En lo profundo del bosque virgen por entre la maleza cautelosa avanzó Huajaycondor, de tramo en tramo se detenía, alzaba la cabeza y con la bífida lengua exploraba el ambiente que lo rodeaba. Después de mucho tiempo, desde que había logrado tragarse una paloma mal herida que encontró a su alcance, iba de caza. Al llegar a la reciente trocha se detuvo, enrolló su cuerpo y se acomodó sigilosamente, acomodó la triangular cabeza sobre los anillos que formó con su cuerpo. Algo nuevo estaba ocurriendo, en sus andanzas anteriores nunca había visto algo parecido.
- Quisiera averiguar que es lo que está sucediendo – dijo el hermoso ofidio – Hace días que he escuchado ruidos extraños, es necesario estar alerta, algo está ocurriendo.
La oscuridad de la noche era intensa pero podía ver claramente lo que ocurría en su entorno. Tomó la decisión de deslizarse por aquel nuevo sendero, era desconocido a lo que estaba acostumbrada. Los potentes músculos de su cuerpo lo impulsaron hacia lo desconocido, no sabía a donde iba; tenía que averiguar que estaba sucediendo.
Penetró en el campamento. Sorpresa que se llevó
- ¿Qué es todo esto? – Se preguntó asombrada.
Cautelosa se movió entre las precarias casas, por una ranura metió su triangular cabeza y husmeó con cuidado, quedó asombrada con todo lo que vio. Antes que amaneciera decidió abandonar el lugar. Era la presencia del hombre. No había tiempo que perder, toda la familia tenia que informarse, tiempos difíciles se acercaban.
Cuando entró la noche, abandonó la guarida, había que dar la voz de alarma, toda la familia debía enterarse del peligro que corría. La presencia del hombre dentro del mundo animal significa devastación, en especial para las serpientes. Para el mundo de los ofidios el horror se personifica en el machete que escudriña todos los rincones, revolviendo el mismo vientre de la Selva y el fuego que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, destruye los cubiles y calcina cuanto se le presenta. Esta vez no se dejarían sorprender. La guerra tendría que librarse con todo y en todo momento.
Recorrió el bosque en busca de sus familiares para dar aviso de lo que ocurría, no demoró mucho en encontrar a Jilguero, con mucha cautela se acercó para no incomodar la tranquilidad con la que esperaba su presa.
- Hermana tengo malas noticias, – le dijo – anoche pude ver que nuestro apacible territorio ha sido tomado por el hombre.
- ¿Qué dices? – repuso Jilguero – ¿Estás segura?
- Aunque no lo creas. No hubiera venido hasta aquí si no lo estuviera – replicó Huajaycondor.
Ambas convinieron en buscar a las demás, se tendrían que reunir en asamblea de víboras para determinar la estrategia a seguir, la asamblea sería lo más pronto posible, estaban en emergencia. Como lugar de reunión se eligió la guarida de Shushupe. Jilguero abandonó la cacería y se desplazó por el seno de la Selva. Jergona, Jergón pudridora, Loro machaco, Coralillo, etc. Fueron convocadas a la reunión.
Huajaycondor recorrió los bosques hasta media noche, lo hizo por los lugares más indicados para un feliz encuentro. Con suerte tal que a las dos de la madrugada todas las convocadas estaban presentes, si no en pleno, por lo menos la mayoría estaba para decidir qué harían.
El cubil de Shushupe, fijado para la asamblea se encontraba en la base de una roca, en pleno bosque, desde luego, existía una caverna disimulada por los helechos que casi obstruían la entrada, desde mucho tiempo atrás servía de guarida a Shushupe, una víbora vieja entre las viejas. La anfitriona se acercaba a los cuatro metros y medio, de cuerpo voluminoso, el solo mirarla infundía respeto y sabiendo que es una de las víboras más mortíferas de la Selva con mayor razón. Era un magnífico ejemplar, los pronunciados rombos negros de sus flancos hacían contraste con el color pardo amarillento de su escamoso cuerpo; vigorosa, tenaz, no temía a ningún enemigo, pronta a enderezar los colmillos con canal interno, como se sabe, si no son los más grandes, son los más admirablemente constituidos de todas las serpientes venenosas.
Shushupe dio inicio a la reunión, a ella se le había designado representar a la familia, se necesitaba de alguien que impusiera el orden y respeto por la familia. Shushupe abrió la sesión:
- ¡Hermanas! – Estamos aquí reunidas para escuchar a Huajaycondor sobre la indeseada presencia del hombre en nuestro territorio, sabido es que junto a él llega la muerte para nosotras.
A su turno Huajaycondor, con voz firme relató lo que había logrado ver la noche anterior. Así mismo explicó el porqué de la asamblea de emergencia.
Shushupe a continuación dijo:
- Hemos sido todas enteradas por Huajaycondor de la presencia nefasta del hombre. Creo que todas nosotras estamos de acuerdo en tratar de salvar nuestro territorio de la invasión enemiga. La experiencia nos dice que el abandono del terreno no remedia nada. La guerra al hombre, se dará sin tregua ni contemplaciones, desde ésta misma noche, cada una de nosotras aportará sus virtudes guerreras para hacer que el hombre retroceda. ¡Para el hombre, nosotras somos la muerte, compañeras! Y sabemos también que para nosotras él significa el exterminio de la familia. También nos mantendremos en constante asamblea. Las que aún no han sido convocadas deben ser informadas por cualquiera de nosotras.
Todas le oyeron en silencio y con atención, cuando terminó Shushupe todas aprobaron sus palabras con un vivaz lengüeteo al aire y ensordecedor silbido. A la presidenta esto le pareció bien. Había logrado convencer a la asamblea.
- Que entre las presentes alguien proponga un plan de campaña – pidió Coralillo.
Todas voltearon a verla, ella orgullosa lucía sus encendidos anillos tricolores, lo más llamativo en ella eran sus ojos color celeste, motivo por el cual no podía desplazarse en el día. El veneno de esta víbora es mortífero, dicen que quien tiene la desgracia de ser mordido por Coralillo no dura más de una hora con vida. Su debilidad radica en que no tiene la rapidez y la tenacidad de Shushupe, además, la naturaleza no le ha dado el don de alcanzar gran corpulencia.
Jergona que tiene un color pardo grisáceo, vientre crema, con diseños trapezoidales a lo largo de su cuerpo y pronunciada cola, que se había mantenido callada pidió la palabra y dijo:
- Es bueno saber que el hombre no distingue cual de nosotras es víbora y cual es culebra, nos ataca sin discriminación, por ello propongo que en esta guerra participemos todos los ofidios. Si bien es cierto, que nuestras primas las culebras no podrán matar al hombre por carecer del veneno que nosotras tenemos; pero si pueden servir para acercarse a sus viviendas y escuchar que planes tienen. Se trata de aprovechar de su fuerza, de su destreza para trepar y correr, cualidades de lucha que nadie pretenderá negar a nuestras primas. Insisto, en que en una campaña como la que queremos emprender, las culebras serán de gran utilidad; más que de imprescindible necesidad.
Ninguna de las asistentes dio opinión en contra. Entonces se dio por aceptado el pedido de Jergona. Todas las culebras serían también convocadas para librar esta guerra contra el hombre.
La asamblea determinó encargar a Jergón Pudridora que fuera quien se acercaría a la casa del hombre, viera que ocurría y escucharía que planes tenía. Se tomó esta decisión debido a que no se encontraba ninguna culebra en ésta asamblea de los ofidios.
Jergón Pudridora es ágil y rápida; pero no iguala a las culebras. Aceptó el encargo de la familia. Recibió información de Huajaycondor sobre la ubicación del campamento. No esperaría la noche siguiente, decidió acercarse al rayar el alba. Se deslizó con ligereza por entre la hojarasca del bosque, enrumbó al campamento, sorteó tupidas
lianas, troncos caídos, inclinadas pendientes. Se detuvo al escuchar golpes de fierros, ladridos de perro, sonidos que trascendían en contra de los ofidios, sin duda estaba muy cerca al campamento. No estaba equivocada, logró escuchar el alegre silbo de un hombre, por la forma como lo hacía debía traerle muchos recuerdos.
Era preciso asegurarse de no ser descubierta, de lo contrario no volvería para dar informe sobre los sucesos. La víbora irguió la cabeza, y mientras notaba que en el horizonte la aurora anunciaba la llegada de un nuevo día, vio una sombra, alta y robusta, que avanzaba hacia ella. Oyó el ruido de las pisadas, denunciaba al enemigo.
- ¡El Hombre! – dijo Jergón Pudridora.
Rápida como el rayo se puso en guardia. Enrolló su cuerpo formando varios anillos y sobre ellos puso la cabeza, mientras exploraba el ambiente con la puntiaguda lengua; si tenía que atacar lo haría, la guerra ya estaba declarada.
Un enorme pie cayó al lado de Jergón Pudridora, con toda la violencia de un ataque en el que ponía en juego su vida, lanzó la cabeza contra aquel pie y la recogió a la posición anterior. El Hombre se detuvo, creyó sentir un golpe en las botas. Miró los pastos; pero no vio nada en la tenue oscuridad que aun había y siguió adelante, esta vez Jergón Pudridora pasó desapercibida.
Jergón Pudridora, vio que las casas comenzaban a vivir. Órdenes, conversaciones, risas escuchó con claridad, realmente era la vida diaria del hombre. No tenía la agilidad de las culebras, para atreverse a ingresar al campamento. Escondida entre los pastos desde la distancia se limitó a observar el accionar del hombre. Un grupo de hombres
machete en mano pasaron muy cerca de ella, el destino era el bosque. Este es uno de los peores terrores que viven las víboras y culebras.
De regreso al cubil Jergón Pudridora dio informe de los pocos detalles que logró captar. Ante la asamblea dijo:
- Un poco más y no estuviera dándoles este informe, tropecé con el hombre, le lance un certero ataque, a la altura de la canilla; pero este se mostró decidido a eliminarnos, me salvó la oscuridad. Ahora creo que Jergona tiene mucha razón en pedir que en esta guerra tengamos presentes a nuestras primas las culebras.
Al día siguiente salieron en busca de sus primas, las culebras, se desplazaron por el bosque, Jergón Pudridora se decidió por entrar en un purma – bosque de arbustos y muchas lianas – sabía que por allí encontraría a Pajarera. No se había equivocado lo encontró en la copa de los arbustos, en busca de nidos de los pajaritos, para devorarse los huevos.
- ¡Eh, Pajarera! – llamó Jergón Pudridora.
Pajarera que había puesto los ojos en unos polluelos de gallineta, guardó silencio. Esta culebra se caracteriza por alimentarse de los huevos y polluelos de las aves que consigue en los nidos, de allí deriva el nombre común con que se le conoce. Fue prudente, esperó que volviera a llamarla.
- ¡Hola prima! ¿A qué se debe tu visita? – repuso desde la copa de los arbustos.
- Baja pronto, tenemos malas noticias, tenemos asamblea y debes llegar pronto.
- ¿Por qué debe interesarme a mí esa asamblea? Normalmente víboras y culebras no sesionamos juntas, ¿Por qué ahora debemos estar juntas? Ahora que me disponía a hacer un buen banquete con un par de polluelos, me traes esta noticia – repuso Pajarera algo disgustada.
- Se trata de la presencia del hombre – repuso Jergón Pudridora – cuando este nos ve, nos aniquila por igual, se trata de unirnos para enfrentarlo.
También fueron notificadas: Arcoiris, Ratonera, Dormilona, Boa verde, etc.
Volvieron a reunirse al llegar la noche. En el fondo de la guarida, esperaba Shushupe, quien reinició la asamblea y explicó el motivo de la alianza. Invocó a sus primas a olvidar sus diferencias y luchar por una sola causa: hacer retroceder al hombre. Luego de un debate generalizado concluyeron que Pajarera serviría de espía y mensajera, era ágil y muy rápida, estaría en posibilidades de escurrirse entre la maleza si se viera amenazada, incluso su color verde le ayudaría a mimetizarse con la maleza.
Aceptó el encargo; pero esperaría la tarde del día siguiente para ir a ver al hombre. Pajarera, es una culebra por lo general inofensiva al hombre, al encontrarse con él suele escapar, su tamaño no excede de metro cincuenta, cuando ésta se inmoviliza entre el follaje de los arbustos y lianas es difícil de descubrirla debido al color verde de su suave piel; la mayor virtud que tiene es su gran habilidad para deslizarse por las ramas de los árboles, si es necesario realiza saltos de rama en rama, se diría que es la reina de los aires.
Pajarera llegó a su destino cuando la noche avanzaba. Se acercó con cautela, atisbó desde la maleza, velaban todavía en el campamento. Una de las puertas estaba abierta de par en par, por ella escapaba la tenue luz del mechero que alumbraba la habitación. Para llegar hasta allí tenia que cruzar un espacio libre de maleza, avanzó con gran cautela, sobre todo cuando llegó a la parte posterior de la casa.
- ¿Habrá algún perro? – Se preguntó.
Con sumo cuidado se acercó hasta la pared, observó con atención a todo lugar. No había perro alguno. Se asomó al corredor, vio que la sombra de la mesa caía sobre la entrada de la puerta, pensó que por allí podría entrar sin ser vista; pero esto no funcionó, al llegar a la puerta pudo ver por entre las piernas de uno de los hombres, un perro negro dormía debajo de la mesa.
Desde donde se encontraba podía oír la conversación de los hombres, pero no veía el panorama completo de la habitación, además, corría el riesgo que el perro despertara y lo pillara, si esto ocurría no podría alcanzar los matorrales. Ojeó arriba, trepó por un palo recostado a la pared, trató de ser lo más precavida posible, se deslizó lentamente, se instaló en el espacio libre entre la calamina y el cargador del techo, extendiéndose sobre el tirante, pese a sus precauciones tocó un clavo y este cayó al suelo, uno de los hombres levantó los ojos. Pajarera creyó que no había sido descubierta, por ello se quedó inmóvil, incluso contuvo la respiración.
- ¿Qué hay? – preguntó Sebastián.
- ¡Nada! – repuso Marcelo – Debe ser alguna rata que ha venido por un poco de comida.
- ¿No será alguna culebra? Acertó a decir el hombre que llevaba puesto un gorro rojo.
- ¡Me descubrieron! – Pensó Pajarera.
Parte de su cuerpo había quedado colgado, unos treinta centímetros se veían con la tenue luz que alumbraba la casa desde una esquina de la mesa
- ¡Es una culebra, ahí está! – gritó el hombre del gorro.
- Es una Pajarera, dejémosla, servirá para que se coma a las ratas – repuso el capataz.
Los hombres siguieron jugando a las cartas, la intrusa vio y oyó por buen tiempo. Cuando los hombres de dispusieron a abandonar la mesa, Pajarera creyó prudente abandonar su escondite. Volver al piso por el palo que había trepado era imposible, el perro ya estaba afuera, la descubriría. Entonces decidió saltar desde donde estaba, tomó impulso y se lanzó al vacío. Desgracia para ella cayó muy cerca del perro, no lo pensó dos veces se lanzó al escape, lo salvó una de sus mayores cualidades, la velocidad de su carrera. Fue perseguida por el perro, corrió con todas sus fuerzas, logró meterse entre la maleza y enrumbó al bosque. El miedo a morir lo hicieron correr más que nunca, después mucho tiempo había corrido de manera descontrolada, llegó a su cubil y descansó plácidamente.
Víboras y culebras esperaban el informe, sino el pleno, la mayoría estaba presente. Pajarera repuesta de la fatiga que le había causado llegar hasta allí tomó la palabra y explicó:
- ¡Hermanas y Primas! He escuchado al hombre y también he visto lo que tiene preparado para todas nosotras. Algo terrible se acerca para nosotras, nuestro territorio será limpiado y quemado, escuché que pondrán nuevas siembras, dicen que la tierra es buena para sembrar y que producirá mucho. Para cumplir con estas tareas he visto que tienen unas máquinas muy grandes y lo peor que he visto: tienen muchísimos machetes relucientes a la luz, ustedes saben que la mayoría de nuestras antecesoras han muerto por causa de esta arma.
Todas estaban perplejas, no podían creer lo que escuchaban. Muchas se habían quedado inmóviles, otras pensativas, otras dubitativas.
- Con todo lo que he visto y he escuchado – continuó Pajarera – yo sugiero que crucemos al otro lado del río, allí estaremos a salvo, ninguna de nosotras morirá por los machetazos o por los varazos, con los que suelen triturarnos cuando nos cogen. Digo esto por mis primas, con decirle que fui vista por el hombre; pero descubrió que no era peligro para él, me dejaron donde estaba, esto no ocurrirá con las venenosas. Estoy segura que los perseguirá hasta darles muerte.
- ¡Imposible! – Replicó Loro Machaco que se había mantenido en silencio – Yo no me iré de este lugar, tengo una guarida que me protege por muchos años y encuentro comida sin hacer mayor esfuerzo. Así que conmigo no cuente para una vergonzosa huida, ¡Enfrentaré al hombre para defender mi guarida!
- ¿Qué planteas entonces? – Interrogó Shushupe, que dirigía la asamblea y también se mostraba contrariada.
- Yo me ofrezco a empezar la campaña – dijo Jergona.
- ¿Qué tienes en mente? – preguntó ansiosa Shushupe.
- Nada en concreto. Mañana iré a encontrarme con el hombre. Le demostraré que no podrán sacarnos de nuestro territorio. Con mi veneno podré matar a todo aquel que logre clavarle mis potentes colmillos.
En un acto de vanidad desmembró las mandíbulas y enseñó sus cuatro finos y blanquísimos colmillos.
- ¡Ten cuidado! – le dijo Pajarera – El hombre está en constante alerta, como les comente me descubrió, pero por ser culebra me salvé.
- ¡Veremos si está en alerta! Para mañana en la noche que se llame a asamblea en pleno – Dijo antes de abandonar el local.
Cada una de las asistentes se comprometió en hacer correr la noticia en su territorio sobre la nefasta presencia del hombre, y a convencer a las que faltaban, a mayor número de miembros mayor sería la posibilidad de hacer retroceder al hombre. Pajarera era la encargada de llevar la voz de alerta a los árboles, reino preferido de las devoradoras de huevos y polluelos. Concluida la asamblea, víboras y culebras abandonaron el cubil de Shushupe, se alejaron en distintas direcciones, desconocidas ya las unas para las otras,
todas volvían a sus territorios. Shushupe se quedó sola en el fondo de la caverna, enrollada e inmóvil en su mente imaginaba ver a muchos hombres caer bajo el efecto de su poderoso veneno.
- Bastará una sola mordida para que el hombre caiga muerto – murmuraba Jergona, confiada en su veneno, mientras avanzaba al campamento – Venados, sachavacas, ronsocos he matado y ¿Por qué al hombre no podré hacerlo?
Confiada en el poder de su veneno no dudo en acercarse al corredor. El primero en presentarse fue un perro de color negro, peludo, orejas grandes, confiado en demasía. Al ver a Jergona se acercó, empezó a dar ladridos saltando frente a la víbora. La víbora se enrolló al pie de la mantada que servía de pared, colocó la cabeza sobre el par de anillos que formó con su escamoso cuerpo y esperó. El perro ladró y ladró, pero nadie apareció. Se acercó demasiado, Jergona con velocísimo movimiento lanzó su ataque, los colmillos se clavaron en la nariz del perro, que al sentir los pinchazos retrocedió de inmediato y se alejó dando alaridos. Esta vez el fino olfato del perro no sirvió para anticiparle el peligro.
- Empecé por un entrometido – dijo Jergona – Ahora buscaré al hombre.
Con mucha cautela recorrió todo el perímetro de las habitaciones. No pudo divisar a ningún hombre.
- ¿Adónde habrá ido? ¿Por qué está abandonado el campamento? – Se preguntó Jergona.
El perro entre tanto empezó a sentir los primeros estragos del letal veneno, sintió que le faltaba el aire, le dolía el hocico, poco a poco el veneno surtió efecto, empezó a dar gritos de dolor, simultáneamente arrojaba espesa espuma por la boca, al fin murió, nadie pudo auxiliarlo. La agresora pudo ver como murió su víctima.
Cuando se reinició la asamblea Jergona fue la primera en hacer uso de la palabra explicó su hazaña:
- Hoy estuve en el campamento del hombre, no pude ver a ninguno. Encontré a un entrometido al que le di un mordisco y punto, a esta hora ya está frío.
Loro Machaco que estaba a su lado interrogó:
- ¿Cómo es eso que no estuvo nadie pero mataste a uno? ¡No puedo entenderte!
Víboras y culebras dirigieron la mirada hacia Jergona, con un leve movimiento de cabeza apoyaban a Loro Machaco.
- Fue un perro que se presentó cuando ya estaba en la casa, daba muchos ladridos como avisando que yo estaba allí, el mejor remedio fue callarlo – repuso Jergona.
En esta oportunidad la cantidad de asambleístas era mucho mayor, estaban presentes chicas y grandes, hembras y machos, viejas y jóvenes, la noticia preocupaba a todas. El cubil de Shushupe estaba repleto de víboras y culebras, esta vez dejaron de lado sus diferencias, era necesario informarse de lo que ocurría.
Shushupe, que presidía la asamblea ofídica agradeció la asistencia de las participantes, pero hizo un reclamo:
- En esta asamblea al igual que en las anteriores no veo a Yacumama. ¿Ninguna de ustedes ha podido encontrarla? O cree que porque es grandota se vale por sí sola. Si ese es el caso entonces que avise.
Una de las más pequeñas, Ratonera cuyo color verde olivo oscuro contrasta con el crema opaco de su vientre y con los diseños irregulares de sus costados pidió el turno para hablar y dijo:
- Pienso que aquí debemos estar todas, ya seamos pequeñísimas o grandotas, se trata de una guerra y de todas formas tenemos que unirnos. Yacumama es gigante, su solo tamaño hará que el hombre se asuste y se vaya. Entonces pido que se le avise. Yo no me acercaré, en cuanto me vea me devorará sin reparo alguno. Así como yo devoro a las ratas – terminó riendo burlonamente.
Arcoiris que también tenía gran tamaño, medía cerca de cinco metros, comentó:
- Podríamos decir, que Yacumama es como mi hermana – yo me encargaré de buscarla – A ella es difícil encontrarla, sabemos que su sitio favorito son las charcas o los ríos, ¿Quien de nosotras tiene tanta facilidad para estar en el agua como ella?
Volvieron a escuchar opiniones y sugerencias sobre los planes para enfrentar al hombre, todas las víboras proponían atacar al hombre en la menor oportunidad que se les
presentara. Las culebras en esta estrategia no podrían contribuir en nada, debido a que no poseen mortal veneno, lo único que harían sería asustar al hombre y correr el riesgo de ser atacadas y muertas a machetazos, ellas lo sabían bien. Las víboras corrían el mismo peligro, con la salvedad que podían sorprender al hombre y proporcionarle un mordisco mortal.
Esta estrategia además de ser riesgosa demoraría en ejecutarse, el hombre moriría de uno en uno, mientras ello ocurriera el hombre avanzaría con sus planes y el peligro aumentaría para ellas.
Loro Machaco, por lo general tiene un cuerpo delgado no excede de cinco centímetros de grosor, el color verde claro de su cuerpo conjuga con su vientre amarillento y con la línea amarillenta de círculos irregulares que recorre cada uno de sus costados, es arborícola; otra de sus características es que puede desplazarse con gran facilidad en la noche. Ésta víbora se ofreció ser la siguiente en provocar la muerte del hombre.
- El trabajo que ha hecho Jergona me parece muy bueno – dijo Loro Machaco – Eso permitirá que me acerque a la casa sin tener que preocuparme de ser descubierta y que el hombre sea alertado.
El ofidio se refería a la muerte del perro, estaba en lo cierto, el perro gracias a su desarrollado olfato percibe peligros que el hombre no logra descifrarlos hasta que estos suceden. A continuación la asamblea entró en desorden, cada quien hablaba con la que se encontraba en su costado, incluso algunas abandonaron su ubicación. Contrariada por
ello, Shushupe como era su costumbre de manera autoritaria suspendió la sesión hasta la noche siguiente.
- Espero que para mañana traigan mejores opiniones. Y no te olvides Arcoiris de comunicarle a Yacumama – Con estas palabras terminó la asamblea.
Loro machaco se acercó a Pajarera y le dijo:
- Juntas podemos desarrollar un plan. Yo pondré mi capacidad de mordedura y mi letal veneno y tú pondrás tu capacidad de movimiento. Verás como nos resulta esta dupla.
Convinieron en actuar juntas. Habían logrado superar las diferencias entre ellas, era la primera vez que estaban juntas sin disgustarse.
- La unión hace la fuerza – dijo Loro Machaco.
- Y cuatro ojos ven mejor que dos – repuso Pajarera.
Más unidas que nunca, enrumbaron en busca del hombre. Pajarera que ya conocía el camino y sus cualidades de gran deslizadora hacían que a cada rato se alejara de Loro Machaco, pese a la densa oscuridad que reinaba en el tupido bosque.
- ¡Prima!, tienes que entender, yo para los casos de desplazarme soy muy lenta, tienes que ir más despacio, sino no lo haces en cualquier momento me perderé del camino.
Pajarera por mucha voluntad que ponía en controlar su velocidad no podía, de trecho en trecho se detenía a esperar a la víbora. Llegaron por fin al campamento. Todo estaba en silencio. Loro Machaco que podía ver con toda facilidad debido a la oscuridad, no tuvo problemas para diseñar el plan de ataque.
- Tú, por estar acostumbrada a vivir en la copa de los árboles no tendrás problemas para trepar al techo de la casa y esconderte allí. – indicó la víbora.
La llegada del nuevo día estaba próxima, todo tendría que ser antes que llegara la luz. Pajarera trepó al techo de la casa escogida para el ataque. Loro Machaco se fue a posesionar junto a la puerta de la habitación. El nuevo día cada vez se acercaba más.
Los hombres del campo estilan levantarse muy temprano, eso sino lo hacen en la madrugada. Como de costumbre, el hombre que siempre usaba el gorro rojo debido a que no tenía cabello fue el primero en despertar, llamó por sus nombres a los demás y les anunciaba el nuevo día.
Mientras tanto, Loro Machaco se dispuso a cumplir con el plan. Enrolló su cuerpo formando tres anillos, orientó la cabeza a la salida exacta de la puerta. Se mantuvo alerta a lo que ocurriera en la habitación. Sintió unas pisadas, de todos modos lo pusieron nerviosa, alguien se acercaba. El crujir de la puerta – que era una hoja de calamina – anunciaba que el plan se cumpliría. El hombre ignorante del peligro abrió la puerta, dio el primer paso hacia afuera, el descubierto pie quedó a merced de Loro Machaco. Con movimiento rapidísimo la víbora lanzó su cabeza contra el objetivo, desenfundó los cuatro blanquísimos colmillos y los clavó un poco más arriba del tobillo derecho, segregó la mayor cantidad posible de veneno que pudo, sacó los colmillos y emprendió la retirada.
- ¡Ay mi canilla!, ¡me mordió una víbora! – Anunció el hombre lleno de desesperación – Mientras se cogía la canilla.
Los demás hombres llenos de pánico se arremolinaron alrededor del hombre que había sido mordido, algunos de ellos ya estaban listos con los relucientes machetes.
- ¿Qué culebra fue? – preguntó Sebastián.
- Con el susto que me pegué, no logré darme cuenta. Era de color verde, estaba junto a la puerta, ni bien di un paso afuera me cogió. – repuso el perjudicado.
- ¡Búsquenlo!, debe estar por allí escondida. – Ordenó el hombre que lucía el gorro rojo – mientras de disponía a auxiliar al herido.
Proveídos unos de filudos y fulgurantes machetes, otros con largos garrotes registraban la casa, otros buscaban entre las malezas cercanas al campamento. La búsqueda fue infructífera.
Pajarera desde su escondite en el techo, veía lo que ocurría. Los hombres estaban muy ocupados como para darse cuenta que ella estaba en la casa.
- ¡Me voy a morir! ¿Con quién se quedarán mis hijos? – decía el hombre dando muestra de mucho dolor.
- Este es un suero antiofídico, controlará el efecto del veneno – decía el hombre del gorro rojo. – Mientras terminaba de poner la primera dosis.
El dolor aumentaba, así se veía porque el hombre hacía movimientos inesperados con la pierna en que fue mordido, el lugar de la mordedura levemente se le empezó a hinchar a la vez que se le ponía de un color violáceo azulino, de las incisiones de los colmillos manaba pequeños brotes de sangre.
Loro Machaco que esta vez tuvo suerte, fue a esconderse bajo la protección de un viejo tronco cubierto por grandes hongos, buscó refugio y se quedó tranquila en espera de Pajarera. Se dice que las víboras después de morder y segregar veneno buscan la tranquilidad. Loro machaco, al verse en refugio seguro entró en profundo sueño.
El día avanzó, por fin entró la noche. Pajarera que había pasado escondida todo el día, abandonó su lugar, por la parte posterior de la casa y enrumbó al monte. Se dirigió al lugar convenido para el encuentro, se acercó con cuidado, Loro M achaco debía estar en alerta, es característica de las víboras quedar muy sensibles después que hacen un ataque, cualquier ruido podría irritarla. La encontró amontonada, parte de los anillos de su escamoso cuerpo se veía bajo los hongos y pequeños pastos que ocultaban a la víbora. Le dio un pequeño silbido, una, dos, tres veces, Loro Machaco no respondía. Pajarera se acercó y con un roce suave de su cabeza en el cuerpo de Loro Machaco logró despertarla.
- ¡Vamos prima! – le dijo – La noche ha llegado. Tenemos que estar en la asamblea.
- ¡Tenemos a un hombre menos! – comentó la agresora – logré ponerle mi veneno y seguro que no resistió. A esta hora ya debe estar muerto. Si eso logramos hacer cada una de nosotras dentro de muy poco tiempo el hombre ya no existirá.
- ¡Eso es lo que tú crees, prima! – repuso Pajarera – A quien lograste morder a esta hora esta vivo, es verdad que está mal, pero no en peligro de muerte.
- ¡Eso es imposible! Mi veneno es mortífero – dijo Loro Machaco – un tanto confundida.
Recorrieron quebradas y pampas, atravesaron tupidos bosques hasta llegar al cubil de Shushupe. Tenían que dar informe en la asamblea, que en poco tiempo se reiniciaría.
- ¡Otra vez no veo a Yacumama! – gritó Shushupe. Hasta cuando la tenemos que esperar a esa malcriada.
- No me ha sido posible ubicarla. He recorrido todas las cochas de este territorio, la he buscado por todo el río, pero no lo pude ubicar – contestó Arcoiris.
Superado el incidente inicial se dio apertura a la asamblea. Todas esperaban ansiosas el informe de la operación que habían realizado Loro Machaco y Pajarera. Loro machaco refirió el plan que habían ejecutado. A la vez agregó:
- En sueños vi que el hombre murió producto de mi mordedura, los demás lloraban y me maldecían, me veía victoriosa, contra mi veneno ningún hombre resistía. Luego llegó una multitud de hombres en nuestra búsqueda, escudriñaban todos los rincones, no había víbora o culebra que se salvara. Estaban decididos a darnos muerte a todas. Espero que este sueño no sea de mal presagio.
Por su parte Pajarera intervino y dijo:
- Es cierto que Loro machaco logró morder al hombre, pero este no ha muerto, con mis propios ojos he visto que está vivo.
Todas las asistentes volvieron la vista hacia donde estaba Pajarera, la miraron asombradas, no era posible lo que oían, todas conocían lo letal del veneno de Loro Machaco.
- El hombre tiene algo que neutraliza el veneno de las víboras, vi que uno de ellos sacó de un frasco un líquido de color amarillento, muy parecido al veneno de las víboras, lo introdujo en el brazo del que fue mordido, este proceso le repitió por varias veces. El hombre herido mostraba síntomas de dolor y de desesperación, pero en ningún momento dejó de hablar o entró en estado de gravedad – aseguró la cazadora.
La asamblea entró en murmuraciones, comentaban unas a otras en voz baja. La noticia las había desconcertado. Los planes que cada una había llevado para esta asamblea no servían de nada, todas habían pensado en sus propias mordeduras. Cerrada la asamblea, cada una volvió al bosque. Tendrían que seguir ideando planes, la consigna era hacer retroceder al hombre.
Reiniciada la asamblea, Shushupe, confiada en el poder de sus mandíbulas y en la gran corpulencia que tenía fue la que se ofreció en ejecutar un nuevo plan. Se dice de esta víbora que es una de las más peligrosas que existen en la Selva. Es muy temida por el hombre, debido a que suele atacarlo a traición, no tiene escrúpulos para enfrentarlo, muchas veces ha corrido tras él si este emprende la huida. El hombre prefiere enfrentarse a un leopardo o cualquier otro felino, que a esta máquina de atacar.
Cuando todas se fueron al concluir la asamblea, abandonó el cubil que habitaba desde mucho tiempo atrás, allí nació, creció y vio pasar gran parte de sus años, heredó el cubil debido a que su madre un día salió de caza y nunca más regresó. Lentamente se desplazó entre el bosque. Deslizábase entre la hojarasca reseca por los efectos del verano, hacía muchos días que el bosque no saboreaba la fresca lluvia, de trecho en trecho se detenía para explorar el sendero por el cual avanzaba. Malévolamente maquinaba el plan que ejecutaría, de todas las mordeduras que había hecho ninguna de sus victimas había logrado salvarse, fuese chica o grande, recordaba haber matado a un hermoso ejemplar de otorongo que osó enfrentársele.
No se dirigió al campamento. Siguió rumbo al bosque. Mientras no estaba el hombre se acercó, observó el ambiente, encontró rastros del destrozo que causa el hombre en las actividades que realiza cada día, sacó conclusiones, estaba segura que no había pocos hombres, presentarse ante todos ellos sería su fin. ¿Estaría todos juntos? ¿Alguien no se alejaría? Sabía que el campamento estaba lejos, era una ventaja que debía aprovecharla, era la oportunidad para demostrar a las demás por qué había sido designada Jefe de la especie.
Astutamente se camufló entre la hojarasca marrón-amarillenta que había caído de los árboles, a esta altura del año ya no tenían el hermoso follaje que los acompaña durante la primavera. Confundida entre la hojarasca y el contraste marrón de un viejo tronco de nogal se enrolló, los anillos de su voluminoso cuerpo formaron un montículo de unos veinticinco centímetros de alto, su triangular cabeza donde se notaban dos ojillos vivaces y vigilantes la acondicionó sobre su escamoso cuerpo, con su bifurcada lengua cada cierto tiempo tomaba conocimiento del ambiente. Las serpientes usan su lengua para tener conocimiento del medio que los rodea, gracias a ella pueden ubicar a sus
presas, las vibraciones de calor que emiten los animales en movimiento son captadas por esta. En las serpientes la lengua es un elemento indispensable para la sobrevivencia.
Le pareció escuchar algo, levantó la cabeza y dirigió la mirada en un ángulo aproximado de doscientos setenta grados, no estaba equivocada. A lo lejos se escuchaba el un fuerte tropel y conversaciones, se acercaba el hombre. Tomó las precauciones del caso y volvió a quedarse inmóvil.
Maquinaba lo que debía hacer al enfrentarse al hombre, repentinamente escuchó ruidos muy cerca de donde estaba. Desprevenido e ignorante del peligro que lo asechaba, un cutpe buscaba frutos para alimentarse, salto tras salto se fue acercando. Shushupe al verlo no dudo en darle pronta caza, el motivo de las asambleas continuas no le había permitido probar alimento desde varios días atrás, se alistó, con la lengua a cada instante calculaba la distancia a la que se encontraba la presa. Contuvo la respiración, dio impulso a sus musculosos anillos, se lanzó sobre el roedor y le dio una certera mordida. Volvió a la posición anterior. Las víboras no tienen la necesidad de lanzarse inmediatamente trás de la presa, dejan que el veneno haga su trabajo, desde prudente distancia lo siguen, para no perder el calor que emite el animal, en cuanto el veneno cumple su efecto se acercan, con toda tranquilidad y confianza que brinda la espesura del bosque engullen lentamente a la presa. Engulló su presa, ahora estaba pesada para lanzar un ataque, a su pesado cuerpo le había aumentado no menos de tres kilogramos. El ruido de las motosierras, hachas y machetes lo hicieron recordar que había ido en busca del hombre. Los planes cambiaron, ahora no atacaría desde su escondite. Se acercaría al hombre que estuviera más lejano del grupo con menos posibilidades de defenderse y de poder atacarla. Escondiéndose entre la maleza y con mucha cautela rondo las zonas de trabajo de cada uno de los trabajadores.
Un hombre joven que usaba una reluciente hacha se alejó del grupo, fue al pie de un frondoso árbol de caoba con la intensión de derribarlo. Es costumbre, antes de derribar un árbol se explora el ambiente, para tener idea por donde escapar en caso de cualquier emergencia. Dejó el hacha, se desplazó alrededor para explorar el ambiente. Shushupe que ya se había acercado, creyó que este era el momento propicio para atacar, al notar que el hombre se acercaba se quedó inmóvil, no había logrado enrollar su cuerpo, estaba tendida de manera serpenteante, podía ser descubierta. El infortunado hombre se había acercado demasiado, estaba a un metro de la víbora. Shushupe dio impulso a su musculoso cuerpo para lanzar el ataque, en ese preciso momento el hombre bajo la vista y descubrió a la víbora.
- ¡Shushupe, Shushupe! – gritó el hombre – Mientras emprendía descontrolada carrera.
Shushupe, es una víbora muy conocida por su agresividad, se le atribuye persecuciones muy largas al hombre dando saltos hasta de cinco metros, que suele tender emboscadas para atacar al hombre o para cazar sus presas. El hombre teme encontrarse con ella.
Haciendo gala de sus atribuciones – Shushupe – se lanzó en persecución del despavorido hombre que huía dando gritos de auxilio. Cada vez lo tenía más cerca; pero oía gritos de los demás hombres, pronto llegarían a apoyar a su compañero. Decidió hacer uso de sus cualidades de saltadora. Tomó impulso, voló por los aires, el peso de la presa que había ingerido no le permitió alcanzar la distancia habitual; pero saltó lo necesario para dar alcance al hombre. Clavó sus cavernosos colmillos en la nalga izquierda, aumentó la presión de sus mandíbulas para segregar más veneno.
- ¡Me mordió! ¡Me mordió en mi nalga! ¡Me mordió! – gritaba el hombre – mientras seguía corriendo.
Esta vez Shushupe fue sensata, no persiguió más al hombre para seguir atacándolo, por lo general suele morder varias veces a su victima. Sabedora, que pronto llegarían los demás hombres en apoyo a su compañero inició la retirada. Deslizose por entre la maleza rumbo a su cubil. En la asamblea se sentiría ganadora, todas le tendrían mayor respeto.
Accidentalmente encontró a Pajarera.
- Ve de urgencia al campamento y tráeme noticias, debes volver para la asamblea. – Ordenó a la culebra.
Llegó muy de prisa, justo pudo ver lo que ocurrió. La mensajera, muy de prisa estuvo nuevamente estuvo entre el bosque.
Victoriosa llegó a su cubil, se fue hasta el rincón más alejado, tenía tiempo para descansar hasta la hora del reinicio de la asamblea. Tenía motivos sobrados para dirigirse orgullosa a la asamblea. De distintos lugares del bosque culebras y víboras se dirigían al lugar de concentración para la asamblea. ¿Qué propuestas llevaría cada una de ellas?
Dormilona, una de las culebras más pequeñas, orgullosa lucia su diminuto cuerpo tricolor en el dorso con sus anillos blancos, marrones y negros contrastaba con su delgado vientre bicolor, negro y blanco; no había tenido tiempo de pensar en planes, después de todo a ella le interesaba poco hacer aquella guerra. Escucho a sus mayores
que muchas veces habían estado en manos del hombre sin ser agredidas. Cierta vez una de sus parientes lejanas le contó:
- “Estaba tranquila durmiendo al pie de una planta de naranjo, llegó el hombre, se acomodó junto al tronco del árbol en el cual había un montículo de hojarasca, en él estaba durmiendo. El fragancioso olor de las naranjas despertó mi curiosidad, lentamente salí de mi escondrijo y me presenté a los ojos del hombre, al verme no tuvo ningún temor, siguió saboreando los jugosos frutos. Pasado un tiempo, se incorporó, se dirigió a donde estaba, estiró su enorme mano me cogió por la cola y me suspendió, seguidamente con su otra mano me cogió detrás de la cabeza y me puso en su grueso brazo, mi pequeño cuerpo solo alcanzaba para darme dos vueltas. Despacito soltó mi cabeza, en mi vientre sentía la piel caliente de aquel robusto brazo, sus miradas se deslizaban sobre mi piel al parecer le encantaba el color que tenemos. Tanto él como yo estimamos que no había ningún peligro por ello ambos nos mantuvimos tranquilos. Me llevó a su casa, estaban una mujer y dos niñas. La mujer desconfiaba de mi pasividad, recriminaba al hombre por su exceso de confianza -
¡Cómo es posible que hagas esto! – le decía – ¿No sabes que las culebras son venenosas? Te puede morder y matar.
-
Estas son culebras y no poseen veneno – replicó el hombre – Las peligrosas son las víboras.
Las más sorprendidas y entusiasmadas eran las niñas, tímidamente se acercaron y me observaban. El hombre que era su padre los invitaba a que me tocaran, cuando ellas estiraban la mano para hacerlo yo sacaba la lengua y las asustaba. Una de las niñas preguntó: -
¿Por qué tiene esos colores?
-
Los colores blanco, negro y marrón caoba que tiene esta culebra indican que no es venenosa, además, miren su cabeza es ovalada – explicó el padre”
Aunque no le interesara participar de la guerra declara al hombre debía estar presente en la asamblea, para no enfurecer a Shushupe. Se dirigió a la reunión. Llegó y se acomodó en un rincón desde donde podía ver a todas las asambleístas.
Pajarera que tenía la misión especial de vigilar los movimientos del hombre, se había acomodado al lado de Shushupe.
Reiniciada la asamblea la presidenta se expresó así:
Quiero decirles: ¡Si es posible hacer retroceder al hombre! – dijo triunfante – Mordí a uno de ellos y no soportó mi veneno. ¡Está muerto! Que Pajarera me deje mentir en todo caso.
- Nuestra presidenta tiene toda la razón – afirmó la cazadora, agregando – Yo estaba en la casa cuando llegó el hombre a quien Shushupe mordió, estaba agonizando y no demoró mucho en morir, fue envuelto en una frazada y colocado junto con los troncos que se llevan, no sé a donde lo llevaron; pero que murió de eso estoy muy segura. En su expedición Shushupe había visto los destrozos que el hombre causa en el bosque al extraer la madera. El plan de hacerlo retroceder no debería demorar, pronto llegarían al lugar que era su territorio, Si ello ocurría se vería en peligro, ella sola contra todos los hombres no podría defenderse.
Pidió opiniones para ejecutar el plan. Ella tenía su propio plan, pero prefirió callar. Ese plan sería el que lo mantendría al frente de todas las demás.
Coralillo que lucía sus hermosos anillos negros separados por rojos y amarillos formando triades que permitían ver sus 87 anillos, después de muchas asambleas pidió la palabra y dijo.
- Creo que lo que ha hecho nuestra presidenta es lo más atinado, acercarnos disimuladamente y de sorpresa atacar al hombre nos dará resultado. Si en un solo día nos acercamos a donde están podremos dar muerte a muchos de ellos, sino a todos.
Víboras y culebras voltearon a mirar a Coralillo, la creyeron lúcida de inteligencia, el plan parecía perfecto. Lo propuesto contrarió a Shushupe, si aceptaba el plan perdería autoridad sobre las demás, hábilmente manejaba la asamblea para aparentar ser democrática, en el fondo del asunto le importaba imponer su plan. Para sembrar la desconfianza explicó que durante su expedición había visto al hombre siempre armado con machetes.
A continuación expuso su plan:
- Pajarera me ha contado, que durante el tiempo que el hombre esta en la casa no esta con los machetes en la mano. Incluso cuando estos se reúnen a comer están todos juntos y muy desprevenidos, este es el mejor momento para atacarlos, no dejaremos a uno solo vivo. Cada una de nosotras podrá dar varios mordiscos sin darle lugar a defenderse, además, mordiendo a todos juntos no podrán usar ese contraveneno. Nuestras mejores armas serán la sorpresa y nuestro veneno.
Jergón pudridora y
Jergona que por coincidencia se habían acomodado juntas,
mostraban su desacuerdo en voz baja. Percatada del caso Shushupe les reclamó:
- ¿Qué es lo que comentan entre ustedes, por qué no lo dicen a toda la asamblea?
- Que no estamos de acuerdo con tu plan –Contestó Jergona y continuó – Ir a pelear a la casa del hombre sería entregarnos a una muerte segura, las casas se encuentran en lugar libre de montes que son nuestros aliados, si lográramos atacar como tú dices y quisiéramos ponernos a salvo no alcanzaríamos los montes porque estos están lejos.
- Es cierto lo que dice Jergona – Intervino Jergón pudridora – Además, no todas podremos morder al hombre por sobre de la canilla, las botas que usa lo protegerán de nuestros ataques, así como lo protegió cuando lo ataqué.
- Nosotras las culebras que podríamos hacer, si no tenemos el veneno que poseen ustedes – Intervino Arcoiris.
Shushupe al darse cuenta que su plan no funcionaba como lo había esperado aprovechó esta participación de Arcoiris, para decir:
- Es verdad prima, que no tienen veneno, pero de todos modos son muy útiles. Por ejemplo tú con tu enorme tamaño al presentarte frente al hombre le causarás temor, entonces, nosotras aprovecharemos ese momento para atacarlo. El hombre sabe de lo poderosa que es tu fuerza así que no dejará que se le acerques.
Jilguero aprobó la idea de Shushupe. La asamblea se había dividido en dos grupos, unas apoyaban la decisión de la presidenta y otras mostraban disconformidad. La presidenta, recurriendo a su envestidura y al característico autoritarismo que tenía dijo:
- El hombre cada vez se acerca más. Mañana al amanecer atacaremos, y veremos como nuestros enemigos caen muertos. Todas nosotras estaremos presentes cada cual pondrá en juego su vida. Las culebras su habilidad para burlar los ataques del hombre. ¡Ustedes, hermanas! – dirigiéndose a las víboras – ejerciten las mandíbulas para que las glándulas estén repletas de veneno. ¡La victoria será nuestra!
Yacumama que había escuchado la conversación de los hombres – en el río – había abandonado su hábitat frecuente y se había acercado al campamento, quería saber porque las víboras estaban atacando con frecuencia a los hombres. En los últimos días no había pasado nada anormal.
Producto de sus correrías cerca al campamento había logrado tragar una zarigüeya. Sabido es que las serpientes no consumen alimento a diario incluso pasan semanas sin probar bocado alguno. Tan pronto como engullen una presa de gran tamaño buscan refugio para quedarse tranquilas y empezar a digerir su alimento. Al pie de una planta de hungurawe – palmera silvestre típica de Selva – las hojas que habían caído formaron un hermoso escondrijo, allí se acomodó y cogió profundo sueño.
Apareció Venus en el despejado oriente, indicaba que se acercaba un nuevo día. Había llegado el día para realizar la hazaña de hacer retroceder al hombre. Así lo pensaban las serpientes.
Shushupe en un alarde de supremacía retorció su voluminoso cuerpo, abrió las mandíbulas dejó ver sus poderosos cuatro blanquísimos colmillos, todas se asustaron, pensaron que habría un ataque a alguien; esto no podía ocurrir. Al iniciarse las operaciones antihombre se había establecido un sagrado respeto por la asamblea, la alianza entre culebras y víboras tenía que continuar, el plan final estaba muy cerca.
Arcoiris, que también tenía gran tamaño no tuvo temor y enfrentó a la víbora diciéndole:
- ¡Shushupe! ¿Qué pretendes demostrar con eso? Se te ha olvidado que la fuerza que tú has demostrado nosotras las culebras también la tenemos y talvez mucha más, solo nos falta los colmillos y el veneno que ha ustedes les dio la naturaleza.
Para afirmar lo que decía, realizó una fuerte contorsión de su musculoso cuerpo. Solo que no pudo exhibir los colmillos porque no los tenía. Sólo se le vio los blanquísimos dientes que formaban hileras en cada lado de la mandíbula superior e inferior.
- ¡Insolente y malcriada encima! – gritó enfurecida Shushupe – Te voy a demostrar quien es más poderosa y porque soy la ...
Tomó impulso para ir contra Arcoiris, la culebra también había montado guardia tenía levantada la cabeza unos setenta centímetros por encima del suelo, se le notaba claramente el vientre rosáceo claro que hacia contraste con el color olivo oscuro y las manchas oscuras que adornaban su voluminoso cuerpo.
- ¡Un momento! Se escuchó una débil voz que salía del rincón más alejado de la caverna. Shushupe – dijo la pequeña Dormilona – Este no es el momento propicio para
poner de manifiesto nuestras diferencias, estamos a punto de ejecutar el plan que tú has propuesto y nos sales con esto, tampoco estoy de acuerdo con tu plan; pero los acompañaré porque quiero ver cuando el hombre los extermine a ustedes las víboras, muy pocas volverán. Era pequeñísima con relación a quien se enfrentaba pero habló con mucha firmeza. Shushupe, se abrió paso entre las demás y se dirigió directamente a donde estaba Dormilona. Arcoiris con un rapidísimo movimiento se le interpuso en el camino, ¿A dónde vas? – le dijo.
- A dar merecido castigo a esa malcriada – repuso Shushupe.
- No es momento propicio, mientras esté no lo permitiré – dijo Arcoiris – hemos sido convocadas para luchar contra las huestes humanas y no entre nosotras.
Las condiciones del ambiente se habían puesto muy tensas, parecía inevitable un enfrentamiento entre las víboras y las culebras.
- ¡La paz! ¡La paz! – gritaron en coro todas las asistentes.
- ¡Está bien! – silbó Shushupe – Respeto esta asamblea, pero exijo que se me respete y que cuando se concluya esta alianza ¡No me provoquen!
- Nadie te provocará – dijo Arcoiris – Mirando de reojo a Dormilona.
La presidenta se volvió a Dormilona mirándola y con reconcentrado odio le dijo:
- ¡Y tú menos que nadie, porque te mueres de miedo!
- ¡Estamos dando un pésimo ejemplo! ¡Decidamos de una vez lo que debemos hacer! Puntualizó Loro machaco.
Shushupe, miró de reojo a su oponente mientras retrocedía y se acomodaba en su lugar. - En cuanto termine el plan nos veremos – le dijo enfurecida.
- ¡Así será! – respondió Arcoiris.
Shushupe se puso al frente de todas y dijo:
- Compañeras, de lo que hoy hagamos depende nuestro futuro, peleemos con todas nuestras habilidades y destrezas, que nadie huya antes de exterminar al hombre. Sólo cuando yo decida emprenderemos el repliegue. ¡Síganme! ¡Al ataque!
Víboras y culebras abandonaron el cubil, en manada avanzaban entre el bosque, las culebras, en especial Pajarera se adelantaba al grupo. Después de unas horas estaban cerca al campamento. Se detuvieron al borde del mismo, era necesario husmear el panorama, el nuevo día anunciaba su llegada, las aves muy temprano empezaban a desplazarse en busca de frutos de árboles para alimentarse. Vieron los primeros desplazamientos del hombre, era cierto, no estaba machete en mano como normalmente lo está en el bosque. Avanzaba la mañana, a lo lejos se divisaban los roji-amarillentos rayos del astro rey.
Se escuchó una voz enérgica:
- ¡Muchachos a tomar desayuno! – era el capataz.
Shushupe que estaba al mando de la banda de ofidios anunció:
- ¡Este es el momento del ataque! ¡Vayamos pronto!
Obedecieron el mandato. Víboras y culebras penetraron en el campamento desde distintas direcciones. Las víboras habían ejercitado las mandíbulas, las glándulas venenosas estaban repletas. Las culebras por su parte habían ejercitado sus movimientos zigzagueantes en previsión que fueran a ser atacadas por las varas que usaba el hombre. Chicas y grandes avanzaban a capturar la casa donde estaban concentrados los hombres, todo iba bien, faltaba muy poco para abordar el corredor; pero ...
- ¡Guau, guau, guau! Se escuchó los ladridos de Muchacho.
Muchacho era el perro que había sido llevado en los últimos días. Inicialmente ladraba parado en la puerta de la cocina, al ver la cantidad de reptiles que se acercaban ingresó a la cocina y desde allí continuó ladrando asustado, con el rabo entre las piernas, presentía el peligro.
Uno de los hombres miró hacia el patio y asombrado exclamó:
- ¡Qué es esto, Dios mío!
Todos volvieron la vista hacia el patio, quedaron perplejos con lo que sus mortales ojos veían.
- ¡Es un ejército de serpientes! – exclamó el capataz – Todos a los machetes y a las varas.
Las primeras víboras habían ganado el corredor de las habitaciones. Los hombres despavoridos corrieron por sus machetes y varas. Se trabaron los primeros enfrentamientos. Las víboras lanzaban sus ataques de manera velocísima, los hombres para esquivar las mordidas daban saltos por encima de las víboras mientras repartían machetazos, otros repartían varazos en todas direcciones. Las culebras por su parte se confundían entre hombres y víboras, iban de aquí para allá y de allí para acá. Los hombres gritaban desconcertados para avisarse de una mordida que podían anticipar. La batalla se generalizó por todo el patio del campamento.
Algunas víboras quedaban maltrechas de los varazos que les caía, pero tenían que seguir en la brega, de no hacerlo pronto caerían fulminadas por un segundo varazo. Producto de los machetazos algunas habían perdido la cola o parte del cuerpo. Una de las primeras en quedar herida de muerte fue una del grupo de las Jergón pudridora, con la cabeza cercenada quedaba el cuerpo en descontrolados movimientos, se deslizaba sin control, el corazón daba sus últimos latidos, el cuerpo se enfriaba para siempre. Enseguida fueron cayendo otras víboras y también las culebras: jilgueros, ratoneras, pajareras, jergonas, etc.
Shushupe se lanzó al ataque contra uno de los hombres que tenía una vara corta, lo sorprendió por el costado derecho, logró clavar los finos colmillos sobre la rodilla, vació el
veneno de sus glándulas. El hombre se vio sorprendido, en lugar de atacar a Shushupe emprendió carrera a refugiarse en una de las habitaciones donde gritaba:
- ¡Me mordió la Shushupe! ¡Ayúdenme por favor, que me voy a morir!
El fragor de la contienda seguía. Un hombre mordido. Varias serpientes paleadas, otras cortadas, había varias muertas entre víboras y culebras, los cuerpos regados por el patio así lo delataban, la contienda era favorable para el hombre. Arcoiris hacía el ademán de atacar y retrocedía, buscaba un nuevo frente de ataque y repetía el juego, ese era el trabajo que se les había encomendado a las culebras, pero algunas se descuidaron y fueron alcanzadas por los filudos machetes.
Poco a poco se fue imponiendo la inteligencia del hombre sobre el conocimiento de la naturaleza. - No ataquen a las culebras – se oyó una voz, era Sebastián – cuídense de las víboras, las culebras no tienen veneno.
Uno de los hombres, había entablado lucha aparte con Arcoiris, estaba empeñado en darle muerte; pero la culebra con movimientos ágiles, a pesar de su voluminoso cuerpo lograba eludir los machetazos, y en cada arremetida también hacía retroceder al hombre, este le tenía miedo.
- ¡Chapulín! – gritó otro de los combatientes humanos – ¡Déjala esa es una boa!
El hombre ahorró tiempo al dejar de pelear con Arcoiris, se abocó en dar muerte a las víboras. Los cadáveres serpentarios quedaban regados por todo el campo de batalla, chicas, grandes, jóvenes y viejas fueron abatidas.
Shushupe se percató que sus huestes eran mermadas sin control. Incluso ella había logrado morder a un solo hombre, desconocía si las demás habían logrado su cometido. No tuvo reparo alguno en anunciar la retirada:
- ¡Atrás! – grito voz en cuello
- ¡Atrás, atrás! – gritaron las víboras.
Atropellándose, pasándose las unas sobre las otras, se lanzaron a ganar el bosque. Marchaban en tropel, espantadas, derrotadas. Aquel hermoso amanecer, para muchas fue el triste final y para otras sería de inolvidable recuerdo de frustración.
Después de recorrer un buen trecho del bosque, sin control o mando alguno calmaron la alocada carrera, estaban exhaustas de cansancio. - ¡Un instante! – gritó Jilguero – Veamos cuántas somos, y qué podemos hacer.
Examinaron sus fuerzas. Entre víboras y culebras quedaron treinta y cuatro serpientes. Entre las muertas habían quedado partidas en dos por el machete muchas loro machacos debido a que no tienen buena visión en la claridad del día, con el cráneo roto por los varazos quedaron muchas jergón pudridoras, faltaban también muchas jilgueros, además, de coralillos, pajareras, ratoneras, etc. Las que estaban vivas, sin excepción de una sola,
todas tenían magulladuras como consecuencia de los varazos, algunas tenía pequeños cortes de machete por los que manaba sangre que escurría entre las escamas rotas.
- ¿Qué hacemos ahora? – interrogó Arcoiris
- ¡A la caverna! – clamaron todas – Reiniciando la desorganizada fuga, deslizándose a toda velocidad.
Las fugitivas se detuvieron antes de ingresar a la caverna. ¿Qué faltaba tratar ahora? ¿Un segundo ataque sería planteado?
Mientras tanto, en el campamento el capataz se encargaba de administrarle el suero antivenenoso al hombre que había sido mordido. La presión se le bajó, empezaba a entrar en estado de inconsciencia, los compañeros temieron lo peor, recordaron lo que pasó tiempo atrás con su otro compañero. El contraveneno empezó a surtir efecto, el afectado empezó a estabilizarse, claro que sentía dolor donde había recibido los cuatro pinchazos, también se le había inflamado un poco pero ya sentía que podía respirar con mayor facilidad.
Todos comentaban este anormal episodio, muchas eran las preguntas y curiosidades que surgían, ninguno de ellos había escuchado episodio parecido. Uno de los hombres acariciaba a Muchacho, por haberlos puesto en alerta. Si no era el perro la mordedura a los hombres hubiera sido mucho mayor, debido a que hubieran sido sorprendidos y no hubieran tenido lugar a coger las varas y machetes. Enseguida enterraron a sus victimas para evitar que las moscas que hay en la Selva diseminaran alguna enfermedad al putrefactarse los cuerpos. Ciento veintiocho cuerpos fueron sepultados.
V
Dormilona había corrido junto a Arcoiris durante la improvisada fuga.
- ¡He aquí el resultado del fabuloso plan de Shushupe! – dijo amargamente Dormilona – deteniéndose un instante al escuchar un conocido ruido.
- ¡Hola prima hermana! – dijo Arcoiris – Al ver a Yacumama.
- Veo que estas muy bien acompañada – repuso Yacumama – mirando disimuladamente a Dormilona.
- Es una de las nuestras, estate tranquila – acotó Arcoiris.
Para Yacumama, en realidad Dormilona no representaba ningún peligro, en otras circunstancias hubiera sido sólo un aperitivo en la dieta de la gigantesca boa. La dieta de Yacumama comprende cualquier animal de carne y hueso que se le cruza en su camino, ya sea terrestre o acuático, no se libran las aves a las que los atrae desde el suelo con su potente energía.
- Os veo agitadas ¿Qué sucede? – interrogó Yacumama – mostrando muchísima curiosidad.
Dormilona que era muy suelta de lengua y muy liberal con las amistades se mostraba con disposición a relatar el suceso que acababa de ocurrir. Frotó su fina cabeza contra el tronco de un árbol de pamake, sus setenta y cinco centímetros no significaban nada ante el voluminoso cuerpo de su eventual interlocutora.
- No es momento que esta respetable boa se entere de lo ocurrido – dijo Arcoiris dirigiéndose a Dormilona – Vayamos a la asamblea para ver que hace ahora la altiva presidenta. Prima, quedas invitada a la asamblea – le dijo a la gigantesca boa.
- ¿De qué asamblea hablas? – interrogó Yacumama.
Arcoiris y su acompañante reiniciaron el viaje reiterando la invitación a la respetable boa. Llegaron a la caverna. Algunas se habían resistido a entrar, otras magulladas y adoloridas se encontraban en los rincones del cubil, la misma presidenta no se hallaba en el clásico lugar que ocupaba en fechas anteriores. Penetró Arcoiris, siempre acompañada de la diminuta Dormilona, quien se había convertido en su inseparable compañera. Se sorprendió al ver que cada cual cavilaba en lo que había ocurrido y no estaban en asamblea.
- ¿Dónde está la espléndida estratega? – interrogó a las asistentes.
De atrás de la piedra cuadrangular que servía de mesa de conducción de la asamblea asomó la temida víbora, pese a las magulladuras y dolores que sentía lo hizo con altivez para demostrar que seguía al frente del gremio, con rapidez tomó el lugar presidencial y respondió:
- ¡Aquí estoy! ¿Cuál es el motivo de tu preocupación?
- ¿Qué dices ahora de tu excelente plan? Gran triunfo se ha logrado ¡Muerte y destrucción de la especie has causado, desesada! – la encaró Dormilona.
Shushupe no soportó que la más diminuta de todas las asistentes la enfrentara en tal manera. Muy ofuscada abandonó el habitual lugar que ocupaba y directamente fue a emprendérsela con Dormilona; quien anticipándose al desenlace de los hechos buscó la protección de su inseparable amiga.
- ¡En este momento declaro disuelta la asamblea y la alianza! – dijo Shushupe.
Con la intención de exterminar a su insignificante rival se abrió paso entre las asistentes, ninguna de ellas osó cruzarse en su trayecto, se apartaron y vigilantes miradas siguieron a la enfurecida víbora. Parecía que el final de Dormilona había llegado. Shushupe llegó a escasos dos metros de Dormilona, entonces Arcoiris le salió al encuentro y le dijo.
- Ya se que haz disuelto la asamblea y la alianza, pero eso ...
A pesar de la tensión generada por el altercado que se iniciaba, todas se vieron forzadas a volver la mirada a la entrada del cubil ya que entre los helechos una cabeza de grandes ojos vivos asomaba entre ellos, mientras que exploraba el ambiente con ligeros lengüetazos.
- ¡Buena noche para todas! – Se escuchó una vivaz voz
Las víboras irguieron la cabeza al oír aquella voz, el panorama se complicaba, así lo anunció aquella presencia.
- ¿Qué quieres aquí, cuándo ya nadie te necesita? – gritó Shushupe con profunda irritación.
- ¡Primas y hermanas! No olviden que fue ella – dirigiéndose a Shushupe – quien reclamó la presencia de Yacumama en esta asamblea, todas conocemos de ello. ¡Entra, Yacumama! – invitó Arcoiris.
- ¡Bravo! – exclamó Dormilona – Así se da la bienvenida a una respetable boa que es la reina y señora de las Selvas de América.
Yacumama avanzó con seguridad y decisión, arrastrando sus ocho metros y medio de voluminoso y musculoso cuerpo, oscuro y elástico. Pasó entre todas, fue a enrollarse junto a Arcoiris con quien cruzó una mirada de inteligencia. Con leve tono de satisfacción, interrogó a Shushupe:
- ¿Te incomodo?
- ¡No, de ninguna manera! – fingió la víbora – Son las glándulas de veneno que me incomodan de hinchadas... y los varazos que he recibido me han desconcertado.
- ¿A qué se debe tu inesperada visita? – Interrogó Shushupe.
- Me informaron que estaban en asamblea general – respondió con seguridad.
La llegada de la gigantesca boa tenía desconcertadas a las víboras, las que no se incomodaban para nada eran Arcoiris y Dormilona que se sentían a gusto junto a Yacumama. Esta boa es la reina de todas las serpientes de América, sino de todo el mundo. Las demás culebras y víboras conocen de su extraordinaria fuerza, no hay animal de carne y hueso capaz de resistir un abrazo suyo.
Una a otra se miraban fijamente, ninguna bajaba la vista, ambas exploraban el ambiente con velocísimos lengüetazos. Ambas se encontraban formando impresionantes anillos con su voluminoso cuerpo, la cabeza la elevaban unos setenta centímetros por sobre el húmedo suelo del cubil.
- Acabo de disolver la asamblea – repuso la maligna víbora. – Ahora ya no eres útil para la familia, antes del combate te necesitábamos, te buscaron pero te escondiste para no participar de nuestra justa guerra contra el hombre, así que puedes marcharte...
- ¿De qué justa guerra hablas? ¿Acaso se te ha olvidado que ustedes las repudiables víboras no se enfrentan al hombre en igualdad de condiciones, sino que lo atacan a traición? – interrogó Yacumama.
Yacumama, con la suficiencia y confianza que le brindaba su poderoso cuerpo, miró a todas las demás víboras. Todas estaban incomodas por lo que acaban de oír; pero ninguna quiso demostrarlo ante la reina de las boas, algunas disimularon recorriendo con vagas miradas el ambiente que los rodeaba. Loro machaco que estaba al lado de Shushupe recorría la vista por encima de ambos cuerpos escamosos, era notorio la
diferencia de tamaños; pero aun así se inclinaba por la venenosa, confiada en su poderoso veneno.
- Aunque hayas disuelto la asamblea, a la que he sido invitada – continuó Yacumama – quiero aclarar ante las asistentes las barbaridades que haz venido cometiendo.
- Has dicho ¿Qué fuiste invitada a esta asamblea? – interrogó la muy enfurecida Shushupe
- Cuando regresábamos todo maltrechas, empolvadas y derrotadas por las huestes humanas, encontramos a esta hermosa prima hermana mía – con una delicada mirada recorrió el cuerpo de Yacumama – como nuestra querida presidenta me encargó buscarla y darle aviso para que asistiera a este cónclave, no he hecho más que cumplir su mandato. Para suerte mía esta vez no he tenido que ir por cochas y ríos para ubicarla, me alegro que ahora este junto con nosotras – intervino Arcoiris.
- ¡Ahora ya no la necesitamos, así que ...! – Repuso Shushupe
La hostilidad de la asamblea hacia la recién llegada era evidente, en especial de las serpientes venenosas, tenían cierto fundamento. Yacumama es la reina de todas las serpientes de la Amazonía. Su fuerza es extraordinaria, no hay animal que escape una vez que cae en sus anillos. Así mismo es capaz de destrabar sus potentes mandíbulas para tragarse entero a un cocodrilo sin importar las poderosas escamas con las que cubre su abultado cuerpo. Gracias a que sus intestinos segregan potentes sustancias capaces de descomponer los más duros esqueletos óseos no tiene reparo en engullirlos enteros.
Yacumama por muy grande que sea es demasiado fuerte para odiar, esta conciencia de su valor le hace conservar siempre buena amistad con el hombre. Si a alguien detesta, es, naturalmente, a las serpientes venenosas, a quienes después de asfixiarlas se las traga sin importarle el veneno que posee; de aquí la conmoción de las víboras ante la presencia de la gigantesca boa.
- Me necesiten o no, déjame esclarecer el motivo porque estoy aquí – cortó a Shushupe y continuó – Desde hace mucho tiempo atrás, cuando era pequeña he escuchado a mis ancestros contar las atrocidades que comenten ustedes las víboras en contra de los hombres. Si bien es cierto que cumplimos una maldición divina: la de arrastrarnos sobre nuestros pechos y estar en constante pelea con el hombre no es justo que hagan lo que están haciendo con él. Muchas de nostras las culebras, si no es la mayoría, no tenemos problemas con el hombre, hemos llegado a entendernos, muchas hermanas a esta hora están en poder de él, los alimentan con huevos de aves o con trozos de carne. Otras son llevadas de pueblo en pueblo para enseñar a los demás de las bondades curativas que tenemos con nuestra grasa, o lo importante que es nuestra hermosa piel para ayudar al hombre a soldar las fracturas que sufre en sus huesos, o el fino aceite de nuestra grasa para hermosear el cabello de las mujeres. La familia tiene noticias que una hermana mía fue criada y llevada a una escuela para ser presentada ante los niños que muy entusiasmados, sonrientes y sorprendidos ante su tamaño, acariciaron su aterciopelada piel sin tener temor alguno. Estos niños aprendieron que nosotras las constrictoras no somos una amenaza para el hombre y así lo comentan hasta ahora. De Ustedes las víboras no hay buenas noticias. En especial de ti Shushupe he escuchado de tus grandes atrocidades. Refieren mis antepasados que tuviste la
desfachatez de morder a una inocente niña en uno de sus brazos, para poder verla vivir cortaron su brazo y así vivió hasta que murió, tú no sabes cuanta maldición a tirado sobre ti y creo que esa maldición te ha llegado hoy. No hace mucho tiempo, me encontraba en un remanso del río practicando mi deporte favorito que es bucear y a la vez asustar a los diminutos y hermosos pececillos de colores que allí hay, entonces, vi llegar a un grupo de hombres a refrescarse en el río, como no tenemos guerra contra ellos tuve que retirarme sin que se percataran de mi presencia. Estuve escondida entre unas piedras y muy cerca de ellos lo que me permitió escuchar de la muerte de uno de ellos y todo gracias a tu intervención – dijo dirigiéndose a Shushupe.
La víbora se llenó de ira al escuchar las recriminaciones de Yacumama, nadie antes le había hecho sentir tan culpable como ahora. Veía como las culebras todas apoyaban a la boa, entre las víboras había desconcierto, no sabían si apoyar a la que fuera su presidenta o salir del cubil en desbandada para refugiarse entre la naturaleza.
Yacumama sintió un leve roce en su cuerpo, era la diminuta Dormilona que se le había acercado, se encontraba entre Arcoiris y Yacumama, parecía un hilo entre las dos gigantes.
- Ya ves como esta belleza te ha cantado todas las verdades y te ha hecho saber lo perversa que eres – dijo con una sonrisa de autosuficiencia dirigiéndose a Shushupe.
Era evidente que desde el primer momento entre Dormilona y Shushupe habíanse disgustado mutuamente. Si la una en su carácter de animal venenoso, representaba un tipo superior para la culebra, esta última, a fuerza de ingenio provocaba el odio y rencor
en la víbora. De modo que se acentuaba la rivalidad existente entre serpientes venenosas y no venenosas.
Dormilona era la más diminuta de todas las asistentes; pero era la que más discordia había engendrado entre víboras y culebras, para suerte de ella cada vez era protegida por las más voluminosas. Shushupe, era la que más había sido provocada por esta culebra, por ello siempre la miraba con rencor, malicia y rabia, esperaba el momento propicio para vengarse.
- Sí, es un mal bicho, para no tener en cuenta – murmuró Yacumama, mientras recorría con mirada firme el ambiente – ¡Y las llevó a hacerse masacrar a todas juntas! ¡Vean como han quedado! ¡Otras ni han regresado, están aniquiladas!
- ¡Un momento! – gritó Shushupe, cuyos ojos brillaban llenos de rabia – Ustedes ignoran el peligro que se acerca para nosotras, pero yo sé con certeza, que dentro de muy corto tiempo no quedará lugar alguno donde cobijarnos. He tratado de salvarlos, pero como pago he recibido insultos y menosprecio, lo peor es que esta insignificante – dirigió la mirada a Dormilona – me ha venido provocando siempre y ustedes apañadoras la protegen.
- ¿Apañadoras nos has dicho? – intervino Arcoiris.
- ¡Sí! En especial tú y esa grandota que cree que por su tamaño voy a tener miedo y la voy a respetar.
Shushupe, que había decidido hacerse respetar por la fuerza había tomado posesión ofensiva contra Yacumama y Arcoiris. Por encima del cuerpo que formaba cinco voluminosos anillos se elevaba la triangular cabeza de donde partían miradas odiosas hacia sus virtuales oponentes. Reinó un silencio profundo en el ambiente, las tensiones habían llegado a su punto más elevado. Era inevitable el desenlace de una contienda reptilesca.
- Antes de enseñarle a esta descabellada y altiva víbora quisiera...
Shushupe de manera sorpresiva – que era su característica y siempre la usaba como táctica favorita – se abalanzó sobre Yacumama con las mandíbulas destrabadas dejando ver sus ahuecados colmillos, que parecían agujas hipodérmicas fue ha hundirlos hasta la encía en el cuello de la constrictora. Se diría que este primer combate favoreció a la víbora. Con la maravillosa y sorprendente maniobra de las boas de devolver un ataque con un potente abrazo, lanzó su cuerpo contra Shushupe y envolvió a la víbora, que en un instante se sintió ahogada. Con su musculoso cuerpo formó una hilera de anillos como si fuera un espiral alrededor del cuerpo de Shushupe; la boa, concentrando todo su valor y fuerza en aquel abrazo, cerraba progresivamente sus anillos de acero; pero la víbora no soltaba presa.
Yacumama por un instante sintió crujir los huesos de su cuello entre los colmillos de la víbora. Shushupe seguía prendida del musculoso cuello de la culebra, confiada esperaba que su letal veneno empezara ha hacer efecto en la boa, daba ajustones a sus mandíbulas con la finalidad de escurrir el veneno que en sus glándulas quedaba. Yacumama sintió que el cuerpo se le adormecía, la visibilidad se le oscurecía; pero logró hacer un supremo esfuerzo, saco fuerza de flaqueza para salvar su vida, estiró su cuerpo,
los anillos se estiraron. Ambas contrincantes torcidas una con otra rodaban por el mohoso suelo: la una segura de su mortal veneno y la otra segura de su mortal abrazo seguían en singular combate. Yacumama dio una fuerte contorsión a su cuerpo que hizo sonar los huesos de su oponente, sintió que la boca de la víbora se aflojaba lentamente.
La constrictora segura del terrible abrazo con que había logrado inmovilizar a su rival y teniendo libre la cabeza decidió dar el golpe de gracia. Su boca fue subiendo a lo largo de la parte superior del cuerpo de la víbora. Los 96 agudos dientes de Yacumama cada vez avanzaban a la cabeza de Shushupe, llegaron al cuello hasta que se clavaron por fin en la parte posterior de la cabeza de su enemiga, se escuchó un sordo y larguísimo crujido de huesos masticados. Moribunda, semiasfixiada, Shushupe se desprendió babeando del cuello de su oponente. El segundo combate favoreció a la boa. La victoria favoreció a la reina de las boas, gracias a su perseverancia y coraje.
El combate estaba concluido. La boa aflojó los anillos del cuerpo de su oponente. Shushupe daba leves serpenteos, los movimientos eran descontrolados, el corazón poco a poco dejaba de latir, la cabeza de la víbora yacía en un charco de sangre roji-negra que formaba un diminuto hilo al deslizarse por el suelo, el cuerpo se aquietó, la que fuera presidenta días atrás estaba muerta. El color crema del vientre que caracteriza a esta víbora anunciaba que había quedado panza arriba.
- ¡Esto se acabó! Por lo menos estoy contenta de haber vengado la desgracia de esa inocente niña y el dolor de la familia del hombre que mató – se escuchó comentar a Yacumama – mientras caía exánime a un costado del inerte cuerpo de su rival.
Arcoiris y Dormilona que estaban más cerca de la triunfadora se acercaron y con suave toque de sus cabezas acariciaron la aterciopelada piel de la rendida boa. Las demás culebras y víboras estaban anonadadas por lo que habían presenciado, la lucha había sido tan singular que ninguna se atrevió a comentar lo sucedido. Quedaba demostrado que la rivalidad entre culebras y víboras nunca podría ser superada.
Las víboras se miraron unas a otras, ninguna se atrevió a dar opinión alguna ni a favor ni en contra, estaban aturdidas, su diminuto cerebro no alcanzaba a pensar solución alguna, entonces, presas de temor huyeron en desbande, avanzaron en tropel que no dudaron en pasar sobre los cuerpos yacientes en tierra. Afuera del cubil cada cual tomó rumbo distinto y se internó en la espesura de la Selva. Quizá nunca más volverían a estar en asamblea junto con las culebras.
El lugar que en otro tiempo sirvió como centro de reuniones, ahora estaba en silencio, había adquirido un sentido de tranquilidad. Muy desconcertadas Arcoiris y las culebras que aun permanecían juntas miraban el inmóvil cuerpo de Yacumama, estaba tan inmóvil que daba la sensación de estar muerta. Los ocho cincuenta de su tamaño estaban completamente estirados, que al quedar así en el bosque y verla tan inmóvil nadie hubiera dudado que se trataba del tronco de un árbol. Los rombos amarillentos de su dorso hacían contraste con el color verde olivo oscuro del gigantesco cuerpo que en parte se confundía con el mohoso suelo de la caverna.
- Creo que el veneno que entró en su cuerpo lo ha matado – Dijo muy triste Dormilona.
- ¡Nada de eso ocurrirá! – repuso Arcoiris – nosotras las culebras poseemos una cualidad en nuestro cuerpo, a diferencia de las víboras. A las víboras la naturaleza les
dio veneno, a nosotras nos dio sustancias que neutralizan el veneno de nuestras primas. Así que estate tranquila, dentro de muy poco tiempo el veneno solo será parte del líquido del cuerpo de Yacumama. Se recuperará pronto.
El tiempo transcurrió. El día llegaba a su fin, el fondo negro del monte espeso de la Selva, anunciaba que la noche se acercaba, esta no sería una noche cualquiera, las culebras velaban por la que las hizo respetar. Todas estaban melancólicas, creían haber perdido a la más noble boa que se haya conocido. El cuerpo de la boa dio unos fuertes y bruscos serpenteos y volvió a quedarse inmóvil.
- ¡Se acabó! ¡Y esta vez definitivamente! – murmuró Dormilona.
Las presentes se arremolinaron, miraban atónitas aquella escena. Reinó un profundo y largo silencio. Cuando algunas se disponían a irse, surgió lo inesperado, Yacumama comenzaba a revivir, con la bifurcada lengua tanteó el ambiente y levemente parpadeó. Con el dolor de la herida y exhausta de fuerzas permaneció aun inmóvil: pero estaba viva, había logrado vencer a la muerte. La tristeza de las culebras convirtiose en alegría, se notaba en las miradas.
Yacumama no murió. Las acompañantes se acomodaron en espera que se recuperara. Al llegar el nuevo día cuando los rayos solares crispaban de rojo amarillento el lejano horizonte estos penetraron las hojas de los helechos e iluminaron el cubil. La boa ya recuperada enrolló su voluminoso cuerpo, curioseó y observó el iluminado ambiente.
- ¿Dónde están las venenosas? – interrogó a sus acompañantes.
- ¡Todas se marcharon! Solo queda esta – respondió Arcoiris – Mirando a la víbora que yacía muerta.
- ¡Es mejor así! No tendremos que cuidarnos de traicioneras. No estando junto a ellas corremos menos peligro de ser atacadas por el hombre – sentenció la gigantesca culebra.
- Por la claridad de ideas, sensatez, coraje y valor respecto a esta gigantesca boa, propongo que sea la que represente a la familia – intervino la diminuta Dormilona – Ahora que está muerta Shushupe, ¿Alguien está en contra? – interrogó enseguida.
Todas las asistentes por unanimidad aceptaron la propuesta, la muestra de aprobación fue un confundidor concierto de silbidos. La aludida pidió silencio y dijo:
- Orgullosa los representaré. De todo lo que conozco, de la relación nuestra con el hombre es lo que quiero hablarles: El hombre, siempre será superior a nosotras. Auque muchas hermanas nuestras están junto a él nunca podremos igualarlo, por su capacidad de inteligencia no hay cosa que no pueda hacer, es el rey de la naturaleza, cuanto se propone lo logra, así que enfrentarnos a él es enfrentarnos a la muerte. Una muestra ya hemos visto. Entiendo que ninguna de ustedes querrá terminar destrozada en dos o más partes. Si la idea de esta miserable víbora – mirando con desprecio el cuerpo inerte de Shushupe – fue defender este territorio basándose en una lucha contra él, fue lo último que pudo pensar. Tarde o temprano este territorio estará bajo su control. Yo que conozco otros territorios tan buenos como este, les propongo que vayamos hacia allá. Dejemos a nuestras primas las venenosas que hagan su propia guerra. Estoy segura
que una tras otra irán sucumbiendo ante las varas y los machetes. El hombre no perdona a las víboras.
- ¿Por dónde quedan esos territorios? – interrogó Pajarera – ¿Crees que hayan muchos nidos con huevos para alimentarme?
- No hay alimento solo para ti, hay para todas nosotras – respondió Yacumama – Y si quieres saber donde quedan esos territorios, sólo tienes que cruzar el río.
La electa presidenta, pidió comprensión a las asistentes. Necesitaba descansar, reponer energías y superar los efectos del veneno que aun afectaban su cuerpo. Antes de despedirse de las demás, volvió a aconsejarlas a alejarse del hombre. Todas creyeron que se quedaría en posesión del cubil, pero se equivocaron, fue la primera en abandonar la caverna. Pese a su voluminoso cuerpo se deslizó con velocidad entre las malezas y se alejó de las demás.
VI Las lluvias primerizas de un nuevo invierno volvieron a caer, esta vez no llegaron con vientos huracanados. Fue un fugaz chaparrón el que cayó aquella tarde después de un cálido día y de esplendoroso sol.
Quebradas y riachuelos tributaron sus aguas al río grande, mucha hojarasca y palizada fue arrastrada cuesta abajo. Las espumosas y turbias aguas anunciaban la magnitud de la tormenta.
Fue en estas circunstancias que Yacumama atravesó el río, fue vista con el cuerpo erguido fuera del agua, unos dos metros y medio se alzaban sobre el nivel del agua. Dio un chapuzón que generó un gran remolino en medio río, volvió a aparecer muy cerca de la otra orilla, entre los matorrales que eran inundados por el agua se perdió. La reina de las boas fue la primera en ir en busca de una vida de tranquilidad y paz. En esos territorios iniciaría su reinado.