A LA TIERRA QUE AMABA Yo amaba la tierra: ¡Ahora la odio! Se devoró a mi madre, a mi padre, a mis hermanos…a las personas que más amé…transformó mi corazón, en la niebla de un mar negro; en un absurdo banquete, de escombros y cenizas; no sé si pueda sentarme, con los monstruos a manteles, en una misma mesa; aún me parece verlos, con las manos y sus hocicos ensangrentados, como feroces e inhumanos, murtes. Estos monstruos no conocen la gallardía, sino el odio que les corroe las entrañas, desde infantes. No soporto la tolerancia, ni la ceguera de quienes los defienden. No sé porqué no se embarcan hacia el olvido, hacia esos falsos paraísos, que tanto añoran y que no los acogerían, como enemigos amnistiados. Me dan asco, merecen gargajos en vez de esputos, por haber envilecido, el arte de la guerra; por comportarse como hienas, en vez de guerreros liberadores, de su pueblo. Los odio por haber prostituido, regiones hermosas; por haber invadido, santuarios de la naturaleza. Por haberle permitido a la codicia, prostituir sus ideales. Por no haber respetado: a las banderas blancas, ni a la insignia de la Cruz Roja, ni al honor…ni a los heridos…Sé que su sangre odia, por ser la mayoría, engendros del absurdo y del desamor; pero hasta las fieras son piadosas, con los de su misma especie. Yo amaba mi tierra…ahora: ¡La odio! Héctor “El Perro Vagabundo” Cediel
[email protected] [email protected] 2008-02-12