Un Dia 30 De Diciembre

Un día cotidiano Siempre inicio sentado en mi escritorio, haciendo todas las labores del día. Una tras otra, las actividades se van culminando, consumiendo el día y llenándome de un sin sabor producto de la monotonía. Sin embargo, hay pequeñas y efímeras situaciones que me arranca de mi letargo. Un teléfono suena y el sonido traspasa mi mente de lado a lado, similar a esa primera alarma que nos despierta todas las mañanas y nos pone en estado de alerta. Al levantar la bocina, una suave y cálida voz suena al otro lado, acompañada de un eco, producto de la cercanía de la otra persona al otro lado de la línea. El sonido place mi alma como el murmullo de las olas rompiendo en la costa. En la mayoría de los casos la articulación de las palabras de mi interlocutora carece de sentido frente a lo que deseo o espero escuchar. Suelto la bocina y el sonido se mezcla entre los múltiples sonidos del sitio; varios teclados con las secuencias de golpeteos en su teclas, pasos de personas que transitan por el corredor, cajones y gavetas que se abren o cierran, el tintinar de algunos vasos o cubiertos en la cocina contigua y bisbiseos de algunas personas sumidas en una plática. Debo abandonar mi posición, por tanto, me levando lentamente y me incorporo a la nueva posición de pie. Giro despacio y sin más, me dirijo a las escaleras que dan acceso al piso superior. Desde el primer peldaño comienza a embriagarme una sensación de euforia, como si cada parte de mi cuerpo se fuera excitando por la sola idea de avanzar por cada uno de los escalones. Un sensación surge desde lo mas profundo de mi ser, como un burbujeo que agita hasta el último átomo de mi cuerpo. Comienza mi asenso por las escaleras y en cada uno de los peldaños, las sensaciones aumenta hasta tal punto que podrían desbordar mil alma matándome por una sobre dosis de éxtasis. A la mitad de mi recorrido, preciso girar para continuar sobre las escaleras. En ese preciso momento, el tiempo se deforma y transcurriendo lentamente. Tengo que sujetarme del pasamanos, ya que parecieran faltarme y falsearme las piernas. La respiración se me detiene en un eterno ahogo y el corazón golpea mi pecho como si quisiera escapar de él. !Ahí esta¡ Una chica de tez blanca con algunas tenues salpicaduras marrones, tornando la visión en un cielo estrellado, una figura delgada y delicada, unos ojos claros de un color impreciso cambiante entre marrón y verde, unos labios de un rojo pálido semejantes a unas gotas de sangre sobre nieve en una noche de invierno, una sonrisa que entre su comisura revela unos dientes blancos y una prolija cabellera oscura. Una luz emerge detrás de ellas escurriéndose entre las nubes, entre los arboles, entre las persianas como si aquel espacio si hubiese confabulado para darle un aire mágico a aquella chica. Sólo una duda me asalta, clavándose en mi pecho como un hierro al rojo vivo ¿podría un beso de ella, sentenciarme a un perpetuo universo onírico desenfrenado en deseos? Continúo mi recorrido acercándome más y más a ella. La realidad se torna confusa transfigurándose en un sueño. Sin embargo, ella permanece ahí, inmutable, con la mirada clavada sobre la pantalla que emana una estela de luz blanca sobre su rostro. Su labor continua sin reparar en mi presencia hasta el punto en el cual estoy tan cerca, que no percatarse de mi, revelaría un deseo de prescindir de mi a propósito. Se gira rápidamente con las misma expresión del calma en su rostro sin el mas mínimo rastro de emoción, haciéndome dudar de mi existencia. Tal vez morí en el asenso por las escaleras y su mirada me traspasa como a un cumulo de aire enrarecido. No obstante, ella se aproxima a mi y mediante un serie de palabras que no tienen sentido e importancia para mi, me entrega unos documentos y procede a incorporándose ágilmente a su escritorio y labores. Finalmente, y sin más, la aventura termina e inicia mi descenso a lo cotidiano.

Lx Mera