Tu Me Perdonas Yo Lo Perdono

  • November 2019
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PREDICACIÓN: TU ME PERDONAS, YO LE PERDONO. Oremos: Señor y Padre nuestro, te alabamos, te bendecimos, te exaltamos, te damos gracias por Tu maravillosa Palabra. Tu Palabra es Verdad y estamos ante ti hoy para adorarte en espíritu y en verdad. Gracias porque has cambiado ya nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que siente las necesidades, las angustias y el sufrimiento de los demás. Gracias porque nos ayudas cada día más a ver a los otros como Cristo mismo nos vió. Te rogamos, Padre, que perdones nuestras faltas contra ti. Nos arrepentimos de todo corazón de todos nuestros pecados y nuestra transgresión y te damos gracias porque eres un Dios perdonador que nos amas eternamente y que nos limpias de todo pecado. Gracias porque nos ayudas a entender cuan inmenso valor tiene para nuestras vidas el perdón. Gracias por poner en nosotros un corazón perdonador. En el nombre de Jesús, amén y amén. Hoy voy a hablar de algo que es más importante para su vida personalmente, que para ¡la vida de los demás! ¡Sí! Hoy voy a contarles la versión de Dios acerca del perdón, que es abiertamente contraria a la versión de los hombres. Esta no es una predicación sólo para aquellos que están en la situación de víctimas u ofendidos, para aquellos que sufren o han sufrido a causa de una injusticia, una calumnia, una injuria, un acto criminal, una traición de su cónyuge, una agresión, una vejación, una humillación, o, simplemente una burla o un desplante… Esta es una predicación también para aquellos que han infringido dolor a otros. Es decir, esta es una predicación para usted. PASAJE CENTRAL MATEO 18, 23 A 35 RV- “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor

venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”. 1-

PERDONAR ES UNA DECISIÓN MIA Y NO UNA RESPUESTA A UN FAVOR O UNA PETICIÓN DE OTRA PERSONA.

+Sí, el perdón es, sobre todo, una decisión. Decisión que podemos y debemos tomar unilateralmente, guiados por el Espíritu Santo. Decisión que debemos tomar eligiendo entre por lo menos 2 opciones. Creemos que no tenemos la obligación de perdonar y que el perdón sólo puede ser causado en nosotros por una petición o un ruego que hagan las personas que nos han ofendido. Claro que nos fascinaría que la persona que nos ofendió se arrodillara y nos pidiera perdón. A veces ¡casi que lo exigimos! Esto, por supuesto, se debe a nuestro orgullo, a

nuestra arrogancia, ¡a nuestra tendencia de creernos dioses! Nos gusta que la atención se centre sobre nosotros, que el mundo gire alrededor nuestro, aun en esas ocasiones. Pero desde la óptica de Dios es diferente. La causa del perdón es y debe ser solamente el Amor. Así con A MAYÚSCULA, porque hablamos aquí del Amor Ágape que es el amor puesto por Dios en nuestros corazones cuando volvemos a nacer, cuando lo confesamos como Señor y Salvador personal. El mismo dió el ejemplo: Desde la cruz del Calvario, aun azotado y molido por nuestras transgresiones pidió al padre que nos perdonara. Lo hizo por su indescriptible Amor. En este mismo aparte de la Biblia que estudiamos hoy podemos apreciar que el siervo no suplicaba sólo el perdón por la falta cometida sino que prometía PAGAR TODO LO QUE LE DEBÍA AL SEÑOR. Y ¿cuál fue la respuesta de ese señor? ¡PERDONAR TODA LA DEUDA! +La deuda era nada más y nada menos que 10.000 Talentos dice la versión de la Reina Valera. MILES Y MILES DE MONEDAS DE ORO (Dice la NVI). Según el diccionario VINE ello equivalía a 216,000 kilogramos de plata pura. Eso representa ¡un enorme peso encima! Por esto se dice que esa gran deuda, también, significa la imposibilidad del hombre de justificarse o salvarse a sí mismo delante de Dios. Es decir que la regla de Dios aquí es también contraria a la que nos dicta nuestra tradición: Entre más me deban, más tengo que perdonar. El señor de la parábola había podido condonarle los intereses y aun parte del capital. Había podido darle sólo un plazo mucho más cómodo. El siervo, al fin y al cabo, ¡sólo estaba pidiendo un poco de paciencia! Pero no, el señor fue movido por el AMOR de Dios y tomó dos decisiones: soltarle y perdonarle ¡absolutamente todo! Decidió dejarlo libre, no molestarle, no echarle a la cárcel sino por el contrario mandarlo a casa a celebrar con muchas menos deudas de las que usted y yo tenemos ahora.

Aquí no aparece explícito que el señor de la parábola se lo dijo, pero él tuvo en algún momento que declararlo con sus labios y muy seguramente lo habrá hecho de la mejor manera y con un tono de voz amistoso. Es muy importante deducir esto pues no debemos pensar que este acto de decisión puede ser simplemente un pensamiento. No. Vamos requerir decirlo, hablarlo, pronunciarlo, declararlo. Aun en contra del dolor en las entrañas que se siente cuando uno dice “LO PERDONO EN EL NOMBRE DE JESÙS”!. Enseguida, y como siempre después de hacer la declaración de perdón, nos va a quedar un sinsabor, un “no se qué”, un “algo” allí en nuestro pensamiento o en nuestros sentimientos debemos dejar todo en manos de Jesús. Pongamos nuestra declaración, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos al respecto a los pies de su cruz y pidámosle que cargue EL con todo eso. +Si eso es de esa manera, mucho más podremos comprender que entre más debo, más tengo que pedir perdón ¿no? Y eso no hace referencia sólo a mi relación con Mi Dios. Claro, con EL debo tener siempre al día las cuentas e ir a su presencia a pedir perdón cada vez que el Espíritu Santo me muestre que lo he contristado. Pero también tiene que ver con las personas que he ofendido, herido, agraviado, vilipendiado. Aquí sí es mucha más clara la necesidad de hacerlo con nuestra boca. Muchos inmediatamente se preguntan ¿y qué si esa persona a la que he ofendido cambió de País o sencillamente no se puede localizar? No se preocupen si no lo pueden tener en frente de ustedes. En ese caso hágalo ¡aunque sea simulando que está sentado en su sofá! En la mayoría de los casos deberá hacer un esfuerzo mayor para localizarlo y no sacar excusas para no hacerlo. ¿Se necesita ser muy valiente para esto? Pues ¡sí! Pedir perdón es también un acto de valentía. Menos mal que ¡Dios nos ha dado un espíritu de poder de amor y de dominio propio y no de cobardía! (2Timoteo 1, 7) Un amigo me dijo ¿Y si no tengo sofá? Yo le respondí pues compre uno hombre porque ¡un hijo de Dios debe tener todas las comodidades en casa!

Tenga excesivo cuidado, eso sí, con determinadas clases de ofensas y pecados que usted haya cometido, pues en algunos de esos casos le bastará con pedirle perdón a Dios de todo corazón que le perdone. Pídale a EL que le muestre si ese es su caso.

2-

PERDONAR ES UN REMEDIO PARA MÍ Y NO UN FAVOR PARA EL OTRO.

+ Si usted se detiene a analizar en detalle las razones por las cuales no se perdona a alguien que le ha herido, insultado, ofendido, dañado, violado, causado gran pena, va a encontrar por atrás y muy escondido casi siempre detrás del odio, que usted no considera a esa persona digna de su perdón. Sea cual sea el agravio que usted haya recibido, del más grave, hasta el más insignificante, su sentimiento es de desprecio, de menosprecio, de desdén o de odio. Es como si permanentemente le dijéramos como la vieja canción “No vales ni un plomo que yo dispare para matarte”. Creemos que si le perdonamos, ¡lo elevamos a la categoría superior en donde nos encontramos! +Pero NO. ¡El odio, el rencor y la falta de perdón, ¡es un veneno que uno se toma con el deseo de que el otro se muera! La falta de perdón es un peso bestial para cargar, pero que nos resistimos a echar a la basura. ¡ES UN PECADO! SÍ UN PECADO. Reflexionemos sobre estos 3 pasajes de La Palabra de nuestro Dios Altísimo:

Efesios 4, 31 a 32 dice que debemos quitar de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia, y que antes debemos ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a nosotros en Cristo.

Hebreos 12, 14 y 15 nos exhorta a que “Sigamos la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al

Señor”, y a que “miremos bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, nos estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.

Apocalipsis 8, 10 a 11 describe la gran tribulación que tuvo la tierra al abrirse el séptimo sello, cuando se le dan a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios las siete trompetas que ellos hacen sonar una por una trayendo grande desolación y catástrofe sobre la tierra. En el momento en el que el tercer Ángel tocó su trompeta “cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas”. Cuando en nosotros corren ríos de agua viva, estamos felices y hay gozo en nuestro corazón, pero ¡también podemos morir a causa de aguas amargas que pongamos en nuestro interior! +Cuando no perdono echo a otro (que es igual a mi) a la cárcel. “Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda”. Esto le va a sonar extraño y salido de toda normalidad, pero lo diré: No importa el grado de maldad con el que usted califique a su victimario, ¡usted No tiene derecho de ponerlo en una cárcel espiritual! +Cuando mi falta de perdón es manifiesta, es decir que ella se nota, que la gente puede verla, aflijo a otras personas y ¡causo oraciones, suplicas y ruegos al Señor en mi contra! “Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido”.

+Cuando no perdono, no sólo hago enojar a mi Dios sino que ¡yo mismo soy puesto a disposición de los verdugos! “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía”. Verdugos que infieren dolor, que torturan, que secan nuestra vida, que le traen enfermedad y muerte, que la dejan sin esperanza. David decía en el Salmo 31, 9: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo. Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido”. +Cuando no perdono llevo un fardo a cuestas y camino con cadenas. Perdonar No necesariamente significa que tengo que olvidar lo que me hicieron. No necesariamente cesan los sentimientos de cosas feas por el que me agredió. No significa estar de acuerdo con lo que pasó ni aprobarlo. Perdonar No cambia en nada el pasado, ¡PERO SÍ EL FUTURO! +Aquí recuerdo una anécdota que ilustra mucho a que se parecen la amargura y el perdón: Un día dos monjes iban caminando por el campo. Iban camino a otro pueblo para ayudar a traer la cosecha. Mientras caminaban, espiaron a una mujer que estaba sentada en la orilla del río. Ella estaba enojada porque no había un puente, y ella no podía cruzar al otro lado. El primer monje ofreció amablemente, "Si quieres te podemos cargar hasta el otro lado del río". "Gracias" contestó ella, aceptando su ayuda. Así que los dos hombres juntaron sus manos, la levantaron entre los dos y la cargaron hasta el otro lado del río. Cuando llegaron al otro lado, la bajaron y ella siguió su camino. Después de que los monjes caminaron otro tramo, el segundo monje empezó a quejarse. "Mira mi ropa," dijo, "Esta toda sucia por haber cruzado a esa mujer por el río. Y mi espalda todavía me duele por haberla cargado. Siento que se me está acalambrando." El primer monje simplemente sonrió y asintió

con su cabeza. Un poco más adelante, el segundo monje se quejó otra vez, "Mi espalda me duele tanto, y todo es porque tuvimos que cargar a esa loca mujer para cruzar el río! No puedo seguir adelante por el dolor." El primer monje miró a su compañero, que ya estaba tirado en el suelo quejándose y le dijo "¿Te has preguntado porqué yo no me estoy quejando?" "Tu espalda te duele porque todavía estás cargando a la mujer. Pero yo ya la bajé varios metros atrás."Así es como somos muchos de nosotros cuando tratamos con nuestras familias. Somos como el segundo monje que no lo puede dejar ir. Queremos hacerles saber el dolor que todavía sentimos por algo que ellos hicieron en el pasado. Cada vez que podemos se los tratamos de recordar. – Dr. Anthony T. Evans, Guiando a tu familia en un mundo mal aconsejado. +Por todas estas razones es que perdonar debe ser una actividad constante y abundante en mi vida. Una maestra a quien amamos mucho nos enseñó en Chicago que un Cristiano pleno debe ser veloz para Pedir Perdón, veloz para perdonar y veloz para obedecer la Palabra de Dios. El mismo Jesús concluyó en este tema: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. (Mateo 18, 21 a 22) 3-

PERDONANDO SOY YO HAGO SONREIR A DIOS

EL

QUE

Ya vimos como Dios se enoja ante la actitud de falta de perdón por parte nuestra Cuando no perdono muevo a Dios a la Ira. Ahora bien, por simple deducción podemos afirmar que el acto contrario, es decir el de perdonar, alegra al Señor, lo hace sonreír, pues sin duda ve allí un genuino acto de sumisión, consecuencia de un corazón cambiado por su Hermoso Hijo. Es como si usted estuviera al frente de un hijo pequeño suyo, el cual canta perfectamente la canción que usted le ha enseñado o realiza un acto de inteligencia.

Algo que debemos tener en cuenta es que el mismísimo Señor Todopoderoso afirma en Proverbios 23, 16 que “Mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas”. Sus entrañas, su interior, su más íntimo ser se alegra cuando nosotros hablamos de perdón, pronunciamos palabras de perdón. +Así como perdonar es un acto de Amor y una decisión, también es un acto de pura sabiduría, es decir de conocimiento de la Palabra y aplicación práctica de ella. Y ¡cuando los hijos del Dios Altísimo somos sabios, pensamos sabiamente, actuamos sabiamente y hablamos sabiamente EL también se alegra! : “El hijo sabio alegra al padre” (Proverbios 15, 20). “Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, También a mí se me alegrará el corazón” (Prov

23, 15) +Cuando perdono reconozco mis faltas, reconozco que yo también he pecado, he ofendido, he asesinado (Mateo 5, 21 a 22), he hurtado, he hecho cosas horribles en contra de Jesús, pues el pecado antes de ser contra alguna persona es contra Jesús. Y eso también es un acto sabio. Además ¡perdonar es la llave sin la cual Dios no puede perdonarme mis pecados! La Palabra dice en Mateo 6, 14 a 15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Y todos sabemos que nuestro Padre Generoso se complace, siente alegría y gozo perdonando nuestras ofensas. Hermanos, es hora de tomar otra buena decisión en su vida, es hora de decidir ser capaz de cambiar su futuro, es hora de cambiar su futuro, es hora de alabar a nuestro Señor con todo nuestro ser y nuestras acciones, es hora de entender que nuestro dulce Jesús nos puede liberar de todas nuestras cadenas, es hora de entender que como hijo de Dios no debe dejar que le roben su gozo, ¡es hora de perdonar!

Oremos: Padre bondadoso y perdonador: Te doy gracias por esta Palabra de verdad que has grabado en mi corazón, te doy gracias porque ahora entiendo la maravillosa gracia que hay en el perdonar y la alegría que sientes cuando sabiamente decido perdonar a los que me han hecho daño. Declaro en el Nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre, que perdono a …………… y a todos aquellos que me han herido, que me han maldecido, que me han maltratado, que me han golpeado, que se han burlado de mí, que me han ofendido, que con sevicia me han causado dolor. Pido, mi Padre de Amor, que bendigas a cada uno de ellos que perdones su pecado, que los acerques a ti, toques su corazón y los cambies. Dejo en a los pies de tu cruz toda raíz de amargura, todo odio, toda animadversión y todo mal sentimiento hacia ellos. Llevo mis pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo Jesús. Declaro que ningún arma que se forje contra mí prosperará y que toda lengua que se levante contra mí en juicio o en condenación será refutada. Te pido perdón mi adorado Dios por el pecado cometido contra ti y contra………….. Me arrepiento de corazón y te doy gracias por tu perdón. En el Nombre poderoso de Jesús, Amén y Amén.

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