¡Oh piadoso, muy alabado seas! Porque me hiciste libre. No me hiciste tinta ni me hiciste libro. Por no hacerme poema. Lejos estoy de ser la letra sin una hoja donde alojarse. ¡Oh misericordioso, justo y bondadoso eres! Porque no me diste soledad por compañera, creaste a los genios que escriben lo que leo y creaste a los sabios que leen lo que escribo. Justo y eternamente alabado, bendito eres oh altísimo.
E.Salvatierra.
Fue entonces pues que la ventana a la vida sin fin presentóseme un día cálido como no lo espera quien cree las perfectas verdades, en una hoja en blanco. Tejí pues la tela de este relato con ideas que brotaron de sus ojos en ese día junto a ella y le he costurado con letras un manto a la medida, como ofrenda a su gracia. Para Lis. Este no es un cuento para irse a dormir, es para despertar.
Era en un pequeño bosque un estanque encantado. Sus aguas no eran menos que el reflejo a las mariposas, los pájaros y el cielo azul de los días en que la magia era un don de los hombres. Hallábase en el lindero del maravilloso bosque un palacio, testigo de los atardeceres y de los juegos de Sian-lin, “Bella al dormir”, la princesa. Tanto en palacio como en el estanque la vida lo llenaba todo, fuera del bosque dentro de ricas paredes y salones con alfombras traídas del lejano oriente nobles caballeros se inclinaban ante el rey, adornados los patios con flores y ricas carrozas de plata y marfil, más aún hermosa que todo enser la princesa. Todo caballero del reino y hombre de armas del rey había de entregar con juramento su vida a Lin y su lealtad al rey su padre y el soberano ataba aquella vida a la espada del valiente presta a la guerra. El santuario del bosque lleno era también de vida, peces azules y tornasol, ranas y tortugas amarillas, ánades y todo ser del cielo y la tierra que admirado por su belleza o elegancia deseaba ser o admirar deseara. Desde su escondite en la orilla lodosa del estanque un sapo, que atrevíase solamente por las noches a salir en busca de su alimento evitando así las burlas de los otros habitantes del estanque, vivía su vida a la sombra de la noche y su vergüenza dentro de un agujero en el lodo. Hubo pues fiesta en palacio, todos los invitados se presentaron de riquísimos vestidos ataviados, cargados de obsequios traídos de tierras allende el mar, los músicos reales tocaban sus más exquisitas melodías y los cocineros trabajaban con afan en las viandas del banquete en honor de los años cumplidos de la princesa y los dieciséis inviernos después de haber venido a ser ella la alegría del rey y de la reina que partió con “el de lo alto” antes de que la princesa abriera por primera vez los ojos. Se sabe que no se sabe nada hasta que se sabe. Fue pues la tristeza invitada personal de Sia-lin a la fiesta y no sabía la princesa ocultar sus penas ni mentir ante su padre. Ordenó el rey silencio en el salón y no se percibía ni el vuelo de una mosca al batir sus alas. -¡Ven hija mía! Dijo el rey, y la princesa caminó desde donde se encontraba al otro lado del salón hacia su padre y toda la gente abrió paso hasta el trono. -Pídemelo y a una de mis señales partirán cien de mis más leales soldados a buscar por toda la tierra lo que más quieras. -Pídemelo y a una señal mi ejército irá a conquistar la tierra de tus sueños. -Pídeme lo que te haga feliz esta noche. -Padre mío, dijo la princesa en un susurro, tu amor es mi más grande tesoro y tu vida mi única felicidad. Tu ejército es poderoso pues tiene sólo soldados valientes y me protegen nobles caballeros, las gentes de mi pueblo me aman porque tu eres justo y podría pedirte todo lo que a tu poder sirva, pero es el caso oh padre que desconozco la razón de mi tristeza. El justo rey veía a su hija con dulzura y respondió: -No aprendiste nunca a decirme una mentira y no sabes fingir ante mí y ante nadie, por eso todos te aman y yo te amo más que todos juntos. Yo soy tu padre, el rey y señor y conozco tu confusión y entiendo que el saber lo que deseas escapa a mi juicio mas no a mi poder. ¡Sea traído ante mí antes de media noche el sabio conocedor de este y todos los misterios! Y cien hombres partieron por todo el reino montando caballos negrísimos como la más obscura noche y veloces cual relámpago del cielo. Pero nada escapa al destino ni a los relatos preconcebidos y como es sabido por los que explican el eter, “toda parte tiene su contraparte”. Así lo bueno siendo tan real como tú fue distinguido por el hombre por su conciencia del mal. -Tu hija busca el conocimiento, arde en deseos por saber, dijo alguien con voz chillona desde una esquina obscura en la que nadie puso la mirada antes de oír la voz. -Ven y explica lo que has dicho, ordenó el rey. Cruzó el salón quien hablara desde la esquina y todas las nobles personas se turbaron ante su presencia. Cubierta de la cabeza a los pies con un manto desteñido y sucio se inclinó ante el rey en profunda reverencia y dejó a los pies del soberano dos botellitas de cristal. –Estos, oh majestad, son los filtros mágicos de la sabiduría y la belleza. La tristeza de tu hija se debe a no tener lo que le permitiría apreciar lo que ya tiene. El filtro de la belleza conserva o hace bella a quien lo ingiera, pero necesita para vivir su felicidad el
beso de un hombre sabio y el de la sabiduría le permitirá entenderlo todo, apreciarlo todo pero sólo te la devolverá un beso a voluntad de quien enamorese de ella. Ambos son capaces de hacerte feliz princesa, siguió la voz, es solo que si siendo bella no eres del todo afortunada te recomendaría que tomaras el de la sabiduría. Y confundiendo el filtro de la sabiduría se hizo bella, para toda la vida. Todo esto ocurría antes de la media noche, faltaban apenas unos momentos para la campana sonar a media noche y abriose la puerta del salón del trono y los hombres del rey entraron escoltando a un joven de aspecto flácido y con los cabellos despeinados. -¿Quién eres tu? Dijo el rey. -Soy el ayudante del maestro, respondió asustado el muchacho. -Bien, bien, continuó el rey. Envié a por tu maestro para que explicara un misterio en mi palacio pero ya ha sido resuelto, terminó el rey, puedes regresar a tu casa y lleva a tu maestro bien. –Mi maestro desapareció hace dos meses y no lo he vuelto a ver, dijo el muchacho… Y viendo fijamente a los pies del rey preguntó. –Majestad, ¿Es acaso frente a vos el filtro de la sabiduría? Y a un tiempo fijó sus ojos en los de la princesa que sonreía bailando con un caballero de la corte. –Mi vida es tuya majestad y el tiempo que dure es del altísimo, pero ambas virtudes están a tu servicio. –¡Explícame sabio aprendiz lo que has dicho! Dijo el rey, y porqué tus preocupaciones. -La belleza y la sabiduría son hijas gemelas de la gracia “del altísimo”. Prudencia y vanidad, sueño y despertar, tu hija será bella hasta su muerte, pero mientras viva dormirá. Y desde entonces entristeció el rey grandemente y desde esa noche su muerte se lloraba por todo el reino. Pero antes de partir a presencia del misericordioso, mandó que llevaran a su hija a un aposento en medio del bosque junto al estanque, para que los espíritus la protegieran en su ausencia. La vida en el estanque continuó. Más que el cerro es el cangrejo, hay que ver quien va más lejos. Pobrecito mi patrón. Facundo Cabral.
La bella del bosque fue entonces la que dormía y no habían plumajes ni colores arcoiris que competir pudiesen con ella. Los príncipes de todos los reinos acudían al bosque y besaban los labios de la princesa, pues leído habían que debía levantarse al beso de un príncipe enamorado. Y de una cueva en el fondo del estanque todas las noches un sapo de piel rugosa y aspecto repelente salía en busca de alimento evitando así las burlas de los más graciosos. Por largo tiempo evitó el recinto de Sia-lin para no verse a si mismo frente a lo más bello del mundo, mas una noche superando su miedo el sapo se presentó a cantarle a la que siempre dormía la historia de su vida. Y decía que era capaz de entenderla, cantaba con su voz insoportable mientras cazaba alguna mosca con su lengua pegajosa. -El noble interés del príncipe que la besa es que ella se levante, pensó el animal, pero estando de pie deseaba estar despierta. Ella no necesita levantarse simplemente, necesita despertar para ser feliz. Así pues que el sapo del cuento resultó ser sabio por obra de un filtro de sabiduría y sin poder recuperar su naturaleza humana sin un beso a voluntad empapado de belleza, cantaba su triste historia a la princesa que debía despertar con el beso de un hombre sabio.