TU BISHVAT AÑO NUEVO DE LOS ÁRBOLES Por Mijael García Está escrito en la Torá: “Y cuando vengan a la tierra (de Canaán) y plantarán todo tipo de árboles...” (Levítico 19: 23). Plantar un árbol es mucho más que una sana diversión, es un mandato divino. Y para afirmar este precepto, la tradición judía instituyó el día 15 del mes de Shvat del calendario judío como la fiesta denominada Rosh ha-Shaná L´Ilanot – Año Nuevo de los Arboles. El Talmud menciona “La Jubilosa Plantación” que acostumbraba hacerse en toda ocasión festiva, principalmente cuando nacía un niño, se plantaba un árbol de cedro, y si nacía una niña, se plantaba un ciprés, y al contraer matrimonio, se tomaba de las ramas de estos árboles para hacer el palio nupcial, que en la tradición judía simboliza el hogar. La Misná (Rosh Hashaná 1: 1) la denomina “Año Nuevo de los Árboles” porque en Israel, ese día, llega a su fin la época fría del invierno con sus precipitaciones pluviales continuas, para dar paso al florecimiento de los árboles y todas las plantas empiezan a cobrar vida. “Tu Bishvat” no tiene ningún vínculo religioso o histórico como la mayoría de las fiestas ordenadas por la Torá o por la Tradición Judía, pero evidencia la íntima fusión del pueblo de Israel con su tierra, y confirma el anuncio hecho por los profetas de que en el Reino de Dios aún el desierto florecerá. En Israel, los niños y los jóvenes en edad escolar gozan el privilegio de hacer reverdecer el desierto plantando un arbolito. Fuera de Israel algunas instituciones educativas hacen lo mismo. En la noche, cuando se inicia la fiesta, hay un Seder, un servicio semejante al de la Cena Pascual, donde se comen frutas y dátiles típicos de Israel, si es posible 15 de ellas. En las Escrituras Hebreas (Biblia, Talmud, Misná, etc.) existen múltiples referencias al árbol, algunas comparándolos con el ser humano, y en otras simbolizando la vida y la dicha. Por ejemplo, en el Génesis, antes de que Dios formara el ser humano, le construyó su hogar, que era nada más, ni nada menos que un jardín. El bien y el mal, y la sabiduría están simbolizados cada uno por un árbol (Génesis 2: 9). El salmista comparó la recompensa por una vida honesta a un árbol: “Y será como árbol plantado junto a arroyos de agua que da
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su fruto a su tiempo y su hoja no cae, y en todo lo que hace prosperará”1; en los escritos sapienciales se dice: “El fruto del justo es árbol de vida”2, y refiriéndose a la Torá, la Ley de Dios dijo: “Ella (la Torá) es árbol de vida para los que la cumplen”3. Y la Misná dice de las buenas acciones: “¿Con qué podemos comparar a uno cuyas obras son más grandes que su sabiduría? A un árbol cuyas ramas son pocas, pero sus raíces son profundas y abundantes”. “...porque según los días de los árboles, serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán de la obra de sus manos” (Deutero-Isaías 65: 22). El profeta nos previene que la vida de un pueblo depende de la vida que le den a sus árboles. El árbol (reino vegetal) es vida para los otros reinos: el humano y el animal. Un hombre sabio, un gobierno justo, una sociedad inteligente, jamás dañará a sus bosques. Estos nunca los cambiará por un puñado de dinero o por una fuerte cuenta bancaria. Los árboles que cubren nuestros explotados bosques, son fuente de salud física, mental, emocional, pero la testarudez de quienes se sienten los dueños de nuestros bosques, están acabando con toda esa riqueza que por desgracia solo la han evaluado en términos de dinero, y se han olvidado que los muertos no necesitan de dinero, sin embargo, los vivos, nosotros, nuestros hijos, respirarán y tendrán vida, tal como lo dice el Naví: “de acuerdo a la vida que le demos a nuestros árboles...” Tres cosas nos encarga nuestra tradición judía: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Para el pueblo judío, la Biblia no es un libro religioso, sino un libro de texto que reúne gran parte de la sabiduría de antaño. Algunas cosas son originales, otras son tomadas de otros pueblos sabios también, que nos enseñan que no existe la dicotomía hombre y naturaleza, sino que el ser humano forma parte de esa naturaleza. Dañar la naturaleza, es como destruir nuestra propia casa, es destruirnos a nosotros mismos. El mensaje de la Biblia Hebrea es que nuestro hogar es, debe ser, un jardín. El libro del Génesis lo describe un jardín lleno de árboles frutales, deleitosos para comer, y dos árboles especiales: el árbol de la vida, y el árbol del bien y del mal. Al haber comido del árbol del bien y del mal, condujo al ser humano a la codicia, y se convirtió en un depredador de la tierra a donde se fue a vivir. Cambió el medio ambiente, y el mundo cada vez más lo ha hecho, como ya es ahora en muchos lugares, inhabitable. La tecnología ha avanzado mucho, y ha hecho mucho bien al ser humano, pero ha hecho mucho mal a la naturaleza. La mayoría de los ríos en el mundo son conductores de desechos, no tan solo humanos, sino de desechos industriales, pero peor aún, desechos tóxicos radioactivos que están causando daños irreversibles. Pero también, al enviar los desechos naturales a los mares, hemos ensuciado nuestras aguas, las hemos convertido en veneno, y a la vez, hemos empobrecido a la tierra. Pero nadie ha pensado en volver a las fosas sépticas, algo tan sencillo que ayudaría a limpiar nuestros ríos, lagos y mares, y a la vez a enriquecer nuestros campos con abonos naturales. Cuando en cierta ocasión preguntamos que es lo que Dios hace ahora con su mundo, mucha gente de inmediato se remitió a dar respuestas apocalípticas. Y tienen razón, pues les han enseñado que la Biblia Hebrea es un libro sagrado, que nos habla únicamente de religión y de salvación de almas. Nada más lejos de la realidad. El profeta de la cautividad babilónica nos dice: 1
Salmo 1: 3 Proverbios 11: 30 3 Proverbios 3: 18 2
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Así dice el Dios YHVH, creador de los cielos y que los expande; que estableció la tierra y su vegetación. Dador de la vida para su pueblo sobre ella, y aire para los que sobre ella caminan4. Es interesante pensar en dos cosas sobre este pasuk. Hasta hace muy poco los científicos dijeron que el universo se sigue extendiendo, que siguen naciendo soles y constelaciones, no tan solo estrellas y planetas, cuando la Biblia Hebrea lo dijo hace miles de años. La otra cosa, es que la tierra está ligada a su vegetación, y con ella, Dios da vida activa a su pueblo, y a la vez aire a los que vivimos sobre este planeta. Por eso, mantener la vegetación de la tierra, es un asunto de vida o muerte. Es una responsabilidad prioritaria de todos los hombres y mujeres que habitamos en este mundo, en las ciudades y en los campos. Los cielos son los cielos para YHVH, y la tierra se le ha dado a los hijos de Adam5. Sí, nuestra responsabilidad no está en los cielos. Nuestra responsabilidad está aquí, en este mundo, en esta vida, aquí en la tierra. La tierra está en nuestras manos, y son nuestras manos las que o destruirán o redimirán a esta tierra. En este Tu BISHVAT, y siempre, sigamos el ejemplo divino narrado por nuestros profetas: extendamos el verdor de la tierra. Sembremos un árbol, al nacer, al morir, por la salud, por la enfermedad, pues un árbol siempre será un símbolo de vida y de sabiduría. El árbol frutal es el único que al igual que el hombre tiene que ser circuncidado para poder comer su fruto6. Es decir, el árbol también hace un pacto con su Creador. En la guerra está prohibido talar un solo árbol frutal incluso para hacer un cerco, pues el árbol no es un enemigo para que se ponga en contra nuestra7. Que Dios nos ilumine para cuidar nuestros árboles, y nos de fuerza para seguir haciendo el divino trabajo de extender lo verde de la tierra. Amén.
SEDER PARA SEMBRAR UN ÁRBOL HASHKIDEYA PORAJAT, VESHEMESH PAZ ZORAJAT, TZIPORIM MEROSH KOL JAG, MEVASEROT ET BO HAJAG: CORO: TU BISHVAT HIGUÍA JAG HAHILANOT// HAARETZ MESHAVAAT HIGUÍA ET LATAAT, KOL EJAD IKAJ LO ETZ, BEETIM NETZA JOTZETZ.
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Isaías 42: 5 Salmos 115: 16 6 Levítico 19: 23 7 Deuteronomio 20: 19 5
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CORO: TU BISHVAT HIGUÍA JAG HAHILANOT// NITA KOL HAR VAGUEVA, MIDAN VEAD BER SHEVA, VEARTZEINU SHUV NIRASH, ERETZ ZIT ITZAR UDAVASH. CORO: TU BISHVAT HIGUÍA JAG HAHILANOT//
Así dice el Dios YHVH, creador de los cielos y que los expande; que estableció la tierra y su vegetación. Dador de la vida para su pueblo, y aire para los que sobre (la tierra) ella caminan. Al plantar el árbol se dice: Baruj atá Adonay Eloheinu melej haOlam, asher kideshanu vemitzvotav vetzivanu lintoa etzim. Bendito seas tu Señor, soberano del universo, el cual nos ha santificado con sus mandamientos y nos ha ordenado plantar árboles.
Después de plantar el árbol se dice:
Baruj atá Adonay Eloheinu melej haOlam, shehejeyanu vekimanu vehiguihanu lazmán hazé. Bendito eres tu Señor Dios nuestro, soberano del universo, que nos ha concedido la vida, nos sostuvo y nos hizo llegar a este momento. Recuerden que toda ceremonia debe ir acompañada de un donativo que lleve el número 18 que es un jay
– vida en hebreo, para cubrir nuestros pecados.
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