Unidos

  • November 2019
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Unidos al cielo… al formar un pueblo nuevo Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pe. 2:9) Lo primero que quisiera es desterrar el “síndrome del llanero solitario” por el que algunos parecen que se sienten bien estando completamente solos. Fijémonos que las palabras usadas por Pedro siempre se refieren a una comunidad, no a un individuo. I. la realidad del pueblo que somos El concepto de “adquisición” en el AT. Es muy curioso notar que en hebreo, un lenguaje con pocas palabras, la palabra “adquirir” es la misma que “ganado”. Este texto nos dice que somos un pueblo adquirido, “ganado” por Dios para sí. De hecho, esta idea no es original del NT, ya que Pedro está citando Éxodo 19:2-6:

2 2 Partieron de Refidim y llegaron al desierto de Sinaí, e Israel acampó allí en el desierto frente al monte. 3 Entonces Moisés subió para encontrarse con Dios, y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: --Así dirás a la casa de Jacob y anunciarás a los hijos de Israel: 4 "Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he levantado a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a mí. 5 Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, 6 y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa." Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. El capítulo 19 del libro del Exodo nos presenta la preparación a la primera gran alianza, establecida por Dios con su pueblo en el Sinaí. En esta alianza, Dios se auto presenta ante el pueblo que El se ha escogido como heredad. Antes de plantearse los términos de la alianza, Dios hace consciente a su pueblo de su elección y le dice a Moisés que les recuerde su acción liberadora: cómo los ha sacado con mano fuerte y brazo extendido de la esclavitud

3 en Egipto (v.4). Esta acción liberadora es recibida no por méritos propios, sino por el amor misericordioso de Dios hacia su pueblo. Y el Señor les recuerda que, si de veras escuchan su voz, serán para Él “mi especial tesoro”. En el original, otra vez debido a la parquedad del hebreo, el Señor les llama su “especial ganado”. Para un pueblo nómada como era entonces Israel el ganado era una gran riqueza, una especial posesión (es curioso recordar que los israelitas se marcharon de Egipto con sus ganados). Eso es lo que les está diciendo el Señor; son su ganado, su especial posesión. Y ciertamente, en nuestro lenguaje, ellos fueron ganados para el Señor, fueron arrebatados, sacados de la esclavitud por el Señor. Y el pueblo de Israel mantuvo este lenguaje ganadero: Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. (Sal. 100:3) Y usa también la imagen del pastor que cuida de su majada, de su ganado. ¡El Señor está cuidando, protegiendo su tesoro, su inversión! Me encanta pensar que el Señor invierte en mí y en ti, hermano. Así demuestra que somos un especial tesoro para Él.

4 Ahora bien, el pacto establecido entre Dios y su pueblo en la alianza sinaítica exige a Israel tres compromisos o condiciones para mantener la palabra dada. •

El pueblo debe ser consciente del sentido de su pertenencia a Dios (v.5). Pertenencia que se establece en una relación permanente con Dios. Estar en su presencia significa dejarse llenar de su amor que lo irradia todo, que lo cambia todo. Sentir que su vida, sus acciones y todo su existir no le pertenecen porque son propiedad total de Dios; y de esta manera toda la orientación de la vida se debe construir solamente en la única perspectiva de agradar a Dios.



La fidelidad del pueblo con Dios (v.6). El pueblo debe tener una actitud de escucha, de entrega y obediencia para estar en gracia con su Dios y ser su propiedad personal. Ser fiel a la alianza es obedecer las normas y mandatos que Dios ha establecido a través de Moisés.



El llamado a vivir en santidad. "Serán para mí un pueblo de sacerdotes y una nación santa": consagrarse a su Dios y ser testimonio de su presencia el mundo. El Señor se ha revelado a Israel, haciéndolo objeto de su especial predilección, pero esta elección implica exigencia,

5 consagración: testificar de Dios y ser bendición para todos los pueblos. II. las relaciones externas Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia. (v.10) Nosotros que hemos experimentado la misericordia de Dios en nuestras propias vidas y que somos conscientes de ello, ¡somos los primeros que hemos de mostrar la misericordia hacia los demás! Ya hemos explicado en otras ocasiones lo que significa misericordia: sentir dolor en el corazón (en las entrañas según el pensamiento judío) al ver la miseria de los demás (misere, cardía). Así actuó Dios en Cristo al ver la miseria de nuestra vida: le dolió el corazón y se humanó para hacerse palpable al hombre. Así actuó Jesús mientras estuvo en esta tierra y así actúa Cristo ahora a través de nosotros. Y esto no es una obligación. Es algo entrañable, que sale de lo profundo de nuestro ser de una forma natural, especialmente ahora que Cristo es nuestra vida.

6 Aquí desearía hacer una distinción. No es lo mismo sentir lástima que sentir compasión. El Señor Jesús jamás sintió lástima al ver la necesidad de las personas que lo rodeaban pero sí compasión. Lástima es sentir pena, es ver al otro como un desgraciado, como algo sin solución; compasión es “ser movido en las entrañas” es que algo se mueve en tu interior y que hace reaccionar “con pasión”, es decir, con amor. Así es como actuó el Señor Jesús. Por eso hablamos de identificarse con los problemas de los demás, de compadecerse con (dicho de otro modo, padecer, sufrir con) ellos y ayudarles en toda forma posible. III. Las relaciones internas Las relaciones internas en este nuevo pueblo también son diferentes, han de ser diferentes: 12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y

7 sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (Col. 3:12-14) Es significativo darse cuenta de que Pablo está hablando aquí de virtudes que tienen que ver con las relaciones personales, especialmente dentro de la iglesia. No se mencionan virtudes tales como la eficacia, la inteligencia, la laboriosidad, etc. Y no es que esto carezca de importancia, sino que son las virtudes cristianas las que dominan las relaciones humanas y les dan un nuevo sentido. Podemos estar toda la vida intentando ser buenas personas, mejorar nuestras relaciones, actuar como debemos, para darnos cuenta de que por mucho que nos esforcemos no podemos conseguirlo. Por eso es tan interesante la imagen que usa aquí Pablo: habla de despojarse, desvestirse de lo viejo, para vestirse con lo nuevo. Otra vez aparece la imagen de la palabra hebrea “labash” que ya comentamos hace unas semanas. Y es muy interesante notar esta idea de Pablo: no se trata de esforzarse, sino de dejar que Cristo se revista de nosotros para mostrar así al mundo sus virtudes y no las nuestras. Pero por encima de todas estas cosas “vestíos del amor que es el vínculo perfecto”. ¡Qué interesante lo que afirma Pablo aquí! Cuando la situación se hace casi insoportable, cuando la cerrazón de los demás

8 es demasiado grande como para soportarla, cuando la ineptitud acampa a sus anchas, cuando cada uno hace lo que le da la gana, entonces es cuando es necesario con mayor motivo el amor. Sin el amor nada somos (1Co. 13). Esto se consigue en la iglesia por medio de la unidad: “unidos en amor”. Literalmente quiere decir que estamos entretejidos o bien compactados. ¿Cuál es el elemento cohesionador en medio de las diferencias que hay entre cada uno de los que formamos la iglesia de Dios? El amor de Dios en nosotros. Solo amándonos de una forma especial podemos impactar al mundo de una forma especial. Este amor es el ligamento que perfecciona, corona y da valor al resto de virtudes cristianas. ¿Habéis probado a hacer una tarta sin huevos? Podéis tener todos los demás ingredientes (harina, sal, azúcar, levadura, ralladura de limón, etc.) pero sin los huevos que den cohesión, no se puede realizar la tarta. Así pasa con el amor que hace posible que el resto de ingredientes tengan valor. • • •

Agradezcamos al Señor la realidad presente: somos Su pueblo. Confesemos que no siempre mostramos Sus virtudes sino las nuestras y así nos va. Supliquemos al Señor que se “vista” de nosotros para poder mostrar su misericordia y amor en el mundo.

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