Daumier 1808-2008 Viñetas bicentenarias Para M. miss octubre
Viñeta 1: Muse de la Brasserie No vuelve a pintar ni a dibujar a ninguna otra mujer como aquella. La ninfa suburbana. La anónima hembra que con sus frondosos senos y culo rompe el prototipo asexuado y sufrido del maestro de Marsella. Viene hacia nosotros liberada de la multitud de cuervos y de cualquier prejuicio o hijo a proteger. Saliéndose de la piedra saliéndose del papel. Directamente hacia nosotros. La Liberte podríamos pensar desubicados como Ratapoil satírico y burlón. Y quizás tendríamos algo de razón por la manera en que maneja su movida. Pero, ¿quién fue aquella muchacha de los pechos deslumbrantes que perturbó tanto a Daumier aquel noviembre de 1864? La única digna de florecer en sus tintas. ¿Quién? No lo sabemos. Ni lo sabremos nunca. Jamaica.
Viñeta 2: Ah! Tu veux te frotter a la presse!! Tres en uno para Charles Philipon. 1: El retrato en movimiento audaz del joven y poderoso impresor que intensifica al máximo la presión de la prensa, léase, si lo desea: la presencia beligerante de la clase obrera que perturba y/o provoca el nacimiento de la época moderna; 2: el preciso retrato de la prensa litográfica manual, símbolo de la técnica que tanto ampliaría la proyección y la incidencia real del arte en la historia y la política contemporánea. Arte para las masas. El joder popular de cada mañana. La risa del pueblo que no perdona. El 50% de la población que habitaba en las ciudades y pueblos franceses del primer tercio del siglo 19 era analfabeta; y 3 y ultimo: el retrato de Luís Felipe de Orleáns, rey de Francia y principal objetivo de toda la caricatura política de la época. Por que si y porque así debe de ser. El arte como lenguaje critico enfrentándose al poder críticamente. Hablamos del trabajo de Joseph Traviés (1804-1859), Henri Monnier (1805-1877) y del propio Honoré Victorin Daumier (1808-1879). Incluso del de Grandville ( 1803- 18 ). Hablamos e invocamos a Le Charivari y a La Caricature. Es decir hablamos de las milicias de Philipon críticando sin descanso el aparato judicial, legislativo, y burocrático del corrupto Estado burgués. Para aguantar la libertad de expresión se necesitaban bolas bien rayadas. Luís Felipe que originalmente había reinstaurado la libertad de expresión pisoteada y manoseada anteriormente por Carlos X, muy pronto demostró que tampoco las tenía. Por eso lo aplasta la prensa litográfica del obrero. Retribución grafica. La sombrilla queda intacta a la espera del conde de Montevideo.
Viñeta 3: Rue Transnonain, Le 15 Avril 1834. El hombre baleado esta aplastando a la criatura con todo su peso. Parece un borracho con la cabeza en ese alguno casi imposible, jeta de viaje. Se están desangrando y van a morir pronto. Los dos. A ambos lados otro muerto más. Solo el silencio y la muerte reinan, dice Baudelaire el perceptivo formado en el taller de Delacroix. La masacre de la Rue Transnonain el 15 de Abril de 1834, fue realizada por la Guardia Nacional de Thiers. La Guardia lee como quiere e hubo fiesta. Un grupo de insurgentes había tomado un barrio popular de la ciudad de París. Tras combatir por horas zafuca en la madrugada. Entonces a las 5 am entra la fuerza pública, y se ensaña con los civiles. Bang bang bang como siempre brodersito. Pililú hombres, ancianos, mujeres y niños inocentes de 15 años. Son doce en total los muertos. El franco tirador ya se había ido. Todos lo sabían bien. Luego a escamotear la verdad en la maraña burocrática del sistema judicial. Daumier agarró un lápiz de cera y la sacó más bien a luz. El sórdido arabesco que explotó en la conciencia popular no le cayó muy en gracia al gobierno de Luís Felipe que se puso de inmediato a buscar como volverlo a joder
Viñeta 4: Ingrate patrie tu n’auras pas mon oeuvre Y como a veces hay que voltear el cañón hacia uno mismo y disparar, Daumier lo hace una y otra vez. Sin piedad. El artista fue otro tiro al blanco favorito. Allí tenemos al artista pagando una deuda con un cuadro; allá dos criticando con envidia la obra de un tercero ausente; allá al artista que “le agarro la tarde” y va terminando su obra en camino a la bienal; mas allá los jurados de las exposiciones especialistas en cualquier cosa, literatura, astronomía, corte y confección, excepto en arte; allá dos artistas descansando todo el santo día; allá los visitantes al museo que no ven nada; allá el critico que da la espalda a las obras; allá Pigmalion dándose un pase de rapé con su creador; y más allá el artista servil ajeno a todo. Acá dos artistas, el cuadro dentro del cuadro, destruyendo a patadas sus obras. “Patria Ingrata de mi no tendrás una obra maestra”, dicen entre otras obscenidades fáciles de imaginar. Todo esto antes de c.m.r. No olvidar que fue alrededor de estas fechas, quizás un poquito antes o después, que comenzó de lleno la alineación del artista moderno y la sociedad. Pon pon generosos mecenas aristocráticos, pon pon la Iglesia encargando grandes ciclos de murales, pon pon importantes misiones artísticas de carácter diplomático, pon pon, pues, las ínfulas de genio escogido por los dioses y la musas, ahora para la gran mayoría solo quedaba el tapi, la galería, el galerista y la obra como mercancía sujeta a la sacrosanta ley de la oferta y la demanda, que 178 años después en octubre del 2008 probaría ser una ley no tan infalible después de todo. Ouch. Irónicamente si y volviendo a Daumier, fue ésta vinculación del artista con la palmazón la que le permitió acercarse lo suficiente al alma y la fisonomía del pueblo francés y así mostrárnosla y maravillarnos siempre y cada vez.
Viñeta 5: Gargantua Seis meses en el bote por el tragón de Gargantua. De septiembre de 1832 a febrero de 1833. Y aun así no lo pudieron pasar en limpio. Resulta que Daumier creía en la Republica de Michelet, en la búsqueda de la igualdad, la justicia, la dignidad humana y en la absoluta y total libertad de expresión. Salió de aquella prisión de Sainte PéLagie directamente a la mesa de dibujo con un clara intencion moral. Gargantua lo había dibujado en 1831. Tenía 24 años entonces y la guerra contra la corrupción rampante del gobierno de Luís Felipe estaba en lo fino. Primero dibujo una pera que allí nomasito se convirtió en el tirano, luego le abrió la boca y lo puso a tragar canastas de bienes desproporcionados por quien más sino por el liliputiense pueblo pobre de Francia. Acarreando el botín sobre empinada rampa hasta sus fauces, el dibujante coloca uno a uno los ministros reales. También serían devorados. Finalmente pone a su majestad a cagar prebendas y favores que alegremente son recibidos por los sicofantes de siempre. Todo directo sobre la piedra litográfica y sin boceto alguno. Rebelais se hubiera muerto de la risa. Seguro. Y voila.