con apatía, al
holocausto de sus amantes. La vida solo te sonreirá, hasta el día cuando comience a enajenarse tu belleza; porque el tiempo es inmisericordioso, con la soberbia, con las petulantes que vivieron convencidas, que antes o después de ellas, no existía nadie…que veían a las personas, como un tapete rojo para sus pasos… La vida siempre será un rosario de absurdos, en un mar de opciones. No todo son aciertos, porque no todo, es válido en ella. Es imposible ignorar en nuestro canto, al rigor de las adversidades; de esas experiencias dolorosas o la demencial violencia que nos acecha, como la sombra de una fiera cazadora. La palabra, más que pisar los callos de la corrupción, debe desinfectar con una esponjilla acerada, las llagas ulceradas de esas pústulas, que carcomen la moral y lo sano que aún sobrevive; solo así, se les puede estropear el festín, a los murtes depredadores. Mi vida ha sido un mar de absurdos, de gritos y besos. Le escribo al amor, a esa amante invisible, que redime mis esperanzas y me lanza siempre, un salvavidas oportunamente, para que no vuelva a caer en el absurdo precipicio, de la soberbia oscuridad; esa altivez insolente que nos hace arrogantes y petulantes, como esos maricones que ríen o hablan duro en los salones, exposiciones o en cualquier lugar publico, para atraer las miradas hacia ellos y sentirse menos insignificantes, entre la penumbra y la lobreguez, de esas reuniones circenses.
Estoy cansado de sobrevivir con quimeras. Solo la vanidad se disfraza de carnaval, para intentar fugarse de la muerte o evadir el asedio de la realidad, que intenta confrontarla, frente a los paradigmáticos arquetipos. Solo los versos pudieron impedir, que la parca me sedujera y ese amor sin fronteras de mis hijos, que sentí aferrado a mis piernas. Hay días en los que pienso, que los ciegos ven más claro y perciben mejor a la vida, que nosotros los videntes… simplemente porque aprecian y desarrollan más, sus otros sentidos… como envidio la memoria, de mi amigo Samuel Serrano, cuando nos recitaba estrofas memorizadas, de casi 500 poemas…jamás tendré como agradecerle, estas palabras: “Cediel, usted no sabe leer…usted no ha leído…”. Desde ese día, orientó mis lecturas y autores…me enseñó a leer con el alma…a degustar la exquisitez de las metáforas de los buenos autores…luego Mafla…Quessep…Roca…Orozco…mi inolvidable Maria Mechitas…la biblioteca y la fonoteca de la Casa de Poesía Silva… ¡Tantas voces!...¡Cuantas horas he disfrutado, descubriendo y escuchando, los cantos de los grandes maestros…de enamorados de la palabra…la música de la poesía, en idiomas que desconozco… Me siento cansado de recibir hachazos o que poden mis ideas, como árboles viejos; no quiero que el fuego sea mi destino, ni que mi carne se transforme en papel higiénico…Quiero morir con honor, como las ceibas centenarias. No quiero evaporarme, como los recuerdos de mi
padre…ni de esa humana y luchadora social, como fue mi madre…no voy a medirle con resignación, los pasos al tiempo. Quiero morir como un reloj, estrenando pila. No quiero arrastrar con dolor, el peso de mi cuerpo, ni los de mis recuerdos. Mi vida, ha sido desgarradoramente conmovedora y cómica; me he divertido y he sufrido, lo in imaginado. Me he odiado y hasta le tomé aversión, a todo mi mundo; también, he aprendido a amarme. Quiero que se fascinen y se conmuevan, cuando les comparta con pasión mi vivencidiario; el llanto y las pisadas de mis silencios y de esos miedos, que nos hunden como anclas, en los laberintos neptunianos, de las incertidumbres. He gozado de las llamas y de pieles ruinosas, de hembras y de mujeres de museo, que bien podrían generar escalofrío; mi corazón cuando siente hambre, simplemente rebusca en su agenda, que es como una alacena de viandas. Sé que se espían, con cierta morbosidad mis textos…sin considerar, que solo he escrito para divertirlos y gozarme las palabras; nada me importa, si intentan arrancarles la piel o tapiarlas, por considerarlas como los escombros, de un alma crujiente y vagabunda. Ya no me interesa gritar victorias, ni dinamitar al sosiego de los apáticos; ni incendiar el cielo o bajarle la temperatura al infierno. Quiero dejar una luz encendida, con algunos pedazos de mi corazón o un buen libro, para que sea como un faro y evitar, que encallen otros, contra las fauces o los colmillos de los corales. Creo
en la iluminación de la yerba y de la buena bohemia; creo en la sabiduría de la mierda, que hablan los filósofos de la vida… Héctor “El Perro Vagabundo” Cediel
[email protected] [email protected] 2008-02-15