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EL MUNDO / AÑO XXI, NÚMERO 736
CRÓNICA
DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE DE 2009
INVESTIGACIÓN / LA SILICOSIS TEXTIL
CUANDO LOS VAQUEROS MATAN DE VERDAD UN PROCESO para envejecer los famosos «jeans», utilizado en Turquía y prohibido en la UE, ha acabado con muchas vidas
L
FRAN MARTÍNEZ Estambul
os protagonistas de esta historia no montan a caballo ni beben whisky, ni aparecen en películas de John Wayne. Lo único que tienen en común con los inventores de los vaqueros es la migración del Este al Oeste en busca de una vida mejor y la muerte en el intento. En los últimos dos años, más de 40 personas han fallecido en Turquía debido a la silicosis, una enfermedad pulmonar contraída tras trabajar en los talleres textiles de la periferia de Estambul, talleres en los que desteñían pantalones para primeras marcas, como «Levi’s, Mavi Jeans o Collezione», según informa el periódico Zaman, aunque la asociación de trabajadores de los vaqueros Kottaslama añade «Lee y Diesel» a estas marcas. «Por primera vez en el mundo, la silicosis se ha detectado en trabajadores del textil y ha sido en Turquía debido a los productos utilizados para blanquear el tejido», lamenta el doc-
ceso es simple: a cada pantalón se le aplica arena a través de un tubo y el polvo que sale es altamente perjudicial por el permanganato. Este proceso, prohibido en Europa, ha provocado silicosis a cerca de 5.000 trabajadores más. «Algunos de los obreros de estas factorías han terminado con una discapacidad del 80%. Han tenido suerte, ya que el Estado turco les paga una pensión de 235 euros cada tres meses. Los que no tienen informe médico o no alcanzan ese grado de discapacidad sobreviven gracias a sus familias sin pensión ninguna». Crónica ha viajado a la comarca de Karliova, convertida ahora en un cementerio de elefantes para jóvenes de 25 años afectados por esta enfermedad. Según la Oficina Internacional del Trabajo, la edad media de los trabajadores afectados de silicosis es de 23 años; los síntomas, aparecerían después de tres años en los talleres. Decenas de hombres están sentados en la plaza del pueblo, un cruce de caminos de tierra con una tienda que además hace de bar. Unos 30 se
El doctor Zeki Kilicarsalan ha diagnosticado 500 casos de silicosis.
«NO ERA EL TRABAJO CON EL QUE SOÑABA, PERO NO TENÍA ELECCIÓN», DICE DEMIR, QUIEN NECESITA UNA BOMBONA DE OXÍGENO PARA VIVIR tor Zeki Kilicarsalan, quien ha diagnosticado cerca de 500 casos de esta enfermedad. Las grandes compañías no se arriesgan, pero sí contratan a otras, que a su vez subcontratan a estos pequeños talleres de trabajadores sin contrato ni seguro médico. El pro-
sientan alrededor en cuclillas. Sus caras muestran pobreza pero también enfermedad. Inspiran profundamente entre palabra y palabra y no pesan más de 60 kilos. «Por la mañana salimos de casa, venimos a la plaza y regresamos. Ese es todo
nuestro trabajo y sólo tenemos fuerza para eso», lamenta Said. «Los jóvenes dependen de su padre, si su padre no les alimentase no podrían hacer nada porque no tienen fuerzas. Hay jóvenes de 20 años que no se pueden mover. Son todo un ejército», añade. Los 300 hogares del pueblo de Tasliçai, en la comarca de Karliova, tienen a algún familiar afectado por la silicosis. «Al llegar a Estambul dormí tres noches en un parque. Hasta que encontré trabajo en un taller para desteñir pantalones. El sueldo me sacó de la calle y me dio alojamiento, incluso ahorré. No era el trabajo soñado, pero no tenía elección», reconoce Demir, de unos 40 años, quien necesita una bombona de oxígeno para respirar. «Fuimos allá y no teníamos sitio donde quedarnos. Nos ofrecieron trabajo y un lugar El polvo que se para dormir, y lo aceptacrea al mos», afirma Recep, que no desteñir los tiene un informe médico que «jeans» con ratifique su enfermedad, pearena es muy ro apenas puede respirar. nocivo. Este ha sido el precio a pagar por el éxito de las exportaciones de su país. En los últimos 20 años, la industria del textil turca, con 44.000 fábricas, se ha convertido en una de las principales exportadoras del mundo. Se concentran en la periferia de Estambul y allí trabajan cerca de tres millones de personas, según Clean Clothes, una asociación que analiza a los proveedores de las grandes marcas. En 2008, las exportaciones de vaqueros made in Turquía alcanzaron los 1.500 millones de euros, teniendo a Occidente como principal mercado. El problema es que «la mayoría de los talleres son clandestinos y no dudan en despedir a los trabajadores cuando tienen pocos encargos o en hacerles trabajar sin descanso, cuando se acercan el día de la entrega», asegura la ONG. El principal destino de las exportaciones turcas es la Unión Europea. Turquía es el segundo proveedor textil de la Unión tras China, por lo que no cabe duda de que estos vaqueros han pasado por nuestros mercados. «Trabajábamos 12 horas al día, seis días a la semana. Sin contrato ni seguro médico», nos dicen los trabajadores que encontramos en Karliova. Aquéllos que se han atrevido a denunciar a sus antiguos patrones no han conseguido nada. «El dueño de la fábrica cambió el registro de la propiedad y su nombre ya no aparece en ningún papel. Así que la sentencia fue contra nosotros por calumnias», dice un ex trabajador. Tras una fuerte campaña de prensa denunciando la situación, el Gobierno turco ha decidido prohibir estos talleres. Pero los trabajadores de Karliova aseguran que «siguen abiertos, aunque sólo de noche. Emigrantes sobre todo, ¡sean de donde sean, también son personas!», sentencian. A pesar de la prohibición del Ministerio de Sanidad turco, es difícil certificar que los talleres han cerrado, pues casi la mitad de la actividad comercial del país es clandestina. Además si se erradica del país, la situación no cambia. «Estamos en una economía global, ahora se hacen los encargos en otros lugares como Bangladesh, Egipto, Pakistán o Irak. El Sindicato Internacional de Trabajadores ya ha denunciado el caso Bangladesh», explica el doctor Kilicarsalan en su consulta del Hospital Universitario de Estambul. Puede que los pantalones que compra ya no provoquen silicosis a los trabajadores turcos, sino a los pakistaníes.