Soy acreedor de la palabra fortuita, redentor de mil imágenes de furia, ensombrezco sobre cátedras de espinas, y ante la imposibilidad de la palabra el mundo acaece en celulosas en coloridas mantas de cristal Lo lúcido del mundo ennublece la palabra pronto dejará de tener sentido lo que escribo y lo que se escribirá: será un sinsentido más en el rumbo de la vida: lenguas muertas, vivas; polvo, agua, ecos de un grito gutural que no pide auxilio ni engendra árboles o pulpa Acto siguiente: me elevaré sobre el vientre fértil de la madre y volveré sobre ustedes ennegrecidos hombres, encarnará la verdad de los tiempos y la geometría abarcará el absoluto como una placa cristalina: solo una gota bastará. Vidente sobre espejos, faros negros perdidos en la inmensidad, lenguas de papel, manos de agua llantos de ácido, la palabra no podrá impregnar ni un rastro de la realidad Cuando el mundo acaezca, las más bellas sinfonías dejarán de sonar y estas palabras dejarán de rezumbar entre las interpretaciones de los profetas y con ello los profetas también sucumbirán. Acto final: regreso al final de los tiempos para revelar que todo lo dicho se perderá en la inmensidad y ni nuestras más depuradas lógicas podrán contestar a la pregunta fundamental: ¿por qué puedo YO decir esto? Cuando la vida acaezca: no habrá quien escuche estos cantos, ni el crujido de la tierra, ni las tormentas. Cuando el mundo acaezca: solo una gota bastará.