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Título original: Ura. Autor: Elbio Aparisi Nielsen. ISBN: 659-998-25-2545-8 Depósito legal: B-48.256.2036 Hecho el depósito legal que prevé la ley 11.723.
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Lilén, Santino, Morena , Milena y Jazmín, ¡bienvenidos!
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Prólogo
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placer mayestático nace cuando nacen ellos, quienes hoy me dan una grata sorpresa al volver a los orígenes de mi amor por el arte en todos sus ángulos. Ura nació siendo “333” en el transcurso de muchas noches de insomnio insoportable en algún lugar de Buenos Aires. Mi vida atravesaba un agujero que modificó mi entorno familiar y de amistades, el arte fue el artilugio y el medio por el cual salí de mi viaje interior, vivo y siendo mejor persona. No voy a dejar en estas palabras la tristeza que sentía por el desamor, los errores, las infamias y el encuentro con el centro de los problemas, sino, por el contrario quiero decir que Ura es una novela superviviente, y cada día que pasa me asombra por su fortaleza ante los conflictos. No entiendes lo que digo por lo que me debo explicar algo más, pero no mucho. Poco después de terminar la novela me presenté en persona con mi manuscrito en el concurso de la editorial catalana y más fuerte de Argentina, allí dejé que la suerte me diera una esperanza para comenzar una carrera sólida hacia algo, un donde y un por qué, pero lo único que descubrí fueron irregularidades que se transformaron en una
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desilusión y una celebración a la credulidad o estupidez inocente que desembocó en dejar de escribir al menos por un año, por ese entonces con veintidós años me aventuré en el piano, pinté cuadros, me emborraché y filmé cortometrajes buscando respuestas. Y mi novela siempre estuvo mirando de reojo todo lo que hacía, con paciencia no me exigió que la corrigiese de los mil errores que contenía, me dejó buscar respuestas en el Río de la plata y en las jaulas artísticas llamadas museos. Tras unos años de idas y vueltas me embarqué en un proyecto cinematográfico que se desintegró por la falta de paciencia y trabajo, y otros detalles que ya desconozco. Con una nueva excusa decidí junto a la mujer de mi vida (hoy mi mujer) viajar a Europa, curiosamente a un lugar muy cerca del escenario de mi premonitoria novela. En Buenos Aires dejé a mi familia y amigos de toda la vida, cerré una cortina de dolor con felicidad y abrí otra de amor y posibilidades. Llegar a Bilbao fue una sobre información muy difícil de digerir por lo que me llevó un tiempo adaptarme, pasamos diversos obstáculos hasta acomodarnos, y Ura siguió siempre allí, esperando... escribí Grafismos de Waterloo en un bar todas las mañanas antes de ir a trabajar durante octubre y noviembre del 2007, recuerdo sentirme como los autores que amaba, viajando y siendo parte de una biografía... y Ura no hizo nada, simplemente me esperó para que termine de encontrarme como ser humano en un mundo injusto, digo mundo por lo que proyectamos sobre la tierra materialmente llenando de conceptos inútiles. Tras empezar dos novelas fallidas decidí mirar a mi primer 10
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libro, naturalmente temía encontrarme con el dolor de aquél bache oscuro. Armado de valor volví a intentar encontrar el sentido de lo que había perdido y logrado gracias a terminarla. Pude corregir y escribir lo que creía que faltaba, lloré con sus diálogos y reí por sus situaciones particulares, tan parecidas a mi en un punto y a todo lo que conocía del mundo. Cuando creí que la tarea estaba realizada me sentí feliz, orgulloso y me vi embarcado ya en la escritura de otras obras que habían sido comenzadas junto con otras terminadas, fue cuando un accidente con el ordenador me alejó por completo de esa sensación de victoria. Sentí rabia y me pregunté si escribir era realmente mi camino a la transmisión de sensaciones y reflexiones objetivas, pero como es evidente nunca lo hice cabalmente. Ura lleva cinco años esperando ver la luz de los ojos de mis lectores, estuvo atenta y silenciosa en la espera pero nunca, jamás tuvo ansiedad, porque, sé que dentro suyo no era el momento de ver el mundo. Y aquí estoy, escribiéndote un prólogo para sentirme bien, aunque vuelvo a estar aterrado por todo lo que representas en mi, te hablo como a una persona porque creo que Lupho, Carla y Santiago están allí y son reales. No dejo de sonreír, quizás sea la histeria de tener que corregir, escribir y reescribir todo lo que había cerrado en mi errado ideal. Hoy es una noche de verano en Euskadi, acabo de llegar de la costa de Francia y pensé que era el momento de hacerlo, estoy completo, arropado y satisfecho.
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Será una tarea compleja, espero que al ingresar en sus letras puedas comprender que hay un ser humano que utiliza el arte para mejorar. Ura te dará el chapuzón en el agua de la adversidad y después te hará respirar para hacerte sentir la vida, allí dentro, dónde el motivo real existe y pervive. Bilbao, un día de julio de 2009.
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1 En Francia ocurren ciertos hechos que me deslumbran y abruman a la vez, la realidad me lleva obligado a mi niñez, allí dónde todo eran juegos de armas, bombas y escondites gigantes. ¡Beatriz!, ella sí podía hacerlo, lograba volverme maleable de un grito. En sus palabras escuche entre otras, “si los días salen a la calle es por que yo no salgo a olvidar el olvido sin piernas” Yo pensaba siempre que el día le inspiraba algo así, mi costumbre de clasificar a todos los especímenes de la especie que fuere me dio con ponerle “Beatriz Portinari”, como la mujer de la divina comedia, o como la mujer que cautivó al ciego interesante. La realidad siempre dijo “Bea” y así la llamé hasta qué.. ella de los dientes tenía la particularidad de hacerlos rechinar tanto hasta hacerme gritar encolerizado, nunca la amé o solo en unos instantes. ¡Pero cómo la quería y cómo me hacía el amor!. Los días no me la traen, ni con el suspiro antes de cavilar bajo la sabana y la música a todo volumen. Eso es lo que me encanta hacer porque me deja ver las imágenes de algún tiempo que ya no recuerdo, puedo ver las líneas blancas pasar por mi campo negro. De chico el sol me molestaba, mis anteojos parecían cocerme las retinas, porque hacían el efecto lupa,
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entonces, me los sacaba y los utilizaba para matar hormigas quemándolas, eso que dijo Freud es pura mentira, no fui nunca cruel, mataba a las malas, las que asesinaban a otras sin motivos. Mi pueblo de hormigas siempre me quiso porque con mi inocencia e inmadurez las protegía y era justo, muy justo, justísimo. O eso es lo que rememoro, en momentos no comprendo si es verdad o un sueño antes de cerrar los ojos. Santiago Valles, a mi parecer, “el flaco” vive conmigo desde que la vida lo alejó del Río de la plata, de su Uruguay natal. Le encanta un escritor pelado, sonriente y de habla lenta, también lee física teórica. En algunos días dice tantas cosas que no lo soporto, pero son menos que más. De su vida no habla, mira, con ojos de perro perdido o como un niño enjaulado en el tiempo. Sé cómo le gustan las mujeres, altas, rubias, de esas a las que el rojo les encaja perfecto. Él flaco tiene la herida de su nacimiento, la belleza está en su voz. Al escucharlo las mujeres se enamoran por vez primera. Francia vive la vida de otra manera por eso decidí dejar mi país natal, era lindo, bueno tampoco tan lindo. En un barrio alejado de la capital de coches y oficinas nací y me reproduje. Pero todos sabemos que el amor es tan cruel como hermoso, nos da mientras se encuentra caliente y cuando se enfría nos despoja de a poco de lo que nos acostumbramos, como todo, es una acción que se reproduce en el universo, incluso en el resto de planetas del sistema solar. Las maneras de irme las había planeado desde los veintidós años pero hace 6 que arribe aquí. En los cursos traumáticos de mi historia 15
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de amor, de mis historias de amor supe que la solución era irme lejos donde ni el amor o la desdicha me encuentre, pero como soy un hombre, me equivoqué, Bea apareció y si bien no la ame nunca pude aprender a admirar a una persona como se lo merece, con caricias y sonrisas. Esto es mi casa, un rejunte de personas de lo bien distintas. Santiago es mi relación más estable. Carla no sabe de comentarios, no entiende de discusiones, ella me deja hablar y hablar. Es bajita como los Trolls, mira películas de amor, lee novelas de amor, mira al amor pasar, pero nunca lo sostiene con su mano, se le escapa siempre como un líquido. Carla dice que va a morir sola, por eso quiere compartir su vida aquí en la casa, para sentir relleno humano, aunque yo creo lo contrario, sufrirá pero llegará a amar y compartir. Yo le digo, en esas noches de insomnio: “ser lo que eres es lo máximo, acepta vivir con la muerte en tus espaldas y todo lo demás solo será... de veras, será lo mejor para ti” El más interesante a mi criterio es Lupho, él escribe de una forma que nunca imaginé leer. En sus páginas encierra su verdadero pensamiento. No discute, lee. No llora, ríe. Dice que los ninjas hablan poco para no perder la energía de batalla. En su cucha reposa la mayor parte del tiempo. Lo que compartimos todos en general es la comida. Su cucha tiene libros alrededor, es muy literal. Las paredes están llenas de escritos no resueltos, de cálculos matemáticos muy complejos, de acertijos, de mensajes viejos muy viejos, pero que recuerdan en cada uno la esencia misma de lo que es.
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La casa está dividida por sectores, en el sector de la somnolencia nos reposamos en nuestras cuchas a dormir, ahí no se habla de nada, ahí se sueña, se suspira. Yo conozco los suspiros muy bien, y como los clasifico el de Carla lo titulé hace tiempo “el perdido”. El perdido o los perdidos (depende la noche), suenan cada noche en que trato de descansar de mi pesadez de solo existir, son suspiros de amor perdidos o anhelos de amores futuros. En cuento a lo que nos rodea, el suburbio no nos deja salir a la calle a presenciar los días pasar, tenemos solo una tarde para salir a hacer las compras. El país está en guerra y el toque de queda suena temprano, justo cuando nos levantamos, por eso cuando hacemos un stop un día a la semana podemos salir antes y comprar lo que necesitamos. El otro día me contaron que alguien nuevo iba a venir a vivir con nosotros, todavía lo espero, quizás murió a manos de la milicia. Por ahí debajo, donde las armas funcionan como palabras. Las nubes que veo pasar por las ventanas son el entretenimiento más grato que puedo compartir conmigo mismo, es que poco puedo hacer para matar el aburrimiento. Las luces que brindan los candelabros me hacen mal a los ojos, más, que ya no uso los malditos anteojos culobotella (así le decíamos de pequeños, el efecto en los ojos engrandecidos era de una admiración constante o de una burla instantánea). En los otros sectores comemos, drogamos, conversamos, discutimos, cosa de todos los días, lo habitual. A veces durante horas solo veo a Lupho escribir sin parar y por horas, eso me hace estremecer 17
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por la forma de su neurótica mirada a la hoja. Tendría que ver su cara al tomar el bolígrafo, creo que el mismo se quedaría admirado. El hedor circunstante es denso, la humedad toma cada lugar convirtiéndolo todo en acuoso, vivo, mojado o a punto, me recuerda a mi ciudad natal. Tenemos un patio chiquito, muy guardado, donde los haces de luz de luna reflejan dibujos de la irrealidad de las ramas o arbustos en el aire, valoro mucho ese espacio de naturaleza libre. Los rayos solares disparan la visión clara de tratar de eliminar a la humedad, pero el agua como es la condición sinequanon de nuestra vida, es la destrucción de lo que destruimos. Esa es la función de nuestro mundo, ser la condición necesaria y a la vez la condicionante. Allí en el patio guardamos nuestras cosas preciadas, porque sabemos que la intemperie es menos dañina que el interior de la casa. Me cuesta decir que soy más feliz en la cucha que en un tren, en una playa o en un supermercado. La guerra nos regala los sonidos más sinfónicos, los gritos más desgarradores y las bombas más ruidosas. Los terremotos no son el problema, aquí los bombardeos nos azotan día a día, ya nos acostumbramos, al menos yo sí. En las cenas tenemos las diluciones. Los muebles los usamos cuando hace frío como leña, nos molesta la ostentación. Nos molesta la guerra. A veces confundimos a los pájaros con una bandada de aviones caza, y ahí el miedo nos vuelve a azotar. Es esas ocasiones rezamos mucho, en nuestras plegarias inventadas en el momento nos olvidamos que Dios no 18
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existe y creemos en que la guerra piensa terminar, porque bajo nuestro criterio, la guerra es un ente físico que piensa y obra bajo un alma concreta. Los vidrios sucios no los limpiamos, la limpieza no es un fuerte colectivo, algunas veces intercambiamos la gloria de entendernos y limpiar uno cada uno, pero la verdad es que no lo hacemos, con la costumbre de la destrucción alrededor nos olvidamos de ser limpios. La enfermedad de Carla nos afecta mucho a la hora de revivirla de un episodio, ella tiene las convulsiones muy discontinuadas, nunca sabemos cuando se va de la vida por un rato, ella tiene un hemisferio del cerebro más arriba que el otro junto con una fisura molesta. Dicen los doctores que no pasa los treinta y cinco, faltan cuatro así que no nos preocupamos, todavía. Las rondas del revivir son muy gratificantes cuando Carla vuelve a la conciencia y llora, en esos momentos nos dice un número mirándonos a los ojos y luego de finalizar irgue su cuerpo y se va a la cucha. Nadie sabe por qué hace eso y nadie cuestiona la creebilidad de ella al decirlos, todos aguardamos la suerte del día y jugamos “al número más alto cocina” (en la noche), y si es después de la cena “el que limpia”, pero por eso no limpiamos porque en la noche es muy raro que el episodio la aleje. En los días metafísicos colectivos los números son una ley de vida, una suerte sin azar, un control de organismo en interacción. En los anteriores días tuve la certeza de que mi vida iba a terminar, cuando al abrir una ventana que daba a la calle estalló de algún arma frente a mis ojos unos disparos que provenían de los ocupas linderos a nuestro 19
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parque. Todos nos revolucionamos, Carla a los gritos pelados en mis oídos me preguntaba si estaba bien, y yo le respondí ¡bien!, llenote sangre. Mi cara era roja como los rojos que le gustan a Santiago en las mujeres rubias. Una pelea interna de los “seleccionados” devino en una lluvia de balazos y un conjunto de tres balas vino a mí como si fuese hierro atractivo. La vida no tiene el sentido del cual puede valerse uno, en el pueblo agricultor y religioso, no hay snetido y punto. De las malas sacamos lo bueno, la vida. Como todo continúa, mi vida siguió su curso luego de eso. En Carla las lágrimas demostraron la despedida prematura. En mí solo cambió que ahora poseo un recuerdo más, solo eso. Dicen que soy un gato, por las vidas gratis y eso. Yo digo, que ellos piensan en animales porque me ven fuerte, y eso es bueno, entonces dejo que lo hagan.
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claridad en los granos de la tierra seca, el asfalto quebrado dejando marcas imborrables a la vista y el llanto de la madre de aquél hijo tirado en un baño de balas sucias, le enseña a Santiago por qué no vale la pena cantar. Él, en sus viajes neuronales nota la diferencia, no va a su sueño de lograda felicidad para anclarse en esa sonrisa permanente, sabe de las penurias y dolores que debe pasar en este país ajeno a su moral y sus raíces. Igualmente como toda muestra de clara significación desata el torrente de agua salada en su rostro, excedido de emoción. Los dedos mecen la cuna inexistente del ulterior episodio en el cual todos se conmueven con la muerte o muertes. De la guitarra no quiere acordarse, su nacimiento fue justo en la casualidad, en Francia muy cerca del hogar. Santiago llegó a la tierra de las boinas y el azul con la esperanza de conocer los hechos que dejaron su vida fluir sin un padre. Le comentaba su madre mientras su niñez afloraba, que Aron había fallecido debajo del “Arc de Triomphe” con una carta en la mano.
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Lo había visto en sus variadas visitas pero él, desde la niñez soñó con darle a su padre la dicha de concederle un deseo. El de cantar alguna canción sobre el lugar donde su alma dejó la vida, pero esos sueños se disiparon al llegar a la casa, Santiago encontró la verdadera realidad y la guerra y los sucesos no le concedieron siquiera la dicha de hacer su mínima ceremonia en aquél sitio insignificante para el resto de la humanidad. El tiempo intentó borrar toda la planificación, haciéndolo viajar y vagar sin rumbo. Siempre dice que la vida se ensañó con él por mero capricho y que lo seguirá haciendo hasta morir en el agua, no sé que fantasía tiene con el agua pero cree fervientemete que morirá en lo que supone el origen de todos aquellos que dehambulan. Mientras sigue su vaivén, la cuna se empeña en no existir pero su mente sabe del ulterior suceso que conmoverá su alma y huesos, no duda ni un pelo. Carla continúa viviendo, que es mucho. Las lágrimas secan rápido y no deja quitarle su tiempo. La sangre sigue pintada como un cuadro de Pollock sobre el piso de madera. Nadie osa siquiera mirarla al pasar, esperan seguramente la tirada de números del nuevo episodio. ¿¡Quién tendrá el 3 hoy!? Como escritor noto la velocidad de cómo se mueven Santiago y Carla, los encuentro apartados de todos. Lupho y el otro se dejen mirar algo más, Lupho de cuando en cuando escribe integrando sus dedos al blanco matiz claro de la hoja donde relata su presunta libertad. La muerte surca la intemperie 22
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pero entiende que su liberación pasa por medio de la expresión. A veces cuando alguien quiere hablarle no lo llama gritándole, golpean la pared despacito para que los escuche, entonces es ahí cuando la grandeza humana reflota de la escoria presente y eleva su código al aire condensado por la humedad. Nadie calla de ninguna manera, con su mano derecha discute, llora y grita firmemente que amaría volar, mientras que con la izquierda crea los versos más puros jamás escritos. Él tiene el don (lo sabe) y el tiempo dentro (seguro) lo llevará a la perpetuidad con los demás nombres literarios. El otro es algo distinto, no es de la especie común. Aprecia la vida de la manera salvaje, buscando la condición animal que surge de su interior. Su pelo es lacio, tan femenino como la mujer, tan terco como un hombre. Sus ojos delatan que no contuvo la respiración antes de sumergirse en la realidad, se lo ve como un buzo agitando gravemente sus brazos pidiendo vida a gritos ahogados, con pulmones rellenos de nitro, sumido en una borrachera marina. La aparente impresión que tiene la gente al conocerlo es de una persona con buenos modales, de gran vocabulario y de buena estirpe, al menos la gente cree eso al conocerle que ya habla bastante de él. No hace más que recorrer la casa en busca de su Santa. El espacio temporal que pasó, solo lo ubicó como una roca en medio del desierto seco de Arizona, molesto y solo, como el tronco octófilo marcado a fuego indígena. 23
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La profunda visión que deja entrever la ventana denota en Santiago el abuso de la extrema y aguda forma de ensayar su canto coral. Recuerda en las cenas sus anécdotas del conservatorio y de la frase de Onetti: “si Bethoven hubiera nacido en Montevideo habiese sido el director de la orquesta local”. Su sueño es tan ambiguo como su propio deseo de fama. Alguien le dijo que su voz es infinita como el lago del cosmos. Yo opino que exageró por el amor que él, ni siquiera descubrió. La humedad adueñada de la sangre, de los desparramos, de las cuchas, incluso del baño, mantiene a los ocupantes activos, transpirando olores nauseabundos, de esos que ni yo puedo oler. Pero hay algo que no logro dilucidar que los mantiene presos de sus mentes, no hallo peleas en sus entretantos, quizás por el horror de la milicia fuera, de los ejércitos esparciéndose por el mundo o por la miseria que cada uno trae consigo en sus espaldas.
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3 Mi amor corría por la casa cuando la humedad no era más que una variable en el estado del tiempo. El orden en esos momentos era lo primordial, la cláusula en el contrato de alquiler especificaba que debía mantener la cordura y el orden de la casa, cualquier diseño o letrero en alguna pared significarían el deceso del contrato y libertad absoluta para el dueño de obrar bajo sus valores y así echarnos a voluntad. Pero eso era parte de una estupidez que no sabía lo que se venía, era un época donde la guerra no asomaba la punta del iceberg, todos viajaban en un Titanic sin rumbo donde el desastre no era parte del plan masivo de crecimiento y prosperidad. Santiago me recuerda a ella de la manera más peculiar, en la forma de comer, de cocinar, su arte culinario es tan exquisito, mucho queso, verdura, crema, y mi amor es ambiguo, lo quiero por ser lo que es. Carla entiende que debe irritar a Santiago y deja su teoría en la mesa justo antes de partir a dormir, yo lo miro intentando explicar lo que quiso decir Carla, él solo me mira y con la furia del toro, se lanza en su búsqueda, está hirviendo por dentro, veo lo que se viene. -¿Qué has dicho? _vehemente, como suele ser. 25
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-Nada, solo eso… que el tiempo es solo una mera ilusión. -¡No!, no debes tirar la piedra y esconderte en tu cucha, es lo más cobarde que podrías hacer. El tiempo es una variable relativa, porque no posee una simultaneidad, todo depende de los puntos de vista del que lo observa, aunque hay muchas variables que lo modifican, ¿entiendes? -¡Claro que entiendo, no soy idiota!, eso es fácil de explicar, si tu lectura se basa solamente en lo que dice ese alemán de pelo blanco erizado. Yo digo que mantengo con mi mente un estado de ilusión que no me deja ver la realidad y por ende al tiempo. ¿Cómo explicas que pasa el tiempo más lento cuando lees o cuando corres más rápido?. -Tan simple, la luz viaja a 300.000 kilómetros por segundo, si llevaras un reloj en tu muñeca descubrirías que tu reloj atrasa, incluso tu pelo y tu rostro se verían parcialmente más jóvenes. Hasta la vuelta al mundo atrasa al reloj porque va más rápido. El tiempo puede lograr algo maravilloso. Imagínate dentro de un agujero negro, tus átomos se estirarían deformándote hasta la desintegración absoluta de tu cuerpo, desechándote luego como radiación cósmica. Pero aquí está la cuestión, transforma nuestra concepción del tiempo como un factor numérico modificable. Siguiendo con la teoría de tu caída en el agujero negro, tendrías una eternidad, un instante eterno que te permitiría ver pasado, presente y futuro en una presentización, ¿comprendes lo que es?, verías al mundo perecer incluso a ti misma, todo en un instante y luego puf, 26
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radiación a la deriva y sin utilidad. ¡Allí fuera hay energías electromagnéticas esperando ser utilizadas mientras seguimos usando los fósiles! -No quiero clases de física no aplicada, además ¿cuál es el objeto claro de la ciencia? -Descubrir los aconteceres de la naturaleza, estudiarlos y llegar a la compresión absoluta del problema, así en su totalidad develar la verdad de la vida y el conjunto milagroso que nos mantiene como unidad reproductora. La ciencia nos regala la evolución desmesurada que no esperábamos, nos agiliza increíbles oportunidades de intentar entender el universo desde un punto racional, aunque la cuántica lo desafíe todo, multiuniversos están en estos momentos conviviendo con nosotros. Es posible que te preguntes cuando leas sobre las cuerdas, dimensiones y universos de otras mezclas elementales todo lo que hemos avanzado gracias a la electricidad y los desarrollos tecnológicos impensados por Tesla y sus amigos. Pero lamentablemente hay intereses detrás de las ciencias y allí entran en juego las farmacéuticas, armamentística y energías, eso me queda grande ahora mismo y tengo sueño. Cuando escucho hablar de esa manera al flaco no veo a Santiago en sí, veo a otra persona encerrada en su cuerpo, ahí conviven dos bestias imposibles de unir por un fin en común, aunque logra caminar ahora que lo pienso y eso es una proeza teniendo tanta discusión interior.
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-¿Cómo logra la ciencia describir a la naturaleza, cuales son sus requisitos?_ pregunta Carla con un tono de elevación que no se cree ni ella. -Entiendo por qué apuntas a eso, es que tu ignorancia no deviene de tu herencia familiar, lo haces porque te es fácil, el que sabe sufre y el que no ríe, así es y será y está claro que conoces a tu especie. La respuesta es algo simple, la ciencia intenta explicar los fenómenos mediante investigaciones y claro está y de aquí viene lo que el pionero galileo implementó, el “experimento”. Pero voy a dejar en tus oídos, un párrafo de Demócrito: “ Por convención dulce es dulce; por convención, amargo es amargo, y por convención, caliente es caliente, frío es frío, calor es calor. Pero en realidad solo hay átomos y vacío. Es decir, los objetos de la sensación se suponen reales y es costumbre consideraos como tales, pero en realidad no lo son. ¡Sólo los átomos y el vacío son reales!”. Vete a dormir con esto último. Carla tiene el asombro y la rabia en sus brillantes pupilas a punto de estallar en algo. Santiago no quiere hablar, le pregunto si quiere tomar un té caliente de hierbas, con un gesto le digo a Carla que se vaya a dormir, todo fue mucho por hoy, la tensión se corta con un hilo. Pasan algunos minutos.
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Santiago ensaya un canto, pero se mantiene pensativo en algo, yo recorto diarios en busca de vocales para coleccionar. -¡Carla!, tengo algo en lo que puedes depositar un tiempo de tu vida en resolverlo y cuando tengas la clave me lo dices, ¿está bien?_ se acerca cauteloso. -Sí, claro, pero ante nada no quiero discutir contigo, me gusta lo que me dices, es muy interesante, pero quiero que sepas que ignoro por comodidad, me siento mejor así, suelta y sin nada que me perturbe, llevo sufriendo mucho._ se juntan, son imanes aislados de titanio. -Si lo sé, Car... ¿¡Qué hace un hombre con un palito chiquito en medio del desierto!?, las pistas son: Yace tirado muerto, con la ramita en la mano, llegó volando y cayó bajo su voluntad. Espero que lo saques algún día, espero no morir sin saber la respuesta._ le dice Santiago sonriendo y descontracturado. -¡Hasta mañana!_ grita Carla mientras acelera el paso a las cuchas. Se sale con la suya como siempre, Santiago cree que lo va a resolver, yo creo que Carla va hacer el intento. La humedad no me deja pensar claramente, menos a ella. Mi té tiene unas hierbas para dormir placido, a veces la junto con otras y alucino cosas que no hay. El episodio no asomó en todo el día es algo raro que no suceda, he esperado mi número durante casi todo el día y no pasó nada. Mañana será otro cantar en el que podré mirar al sol y tener el humor a flor de piel, con las ganas enteras de vivir y respirar, de oler y jugar, porque sigo siendo el niño que llora a su madre cuando la imagina muerta en esas noches de futuros inciertos. La 29
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muerte me asusta y no quiero que muera nadie, no quiero morir de ninguna manera, porque siento ser parte de todos ellos. La mañana nos regala luz y poca humedad, no es un día para desaprovechar, huele a jazmín del país. Están en silencio, lo que me resulta del todo raro, oigo alguna bomba caer a lo lejos, se oye como el sonido apagado de una colilla de cigarrillo caer al suelo. Es pronto y tengo sed, iré al patio.
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-¿ or qué te vas, Carla?, siempre me dejas hablando solo. -Nada, sigue en lo tuyo que vas bien._ Carla suena mal. -Espera amor ¿qué tienes?, me tratas mal. ¡Basta de esta mierda!, siempre me cuestionas cualquier cosa que digo. -Déjate de tonterías, ¿yo te cuestiono?. Tu directamente no cuestionas, haces y haces pero al final es nada por nosotros. Todo te lo debes a ti mismo. ¡Hipócrita!, quieres que todos sepan de ti, quieres caer bien, eres una mierda. Viviste lastimándome, ¿ahora qué piensas?, ¿qué voy a estar a tu disposición?, estás equivocado. -¡No puede ser!, esperas siempre a último momento para decir las cosas. ¿No ves qué estoy trabajando en la novela?, no estoy para nimias peleas maritales. Solo quieres interferir en mi, siempre quieres estar donde yo, hacer lo que yo. ¡Basta! Tengo una vida, no debo explicar todo lo que hago y lo que pienso, si pudieses me abrirías la cabeza para espiar lo que pienso y siento. Quieres manipular todo el tiempo y me harté yo también de toda esta mala predisposición para todo. -La que se hartó soy yo, me cansé de los golpes en el escritorio para lograr tu atención, ¡no tengo sexo!, no hay nada que me una a ti. Tu historia, tus ideales y tu
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sueños, ¡son tuyos! Y en eso no puedo interferir, me alejas de los hombres. Me celas, pero no porque me amas, tienes miedo. El mundo no es tu mente, no eres la salvación del planeta, si mueres serás polvo, ¿entiendes? ¡POLVO! -Me hieres mucho, no creí nunca terminar de esta forma, pero hoy no hay vuelta. El respeto quedó olvidado en algún cajón de tu cabeza, al igual que todo lo que pasamos juntos, o te olvidas de esas tardes en que nos hamacábamos en la plaza. Cambiaste mucho, el tiempo te degenero el carácter, no me tratas bien, no me miras, ni me tocas. El golpeteo en el escritorio lo siento una vez por mes, no te mientas y menos a mí, vives para él, no soy estúpido. -¿Qué?, nada hace que nos unamos, esta maldita guerra que me está consumiendo toda. Los recuerdos de nuestros inicios dejaron de aparecer y se suplantaron por esas tardes de humedad en la cucha, donde no nos miramos. Solo estás escribiendo todo el día, yo mientras miro el atardecer y los amaneceres sola, ¡sola!. Mientras lloro por mis perdidas, por la gente que sé que debo olvidar, por seguir un sueño tuyo. No me arrepiento de haberte conocido, me arrepiento de haberte enamorado. -No comprendo como algo así pueda dejar de existir, pero si quieres que sea será, siento que hoy es la última vez en que quiera verte a los ojos. Toma tus cosas y deja nuestra cucha, mejor me voy yo, así no cambias nada. En la cocina voy a estar mejor, o en el patio, ¡donde sea! El egoísmo es algo de lo que no puedo escapar, ¡como de esta puta casa!, así que no me mires,
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no me hables. Desde hoy soy el mueble viejo que odias._determinó Lupho. En las otras cuchas sentimos el dolor ajeno como nuestro, Carla por dentro estalla, puedo sentirla llorar desconsoladamente. Los ojos no merecen posar así en la realidad, deben brillar. Comprendo que la muerte del amor sucede, es inevitable. Nadie supone que vuelva a funcionar, la congoja es algo imposible de ocultar. En el aire se respira el adiós, mi lágrima vergonzosa sale a mirar el evento. Me mira y se mete en el lagrimal izquierdo asustada, no quiere despedirlos, lo ve inevitable, aunque está apenada. Alzo mi mirar, encuentro a Santiago abrazado a la almohada, sintiéndola. Entre las sombras noto ese leve gesto, sus ojos están en blanco, esa es su manera de sufrir. Mece su cuerpo con una perfecta sincronización, lleva la música siempre hasta en estos momentos. Comprendo entonces que su dolo es distinto. Veo culpa, veo algo que por instinto manejo. Prefiero dormir y olvidar, tratar de que mañana sea como otra pelea y que al fin la unión continúe. Me tranquiliza jugar con los dedos, enredarlos en la sabana. Me encanta abrazar la colcha, me siento protegido por la madera fresca de humedad de la cucha. Me preocupa como la noche no me deja alejarme y olvidar. Necesito aire, agua, y mate a largas y tendidas horas/pavas. _ piensa Santiago abrazando a la almohada, acariciándola.
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5 Desde Platón, la filosofía ha dividido el mundo en dos: el primer plano de los meros fenómenos y el trasfondo de la verdadera realidad. Kant invirtió la división, transformándola en la diferencia entre lo trascendental y lo empírico: el entendimiento humano se convirtió en el trasfondo desde el que se dirigía el absoluto drama de la experiencia. Heidegger denuncia a esta separación platónica como el pecado original de la filosofía. Detrás de la manifestación de los fenómenos de ésta, única y verdadera realidad. Lo único que hay es una estructura trascendental que organiza nuestra comprensión del mundo, incluidas las ciencias y la filosofía, y que precede a nuestro pensamiento: es la forma de la existencia concreta. A esta estructura trascendental Heidegger la denomina Ser, intentar concretar el ser, aunque repleto de un pensamiento mágico religioso a modo de contexto conquistador. Por esta estructura entiende que el cuerpo adquiere el valor de estructura, al ser el yo aquí-ahora. De las interpretaciones varias del mismo existir predomina la problemática existencial, a Carla la conciencia y el tener el sabor amargo de la finitud, la condiciona al 34
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extremo, en el que la sociedad es un papel ilusorio en su mente, como un solo recurso de compañía, solo eso. Santiago comprende que el amor es esa traba. Alega en su repertorio conocer la frase, “El ser ahí es el ser a quien le va en su ser su ser o uno distinto”. En Carla la existencia misma ejerce en ella el problema de pervivir. Su esencia marcada en agua, relata toda su compleja teoría de la finitud y el límite que conoce en su escasa longevidad, cree saber que va a vivir muy poco. Conoce bien eso de “Ser para poder Ser”, aunque todas las teorías absurdas le quedan grandes. La mutación en los procesos de convivencia depara una gestación de cambio, en los que en un supuesto Santiago lidera la casa y Carla lo ama como condición única de vida. Eso medita Santiago mientras entre los mates desarrolla su pensamiento lateral en busca de alguna solución clara. En el patio se encuentra la paloma negra de los sueños de Helena y alguien al pasar le pide qué hacer de ellos. Santiago juega con los sueños, y descubre al fin que hacer por las noches mientras el mundo reposa inerte en un estado de indefensa entrega. En esa búsqueda volátil descubre que Lupho sueña con su hermana, un sueño de lo más confuso, ve las imágenes de cómo niega hasta el fin, y su muerte que no la ha matado, ve en el fondo de la imagen confusa del aire, que mata a un pájaro azul. Carla perdida por esos oscuros recovecos corre en una autopista vacía, dejando caer sus pensamientos 35
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al pavimento. En alguna conexión o bajada, Carla despoja a las ilusiones y las condenas a viajar a la playa por la ruta 2, en eso unos ideales visionarios solos se despiden por la bajada a la ruta 9, en el norte descubren que el sueño vale oro y se venden al mejor postor. Sangra mientras corre, la autopista solitaria, la noche que la envuelve, sus lloros desesperados. “¿Hay vida antes de la muerte?” se preguntó un poeta callejero en Londres. Extraño a Bea, la veo por la pared que escribió, en esas letras pequeñas que las caracterizaban. Los recuerdos de las diluciones me hacen reír. Camino para alivianar algunas penas y descubro en la cocina una ronda de mates inexistente. Santiago el cebador reparte plácidamente a cada invitado su mate/mente, entre murmullos alguno logra quejarse, prefiero creer que existen y que Santiago no pierde la cabeza en medio de la noche con la nada frente a sus ojos y acompañándolo, o con sus ilusiones traspasadas a un espejo real que también es una apreciación posible.
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6 En la ventana el hambre corre como continuidad visual. En la cual no hace diferencia con lo quiere toparse, el hambre es la alfombra roja de esos ricos que manejan eso que se vislumbra detrás del vidrio. Allí donde la mujer esmirriada y fea reposa entre llantos y lamentos sobre la desolación junto a un pajarito muerto, que lo mira y lo quiere, que lo quiere comer rápido para no sentir dolor, por él. Ella apartada de toda su dignidad, pluma a pluma descarta toda humanidad posible, o todo valor imperativo impuesto, para saciar su hambre de 40 días o su sed de interminables ataques. En ese alféizar reposan los dos codos de Santiago, observando con la admiración de un film, el acontecer diario, más quisiera que se trate de una película en una tarde de evasión. -De esto guardo las cenizas_ dice entre recuerdos. -De toda esa gente guardo la dignidad, porque la quiero para mi, felices de perder._cierra los ojos en el primer bocado de aquella anciana. Santiago aguarda la llegada de la moral por parte de la verdadera amiga, Mariana Trattore. Ella lo conoce de la manera que debe ser. Las noches, las imperiosas charlas que lo ponían en jaque con su propia moral lo acusan hoy de no tenerla cerca. La guerra los separó 37
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por esas cosas que nadie comprende. La muerte, el hambre, todas las justificaciones que existen al momento de asesinar sin justicia que pese. Ese maldito juego en donde todos aprobamos a la muerte dudosa, a los sitios ajenos, al dolor, del emergente social o a la exclusión de la humanidad. Los pájaros de lata en bandadas continúan sobrevolando la ciudad, el cielo azulino protege a las estrellas y el sol irradia toda la radiación es esos mares de calor. Una bandada de verdaderos pájaros comparte la media circunferencia pero estos no dañan, embellecen al mecerse de un lado a otro como buscando un origen y ahí Santiago Valles canta con la suavidad de una caricia y esboza palabras sinceras al oído del mundo, para que lo oigan o se oiga el mismo, ¿qué más le da? “De la plenitud de tu abrazo, hoy me valgo. De los sonidos ásperos, retiro la solloza tristeza y entrego en tus brazos la sincera partida. Confío en tu plenitud, lejos muy lejos de aquí, Donde el alba reposa de una mano y esa mano se apoya en tu hombro, A la llamada de Mariana Trattore…” Carla lo observa de cerca, dentro de su oreja, en la laguna del interior de su oído, detrás de la cera, vibran las palabras de añoranza de Santiago, su compañero su amigo, su voto de vida dentro. Las facciones contraídas marcan que el orgullo le invade cada poro de piel. Santiago ve crecer la hierba de los 38
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escombros, nota en el fugaz meditar que la vida tiene el sentido claro de extrañar la amistad, de poseerla hoy en sus ruegos cantados. Algo de amor lo roza, algo de dolor lo deja ensimismado con la propia gota inerte de agua, que en el lagrimal decide reposar hasta un nuevo sollozar. Al final la vida es un accidente trágico pero instantáneo.
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7 A Santiago.
Amigo,
es que a causa de mi mente volátil y facilmentedesconcentrable con grandes excesos de amiquemeinportismo de mi vida, es más probable mi tristeza y debes saber que es cuando me mareo al salir a la calle y tengo miedo. Paso a ser invisible, insensible, imperceptible, me deshago. Solo pocas y hermosas personas me hacen sentir valiosa, importante y debo agradecer, agradecerte, agradecerles, no hay que hacer referencias, ¿no? En este momento aparece Artaud: “Dentro de diez años seré comprendido por esos que hoy harán lo que ustedes hacen. Se conocerán entonces mis témpanos, se verán mis hielos, habrán aprendido a desnaturalizar mis venenos, se descubrirán entonces los juegos de mi alma. Entonces mis cabellos estarán condensados en cal, todas mis venas mentales, entonces se observara mi bestiario, y mi música se habrá transformado en un sombrero. Entonces se verá salir humo de las juntas de las piedras y ramos umbríos de ojos mentales se solidificaran en glosarios, se verán entonces caer aerolitos de piedras, entonces se verán
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sogas, entonces se comprenderá la geometría sin espacios y se aprenderá lo que es la disposición del espíritu y también se comprenderá porque mi espíritu no esta aquí. Entonces verán agotarse todas las lenguas, disecarse todos los espíritus, entumecerse la totalidad de las lenguas, las figuras humanas se achataran, se consumirán como siendo chupadas por ventosas secantes, y esa tela lubricante seguirá flotando el aire, esa tela lubricante y cáustica, esa membrana de doble espesor, de múltiples grados, de incontables grietas, esa membrana melancólica y vítrea, pero tan sensible, tan adecuada también, tan capaz de multiplicarse, de desmontarse, de volverse sobre sí con sus irresueltas reverberaciones de grietas, de agudos sentidos humanos, de estupefacientes, de irrigaciones penetrantes y venenosas, entonces todo les parecerá bien, y ya no será preciso que yo hable”, ¿qué me pasar a mí dentro de diez años?, ¿quién descubrirá mi bestiario?, ¿el tuyo cual es?.El aire que falta, que falla en mi cuerpo, en el tuyo, en el de ella, ¿dónde está el aire qué se puede respirar? Hay alguienes que queman mi oxigeno, el tuyo, el de ellas. Hay una línea tan delgada entre el ser y el quiero serlo, todo lo que quiero tan lejano. Ahora, Artaud “En el alienado hay un genio incomprendido que cobija en la mente una idea que produce pavor, solo puede encontrar en el delirio un escape a las opresiones que le prepara la vida”. Se suponía que a esta hora tenía que sonar el teléfono, pero ya es todo tan predecible, la magia se esfuma y no puedo luchar en contra eso. ¿Hay magia amigo? Te adora, Mariana Trattore. 41
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8 E
- s algo de lo que nunca hubiera esperado poseer respuesta, ¿me entiendes Carla?, (Su rostro enseña el sombro o felicidad asistida, se deja entrever que algo lo ha dejado obnubilado). -Es solo eso, ¿qué esperabas?, una simple carta. Pero por no conocer el contenido, no poseo la alegría que hoy te enciende, hay mucha luz en tu despertar. Me contenta tu contento. (la facilidad de las palabras, la difícil forma de expresarse aumentan en Carla). -Es saber que la verdad corresponde a otra variable, no quiero llegar a la mecánica del movimiento, de los aconteceres, comprendo que el azar, o las conjunciones divinas ejercieron algo de ellas sobre este sobre de papel. ¡Ha cambiado todo!, porque la lógica demora pero al fin llega con el mensaje de la otra parte que sin tiempo funciona en nuestras mentes. ¡Todo termina!, la guerra de los cien años, la de los veinte, las de los cuatro, son solo años que al traducirlos, no son más que días en nuestra vida. Juro volver a sentir, el aroma de la tierra recién pastada, los granos infinitos del arenero de la plaza, las hojas del libro de antaño en mi olfato natural y placentero, los calores veraniegos, la ropa recién lavada, las balas y los golpes de las protestas por el bien común, la paz. Juro volver a jurar a mi bandera. 42
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(Carla quiere decir algo que lo contente y le de más fuerzas, decide luego de meditar entre los silencios tan llenos de vida y amor que es mejor callar la emoción contenida). -Santiago, sabes que el aquí y ahora es solo un modismo, conoces de lo que te hará valioso, posees la gratitud de embelesar con tu canto y esa brillante expresión que cautiva, tu rostro, tus ojos quiero decir. ¡La vida! o esos vestigios de la vida te están enseñando que vale todo, que nada escapa a la razón, ni la señora deshojando la paloma, ni los escombros partidos de la escuela porque me enorgullece compartir mis días finales o iniciales junto a ti. ¿La ayuda? llega en el momento que menos se espera. ¡Como todo!, ¿no?... ya llegará el momento de marchar._ dice afligida por dentro sonriente por fuera. (Santiago estudia a Carla, mueve su ceja izquierda, se detiene en su observar en la comisura de su labio y retiene el aire durante un minuto, ella suspira hacia otro sitio). Le recuerda tanto a Mariana, prefiere no decirlo porque no hay comparaciones. Solo asiente y observa de la manera que nunca creyó observar a Carla, con amor, o con deseo. La necesidad de expresarle amor depara en el beso en una mejilla que ni el comprende al darle, simplemente le oprime los pulmones de nervios. Los colores de las descoloridas paredes brillan de esplendor al descubrir la luz. La mesa que une a todos en la cena espera por la limpieza, mientras 43
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que Santiago y Carla velan por el inexistente amor. La duda general se imprime en el aroma de las situaciones junto a una clasificación. Lupho escribe como siempre, continúa con su obra maestra, su plena desinformación de la realidad deja en evidencia que el amor puede recorrer otros sectores de la casa, quizás hallando algo de lo que se arrepentiría por el resto de sus días, ¿podría vivir mucho tiempo sin amar a esa pequeña mujer?
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9 El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua oceánica que refluye.Pero algo sucedió de golpe. Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro. Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los senos, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba. Pero todas las
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columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos. La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado. Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche. La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.” Santiago no para de leer, ama a Artaud, lo ama con las letras de literalmente. No tendría que haber trascripto el texto de Antonin, pero me veo forzado, su lectura apasiona, y creo que te apasionará de igual forma. "¡Cuando él habla de la vida, es del fuego que habla; cuando nombra el vacío es la quemadura que provoca el vacío, el ardor del espacio en carne viva, la incandescencia del desierto!"_decía a sus tres amigo/as de la lectura surrealista, entre ellas Mariana. >>La locura no declarada de Antonin. Santiago sabe que su yo central va a ser despojado, no quiere su cuerpo, pero a la vez cree en la ciencia. Es de lo más controvertido que me ha tocado escribir.
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A su vez, Lupho genera la forma de no escribir, algo que cualquiera pensaría absurdo pero el eje central vira en la inconexa conexión de los significados. Sus hojas traducen el estado de ánimo circunstante en su alma o en sus neuronas o cargas eléctricas/químicas mínimas, nadie sabe que pasa realmente allí dentro. Ni yo. Sepan disculpar mi dicción es que la emoción me apura.
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10 Sin Bea todo se desvanece, en las penumbras de mi propio ocaso. Muero en la imperiosa agonía de Borges sin Viterbo. Dejo mi estado de animal furioso porque no me satisface en lo más mínimo. El domingo me costó mucho despertarme, pero hoy la pesadez es diferente, mi interior nasal se encuentra repleto de mucosidad, es molesto, lo sé, pero hay despertares mucho peores, sin ánimos de vivir siquiera. La cabeza me estalla en un sinfín de dolores, creo que estoy resfriado, de haber sido por el sueño de rodear el universo en un viaje personal estaría agotado pero contento, pero ahora nocturno lo estaría mirando a Bea caminar, pero no salgo de la casa, más que para comprar lo que necesitamos. Hoy Carla tuvo el episodio número 356, todas las situaciones que se generan en cada episodio son diferentes, nada resulta común en el segundo de recostarla y dejarla tomar el control de la “cosa”. Lo único colectivo, cooperativo es que al final recita los números que nos convierten en los más felices, porque es el síntoma de la mejora, ya que la inutilidad de los números es claramente evidente. En algunas noches de pocas estrellas, en esas noches frías de quemas de libros, recitamos 48
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cuentos, leemos ensayos, de los libros que quedan aún por quemar. La guitarra funciona como el eje fundamental, como Pablo y la piedra angular de la iglesia, o Florencia, la ciudad del arte, aunque no sé si hay fundamentales. En algunas ocasiones nacen temas globales del tipo fundamentalistas, pero la esencia es la misma, compartir todo lo que podamos mientras no dormimos. Ayer tuve la rara percepción de que algo iba a cambiar, la humedad se mantiene, lo que no tiene estabilidad es la casa, algo dentro de ella no tiene sentido. En el exterior puede que cambien las cosas, la libertad se acerca pero nadie se da cuenta, en realidad porque no se lo dije a nadie, igualmente no lo voy a comentar, son suposiciones inciertas. Un cuadro apresa mis ganas de moverme, de correr por la casa. Tengo ganas de viajar, de conocer todo lo que admiro en esa pintura. El mundo prefiere que nos asemos en algún fuego provocado por la milicia. Debido al piso inestable de la habitación contigua nos vimos forzados a construi,r lo que actualmente denominamos las “cuchas”. De ahí las reglas, los suspiros, como el “perdido” de Carla. Ayer noté uno nuevo, “el desamparado” de Santiago, que en estos días parece no habitar más que con su envase, la casa. Lupho por fin habló, por la mañana digno a su dicción, -que desparramar palabras al viento-, mientras miraba por la ventana del patio, junto a mí, el nuevo haz de luz que iluminaba las ramas que 49
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dibujan sombras. En ese encuentro inusual, para mí, me contó lo mucho que ama a Carla y lo mucho que sabe de lo que siente ella por “él”. Pero noté en las inextricables (por momentos) palabras, que dudaba de algo, es de común saber (dentro) que la relación con Carla no es muy buena. Igualmente algo más hay detrás de toda esa fachada irrompible que expone Lupho. Por instantes parecía quebrar, pero no se lo permitiría ¡nunca! romper en llanto, y menos que yo lo consuele. Esa es la condición para acceder a Lupho, no molestar, dejarlo ser y ser-ahí, él, solo, puede con sus cuestiones existenciales. No lo noté bien de salud, escupía sobre un pañuelo a cuadros restos de algo rojo, quizás no tendría nada, suelo preocuparme en vano y le pregunté que era, no contestó nada, solo siguió tosiendo, hasta no aguantar e ir al baño. El día resbala con la sagacidad de un felino sobre el vidrio del techo, ese vidrio que ilumina en las tardes radiantes y oscurece en esas tardes de nostalgia y llanto.
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11 Del exilio:
Francia sufre por dentro, toda junta, llora la pérdida de civiles indefensos. Es de lo más crudo, según la fantasía de mis sueños, alguien logra gobernar la verdadera Francia a pie de palabras y dones naturales o sociales. Mis abandonados sueños se convierten en muertes mentales, dentro de mi gran muerte real e inequívoca. Del humanismo tomo la verdadera esencia, lo que es humanista no está en mis venas. No poseo más que la visión, cruda visión de la realidad desaprensiva. Mi madre llorará mi partida cada día en que no me contienen en mi habitación. Ahí donde el amor fluyó, en esa cama de acolchado de elefantitos celestes y aviones colgando. Mi padre desde los dos metros y medio de tierra llorará por no haber vivido lo suficiente. Guardo el exilio de mi muerte, guardo los recuerdos en la ventana y los reflejos en cada niño enfermo, y vuelvo a mí, a sufrir nuevamente el verdadero (reitero), calvario. Desde donde el vidrio nubla, desde donde se nublan los valores y la vida misma. Aguardo la noche, aguardo la charla fácil. Mi abuela habrá muerto y quiero hablar de ello. No dan las cuentas. Ni los años lógicos de longevidad.
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En la casita de Canelones solíamos reunirnos, familia entera, en esos días no pasaba el metro cincuenta, pero registraba con la precisión del relojero cada instante porque sabía del futuro. Siempre fui consiente de que la vida es un solo camino inoportuno, tan independiente con los demás y con un mismo. Los frutos de las plantaciones me hacían doler el estómago de tanto deglutirlos. Corría por el bosque que mi abuelo había plantado, y lloraba en su regazo cuando me tropezaba con alguna ramita. Desde los momentos en que la conciencia afloraba (cerca de los tres años) recuerdo cada día en que compartí con mi abuelo las meriendas en esos días de sol y poco viento con placenteros atardeceres de ensueño. Miraba el reloj impaciente esa tarde en que lo vi morir frente a mí. Fue en una mañana de puro agua, en donde la cortina no dejaba ver ningún horizonte y la visibilidad era tan escasa como lo es ahora mi libertad. En una parte de la granja mi abuelo trataba de guardar el tractor, la lluvia había tapado el campo de ese manto líquido que nos da vida y nos mantiene alertas. Con la fuerza de un toro en riña movió el tractor al centro, donde no se mojaría las partes débiles de la máquina (su sustento), en tanto yo buscaba mi abrigo para ayudarlo o intentarlo al menos. Un sonido muy particular que no identifiqué al principio invadió mis tímpanos, acto reflejo corrí en su busca, desesperado con un puñal clavado en mi pecho, temía lo peor. Abrigado hasta los ojos salí, el resbalón me detuvo un segundo, justo al momento que oí el segundo estruendo aún más desgarrador que el primero, fue ahí cuando el miedo se 52
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adueñó de mis actos reflejos y no pude gritar, gritar tan fuerte para que la policía llegue, para que los bomberos lo salven. La electricidad que nos abastecía o lo abastecía en sus arduas luchas con el campo, la casa y la familia, lo había asesinado fríamente, sin preámbulos de despedida. Una gran descarga junto a un rayo mal direccionado provocó la repentina e inoportuna muerte del lazo afectivo más fuerte en mi vida. Mis ojos color tierra quedaron al ver como se iba su cuerpo en esa madera-cajonada donde reposan los cuerpos inertes de mis seres queridos, ahora aún más de lo que esperaba. Mi abuela enojada con la vida vendió la casa, se mudo a Venezuela, rehizo su vida con un hombre más joven, tuvieron un hijo, volvió tras separarse, vivió con mi madre y ella luego de no aguantar más los gastos la envió a un asilo, donde creo, falleció... sigo sin saber de ella. Me quedan hoy-ahora esas cosas simples donde reposar. Miro en determinados momentos la manecilla de los segundos en el reloj de pared a punto de estallar por la humedad, y trato todas la veces de aguantar más de un minuto, me irritan los tic-tac. Cuando el calor apremia, me siento con la fuerza de la gravedad sobre las baldosas frías y succiono de la bombilla matera, litros y litros de la fina hierba, presenciando todos lo acontecimientos que en algún momento relegaron felicidad sin medidas o normas. Pienso también y dejo estirar las patas de mis pensamientos laterales cuando lijo madera, corro, lavo los platos o barro la suciedad acumulada para pasar el tiempo. Y si no fuera poco, manejo mi destino con las 53
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cuentas sucesivas de los azulejos, las letras de los subtítulos de las películas americanas, las sombras, manchas de humedad (que sobran), la gente que pasa, aviones, pájaros, y demás objetos que alimenten mis esperanzas en cada (plegaria a manotazo de ahogado) momento en que creo rozar la locura, o lo que yo creo que es la delgada línea entre la verdad y la ficcionalización de mis actos o pensamientos proyectados junto al resto del mundo. Y recuerdo cuando mastico la borra del café encontrando la pasividad, o cuando mi enojo sobrepasa mis límites de expresión mundana cierro los ojos y recito dentro de mí palabras que empiecen por ejemplo con la letra “A” y dejo pasar ese diccionario poco extenso al contar la pocas palabras que poseo en mi vocabulario, para encontrarme con que la paz yace en la frente, acariciándome la piel que me logra dormir tranquilo. Y me toco el ombligo y doy vueltas por minutos eternos con la yema del dedo por ese agujero interminable que en algún momento dentro de ese inframundo me dio la comida necesaria para vivir, y ser, que ya es mucho. Entre tanto recuerdo, revivo, el transporte público del Uruguay, donde en cada mañana en el traslado al trabajo, miraba todos los rostros presentes del colectivo y clasificaba, buscándoles los trabajos perfectos, acordes a cada tipo de expresión, y en las parejas más parejas del mismo colectivo, porque uno realmente no sabe si el verdadero amor se encuentra junto a uno, en un asiento de transporte público o en la cama donde cada mañana despierta preguntándose si en verdad es el compañero/a o enemigo/a. 54
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Por esas razones que hilvana la realidad me regocijo de contento cuando un gato me elige de amigo y se recuesta junto a mí o sobre el regazo, y ni hablar de lo locos, esos locos del barrio al que todos los vecinos cuidan. Me eligen por afinidad, por coincidencia o solo por mera costumbre. Me hace más razonable la elección como un par, como esa persona que los escucha y aconseja, pese a los rechazos (comunes) y violentas reacciones. Y entiendo en esas cavilaciones que mi locura no envidia a la de ellos, frente al espejo soy uno más que esos gestos no justifica. Mi exilio data del Uruguay y sus tiempos cambiados, en que la política no era más que “política”. Mis principios, mis valores devastados, mi dignidad desecha fueron quienes me alejaron por un instante para alojarme en el país donde la liberación no era más que un voto de esperanza a punto de morir en un grito desgarrado por las balas, esas balas que según Galeano no valen. Donde los nadies cuestan menos que las balas que los mata. Benedetti, Vilariño y Onetti me ilustraron de modismos que desconocen los inciertos, me abrieron el mundo en dos para que lo leyera sin absurdas mentiras, siguirán haciéndolo en un futuro de balas blandas y bombas de chocolate. ¿Qué tengo para decir del exilio al final? Es probablemente uno de los sabores más amargos y encontrados que existe, reconozco que debería ser natural, de hecho somos aún siendo capitalistas, caminantes empedernidos sin meditaciones. Pero debo 55
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decir también que las conquistas interiores son calvarios similares a los exterminios eclesiásticos, nada nuevo suple a nada anterior pero nada de lo nuevo puede ser atacado por algo de lo anterior. Convivo en una rueda de exilio que no termina, hoy extraño Uruguay, mañana extrañaré Francia y sus olores, lo que me transforma es un eterno exiliado, ya nada puede volver a ser igual.
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12 Por
esas interesantes historias, me informé de los anteriores viajes de Santiago. Pude espiar mientras escribía. Las variaciones del destino lo hundieron aquí, pero realmente su viaje significó una deserción de lo que nunca apoyó. Su autoflajelo fue la vida en distintos terrenos que nunca hubiera imaginado experimentar como propios. De Irlanda, la isla del Atlántico surco Dublín, corrió en un suspiro sobre el mar de Irlanda para llegar a Liverpool. Londres a un paso fue solo el día de recorrida. Por el paso de Caláis nadó sin necesidad de pulmón artificial, su aspecto siempre dictaminó que de la estética se apartaba pero del deporte algo sustrajo acercándose. Y en la siguiente secuencia visitó Praga, Varsovia, Moscú, Tigris, Bakú donde el mar Caspio en un descenso casi lo devora, Ankara, luego Tirana - mar Adriático por medio, Turín, Berna y al final París. De todas las culturas no absorbió nada de lo que realmente debería de haber guardado como precioso. Inculto por naturaleza, dignó su última cuota de dignidad a estudiar. Leyó a Dante “infernal” y el clásico Ulises de Joyce, en el cual entendió que podía comenzar a hablar con las demás personas o por lo menos a discutir alguna idea básica y mundana. Luego ampliaron su mundo de
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palabras Émile Zola con sus veinte volúmenes, Dick, Huxley, Eurípides, Salinger, Marechal, Lovecraft, Mann,Poe, Melville, Stendhal, Shelley, Musashi, Kierkegaard, Pío Baroja, James, Hemingway, Lorca, Unamuno, Casares, Verne, Dostoievski, Brontë, Conrad, Goethe, Lucrecio, Rojas y Borges, más sus coterráneos. Me comentaron de Carla, que los equívocos y azarosos movimientos la dejaron varada en la acera de la casa vecina, pero realmente a ciencia cierta no conozco nada de ella, esa fue su manera de llegar, pero su pasado es desconocido. Lupho parece haber llegado adosado a la espalda de Carla, fue instantáneo, uno detrás del otro, para hablar nos comunicamos por el lenguaje de las miradas, casi no nos dirigimos la palabra, al inicio claro está, luego algo surgió. Por esas mañanas iniciales nos cruzábamos y con solo ese choque lográbamos comunicarnos, Lupho en realidad nunca adoptó la forma, porque se dedicó del primer instante a escribir sus memorias. Nunca di un Peso, Dólar, Olbia, Reichs, Marco, Rupia, Austral, Lek, Florín de las Antillas Neerlandesas, Dram, Franco, Rublo Bielorruso, Kyat, Real, Peso Chileno, Won norcoreano, Won surcoreano, Shequel, Dirham, Nakfa, Corona Eslovaca, Peso Filipino, Quetzal, Lempira, Libra esterlina, Yen, Rupia mauriciana, ni Chelín Somalí por Lupho, pero su tenaz constancia me dejó boquiabierto al descubrir que no dejaba de escribir nunca. En tantas ocaciones lo vi destruir infinidades de textos completos que no le eran de agrado. Pero comprendí con la variación del tiempo en mi cerebro, 58
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que la constancia encerraba la perfección del dolor introspectivo, que devora en cada escrito su alma atareada de tanta quietud. Lupho desciende de la estirpe de marineros que en sus épocas de gloria se regocijaban con los tesoros de los navíos en desuso bajo el mar y sobre la mar. El no cuenta nunca lo que sucedía en los barcos piratas, en esas conquistas inglesas (que los caracteriza a los Ingleses) donde el capitán del barco era una leyenda viva, donde los marineros recorrían los mares del Norte, Adriático, Cantábrico, Jónico, Pacífico, de Lujuria, Atlántico, por el solo hecho de vivir la aventura, y como quien no quiere la cosa, recibir parte del gran botín, guardándose un nombre en la historia de la mar infinita. De su historia reniega cuando puede, Lupho quiere a la literatura y la literatura lo quiere a él como a un hijo. Son madre e hijo enlazados en ese amor insoslayable. La hoja es el objeto de culto, la savia vegetal una bendición de algún Dios para que él pueda escribir su revolución lingüística. Me aterra saber tanto de sus vidas, porque comprendo que no tengo registro de la mía como algo perfectamente mío. Eso de los demás me atrae, por eso siempre mantengo mi postura cómoda de no opinar, no criticar, no discutir, porque el placer de no interferir en nada es único, como el sabor de la observación. Soy el paño frío, lo que llaman “compañía”.
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todos, toditos en una masa, conviven, porque la guerra los depositó en el lugar donde las bombas no caen, rozan. Donde la vida y sus penurias diarias ensayan su obra teatral día a día, sin ese descanso del que hablan, “la paz”. El orbe fundido por las balas, me enseña la pictórica imagen del pintor holandés Von Essen, que a semejanza de la realidad esboza líneas y puntos rojos. Donde debería encontrarse la madre de las estructuras, se halla acero bien fundido, en un símil a la flor marchita de Romeo, después de creer muerta a Julieta. Y sobre las bases del Arc de Triompee junto a sus piernas hay una infinita tropa de insuficientes milicianos, enseñándole a los sobrevivientes el poder de sus mal empleadas capacidades y cantidades exorbitantes devenidas de los gastos públicos pagados por ellos mismos tiempo antes, con el gozo de la autoridad mal empleada y la cara dura de un pueblo dividido. La milicia, conjunto de violentos ciudadanos alistados en el pedante ejercicio de matar -ipso facto- robando vidas ajenas, sentimientos ajenos a
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personas inocentes cierran la macro imagen de la ciudad tomada y de los temores que surcan el aire. Ahí, dentro los labios conversan, las manos danzan en las conversaciones de ciencia. Ayer alguien discutió con otro alguien. En los escabrosos limites de la inmoralidad transitan, Carla; Santiago; Lupho. La fachada de la casa transpira injuria en excesos, la puerta principal de dos metros por uno y medio junto a sus ventanitas, emana belleza. Los ladrillos a la vista, las dos ventanas, una de la sección somnolienta, otra de la habitación oscura, en la que nadie puede pasar más de un minuto dentro, ambas dan a la calle. Sobre la habitación oscura ellos dicen que habita la maldad de la guerra, porque según sus entendimientos quizás algo mágicos, es un ente físico o más bien químico, que obra con conciencia, por eso le temen mucho. Razón por la que rezan antes de cada comida en la noche. Las hormigas tienen un nido en la puerta principal, que cada uno debe sortear al salir una vez a la semana a retirar del mercado la comida. Alguna vez Carla les dejó unas hojitas para que coman, alguna otra vez Santiago les dejó fideos pero al parecer solo chuparon el tomate y se pudrieron en la continuidad de la intemperie. Lupho difícilmente compre junto a los demás la comida, le teme a la gente sufre una disfunción de su aparato interno de comunicación con el mundo exterior, algunos lo llaman “Fobia social”. Fobia o Fhobos del dios griego al que no le importaba nada salir a caminar, porque no tenía de que preocuparse, vivía en un 61
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castillo de cristal aunque sí quería catalogar los nuevos males. Los hombres adoptan el miedo, muchos se alejan odiando a la civilización que los vio nacer otros desprecian la vida y Lupho adopta en cuerpo y alma a la fobia por amor al arte, eso lo lleva a tener todo tipo de trastornos, Barofobia (Miedo a la gravedad), Eicofobia o Oicofobia (Miedo a los alrededores del hogar), Enetofobia (Miedo a las multitudes), Osmofobia o Osfresiofobia (Miedo a los olores u hedores), Parascavedecatriafobia (Miedo al Viernes 13), algunas de ellas las pasa inadvertido cuando se olvida, pero no tiene la intención de revertir ninguna de sus múltiples posturas. Creo que la naturaleza de sus patologías tiene que ver con sucesos irresueltos, aunque es probable que un cuarto de la población global padezca ciertos puntos de conexión con Lupho, puede ser un mal del nuevo milenio, pero nuestro amigo cree que vale más su obra que la vida que lo hace mantener el aire y la energía para elaborarla, es curioso como ellos se comportan así, en definitiva el pensamiento es fruto de la escencia violenta con la que están configurados en sus genes en parte bacteriales. Carla prefiere ignorar, enterrar y olvidar, llorar y vomitar, lo hace a escondidas pero yo puedo verla. En algunas de esas cuatro mañanas por mes en que compran lo indispensable para sobrevivir, Santiago cuenta lo que dentro se tornaría como imposible, 62
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habla de su vida y sus sentimientos verdaderos. Se quita la capucha del dolor, los abrigos de la tristeza y los pantalones de los prejuicios, su desnudo también es real cuando intenta perturbar a los milicianos. Ella lo escucha embelazada con su voz y dicción, con sus ojos y expresiones, es que a Santiago lo quiere demasiado (como dice a veces y en voz baja) y entiende, esto último más por cuestión de espejo que por otras razones de empatía. En el mercado, solo en esas cuatro mañanas, hablan y ríen, corren, juegan, se divierten como infantes sueltos y energéticos, en las calles desoladas les entra la necesidad de libertad, en esas cuatro mañanas son almas sin humedad y dolor (aún así caminando entre los muertos), al caer la noche ingresa el pesar de los días en sus nucas, y el recuerdo se hace más pesado aún que antes, pero vale la pena respirar. Allí fuera Carla no es Carla, es algo distinto, no comparte la amargura de la compañía eterna, se abre como un libro en la playa. Carla allí fuera es una estrella oscilante, que irradia potentemente a todas las demás almas en pena o en gracia para que no se enfríen, más en pena que en gracia esas pobres almas vagantes. Y en cada larga e intensas vuelta a la humedad, se charla la verdadera razón por la cual, una es esposa de uno que no quiere esposa y el otro es exiliado sin amor a sí mismo. Porque en cada vuelta a casa, al volver Santiago le propone obrar por ella y la maneja en un destino distinto cada vez y de sonrisas o 63
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suspiros. En algunas ocasiones deambulan por los edificios destrozados, las enormes iglesias devastadas, el puente quebrado, las aceras rojas de muerte (que en una línea amorfa le enseña al dehambulante un sentido lógico de matanza, un hilo de dolor extinto o aniquilado), y caminan por los pastos amarillos, las casas tomadas por la milicia, las escuelas incendiadas, la biblioteca herida, los monumentos derrocados, y notan que los muertos en fila en el asfalto son el emergente de toda esa ignorancia, de todos esos reclamos injustificados que privaron a millones de objetar en contra de sus principios. Pero ya sabemos lo que significa la democracia en un gobierno de facto que prefiere a una cabeza dirigente a un pueblo colmado de respuestas. Asco, me dan asco, lo siento... ellos... ...viven todo como propio, porque sufren por la gente que combatieron con sus vidas, soñando una Francia sin rencores y un mundo sin asesinos. Saben que los violentos velan por esos lugares en lo que no dejaron ni ruinas, para que la cultura desaparezca de las intenciones del pueblo y se vuelva un híbrido puente hasta la limpieza generacional de pensamientos... asco me dan, pedazos de escoria sin brújlas mentales... ¿cómo pueden permitir la limpieza de los valores morales?...
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Siempre en cada uno de los cuatro días de compas del mes recuerdan rezar su rezo, porque tienen su religión, profesan “LEX NON SCRIPTA” lo que traducido de la lengua madre sería algo como “la ley no escrita”. Su ley siempre comienza donde termina la otra, buscando la inserción en el final y desmembrándola hasta el inicio, para fecundar su verdad, les alivia tener como responder a lo que los rodea, cada mañana de esos cuatro días de cada mes. En definitiva, la ley no está escrita por lo que en realidad es un cúmulo de ideas tranformadas en lenguaje para aliviar la tensión del sometimiento y generar una serie de códigos que desaparecerán al emigrar a la realidad natural. Una sola vez se miraron a los ojos sinceros, sin los preámbulos comunes, una sola y eterna mirada les bastó para saber que pasaba en esa única y emotiva imagen del recuerdo, a la que no se atreven siquiera a recordar. Nunca vuelven por donde salen, llegan del otro lado, en algunas oraciones casi pierden la vida por respetar sus códigos, en una oportunidad Santiago mató a golpes a un soldado de la milicia por atrevido. A Carla no le gusto que la tocasen y Santiago no le gustó que toquen a Carla y mató a golpes de loco a ese estúpido soldado en el silencio de la madrugada. El respeto de la milicia lo deja pasar por alto, solo por haber defendido un valor propio, o una mujer desprendida de ropas y repleta de temores. Él odia a la milicia, odia cada bomba que deshace un hogar en cuestión de segundos, vive preguntándose por qué no destruyen nuestra 65
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casa, llora solo y balbucea, suda y yo sigo a su lado aunque no me mira siquiera. Y cuando vuelven en esas cuatro veces mensuales, Lupho espera a Carla sin palabras ni abrazos. Santiago prepara la comida esperando llegar a vivir una semana más, soñando con su vuelta. La casa se halla en medio de la devastación total, la manzana no figuraría en ningún catastro de ninguna ciudad, porque no tiene casas, todas fueron desechas con tiros, millones de tiros, bombas, misiles. La casa yace sobre una pendiente, no la tocan, no la molestan, la rozan. Sola, solita la casa se encarga de sobrevivir a las lluvias que la molestan con la humedad. Ella teme a la humedad porque la pudre desde dentro. Odia tener gente dentro de ella, pero los deja -nos, dejaporque son -somos- el mal necesario, como el cocodrilo y los pájaros, los delfines y los hombres, como el sapo y la serpiente, o el sapo y las moscas (algunas). Esas uniones entre animales/objetos que determinan naturalmente la enemistad, pero que como método de supervivencia, se unen sin importar que se conocieron intentando matarse... ley de evolución.
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14 Un ratón, de esos blancos que recorren las bolsas de basura rasgando asquerosidades, sale en busca de comida recién horneada, todos están durmiendo. Dentro de la cocina el horno ha quedado semiabierto, nadie sabe de su travesura. Blanquito bien blanquito camina agazapado, es algo inteligente pero no tanto como el gato. Sube primero a la mesada de mármol, sigue camino sobre los sobres de sal desparramados, los platos sucios encimados a la pileta, sin ánimos de lavarse. Juega unos segundos con toda la harina que tapa el fino mármol verdoso. Hecho un filete de merluza sigue con su principal objetivo, ensalzarse en el pastel de patata y carne. Todo resulta de lo más engañoso ya que no sabe que tendrá que meterse de lleno en el horno y luego de darse la panzada, saltar al vacío. Que para su cuerpo significa caer de un noveno piso humano. Mientras, ve por el reflejo de la tapa del horno, una puntita de pastel, sin preámbulos se prepara para dar el gran salto a la gloria culinaria. La patata le ofrece una caída de paracaidista profesional, la suavidad la siente en la patita trasera, con el confort de un príncipe deglute los primeros bocados, uno a uno devora granos de carne, otro uno de papa intercalado. De esa forma disfruta de la comida que no tenía en meses. 67
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Un gato, mece su cola, parece gustarle ver como el ratoncito come y come. De la altura del mueble, nadie lo nota, pero sagaz se mantiene bajo la oscura sombra. Grano a grano sin malestar o pesar sigue deglutiendo la patata seca medio quemada del borde, el gran gato durmiendo está, y sabe que va a demorar su caza cuando éste se quede agotado por su glotonería. Pesado ya sin más lugar donde ingresar comida, sale al vuelo, el pequeño y blanquito ratoncito. Al caer siente su pesadez, pero no cavila un segundo, continúa su largo recorrido al colegio, donde habita junto a su hermanita desde el incendio. Negro puro, negro sin ojos, negro que enciende al ver salir al ratón, negro que lo asecha, ratón que escapa. En la calle la leve luz que alumbra deja en evidencia el correr incesante del blanquito que desespera. Negro sin apuros, negro que corre y no se cansa, de la primer calle ni un agite o falta de aire. Blanquito corre y deja sus muslos al borde del colapso, quiere llegar rápido, debe cuidar de su pequeña hermanita. Sobre los escombros, lastima sus patitas traseras, incesante en su andar continúa con el miedo de morir en los dientes del felino. Negro que mira fijo, con esos faroles de kerosenes a punto de incendiar. Luego anda por las aceras rojas de sangre, por los cuerpos inertes en fila, y pasa justo por al lado de una bota marrón excremento. Negro que frena, mira al soldado y su bota, blanquito sigue, entra en la escuela incendiada, recoge a su hermanita y la lleva en andas al puente quebrado. Negro que huye despavorido por la acción humana, el negro
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gato se dirige a la casa, en donde el frente tiene dos ventanas, un escalón, una puerta y ladrillitos a la vista. El soldado junta a tres hombres más y los convence de tocar la casa, dice que odia ver rozar a las bombas, que le parece raro. Los indignos acceden dentro de su ignorancia de armas y castigos absurdos. Alzan ametralladoras de años en que la fabricación fue la expansión del mercado Europeo, tiran balas que juntas al ruido ambiente generan el unísono al que nadie comprende al fin, si son balas o cohetes o simplemente una lluvia torrencial en medio de la noche. Dentro, Lupho inmerso en una mar de palabras difíciles, decide quemar su novela e iniciarla nuevamente. Esta vez con la grandeza, de la simple utilización de las letras y palabras. Un sonido elevado a lo normal, quiebra ese lapso en el que el sueño y la realidad son una fundición de lo mismo. Alza su mirada inquieto, al son de una canción cubana cantada por Reyes, en su cabeza. Fuera los cuatro oficiales tratan sin éxitos de no hacer silencio, Lupho mira porque el ruido se acerca, y mucho. Vira la mirada a las cuchas y nota la tranquilidad con la que Carla descansa, ve a Santiago dormir en un profundo sueño, el siempre quiso ser como Santiago, soñador empedernido, pero su elección fue lo que marcó su presente, se desespera, agita, su cuerpo le advierte las fobias, pero reconoce el evidente ataque que los asecha, inminente. Ahora debe comprender que sus vidas corren peligro, dentro de sus fobias no pretende siquiera gritar. Su deber es responder a lo que pase, sean las consecuencias más inoportunas, siendo una, la misma muerte. 69
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A paso de hormiga, los soldados avanzan sobre el único escalón del frente de la casa. Ingresan, sus ruidos se elevan, ya no les importa que los escuchen. Sus pasos le recuerdan a Lupho el día en que su padre su arrestado y condenado a la muerte en la horca. Ese día Lupho vio morir a su padre en la plaza pública, junto a cientos de personas. Hoy Lupho no quiere ver morir a nadie, salvo a sí mismo, de ser por elección. Los soldados iluminados por una linterna incrustada en la ametralladora, corren la cortina que da a la cocina, ven el desorden que ha dejado el blanquito y notan la humedad del interior, casi no pueden respirar, y uno comienza a toser fuertemente, espasmódico. La mirada de Lupho con la vehemencia de un tigre furioso señala a la cocina. Un soldado, es decir, el líder golpea en la nariz al alérgico. Azotado por la enorme mano gime siquiera al sentir la pesadez del líder y su golpe. Carla mueve suavemente su brazo, acaricia la sabana que la cubre, abre los ojos y mira las manchas de humedad, se mantiene en el sueño, parece no entender la realidad circunstante, parece blabucear algo que pueden ser números. Lupho la observa mover sus retinas de un lado a otro y comprende que un episodio va a suceder, no puede perder tiempo con los malditos soldados. El tiempo está en su contra, tiene unos minutos para actuar. Medita, cavila, piensa en la forma de alejar a los intrusos de la casa. Carla mueve aún más fuerte los ojos, está a punto de colapsar. Los soldados uniformados continúan buscando vida dentro de la casa. Lupho despierta a Santiago y lo ubica en el cuadro de demencia que está sucediendo, Santiago no comprende 70
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las palabras de Lupho y con un tono normal le cuestiona el por qué lo despierta a tan altas horas de la noche. Intenta Lupho explicarle que no debe hablar, pero no hay caso y los soldados envisten a los dos en una pelea sin tiros. Las ametralladoras en el piso de madera resbaloso por la humedad al caer suenan a hierro en lata. Dos de los cuatro soldados de la milicia caen al intentar tomar por las espaldas a Santiago, Lupho forcejea ferozmente y deja un ojo en sangre, mientras que el otro desenfunda el arma de grueso calibre y apunta bajo la amenaza de un eventual disparo. Lupho enfrentado con el caño frío sobre la frente pide que lo deje ayudar a su mujer que empieza el estado de inconciencia. -¡Déjeme ayudarla, señor!. Déjeme sostenerle la lengua que se ahoga. _ dice con la clemencia en su ruego. El oficial cambia ahora de victima, mientras Lupho hace su trabajo de episodios. La pared húmeda, los fríos que ingresan por la puerta principal, todo le enseña a Santiago que la muerte acecha en el momento menos esperado, pero sostiene que de esta situación deben salir sin dudarlo. Tras la huida de los cuatro soldados, el oficial al mando de la cuadrilla nota que cuatro de sus hombres faltan, pide los reportes correspondientes, nota que hay diez minutos de diferencia y sale en su búsqueda. Otra cuadrilla de 30 hombres supone que los han arrestado o secuestrado. Al pasar por la casa, oyen el grito de Carla (el habitual) e ingresan sin permiso, van directo al sector de somnolencia desde donde proviene el bullicio.
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El capitán, Santiago, Carla, Lupho, el soldado; los tres restantes tirados en el piso. -¿¡Qué ha pasado aquí soldado!? _ grita con la intención de mostrar su autoridad, frunce el ceño y emposta la voz. -¡Nada, señor!, los malditos han tratado de matar a mis compañeros, justamente estaba a punto de apresarlos._ en su rostro se delata la mentira. El Capitán, general o lo que sea, deja que continúe mintiendo el subordinado. Mientras, mira la escena, encuentra a Lupho sosteniendo la lengua de su amada, a Carla temblando y a Santiago sufriendo por ella. El Uruguayo no aguanta la tensión de su poderosa imaginación y se traslada al futuro, donde encuentra en minutos más (alejados) a Carla muriendo bajo la pereza de Lupho, se enfuere y cierra su puño atesorando una energía de choque que por el momento guarda. -Maldito sea entre los hombres, maldita mi alma que osa mostrarme la respuesta a mi pregunta existencial_ piensa, se critica, grita dentro suyo, en aquél futuro cercano que acontece en Santiago por antojo. Santiago y sus ojos, sus ojos y Carla que no respira. -¡Haz algo infeliz!, ¿¡no se dan cuenta qué se muere!?_ incorporando la incesante mirada sobre ella y agitando su mano deseosa de descargar furia sin medidas nuevamente. Lupho cierra los ojos, sus ojos y su mente en blanco. Lupho no responde, Carla continúa temblando, aún más que antes, cuando el segundero aumenta. Santiago impotente, junta sus dedos, los mueve alterado. Cierra
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el puño, su mano vuelve al rojo, ese rojo que le gusta en las rubias. Sus venas se hinchan de la impotencia. El general no baja el arma y una gota de sudor recorre su rostro buscando la salida por el cuello, antes recorriendo los pelos del bigote. En la comisura del labio se reposa la gota de sudor, solo por un segundo. Santiago lo mira de reojo, agita su pelo. Aprieta el puño aún más fuerte, junta el valor. Recuerda sus héroes de la infancia, tiene presente a Oesterheld, el eternauta. La gota de sudor comienza a molestar en la comisura del labio, quiere rasgarse el general, esa leve cosquilla lo molesta, lo inquieta. Santiago Valles, el uruguayo tiene en su mente matar al general, lo odia porque lo aleja de Carla, al igual que Lupho. El general no aguanta a la gota, en un acto del reflejo humano estira el brazo, y decide sin voluntad quitarse la molestia, ergo su otra extremidad pierde la fuerza optima. Santiago aprovecha la ocasión. Se abalanza con todo su cuerpo, su peso y la gravedad (9,81m/seg.), en dirección al general. Carla pierde todo uso del cuerpo, deja de latir su corazón. Santiago toma en el vuelo, con la mano izquierda el arma, y con el codo de su otra extremidad golpea la nariz del general. Este cae por el efecto mismo de la gravedad (9,81m/seg.), la humedad corta el ruido a bolsa, el general pierde el conocimiento. En el umbral de la puerta, el soldado restante, se ve rodeado de un cuadro imposible en su lógica, y por un instante queda pensativo, tratando de hallar la respuesta a todo lo que ocurre, mientras que Santiago sin 73
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preámbulo alguno desata una lluvia de acero y perdigones sobre el pensante soldado. En el abdomen, la pierna derecha y el ojo derecho impactan las balas de Santiago. La sangre escupida en la pared, recuerda nuevamente a un paño de Pollock, Santiago sonríe de odio. Toda la condensación de agua, en ese vapor insoportable mantiene el rojo carmín de los órganos y partes oculares sobre el tapiz de rayas. La luz deja entrever a Santiago la cantidad de “milicianos” que esperan pacientes la salida del general. -Parecen no haber oído los disparos._piensa Santiago, entre el horror de la muerte sobre el rostro y la muerte de Carla. -¿¡Porque has hecho eso!?, ¿por qué con un cuchillo?,_ Lupho mantiene sus ojos cerrados, no ha visto nada pero lo ha oído todo... el asesinato. Santiago observa a Lupho preguntándose porque nadie había oído sus disparos, sus tres disparos, se calla. Los milicianos impacientes murmullan, las oportunas escenas imaginarias inundan a los cientos que reposan en guardia frente a la casa, donde el ladrillo a la vista, las ventanas (dos) y su puerta de doble hoja regodean de contentas junto a la casa en sí misma. La casa quiere que todos sus males se retiren, que no posean el poder de destruirla desde su corazón, con esa maldita humedad. Lupho con sus ojos cerrados nota que líneas blancas comienzan a desfigurarse frente a él, formando círculos enlazados unos con otros. Una figura entre figuras es la de Carla, sonríe o piensa hacerlo. Santiago replantea próximos escenarios o sucesos mientras arrastra al 74
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soldado hacia dentro, en realidad se pregunta una y otra vez como salvarse del embrollo en que se sumergieron todos, toditos, todos. La luz intensa del reflector del camión verde, evidencia la notoria degradación de los materiales erosionados por los roces de las bombas. El haz de luz blanca se escabulle entre las cortinas, en una esquina está el general amordazado, con en sus retinas hechas agua, y su conjunto hecho clemencia. En una de las cuchas vacías reposa el soldado, aguardando al ser etéreo plus ultra que lo abrase en el viaje a su realidad eterna. Santiago camina, cuenta los pasos en pares, los ordena y vuelve a reordenar. Busca un patrón numérico que lo aleje de la realidad circunstante y deje actuar a su reacción lateral en la respuesta al acertijo que pone en jaque su supervivencia. Carla yace sobre los brazos amorfos de Lupho, respirando humedad y escupiendo lo que queda de los números, hoy los números no son la gracia de la casa, hoy son el símbolo de lo infausto o la muerte, que es lo mismo. Están muertos de miedo, tiemblan, creen que el filo de aquél ente mundano los mira... pueden creerse muertos, aislados del tiempo... no hacen más que rezar, cada uno a su forma.
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La noche audiciona en este teatro, donde el director observa como actúa torpemente. Su expresión más grande son las estrellas, pues las hace brillar en su máximo esplendor. El director la mira, la aplaude, la observa sin perder esos detalles necesarios para la interpretación. Ella lee su parlamento, una tragedia de Sheakspeare, donde el rey y su sobrino mueren repletos de sangre. La noche con la gestualidad de lo imposible interpreta al justiciero, al príncipe vengador. El director no soporta la tensión superficial y hecha a llorar desconsoladamente, mientras agita sus manos enérgico, golpeándolas con la fuerza de un asesino, y por lo bajo le dice: ¡Gracias!. La muerte cae a los tablones, el telón se cierra. El director cree haber encontrado al personaje perfecto en la noche, medita y decide que pase a la escena a uno más, solo por la curiosidad, su estómago decide que aceptará solo a uno más, la ansiedad lo come por dentro. El día, a pasos tímidos ingresa, los focos del teatro dejan de iluminar, el director tapa su cara y siente calor, un acogedor calor humano o natural, se renueva, sonríe y tiene sueños de descanso y goce. El día representa una obra del clásico Don Quijote de la mancha, con la locura y gloria que esto depara. El director obnubilado
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por la presencia se echa a dormir plácidamente, junto un sueño de verdades insospechadas antes por él. El día es quien toma las riendas del sueño, de ese leve sueño que es la realidad y suelta sus temperaturas leves que enamoran al más despistado. Se detienen la audiciones por falta de director y la tierra decide dar rienda suelta a estos dos interpretes, para ello los dota de tiempos iguales. El hombre comienza a disfrutar de las bondades de la luz y la ausencia de luz.
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las bombas al cielo para que destruyan la casa. El general posa en la vivienda, según ellos (afuera), controlando la situación, ¿cómo podían dudar de alguien con tanto talento? Dentro, luego de las horas perturbadoras, Santiago no tiene la respuesta, sus pasos han cesado en la noche y con la luz del día halla la forma de mantener su mente abierta a las posibilidades, cuenta ahora, las líneas del tapiz regado por la sangre de los disparos al soldado de indefinido rostro. Los soldados creen que se divierte con la mujer y se aprovecha de la indefensa situación de los hombres, no sería la primera vez, volver a interrumpir un hecho de tal envergadura sería provocar otra muerte injustificada de cualquier soldado... a nadie le apetecía morir con un paredón detrás repleto de agujeros de balas anteriores. Carla no vive, es un hecho. Carla ha dejado la vida y Santiago no llora. Lupho se mantiene en ese oscuro y tenebroso viaje de líneas circulares y formas amorfas. Carla ha dejado de respirar, Carla no respira nada de la humedad de la casa. Santiago no se atreve a tocarla, quizás solo sea el episodio prolongado, pero no quiere manosearla frente a Lupho. 78
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-¡Despierta!_ grita en el oído de Lupho. Lupho oye algo dentro de su telón negro. -¿Santiago qué ha pasado?_ pregunta Lupho con la sinceridad idiota. -¡Carla ha muerto!, Lupho, ¡ha dejado la vida!_ exclama Santiago indignado, entre lágrimas. Su voz se quiebra en el silencio. Ambos miran sus ojos de vivas lágrimas, estudian sus reflejos en las retinas acuáticas... dialogan mentalmente, los nervios hacen de ellos autómatas perdidos en el mar de inconsciencia. -¡No!, no ha muerto, solo descansa de su ataque, ella sufre este trastorno desde niña, sucede cuando ustedes duermen, deja la vida por unas horas, minutos, ¡quién sabe!. Nunca antes lo había contado, creo que guarda su gran secreto al resto, ella me cuenta siempre lo que le ocurre cuando muere. La persiguen hechos de los que nunca quisieras recordar de tu niñez, todos tenemos secretos._Lupho habla con la naturalidad de quien no conoce la situación. -¿El resto?, ¿me llamas “el resto”?, ¡han muerto personas, Lupho!, ¿no lo puedes ver acaso?_agita el arma asesina, (asesino, él). -Todos descansan como niños, ¡menos esa persona de la esquina!_señala al general. La mirada de clemencia continúa en su rostro. -Es nuestra clave, él nos va hacer escapar de toda esta miseria. No aguanto más todo esto, quiero volver a mi lugar, a mi gente._ su boca se estremece, tiembla mientras habla. Donde los mates, las puestas de sol, son realidades, no sueños en vano y de una noche_ termina entre lágrimas y gritos. 79
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-¿Qué es lo que has pensado?_ le pregunta Lupho con la mirada perdida. Carla necesita tiempo para despertar y el tiempo es relativo, todo pende de su organismo. -¡El tiempo apremia!, algo tiene que ocurrir, pero no sé que puede ser_ Santiago decide entonces aguardar a la tarde. Desde la esquina los tres son formas, el ángulo de visión del general es algo amplio pero poco eficaz. Comprende que es la llave del escape, lo venía suponiendo antes de que ellos lo pensaran. Bajo sus condiciones no va a dejar que salgan con vida, aunque reconoce que prefiere vivir y continuar con su guerra. -Esos mierdas no valen nada, en cambio mis hombres lo son todo para mí._piensa orgulloso, enalteciendo su presencia interiormente.
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16 La tormenta, la oscuridad, la tierra seca elevándose por encima de los soldados, el viento que comienza a agitar los uniformes de los uniformados antes hojalateros, pescadores, recolectores o reformistas acaudalados. Las hojas sueltas vuelan por doquier generando una nube de hojas, las gotas iniciales hacen eco al caer. Carla y la gota de lluvia, le recuerdan a esas tardes junto a Lupho en su casa, donde eran felices, no importa donde, no importa cuando, si importa que fuera hace mucho. Un relámpago indica la llegada del estruendo del Trueno, Lupho toma por la espalda a Carla, la acaricia por el cuello, en esa leve curva su dedo surca siempre con suavidad poro a poro. Toma su mano con la que tiene libre y la aprieta muy fuerte, como en esas noches en las que el suspiro sostenido era una unión indiscutible un hecho de lo más irreal. -Lupho, extraño tu piel y tus labios... tus olores_ piensa Carla por dentro. Lo cierto es que Lupho besa su cuello, y encuentra la contorsión para llegar a su mejilla donde se aloja un minuto, la huele, Carla no pretende nada de Lupho pero sabe de la necesidad, de todos los días en que el sexo no tuvo la participación que ella hubiera deseado. Lupho
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ha despertado en el momento menos indicado, justo antes de partir a la muerte segura, ya es tarde. Carla vira su cuello suavemente y besa los labios de su amor extinto, primero su comisura y luego los labios. Estira ahora el brazo libre de apretón y toma la nuca de l escritor para tener el punto fuerte de anclaje y lo besa nuevamente, vira entonces su cuerpo y lo besa apretando ahora el cuerpo de Lupho contra el de ella. La pasión encuentra al fin un lugar, una existencia, pero no en el momento indicado. Santiago mira como se besan, mira al amor fluir de las cenizas, como en los dichos populares de su tierra natal. Con un movimiento brusco del general intenta disuadir la idea de los enamorados para poder poner inicio, al final. La lluvia se mantiene constante, los soldados también parecen no enfadarse con la humedad dentro de su piel y uniformes, el agua cala dentro de todos sus cuerpos cansados de esperar firmes, algunos comienzan a dudar. Firmes como la estatua del general aguardan la conclusión del hecho, aunque con menos entereza, algo resuena por las últimas filas de la legión. -Tendremos que actuar, ¡es que no nos dejan otra alternativa!_habla alguien de las filas del fondo. Santiago tensa su rostro parece palidecer por las cosas que oye. Teme el inminente ataque. Carla deja de besar a Lupho, se conectan en un segundo de reflejos retinales. Lupho imprime su último beso de pasión y responde a la voz del exterior, sin dudarlo. -No haremos nada de lo que dicen, no intenten nada porque volaremos todo, lo digo enserio hemos preparado nueve bombas más un plus otras nueve en 82
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dos cinturones distintos para asegurarnos de que no harán nada, por el solo hecho de que volarán en mil pedazos todos, ¡toditos!. _Grita entre la ventana y el marco de la misma, con la seguridad de que lo dicho es una amenaza y no una advertencia. Uno de los soldados mira el cinturón de su par de la infantería, confirma que las bombas están dentro de la casa, corre en busca de la voz que habla por ellos. -Señor tienen las bombas, la veracidad de lo dicho es ciento por ciento._al terminar el soldado se retira con estupor. La voz analiza, dialoga con los altos mandos. La voz conoce de guerra, tiene la experiencia de las mil situaciones, pero conoce también sus limitaciones. Deja la preocupación a un lado, en otro momento podrá terminar (a su criterio) de dilucidar como atraparlos sin el mínimo rasguño al general. -¿Qué es lo que quieren?_pregunta la voz a lo lejos, pero con la claridad del metro de distancia. -¡Que nos dejen el camino despejado y un vehículo en la parte trasera de la casa!, traigan unos de esos jeeps, lo queremos de forma inmediata. Nuestra promesa data del compromiso, prometemos no lastimar al general en lo absoluto, solo queremos largarnos de este circo._dice Lupho con la entereza de alguien que no tiene fobia social. -Esto no es tan fácil, ¿qué creen?, ¿qué pedirán y nosotros les daremos?, ¡exigimos evidencias de la vida del general!, ¡háganlo hablar o acepten morir en unos minutos!. La milicia actuará bajo el instinto y disparará a mansalva sin contemplar la vida de nadie, ¡que 83
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hable!._la voz se mantiene en los cánones normales de una conversación protocolar, es cauteloso, guarda las distancias. Santiago al oír el reclamo de la voz, arrastra al general hasta la ventana, arrastrando el cuerpo pasa junto a Carla, antes de llegar a la ventana, Carla lo mira a los ojos, en busca de un perdón, los dos se conocen, la mirada basta para que Santiago continúe su recorrido hasta allí, donde Lupho quiere enseñar su verdadero poderío verbal. -¡Aquí lo tienen!, vivo, sano, hable general que lo escuchan._le ordena convencido, rozando la confianza, demostrando por demás el control de la situación. Santiago le retira la mordaza, el general afloja la mandíbula, su movimiento perdura en el tiempo parece no terminar, hasta que vehementemente dice: -¡mi vida no vale nada!, ni el poder, ni sus vidas, dejen que me maten… pero maten a esta escoria, por ellos estamos en guerra, para exterminarlos, son la lacra..._ Santiago patea su estómago furioso. Lupho interrumpe el discurso, le pide al Uruguayo que retire el cuerpo a un lugar seguro. -Esto es lo que hay en juego, para su milicia el poder lo es todo, el manejo de sus tropas bajo el mando de un genio (no lo piensa, lo usa como recurso) es lo que traían, no detengan la conquista por tres personas, insignificantes humanos que solo quieren libertad y que ni siquiera pertenecen al país (lo dice por Santiago y Carla). Solo déjennos partir y en el tramo final a la frontera liberaremos al general, justamente haremos eso porque ansiamos la libertad, el general y ustedes 84
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mismos estarán en el radio de alcance de nuestras dieciocho bombas que se detonarán si intentan matarnos. Por el solo hecho de terminar con todo esto, queremos que se nos entregue el jeep en la parte trasera de la casa... La guerra puede continuar, pero si deciden lo contrario la comunidad internacional se enterará, y el ruido global no puede ser muy bueno, ni la prensa tampoco, suden, piensen pero dependen la única cabeza que los dirige, no los juzgo, antes fueron existencias sin sentido y ahora esta mierda les mintió con la utilidad, pero les aseguró que pagarán por todo... acaben esta pequeña guerra y entreguen el Jeep o verán mucha mas sangre... no olviden las bombas... no tengo mucha más paciencia_determina Lupho harto. Los minutos luego del discurso o amenaza son una aglomeración confusa de sucesos que van a desatar otra vorágine aún mayor. Carla toma la mano de Lupho, con la otra toms la de Santiago e intenta hablar. –No habrá final, lo que nos acontece en la hora venidera es solo eso, una hora de nuestras vidas. Por lo tanto tenemos que vivir, para reír, luego para disfrutar de lo que nos fue vedado, por estos hijos de puta, ahora mírenme, ¡los dos!, ven en mí una guerrera, no porque soy Carla y la tierra me molesta, al igual que los ruidos que ejecutan esos hijos de puta, pero hoy soy distinta dejo de ser esa persona frustrada que conoen, desde el instante que he tomado sus manos para poder cruzar esa frontera y recibir a brazos abiertos lo que tanto anhelamos... fuerza, es nuestra última puerta, luego estaremos muertos... a mi me restan sueños por cumplir._ aprieta sus manos, se abrazan, se mezclan 85
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sus perfumes, será la última vez que estarán los tres juntos. El general es presencia en realidad de todo lo que sucede en ellos, pero de un modo subjetivo donde la subjetividad no es él sino él dentro de él, ese quién, que fue y recuerda como logro, al juntar tantas personas sin cultura, sin razón de ser por un capricho político fundado en el dolor de la infancia interrumpida. Lupho lo toma de un hombro, Santiago del otro, Carla lo tiene frente a él, Carla lo escupe con la furia desatada, Carla lo golpea con su pie de marfil, por el odio de todo ese tiempo dentro, enjaulada. Ahora lo arrastran a la puerta trasera (donde se encuentra el patio y las ramas que dibujan sombras hay una puerta que da a la parte trasera de la manzana, ahora destruida, no se usó por años, pero uno sabía de su existencia ante una emergencia, al final todas las noches mal dormían esperando el ataque injustificado de ellos). El jeep espera, un soldado trata de capturarlos, un disparo certero de carla en su corazón, lo mata intantáneamente. Grita Lupho. –¡Uno más y volamos a todos, por favor no cometan otra estupidez!, tenemos suficientes explosivos y balas. Sube primero Carla, junto a ella el general que lo ubica en la parte trasera donde es visto desde todos los ángulos, sigue Santiago y luego Lupho al volante. El Uruguayo al instalarse en el jeep mira la nuca de Lupho, lo mira a él. Observa como Lupho hace a un lado los miedos y sus cuestiones para tomar el mando de 86
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toda la situación (que en estos casos desbordaría a cualquiera). Lupho sin dar cuenta alguna de las decenas de cavilaciones de Santiago arranca el automóvil, y a media velocidad se aleja del patio para tomar el barro que la lluvia continúa generando, atiborrados de agua se sacuden algunos soldados, la claridad lejana per lumínica de la tarde noche comienza a alejarse paulatinamente, enciende entonces las luces delanteras para una mejor visión del camino. Carla engatusada o perdida en el camino no esboza palabra alguna, mantiene su pulgar en la boca con sus ojos bien abiertos, despidiéndose triste, allí había conocido el amor fratenernal, la amistad y el desamor. La noche comienza a hacer uso de su luz, la del satélite que refleja la luz del sol, la tormenta se disipa rápidamente gracias al viento, el terreno sigue repleto de agua, pero el cielo se despeja lentamente. El puente quebrado se encuentra a unos cien metros, la milicia o parte de ella viaja impaciente detrás del jeep, el general sigue con los ojos cerrados debido al golpe de la bota de Carla. La luz direccionada a la parte trasera del jeep mantiene en alerta a los tres y a ellos, los nervios, son nervios, es una alerta natural. La tierra comienza a ser más amplia, donde mira Carla ida, hay pasto o tierra pasada por agua, los olores la envuelven. La luna inquieta, la luna que refleja, la luna de Cortázar que tiembla, es el fiel testigo de que la búsqueda halla sentido al cruzar el camino de la esperanza. Ese límite de lo imposible, el paso al abismo o al puente.
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reflejo claro de la luna deja entrever los brillos destellantes del río, donde el puente quebrado esconde al ratoncito blanquito y a su hermana envueltos en miedo paralizante, donde convive el origen de los ataques a Toulouse y las desgraciadas dispersiones conquistadoras. El jeep avanza en la oscuridad sin detenerse, la lluvia ya no es un impedimento natural, los animales salen nuevamente a cazar. Carla y la noche, Carla y los recuerdos, los ambiguos recuerdos de la casa, donde convivió con la soledad, con el martirio de pensar constantemente en la existencia, en el sentido de la vida, en su sentido. En la ventana (ahora de plástico industrial) del jeep contempla la dulzura de Toulouse, una paloma azul sobrevuela cerca del vehículo, Carla conoce de aves, pero no la especie que se acerca en forma de despedida, sonríe. Carla siente que su vida queda en la casa, que la metáfora de su existencia reposa en su cucha, en el piso de la cocina donde varias noches dejaba de pensar y de vivir. Ansiosa y sonriendo busca la aprobación de aquellos que viajan junto a ella, no sabe si la han visto, cree que no es el momento de hablar de sueños, aunque esa paloma era real.
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Santiago aferrado al arma y con el cinturón de granadas, cavila también el verdadero sentido de haber tenido el tiempo en las manos, de haber moldeado su mente cultivándola de todas las visiones de piedad, clemencia, que observaba en las tardes de admiración. Se cuestiona el haber dejado su tierra por querer conocer el mundo, a su vez se responde que el mundo puede estar en una persona, envuelto en amor. Lupho mueve el círculo que direcciona sus vidas, urgido en sus convicciones descarta cualquier error que los deje fuera de juego. La atmósfera dentro del jeep es desesperante, una necesidad de la casa surge de pronto, no se adaptan al exterior, pero no pueden retroceder, nadie ha provocado todo esto, fue una casualidad con causalidad, a ellos los atacaron, por la culpa de un gato negro, por la culpa de una revolución sin sentido fueron despojados de sus dignidades básicas. Lupho sonríe, mueve su cabeza agitándola de arriba hacia abajo, como recordando algo gracioso. El general lo mira extrañado, Santiago siente la mirada clavada en la cien de Lupho, con su mano derecha agita la mejilla del general. Continúa el escritor de las fobias en su recuerdo, queriendo volver a sonreír, agitando la cabeza de arriba hacia abajo, buscando el efecto de evasión. Carla no comprende el acto innecesario de Santiago. -¿De qué ríes, que estás recordando Lupho?_Pregunta Santiago, con una sonrisa cómplice, al borde de la carcajada.
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-Me acuerdo el día en que cocinaste esas galletitas, estuve cagando en el baño por veinte minutos, ¿se acuerdan?._Pregunta Lupho entre carcajadas. -Como olvidarme, después de eso tuviste fobia a las galletitas, ¡ese día no te despegaste del inodoro!_a carcajadas aún mayores Santiago trata de contar la anécdota, pero no puede. -¡Sí!, después tomamos mate, eso fue lo que te dejó lleno de retorcijones._agrega Carla asombrada por los recuerdos. -El juego del cuchillo* fue lo que terminó de revolver mierda, dentro de esa enorme panza hinchada de desechos._dice Santiago terminando de reír, mientras vuelve al gesto normal cotidiano. -Si, es verdad, ese día surgieron muchas cosas de adentro... muchas que no puedo olvidar_ concluye pensativo, Lupho termina con el recuerdo, por dolor. El clima vuelve a ser la melancolía absoluta, ahora. Carla acaricia la pierna derecha de Lupho, dándole el apoyo que necesita. Ella sabe de qué hablan, recuerda también lo charlado esa noche de confesiones secretas. Por esa simple razón lo acaricia suavemente, pero no olvida todas las penurias pasadas allí dentro. Santiago Apunta enojado la cien del general, tiembla mientras apunta con su pistola. Su rostro se vuelve colorado, su frente transpirada enseña la furia de la vena que cruza entre las cejas su delicado rostro. Quiere hablar, pero no emerge de sus cuerdas vocales ni una vocal o consonante con afán de construir una palabra de odio o de amor. Toma con la mano restante el cabello blanco del general, y lo trae consigo, aprieta fuerte la cabeza, 90
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aprieta su cien y comienza por lo bajo a recitar algo inaudible... su cólera proyectada lo lleva por un camino de recuerdos. Carla desconcertada por un zumbido, da vuelta su cabeza y nota que Santiago está al borde del ataque de nervios, apuntándole al general y éste gimiendo de dolor. -Maldito, todas lo que vi, en esas tardes que vos, ¡hijo de puta!, paseabas disfrutando de tu obra, debería matarte aquí mismo delante de los dolidos y tristes sobrevivientes._exclama con ira Santiago, decido a matarlo, gritando, en un estado de alteración absoluto. -¡Debería cortarte el cuello y verte desangrar!, pero ni tu muerte podría aplacar las miles que tienes a cuestas, tu conciencia será el castigo, maldito infeliz, ¡muero por tu sangre!, pero sé reconocer el equilibrio, padecerás el peor mal, tu propia mente repleta de moral... tendrás tu castigo... aunque pienses lo contrario, maldito ignorante violento... por escoria como tú el mundo padece de nosotros como bacterias molestas._le susurra al oído en el límite del acto final. -¡No lo hagas!, Santiago tenemos el escape a un paso, no lo arruines, por favor Yo sé todo lo que sufriste por esas personas que murieron frente a tus ojos, eres un buen hombre, tú lo has dicho, ya tendrá su peor condena, todos la tienen al final... no lo hagas._dice Carla con la suavidad que la caracteriza al hablar. -No tienes idea Carla de lo que hablas, esa pobre mujer esmirriada y fea deshojando a la pobre e indefensa ave._quiebra en llanto mientras se contorsiona, como una hormiga en el fuego... pero de dolor.-¿Sabes lo qué 91
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es sentirla morir cada día?, ¿sus pensamientos?, ¿ella era menos que esta mierda vieja y enferma?, ¡no es justo Carla!, ¡tiene que morir!... cada día te mataré en mi mente, no dormirás tranquilo, cuando menos lo esperes morirán en mis manos hijo de puta. El general sumido en un ataque de pánico gime en frecuencias molestas hasta para Carla, quién calla de un grito desgarrador, dejando asombrados a los hombres que la acompañan desde sus peores momentos. Lupho no habla, no mira, no quiere entrometerse en la cuestión Carla-Santiago, él conoce del deseo de Santiago sobre Carla, nunca quiso generar alguna pelea, por el simple hecho de no malgastar el tiempo discutiendo (según él), aunque por dentro le duele, su falso orgullo lo acoraza y es el claro ejemplo de la detonación de la pérdida sin remedio de su amor, aunque sigue prefiriendo su literatura. El puente quebrado se halla a unos pasos, Lupho reduce la velocidad y detiene la marcha, abre la puerta, sin bajar irgue su cuerpo desde el escalón de hierro que tiene el Jeep, saliéndose por el lateral grita al vacío de la noche, donde la escolta posa aguardando la llegada del poder a sus líneas nuevamente. -¡Ahora lo soltaremos!, ¡recuerden que tenemos el radio cubierto!, no intenten nada, solo queremos volver a nuestro hogares. -¡Entendido, esperamos que suelte al general!, peor iremos a por ustedes, no nos deja alternativa, la frontera todavía está lejos_ dice la voz por lo bajo, pero siempre audible en cada palabra.
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Lupho vuelve a su asiento, rumiando lo último, planea algo. -Santiago es hora, déjalo ir. Estamos cerca, por favor no cometas ninguna estupidez._pide Lupho en tono de suplica a Santiago, comprendiendo su situación y todo su dolor. Santiago lo suelta, pero por lo bajo le dice: “no olvides, que el tiempo lo destruye todo, tu vida es un soplo geológico, y los libros de historia te tacharan con una nueva moral de injusto, tu guerra ya ha terminado, enfermo gorila hambriento”. El general cae a la tierra mojada, en partes barro, tarda unos segundos en recomponer su postura. Lupho enciende el motor del jeep, y acelera al punto máximo de velocidad inicial. El puente quebrado es el nombre que ellos mismos le habían puesto al puente macizo de acero y hormigón. Ninguno de los tres quiere decir algo, saben que todavía nada ha terminado, pero desean asegurarse de que no los seguirán. -Santiago, acciona todas las bombas, y tíralas sobre el puente, en cuanto te lo pida. -Si, claro Lupho, lo que pidas. -¡Ahora!._con la ausencia de la adultez, Lupho grita victorioso, como si hubiese ganado algo a cambio de la destrucción del puente. -¡Ganamos la libertad!_grita Lupho como si escuchase lo que relato. Santiago maravillado con la acción de Lupho grita también en son de victoria, se suma Carla agitando los
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brazos. Se oyen más estruendos, repiqueteos en el agua del camino. Los tres y la adrenalina de escapar sonríen nuevamente, los tres nadan en la depresión polar, saltan a la otra cara de la misma, la euforia. El camino sigue, resta ahora el tramo de 80 kilómetros aproximadamente. Todos se encuentran distendidos, algo brilla en cada rostro, algo de lo que nunca podrán escapar. Por alguna razón la última palabra la tiene Lupho. -Es momento._dice agitando el volante, con una convicción en su cerebro. Lo único que comparten es el vehículo en el que viajan, ya no recuerdan nada de lo acontecido en la casa. Desean los tres por igual, desprenderse de todo, de la manera más simple, encajonándolo todo, incluso sus relaciones... han logrado el objetivo y se ven envueltos en la cotidianidad anterior de la que no pueden escapar aunque lo quisieran. Los disparos continúan pero saben que llegarán a tiempo.
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18 Me han dejado aquí, en la humedad de esta maldita casa, se jactaron de calificarme de la compañía que siempre necesitaron, pero actúan como todos, eso es lo que me preocupa ahora, su ego pudo más que todo, nunca me escucharon lo que tenía para decir, se fueron de la forma en que llegaron. Las paredes manchadas de sangre las debo limpiar yo, todo el desorden que quedó debo ordenarlo, me deben su vida, de no ser por mí, nunca hubieran conocido la casa. Ese día recuerdo que andaba deambulando por la noche, extrañando a mi Bea y en esas cavilaciones móviles di con uno de los tres que recién había cruzado camino. Por esas razones de la bondad o lo que sea que me caracteriza deje que me siga y le enseñé, lo que al futuro fue su casa, su lugar, su salvación. Comprendo ahora que nada tuve de ese entonces, solo la dicha de la compañía, solo eso que no me dejaba dormir, debido a las peleas incesantes de Lupho y Carla, y ni hablar de las confesiones de medianoche de Santiago, y sus lágrimas cocodrilo. Cuchas y más cuchas, común en la raza cuadrúpeda que desgarra al medio que lo acoge, consumiendo a 95
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fines de exterminar todos los recursos posibles para la vida. La protección la encontraron aquí, de donde escapan hoy. No soporto el desengaño, nunca dudé del amor que me tienen los tres, especialmente Carla, ella me dejaba reposar y me contaba de sus pesares, era la relación perfecta, en realidad es perfecta, ya no está, como todo lo perfecto, se acaba. Extraño a Bea, ella sabía darme lo que necesitaba de sobre manera, el tiempo como factor incisivo en la vida, la alejó de mí, porque la maltrataba o porque la amaba con locura. Estas paredes hablan, escupen dolor por todos lados, piden con polvo que vuelva la vida. Las miro, se desmoronan, pero no cambian. El polvo cubre el piso de madera, la sangre toma un color claro y arenoso, los soldados comienzan a despertar, esos dos soldados que cayeron bajo el puño de Santiago o Lupho, no recuerdo, el miedo entumeció todos los músculos cuando comenzaron los gritos, no pude ver nada, solo escuchar. Quizás hicieron bien en escapar, pero aquí nadie podía matarlos, eso no lo sabían, nadie puede matar los habitantes de esta casa, solo pueden despojarlos pero no matarlos, los confundió la vida de afuera, las ventanas, toda esa realidad que se podría haber evitado en esas tardes de niebla y grises oscuros. Me queda grande la casa, muy grande, me quedan restos de algo que no quiero. Extraño a mi Bea.
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Maldita madera aquella, la tengo entre las uñas, maldita astilla que me quiere penetrar por el dedo. El dolor, esos reflejos de mi cuerpo que no interviene más que para repeler eso ajeno a mi envase, si realmente es un envase lo que tengo, un empaquetado de poco gusto que me aprieta mucho y me da calor. Veo el reflejo de los platos en el agua que brota de l grifo de la cocina, veo que nadie la cierra, y sus gotas que rellenan el vacío de la pileta inundan la sala. Todo quedó de un modo distinto, con un toque de escena de cinematógrafo, en el que la sangre hace juego con las sabanas de Carla y el crema, del polvo que baña toda la casa, por ese enojo de las paredes. Me indigna la huida de ellos, los creí familia, sentí que la felicidad pondría final a esa soledad de mil lunas, y mil un soles. Poseo ese fatal error, confiar en la gente, en lo que dice y olvidar que son animales con un éxito evolutivo, nada más. Recuerdo mi niñez, mantengo mis principios básicos, me siento solo, pero sumo esto a la desesperante capacidad de atraer poca atención. Solo estoy ahora, con la humedad de las mil y una noches que vendrán, soy joven pero tengo la experiencia de los dos mil años de existencia. Tengo la impronta de mis antepasados, que mantienen su juego a pesar del tiempo y las extensiones de vida. La noche está comenzando a dejarme y la luz a cobijarme (maldito hiato). Solo deseo que no perezcan en el intento por salir de la vida 97
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autodestructiva en la que nos aferramos por el miedo a perderla toda, me incluyo pero en presente, mi vida continúa aferrada a ellos y a esta casa maldita, que me odia por habitarla. Las noches sucederán a esta condición sinecuanon, tendré mil oportunidades de comprender el por qué. Sumido en esas meditaciones, en esos estados de soledad encontraré la esencia de mi verdadero existir, sin importar la vida de nadie, solo la mía, que consigo trae aparejada la sabiduría de la impronta de mis inicios.
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19 Carla está ausente en el asiento que le pertenece a la milicia, halla en el horizonte y su línea semicurva una bola incandescente de color naranja, de donde según ella y sus “principios” de la ciencia, se engendró la vida, se diseminó. Santiago yace recostado, mirando el cielo, su cabeza apunta hacia atrás, las nubes según su punto de vista se mueven en línea recta, a las aves que sobrevuelan el vehículo las ve completas, todas en sus partes más íntimas. -La gaviota tiene una panza sexy._ descubre al mirar pasar Santiago, algo más relajado. Todas desfilan por encima del techo de lona verde del jeep, los acompañan en trayecto lineal a la frontera con España, Pirineos y Andorra esperan, ellos no hablan de nada, ni siquiera del éxito de la huida. Lupho no olvida nada del recuerdo del día del juego del cuchillo, esa fue una puerta que no debía abrirse, un golpe bajo. No existe ningún interés en conversar. Santiago mientras pasan las palomas hace una parada en la casa, junto a su compañía de todos los días que extraña en estos momentos. -En mi memoria te llevo, con esas noches de mates y rondas inexistentes, en esas horas/pavas en que te conté mi vida, miedos, sueños, anhelos y proyectos que 99
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seguramente no concrete_ piensa Santiago recitándose a sí mismo el discurso que ora en honor a su amigo, él que ha dejado en la casa. El sol ya se ubica en el orbe, y el azulino florece de los haces, las estrellas dejan paso al limpio éter, mientras las bandadas de aves corren sobre el camino y Lupho maneja el movimiento de velocidades, que los alejan del pasado, ese pasado que no les deja unir letras para entablar una sola conversación, una tan única como la simple pero perturbadora despedida. La frontera llega repleta de alambrados y personal armado, en una torre una persona uniformada habla por un altavoz, pide que bajen del vehículo, con las manos vacías y tocando la nuca. Carla como si esperase tal situación baja en primer lugar con una naturalidad que deja asombrados a los dos amantes, gira el cuerpo en una vuelta de 360 grados por orden directa de la nueva voz, ésta algo más amigable. Le siguen Santiago y por último y sin ganas Lupho, los tres terminan por girar y demostrar que no tienen nada que esconder. La voz más apacible aún les ordena que caminen por separado a cada boca de salida. (Tiene una puerta por donde ingresan los vehículos y otras tantas para las personas, parece ser que al inicio de la guerra mucha gente acudió a esta salida). Por la puerta del lateral izquierdo sale primero Santiago que mofando camina olvidando todo lo acontecido, como si un golpe le hubiese borrado lo anterior e inmediato, al traspasar el límite lo recibe la guardia civil de España con sus respectivos vehículos, entonces un oficial pregunta si espera a los otros dos (Carla y Lupho), el contesta que luego los cruza en el 100
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pueblo. Toman dirección a Barcelona sin mediar en saludos ni miradas tristes. En segundo lugar ingresa Carla con la sonrisa de las mil situaciones, la toman del brazo y la llevan directo a Pamplona, lugar pedido como destino, por ella, le habían hablado de niña de los toros de las corridas de pañuelos rojos. Y por último y como debía ser, Lupho es quien grita al entrar a España, exigiendo que lo lleven a Madrid a los gritos pelados, acaban de darle su pesado bolso, ahí tiene lo que más aprecia, sus escritos, lo cela como una madre. Nadie despide, nadie se mira, como tres completos desconocidos parten sin ningún tipo de miramientos. Lupho amargado por andar suelto toma su bolso, abrazándolo fuerte y hablando solo, al instante sonríe al sentirse algo más seguro con los conductores y sus chistes propios en esas ocasiones en la que los nervios abundan y la idiotez es casi imposible. Carla siente el pecho más abierto, no le quema nada, las humedades se disipan, cierra los ojos, abre los brazos, su cabello se agita libre. El oxígeno recorre sus pulmones, puede juntarlo sin pensar en luego apagarse en la casa, piensa en el futuro mientras sale medio cuerpo fuera de la ventanilla, lo hace para que no se le olvide el aroma, Francia se aleja, la deja atrás olvidando a su compañero especial en la casa. Se siente en un vacío mental que le proporciona sin dolores. Santiago quiere viajar inmediatamente, está ansioso, molesto por el viaje, pero antes sabe que debe reunir el dinero para viajar, lo que preocupa sobremanera a nuestro amigo. Su primer llamada será para Mariana que le dijo hace tiempo que iba a visitarlo pero falló, él 101
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no la espera más, ahora quiere darle la sorpresa de su vida, el está feliz porque descubrió que todo se puede y de la mano de lo que menos se espera, en este caso Lupho y su convicción de escape, sigue sin creerlo, mientras sus rostros se disipan en los nuevos pensamientos y emociones encontradas. Sus destinos comienzan a obrar como en el juego, donde las naciones disputan la porción de tierra para dominar, cada uno tiene lo que quiere, cada uno de ellos podrá partir de cero, contando que la vida comienza en el momento en que el alambrado de la frontera fue carne en cada uno. No decidieron hablar quizás por el acto reflejo del olvido antes de tiempo. Pero ¿qué es realmente el tiempo?, si nada afectó en la estadía, fueron sus balas inservibles y sin motivo las que dieron el tiempo. Todas las cuestiones las llevan cargadas en la nuca, donde apoyaron sus manos para lograr la libertad minutos antes, allí dentro siguen en la humedad del alma. Ahora solo buscarán la verdad y la única razón para existir, sus propias verdades, bajo la sólida base lógica de la experiencia anterior. Creo que todo es muy bonito pero el futuro incierto comienza mientras viajan a diferentes caminos.
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Pasaje, (del capítulo 19 al 20).
La tesis de Newton era que el tiempo real, el verdadero tiempo, transcurre absoluto independientemente de los acontecimientos, sin contar en observadores u observados. Newton pensó en tiempo como secuencia siempre que fluía que era constante e inmutable. En su teoría el tiempo era siempre igual para cualquier observador en cualquier marco de la referencia. Ésta era la creencia llevada a cabo por los físicos en general por varios cientos años. Las matemáticas usadas para describir cómo un acontecimiento se observa en un marco de inercia de la referencia a otro marco que se esté moviendo con una cierta velocidad constante concerniente a la original se llaman la transformación galilea. Para la simplicidad los dos marcos se alinean generalmente de modo que la dirección del movimiento del bastidor móvil esté a lo largo de solamente un eje espacial. También los marcos deben tener sus orígenes alineados en el tiempo igual a cero. Los dos marcos son a menudo S referido, el marco inmóvil, y S el marco que se mueve a velocidad constante v concerniente a S a lo largo del x-axis. x´= x – vt ; y´= y ; z´= z ; t´= t 103
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Nos dijo Heidegger que toda la concepción del tiempo depende de él. Heidegger cigra la temporalidad como un radical de la finitud en su proyecto ontológico más genuino a la vez que la exploración de la temporalidad constituye el eslabón principal de la exploración ontológica. El tiempo es definido como sentido del ser del Dasein. Pero este sentido del ser del Dasein es,a su vez, una indicación fenomenológica (en sentido hegeliano) del sentido del ser del ser, sentido que intenta ser desvelado en los textos posteriores al célebre Kehre. Aristóteles sostenía, por ejemplo, que el tiempo no es eterno, porque hay cambio en las cosas, porque es medida del movimiento, pero el tiempo es co-extensivo, diríamos así, con el movimiento. Y el movimiento sí, no tiene comienzo ni tiene fin. No hay un primer movimiento; eso no excluye que sin el primer motor no haya movimiento. No confundamos. La dependencia con respecto al primer motor, no exige para Aristóteles que el movimiento haya comenzado. La perspectiva Aristotélica es distinta de la perspectiva de Newton. Newton considera que el tiempo transcurre sin necesidad de que nada cambie; no es el cambio cuya medida determina el movimiento. El tiempo transcurre de cualquier manera. Albert Einstein desarrolló primero una teoría especial de la relatividad, en 1905, que mostró cómo las ondas de la luz se comportaron en diversos marcos de la referencia. Él desarrolló más adelante una teoría general de la 104
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relatividad que explica gravedad y la geometría del universo. En ambas teorías el tiempo es un inmutable no más largo. De hecho, diversos observadores en marcos relativos miden diversas épocas. Pues las teorías ganaron una verificación más experimental las viejas ideas sobre la naturaleza del tiempo se desmenuzaron lejos. Solamente días antes de que su muerte fuera cotizada Einstein dijo, la distinción ``De en medio más allá, presente, y el futuro es solamente una ilusión obstinado persistente.' ' El tiempo depende de cada observador. El tiempo de un trabajador de oficina: A mí no me molesta que se vaya reduciendo el tiempo por los avances. Lo que a mí me cabrea es que, sin avances, te exijan más velocidad. ¡Ya vale con el tiempo!, al final no hay tiempo para nada, y casi todos no cumplen nada de los sueños de cartón mojado que les imprimieron de jóvenes o infantes, mediante canciones, juegos y películas.
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20 El día es una explosión similar a una nova, ese tipo de explosión esplendorosa que decora la realidad de nacimiento con colores de los más vivos y brillantes. El Camión la deja a Carla en el centro de Pamplona, en el primer hospital desde la pensión. Piden colaboración, ella accede, la cuestionan sobre como lograron escapar. Nada de sensacionalismos emergen de su boca, se remite a soñar. Solo contesta lacónica. Llegada la noche reposa en la cama de la habitación, mira las manchas de humedad, no le dicen nada esas manchas claras de humedad. Toca su panza, algo parece molestarle. Va al baño, que por limpieza brilla en todos los ángulos. Se sienta sobre el inodoro de tapa rosa, junta sus codos con sus muslos, los apoya y con sus manos tapa su rostro. Se siente sola, siente el frío en la nuca, y no recuerda que ha tocado. Frota su rostro frenéticamente, como si olvidara que se lastima al hacerlo, balbucea algo inaudible. El agua cae del grillo semiabierto en un hilo fino, las gotas se suman una a una elevando su volumen normal, piensa, piensa. Ahora cierra los puños, muy fuerte, los coloca en los laterales, rozando los oídos, aprieta su cien. Busca algo, dentro de esa visión borrosa que solo aparece cuando cerramos los ojos e 106
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imaginamos los cuadros móviles que pretendemos ver. Trata de tomar todo eso, como si tuviese todos los recuerdos en la palma de su mano y quisiese tirarlos al mar, donde reposarían sin molestarla, en el fondo marino. Intenta -sin éxito- sacárselos continuadas veces de encima, para eso toma su pelo lo más fuerte, busca el dolor, en su cuerpo, su cabello fino, porque quiere despojarse de todo lo que recuerda, cada instante de las horas anteriores. Llora, llora, llora y llora desconsolada y golpeándolo todo. Golpea su cien, fuerte más fuerte, se detiene, mira hacia arriba, directo a la claraboya que emite la claridad del día que se aleja progresivamente, mira fijo sobre el baricentro del rectángulo, cierra los ojos, esta vez golpea aún más fuerte. No mira porque se desmaya seguido del último golpe. Todo su cuerpo, -afectado por la gravedad Newtoniana o inexistente en realidad en la relatividad- se desploma sobre las baldosas frías, igual a las baldosas frías de Santiago mientras tomaba mate en el patio de la casa. El tiempo sigue siendo tiempo, más que nada espacio/tiempo deformado. Del día pasa una claridad por la claraboya del baño, en la puerta se oyen tres golpes claros, insípidos. Una mujer de voz enflautada clama por Carla, esta no contesta, yace sobre las baldosas frías, olvidando, haciendo su proceso de funeral ausente de cuerpos. -¡Abra por favor, Señora! _prosigue la enflautada voz perturbante para cualquier ser con oídos sensibles. De ella ni noticias, Carla sigue en el piso, descansa o muere. Ahora una voz masculina, poco masculina, pide a gritos por ella. 107
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-¡¡Señora, abra por favor!! _ con la impaciencia de una emergencia golpea sin medir consecuencias. No hay respuesta alguna, la señora le pregunta al hombre -”poco hombre”, para un borracho de bar arreglando el mundo viéndolo pasar girando- si posee copias de las llaves de las habitaciones, este le hace una señal de tiempo fuera, se retira apresurado. Vuelve a los 15 segundos con la llave, está ruborizado. Golpea por el miedo a encontrar una situación no fuera de lo común, o fuera de lo común para la señora de voz enflautada que no hace el amor desde la primavera pasada. Él la mira, pero con los ojos de la complicidad, ella esquiva la intención. Abre la puerta el hombre no tan hombre (según un dictador anterior). Sigue preguntando por Carla, suponiéndola en el baño y sin escuchar. -¡Fíjese en el baño!_ aconseja la mujer. -Fíjese usted, ¿acaso yo la busco?._con la masculinidad a flor de piel. -¡No, usted!_ contesta algo mojada. -Usted, y no hay trato de nada_ determina el hombre no tan hombre (según una madre de barrio y clase media). Ella descansa, con su cuerpo esquelético, envuelta con un vestido de flores rosas y blancas, de zapatos en punta, abre la puerta del baño, pero en el intento se atasca. -¡Aquí hay algo!_ gritando saltando en puntas de pie, como si una araña tocara alguna parte de su cuerpo y la descubriese de improviso. -¿Está loca, o qué?_ enojado, abre la puerta. Esta se traba nuevamente. Con la fuerza física que tiene un hombre por genética, naturaleza o lo que fuere, empuja 108
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la puerta, con el peso de su cuerpo intenta moverla, pero la misma sigue atorada. Dentro del baño Carla yace en medio del pequeño pero reluciente baño de pensión barata, ella ha caído directamente justo delante de la puerta y está atorada entre la pileta y el inodoro, esto hace que la puerta no pueda ser abierta, solo deja una línea de una mano que enseña que algo está topado en la puerta, pero no que es realmente lo que la atora. Desde afuera, el hombre es hombre y utiliza su fuerza, la mujer deja de ser por un instante torpe y medita sobre el problema. -¡Deje de hacer fuerza por favor!, ¿qué pudo haber pasado?_ intrigada se acerca a la puerta, puja suavemente y mira por la línea de la abertura limitada de la abertura, mira en la altura media de su campo visual, nota que hay azulejos, ve el inodoro y cuando termina por inclinar hacia abajo la mirada comprende que hay algo humano que no la deja ingresar al baño. Ella grita nuevamente, el hombre no tan hombre corre por la habitación, mientras ella tapa su boca con el pañuelo blanco, en el agite de la desesperación misma se le cae el sombrero de volados, no le importa. El hombre mira como ella por la línea y vislumbra algo feo, horrible. -¡Hay una persona!_exclama el hombre, extrañado. -Sí, es Carla, ¡la chica por la qué pregunto! _tapando con el pañuelo blanco sucio, su boca. -¿Cómo entramos?, debemos actuar rápido, vaya a saber hace cuanto ella está tirada así, pobre, tan joven y guapa, ¡busque ayuda inmediatamente!, mientras yo me quedo cuidándola._ dice a los gritos pelados la mujer 109
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aflautada al hombre no tan hombre (según un poeta ruso). -¡Sí, claro!, ya vuelvo _obedece como buen hombre, que no lo es. Ella medita como sacarla de tal enredo, no la conoce, solo es la asistente social de Barcelona, la enviaron para que haga el pasaporte y toda la documentación , siente pena, una lágrima cae en su mejilla, la limpia y le dice palabras bonitas para calmarla por dentro. Minutos después llega el hombre, un nuevo bombero lo acompaña. -¡Señora!_ se presenta el bombero con un hacha en las manos. Ella lo estudia, admira la belleza ante sus ojos, olvidada del episodio, lo mira, embelesada al bombero. Él, le pregunta que ha pasado, ella responde lentamente, con la sonrisa en la boca, a punto de estallar en carcajada. -¡Hay una mujer que atasca la puerta del baño!_ dice sonriendo. El bombero la mira extrañado, ingresa con el hacha entre las manos, el hombre no tan hombre detrás oliendo el perfume del bombero. -Tendré que destrozar la puerta_ dice mientras da el primer hachazo sobre la puerta. -¡Rompa y suerte! _ vocifera el hombre menos hombre. El bombero comienza a destruir la puerta, comenzando por las bisagras para poder retirar la puerta de una vez. Golpea durante unos minutos, está agotado, saca su uniforme y lo deja reposar sobre el piso, el hombre lo observa alegre, ella lo mira, el fija su atención en la puerta y destruye como una bestia. Pasados unos segundos de la renovación de energía logra deshacer 110
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las bisagras y voltea la puerta, que al golpear con la pared trasera se detiene y no cae debido a la pequeña dimensión del baño. Carla en las frías baldosas es sacada por el bombero, oso, sexy. Directamente la suben al camión de bomberos, la trasladan al hospital que había visitado antes. En la cama luego de todo, despierta aturdida. Ve dentro de sus pupilas la luz pero no desea abrir los ojos, sabe que algo ha pasado pero desea no ver a la realidad que la abarca toda y la deja destrozada, debido a ella o a todo, que es lo mismo. Se dice dentro suyo que está soñando, entonces abre un ojo y mira en un relampagueo la habitación, cierra y recuerda que no había dormido en un hospital, que ella estaba en el baño de la habitación de la pensión que le habían dado como refugio hasta conseguir la documentación y un trabajo decente. Vuelve a abrir los ojos (por la curiosidad que los sueños encierran), esta vez más pausado que la anterior, nota que hay una enfermera introduciéndole algo en las venas, ve entre las pestañas como se va la enfermera y aprovecha el descubrimiento y deja a sus retinas observar de esa manera todo, entre pestañas. Los doctores llegan, no se percatan en lo absoluto de que ella los observa. Dialogan entre ellos, piden por la enfermera y le exigen un cuidado intensivo. Abre los ojos, por la curiosidad de saber la verdad de todo. Los doctores se alegran al verla al abrir los ojos y le dan una calurosa bienvenida, ella no entiende muy bien que ha pasado, a Carla no le gustan los hospitales, menos los públicos, donde los gritos desgarrados se oyen en los pasillos y los tullidos son una colonia estable. 111
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-¿Qué tengo, doctor?_pregunta con cierta lucidez. -Usted estuvo despierta, ¿no?_dice el doctor con un gesto de complicidad paciente/doctor. -Le hice una pregunta, por favor contésteme, no me conoce_ enfrenta incisiva y remata el comentario. -Es algo complejo. Le hemos realizado una serie de estudios importantes aquí y en otros hospitales, pero quisimos que usted permanezca en este porque nos interesa realmente solucionar su problema…. El doctor observador no emite palabra. -Podría ir a la cuestión, por favor._interrumpe con un tono de enojo elevado.-¿¡Qué tengo!? -…Usted tiene una fisura en la corteza del cerebro, no quiero ser detallista ni ahondar en tecnicismos... lo lamento, son los nervios... bajo el léxico común usted tiene un hemisferio del cerebro más elevado que el otro, esto genera en usted una serie de inconvenientes, por ejemplo y en ocasiones de riesgo, la convulsión, esto último trae aparejado una serie de problemas psicológicos y físicos. Usted ha estado en el hospital dos semanas sin responder, ¿le había sucedido alguna vez algo así?, el estado puede evolucionar, debemos continuar con los estudios psiquiátricos. -Casi todos los días en la casa... me desmayaba al llegar la noche en la mayoría de las veces, mi gente me despertaba o me despertaba yo sola al finalizar una serie de números lanzados al azar, eso era regular según lo que me contaban que hacía, aunque no sé que hago al dormirme, lo que sí sé es que nunca me ha pasado de este modo, tan extenso. Igualmente, tuve un colapso de nervios (creo), tuve una experiencia muy 112
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traumática antes de este episodio, he dejado de vivir en medio de un ambiente de guerra y mis compañeros se fueron solos. -Descanse, no haga esfuerzos, no son buenos momentos, descanse, nosotros estaremos buscando la forma de solucionar su problema, puedo asegurarle que haremos todo lo que podamos._afirma el doctor. Carla se encuentra sola, como en ese baño de brillos, no quiere vivir en un hospital toda su vida, sabe que no hay solución a su problema y decide convivir con él hasta la muerte, sabe de su epilepsia, pero duda, ahora no importa en realidad los pronósticos, solo quiere escapar, lejos, si es posible. Toma su ropa que posa en una silla y se viste apurada, mirando hacia todos los ángulos, abre la puerta y va en busca de una vida que no le presente tantos inconvenientes, al final había sido una superviviente de guerra. El doctor al salir de la habitación sale junto a su compañero. -No le hemos dicho nada acerca del embarazo, ¿por qué?_dice el doctor observador. -No, de eso nada, es un hecho muy traumático, habrá tiempo para que disfrute, aquí velará hasta la cura, lo que es improbable su retirada, sería cargarla de una mochila muy pesada._contesta. Carla sube al ascensor, marca la primera planta, baja por las escaleras de emergencia y sale caminando por el estacionamiento, como si nada pasase dentro de su cabeza, cerebro o neuronas en viajes químicos o eléctricos. El día es día, no es noche, ella odia la noche. Alza la mano en la avenida, algún taxi se detiene y sigue 113
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al notar algunas vendas, otros siguen de largo, se detiene minutos después uno que ni la mira, sube y se pierde entre el asfalto y la gente, entre los autos y los edificios, entre el sol y los pájaros de lata.
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21 14:00hs PM La cuidad del norte, muy al norte cercada de un mar que llaman mediterráneo, recibe a Santiago con sus 1.505.581 habitantes contantes y sonantes, donde los monumentos románicos, góticos y renacentistas embellecen la visual ciudadana, junto a la obra arquitectónica del mismísimo Antoni Gaudí. Santiago olvidó su promesa, en el Arco de triunfo (ahora en España, en español claro), su padre descansará sin la dicha de saberlo bajo al monumento, aunque está muerto ¿qué más da?, el cielo es para los sueños en vida. Del exilio tiene todos los síntomas disponibles, extraña, sufre, llora, añora y maldice (“putea” según el sitio) a cada momento, cuando recuerda todo lo que dejó en Uruguay, como si las preocupaciones surgieran de repente en una añoranza voraz e incontrolable, en donde Mariana se encuentra sonriente y de brazos abiertos, haciendo quien sabe que cosa. Su rostro repleto de barro no deja la mejor impresión, del baño no le habla (al soldado) mientras viaja, se limita a dar golpes por fuera de la puerta golepándola levemente pero persistentemente. Santiago Valles y la ventana del jeep se complementan el uno del otro, como en esos momentos en que la realidad pasaba en la raalidad recortada por la ventana mediante sus ojos, y la esmirriada y fea mujer deshojaba 115
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al indefenso pero vitamínico pájaro, en las afueras de la casa de Toulouse. Del viaje pasaron dos horas, del tiempo, un suspiro de amor (largo, muy largo), más bien relativo. El mar le recuerda a las vacaciones en Uruguay, a toda la familia, a su abuelo que en paz descansa y extraña a cada momento. No sabe si Mariana lo espera soñando en sus noches de soledad con él o durmiendo con otro de mejor genética y estilo. Su saludable cuerpo reposa cómodo sobre el asiento, casi acostado Santiago desfruta, de todo el paisaje, algo en él tiene un punto que lo identifica, cada animal o persona, cada temporal de vida dehambulante con sus historias cruzadas en movimiento. -El mundo responde a la masa, el mundo es una roca y la enorme y sólida canica tiene una masa que nos absorbe poco a poco, sin saberlo nos extinguirá, eso es un deseo, o una manifestación de odio a todos ustedes._dice Santiago al aire, señalando, como cuando cantó su canción para Mariana frente a la ventana, meciendo la cuna inexistente y llorando por lo bajo. El soldado evalúa, lo estuia y mira, éste no responde, le parece la idiotez más triste e insignificante que haya escuchado, igualmente asiente con su cabeza, por protocolo. Santiago algo más complacido continúa su contemplación desde el vehículo en movimiento y con una compañía no del todo apropiada. Barcelona se encuentra a 621 Km. de Madrid, donde Lupho debe llegar con vida, como él, o quizás como Carla. 116
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El jeep ingresa en el centro de la cuidad, todos los negocios, la gente de sombreros de colores, la modernidad, ésta que pobló de obras y estructuras durante los últimos cien años, haciendo un culto a la insuficiencia de la moda, deja a Santiago anonadado, con una mirada de niño chupando helado o un dulce, devorando letreros de la gran vía madrileña. A decir verdad Santiago nunca llegó al umbral de la madurez, que por definición es 1.Sazón de los frutos, 2. Buen juicio o prudencia, sensatez, 3.Edad de la persona que ha alcanzado su plenitud vital y aún no ha llegado a la vejez. De estas tres opciones completó el 66,6%, dado esto no merece un trato de par, es un niño casi hombre, él desea vivir y con la intensidad de los héroes de Homero o con el poder de esos dioses griegos que querían ser hombres fantásticos, pero solo es un niño marchitándose tembloroso en una noche de lluvia y truenos. La frenada brusca, evidencia el enojo del soldado transportador, Santiago despierta de toda imaginación de ansias de poder o de vida, le duele la cabeza. Frente a él, lo aguarda el conserje del hotel “Mirabilis”, su fachada no dista mucho a la de uno de las Vegas, pero de la década del descubrimiento del centro de juego más grande de América del norte. Igualmente no desea una estadía prolongada, su anhelo es el regreso, el inmediato regreso a su vida, donde el amor deberá dejar de ser amistad para convertirse en realidad. -Pero si no está, sino quiere verme, yo voy y a mí me va a escuchar, y el que esté con ella va a sufrir el golpe de mis puños, bueno no tanto, no tengo que andas soltando 117
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golpes sin motivos._piensa mientras acomoda su cabello e ingresa con el estilo propio del viajante al hall del Mirabilis. 18:00hs PM Una mujer de cabello claro lo atiende en la mesa de recepción, el soldado firma el comprobante y toma toda responsabilidad sobre él. -No cometas ninguna estupidez, hoy soy tu padre, ¿entendido?__ dice el soldado mientras agita el arma reglamentaria del ejercito Español. Asiente, mientras la mujer de cabellos claros y sonrisa de azafata observa la manera en que se acongoja Santiago y cambia su gesto de buenos días por un gesto de -¡que tierno!. -Disculpe buen hombre._dice Santiago, con un tono de suavidad similar al de un niño. -¿Qué quiere?, ¡hable bien!_replica con cara de perro. -Quería saber como se llama, lo estoy llamando soldado, o eso es lo que pienso al pensar en usted. -Roberto Serna, soy oficial del ejército. -Bueno Roberto, lindo nombre, suena bien, ¿aquí son comunes los Robertos?_pregunta Santiago buscando algo de complicidad. -No tengo idea, igualmente no me preocupa, soy único, ¿entiende?_ contesta. El rostro de Santiago empalidece al terminar la frase Roberto, él no quiere que Roberto se enoje, solo quiere alguien que lo escuche, pero parece que el soldado no pretende lo mismo.
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Van del ascensor al pasillo largo interminable del piso trece, de la puerta tres a la diez, le ha tocado el diez, eso le dice algo a Santiago, sonríe por lo bajo para que no lo note Roberto, con el arma reglamentaria lo empuja y hace entrar. La puerta se abre con el peso del cuerpo de Santiago, dentro parece todo distinto, los sillones, las sillas, el empapelado, la ventana con balcón, los veladores en la mesa ratona, todo es de un estilo las vegas pasado en años y lluvias y si se puede en fuego. Pero no importa, nada le importa a Santiago Valles que desea volver a su tierra, con su amada amiga. 19:00hs PM La oscuridad come a la cuidad de Barcelona, los coches comienzan a agolparse en las avenidas, nadie va al trabajo. De las fiestas sobran calificativos, todos celebran aquí como la gente de Osho y su filosofía de vida. Los bares son poblados al minuto, la gente trabaja lo normal y luego se dedica al ocio vicioso, al alcohol, televisión, prostitutas, zoofilia y otras tantas cosas que no le gustaría conocer a María, la virgen. En la habitación de poca monta, o de mucha en otros tiempos, Santiago mira como la cuidad se enciende, ve como los puntos negros fluyen en direcciones aleatorias. Desde algún lugar se oye una canción de Caetano Beloso, desde su lugar las paredes tiemblan al oír su voz, santiago no aguanta las ganas de cantar y comienza a recitar, luego a balbucear y cuando su corazón deja de latir a cantar, y su gargante es el corazón, con todas las vocales sostenidas, con la canción y su voz en un crisol de sonidos complejo y 119
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armónico. Detrás, muy cerca Roberto abraza una almohada mientras limpia sus lágrimas en un pañuelo blanco sucio, Santiago despliega las notas sobre el aire suspendiéndolas con la gravedad en cero, su registro pasa a cualquiera de conservatorio, la belleza la trae en esos músculos que vibran y resuenan en el paladar. La canción termina, para Roberto comienza una nueva faceta en la relación con santiago. -No sabía que cantabas, tu voz es increíble, ¿dónde aprendiste la técnica? _pregunta Roberto admirado, perplejo, suspendido en el último gesto. -No importa, ¿te gustó?_ suelta su tono Uruguayo más cerrado. -¡Sí, claro!, ¿podría interpretar otra más, por favor?_Las retinas dilatadas dejan en negro intenso los ojos de Roberto, se modifica conforme pasan los segudos. El tiempo nuevamente hace honor en la ocasión y deja que avance el canto etéreo de Santiago, un ave de color azul Francia posa en la baranda del balcón, detrás continúa Roberto admirando a Santiago, acto seguido otro pájaro celeste ahora posa junto al azul Francia, las dos aves miran como mueve su boca, detrás de ellos, la cuidad resplandeciente, con los puntos negros y brillantes, parece miles de velas encendidas o teléfonos móviles. Santiago posa delante de Roberto, con el rostro repleto de barro, las manos rasgadas y pasadas de sangre ajena, elevando al compás del canto sus manos, con los ojos bien cerrados, sintiendo la música dentro fluir sola, en esos momentos en que la concentración es absoluta.
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Roberto con las cejas llevadas al tono de la lágrima mece su mano mientras escucha, queriendo seguir el ritmo. Su mano se mece en el aire y por el arte de la inconciencia se posa en la espalda sucia, cortas y concisas son las caricias, casi imperceptibles, esas cosquillas que adoras rascar cuando estás sentado en una silla de plástico. Santiago comienza mientras canta unas caricias pequeñas y las cree de Mariana. No se detiene, hasta eleva el tono al borde del colapso vocal. Roberto tiene una erección de lo más placentera, una que encierra eso prohibido en una situación dudosa, él tiene en claro que los hombres son su objeto de deseo, lo fue en el ingreso al ejercito, lo es ahora trabajando para él. Santiago disfruta de lo suaves, fríos y apetecibles movimientos que perturban los nervios de su piel, justo en esa parte de la espalda en la que disfruta. Roberto aguarda el momento para besarlo, quiere su boca, la desea con toda su alma, (la que no está en el cerebro). Santiago termina su composición con un fin de lo más incierto, ha apresurado las notas, las ha cortado para llegar al momento de distinción y agradecimientos, el aplauso y el saludo. Roberto toma un brazo y lo tira para su lado, puja suave, la luz ayuda porque no ilumina, la vista eleva el sentido a lo prohibido, Santiago gira con la lentitud de un reloj de arena, con esa fluidez gira para encontrarse con Roberto, el hombre que lo custodia. Se miran, las sábanas se agitan por la brisa que ingresa por la ventana balcón, los pajaritos se hallan estáticos, duritos sin querer perderse nada de lo que acontece. 121
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Roberto se acerca, Santiago lo espera, la camisa deshecha termina en el suelo de madera, la camiseta en un sillón, el uniforme junto al arma reglamentaria posan armaditas en la mesa. Roberto lo besa, cierran los ojos por amor al amor y se enlazan en una masa, similar al comienzo de algo. La vida encuentra el sentido, por la fogosidad del instinto que no hace diferencia en la configuración corpórea sino que acciona sobre el otro cuerpo como un objeto de deseo sin importar el miembro o miembros que lo componen. Santiago sonríe entre narices y ojos centrados, huele perfumes nuevos, todo lo sabe a gloria. -Nunca imaginé hacer algo así _ dice entre dientes rechinantes y sonantes. Roberto lo tira sobre la cama y hallan la forma clara de conocer sus partes, de besarlas, tener eso que buscaban desde hacía tanto tiempo. Y el tiempo fluye como la variable que es en la cotidianeidad, la noche se hace día y el día enseña a los dos que algo distinto ha pasado, nada es lo que fue. La silla con la camiseta, el sillón con la ropa, en la mesa el uniforme y el arma reglamentaria, Roberto complacido durmiendo, soñando quizás lo que anteriormente fue su debut sexual. La cama es grande tiene dos plazas y media y aún así no caben juntos. Amanece como condición necesaria y la claridad en aumento comienza a despertar a Santiago, que ha dormido lo que quedaba de la madrugada, al borde de caer al piso, debido, a la ensanchada espalda de Roberto. Se sienta primero, segundo camina inquieto por toda la habitación de las vegas pasada en años y lluvias. Sale al balcón, admira la quietud en las alturas, 122
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vuelve y se sienta en el sillón, luego en la mesa, corre al baño y termina en la esquina de la cama, mirando el cielo tapado por el techo de cemento y la pintura blanca. Santiago llora en la esquina de la cama, clamando a gritos por Mariana. Roberto despierta alterado, lo abraza y contiene, luego con las palabras de una toalla al terminar el baño le entrega calor humano, su condición de uniformado lo aleja de toda aceptación. Roberto toma toda su ropa, la junta se dirige al baño y reposa sobre el bidet, acciona la canilla y deja correr el agua en su recto, toma sus manos por la nuca, escupe fuego de su boca, el fuego de la noche que ardió bajo el efecto feroz del instinto. Santiago pide por Mariana, llora por su gente que lo espera, toma su camisa, abre el pantalón, deshace su remera, no va a usarla, la ve sucia. El día brilla, los edificios erguidos parecen líneas rectas al éter, caminos al eterno descanso o a la visión poco humana y muy capitalista que promueve ver a los humanos como hormigas recambiables. Las gaviotas agitan sus alas en cantidades siderales y rodean cada edificio, como jugando a las escondidas o a la mancha hormiga (que no es de su especie pero la emulan). Los haces de luz comienzan a calentar el ambiente, el sonido de la ciudad se eleva, las sirenas comienzan a rechinar vilmente en la ciudad de Barcelona, Santiago cree poder volver, cree haber probado que el amor se mantiene a flote y que el atlántico lo separa solo por hoy.
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23 La
humedad, comienza a ofuscarme, los recovecos intentan enseñarme que ando solo por aquí, extrañando quizás a los bípedos problemáticas, siento el calor esfumarse, no será lo mismo. La ventana me da lo que deseo, los milicianos poseen el control de Francia, luego de la huida parecen no comprender el dominó que poseen, la manzana comienza a pudrirse desde dentro, las fichas inevitablemente caerán una tras otra. Nadie apoya la forma de obrar del general, apoyado por unos pocos, veo día a día como un soldado intenta la revolución, desde la moral o esos valores humanos que ni siquiera navega en su mente por ignorante, ha cambiado algo en ellos, no se agrupan como antes. Odio ver como todos se van sin dirigirme un saludo, ¿qué clase de educación es esa?, quizás lo pensaron. Comprendo que la soledad es lo que ahora necesito, por la fuerza me dejaron aquí, solo, junto a la mujer esmirriada y fea que deshoja el ave que ama, pluma a pluma, llorando, implorando, eterna en sus movimientos, no se cansa, el hambre puede ser una enfermedad. Los días no tienen por qué, no hay cuestiones profundas, porque no hay presencias profundas que me instiguen amablemente a formularlas. Siento que nadie necesita 124
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de mí, o que todo carece del sentido clásico, vivir y dejar hacerlo, aunque es fácil pensarlo pero muy difícil llevarlo a cabo, pensaba que era algo más fuerte después de Bea pero todo me remonta a ella, más bien a esa sensación presa y latente, el tiempo pudo no haber pasado, según mi mente sigo siendo un ser perdido, huelo muy mal, ya no me limpio, ¿para quién? Me duele el alma, me duelen los músculos, me duele la forma en que miro con odio a mi alrededor, nada es como antes y me jode mucho. Recuerdo en esas tardes que la compañía pese a que pesaba y mucho dentro de esta casa, ¡estaba!, y bien establecida, las peleas, los gritos, las pausas tácitas que se establecían para una pacifica convivencia, por lo menos durante unos minutos. Ahora el silencio son disparos y aullidos torpes. Aquí la guerra pasaba sin pena ni gloria, porque la batalla se libraba en su esplendor con los diálogos, siempre pensé que la mesa funcionaba como el ágora, donde los pensares intrínsecos y las teorías mínimas o máximas encontraban sentido lógico aquí, al menos una explicación flotante de los cuestionamientos de todos los que la planteaban. Autores de todos los siglos flotaban en los mares de conocimientos que flotaban en aquellas noches o tardes y ¿mañanas? de diálogo y espejo, Samuel Richardson fue uno de los más criticados, tomamos sus dos novelas Pamela y Clarisa por el ejemplo del acoso ambivalente, de ahí surgieron los puntos oscuros de algunos de nosotros que de la nada desatamos en llantos y sonrisas, así de una punta a la otra del límite entre la locura, el recuerdo no grato o el invento. En esos momentos florecía lo que me hace 125
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sentir el orgullo en la garganta y en mis labios, porque todos juntábamos la fuerza y nos apoyábamos, sin cuestionar o ni siquiera hablar, un abrazo, un beso curaban cualquier problema, ¡eso!, eso, es lo que añoro, se me erizan los pelos, y no por odio o advertencias. Mis tardes no tienen fuerza, no cargan nada en mi alma, tengo la impresión dentro de mí, de un vacío intenso que no me agrada y que me mata lentamente, elegir morir no es lo mismo que dejarse morir. Las ventanas, los platos, las cuchas, los libros (miles a pesar de las quemas de invierno), el hogar, la mesa y sus sillas, el cuarto oscuro (que nadie entra por miedo), nada de lo que hay en la casa tiene relevancia, nada incluso la comida (sus restos). No cocino, por momentos decido salir a cazar para lograr tener algo fresco y digno de deglutir. La ventana representa todas esas tardes en que veía como Santiago Valles observaba la calle y lloraba o cantaba (que es lo mismo). Las cuchas vacías me traen lágrimas que me mojan y me dejan húmedo, y en esas cavilaciones aguadas veo a Carla con sus gestos pasivos y su furia desenfrenada a la hora de defenderse. De Lupho me queda el escritorio que no me trae más que disgustos, me recuerda como me molestaba, él nunca me quiso pero yo a él lo amo, por su carácter o más bien por su convicción, él será totalmente lo que sueña y nada lo detendrá, por eso en mis noches o tardes como hoy rezo para que no haya leyes en su vida, para que nada lo trabe, es cuando me deshago del mal y corro en busca de comida, me aliento solo, por él. La noche me acerca al sueño, eso me contenta ahora, para no pensar, para olvidar mi felicidad. 126
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24 Los pasaportes de Carla están en vigencia, es ahora una ciudadana Española, tampoco le interesa mucho a ella de donde es realmente, cada día despierta en un lugar distinto, es imposible que sienta el desarraigo impreso, porque es permanente. El taxi la ha acercado a la embajada, donde luego de algunos inconvenientes ha concluido al fin con todo el papelerío burocrático que tiene que enfrentar cualquier hijo de buen vecino al acercarse a una dependencia del estado, aunque ella gracias al tratamiento médico fue impulsada con algo más de velocidad, (no olvidemos las velocidades de tortuga exasperantes que determina a la burocracia como arma del estamento para alejar a los simples mortales de las quejas sobre las desatenciones). La mujer de faldas largas y gafas que le ha otorgado el grado de ciudadana justo antes de que se retire le ha aconsejado algo que nunca olvidará. -"La pintura es poesía muda, recuérdalo, la poesía es pintura ciega", al terminar de pronunciar la última sílaba como quien no ha dicho nada vuelve su rostro a las ocupaciones y preocupaciones comunes de su trabajo, Carla sin comprender la situación se retira del lugar apacible como es ella al andar y al hablar, pero una 127
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pregunta resuena entonces por su mente. -¿Por qué el ejemplo, por qué ella?, las señales no acostumbran vestirse de época, te lo agradezco_ piensa mientras camina al centro de la cuidad donde con los pocos billetes que le restan en la cartera viajará a su próximo lugar de distensión o... ¿quién sabe?, mejor el presente. Paralelamente. Santiago no aguanta la impotencia de poseer toda esa angustia, Roberto le ha otorgado algo impagable, placer a cambio de la cavilación matinal, hay palancas que accionan sentimientos, tal es así que Mariana reaparece una y otra vez en sus pensamientos, no deja un instante de recordarla en esas mañanas soleadas en Uruguay tomando pavas de mates, compartiendo su vida entera con su amiga del alma, o su amor de toda la vida, no hay dudas de que Santiago Velles nunca pudo decirle la verdad de sus sentimientos y en mil encuentros meditó la forma de decírselo sin éxito, la mayoría de las veces, creía que la negativa lo alejaría de ella para siempre, la evidencia de una mentira anterior sería la excusa perfecta, la quería, se fue por... Mariana introvertida sumida en sus propias conclusiones de la existencia y sus habitantes, no comprendía el amor claro y puro de Santiago, veía en él respuestas. Se dirige al aeropuerto quiere viajar cueste lo que cueste, con las últimas monedas que le restan en el bolsillo casi desarmado del pantalón sucio embarrado. Se siente sucio, aislado, en una parte de la tierra que desconoce a la perfección, está cansado de andar lejos. 128
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Para el señor Lupho, pues así lo llaman en Madrid, todo es un nuevo comienzo cerca de su tierra, tiene el agrado de continuar en Europa por deseo, de comenzar la ardua tarea de recomponer su proyecto, de moldearlo y presentarlo en las editoras del país o del mundo, poco le importa llegar a ser parte de la jet set de España, están alejados de Francia al menos por tres décadas, según lo que acaba de pensar. Mientras, en algún punto espacial, Carla toma su taxi al centro recordando durante todo el viaje la frase de la señora de la embajada, Santiago arrepentido por su amorío de estación intenta comprar un boleto a Uruguay. Lupho sin problemas, toma un té de hierbas, sentado investigando algunos detalles que la han quedado sueltos por todas las hojas del ensayo, tose pero no escupe nada. Madrid está atareada, repleta de turistas y movimientos constantes en son de festejo, esto comienza a irritarlo, la libertad se festeja , los ruidos ambientes constantes e infinitos tienen el sabor de la desconcentración, hay demasiada tetosterona dando veultas, algo de lo que puede llegar a despertar fobia en Lupho, es entonces que al minuto decide viajar y retomar sus tareas en un tren, en cualquier tren que recorra toda Europa, esquivando obviamente Francia, ahí en su viaje infinito podrá terminar su trabajo y comenzar otros de distinta envergadura, nadie debe a Lupho, Lupho no debe ni un suspiro a nadie, así que toma su bolso y con la pasividad de un ave en ronda camina rumbo a la terminal. La frase no deja de resonar, como en esas noches en las que las palabras retumban sin poder alejarlas, 129
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creyendo (uno) que la locura roza el límite. Dentro del taxi, comienza a llorar desconsoladamente, el conductor la mira, y recuerda a su hija en Argentina (es un puto extranjero, un sudaca, !de por ahí!, un roba trabajo, mano de obra tercermundista, un inmigrante), vuelve su mirada mientras recuerda el asado junto a los amigos, junto a su esposa e hijos, piensa, asiente solo y niega solo, como si discutiera dentro de su cerebro, mientras Carla continúa el llanto incesante. Duda, quiere verbalizar pero juega con sus miedos, aunque... -aquí no se habla tanto, se reserva mucho la gente, tiene miedo de hablar de más_ rumia indesiso. -¿Qué pasa hermosa?, ¿por qué llorás?_pregunta con la paternidad plasmada en el gesto. -Nada… es que un se-ño-ra me dijo algo que acabo de com-pren-der (entre cortada por la angustia). -Lo que haya dicho, olvidalo y mirá para adelante, es hermoso saber que el futuro aguarda por uno, y el presente soportalo como tal._añade con más suavidad. -Pero… es que_calla Carla, mira la alfombra del coche y ve sus pies, las zapatillas, la goma del piso del auto, el asiento, la nuca del conductor, y nada le importa, es entonces que lee la ficha del capitán de aquella nave terreste, (es obligatorio en Europa tener una en cada móvil). –¡Es usted Argentino!, ¿por qué trabaja aquí?, dicen que es precioso aquella tierra _afirma con la inocencia perdida de niña y espera respuestas. -Estoy obligado, mi familia se encuentra toda en Argentina, yo estoy haciendo algunos billetes para poder mantenerlos, porque en Argentina no hay dinero, hay tortura y poder mal empeñado, por suerte ellos están en 130
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un lugar alejado, donde los ayudo a pasar lo peor con dignidad, ¿entiende?_termina el conductor con algo de pesar en sus palabras, su enorme tristeza se suma a la atmósfera. -Perdone no quise que recuerde, soy una estúpi… _es interrumpida por el conductor. -¡No!, no, para nada, yo la vi muy mal, ¿entiende?, hacia donde va, ¿qué busca?, perdone las preguntas, pero la vi muy perdida, como una niña, ¿entiende?._añade con la misma suavidad. -Mi destino termina de moldearse, en el momento en que el mapa me dirija a un punto, que probablemente no conozca, deseo estar tranquila y escapar de todos los recuerdos, porque mi vida siempre fue direccionada por alguien, sino era mi novio era mi padre y así siempre estuve vedada por la opinión de los demás, hoy decidí ir por mi vida, aunque me cueste morir en el intento, me siento sola... no sé porque hablo con usted de esto, lo lamento mucho, usted también está lleno de problemas, ¡como todos!, no sé que hacer, tengo tanto para dar, pero tan poca suerte. -¡No diga eso!, mire hemos llegado, tome esto, para el viaje, olvídese de pagarme el viaje, usted merece llegar a su destino, así que tómelo y corra a por él._ dice el conductor con una sonrisa, mientras abre la puerta del lado de Carla, esta lo mira, sus retinas encierran el agradeciendo, el extasis de emoción la nubla, no sabe que hacer, los coches pasan junto a ella, los sonidos de la ciudad la duerme por dentro como una canción de cuna, es entonces cuando chequea nuevamente la ficha del conductor y dice al bajar. 131
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-Gracias Marco, usted es un buen hombre, un gran hombre, recuerde esto por favor, “no hay profetas que vivan en sus tierras, pero si hay amores que se profesan en su nombre”. Cierra la puerta y camina sin mirar atrás, Carla odia las despedidas y las escenas de películas de pochocho, así que abre el sobre y entiende que el hombre es más que un buen hombre, es un ángel, los billetes hablan solos, quieren cambiarse por un boleto a un destino verdadero, elegido por Carla, para descansar de tanta desidia, de tanto dolor. No se ha dado cuenta que su mensaje emula al de la señora de gafas. Lupho camina por la gran vía, observa cada fachada como una obra de arte, en los escaparates reposa minutos, admirando la variedad de objetos en venta, camina siempre a paso tranquilo, recorriendo como una turista de cuidad, comprendiendo la historia a sus pasos. El ir y venir le entregan a su mente una gracia lógica de entendimientos, al desarrollar sus nuevos pensamientos laterales, genera ideas únicas que repite variadas veces para no olvidarlas, y recita poemas que inventa en el mismo momento meintra camina y a su vez elabora ideas en algún rincón de su cerebro. Cada rostro, reflejo, ladrillo o animal le sirve para crear poemas de los más surrealistas, así pasan las calles hasta llegar a Atocha, la terminal, desde allí podrá viajar y hacer trasbordos en cualquier medio de transporte (en vagones de época por la comodidad del restaurante y los camalotes). Agita su bolsillo, no luce bien, Santiago tiene las mismas prendas que en la noche de la huida, que a la hora de 132
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dormir con Roberto o cuando fueron sorprendidos por los soldados milicianos. Luego de eso no ha cambiado su vestimenta, tampoco le importa. Camina apurando el paso, le duelen los huesos o los músculos, en realidad casi no distingue las nimias diferencias de la presente realidad de Barcelona, cruza la calle directo al aeropuerto, decidido a viajar, para él la ciudad podría arder por algún capricho de Rey por el que no declinaría su viaje ante nada.
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De
pie (por decirlo de alguna forma) continúo observando cada detalle que se me escapan, allí en la esquina blanca donde dejó flotar mis deseos, en los mares de confusión. Veo al gato y al ratón blanco, en su lomo está su hermanita que cuelga milímetros al ras de la muerte. Negro corre y deja correr, por su instinto de caza, el blanco agita su pelo queriendo olvidar que lo persiguen. Un frente de color amarillo, quizás una casa de té, sirve para que blanquito deje de mostrarse en la calle, dejándose asechar por el negro intenso que lo domina. La materia que me rodea está subastada a la humedad, deteriorada al minuto cero de su existencia, no me gusta permanecer dentro de la guerra, solo, solísimo. Algo me dice que debo correr al norte, donde nadie busca a nadie, donde el dolor cesa de bueno que es conmigo, en donde algunos escapan con vida, no puedo verme inundado de fantasías que no se cumplen, la muerte me acecha y tengo que esquivarla.
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Me dirijo al espejo, al objeto quebrado del sector de somnolencia, junto a la cucha de Carla. De las veces que transité los sectores, la guerra, el puente, el agua, nunca medité o me detuve a observarme, nunca frente a un espejo, algo me aterra de ellos, creo que de niño tuve algún episodio con algún espejo cortado, o solo es mi gran mente tratando de limitarme, ya no importa, ni mi lenguaje interno, ni mi consciente tiene la habilidad de flotar, floto yo y punto. Su marco es de algún siglo pasado, parece tener la confección del artesano del renacimiento, dentro tiene los retazos de vidrio espejado insinuando algo que no comprendo. Su pelo, color blanco y negro, veteado en forma distribuida, sus ojos rasgados distan del común, es decir, no veo mis ojos, y ese pelo que se mece al compás del viento, ¿Qué es esto, una broma de muy mal gusto?, es imposible. La casa se halla en pleno silencio, las aves de lata sumergidas en la densidad de la noche vigilan Toulouse, la casa minada de restos sigue de pie, las paredes húmedas, con gotas tamaño rata bailando, son la clara sensación del conjunto que envuelve como un manto congelado ante la fiebre. Las cuchas, el sector en sí, demuestran que hay alguien más dentro, algo más. Del espejo hay una señal clara de existencia, un reflejo amorfo, una condensación de colores sin forma. Un gato posa frente al viejo y golpeado espejo del siglo XVIII, su mirada estática no aborda nada, mira cada ángulo posible, no genera movimientos ágiles (considerados 135
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comunes), sus patitas color blanco y negro mixado apoyadas sobre la húmeda madera no tienen la intención de aislarse del agua corrosiva, tiene impotencia. Del espejo un ojo, una cola, una silencio abrumador, algo más que una muestra clara de la verdad, una tortura silenciosa, pura y única. Se mira y el tiempo deja fluir los cuestionamientos, pero se pregunta asintiendo (dentro) que su condición es necesaria, explica entonces el por qué de su estadía en la casa (la prolongación inoportuna). Su pelo, mi pelo, mi reflejo, mi verdad desnuda, pero ¿Cómo?. Tengo uñas, pero de qué sirven, no las uso, ¿las usé?. ¿Por qué animal y no humano?, no cambia nada, leves cosquilleos me duelen dentro, comí carne de mis semejantes, seguramente eso no cambia nada, soy animal, creo, lo soy. ¿Acaso nadie lo sabía?, Carla me tocaba por horas y no sentía como explicarle, nunca necesité explicarle algo, solo los escuchaba a todos, creí que no importaba tener que hablar, entiendo por qué no lo hice antes, pelo, mucho pelo que me calienta, y no siento frío. Esos fríos me tocan el alma, y no los siento. Pero ¿qué me queda?, no debo correr, deseo correr, mi pelo, mis ojos, la distancia me ensordece sin oírla ni palparla. Pienso, medito cada instante, pero soy gato, ¿usaba anteojos, o el embellecimiento mental, decoró mis recuerdos? La noche, el día, las horas, la lluvia, el sol radiante, la luna temblorosa de Cortázar, los silbidos de las bombas, 136
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los estallidos al caer y destruir. Los gritos, las alabanzas, los vientos huracanados, las corridas, el pasto en el piso de las cuchas, el verde musgo en las paredes de la casa, la gran Toulouse quebrada en millones de partes indefinidas. Los colores de la vida, la vida encontrando su evolución, las cuchas con agua, el agua matando la muerte en la casa. La noche, las noches de agobio, las de sueños, las de muerte y añoranzas. El pasto crecido, verde intenso compartiendo la vida con el agua. Los platos, la cocina, los discos, los libros, los mates, todo bajo un manto de olvido absoluto, bajo la lupa del tiempo. El pasto verde crecido rodeándolo, él y el espejo verde de vegetación. Los silencios olvidados, gato y espejo, gato y reflejo, gato petrificado, duro, inmóvil, mirando obnubilado. Animal de destreza física, agilidad incomparable e instinto de caza, blanco veteado. Sus retinas secas, sus inmóviles patas reposan bajo el agua, la casa tiene odio, la casa muere de tristeza, llora por dentro. Las maderas caen, poco a poco, el techo comienza a dejar despejada la vista, el cielo aparece miedoso por las maderas, el agua asciende sobre casi todo. El gato duro, observando su muerte, dejando su verdad dentro de él, olvidando lo visto, suelta el aire. En su mente animal desmembró cavilaciones imposibles de hilar, de manera que su odio es algo más que un recuerdo, su vida deja en segundos de ser el anhelo. El tiempo lo destruye, como destruye las cosas, como mueren la casa y él al comprender que todo cambia, se modifica y no vuelve, nada vuelve a ser igual.
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-No lo puedo entender, ¿por qué los escuchaba?, ¿por qué me dejé tocar?, ¿por qué?, yo yo preguntándome... no aguanto más, no quiero seguir..._ sus pensamientos se desvanecen en algún momento antes de perder la consciencia y transitar esa ausencia de la realidad hasta llegar al sueño (donde el agua y el pasto reinan, por el tiempo que los apremia y une). La casa se transforma, se despide, llora y reúne fuerzas, se mantiene de pie aunque titubea, duda pero sigue, relámpagos iluminan la ciudad, los estruendos se potencian, los gritos desgarradores se multiplican el dolor se extiende por todo el manto terrestre.
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a pesar de todo y todos, Lupho adopta su verdadera intención sumergida, materializándola en un viaje constante, donde todo su potencial, pende de su estructura y modelo de continuidad. El tren dista de uno de América, aquí en Europa el desarrollo fue abismal, la tecnología abordó todo lo que pudo, en las guerras, durante los procesos de paz, no hay asientos deshechos ni olores a sudor infinitos. La unión hace la fuerza y la transformación se hace evidente en sus servicios. Así avanza a pie de Hulliver por la revolución, última gestación social ante el descontento que destruyó la lectura, la posesión digna de cualquier ser y creó esas distancias entre los estratos sociales hasta en las letras. De manera que el que posee no es más que el que contribuye al proceso, o sea, unos pocos, casi nadie, ni siquiera aparecen en las estadísticas por que en sus mediciones son ínfimos, pero en la realidad, tienen (cada uno) más dinero que le ingreso bruto interno de cuatros países pobres. Así es el mundo que rodea a esas toneladas de acero y madera en movimiento, paradójicamente el medio fundamental de la primera revolución industrial y su material.
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Habita camalotes por la comodidad que éstos le ofrecen, su cama cambia día a día, pero su ideal se mantiene pese a los cambios de vías y panoramas. Lupho viaja solo, tiene la costumbre (recién adoptada) de comer en el restaurante, tomar su desayuno y merienda también dentro, por la visual o las fobias, quizás por la gente que lo concurre. Lupho, observa todas las formas de comer, observa en cada viajante a destino, sin pregunta alguna. Cree fervientemente en las cruzas de caminos azarosa y sus desopilantes consecuencias sin sentido. En cada país encuentra una forma de vida y de viajar distinta, y de ellas adopta la más conveniente para utilizarla en emergencias, o en futuras conquistas. Lleva recorrida media Europa, le encanta la idea de mantenerse en movimiento y recuerda el ejemplo que una vez citó Santiago para explicar la ley de la relatividad, “Mr. thompkins in wonderland” del físico Gamov, de donde extrajo la ejemplificación Santiago, rememora: “En relación con un desconcertante caso policiaco en el que se trata de comprobar una coartada, un científico enfrenta a Mr. Thompkins, con la siguiente situación: el domingo ocurre algo que Mr. Thompkins sabe que también ha de sucederle a un amigo que vive lejos de él. Si el tren correo fuese la forma de comunicación más rápida entre ellos, no podría avisar a su amigo antes del próximo miércoles; pero si, por el contrario, su amigo estuviese al tanto del suceso antes que él, el último día en que podría comunicárselo a Mr. Thompkins sería el jueves anterior. Desde el punto de vista de la causalidad, entre los dos amigos habría una distancia de seis días. <
>, objeta Mr. Thompkins, 140
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<>, le explica el científico. <>” Lupho añora esas ejemplificaciones, las citas a escritores de lo más desconocidos, recuerda entre recuerdos los escritores que conoció gracias a Santiago, y Galeano fue el más influyente para él, guardando las distancias con sus elecciones anteriores. La cultura nunca tuvo distinciones de nacionalidades frente a las situaciones que coexistían en la casa. Lupho nunca enfrentó bajo su ideología a Santiago, que constantemente introducía su pensar, como norma de vida, quizá por cobardía, aunque lo extraña realmente, con su corazón, pese a toda diferencia. Un coche embiste a Santiago en medio de la avenida, Cae al pavimento, una mujer de pelo colorado y lentes negros baja instantáneamente del automóvil en un 141
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torbellino de gritos, desesperada pide auxilio, toma a Santiago de la mano izquierda y controla su pulso mientras una persona se presenta como médico regular de un hospital cercano. Santiago (dentro) ve rojo, un rojo bermellón de una pintura de Monet, alguien lo agita bruscamente. La mujer del lujoso automóvil llora, el doctor acomoda el cuerpo inerte de Santiago, (dentro) el rojo se corroe de blanco y negro, una mezcla parecida a un cuadro del bigotes empinados deslumbra a Santiago que no entiende nada de lo que sucede fuera de él. La mujer tira sus lentes negros al interior del coche, toma un teléfono y hace el llamado, durante los segundos siguientes todos quedan estáticos, aguardando la visita y el traslado, hechos trizas por la ansiedad. –Está bien, solo es un desmayo_ dice el doctor tranquilizando a la mujer de acaudalada fortuna. -Pero no despierta, ¡mírelo!, ¡lo he matado! _ comenta entre lágrimas la adinerada mujer colorada. -Digo que se encuentra estable, señora trasládelo a un hospital, por control, nada más, créame, solo es un desmayo _ concluye el doctor alejándose de la escena repleta de curiosos y conquistada por los automóviles que descansan de tanto viaje. (Dentro) blanco y más blanco, frío intenso y una pizca de ganas de mirar, influyen en Santiago para despertar. Hay una habitación, una persona de su lado que no conoce, de cabello rojo intenso. Un doctor se acerca, tampoco lo reconoce, lo mira, le habla pero el silencio pertenece a la realidad circunstante, ajena a su interior de colores. Un sonido
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alejado, luego otro, más tarde una mezcla alejada de los dos sonidos, al final una tempestad sonora, pregunta. -¿Y vos quién sos?_ agita su cabeza. -La que te ha arrollado en la avenida._contesta la mujer. -Pero ¿qué hago acá?, no recuerdo, si recuerdo, claro, ¡los cuadros y todos esos colores!_exclama Santiago, mientras comienza a tomar conciencia de la situación.Tengo que irme de acá, me tengo que ir a Uruguay, (mientras junta la ropa, y trata de cambiarse). -¡No puede, está golpeado y no tiene dinero!_grita, tratando controlar la situación. -¿Y usted cómo lo sabe?_pregunta Santiago intrigado. -Por su registro, no tiene ningún registro, en ningún País, no tiene documentos, y dentro de sus bolsillos solo han encontrado monedas sueltas. -¡Déjeme ir!, usted no me conoce, ¡salga!_toma del brazo a la mujer apartándola, abre la puerta y ella lo detiene exclamando. -¡Yo lo ayudo!, espere, ¡tengo mucho dinero y me siento en deuda!, pero espere, no se vaya. -Está bien... está bien, lo necesito, al final no tengo nada, es verdad, soy un pobre diablo _ añade Santiago mirando el suelo del hospital, en su cavilar reaparece una imagen muy conocida, Mariana con sus cabellos negros y su sonrisa extrema. -¿Sucede algo?_pregunta extrañada la mujer colorada. -Nada, solo recuerdos_ silencia Santiago. En la habitación hay un televisor encendido con un programa de juegos, donde una familia compite con otra bajo el cuestionamiento constante del anfitrión del 143
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programa de bajo presupuesto. La ventana tiene una cortina de color violeta, y un velador junto a la cama haciendo juego. La puerta entreabierta, ella está mirándolo pensativa, y él surcando en los pensamientos, buscando alguna explicación a sus nuevos dolores. -Tengo la espalda destruida, me duele mucho _ se queja. Las piernas no me responden como quiero, me duele la cabeza, ¿qué hice para merecer tantos golpes en la vida?_ Toma con su índice la lágrima y la aleja de su rostro, como evadiendo al dolor. -Siempre deseé viajar, conocer culturas diferentes, saber del mundo y recorrerlo para poder ayudar. En mis tardes de verano, en Uruguay..._ se detiene a mirarla sonriendo de improviso. -Viví hasta mi adolescencia en Uruguay_ Ella asiente compartiendo la sonrisa.-En esas tardes de verano, cuando la transpiración no tenía olor, jugaba a la pelota con mis amigos y cada vez que metía un gol, pensaba que el pasto y el barro en medio de la pobreza, eran el estadio más grande del mundo, y que la gente me aplaudía con toda la fuerza, y yo agradecía por el triunfo, ¡esas sí eran formas de soñar! Pero en estos momentos mi vida pende de mis ganas al despertar, hay momentos en los que extraño y no aguanto el desarraigo, pero en otros medito en si realmente merezco vivir, hay tantas almas en pena. -Merece más que eso, _ lo interrumpe la mujer. Tiene mucho para dar y se nota al verle, debe volver a su hogar y buscar su verdadera vida. ¿Qué desea? -Enamorar a mi mejor amiga, ella se llama Mariana, pero no sé si al volver estará sola o qué, lo único que me 144
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desvela es imaginarla con otra persona que no sea yo mismo.¿Pero usted, tiene algo en los ojos que no dicen felicidad?, ¿qué tiene?, ¿por qué está aquí?_Cuestiona con algo de incredulidad. -Mi vida está plagada de dinero, pero no de felicidad, tengo todo lo que deseaba cuando era niña, como usted en el pasto y el barro. Pero algo me distancia de la realidad y mi cabeza, me está matando, todos los días me ataca silenciosamente, eso me debilita mucho, al punto de cuestionar si realmente mi existencia tiene sentido. Mi esposo no está nunca, tiene una amante, me hago la estúpida, mientras crío a tres hermosas personas, que me dan la fuerza para continuar. Entre todas esas complicaciones, viajo al supermercado con la intención de comprar la cena y arrollo a una persona. Por eso sintetizando, me encuentro velando por su bienestar._ frunce su boca arrugándola con sus brazos cruzados. La puerta está cerrada, ella se olvida de lo que dijo y sigue en la cama sentada mirando las baldosas frías del hospital, contando líneas. Él, está parado frente a ella con la ropa sucia rota y con varias gasas en el cuerpo, preguntándose por qué alguien tan hermoso y con tanta suerte puede estar así de enojada con la vida. La tarde deja entrever unos rayos solares amigables, que tocan el rostro de la mujer de cabello colorado. La cuidad parece perdida en el tiempo, sin sonidos, más que el del silencio, la pasividad del éter despejado de nubes molestas deja la impresión en cada persona de buen ánimo, con algo de aire fresco renovador. Dicen que es por el viento del Norte y la poca presión atmosférica, yo 145
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digo que es la conexión invisible que tienen todas las colonias humanas, que junto al clima comparten un humor parejo y un comportamiento clónico. Carla ríe de contenta, ríe desde el estómago mientras mira el dinero que le dio Marco, el taxista de Argentina. Se dirige a la cabina de la primera empresa de aviones que le gusta. Luego de elegir entre los títulos en movimiento amarillos de la cartelera del aeropuerto, toma como destino el lugar menos concurrido, como emergente final de sus dudas se determina Akranes en Islandia. Parece que no le importa dónde ni cómo, solo quiere tener el lugar asegurado a la lejanía. Billete en mano, convicciones replanteadas y ganas de viajar son el medio para el comienzo de su felicidad transitoria. El aeropuerto repleto de personas, los constantes avisos por parlante, hacen que Carla deje de sonreír por un momento, es cuando reaparece la imagen de Santiago nítida, y recuerda cada sonrisa, cada instante de felicidad compartida, o por lo menos de simulada felicidad. Entre los pensamientos, la gente aparece corriendo, comiendo, viajando, se deforman y hacen una foca con un hacha en su cabeza. Surge de golpe el de Islandia, destino Akranes por alta voz. Irgue su cuerpito, toma un poco de aire intentando llenar los pulmones y con el coraje en la espalda mueve su pie izquierdo primero, luego el derecho/izquierdo seguido, decidida a su elección y partida, nada la detiene ni su voz interior ni las dagas de dolor en su espalda.
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La mira con el gesto de pregunta, Santiago no quiere saber más de ella, pero dentro de su mirar Roberto renace como el Fénix, dentro de sus cenizas Roberto le recuerda a Santiago que sus caricias fueron distintas, eso lleva a un nivel de confusión, incluso para Santiago. Algo dice dentro de los recovecos oscuros de sus neuronas, que el placer no es más que un momento de pura calidad efímera, que solo se da en las situaciones donde reina el instinto, excluida la conciencia. Toma su abrigo, no quiere siquiera voltear a mirarle, en el brusco movimiento su cabello intenso en color, desprende un perfume incomparable, Santiago deja que penetre en su cavidad nasal, con gusto, disfrutando a la vez que le agradece por todo lo que ha hecho por él, ella solo dice que sí, mientras cierra la puerta. -¡Gracias!_ dice Santiago elevando el tono, con algo de ironía. La ropa mantiene su hedor, los días suman más tierra y más color a sus prendas, esto parece no importarle, Santiago ahora tiene algo más importante, su viaje. No olvidará la confesión, ni la charla con alguien que estuvo al límite de matarlo, jugando con su existencia, así de fácil, ¿como Dios?, cuestionaría, él. De lágrimas está curtido, todo parece nada, ante todo solo toma una vía distinta, para poder tener la certeza de no sufrir, o de escapar de los problemas, que en casos es más difícil, porque siempre pesa la conciencia en el hombre o en Santiago, en este caso, claro está. Carga una nueva forma, una nueva vía y se descarrila para olvidar a la mujer de colorados cabellos, corre, se detiene, descansa, se vuelve a agitar (hiato, maldito), 147
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gana dinero fácil, roba, una cartera primero, un bolso, pero se harta de no ver dinero rápido, así que decide lo más fácil, toma una madera con forma de algo punzante y al primer ser humano alejado del rebaño lo detiene. -¡Déme todo!, callado por favor, no quiero cometer una locura, ¡vamos que necesito el dinero!, ¡vamos!_Su rostro se endurece, su sangre comienza a calentarse. -¡No señor!, ¿qué se ha creído?_es una señora mayor, con un bastón, un paraguas por si llueve de improviso y un sobretodo de colores muy extravagantes.-No le daré nada, no lo merece, ¡y suélteme!_ grita sin intención alguna de dejarse ultrajar. -¡Cada centavo merezco, no me conoce!, ¡por favor déme el dinero!, no le haré nada, pero por favor, necesito ese dinero, debo irme del país._ su acento se define entre el estupor de la anciana. -¡Malditos extranjeros!, entran al país, nos roban, nos quitan el empleo y luego cuando ya no tienen que hacer porque la crisis los excluye, vuelven a su miserable hogar, ¡a la Meca de la delincuencia!_dice la señora (¿?), agitando el bastón, amenazando con golpearlo. -Mire... señora... América tiene mucho más que éste conjunto de colonias independizadas, aquí los hechos más atroces que ha sufrido la humanidad son efecto del mal desempeño, del intento de reinado, imperialismo y ¡quien sabe qué otras cosas! -No se lo permito, ¡sudoroso!_Grita con vehemencia, agitando incesantemente el bastón. -Nos aniquilaron, millones de personas murieron para que ustedes se enriquezcan, o cree qué su economía por el 1400 era de la mejor, ¡NO!, claro que no, nos 148
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encargamos con nuestra sangre de que ustedes tuvieran su pan, sus leños para encender cuando el frío asechaba, y los millones debajo de la tierra o peor aún sobre la tierra. Ahora exijo mi dinero, por favor, ¿tendría la amabilidad de devolvérmelo? -¡No!, ¡policía!, un inmigrante me quiere robar_ acusa, grita, intenta correr, pero la detiene Santiago, en su gesto vuelve a preponderar los músculos tensos, su rostro se transforma y siente un deber de herencia, toma la cartera de la anciana, y se echa a correr por los callejones de Barcelona tras pasar por el zoológico, cuando cesan los gritos o aullidos de la anciana, abre la cartera, en busca de algo de valor y se encuentra (para sorpresa) con un sobre. Lo abre con la curiosidad de un gato, dentro un papel con un sobre más pequeño, el papel resulta ser un telegrama, “Querido hijo, aquí envío el dinero disponible de mi cuenta, tu sabes que mi capital no es elevado, por lo contrario es muy bajo. Suerte con la operación”. Santiago ríe, pero no puede soltar el telegrama, se pregunta si la operación es compleja o solo una lesión de algún partido de Fútbol con amigos del barrio. Para sorpresa, el hijo de la anciana vive en Argentina, de su lado, cruzando los brillos del agua marrón, a unos pasos de su querida Uruguay. Cavila, tratando de hallar la forma de olvidar lo leído, sito en un callejón, solo con su papel en su mano Santiago queda estático, sin saber que hacer. Pasados unos minutos de ansiedad, relaja la espalda, luego con algo de dolor se sienta sobre unas cajas de cartón, en medio de un basural. Mira el cielo, el azulino que lo relaja, vuelve en sus pensamientos una frase de Nicolás 149
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Maquiavelo "No puede haber grandes dificultades cuando abunda la buena voluntad." Ríe nuevamente, irgue todo su envase color piel y huesos, continúa riendo, lanza el telegrama al basural, abre el sobre pequeño y descubre un abultado fajo de billetes, todos de cien, de moneda Americana, norteamericana, “Dólares, esos imprudentes billetes americanos que tienen diverso valor y el mismo tamaño”. Ya sabe que hacer, la operación tendrá que aguardar nuevo aviso, decidido se dirige sin escalas al aeropuerto, esta vez sin contratiempos, solo la ansiedad que le genera acidez. El vuelo fue calido, ameno, la presión hizo que la nariz de Carla sangrase, pero nada que no se solucione con un destape de oídos y una mirada de unos minutos al techo. Islandia es bella, rodeada del océano Atlántico y el mar de Groenlandia, es una isla con un cien por cien de alfabetos, la longevidad se extiende a los 77 años promedio (entre hombres y mujeres). La agricultura y la industria de alimentos es una de las tantas fuentes de trabajo de la isla. Carla continúa leyendo un folleto de la cámara del turismo, (sería extenso situarse en los detalles), ella sabe que es un lugar donde la tranquilidad reina. La vista al parecer es única, el mar, las palomas. Primero debe encontrar la forma de recaudar algo de dinero, entonces recorre todo el centro, que consta de unas pocas cuadras, decide gracias al consejo de un comerciante, ir a Reykjavík, la capital de Islandia, en ella las posibilidades se elevan. Toma un ómnibus, previo descenso un café y una vista inigualable, al bajar descubre un pueblo, casi idéntico a la cuidad anterior, el 150
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primer trabajo no se hizo esperar. Cuidando niños comienza, viviendo en algunas casas con el puesto de mucama, luego pasado algunos meses, gracias a su jefe, consigue un puesto en una fábrica de zapatos. Comienza a sentirse algo incómoda, en las noches algunos mareos la molestan, pero no hace caso omiso y continúa con su labor civil. Conoce de rieles, como un indio conoce de Caza. Su experiencia de traslado constante lo ha convertido en un experto en trenes de larga y corta distancia. Su labor dentro del mismo ha sido de los más beneficiosa, su proyecto está a punto de ebullición, a los 100 ºC se pule, con los últimos retoques, Lupho admira cada día y en cada viaje, su obra maestra. Conoce sus limitaciones como animal cuadrúpedo, pero su convicción trae aparejada una serie de acontecimientos claros en él, como si supiese lo que viene a ocurrir con su vida profesional a cada minuto. Su último camarote de despedida, tiene una mesa (hecha de cajones de madera) con sus cuadernos y máquina de escribir, en su asiento/cama, el bolso contiene algunos textos cautivos, invita a quemar todas las hojas que en algún momento lo tuvieron con fobias repentinas, ahora olvidadas o superadas parcialmente. Lupho con aires de gloria, cierra el ensayo final, con su portada con nombre de autor y título. Tras la finalización deja todo y recorre el tren avisándole al maquinista, cafetero, mucama, en definitiva a todo el personal, de la empresa, festejando con cada uno de ellos la conclusión de su proyecto, ellos tenían apuestas, al saludar a una 151
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camarera asiática ésta saltando le dice que gracias, no entiende pero sonríe. La felicidad sobrepasa a Lupho, sus dientes no dejan de brillar, blancos como el ratoncito y su hermano, se muestran en todos los vagones, incluso en el vagón bar. Una vez acabado el festejo y las sonrisas de plástico de lado, decide bajar en la próxima parada. Lupho desea presentar la obra a todos los editores de Europa, no importa quién, sino cómo. Él posee eso que llamamos “optimismo parcialmente acelerado”. Su próxima estación es Kiev, la capital de Ucrania, donde comenzará la búsqueda de la punta del témpano de hielo, su éxito o su vida completa en alguna parte de los océanos perdidos.
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27 Un niño de unos leves e invadidos cinco años está sentado en el frente, sobre el escalón principal, de la casa abandonada, los ladrillos desechos penden del cemento noventa por cien arena adheridos como con cola. Tiene ojos éter, piel de lagarto, dura como el cuero, unas pecas sobre las mejillas demuestran su inocencia (¿por qué?). Una guitarra sobre el muslo, una voz aterciopelada repleta de notas elevadas, girando en trompos por el aire de la calle, donde la milicia intenta su retirada. La tarde encuentra su apogeo en el crepuscular color naranja, los soldados intentan hallar la forma de retirarse por las fronteras. Algunos por los Pirineos, otros por Bélgica, los valientes por Luxemburgo, los elegantes por Suiza y los románticos por Italia. Fragmentase toda la milicia en un instante, al momento de la huida de los tres. El poder comenzó a abordar en algunos de los soldados al comprobar la debilidad del General y con el maldito y constante error humano, decidieron derrocar algunos al principal precursor del movimiento. Una matanza de miles inocentes, sangre y desesperanza abundó en las calles de Toulouse, que de sangre acostumbradas ya estaban. Pero nadie lleva la culpa, miles de ellos desbordaron los límites, escapando 153
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de su ideal primero. Así dispusieron destinos, en clubes de algo fueron huyendo, al momento en que las bombas aniquilaban al civil, al miliciano y al niño que con cantos embellecía la puerta principal de la casa. Nada importa, solo esos golpes de manos, esas muestras de poderío que eleva al ignorante a la cuna, donde mueren por cobardes, por idiotas y necios ideales. La casa, rodeada de balas, agujereada por todos los flancos mantiene su estructura inicial. La fachada existe como antes, en su interior, un gato blanco y negro, del tamaño normal posa frente al espejo destruido, en su pelaje hay un color rojo matizado, y tres agujeros, restos de las balas que ingresaron por las ventanas, por la ventana del sector de somnolencia, su cuerpo inerte, erguido como si nada lo pudiese matar continúa observando, a pesar de todo, el espejo existente. Las paredes son agua constante, transformado en un baño romano todo el conjunto, un musgo verde fuerte, pasto verde claro, rodeando, tupiendo todo el suelo donde meses anteriores eran la fuente de inspiración de aquellos seres especiales que la compartían desde la necesidad y el amor confundido.
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28 Viernes 18 de Noviembre. El espejo, el reflejo y Carla, su rostro a media mañana, con el cansancio de un arduo trabajo. Abre la boca, mira sus muelas en busca de una carie, rasca su lengua, siente el sabor de la mano sucia. Sus ojos caen, apagados por los acumulados empecinados soñares, una mancha en su mejilla izquierda recorre un cuarto de su rostro, en esa porción hay un oscurecimiento gradual, con diferencia a la pigmentación normal. Algunos rayos de luz indican que el día contiene más grises que claros, eso sumado a todo el cansancio contenido terminan por lanzar volátil a Carla sobre la cama, en busca de un sueño profundo y sin sobresaltos. Reposa su rostro en la almohada, huele el olor a limpio con ganas, suspira expulsando todo el aire que resta y cierra los ojos. Una imagen fugaz, unos sonidos inaudibles, algunas frases sueltas, son el estado anterior al sueño. Los rostros de los niños, del empleador, de la gente que habitualmente cruza al dirigirse al trabajo permanecen estáticos, sumados a una elevación del volumen de las frases, que comienzan exasperarla de forma progresiva, al punto de creerse loca, o fuera de sí. Gira, se acomoda, golpea la almohada, gruñe, patalea, gira, contiene el aire, huele su aliento caliente que se mantiene en la cobertura de la almohada y apoya su oído creyendo escuchar algo. 155
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La suerte favorece al desdichado, citando a espléndido abogado, debería de ser merecido el azar en Lupho. Han pasado algunos días de la finalización de su obra, por decir días, a veces me confundo. De Kiev solo cosechó rechazos, cada editor rechazó la novela como si todos coincidieran en botar la obra sin leerla siquiera, así como si nada valiese. Lupho bajo el temperamento y la convicción recorrió cada recoveco de Europa enfurecido o convencido, eso sí, en tren claro está, pero disfrutando del viaje, sin trabajos extras ni sobresaltos ajenos. Después de pasar por Ucrania sin ningún éxito, viajó con algunas reservas a Polonia, donde la cultura no aceptaría en lo absoluto una literatura tan errante. Firme fue directo a Alemania, país rico en genios, confió, fabricó posibilidades, allí la genialidad se filtraba en la cultura y en los círculos inaccesibles; una desilusión sumada a las anteriores, ya que sus grandes ídolos pertenecieron a ese país unido a un punto de inflexión que derivó en un momento fatal histérico, devolviendo nuevamente su cuerpo al culto del movimiento, estaba seguro que habían errado (dos veces ya) al no aceptar la supuesta genialidad de su obra. Sin resultado alguno más que el derechazo en la mandíbula, quiso integrarse al círculo de Bélgica y posteriormente al de España (nuevamente visitada). Al arribar a Italia sin sueño alguno de ser escuchado por los literatos, se abocó como última oportunidad a mejorar el léxico de los diálogos, se centró durante algunos días en perfeccionar los textos, por primera vez en su vida comprendía que su obra podía fallar, que 156
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quizás no era una casualidad incongruente o un empecinamiento editorial repleto de saña. Al finalizar, su última carta estaba jugada, el destino diría si su obra realmente merecía algo de atención de los editores, conocía muy bien las paredes éticas por lo que adaptó lo que creyó con leves cimientos en una base fuerte y propagadora de provocación, la moda condicionaba a la marea de escritores que se limitaban a los juicios de las compañías líderes, tenía la clave para meterse con el estamento y los valores cristianos, podría ser un emblema de cambio, España estaba revuelta y el mundo en un agujero negro de dictaduras. Redondo, oblicuo, amarillo y brillante, con los haces recorriendo su circunferencia, el sol toma cada milímetro de superficie del agua (de río) para hacerla brillar como si de plata se tratase. El ferry a una velocidad constante corre como maratonista sobre el agua marrón, agua de color que Santiago no podrá olvidar nunca, el amor lo enlaza con los olores, la temperatura, los sonidos. Con manchas y roturas, su vestir mantiene la suciedad inicial, pero ahora de algunos días, largos días digo, para confundir. Santiago demorado en Argentina pudo hacer el llamado a su querida Uruguay, sito en el país del obelisco y la avenida vivió los primeros días de dictadura, presenció como alumnos de una escuela murieron a pasos de sus pies, por balas de algunos malditos militares, escuchó unos lápices caer. Supo que algo comenzaba a gestarse, se olía en las calles vacías por el toque de queda. Al comprender que todo comenzaba, hizo el llamado, pero no llamó a su familia, 157
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solo a Mariana que aguardaba noticias de Santiago por carta, al sentir el llamado y saber que era él antes de atender, marcó su corazón a fuego indígena con una promesa. En el tono tembloroso de Mariana surgieron unas preocupaciones mucho más profundas de lo que Santiago esperaba, ella temía por la vida de sus amigos, familiares. Según su parecer todo empeoraría y su vida también corría peligro. De aquí un fragmento. -¿Santiago?_pregunta gritando al mismo tiempo, sin saber si realmente es Santiago. -¡Mariana!, ¡tengo unas noticias!, tengo tanto que contarte que no aguanto, te parecerá raro, pero tengo la posibilidad de llamarte, necesito saber como estás, qué hacés._dice incesante en la palabras, al momentos de silencio es interrumpido por Mariana. -¿Seguís en Francia?, no entiendo nada._añade ella. -Es difícil de explicar y no tengo tiempo ni dinero para explicarlo por teléfono, así que voy para allá, ¿me esperás?_dice él con una sonrisa larga. -¿Qué?, ¿estás cerca?, no me mientas Santiago, no me has eso, ¿dónde estás? -¡En Argentina!, en Buenos Aires, cruzo el charco y nos vemos, tengo algo que decirte, prepara el corazón, dormí mucho, y tomate algún tranquilizante… -¡No!, no podés, algo pasó acá que no es bueno, es un caos, y creo que va a empeorar... no sé cómo de decírtelo... pero... tengo que decirte que... que ayer falleció Walter. Quiebra en llanto, entre lágrimas esgrime unas palabras a un nivel bajo de audición, sigue atento pero perturbado.-Le dispararon en la puerta del club, 158
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nadie pudo hacer nada, junto con él, Mácula, Castell, Mourelos y otros del barrio. Por favor tenés que esconderte, porque se pone muy jodido Santiago, tenés que esperar, perdoname que te diga esto, no es fácil para nadie, es lo que está pasando acá... es horrible. -¿Cómo, Pablito, Fernando?, ¿Sebastián?, me estás cargando, tiene que ser un chiste, ¡no puede ser!, ¿hablás en serio hermosa? -Me duele en el alma pero es así, no voy a mentirte, no estamos para chistes, no sabés nada, estarás enloqueciendo, no pienses, quedate tranquilo, buscá a algún amigo que tengas ahí. -¿Los vieron?, es una locura ésto, se está enfermando todas las naciones, hay que parar ésto, encima ayer justo estuve en una manifestación, pensé en ellos... no puede ser verdad... acá están locos, ¿qué mierda pasa acá?, salgo de un lugar asqueroso me meto en otro. No puede ser, me estoy cansando de toda esta mierda de mundo, ¿se ponen de acuerdo, o qué mierda?_ hace una pausa, se enfría. -Mirá, acá lo único que vas a lograr es que te maten, por favor escondéte en alguna provincia, donde no pase nada, hasta que las cosas se tranquilicen un poco, andate al sur que es hermoso, prométemelo Santiago, andá, y no vuelvas._dice, su voz tiembla demasiado. -¡No!, voy a volver, quiero ver mi tierra, cueste lo que me cueste. Esos hijos de puta no van a condicionar mi vida, nadie más que el azar puede matarme, aparte tengo el pasaje de ferry en la mano, no puedo devolverlo, así que por la tarde, entradas las siete estoy en Montevideo, desearía que me esperes en el puerto, pero si no vas lo 159
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voy a entender._ dice Santiago, luego corta el teléfono, enojado por lo que acaba de escuchar, por todas esas muertes que no comprende. Redondo, oblicuo, amarillo y brillante, con los haces recorriendo su circunferencia, el sol calienta las mejillas de Santiago enfurecido. Parado en la baranda, admira la belleza descomunal y el interminable piso movedizo brillante estirando los labios, disfrutando de la vista; dentro, los sentimientos mezclados de la última llamada revuelven el estómago, y los nervios lo marean, junto a la marea. En el interior de la embarcación recorre el centro comercial sin tasas, para pasar el tiempo elige un perfume para Mariana, el resto del dinero está destinado a devolvérselo al muchacho internado, sumado algo de lo que pueda juntar en el barrio trabajando. Hora y media de viaje lo siguen mareando, pero resiste sus juegos, el río suele ser algo más bondadoso, lo que sucede es que lleva tanto tiempo en tierra firme que un leve movimiento o pensamiento impuro lo indigesta. A lo lejos y tras un tiempo prudencial se divisa la costa de Montevideo, lugar donde Mariana recorría con él de joven, piensa en sus cambios, en cómo se fue y cómo vuelve, se siente viejo pero joven. El aire agita su pelo, su bolsa y el perfume, anuda los perfumes. ////Dos horas antes///// El tubo del teléfono en la mano de Mariana continúa lanzando una seria de ruidos incesantes, la llamada ha terminado, pero ella no lo entiende. Un sonido la saca de la quietud de los pensamientos, en la puerta principal alguien toca la puerta. 160
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-¡Es la policía, abra por favor!_dice autoritaria una voz grave, su alma se encoge instantáneamente. -¡Ahí va, señores!, recién salgo de bañarme, un minuto y estoy con ustedes._el instinto la gobierna, suelta los pensamientos, el miedo está a un segundo detrás, si detiene su cuerpo cae presa del pánico. -¡Un minuto!_termina el policía. Al terminar con la última consonante, Mariana toma su abrigo y sale por la puerta de atrás que da al patio y sus árboles tupidos y oxigenantes, donde Santiago y ella tomaban pavas interminables, hablando de la vida y la justicia, criticando al poder, esto último más Santiago que Mariana. La medianera es baja y puede treparla fácilmente, de esa manera ir directamente al centro de la manzana, elegir el lugar por donde salir a la calle y escapar. Ella sabe que la policía no quiere dialogar, ella es la próxima en atestiguar, y si sale mal o no dice lo que les gusta oír la matarán como a Pablo, Fernando y Sebastián, frente a su familia y amigos, sumidos en una total despedida/humillación. Sortear las demás paredes no crean mayor obstáculo, ya que de niña lo hacía casi todas la noches para ir al río a escuchar el sonido de la olas sobre las rocas. Entre ropas ajenas y corridas, logra llegar a la calle, repleta de sudor frío. Su abrigo le facilita el ocultamiento parcial del rostro, con capucha camina de forma aleatoria por las calles, a paso aligerado. Recuerda las palabras de Santiago y de la forma en que se lo dijo. Por esa razón toma un taxi en la avenida principal (única arteria), y con sus billetes ahorrados emprende el viaje a Montevideo, hipotecando su vida a razón de unas dos horas de viaje. 161
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Ella consternada por toda la situación no es capaz de hablar, mientras que el conductor, como es de costumbre habla por demás sobre el tiempo, para no aburrirse o para disfrutar de las desgracias ajenas, lo cierto es que Mariana mira el cielo por la ventanilla, buscando una respuesta en su mente, soltando la ansiedad del miedo y transformándola en una de amor fraternal. Toca el cuero del asiento, siente, se acaricia los brazos, mira la ficha plastificada del conductor, lee letra a letra la marca del radio taxi, vuelve al cielo desde la abertura en movimiento, baja la ventanilla y deja que el viento bruscamente haga cerrar sus ojos y disfrutar de la velocidad, deja su mano a merced del golpe del viento y juega a que es un pájaros, disfruta. Piensa en Pablo, Fernando y Sebastián, pero lo que más le preocupa es Santiago, al final es el último activista sin miedo que queda con vida, se congela por dentro de solo pensarlo. Saca la mano por la ventanilla, sus cabellos color hormiga danzan al compás de su mano volando o cortando el viento. Ella disfruta de las pequeñas cosas, de andar descalza por el mundo y no tener ni un gramo o centígrado de frío. No entiende los males del mundo, solo de lo que ve en la realidad, no lo que dicen los periódicos o los políticos, ni siquiera los militantes de ningún partido. Ella cree en lo que ve y teme por la creencia de justicia, puede alejarla de su amigo. El taxi toma velocidad hasta llegar a su máximo, el sonido del motor es ensordecedor, se marea. -En la autopista solo se puede tomar las curvas así_ dice el conductor sonriendo. A ella no le importa nada, 162
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solo quiere llegar, a su destino y reencontrarse con su amigo más querido. Mientras el automóvil costea el río, Mariana retoma esos días de pavas llenas por minutos, hablando, sonriendo, mirando películas de Trier, Sant y Linch... los destellos del río la unen a Santiago, lo siente cerca, la música mental se eleva, tapa todo lo anterior, las notas del piano comienzan a elevarse y nacen oboes, triángulos, platos, chelos... y los violines elevan sus sostenidos hasta el éter, suspira, mueve sus dedos, golpea el cuero del asiento, sudan sus manos, imagina las flautas naciendo todas juntas al golpe del plato y bombo bajo... crea un riff con un órgano de iglesia y cierra la sinfonía con el agua de las rocas... se siente una niña. El ensordecedor estruendo del motor a tope es la base rítmica ahora, sus pensamientos explotan sin preguntarle, presa de un pánico creativo y la traba de la memoria puesta como seguro comienza a oírlos y comprender las palabras que brotan de su inconsciente para instalarse en su realidad de tránsito moral e indiscutible realidad enfrascada... aquí un fragmento del trabajo mental: En la autopista el alma cae sola, Cae al pedante mundo del ser. De los infinitos granos de arena derramada, nace el dios de nadie, de los nadies. Sus muertes orbitan la circunferencia celeste clara, Circunvalan por el límite de la desolación, deseando que la vida no los encuentre así, ni sus amigos, ni hermanos. 163
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De esas gotas que sudan las piedras, brota el dolor ajeno, sin remordimientos en los asesinos. Sin aislamientos capaces de disuadir a la culpa. ...Y sus almas caen de a millones por la autopista/vena, los soles no las queman, las aguas de la mar no las mojan... ...Y ellas solas circunvalan el límite de la desolación, clamando a cada segundo que la vida no las encuentre, ni su amor, ni la muerte misma... ...Y la nave de organismos gira estremeciéndose de dolor, sufriendo una agonía y desesperación abismal, y las almas por millones caen de la autopista sin conocer sus existencias. Pensares poéticos que no olvida, que se mantienen en su memoria activos, para cuando su mente se nubla e intenta crear tempestades, salen, brotan como hierbas buenas o de luz para esclarecerlo todo. El taxi ingresa al puerto, ella no siente las piernas de los nervios, intenta recordar el rostro de Santiago, pero solo los ojos flotan en su nebulosa confusa y atiborrada de palabras que se confunden en las cosas, letras que se reposan en la mano en movimiento del conductor o en sus cabellos. Paga, suelta el dinero, la plata, la etimología de la última hace honor al recordatorio popular de la conquista, los blancos contra los indígenas ¿negros? 164
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El ferry toca tierra, lo amarran por seguridad, tiran el puente y los viajantes comienzan a descender con la precaución de reconocer que el agua es su peor enemigo ante el fuego y las inclemencias climáticas. Del otro lado una multitud aguarda la llegada de sus familiares, amigos, están todos festejando el supuesto bienestar, algunos transmitiendo las muertes recientes sofocan el fulgor de la alegría por el de estupor y resignación ante la verdad que no se puede tapar con nada. Algunas madres de negro están lloriqueando sentadas, por momentos aullando de dolor al emerger a la realidad las manos de sus almas queriendo escapar. Otras riendo evaden el sentimiento abrazando a sus hijos hasta llegar a la estrangulación. Entre la multitud que parecía no albergar la embarcación Santiago alza su cabeza por arriba de los demás (aprovecha su altura), para buscar fervientemente la sonrisa de Mariana, lo hace incesante, con sus últimas fuerzas que le permiten aguantar el dolor de sus gemelos al hacer punta de pie, deseando encontrarla, sintiendo dentro de su corazón que ella no lo espera, caen dos notas por sus ojos, no las oye. A paso de hormiga, investigando todo lo que lo rodea, nuestro amigo respira hondo, toma una porción de todo ese aroma para él. Se aleja de la muchedumbre, toma unas rocas, las lanza al río, mira como pica varias veces sobre el agua, ríe, se propone un reto, hasta llegar a los tres piques no sigue caminando, sonríe como un niño y a la primera lo logra, se agacha toca el agua meciendo sus dedos como en un cuerpo bañado en deseo, la siente tibia, deja correr una lágrima por la tierra que ama. 165
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No muy lejos Mariana baja del taxi, tras abonar el dinero correspondiente al conductor. hace cuentas con el reloj, está atrasada, pero nota que la gente sigue agolpada, todos abrasados y llorando, supone que no es tarde. Huele a tristeza y alegría, un sabor agridulce de llegada y despedida, un punto escalar de dudas. Su estómago va a explotar, se pregunta si lo reconocerá, pasó tiempo desde su huida, tiene miedo, un sentimiento se asoma y no sabe por qué se presenta justo en estos momentos, pone su mano sobre el abdomen y busca mordiendo su labio inferior. A lo lejos divisa a una persona sola, entre las rocas, tirando piedras como un niño, la extrema delgadez lo sitúa entre pocos, automáticamente su ansiedad se detiene como un reloj sin números, sonríe porque lo reconoce y corre a su encuentro feliz, sin pensamientos, pero sigilosa, ella lo va a asustar y no quiere arruinar la sorpresa. Pasa entre la gente y sus fervientes saludos familiares de regreso, sobrepasa algunos árboles y se esconde detrás de un tronco a observar a su amigo, mientras, se quita los zapatos que le aprietan y le molestan (como siempre). Santiago sin saber que es observado continúa lanzando las piedras a los brillos que se apagan paulatinamente, lentamente y por partes se recuesta entre las rocas pequeñas que funcionan como playa y mira la compleja paleta de colores que lo devuelven a una instancia de felicidad y nuevos anclajes, el naranja, celeste y negro asomando lentamente lo amarra al puerto, siente dejar su alma en la playa. Detrás, cual gato Mariana se acerca, sin hacer ruido alguno, siente un sonido raro que emerge de Santiago, siente en su corazón que él llora, acelera el 166
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paso y tapa sus ojos, de pronto la fuerza atractiva la devuelve a un estado de había olvidado por rabia en aquél pasado lejano pero instantáneamente cercano. Santiago siente el frío de la manos de Mariana en sus ojos, conoce sus extensiones perfumadas, las medidas , al tacto, como son al ponerse frías y hasta como las dispone sobre los ojos cuando juega. Santiago gira su cuerpo con una paz inigualable, ella se mantiene en la sorpresa, tapando sus ojos, el miedo se instala nuevamente, lo huele, siente su espalda contra sus pechos, él la deja ser libre como una hoja en otoño aunque se muere por abrazarla y contarle todo lo que pasó allí fuera, pero ríe, ella no hace ruido alguno, se contiene, Mariana tiembla por no tener palabras, lloran en silencio por creer que el milagro de la vida lo devuelve con ella, todos los recuerdos se presentan ante sus ojos internos mientras mira el río y gime por primera vez ante su amigo. Al percatarse, Santiago toma sus muñecas con cada mano y las retira lentamente hacia los laterales, algo lo envalentona, quizás percibe la timidez de su amiga o un mensaje interno que no necesita de palabras. Sus ojos se destapan de a poco y el rostro de Mariana se descubre girando ante él como un trébol en el bosque, casi imposible de mirar dos veces, se pregunta si es un sueño. -¿Es un sueño?_gimotea por lo bajo, al fin externaliza sus sentimientos. Se echan a saltar, gritar, llorar, hablan los dos juntos, se quieren decir millones de cosas, pero solo se abrazan y 167
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lloriquean, entre más abrazos y besos de mejilla en mejilla hasta que rozan sus labios por la casualidad o falso descuido, y algo en el estómago de los dos por igual, dice- ¡alto!_ se estudian unos segundos y sonríen acabando con las preguntas y encontrando respuestas vuelven con los ojos cerrados y por el efecto del imán en el clavo, a besarse sin control ni mediciones morales. Se tocan sus ojos, las cejas, no lo creen y los abren sonriendo, asustados por lo que hacen, de repente, como una voz en la noche mantiene al naufrago vivo, nace un susurro de Santiago, unas palabras que lo tatuarán por siempre y hasta el final. -Te amo... te amo Mariana, desde que no piso esta tierra sufro por no tenerte cerca, me confundía pero ahora sé que nada fue una ilusión, interpreté cada segunda palabra perfectamente y me siento feliz de haberme mantenido con vida._ ella admirada por la confesión asiente mientras sigue besando las comisuras del labio inferior de Santiago evitando respuestas apresuradas, disfrutando de un acontecimiento que resultaba imposible tiempo atrás. -¿Entonces?_ rompe la quietud de las pequeñas olas en entre las piedras melódicas.-... quiero decir, ¿me amas?_ le pregunta temeroso, en voz baja y quebrada. -Eres... Santiago, han pasado tantos atardeceres... ¿sabés?, el río... ese río que nos tiene enamorados... ese río me escuchó miles de veces susurrarte... te amo Santiago Valles... te amo y no sé como traerte._ rompe en llanto espasmódico, se recuestan y se callan para hablar con el pasado por unos minutos. 168
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La noche toma a Uruguay, ella se defiende con las luces artificiales, la playa se ilumina poco a poco, el sonido base del río se intensifica con la marea. Las palomas posan en la escollera, todas juntas cantando para ellos. Un pájaro rojo carmín en una rama observa como se besan sin descanso Mariana y Santiago. Las estrellas parpadean, todas, toditas. La luna comienza a temblar sobre los brillos de plata, los árboles agitan sus ramas y el ave canta lo que aprendió con Carlos su maestro, que por estos momentos lo anda buscando por la casa, preocupado. Tierra, rocas, aves, canto, brillo, te amo, ¿me amas?, te adoro, que yo más, ¡no, yo más!, la felicidad se asoma, quizás en un instante inmaculado que perdurará para siempre o en un sello revividor.
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Dícese de inconsciente.
En el lenguaje corriente, el término inconsciente se utiliza como sustantivo para designar el conjunto de los procesos mentales que no necesitan depender de una prioridad, pues o bien no son relevantes para la tarea que se está desarrollando o porque ya tienen un camino establecido que atiende a esos eventos de forma automática, por lo que no son pensados en un estado de consciencia. También se puede emplear como adjetivo, con una connotación peyorativa, para hablar de un individuo irresponsable o loco, incapaz de dar razón de sus hechos y gestos. Aunque cualquier apreciación resulta incómodamente escasa ya que no puede crearse artificialmente mediante el método científico.
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29 Lunes, 21 junio. Lupho ya Instalado en una casa de tres ambientes, cuadros de remeros y paisajes horrendos, descansa en una de sus amplias habitaciones, aguardando las benditas respuestas del correo. Su código (acordado con el señor del correo, una tarde de té sin galletitas) pertenece al acertijo clásico, un timbre significa la edición y una infusión de té para festejar, dos claro está que no es bueno. Durante meses Lupho escuchó, sin salir a atender a su amigo, los dos timbres que no cesaban, las desilusiones comenzaban a alejarlo de su objetivo, aunque la llama creativa se encendía por ira o proyecciones perfeccionistas injustas. Pasados tantos meses no supo de nadie que tocara el timbre dos veces, y ni que hablar de una vez. Sus amigos bien adiestrados tocan tres al querer visitarlo, pero evaden ese tema. Después de tantas condenas personales y de noches frías tuvo que integrar a la consciencia la palabra que no quería ni leer en periódicos. Destrozados sus deseos y objetivos, aislados de sus futuros fantásticos supo que el fracaso tocaba a tu timbre interno, y que no había nada que hacer, entendió que el tiempo y su alma no correspondían, sus manos no alcanzaban los sueños y 171
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pesadillas, la resignación lo envolvió con un manto de paz que lo alejó por completo de sus cavilaciones sin sentido y se abocó a leer novelas históricas para pasar el tiempo entre guerreros y princesas mal heridas. La variable no pesó en su espalda hasta que un lunes por la madrugada, entradas las tres, más o menos minutos. -¡Ring!_ será un sueño de gloria, o una aproximación auditiva de lo más falsa._reformula la pregunta que flota sin rumbo en la oscuridad.-¿Un timbre? El silencio se apodera de su mente, la atrapa, la enjaula. Duda y hasta intenta volver a dormir plácidamente, descartando la posibilidad de que la realidad sea ese sueño que tanto anheló y que dejó en manos del azar, esa máquina invisible que lo controla todo. Pero la duda persiste, la curiosidad del gato nace, duda pero por un momento sonríe, aunque luego reincorpora la negativa ante sí. Sin gana alguna de erguir su cuerpo y caminar por el piso frío de la sala a oscuras, Lupho bajo el hechizo de la duda se para de pies, toma un bata de baño para tapar los aires de la noche y decidido se dirige a la puerta principal. Callado, abre la mirilla, rasca su ojo derecho, lo refriega nuevamente, vuelve con la mirada del lince a intentar encontrar algo o alguien en la entrada y con un temor oculto pregunta.-¿Quién es?, aumentando el chorro de voz por sí acaso, por el solo hecho de descartar posibilidades pesimistas y volver a la cama caliente a dormir y soñar con novelas mentales. -¡El correo, señor Lupho!, le dije que el día llegaría, su obra lo vale._dice el del correo agitando la carta abierta por él mismo, Lupho medita, y cae en el único timbre. 172
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-Son las tres de la madrugada y odio las bromas pesadas, por favor quien sea de mi gente, pagarán por algo de tan mal gusto._Exacerbado Lupho penetra la llave en la cerradura para ver quien es el bromista, quiere verle la cara. Parado frente a la puerta, con el frío intenso de la noche, el cartero mantiene su alegría y el sobre a la misma altura de su rostro, agitando el contenido, enseñándole que todo es verdad. -¡Alfonso!, ¡sí eres tú realmente!, pero ¿qué haces a estas horas, por aquí?_pregunta Lupho olvidando el sobre, su contenido y la noticia. -¡Señor!, ¡la carta me ha llegado a última hora!_ le entrega el sobre. -Me encontraba en Roma, trabajando en la central del correo y..._ Lupho mira el sobre, lo abre, lee mientras asiente con la cabeza, como si lo oyera realmente, se aparta de la realidad, su cuerpo se adormece en movimiento. - ...no pude contener las ganas de que usted tenga la verdad, rápido. Yo sé todo lo que sufrió todo este tiempo intentando en toda Europa, recorriéndola_ se acerca, lo felicita, lo abraza fuerte, aleja su rostro y dice. -Pero así son las cosas, aquí en Anzio está la suerte, el amor y la esperanza. ¿Quién iba a decirlo?, estoy muy feliz por usted señor, mi excitación no me dejará dormir, disculpe la hora, con todo esta alegría no me he percatado de la hora, lo lamento. -¡Faltaba más!, me trae la noticia más grande de mi vida, ¿y yo debo enojarme con usted por la hora?_ Alfonso sonríe cómplice. –¡Venga, entre que me cambio, hay que festejar, primero, como prometí la infusión de 173
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té!, luego unas copas en la trattoria, que amable es, ¡si encima se disculpa!, es increíble, no lo puedo creer Alfonso, perdone usted mi mirada esquiva y mis torpezas pero todo esto es muy fuerte._entran en la casa, el cartero lo espera en la cocina preparando la pava con agua hirviendo, Lupho se cambia rápido de ropa, mientras lo hace por su mente pasan esos momentos en la casa, cubierto con el plástico protegiéndolo de los gérmenes, de los insectos y de todo lo que temía. No olvida esas noches de amor con Carla, ni las discusiones con Santiago en las cuchas, en la cocina. Mira su mano derecha, tuerce la muñeca y mira la palma, los nudillos, y los toca, sintiendo la dureza en ellos, por los golpes en la pared para comunicarse con Carla y Santiago mientras escribía. Agradece por lo bajo, como si ellos lo mirasen en la felicidad de su madrugada estrambótica. 4:00 AM, sudada, con un mareo de mil resacas, Carla vuelve su cabeza al lateral de la cama, vomita la comida, líquido y tose cinco veces seguidas. Camina directo al baño como puede, chocando lo que se posa en medio del trayecto, la oscuridad es parcial, un letrero en la parte superior del edificio tiene unas luces de neón que iluminan algo, la luz llega por momentos, lo cual la marea aún más. Sobre el lavabo apoya sus codos, le duele el gesto pesado y dormido, tapa sus ojos, respira hondo. Vomita nuevamente, las contracciones en la panza por el esfuerzo de su garganta para escupir los desechos le duelen mucho. Se deja caer por fuerza de la gravedad sobre las baldosas frías del pequeño baño. 174
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Acurrucada en posición fetal se mueve todo su cuerpo retorciéndose por momentos. Nadie puede ayudarla, ninguna persona sabe de ella, ni de su paradero, sabe bien que está sola, es entonces que añora esas enfermedades de estación, recuerda sus primeras gripes. Como su padre y madre la contenían y entretenían cada segundo de su reposo en la cama. Oye por lo bajo en su mente, la voz distorsionada de su mamá leyendo un cuento de Cortázar, y llora por la niñas y el chico del tren. Comprende el amor, tosiendo, preguntándose porque le toca estar sola en la vida. Con la fuerza que le resta a todo su organismo se levanta y toma el tubo del teléfono rosa, en el velador rosa, disca al hospital (recuerda lo bien que hizo al apuntar los teléfonos de emergencia). Una ambulancia llega al departamento a los minutos del llamado, ella está tirada con un episodio en el piso del corredor. La puerta resuena en todo el ambiente, pregunta por la emergencia, al no oír nada destrozan la puerta con ayuda de unos bomberos fuertes y bien parecidos. La recuestan en una camilla armable y la trasladan al hospital de Akranes (isla). En la sala de cuidados intensivos reposa unas horas, durante el periodo de somnolencia le tomaron muestras e hicieron estudios. Al despertar horas más tarde dos médicos y un enfermero la miran extrañados, con gestos de pregunta, el imán que desprende su alma los mantiene un buen rato atrapados en su perfección áurea y de revelación. -¿Qué pasa?, ¿Qué hago en un hospital?_pregunta ella mirándolos también extrañada, más bien horrorizada. 175
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-Usted habla dormida, la escuchamos decirnos un número a cada uno de nosotros, como si nos viera_ dice el enfermero, los doctores continúan petrificados. -Sí, es lo que suelo hacer, pero no estoy consciente, en verdad me siento muy cansada como para hablar_ dice ella con ojos cansados. -Descanse, luego hablamos_ se retiran los doctores y el enfermero, se detiene el rezagado en la puerta, la mira, niega y asiente, sigue en trance. En el corredor. -Me ha dicho el 6, ¡es el número que veo en todos lados siempre!, ¿cómo pudo saberlo?, esa mujer tiene algo raro, no es posible._confuso toca el hombre del doctor para que no continúen caminando. -Puede ser una fijación, aunque el número que me dijo son mis hijos, tres hijos tengo, la casualidad o las ganas de que sea especial fuerza la estadística._replica el doctor mirando cómplice a su ayudante. -Esa mujer tiene algo especial, no me lo pueden negar, ha sido lo más extraño que he vivido... no puedo ni respirar._ se alejan a paso lento, las luces automáticas se apagan, alguien las enciende desde la otra punta, sus zapatos chillan molestos por el suelo encerado. Carla duerme, plácida, como niña, al despertar se encuentra que es de madrugada, decide pararse de pies y caminar por el hospital, se siente algo más segura. En los recovecos del establecimiento, encuentra una terraza con vista al mar Tirreno, suspira para variar, 176
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enfoca su visión en las estrellas, aquellas que vieron en tiempos del paleolítico sus antecesores, al igual que ella trazaron un mapa astronómico en cuevas y huesos representando con una perfección moderna cada una de las figuras. Apoyada en la baranda de la terraza, piensa y admira al mismo tiempo la mar y el éter, para ser justa, conoce sus antiguas envidias. Cavila sin proponérselo sobre su existencia, pretendiendo una explicación a su mal, mal de ojo o de culebras, observa tranquila y sin dolores la oscuridad levemente amansada por las luces de la ciudad y olvida a las estrellas centelleantes. Respira y deja que el tiempo fluya, en realidad se olvida de él, así viene el sol y sus haces, los pájaros y sus cantos y el arribo de veleros. Un frío la recorre por la nuca y decide volver a su habitación del día. La imagen de los doctores anonadados por su talento combina parte del recuerdo y el pasado inmediato transformando los rostros de esos salva vidas con los de Lupho, Santiago y otro. Al recostarse nuevamente, uno de los dos doctores abre la puerta, le sonríe, busca entre unos papeles de la carpeta, han pasado otras horas, el sol comienza a comer los misterios de la oscuridad para rellenar la realidad en una fácil y táctil ofrenda visual. -Voy a ser claro, usted conoce su enfermedad, es decir, la padece desde hace tiempo_ vuelve a agitar la carpeta en busca de un papel, parece nervioso, al menos eso percibe nuestra amiga.-Tengo la obligación de internarla bajo la observación continua de nuestros mejores profesionales, es vital que continúe aquí un buen tiempo._una gota de sudor cae y recorre su frente.177
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Sabemos que no podemos retenerla si no tenemos un familiar que firme los papeles de internación, como usted es un caso especial, debido a su informe… -Doctor, mi enfermedad la padezco desde hace mucho tiempo, deja de importarme su intención, yo sé que no le importa si muero o si sigo con la enfermedad hasta el fin de mis días._ Carla eleva el tono, se acomoda en la cama, sentada ahora continúa. -Confío en sus habilidades como profesional, pero no puedo dejar que me internen, tengo una vida y algo allí fuera me llama... me obliga a buscar_la interrumpe el doctor. -Dos vidas, querrá decir._dice él dejando caer un gesto. -No, tengo una vida y puedo sola._replica ella. -No entiende, es duro, pero tiene que saberlo, Carla usted está embarazada y tiene dos meses de gestación el embrión_ añade el doctor como quién recita poemas en una tarde de otoño en algún bar de almas perdidas. -¿Cómo?, ¿qué?, ¿de qué habla?, ¿un hijo?, pero no puede ser, yo estoy, hace tres meses aproximadamente que no tengo relación con ningún hombre, no puede ser, es imposible._dice tratando de convencerse. -La razón de su internación es por la salud de su hijo, no podemos dejarla sola, al tener un episodio y detenerse todo el sistema por horas, mataría al bebe. Debemos tener control absoluto los siete meses restantes, luego usted decide, al final lo que la espera allí fuera puede seguir esperando, lleva mucho tiempo sin saber que es, no serán años, proteja esa vida por favor._determina el doctor, le acerca el papel que buscaba en la carpeta junto a una pluma.-Firme aquí, entienda que solo es una formalidad, confío en que haga las cosas bien, tengo la 178
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leve impresión que no tiene a donde ir._ella se remite a acercar su mano lentamente, el estupor la gobierna, mientras el doctor la ve firmar el documento, le extiende la mano.-A partir de ahora tendrá un médico y un amigo, estoy para lo que usted desee._gira en dirección a la puerta, dos pasos, y se detiene.-Mi nombre es Giovanni, hasta luego Carla, ha sido una sabia decisión. Le parece apuesto, hace tiempo que no tiene el corazón activo, igualmente Lupho persiste en sus pensamientos y recuerdos, Santiago solo es ese alguien a quien ama por momentos. Piensa, que será de sus vidas, como correrán sus destinos, aturdida no medita sobre la paternidad simplemente llora. Los veleros reaparecen, le parece una vida distinta, sus ojos han cambiado, hilvana los hilos oscuros del futuro haciendo y deshaciendo probabilidades, le aterra no tener con qué afrontar el nuevo camino. La paz llega con los ojos de una niña.
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El amor puede según dicen
esperanzar una vida, darle un sentido o extinguirla en un suspiro. Algo de esas afirmaciones hay, algo de los dichos por algo se sostienen tan fuertemente sobre el tiempo colectivo alarmando al resto, advirtiendo como manos señalando los senderos correctos, indudablemente una porción de verdad poseen ya que la base de la experiencia es la que evoluciona naturalmente. Nuestra vida conoce todas las variedades de la confusión, contiene la leve seguridad, de aprender del azar, de los clavos del martillo roto o del imán que me atrae. Santiago enfrenta a la vida que lo domina de esa manera, golpeándose, golpeando, clavando los clavos de madera y hierro en los corazones. Es un guerrero invisible con cuerpo de animal, tiene el fuego inagotable e instintivo de un león en el coliseo aguardando degustar carne humana. De Carla queda el tiempo, la reforestación del bosque de esperanzas y sobrevida, mantiene claro su instinto, cargando sus momentos de esperanza en la columna. Robert dejó el servicio, viaja por Europa deseando encontrar a un amor verdadero, mientras tanto vive de alcohol y añoranzas, de masturbaciones y fantasías 180
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reales, de situaciones arbitrarias, Santiago no se escapa de su mente. Alguien se olvida de Lupho y este no le grita, solo camina por el sendero bifurcado de la vida o su vida. Quien dice "El que a nadie ama, me parece que por nadie es amado”, entiende que la soledad es fruto de esas neuróticas tardes de encierro en un cuarto oscuro y húmedo. Miércoles, 23 de noviembre, 9:00AM. Italia, Anzio. La sabana y el acolchado cubren entero su cuerpo, sueña, suspira y vuelve a soñar. Encuentra es su medio mundo una red de inacabables ocasiones donde vivir sin necesidad de nadie. Ve a su madre, a su padre, un columpio, una cama pequeña. Rejas de color rojo, banderas de Francia, una casona harto copiada en el barrio harto copiado. Las nubes se pintan solas de negro oscuro, una ventisca fría recorre la casona. La ropa tendida en la soga se agita y da giros de miedo, el zumbido de los árboles se eleva, nace una sinfonía. La cama se mueve sola, o por el viento. La madre grita, clama por él, un agujero abre todo el piso de la habitación de lupho (muy pequeño). La cama tambalea al extremo, los oídos le zumban, tiene calor, se asoma por el lateral izquierdo y ve el agujero atravesar la tierra, del otro lado, muy lejos unas caras y unos sonidos raros, cortos e inentendibles. Grita con las dos manos en su boca para elevar el eco y llegar más lejos. La madre 181
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pide por Lupho, el padre reposa en una mecedora leyendo un libro, aislado de cualquier realidad aparente. Se para de pies Luphito, no mide más que el muñeco Mario baracus. Dos pasos, mucho miedo, algunos gritos de mamá, aumenta la sensación de encierro, se ahoga. Su papá leyendo, meciéndose haciendo más ruido, meciéndose más rápido a cada segundo. Un perro vuela en la calle, lo ve por la ventana, el viento mata gente, vuela automóviles, destruye casas. Del otro lado del hoyo, una voz, él siente que lo llaman, sigue parado, mirando el hueco firme, tiene un muñeco en su mano, paree un gato negro con blanco. Mamá grita, intenta saltar, Lupho se deja caer tomando una velocidad acelerada a cada metro de caída. La oscuridad, el viento en el rostro, un maullido, dos gritos cortados por la distancia. Uruguay, Montevideo. Los brazos enlazados, con un ojo cerrado el otro mirando la mar, viendo como éste se esfuerza en comer tierra y arena, incluso piedras para ganar el territorio perdido hace miles de millones de años. Mariana duerme complacida, la noche fue larga, los suspiros muy largos. Las estrellas, los aviones volando con sus luces apuntando al frente. Las personas los miran al pasar, hay gente que recorre la playa por la mañana buscando la paz de un sicótico, se oyen sus palabras en susurros viajeros. Las nubes cortan la luz y dibujan sobre la superficie dominada por los humanos, el río se enoja de 182
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a ratos y las embarcaciones siguen llegando buscando amarre, al igual que los padres y hermanos llorones un amarre sentimental. Santiago tiene la paz que deseaba, su alma se mina de amor como un virus, la esperanza florece sin que se lo proponga, la sonrisa brota sin motivos. Alguien se acerca y pone en alerta a nuestro amigo, el inavasor los estudia, los rodea al paso, sin descubrir que Santiago tiene un ojo abierto, las manos del niño posan tranquilas y unidas en la espinilla, detrás de la espalda, palpa en silencio, maravillado. Circunvala los dos cuerpos recostados, se agacha y respira fuerte. Su ojo lo investiga, como actúa, es algo petiso, tiene un ojo negro y duro, el otro de color celeste que se mueve buscando una imagen clara. Lo tiene en la mira, lo quiere asustar, él está feliz. -¿Qué haces?_dice con la voz más grave de lo normal. -¡Nada!, nada, solo estaba mirando señor, perdón. Vine porque creía que había pasado algo, descubrí que su ropa está tan rota como mi cama de cajones de mandarinas._dice el niño, seguro de lo que habla, con la verdad por delante para no malvivir. -Tiene mucho andar, mi ropa viene de la guerra, de un accidente, de avión y barco._le comenta Santiago.Sentate, vení, no tengas miedo, que raro un nene solo, ¿por qué nadás solo?_pregunta acomodándose un pelo en el ojo abierto, el otro lo deja cerrado para hacerle creer a Mariana que duerme. -Yo hago lo que quiero, vengo siempre a la mañana a la playa. Por que me gusta ver el río._mira en dirección a los veleros, se queda unos segundos inmóvil, vuelve la 183
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mirada a una ramita que tiene en la mano.-A mi me gusta andar por todos lados, ¿vio la gente que llega?, para mi que vienen de vacaciones de alguna isla._mira la ramita.-A mi me gustaría andar en barco, pero mi mamá me dice que no puedo, entonces vengo a ver el río que es lo mismo, cuando sea grande me voy a escapar. -Me recuerdas a un niño que conocí, ¿tomás algo, con nosotros?, ¡mirá ella!…_ señala a Mariana durmiendo.Ella es mi esposa y nos encantan los niños buenos como vos, ¿venís?_ se atreve a mentir.-No tengo ningún problema en que vengas con nosotros a un café._estira el brazo derecho que abrasa y se sienta, mira el río, los dos miran el río. Sin darse cuenta, la postura es similar.Sabés, yo era como vos, caminaba siempre por la playa, iba a la plaza a saludar al calesitero y me dejaba unas vueltas gratis, por amigo._siguen en la misma postura, sentados, las piernas a medio flexionar y las manos apoyadas sobre las rodillas.-¿Te gustan, las calesitas? -Acá no hay más calesitas, las sacaron hace mucho tiempo._contesta el pequeño. -¿Cómo te llamás?_ pregunta intrigado. -Martín de la Serna._contesta sin preámbulos. -¡Qué nombre!, ¡tiene mucha presencia!, no lo olvidaré jamás._Martín aprieta sus labios en un gesto de orgullo con hombros elevándose. -Me lo puso mi mamá, ella leyó una novela de Sábato y le encantó el nombre, dice que soy parecido._Santiago sacude el brazo estirado de Mariana, ella pide un rato más de sueño, la sacude más fuerte, despierta, mira extrañada al niño, se pregunta quién es, reformula y 184
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verbaliza.-¿Quién es?_frunciendo el ceño, aflojando los músculos facialesy bostezando a la vez. -¡Martín!, se llama Martín de la Serna, es de aquí, Montevideo._Ah, bueno, perdoname chiquitín estoy dormida todavía, ¡hola Martín!_le dice sonriendo. -Hola, señora_ responde con timidez, como si las mujeres le impusiesen más respeto que los hombres. -Podés llamarme Mariana, y no muerdo_ levantándose con pesadez de la cama de mentiras que Santiago hizo con la campera de ella.-¿Qué planean?_ se pierde la pregunta, los tres recuerdan entre nervios. Oscurece y comienza a soplar el viento, las velas de algunos barcos se hinchan, el vaivén de los veleros enseña una danza sincronizada en el río, se oyen nuevos llantos y gritos. Ellos, los tres suben a la calle costanera, pasean por el centro, durante unos minutos de frío y entran a un bar en donde las borracheras y el juego conviven en armonía. Piden tres cafés con leche, degustan las medialunas, responden las mil preguntas del niño de tres años, le cuentan a Martín sus vidas y peripecias, él funciona como el espejo, oreja y ojos ciegos de inocencia. Un baldazo de agua nubosa, riega la cuidad, los barcos se sacuden fuertemente, el cielo se ensaña, parecen hojas de papel colgadas a la intemperie. Mariana se sienta aislada de todo, cubierta de esa seguridad de una casa o un bar con amigos, Martín disfruta de ellos sin conocerlos, es decir, conociéndolos. El último sorbo de café lo da Santiago con la punta de la medialuna mojada en leche. Martín comienza a llorar mirándolo.-¿Qué te 185
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pasa Martín?_ preguntan Mariana y Santiago alarmados y en simultáneo. -Nada_ y calla cerrando los ojitos, su pelo lacio cae en su frente de dos dedos, toma una mano y la toca con la otra, juega, ellos no dicen nada. Santiago busca la complicidad de Mariana con la mirada, pero no la encuentra, ella llora por lo bajo, sintiéndose Martín por un instante. -¿Tu mamá te cuida?_ formula la pregunta tras percatarse de la locura que era dejar a un niño tan pequeño expuesto a los desconocidos males que inundan las ciudades. -¡No!_responde.-Me deja ir por la calle, a veces me hace trabajar en los colectivos, y cuando quiere me manda a la escuela.-Me odia._tembloroso termina las últimas palabras. -Tu mamá no te odia, es imposible._ Martín se pregunta como es posible que un niño de tres años tenga tanta lucidez, recuerda los obstáculos de la vida, lo pequeño que le pareció Martín hace unas horas y lo enorme que le parece ahora, según Abeitia el hombre se mide por lo que transmite, la grandeza de un pigmeo está en su inteligencia y sensibilidad, no en su estatura. -Es posible, pero ya es costumbre, me odia como soy, dice que soy feo, ni me interesa estar en mi casa _juega con la ramita de la playa. -No la odio, la veo enferma, me olvido, no es una mala mujer. Martín guarda las lágrimas, los insultos, toma aire mira la ramita la explora como si no la conociese, con su mano derecha la pone en frente al ojo estático, y la mira 186
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con el bueno, juega. Afuera la lluvia azota la costa, hay palmeras flexibles y autos mojados esperando dueños de dinero y ratas. Santiago bosteza por el sueño acumulado, friega sus párpados y busca el abrazo en Mariana, Martín y la ramita sentados, sin ruido ambiente, ni muertes sufren por aquella pequeña y gran alma. Ella quiere hablarle, decirle mil cosas, pero no tiene las ganas de hablar, le duele la espalda de dormir incómoda, tiene en un pie una lastimadura que no la deja en paz y prefiere no llenarle de más problemáticas al pobre niño. -A mi no me gusta nada de lo que creen, tengo ganas de meterme en el mar a nadar, por ejemplo_ el niño rompe el silencio.-Estoy harto de las personas que no hacen lo que quieren. Todos los días veo a mi mamá odiándome y le digo que se vaya a un lugar a ser feliz y que no me moleste._ añade sin pestañear, como un Peter Pan de costa uruguaya. -Mirá tenemos que irnos, pero sabemos que la playa es tu lugar, cuando necesite verte voy a venir, no lo olvides nunca, desde hoy somos amigos, buenos amigos_ dice Santiago en plural y en singular. -Como quieras, yo sigo acá, vas a volver_ contesta despreocupado Martín. La lluvia no cesa, los vientos aumentan, pero alguna necesidad de encontrar la pasividad mueve los cuerpos adultos de Santiago y Mariana. Martín saluda cuando abren la puerta de vidrio, siente el nuevo aire con olor a mar. Su ramita queda en su mano inquieta por sus 187
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movimientos, posando, incrementando el valor en su mente, como la hacedora de la suerte y el destino. Martín no tiene amigos, el amor lo posee de pequeño, tiene la sabiduría de quien forja su vida en la negatividad de los sucesos. Duerme de noche desde temprano, porque no quiere desaprovechar la luz del día, porque puede realmente disfrutar de la vida sin presenciar la deplorable presencia de su madre.
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31 En los constantes roces del agua salada, reinante en el mundo, unas almas piden clemencia. Se trata de alemanes, italianos, americanos, ingleses, hablan de la segunda gran barbarie. Nadie contempló tanta desdichada traición, como los habitantes de la costa. De 1944, en los fríos ataques, pocos logran recordar la verdadera cuestión mundial. Del clímax de una ola, emergen suspiros ahogados en balas y H2O. Entre las nubes de polvo que genera una gran maquinaria y el sabor del aire, Lupho cuantifica, el suceso, las muertes, las clasifica en órdenes de edades, recuerda cada libro, diario, foto de los ataques en la costa. No es por el mediterráneo, ni por las pastas (injerto acertado de Marco Polo) que convive con la historia italiana. Desde Francia su anhelo fue Italia y el romanticismo, el renacer de las artes y el fruto de la peculiar forma de degustar la energía alimentaria. Italiano por gusto, goza del logro impensado. Recorre la bella vista mediterránea, hunde sus pies descalzos en la arena enfriándolos, disfrutando de los retorcijones del estómago. Algunas canoas vuelven de la pesca, unos pescadores venden al mejor postor la carne marina. En el muelle de madera irrompible presencia el alba. 189
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///Algunos gritos de mamá. Papá leyendo, meciéndose haciendo más ruido, meciéndose más rápido. Banderas de Francia agujereadas, una casa de harto copiada en el barrio harto copiado. Mamá grita, intenta saltar./// -¡Mamà!_desesperado vuelve a la conciencia. Refriega sus párpados, como cansado de los sueños de pleno día. El muelle irrompible sigue soportando los golpes constantes y destructivos de la mar. Las nubes, el negro suave que se funde en ellas, desata una leve caída de gotas de agua, Lupho las recibe como al oro los indios de la América devastada por la muerte indiscriminada y plagas de bacterias Europeas, es decir, con inocencia. Friega su rostro, imitando el gesto común del baño de cada día. No tiene derecho a reír, por sus golpes. Mira su puño cerrado y recuerda cuando hacia fuerza para destrozar el rostro de Santiago, cada vez que suponía de Carla lo peor. Mira el mar, las canoas, la lluvia. Decide olvidar lo bueno y lo malo, recorrer la madera, meditar u observar la desgracia del mundo en un traslado mental a la antigua guerra de los mundos, o mundo infectado por la cuarta extinción global producida por el peor mal y más carroñero que existió jamás... el gran homínido social. Cara de desgarro. Cara de perro asustado. Pelo de mil millones de gatos, mil millones de soluciones de poco valor académico. Bellos recuerdos, gotas de verde musgo cayendo al ojo izquierdo, despojando toda visión posible. Cara de gato enojado. Cara de toro muriendo en el estadio babeando entre quemaduras, heridas y 190
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castigos anteriores, padeciendo horas antes la desgracia de ser “Europeos” con ansias de poderío, sin detenerse en reconocer que la playa de Europa no signfica la universidad de Europa. Sangre de cabra en una madera, viento de Tsunami, olas de china o Japón. Sueños, fracasos reinantes fracasos, discos de The Beatles, canciones de Lennon, poemas de Presley. Dioses del agua romana, pensantes divinos de alguna era, observando la muerte de cada 1000 en un segundo. Rayos y centellas destructivos, religiones pasadas dominantes, doce dioses y un Dios, rebaño arcaico de fieles sin noción del esceptisismo. Pensamientos mágicos, asociasiones mágico religiosas en contra de la propia humanidad. Lupho camina a casa, da por seguro que el cartero aguarda con café colombiano, ahora cambian algunas veces, el té les aburrió. Entonces enfoca en la taza y el cartero lo mira, y él se adentra en la galaxia espiral que forma la superficie del café. Alfonso quiere platicar de la edición, Lupho prefiere saborear su bebida fría. Algo de todas las posibilidades rondan dentro de los globos oculares del escritor, en ellos se enfrentan las posibilidades de algo que él solo conoce en sus proyectos, ensayos o deseos, al final los deseos movilizan, generan caminos, rascacielos y alimento en línea.
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El cuarto tiene algo que no conmueve. En el centro del cuadrado perfecto de la amplia habitación se hallan, la máquina, el escritorio y las cartas. No hay cama, ni velador, solo el escritorio de madera antigua, la máquina de escribir, las hojas blancas expectantes, blancas brillantes. Las paredes blancas iluminan por efecto del rebote (con el resplandor), al escritorio, la máquina, las hojas blancas que aguardan tinta y a la pluma de oro. Una ventana sin cortinas, verde fuera, blanco dentro, las hojas, la tinta, el tintero, la blancura deifica, los cortes de obra, el cesto de basura, el escritorio de madera tallada, la máquina (cuatro veces nombrada), una silla de madera sin diseño ni respaldo, el cuchillo de oro, la pluma de oro, Lupho escribiendo con su respiración elevada a su máxima potencia, susurra palabras, sus pies generan música mientras agita su cabeza sin detenerse. Erguido en una silla de color marrón, pinta letra a letra sus palabras de alivio, sus muestras de dolor intrínsecos, aportando una solución o un reflejo desde todos los laterales de la objetividad, el llama a su obra “mi universo de palabras”, no por la cantidad de ellas sino por las generalidades que no muestran más que la superficie de la infinita cantidad de modismos, 192
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formas o estados, él mismo cree desconocer miles de libros que no podrá escribir pero que conviven allí lejos donde ni el telescopio más elevado y potente de la tierra puede acercarse a observar siquiera. Vive, pervive, duerme, se despierta cada día con una de ellas, porque alivia su día o su labor en la pluma o acero con tinta. Reconoce que la utilización del acero, electricidad y otros componentes podrían haber desatado una revolución siglos antes de no ser por esos “enfermos mágicos”, en definitiva los descubrimientos, los que modificaron la existencia nacieron de la violencia o en busca de ella. Todos sus momentos mentales los repasa con la revisión de cada palabra estacionaria buscando protagonismo. Busca combinaciones de letras, formando sus propias conjunciones, inventa, lee Esperanto pero no lo profesa. Escribe, lee, escribe, busca y oye en la noche. Tiembla por lo que supone algo inevitable, pero no llora.
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32 12 metros cuadrados de superficie son el resultado de la búsqueda ideal para su comodidad. Lupho conoce las condicionantes que arremeten contra su intelecto, una es indudablemente la amplitud de espacios, y la cantidad de muebles distribuidos por toda la casa de forma desmesurada. Los espacios y las sectorización de los mismos, son esenciales en su vida. Otra ya sabemos cual es... sus malditas e intermitentes fobias que siguen alojadas en lo profundo de las palabras flotantes. Las paredes blancas necesitan de un lavado, el escritorio donde compone sus obras literarias parece no tener la prioridad de limpieza, lleva tiempo aislándose de lo cotidiano, no hay pensamientos basura, solo son su objetividad y los espacios de recreación en papel. Por las mañanas el reloj despertador resuena en los sueños. No todas las mañanas desea descargar letras de su mente, pero con la terquedad del venado vuelve a cada mañana al cuarto de doce metros de superficie y paredes blancas para continuar su obra. Mientras crea los relatos, Lupho paralelamente al ejercicio metódico de escribir sin cesar tuerce el cuello descontracturando los músculos para alejar la tensión superficial del cuerpo, suena sus dedos de vez en cuando, los mira y quizás 194
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pasan diez minutos desperdiciados (para otros) auscultando las marcas de su piel, como homenaje a su vida, a sus cuidados y novedades que nacen para ser escritas. Cierra sus ojos cuando quiere encontrar la palabra justa para cada ocasión o instancia de la novela, ensayo o poesía (lo que digan los expertos), navega las aristas y sus combinaciones en base a experiencias, olores o sonidos. Él escribe poesía para aflojar la mano, diez por día, como quien hace flexiones para entrenar, inspirado en lo que vio el día anterior, lo que sintió o vivió en un pasado, a modo de calentamiento intelectual, simplemente son pensamientos plasmados en tinta vegetal que luego se pierden en la basura diaria junto a plátanos y melocotones. Antes de que la yema de algún dedo de su preciada mano roce la maquina de escribir, él, toma un lápiz, apoya sobre la superficie vacía del escritorio la mano derecha, extiende los dedos separándolos y comienza a pasar el grafito por medio de cada dedo, de manera progresiva, buscando la rapidez, la efectividad y precisión. Podrían pasar horas, pero siempre un dedo sufre la consecuencia de sus juegos y es lastimado ingratamente. Una vez que el sufre, cuenta de izquierda a derecha hasta llegar al herido, ese es el numero resultante, su forma de escribir. Cada mes elabora una lista de cinco formas literarias de expresarse, en la mayoría modificadas, por lo que cree garantizar un espectro amplio y variopinto de nuevas congregaciones lingüísticas. Luego del cambiante ritual, comienza a mover los dedos, y las teclas, la primera hoja la destina a un ejercicio de relajación mental, al terminarla el relato 195
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toma solo el rumbo que desea sin contar con su moralidad o falta de predisposición, se limita a ser un moderador entre el Ello y el Yo junto al Superyó, manteniendo la correspondencia con el témpano representativo y visual de su estado natural, en donde su ello se encuentra en las profundidades del inconsciente repleto de increíbles redes de información siendo la base de la estructura, manteniendo a flote por densidad al superyó con sus reglas sociales y morales impresas y elevando al yo como balance y orden. Nunca medita sobre lo que va a hacer, ni plantea alguna idea, solo deja fluir su creatividad exponiéndose en miles de mundos paralelos a cualquier realidad, urgido en esas deambulaciones estrambóticas logrando olvidar que escribe y pasando del lado de los lectores, siendo él una persona que lee asiduamente a su mente. En miles de instantes admiró algún escrito reconociendo recuerdos reprimidos, situaciones olvidadas o simplemente personas conocidas, como lugares o detalles olvidados, sabe que al fin y al cabo no hay idea original que se precie, ya que la transformación deriva de inconsciente que se encarga de capturar increíbles cantidades de informaciones sensoriales que posteriormente se enlazarán con el conjunto de asociaciones tomadas y elaboradas a partir de pactos y preceptos inculcados en la primera edad. Fue un viernes 13 el día en que comenzó a escribir en las paredes las palabras que conoce como generalidades, la habitación se transformó hace tiempo. Pero con el correr del tiempo su hogar comenzó a tener una decoración distinta, madurando él en la forma de vivir su lugar. El verde 196
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musgo tapó el blanco y sus generalidades. Lupho desde ese entonces, cada mañana luego de cada ritual abre la ventana y deja que el aire recomponga la inspiración de la que se jactaba tiempo antes en su inmadurez con un incienso encendido en nombre de la paz y la abundancia para quienes lo quisieron. Prepara durante horas los inciensos de magia egipcia mediante la receta del Kifi, la preparación que sigue corresponde a un ritual templario especial y extremadamente secreto que tiene 3 mil años de historia. El misterioso efecto le genera el estado de armonía para pasar grandes periodos sin detenerse en las mundanas combinaciones diarias.
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maternidad es algo que no tiene por qué ser explicada. Nada, nadie que contenga 15Ml de semen podrá comprender de qué trata el fenómeno más complejo de la existencia. Gestación, control, médicos, enfermeras, gente que no es, personas que valoran, premios al valor contradictorio de la vida dentro de la vida. Heridas, prejuicios, abandonos, posesiones, gritos, llantos, risas, orgullo, presiones invisibles, visibles al tacto. Doctores de vida ininterrumpida dentro del hospital. Sol a sol, Luna a Luna modificada, completas o parciales, Carla convive con la dicha de la vida por dentro. En tardes de soledad, cuando todo aburre y el recuerdo es una constante molesta, encuentra salida en el futuro y la planificación, en las variables, en la sobre herida, en la supervivencia. Nada vuelve bajo el efecto del espiral. La guarda de la escalera la lleva todos los días, al baño y a la enfermería, cuando algo no se puede solucionar sobre la cama. Agradece continuar sin complicaciones graves, comienza a sentir amor, algo que asoma temeroso. Los libros le facilitan el paso del tiempo y su inmodificable condición (dependiendo del observador). De Ladislao Vadas no admira las teorías y las críticas, solo esa fuerza de querer explicar las cosas 198
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que ya explicaron los documentales, pero con su subjetiva mirada de obrero harto de una vida lineal. Lee también escritores esclavos, dicen que la esclavitud se la encuentra en todas las artes, signo referente de una corriente única que traspasa los límites de la razón. Un escritor, por ejemplo, que nunca se destacó y del que se puede obviar el nombre, vivía en el cuartito que estaba debajo de la escalera en la casa de otro escritor; también éste era poco conocido y, aún por aquellos que lo conocían, muy poco tenido en cuenta. Así que vivía en el cuartito y comía principalmente verdura marchita o podrida. Allí, en las sobras de papel, escribía trozos de prosa; quien los leyó dice que carecían de sentido. El otro escritor al bajar al infierno, los leía y le decía entre gritos que daban asco.-¡Debería darte vergüenza maldito enfermo mental!_ y le quitaba el pedazo de prosa; después volvía gritando. -¡Afuera inutil, no serás nunca un genio literario!_ y lo echaba como a un perro escaleras abajo. El primer escritor aceptaba todo en silencio, y éste es otro misterio del arte. "El escritor, el que estaba en el piso de arriba, a escondidas y repleto de paranoias no tiraba esos escritos, por el contrario, los copiaba a escondidas en un cuadernito que según él terminaría siendo la única novela global y retrato del género humano en su paso por la tierra." Leyendo, Carla descubrió los llantos de las abuelas de la vida, cargando hongos y líquenes durante un 199
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pestañeo de evolución geológica. En los inicios de la lectura nunca supuso que la biología sería su logro, su ansia de evolución, mientras una criatura desarrolla un miembro o algo más que la semana anterior. La lectura fue desde el principio idea del doctor, cada día un nuevo volumen llegaba al hospital. En las letras encontraba el amor, lucha, entrega, suspiros apagados por las penosas injusticias sociales, desde las miles de páginas elaboraba sentencias y abría puertas a nuevos horizontes jamás enseñados ante sus ojos externos. Su alejamiento de la literatura había sido consecuecia del repetido aislamiento de su primer amor, por la desesperación de la ignorancia prefirió no leer, aborrecía las letras a tal punto de no leer por el recuerdo inmediato y doloroso, de no ser por Santiago Carla estaría muerta, su apoyo ante la indiferencia fue crucial. Una tarde azulada y anaranjada, tras horas con una novela de frontera que pasó sin ton ni son, cerró el libro tras leer la última hoja y encontró entre algunos de varios tamaños uno que le dejó el cuerpo petrificado y la respiración trastocada, en la portada de aquél gran libro que se titulaba “Un diluvio ancestral”,estaba el nombre de su autor... su querido y mal recordado Lupho. No esperaba siquiera que se halle con vida, quizás por su odio extendido, pero algo instintivo la obligó a sentirse completa, a quitarse un peso que llevaba tras trabajosos años de dolor. La primera página del libro tiene una línea extendida a lo ancho a modod de dedicatoria, “algo de vida me mantiene, algo de amor me mantuvo y algo de desencuentros me enciende para crear”, Carla conoce su modo, se siente identificada y entiende que es ella la 200
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portadora de todo el libro. Mira el brillo de los colores y mira a Lupho en su burbuja de Plástico, golpeando la pared, avisando que al rato iba a la mesa. Es su vida, la que fluye y es su logro también. El orgullo trasforma su boca, sus ojos ebullen, en la panza hay una fiesta de movimientos, allí dentro alguien ensaya los movimientos terrestres. El puente, el gato, el ratón. Los soldados, el correr en la noche de las cabezas y ríos rojos. Las veredas, las líneas de muerte, la escuela, la casa, los ladrillos y el corredor. Un suceso sacude la madrugada, veamos que sucede, la guerra termina, quedan meses. -¡Mátelo he dicho!, ¡qué lo mate ahora o muere junto a él!_el fusil pesa con una carga de seis atmósferas marinas, no puede hacerlo, es el sobrino de un amigo, lo vio crecer. -¿Qué tal si lo dejamos?, no ha hecho nada, nos ha tirado piedras, ¿qué daño puede hacernos, general?_ el sudor le recorre la espalda y la enfría. -¡No lo repitiré soldado!, no me deja opciones, ¡esto es la guerra!, ¡para esto estamos!, ¿o qué ha creído que es?, muere gente, ¡de los dos lados!, es ley de vida, proteger nuestro sistema para que todo el mundo pueda prosperar, la mierda que ataca siendo de los nuestros merece morir. -¡Pero si es un joven!, ¿qué puede pensar?, no conoce su historia. -¿Qué insinúa soldado?_el joven gime de dolor. 201
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-Es que... lo he visto crecer en el campo general, no ha hecho nada, ha sido un error que no debe pagar con su vida, no justifica nuestra lucha, allí fuera hay daños mucho peores y ni siquiera decimos nada por miedo... no puedo matarlo general. -¡Entonces prepárese a morir junto a él!_ un grupo de tres soldados arrepentidos antes de cometer el asesinato siguen al general, sus pasos unidos obligan al soldado amigo a reaccionar sin que ellos lo esperen. -¡Pues morirán ustedes malditos!_ el joven de un grito calla las balas que detrozan los cuerpos del general y sus seguidores. -Gracias... muchas gracias, ¿quién eres?_ pregunta el adolescente sin poder ver el rostro de su salvador. -Nadie, ya estoy muerto hijo, ve, escapa y diles que todo se ha acabado, que el ejército está minado de injusticias, cuéntale al mundo las barbaridades de esta guerra injusta._ lo destapa y su corrida se apaga junto al disparo en su boca. Santiago, su cabello, ella. Una mano, un escalón. Bandejas de arroz, pescado, un mercado. Un amanecer de Monet y una muerte clara bélica de Goya. Restan meses para el alumbramiento, a la vida le restan meses de su vida.
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Enlace
La
luna refleja al sol en una ayuda espacial, esta cuando quiere nos enseña la superficie de su corteza. Ella no tiene atmósfera, no tiene la cualidad de ser como la tierra (se dice que lo ha sido o se creó gracias a las sobras que se juntaron orbitando a la nave acuática), por peor desgracia tiene la obligación de absorber con su atracción a las rocas destructivas que nos amenazan durante las cíclicas vueltas. Dicen que la abordaron cuando la TV era blanca y negra, yo digo que el Apolo fue idea de una idealización y de una competencia encubierta por lograr algo que no significaba más que la conquista de quién iría primero en todos los niveles durante las siguiente décadas. Algunos dicen que Stanley dirigió una película en el plató de Odisea, otros que fue en un desierto, lo cierto es que mentiras o verdades, el imperio se refuerza gracias al autoflajelo, a la constante muerte a manos de los suyos, para justificar las atrocidades futuras, de invasión cobarde y barbarie tecnológica sin mediciones restrictivas. La luna citada por todos los autores de la historia encierra esa belleza que amenaza en un abuso de esplendor. Todos miramos y pedimos, rogamos porque su suerte sea la nuestra. Todos ruegan ante algo, porque el pensamiento mágico perdura aunque las muestras científicas nos golpeen. 203
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34 Montevideo, Uruguay. La casa tiene los olores que dejó en aquél entonces,todo está en el mismo orden que evocaba con tristeza, el pasto del parque del fondo tiene la magia que solía tener, los árboles son ahora una pared vegetal con un cien por cien de bosque encantado, todo lo que sucedía allí era memorable. Mariana junta las sobras del comedor, la comida fría y los platos sucios que habían quedado del día anterior justo cuando la policía interrumpió la apacible vida y alegría del llamado, todavía guarda resquicios de lo acontecido. Santiago se mueve inquieto, como un niño observa cada detalle intentando recordarlo todo. Ella prepara unos mates calientes, sabe que le gustan las pavas y el agua. La mirada de él no tiene un enfoque, solo admira lo que en un momento no daba como importante, todo tiene otro sabor, hasta el mate y el viento, aunque se siente desorientado, repleto de información nueva, pasado de vueltas por la ansiedad y los besos de su amiga. Mariana sonríe al verle tan complacido.
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-¡Si la casa hablara!, lloraríamos, ¿no?_dice cómplice de su mirar. -Que no hable _ riendo le contesta. -Siempre imaginé, en esas tardes de ventanas y gente esmirriada, tu cara, todo tu cuerpo, y lo imaginaba desnudo, no sabía como era, pero lo hacía. Pensaba en tu piel sin fronteras ni guerras en la cocina, en el patio, en todos esos lugares que decoramos con nuestra presencia, hablando de nosotros, de la vida y sus complejas acciones_ dice él apesadumbrado. Ella trata de no cambiar su rostro, no quiere evidenciar que la pasó pensando día y noche en él, prefiere la evasión, es mejor así por el momento, no sabe cuan cierto es todo el sueño concretado, al final nunca se sabe en la práctica como acaban las hechos. -Gracias, no te apresures a soltar todo lo que tenés, hay tiempo, estaremos en casa, luego te explicaré, las cosas no siguen igual como parece, algo te dije por teléfono, no te pongas así, tengo que contarte algunas cosas para que conozcas el peligro_ concluye. La lluvia dejó de hacer brillar las calles de Uruguay, la gente poco a poco sale en busca de los alimentos y la charla amena con vecinos y comerciantes. El éter asoma y las palomas vuelan en bandadas. Todo parece aparentemente tranquilo, la reserva de la gente y la poca intervención de problemáticas políticas, sociales o religiosas no afloran en sitios públicos por lo que todos andan con cuidado de las envidias.
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Anzio, Italia. El ronroneo lo molesta, sueña algo de ruido ajeno, pero no logra dilucidar tal emigración de vibraciones a su oído izquierdo. Un gato pequeño, colorado, con pecas en la nariz de color marrón y patitas blancas, lima sus uñas en la espalda de Lupho. Su andar no difiere de su especie, la elegancia desborda en él. Lupho tiene un animal sobre su espalda, quien sabe a quien pertenece este ágil felino, él no pestañea ni se mueve, solo sueña los ruidos ajenos del gato y los traduce (lenguaje de los sueños) en un terremoto sobre una cuidad de alguna parte de una América del sur desconocida. El félido sobre la espalda comienza a incomodarle, sacude primero su cuerpo (por efecto del reflejo) luego agita un brazo, lo dobla, el animal yace sobre algo en movimiento y nada más, no se sobresalta, parece acostumbrado. Lupho con un esfuerzo mínimo, gira en su propio eje buscando la posición más cómoda, se le ha dormido la mano derecha, hormiguea. Boca arriba, gato sobre el abdomen, gato meciendo sus garras, Lupho sin muecas, soñando, desorbitando sus globos oculares debajo de la capa protectora. Félido de pocos amigos, abdomen marcado a herida superficial, el sueño de algo que no concuerda, un gato que quiere matarlo dentro de la cuidad de alguna parte de América del sur, es cierto, ahora interviene en sus sueños. Una vena roja, sangre azul dentro y coronas que caen. Gato
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que reposa tranquilo. Monedas de oro, fiebre amarilla y espejos de colores. Urgido en las penumbras de los sueños que no pertenecen a la saga todos los días, nota que en la imagen de lo que presencia siente una leve distorsión y la asocia con el exterior. Sus párpados responden, sus retinas se exponen a la luz como el celuloide y sus químicos de impresión, opera bajo un protocolo inicial, no proceso a nivel consciente la mayoría de los objetos inmediatos, comienza a comprobar temperaturas, sonidos, movimientos y olores. Aparecen el techo, una lámpara de color rojo carmín y colores planos que no identifica aún. Despierta, abre los ojos, encuentra la realidad, un escritorio, espejo y reflejo, ventana, puerta, ropero y su ropa dentro, despierta a un nivel superior, bosteza, pies desnudos, revoltijo de cama dormida, un calor en el abdomen, toca su panza caliente, escucha un gruñido, se asusta, grita desesperado, en un lluvia de recordadas fobias, salta indeterminadas veces, imagina una rata, araña, su piel de gallina evidencia el miedo, una sensación recorre toda su columna hasta su nuca, le hormiguea. Es posible que sea una comadreja o cualquier animal vertebrado, incluso podría (según él) habitar su cuerpo. Cae desplomado al suelo, sobre la alfombra entre el ropero y la cama. Aguarda al movimiento animal, necesita identificarlo. Tiene mucho miedo, sujeta la colcha fuerte, pensándola como posible trampa. Por lo bajo un leve ronroneo devela la identidad del acechador nocturno. –¡Un gato!_ suspira algo más tranquilo.-¿¡Un gato!?_se cuestiona inquieto por la 207
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intromisión. Semidormido, inútil, inmóvil sobre el borde de la cama, Lupho intenta comprender como llegó a su hogar el animal. –Es un gato, es colorado, la cuidad era grande, ¿un terremoto?, al sur o al norte de América, al sur (confirma), al final pensaba en ti_ piensa mirando como se asea el gatito colorado de patitas blancas. Con algo de timidez se acerca poco a poco, cauteloso hasta llegar a centímetros de él, de cerca lo observa con miles de preguntas inútiles. El gato continúa en su labor de aseo, Lupho lo/la mira, no sabe su sexo, en realidad ni lo conoce. Algo de toda la situación le recuerda a Toulouse, al día de la llegada a la casa. Recuerda al ingresar con Carla que un gato blanco y negro veteado los recibió con gruñidos y arañazos que con el tiempo fueron ronroneos y caricias de nariz fría de gato. Lo extraña, es decir, extraña como lo acompañaba, las cosas que podía confiar en él, siente pena por ello, lo cree vivo y solitario entre los nuevos habitantes reconstruyendo las barbaries anteriores. Recuerda que nunca pasaba una oportunidad para decirle al oído que sabía que era persona y que podía comprender lo que escuchaba de él. Pero como todo animal solo lo miraba y maullaba contento, enojado, quien sabe en que estado. Colorado, blanco por partes, con pecas en la nariz felina, posa con la postura de sus ancestros, Lupho medio contento por la compañía sigue mirando extrañado por la presencia. En el baño, se peina, lava el rostro y se detiene. Ve el reflejo que rebota de la realidad aparente, nota un rostro blanco, un sin sentido para el cuerpo. Abre su boca, la luz direccional da en su 208
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rostro, cepilla los dientes 1) Apoya el centro del cepillo de dientes sobre sus dientes con las cerdas formando un ángulo de 45° con respecto a la línea de la encía. 2) Mueve el cepillo hacia atrás y adelante en movimientos pequeños (que no exceden más de ½ diente) durante varias veces. 3) Cepilla la superficie exterior de cada diente, hacia arriba y abajo, manteniendo siempre el ángulo indicado con la línea de la encía. 4) Para limpiar las superficies internas de los dientes frontales, coloca el cepillo verticalmente y efectúa una serie de movimientos ascendentes y descendentes con la parte frontal del cepillo. Recuerda el consejo de su odontólogo, “Si cepillas también la lengua, refrescará su respiración y limpiará su boca removiendo las placas.” Ríe por lo bajo, en el espejo ve sus ojos cansados, abre la boca nuevamente, tiene algunas caries, le duelen los oídos y parte del cuello. Tiene frío y sueño, perezoso corre en puntas de pie a la cama queriendo recuperar el calor perdido, se tapa hasta el pelo y agita las piernas por toda la cama hasta calentar su porción, el gato sentado con gesto de enojo maúlla en un tono de amenaza, marca su territorio con la uñas, se tira a dormir sin preocupación alguna de desalojo. -¡Pero qué...!_ exclama asombrado. Lupho cierra la cortina por unos minutos para recuperar fuerzas para la tarde, hora en que debe estar en la editorial para la reunión inicial. Tiene un leve dolor de panza, pero lo supone por el gato y no por lo nervios incontrolables de la futura reunión. Félido semirojo, semiblanco, semigato. Homo semirosa, semimarrón, semihombre, homínido accidentado y honesto. 209
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35 Santiago recorre el pantano peligroso, de insondables muertes. Camina tranquilo, con bocanadas de aire cada veinte pasos, viaja por las calles que lo vieron crecer, escucha los sonidos olvidados, recuperándolos. Sobre el columpio deja suceder los recuerdos de la niñez en una pantalla inexistente. Imagina la calesita en la que daba las vueltas más largas y donde luchaba por la vuelta gratis con el calesitero, recuerda al niño pero no se detiene en él. El cielo sigue aclarándose, las palomas continúan volando sobre la cuidad, alguien se acerca a él. -Disculpame, ¿Santiago Valles es tu nombre?, perdón, ¿sos Santiago?_pregunta el extraño algo nervioso, lo que alerta a nuestro amigo. -Sí soy yo, pero... ¿quién es usted?_le pregunta sin muchas ganas de contestar más cuestiones, las advertencias de Mariana surgen preocupándolo. -Mi nombre es el mismo a pesar de los años, Damián, ¡soy Damián!, no te acordarás, perdoname es que..._ dice sonriendo el menos extraño. -¡No puede ser verdad!, Damián se fue hace mucho de Uruguay, esperá... ¿Damián el hijo de la maestra de literatura?_atónito. 210
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-¡Claro, el mismo!_ grita eufórico. -No me digas, como cambiaste, pero estás muy bien, no me lo creo, tanto tiempo che, mirame a mi y vos que bien estás, me alegro mucho de verte, de verdad, ¿cómo me reconociste?, yo estoy hecho mierda, cambié un montón._ Santiago se muestra fuera de sí, extasiado pero muy contento por encontrar amigos. Durante horas pasan sobre el columpio Santiago y Damián parados sonriendo de las cosas imprevistas de la vida. La sensación es mutua, la alegría, los recuerdos, todo lo que concierne a un reencuentro sucede de forma normal, se ponen al tanto de sus caminos, del pasado, de la amistad y los recovecos atemporales, pero poco del presente. Hablan de los hijos, mujeres, dinero, muertes, es donde hacen un detenimiento y dialogan largo, entrada la noche luego de las lágrimas por las pérdidas se dirigen al bar de la esquina, en diagonal al columpio. Dentro comen pedacitos de jamón, queso y salame, toman cerveza y aflojan la lengua para situar algo más a Santiago en la verdadera realidad. Hablan de política superficialmente, Damián no suelta muchas respuestas y parece esquivo ante la naturalidad del recién llegado, cuentan sus historias de aciertos y errores, nuevamente, en realidad cuenta Damián su historia. Santiago prefiere evadir sus viajes y más su estadía en la casa de Toulouse, aunque se limita a contar algunas aventuras divertidas. En una de esas cavilaciones paralelas a la charla rememora algunas de las situaciones por las que llegó a odiar a Lupho y en la recién comenzada borrachera lo comprende, reflexiona 211
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de sus actos y perdona, todo en un instante de sabiduría o lucidez, mientras Damián habla sin cesar de su pasado, presente y de cómo se relacionan los dos en el barrio que eligió para siempre. Destapan otras dos cervezas frías, sin intención de volver a sus respectivas casas, continúan su charla, discusión y planteos vivenciales. Se dicen cosas bellas, se adulan el uno al otro, por el humor que desata o eleva el mareo. Santiago se aburre de digerir embutidos, come maní mientras habla, es el ejercicio de relajación elegido. No se ven desde los quince años pasados pero se hablan sin prolégomenos, en una amalgama fuera de lugar. La noche ahora es madrugada, el señor del bar los mira como disfrutan, y los escucha, él debería haber cerrado hace rato, pero adora escuchar historias, las disfruta como vívidas, les ofrece otra cerveza para elevar el tono de la conversación, y ellos gustosos de la vida recibiendo el presente las aceptan. Sonríen evitando la presencia del presente, evaden la realidad encontrando la posición más cómoda para dormir en la cama devastada por muertes sin sentido, bajo la dirección de la ignorancia y ceguera de una minoría. Como cualquier buen asiduo bebedor que conoce sus limitaciones en cada tipo de bebida Santiago termina el porrón y dice basta, come maníes para continuar con la charla, Damián sigue toma vaso tras otro no le importa llegar a su límite y sinceramente dista del de nuestro amigo. Aunque lo intenta no atina a frenarlo, siente que la confianza quebraría si lo hace, por lo que deja que su panza se hinche, confiando que no encuentre todo el desahogo en el alcohol, como en definitiva lo hizo él. El 212
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dueño del bar de nombre gallego (dícese de hombre oriundo de la Coruña emigrante de la guerra civil), duerme en una silla tras haber oído todas las historias, todos los cuentos, criticas y tras haber arreglado el mundo cual dictadores empecinados en una idea fija y demoledora. Santiago ya tiene los párpados pesados de tanto mirar, le pesan, sus están oídos agotados con un constante zumbido, de tanto escuchar. Añora todo, entre sus pestañas admira el reencuentro, entre su mente y los sueños observa la divinidad y embellecimiento de las cosas, siente un leve mareo. Tarde tan tarde como temprano para algunos que trabajan doce horas por jornada. Santiago a duras penas puede levantarse, ve a Damián que duerme en sobre la mesa, erutando cada unos minutos, el gallego sobre la silla no ha movido un pelo desde que ha cerrado el primer ojo (el derecho). Santiago deja al derrotado dormir, piensa en por qué ha tomado todo lo que le han puesto, se siente asqueado, la cerveza no es su estilo, suda con su olor. Camina por la plaza, pasa por el columpio que el día anterior fue su divertimento, lo ve de la manera del borracho, sin sentido alguno, hierros, maderas y calvos enlazados con herramientas rudimentarias. Pasea por las calles que transitan los trabajadores de largo plazo, con sus valijas, maletines, bolsos, todos lo sobrepasan al caminar, él lento al paso, reniega de su vida, zigzaguea, maldice sus destructivos viajes, su condición como animal cuadrúpedo que lo único que hace es caminar, sentarse, comer y no disfrutar de lo que realmente debería. Un automóvil patrulla la calle por la que transita Santiago, anda lento 213
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como él, lo siguen a paso de hombre, lo miran desde dentro. -Mirá ese borracho, camina de costado, no puede consigo mismo_ dice un oficial señalándolo.-Tiene la ropa más sucia que mi vieja en el geriátrico. El otro oficial ríe sin ganas, le ordena al conductor que se detenga. Bajan rápidamente, como si de un prófugo se tratase. -¡Contra la pared!_grita el policía con más autoridad. Santiago oye algo pero no discierne entre una orden o un grito al vacío, sigue en su andar trunco. -¡Documentación por favor!_ pide el de menos cargo, mientras que el que manda apunta con una metralleta la nuca de Santiago Valles, harapiento, sucio, alcoholizado por amor a la amistad perdida. -No tengo, me siento mal, no tengo papel para el baño_ responde él, emanando el alcohol por la transpiración. -Déjelo oficial, es un maldito linyera, déjelo tirado, no lo pienso tocar con nada, ¡mírelo!, la ropa está deshecha, no tiene nada, es inofensivo_ dice el conductor de la patrulla, con ganas de ir a desayunar y no perder el tiempo. El de más rango retira el arma de grueso calibre de la nuca de Santiago, lo toma por el hombro y hace girar bruscamente, lo tiene cara a cara. Lo mira, lo huele, estudia su comportamiento, quiere comprobar si su borrachera es real. -Ya lo voy a volver a ver, ande tranquilo, bueno no tan tranquilo, los tiempos cambian, no sé que hace a estas horas solo, hoy se salva, pero la mierda tiene que estar donde debe ser, cuente con eso._ lo oye pero contiene 214
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su mensaje, prefiere no hablar, sabe que si dice algo lo pueden enviar a la cárcel. Los dos oficiales de la ¿ley?, con la pereza de quien tiene el mundo sobre las espaldas se suben a la patrulla y se alejan, pacíficos directo a un bar a desayunar. Santiago sigue contra la pared, mirando los ladrillos a la vista, de repente una imagen de la fachada de la casa de Toulouse hace presencia y deja de comprender su ubicación geográfica, pide por Carla y pregunta por el gato negro veteado. Balbucea por lo bajo, clamando libertad, tiene algunas apariciones de un rojo intenso sobre la pared de las cuchas, ve unos soldados, a una mujer fea deshojando una paloma, un niña muerta a balazos certeros y un ratoncito blanco, se arrodilla desesperado, hundido en una pena inolvidable. Pasan los minutos, parece verlos pasar por delante, en su mente algo dice que si el silencio es constante, la presencia no es una afirmación de lo que acontece, por esa simple razón vira su rostro y evidencia que nadie apunta su nuca ni amenaza su vida, se han ido. Vuelve a mover los pies, las manos en su sincronización humana, toma su postura habitual al caminar la superficie terrestre y se deja llevar por las intenciones inconscientes de su mente, aliviada y descomprimida.
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Todo color le recuerda a cada escritor, cada palabra dentro de otra a una realidad que presenció en él. Carla lo mira a Lupho, lo lee, plena en su alegría, por presenciar el acto más puro de su amado esposo, pareja, o lo que fuere en el lugar que viva. Dedica cada minuto de su larga estadía para adentrarse en el mundo que forjó con todo el ímpetu en su obra, en la primera edición. La luna tiene el aspecto que una vez describió Borges en uno de sus tantos escritos, la suavidad de la cama genera un alivio perfecto. Ella sabe que afuera la vida es distinta, todo duele de forma insoportable en el exterior, pero increíblemente fuera de todo pronóstico el universo de su antiguo amor está repleto de amor, esperanza y nuevas bases para una mejoría social, siente que su alma es luz y siente pena por no lograr ver todo ese mundo interno. Por momentos se enamora, más bien de la idea de lo que cuenta aquella voz relatora que no tiene que ver con la que escuchaba en la verdadera convivencia nupcial. Cierra el gran libro de la vuelta al mundo en ochenta segundos, abre bien los ojos para mirar la tapa del libro, lo toma con las dos manos, lo eleva sin quitarle la mirada, lo arroja al piso en una suerte de desquite. Su cabello suelto, libre, arroja la sonrisa muy amplia plagado de perfumes. Sale del encierro de la cama, o de la restricción personal/profesional. Corre veloz por la habitación, su panza se mueve, corre, rodea la cama, la mueve, modifica su posición, se detiene, observa, la vuelve a desplazar. Camina a la ventana/balcón o ventana/terraza, el viento la toca por el pecho, un viento convertido en brisa acaricia su pecho con la dulzura de 216
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su mano harto conocida. La brisa roza su vagina, la airea, la enfría, sus pezones se endurecen, pero nada es erótico, son caricias de la naturaleza que la toca por curiosa, nada más. En la terraza parada sobre la guarda admira la belleza del mar atlántico, se aburre pero medita, contenta plena, por Lupho ríe, no se pregunta si lo ama, si ama a Santiago o si quiere sexo con una hormiga, solo disfruta del momento que se regala. La paz la inunda, aparecen los ojos rasgados de sonrisas, sabe quien es, las arrugas en los ojos. Es media mañana, Carla vuelve a disfrutar de la comodidad del embarazo y su complicación, de esto último reserva leves preocupaciones. Giovanni pide el permiso para entrar a la habitación, ella accede sin problemas, él con su carpeta la examina como todos los días, incluso los domingos. Ella lo mira, con el gesto de pregunta sin pregunta. -Usted vive solo._ afirma Carla. -Sí, efectivamente, ¿como lo sabe?_ pregunta Giovanni algo extrañado por la reacción de su paciente. -Usted se encuentra siempre en el hospital, no toma día de descanso, se la pasa día y noche viviendo con las enfermedades_el doctor piensa en todos los detalles que ha enumerado, siente una soledad repentina. -Sí, puede ser, pero mi vocación encuentra aquí un alivio, me obliga a no irme, ¿qué hago en mi casa queriendo salvar vidas?_ se justifica. La revisación concluye, Carla se encuentra dentro de los niveles normales, sin sobresaltos. Despide a su doctor y medita sobre su vida, cuestionándose cómo puede una persona vivir sola, pero se halla en la paradoja de vivir 217
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de la misma forma al fin, se preocupa algo. Pero no tarda en Justificarse con la panza hinchada frente a sus ojos. El miedo toma forma de algún ser o algo de lo que puede entumecer todos los músculos durmiéndolos, y el terror de no tener las fuerzas para vivir, la agobia al límite. Reafirma su condición de mujer en la vereda del machismo popular. Ella podrá con todo, no quiere deambular invisible por el futuro porque sabe que pierde la guerra, por lo que se dedica a retomar la lectura.
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apacible, sin reales intenciones de matar a nadie, Santiago deambula por la cuidad uruguaya temiendo una nueva represión por parte de la milicia o policía, todo es ambiguo, nada corresponde a una normal interpretación, se mezclan. Borracho hasta la rodilla camina dando golpes con algunas paredes, la gente común sale a realizar el paseo de las compras y los saludos, todas las señoras de medias corridas y bragas enormes hacen cola en la panadería con la bolsita del local. Santiago, solo, entre todas las personas que se visten para salir de compras camina sin rumbo, perdido, no le importa preguntar por su casa, por la casa de Mariana. No piensa en nada, deja que sus pies recorran las aceras por gusto y no por decisión. El mareo se escapa lentamente, tiene algo de sed, pero no se detiene por nada. Cuando levanta la vista, se halla junto al río, sobre el amarillo frío de la playa, junto a los mil llorones que aguardan la llegada de los cientos de posibles llorones. Se aleja para no pertenecer ni borracho a toda esa pobre gente repleta de tristezas. Se acerca a la orilla, desata los cordones sucios de sus zapatillas sucias y las ata juntas para poder llevarlas cómodamente. Sus pies desnudos tienen que bajar la 219
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borrachera junto al frío, esa es la formula infalible de Santiago contra la adversidad de tomar demasiado o sobre el limite, eso y algo más de frío en la nuca, espalda y abdomen. El conjuntos de agua marrón se encuentra calmo, las olas no tienen ni un centímetro de altura (las atracciones lunares de modifican), la marea baja evidencia la existencia de barcos hundidos, de trozos clavados y mucha más suciedad visible. El muelle se encuentra lejos, como para atreverse a caminar hasta allí, se divisa muy pequeño como del tamaño de un dedo recostado. Por comodidad (de Santiago) la gente no acostumbra (solo la psicótica) caminar sobre la playa en la mañana (lo que asegura un tránsito ameno, sin sobresaltos), en eso recuerda a Martín, y él al mismo tiempo en otro espacio, a Santiago. Martín como todas las mañanas de su vida, recorre la playa buscando algunos caracoles, admirando la belleza de las olitas, escuchando los lamentos de las madres que se enteran de las muertes en cada desembarco de hombres y mujeres del mundo en conflicto. Martín se siente solo entre tanta gente que lo acompaña en la playa, necesita el amor, pero no lo halla es un recén llegado, un infante con mente muy experimentada como para funcionar como la de un niño corriente. Odia la escuela, le disgusta hablar de muñecos, piedras, armas, chicas, televisión y palabras nuevas, él ya las conoce, su madre al despreciarlo no supo que generaría una mente brillante de conocimiento, la ignorancia a veces es necesaria para el mundo. Santiago sigue en su mundo, en los mundos que orbitan en el universo de la supresión real, ajeno a todo 220
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balbucea, mueve sus dedos y manos, chista y se molesta. Hasta que cruzan camino sin saberlo. Martín grita, corre, él sigue su dirección de camino, el niño le grita aún más fuerte agitando sus brazos, parece no alcanzarle nunca, como la liebre a la tortuga llega, lo llama tocándole la espalda a la altura que alcanza, con algo de esfuerzo logra despejar la nebulosa alcohólica. -Santiago, ¡soy yo Martín de la Serna!_ agitado por la corrida, apoya sus manos en las rodillas y sacude sus cabeza en un gesto animal que todos poseemos. -¡Ah!, Martín, ¿qué tal súper pibe?, no estoy bien, me duele la cabeza y estoy muy mareado, muuuy mareado, ¿y vos de dónde apareciste?, sos muuuy raro nene._ contesta con la boca entreabierta, estira las letras, las come, se da un festín literario, el niño sonríe. -Fuiste al bar del español, seguro, tenés olor a cerveza y vómito, vamos que te llevo a mi casa, ahí tengo ropa de mi papá_ dice mientras toma su mano dirigiendo el destino de Santiago. Él lo mira, como lo lleva tirando de su mano, se siente un idiota, pero no puede hacer nada por cambiar lo que sucede, no tiene respuesta de ningún miembro del cuerpo, está ausente pero presente. Martín vive con su madre a unas cuadras de la playa, en una casa de lujo, donde el jardín tiene jardinero y la casa una mucama. Santiago ve el frente de la casa y se pregunta como un niño que no estudia y pasa las mañanas de su vida tenga una casa así (sigue borracho para pensar así, confunde su edad mental con la proyección de lo que es en realidad). Martín continúa haciendo fuerza para llevarlo donde quiere, pide ayuda 221
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al jardinero, el pobre hombre deja su tarea e ingresa a rastras a Santiago con algo de fatiga matinal. Dentro, una mujer pálida, joven, está sentada en un sillón, más bien acostada durmiendo plácidamente, para ser que Santiago no es el único que evade lo que vive. Martín se acerca a su madre y le acomoda una pierna despierta y vuelve con su amigo. El hall tiene una escalera central que se bifurca, arriba hay dos pisos más de altura, toda la decoración tiene una línea morfológica estable, todo tiene que ver con todo, aquí hubo una mano experta, los objetos se deforman acorde al lugar, es realmente una verdadera genialidad, me quedo sin palabras para definir los estilos fusionados del mundo. Santiago mira con los ojos bien abiertos a la mujer del sillón, descubre que tiene a su lado una botella de Whisky escocés, el pobre niño no se ha percatado de eso, con vergüenza lo toma nuevamente de la mano y lo lleva (como puede) al primer piso, una vez cerrada la puerta de la habitación. -Acá tenés ropa para ponerte, ¿ves eso?, ¡es el baño!_ señalando las dos cosas que nombra con algo de molestia por ver el estado de su madre a primeras horas de la mañana. -¿Qué?, ¿qué?, ¿sos un gigante enano vos?... te pareces a un amigo mío, ese gallego de mierda me mete de todo para que hable, no voy a ir más, no quiero hablar más de mis viajes, estoy podrido, encima Mariana se... ah que mareo que tengo, ya no tengo edad para hacer estas pelotudeces, que boludo soy por Dios, ¿te dije Dios?, perdoname che, pero yo no creo en ese hijo 222
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de su madre me hace la vida imposible...ah que mareo tengo me cago en la puta._Martín calla, como hace con su madre mientras la desviste para soltarla en el baño cada vez que se aísla en la falta de diálogo. Santiago hace años que no visita un baño limpio, entra primero al antebaño de lujo (como puede, que ya es mucho) y se mira directamente en el espejo, se detiene ante sus ojos cansados, su piel deshidratada, abre su boca, examina sus dientes y descubre unas caries, mira sus ojos nuevamente, fijo, busca su alma entre todas esas vetas de gato, el mareo lo desenfoca todo y ve recortes de su mirada, intenta hacer foco sobre sí y el reflejo lo ubica en la única realidad acompañándolo, su vida y su fracaso constante, su busca errática de adaptarse al presente. Vuelve a abrir su boca pero no para examinar el estado odontológico, sino, para cantar una canción que ama, que su padre hizo que ame, evocando a un cantante en blanco y negro, con temor (curiosamente algo del recuerdo le ha hecho bajar de un plumazo la embriaguez) comienza con el primer estribillo, mientras se acerca a la bañera y se sumerge en el agua caliente con olor a rosas pasa al segundo. El sabor del agua tocando la piel, no se compara con nadie, algo hace ruido, lo vuelve a confundir, pero ya no es la guerra, son dos mujeres. Santiago suspira por todos los viajes, por esas noches en las literas itinerantes, en las estaciones de tren heladas y oscuras, en las plazas peligrosas, debajo de las autopistas, puentes, iglesias y aparcamientos, en lugares de los que guarda solo una sensación, el calor interno que lo 223
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mantuvo con vida ante las inclemencias climáticas, humanas y religiosas. Debajo, en el agua contiene la respiración, no quiere pensar más, deja que la música fluya ahogada, oye desde el interior de su vacío negro absoluta como comienza un piano con algunas notas seguidas desde el Do de la segunda octava hasta congregarse en acordes incesantes que se mezclan con algunas voces repetidas de fondo que simulan un bombo bajo, tras unos minutos de acondicionamiento al ritmo, la voz por sí solo emerge y canta dentro suyo, con los ecos de un auditorio deja que su mente descanse de sí misma, enamorándose de la evasión que tanto le molesta. Martín acaba de encontrar una prenda en el ropero del padre (supone), un traje de estación, con su respectivo pantalón, zapatos (dos pares), y abrigo (uno), el niño apoya como puede la ropa sobre la cama, le pregunta a Santiago si desayuna y él le contesta que si, deseoso de tostadas o medialunas con café con leche (uno mojando en el café y el otro intercalando). Al rato, (hace unos instantes) ya despabilado tomando café, Santiago agradece la amabilidad de Martín contando unas historias de viaje para verlo contento, comienza a comprender que pasa por la cabeza de aquél petiso inquieto que le recuerda a su reflejo anterior. -Me gustan tus historias, pero son historias y seguro que exageras todo_ le dice Martín medio jugando, medio en serio.
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-¿Qué pasa en esa cabecita?, podés confiar en lo que quieras, pero yo te estoy contando toda la verdad, no seas tan desconfiado, no podés saberlo todo, hay que escuchar y aprender, ¿entendés?, poco a poco que la vida te llegará toda junta y no vas a saber para donde disparar, tranquilo, con calma todo llega, disfruta de todo esto, porque no te lo vas a olvidar_ Santiago mete de un bocado la medialuna, bebe un sorbo tocándole la cabeza y sacudiendo los pelos del niño para suavizar lo que acaba de decir, le ha sonado fuerte, como un consejo reflejo para los dos.-No me decís que pasa por esa cabecita ahora mismo, ¿qué pensás? -¡Nada! nada bueno, mentira, yo que sé, vos me decís que soy un nene, pero yo te digo que mi mamá me odia, es borracha, tengo gente dando vueltas en la casa que no me dicen nada, ni me hablan, mi papá no existe, la ropa y todas sus cosas siguen en la habitación porque mi mamá no supera nada, me duele todo lo que hace, odio estar solo, soy un chico, lo sé, ¿pensás qué no me doy cuenta por mi edad?, me aburren, por eso no quiero nada de lo que me pueden dar los chicos de mi edad, siento estar en un envase distinto a mi mente, me dicen que soy un viejo, que soy un loco de mierda, me golpean, me escupen, me dejan solo. -¿Hacen eso?, pendejos malcriados de mierda, yo no sé de donde aprenden tanto a ser malos, vos sos un nene, no pasas la decena, tenés que estar tranquilo… no hables así, creeme, podés arrepentirte de grande, ¿querés ser como yo?, ¿un fracasado de mierda que vivió dando la vuelta al mundo buscando las respuestas durante años que estaban acá?, no pierdas tiempo, ese 225
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pendejos no saben quién sos, vas a ser grande, haceme caso, vos vas a ser gigante, te lo prometo, no te olvides nunca de esto, vas a ser parte de la historia, para eso sí se viaja, no para arreglar problemas que no tienen solución, centrate en vos, cuando quieras ser lo que sientas salí, escapate y vas a ver..._lo interrumpe Martín, le corta la inspiración, Santiago sabe que esta conversación se acaba de instalar en el nivel de prioridades futuras, cree plantar una semilla. -No entendés, mi vida es estar en la playa, toda la mañana, comer algo de lo que me cocina alguien a quien no conozco, ver y escuchar cosas que no me gustan, me duele mucho vivir así, sin una decena de años puedo entender._termina en lágrimas Martín, buscando o encontrando el consuelo en Santiago Valles. -Soy tu amigo, y lo que pase pasa, así de simple, yo viajé por el mundo, me topé con la adversidad hasta hace unos minutos, ¿pero me ves nadar solo?, al final acá está mi lugar, porque siempre busqué lo mismo, amor, solo amor, pero vos sos especial, haceme caso, nunca dejes que nadie te desanime a nada, en el intento está la genialidad, que el resto diga lo que quiera, nunca bajes la cabeza ante nadie._se emociona, su voz se quiebra, sus consejos siguen siendo para los dos. -No, pero vos tenés a tu amor cerca, yo no tengo nada, mi mamá no me quiere, siempre pienso en ahogarme en el río._ replica Martín intranquilo, temblando de miedo. -¿Qué?, ni se te ocurra, ¿estás loco?, toda esa capacidad tiene que empezar a hacer algo, dibujá, cuando aprendas a escribir bien, escribí y mucho, vas a ver como te calma toda la ansiedad, y tranquilo, que 226
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seguro se fijan en vos, eso te lo aseguro, ¡hey!, están buenísimas las medialunas, hace tiempo que no como esto, mucho tiempo, gracias Martincho_ concluye en un abrazo Santiago.-Vamos a pasear o mi casa a comer algo con Mariana, total nadie se va a molestar,¿no?_ se ríen juntos, Santiago parece un hombre de negocios con su hijo de la mano, por momentos fantasea, imagina a su mujer embarazada, primero tiene que hacer mucho para encontrar la tranquilidad perdida, asumir los consejos dobles y volcar el amor en todo el tonel vacío que es Mariana.
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38 La mitad del día reposa frente a la multitud que corre a, trabajar, comer, dormir, nadar, nacer, engañar, practicar tiro, vender o simplemente a robar. Algunas personas indudablemente se encuentran haciendo el amor de la manera más caprichosa, con posturas imposibles para descargar la furia contra la constante diaria, otros/as en cambio están solamente masturbándose con algún/a mujer/hombre, vecino/a, cartero/a, lechero/a, sin contar las inalcanzables figuras de la vidriera televisiva o revisteril que aseguran su carrera a base de polvos y no de maquillaje precisamente. Acomodándose, soñando con el amor u otra variante menos cautivante Lupho bosteza con los ojos cerrados, gira, simulando el trompo, se mueve hasta topar con la pierna izquierda un bulto, algo caliente de temperatura mayor a la del pie o pierna. Los sueños terminan, el reloj despierta, los sonidos en la mente son disparadores de nuevas intenciones cerebrales. Toma la rienda y despierta ,ésta vez lo hace no lo intenta, reconoce directamente la almohada (reconocible al tacto), luego el despertador, presiona al azar algunos pulsadores (sin comprender lo que está haciendo realmente), el sonido incansable despertador continúa insistente irritando a 228
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cada segundo, acabadas las cavilaciones, sin paciencia o con paciencia de dormido, golpea el aparato eléctrico destrozándolo de un solo golpe, es cuando cesa el por completo el malestar. Vuelve a sentir calor, esta vez en el pie, comprueba que es una temperatura mayor al de su extremidad, vira su mirada a la izquierda, al fondo de la cama, allí, comprueba que su lecho (no nupcial) alberga a más de una persona, en el límite, al borde de caer, reposa somnoliento un felino colorado, blanco, de peces en la nariz. Abre sus ojos, se expanden sus retinas, mantiene los párpados bien abiertos, la luz le pica, pestañea, decide quedarse en posición estática sin movimientos más que el de la química (eléctrica) de sus pensamientos, Lupho recuerda finalmente su aparición. -¿Sigues aquí pesado?, eres persistente como yo, lo lamento_le habla con resignación. Como si escuchase y entendiese el (nuevo) gato se despereza tranquilo, crea un círculo imaginario dando una vuelta buscando un lugar más lejos del límite peligroso de la caída, se detiene, su cabeza apunta al acolchado, bosteza, logra estabilidad moviendo a destiempos sus patitas sobre el material blando, se para en dos patas, lo mira fijamente a Lupho emulando a algún ancestro León. Mantiene el gesto de lucha, mientras que Lupho continúa con su desgano irrompible dotado de resignación matutina. El gato pestañea, bosteza nuevamente, sigue con el objetivo frente a sí mismo, mueve con las uñas afiladas las patitas en un vaivén vertical, maúlla con el ronroneo en su voz, maúlla y muestra sus dientes, enseñándole su poder sobre la cama. Lupho tiene una suerte de 229
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miedo mixado con amor, no le gustan los animales, pero sabe que en su vida ellos forjaron algo de lo que siente como orgullo, al final según algunos las mascotas son fieles y las mayorías de las veces traspasan la vida mortal para vivir eternamente en las obras de sus dueños. El acuerdo con la editorial es por la tarde, entradas la cinco. Lupho prepara algo para comer, los nervios están tapados, reposando. En la cocina, algo de verduras y carne roja sacia el vicio de ingerir energía para sostenerse. Con el plato, los cubiertos y la bebida servida junto a la comida Lupho concentra todas sus ideas en la forma fantástica de encarar a los dirigentes de la editora más potente del mercado. -“La mesa oval en el centro de la sala de conferencias, todo de un color marrón ocre le enseña algunos detalles, una mujer de cabello colorado en la punta derecha junto a la puerta de salida le intriga, sabe que en la punta de la mesa hay un señor de corbata roja mirando cuestionándose. Varias copas altas de cristal repletas de agua o soda, y doce directivos de la empresa, nadie ríe. En la punta opuesta, en dirección a la mesa oval un proyector blanco, una mesa pequeña de color marrón, yo y los nervios de este gato maldito, colorado como el pelo de la mesera junto a la puerta”_ piensa, fantasea, vive los nervios de estreno, injiriendo un bocado de verdura y carne que le sientan un poco pesados. Un maullido viajero interrumpe la comida del medio día, aparece colorado, caminando a paso lento, el gato se acerca a su pierna, él vuelve su cabeza al piso, maúlla con fuerza con la cabeza estirada 230
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al doble de su normal. Lupho odia compartir la comida que hace para el solo, siempre dice “si me compro, es mío, solamente para mi degustación, si te compro es solo para tu placer, pero no me pidas mientras como que soy un perro rabioso y hambriento, puedo morderte instintivamente”. El gato ronronea fuertemente, pide comida o cariño, algo de lo que Lupho no comprende, sigue imaginando los detalles, las posibilidades, creando tiempos y discursos aleatorios para hurgar en los útiles. Con la palma llena de pedazos de carne se agacha acercándole a la nariz la carne troceada.-podrían restos humanos, no entiendo por qué sigo comiendo carne._ se espanta y sigue comiendo. El felino la huele por todos sus ángulos, tiene clase, sabe elegir y rechazar lo inapropiado,al cabo de unos segundos muy largos toma de a uno los retazos de carne cocida, al terminar de morder con delicadeza y tranquilidad Lupho lava sus manos sin la velocidad enfermiza de la fobia, lo hace para quitarse la sensación belicosa en el tacto. Repite unas palabras en voz alta, en un repaso del discurso o exposición de la obra y sale a la calle en busca de un taxi.-...el mercado exige, entiendo el punto, pero mi obra provocará un nuevo nicho, tienen que confiar... no, no así no... deben quitar sus prejuicios éticos y sectarios para abrir el mercado a la totalidad, mi obra puede suministrar apertura a cualquier ciudadano, repleto de cultura o falto de ella... bueno así está mejor, a ver... si no confían en lo que digo pueden irse a la mierda, al final quieren explotarme y llenar sus bolsillos de dinero, hijos de puta... me estoy pasando, bah, es la verdad_ piensa mientras se ríe y desahoga, el taxi se detiene. 231
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Apartado Uruguay 2 pm. -¿Qué hacés che?, ¿estás loco o qué?, dejate de joer que te pueden matar. -¿Qué?, dejame boludo, ¿quién sos vos para decirme que no haga algo?, andate que estoy tranquilo. -¿Cómo vas a pintar las paredes con ese dibujo?, se van a enfurecer, acá la gente es muy metida, te van a buchonear y cagaste fruta, eh, de en serio che, estás por armar un quilombo grande. -¿Y vos que mierda sabes cabeza de lagarto?, ¡tomatela feo!, ¡pochoclo!, ¡dejame solo!, la puta madre, pero si son todos iguales. A ver si me entendés, no voy a dejar de hacer nada, ¿qué mierda mirás?, ¡no sabés lo que le hicieron a mi hermanos y a mis viejos!, esos payasos, obreros de verde asesinaron a mi familia, no voy a parar, les voy a tocar los huevos todos los días, ¡y no pinto las paredes!, ¡se llama stencil! -Pará loco, no te enojes, no sabía que lo hacías por algo así, sos un tipo sano... otro estaría cortando cabezas hasta morir. -Pinto pero no soy boludo, mi arma es el mensaje, si agarro un micrófono me lo meten por el culo antes de meterme el batallón otra cosa. Soy esa hormiguita metida en el pantalón, que se jodan, hasta que no se 232
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caigan no voy a dejar de hacerlo, después veré que hacer. -Sos un tipo gracioso, pintar a un gorila de uniforme metiéndole una banana a otro y así en cadena simulando la evolución de Darwin me resulta humor inteligente. Se van a calentar. -¿Me das consejos?, acá no hay prensa, no existe la palabra, somos una jungla de seres autómatas, muertos de miedo, ¿vos me querés aconsejar a mi? -¿Cómo te llamás?, quiero saber, así busco los diarios cuando termine todo esto, tenés pinta de ser buen caricaturista o guionista. -Pero vos sos un pelotudo de esos que se creen divertidos, interesantes al hablar y que se imaginan genios mientras limpian pisos por dos pesos. -Para loco, tranquilzate, soy Santiago, me dicen el flaco y no quiero ofenderte, ni meterme en tu mundo, si te gusta lo que hacés te felicito, sos un luchador y eso vale más que el oro de estos falsos moros conquistadores de cerebros. -Soy Julián, me decían Juliángorra. -Usarás mucho la gorra. -Definitivamente sos un pelotudo, pero de los simpáticos ahora nadie me llama así, mejor Juliánsolo. -¿Querés tomar unas birras?, hace calor. -No, ahora me voy a pintar unos muñecos de madera que estoy fabricando, son las figuras que pinto, algunos ya me compraron por encargo pero se las guardan en un cajón enterrado en el jardín, como reliquias o figura del recuerdo... yo que sé, mejor me voy. No me caes mal, capaz te haga un muñeco, sos bastante feo pero si 233
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le pongo ganas seguro te mejoro la nariz y el ojo derecho. -¿Qué tiene mi cara? -Es bastante asimétrica, según unos estudios, de acá no, de afuera, donde la gente se dedica libremente a estudiar pelotudeces, bueno según un estudio la asimetría del rostro es un buen signo de fertilidad, por eso seguro tenés levante con las chicas, pero sos feo, no te lo olvides nunca, eh. -¡Viene una!, andate pibe, salta, dale. -Si me muero, tirá la gorra al mar. -Pero no sé donde vivís, andate dale, yo ya tengo un escondite acá, corre pibe._ se escabulle entre los arbustos y Santiago se acomoda en su hueco del gas destruido el fondo para caber y cerrar la puerta de chapa oxidada. Desde las rendijas ve a los soldados bajar del coche. -La puta madre que lo parió, el pendejo de mierda, sigue pintando las paredes, peinen las cinco manzanas, revisen todas las casas, le voy a meter el caño caliente por el orto. Preguntá a los de ahí enfrente, sos todos buches, que suelten algo o le matas a uno, me da igual, puto país de mierda, ¿monos con bananas?, hijo de...
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obra de Lupho le resulta de lo más realista, profunda, entretenida, original y reveladora. Carla no conocía todas las facetas de su ex-esposo, sabe muy bien de sus altibajos, pero el tesoro que se presenta ante sus ojos no deja de asombrarle, la llena de vida, no da crédito a tanto amor, luz y bondad. Recuerda el día en que lo conoció, una tarde de otoño en París, en el Harry´s bebiendo Bloody Mary alejado del bullicio pensando. De los detalles deja escapar el recuerdo, pero sabe que amó o ama (quien sabe) a ese ser tan especial en tiempo y forma. De sus retazos sueltos aquí tenemos a los recién enamorados en una fogosa charla en una mesa de sillones morados y banderillas de todos colores. -Yo no soy de esas, no pienses que voy así por la vida, no te equivoques Lupho, soy una mujer bien educada._ sus rostros de entremezclan con el resto de edades encapsuladas en la memoria de Carla. Lupho y ella mutan entre lo que eran y son. -¿Por qué dices eso?, nunca pensaría algo así, perdona, es que mis silencios no tienen que ver contigo, no estoy enfadado, es que aquí dentro transcurren muchas 235
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situaciones que no puedo contarte._señala su frente con algo de vergüenza, se deforma su rostro quedando en negro, reaparece su cara llena de juventud, la voz de Lupho se agudiza hasta ajustarse con la edad. -Eso no es problema, eres tan distinto al resto de hombres._ las banderillas se enlazan con ramas de pino intervienen sus emociones encontradas. -Solo quiero comprender que es lo que tengo que decir, no me atrevo a utilizar la máquina de escribir sin motivo alguno que detone en algún hueco interesante. Perdona, no quiero meterte en todos mis problemas mentales, al final son solo letras unidas, el conocimiento está sobrevalorado, mira aquél de barba blanca, ese tipo sabe lo que hace, entiende de publicidad, ha hecho un personaje de sus libros, primero él ante sus libros, eso es cruel, ambicioso y poco relevante ante el mensaje, yo no quiero ser él, lo odio, es un borracho perdido._ la mesa se transforma en cama, aunque siguen sentados en la misma posición anterior, detrás de Lupho aparecen flores rojas ingrávidas y el sonido de un constante vómito provocado. -Yo puedo ayudarte, no te apenes, cada uno sabe lograr captar la atención del resto, si no te interesa su manera de hacerlo puedes emplear otra, tienes la inteligencia para idear un buen plan. Me gustas, algo dentro de mí me dice que sigamos juntos, no sé que es pero siento estar en el lugar adecuado, ya no estás solo._ desaparecen hasta quedar sus miradas, él la mira, ella comprende que le falló, por un segundo puede sentir la desilusión de Lupho, entiende al fin que no todo eran
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sus molestas fobias, sino, su intolerancia ante una genialidad desmesurada que necesitaba su contención. En la habitación comienza a darse el fenómeno de apropiación hospitalaria, Carla tiene en todas las paredes dibujos de su pintora más preciada Frida Kalho, algunos escritos y demás accesorios. -Nunca es tarde, gracias mi amor._ susurra una noche al despertar tras sobrevivir al recurrente ejercicio de la memoria mediante los sueños, por alguna razón se siente liberada y toca su abdomen transformando su tristeza confundida en alegría. En la pared de la ventana/terraza, justo por encima de la misma escribió con tiza color blanco ¿Cuál es el sueño de los que están despiertos?, cada vez que el doctor entra, ella espera algún tipo de comentario por el apropiamiento, pero él no dice nada, solo sonríe y se retira. Ella supone como culpable a la lástima como supresora de correcciones lógicas, pero deja que todo siga su curse habitual. Él, lee la frase al entrar, la mira a ella, Carla sonríe, él también, le toma el pulso primero, luego revisa los ojos y demás obligaciones médicas (que no comprenderemos por falta de léxico profesional), Carla desea decirle el significado pero fracasa en el habla exterior, porque deriva en otras preocupaciones menos en lo que piensa, los nervios suelen engañarla y tratrasarlo todo. Aunque hay momentos en que el instinto florece y se adueña.
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Como siempre el doctor se retira maldiciendo una y otra vez por no tener el coraje de decirle algo bonito, una frase clave para abrir puertas. Carla gobernada por el sentimiento abrupto y anima se para de pies fríos y toma aire en la terraza. El doctor siente sus pasos, se da cuenta que la paciencia causa mella en su paciente, pero igualmente cierra la puerta, al hacerlo da nueve pasos lentos como esperando internamente que sea ella quien desde la puerta le invite a charlar, pero sabe que es él quien debe tomar el primer movimiento, domar la situación, tras una discusión mental de unos minutos se vuelve a detener con la mano derecha apoyada en el pestillo frío de la puerta. Dentro, nuestra amiga suspira eliminando tensiones, recuerda a su pequeña luz de vida y expira algo molesta por dejar escapar posibilidades.-Se lo pierde, no pienso volver a embarcarme en una relación con nadie, déjalo ya Carla, es que eres estúpida para todo, desde ahora nada, solo un hola y un adiós, a lo sumo un buenas tardes doctor, ¿qué tal está?, pero por cordialidad, el resto será un limitación lacónica._ se convence alienada por las nuevas circunstancias, fija un punto en la mar para apasiguar sus aguas revueltas. Resuena a lo lejos la puerta, primero un golpe suave, a los segundos otros menos temeroso.-Que no sea la enfermera cancina, no tengo ganas de hablar con nadie. Insistente continúan golpeando. -¡Pase!_ exclama.
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Abre la puerta lentamente, es Giovanni, sonríe como es habitual, aunque algo más forzado, parece temerle a la simpleza del trato social verdadero y no profesional. Relee la frase, se detiene con los brazos cruzados y sin nada en sus manos, lee los demás papeles pegados en las siguientes paredes color verde claro, Carla también cruza sus brazos imitándolo. -¿Cuál es el sueño de los despiertos?_pregunta por lo bajo releyendo la frase Giovanni. -La esperanza, doctor, es lo que nos mantiene en plena lucha y alertas a lo que puede nacer_ contesta con una dulzura única, con su voz baja y suave. -Usted tiene un ángel, su esperanza es infinita, excede a las mías, por eso la admiro cada día más Carla, no he venido es decir algo tan cursi, bueno no sé que decir, llevaba allí fuera un rato ensayando que decir pero los nervios me traicionan, quiero que entienda que..._ lo interumpe antes de que los nervios lo hagan decir algo apresurado y sin sentido alguno. -Doctor, ¿quiere tomar mate?, me imagino que a esta hora nadie se despierta a quejarse_ dice ella invitándolo a una charla. -¿Qué es eso?_ pregunta inocentemente. -Es una bebida, perdone, claro no la conoce, es normal, es que conviví con un amigo Uruguayo._siente un estremecimiento en el estómago que le recuerda de un plumazo todo.-Es una bebida muy entrañable ya que acompaña mucho a los solitarios y une a los amigos, invita a las charlas, energiza, es verdaderamente un hallazgo. -Intentaré disfrutarla._dice sorprendido. 239
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Mientas Carla prepara la yerba y deja reposar el agua caliente pero no hervida Giovanni suelta algo que le viene a la mente para ir rellenando el espacio que queda en silencio. -No se imagina lo que ocurre por la noche en los hospitales, los pasillos, las cirujias de emergencia, es un estrés que muy pocos pueden controlar, vi casos muy graves... operar a compañeros por deficiencias..._ cuenta mientras acomoda su abultado cuerpo en la cama. Las primeras palabras sabias y cotroladas de una charla armada en el momento surgen a los minutos del reacomodamiento mental ante la intolerancia de la ansiedad que nos trastoca para adaptarnos rapidamente a la situación, algunos tosen, carraspean, otros hablan con la garganta entorpecida por la mucosidad, o miran a un lado que cruce el camino de quien está enfrente. Giovanni a diferencia, observa la ventana, se pierde en la oscuridad del mar embravecido por unos instantes de reacondicionamiento, Carla se pierde mirándolo, como se olvida de ella en la oscuridad de su mar incierto. Habla primero ella, con suavidad le pregunta como es la vida en el hospital, aunque sabe que ha caído en la trampa de la torpeza evidente, vuelve a escucharlo como repite lo anterior. Al pasar unos minutos comienza a recuerdar algo desconocido, sobre una situación en sus comienzos muy traumática que lo tuvo al borde del colapso profesional.
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-Era una niña de tres años, su estado era grave, al llegar no comprendía lo que le habían hecho, pobre pequeña, no podía siquiera verla del terror e impotencia, su rostro, su cuerpito estaba demacrado, lleno del rojo intenso de la sangre, recubriéndola entera con contusiones provocadas por un adulto ensañado_ Carla entiende algo de lo que suponía en sus pensamientos de almohada y ensueños, afirma el dolor que encierra tras sus sonrisas de dentista, siente pena, suspira como es habitual.-Me la trajeron en camilla, agonizando, su pulso era inestable y sus palpitaciones no daban una buena señal, lo primero que hice fue llevarla a la sala de cuidados intensivos, le colocamos todo lo necesario para que pueda respirar y mantener su pulso estable, pero nada fue como lo esperábamos, se detuvo el mundo, las gotas de transpiración caían a chorros y no sabía que hacer, juro por lo que más amo en esta tierra que pedí por Dios prometiendo ser fiel si hacía algo por ella..._ la comodidad de la noche afloja la lengua de Giovanni, su personalidad en otra oportunidad no hubiera permitido decir una palabra sin emitir una terminología médica. -...Por dos minutos ella estuvo muerta Carla, técnicamente muerta, mis compañeros se habían sacabo los guantes y mascarillas, la encargada de apuntar el deseso me preguntó que hora prefería poner, no sé que fue, si una rayo interior que me inyectó de energía hacia afuera o si me poseyó algo, lo único que recuerdo es que les pedí reanimarla a como sea, algunos no querían darle el electrochoque, sabían que era imposible despertarla con tanta carga, era muy pequeña Carla, ¡la daban por muerta!, en medio de la 241
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discusión, una de las enfermeras quiso taparla, fue cuando con las lágrimas en la cara y gritando fuera de mí, tomé la desición más dolorosa de mi vida, hice yo mismos los electrochoques, ¡y la volví a la vida!, ¿puedes entender que significa eso?, la traje de vuelta a esta miseria de mundo, donde la violación y el maltrato era algo de todos lo días al despertar y acostarse, me sentí un niño de clase alta jugando a los muñecos, pude verme con su edad, en su lugar, y no lo soporté Carla..._ respira hondo, hace un silencio mínimo, recupera el habla, en el límite del quiebre emocional dice.-Al otro día luego de las primeras curaciones el padre hizo una aparición exagerada, clamando por la salud de su hija, mis compañeros me contuvieron, sabía lo que iba a hacer tarde o temprano, lo amenacé... al tiempo, creo que dos meses después, la niña volvió en peores condiciones, esa vez la vi morir, ¡la vi dejar su vida!, nada fue igual, comprendí la vida de otra manera, quizás eso explica el por qué vivo aquí más que en mi casa, no dejo a ningún paciente librado al azar de allí fuera, me encargo de todo lo que puedo y más_ una lágrima sale disparada con odio de su lagrimal derecho seguido de la izquierda, llora, se tapa no quiere ser descubierto, llora desconsoladamente, no la mira de frente, gime de dolor, su alma sufre por algo mucho más profundo, por todas esas vidas que dejaron de vivir ante sus ojos. -La dejé ir, yo la dejé ir, porque no aguantaba otra visita, su vida no tenía el sentido que le vemos nosotros a duras penas, ella con sus pequeños años vividos tenía la esperanza de morir, lo vi en sus ojos el día en que la vi morir frente a mí, prefirió la paz del silencio a la brutalidad de la 242
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realidad, es tan cruel este maldito mundo._ su rostro se transforma, toma la imagen de la culpa. -Después de esa noche, estuve debajo de la tierra, dormía todo el tiempo, no comía y solo escuchaba la voz de mi psiquis, con la culpa en todo momento acechando a mis valores, trastocándolos, pero mantuve la cordura y un día dejé el límite moral que no me dejaba buscar ayuda para salir a la superficie a enfrentarla. Eso fue hace muchos años, aunque puedo verla ahora mismo junto a mis manos, por eso el hospital es algo de lo que no quiero escapar, lo hice una vez, no lo haría de nuevo, moriría, aquí lo tengo todo para luchar contra ese instante en que se extingue el milagro impensable de la vida_Carla siente que todo lo que podría devenir sería superficial, el sonido ambiente ayuda, el mar los cobija auditivamente y los relaciona en silencio, su acto de reflejo honesto es un fuerte abrazo, por todo lo que el hace por ella para que no muera. Su abrazo se funde en las noches, donde los murciélagos andan ciegos escuchando el sonido del camino y los tigres caminan sigilosos en la selva de alguna parte de África o de un cuento Borgiano.
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40 Carpeta roja, carpeta negra, papeles blancos sueltos, una tensión de vientos contaminados y retorcijones junto con calambres mantienen a Lupho con la traba mental de un niño en primer día de colegio, al borde del llanto. El edificio cubre y sobrepasa las expectativas que había hecho durante todo el almuerzo junto al félido colorado, impone, aunque no concreta si es eso o la presión invisible que lo induce a auto intimidarse por cobardía escénica. La puerta principal es de cristal doble reforzado como todo el resto de la estructura que posee en su noventa por cien el derivado entre otros de la antiquísima arena playera hoy en peligro de extinción (la cuarta del planeta). La tecnología tiene un papel fundamental en la compañía, todo el conjunto de oficinas con sus pertinentes despachos y salas de conferencias posee comunicación informática, es decir, una amplia red ordenadores (menos inteligentes que un pájaro silvestre) conectados unos a otros, intercambiando datos. -Esto debe ser masivo, no tiene lógica que solo aquí se use_ piensa Lupho de los recursos del poderío editorial, imaginando un mundo con toda esta amplia red de 244
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conocimientos conectados a microsegundos de cada ser humano, a los minutos se responde que es un idiota, que siempre hace lo mismo, ve algo y lo plantea con una lógica de gato sin lectura, sus pómulos hierven, pero lentamente se calman. -La estupidez es un paso anterior a la genialidad_remata su voz interior. En el ascensor una voz indica el numero de piso, su voz es de una mujer rubia voluptuosa (recrea para reavivar una llama perdida), las puertas se abren sin ayuda de dos gorilas, es el duodécimo piso, es el elegido, el sonido ambiente penetra como una bala en su frente, le falta el aire, allí dentro está la empresa más grande de Europa. Una recepcionista amablemente pide la identificación de nuestro amigo tieso, obnubilado, maravillado por su creatividad fantástica, mientras, la mujer investiga en una gruesa faja de hojas con tareas programadas, él mantiene su boca abierta, aguarda impaciente, con las carpetas roja, negra y los papeles blancos sueltos pero bien sujetados con sus dos manos contra el pecho. La mujer de ojos musgo de río, al terminar la búsqueda, le agradece la espera con un gesto cordial, como cumpliendo por alguna petición de la dirección. -Gracias, no, no, a ti, gracias, perdone... tiene usted unos ojos muy bonitos._ no deja de sostener con fuerza las carpetas, su rostro se enrojece. -No tiene por qué señor... ¿puedo aconsejarle algo?_ no sé que siente Lupho, es posible que no la escuche, a veces se cierra tanto que no lo comprendo del todo. Su mirada a cambiado.
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-Es usted una persona libre para expresar sus pensamientos._ quizás decir eso le sirva para quitar los nervios de las primeras nueve palabras, pueden definir toda la presentación hacia un lado u otro de la valoración colectiva. -Ya lo creo señor, mi consejo es que entre allí y no deje de hablar hasta el final, no les permita elevar sus egos con las comparaciones, sea diferente, ataque con la raíz de su mensaje y llegará certero, usted es diferente a los otros, lo sé, perdone señor si soy entrometida, supongo que me he pasado, lo siento. -Es usted un ángel._ cree que sus palabras han sido mediadas por la joven pero que pertenecen a otra persona, a una que no deja de querer, por lo bajo agradece a lo que sea que le ayuda. El grifo abierto del pensamiento mágico le abre nuevos canales de confianza que había perdido, suelta una carcajada. El ángel de ojos musgo sigue apuntando en el cúmulo de papeles atrasados sin volver a retomar la conversación. Alguien a lo lejos grita el nombre de nuestro amigo. Ella amable le informa que la junta aguarda su presencia, como si no hubiese dicho nada antes, se percata al volver a ella para despedirse que sus ojos son pantano y comprende que Carla está presente realmente, hincha sus pulmones con todo lo que logra recaudar y da pasos firmes pero cortos con su mentón a lo alto, Lupho se dirige a la sala de conferencias como un globo de helio al cielo, soñando con llegar al espacio exterior. Por el largo del recorrido, en el pasillo, comienza a chequear cada “cosa” que imaginó y da con el acierto de la diferencia abismal existente entre la creativa imagen 246
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artística y la poca creatividad de la realidad que le rodea, reposa unos segundos avanzando y se responde que ni todo el dinero del mundo dota a un diseñador del buen gusto, otro pensamiento que lamenta al continuar. Animado por una ventosa corriente del alma se olvida de su cuerpo en estado de conmoción, se percata de la luz que emerge de la sala, imagina su muerte a plena luz del día. La puerta está abierta, se detiene, estudia el escenario que tiene de frente, en cada acercamiento logra entender cada vez más lo que le rodeará, la disposición del mobiliario, los colores, la densidad del aire y la luz que gobierna. En el murmullo registra nueve voces medias y dos gruesas, añade preceptos para elaborar dos posibles perfiles por cada una de las voces que luego acoplará junto a la imagen gestual. De la carpeta roja eleva once hojas sueltas, luego las vuelve a presionar contra su pecho, las siente parte de sí, mueve su cuello en forma circular, de izquierda a derecha, suena algunos dedos, mientras da pasos más firmes y largos irguiendo su columna, estirándola para relajarla. Habla por lo bajo, ensaya el discurso de presentación, mueve su mandíbula encontrando la distensión, agita el brazo suelto, ríe, cambia las carpetas al otro miembro. Sus convicciones vuelven al vuelo, su mente recuerda todas esas tardes, noches, mañanas, sin comer y dejar de enviar electricidad química a cada neurona, para que respondiesen a todas sus exigencias fetichistas. Camina sin miedo a nada, él sabe de su búsqueda, solo él entiende de su convicción, nadie de esas once voces contiene en su poder lo que posee dentro suyo. Chista,
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una, dos, hasta seis veces, pica la punta del zapato derecho contra la moqueta. -Tengo el partido de póquer en dos horas, no esperamos a una estrella, no se puede permitir un silencio tan prolongado._ dice el de voz más gruesa, aguardando la llegada del escritor francés. Todas las caras muestran cansancio, algunas tienen ojeras, otras manchas de sol por las constantes exposiciones, algunas solamente los vestigios de no dormir por trabajar y follar como conejos. -¿Por qué tarda tanto?, no tenemos todo el día, esta reunión nos cuesta dinero_ dice la segunda voz menos ronca. Todos juntos ,y a la vez, acomodan sus corbatas presionando en el nudo para mantenerse despiertos por ahogamiento. Debajo de la mesa los pies se hallan inquietos conversando, repiquetean algunos, otros se dedican a discutir por la comodidad y la elegancia. Chista una, dos, hasta nueve veces, con su mano izquierda toca un piano imaginario en la pared, mira el techo y expira e inspira hasta el mareo. La mesa tiene once copas de cristal, todas a medio llenar con agua pura de manantial (agua procedente de alguna zona pobre y sin recursos naturales), las paredes tienen un color piel humana (quizás todo lo construido fue a costa de los autores), los hombres que pesan sobres las sillas tienen trajes oscuros, menos el de voz más gruesa, que se distingue con un traje marrón claro y botones aún más claros, está fumando un habano cubano y tomando un café de buen sabor colombiano 248
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para mantener la tradición multiculturalista y de libre consumo capitalista. Un proyector apunta a la pared contigua a la mesa, ese espacio tiene un desnivel o un límite virtual evidente. Una mesa pequeña de acero se halla junto al proyector, del otro lado del proyector una pared vacía con una tela blanca tensa que funciona como pantalla espera ser rellenada, en el lateral una pared/ventana ilumina toda la sala con luz natural reflectada por la contaminación suspendida. A Dos metros del límite entre la edición o la vuelta, sin más que la obra en papel para limpiar sus heces. A Un metro de la verdad, con sus verdades estudiadas. En el límite todo deja de tener sentido, los nervios dejan de hacer funcionar los músculos, al fin los entumece, su cerebro suelta, la Dopanina, Cerotonina y Adrenalina que activa sus miedos extremos, o sus drogas internas. Pese a todas las disfunciones cerebrales y musculares, Lupho tiene el coraje de ingresar por la gran puerta a enfrentarse con el León que controla a las especies literarias masivas y promotoras de nuevos horizontes. Once personas reciben al escritor, el de voz gruesa lo invita al aplomo en la silla, uno de ellos funciona como mediador entre las partes, una voz media que media entre las peticiones del poder y las consultas del proletariado inmerso en una disciplina del miedo a crecer. Durante minutos no hay palabras más que las del señor presentador, quien habla de la obra ante su séquito. Lupho observa, oye cada crítica constructiva y 249
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cada expectativa de la voz media. -No puedo creer que le guste tanto, le han pagado._piensa agitando su lengua con la boca cerrada. La voz gruesa no intenta frenar el monólogo del medio, supuestamente lo escucha pareciendo realmente interesado, uno de los ocho restantes interrumpe, y continúa halagando la obra, éste tiene una carpeta verde donde según sus afirmaciones tiene las últimas estadísticas del mercado nacional y del bloque, así pues relata los últimos censos hechos en Europa durante minutos, mientras lo hace, algunos aplauden suavemente las cifras que se elevan por cientos de millones. Lupho pierde el hilo conductor de la reunión, piensa en lo fácil que parece todo, o en lo difícil que se lo planteó, en la cresta de la vorágine es simple, allí hay silencio, paz eterna. La voz gruesa pide una opinión extra, otro de los siete restantes eleva la voz sin irse de su rango aprovechando la situación para lucirse, con nimias diferencias sostiene el éxito del libro, apoya la explicación anterior y sus estadísticas. La voz gruesa y fumadora suelta pocas palabras. -Señor Lupho, ¿Podría contarnos de su proyecto y de las cualidades del mismo?. -¿Señor?_se pregunta.-Sí, claro, aquí tengo unas carpetas con las sinopsis de una carilla_ coge de la carpeta roja las once hojas con las respectivas sinopsis. Las suelta en la punta de la mesa, en el borde. -¿Podría repartir las partes a la totalidad, por favor?._le pregunta en tono decidido, firme, muy distinto al de la burbuja de plástico y los golpes comunicadores en la pared. Las hojas llegan a cada uno de los ejecutivos, incluso al de 250
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voz tomadora de café colombiano que parece interesarse conforme habla nuestro amigo. -Ahora si me permiten_ se dirige al desnivel, donde se hallan el proyector y su mesa de acero. Va directo, como si conociese el lugar, a la pared ventana, y acciona el botón para que la cortina cubra toda la iluminación exterior contaminada por la polución constante del químico del invernadero fatal. La oscuridad junto a la quietud deja por segundos a todas intrigados. La luz del proyector se enciende a manos de Lupho, el haz de luz es direccionado a la tensa tela de enfrente. Coloca las 13 diapositivas, presiona el botón de avance, aguarda la primera placa templando su temperamento que ruge desde sus entrañas, está corrompiendo todos sus bloqueos para exponerlos. Los once con la atención de quién tiene la expectativa proyectada en otro por inseguridad aguardan la primera exposición del escritor. Con todos los flancos posibles trabajados al máximo, Lupho da clase de diseño y armado de planificación publicitaria. Todas las posibilidades de éxito y fracaso no tienen hueco por donde escapar, Lupho lo ve todo y lo enseña frente a quiénes pueden ser el puente a la edición global. Su sueño es ser leído, su deseo es la provocación, que lo amen, odien, idolatren, critiquen, sigan y defenestren. Finalizada la presentación, pide amablemente la crítica de la sinopsis, algunos tienen que releer las diez líneas complejas de la breve reseña literaria, para poder efectuar la critica sin vergüenzas. Él lo tiene todo bajo control, contesta cada pregunta y deja claro su mensaje como escritor.
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-...La aplicación de los estereotipos de cambio van a efectuar en el colectivo lector una nueva problemática que será el afluente a las nuevas libertades, el mundo sufre a causa de una pandilla de dictadores insensatos que retrasan la evolución, no podrán evitar lo inevitable, esa gente espera que alguien diga lo que sucede sin reparo alguno, todos los personajes son reales y lo fueron en vida, señores, la edición y difusión de esta obra puede determinar un paso hacia una nueva época de progreso editorial... en sus manos está extender la verdad ante un mundo sediento de ella._ su voz se quiebra por la emoción o por otra razón. Aplauden por su labor, las risas y congratulaciones se elevan en la sala, el de voz gruesa sin habano con infusión se acerca, estrecha su mano y felicita. Todos los rodean para repetir el gesto, nuestro amigo comienza a toser con fuerza, en el pecho siente que algo lo raspa, como si tuviese una rama atravesada en el árbol pulmonar. Un mareo lo ubica en el sillón de la punta, las risas caen a lo bajo, se acerca uno de los nueve, lo contiene, una voz de las ocho restantes sale en busca de un enfermera. La luz ingresa por la pared/ventana, rodeado por trajes negros y uno marrón claro, Lupho entiende que el dolor es solo una de las consecuencias de la vida, pero su obra hoy encuentra nuevo padre, el mundo entero. Tose, se retuerce como un niño, un enfermero acude al llamado. -Estreche su mano señor, dígame que sí, necesito saberlo._ dice entre dientes al del puro. 252
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-Es usted nuestra nueva y mayor apuesta, no lo dude, es un sí rotundo, prepárese para recibir el oro del reconocimiento en sus manos, porque las nuestras ya están en acción preparando los cimientos._ cierra los ojos, ya puede descansar. Carla lo abraza, la ve porque sigue allí, algunas noches cuando no puede dormir imagina su cuerpo frotar contra el de ella buscando la paz para dormir. Su madre le dice algo, le susurra pero no comprende, grita enfurecida y desaparece entre sus abuelos, caen hojas y agua enjabonada, las burbujas estallan, el mar se vacía y la lava volcánica se seca ante las nubes negras. Santiago pierde la cabeza tras pensar en tres pájaros verdes, Carla flota en el océano llorando, clamando por caminar, algunos animales acuáticos la asechan, se pierde en la turbulencia de un remolino del tamaño de una isla que crece descomunalmente hasta comer las ciudades como si fuesen de queso fundido con anchoas. Algunas voces lo quieren despertar, las oye mientras ve al planeta desaparecer en un punto infinitesimalmente pequeño.
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41 Palma con palma, empalmadas en una fusión solitaria pero humanitaria al fin, Santiago deambula junto a un niño, lo llaman Martín, no lo quieren, no se quiere ni quieren entre ellos solo se acompañan para sobrevivir un tiempo más los abatares que esperan impacientes ir deshojando poco a poco sus vidas hasta quitarles el último aliento en algún futuro incierto sin final alternativo. De la soledad y sus comunes exigencias retiene tres cuartos de cien, seguramente para no olvidar que el ser humano debe sufrir como tal y no despreciar eso que sufren los caballos al quebrarse, porque cuando aparece sabemos todos a que viene. El camino tiene trazos amarillos y verdes al pasar. Suenan en los lagos del oído, resuenan con ese vigor de mil bueyes unas notas extraviadas. La calle tiene otro sabor para Santiago, la camina con altura, con su nuevo traje y camisa. Martín tiene a quien querer mucho, aunque por unos instante fabricando la imagen que nunca se alejó de sus ojos. La puerta principal tiene algunos raspones del día de la dual llamada policíaca y Santiago en su vuelta. En el jardín de frente, junto a la entrada posa un rosal con su majestuosidad rozando la perfección, los vecinos se detienen a envidiar sus colores rosa claro y rojos 254
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oscuros que embellecen con unas veinte rosas dando color, brillo y vida a la casa... una energía que no entiende de personas ni lugares. Con las manos pegadas, llegan donde Mariana reposa plácidamente luego de la búsqueda frenética por Santiago. La puerta tiene la traba puesta, las llaves inútiles caen al piso, por miedo, o alguna reacción de la que no tiene raciocinio alguno Santiago. La palma pierde adherencia, corre al fondo de la casa, sorteando algunos obstáculos comunes. La vegetación tiene forma de selva. Él, con el corazón al borde del colapso grita el nombre de su amiga o amor, clama por ella desesperado, esperando lo peor. En el interior de la casa no se emite ningún sonido. Su traje nuevo se raja en la cintura, el pantalón se abre y la camisa huele muy mal. -¡Mariana!, ¿¡Mariana!?_ agita su cabeza, mira al cielo, este no lo mira, lo inunda de un celeste brillante sin nubes, ni pompones de algodón, le regala lo más bello que puede. Los alaridos tienen un origen de vocales y consonantes bien entonadas, se desgarra su voz, golpea contra el césped sus manos derramando furia sin medidas. De pronto entre tanta exclamación, desde dentro la voz ronca (recién amanecida) de Mariana grita tratando de aplacar a Santiago en sus sollozos gritos de amor y demencia adolescente. -Todo está bien, estoy acá dentro, esperá que abra la puerta_ Santiago comprende que tiene el miedo a flor de piel o de corazón, toma aire sin poder decir nada, está nadando en un shock emocional intenso. Toma con las 255
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dos manos su empalidecido rostro pasado y de terror. La puerta luego del forcejeo común se abre, desde la oscuridad emerge una Mariana con bata toalla y pies descalzos (disfrutando de su frío leve), con un gesto de enojo toma con su mano derecha el brazo del trajeado, sujeto que supo conquistar su amor sin modismos. -¿Por qué llevás esa ropa, dónde estuviste?_ Mariana comienza a pensar algo peor que la muerte, la traición (con una apresurada relación de copas y recuerdos, las envidias de la ciudad están esperando para poder darle un mordisco al foráneo). -Me la dio Martín, está en la puerta principal, esperando a que le abras, no sé por qué creí que..._ se explica y utiliza al niño como chivo expiatorio. -... mejor no hables, le abro en un segundo, pobre tendrá frío, dale, entrá, mirá la cara de susto que tenés, no se te va, sos terrible Santiago. _ le dice Mariana con un resto de enojo prematuro pero encantada con su demostración. -Bueno, pero yo creí que te había pasado algo malo, no sabía que hacer ni para donde ir, perdoname, sé que no vine temprano, pero viste como es Martín..._ dice mientras entra con las manos en los bolsillos y la boca a media asta. De los gritos y desgarrados aullidos, el niño no tuvo más que la gracia de oírlos todos y quedarse durito medio escondido, vio muchas perder la libertad por esos tipos con coche verde. Al oír sus voces llegar entre risas y bocanadas de aire Martín disfruta de la buenaventura de la pareja y comienza a saltar, en su alegría tiene presente a su madre, al alcohol, la plata que pierde, la 256
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gente, su fealdad y sus miedos, todos mortificando o restando importancia al hecho reciente, cree poder jugar y divertirse por más tiempo. Mariana quita la traba y acciona una de las cuatro llaves, mientras abre la puerta entrevé al niño saltando como un loco, agitando las extremidades sin medida. -Pasá, que hace mucho frío, vení, dale._ le grita Mariana preguntándose por la presencia del infante en su casa. Martín mira por lo bajo queriendo desaparecer, como buscando hormigas en la tierra. Se acomodan dentro, los tres hallan la forma de ayudar al otro, más bien los dos encuentran la manera de remendar sus errores ayudando a ella en las tareas de la limpieza. De la casa nada escapa a las manos de los dos, el brillo obtiene protagonismo, algo que en años tuvo ni la más mínima presencia. Mariana los mira atentamente, toma mate, de cada tres succiones regala una para Santiago y ninguna para Martín, quien empacado amenaza con ensuciar lo recién limpiado. -¿Por qué yo no tomo mate?_ pregunta, con la inocencia perdida y aislada de la personalidad por algo que no conoce ni él mismo. -Por que sos un nene, y los pequeños no pueden tomar mate, ni café, nada que tenga mucha azúcar y otras cosas_ dice con algo de sobreprotección Mariana. Con un paño marrón claro Santiago continúa lustrando algunas de las piezas de la familia, su boca se encuentra abierta y sus ojos estáticos (vibrando como es 257
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habitualmente), centrados en algo que no tiene importancia, en la cavilación o desarrollo de la literalidad de los pensamientos, en ello halla una respuesta interesante. -¿Ves el jarro?, en su interior se guarda el alma de la madre de ella_ le dice a Martín. -¿Sí?_descree el niño. -Ahí su alma reposa olvidando la materia que la resguardo en su vida. Tiene la energía del resto pero centrada en su interior que no es más que polvo en estos momentos... los átomos se reacondicionan durante siglos en todo lo que nos rodea, terminando en delfines, árboles, personas, lo que sea, nada en la naturaleza del universo se pierde, solamente se reacondiciona_ exaltado termina la frase y vuelve su mirada a la nada. Martín vira su rostro, ella lo observa con una risa pequeña suspendida, le guiña un ojo (el izquierdo), él entiende que es algo de lo que Santiago olvida y sigue en su lustre, una teoría de nimio valor prefundadora de otra con alguna genialidad en sus objetivos impuestos por esa luz cegadora y presente de la consciencia. Niñez y adultez conviven, se conocen, cocinan, sueñan para llenar el vacío que abunda repleto de materiales. El aire corre por todo el comedor, termina la lección de indulgencia, los brillos iluminan dándole un panorama distinto a la visual frecuente en la vivienda.
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42 La noche posee a la verdad de un hombre devastado por sí mismo y por su mal gusto. En la habitación el abrazo y su fundición de amor o algo más, surten un efecto extraño, ajeno e ilusorio en Carla, ella por todas las opciones básicas de acercamiento, no quiere un tacto tan intenso, no cree oportuno pensar en algo así, ni en un hombre, mujer o animal. Pero algo de todo la paraliza, han pasado ya horas y continúa meditando, incluso durante todo el amanecer de la playa y el océano, ha encontrado respuestas certeras. El libro al pie de la cama le recuerda que debe retomar su novela iniciática, en la que todo siente como propio y vivido. Con algo de frío y aburrimiento vuelve al calor de la ¿casa?, toma su edición y comienza el capitulo 23. Línea tras línea comprende a la soledad como una fundición de las lloviznas de tristeza y amargura donde nada escapa a la imagen clara de los principios ahogados del común denominador humano que rige en aquél ¿hogar? y sus poderes mundanos trasvestidos. Tiene una bata del hospital, su vestir puede variar en los días ulteriores, pero algo no la deja ser ella misma, la bata, su cordón y sus botones tienen algo que le engendra la seguridad de la capa protectora terrestre. 259
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“Mis tardes no tienen fuerza, no cargan nada en mi alma, tengo la impresión dentro de mí, de un vacío intenso que no me agrada y que me mata lentamente. Sueño para olvidar la felicidad”, lee, relee y comprende su soledad en espejo, la del libro y los objetos. En un manto de lágrimas inexistentes cierra los ojos, solo por la curiosidad de la imaginación. Minutos. Estira una mano. Expira, inspira, gime, se arruga, la contorsión del rostro monta pliegues de dermis menos elástica. Minutos... una enfermera pide por alta voz ayuda. El verde de las paredes, los dibujos, Frida Kalho y la sentencia de Carlomagno sobre la ventana/terraza conforman la casa que supone Carla por los meses restantes, leyendo, admirando desde su cama la realidad, sin perderse entre el límite de la locura, reconoce las consecuencias ineludibles de hacer ideas reales, sueños reales.-¿Están preparados quienes sueñan algo con su vida para convivir con la inmediatez de la respuesta mágica?, no hay hadas ni genios, me da asco la tierra, prefiero expulsarme al exterior._piensa mientras lee, desenfocando la lectura.
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Acaba de recordar a una anciana que le dijo: “Hija mía, ¿qué nos queda a los viejos?, ya no valemos para nada... solo nos queda lo que vemos... eso nos llevamos mi amor”._cierra el libro abruptamente. Giovanni como de costumbre, errada costumbre, recorre todo el establecimiento, tiene una sonrisa leve, sus comisuras se elevan sobre lo normal de los días, el rostro de Carla se dibuja entre citas médicas, observaciones de roturas, placas, muy malas noticias y decisiones profesionales. Los diálogos tienen un sabor distinto en su boca, los pacientes notan esa alegría de día brillante eterno, la reciben como única y disfrutan mientras dura (los pacientes terminales). Cada persona tiene algo que aportar, cada ser parece acompañarlo en su alegría de un día o meses. Él comprende que todo tiene ese final previsible, su costumbre de trasladarse en el futuro lo aleja de lo que realmente tiene como objetivo (una supuesta felicidad blanquecina y de spot de CocaCola de los años cincuenta). El numero 303 lo somete al examen de los nervios sobre el cuerpo, comienza a sudar sobremanera y a confundir pensamientos con recuerdos, siente el entumecimiento del estómago, sus contracciones, todas las condiciones que provocan lo que no puede evitar. -He defecado menos de tres veces la semana pasada, y desde que estoy con esto no hago nada, pero nada, me duele, como si nunca soltase nada, me siento pesado y lleno. Son los síntomas de estreñimiento atópico, ¿qué digo?, es el espástico, tenía que volver a sentirme así, 261
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soy un estúpido._ da vueltas y vueltas a sus conjeturas, es causa del mal del médico enamorado. Toca tres veces, con una pausa entre cada golpe de un segundo, de los cuales suman seis segundos de llamado, tres físicos, tres virtuales. Pasado el minuto (contado), entrada la tercera decena escucha del otro lado la voz rebasada de una pasividad aplastante fabrica ecos al viajar. La puerta no hace más que establecer una línea entre el bien y el mal, su interior dicta que algo no está haciendo bien, sus anteriores experiencias nacen como recordatorios, más bien como trampas para encarcelar entre los barrotes de la doble moralidad adquirida por culpa de seres adultos jugando a ser niños con herramientas. ¿Te curo el corazón?, ¡idiota!, ¡calla un poco de una puñetera vez!, entra, dile algo bonito y calla, por favor siempre lo mismo. -Giovanni, puedes pasar._ lo invita Carla sin rencores con sus anteriores malestares. La puerta deja de ser puerta, la madera con algo de hierro se mueve en un eje, exactamente un cuarto de radio. Es la segunda vez, nunca más volverá la primera, al menos no con ella, eso le tranquiliza. Recostada, recién despierta, con lagañas y migraña, lo recibe excusándose de su apariencia. No la oye, le molesta toda la explicación inaudible (para él) que no le interesa ni al dibujo de la pared. La encuentra bella de igual forma que en las infinitas veces anteriores. Olvida el protocolo de paciente/profesional, al fin se deja flotar en el mar. Erguido como un mono bien enseñado, sin mover siquiera sus pestañas calla todo comentario 262
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usual de una visita regular en el hospital, quiere diferenciarla del resto y que lo note. Ella aguarda entre dormida y muy dormida los controles habituales, sin recordar la noche anterior ni sus confesiones de cama y dibujos colgados, actúa con un leve desprecio que desconoce. -Hola_ logra decir Giovanni por lo bajo. Dormida, colgada del límite de la realidad, la ficcionalización y el embellecimiento cerebral solo asiente con su cabeza, músculo del cuello por medio, no se percata de nada.Está bien, no quieres hablar, lo entiendo... tengo que hacer mi trabajo, ¿en qué estaba pensando?_toma su brazo, examina el abdomen y con la velocidad de los boxees en plena carrera, se da a la fuga. Carla como si nada duerme, sueña el libro y los capítulos. Desde la apertura sorpresa de la obra lleva veintitrés leídos y quince soñados, representados por el recuerdo y la mezcla imposible (en sus formas) de la imaginación. La casa húmeda reaparece minando sus emociones de incertidumbre. Se agita, tiembla, Santiago la besa, Lupho le chupa la vagina degustando sus jugos, el gato lame su espalda. Cruza sus piernas mientras se agita más, gime, abraza la almohada, muerde sus labios, hace fuerza, la contorsión le produce más placer.
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43 Rojo en la alfombra marrón, silla negra que sostiene, voces que acompañan, un doctor, once personas (nueve de un rango medio, dos de poderío), ventana/pared y luz clara en la sala, un grito de dolor, dolor extremo, miradas condescendientes, de verdad, dolor extremo. Cielo azulino con una punta amarilla profunda en la totalidad. Pájaros y aletas de avión, un gesto de complicidad en la esquina de alguna casa. Una tortilla de patatas y huevo, sonrisas y aplausos, un premiado, tres graduados, cientos de espectadores. Suicidas de terraza, explosivos, armas, cortes, agua, fuego y vuelo, de verdad mucho dolor extremo. -¡Álcenlo entre tres por favor!_grita el doctor enfurecido. Lupho tiene una hemorragia, la sangre borbotea del pulmón y se halla tranquila una vez coagulada. Las manchas crecen y el movimiento es realizado por la fuerza de los requeridos tres personajes de la editorial, pertenecientes a la sección ejecutiva. Escupe sangre a los cuatro tras toser espasmódico y sin medir las consecuencias. Gritan pero no dicen nada, lo colocan. Está en otro lugar, disfrutando de la playa y el calor, no tiene la visión aguada de un omnipresente, se halla 264
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dentro de su psique volando, siendo el héroe de su infancia. Alzan su cuerpo, toman las tres carpetas y lo dirigen al hospital más cercano al edificio, ubicado a pocas calles de la editorial tardando el suspiro de algún perro ingresan (dos) a la sala de emergencias, los doctores lo toman, sus carpetas se olvidan en la mano de alguna de las voces que es retirada con violencia. En la camilla vuelve de su viaje a las Bahamas, ve luces pasar, se entiende enfermo y recostado en algo en movimiento, su espalda, golpea su lengua una y otra vez buscando una referencia, tiene gusto a dentista con gas. Las luces pasan a cada segundo velozmente, marcos de puertas se entremezclan. Cierra el telón y se halla en la oscuridad de los párpados y la somnolencia, lo han ingresado a otra sala de cuidados intensivos. El salón es totalmente blanco, sus decoraciones hacen juego a la perfección, el cuadro de una enfermera callando a los que aguardan es el objeto desubicado en la escena, “no nos queremos callar nada enfermera de mierda, ¡no me asustas!, estoy lleno de odio por esta vida de mierda que me trae por quinta vez, siempre que salgo de aquí entierro a los míos, ¡no me callo una mierda!, a la mierda todos los prejuicios, ¡pongan una maldita sala para llorar!, estoy harto, puta fotografía, que la prohiban en todos los hospitales del mundo. Todos aguardan una respuesta, los once no han ni pensado en retirarse, les importa la salud de su escritor, trajeados, aburridos y expectantes siguen reunidos, los estudian, creen que un mafioso está grave. La voz gruesa conversa por vez primera con una de rango medio, hablan de la familia, los valores, política y hasta 265
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de golf. Al pasar los minutos se distienden todas/os, ingieren algunas galletas con sal, compartiéndolas. Por el corredor camina solitario un doctor, con su mano derecha retira de su rostro el barbijo blanco manchado, luego el cobertor de la cabeza. Transita rápido, jadeante, mirando el suelo inmaculado. -Ha salido de cuidados intensivos, se halla estable, con posible mejoría en los próximos días. No puedo decir nada más, entregaremos el parte médico al responsable ya que su situación es algo particular._el júbilo de quienes lo examinaban y no conocían se vuelve algo de fantasía, todos sin excepción alguna están felices por Lupho. En la cama de alguna de las habitaciones delira con el pasado y sus borrosas situaciones extremas de agobio. Algunas voces preponderan sobre el resto, entre esa elite de logia antigua se eleva la tersa y calma voz de su Carla, siente llorar pero físicamente eso no es posible en su condición, aunque por milagro cree sentirlo. Una vez pasadas las horas siente el mal que lo aqueja desde tiempo atrás pero ahora con el peso de la dejadez o desidia. Según pasan los estudios y los dolores en el transcurso de las semanas, Lupho recibe la noticia de la edición completa de su obra, mira entonces (al retirarse la voz gruesa) su mano, la palma, todos sus golpes y dolores de historia, ríe por lo bajo y se le hace un nudo en la panza y garganta, no llora pero tiene el sabor del orgullo dentro de su nariz, donde guarda los bostezos que decide no regalar al vacío del aire, acaba por recordar las palabras antes de caer en aquella sala. 266
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Todo vuelve al instante en que sostenía la lengua de Carla mientras la gota de sudor recorría parte del rostro del General de la milicia francesa horas antes del escape. Descubre en la muerte inoportuna que su igualdad entiende de la similitud que en este recuerdo encierra su vida, la paradoja del destino por hallarlo en su apogeo solo y enfermo en una cama de hospital. Nada impide, nada deja de tener el verdadero significado, todo su esfuerzo vale, incluso con la muerte respirando fuerte sobre la espalda.
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44 La mesa con sus platos repletos de apetecibles frutos yacen organizados sobre el mantel floreado. Las tres sillas se hallan con el peso de dos adultos y un niño, el aire tiene sabor a limpio, los brillos brillan iluminando el ambiente, la cortina se mece de lado a lado sin repetir una vez sus movimientos. La brisa ingresa junto a un calor suave de camisetas blancas (que rebotan la luz y nos ahuyentan el calor). El murmullo no tiene lógica, las palabras se pierden en la admiración. La casa reluce, se siente plácida con sus intrusos intocables que posan dentro. Por iniciativa de Martín salen a la parte trasera, donde los árboles simulan la selva y las flores el jardín del japonés de Buenos Aires pero sin especies exóticas ni caminos con aguas mansas. El sol en el rostro enrojece cachetes blancos, las sonrisas despiertan risueñas, vuelan palomas blancas y hojas caen en cantidades sobre el cobertor verde claro del pasto. La calle, allí fuera, no tiene mayor preocupación, la calma se proyecta sobre todo el barrio, por el miedo al régimen o por lo que realmente se pre/siente, huele a carne asada flotando de parque en parque incitando a seguir comiendo, algunos gritos de niños jugando se pierden con el viento que los lleva y trae. 268
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El rugir de algunos motores en mal uso tiene el protagonismo que no merecen, dos patrulleros y una moto surcan los canales de asfalto, regulando la velocidad, dentro de cada uno de los vehículos, hay algunos uniformados, buscando algo en sus laterales, miran dentro, hablan y vuelven a buscar fuera atentos. -Tiene que estar._suelta con sed de trabajo uno de ellos. Tras unas comprobaciones se detienen y encuentran la respuesta de lo que buscan. Dos de ellos descienden armados, los restantes aguardan dentro con el motor encendido por alguna posible eventualidad. -¡Abran la puerta, es la policía!_ vocea uno de los dos con el timbre más grueso por lo alto deshaciendo la tranquilidad reinante. Mariana oye el grito, Martín y Santiago siguen jugando, no oyen nada, ella cambia su aspecto de júbilo por uno de asombro, terror e incertidumbre, ya no está sola. -¿Qué pasa mi amor?_ pregunta despreocupado Santiago mientras juega con el niño. -¡Son ellos!, están en la puerta, escuchalos son ellos, me quieren, me van a llevar donde los demás_ en una crisis se hecha sobre el pasto cálido pero húmedo y gime temblorosa, el niño la mira sin comprender que es lo que sucede, él no sabe de los problemas posibles y de sus peligrosas consecuencias. Los golpes aumentan junto con los gritos, dicen ser la policía, solo para no ahuyentar a los incautos.
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-¡Abran la puerta!_ decidido frunce el ceño uno, el otro lo mira inexpresivo, frío como una cuba de hielo milenario. -¿Cómo era el apellido de esta familia?_ pregunta direccionando su voz al patrullero, el conductor revisa unas hojas con nombres y direcciones. -No hay registros de apellidos, ni ocupantes, señor_ negando con su cabeza levantando sus manos, lamentándose. Mariana sobre el pasto, Santiago tieso, sin saber que hacer con ella, Martín con su boca tapada con las dos palmas limpias. Sus ojos bien, bien abiertos, llorosos, rojos, en el clímax de la explosión en la delgada línea del llanto infante. Cree que los monstruos han venido desde el río para llevarlos. -¡Abra la puerta carajo!, ¡ahora!_ se oye un disparo, dos, seis seguidos, varios golpes sobre la puerta. Logran romperla e ingresan a los gritos repletos de adrenalina nueva. … Vidrios caen en la lluvia cristalina… … La llovizna de balas de acero en pleno vuelo certero da sobre la platería, lo que se... ...Transforma en una regada de notas muy agudas sobre toda la casa… sin proponérselos crean música infame...
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… Entregado, exhausto, con las ojeras sobre el piso y el traje con los cortes del uso, Santiago sostiene a Mariana que no mueve su cuerpo, solo escucha los sonidos de la ... ...Destrucción… …Los tiros continúan y se acercan, ensordecen… La vida pierde valor… …Se oyen gritos desesperados… … claman piedad… el barrio se estremece... … un llanto infante… …tiros, más tiros sin sentidos… …alaridos de dolor… …el rojo representa, lo peor… -¡No!, deje a mi familia, ellos no tienen nada con lo que yo pienso, por favor, señor, escúcheme, ¡déjelos!_ El tiro calla el llanto infante, otro tiro de diferente ángulo silencia el dolor de una mujer. -¡Corran los coches, dejen espacio en la calle!_ dice el uniformado mientras arrastra al hombre de la familia. En el centro de la calle lo deja caer bajo el efecto inalterado de la gravedad (9,81m/seg2). -Sentate bien, así te ven todos hijo de puta_ no se mueve solo se lamenta, tapa su rostro sucio por la grasa de algún automóvil-dije que 271
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te sientes hijo de puta, me encanta hacer esto_ dice el oficial con el sabor de la victoria elevarlo entre sus conciudadanos. -¡Ayuda!, que alguien salga, por favor, mi familia está destrozada sufriendo mi agrado político, por favor, ¿cómo pueden dejarnos morir así?, ¡no somos ratas!, ¿es qué no escuchan?_ el caño frío (incluso en el sol) posa sobre su nuca, el hombre manchado se halla arrodillado, su cabeza cuelga, el oficial medita, mira hacia todas las casas, en todas las direcciones, su gorro le hace sombra en sus ojos, su ceño se mantiene inalterado, ni el calor sofocante les detiene, no suda. Santiago respira hondo, Martín sigue con sus palmas sobre su boca y los ojos bien, bien abiertos en la delgada línea del llanto o el aullido. -Eran los Caparrós, el mecánico de la otra cuadra y sus hijitos… _toma sus ojos con las yemas de los dedos, los aprieta mucho, como queriendo olvidar todo lo último… -Eran niños, no hay piedad por nada… yo los vi nacer… _aprieta con las yemas de los dedos de su mano izquierda más fuerte. Sus ojos no se ven, solo las lágrimas que emergen del mismo, por compresión y extremo dolor. Santiago no sabe que hacer, la guerra, el vivir en la casa, el pertenecer a todo el contexto que aborda a Uruguay desde su adolescencia lo condiciona en la forma de actuar, no tiene dolor por los caídos, está harto adaptado a la muerte, pero no a la fase final, no sabe como presentarse ante elle sin ensayos. La descarga del arma asesina resuena por todas las casas 272
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de la calle, los morbosos desde las ventanas observan la sentencia final, otros en sus cuartos, debajo sus camas resguardan lo suyo, lamentándose por la insensata muerte a manos de una parca sin velos negros.
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-¡ i gato!, ¿dónde está mi gato?, es colorado, veteado con algo de blanco, tiene unas pecas en la nariz, por favor quiero a mi gato, ¡devuelvan a mi gato sano y salvo o juro que los mato a todos!_ la enfermera asustada llama al doctor de turno, son las cuatro pasadas de la madrugada, la noche es algo calurosa, Lupho grita desesperado. -¿Qué es lo que pasa aquí señor?, debe tranquilizarse (toma su brazo, acaricia su frente buscando algunos centígrados elevados), ¿me escucha? (Lupho mueve su boca por acto reflejo de su alma, grita nuevamente, agita las extremos de su par de manos), tráigame una dosis de 0,5 miligramos de Valium, por favor Victoria, ¡ve rápido! Victoria corre por el Diazepam, son las cuatro de la madrugada, ella no durmió siquiera dos horas, ayer internaron a su madre en el piso donde ella trabaja, tiene 22 años, es estudiante de medicina pero pasa el tiempo como enfermera, le dicen Victoria mil por las mil caídas torpes que tuvo y suele protagonizar, ríe al escuchar el apodo y cae como efecto condicional del sobrenombre, 100% seguridad en cada caída, algunos de sus compañeros tienen como divertimento, sus 274
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múltiples abrazos al piso del hospital pero uno en especial tiene la ponzoña de llamarla fuera, donde el asfalto duele y desfigura, la envidia existe y hay que combatirla. Ayer su madre tuvo un pico de presión que la dejó paralizada en la mitad exacta de su cuerpo, su vida es una mierda. Corre por el pasillo blanco con luces gigantes en el techo y marcos de puertas marrones oscuras, el Valium está en la punta oeste del ala norte en el sector azul del establecimiento, tiene que lograrlo o peligra también su trabajo. Lupho siente su pecho latir repetidas veces, se desespera, descubre los párpados, el doctor lo sostiene mientras clama por ayuda profesional, Victoria corre, Joaquín (compañero y llamador profesional) la ve correr, supone que no es una emergencia. -¡Victoria Mil!, basta una sola vez, es más, solo con la ultima concentración de consonantes seguidas del nombre verdadero, basta para voltearla con la fuerza de la velocidad del ejercicio corrompido, como si de un tiro al corazón se tratase. Su fisonomía entera se desploma como una bolsa de cereal, crujiendo al paso. La caída es algo más fuerte que las anteriores, Joaquín grita como si la viese morir en el acto, con un grito de miedo instantáneo, desesperado, corre los diez metros que los separan. El doctor pierde las fuerzas, Lupho tiene un ataque fuerte, tiembla muy fuerte, su fuerza (3) se multiplica con la agonía. Llegan dos doctores auxiliares acudiendo al llamado, algunos de los que esperan en el pasillo se acercan por los gritos, un señor gordo, rubio con gorra y pantalón caídos ingresa a la habitación toma los dos brazos de Lupho al punto límite del ataque 275
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logrando estabilizar el cuerpo, inmovilizándolo. Victoria mil recupera el conocimiento como es de costumbre, irgue su cuerpo, se para de pies torpemente, acomoda su cabellera rubia y seca, toca su frente, parpadea recomponiéndose, mira alrededor algo alterado, frunce el ceño, piensa, frunce su boca y... -¡El Valium!_ corre Victoria mil y una, los habitantes de tránsito se hacen a un lado dejándola pasar, ella grita sin parar, sabe que es la única forma de llegar al sector azul y volver al rojo a tiempo sin detenerse, es una técnica que adquirió hace tiempo, grita con desesperación para no oír un llamado que le devuelva al suelo frío. En la habitación hay más de cinco personas rodeando al escritor francés, fuera en el corredor los fisgones apoyan el rostro contra el vidrio admirando el acto, dos padres aguardando el nacimiento dejan los cigarrillos y lloran quebrados por los nervios y la situación, están afectados porque el dolor de transmite como la risa, el bostezo y el llanto. Ella tiene el Valium en sus manos, era hora, y no va a dejar que nadie la vuelva a molestar, sabe que debe superar cualquier cosa o palabra conjugada para lograr la mejoría del paciente. Corre Victoria mil y una, grita canta una canción que le gusta de un artista Británico, los pacientes y las personas que se hallan en el pasillo hacen el camino junto a ella, parece una maratón femenina donde la primera tiene la ventaja de minutos sobre el resto. En el ala roja comienza a respirar más tranquila, sabe que la habitación está al final del corredor.
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Tiembla y no cesa el movimiento, Lupho no sueña, no piensa, nada de la habitual imaginación fluye como torrente en otras ocasiones menos desgraciadas. Victoria mil y una vez trae el medicamento, carga con las miradas, el doctor coge el Valium enfurecido, el gordo de gorra ríe con la sonrisa del niño inocente después de tres hamburguesas gigantes, tiene sus ojos chinitos y la barba semi/colorada que hacen juego con sus pecas, una monada de homínido moderno. El paciente francés estabiliza su condición, la enfermera aparta al doctor y le comenta los primeros gritos de Lupho, el profesional deja el comentario como algo más del incidente. La enfermera preocupada se dirige a la sala, ahí están algunas de las voces medias, ella pregunta por los familiares del escritor, una voz preocupada cuestiona el estado de salud de Lupho. Ella logra contestar todas las preguntas constantes de las voces medias, al terminar les comenta el pedido entre fiebre del escritor, todos se miran, ninguno conoce la casa, no saben si toma café o té, ni como se cepilla los dientes, menos si tiene en propiedad un gato colorado veteado con blanco y con pecas en la nariz. La voz inteligente toma el teléfono portátil, habla con la voz gruesa (dirigente, autoritaria). –¡Vamos! _dice luego de terminar el llamado. En fila las voces se retiran, primero el saco marrón y detrás los negros.
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El sabor en la boca, el dolor de las muñecas, sensación de vomito y otras cosas más son el complemento ideal hospitalario al despertar el escritor maniatado. -¿Que sucede?, ¿¡me pueden quitar todas estas malditas cuerdas!?_grita pero con los ojos desorbitados y las calma aislada, lejos. -¡Tranquilo señor!, ya estamos con usted_ intenta quitar hierro una enfermera que no es la torpe Victoria mil. Choca con fuerza su nuca con la almohada, mira las manchas de humedad del techo del cuarto, son pequeñas galaxias en espiral, algunas otras son los rostros de amigos o de cosas ideales que no escapan a la ilimitación profunda que gobierna la imaginación. -Mire señor_ dice una voz media. -Mire a quien trajimos, lo hemos encontrado en la casa maullando y haciendo unos destrozos que no debe saber, parece que comió poco pero está bien. El gato está en una jaula de plástico de color violeta oscuro, tiene una puertita blanca con un gancho para que no escape. Su mirada tiene algo de historia, dentro suyo encierra la línea recta ascendente que todos recorremos, él tiene la impronta de sus ancestros en el periplo de la continuidad félida. Está flaco, el brillo del pelaje desapareció y no llora, solo mantiene la cabeza gacha, mirando hacia abajo la nada, con los ojos cerrados como si le estuviesen por matar a golpes, no se mueve, ¿qué piensa un gato cuando mira fijo el horizonte? 278
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-¡Es mi gato!…_ dice Lupho por lo bajo exclamando como puede, con la suavidad de una caricia en el cuello.-…¡gracias! Las voces desaparecen, ellos se tocan, las sogas no existen, sus muñecas están marcadas pero su alma se mantiene intacta, se investigan, los dos están desnutridos, con sus rostros deshechos por el tiempo. La jaula termina en el piso, el gato duerme con él, junto a sus pies, tiene su propio baño fabricado por Victoria en la punta derecha, cerca de la puerta/balcón. Sin saberlo transita un paralelismo con su amada, en distintos tiempos pero al fin trazos encaprichados del destino.
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La pequeña y minúscula hormiga negra camina por la mesa, quejosa por su labor natural. Él, sentado en la silla solo toma un trozo de galleta con sal, mastica sin pensar en nada de lo que ve ni de lo que rememora, su traje rasgado por los usos desmedidos aún tiene clase, aunque huele a mil demonios. La pequeña/o visitante camina como si nadie la notara en la mesa blanca inmaculada por la limpieza constante de Mariana (la verdadera dueña del hogar). Su mano se encuentra relajada, él la mira sin impaciencias, la analiza, le interesa como se mueve, pero no hace ninguna cavilación profunda de cómo y cuando (habitual en la ingeniería de su pensamiento analítico). Su mano mece un dedo solo, el índice de la mano izquierda, en el vaivén constante por solo segundos busca como molestarla en su recorrido, modificar todas las variaciones que toma. La hormiga negra se mueve veloz (por las dudas de su lógica), se detiene entre el tenedor sucio y el vaso de agua cristalina e insípida. Santiago no quita el enfoque de la pobre hormiga negra, mueve al fin su mano izquierda, apoya el índice cerca del cuerpito oscuro y su porción de alimento robado. La pequeña hormiga negra hogareña hecha a correr, pero su error 280
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más común, como el de sus hermanas, es el de seguir hacia adelante sin importar la superficie, entonces por arte del engaño sube a la mano izquierda de Santiago, que le habla como si ella escuchase su voz al igual que la fonética de pozo, tierra y comida entre ellas. El vaso se cruza con el traslado de la hormiga vía extremidad, su idea no es mojarla. ¿qué puede hacer un remojón?, ¿eh?_ piensa mientras la deja caer en el agua a medio llenar del vaso de cristal barato. Bracea, con todas sus patitas, mira a todos lados, no siente la adherencia con las paredes invisibles. Se deja flotar, y no cavila de su existencia, ni de la soledad de la búsqueda de alimento, solo es el instinto, el protocolo básico de supervivencia y ya. Santiago reacciona y vuelca el agua en el plato vacío, apoya su anular sobre la superficie, bien cerca de ella y deja que se pegue sola por la acción del agua y la piel. Sopla fuerte, habla como si ella lo escuchase en ese mar de letras que ni el sabe pronunciar correctamente. -¿Sabés?, si pongo mi dedo delante te vas para otro lado, te da exactamente igual, ¿no?, siempre para adelante, ¿no piensas que modificar tantos caminos puede hacerte daño?, te obliga la evolución, sigues sin que te lo dicte nadie, ¡a nosotros nos penen dedos delante y nos machacamos todo el puto día para entender lo que pasa!, y como reaccionar, en cambio 281
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vos, no tenés nada que hacer, caminas y listo, ¿es eso justo?, no me caes mal, vos y tus amigas no me hacen nada, aunque se junten cien, son cosquillas y ya está. Tenés que ser valiente, yo me jugué todo escapando, ¡me pusieron un dedo delante!, ¿me entendés?, lleno de agua, me ahogaron como hago yo con vos, y sufrí como un enfermo terminal, no puedo quitarme todo lo que sufrí en la guerra de esos pedazos de mierda que lo quieren gobernar todo. ¿Sabés lo qué pienso hormiga?, que tu especie vive como la nuestra, si al final tenemos que hacernos a la idea de que un solo hombre puede conducir la existencia de miles de millones, un hombre rey, reina... no te ahogues, solo es un escarmiento para que entiendas por qué vivís, movete, ¡movete! Bracea con sus patitas, busca aire, Mira a todos sus laterales y no pierde la mirada, ¿Es el vaso, la mano, su mano?_piensa la hormiguita, deja de moverse, no medita sobre sus amigas, hermanas ni por su reina, a la que tanta desprecia, color rosa y marrón, color piel humana, en su centro el negro muerto flotando. -¡No!_ exclama Valles adormecido, indignado, pero insensible al fin. Sacude por su reflejo en contra de la muerte su mano izquierda, la hormiga cae desplomada sobre el mantel blanco inmaculado del comedor de la casa de Mariana. Ella duerme la siesta, está algo perturbada por las muertes en la calle, por los comunicados en la radio, no saben lo que les espera. 282
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Santiago toma su cara con las dos manos cubre sus ojos, bosteza, la modorra posterior al almuerzo junto con la suave brisa repleta de sol lo dejan en la cama junto a su amiga. Pasan algunos minutos, la cortina se mueve por la acción del aire en moviendo, la luz penetra todo el comedor buscando algo de sombra para cobijarse. La mesa sucia repleta de artilugios del arte culinario tiene una mancha negra sobre el mantel inmaculado, la rabia se multiplica por menos. La hormiga mueve una pata luego la otra, se para toma su pedacito de galleta y vuelve a caminar quejosa, sabe que ha acortado algo del viaje gracias al humano. Por una de las patas de la mesa desciende, en diagonal se pierde en la puerta trasera que da camino directo a la simulación de la selva amazónica, desea llegar rápido a contarles a sus amigas el susto de su vida.
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Toma el brazo delantero, acaricia el pelaje perfecto y estético, lo besa, lo huele en su comisura izquierda, lo quiere amar pero encuentra el rechazo de su especie, raspa sus dientes contra la piel igualando el placer. Maúlla porque encuentra atractivo y beneficioso dormir con él. Se hace una bola enrollada y no deja de ser feliz durante horas, nuestro autor ya está acostumbrado a las vibraciones que genera. El hospital corre a toda marcha las veinticuatro horas del día, durante todos los segundos en que cada ser se encuentra con el giro de autor allí están ellos para devolverlos al punto de choque, mueven los dedos frente a la hormiga dejando posibilidades para nuevos caminos alternativos. Sus caricias duelen, pinchan, rasgan la piel, pero tienen algo por lo que no reciben rechazos. Conviven en la comodidad del hospital privado, Lupho tiene algunos dolores pero comienza a sentir la leve mejoría que traen aparejados los medicamentos de última generación farmacológica, siempre absolutamente siempre dañando otras zonas vírgenes. Luego de reposar durante algunas semanas uno de los doctores ocupados en su caso llega
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a la habitación, el gato duerme con el goce de quien no conoce la moral y hace el amor con quien le sale la punta del rabo duro. Sumido en el resguardo, recargando energías, Lupho se tapa hasta la nariz sin dejar escapar el mínimo calor humano que pudo recolectar durante la noche, se hizo adicto a su propio calor. El doctor con la altura de una caña ingresa rozando el marco superior de la puerta, él impaciente lo observa y descubre todo el material que lleva consigo, está eufórico pero tapado por el momento. La carpeta verde agua de estanque viejo, parece ser el historial médico o la revelación de su harto conocida enfermedad sin sumar las poli-fobias. -Buenos días, mi nombre es Marcelo D`mango soy el profesional a cargo de su salud_ el escritor francés se ríe a carcajadas, el felino estira sus patas. -¿Qué le hace tanta gracia?_pregunta vehemente el doctor sin paciencia alguna, tiene años tratando con estrellas de pop enfermas, y la verdad es que odia ser el médico de moda. -Nada doctor, es que su frase me parece muy gastada, ¿a todos los pacientes le dice lo mismo? -No, pero puede que tenga razón, aunque la cuestión es otra, ¿verdad?, mejor vamos a los nuestro, el que ríe soy yo, ¡que me hallo parado frente a usted en una cama junto a un gato colorado y blanco!_ contesta con algo de ironía. -¿Qué tengo doctorcito?, porque por lo que noto no vamos a charlar más que de mi enfermedad, ¡vamos, suelte todo lo que tiene guardado!_ añade Lupho
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elevando el tono y sin más ganas de quemar el tiempo en sandeces. -Bueno, tenemos que hacerle varios análisis, en realidad no queremos apresurar la decisión, tiene un abanico amplio de posibilidades, en las cuales los extremos pueden dejarlo aquí y los medios con medicación, para empezar su cuerpo… -¿Qué tengo doctor?, no me interesan sus explicaciones técnicas, ni su lástima, vamos al grano y punto. -Una disfunción renal a causa de un… -¿Acaso usted no entiende mi postura o no me escucha que es peor?, ¿¡qué tengo!? -¡Es cáncer!, cáncer, eso tiene señor._ contesta obligado Marcelo. Lupho deja de mirarlo, focaliza en su amigo, lo único que se le interpone entre el llanto y el alarido es su objetivo, todas esas mañanas y esos días perdidos por el fin de su obra. -Es cáncer_ repite atónito, satisfecho por saberlo al fin. -Sé lo que es y lo que significa. Mi intención no era… -Déjelo así doctor, mi vida viene como debe ser, lo acepto pero no quiero internarme aquí, me quiero retirar, tengo cosas que hacer_ le dice el escritor francés, como quien decide comprar el pan antes de tiempo, convencido en no dejarse atacar en la cama de un hospital bello por nada del mundo.-Lo sabía doctor, no me mire así, lo escribí, en mi obra dicto mi futuro, quizás sea esa la maldición, al final será historia, solo cuando se sepa el otro lado, mi verdadera vida. -Pero hay muchas posibilidades de una recuperación media señor, lo que ampliaría considerablemente la expectativa de vida en un cuarenta por ciento… 286
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-¡No!, ¡cállese por favor!, ¡me aturde!, ¡compre el maldito libro y lea lo siguiente se asombrará con el parecido que tiene con la realidad, ahora déjeme solo que tengo que cambiarme, usted no cargue con lo que no me afecta, mantenga su línea paciente/profesional y haga lo que le he dicho_ concluye con la autoridad y liderazgo que lo caracteriza. -Gracias…señor. -Gracias a usted, es un buen hombre, allí fuera hay otros pacientes que le necesitan._ la puerta se cierra como se cierra un ataúd pero sin rosas ni tierra cayendo. Su vida no tiene un solo quiebre, desde los remotos segundos de su adolescencia siempre cotejó las posibilidades de una salud endeble, los genes y las vidas de sus familiares siempre estuvieron inundadas de desastres, y la salud hizo lo suyo al fin. El colorado tiene algo en sus uñas, lo amasa en la parte posterior de la cama, una y otra vez, sin descanso, no se detiene por nada, Lupho en la cavilación de la enfermedad y su futuro inmediato advierte en lo borroso de la mirada fija e ida que el felino tiene algo entre sus patas, estira su brazo, le duele la espalda al flexionar pero se estira aún más para llegar. El colorado felino juega con un papel, Lupho corre a su amigo y descubre el periódico de la tarde anterior. Los acontecimientos de la actualidad no logran atrapar al escritor para evadirlo. Dándole las vueltas comunes antes de plegarlo y dejarlo olvidado descubre un titular visible en el lateral izquierdo superior, “La Alianza Francesa comienza a recibir los primeros ejemplares de novelas de autores noveles”, en 287
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el apartado lee la forma de participar en el certamen, algo en su panza olvida todo el argumento mental de meditar por la supuesta pero confirmada enfermedad y sus posibles consecuencias, nada de eso deja que su espíritu deje de crear puertas abiertas para su camino. -¡Gracias!_ dice besando la comisura templada del félido. Su abrigo se halla en el armario, fuera el frío asecha en un día calificado como “invernal”. Toma la jaula violeta de puerta blanca, mete a su amigo y acomoda su cuello para no tener molestias al salir, toma algo de aire con una leve molestia, mira a su alrededor, mira sus manos, sus pies y se pierde, su pie vestido con un zapato negro no dice nada, aguarda la decisión. Maúlla por encierro rápido el colorado y blanco, Lupho vuelve a su estado natural de impaciencia, abre la puerta sigiloso y seguro. El corredor atestado de personas de todo tipo (las hay de todos los colores, sitios y formas) dialogan, algunos, sobre enfermedades, otros aguardan contestaciones, el resto está sumido en un llanto permanente desconsolador. Camina como en la playa, a paso lento y firme, como si su amor lo acompañara en el momento previo al baño en el mar. Nota que las puertas de los ascensores estás atestadas de largas filas, personas en sillas de ruedas, con vendas y acompañantes es la visual común del lugar, es un sencillo desastre sanitario, él no entiende la crueldad de las situaciones y del mundo, no le importan las respuestas, las ve pasar y ríe desde el estómago. Al pasar, en uno de los cientos de pasos a la salida principal, descubre un teléfono público que funciona 288
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como disparador a una necesidad. Coge el tubo descolgando, el sonido del tono penetra hasta sus ideas, lo aleja, deja la jaula de su lado derecho, dentro duerme con el sonido ambiente el coloradito. Pulsa números en secuencia haciendo un esfuerzo por recobrar bien la dirección numérica, duda en los últimos, corta y ensaya con la mano las posibles combinaciones, su memoria visual es perfecta, los tiene agrupados. Sol, es la nota que marca la línea despejada y sus cortes de tres tiempos, enseñan la conexión en proceso.* Del otro lado una voz femenina dice una frase de algún pensador de la historia, luego una música entretiene mientras la conexión se hace posible gracias a los avances de la tecnología binaria. El escritor mira hacia abajo, la jaula reposa tranquila, se agacha como puede y ve como duerme en la multitud de los gritos y desesperaciones de las urgencias médicas su colorado y blanco amigo/compañero. El jazz del tubo sigue, comienza a gustarle. *(Consultar cual es la nota del teléfono y el tiempo en el llamado.)
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color de su habitación y la personalización del aposento por necesidad dejan deslizar parte de sus secretos en cada unos de los dibujos, frases o solamente palabras que cohabitan con ella. El sueño fue duro, los capítulos soñados tienen la crudeza de la muerte, el hambre y la guerra. Cierra, abre, cierra, abre los ojos, encontrando lagañas al tacto y sacándolas por gusto y estilo. Sus retinas captan la luz de diferente manera, el color de la habitación se torna gris claro y los dibujos negros, cierra, abre, cierra, abre y sus retinas no captan los mismo, ahora es negro en la pared y gris en los dibujos colgados. Cierra, abre, cierra y Giovanni posa frente a ella, cierra, abre, cierra, abre, sigue su figura suspendida, moviendo su boca. -¿Giovanni?_ pregunta como ha llegado allí. -Es que no ha tocado._ se responde mientras se el doctor se prepara a hablar. -Carla, quiero decirte algo que tengo, algo demasiado profundo, no sé si tiene que ver con el amor, con la falta de amor, con mi todo lo que tengo en mi mente o si solamente tengo la confusión de todas esas variables 290
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que me agobian en cada minuto que decido no decir nada y escapar, curando gente o durmiendo-_ La voz de Giovanni cambió, es más gruesa, pero menos firme y más quebradiza, sus ojos tienen el brillo del cristal, en el vidrio su reflejo y en su reflejo su alma desnuda. Posa parado, bien erguido (bien aprendido), con los brazos sueltos colgando solos sin movimiento, en el izquierdo acompaña una carpeta, en su torso reposa una herramienta de auscultación. Carla se sienta sobre la almohada, frunce el ceño, lo eleva, cierra, abre, cierra, abre los ojos, Giovanni sigue de pie. Su mano derecha juega con el hilo del cobertor verde, su otra mano rasca su pelo y busca una explicación. Abre, cierra, pero su película personal continúa intacta, sigue allí. -¿Estás seguro de lo que hablas?_ pregunta Carla con animo de continuar.-No entiendo, ayer teníamos una amistad, eso de lo que hablamos por horas en la noche, en todos los momentos en que la sinceridad nos hacía hablar, no entiendo por qué dices todo esto de golpe, ¿crees que me conoces?_ formula sin sensibilidad. -Eso es lo que me hace titubear, no quiero molestarte pero me vuelvo loco sino te lo digo, la manera en que me miras, las forma de seducir que tienes, no puedo evitar todas esas oportunidades en que creo con mi alma que me quieres y me quieres como otra cosa. -Algo no tiene lógica, yo nunca insinué algo contigo, ¿son todos los hombres iguales o es mi idea?… -Pero_ interrumpe Giovanni. -¡Nada!, ¿crees realmente después de todo lo qué pasé en mi vida que podría pensar en relajarme así?, ¡eso es imposible, tengo un hijo dentro mío!_ grita.-¿¡Puede ser 291
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qué nunca pueda conocer a una persona sin que el sexo y toda esa historia genética animal no invada la relación!?, no quiero que sigas hablando, ¡por favor necesito que te alejes!, no quiero que me atiendas más, es lo que me faltaba, ¿¡amor!?, lo que me faltaba. Carla se acuesta, enfurecida se tapa hasta la nariz, respira fuerte, como un felino se calienta enroscada. Entre el cobertor verde y la almohada puede ver parte de una frase escrita en la pared, “nada”, no llora, respira hondo, come mucosidad por el falso llanto y no seca sus lágrimas. Como toda religión vive su culpa, la padece por inventarla en sus reglas, ¿quién es capaz de crear reglas para ser el primero en pervertirlas? Suelta su brazo y se destapa, se sienta, seca ahora sus verdaderas lágrimas, mira el océano rugir allí fuera. La ventana tiene algo de polvo, se siente el frío que traslada el vidrio de la ventana/balcón. Se pone la bata, al intentar pararse su panza se endurece, siente un dolor intenso en la zona ovárica, recuerda la forma en que antes le llegaba el día de la menstruación y reconoce algunas contracciones, de quince minutos exactos, entiende que faltan pocos días para el alumbramiento, eso la descomprime y la llena de júbilo, cuando llegue a cinco minutos será el momento. En el baño limpia su rostro, se mira en el espejo, el espejo la mira y no se ríe, la refleja malintencionado resaltando todas sus carencias físicas para colmo de males. Entra una paciente cualquiera con ganas de defecar, antes.
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-¡Que hermosa que es usted!, un varón seguramente nacerá_ se escucha el sonido de la cadena del inodoro y el agua que barre el excremento. -No lo sabré hasta que alumbre, espero una nena, pero cualquiera de los dos me llena de orgullo y felicidad, me hincha, que manía tienen de creer que la belleza tiene algo que ver, se mejora por las hormonas, pero tampoco hace milagros_ ríen, no se conocen, se pierden en la inmensidad del hospital. Con dificulta vuelve a la cama esperando el momento, olvidando la amistad, el amor y las conexiones claras. Aunque siempre los sueños se encargan de exponer las verdades del inconsciente.
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49 La jaula y su gato. La jaula y su vida. El teléfono y su voz gruesa. -¿Quién?, ¿diga?, ¿quién es?_ se altera la voz digital. -Lupho, el escritor francés, semanas atrás estuve en una reunión con su directorio, incluido usted, como recordará mi salud fue atacada por algún mal que desconozco_ dice Lupho nuevamente en forma. -Sí, claro, ¿Cómo se encuentra su salud?_ pregunta con cierto aprecio. -Bien, bien, solo una mala pasada, pero nada grave, ¿podría concertar un entrevista para el día de hoy?, necesito charlar con usted algunas pautas de la edición, que le parece, ¿en tres horas?. -No tengo la certeza de poder recibirlo, podría en los días siguientes, hable con mi secretaria ella sabrá decirle mejor que yo la disponibilidad en mi vida_ dice la voz gruesa entre amable y cortante. -Voy directo a su oficina, no pueden hacer esperar a mis apuntes, y quiero comida para gato en su oficina para cuando llegue... y... y no quiero excusas, el que está en posición de condicionamientos soy yo, ¿se entera?. Su
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compañía se va a beneficiar con las cifras de mi obra, en dos horas, según el tráfico, estoy tocando su puerta, no me decepcione, no querrá que las demás editoras quieran mi material inédito y mejor pago ¿o cree qué he presentado lo mejor?... hay más interesados._ despeja el tono de su oreja, lo mira, ríe sin sonidos, suelta el tubo donde debe caer. Agarra la jaula violeta, la eleva al nivel de sus ojos, le pesa, su gato colorado y blanco duerme, no ha concebido tal sueño desde el encierro tras su incidente de semanas. Irgue su cuerpo como un digno caballero francés y con el estilo que lo caracteriza camina por el corredor, a pasos tranquilos pero seguros, su pulmón siente el ahogo de la última intervención. La luz toca sus ojos, los cierra, parpadea, frunce todas sus facciones y las endurece. Trae el abrigo necesario para escapar o volver a su hogar, pero antes le deben explicaciones de su obra, de la edición, él no confía en nadie, todo el proceso editorial debe estar custodiado por su autor, supone bien. Desaparecer del hospital no le supone una gran hazaña, con el caos reinante cualquiera puede ir y volver sin que lo noten. Los automóviles pasan de frente, la gente alza la mano y estos se detienen, Lupho estudia el comportamiento de cada pasajero “extraño” en cada vehículo e intenta imitar, cruza la calle, evade el peligro de su muerte por accidente. Alza la mano, la jaula cuelga de su mano izquierda, su mano derecha en el aire pesa, al pasar dos minutos su hombro tiene el ejercicio de toda una vida, no lo soporta. Un automóvil frena, el conductor lo mira a él y a su jaula, acelera y se pierde en la cantidad infinita de “seres metálicos autopísticos”. Alguien se acerca. 295
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-Disculpe señor_ Lupho oye una frase o algún sonido. -Para que se detengan debe esconder la jaula, los taxistas odian llevar mascotas y más en jaulas de ese color_ el escritor francés lo mira extrañado pero acepta el consejo, algo es nada, pero algo es algo, según él eso que acaba de pensar tiene lógica. El consejero tiene un sombrero negro, lentes de marco gris, es de una estatura media, de orejas grandes y ojos saltones, tiene un bastón plateado que lo gira como si le divirtiese su movimiento o por la estética visual en su conjunto, lo cierto es que viste de negro, pero algo no tiene, de sus facciones, tiene una perfección geométrica para copular si así lo desease, Leonardo Da Vinci estaría orgulloso del consejero, pero éste se aleja sin mediaciones de diálogos sobre el clima. Lupho solo como en un principio logra detener un automóvil, la jaula está detrás del árbol que lo acompaña. Su conductor hace la seña para que ingrese, éste toma su jaula con su gato colorado y blanco, se sienta cómodamente e indica el destino al incauto conductor de taxi. Palabras inútiles emergen de la boca y alma del conductor, el viaje hace gala a su honorífico pasajero, hablan de literatura, diría un amigo escritor, lo básico que contenta y enorgullece al habla. Algunos comentarios sobre novelas cortas y repletas de historia no generan interés en Lupho, menos para contestar con cierta efusividad cuando el que quiere impresionar es el taxista contando todo lo que acaba de leer en las reseñas del mes. Como toda caminata con amigos el viaje se hizo mucho más corto o diría yo, casi instantáneo, las palabras no hacen daño, al menos refuerzan a otras, como un pasaje de la mente en un 296
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sueño. La elipsis con nimias informaciones colapsa (gracias a Dios) al momento de abonar el viaje, Lupho entrega el billete, desciende y se detiene con la mirada al éter, desde dentro le insiste con las vueltas, pero con un gesto de bondad sin medidas lo convence y se marcha tocando el claxon. El edificio de la editorial vuelve a deslumbrarlo, sea con frío o calor, cansancio o animosidad desmesurada no se modifica la admiración. Los cristales y toda su magnifica estructura le recuerda a Lupho que su cuidad fue rellenada de esos altares insípidos en los que los supuestos grandes se sentían nimias presencias, la majestuosidad de esta importante construcción hace que su mente divague por la historia de la arquitectura y de todos sus procesos evolutivos, encontrando ante ésta obra la última piedra de esa escalera infinita e imparable de la tecnología. -Aunque escalen a los cielos, la marea será conducida en algún momento por otra enorme revolución harta del sedentarismo consumista. Los juegos tienen que acabarse, el conocimiento ya no es la virtud, ahora la unión es el único camino. No son hormigas esperando ser aplastadas, es gente en un tránsito idiota, pero ya despertarán. La puerta principal, el registro del hall, el ascensor que presiona hacia abajo y marea, la puerta de la oficina principal de la empresa, son algo de lo que empleados y directivos conviven a diario, Lupho no comprende como la gente pueda trabajar solamente y vivir de ese modo 297
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en esas limitaciones virtuales y físicas. En la oficina de la voz gruesa una nueva señorita recibe al escritor. -¿Podría avisar qué Lupho ha llegado por favor?_ dice con autoridad. La adolescente siente el miedo meterse dentro suyo, es su primer día y nadie quiere equivocarse el primer día de trabajo. -Si claro señor… -Lupho, a secas con hache intermedia entre la “p” y la “o”. La secretaria comprometida con su trabajo a tiempo parcial llena, con todo el tiempo del mundo, el formulario, su lentitud exaspera a nuestro amigo, que chasquea sus dedos contra la madera impaciente.¿Piensa esperar más?, anotar mi ropa y elementos, ¿o qué?_ dice Lupho enfurecido como si el respeto hubiese sido devastado por la mirada inocente y temerosa de una niña con ganas de ser mujer antes de tiempo. Ella resguardada detrás del escritorio no sabe que hacer. Cansado el escritor se lanza en la búsqueda de la voz autoritaria pero complaciente. Busca los nombres, encuentra con el que debe dar, su voz se oye a la distancia, junto otra voz gruesa y una media identificable. -Señor, soy Lupho el escritor francés, abra la puerta por favor_ dice algo cansado de tanto viaje y vueltas burocráticas. La puerta de cristal blanco reforzado y transparente se abre, le entrega la mano al saludo cordial y es recibido por los tres ocupantes. Sus pies conversan tranquilos, relajados luego de alguna reunión, ahora charlan de política, valores morales e historia como amigos de toda la vida.
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-Ha llegado más tarde de lo que preveía_ dice le voz gruesa amigable. -Algunos detalles de camino urbano me ubicaron en este tiempo, sepan disculparme_ se excusa. -Bueno, los arreglos de la edición están a su alcance, tenemos el resto del día para trabajar, no hay problema en que durmamos aquí, no olvide que soy el director de la empresa_ completa con algo de ironía amigable la voz autoritaria, encerrando su jugada económica detrás. La reunión concreta el objetivo del escritor. Entre relajos y discusiones los cuatro, ahora, sumada la voz media ronca de Lupho se siente una confianza distinta, humana para con las demás. El personal de limpieza oye los comentarios por la noche y la madrugada, mientras que delante de ellos, tras esos cristales se teje el plan literario de la década.
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- o puedo más_ piensa, bufando, negando con su talante mientras sostiene en sus manos el libro de su antiguo amor, en el capitulo 27 la soledad vuelve a protagonizar el centro del relato, sus páginas logran entumecer cada dedo de los pies, actuando como simuladores de su condición en la guerra, sin quererlo la humedad envuelve su cuerpo. Las olas rompen contra el muelle, algunos barcos se mecen en una sincronización perfecta, como maderas sueltas en alta mar, el viento resopla y las personas corren, tapándose con sus abrigos, diarios viejos, paraguas o bolsas de plástico en sus cabezas expuestas al frío y a la lluvia recién ensañada con el mundo o con la tierra de Islandia. La seguridad que el ofrece la habitación es calorífica, recupera la sensación ancestral del cobijo en la cueva, automáticamente algo que no puede controlar repele sus intenciones de ida sin vueltas, hace fuerza, lee palabras sueltas intentando formar una frase. -¿corazón?, ¿caballos sueltos?, no entiendo, yo puedo hacerlo, tengo todo, al dinero lo busco de la forma que 300
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sea, vamos ¿qué significa corazón y caballo?, tiene que ser algo, aquí me siento aplastada por el miedo, no voy a permitir que me vea hasta el final, quédate tranquila, te mueves poco, no necesitas ensayar tanto con tu cuerpo, serás un ángel entre el resto._ piensa soltando todo el aire, deshinchándose por completo. Un dolor lejano comienza a molestarle en el abdomen, Carla toca su panza, la encuentra dura, muy dura, abre la boca como si tuviese algo en su garganta, respira enérgica, dentro, el cuerpo se prepara lo que será la ultima instancia de abrigo materno, la dilatación se acerca suavemente. Ella siente una revolución de luz, sabe qué lo que está pasando es normal, le duele dentro y encuentra como parecido a un dolor de ovarios o un genital golpeado (tan impreciso como una ley de medida cuántica o un reloj Suizo). Pulsa el botón rojo, ahora unos pinchazos recurrentes la marean, se siente en un barco meciéndose como una cerilla gastada, un enfermero acude a su llamado rápidamente, entra sin golpear la puerta y la toma del brazo, la nuca, le habla suave y sonríe, Carla siente la confianza del que sabe, se siente protegida por una vez en todo su transito existencial, aunque no ve que su amigo tiembla, es su primera experiencia de prácticas. La recuestan, en la habitación ya hay tres personas que dialogan con ella. La partera y el doctor hablan para amenizar el inestable proceso y compartir algo más que un momento, es su primer hijo y todos ayudan a que salga de la mejor manera. El enfermero rubio y de poca altura sigue con el júbilo, como si fuese el primer embarazo que presencia, que por cierto lo es. 301
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-¿Novato?. -¿Yo?, ¡no!, señora, trabajo aquí desde hace más de (calcula), once años exactamente_ su rostro juvenil no indica la edad real y su estatura termina por confundir. -Eso me hace muy feliz_ suspira Carla dejándose timar. Al cabo de unas horas la trasladan tras hacer el trabajo de parto, a la sección uno de maternidad. Los nervios han pasado por su lado y los ha matado a golpes de chimpancé, no quiere más sufrimiento, el alumbramiento debe ser con la pasividad que la caracteriza. El doctor prepara las herramientas, en caso de necesitarlas, charla amenamente con sus compañeros de trabajo para que la tensión desaparezca y decide comenzar. Dentro de la sala comparten el trabajo otras cuatro personas, una más en el equipo que ha presenciado el anterior trabajo de parto. Del alumbramiento puedo contar que me asustó mucho su rostro enardecido por las pujas, sus venas hinchadas, sus ojos fuera de órbita, los gritos. A los minutos comencé a aclimatarme, los rostros no me parecían más que personas en una situación “embarazosa”, si es que me permiten la mínima por no decir invisible gracia que me representa en las letras. Descubrí al pasar, que las peleas internas del hospital se apropiaban del parto, en medio de todo una enfermera cansada de que el doctor ensucie el piso y todas las mantas que ella misma lavaba al terminar el parto, decidió jugarle una mala pasada, al mostrar la cabeza el pequeño pedazo de vida, el 302
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doctor al ver que el bebé se encontraba atorado cogió una de las herramientas y comenzó a expulsar sus maldiciones, Carla al escuchar los reclamos tensó todos sus músculos y el trabajo comenzó a ser de lo más difícil para el doctor/partero, hubo tensión de la buena. Minutos después con medio cuerpito afuera y en vías de salir con la rapidez de un puma, o un cubito de hielo en el suelo caliente, el profesional tiró todos los restos de placenta al suelo, lugar que limpiaría más tarde (según él) la puta enfermera de mierda ¿qué se ha creído?, aquí mando yo. La sangre a borbotones caía en el piso y manchaba las mantas verdes del hospital mientras que la enfermera maldecía fuera de sí. Carla gritando expulsó otras maldiciones éstas comprensibles por su estado. -¡El bebé hijo de puta!, ¡el bebé!, ¡se me escapa!, ¡no aguanto más!, ¡el bebé hijos de puta mal paridos!_ desesperada intentó con sus pequeñitas manos coger a su ángel pero sin éxito se echó a llorar desconsoladamente, convulsa pidió por Lupho, lo sintió algo más cerca, la enfermera se percató al ver que el pequeño estaba por ser lanzado en dirección al suelo y a la muerte segura y prematura. Con dos gritos agudísimos y un golpe de corrección al doctor pudo restablecer una normalidad de segundos a modo de tregua para poder ayudar a la pobre Carla. -Un poco más, ya queda menos guapa, solo una más y lo tienes en tus brazos._ dos manos amigas acariciaban la frente incorporándole suavidad a 303
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tanto salvajismo. El bebé azul amagó, una, dos y tres veces, a la cuarta junto con un aullido animal fue atajado por los brazos de la enfermera, el doctor cortó el lazo umbilical, el puente orgánico de la vida. -¡Es una niña!, pero mira que bonita es, le damos un baño para recibirla limpia al mundo y te la traemos mamá... es hermosa, hace tiempo que no veo un bebé bonito, si no es el primero_ Carla cerró los ojos conteniendo el dolor mientras le cosían la vagina desagarrada. -¿Una niña?_ se preguntó soltando el aire todavía algo agitada, tras un gemido reaparecieron sus pensamientos, frente a su oscuridad ocular apareció la boca completa de Lupho y sus manos.-Tenemos una niña._le dijo intentando viajar telepáticamente. Debo confesar que la sangre me impresiona poco, más las actitudes y aún más dentro de una sala de parto, con un nacimiento cruzado por el cordón umbilical, problemas de trabajo y respeto. Algo que me gusta es ver su cara dentro de mi imaginación, la libero por un momento de su periplo de angustias y desaciertos. Amo verla ansiosa ante el encuentro, como seca su transpiración, pensando en millones de situaciones que deberá sortear para conocerla y conocerse en la variedad brutal que es convivir con la realidad. Sus pulsaciones se elevan a 180 por minuto, saliva y suspira.
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Carla secando la transpiración de su frente pide por la nueva criatura recién llegada tras el milagro. Al cabo de segundos, de color rosa y violeta con algunas manchas en la cara y el cuerpito golpeado por su arribo al exterior llega a sus brazos el nuevo ser. -¡Ah!_ suelta sin poder lograr exteriorizar una frase de bienvenida, faltando a todas sus fantasías ensayadas. Su rostro de profundo enamoramiento reaparece con la relajación posterior al complejo embarazo. La evolución sigue dando pasos altruistas y de complejas variaciones sociales, una nueva opción nace, el alma comienza a crearse lentamente en su cerebro ante la inmensa estimulación sensorial que la invade. -¡Es su hija, su vida extendida en la continuidad de los sucesos, ya puede sentirse feliz, la vida es otro cantar!_ exclamó alegre uno de ellos intentando regalarle nuevas esperanzas. Pienso mientras las miro a las dos fundidas en una, luego de haber sudado y sentirme al borde del colapso. Imagino a Lupho comiendo algo en la cafetería por no aguantar el desmayo seguro ante tantos nervios cegadores. El doctor las deja solas, su habitación tiene ramos de rosas en todos los rincones, en uno de los ramos escrito en grande “felicidades” con una caligrafía de colegio barrial, en el medio del ramo atada con un hilo verde 305
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para disimular, una flor amarilla. En el resto del espacio hay una cuna con moño, pañales e innumerables artículos para su trabajo de madre que rellenan con una luz insuperable ese vacío que antes solo poseía el libro. Mece a su niña, no le quita ojo y agradece su salud, su voz no quiebra el silencio que necesita la pequeña para dormir, contiene la impulsividad de achuchones sin fin. El día tiene sol, el sol tiene rayos y los rayos un núcleo de helio similar a 100.000 millones de bombas de hidrógeno. La radiación ilumina a los barcos sucios por el temporal de la noche anterior, ramas caídas, árboles destrozados (y no por una maderera), sumado a todos los restos que deben ser recompuestos con el dinero de los seguros. La mar se siente animada, descansando pero alerta, los montadores de tablas ante el desprecio maldicen el buen día. -¿Puedo pasar, Carla?_ ingresa una señora enseñando sus dientes cómplice, en su cuello cuelga un collar de oro con tres niños, eso le permite su derecho a la risa, complicidad y hasta el consejo de par. Carla asiente con la cabeza, no quiere ni susurrar, la beba duerme en nubes de amor sin pesadillas prematuras. Al ver a la niña durmiendo la señora de entrados años y entrados trabajos coloca en la cuna del hospital, la tarjeta de su nacimiento. Llora al verle, en la ventana ingresa el calor viajero, los rayos y la nueva vida, abre sus brazos al mundo, su mundo y respira por primera vez. Nombre: Lilén, Fecha y Hora del nacimiento: 17 de octubre, 5:38AM. 306
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lluvia cae en Italia al igual que en novecientos veinticuatro mil sitios más dentro del globo acuático, las hormigas que conviven (italianas) usan paraguas para no mojarse, el sol llora lágrimas amarillas porque el éter no le deja aire (rendijas al escenario o corteza terrestre), solo nubes vapor aglutinadas y negras en movimientos aleatorios. En el centro mismo de la cuidad una anciana alza la mirada al cielo negro, la llovizna humedece su rostro pasado por daños y años. En su mano derecha el paraguas la mantiene a salvo, en la izquierda sostiene un viejo abanico con dibujos de señoras renacentistas posando a la altura de los ojos, resguardándolos. Un automóvil toca el cordón de la acera, resbala al tacto, dentro un conductor necio vira al mismo lado que acaba de morder, la rueda trasera derecha se eleva seguidas las siguientes, da un trompo, un giro de 270º sobre su eje. Es cuando aparecen la suma de todos los miedos de la existencia del necio y de la anciana que posa en la quietud de su admiración sin pensar en su entorno inmediato y menos en la muerte instantánea. Su mano izquierda sostiene el abanico con sus mujeres y modos antiquísimos de enseñar el cuerpo ante una lente humana. El automóvil gira otros 157º y avanza en 307
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línea recta hacia la otra acera, donde el abanico se mueve con sus poses de mujeres finas. La humedad del asfalto acelera la velocidad a unos 40kmh. El conductor grita y maldice al mundo por su acción, a la gente y a la evolución humana, suspira por sus hijos, nietos, padre, madre, las fotos familiares llegan por un correo inconsciente a su visual desesperada, frente a sus ojos tiene la imagen de sus padres, frente a sus verdaderos ojos el parabrisas le enseña una nueve aceleración y la posibilidad de la muerte cara a cara en un duelo sin consecuencias para el contrincante. El automóvil es negro, el día es oscuro, las nubes ahora son grises, el sol no asoma, la calle está tan despejada como la ciudad entera, las bacterias no surcan sus arterias ni venas, el corazón no tiene atascos aunque su latido se mantiene constante a simple vista no hay evidencias de viandantes desprevenidos como testigos oculares. La mujer baja la mirada, agita el abanico, respira, mueve su primer pie para encarar el recorrido común en sus días de angustiantes y constantes recuerdos queridos, de personas amadas que no están o de anhelos y arrepentimientos extremadamente críticos. El conductor comprende que es inminente, la velocidad aumenta, en un giro logra entrever la figura de la señora, él, es decir, su automóvil se acerca a ella con la furia del toro frente al frustrado torero que dedica su vida al orgullo ficticio de matar animales ante una ferviente tribuna de seguidores con sed de sangre y hastiados de alcohol. Con el brazo pequeño acciona la ventanilla, abre lo más rápido que puede, se arrastra sumido en la agonía del
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pensamiento crítico, grita, vomita, recuerda, balbucea y saca medio cuerpo afuera. -¡Aléjese, señora el coche la va a matar!_ grita con una desesperada angustia el conductor del coche de lujo. La señora gira su cabeza, el primer paso ya está dado, suelta el paraguas e intenta saltar hacia la calle. El conductor cierra los ojos y se lanza hacia fuera, no soporta la idea de matar a una anciana, pero cree poder vivir si lo hace, lo intenta sin medir consecuencias. Su cuerpo se eleva, por un microsegundo logra escapar, pero la cola negra del automóvil negro toca su frente con la suavidad del golpe de un boxeador, en el aire. Su cuello estalla por dentro, sus vértebras su unen como si se amaran, las costillas se dicen secretos en la oreja y su corazón explota de alegría, muere en el acto y tacto. Al giro siguiente el cuerpo es arrasado por la masa de dos toneladas de acero fundido, y su vida ya no vale como antes, sus pieles escondidas, sus noches de lujuria y las nueve casonas en la costa francesa pierden sentido ante su deceso. La anciana en el salto por efecto de su poca fuerza y pésimas ganas de vivir es arrollada sin la piedad del que gobierna al mundo, su rostro, piernas y dedos son propiedad de quien no se enseña ante la multitud de fe religiosa. El automóvil continúa el trayecto y se detiene frente a la estación de servicio donde el mal hubiera matado en cantidades. Han pasado 29 segundos.
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52 La jaula reposa en el suelo, junto a algo que oculta el bulto, Lupho tiene un gesto perdido en su rostro, aunque se ve bien, algo relajado, igualmente sus facciones están deterioradas por el paso del hospital y todas sus complicaciones innecesarias, las arrugas endurecen, evidencian y dictaminan. Alza su mano izquierda, el taxi detiene su marcha toma la jaula violeta con el colorado dentro y se acurruca contra el asiento detrás del conductor con anteojos marrones y gorra de idéntico color. En Anzio se disfruta de la playa, algunos ejecutivos toman suficientes copas por la tarde al salir del trabajo, los padres toman a sus hijos y los hacen divertir en las plazas, con bicicletas, hamacas y demás recursos de aireo para personas de departamentos en pleno centro de ciudad. En pocas palabras, el rebaño pasta encerrado entre el mar y las fronteras. Al llegar a su casa, es decir, a la casa, abona el dinero correspondiente con una insignificancia respecto a la suma del pago que la editorial le abonó por la obra a publicar. Piensa en los derechos como escritor, en reediciones y en las traducciones, consulta con su voz interior si es necesario un abogado, al momento le da exactamente igual la respuesta, prefiere seguir igual sin 310
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ocuparse de nada, tiene por seguro que el libro será un éxito masivo sin precedente alguno en toda Europa, abre la puerta principal repleto de sueños que el tiempo, la discordia, el amor y otros mil factores le habían arrancado de cuajo. Encuentra revistas y periódicos desparramados por la sala, paquetes de comida enlatada desordenas, puertas arañadas abiertas y una mezcla de olores pasados por el tiempo. -Todo esto lo has hecho tú, ¿tú solo?_ le pregunta con su tono cual padre habla con su hijo pequeño, éste maúlla con una complicidad gatuna. Algo de limpieza, luego de compras y finalmente de comida restaura la atmósfera que anteriormente surcaba por todas las habitaciones, el hedor acaba por marcharse tras una guerra de horas. -Te vas a llamar, ¡Gato!, a secas, nada de colores, ni nombres de famosos héroes de la Roma antigua, tu nombre es Gato y punto, porque lo digo yo_ le propone Lupho decidido a llamarle así, sabe que por más nombre que le ponga es inútil, responde a los llamados cuando quiere, más bien cuando tiene hambre. Abre la jaula violeta y la agita, salta Gato reconociendo cada lugar, recorre las esquinas, eleva una pata trasera y tira un hilito muy fino de pis, mira hacia atrás con los ojos bien grandes y se hecha a correr a la puerta trasera como un condenado a muerte. El escritor francés marcha a su cuarto algo relajado, la compañía suele crear buena energía, se derrumba sobre la litera con la sensación de dormirse en cualquier instante, su cuerpo le pide. 311
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53 Algunos meses tienen la misión de empañar la vida con desaciertos fuera de planes modificando el curse natural. Santiago luego de dormir una siesta de treinta días, decide por necesidad buscar un trabajo digno para mantener la relación con Mariana, ella se ocupa de las tareas del hogar y no sale más que para lo necesario, la imagen del horror la tiene presente en cada meditación o camino sinuoso en cualquier tarde de lluvia, niebla y frío de huesos rotos. Tras intentos, llamadas, golpes de puertas, amigos de sus amigos, favores ajenos y cien negaciones logra conseguir una oportunidad entre la escasez laboral persistente. -¿Podés empezar hoy mismo?, ayer desapareció uno de mis hombres y tocaste la puerta a las horas, yo sé que no va a volver. Tenés suerte hoy en día la cosas está muy jodida, hay muchos quilombos y no confío en nadie, vos pareces un buen tipo, a ver qué demostrás._ asoma su mano izquierda entre los papeles. -Gracias señor, ¿dónde tengo qué firmar?_ su pulso es irregular, tiembla. -En la marca Santiago Valles... ese apellido me suena de algo, pero no sé de qué, ¿no serás uno de esos, no? 312
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-No lo creo señor, yo no me meto en nada, solo quiero trabajar, estoy pasando un mal momento como todos... ahora que lo pienso lo que me dice... mi abuelo quizás, no lo sé... es el único que hizo algo bien de toda mi familia_ se encoge avergonzado por tener la suerte de su lado, una muerte más injustificada en medio de una guerra contra la opinión y libertad. Por dentro está despedazado, solo ve pájaros y mujeres desojándolos repetirse hasta el hartazgo. Tiene un trabajo en la fábrica de zapatillas de la cuidad, donde el tiempo se vuelve denso, lento y granular, algo similar a los confines del universo. El sopor de los gases se condensa por tramos, algunos tosen otros fuman cada dos horas para exigir más el trabajo pulmonar. En la línea de montaje otros quince trabajadores elaboran el resto del producto, como toda revolución en Uruguay llegó de lo más tardía y no completó las expectativas. Su puesto no es imprescindible, tampoco importante, ni se salva de la persecución política, eso lo tiene a cada momento que ensambla una plantilla con el resto, pero la pasa bien, aún en medio de tantos problemas invisibles hizo un grupo de gente que lo quiere como suena al cantar. El feo (como luce y notan) disfruta del goce ajeno al hacerlo, siendo (sabiendo) por su acto arbitrario disparador una pieza alentadora entre mortales sin sueños ni futuro. La casa reluce todos los días desde la llegada de Santiago, su mujer (reciente) lee cuentos de la selva, dentro de la representación amazónica, entre árboles y
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arbustos disfruta de la locura (sana) de Quiroga y su vida de los mil naufragios personales. -La fábrica es tan grande, ¡tan!, que caben dentro mil elefantes de África sin problemas de higiene_ piensa mientras pega una plantilla negra en una zapatilla marrón, jugando a imaginar la ocupación Africana.-Es un frase que diría mi amiguito_ añade su pensamiento al terminar de ensamblar y pasar la zapatilla a su compañero encargado de pegar suelas.-¿Soy estúpido?, odio hacer esto, mierda de zapatillas, ¿qué mira ese?, me tienen podrido con todo esto, años viajando, ampliando mis pensamientos y me olvido hasta de mis pensamientos profundos, ¿dónde mierda estoy?, una cerveza mejor, que me quiten de aquí, mejor así a estar en las calles, el universo va a evolucionar realmente, yo desperdicio mi tiempo por miedo al futuro, odio que no hablen. ¿Cuánto tiempo le resta a la tierra?_ mueve su boca sin soltar el aire, un compañero
Martín existe ante sus ojos y los materiales en movimiento, un vacío se adueña y congela su alma, no se ven desde un día después del almuerzo y la exhaustiva limpieza, algo de todo lo que se remueve devora en el interior sus emociones contenidas, no quiere olvidarlo pero sabe como son los vuelcos de la vida, pretende encontrarlo algún día donde la borrachera sea compartida con otro ciudadano perdido. Santiago bebe cerveza, le gusta el sabor amargo y burbujeante en la lengua, su color, aroma, a toda en su conjunto le encuentra un atractivo sublime, casi de medicina. No 314
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pierde detalles de su historia, conoce el nombre egipcio “Zythum”, también su composición química respecto a la fermentación ideal, los varios ciclos de enfriamiento y estacionamiento adecuado. Nunca pensaría tener cu propio cultivo de cebada (como lo ideó durante su adolescencia antes de la huida), ni el proceso en sus manos de creación, ya no le interesa, le apasiona degustarla, como si el aroma encerrara la mil rosas del jardín del edén. Un murmullo en la línea de montaje genera una atención lo alejada de la borrachera ideal, en la punta entre el décimo quinto y el décimo segundo hay una charla encubierta, algo que inquieta a Santiago. Termina con una plantilla a pegar del montón, coloca otra y se acerca abruptamente a los tres parlantes trabajadores. -¿Qué es lo que pasa?, su trabajo entorpece al nuestro, dejen las chácharas para las cervezas_ les dice algo enojado e intrigado, detienen su habla, dan vuelta las tres miradas y lo penetran con vehemencia. -Es algo de lo que nadie puede evitar hablar. -¿Qué es entonces?, acá nadie habla por lo bajo, por favor un mínimo de educación y seguridad, estamos trabajando, nos comprometen a todos che. -Han asesinado a algunos del sector de ventas, estamos preocupados, sabemos que anda circulando un lista negra, nadie sabe quien puede caer, pero el trabajo es lo único que tenemos y no podemos dejarlo…_ continúa el décimo quinto. -No te enojes flaco, por eso es que hablamos mientras trabajamos, quedate tranquilo 315
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estamos seguros de esta forma, pero no encontramos una salida y no tenemos plata para irnos del país_ el décimo segundo apaga la línea de montaje, suena una chicharra, es la retirada, su duración es de un minuto, se acercan los tres juntos, al oído, Santiago atentamente oye cada palabra de desconcierto y horror ante la situación insostenible del gobierno militar. Su rostro pierde la insensibilidad anterior, uno de ellos mira el piso, no habla, a su familia la han desmembrado, no tiene amigos, ellos murieron por su coraje, él siente la culpa de coexistir sin poder remediarlo. -Hijos de puta, tienen que morirse todos, tengo que hacer algo, pero Mariana, por qué me metí con ella, ahora me quiero meter en todo esto y no puedo. Tiene que pasar algo, la gente no puede permitir que los pasen así, somos una sociedad, el avence somos nosotros, sin políticas, sin ideales, solo la preservación de la igualdad y verdad, ¡hijos de puta tienen que morir, carajo!_ choca su puño contra su muslo mientras camino mirando el suelo enfurecido, intenta pasar desapercibido, si alguien sospecha algo lo cuenta para sentirse más protegidos por ellos, al fin las excusas mínimas llevan a la muerte a la mayoría, rencillas por una mujer o un gesto mal entendido. La tarde cae y la noche asoma como todos los días de los últimos meses en Montevideo, el camino tiene un largo de mil doscientos metros, Santiago en el primer cuarto se detiene y toma una cerveza con el acompañante de turno en el bar del gallego, donde sus 316
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borracheras proliferaron luego del primer susto y encuentro por medio. -Si vuelven me matarán, sino, a otro vecino, tengo que hacer algo._ se deletra a sí mismo mientras le hace una seña al gallego para que les ponga unas cervezas. Toca las heridas y suelta el aire, el camarero devuelve un gesto de silencio. Primero llegan él y el décimo tercero que acaba de entrar al baño, minutos después se sientan a su lado el décimo quinto seguido del décimo tercero. En la mesa todas las interpretaciones de la masacre oculta se develan por sus sobrevivientes, Santiago se siente ajeno, sabe que todo lo que pasa en su país no tiene una resolución inmediata, entiende que la clave de supervivencia es escapar, pero recuerda que su amor propio no existe desde que ama y vive con Mariana su antigua fantasía de toda la vida a la que le dedicó miles de masturbaciones nocturnas en la cucha (pero en sumo silencio aprovechando los estruendos fugaces de las bombas que rosaban el hogar del gato blanco y negro). El décimo cuarto prontamente se aleja del bar alegando preocupación sobremanera por su mujer e hija, como efecto dominó se retiran sus laterales numéricos y queda como último Santiago (la ficha doble nada). Son entradas las ocho de la noche, la calle como es de costumbre no tiene visitantes, las luces iluminan poco, los automóviles posan dormidos sobre sus cocheras privadas, él anda solo por gusto propio, se regodea en la soledad, pero por un momento, solo cuando esto no 317
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implica remontarse a los cataclipticos viajes por toda Europa. La sirena habitual del toque de queda resuena, debe apurar el paso, nadie quiere toparse con los Ford´s a paso de hombre, intenta correr pero recuerda que si lo hace alguien podría sospechar y desde las ventanas fisgonas denunciar en medio minuto, aquí a los ladrones nadie los quiere, siempre que pueden los tiran al fuego de lo militares o a los uniformados de verde musgo que son parte de la misma flota de patantes al poder. Trota o camina rápido, pisada a pisada ruega llegar a su casa y dormir o discutir con Mariana, tal y como van las cosas no sería raro encontrarse gritando toda la noche e ir al trabajo sin dormir. En el trayecto, que lleva más de un setenta por cien de su total, nuestro amigo, deja de lado la preocupación que circula próxima. Sin avisos ni mediaciones el pasado lo aborda nuevamente, una pierna se entumece de horror al recordar sus rostros ensangrentados en el medio de la calle, él mismo sin la ayuda de nadie tras la huida cobarde y ejemplificadora del régimen tomó a la familia vecina y la enterró en el jardín, mientras Mariana en una segunda crisis casi deja la vida o la realidad. No quita ojo del centro de la calle, no puede dejar de pensar en ellos con el rojo intenso de su vida brotando sin detenerse, mientra que nadie grita o pida ayuda. Indignado por el último recuerdo, toma más fuerte su mano dentro de los bolsillos, las aprieta furioso, jura venganza en su alma, pide fuerza y deja el miedo de lado. Conoce los recovecos en el camino a casa, desde su primer día de trabajo estableció un punto de
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escondite a cada cien metros (uno por calle), por si una patrulla deambula justo en el mismo espacio temporal. La luna no tiembla, pero ilumina gran parte, cosa que no hacen los faroles ubicados cada diez metros uno del otro. Hace frío pero no es de los que congelan pies y orejas, Santiago se siente fuera de su lugar, no tiene la certeza de saberse uruguayo, algo cambió, la situación del país, la gente y sus penurias o todo dentro de él, dicen algunos entre mates que su cuerpo no tiene por qué recorrer calles atestadas en sangre y almas, lo cierto es, que siente el desarraigo del primer viaje, en un espiral infinito, cuando añora un sitio desvive en el otro. La sonrisa de Mariana al hacer el amor en la playa y las palomas aparecen como fantasmas de unas ilusión casi concretada, sufre por todo y todos, se siente culpable por amar, duda de ello, se pregunta cuantas fantasías cumplió vendiéndose a sí mismo como reales. Una rama cruje detrás, gira su cabeza, eso interrumpe sus pensamientos y desvanece las posibilidades de amor constante. Un grillo, un sapo en el asfalto muerto y seco, ramas adelante, pasto, ladrillos en las casas prefabricadas, luces, pocas luces que no alumbran los objetos que fabrican realidad. Una luz intermitente, roja, azul, gira su rostro con los ojos bien abiertos y la boca fruncida por el temor, su panza se retuerce dentro, hay una revolución en su cuerpo, siente su cabeza al punto de estallar, sus manos parecen latir al momento que sus orejas se calientan, al rojo vivo. Mira de frente, ve el objetivo, su punto cero, donde nadie lo debe notar al pasar, pero se halla a unos veinte metros y no tiene el tiempo necesario. Al dar un paso más recuerda su 319
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botella de whisky viajero, se arroja en la cara un poco, en el pecho, toma el resto de una sola vez, sostiene la botella y continúa caminando, ahora con un movimiento medio perdido, debe tener una borrachera fuerte. La patrulla como es de costumbre mantiene su velocidad crucero al pasar uno de los oficiales advierte la presencia de un borracho en la acera, pide que detengan el automóvil, desciende con una carpeta negra y blanca, el acompañante toma su gorra y baja a ayudarlo por una eventual reprimenda al indigno tomador de alcohol. -Señor, deténgase y contra la pared, documentos por favor y la boca bien cerrada_ Santiago se mantiene en silencio, prefiere no esgrimir letras unidas para no levantar el polvo de las sospechas en el desierto de la maldad bajo una fantasía falsa, efímera pero histórica. -¡Mire el rostro del oficial!_ lo observa el acompañante con su gorra en la mano derecha. -Sí, es él_ añade sin preámbulo alguno. -¿Pero qué hice yo, oficial?, se confuden de persona_ dice Santiago mientras apoya su mano en el hombro del oficial. -¡No me toque!, si repite la acción lo dejo aquí con una bala en la cabeza, ¿me entiende borracho de mierda?_ dice. -Entiendo, pero no hice nada. -Encima acota, ¿eh?, no está tan borracho como parece, tendrá que acompañarnos, queda detenido por falta de documentación_ lo arrastran cada uno por la axila, Santiago Valles pierde un gramo de vida en ello. 320
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-¡Pero si acabo de entregarle la documentación!, no me hagan esto, no hice nada. -¡Ahora sí habla mejor!, cobardes de mierda, se visten de ovejas para engañarnos, ingrese o lo metemos a la fuerza y no le va a gustar nuestro método._ su peor temor tiene su vida en vilo, grita pero nadie oye, golpea todo el patrullero pero hacen la vista gorda, no lo ven irse a cualquier lugar. -Malditos zurdos de mierda_ exclama el conductor del Ford.
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54 Giovanni las despide sudando las manos y pies, desde la puerta principal lo hacen también las enfermeras y matronas. Carla y Lilén en brazos transitan el último par de metros visibles, saluda alejándose hacia la avenida. -¡Los regalos Carla!_grita acercándose el doctor. -¿Qué?_ se detienen, Lilén chupa el anular de su madre aprendiendo a soñar. -Los regalos..._le falta el aire por la corrida y la ansiedad que lo controla. -Ya está hecho, tranquilo, ¡gracias!_ apoya la mano restante en su hombro, los espectadores creen ver la chispa encender el fuego. -No alcanza, nada, aunque lo intente, eres tan..._ sus ojos se inundan de agua salada. -No digas nada, no hace falta, no te olvidaré nunca, eso puedo asegurártelo, si lloras es peor para ti, vas a perder parte de tus minerales, ¿por mi?, eres un ser... lleno de amor, tienes que despejar las Y y X que te hacen daño, tienes la ecuación en tu frente pero la lees al revés, te quiero amigo, eres parte de mi corazón, pero tienes que dejarme ir, nuestro cruce abre puertas, sigue
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abriendo los ojos como ahora y estoy segura que encontrarás a la mujer que te merezca. -No digas eso... -Adiós Giovanni. -No digas eso... -¡Abre los ojos!_ Lilén echa a llorar, el autobús se detiene, la gente se aglutina, las bocinas, el atasco y el buque que recién parte alejan definitivamente a Carla. -Los regalos los han mandado a su casa en Akranes._ suelta al volver cabizbajo una enfermera sin tacto. Carla sabe que hay posibilidades de nuevos inquilinos dentro de su “hogar”, desde el día de la internación los pagos cesaron y aunque la ley la amare durante un año completo los oportunistas no dejan una vivienda sola ante la falta de dinero. El vehículo público se encuentra repleto de trabajadores y ancianos pagos por el subsidio al trabajo prolongado, dentro el esquema del País se halla en todas su facetas y con todas sus falencias. Algunos ancianos en conversación privada de asiento viajero, confiesan sus preocupaciones por el salario, su salud, por las muertes sucedidas y los costos de vida, las respuestas sin contenido dejan el sentido fonético y se alzan en la maestría del poder sin sentirlo cerca. Carla extenuada y la beba en brazos atiende cada conversación, sus hombros duelen, su hija pesa mucho, su futuro también pero eso le inquieta menos ahora, nadie de las cinco docenas de pasajeros le cede su asiento, parecen no verla.
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Sus ojos se enrojecen, siente calor en el cortex prefrontal, la nariz le pica mucho, no se rasca, la panza se revoluciona, el cabello le molesta, el calor humano, la vista empañada de los cristales, sus órganos oculares se moran y se hinchan levemente, solo ella sabe que sucede dentro suyo, es odio, furia, inquina, tirria. El viaje dura dos horas aproximadamente, en la hora y treinta y dos minutos el ochenta por ciento de los pasajeros desciende en el puerto, sus veintiocho minutos de resto son algo más relajados sin sobresaltos y apretones abusivos. La naturaleza le regala unas vistas de mirada sólida y reflexiva bajo una increíble pintura real única. La calle, los pasos, las personas en idas y vueltas, la escalera y la puerta, frente a frente la puerta y ella, su bebé y el destino, la isla y el presente, los claros oscuros de su vida y el resplandor de poseer su llave a la mínima felicidad. En su extremidad izquierda sin mover las pupilas en forma de gota de lluvia, lengua afuera, gime. Toca la puerta suavemente con algún temor, se oye la televisión con alguna película de la infancia. Atiende una mujer mayor, su cabello tiene un blanco brillante mate. -¿Hola pequeña, a quién buscas? -Disculpe señora no tendría que haber venido, es que... no es nada, mejor me voy_ dice con algo de frustración. -Dígame, quizás la pueda ayudar, soy anciana pero no inútil, dime no tengo otra tarea para el resto del día_ insiste. -Lo que pasa es que éste era mi departamento hasta hace unos meses, algo de diez atrás, pero yo no avisé que me iba y ahora vine a hacer el intento. Mi embarazo 324
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exigió un reposo absoluto y no pude hacer nada, tengo cosas de valor que quisiera llevarme , bueno no sé muy bien a donde. -Mire, es increíble, yo llegué aquí después de la muerte de mi esposo, eso fue cinco meses, me dieron las llaves y me encontré con algunas cosas amontonadas de mala manera, seguramente son de usted, las guardé en el cuarto que no uso para nada por si acaso y mira..._ cavila un segundo.-...¿quiere pasar?, su beba tendrá frío, este es un pasillo muy ventoso, pase un segundo, tengo leche y té para todas_ extiende su mano hacia la izquierda invitándolas a su hogar. -No señora, no hace falta, es usted muy amable pero..._su silencio espera que insista nuevamente en un roce con la formalidad de la educación. -Por favor, mira esa preciosura como está, tienes que darle algo de calor, no tengo nada que hacer, insisto. Temerosa, en silencio, pero con frío, Carla ingresa a su antigua morada, el hospital le resulta algo más familiar. La imagen fresca de todos los rostros que la ayudaron y las peripecias que pasaron se proyectan en los reflejos con una música binaural que viene desde su psique. Sabe que el tiempo lo destruye todo, una mujer de caducidad finita, lo entiende con la madurez impuesta por el arte de la vida en complicarlo todo. -¿Té?_la quietud no es su virtud. -Sí._sin mediar entre los gustos, necesita calor. -¿Azúcar? , ¿leche?_su dentadura se suelta y se pega. -Sí, si, por favor, gracias._mantiene el protocolo básico.
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-¡Cuanta educación!, eres muy tímida, habla algo más fuerte que no te oigo bien, ya sabes, el cuerpo se marchita. -Sí, lo sé, ¿mejor así?_ eleva su voz, se siente extraña, pese a las noches de insomnio pensando en el sentido de su vida no logra recomponer esa sensación guardada en el formato de los olores o temperaturas. La anciana coge la taza celeste de la vitrina, la acomoda en la bandeja del desayuno, suma la tetera, leche tibia en una mamadera, azúcar y otra taza más. Carla espera impaciente, tiene hambre, la boca seca, el estómago ruge, en todo el viaje la panza no hizo más que intentar hablar. -Es muy pequeña, es hermosa, me recuerda tanto a mi hija Dorotea, su nariz, mire las orejitas, ¡las tiene rojas!, la verdad que usted es muy dichosa_ hace una pausa, limpia sus labios con la lengua, se peina con tic de ojos, se acerca a la niña y la tapa algo más.- Hace tiempo mi momento de maternidad se acabó, es natural, lo sé, pero sufrimos mucho, nos castigaron por naturaleza, es nuestro estigma. Ahora solo puedo ser una abuela, pero ella no me busca, no le importo nada._ se pierde en los pensamientos, Carla mece a Lilén, prueba el té. -Eso no lo creo, deberá de estar muy ocupada, es su vida, suele pasar, mi familia está diseminada por el mundo, nosotros no nos vemos nunca, pasan años para recibir un llamado o una caricia de cariño, lo real es que llaman solo para urgencias o malas noticias, me gusta desaparecer por mis primeras experiencias, no pienso 326
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vovler a pasar por lo mismo, así mueren todos y no me entero._ algo dentro se quiebra, como el vidrio delator. -Eso es duro pequeña, pero no eres la única que sufre, a mi hija se la llevaron un doce de setiembre, era un día que no podré olvidar jamás, el viento, los truenos, la lluvia y mi marido enfermo, el tenía cáncer, hasta su muerte lo cuide tres años_ acerca la tetera. - Fue muy doloroso, maldecía toda la noche, como si estuviese poseído, nunca había sido así y de esa manera lo vi despedirse, mi hija no aguantaba la situación, andaba en cosas raras y ese día la llevaron, nunca más oí de ella, ni ella (supongo) de mí_ sirve en la segunda taza, le ofrece la azucarera, se va a la cocina y vuelve con pan casero.-Toma, come, tu panza hace mucho ruido, puede despertar a la niña. -Gracias_ dice ella deglutiendo el primer bocado de lo que será, un pan entero. -Mira, podemos hacer algo así_ se quiebra el silencio de las cavilaciones. -Yo entiendo tu situación, yo estoy sola y sé que no tiene otro lugar a donde ir, me parece una persona de bien, que quiere lo mejor para su hija, yo me ofrezco a cuidarla, así usted puede buscar un trabajo y conseguir algo para las dos..._ flota un silencio de minutos, no se miran, la anciana ofrecida siente que la rechazan pero aguarda una respuesta, Carla cavila, solo cavila.-...piensa pero la respuesta ya la tienes. -Mi vida…_se decide a hablar.-…siempre fue así, los obstáculos los tuve que sortear o chocar contra ellos, nunca recibí ayuda de nadie que no quiera nada a cambio y hoy no sería el primer día, puedo sola... toda la gente tiene debajo de la capa de barniz moral una 327
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intención personal escondida detrás de la supuesta bondad_ tiene la suavidad natural en ella, se enoja. -¡Te equivocas!, la bondad mantiene a este mundo de pie, no es una ayuda, es una posibilidad de un futuro para su hija, ¿por qué no recibir algo bueno de alguien que no tiene más intenciones que ayudar al prójimo?_ se para y habla, siente más seguridad al hacerlo. -Soy vieja pero no inútil, tengo un lugar donde pueden comer y dormir, juro no entrometerme en sus vidas, es solo por un tiempo, como beneficio solo obtengo sus presencias, si quieres encontrarla una razón lógica. -En el momento que consiga algo nos vamos, señora_ se excusa Carla medio ofendida, medio alegre. -¡Sí, claro, no lo dudes!, que alegría pequeña._ se dibuja la sonrisa en el viejo rostro, toma la tetera, limpia la mesa. En la cocina prepara algo de comer, mientras la comida pasa el proceso de cocción le enseña su lugar. -Tenemos mucho por limpiar y tirar, pero en unos días todo se puede acomodar, es chico pero es acogedor, eso sí esta noche y las siguientes dormiremos las tres en mi habitación, por el polvo, es peligroso para... -¡Lilén!, por eso no hay problemas tuve peores lugares donde vivir_ dice con algo de nostalgia y pesadumbre. -Lo digo por la niña, tienes los ojos tristes, no son las mejores épocas de la humanidad, es cierto, en las calles hay millones con tus ojos, pero cambiará conforme la ola tome fuerzas.
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-¿¡ dónde me quieren llevar!?_ exclama ahogado en su propia saliva. -¿Dónde?, ¡a ningún lugar!, usted está fuera de todo y todos, olvídese de la luz, sus amigos, ya está muerto. -¿Ve la luna?_ señala hacia fuera el copiloto con el índice al vuelo. ¡Mírela!_ le ordena. Santiago y sus valores se involucran en su introspectiva visión de la humanidad, incluso en épocas de guerras y enemigos civiles brota luz. Obedece a la orden mira esa luna de tórbida, huida, temblorosa, reflejada sobre la tierra de Toulouse en el día del escape de la casa y la muerte. -Eso ya no tiene nada más que ver con usted, no habrá nada que pueda hacer al respecto, la luna, estrellas e ideas desaparecerán. Tantas teorías no ayudan frente a las armas y el poder._ añade con ponzoña el copiloto.-Al final todos son iguales, unos cagones de mierda, ¿con bolígrafos quieren cambiar el mundo?, te pondremos ante el paredón, a ver si aguantas el hierro zurdo de... -No importa, mi vida tiene más hoyos de los que ustedes ven, no necesito de la gente, la guerra, ¡yo estuve en la 329
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verdadera guerra!, ustedes no son más que una revuelta de asesinos, ignorantes y maniobrados títeres. Hagan lo que hagan no voy a pensar distinto, la enfermedad es el silencio, la obediencia._ Santiago escupe al vidrio de su ventana, de la ventana del patrullero. -¡Van a rodar cabezas!, acá nadie contradice la verdad, todos sabemos quien gobierna y somos sus extensiones visibles hijo de puta, zurdo de mierda. ¿Así qué tenés el agrado de molestarnos?, te vamos a torturar todos los días, no vas a dormir, no vas a hablar, y si titubeas, te extermino como a un insecto, nuestras botas tienen acero también. Mi voz va a recorrer tú limitado cuerpo y alma, en todos los minutos de tu última vida enfermo._ salta el lenguaje, el mensaje es personal. Hasta entonces su cabeza marcha hacia adelante, pero su enojo visible a los ojos hace que vire hacia atrás, donde Santiago maldice por lo bajo la suerte que le acecha en el momento menos esperado, perturbado dice.-Cuando el frío corra en tus venas y no sientas más que los pensamientos, mi voz te va a recorrer cada poro de piel entumeciéndolos_ termina la consonante y vuelve a su ronda habitual de atrapar desprevenidos. Santiago ya no quiere continuar las blasfemias, deja todo de ser esa utilidad de escape, la ventana, el jeep esas cosas de las que no debe olvidar nunca. Cree tener al general junto clamando por su vida, siente a carla su amor ¡no! amor delante, siendo copiloto de Lupho, su amigo ¡no! amigo.
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El cristal tiene la marca de la saliva y sus encimas esparcidas en el conjunto infinito de granos de arena, sabe que la luna ya no es la de huida, sabe bien en su interior que todo está acabado. Al encierro con suerte podrá sortearlo, conoce sus formas de obrar, ve la piedra donde todos vuelven a toparse para caer nuevamente, está al tanto de la idiotez humana, debe tener paciencia. Nadie emite algún sonido disonante, su mente se encuentra en el reposo que puede encontrar el cuerpo en un estado de inercia debido a un movimiento rectilíneo uniformemente acelerado.
Y el Ford recorre las calles, y la gente mira desde sus ventanas, algunos vomitan, otros se alegran. Y el universo se expande y enfría, y los planetas son comidos por estrellas oscilantes, y el sol planea su ejecución, y la tierra infectada por un mal de miles de años se pierde girando sin destino, y el mal se pregunta qué hacer, y mata clamando porciones, y se agrupan estableciendo colonias y el tiempo se detiene en el límite, sin espacios ni objetos. 331
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¿ ómo puede una anciana dejarme aquí, así sin más? ¿Qué hago?, ¿confío en ella?, ¿y en mí?, ¿Lupho?, en alguna fiesta con modelos de bikini y sujetadores flojos. Se apoya con el brazo reptando en la cama hasta su lado más cómodo, Lilén duerme profundamente, como todo angelito sin consciencia. ¿Dónde quedan los sentidos?, ¿una almeja sin aire se come?, ¿cuánto tarda un melón en pudrirse?, quiero vivir, pero solo ella me deja no vivir, tiene que ser bueno. ¿Mueren las comadrejas del calor extremo?, peor sola y enferma por el frío, es verdad, que maniática soy, no puedo ir así por la vida, una persona buena ya vale por millones. ¿Le crecen los dientes cuando se caen a los leones?, quiero coser unas telas, una casa de mantas, que digan lo que pienso, que hablen de quién vive dentro, puede ser una casa con frases para el resto. El vidrio empañado, el frío del exterior, la lluvia y las gotas que no la mojan caen, golpean, retumban.
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Lupho, ¿en que cuidad estará?... Lupho, que nombre, su madre quería darle un toque especial, lo logró, pero que mal le salió. ¿Qué me queda a mi?, esos dos viven, seguramente muy bien. Buenas luces. Me dice el inconsciente que Giovanni me extraña, que muera, odio a los que se topan con las esperanzas y las cogen como estandartes, la soledad es lo más agotador que existe pero abrumadoramente intelectual, nadie escapa de la mente. Me gustaría ver un caballo nacer. El olor del tomate en la salsa de los fideos me dan ganas de comer, pero ¿Quién cocina a las tres de la madrugada?, es tarde para tanto ruido. La cuna improvisada no pierde consistencia en el movimiento repentino del bebé. Carla la cuida, Lilén mueve su cabeza fuerte buscando una reconfortable ducha y un poco de comida. Su vomito, la cuna existente, el llanto. Carla la mira con sus manos en la quijada, no sonríe, no habla, nada, y su hija se mueve en busca de algo de lo que no puede prescindir, su vida pende de su atención. ¿Quién limpia la vela del barco? ¿Si rodaran las ruedas cuadradas del mundo, rodaría la tierra?, ¿cuántos palos, palillos tienen punta?, ¿hay edades humanas más allá de los ciento cuarenta? Lilén no tiene etiquetas, menos movimientos audaces. La cuna no aguanta el peso junto al movimiento, cae al suelo y nada la detiene.
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Carla frente a ella se anula, no da crédito, mira y no mira. Una lágrima recorre su lagrimal, como esa fuerza lacrimógena del general. ¿Si el perro corre rápido, alcanza al tren de carga?, ¿qué color falta, de los millones que hay?, ¿vemos solo siete colores?, ¿hay hombres de seis brazos?, ¿los soles son iguales?, ¿hay agua dulce para el 4003? El sonido estalla ante la presencia del dolor y del llanto infante. Ventana empañada-frío-muerte-exterior-interior-muerte. ¿Qué sueñan los bebés?, ¿Sienten las voces del más allá?, ¿me miran desde el espacio? No hablan, no habla. Exactamente nadie habla, solo es el viento/tifón del afuera, que no entiende de amor maternal ni confusiones químicas cerebrales.
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57 La celda, el cuarto, las paredes derroidas y ese hedor que quemas la piel de las sensaciones junto a los rostros marcados y los susurros de la visita inesperada, sacuden el traje marca nueva casi viejo y rasgado de Santiago, regalo de Martín no lo olvidemos. -Leí en unas de esas hojas blancas escritas en letra tinta negra, “el hemisferio cubría mi saco de huesos, su voz, la caña de azúcar y los timones del capitán me hacían temblar de solo repetirlos imitándolo...”_ las falsedades de las creaciones dejan huellas indetectables que en un futuro serán botones a pulsar para las detonaciones más violentas, se retuerca en la tierra removida, tiene piedras clavadas en la espalda. Alguien y su voz resuenan en las celdas ocultas. Su puerta, sus piedras del dolor perpetuo y su mente alterada recuerdan como debe de ser el futuro de las manos y sus líneas, puede ver a la mujer de rizos que un día le predijo una vida afortunada entre los mortales. -Mariana me busca, siento que sabe de mi escape forzado, me duelen las manos, yo no quería irme, no pensaba en serio, tenía miedo, ahroa tengo una de las 335
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costillas rota, no la siento, mismo el brazo izquierdo, tengo una punción constante en el músculo. Los dedos del pie derecho están destrozados creo que se infectaron, me patearon hace unos minutos, siento los golpes repetirse uno tras otro, me tiran del pelo, los estiran, lo cortan, me cortan con algo muy delgado y me dejan heridas, nada puede alejarme de nosotros, lo siento mucho, perdoname._ algunos reclusos se quejan con aullidos agudos, las palabras significan más golpes, quieren hacerlos animales adictos.-Mariana sufre de las mil maneras posibles, me sueña muerto, ahogado en algún pantano de los que seguramente sueña en su sueño recurrente. Los dedos de mi pie ya no tienen circulación constante, me duele el estómago de no comer, mis días habrán teñido al inicio como algo muy lejano a mi creer temporal, pierdo la cuenta. Mariana me imagina flaco, yo ni podría saberlo, no tengo la noción, el espejo y esa resolución inmediata de mi aspecto, sufro y no me veo, río, ¿qué hay de la vida plena? El saco, regalo de Martín, no puedo más, ¿dónde estará Martín?, de seguro muerto en la guerra del peloponeso uruguayo. Mi tiempo espacial diluido en vasos de agua, sus tiempos, Europa, sus recorridos, sus monedas locales, ausentes de la cotización verdadera del exterior. Mariana de seguro me quiere cerca, que no me hagan más daño, estos malditos recovecos, una día la esquina, otro el centro. Supongo que si aumento las fuerzas de encierro enérgico aguantaré más la electricidad. Las piedras sudan algo de dolor ajeno, seguro es mío y no quiero sentirlo. La tierra, me pica por momentos, los insectos se enemistan, se amigan, me quieren, los 336
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quiero, me pican, los pico, a veces los mato, pueden pasar mil recuerdos y yo aquí juego. Mariana mira el sol, sus matices en el agua de la playa donde nuestro amor tuvo su inicio. Aquí mi tiempo se mide en pensamientos, los recuerdos me sirven para trasladarme lejos, vivir, ¿vivir?. Lo hago de una forma interesante, jajajaja, creo. Los granos de la tierra seca, me tranquilizan, tocarlos, sentirlos con ese leve cosquilleo similar a una caricia en la frente antes de dormir. Qué gusto me da hacer el amor con oficiales, estoy desgarrado, ¿a quién le enseño mis heridas?, no soy nada. Disfruto del silencio, de las torturas no recuerdo, no las veo en recuerdos, acuden a mí en el cuerpo, cada poro de piel desgarrada me recuerda que tiene dolor y siente cada una exenta de la otra los golpes recibidos, son millones y millones de nervios cutáneos, como si todos ahora en una vez me estuviesen matando lentamente, en ese segundo eterno de mi adolescencia, ¿para qué mierda volví?, tenía que hacerme la pregunta, no lo sé, es curioso, le debo dinero a un pobre hombre que seguro murió por mi culpa en un hospital, esperando el dinero de su madre racista. De todos los modos posibles modifico mis vivencias, las revivo, las toco como si el dedo mojado en pintura fresca, pudiese mejorar al original de Monet y su bermellón, por ahora mi sangre. Río por el estómago y puede ser que me oigan los maniobrados cuando dentro del pensamiento abordo las mil maneras de vivir la situación y sus miles de conexiones inextricables que posee la realidad, esa realidad de la que no tenemos noción al momento de recorrerla, obedecemos lo que nos dicta la máquina imperfecta ocular. Cerrar los ojos 337
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sumergirse en la locura desenfrenada de las fantasías suele ser algo más problemático e intenso, así el tiempo vale. Martín está vivo, creo, acabo de sentirlo reír en el agua. Mariana, como explicarme lo que realmente siento, si mis manos… pero nada tiene el sentido… y mis viajes… Europa…Toulouse… me duele el alma… los pies… la cara…las uñas…para cuando salga muerto en la madera limitadora junto a la tierra y sus dos metros, mi línea se completará en esos infinitos puntos de la recta matemática. Qué rabia tienen de no lograr vencer esas etiquetas básicas para la violencia desenfrenada, ¿qué les vendieron para matar de esa forma?, seguro que el dinero motiva a una nación de mestizos a matarse entre ellos, ¿quién describe a la muerte antes de aparecerse?, vivirán con las pensiones de por vida. ¡Eso sí es vida!, Nixon tuvo su refugio, ante los actos contrarios a la razón pondera el aviso de error permanente, algunos le llaman remordimiento, es solo un aviso que se mantiene en todas las noches, son tareas irresueltas que chocan con lo establecido en la moral. Duermo bien, ahora mismo logro establecer la unión de dos puntos con solo idear el mecanismo mental, esto sí es paz. Hoy toco mi hombro, lo acaricio, me cortarán la pierna si sigue así de infectado el pie. ¡Sí!, así… entra mi amor… desnúdate que hay lugar… sos tan hermosa… besame… dame ese beso que me gusta… decime que me amas… amame… que buenas 338
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tetas… me encantan los besos, así… date vuelta… me gusta tu cola… si, te acaricio toda… ahh….ahh… mmmm... qué bien la chupás, no tenés nada que envidiar, esas putas lo hacen mal y vos no, tenés una experiencia aplastante, te llenarías de plata, dedicate a eso, dejá de hacerte la pelotuda ganando esa mierda en algo que lo hace un robot, disfrutá, que puta que sos, pero sí es así, en la cama sos una bestia, tené cuidado, no te pases, me duele, no soy de titanio... mmm qué bien, no te vayas, no, no me dejes solo, ¿te dije algo que te molestó?, vení, boluda, no te vayas, ¿es mi falta de estimulación para el quinto polvo?, no seas guacha, no te vayas, ¡vení!_ caen gotas del techo que no ve, abre su boca para calmar la sed desértica. Mi palma caliente, mi brazo derecho (el preparado) tiene una acumulación de ácido láctico, está doblado, me importa poco, no siento una mierda ya, ¿qué más puede pasar? La mano algo caliente, una baba que se deshace, la pruebo, tiene gusto a pan, pero realmente no lo es, me importa poco, me importa una mierda. Estoy harto de los formalismos, tienen la capacidad para hacer crecer los dientes en una rata y no lo hacen en los humanos para no perder el mercado que tienen, son unos hijos de su puta madre, ganan dinero a nuestra costa, la multinacional farmaceutica que en nombre de los ataques químicos alarman al mundo aprovechando una globalidad desmesurada para vender medicamentos mágicos ante la enfermedad que ellos mismos crearon. No hay justicia, porque no hay sistema que la soporte, luego comprarán semillas y controlarán los mercados de 339
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la alimentación, ¿Africa?, ¿India?, ¿Asia?, ¿Rusia?, no importa un comino, cuando seamos en veinte años doce mil millones en el mundo comeremos carne humana, ese es el valor de la humanidad, el mismo que el de la pobre vaca explotada sin moral que la ampare. Luce plena, qué cuerpo más bonito. La amo, no sabe de mis fantasías. Igualmente, ella se toca conmigo, le encanto, le gusta como se lo hago, mi cuerpo, mi forma, mi pensar, soy todo lo que ella necesita, ni más, ni menos. ¿Pensará que soy un pederasta por soñar con mujeres que rozan la infancia?, ante una imagen similar eyaculo rápido y con tetas en forma de pera, así no me perturbo, mi sexualidad muta, no quiero hacer nada fuera de la ley, ¿qué hago pensando?, quiero ver, sus ojos, mis piernas sanas, los dedos, mi espalda, por Dios, ¿qué hice para estar así?, soy un pelotudo, los ideales están muriendo, gente como yo no vale nada, y me meto con el resto, al menos tuvieron éxito, por algo será, los tibios no hicieron nada por salvarme, al vecino lo mataron como a un caballo con la pierna rota. La tierra, bendita tierra, me encanta revolcarme, cuando niño lo hacía todo el tiempo, ahora lo hago en todos los recuerdos. La tempestad se aleja al fin, mi desaucio emocional se agota, no hay mal que dure cien años, es curioso como pudo ser el hombre el creador de una frase tan desasfortunada y contradictoria. Tranquilo seremos un suspiro geológico sin logros de conquista espacial, no sueñes, no llegaremos tan lejos como nuestra imaginación, esa es nuestra condena colectiva. El planeta completo es una prisión repleta de barrotes 340
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morales, agonizan a tu costado y nadie hará nada, Darwin supo retratarlo, sin altruismo entre pobres hay un solo camino, me siento igual. Maldita prisión acuática llena de soñadores enfermos. La amo, no le diré nada, ahora le mando la palabra, ¿cuánto puede tardar en llegar?, es lo único que no pueden controlar esos hijos de puta, sus madres fueron pobres sufridas golpeadas y violadas que los odiaron de niños. Me ocupa todo el ¿tiempo?, ¿recuerdos?, ella fue especial, no digo eso, está bien, “es” especial.
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58 alterno Día uno
Mis manos reposan sobre mi pecho, mis pies sobre gato. Mis nudillos se sienten fuera por un rato. Si Carla me viera, sabría de mí estado, si yo la viera sabría de mi amor verdadero, pero quién cuestiona busca respuestas vedadas, por eso se transforman en preguntas. -Aquí le dejo el desayuno, señor_ es la enfermera que me asignaron. -Sí, claro, podrías traerme algunas galletitas. -No señor, sabe muy bien que tengo prohibido darle comida fuera de la dieta, puedo perder mi trabajo, no insista por favor que me compromete, son rigurosos. Me gusta su forma de caminar, tiene un estilo particular. Tengo para elegir un pan negro o uno de los blancos, pollo hervido y algunos trozos de patatas y zapallo, es alimento para un vegetariano, me cuesta creer que el resto se vuelva contra la cacería en cadena y se decline por la energía vegetal. La ventana me da sobre el ojo izquierdo, dentro de algunos minutos me dará en el otro y al pasar terminará en la mano izquierda, como es usual en esta posición. 342
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Colgaron algunas fotos muestra en la pared que tengo frente a mí, algunas de mi adolescencia otras de mi niñez, creo que es a modo de homenaje, algunas están firmadas por idiotas de turno estelar. Mi escritorio se mantiene limpio gracias a ella, lo hace muy bien, ¿será vocación?, ¿oportunismo?, sabe quien soy, quizás en unos días me salga con una favor. Escribo guiones de televisión y necesito una mano para entrar en el mundillo, ajajaj, soy actriz, de conservatorio y hago lo que sea para trinfar, estoy harta de limpiarle el culo, señor Lupho, jajaja, eso sí que es gracioso. Me dijo la voz que manda la compañía que mi libro alcanzará la tercera edición en semanas, me parece que la gente tiene un delirio idealizado de mí, pero eso me hace falta, así que no lo boto al tacho, les dedico el prólogo para que sigan sumándose, no los conozco de nada pero me hace ilusión. El sol de hoy tiene ese sabor tierno de la primavera en plena acción detergente, los haces de luz tienen provocan ese sentir similar a la casa, no hay humedad que amargue mi existencia pero hay restos de voces. Algo de ellos me satura, me recuerda que la lucha nos dejó lejos, no les debo nada, ellos a mí sí, seguramente estén juntos, erán tal para cual los muy... ...esa comunión era algo nutriente en mis pesares diarios, a pesar de que nunca les hablaba directamente, pero la idea de los golpes en la pared me dio vida paralela allí amontonado entre ellos, no, junto a ellos.
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Aquí vuelve ella, gsto se alza, estira sus patitas, me mira, sus pecas en la naricita me causan ternura, el sol le da también a él, los rayos rebotan de su blanco y naranja, me dan en los ojos. Ella ordena, no para nunca, le encanta el trabajo, le encuentro un parecido a mi mujer, esa mujer de la que hoy no tengo ideas claras de su ubicación. Francia tiene nuevamente un gobierno democrático, las bases de la falsa libertad vuelve a absorber a todos los ciudadanos creyentes del movimiento embustero. Yo conozco de las deficiencias de su accionar, su esqueleto lo ví desde el inicio, me lo contaron, me aburre la forma clara de devastación, pero si la gente compra, yo vendo y si vendo les doy cultura, o algo de lo que realmente se puedan fiar... hasta cierto punto, es ocio, quieren ocio y necesitan un estandarte como clásico, por eso me eligen, y pensar que iba a dejarlo.
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Día dos
Q
¿ ué haces ahí, Lupho?, corre, no dejes que te toquen, por favor!, te amo. Estoy sentado en un autobús de línea, estoy junto a una ventana, veo una autopista, muchas de ellas enredadas entre sí, el autobús camina, no rueda, veo una cara, una furgoneta aparcada, es de la policía, atrás su conductor sentado en donde cargan presos con un revolver en su boca, alguien grita (creo), él se niega, no quiere que lo molesten, pasan minutos, horas (en los sueños el tiempo se disfraza de cera derretida) Dispara y su cabello en la nuca se mueve abruptamente, no se ve salir bala alguna, cae desplomado, su compañero se avalanza sobre él. La ventana tiene la misma gracia de ofrecerme otra visual, de repente me hallo ante una calle angosta, rueda no camina el autobús. Una sombra humana, puedo dilucidar, es un hombre adulto, me mira, lo miro, pero no me dice nada, hay mucha oscuridad, la calle se hace angosta hasta camina en puntas pies y de costado. El autobús camina no rueda, tiene un arma, apunta a su cien, me mira, lo miro dispara, se desploma. ¡Lupho no toques los cables de la radio!. Como odiaba que me digan eso, la odiaba a mi madre, pero ese lazo no lo pude evitar nunca. Hija de puta, ¿por qué me pariste?
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Es ella, me trae el almuerzo, se ha esfumado la mañana, el rayo da en Be y mis pies. Tengo baba colgando creo, me deja una servilleta para que me limpie, parece olvidar que me muevo poco y me duele. Tendrá la esperanza de que descubran que tengo realmente. Recuerdo mis fobias y sonrío, ¿Por qué no dejar atrás una enfermedad con la misma facilidad? Me pregunto quien podrá leer mi novela, quien estará leyendo mis líneas favoritas. ¿Cambiará algo en sus mentes? ¿Verán la verdadera razón?, soy un estúpido. Ella me limpia el pene, el culo, tengo muchos desechos pegados a mi cuerpo, por momentos olvido que el baño químico soy yo. Una foto me deja desconcertado, tenía 19 años, las fobias y esas cosas de las que detesta un adulto recordar por vergüeza ajena. En el rostro de esta mujer comprendo mi verdadera infelicidad, ¿tanta literatura para qué?, ¿tanta política para qué?, he cambiado un grano minúsculo, me doy asco. Detrás de sus pezones duros encuentro a mi verdadera razón de existencia, ella es ella, y no... Ella. El escritorio me llama con todos los recursos, incluso usa al radiante sol, en esas tardes brillantes, reluce todos las herramientas para que me enamore y con esa efusiva, ciega e inefable energía retome mis letras. La tinta al transpirar por el calor emana el hedor fantástico de su flora, imagino su origen. El agua, allí están nuestras huellas verderas, huimos del agua como
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bastardos enojados con el vientre que nos trajo al mundo. Be, su nariz me aflige, maúlla mucho, se acerca, camina por los lugares que no me duelen, siento el amor de un hijo en él, veo la tristeza pegada, me las transmite. Se acuesta sobre mi cuello, me lame un poco cada parte que le parece sucia, yo hago fuerza ya que su lengua me duele por momentos, en las zonas sensibles parece concentrarse las pérdidas. Luego de la limpieza se recuesta en mi cuello nuevamente, mete su cabeza entre la almohada y maúlla dejando rastros de baba. Me rodea como una bufanda y duerme por horas mientras yo aguardo a que vuelva Ella. Mi baño en algunos retazos de día me da más residuos que otros, dependiendo de lo que ingiera, hoy mis limites sobrepasan, Be durmiendo sobre mí y ella que no limpia, seguro habla por teléfono con su amante. -¿¡Hola!?, ¿¡hola!?, ¡estoy cagado, meado y huelo a mil demonios! -¡Sí, señor!, ¡oh! Pero señor cómo puede ser, este gato, mire como está, ¿por qué no me ha llamado antes?_ dice la perra humana. -Lo hago desde la tarde, ¡quiero que ya me quite esto de encima, y tráigame la comida, ya!, se te paga para limpiar y hacer lo que diga, el dinero sale de mi bolsillo. -No se ponga así, lo siento. -¿He dicho que hables?, ¿te lo he pedido?, ¡no!, cállate y ve hacer lo que te digo, como vuelvas a hacerlo una vez más te quedas en la puta calle. 347
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Día tres
Como dije antes, no hay hedor, sé que hay su cara me lo dice todo, tampoco no tengo movimientos. El sol no parpadea para mí. Ella siempre ella, creo que se parecen, algo en la mirada, eso de querer cuidarme cuantiosamente, se enfurece pero sigue aquí, espero que no sea por necesidad de mantener a un holgazán. Las sábanas tienen olores, hoy, nuevamente soy mi baño químico, evacuo/defeco/expelo. Be sube a mí, hoy llueve mucho. Necesito el agua caer a mis ojos, extender mis manos al vuelo y clamar por Dios, el de todos los ciervos. Sino a Zeus, Eros, Fhobos en realidad a cualquiera de esos cartones mojados a los que adoran todos los humanos, los escépticos hipócritas y los mágicos fervientes. En realidad deja de importarme sus encomendaciones a la divinidad, si las religiones evolucionan, significa que el resto también lo hace, quizás en mil años sean seres escépticos y viajeros estelares concienzudos, no piezas torpes, ignorantes y formateadas como nosotros. -Señor, el desayuno_ Ella tiene la movilidad del félido al punto de la muerte, bueno es ella, se parecen tanto, no sé si soy yo en mi afán, o Ella que se modifica, no se
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agota su energía, o por lo menos a mi vista. Su sonrisa suspendida me recuerda que muero antes de lo que había predecido, seguro el resto de profecías son errores garrafales, ¿qué más da?, si van a hacer lo que quieran esos dos, seguros follan como conejos mientras me muero. De los doctores, ni noticias, filtran la información las voces de la editorial. ¿…? -No quiero relojes en mi cuarto, se lo repetido hasta el hartazgo.¿Podría traerme música por favor? -Sí, claro señor, ¿traigo el reproductor de la habitación contigua? -Sí, si ¡pero que sea rápido!, ¡necesito de mi música!_ Ella me detesta, me odia, sabe que muero, conoce de mi último trayecto longevo. Seguramente me recordará junto a su esposo en esas tardes sinceras, luego me extrañará y al fin se sentirá de otro lugar al manifestar con afán de pertenecer a un círculo social inaccesible a quien fuere, que me cuidó “en esos últimos días del afamado escritor”. Será una más del culto, pero ahora se caga en mí, no logro comprender la mente valorativa. La cama, mi felino, sus pecas, sus pelos sucios pegados, pasados por tierra seca, este gato se ha olvidado de serlo, ¿qué pansará de mi?, la lluvia, un libro me sacaría de todo esto. -¿¡y mí música!?_entra por la puerta, creo que como todo mortal -¡Aquí tiene!_y su maldita sonrisa no se desdibuja la odio yo por su futuro de ocio mundano. -¿Por qué no viene vestida a su manera?, eso a mi no me disgustaría, no piense mal. ¡Y deje de reír todo el tiempo!, ¡por Dios, no se ría más!, llore si gusta, patalee, 349
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escupa, maldiga, pero no se ría así, me enferma, jajaja. ¡Sí más!, bueno ría pero ahora solamente lo primero. Admiro su trabajo, ¿soy contradictorio?, bueno sí, me da igual, aguantar a una persona como yo, no es saludable. Mantengo el respeto ¿…? , eso creo. Me cago en todo, sigue lloviendo, suerte que... (suerte para los debiles). Amo escuchar a Coltrane, Young, Davis, Parker, Bassie, Marsalis y a Tatum, eso de la improvisación que siento fluir en mis venas en las notas por segundos disonantes o bien sonantes me revelan la verdera identidad de Dios. Colorado, blanco, pecozo, ronronero, patán, dormilón, peludo, indeseable, admirable cuando sube al árbol ¡Llueve fuerte!, la noche no me importa una carajo. Uh que hermosas fotografias, ha hecho un albún mecánico para que pueda ver esas fotografías animadas. La tripa, ay, ¡ay!, me duele el... ¿Existirán los parques comunes divinos?, ¿hay un estamento que reglamenta las parcelas del cielo?, ¿el orden impera o es una conjunción de estados alterados?, ¿me voy a apagar lentamente o de un golpe certero en la nuca por ejemplo?, no me hagas sufrir, ya tengo mucho, me gusta que me alimente esta mujer, morir así sería un lujo, ¡ay! -¡Me duele!, ¡nesito ayuda!, ne-ce-si-to a-yu... Te- am... 350
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59 Los cercos se caen, los árboles se sacuden, forman una sinfonía, llueve y se crean otras complejas o naturales. Carla tiene el rostro empalidecido, las manos rasgadas, el cuchillo le rodea toda la muñeca. Sangre en el cobertor de flores de alguna primavera, sus rodillas posan y presionan su pecho, su nariz aspira más aire de lo que debería. Sobre la frente tiene mechas en punta que le rodean las cornea, sus pupilas dilatadas tienen algo de lo que nunca tendría que haber escapado, el cuchillo tiene filo, es de una hoja de acero inoxidable. Suelta el mango. Cuchillo, cae. Pupilas + dilatación progresiva. Lilén sobre el piso frío. La anciana tiene los ojos desmayados, se mueven asincrónicos, parece presenciar ese día en qué hijas de todas las madres huyen sumergidas en la gran depresión adolescente colectiva.
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El estruendo, el acero, el rebote, la caída a menos velocidad y fuerza. Su visión no ocupa realmente el sentido de la perspectiva, su pequeño cuerpo no contiene ninguna de sus facultades futuras, por infortuna la caída fue directa. -Uno, novecientos cincuenta, mil doscientos treinta y dos, cuatromil quinientos trece, uno, seis nueve, cincuentra y nueve, cero...¿Amor?_ se reincorpora, los números se acaban y dejan paso a la realidad, eleva su tono habitual, nada es como lo habitual, ha olvidado algo muy importante, su enfermedad.-¿¡Amor!?_ su reacción sigue siendo tardía, abre muy abiertos esos músculos que generan imagen.-¡¡NO!!_ salta de su lugar, cae muy fuerte, como si la inconciencia anterior le de revancha, apaciguando el dolor mínimo respecto a la caída de Lilén.-¿Qué pasa?, ¿hermosa?, por favor llora, ¡llora!, ¡llora!, ¿por qué pasa esto?, no, por favor, llora mi amor_ toma su cuerpito por las espaldas en formación. -¡¡NO!!, por favor, ¡¡auxilio!!, ¡mi nena!, ¡por Dios!, alguien que me ayude, ¡ay Dios mío!, ¿qué ha pasado?_ llora ese océano de búsqueda interna, se sofoca, gime de dolor, se ahoga, convulciona, se arrastra, acerca el cuerpo inmovil, como si nunca hubiese visto la imagen de su niña al caer, el mundo posa sobre su espalda. Yo la acabo de ver y la odio por eso.
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Entera: En la línea sus cabellos nacen todos en esa línea que fabricó desde niña. Su color tiene la misma intensidad mientras llega a la frente, donde por arte de la herencia hay retazos/rastros/dejos de un color rojizo, ella cree que viene por parte de su madre, yo creo que por arte de la conjunción de los dos progenitores/diseñadores. En los primeros acercamientos cutáneos se vislumbra una piel reseca, poco cuidada, sus cabellos protegen a sus ojos de la transpiración y sus gotas molestas. Unas pestañas arqueadas de nacimiento, ojos de arena, aspiraciones poco pronunciadas, agujeros de poco radio. Su boca, boca tan minúscula. Los párpados se cierran y abren, los más normales que puedan existir, con un ciclo un poco anormal de protección. Piel de hombros caídos, huesos a la vista, poco peso delantero. Vestigios de una piel estirada, usada, mal cuidada, quebrada por su misión biológica. El ombligo más peligroso antes visto, cerrado por momentos, abierto cuando dispone ella. Su pubis, la parte orgásmica, el punto G y su virtud de estallar en cualquier lado. Los muslos detenidos, la rodilla inflamada. Los pelos de la pierna, del pie. Sus dedos, alguno casi desnutrido por sus constantes mordeduras. El cielo, unas nubes sobrevuelan el orbe, las magníficas sentencias surgen del áspero escritor ahora mediocre, apartado y posiblemente olvidado. Cortan el cielo los aviones, sus pájaros de acero con gente enjaulada lo transitan repletos de sueños imposibles. Hay cientos de 353
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miles de edificaciones en todo el país, aunque una es importante, un metro cuadrado aíslado para nosotros, mientras muchos habitantes escriben sus novelas de peripecias Vikingas Carla reposa incrédula ante la realidad y su bebé golpeado inmóvil. El suelo frío daña sus pulmones, la caída posiblemente sus actos futuros, no lo sabrá hasta su adolescencia. La frágil máquina orgánica en pañales no conoce de bocas que elaboran y verbalizan pensamientos inmateriales dejándolos coexistir, ella respira por amor a la vida que la soltó desnuda ante una increíble sensación de liberación y soledad. Se mantiene viva, luchando ante lo imposible solo para reunirse en el abrazo fundido con su irresponsable y víctima madre primeriza. -Respira, respira, respira, respira, por favor, respira hija, respira, sonríe, respira.
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60 Dicen que después de muerto el cuerpo pesa veintiún gramos menos, mi feble cuerpito se quiebra y no lo veo, exijo lo que ven, me exito de nada. Las dimensiones me tienen excesivamente preocupado, mi maldita mente de arquitecto sin su estudio me obliga a contabilizar cada paso sonido, me siento un satélite detenido y sin órbita. La tierra seca me hace toser por momentos, en otros como los anteriores la disfruto mucho, recreando eso de la niñez feliz y los golpes con la superficie para experientar. Maldigo el momento de haber cruzado la amistad lejana con ese maldito regreso de la antigüedad confundido en falsas esperanzas. La medida exacta me detiene, recuerdo un cuento donde el hombre solo tenía un libro para leer ante una eternidad acelerada fuera de su casa, donde el tiempo iba a destiempo, río por él, la ingratitud se viste de fiesta. Siento pena por la supremacía del etiquetado a manos de seres cargados de una asquerosa e inutil disciplina militar que les distancia de la sociedad que odian por libertina. Me hacen sudar, pero distan de grabar en mis ideales el de ellos, no voy a cambiar mis opiniones, de hecho las refuerzo para no vovlerme loco. Se creen divulgar el bien de aquellos pobres diablos que no 355
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pueden tener voz ni voto alguno ante las armas. Creen con una voluntad ferviente en los dictámenes de aquél infame e idiota. No hacen más que seguir las pautas infantiles día a día aborreciendo la desobediencia de quienes realmente piensan modificar los estados sociales en nuevas transformaciones en contra de la voz imperialista y robótica. Mi celda tiene sonidos especiales a los que por defecto les ubico un nombre, existen los pasos (comunes), las botas, las estrellas, el cinto, las espuelas, las grifos, el agua, y cientos más que no tengo en la mente ahora. Cuando me frustro registro la sequedad, el aire denso, sin humedad, porque eso me transita allí, a Toulouse, dónde el puente quebrado y las escuelas tenían posibilidades de cambio ante una masiva ofuscación militar. Extraño sus colores rojos intensos, las tardes y las noches de mates, las peleas, las discusiones, los intercambios de ideas, todo extraño, menos no tener mi amor, ahora me arrepiento de ello, ¿por qué me permití volver?, ahora es una mujer doblemente infeliz, a veces los mares necesitan evaporarse para formar nuevas preciopitaciones. Siento la brisa entrar por la ventana, ver a mi hijo/a venir a mi, a ella caminando en el pasto verde claro, entre malezas. La veo como si tuviésemos muy corta edad, solemos escaparnos, corremos a carcajadas limpias. Me duele el dedo de un pie, izquierdo, derecho, da igual, ¿por qué la dejé sola a Carla ante todas esa nuevas 356
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oportunidades de fracaso?, soy una mierda de persona, no tengo corazón, la dejé sola, frente al mundo y con su enfermedad, que cobard y egoísta que soy. Seguro que hoy en algún lugar del mundo hay felicidad y eso no me contenta, me hace reflexionar de mis deficiencias, de mis perdidas, en suma tengo, tenía, tuve, tendré, tengo, tengo, ¿y qué?, ¿de qué me sirve?, no los odio, si son pobres cucarachas insatisfechas con sus vidas, tienen la excusa perfecta para sentirse útiles, ¿y luego qué?, se arrepentirán redimiéndose ante sus familias, y las mochilas de muertos se extinguirán entre sollosos lamentos de generaciones que olvidarán. y a mi, ¿Qué me queda?, no hay nada que abra los horizontes ante la imaginación destructora que me inunda. Esos enfermos mentales no nos callarán, cuando el imperio calle lo suficiente vía terror y las cuidades se calmen ante la incertidumbre de un apocalípsis global volverán a atacar nuestra debilidades para someternos, ya saben que no pueden ser tan evidentes, serán astutos, se acloparán a un brazo efectivo, “el progreso”, eso es lo que harán, se abrigarán con el manto de las nuevas tecnologías. Debo apuntarlo, quiero pronunciar un discurso en algún momento, llegando al final, no me quiero ir de esta vida sin decir nada, aunque ya dije lo que tenía que decir. ¿Por qué guardar la genialidad para el último momento de despedida?, como esas frases acartonadas del valle de fuego frente a la máquina fotográfica de movimiento cinetico. Algo me toca fuertemente, me falta el aire, puede ser la mano de un mesías conteniendo el poder del Dios. 357
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-¡Guardias!, ¡ayuda!, ¡esclavos!, necesitamos aire, abran los coredores psicóticos paranoides, ¡abran las arcas del aire para flotar en las verdades que los perturban! Me pica el hombro, los dos. Siento hincharme todo, ¿pero importa mi condición humana?, quizás haya perdido más de lo que mi cerebro puede cuantificar, los daños irreversibles prefiero evitarlos, el trauma es una medicina efectiva como el dolor, nos aleja de la razón para alojarnos en una protección psicológica positiva. Me sumerjo en el dolor intenso, me hacen daño, me rasgan las vestiduras. Sumergiría mi organismo en una tina, los ahogaría a todos, incluyéndome. ¿Por qué mi piel deja mi cuerpo sin oponer resistencia?, no veo como actúan mis defensas interiores, sé que se hayan allí en contra de las perturbaciones exteriores. Me duele saberme inútil, la oscuridad me ataca, me duermo y no hablo más. Era un niño educado, triste, de pensamientos solemnes e ignorancia pura, los sonidos de aquella noche no puedo quitarlos, mi abuelo, ese era un hombre de letras, armas, sueños y críticas objetivas. Lo admiraba, una tarde en la casa pude verlo caminar desde la ventana, sigo creyendo que fue cierto, no hay proyecciones que se precipiten del imaginario personal al colectivo, quizás la mujer emirriada y fea deshojando al pájaro herido fue un retrato recurrente de mi mente a modo de fotograma representativo y traumático positivo. 358
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Islandia 313.376 personas conviven con la fiera dormida bajo sus pies, a causa de estar en la dorsal mesoatlántica es un país (¿feliz?) con una actividad aterradoramente muy activa a nivel geológico y volcánico. Tiene meseta, desiertos, montañas y ríos glaciales que se escapan al mar através de las tierras bajas. Nórdicos y gaélicos se unieron para combatir al Askja en 1875, aunque la hambruna provocó que el 20% emigrase a Canadá y Estados Unidos de América. Islandia es el país con habitantes más felices del mundo, ante las inclemencias del clima la gran mayoría corajuda se encarga de combatir la fiera con el arte. La mitad de los habitantes parece haber escrito un libro. Según Jorge Luis Borges cuatrocientos años antes de Cervantes hubo novelas creadas por Vikingos. Dicen ser artistas para no volverse locos. Las familias “retazo” están compuestas por la libertad Vikinga que promulgaba la profileración cuando ellos viajaban por el mundo durante años. En todas las universidades se pueden ver jóvenes amamantando bebés sanos, nadie posterga su vida, porque la vida no termina al llegar un hijo, continúa basandose en principios de igualdad soportadas por un sistema educativo ejemplar, cumpliendo como sistema abierto la mayoría de normativas Norteamericanas y Europeas, lo tiene todo. 359
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62 “La llaman Iceland, tierra de de hielo”. Islandia no se queja, Reykjavik tiene frío. Su abrazo mataría a cualquiera, Lilén no respira. El cuarto desordenado la cama parada en dos patas, los muebles al punto de desecho, su rostro y las gotas que no devuelven el tiempo. Lilén muere por arte de su llegada, para Carla lo inesperado fue verla sin verla, no responder siquiera por lo que luchó durante nueve largos meses, sola, con personas que no hubiera conocido y que desea olvidar rápidamente. A Lilén le debe su vida, su continuidad, la forma de ver todo. En un ataque, quizás en un intento del cuerpo por querer morirse un ratito, Carla ha sufrido la ignorancia de su pasado y presente. Lo cierto es que su bebé ha caido y la gravedad que todo lo quiere y el piso que todo lo golpea de la habitación han dado muerte, una muerte de los más rápida cruel y letal. Minutos antes su momento era otro, ahora, después, nada tiene el significado real de lo que sucede. La suerte es para los desdichados y ella ni siquiera la posee de vista. Llora desconsoladamente, agita sus brazos, golpea lo que tiene a mano, pero no la toca, no lo intenta siquira, está aterrada.
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El giro de autor obtiene sus frutos literarios. La anciana duerme, Carla piensa entonces, no puede morir, muere siempre, está tan acostumbrada que no concibe una muerte segura. Y La anciana duerme, sueña, habla sola, grita sola, entre almohadas se agita, balbucea, marea sus ojos. Afuera la bandera del País alzada roza el viento, tiene fondo azul con una cruz roja bordeada en blanco extendiéndose hasta los bordes; la parte vertical de la cruz está centrada en la parte superior con el diseño Dannebrog (bandera danesa). Algún luterano perteneciente al denominador común la mira, la admira, dice algo por lo bajo, mientras, el sol se expande y forma un círculo amarillo claro, sin rayos, una luna amigable, vital y enérgica. Carla no entiende como ha pasado, no quiere detenerse a meditarlo, su vida a muerto, la tiene entre los brazos, no sabe qué hacer, cavila por el futuro, por lo que no vió Lilén. Superpone entre sus imaginario y la real aprecación sucesos fílmicos, como, las tardes abrazadas ojeando las estrellas del firmamento felices, recordando a su padre o discutiendo por un cigarrillo. -¿Qué hago?, quería darle una vida distinta, una nueva visión, es probable que sea mejor así, hay demasiado 361
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odio allí fuera, con su sensibilidad hubiera sufrido mucho. Hija mía quería darte felicidad, ¿cómo puede un sr frustrado y sin sonrisas reales enseñar a vivir?, mi amor, mi vida, no quiero seguir adelante, me voy contigo lejos de aquí._ siente en sus brazos un muñeco de goma, en su sensación más fría, vil, Carla siente dolor en el pecho, el aire se despide de ella. -¡La cara de mi mamá era tan blanca!, ¡cara de leche tienes!, cuantas bodas perdiste por hacer lo que te decía ese madrugador._mira a todos los ángulos, la anciana grita desde su mundo.-¿Cuántos perros constituyen una persona? Especula. La anciana sigue aíslada, la calle solitaria, nadie me puede creer la desatención sin intenciones. No sé gritar ni pedir ayuda, Lupho tienes que venir, como sea, al menos esta noche, olvídate de todo y ven aquí, tu hija te necesita, no nos dejes solas, este mundo es muy cruel para dos almas frágiles sin cajas y plásticos que las recubran. Y la anciana se cansa de su sueño y el griterío, no está para esas cosas, odia esas “cosas”, dice odiarlas a veces, ¡esas benditas cosas!, la cama es tan grande como su cuerpo, le cuesta mucho levantarse. -A ver esta… mejor que no me rompa nada… estoy cansada de todos estos chupasangres, siempre lo mismo, te usan… yo se lo voy a decir… que se vaya… 362
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me molesta…pero la niña no tiene la culpa… algo tengo que hacer… su cara me molesta, me mira mal… seguro que se droga… no puede aparecer de la nada así como así con una beba en los brazos… no me chupo el dedo… no chupo nada desde la secundaria… ah, me encantaba chuparla…ladrona…¡eso!... como no había caído en eso… es como mi hija… esa enferma, mejor muerta que persiguiendo la herencia... seguro que la conoce… ahora voy … me llevo a la beba… la encierro en este cuarto de… le hago creer algo, la tiro a la calle y me la quedo... tiene que morir como ella, es la única manera de quedarme con ese pedazo de luz, ¡es un sol en las heladas!, no la merece, no la quiere, lo he visto en sus ojos, no mira directamente, tiene muchos secretos, mi hija era igual, putas asquerosas, follan como animales y luego esperan que se críen solas esas criaturas de Dios... voy a... Alguien toca la puerta. -¿Sí?_dice tomando aún más fuerte a Lilén. -Hija, mira no me podía dormir, como has visto hablo dormida y ahora ya no recuperar la tranquilidad, ¿puedo entrar, cariño? -No, ahora mismo no puedo, sucede que Lilén tiene algunos estornudos raros, y tengo que calmarla yo sola, ¿no ha escuchado los ruidos? -No mi querida, dormía profundamente. -Sí, ahora mismo la tengo que llevar a ver que tiene, si sigue así me iré rápido, pero no se preocupe._ Carla no puede mentir, no sabe como, intenta cambiar las 363
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palabras que surgen de su voz, mira a su niña la quiere viva, se arrepiente, flota en un limbo sin pensamientos. -Mi amor, seguramente estás cansada de tanto llanto, sé como son los bebés, molestan, pero son tan bonitos, a mi me dan ganas de comerles los cachetes, Lilén es muy afortunada en estar rodeada de personas como nosotras_ la anciana planea, analiza. -¿Quiere tenerla un rato mientras voy en busca de un médico?_ al terminar las palabras abre la puerta, esta no tiene llaves, Carla se asusta por el ruido, todo es tan confuso que la perturba el mínimo sonido disonante con su sinfonía espectral inferior. En el rostro de la anciana ha cambiado, sus ojos, no es la misma, presiente que algo no está bien. -¡Ahí está mi preciosa!_ sus manos van directo a su hija. -Mire que está algo dormida, tuvo mucho por esta noche, recuéstela._ olvida la moralidad, flota. -¡Sí mi amor!, descuida, no te preocupes tanto, yo la voy a proteger como tú, anda que preparo algo para calentar los cuerpos, necesito unos sorbos calientes sino me congelo, los años me tienen preocupada, me falta poco. -Deje de decir tonterías, usted parece mucho más de lo que es._olvida la cordialidad. La anciana la mira pero no comprende el sentido de la última frase, fuera de juego huele el perfume de la niña. Carla con su excusa sale del departamento como está, no modera entre lo que debe hacer y lo que hace, vacía como una taza de té oriental decide escapar. Camina ida, vuelta, ida, vuelta, dos vueltas y su eje se corre, cae, se golpea, golpea con sus manos a la vez su cien, cierra los ojos muy fuerte mientras lo hace. Pulsa el 364
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llamador de ascensores, este acude de forma cuasi inmediata (para ella). La puerta se abre, el ascensor está mal iluminado, no le gusta, prefiere la escalera. Gira en su eje, tambalea, se reincorpora, erupta, rasca su rostro frenética, se aferra a dos puñados de cabellos, se detiene, gruñe. Lilén está muerta sobre los brazos de una desconocida. Anciana vieja y decrépita sostine vida- Lilén no respirala toma de los brazos, le habla (como todos le hacemos a los niños, ellos ríen dentro, por lo entúpidos que nos vemos, no es este el caso ejemplar)- se detiene- detiene su lenguaje- detiene el tiempo- la adrenalina se apodera de ella- toca su pecho. -No puede dormir así, es imposible, pero si no respira, ¡Lilén!, niña, por Dios, ¿qué tienes?_ grita y recuerda que su sueño tenía que ver con Lilén, la mira y siente la conexión de su sueño fresca, comprende que ya lo ha vivido.-¡Lilén!_ (grita más, la perra arrugada). Busca en el gesto de un cielo imaginario, hacia arriba, la anciana que de vil y cruenta tiene a la muerte sobre sus brazos. -¡Hija del diablo!, no me vas a cabrear a mi enferma de las drogas._ piensa levantándose. -¡Me la diste muerta!, seguro que ha sido mientras te drogabas, son todas iguales, ¿por qué repites el error de la idiota de mi hija?_grita aún más fuerte, mira nuevamente a Lilén, la arroja, como quien arroja la patata en la olla con el agua al punto de ebullición. La pequeña criatura cae en la
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cama, es una muñeca de plástico duro, tiene los bracitos extendidos, tiesa rebota unas tres veces. -¡Maldita perra!, ¿dónde estás?, voy a encontrarte._ abre la puerta, Carla está a punto de dar el paso a la escalera y su escape, sus dos manos siguen pegadas sobre su cabellera, mira hacia abajo, teme dar el paso, no sabe por qué le cuesta tanto, su memoria no selecciona el error, no se representa, simplemente está aterrada ante la oscuridad de los escalones. -¡Ahí estás!_ Carla siente que su corazón se muere en el mismo instante que oye a la vieja mujer, todo su cuerpo sufre un adormecimiento y hasta su cara siente caerse, no puede hablar, la mujer se echa encima, como una paloma viajera ante el mensaje, necesita su vida para reconstruir la suya, recrear a su hija y al fin irse.-¡Te voy a matar maldita drogadicta!,¿qué le has hecho?, ¡eres un monstruo de ojos preciosos!_ Carla los abre como puede, gira esquiva, su cuerpo se retuerce en su eje, sus pies siguen inmóviles, la anciana se abalanza, están en el umbral de la escalera, no hay luz tampoco, el edificio entero tiene escasas bombillas, el frío entumece a la par que el miedo conmovedor, ¿cómo pretender ahora claridad? La anciana enceguecida se tira sobre Carla, esta solo se cae hacia atrás, el camino lo camina la anciana, el camino a las escaleras de la huida. Cae……………………….. Carla, cae, se crea una herida…………………….-¡Mi hija!_le grita la anciana al momento que se destroza la nuca sobre el borde del primer escalón….. su cuerpo se enrolla como la paja cayendo agrupada en el monte… gira hacia atrás para no detenerse…. continúa cayendo… la oye, los 366
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segundos se vuelven golpes, la ha dejado de ver, el frío obliga arropar a sus manos…. se siente un estruendo…. su cuerpo cae contra algo metálico… no importa qué hacer…. en momentos así hay que correr...correr sin volver atrás. Ella tapa su boca. Ella mira hacia el tubo negro. Ella sabe que la huida no existe. Ella conoce su destino, palpa la muerte, busca en todos los recovecos oscuros a la muerte. Ella muere siempre, lo recuerda al fin. -No puedes contra mí, yo sé como me inundas, muero desde infanta, me odias por dominar lo que provocas, no eres más que un sueño de flores, para el resto serás el peor reto a derrotar. No logras despojarme de mi sueño, todo lo que toco se transforma, lo entiendo, modifico el entorno, no hago más que respirar, sigo con vida y tú detrás mío, vete lejos de aquí, no te necesito, no te temo, vístete como quieras, no eres más que un payaso disfrazado de ejecutivo, ¡vete!_ susurra inaudible. Se oye algo a lo lejos, dentro algo hace ruido, la puerta sigue abierta... otro sonido… como el de la caída al piso de su hija… -¿Cómo puede ser?, un perro se ha metido en casa_ se cuestiona enlazada todavía en la última incoherencia. Corre directo al departamento, no mira atrás, lo que sea debe ser allí dentro… nada tiene la explicación lógica, ¿Por qué habría de tenerla este
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sonido?, acaba de facilitar a la muerte un cuerpo viejo y mal usado. Un llanto animal se repite por el eco viajero. El animal ruge porque está perdido, los instintos básicos poderan la capacidad persistente y evolutiva. -¡Hija!, dime que eres tú, has vuelto, ¿¡mi amor!?_ grita mientas camina cautelosa perdiendo tiempo sin el sentido de lo que escribo.-¿¡Hija!?_ sin sentido aún. En su corazón vuelve a practicar una sensación algo nueva o vieja, no distingue, se detiene el bombeo de su núcleo vital, músculo central y determinante. La habitación se desdibuja, todo parece un fresco de algún surrealista y su ¡fuera moral! Lilén yace sobre el piso moviéndose entera, llora un océano de lágrimas pequeñas, creo que llenaría una tina.-¡No pude ser!_suelta otra sin sentido, nadie logra comulgar con la lógica en una situación así, desbordada sigue asimilando mientras Lilén se ahoga en llanto, sus segundos son horas. La levanta, abraza, con más fuerza que antes, se da cuenta que no respira, afloja su vitalidad, ríe, no entiende que hacer nuevamente.-¡hijita, mi amor!_ su rostro se reconstruye, no hay rastros de su anterior aspecto, sus ojos se achinan pierden opacidad y ganan brillo en medio de una madrugada agotadoramente fría.-¡Eso es!, ¡vive que es lo mejor que puedes hacer!, ¿eliges vivir conmigo?, aquí estoy, sigue respirando, así hija, ¡te amo! La vida recoge momentos extraños y los reproduce de formas tan distintas que no podría meditarlo, hay que actuar aunque algunos malviven el momento. 368
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La anciana y su odio reaparecen, tiene que irse lo más rápido posible, nadie sabe, aunque el estruendo pudo haber despertado a cualquiera, son horas de vigilia. -Mi sol, nos vamos ya hemos sufrido bastante, quiero que sepas algo... tengo planes por primera vez en mi vida que tengo planes, tú sigue respirando que yo me encargo del resto... eres mi libertad, eres como yo, tienes la misma cruz, pero no la llevarás en nombre de nada ni nadie en tu espalda, yo me encargaré de todo, ¡respira divinidad térrea!_ esclama, prometiendo, hablando sola, reafirmando su convicción de escape, mintiendo o faltando a la verdad, al final en el momento de los deseos emocionales todos lo hacemos, ¿no?, lo que vale es su modificación mental, algo ha guardado y apartado. Se acerca a la puerta, mira hacia atrás, por donde ha caido el saco viejo y donde ella ha salvado su pellejo, el atrás hoy la beneficia por demás, mejor ocultarlo junto al resto en una conglomeración de traumas enjaulados en una cueva neuronal. El ascensor es su recurso al exterior, solo debe montase y olvidarlo absolutamente todo. -Ella sigue en la escalera, ¿y si vive?, no, de ninguna manera, mejor el ascensor, ni yo resistiría algo así. Y lo piensa. Dentro del objeto metálico, de viaje vertical, con la luz escaseando, se da cuenta de algo. -¡Claro, qué estúpida!, se murió pero por unos momentos…¡eres mi extensión!, te amo mi amor, mi luz, espero que no mueras tanto como yo._ confirma algo más lúcida saltando y desestabilizando el descenso. 369
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- asen, aquí está el reo_ dice el de gorra grande. -Señor, ¿qué hacemos con él?_ el de gorra mediana. -Yo digo que lo matemos, tenemos que dejar menos rastros, estos malditos siempre quieren contar lo que les pasa dentro, lo matamos y nos dejamos de joder, no tenemos por qué arriesgarnos, no valen nada, sus palabras se callan de una bala, como al resto._ dice el de menos autoridad, este no tiene gorra. Santiago no puede con su cuerpo, se arrastra en la contrapunta oscura, los tres uniformados dialogan sin dar el paso dentro de la celda. -¿Qué quieren de mí muñecos sin cuerdas?_ su voz no es tan bella, se rompe, su físico no es el de antes, no tiene peso, pobre saco de huesos mal obrados. Se arrastra, cree ser rápido y fuerte pero solo avanza unos metros a la lentitud de una hormiga (quizás una que pesa en su conciencia por muerta a manos de un aburrido humano en una tarde de verano). Los tres que mandan en su lugar y torturan miran su obra viviente, el sentido y el orgullo de mantener al borde de la muerte a las vidas que ponen en peligro el sistema les rellena la 370
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insuficiencia infantil que les atosigará en un futuro de lamentos y arrepentimientos tadíos. -¡Venga aquí!, gatee enfermo, sus piernas no tienen nada, ¡mírenlo está hecho una mujer!_ sin gorra aprieta sus dientes. -Dejen las estupideces para el rato libre, ahora mismo lo toman del brazo, ¡Los dos, pedazos de mierda!, pónganle algo de ropa, lo llevamos al patio central, debe ser el ejemplo de lo que no tiene que hacer el resto_ su voz se entiende por autoridad. -¡Por favor!, ¡piedad!, suéltenme, ¿Dónde me llevan?, ah, mis brazos, ah, por favor, tengo una esposa que me espera para comer, la hormiga, lo reconozco yo maté a esa hormiga, no dejo de acordarme de ella, déjenme ir juro que no voy a hablar, solo quiero ver a mi amor, mi casa…¡ay!, ¿Dios?, no hay dioses, (Tose), todo se equilibra, el universo piensa, reflexiona sin nosotros, (Tose), pagarán, la moral no se anula, permanece latente, cuando sus rutinas se apaguen reaparecerán sus peores temores._ se desploma, está inconsciente, es muy fuerte pero no hay nada que hacer con el coraje, su salud está muy deteriorada, pasaron semanas del día en que las gorras tomaron su control, dominan el territorio, miles de muertes se suceden por nimias diferencias, envidias. Los fusilamientos graban los testamentos de aquellos sin rostros en las paredes. -¡Hijo de un gran puta!, despertate, ¡se hace el muerto!, lo mato ahora y se acaba tanto teatro, ¡despertate!
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-Cállese idiota, ¿no ve su estado?, es conveniente que se mantenga así, que vean lo que puede sucederles a ellos, si muere no es problema, hay otros, aunque este tiene algo que los motiva, riega esperanza en el resto, no sé como lo hace, pero inspira libertad entre rejas, por eso tiene que sufrir... que hallen en él las respuestas a tantas fantasías._ su determinación involucra a mil doscientos presos. El edificio tiene eso de escuela, por fuera tiene pintadas unas manos, palomas y símbolos de libertad, colores vivos y miles de firmas infantiles. En una inscripción algún lúcido imprimió, “El genio lo sueña, el sabio lo crea, el artista lo plasma y el ignorante lo destruye”. Los colores tienen mucha vitalidad, nadie creería que dentro las atrocidades de la mente humana se hacen carne, en miles. Se agrupan.
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ascensor mal iluminado rechina por las guías descuidadas, su bebé recién despierta de lo que ha sido su primer episodio bosteza arrugada, ella perpetuada en la felicidad del regalo se regocija planeando, su hija se ha estrenado y consigo a provocado muerte, pero ella no puede ver más que felicidad, rebasa amor, y es lo que importa, al final una vida mal usada es como una cima de dos metros. El espejo deformado replica la figura como humana, al parecer ella no lo es, cree serlo, es algo de lo que no puede escapar. Las dos frente a la primera reproducción unida, es su primer foto junto en familia, al menos mental. La criatura tiene los rasgos felinos heredados de quién sabe que cosa felina, sus ojos se rasgan y tienen la luz brillante del globo celeste. La conciencia tiene tanta lógica que no puedo crear, necesito algo fuera de eso, algo sin razón ni moral (moral a nicómaco), diría Bretón de lo que supongo el inicio de su búsqueda artística y neo No Fascista, como dicen que fue Dalí, echado por Bretón de su círculo polar artístico.
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Caminan de la forma más fácil e inocente, Carla y su niña se alejan alegres, por la puerta principal, saludando a todos quienes las miran, sonriendo. Atrás dejan el cuerpo a la espera de confesiones, autopsias, carpetas abiertas, investigación y archivo. Fuera, el frío corre como si estuviera en Atenas en una tarde de atletas y competencias para el gentío. Sin abrigo abraza fuerte su pos-vida, la mira (por enésima vez), sonríe y dice cosas como “mi amor estoy contigo, te amo”, “nunca te voy a dejar sola, nunca más, te lo prometo, eres como yo, todavía no me lo creo” y otras tantas frases que se desconectan de Carla para ser parte de la construcción de otra personalidad sin conflictos. Lo que hace es solo autoconvencimiento para pasarla mejor en un mar de contradicciones. Nadie nota la muerte en el edificio, mano en el aire, el taxi se detiene, se sientan, suelta el aire, pide un destino aleatorio, recita una avenida que acaba de recordar, apoya la cabeza en el respaldo del asiento, le duele la cabellera. Las dos a su vez se pierden en el techo del taxi, en sus imperfecciones y texturas, se olvidan de lo que han pasado, juntas han vuelto de la oscuridad sanas y salvas. El tiempo no genera nada diferente por ser iniciatico, el taxista les habla, como todo taxista que ve la vida de una niña deshecha en brazos de una supuesta madre dudosa, con rostro de drogadicta, mujer golpeada o predicadora evangelista regenerada. Al tiempo de vagar toman un bus repleto de humo, acto seguido el metro completo de trabajadores sudorosos, 374
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así estación por estación se mantienen calentitas, arropadas mientras piensan algo, llegando al mediodía verán qué hacer, por el momento se pierden en los paisajes herméticos de la cuidad (“esa lata de sardinas muertas creyendo vivir”). -Reikjavik es la capital, por lo tanto trabajo deber haber _ piensa, ella duerme, sueña, el cristal empañado la obliga a cruzar miradas de copulación instantánea con desconocidos amores de estación.-Giovanni debe tener algo para mí, me ama, lo mínimo que puede hacer es quererme y darme algo para que pueda hacer “algo”_ el avión es lo único que le queda, pero no tiene dinero para viajar, llama a Giovanni. El teléfono es gris, hay tres más de cada lado, ella está mal, es su único y último recurso, sopesa, se arrepiente, el peso en sus brazos le recuerda la necesidad. -¿Con Giovanni por favor?, se encuentra en el sector de emergencias… sí, sí, muchas gracias… pero tiene que estar es su turno… no, no señora él tiene que estar… ¿pero usted es retardada?... ¡maldita idiota!_ el teléfono sigue en su lugar habitual, aunque ahora un poco golpeado por Carla, pero en pie, no temamos por la vida del comunicador. Al pasar los minutos, la primera hora, los demás teléfonos suenan felices por su uso, por gusto o alegría, la gente pasa, sus charlas, sus problemas insignificantes, ella de pie, delante de su teléfono. Oye discuciones, aconseja, el reloj ralentiza, se molesta. Mira firme el frente del aparato, en el visor reconoce algo, “deja de esperar”, en el visor dice eso, ¿pero cómo puede ser?, “no metas más monedas falsas, me duelen” 375
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nuevamente la tecnología muestra algo de sensibilidad. Sonríe, toma una moneda buena luego de un exhausto análisis de la totalidad de su falso y mal recaudado capital. -Hola buenos días con el doctor Giovanni por favor… sí claro, el mismo… aguardo… pero señora, tiene que estar… bueno aguardo… (música de consulta, hospital o empresa de telefonía móvil)… ah, bueno…tin tan tin tin…-¿Hola?...¿Giovanni?... discúlpame que llame así de golpe…pero no pude ubicarme…¿habrá un lugar en el hospital mientras busco algo?, quizás después de todo puedas ayudarme… sí, y yo... yo también te quiero… espérame… ¿podrías ayudarme algo más?, es que necesito viajar en avión a Europa, luego a otro lugar… bueno no sé… te espero mejor en la estación terminal… si, claro en la punta… por donde están las máquinas expendedoras de billetes (maldita tecnología).
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Apartado Dictatüra Una dictadura militar es una forma de gobierno de una dirección que suele aparecer cuando hay estados de supuesta emergencia o alarma social ante ideologías peligrosas que amenazan con eliminar parcial o totalmente la actual. Estos uniformados de rutinas incansables y rostros rígidos suelen hacerlo mediante las fuerzas armadas para impedir cualquier tipo de manifestación de control democrático mediante las instituciones ejecutivas legislativas y jurídicas. Bajo un marco de auténtica barbarie mesurada detrás de las armas suprimen las libertades de los individuos justificando su presencia como un modo de aporte a la nueva y falsa estabilidad del país. En una sociedad de silencios temerosos y estado de emergencia permanente o ley marcial se suprimen todas las garantías jurídicas pertinentes eliminando la palabra como método de defensa. En todo el globo terrestre moderno cincuenta y cinco países fueron sometidos a este tipo de abusos desde el año 1916 en adelante, actualmente otros siete países del dichoso tercer mundo conviven en la agonía lenta y frustrante de la dictadura. Cabe destacar que las entrañas de los sistemas afectados no vuelven a ser los mismos, tras el paso de violencias quedan países desarmados psicológicamente
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y con focos latentes pero invisibles como muestra de un control permanente pero sin rostros. El núcleo corrupto continúa en sus labores de inteligencia enlazando sus nuevos formatos de dominio con el resto de países afectados, lo cual, genera una malla indestructible. Debemos saber que desde Tito Larcio hasta Moussa Dadis Camara ó Mohamed Uld abdelaziz con una diferencia de dos mil quinientos ocho años no hemos cambiado en el aislamiento de los plebeyos respecto al ejército para responder en contra de la amenaza que suponen los pueblos unidos en contra de “Roma”.
“Las urnas están bien guardadas”
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65 Represión, inhibición, restricción. “La libertad no es solo ausencia de coerción”
En el patio central los reclusos tienen la oportunidad de ver la luz, conocer algo de su lugar de hospedaje y a su vez intentar guardar rostros para la posteridad. En filas de cien se ubican mirando un escenario, este es poco elevado y se irgue sobre los demás. Con la idea de hablar primero se ubica en el atril el de gorra grande, ahora muy grande, tiene bigotes no había notado tal detalle, lo tiene rasurado al milímetro. En filas de cien se sitúan una junto a la otra, en la imagen aérea ofrece una especie de bandera o símbolo irreconocible. El de gorra grande rodeado, en silencio y concentrado en sus ensayos íntimos amaga a comenzar, nadie más tiene cubierta la cubierta del cerebro, tose. -Hoy tendrán el privilegio de oír unas palabras de un filósofo alemán, tienen que oírlo, es de lo más didáctico, por decirlo de una manera fácil y accesible a ustedes_ se oye un silbido y una tos provocada. -¡Ha sido el quinto de la novena fila!, quémenlo._ al segundo, los oficiales sacan de su cinturón un palo lo elevan al cielo y le dan contra la cubierta descubierta de la cabeza del inconforme preso, este cae inmediatamente, mitad por 379
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los golpes, mitad por sus ganas de irse a un pozo sin luz y sonidos más que su mente. Los oficiales lo levantan, le pegan en las piernas (tan ignorantes como idiotas), le gritan que se pong de pies y camine, el pobre hombre de cincuenta años con sus cabellos blancos nieve y arrugas de la vida agitada logra decir al vuelo raso. -¡Hombres!, no dejen que ultrajen su alma, eso no tiene reparo… mueran y su vida se extenderá en donde nadie gobierne, ¡ni Dios!_ algunos giran sus cabezas para mirarle el rostro al que ofrenda su vida por los demás, incluso el mismo sabe que su vida ahora no tiene valor, está en la gorra, el gobierno, las marionetas y no en su familia que es lo que más quisiera, si muere piensa morir con valores reales. -No lo maten, mejor..._ dice a lo alto la autoridad asustando a más de cuarenta prisioneros espectantes.Al pozo, la tortura y el hambre, eso sí lo hacemos bien, ¿no, señores?, tendrá el merecido castigo, quemarlo vendrá más tarde, quiero que sufra algo más._ nadie esgrime una solo consonante, y ni pensar una vocal. El cielo se abarrota (maldita casualidad) de nubes pero el sol se mantiene firme en su diario trabajo universal. Corre una brisa, Santiago aguarda la salida, oye las palabras. -No lo maten, mejor..._ Dice a lo alto la autoridad. –Al pozo, la tortura y el hambre, eso si lo hacemos bien, ¿no, señores?... sabe de lo que realmente habla el enemigo con armas y funestas palabras. El cuarto tiene una ventana y esta un arbolito deshojado por el viento y el tiempo. Mira con el rabillo del ojo, sabe que no puede estimar la belleza que la naturaleza oferta 380
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a su perspectiva. El árbol secular tiene el agrado de volver a resurgir cuando todo concluya, todo incluso el último día del siglo/ciclo. El suelo también es de tierra, la madera de la puerta le enseña su salida, pero no tiene la energía de poder escapar, solo aguarda su espectáculo, donde como protagonista no sabe que vendrá. Fuera el coliseo aguarda, el siente su guerra contra la estupidez, pero quien sabe de guerra, sabe de poca gloria. Estuvo donde todo moría, nunca desearía la gloria del luchador. Aire, mucho aire asfixiante, nubes del tamaño “…”, filas de cientos haciendo decenas de líneas, una bandera, una gorra muy grande, el atril ocupado por la hipocresía de quien conoce la mentira pública y maneja los hilos de la nación próxima al desastre dictatorial. -Traigan al condenado… ¡ahora!... ¿lo ven?... su cuerpo se quiebra con la brisa del viento que los acaricia a ustedes… el pensamiento se modifica, las bases morales se corrompen y esto es lo que sucede caballeros, la muerte es el peor de los pecados, haremos de la existencial una instancia demoledora, para que sus genes no dispersen el mal. El orden es la clave, todas las piezas fueron diseñadas para encajar, quienes destruyen ese esclusivo orden nacional es el enemigo de la libertad._ se muerden las lenguas por dentro. Algunos tiemblan deshidratados, el vapor de los 381
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cuerpos estresados en medio de la explanada genera una nube de calor formando una nube sobre ellos, curiosamente el cielo está encapotado amenazando seriamente con llover y rematar a los hambrientos. La brisa que entra por la ventana de la casa cumple su función aliviadora, Mariana duerme con la boca abuerta, me pongo a su lado y la beso en el hombro, solo, en silencio, callado para que no sepa que estoy a su lado, solo quiero olerla, no puedo, te me escapas mi amor._ piensa en off, se aísla de lo que realmente oye. -No puede consigo, si respira es por que lo he dejado vivo, pero solo es algo pasajero, no es nada ante lo que realmente puede experimentar… las palabras tienen el efecto que uno le da… hoy con mi palabra exijo orden… el que genere algo distinto muere… ¿entienden idiotas de mierda?... bajo las normas de la comandancia de Canelones hoy bautizo al centro de reclusión… vuelvan a sus celdas, el fin no vendrá, no clamen justicia, no pidan a Dios, está de luto, olviden el pasado, han llegado a sufrir como nadie lo ha hecho en el mundo._ empuña un fusil amenazante apuntando al azar, se acerca donde Santiago, él no lo mira, no siente sus piernas, pero intenta moverse en el suelo del escenario. (Uno de los presos de la segunda fila se detiene, observa como Santiago, se detiene, él es un hombre cualquiera, lucha por su vida, por levantarse y continuar sin mirar su real estado).-Usted camine, siga, o muere aquí mismo, malditos_ blasfema, parado frente a Valles, 382
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con su mano derecha toma el cabello, lo tira hacia sí mismo, Santiago grita en un sonido de desgarro, deja colgar su cuerpo, ya no le importa el dolor intenso de la tirada injusta del autoritario. -Podrá matarme…(escupe)… mi (escupe sangre vieja)… mi mente descansa en paz …con mi pueblo, el que me vio ir y no me salvó…_ pierde el conocimiento. -No pierden las esperanzas, incluso cuando el mismo pueblo los ignora, si no fuera hombre diría que tiene mucho coraje y el error de ser humano, pero por lástima soy yo el humano y ustedes la mierda que hay que extirpar. A las celdas, quiero limpio todo esto en cuatro horas, tenemos tareas que nos esperan soldados._ suelta el fusil en el aire y cae en las manos de un joven. Las nubes rodean el patio, Santiago Valles vuelve a su pozo, lugar donde la tranquilidad deja paso a la pasividad, al menos. Corren algunos oficiales, otros toman mate, juegan cartas, sonríen como si nada sucediese. La muerte no tiene impacto, nadie muere, no importa, prefieren la vida al borde y no pasarlo y dejarlo atrás.Dolencia-sufrimiento-daño- desconsuelo- malestardolor- padecimiento.Dos palomas azules sobrevuelan el escenario, una baja. Muere por bala certera de un jugador y su mate, todos aplauden la hazaña. Una paloma azul vuela lejos, intenta al ras del Río de la plata y cae agotada en la superficie, la contaminación hace el resto.
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Dentro del calabozo. -¿Te crees muy fuerte?, Benitez, traeme a nueve, los que hablan de este idiota, deciles que van a ver la luz, este hijo de puta al que admiran los va a matar. -Sí, señor. -¿Miedo?, ¿no siente miedo?, ya vamos a ver, ¡esto es un sistema de protección contra enfermos como usted! -Están esperando señor, ¿hago que pasen uno a uno? -No, traelos a los nueve, quiero que escuchen, mandá a apagar todas las luces, esos forros van a escuchar la guadaña cortar el pasto seco. -¡No!, ¿qué hacen?, ¡no!, matenme, matenme, ¡dejenlos, por favor!_ pierde su voz con el esfuerzo. -¿Ahora se depierta del letargo soberbio?, juntalos contra la pared, la sangre va a seguir ahí el resto de tus días. ¡Las luces, carajo!, dame tu pistola, ¡Benitez la pistola o te fusilo! -Tome, señor, pero... -¡Callate o te juro...!, cobarde mierda, andate, no servís para esto, andate te digo, me quedo solo. -¿¡Qué nos van a hacer!?_ las voces desesperadas hacen todo lo posible para desamarrarse el acero no cede. -¡Tranquilos!, ¡todo va a salir bien!_ desgarrado en miedo grita como puede para calmarlos, la oscuridad es absoluta. -Con cada disparo vas a verles las caras._ejecuta a uno de los condenados por idealistas. El estallido ilumina el rostro de un adulto con los ojos morados de golpes.
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-¿Por qué hace esto?, ¡basta!, ¡haré lo que diga!, por favor, no puede ser, por Dios..._ el resto de reclusos rompen sus manos sumidos en un trauma indescriptible, gritan de dolor, se rinden en silencio como animales sin lenguaje. Otros siete disparos seguidos pintan un cuadro que no se borrará hasta el final de sus días. El horror de Goya es pan mojado en el mar, nada puede apasiguar el dolor de la culpa. -¡Zurdos y las puta madre que los parió!, ¡ah!, así no van a jodernos más, acá tienen sus palabras. Queda uno Santiago, este es tuyo, es el de gracia, sino lo matás voy a torturarte como jamás te imaginaste, todavía tenemos reservas._ el gemido de los últimos dos se extinguen junto con sus vidas. El último tose, vomita y susurra. -No puedo, matanme, son inocentes, ¿cómo pueden ser ciegos que ven?, les mintieron, cuando termine todo esto no conocerán la paz. Son instrumentos, nosotros queremos la igualdad, pobre alma. -Santiago, por favor matame, hacé lo que te dice, no podés dejar que te torturen, va a ser peor, ¿cómo voy a vivir después de esto?, sacame esta pena, por favor, amigo, te admiramos, sabemos quien eres, ya perdimos, la guerra está ganada, no hay nada que hacer. -Tu vida vale más que la mía, no sé tu nombre siquiera. -Me llamo Tomás, mis viejos me pusieron el nombre de mi abuelo, aunque no lo creas fue comandante, era uno de ellos, mi sangre está contaminada Santiago, no quiero seguir así. -¡O lo matás o morís lento hijo de puta!_ pone la pistola sobre sus manos temblorosas. La luz plasma el horror, acaban de morir dos personas. 385
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66 Carla aguarda por el amor que no corresponde con ella, no siente ni lástima siquiera, sabe de su estado de enamoramiento, decide verlo, abusar de él, no quiere que la molesten, pero acude a la molestia como una ayuda crucial. Es algo ciclotímica, se le desprende de su personalidad, es algo de lo que no debe sentirse tan avergonzada, bajo el manto de barniz moral todos somos falsos altruistas bajo la intención o sugerencia del cambio de algo, la obtención del sueño objetivo proporciona ese placer atemporal que se alberga en una repisa de logros para evocar en los bajos de la emotiva y sensorial capacidad humana. La estación terminal tiene muchos pica billetes, la observan como si fuese una intrusa, los que piden en los trenes hablan de ella como si fuese la usurpadora de trabajos ambulatorios, en las filas caen billetes, estos picados no dejan de volar sobre la sucia estación. Hay una vía donde llegan todos los metros de Islandia, como arteria al corazón fibrilado, la populosa masa se mueve como una constante, miles y miles tienen el agrado de caminar cerca de Carla y su fenómeno trasladado por la función biológica de ser madre. La tarde se pone negra, muy negra, negrísima, las nubes se mueven rápido, 386
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como guepardos ante las rocas sueltas, hay tanto viento que las faldas se ríen de contentas enseñando las partes de sus portadoras. Se conoce que Islandia por estar situada tan cerca del círculo polar ártico sufre heladas artisticas, ya sabemos que tres de cada diez viandantes escribirán un libro o comprondrá una canción para los plebeyos del mundo. El techo de acero con miles de vigas entrelazadas y fundidas enaltecen la sobria atmósfera dandole unos aires Europeos de primera clase. Las tres vías comunes que comunican a los trabajadores con la capital y los cien pájaros azules que vuelan sobre la cúpula son el espectáculo de la ingeniería y la complejidad colorea de la naturaleza coexistiendo. Del gentío nace un rostro conocido, un cuerpo que no gusta, una marca de agua que se aísla por distante. Giovanni se acerca con una sonrisa de esas que tienen algo más, o que sueñan, planifican. Ella aguarda, atenta a sus gestos, sabe de relaciones humanas, el uso es decisivo hoy/día, en sus status puede aventurar una ilusión, se regocija entre la maldad y el amor maternal. -Carla, ¿por qué te fuiste?, ¿Así?_ Al no saludar enseña su debilidad, venía pensando una y otra vez que decir. -Son cosas de las que prefiero no recordar, vamos que tengo mucho frío, me duelen las piernas, caminamos mucho con Lilén, conocimos todas las redes de viajes públicos, estoy agotada, olorienta y sudada.
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-Me imagino, sí, me debes explicaciones, per vamonos rápido, en minutos sale nuestro tren, esperen aquí que voy por los pases, cuidado, no se pierdan, es enorme y la gente es algo distinta al resto de la ciudad._ le advierte mientras camina alejándose unos metros a la cabina de ventas. -No, no podría escapar ni de un asesinato, tranquilo_ su chiste macabro aburre, su sadismo es inmoral, comienza a inquietarme la salubridad de su mente. Giovanni tiene su delantal del hospital, nunca se lo saca, es su vida y la lleva consigo a todos lados. Caminan al andén donde aguarda la máquina al hombre, donde las bombas rompen vagones y lloran las rosas de las vidas perdidas por las inaveniencias ciudadanas que con sus cómplices bocas cerradas permiten el desastre. Él intenta tomarla de la mano, ¿no podría ser más obvio?, ella evade con discreción su ofrecimiento a voces calladas, marchan con vegüenza ajena (los dos) como si no se conociesen de nada, más como si no lo conociese en persona, se olvida por momentos que él está cerca, sus nervios la marean, confunden, no deja de mirarla.-Aquí, no hay tanta gente_ señala con su dedo anular el de la mano izquierda que no sostiene a Lilén. En marcha los árboles se mueve mucho, el océano de divisa a lo lejos, pero muestra su inmensidad con la línea del horizonte, esa “raya” que asusta al navegante que no conoce bien las reglas de los vientos y se pierde en alta mar con escasez de alimentos.
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-¿Dónde estuviste durmiendo?, tienes que contarme que hiciste de tu vida este tiempo, no puedes escapar y volver así, sin más._ ajusta el codo contra la ventanilla. -En mi antiguo departamento, pero sucedió algo con el dueño, nos echó por la escalera como unas intrusas, casi me caigo, podríamos haber muerto, una caída de esas son fatales en el 80% de los accidentes, ¿no?_ su chiste pasa los límites del aburrimiento, no veo por qué tanto humor negro en su mente, por momentos la pierdo, creo que comprueba si ha sido correcta su apreciación fatal, estaba intranquila por no chequear su asesinato. -Sí claro es cierto, las fatalidades ocurren así, pero las posibilidades son tan raras, las estadísticas como en la medicina demuestran comportamientos por momentos errados, quizás una caída no sea nada y por un golpe contra el mueble de la cocina te dé la muerte súbita, el organismo es un sistema siglos más complejo de lo qué creemos. ¿Cómo puede hacer algo así?, tienes que hacer algo, podrías haber muerto y sin nadie que sepa de tu paradero, es increíble la inmadurez, lo lejos que puede llegar. -Lo que dices, ¿es qué nada asegura la muerte en una caída como la que pude eludir con mi niña?_ su preocupación es muy evidente, su rostro se comprime, se estira, sus ojos se abren y su labio inferior se cae como si la gravedad contuviera un imán aún más potente de lo que es. -Pero son solo estadísticas Carla, estás muy tensa, hay algo, ¿qué tienes?_algo no ocurre como debería pero no tiene tan malas intenciones, su inocencia elude por 389
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ignorancia, Carla no es quién piensa, ni yo, me siento algo descepcionado, espero que cambie de actitud, todavía está a tiempo. -¡Nada!, que tonterías dices, solo que me conmueven los accidentes, no podría soportar que mi hija se muera, ¡es el peor castigo que puede presentarse ante una persona de bien!, ir contranatura_ no piensa lo que dice solo mueve sus labios que emiten unos sonidos, “palabras” dicen. -Qué rara estás, juraría que tienes algo para decirme, seguro tienes vergüenza, no padezcas lo que yo, es de lo más torturante, todos somos payasos infantiles con uniformes de adultos. No me mires así, ¿qué tienes?, es una tristeza profunda. -¿Tú qué crees?_ suelta el dolor en agua salada. -Muy bien, no te contengas, yo también estoy en una situación extraña, no hice nada parecido a esto, ya me conoces, pero tú tienes algo que me lleva a hacer locuras, no puedo decirte qué es. -Es amor Giovanni._ juega con él, lo implica. -Es..._ mira el paisaje, se pierde nuevamente, parece no pasar el tiempo entre sus gestos. Algunos pasajeros atentos susurran y plantean opciones de la situación.
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67 La condena
-Santiago Valles nacido en Montevideo en el año 1932, en el día de la fecha 7 de octubre de 1964 queda usted detenido por el cargo de Homicidio premeditado. Su reclusión consta de 30 años privado de la libertad en la penitenciaria de la cuidad de Canelones, por orden del jurado superior se cierra la sesión._ el juez corre su cabello, la gente oye incrédula el fallo. Junto a la puerta de salida los concurrentes presencian la condena, uno más de los cientos juicios en cadena. La portilla principal se abre, ingresa otro condenado, la fila se extiende en los pasillos del tribunal. Mariana no puede comprender que sucede, no reconoce nada de su amado, este no habla, no mira, no la busca, es un trapo usado y manchado en medio de un escenario irreproducible en una nación futura. Ella no cree nada de la sentencia, sus ojos muestran una vorágine confusa en sus retinas, pierde el equilibrio por momentos. Santiago no quiere saber nada con el mundo y sus reglas, la vida se propuso condenarlo y el deja que su condena lo deje morir o pasar el resto de los treinta años que quedan por recluirse temeroso detrás de las cortinas fisgonas, nada le devolverá a su hogar, las esperanzas se extinguen como lo hacen miles y miles de especies ante la cuarta redención del planeta.
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El juez pide que retiren el cuerpo con vida de Santiago, para el magistrado un reo más, un problema resuelto. Él lo contempla como si una estatua de la antigua Roma o la esfinge misma del Egipto antiguo se encuentre frente a él posando para su deleite, está desboradado de asombro. -Se puede retirar_ dice el magistrado. -Señor_contesta con pocas fuerzas vocales. -¿Qué sucede señor Valles?_ replica preocupado el que sentencia injustamente. -El infinito y sus tres I latinas son mucho para usted_ dice Santiago mientras dos guardias golpean sus piernas para que se mueva (malditos idiotas ignorantes, ¡con las piernas se camina!) -No puede hacer nada con el tiempo, para usted llueve el mismo agua, lo ilumina el mismo sol que me prohiben y le contraen las mismas dolencias temporales, pronto señor, antes o después usted se unirá a los prisioneros. La sala oye con pesar cada palabra, observa cada gesto de Santiago el falso homicida, Mariana desde el cómodo asiento sonríe como si la brisa de su casa y Santiago fueran el espectáculo maravilloso de su verdadera realidad circunstante. El brillo majestuoso del amor la sigue vistiendo de piel renovada y espectativas futuras, de su rostro tiene el dejo comprensible de la espera eterna, acaba de fallecer junto a él. Ella sabe de la condición del país, de las personas que miran desde la ventana el horror, en su sapiencia reconoce el futuro propio como algo loable de una mujer como ella, es feliz
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de repente, por él, por ella, por nosotros, por todos, uno, indiviso. El amor de Mariana recorre el cuarto repleto de familiares de próximos condenados, la sala entera posee los altísonos más discurrentes que alguna vez haya presenciado el martillo del sentenciador por estudio. El abucheo de los familiares eleva el de la voz inculpadora, Santiago lejos, recuerda el silencio al oír la condena. -30 años restan de la libertad, lo primero será ver a mi mujer._ piensa compungido. -Solo 30 años de persistentes deseos, yo puedo hacerlo._ gesticula una afirmación en un vaivén de cabeza auto convencida. -Mire_ dice uno de los guardias.-La vida es una línea, como tal ésta se puede torcer, quebrar y hasta romper, es cuestión de uno mantenerla firme pese a la geometría del universo, ¿me comprende?_las palabras grandilocuentes e irracionales (para su condición) del oficial generan algo inusitado en su moral, ¿Cómo creerle a un oficial, tremendas palabras de aliento?, no hay uniformados leales a la verdad, ha sido una ilusión, una proyección de mis anhelos, utopías o sueños, no puede ser verdad. Mariana transita los mismos pasos que su amado, no comprende qué es lo que sucede a ciencia cierta, la verdad es que han pasado meses de su desaparición, y ahora al menos lo ha despedido, no como en las noches de llantos, interminables mares de angustia febril, con sus conclusiones e ideales atroces. El mundo ha 393
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semejanza de su experiencia cae con la noticia del juicio, aunque se refuerza con la imagen traumática. No han sido más que perdida de tiempo y dolor magnificado con un ápice de sensaciones/huella. -¿Es la muerte peor qué esto?_se dice a si como si su consiente contestara o la voz que en las noches antes de dormir le recuerda la voz de Santiago. La casa es su lugar, la calle el recuerdo constante de la muerte y desaparición, en la selva metálica todo se olvida, en su selva el dolor dista de sí, busca hogar en otra persona, por lo bueno que es con ella, porque él conoce de sus penas y soledad próxima, cree poder lograr una nueva estabilidad.Una anciana se acerca. -¿Vos sos su mujer?, Mariana te llamás, mira qué cara tenes hija mía, mi marido se ha ido junto a mis hijos, buscá en tu interior, rompé los moldes, escapá, no dejes que tu vida se acabe por la necia moral de tu pareja. Sos libre desde el momento en que él desperdigó sus errores ante el resto, tienes que hacer algo o irán por vos, tienen informantes muy cercanos, cuidate che._ sus palabras rozan como astillas en la fábrica, busca a su amigo, quiere decir algo, mientras la anciana intenta alejarla de su ideal crece su coraje. -¡Santiago Valles!, ¡Santiago Valles!, ¡ni olvido ni perdón!, ¡estamos con vos Santiago!, ¡resiste, eres un ejemplo para esta nación!, ¡Santiago te amo!_ los gritos llegan tarde, se pierden entre el tumulto y los oficiales que la golpean salbajemente. -¡Te lo dije!, te van a matar por ser como él._ exclama la anciana mientras Mariana llora y es arrastrada. 394
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tren comienza a detenerse, el gentío detestable comienza a impacientarse. Una señora gorda con una bolsa muy grande aprieta a Carla, sin ninguna apreciación del contexto empuja a la señora hacia su lateral, esta grita y comienza a maldecirla, despotrica contra la sociedad y los políticos, de repente se calla, los impacientes pasajeros hacen un silencio de entierro y el tren se detiene al segundo de comenzado. Las puertas se abren, los viajantes apurados como de costumbre, brotan de las puertas como chorros de agua. A metros dos personas de trajes muy costosos se trenzan en una pelea por un lugar, la seguridad corre y un tramposo se mete sin pagar el pase. La máquina expendedora de boletos (maldita tecnología) emite en un desborde del sistema, más de mil tickets, y la gente como si fuese el casino se agolpa contra la máquina amable o errática para tomar el metro gratis, un señor de traje, algo viejo, junta un manojo de pases y se para junto al que pica, al llegar las personas al límite este les ofrece el viaje a mitad de precio, desde allí la visión de la expendedora regalando viajes tiene algo de confuso, por ello vende 30 pases lo que garantiza al “trabajador, esclavo” 15 viajes para su bolsillo gratis o 7.5 días 395
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menos de gasto fijo mensual. Un niño con su velocidad y energía explosiva (sin drogas, bueno azúcar) coge muchos más boletos que el montón, corre al medio del pasillo donde todos llegan de la calle y comienza a arrojarlos en forma indiscriminada formando una lluvia de colores intensos (por la propagandas del ticket), su hermanito (pobre como él) mira el espectáculo desde su silla de ruedas sonriendo como si un payaso le hiciera un globo en forma de jirafa, estalla su enegía contenida. Carla, Lilén y Giovanni se hacen paso entre la multitud egoísta. -Qué gente loca, por un viaje hacen cualquier cosa, por eso estamos así, el egoísmo nos trasformó en eso_ su forma de hablar ha determinado su metamorfosis ya es otra persona. -¿Y tú como eres?_ pregunta Giovanni ambiguo, tanto como Roberto. Carla lo mira, quiere golpearlo, pero sabe que todo lo que tiene es él, sea quien sea. -Vamos, esto es un desastre, mira como llora Lilén. La arena, el bar, ellos dos tienen algo en común, pero él no tiene esa mirada, su estado difiere al de ella, pero eso es algo que sucede al pasar el tiempo y las posibilidades, vienen en horas. Giovanni sabe que su pregunta ha incomodado a Carla, solo camina, no hay palabras que rellenen el momento de furia y confianza unidas. Lilén comienza a llorar, tiene hambre, necesita leche, eso dicen los doctores, ella está muy flaca.
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-Llora mucho, ese ruido no es muy saludable, ¿me permites la bebé?_ él muestra preocupación. -¡No!, ¿qué haces?, suéltame._ Carla se defiende de la ayuda. -¿Qué sucede por Dios?, tiene algo la niña, tengo que verla un segundo luego la coges nuevamente, no voy a irme a ningún sitio._ sabe que algo no anda bien en Lilén, en su llanto se oyen sonidos muy conocidos en su profesión, llega a sus recuerdos una prueba de una niña de nueve años con la misma situación. Carla comprende finalmente luego de un monólogo profano de Giovanni que debe dejar que la revise. La toma con la manta envolviendo su cuerpito, siente que el peso es menor al normal. -Pesa muy poco, ¿la has dado la teta?, mira que contiene residuos propio de nuestros nuevos alimentos_ pregunta suponiendo una obviedad. -No, estuve muy mal en dos días nace mi hija, casi muero, muere mi hija, demasiado para 48 horas _Carla contesta como si todo no tuviera sentido, los nueve meses encerrada, las practicas y las pruebas, desvaría. -Puede morir, debe comer ahora, ¡ya!, si sigues así tendré que tomar cartas en el asunto, al menos hasta que sepa qué tienes tú. -Sí, si claro, que entúpida ¿cómo no hacerlo con este frío?, tuve un episodio ayer por la madrugada, ella también, pensé que había muerto a los minutos volvió como si nada. No tienes que hacer nada, estoy bien estamos muy bien. -¡No puede ser!, si los estudios no diagnosticaron… claro… bueno es posible, lo que debemos hacer es ir 397
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inmediatamente al hospital e internarlas a las dos… debemos hacer unos estudios más, por Dios Carla, si no llamas podrías estar en peligro en cualqueir sitio, no es un país muy agradeble con los vagabundos. -¡No!, mi vida pasó allí, necesito libertad, no quiero volver, yo no... -Pero Lilén no puede andar así por la vida es muy pequeña, cada episodio puede afectar su desarrollo, no cometas el error de tus padres… no quiero decir nada con esto, de verdad es imprescindible que te internes junto con ella, por favor… es muy pequeña. -Bueno, entonces apurémonos, que tengo frío. -Bien, muy bien, sabía que no me negarías eso, Carla me siento muy bien, ayudarlas para mi es una bendición que me ha puesto el Señor, no me mal entiendas, lo tengo metido aquí dentro, ese día no quise decir lo que dije, necesito que me comprendas, vivo con muchas presión..._ suelta una verborragia animosa Giovanni, su preocupación es el efecto del amor, la profesión y la pasión de la misma. -Calla, no sigas, ¡detente!, así está mejor._ su humor la irascible la envejece una década de un soplido polar.
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proyecto, doctrina o sistema ¿optimista? que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
No, Utopía. Sí, Utopía. Algunos tienen gorras grandes, medianas, otros ni siquiera poseen una como distinción de su poder ¿…? Algo se alcanza a divisar en el pleno acto material de sus acciones. Sobre el asfalto se retuercen los que han muerto bajo las balas del desdeño humano, donde la multitud silenciosa posa detrás de las cortinas y el calor del hogar refugia sus almas frías de percepción y desconcierto. Su ideal, la idea de su idea inicial y el desvío evidente. Su razón verdadera corresponde a la tortura insoportable, al dolor extremo. NO asesinan dentro de sus campos humanos de castigos, ¿por qué? Fuera la sangre tiñe su bermellón por donde los niños juegan y las madres observan. La cultura debe soñar con ser oída, los cultos posan dentro de un jaula.
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Coerción… en el mundo…en los días… en la ciudad… en el bosque… en la mar y su infinita cantidad de líquido... en los sistemas evidentes y en los invisibles... en las autopistas o centro de educación. ¿Estamos encerrados en la tierra? Y ¿en el universo?... ¿Qué libertad nos libera?... ¿Quién la posee en su totalidad? Su ventana lo mantiene vivo, lo obliga a meditar sobre las pequeñas percepciones, su amplitud de visión le regala momentos fabulosos de la naturaleza y su arte de movimiento constante. Tiene un mate en la mano preparado, la pava a punto (98º C) algunas galletas lo acompañan en su labor, el reloj marca las doce, sabe en cada medianoche que algo puede suceder, el tiene que estar viéndolo todo. Él sostiene que durante la noche suceden todas las historias, “Romeo nunca hubiera trepado el balcón una tarde de verano” parafraseando a Marco Denevi. “el arrabal no tendría significado si el sol iluminara la acción, ni que hablar de los compadritos”_ sostiene él mismo, por esa simple razón continúa aguardando acontecimientos por la noche, “donde todo acontece y perece”. En la mayoría de los días lo único que le obliga atención personal es la naturaleza en pleno accionar con la ciudad. Tiene para esos momentos de fluctuaciones un telescopio con el que solo ve la luna obviando estrellas. Augusto Nieto escribe, comenta en una revista de tirada puerta a puerta, tiene 55 años, sus hijos se fueron a Europa del este a cumplir otra suerte, su mujer murió 400
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bajo una bala sin dirección en un enfrentamiento con los uniformados. Nadie sabe de su existencia, su seudónimo es Taquéis, solo dispara palabras contra la contrariada acción de los uniformados. Tiene noches como cualquier sujeto, objeto de sus ilusiones brega por su vida y los cuadros a seguir de su cuento nocturno sito en las entre las tres y cinco de la madrugada, día tras día como si su película introspectiva fuese un estreno nuevo a cada cambio de luna. Cinco de la madrugada sin dormir, ni pestañear toma algo ligero, ingiere tostadas con dulce de leche y sale cubierto de negro por las calles de Montevideo. Su vida tiene el injusto asedio de los agresores nacionales aunque su existencia sea solo leyenda de noche de amigos y mucha cafeína, él se ocupa que cada uno de su radio habitacional tenga un ejemplar de los escritos del mes, donde la verdad tiene el significado justo.
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hospital luce como antes de ayer, la puerta…_ piensa Carla acercándose a la portilla.Las ambulancias, el olor de la medicina flotar en la atmósfera hospitalaria de las enfermeras, parteras y demás servidores del bien ajeno. Ingresan, saludan personas, Carla sonríe, ahora su rostro se alinea/ordena nuevamente, repite su saludo por orden clónica. Algunos enfermeros se acercan a saludarla a ella pero con intenciones de volver a ver al milagro de Lilén, todos se sienten padres de esa criatura. La felicidad recién abordada logra un efecto desinhibido en ella, siente como la preocupación de su pequeña la colma de una energía renovadora. Quiere olvidar, todo, todo lo quiere anular y comenzar de nuevo, sin Luphos, ni Santiagos a la vista, y menos ancianas decrépitas, solo ella y su hija (si se puede). Su cuarto continúa decorado, algo le dice que todos presentían su vuelta al “hogar”. -Noto que nadie se ocupó de sacar las cosas ni borrar los escritos, la frase sigue en pie junto a la puerta/balcón “¿Cuál es el sueño de los despiertos?, la esperanza” de Carlo Magno. -No se pudo limpiar porque hubo una seguidilla de emergencias y esta habitación sobra, la dejamos por si 402
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alguno quería dormir en alguna guardia, ¡la vista es sensacional aquí!. -¡No hay igualQ, el océano a mi vista, una maravilla natural_ Carla tiene el agrado de volver, de sentir amor, por la naturaleza o la vida misma. Giovanni pide llevar a Lilén y comenzar de forma inmediata los estudios correspondientes, ella accede, la niña viaja unos metros para ser analizada, ella se queda en el cuarto admirando lo que antes era su lugar. El balcón ofrece la vista inconfundible a los ojos de Carla, hace mucho frío fuera, la playa está desierta, los peces nadan en bandadas como los pájaros y los barcos surcan océano adentro las olas tempestuosas del círculo polar. Los árboles se mueven en completa armonía, se rozan, acarician. Abre la puerta del balcón, se apoya sobre la guarda de hierro, apoya sus codos sobre el frío metal fundido y moldeado, posa su rostro sobre sus palmas y admira el inconmensurable trazo de algún pintor deífico. Las olas, el aire frío al entrar en sus pulmones, el sonido del agua al romper con la superficie tiene un efecto tranquilizador en la calma no tan calma de Carla. Sonríe, abre la boca, toma mucho aire, tose, extiende los brazos, se suspende en el tiempo, siente nueva libertad. El viento acaricia sus cabellos como quien acaricia el pétalo de una rosa, suspira, se desestresa. -¿Qué haces allí?, podrías enfermar, entra ya por favor_ Giovanni y sus atribuciones no regaladas de confianza. -Déjame sola, quiero sentir esto siempre, suspenderlo en el tiempo y quedarme así libre, sola. Pasaría una vida 403
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así, otra vida corriendo por la playa tibia a última hora, otra en un bosque… -Bien, ¡Entiendo! pero, ¿podrías entrar, por favor?_ intenta convencerla. -¡Está bien!, eres cansino eh, qué pesado, voy, solo un minuto más._ Carla se deja amanzar, está tranquila. Entran, ella se cobija dentro de la cama y sus frazadas, él la admira, nota la felicidad de su regreso. Dialogan de superficies y mares, países y leyes. La noche obtiene el gran valor imperativo y aborda todo el globo con su trampa nocturna, la fiesta, el alcohol, las drogas y el falso edonismo perpetuo. En un silencio de esos que no necesitan palabras sino compañía, Carla comienza a entonar algunas piezas del musical “Sonrisas y Lágrimas”, su voz comienza a elevarse, el viento también eleva su sonido continuo, ella juega con las palabras, él la mira, el viento sopla y la noche comienza a escupir agua desde el cielo. La llovizna se transforma en torrente inagotable, su voz tiene la dulzura del arpa, su sonido parece al agua, en una unión insoslayable, forman al unísono (viento, ella) un colchón sonidero increíble. Noche+sonidos+agua y sal+lluvia+frío= error.
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71 Expiación Mariana toma una pastilla azul, en su boca posan diez más, nadie vive cerca suyo para vigilarla. La maleza cubre su rostro, las palmas blanquitas tienen azul por doquier que se extiende como una pátina de mueble en toda su piel. Mira fijamente, medita, no reflexiona los sonidos, exhala oxígeno asfixiante, niega y acepta. Sus pies están tan desnudos como su alma cerebral, el frío de la noche no la tiene tiritando. Su cabello cae y se entremezcla con las ramas, hojas y otra vegetación. Entre todo el verde intenso, su boca, temblorosa se aventura al diálogo, como queriendo redactar toda una vida en seis palabras. En su mente los sucesos se relacionan, caen niños muertos y ve cerrar los ojos de su madre en el cielo. Sus lágrimas no tienen ganas de salir amigas, solo son unas tres que caen alimentando la tierra a modo de disculpa. Alguien grita muy fuerte, se oye de lejos, relaciona uniformes, bigotes y martillos de sentencias, no anula la visión por temor, los mantiene semi abiertos, entre pestañas. Sonidos provenientes de su estómago indican que debe comer, ríe burlona de su cuerpo que no conoce su ulterior destino, a carcajadas limpias se revuelca por el césped húmedo, maldice en un sin fin de expresiones desconocidas, no controla los efectos o consecuencias. La noche tiene dos nombres, 405
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“una cualquiera” o “mi noche”, los dos se unen para convertirla en “la noche”, los dos seres en uno recostados ante la madre tierra en diferentes puntos y posiciones. Se arrodilla, le pican las ramas y sus brotes, eleva sus ojos a la noche inconmensurable, respira, sí, respira como nunca lo han hecho el resto, palpa la vida alejándose lentamente. Las estrellas centellean, algunas por oscilantes, otras por muertas, no puede abarcar las 2.000 posibles ubicaciones, se enamora de algunas y las observa como quien mira a su amor y le sonríe a los ojos, con lágrimas de júbilo y vitalidad, en un parque de la gran manzana. La efusiva mirada se pierde, los fulgores se olvidan y el brillo tiene poco de su esplendor. La vida le pasa cerca y no quiere pasarla, siente algo que nadie en realidad siente, ve morir a su muerte. Caen las guerras internas en contra de la eterna asesina de amigos, familiares y conocidos. Respira muy profundo, más que antes, cierra los sentidos, unas pastillas más ingresan por su mano maniobrada por el simple movimiento de la electricidad química en las neuronas. Cae hacia atrás, no golpea con nada, las ramas, las hojas y el pasto la acogen como propia especie y la rozan muy despacio, unas caricias confortables de expiración, silenciosas. La brisa pronto toca su rostro también, no quiere perderse el sueño de la despedida. Ella solo respira con dificultad, sus músculos se contraen poco a poco, fibra a fibra. Los dedos del pie derecho comienzan a perderse de la noción de movimiento controlado, Santiago padece el cosquilleo en su pie destrozado, algo late modificado, le falta el aire. A la altura de los tobillos se ubica el movimiento 406
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ascendente, no tiene más pies que padecer. Los senos reaccionan, sus pezones se hinchan como si el amor tocara su parte más intima y la elevara en éxtasis, el corazón se esfuerza. Sin dominio alguno del organismo Mariana sufre dentro, donde lo corpóreo ya pierde su razón aparente de ser, su mente reacciona, a su vez, paulatinamente, eludiendo las últimas órdenes básicas de supervivencia. Sus párpados caen como yunkes, del cuero cabelludo surgen cosquillas, siente entumecerse el último lugar de su cavidad craneal. Manifiesta una similitud, como estar suspendida en el fondo del mar, a quince atmósferas, donde solo la mente puede juzgar el entorno del alma y analizarla desborada de presión. Pierde el contrato de su alma, la siente como una bola de energía, más bien un saco de algo que no podría describir, agita sus manos desquiciada. El entorno nuevamente la hace perder su punto de referencia, siente despegarse de cualquier lugar posible, vive cada instante en un presente continuo, se marea, todos los sucesos de su vida reaparecen, estallando en colores. La casa se despedaza, se las raíces la comen en un instante. La maleza donde reposa la agriga de olores, nacen dos niños de la tierra, como plantas se despegan, juegan como antes mucho antes, Santiaguito, su amigo de toda la vida corre detrás de ella con un arma amarilla de agua, caen juntos y se besen, se asombra de lo que ve, hacen el amor lentamente, como dos semillas planeando un bosque, se enamora nuevamente. Ve a su madre cocinarle algo muy rico desde la ventana. Ahora su padre juega con ella en la plaza, oye un disparo, la sangre lo tiñe todo. Santiago en un mate interminable, 407
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hablando de la revolución, del libertador moderno y su vida. Instantáneamente partiendo rumbo a cualquier lugar, ella llorando valles por él desde una verga, la playa, el atardecer, el amor en pleno acto fundamental. La mar y sus continuas idas y venidas. Santiago Valles diciendo: “te amo”. Su rostro se funde en un mar negro e híspido, un líquido de cabellos largos negros tapan su nariz. Su último grito de conciencia lo tiene ella, solo ella, no la escucho, no la siento. La selva tiene poca densidad, es más bien un rejunte de árboles y pasto crecido y descuidado, su encanto solo lo encontraban ellos. Desnuda posa sin que nadie vea su muerte ni espere las últimas palabras, no hay sacerdotes ni velas o hipócritas del dolor ajenno. Un conjunto de rosales se sacude parace requebrajar la estrutura, solo un pétalo mantiene su aferrada unión por terco, la brisa tiene tinte de tornado, todos los pétalos de todas las rosas de casi todos los jardines de la manzana se desprenden por debilidad y encuentran una nueva vida. Surcan algunos metros y se suman a un embudo suspendido sobre los dos metros del suelo. El torbellino de pórtalos rosas intensos sobrevuelan el cuerpo de Mariana, durante quince segundos intensos, hermosos, distintos llegan a cubrir toda su configuración corporal cayendo como caricias amortiguadas por el efecto del medicamento. Deja de respirar, como debe ser, ha sostenido el trance todo lo que ha podido. El aire se extingue, la medicación la deja desprovista de la vida en el césped donde antes el mate y la risa bregaban por ellos en una comunión de fraternidad inquebrantable.
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Nadie entiende al alma suicida, su amor la decora de rosas preprando la llegada a un vida subsiguiente, ¿en dónde?, está desnuda, su belleza desborda malas intenciones, caen dos gotas junto a dos disparos en la calle, los pétalos retoman el vuelo por la tempestad que se avecia, el tubo de aire revuelve la suavidad de la despedida y el agua limpia los trazos celestes en las manos y boca de Mariana, ya no hay gustos que elijan mezclas efectivas, ni palabras que efectúen un cambio en nadie, la culpa se lava, el cielo enfurecido con el hombre hace su trabajo, en la calle dos civiles tiñen el asfalto de rojo Goya. “Acercaos, hermanos que un alma tenemos que si la perdemos la recobramos” S. J. Betancur. “El alma se avergüenza de sí misma cuando se deja vencer por el placer o el dolor” M. Aurelio. Alma: Sustancia etérea propia y única de un ser viviente. Es la esencia interior de cada ser viviente, esta suele ser eterna dependiendo de las religiones o posiciones filosóficas. El dualismo del idealismo filosófico y de la gnosis hasta la religión cristiana con su tripartitas intentan explicar el contenido interior de un ser humano. Sabemos también que el alma está en el cerebro, de hecho es el propio cerebro que crea consciencia, ante una increíble capacidad de procesar la información sensible en un sin fín de complejas estructuras binarias. 409
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Descartes: “Res cogitans versus res extensa” Espinoza: “Atributo y modo de la subtancia divina” Leibnitz: “Nómada cerrada en sí misma” Lessing: “Aspiración infinita” Kant: “Imposibilidad de aprehender lo absoluto” Fichte: “Saber, acción” Hegel: “Autodesarrollo de la idea” Schellling: “Potencia mística” Nitzsche: “ Invenión y ente imaginario falaz” Freud: “Diferencia yo, super-yo” Jaspers: “Existencialidad” Heidegger: “Ser-ahí” Trujillo: “Profundidad de la conciencia” “El cuerpo es el instrumento del alma” Aristóteles. “El hombre superior ama su alma, el inferior ama a su propiedad” Yutang. “Si pudiera hacerse la disección de las almas, cuantas muertes misteriosas se explicarían” G.A. Bécquer. Lo cierto es que no hay ser que carezca de una, aunque lo parezca.
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72 Revisa las manecillas del reloj detenida en preguntas, la ventana la suavisa, vuelve al reloj y a la abertura en su siguiente movimiento. Así lo ha hecho durante unos treinta interminables minutos de agonía perversa. Sus nervios devienen de los estudios. Sabe bien que debe internarse, la salud es lo primero, pero aún más por la obligación con su pequeña vida indefensa ante sus desbordantes e intestables comportamientos. Se levanta furiosa, quejándose del mundo, como si esa masa de miles de millones de seres tuvieran la culpa de sus penurias vividas. Fabrica, para retomar la calma, una mirada hacia el océano y abre la puerta por última vez. Lilén llora como si contemplase el momento de Carla y su puerta cerrada. -Mi amor, una más, prometo molestarte poco_ Giovanni le habla como hacen con los niños, con una voz de idiota vestido de payaso. -Una más y ya está princesa._ alguien entra a la sala de mandos. -Señor, tiene que venir una segundo_ la cara de ese alguien delata algo novedoso. -Si, un segundo por favor_ como si evitase su mirada. -Un momento, ¿no ve que estoy con Lilén? 411
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-Señor, es por ese mismo problema. -¡Entonces dígame y listo que no tengo tiempo!_ algo de ira inconsciente se desprende de Giovanni, todo el protocolo no importa, su mente conoce del acto. Él no. -Carla no está, se fue, ha dejado en mensaje en la mesa de entrada. Cuando termine por favor acérquese. -¿Cómo? , sí claro, no es posible, ahora mismo voy. Su rostro se transfigura, sus manos pierden pulso, el brazo robótico se mueve aleatoriamente, de repente da en la cuenta de un posible accidente, quita su mano del controlador, se apagan todas las luces, ingresa al salón donde Lilén llora desesperadamente. Él solo la mira, trata de calmarla, se acostumbra a su trabajo cotidiano, se recuerda entre lamentos que no es una paciente cualquiera, cree saber qué es lo que sucede. Lilén calmada y en brazos le envalentona, se dirige directamente al salón de la entrada de emergencias, las recepcionistas se preguntan que hace, es decir lo siguen con la mirada todas compungidas, el doctor solo camina directo al mostrador donde posa una hoja escrita. Unas sueltan lágrimas, el silencio es sepulcral o de teatro en pleno acto y sin toses, su pulso delata un temblor constante representado en la hoja. “Giovanni, no hay más que decirte, mi niña tiene que tener su lugar, donde la quieran, protejan y le den asistencia médica constante. Yo no tengo dinero, no tengo nada en mi vida, soy inutil y no puedo cargar con su problema, el mío lo vivo y lo siento yo sola. Esto lo hago por ella, me conoces quiero el bien y en tus manos está segura. No pierdas nunca ese ángel que tiene tu 412
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cara. Desearía haber tenido la suerte de sentir amor por ti, pero lo único que te queda de mí es mí niña, mí pedacito de vida. Por favor dale todo lo que puedas y esté a tu alcance, todo ese amor que no pude darle ni pudieron darme. Te quiero sin malestares, Carla.” Sus lágrimas corren la tinta negra, las palabras se transforman en otras amorfas, inentendibles, inaudibles e indescrifrables. Tras sus hombros todos lloran con él, afligidos igual dan una palmada de aliento. Conocen esas palabras que defiende a capa y espada, saben de su dolor. Lo conocen enamorado hasta el final de lo imposible y venciendo los miedos.
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Pre La vida termina
Es de noche, una de esas noches brillantes, la luna ilumina por completo la plaza. El columpio donde se reencontraron los dos amigos está en movimiento alguien lo acaba de desocupar, sigue caliente pese al frío envolvente. La iluminación de la plaza es muy precaria, donde los árboles generan sombra se ve un pedazo negro absoluto. El viento sopla acariciándolo todo. El gallego del bar está guardando las sobras, tiene planeado cerrar cuanto ante, desea que la ley de Murphy no se cumpla, hoy quiere descansar. Alguien ingresa y suelta por lo bajo una maldición. Un coche se enciende. -¿¡quién anda ahí!?_ pregunta casi en silencio el pobre viejo. Un arma nace de la oscuridad, el agujero del caño centelleante apunta a sus ojos, no sabe como reaccionar. Nace de la oscuridad del caño reluciente un pedazo de acero con ansias de quitarlo todo. El gallego cae contra las sillas de su propio negocio, donde vió a Santiago dialogar hasta el cansancio sobre las utopías del libertador moderno. Trata con sus propias manos de aferrarse a la mesa y las sillas, pero estas caen junto al viejo y relleno cuerpo. El arma se dispara nuevamente por si algo no se ha entendido. Antes de morir ve una luz roja apagarse, la televisión encendida y a su hija.
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73 No mira hacia atrás, el hospital se aleja al paso lento y perdido. Reykjavik ya no puede ser su hogar, las calles, los olores, las palabras, frases, pensamientos, todo se ha quedado registrado en su memoria, ¿Cómo poder convivir con todo lo que anhela y descarta a su vez? En el puerto en la cara norte de los embarques Carla logra ingresar a un barco carguero. Dentro, el casco enorme de acero alberga a cientos de contenedores, dispuestos en filas interminables viajan a cualquier lugar, no conoce donde terminará su recorrido, y sabe muy bien que los problemas no tardarán en llegar, el destino es predecible. El pasaporte, la ciudadanía, todo lo perdió en quién sabe qué lugar, la responsabilidad no es su fuerte, se olvidó del buen trato de la embajada e hizo ojos ciegos ante la facilidad. Hace frío, tirita cada diente sin cesar, las olas rompen con la brutalidad idiota del inmenso estanque en movimiento en los laterales creando estruendos propios del infierno, sonidos similares al de ballenas extraviadas resuenan en los oídos desacostumbrados de la pobre “niña” de algún lugar de Europa. La oscuridad gobierna junto a los incesantes sonidos de las olas romper. Cierra sus ojos, sueña, se despierta, sueña y entiende el sueño anterior, 415
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vuelve a cerrarlos, llora, tapa todo su rostro con las dos manos, no quiere recordar lo queha dejado muy lejos. Pasan muchos minutos pero no se cuentan cuantos han pasado, resuena una chicharra muy fuerte, rompe con el esquema auditivo anterior. Se abre una compuerta que no había visto antes, la luz ingresa y sus pupilas se dilatan al extremo. Ojos de foca, de gato triste, de mendigo, perro vagabundo, hombre/mujer de mundo. El idioma cambia, no entiende nada de lo que dicen, pero antes no había sucedido en la imborrable Islandia, ahora comprende el gran error. ¡Ey!, que está viajando en un barco sin protecciones, su mente es asombrosa, soporta temperaturas extremas y una marejada de mil demonios, esta mujer es una heroína, aunque falle. Al arribar no tardan mucho en descubrirla entre cajas de cartón mojado, acurrucada como un gato mojado. A los gritos pelados y golpes la llevan directo a la policía, de allí a un centro correccional para inmigrantes ilegales, no la quieren deportar, porque la consideran una traficante, mientras revisan el caso debe permanecer en la prisión de Dublín, capital de Irlanda. Encerrada comprende poco a poco el idioma, hablan gaélico algo parecido al céltico, parte de los orígenes Islandeses. La gente no ofrece resistencia a su nimia presencia, deja conocerse, se abre, parece otra mujer, se somete a las reglas comunes de la prisión irlandesa sin provocar ningún tipo de incidentes, su estadía se torna ejemplar. Las mujeres aquí son más rellenas, tienen pecas, son algo coloradas, muy feas para su concepción universal de la belleza.
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Durante algunos meses, tiene varias peleas raciales y otros sometimientos más que no logran descubrir ante el resto de reclusas, a la cara del público cautivo su modélico saber estar lo otorga la posibilidad de salir en libertad, sin ser esto lo último, le ofrecen gracias a un proyecto de reinserción laboral para convictos un trabajo a las afueras de la cuidad, en un extenso campo, cuidando caballos. Debido a la necesidad de volver a no pensar, acepta sin ninguna condición la propuesta. Viaje sin intermedios directo a Ennis, un pueblo ubicado al este de la capital irlandesa. El viaje no dura más de tres horas, el pueblo es acogedor, el campo hermoso a la vista, miles de postales se gracian ante sus ojos. A los días comienza a aclimatarse, las tardes y el descanso mirando el océano son algo de lo que tenía como deuda. Con el correr veloz de los meses logra emplearse en un campo cercano a Bollinasloe, allí comienza con algunos críos de caballos, tres en total, los alimenta y enseña algunos trucos aprendidos a manos de una bella mujer que le proporciona todas las herramientas y trucos del oficio. No hay noche que no repose en la cama y sueñe con su hija y los años, su hija y el desarrollo de su humanidad, si es que la hay. Su culpa no se lava con nada y el arrepentimiento como sentimiento tardío suele robarle lágrimas de sal en las tardes de anocheceres ventosos y fríos, similares a los de Islandia su otro hogar. Tiempo-caballos-números-océano-hija-pérdida-amor= soledad de mil noches y una más.
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Una noche de tormenta y heladas encerrada en los pequeños establos recién construidos por ella y unos ayudantes se deja caer en la paja acumulada. Las maderas crujen y se sacuden como un velero sin rumbo. -Estoy luchando minuto a minuto ante un exilio imposible de narrar, la lejanía es indescriptiblemente dolorosa, nada se compara. No hago más que hablarte sola, estoy en medio de una guerra de la tierra contra nosotros, yo soy una de esas cositas que se mueven soberbias entre la superficie. Soy tu madre, hago todo lo que tengo a mi alcance para que vuelvas a mí, de la mejor manera, aprendí a criar caballos, estoy juntando dinero hija, Giovanni parece no querer traerte a casa, es un buen hombre, le he pedido perdón hoy por la mañana, aunque me ha costado mucho hablar, estuvimos en silencio dos minutos, él sabía que era yo, como las otras cien veces anteriores. Estás cerca ya, si el avión no cae, en unas horas nos encontraremos, y esta vez es para siempre, no puedo dormir bien, estoy agotada mi amor, cuando llegues voy a sentirme llena. Lilén te extraño tanto, me falta el alma, por favor tráela, no te la olvides, te adoro, te amo y te espero. Dile gracias a Giovanni y a tu padre, aunque no sepas quién es. Ese hombre, es un coloso, espero tener el valor algún día para enfrentarme a la verdad, estaremos bien aquí.
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74 Si entendiera la naturaleza de la justicia perdería el hambre y me exhibiría como una atracción rara, famélica y destartalada, todos estamos tan acostumbrados a esto, ¡nacemos con ello! Lo justo y los valores (en sus sentencias interiores y exteriores) los leo del gran pensador romano y sus transcripciones filosóficas. De la moral estudio la de Aristóteles y su “Moral a Nicómaco”, Kant, Hallett, Santo tomás, Sierra, Savater, Havermas, Dussell, Sánchez y Rousseau. De la clasificación en la sociedad, las aptitudes sociales y comportamientos adquiero mediante los amigos Marx, Weber, Durkheim y Comte. Nada me atrae más en estos días que la lectura evolutiva. Mi encierro es la libertad comparada con la tierra seca y el río ambicioso evoporado. El cuarto tiene un lavabo junto a un migintorio, un espejo partido en tres donde que para mirarme busco el mejor ángulo, sin contar con al suciedad hermitaña que los recubre. … Mi vida tiene el sentido lineal de leer todas las obras posibles. La práctica de la lectura debe ser un jogging, un entrenamiento destinado a mantener en forma el espíritu. ... 419
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“A partir de 1150 el romántico fue sustituido por el gótico”, así dice Dietrich Schwanitz. … Los soles y las órbitas de las millones de galaxias siguientes continúan sus giros. Ahora mismo viajamos a 29,8 km/seg (siendo máxima 30,75km/s en el perihelio y mínima en el afelio 28,76km/s. … Me duele la cabeza, llorar no me ubica fuera. ¿Por qué debo someterme a sus reglas? Duele el cuerpo, los golpes son menores, pero alejados del recuerdo aún peor duelen más, uno se adapta al momento que lo aqueja. ... Mi juicio no tiene juicio alguno, mi moral surca la lejanía del común. La leyenda del autor, su muerte, me digna de una magnámina lágrima en su honor. El tiempo corre, lo corro no lo alcanzo, me pongo viejo, feo y amputado. ... La última vez que escribo hacia el exterior, mi amada no quiere charlar de mi vida, de lo que nos espera al final del camino. La extraño, la necesito, ella no me ama más. ¿Será su vida un anhelo mío por mi condición?, soportaría la idea de que otro tenga su vida, la admire y comparta, como yo lo hice hace tiempo, doy mis dones porque no suceda algo determinante, me ahogo de hacer conjeturas fantásticas, quizás esté allí fuera esperando a que una de las ventanas le de a su marido. ... La veo con su mate, en la maleza tierna del fondo de nuestra casa, con la hormiga que yo dejé vivir a su lado, 420
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acompañándola en su tristeza diaria. No me habla, nunca lo hizo desde el juicio. La extraño con locura, no hay ética. ... Llamo y nadie contesta, el enojo la hizo fría, ¿Qué está pasando?, me digno a intentar hablar y... La lloro en los rincones que me gustan, me miran raro, me golpean, me hago fuerte y los ahuyento, son lobos hambrientos, tienen el placer con mi destrucción parcial y continuada, no hay dolor que me haga animal, sigo analizando errores humanos. ... Mi amada murió, no importa cómo me enteré, ¡Ella murió, estoy seguro, no quiero vivir más, no así, encerrado, mutilado por dentro y fuera! Me muero a cada minuto, la imagino con Martín, me odio por el simple motivo del azar incierto y sus manifestaciones de cambio abrupto y sentencial. Tiene que respirar, ¿qué logra aislando su alma de su mante?, no hay mares de información, tampoco puertas divinas de recepción, vivo en el infierno de los hombres.
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pre75 LETANÍAS DE LA BUENA MUERTE
Jesús, Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia, aquí me presento delante de Vos con el corazón humillado, contrito y confuso, a encomendaros mi última hora y la suerte que después de ella me espera. Cuando mis pies, fríos ya, me adviertan que mi carrera en este valle de lágrimas está por acabarse; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mis manos trémulas ya no puedan estrechar el Crucifijo, y a pesar mío le dejan caer sobre el lecho de mi dolor; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mis ojos, apagados con el dolor de la cercana muerte, fijen en vos por última vez sus miradas moribundas; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mis labios fríos y balbucientes pronuncien por última vez vuestro santísimo Nombre; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mi cara pálida amoratada causa ya lástima y terror a los circunstantes, y los cabellos de mi cabeza, bañados con el sudor de la muerte, anuncien que está
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cercano mi fin; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres, se abran para oír de vuestra boca la sentencia irrevocable que marque mi suerte para toda la eternidad; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mi imaginación, agitada por horrendos fantasmas, se vea sumergida en mortales congojas, y mi espíritu, perturbado por el temor de vuestra justicia, a la vista de mis iniquidades, luche con el ángel de las tinieblas, que quisiera precipitarme en el seno de la desesperación; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mi corazón, débil y oprimido por el dolor de la enfermedad, esté sobrecogido del horror de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que hubiere hecho contra los enemigos de mi salvación; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando derrame mis última lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas, Señor, en sacrificio de expiación, para que muera como víctima de penitencia, y en aquel momento terrible, Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mis parientes y amigos, juntos a mí, lloren al verme en el último trance, y cuando invoquen vuestra misericordia en mi, favor; Jesús misericordioso, tened compasión de mi.
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Cuando perdido el uso de los sentidos, desaparezca todo el mundo de mi vista y gima entre las últimas agonías y afanes de la muerte; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando los últimos suspiros del corazón fuercen a mi alma a salir del cuerpo, aceptadlos como señales de una santa impaciencia de ir a reinar con Vos, entonces: Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Cuando mi alma salga de mi cuerpo, dejándolo pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un tributo que desde ahora quiero ofrecer a vuestra Majestad, y en aquella hora: Jesús misericordioso, tened compasión de mí. En fin, cuando mi alma comparezca delante de Vos, para ser juzgada, no la arrojéis de vuestra presencia, sino dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra misericordia, para que cante eternamente vuestras alabanzas; Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Oración. Oh Dios mío, que condenándonos a la muerte, nos habéis ocultado el momento y la hora, haced que viviendo santamente todos los días de nuestra vida, merezcamos una muerte dichosa, abrasados en vuestro divino amor. Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Vos, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Ayuda, necesito ayuda, me voy, ¿dónde están?
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75 Ingiere
dificultosamente las primeras rodajas de pan casero, todavía no llega a despertarse,tiene mucosa en las paredes de su garganta, coge la taza, carraspea y se sirve agua hirviendo, algunas gotas saltan a su mano y dejan pequeños círculos rojizos, deja reposar el saquito de té y aguarda los cinco minutos pautados por convención. Enciende la radio, la mañana tiene tinte de calurosa y algo ventosa, de momento es algo fría. El sol comienza su tarea, las ventanas las suyas, iluminarlo todo a su paso o radiarlo de calorías. Su casa es amplia, fresca, acojedora, es su lugar de morada desde hace años, lograda por un esfuerzo de trabajo desmesurado y unas ventas de caballos entrenados con algo de suerte. Carla se sienta en el inodoro satisfecha, hoy tiene un buen día, no hay razones negativas, ha tenido un sueño limpio. Frente al espejo palpa sus mamas, suena los dedos de sus manos, se peina, sonrie para ver el color de sus dientes, con la lengua recorre una muela sensible y traga algo de pasta dental, según las reglas de buena higiene termina de limpiarlos con hilo. Tose, bosteza, suenan algunos huesos de la espalda, estira lentamente los brazos y sus extensiones. Se agacha para elongar algunos músculos molestos de las piernas 425
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y al reincorporarse da pequeños saltos entrando en calor. Recorre la casa, los rayos iluminan y oscurecen su rostro al transitar la sala de roble con techo de pino, se sienta tras los cinco minutos pertinentes y otros de aseo y con su mano derecha toma el té algo menos calentito. Con la otra mano disponible mueve las hojas del periódico matutino, gira unas hojas sin leer, solo mira las fotografías, lee algunos artículos por los titulares y bosteza por segunda vez. Las páginas pasan y no se detiene en ninguna hasta llegar a la central. Paz, del latín Pax, definida como un estado de quietud o tranquilidad. En derecho internacional es un convenio o tratado por el cual se pone fin a una guerra. Para el antiguo testamento (usado como Shalom) era un saludo referenciado a un bienestar material y del espíritu, “que la paz esté contigo” (cf. Gn 29, 6), en este sentido no se opone a la guerra. El nuevo testamento reivindica lo anterior y además atribuye (bajo la influencia Griega) una ausencia de enemigos o contrariedades. Con Cristo sin embargo, se habla de una verdadera paz de unión entre todos, sean estos judíos o gentiles. Su rostro se deforma, caen sys facciones, le pesa la gravedad, parece en medio de un océano bajo veintiún atmósferas (lease Pascal P=pgh). Sus pómulos bajan a la vez que abre su boca sin emitir sonidos ni soltar el aire de sus pulmones… la taza cae, en su quietud física y mental olvida que es lo que sostiene, en su trayecto el líquido la quema, volviendo a marcar su piel, esta vez algo más maltratada, no le importa… Suelta tras otros 426
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segundos el periódico… sus manos se unen y tapan su boca, ojos, elevando sus cejas al cielo, pestañea, cierra, aprieta con una presión odiosa y revolea los ojos al éter limpio de gases… Sus oídos capan el ambiente de forma magistral, el pasto repiquetea suevamente mientras que la brisa agita las hojas y un papel se arrastra por la sala, oye una pisaditas de lagartija... la quietud trae tormentas impredecibles... Arroja un alarido nunca antes emitido por su cuerpo… cae de rodillas, las tablas resuenan y de la copa del árbol escapan nueve palomas blancas y sin olivos en sus picos... llora soltando bramidos de dolor que provienen de lo más profundo de su supuesta alma… sus lágrimas modifican el titular, su mucosa cae con una mínima atracción sobre la foto, golpea bruscamente la medera y lleva consigo un trozo de papel mojado. Maldice, gruñe y brama hasta razgar sus cuerdas, niega, sacude sus pies y limpia sus ojos como puede mientras aparecen una a una las letras que componen la noticia. “El gran escritor y premio Nobel Francés muere por causas inexplicables, luego de treinta y tres días de progresiva agonía, en el apartado una nota podremos conocer los datos de la enfermera que lo ha cuidado durante el tiempo final”… Carla no se explica lo que siente…una roca obstruye su garganta… el estómago está a punto de explotar…tiene calor en las mejillas…en los ojos… sus pupilas se abren y cierran…. Le duele la cabeza, había olvidado lo que era sentir punzadas de jeringa en su corteza cerebral… la mucosidad tapa su trayecto nasal hasta arrebatarle el aire de la nariz… le 427
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duele todo el cuerpo.”El recién galardonado por su labor humanitaria en el proceso de paz de las colonias francesas en Guyanés, Martinica, Guadalupe y Reunión, su aporte le ha valido la mayor distinción” Los caballos corren en las cercas construidas por ella misma durante dos inviernos y tres veranos sin vacaciones, arrastran cuerdas y golpean las verjas enloquecidos… el sol se encuentra en lo alto del cielo sin inmutarse, sigue esperando a la tierra para quemar todo su trabajo en de miles de millones de años. Se reincorpora pero no deja de lagrimear mientras abre la puerta. No tiene la ropa de todos los días, no tiene casi ropa, camina por el pasto descalza solo para sentir algo de frío matinal. Acelera el paso hasta lograr correr, se dirige al océano, su rostro y facciones se mantienen duras a pesar del constante movimiento de la corrida, se agita como nunca. Al llegar se rinde en la arena fría que mantiene la temperatura de la noche anterior, nada se iguala, ni el pasto, ni nada, el masaje y la sensación húmeda le reviven los momentos más críticos de su vida, donde Lupho el ser más increíble de todos los supervivientes la amaba a su manera, dedicándole su trabajo en vida, suelta arena en su nombre, rocía emulando el polvo de sus cenizas y reza a su gusto. Al centarse se deja inundar por el abrazo saado del mar. Concentrada busca palabras y poesías, recuerda una noche de jóvenes, cuando Lupho era un ser extravagante pero no un fóbico empedernido.
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-¿Qué miras mi amor?_ le pregunta, el rostro de Lupho está defigurado por el recuerdo y la foto reciente. -Estoy alejándome de la tierra, ahora mismo estoy lejos de las galaxias, puedo ver nuevos gases, son colores que no podemos distinguir con nuestras siete muestras terrestres, pero créeme es lo más impresionante que he visto jamás. -Tú estás loco Lupho, acaba de pasar un mujer perfecta y tú no te has enterado, otro estaría abrazádome para espiar tal belleza... pero tú, tú... eres tan..._puede sentir los nervios olvidando por una milésima de segundo el espasmo de dolor en su agitadísimo pecho. -¿Qué?, ¿me has oído?, calla, haz silencio, ¿lo oyes? -No, ¿qué se supone que hay? -La materia está circulando por tu cuerpo, la radiación, hay mucha energía invisible allí fuera, cuando nos equipemos realmente podremos evacuar esta pecera giratoria. Ya verás Carla como alimento al mundo de nuevas ideas. Las olas rompen muy cerca, mojan sus pies, vuelve y su pano posa en su pecho, todavía siente el calor de su beso en el rosario. El oleaje continuo incesante se transforma en una tema binaural, la paz se ha ido por unos momentos, ahora su alma es vacío. Carla suspira y abre sus extremidades a los laterales, recibiendo el nuevo día como un cambio fundamental, se hace estrella para que desde el universo pueda ver su saludo. -¡Mamá!, ¿Qué estás haciendo?, he visto el desorden allí fuera, ¿mamá, que ha pasado?, ¿qué tienes? 429
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Continúa, ahora suma su sonrisa. Lilén nota que algo no va bien, su madre está fuera de sí susurrando mientras agita sus piernas y brazos. -Hija mía… Lilén, tu padre, es tu padre, ha… no puedo creerlo… mi niña… ven aquí, siéntate conmigo… -¿Qué ha pasado mamá?, me preocupas, ¿qué tienes?... ¿mi padre qué tiene?, no te entiendo… me estás poniendo muy nerviosa… ¿mamá?_Carla hecha a llorar desconsoladamente, su niña la toma de un brazo la abraza, y juntas se mantienen durante unos minutos. -¿Giovanni?... no es mi papá, es como si lo fuera…lo quiero pero sé muy bien quién es. ¿Le ha pasado algo? -No, mira, no sabes muy bien quién es quién, tienes que ser una buena chica y escucharme muy bien… -Bueno_ contesta sin comprender aún a Carla.-¿Has estado bebiendo? -¡No!, calla por favor, no sé como decirlo, mira... desde que terminaron los estudios por tu enfermedad… ¿recuerdas cuando Giovanni dijo que ya podías venir a casa?… en esos momentos eras muy pequeña y yo... -Madre, a mí me hablas bien, ya no soy esa pequeña, confía en mi. ¡Por favor habla de una puta vez! -¡Claro, lo siento, sí!… eran momentos muy dramáticos, todo comenzaba a tener algún sentido en mi vida, tú salías del pozo y tu mejoría me abrió puertas, fuerzas, yo, desde aquí con mucho esfuerzo compré los caballos, y le pedí a Giovanni que te de un tiempo más para que yo hiciera el dinero necesario para criarte. En esos años me ocupé de olvidarme del amor, solo pensé en ti hija, (habla llorando, no se contiene)... cuando tuve todo en 430
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orden Giovanni te trajo e intentó algo conmigo, duró un suspiro, ese desengaño tapó al anterior, ¡tú le llamabas papá aunque no lo recuerdes!, ¿me entiendes?, no sabías como decirte que no, esa noche, ¿recuerdas?, tú me pediste que te diga la verdad, seguías siendo una niña, como yo, una necia e independiente comunista por naturaleza... hija ese día te dije la verdad pero no obvié otra. -¿Quien es mi papá?_ pregunta Lilén enfurecida, repleta de preguntas. -Tu papá se llamaba Lupho hija, Lupho... -¿Cómo?, no puede ser cierto… ¿¡qué!?... dime que me mientes, ¡vamos escupe la verdad y deja las fantasías de lado!, ¿quién es mi padre?, ¿algún hermano tuyo?, ¿eh?, ¿te violaron de pequeña?, ¡suéltalo! -¡Te equivocas!, ¿no me crees?, ¡te digo que tu padre es Lupho y se acabó!... ya está, lo he dicho... lamento no haber tenido el valor mi amor._ el rostro de Carla intenta dejar las lágrimas de lado, sabe que Lilén va a necesitarla. -¡Ese libro lo he leido mil veces!… seguí sus intervenciones, ¡cuando lo premiaron!, ¡mientes!, no puede ser posbile… ¡no entiendo nada!, ¿qué sucede mamá?_ se levanta bruscamente, camina hacia atrás mientras pregunta. -¿Mi libro?, ¿el qué tanto leí?... no te creo..._ se recuesta sobre y forma una estrella en la arena, su madre retoma su saludo universal. -Mi amor, tu padre y yo estuvimos encerrados en Toulouse, en la casa que describe en su novela, todo lo que dice allí es suma verdad, después las historias cambiaron, supuso otro destino, aunque más del 431
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noventa por ciento fue premonitorio, había calculado miles de sucesos que luego se confirmaron, entre otros las crisis de las colonias, mi viaje a Islandia, tus ojos, no sé como explicarte, ese hombre es único… Lo amo hija, no sé por qué fui terca, mi soberbia me alejó de volver a buscarlo, él sabía que pasaría, en aquella casa algunos errores produjeron modificaciones de las que no me arrepiento pero si tuviese la máquina del tiempo, quizás me hubiera moderado algo… lo extraño desde allí hija… -Y santiago Valles, ¿es de verdad?, ¿existe?, ¿el gato? ¿tú eres tú?, claro, no modificó ningún dato de la realidad... _llora como una infanta, se unen, Carla acude a su angustia, la abraza y juntas enfrentan la verdad. El agua acaricia los cuatro pies. -Ayer he terminado de leer los capítulos de la huida por quinta vez… no me entra en la cabeza, ahora puedo verte allí, ¿mi papá?, ¿mi papá esa inmensidad de bondad hecha hombre?_ digiere musosidad, intenta lentamente comprender su realidad, el hecho de que su padre es el autor de su libro preferido y seguido como ejemplo durante tanto tiempo. -Sabía que podía interesarte la historia, era una manera de que conocieras a tu padre y a mi, no hay mentiras. -Pero en la historia el dice que es un gato y cuenta todo en primera persona, luego al marcharse lo dejan morir allí dentro de tristeza, habla de Lupho como alguien muy lejano a ti y a Santiago, lo pone como un demente algo perturbado. -¡Claro!, el adora... adoraba a los felinos, eran su pasión. Él me amaba con locura, eso te lo aseguro, nunca supo
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de tu existencia y la culpa es mía Lilén. En cada página se refleja un deseo reprimido de prolongación. -¿Pero por qué no lo buscaste?, si lo amas por qué me privaste de mi papá… ¡te odio!... ¡aléjate!… Quiero verlo, necesito dinero, ¡quiero hablar con él! -No puede ser mi cielo, lo lamento mucho, hoy… -¿Ha marchado de viaje?, ¡pues quiero ir allí! -No, Lilén, no entiendes, ha... muerto hija._ Lilén intenta digerir la tremenda noticia agitando aún más sus brazos y piernas sobre la arena, la marea sube, Carla solo busca mantenerla cerca para que la entienda, suda. -No, mamá…. mi papá… yo lo amo… no puede ser verdad… ¡no!_ grita y se sienta, mira el cielo y en las nubes, comprende que su padre no podrá conocerla jamás, forma con los gases que llegan dos animales y una forma de libro. -Yo quería conocerlo sin saber que era algo… tengo tantas preguntas para hacerle… no tienes la culpa, eres valiente, lo has contado, ahora puedes abrazarme, lo siento yo, no veo el sufrimiento que tienes._ se conocen, se lastiman y se aman, todo de una sola vez. -¿Cuándo ha sido?_ pregunta solloza sin quitar los ojos de las nubes. -Hoy, me acabo de enterar por el periódico, lo que te ha hecho despertar, no esperaba que algún día sucediese algo así. -¿Dónde lo entierran?, necesito decirle algo antes de que lo entierren, por favor, dime donde lo velarán. -No tengo idea hija, en el periódico de seguro dirá, yo no puedo ir. Igualmente todo el país estará allí, de eso estoy segura. La idea de la libertad renació en Francia y 433
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el mundo a partir de sus deseos de escapar de la casa. Por eso escribió supongo, la novela. Ha logrado cambiar el pensamiento colectivo, nos ha unido, sinceramente la novela no me gustó pero lo que hizo luego fue increíble, su vida fue de novela, ahora será miles quienes fabricarán tonterías, prepárate para la insensatez del mundo rosa._ sonríen cómplices y suspiran a juego.
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76 “Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes darles la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de los caminos.”
Francia
está vestida de negro, el luto envuelve a Europa em un voto de silencio, todos los medios hacen eco de la noticia, el globo se estremece, todos los idiomas rugen en una misma expresión primigenia. El rosáceo del aspecto humilde hoy no tiene la calidez propia de la cuidad, las callejuelas sombrías se inundan de grafittis en su memoria, sus frases recreán una crudeza literaria pocas veces vista. Los arreglos florales fueron hechos por voluntarios, miles de ellos durante la noche agolpados para asistir, desesperados por regalar tiempo de sus vidas por el escritor repartieron rosas. Toulouse es la capital de la novela, el lugar del nacimiento, donde su vida tuvo varios encuentros con la muerte. Franceses, Igleses, Irlandeses, Americanos, Peruanos, Marroquiés, Daneses y alemanes, de todos los rincones del mundo, todos unidos por los rostros de asombro y pesadumbre esperan la llegada de sus restos mortales. Las calles se encuentran repletas, 437.647 habitantes colman carreteras, plazas y parques, sin contar los extranjeros del resto de comunas francesas e internacionales. Sus restos románicos, medievales y
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modernos conviven en un gesto de armonía hostórica, el bullicio no se detiene, da igual si es de noche o de día. Desde el balcón principal del capitolio se pueden ver los caminos franqueados con vallas y vigilantes alejando a lmirones. La única manera de despedir el cuerpo de Lupho es haciendo la interminable cola de miles de admiradores y partidarios políticos. El capitolio y la amplitud de la plaza principal dan un aspecto de grandeza inigualable, cubierta en los tres lados por edificios austeros de ladrillos da junto a la iluminación una imagen única del capitolio y su arquitectura clásica urbana del siglo XVIII. Por televisión solo se puede presenciar la lejanía del centro y las miles de cabezas posando y aguardando el momento para despedir a su héroe. Al terminar la peregrinación se dirigirá a la torre de San Sernín donde sus restos descansaran bajo el altar de la iglesia. Como el cuerpo de Santo Tomás Aquino descansa en el templo de los jacobinos. La construcción es única, en el techo la disposición de aireadas columnas soportan las cargas articuladas de nervaduras, un siglo de adelanto con respecto al orden gótico y sus propuestas serán el ambiente para un renovador de ideas y sueños. Tomada la noche, el cuerpo será trasladado junto a los presentes, luego de la ceremonia a la basílica de San Sernín o San taurino. Durante las trece cuadras de distancia a paso lento y silencioso, el respeto abunda, los ojos lloran y crean barro al paso. … Carla y Lilén montan al último minuto en el avión, este pasa algunas corrientes y tras unas horas de rezos logra 436
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aterrizar sano y salvo en el aeropuerto de Burdeos debido a una falla en el de Toulouse por saturación privada, las familias ricas del mundo acuden de a cientos con sus naces. Luego de viajar en metro, auobús y demás vehículos públicos llegan a la prefieria de la cuidad rosa. Desde la ventana del vehículo rentado divisan un manto negro, como si la hubiesen vestido para la ocasión realmente. Los principales edificios, las plazas, todo se encuentra cubierto por el negro absoluto. Carla no se asombra a diferencia de la conmoción de Lilén. Se acercan y logran entender que parte de la totalidad son personas, no dan crédito a la marea humana en armonía. Entorno = habitantes=visitantes. -Madame, lo siento, no puedo acercarme más, sepa usted disculparme pero debo detenerme._ dice el chofer pasmado por la visual circunstante. -Entiendo, no hay problema, iremos a pie como el resto del mundo, aquí tiene muchas gracias, guarde el cambio por favor._ abona el dinero y descienden del vehículo rápidamente. -Tenemos que apurarnos._ dice Lilén con algo de agitación, su ansiedad se dibuja en el rostro. Pronto se suman a la multitud, pidiendo disculpas a su paso, logran adelantarse en el transito a la iglesia. Carla se pierde en el camino sinuoso, la juventud de su hija y el deseo no le permiten preocuparse por su madre, solo busca a su padre entre la multituda. Lilén sigue sin darse vuelta, quiere despedirlo como el resto, saber de 437
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su apariencia y pedir su legado ante el mundo, le corresponde, pero esos son temas de los adultos, lo cual no le sienta bien, descarta lo último para el futuro. Los cabellos negros, los sombreros, vestidos del color de la noche, hasta el éter ofrece su pésame, en tonos de grises casi negros mantiene fuera de cualquier luz blanca ruidosa y molesta del contexto mortuorio. La niña preadolescente logra llegar hasta el límite, unos hombres de contextura extragrande protegen el ataúd donde reposa plácidamente el gran escritor Francés. -Por favor señor, me deja ver a mi padre, necesito verlo_ intenta que la escuchen, mide medio metro menos que el hombre de seguridad. -Señor, es mi padre el que lleva usted, ¿me deja verlo por favor?_ pregunta encolerizada y con algo de ironía. -No, debe alejarse, señorita, aléjese por favor. El señor no tuvo hijos. -¡Sí!, soy yo la hija, mi madre me lo ha dicho, ella es Carla la esposa de mi papá, ¡déjeme, juro que digo la verdad!, por dios y la virgen tiene que creerme. -Niña debe moverse, está estorbando, haga silencio tenga respeto y deje de mentir, el resto de la gente lo hace. -¡Es que yo no miento!, no entiende, el que está allí es mi papá, ¡mi papá!, no soy terrorista ni periodista, soy una joven, ¿qué puedo hacer?, déjeme. Entiende que no puede acceder de ese modo, gira furiosa, algunos le gritan, insultan, rápidamente busca 438
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un lugar por donde infiltrarse. Siguiendo el giro que da límite (por los guardias) logra dar con el frente, los que caminan y miran hacia delante con sus gafa oscuras, sin mirar hacia abajo. Da cuenta que puede meterse de una vez por el frente de la peregrinación, lo hace, no piensa en las consecuencias, solo quiere verlo. Fiel a sus herencias familiares, mantiene el objetivo claro, como lo hubiese querido su autor de los días, Lupho su amigo y ahora familia. Agotada se apoya contra la valla y toma un respiro intenso, dice algo entre dientes que no se entiende, se hace un poco más pequeña de lo que es y se escabulle en su destino inmediato, Carla mientras se aísla en el cielo. Los guardias no la ven pasar hasta sentir (los dos del frente) en sus piernas un leve temblor, un sacudón en los pantalones, como si algo los hubiese rosado, creen que es un perro, miran los dos juntos hacia abajo sorprendidos, de repente y sin avisos, Lilén se para en seco frente al ataúd con tapa de cristal, inscustaciones de diamantes y decoraciones de oro. Envalentonada por su logro, sube al carro fúnebre sin meditarlo, arrodillada logra tomarse de una manija de oro y erguir su cuerpito para lograr estacionarlo suspendido, solo ella y él, sin futuros ni pasados. -¡Miren!, alguien divisa el movimiento extraño, los guardias detienen la marcha y el carro, la joven frunce el seño, todos la miran como si su tarea fuese una travesura de invierno. -¡Es mi padre!, quiero conocerlo, ¿qué miran?, ¿no me creen?, ¡no me importa una mierda!
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El gentío atónito contempla la escena, el bullicio se crea en insultos, un guardia quiere sacarla, alguien lo frena, el alguien que anteriormente descubrió su existencia. Las cámaras se encienden, cientos de luces rojas flotando aseguran a Lilén. -¡Déjenla, no hará nada!, cree que es su padre. -Pero señor, Lupho no ha tenido hijos, ¿cómo podemos permitir una mentira así?, emitirán esta locura en todo el mundo señor._ lamenta el guardia por lo bajo. -¡No importa, lo hecho hecho está!, dejen a la niña conocer a su héroe, al menos demuestra el fervor que generan sus atributos._ Sus palabras callan y elaboran obediencia. -Han sido una bellas palabras._ agradece admirado por la sensibilidad de su jefe. El guardia de mando hace una seña general, la normalidad pese a algunas quejas de ancianas continúa con la peregrinación, solo restan tres calles hasta la basílica de San Sermín. Parada frente a su padre, el autor de su alegoría ideal. El brillo del vidrio la junta con él, como si la fotografía fuese en una tarde lluviosa disfrutando de un viaje de tranquilidad por el campo. Él, su rostro permanece en la quietud imposible en vida. Lilén coge con sus manos la boca, igual a su madre al punto de llorar, bosteza, se rasca la cabeza, mueve los dedos de sus pies. Observa en el cielo las nuevas formas de las nubes sin quitar sus palmas de los labios.
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El mundo observa, las cámaras no quitan sus objetivos de la escena, el resto de negro noche comienza a creer en la joven. -Mamá me lo dijo… hace muy poco tiempo… no puedo creerlo que haya hechoo esto, esa gente no cree quién soy, mamá me lo contó todo, si esa gente sabe letra a letra la novela sabrá que esto es real, es el final de uno de los personajes… todas las noches pensaba en cómo serías, recortaba trozos de periódicos y dibujaba por las noches los rostros de ellos, ¡tengo una cucha en mi dormitorio para cuando estoy triste!… pensar que te tenía tan cerca mío, ¡soñé mil y una noches con tus personajes!, eres un hombre distinto, hoy has hecho historia, nos separamos solo por un momento, tranquilo como tu decías, la vida es un oasis finito en un desierto frío y energético...te amo, papá, no te olvidaremos jamás._algunas lágrimas corren los rostros del común denominador ferviente. Oye su voz repetirse a lo lejos, algunos susurran, el efecto se prolonga hasta generar un bullicio altisonante. Alguien, ese alguien la agarra por la cintura y la desciende junto al movimiento un aplauso ensordecedor comienza teniendo el final a la entrada de la basílica. Lilén camina de la mano con alguien, no comprende qué es lo que sucede, está desorientada, busca a su madre pero es imposible concentrarse tras las emociones fuertes que acaba de vivir.
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La monumental obra comienza en piedra Romana y termina como toda construcción del siglo XVIII en Toulouse, en ladrillo rojo anaranjado. Dentro, la iglesia compuesta por cinco poderosas y sólidas naves estremece por su hermosura devenida de la divinidad o de un genio constructor predictor del futuro. Colocan el féretro en el altar junto a las majestuosas esculturas de oro. Alguien se acerca, saluda a la joven y da un discurso ante el gentío espectante, eso no le importa a Lilén, irgue su cuerpito y se escapa de la teatralización de la muerte, ya ha hecho lo que deseaba la mochila se ha ido. Corre liviana de peso, no hay trabas ni malos recuerdos falsos sobre su posible padre. Fuera en la marea de fanáticos, entre sus gritos y sollozos, busca a su madre, en la multitud como si las mentes coincidieran se reúnen en la puerta de la basílica. -¡Vamos mamá ha sido fácil encontrarte eres la única que no viste como ellos!, no importa, me faltan cosas, luego con el tiempo reclamo mis cosas_ Carla gesticula sorprendida por las palabras de su hija, no sale del asombro, es una joven muy lista. Se retiran ante el velo negro que cubre la cuidad y los pájaros azules que sobrevuelan la torre de la iglesia rompiendo la barrera del sonido que resuena tardía una y otra vez. -Antes quiero enseñarte algo_ le dice Carla sujetándola.
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-Mamá mira los pájaros azules, ellos estaban siempre… también el día de la huida, lo ha descrito perfectamente. -Si hija, él lo sabía, lo supe cuando una noche de lo dictó dormido… Ambas caminan de la mano hacia donde Carla quiere ir, Lilén se pregunta qué es lo que va a enseñarle su madre. La intriga le gusta, al igual que su padre se come las uñas mientras andan. Entre velos negros se vislumbra el colorado del ladrillo, una puerta y un pedacito de ventana, la mirada de la niña sigue la línea hasta lo alto del techo, donde por sorpresa descubre que no existe tal cubrimiento. -¿Es lo qué yo creo que es?_ pregunta con los ojos cargados de lágrimas detenidas por la angustia sobrante contenida. Son de esas que solemos tener cuando bostezamos por alegría en un recuerdo en conjunto con un amigo, justo ese tipo de orgullo pesa en Lilén, la hija de Lupho el escritor Francés que logró dar nuevos rumbos a la sociedad global con un gesto de cambio. -Es la casa hija, ya sabes, ¡lo que queda de ella!, ¿la vemos juntas?, ven, ¡vamos!, ven hermosa._ determina con la alegría de la madre satisfaciendo a la hija malcriada. -¡Sí! Pisan el primer escalón de la puerta principal, por donde pasaron miles de veces Carla y santiago al salir a hacer las compras una vez por semana, por donde también
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ingresaron el ultimo día el gato y el ratón, trayendo consigo a la milicia. -Todo esto me parece tan familiar, no puede ser, si es como me lo imaginé, mira mamá, la cocina, el comedor donde tú tenías los mismo episodios que yo cuando era niña. -¡Es cierto, lo tienes todo en la mente!_ asiente mientras recuerda cada cuadro en un instante mental, viéndolo todo en una presentización del pasado, en su película sin cortes. Nunca creyó caminar nuevamente la casa y con su hija, continúa con su recorrido de investigación sumida en una exaltación permanente. -¡Las cuchas!... el gato… ¡mamá!... ¡ven rápido!… mira… ¡es el gato blanco y negro del que contaba papá en la novela…. ¿Pero cómo puede ser?... ¿si era él el gato?... no comprendo. -Yo tampoco hija… ¿Cómo pudo saber de su muerte, y la posición, si él ya no estaba? … algo pasó aquí… ¿cómo es posible que nadie dio en la cuenta de eso? -Quizás porque tú solamente sabías que el era el gato que contaba todo_dice la niña no tan niña, meditando sobre el enigma. -La cucha de los suspiros … la de Lupho… no puede ser… todo es tan igual a lo que me imagine… la humedad, ¿por qué no hay? -Si te fijas bien, el techo desapareció, seguramente por la cantidad de humedad en el ambiente hizo que se desgasten los tirantes y demás soportes del techo, aunque los roces de las bombas fueron con seguridad
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las verdaderas culpables._ ahora el aire recorre todos los cuartos y sale nuevamente hacia fuera. El gato, su mirada suspendida en su reflejo se mantiene en la finitud de su organismo, seguramente alguien logro luego del fin de la milicia y su guerra sin sentido, embalsamarlo para mantener su ilusión por algunos siglos más. Dos frases escritas por Santiago se elevan por la cucha vacía del cuarto contiguo. "Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro." “Si conoces las grandes respuestas del universo, no lo digas, enrolla el papiro donde las has escrito y entiérralo a dos metros bajo tierra, donde los muertos no puedan leerlo” Adoraba a Frank el agente de seguros, decía que la metamorfosis era un proceso de su vida trasladado a la magnificencia de las fantasías para que nadie sospeche. Un silencio. Algunos suspiros junto al reconocimiento mental de la realidad y la ilusión en jaque pastor. Solas palpan el color de las manchas de sangre seca, ahora en un naranja ladrillo dibujado por las manchas de suciedad.
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77 Las ventanas sienten el calor hermoso de la mañana y el respiro de no soportar más la noche fría, peligrosa y revuelta de historias trágicas. Allí están, en la cocina, amasando el pan casero con la paciencia del monje, mientras cada una imagina sus recuerdos y habla con su voz interna discutiendo el pasado inmediato, más bien dirigiéndolo entre el té de hierbas silvestres y los trozos de galleta. Santiago no quiere dormir más anda cansado de soñar todo el día, imagina el mundo desmejorado, rodea con sus ojos las paredes que le vieron sufrir, sentado sobre la cama apoya su mentón aguardando lo que en unos momentos será su despedida definitiva. La celda luce como un dormitorio de pobre, tiene fotografías con amigos reclusos, en el baño, en el patio de recreación diario, en el comedor, junto a sus amigos de la cocina. Decenas de libros posan en el anaquel fabricado por él mismo, Allende, Antillano, Sequera, Nerón, Doyle, Moro, Asimov, Osho y unos cientos de otros amigos invisibles. Reparten las rodajas calientes, recién horneadas, el té con su reposo y abren la puerta, van a la galería donde las esperan las sillas y la pequeña mesa. El campo y la 446
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vista del océano es magnifica, el horizonte marca la línea del después invisible, hay manchas que suponen embarcaciones de pesca y recreación. No hay nubes ergo el sol ilumina de forma indiscriminada todas las partes de la casa, incluso los rostros de ellas dos por relejo de la mesa. El guardia amigo abre la celda, intenta decir algo y se detiene, piensa, suspira. -Bueno Santiago es hora señor, todos están esperando para despedirte, quiero que sepas amigo que estoy muy orgulloso de haberte conocido, nadie podría igualarte. Te quiero mucho, cuídate y ¡no vuelvas!_ el abrazo fraternal se funde en otros cientos con amigos, compañeros, guardias, hasta el mismísimo director de la penitenciaria. Su segundo encierro fue una sentencia discutida pero real, Santiago asesino cruelmente para no volver a las calles por años. Duerme tranquilo, ese hombre había matado a tres compañeros, su acto acabó con la mafia interna y muchos cayeron detrás de él, fue un ejemplo que no pudo escapar de la veradera justicia. -Estoy algo agotada mi amor, ¡ayer tuve que luchar con esos caballos!_manifiesta Carla con pesar, luce distinta. -¡Mamá!, es hora que delegues el trabajo, no tienes edad de trabajar, con el dinero que tenemos podrías viajar por el mundo, darte gustos que pospusiste. -¡Sí, claro!, pero todavía no, en un tiempo pensaré en algo para mí. ¿El estudio?, ¿estás preparando la tesis? 447
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-La termine ayer, me siento aliviada, ya no me quedan materias que cursar, lo teórico está hecho. Ahora espero la nota y ojalá, crucemos los dedos ¡así me recibo otra vez! ¿Cómo suena doctora Lilén, cirujana? -Jajaja. ¡Me encanta!, de tu boca suena importante, sin tu ayuda no podría haber donado tanto tiempo para las especialidades, no quiero ser pesada mamá, pero eres una gran mujer, voy a recompensarte en cuanto pueda. -No puedo describirles lo mucho que me hicieron daño en mi primer encarcelamiento injusto, tampoco lo muchísimo que me hicieron bien después al recibirme como un ser de bien… perdonen mi dicción… es que estoy algo nervioso… dejé mi vida aquí, deposité todos mis ahorros mentales para verlos crecer de otra manera, bajo la verdadera justicia que poco a poco está poblando el resto de cárceles de Argentina y nuestro bendito país… compañeros, me llevo gran parte de sus vidas en este músculos que sigue palpitando de caprichoso nomás… sin eso nunca hubiera aguantado la pesadez del tiempo, gracias... gracias... ¡y no voy a volver!, cuando quieran pensar en mi piensen en el agua, al beberla, en las duchas, o admirando el mar cuando salgan de aquí a ser mejores personas. En uno de mis viajes descubrí que el agua es llamada de mil formas distintas, pero una caló hondo en mí, fue especial, es un idioma que desconocen, muy antiguo... en Euskera al agua la llaman “Ura”, allí estaré amigos, según un cantautor "si el hombre es un gesto, el agua 448
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es la historia, si el hombre es recuerdo el agua es memoria" En el comedor algunos están parados sobre las mesas, otros en las sillas, y la totalidad coinciden en aplaudir con una ovación que desborda en lágrimas. Santiago Valles queda en libertad, sus últimos pasos son de dolor, exactamente 13 pasos lo separan de la calle y sus nuevas reglas, a cada paso ascendente mira el por qué de sus acciones, de su suerte. Se perdona así mismo y al mundo, solo quiere vivir un rato más, conocer la evolución, arrastras ideas, sugerir, resolver y alejarse. El sol calienta algo más el techo de la galería, ellas juntas continúan platicando sobre algunas trivialidades mundanas de la vida y sus inesperados sucesos. Lilén cuenta alguna de las peleas con su novio, los planeamientos para el futuro, sueños… todo corre sin tapujos entre ellas, sin mochilas de acero y la tormenta mediática detrás hacen borrón y cuenta nueva. La calle no es la misma, los automóviles dehambulan sin problemas, la gente pasea con sus hijos, nadie parece estar del otro lado de la ventana, no hay tensión. Al cabo de unos miles de metros pasa por el frente de la escuela donde ellos y él eran ultrajados por la maldad del predicador de palabras falsas y gorros gigantescos. La relee la inscripción sobre el trato social y recuerda las palomas sin olivos ahora tienen sentido los colores. Intenta no recordar el resto de sucesos, de alberga entre las sonrisas de unos niños que juegan en el patio. Cruza 449
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la esquina donde se suponía el bar del gallego, hoy ocupada por una pizzería de poca monta con una motocicleta sin pedales estacionada con un letrero. Ya en la playa donde mejor se siente su alma ve como cada ferry al llegar no se encuentra con familiares en huidas o vueltas accidentadas. -Hoy todo es un cartel gigante, la televisión tomó las calles, la publicidad es aberrante, ¿Cómo lo soportan estos?_ piensa mientras paga el boleto directo a Buenos Aires, el poco dinero ahorrado por el trabajo en la cocina está contado y recontado para el viaje de ida. El ferry, la baranda, todo le recuerda como era en esa vuelta donde Mariana aguardaba inquieta su llegada. El Río de la Plata brilla sin cambiar su movimiento, eso es lo que cuenta, sus brillos de metal al sol serpenteando lo estremecen excesivamente. -¿Habrá vivido Martín?, ese pibe era un viejo en un cuerpo enano, ojalá que haya resistido toda la mierda de esos hijos de puta. Si vivís Martín, yo Santiago Valles te deseo lo mejor, no hay tiempo para arrepentimientos, nos diste felicidad, jugamos a ser papás con vos y eso es el tesoro más grande que me quedó, chau. Luego de caminar y recorrer cada centímetro de la capital, cae en la cuenta de que realmente lo hizo solo para llegar a un lugar de egresos y regresos, sube a un taxi tras caminar por la calle Corrientes contaminado de luces y desbordada de gente frenética por tener algo.
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-Hola, al aeropuerto de ezeiza por favor. -¿Está seguro señor?, es muy caro. -¿Tengo cara de pobre?, sí, quiero ir allá, ¿cuánto me vas a cobrar? -Sesenta y dos pesos, menos no puedo, si fuera mío el taxi si, pero no tengo esa suerte. -Tuteame, soy grande pero tampoco un viejo che. -Está bien, voy por la autopista. -Hacé como quieras, me quiero ir de este país. -Y yo, si tuviera los papeles ya estaría en España, pero no tengo esa suerte, acá la vida está muy jodida, tenés algo y te están mirando para afanarte, ¿me entendés?, vos no sos de acá. -Soy uruguayo, soy de acá pero no, recién salgo de la cárcel, no sé por qué te cuento esto, total me da igual, no voy a buscar trabajo ni casarme. -Mi hermano estuvo, la pasó muy mal en Olmos, murió hace dos años, tuvo suerte que salir entero. -¿No te dije que me tutearas?, sí, me metieron por una locura que hice, pero me trataron muy bien, sabes, mi generación no es como esta, ahora a todos estos les chupa un huevo lo que hacen esos forros de mierda, política, son chorros. -Son los peores, nos dan por atrás y no nos quejamos, después decimos que fuimos potencia, jajaja. Se despiden, una rubia de ojos sinceros le entrega tras el previo pago el billete al sur de Francia, allí tiene que encontrar a su antigua compañera de casa.
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Ya en la noche, pasadas las ocho preparan algo para cenar, una fríe carne y la otra prepara la ensalada y el postre. Hoy se suma a la familia Santino, el futuro marido de Lilén. Entre pavo y helado dialogan como una familia numerosa, a los gritos limpios discuten sobre política e historia, Santinno es historiador y hace honor a su profesión defendiendo lo que expone frente a Carla y su novia, sigue queriendo impresionarlas y esta noche bienagraciada le permite hacerlo sin problemas. -Tienes razón Santino, deberías escribir un artículo, es un tema interesante que la gente debe leer._le propone Carla entre vinos y cigarrillos. -Gracias señora, viniendo de usted es un halago._ con una seña le pide abrir otra botella a su hija. -Lo menos que espero de ti es paciencia cuando lo pasen muy mal y sinceridad cuando todo sea rutinario, recuérdalo conmigo has ganado una nueva madre, ven aquí, ¡hasta borracho eres tímido! Santiago llega a París-Orly, asombrado por el paso del tiempo respira al pasar por el tubo y encontrarse nuevamente pisando suelo Francés. Tiembla y se recupera, allí fuera, detrás del cristal el sol cae lentamente, el flaco inmóvil atesora sus pensamientos mientras un avión levanta vuelo y desaparece. En un salón donde hay muchos teléfonos y algunos árabes sentados comiendo se detiene susurrando las palabras. Marca números, comienza a hacer llamados, uno tras otro, primero a la operadora del país, habla en Francés, luego en italiano, inglés, busca sin cansacio el teléfono 452
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de Carla. Desconfiado termina por llamar a la operadora de Irlanda donde da con dos nombres posibles. Apunta en un papel mugroso el teléfono, suspira, toma aire, mira hacia arriba, hacia abajo, marca nuevamente el teléfono, el pulso le falla, vuelve a marcar. La cena tiene unas vetas políticas al final el café lo suaviza todo, ahora mismo hablan de un asesino serial. -...Descuartizó a la mujer, con sus trozos hizo guisados, carne asada hasta dejarla huesos durante dos semanas, luego volvió polvo lo que quedaba y lo esparció por la calle mientras cainaba. Esperó dos días, entró en un bar con un bidón de gasolina, encapuchado y a los gritos, en la bodega esparció todo y prendió fuego a los camareros las cámaras no pudieron inculparle, tenía tres tickets de compra en la misma hora, ese tipo era un genio encubierto por la enfermedad mental que acusaba. -Hay baches de la humanidad que no podemos descifrar con teorías, el misterio de la evolución se centra en la violencia indemne, escondida bajo la moral. ¿Qué lo ha llevado a depender de la sangre para vivir? -Pues... un añor después sin la policía detrás cometió... Suena el teléfono. -¡Yo atiendo mamá!_suena tres veces… el sonido cala hondo en Carla, su corazón se acelera y no habla. -Hola… sí… ella se encuentra aquí… perdón… ¿con quien tengo el gusto de hablar?... no es posible... sí, perdone, es que, ahora mismo le paso con ella. 453
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-¿Quién es hija?_ pregunta Carla asustada por la cara sin gesto de Lilén. -¡Es Santiago Valles!, no sé desde donde habla, es él, me lo dijo, vamos, qué estoy segura que es él, ¿puedes creerlo mi amor?, justo hoy... la vida es tan rara. -¡No puede ser!, no... -¡Sí, lo es mamá!, está al teléfono esperando a que te decidas a hablar. -¡Está bien, está bien! Se dirige al teléfono que está al cruzar la sala, trastabilla por los nervios. Toma el tubo de plástico blanco, lo mira sin dar crétido a lo que ve, apoya su oído suavemente, aguarda un segundo. Escucha el ruido de la línea. -¿Santiago?, ¿Santiago? -¡Sí Carla soy yo!, ¿te acordás de mí?, vivimos un tiempo en una casa en Toulouse, fue hace tanto tiempo, me imagino que sí te acordás, voy a ser franco, no sé como fue tu vida, estuve lejos de todo desde allí, estoy confundido y algo triste, ahora mismo tengo que pedirte algo, ¿podemos encontrarnos en algún lugar?, necesito decirte algunas cosas. -Sí, sí claro, pero ¿dónde estás ahora? -En París, podríamos encontrarnos en Italia si te parece. -Pero tardaría un día en llegar. -Espero, hay un bar en la playa de Anzio, fijate en el mapa, la playa se encuentra a la salida del puerto, al final. Te espero en la playa, mañana por la mañana, no te preocupes por mí, te espero, ya estoy acostumbrado a esperar. 454
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-Sí, sí claro, pero… bueno. -Por favor, es solo mañana, no es dinero, no temas, sé que después de tanto tiempo es raro, pero si no lo hago ahora me voy a arrepentir. -Bueno mañana estoy allí… ¿pero cómo estás?, ¿te ha pasado algo?, tengo tanto que decirte, es una alegría… (Corta el teléfono, el sonido de la línea la deja muda). -¿Qué pasa Carla?_ pregunta Santino. -¡Ha cortado! -¿¡Que ha dicho!?_ aplaude abrazada a Santiano. -Mañana tengo que estar en Anzio, en una playa. -¿Italia?, jajaja, es increíble, ¡por Dios mamá!, ¡qué alegría! -Eso mismo iba a decirle pero me he quedado con las palabras en la boca jajaja. -Era de esperar de Santiago. ¡Vas a ir!, ¡vístete que ahora mismo te llevamos al aeropuerto. Amor compra un billete en internet mientras ayudo a mi madre. -Ahora mismo, marchando. -Eres un amor Santino, pero no hace falta, es una locura, ¡una completa locura!, ya no estoy para esto. -¿Qué dices?, ahora mismo subes conmigo a elegir la ropa. -¿Pero no les parece raro chicos que llame después de tantos años? -Sí, pero ¿le haces caso al tiempo?, nesecitas esto mamá, este hombre es la clave para que sonrías otra vez, ¡tienes todo!, sonríe, vamos, me parece que un rosa te sentaría muy bien._ mientras habla no hace más que pensar en sus gestos heredados, en la inteligencia, en todo el trabajo bien hecho que la gratifica.-Esa 455
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camiseta tiene estilo, no es tan señorial, te sienta muy bien, ahora este pantalón, no, mejor el blanco, es más suelto, vas a estar más cómodo, una sandalias a juego y mírate al espejo, ¿qué ves? -¡Qué estás loca como tu padre!, no piensas en nada, se te pone algo en la cabeza y mírate, ¡estás más emocionada que yo! -Esto es lo que soñaba para ti, estás genial. 3 AM de la madrugada. En el viaje surgen mil interrogantes acerca de cómo, cuándo, dibuja en la oscuridad de la cabina del avión un rostro envejecido pero alegre. No deja de rememorar los días allí, la juventud le arrebata los años y por un momento se olvida del tiempo, las guerras y los planes, su hija tiene la vida que deseaba, no hay finales oscuros, comprende que es hora de entender el trauma que le atormenta por dentro y del cual no habla desde el cruce fronterizo. Se ha despertado, prefiere aventurarse en el llamado sin estar al dedillo de las posibilidades, lo único que desea es verlo, abrazarlo y ... hasta besarlo, se ruboriza de pensarlo. Anzio, Italia. 7.00hsAM La playa está recién removida y limpiada por los empleados del ayuntamiento corrupto. Todas las noches son iguales, el festejo es total en la costa del mar tirreno, 456
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botellas de todas los tamaños reposan sin mensajes ante el mar. Santiago lleva su bolsita blanca pegada en el abdomen,tiene un resto de dinero y un abrigo. Carla acaba de arribar en el vuelo de las 5 AM, tiene miedo, algo de nervios, incertidumbre, ¿qué iba a contarle?, al repasar rápidamente su vida da en la cuenta de qué no hay nada relevante, solo el trabajo y los caballos, eso a Santiago unos minutos puede entretenerle pero luego, ¿qué? Santiago piensa en Mariana, en su vida, en todo lo que pudo ser y no fue, su repaso es aún más limpio, no quiere hablar del pasado, está vivo y eso significa que el milagro existe. Ella se monta en un bus directo a la costa de Anzio, se entretiene con una pareja besándose. Él se sienta sobre la arena a evadirse frente al mar, respira como si nunca hubiese anidado como una gaviota luminosa esa apertura pulmonar, dialoga internamente, no puedo entender lo que dice, pero puedo asegurar que está cubierto de una paz que desconozco por el momento. Comienza a sentir las cosquillas de la felicidad dentro de los parámetros naturales de libertad rodeada de un manto terrestre viajero. Se rasca la cabeza, hace una mueca con su labio inferior, estornuda, mueve su culo hasta hacer un hueco algo más cómodo y se despereza como un gato, suena su cuello y se queda estancado en el vacío del cielo que suavemente se mezcla entre estrellas y celestes oscuros. La temperatura sigue siendo baja, una brisa lo peina y reza por última vez, aunque su fe se haya extinguido entre cenizas, lo hace por respeto al pensamiento mágico que tanto daño hizo 457
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al escéptico durante siglos. Casi se arrepiente, pero en un momento lúcido de auto crítica logra desprenderse de sus prejuicios y lo hace en nombre de sus compañeros convictos, “Padre que estás en el cielo, bendito sea tu gracias, tus chistes... haz de esos hombres ovejas de ganado limpias...”, repasa otra invención ignorante pero repleta de bondad a la gloria del héroe que revolucionó y murió solo en Bolivia y por la mujer que le devolvió la esperanza que había perdido ante la lluvia de maldad militar e igual de idealista. El bus llega a destino, Carla lo único que hace es apresurarse como una niña en vacaciones, sabe que está esperando solo desde la madrugada. Sus nervios van aumentando a medida que camina por la calle del puerto, son escasos metros los que los separan, repera en los mosquitos flotando en un farol de época. Santiago obnubilado por la belleza del mar siente como quien revive la mirada juiciosa penetrar dentro de sus pensamientos. Carla solo camina recto como si estuviese en una cuerda ante un precipicio de respuestas inentendinbles, no piensa en nada más que en eso, tratar de mantenerse en línea y no caer en la desesperación. Él espontaneamente suelta una sonrisa, un bulto se disfraza figura, la sombra se tiñe de luz para convertirse en una persona real, su mente se aclimata como si nunca se hubiesen separado en la huida, siente estar jugando en las calles de Toulouse una tarde de compras. -No cambió tu manera andar, tu cara, che, pero estás... tu pelo lo tenés perfecto, estás más hermosa de lo que
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recordaba en los cuadros borroneados de mi mente. El tiempo te sienta muy bien. -No puedo creer que estemos aquí, déjame sentarme porque no estoy en mis cabales, creí por momentos que todo había sido un sueño surrealista, que no existías._rompe en espasmos. -Dame un abrazo, solo necesito eso, vení, tenemos todo el tiempo del mundo, yo siempre estuve con vos, no te sientas mal, el círculo puede cerrarse, no quiero traerte tristeza, no es mi intención. -No es eso, no seas tonto, ¿quieres?, es que... Se mantienen tiempo unidos por esa fuerza que dicen singular llámese amor, amistad, o altruismo emocional. Los veraneantes, ciudadanos y turistas del día pueblan con el ritmo de la temperatura la enorme playa. Un leve bullicio se mezcla con el mar, siguen desperdigados, más que nada son parejas sin niños que desean capturar la estrella oscilante en su apogeo matutino. -Tengo tanto que preguntarte, todo este tiempo me sentí tan perdida, fuiste un oasis, pasaron muchas primaveras amigo, quiero hablar como lo he ensayado y no puedo aplicarme, estoy estúpida, pérdoname._ es Carla la que utiliza su lenguaje de tono sutil y enamoradizo. -¡Callate boluda!, ¿vos estás loca?, jajaja, sos tan bonita, sigues igual de dulce, pensaba en eso cuando llegaba acá. Tenés el ángel posando en tus hombros, no pienses tanto, no me importa lo que digas, no te sientas mal por lo que digo. Nuestras palabras sobran Carla, no te podés imaginar lo tanto que pasó por mi puente, ¡cuanto agua contaminada!. Mis tardes tenían mucho de Mariana y de vos. Te eché de menos, te extrañé como 459
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un gorrión mojado tirado a la suerte, busqué Carla, juro que intenté hallarme en paz pero no. La vida me ganó la pelea... a vos te noto limpia, puedo olerte el alma, amiga no tenés pesar, tu mente obstruye un campo, solo uno, elije alimentarlo con mi paz y la de Lupho. Te quiero. -Y yo también... sabes lo de Lupho, supongo. -¿Cómo no voy enterarme?, si todos sabemos de él, se mantuvo vivo dentro mío, en cada segundo que lo leí encontrándome a mi mismo en la locura de la guerra y el horror, ese tipo es un genio, pensar que no supe conocerlo, me arrepiento tanto. Me dio vida en la oscuridad Carla, ese hombre fue otra cosa. -No logro comprender como pudimos huir así, fuimos cobardes. -¿Cagones nosotros?, vos estás loca Carla, ¿todo eso pensabas mientras crecías?, ¿leíste la novela completa de Lupho? -Sí, más de una vez. -Parece ser que lees lo que querés entender, por Dios Carla, ¿esa carga te pesa desde entonces? -Sí, no sé, sí, creo que sí, no voy a mentirte, me sentí muy mal, luego la muerte de Lupho, no saber nada de ti. -Tenías la novela para conocer el futuro, tenés que leerla con tranquilidad, te aseguro que vas a limpiar tu mente. -Voy a hacerlo, pero ahora tenemos de qué hablar. Aunque te parezca lo contrario, la vida se me presentó muy dura, pasé por pruebas que no imaginaba junto a Lupho. Soy madre de una niña especial como su padre. -¿Qué?, ¿Cómo?_ pregunta entre saltos de alegría y duda, el mundo cae sobre sus hombros.
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-¡De Lupho!, tranquilo, ¡qué cara has puesto!, la tuve en Islandia, pase un tiempo largo allí, con un bache que no quiero recordar. -¡No lo puedo creer!, no lo imaginaba, para nada, pará, voy a tomar un poco de aire, me subió la presión de la emoción._ el mundo desaparece de su espalda. -Ni yo al saberla dentro, pero es la luz de mi vida, todos los días agradezco tenerla cerca, verla crecer tan sana normal y sin contracorriente, no como nosotros. -No te lamentes, tu camino tuvo un sentido, fuiste el detonante para Lupho, ese genio despertó al conocerte, donaste al mundo una pieza gigante. Carla mirame, no seas evasiva, ¿sigues así?, ¡mirame!, perdoname, pero no puedo verte así. Sos muy importante, sos una mujer increíble, me hubiese gustado enamorarme de vos, no pasó, ¡pero no me lamento!, cambiá esa carita. El día tiende (por sus pinceladas al agua esparcidas) al gris nublado, el viento corre progresivamente, en el cielo algunas gaviotas surcan el éter en bandadas formando una letra o punta de lanza, la gente comienza a irse de la playa ahuyentados por un pronóstico recitado por los altavoces. Ellos van directo al bar que da frente a la playa, la terraza es magnífica, no tiene desperdicios. Toman café con leche con medialunas (croissant), como le gusta a Santiago, Carla lo acompaña en el capricho. Charlan de sus desencuentros, de la casa, de recuerdos bienaventurados, callan se estudian inmutados por minutos silenciosos, observan la imposible contabilidad del mar y esgrimen palabras de tristeza al recordarlo a
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Lupho. Brindan con lehce, beben, digieren, se ojean y toman de la mano, las de Carla sudan. Santiago comienza a llorar sin aviso, rompe en un llanto que despierta a las miradas medio dormidas de los turistas. -¿Qué ha pasado?, ¿he dicho algo malo?_ pregunta preocupada, desesperada, un infierno abre sus puertas desde el interior del alma de Santiago. -Es que desearía volverlo todo atrás... ya sé, es una estúpidez, ¡pero es mía!, toda la mierda que tragué, quiero pasar mis días con Mariana tomando mate, ¿eso es tanto pedir?... fue mi culpa, no tuve el coraje de callarme, de hacerme un hombre de verdad, ella murió a causa de mis errores Carla, ¿entendés lo qué siento?, vos tenés a tu hija, yo me hice de piedra, y ahora mirame, sigo siendo el mismo sensible de mierda del que te enamoraste por un rato, siempre me sentí tan inferior a Lupho, ese hijo de puta tenía un don, era... y yo soy un fracasado. -No fue así Santiago, no te pongas así, no tienes por qué sufrir, ya está, la política sacó lo peor de nosotros y nos puso en contra de nosotros mismos. Ella dejó la vida porque otros creyeron hacer lo correcto matándote lentamente tus sueños, pero todo sigue de pie, eres el mismo. Creo que hay un cielo para el perdón, allí en el otro lado se van a encontrar, dalo por hecho, pero ahora tienes que vivir, lo poco resta, al menos supervivir, ya eres un héroe para mí. ¿Crees que esperaba esta sorpresa?, te creía muerto, ¡muerto!, pero la vida es así, agradezco que me buscaras al salir. Y quiero que sepas algo, Lupho era un desastre en el noventa por ciento de 462
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la vida, su realidad no era la nuestra, era un ser ausente, carente de emociones, lo odié Santiago, juro que sentí odio, repulsión, pero comprendí que era mi lugar, lo acabo de confirmar, me lo has dicho, fui alguien importante para él, eso determinó que sea quién es para toda esa gente que lo sigue después de muerto, su realidad ahora vive en ellos. Pero tú eres tan fuerte, mira yo tengo un campo muy extenso,tengo unas vistas de película, me encargué durate años de plantar miles de flores y árboles, es maravilloso, he construido mi edén en vida, por si no existe aquello, ¿sabes? -No preciosa, vine para verte, no hay edén en la tierra que me quite el dolor de mis huesos, estás hermosa, me enamoraría, no puedo estar acá, lo lamento. Quiero que sepas algo, grabatelo en esa pequeña cabeza, vine a comprobar tus ojos, todo este viaje fue solo para eso, verte entera allí dentro. -¿Por qué dices eso?, sí yo te ofrezco mi edén para que lo compartamos, Lilén va a marcharse y yo me voy a quedar sola. No voy a dejar pasar esta oportunidad, no pretendo ser Mariana, pero..._su silencio estalla en cristales interiores, flechas orgánicas que la inmovilizan. Santiago recupera la movilidad de su cuerpo, aguarda unos segundos mientras pesteñea para guardar el calor invernal, una palabra se destraba, la determinación no tiene contrarios, debe, puede, debe y quiere, debe, perdón por la repetición pero está aunando fuerzas para decidirse, quiere, quiere y suelta la mano de Carla. Congelado por segundos trapspasa las vetas del iris, cree meterse dentro de ella para expandirse, se acerca 463
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lentamente y choca sus labios con el rosa claro de los de ella, siente su olor impregnarse en su nariz, luego lo recordará, se sostiene en un beso interminable, los turistas no dejan de comer esepectantes. Sus pestañas rozan, abren los ojos y ven el iris completo, limpio, viginal, aclarado y purificado. Se hunden dentro de cada uno, se funden, conspiran para enlazarse en una eternidad hipócrita aunque real. Y suspiran por sí mismos, por el otro, la playa, el milagro de la vida, el azar, las conjeturas malversadas y los ciclos universales. Ahora, ahora señores, en este mismo instante, unidos dejan la nimiedad insignificante para transformarse en nimiedad verdadera y poco soberbia, aceptan el tamaño real entre el sin fin de universos latentes, que es lo más importante. De repente, como el golpe accidental de un tren ante un desprevenido transeúnte Santiago se corre, despega, desune, suelta, desprende, desencola, coge su zapato sucio al sacárselo, le sigue el otro, continúa con la camiseta, se oyen las olas bramar, como si la llamada natural callase al resto de alma impuras por desprecio o por un sobrevalorado amor a la tierra. -¿Qué haces?_ no logra procesar la información, sigue conectada fuera de frecuencias con Santiago, al retomar sus ojos él comprueba sus pupilas dilatadas, se dice por lo bajo una frase hecha y frecuente, aunque no se oye. El pantalón cae sobre madera barnizada, está desnudo, apoya sus manos sobre su cintura, agita su cabeza, cuenta hacia adelante y atrás, el bullicio intenta romper el grito desesperado del agua, algunos gritan, dos 464
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camareros discuten mientras Carla simplemente sonríe, cree que sus locuras no han terminado enjauladas, se cruza de brazos y piernas, mientra suelta carcajadas eleva su rostro una y otra vez con la boca abierta. En la playa no queda nadie, el frío ha tomado protagonismo, las nubes se oscurecen, cubren, ennegrecen, encapotan o eclipsan apagando lentamente la realidad obligando a forzar los músculos oculares. El sol participante escurrido en la muchedumbre aprovecha desde su posición para anaranjar el orbe y embellecerlo sin medidas. El viento, galerna, ciclón, tromba, ventista o aire comienza su labor de temperaturas y rozamiento. Sopla enrareciendo las alamas presentes con temor. El mar se enfurece. Truena a lo lejos con la amistosa luz anaranjada. Carla cambia su rostro por el de angustia, no sabe por qué le ha llegado, estira su mano todo lo que le permite su extremidad, al descender su mirada siguiendo el contorno de las piernas comprueba que el cuerpo tiene marcas recientes y huellas ancianas grabadas como testimonio, aunque los tatuajes inciten a la distracción no pierde detalle. Cientos de grabados gruesos y finos la convierten en una idiota que se queja de la buena vida, tapa su boca con las dos manos, quiere llorar, desaparecer o recluirse. Su pie derecho destrozado y la falta de músculo en las piernas evidencian un sufrimiento inhumano fuera de dimensiones cognoscibles. Santiago salta con una destreza envidiable, Carla en un intento avergonzado, lo roza con la mano para detenerlo, la gracias ya era suficiente, desciende aún más la temperatura. Comienza a correr en dirección a la mar sin miramientos. Ella se 465
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autotranquiliza y preocupa en microsegundos, analiza el entorno, pero no logra discernir lo que sucede allí fuera del cuerpo, con dificultad desciende a la playa cobijándose del viento acuoso con un paño, lo sigue con algo de desconfianza y extrañeza. Santiago corre más fuerte, lo separan metros de la inmensidad primigenia y fecundadora de la vida. Las olas crecen, robustas, hecúleas, recias estallan regando bruma suspendida con sal. Suena como estruendos de bombas rompiendo el sonido, en su mente. Corre y se aleja o acerca. -¡Espera Santiago, puedes hacerte daño!, ¡ya vale, sé que eres valiente!, ¡Santiago!, ¡vuelve aquí ya no eres un niño!_gira su cabeza mientras acelera aún más la velocidad, la energía brota de su esqueleto. La mira entre la bruma, recupera el mar, las gotas penetran en sus ojos, parpadea… cierra sus ojos cual clavadista se lanza al agua a romper la superficie, a atravesarla para llegar al centro de las respuestas… comienza a nadar dotado de un impulso repleto de vigor, energía, potencia, brío y fortaleza. Carla insuficiente corre, colapsando su capacidad, Santiago se pierde y reaparece con la marea. Apoya sus manos en las rodillas cansadas, le duele la espalda, oye los gritos preventivos del gentío detrás. El tifón se apaga por unos instantes de lucidez o control divino. Unos gritos se acercan sus oídos hipersensibles con el viento afónico. -¡El hombre en el desierto!, ¿recuerdas?, ¡estaba muerto, Carla! Le había tocado el palo más corto, ¡por eso lo tiró su amigo del globo!_ la bruma salada es 466
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barrida por un viento contrario al mar, las temperaturas en choque disipan la visibilidad. Santiago se adentra en el compendio de átomos sueltos y iniciaticos, sus músculos se agarrotan por el sobre esfuerzo. Los disparos inundan sus recuerdos, látigos, sonrisas, estallidos y gritos recorren su hogar apagando uno a uno los sentidos. -¿Cómo logró mantener la solución?, ¡Santiago, vete!, ¡no vuelvas!, allí te esperan, ¡te quiero!_ los turistas llegan a socorrerla, la rodean. La mar lo abraza, lo traga y digiere a un hijo recién llegado al nuevo mundo. Es una hormiguita que se apaga lentamente observando el color del agua. Las palomas azules se elevan como pájaros de lata hacia el cielo y se pierden en la oscuridad de las nubes. Carla cae de espaldas en la arena, las sigue mientras desaparecen las últimas, estira sus brazos y piernas, forma una estrella oscilante, los granos de rocas continentales disgregadas y rejuntadas se escurren entre sus dedos enfriando sus manos. Se siente estar frente a un abismo anaranjado, repleta de paz ante el peligro de esa presunta muerte sin avisos. Se ríe a carcajadas limpias, ignorantes y optimistas, sabe que Santiago por fin tendrá su verdadera libertad.
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Epílogo -Santiago te he dicho que no me estés encima, intento concentrarme por favor, de verdad, déja eso ya, calla un poco, vete a mirar algo que te dé tristeza o melancolía, tienes un mundo allí fuera para lamentar. -¿Crees qué por habitar tu cerebro no puedo tener voz ni voto?, ¿quién te crees qué sos?, puedo enojarme mucho y no me jodas que me meto en tu memoria y te armo un quilombo bien gordo como tú, ah no, esa no es gorda ni grande. -¿Por qué me hablas así?, tranquilo, vale, te pido que te quedes calladito un ratito solamente, hay que hablarte como a los niños para que te calmes, es que no puedo escuchar a Carla así, ya sabes como es ella, para que hable es un milagro y no tengo tiempo de sobra hoy. -¡Qué no hable!, yo puedo cantarte lo que quieras, me lo pedís y ya está. Estoy aburrido Elbio entendelo, con tus ojos no puedo hacer nada, estoy cansado de ver lo que inventás, para nada, si te gustara mirar por la ventana, pero no hacés como todo el mundo, sentado frente a una computadora sin sentimientos, el mundo cambió mucho desde que me creaste es madrugada. -¡Qué te calles!, ¿qué te pasa?, no te metas con lo que hago, esas letras son las que te permiten vivir, así que un poco más de respeto amiguito mío.
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-¡Santiago!, dice que te calles, sé más respetuoso, no eras así antes, tranquilo, canta pero bajito así puedo hablar con Elbio, ¿sí?, eres un artísta único, cantas de fondo para que podamos hacer lo nuestro. -Gracias Carla, ¿cómo estás?, fuera del centro universal que nos rodea, quiero saber si estás preparada para afrontar otra vida, quiero que entiendas algo, Santiago está celoso porque eligió morir heroicamente sin medir las consecuencias. -Ya lo sé... ¿yo?, no lo sé, a veces me levanto muy tirada sin ganas de nada, no sé si quiero seguir con esto, fue algo muy bonito pero la tranquilidad suena mejor, Lupho desde que murió no volvió a aparecer, a veces siento que está cerca rondando tus pensamientos pero bueno al menos me queda Santiago y el mundo que nos dejaste tras las guerras. -¿Quieres que cree otro mejor?, ¿repleto de bondad? -De eso nada, ya tengo bastante así, deja, tú sigue con tus novelas, pero es mejor que nos separemos, tenía muchas ganas de decírtelo hace tiempo, ahora es un buen momento para comenzar algo nuevo. Pero eso va a exigirte un reto, ¿podrías olvidarnos en algún rincón oculto de tus peores recuerdos?, no te lamentes, los dos sabemos que tenía que suceder en algún momento, yo no estoy triste, hemos sido compañeros de situaciones muy pero que muy especiales, ¿me entiendes, verdad? -Sí Carla, no esperaba que me salieras con esto, te soy sincero, quería continuar Ura, pero entiendo por lo que estás pasando, no quiero interferir en nada, está claro que es mejor para todos, así puedo...
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-No te apenes Elbio, seguirás, hay millones de personas esperando que las crees, yo he oído hoy al menos una decena de ellas pero te niegas a usarlas y desaparecen en tus memorias desechables. Somos amigos desde hace mucho tiempo, te lo pido desde esas unión que nos hace fuertes, no vamos a olvidarte jamás pero queremos hacer nuestras historias, donde nos deposites no es problema... confío en ti como en mi propia hija, no voy a desdecirme... -Decíselo, ¡decíselo!, tiene que saberlo. -¿Qué dice Santiago? -Es que... -¡Vamos Carla tanta sinceridad y ahora esto! -¡Está bien!... no me gustó nada que me hagas asesinar a alguien, se lo conté a Santiago y pensaba decírtelo pero no me dejas, siempre tienes conceptos más importantes que analizar, llevo más de cinco años así. No es nada, igual con el tiempo se me ha ido pasando. -Pero sí tu no la tiraste, ¡se cayó sola Carla!, su impulso hizo que se destroce en la escalera, tú, ¿tú?, eres incapaz de hacer algo así, a Santiago lo he descubierto pensando en ti de esa forma que sabes. -¿Qué forma, Elbio? -¡Es mentira, no lo escuches!, miente, es un pelotudo, encima mentiroso, qué se calle por favor, no lo aguanto. -¡Déjalo hablar Santiago!, ¡calla! -¡Pero miente! -¡Qué te calles de una vez! -Ya sabes, ¿qué puede pensar un hombre contigo? -Será... pero... ¿por qué no me lo dices Santiago?, Elbio no puede mentir, es su mente, parece que te olvidas, 472
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tantas idas y venidas con tu dictador te ha hecho perder la dignidad. -¡Sos un hijo de puta!, tenés que joderla para que siga con tus novelas baratas, está bien, me voy, me da igual, en algún tiempo van a terminar y Carla va a buscarme. -No lo sé, quizás sea yo quien no quiera seguir con Ura.
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