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LA MUERTE DE JUAN PABLO I ¿CASO CERRADO?

JENIFER AYALA

PROYECTO DE GRADO

PROFESOR: XXXXXXXXXXXXXXXZXXXX TUTOR TRABAJO DE GRADO

COLEGIO DIOCESANO SAN MIGUEL ARCANGEL ONCE BACHILLER ACADEMICO GARZON 2015

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Nota de aceptación ______________________

______________________ Padre Carlos Arturo Rojas Castillo Rector

______________________ Padre XXXXXXX

______________________ Padre xxxxxxxxx

_______________________ Profesor XXXXXXXXXXXXXX Tutor Trabajo de Grado

Garzón – Huila, xx de Noviembre de 2015 2

Xxxxxxxxxxxx Xxxxxxxx Xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxx

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5. AGRADECIMIENTOS

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6. CONTENIDO

Pág.

5. AGRADECIMIENTO………………………………………………..……………… 4 6. CONTENIDO………………………………………………………………………….5 7. INTRODUCCIÓN …………………………………………………………….….......7 8. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA …………………………………….….…....8 9. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN……………………………….…..….11 10. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN ………………………………………….12 11. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN ………………………….………..13 11.1

El Asesinato Del Papa Juan Pablo I …………………………………..…13

11.2 Las Cloacas Del Vaticano: El Asesinato De Juan Pablo I ……………...………....20 12. MARCO TEÓRICO…………………………………………………………………38 12.1 VIDA Y MISTERIOSA MUERTE DE JUAN PABLO I (ALBINO LUCIANI) ……………………………………………………………...38 12.1.1 Biografía De Albino Luciani (Juan Pablo I) …………………………....38 12.1.2 Pontificado ………………………………………………………………….39 12.1.3 La Extraña Muerte De Juan Pablo I ……………………………………..40 12.1.4 Comunicado Oficial …………………………….………………………….42 12.1.5 Hallazgo Del Cadáver ………………………………………..………….43 12.1.6 Juan Pablo I Estaba Bien …………………………………..……………44 5

12.1.7 Una Dosis Letal ……………………………………………..…………....46 12.1.8 Había Tomado Decisiones Importantes ………………………………48 12.1.9 Estaba En El Camino De La Profecía …………………………………51 12.1.10 Muerte Anunciada ……………………………………………………...52 12.1.11 Caso Abierto ……………………………………………………………55 12.2 33 DÍAS - LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I …….………..56 12.2.1 El Que Entra Papa Sale Cardenal …………………………………….58 12.2.2 Unos Más Iguales Que Otros…………………………………….…….59 12.2.3 La Iglesia De Los Pobres ………………………………………….…..61 12.2.4 El Regreso De La Lista De Los Masones ……………………………63 12.2.5 Un Secreto A Voces……………………………………………………..64 12.2.6 Solo Ante El Peligro …………………………………………….……….68 12.2.7 El Cardenal Arrogante …………………………………………………..69 12.2.8 El Castigo A Los Inicuos ……………………………………………….71 12.2.9 La Muerte Del Papa ……………………………………………….…….73 12.2.10 Albino Luciani, ¿Estás Muerto?» …………………………………….75 13. GLOSARIO O ACLARACIÓN DE TÉRMINOS………………………..78

14 CONCLUSIONES …………………………… 15. ANEXOS …………………………………………………………………89 16. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………….92

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7. INTRODUCCIÓN

El año de 1978 será recordado por mucho tiempo como el año de los tres papas, ya que en este año, murió el papa Pablo VI (Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini) el 6 de Agosto de 1978, el 25 de Agosto inicio un nuevo conclave donde quedo elegido como máximo jerarca de la Iglesia Católica el 26 de Agosto ALBINO LUCIANI, quien se quiso nombrar JUAN PABLO I EN honor a sus predecesores, cuyo papado solo duro 33 días posteriormente sería elegido como patriarca de Roma, el cardenal polaco Karol Wojtila quien quiso llamarse JUAN PABLO II.

JUAN PABLO I será recordado como el papa de la sonrisa sin embargo, muchas otras existen cosas hacen de la vida de este papa más interesante, como por ejemplo todos los movimientos que pretendía realizar dentro del Vaticano, en especial de las personas encargadas de manejar el Banco Vaticano, para muchos estos cambios fueron los que causaron su supuesto asesinato.

De manera extraña el papa JUAN PABLO I fue encontrado muerto en su habitación, y todo lo que sucedió posterior a ello deja muchas inquietudes, como los mismos contradictorios testimonios ofrecidos.

El presente trabajo investigativo arroja información interesante y puntual acerca de los momentos cruciales de la vida y corto pontificado de ALBINO LUCIAN, testimonios de las personas que lo rodeaban e incluso de su médico personal, 8

artículos de publicaciones de la época y contextualización de la situación que se vivía dentro del Vaticano cuando JUAN PABLO I llego al papado.

No se pretende dar un juicio o encontrar un culpable en lo que el Vaticano quiso llamar como una muerte natural, simplemente se ofrece información que llevará al lector a elaborar su propio veredicto.

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8. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

En el año de 1978, un suceso marcó sin duda alguna el trono de San Pedro, es conocido como el año de los tres papas, después de la muerte de Pablo VI, un nuevo conclave se dio lugar, en esta ocasión un carismático cardenal italiano llamado Albino luciani, ocuparía el máximo cargo de la Iglesia católica, quien tomo por nombre para su pontificado Juan Pablo I en honor a San Juan el discípulo amada y san Pablo de tarso, a pesar de su corto tiempo fue conocido como el Papa de la sonrisa, ya que su alegría inundaba a todos aquellas personas que lo rodeaban y tenían la oportunidad de conocerlo.

Lastimosamente esta sonrisa desapareció repentinamente, por su muerte que desató mucha polémica. Fue encontrado muerto en su cama poco antes del amanecer, 33 días después de su elección, con la misma sonrisa dibujada en sus labios.

Según las fuentes oficiales, el papa, de 65 años, murió de un infarto. Aunque esto, junto con declaraciones contradictorias realizadas tras la muerte del papa, ha dado lugar a una serie de teorías conspirativas en torno a ella, lo cual indica que el papa fue envenenado. Sin embargo, varias fuentes acusaron a Cornwell de haber sido contratado por el propio Vaticano para dar esta información falsa, ya que se demostró que Albino Luciani no tenía ninguno de los problemas de salud mencionados ni tomaba medicación alguna, lo que ha dejado numerosas dudas sin resolver sobre la muerte del Sumo Pontífice. En fin los motivos que surgieron previos a la muerte del papa hacen creer a algunas personas que el Papa Juan Pablo I, fue asesinado para impedir que 10

revelara un escándalo masivo en torno al Vaticano, o que fue envenenado por una conspiración secreta de cardenales, en el cual se deduce que dentro del vaticano habría cardenales conservadores que no apoyaban los ideales y propósitos liberales del papa juan pablo I con las personas del mundo y con el vaticano, e incluso hay teorías que plantean que detrás de la muerte de Juan Pablo I esta la kgb.

La verdadera causa de la muerte del papa hoy en día no ha sido esclarecida, lo cual nos hace pensar que el único que se dio cuenta como fueron las cosas y que hará justicia es Dios ya que no se ha podido establecer de forma humana el motivo de la muerte de este gran sucesor de pedro el papa juan pablo I.

Para el Vaticano la muerte de Juan Pablo I es un caso cerrado el 29 de septiembre de 1978, para muchos es un caso abierto, también para el magistrado italiano Pietro Saviotti, de la Fiscalía de Roma. El autor de estas líneas le envió sus dos libros hace un año, ofreciéndole los resultados de su investigación y poniéndose a su disposición. Sin duda, que una de las grandes contradicciones que hay es la explicación que se le dio a las causas del deceso del Pontífice, puesto que jamás se hizo autopsia alguna, se sabe que esta fue prohibida por la Santa Sede, lo que aumentó las especulaciones en torno al supuesto asesinato de Albino Luciani.

Aunque no hay pruebas oficiales que confirmen estas teorías, cada día se alzan voces que exigen mayor transparencia a un Estado independiente que debe representar fielmente a la casa de Dios.

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Para muchos no hay duda que algo extraño ocurrió con Juan Pablo I esa madrugada, y que los responsables de tal trágico evento aún se hallan tejiendo su poder dentro del Vaticano, impidiendo que este tema, a pesar de los años, se esclarezca.

Pero a pesar de todos lo dicho hoy en día seguimos sin saber ¿Cuál fue el motivo de la muerte del papa Juan Pablo I?

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9. JUSTIFICACION

El presente trabajo cuyo tema es la muerte de Juan Pablo I, tiene como finalidad el cuestionamiento del motivo de su muerte, debido a que se han descubierto varias versiones que se contradicen y que hacen generar dudas en el esclarecimiento de su muerte.

Por lo que se consideró relevante para mi proyecto, ya que me ayudo a comprender la difícil situación por la que paso el papa y me genero diversidad de dudas en torno a su muerte ya que el motivo de su muerte es un misterio para el mundo y un secreto que guarda el vaticano dentro de su ciudad amurallada, en el cual desde 1978 la versión dada por el vaticano fue que murió de forma natural, por un infarto producido supuestamente por su arduo trabajo.

Este gran acontecimiento de la historia católica, ha estado plasmado de dudas e inconformidades por parte de las personas hacia al vaticano ya que se sospecha, que el vaticano esconde el verdadero motivo de su muerte y además ha dado caso cerrado a este tema, sin que otras autoridades interviniesen.

El gran interrogante sigue en pie de investigación para algunos ¿Cómo murió jun pablo I’?, este interrogante es el centro de mi investigación y en la cual se pretende conocer un poco de la situación del papa y la posible causa que lo llevo a su muerte. 13

10. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN

10.1 OBJETIVO GENERAL: Indagar sobre las diversas teorías e investigaciones, entrevistas y publicaciones sobre la repentina y extraña muerte del Papa Juan Pablo I (Albino Luciani), para tratar de encontrar los motivos de su muerte.

10.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS: 

Conocer sobre la vida del Papa Juan Pablo I, como era su personalidad y lo que pretendía hacer durante su pontificado.



Ilustrar quienes eran los más cercanos al trono de San Pedro, y cuáles eran sus temores ante los movimientos que pensaba realizar Juan Pablo I



Indagar sobre todo lo sucedido la noche de la muerte de su santidad y sobre los misteriosos acontecimientos de hallazgo del cadáver y el encubrimiento de pistas.

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11. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN.

11.1 EL ASESINATO DEL PAPA JUAN PABLO I (http://www.tldm.org/Spanish/News1/JuanPabloI.htm) “Regresaremos, hija Mía, en la historia, una corta historia, y recordaremos bien lo que ha sucedido en Roma a Juan, el Papa Juan, cuyo reinado duró 33 días. Oh, hija Mía, ahora es historia, pero está puesta en el libro que enumera los desastres para la humanidad. Él recibió el horror y el martirio al tomar de una copa. Fue una copa de champagne que le fue dada por un miembro, ahora fallecido, del clero y de la Secretaría del Estado.” - Nuestra Señora, 21 de Mayo, 1983

Otro libro ha sido escrito sobre la muerte sospechosa del Papa Juan Pablo I, esta vez por un sacerdote español de nombre Padre Jesús López Sáez. Basado en el libro de David Yallop, el Padre Sáez escribe:

Después de casi tres años de investigación, David Yallop escribió en su libro In God's Name (En el Nombre de Dios, 1984), que las circunstancias precisas relacionadas al descubrimiento del cuerpo de Juan Pablo I "elocuentemente demuestran que el Vaticano practicó una campaña de desinformación." El Vaticano dijo una 15

mentira

tras

otra: "Mentiras

acerca

de

pequeñas

cosas,

mentiras acerca de grandes cosas. Todas estas mentiras tenían un único propósito: disfrazar el hecho que Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, había sido asesinado." El Papa Luciani "recibió la hoja de una palma del martirio debido a sus convicciones."

La Hermana Vicenza

La Hermana Vicenza encontró al Papa Juan Pablo I muerto aproximadamente a las 4:45 a.m. el 29 de Septiembre de 1978 y el Secretario de Estado, Cardenal Villot, la obligó a mantenerse silente, imponiéndole un juramento de silencio sobre ella para encubrir todo el asunto. Asimismo, se les prohibió a los secretarios advertirle a cualquier persona sobre los eventos sin la autorización del Cardenal Villot. Una persona fidedigna le comunicó personalmente al Padre Sáez que la Hermana Vicenza había dicho, "Pero el mundo entero tiene que saber la verdad."

La Hermana Vicenza dio dos informes contradictorios acerca del estado en el cual ella primero encontró al Papa Juan Pablo I. Según sus estupefactas palabras a un grupo de sacerdotes franceses esa misma mañana, ella lo había encontrado muerto en su baño" En otro informe (sin duda arreglado por el Cardenal Villot), la Hermana Vicenza indicó que entró al cuarto y encontró al Papa sentado en su cama, "con una expresión de agonía" antes de que muriera. Esta discrepancia es muy importante: si se determinara que la Hermana Vicenza encontró al Santo Padre muerto en el baño, todavía en sus vestimentas papales, esto indicaría que el Papa Juan Pablo I murió poco tiempo después de su "brindis" con el Cardenal Villot la noche del 28 de Septiembre, 1978.

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El Cardenal Villot en las horas que siguieron el asesinato del Papa Juan Pablo I

David Yallop reconstruye las acciones del Cardenal Villot y pinta un cuadro muy sospechoso. Se informa que a las 5 a.m. el Cardenal Villot confirmó la muerte del Santo Padre. Los anteojos del Papa, sus pantuflas y testamento desaparecieron, “ninguno de estos objetos jamás fueron vistos de nuevo." Hay especulación que pudiese haber habido vómito sobre las pantuflas, lo cual al ser examinado hubiese identificado que un veneno fue la causa de su muerte.

El Cardenal Villot (o un ayudante) telefoneó a los embalsamadores y se envió un carro del Vaticano a traerlos. ¡Increíblemente, el carro estaba a la puerta de los embalsamadores a las 5:00 a.m.! Lo que sucedió en la siguiente hora es aún un misterio.

No fue sino hasta las 6:00 a.m. que el Dr. Buzzonati (no el Profesor Fontana, jefe del servicio médico del Vaticano), llegó y confirmó la muerte, sin escribir un acta de defunción. El Dr. Buzzonati atribuyó la muerte a un infarto agudo de miocardio (ataque al corazón).

Cerca de las 6:30 a.m. Villot comenzó a informar la noticia a los cardenales, ¡una hora y media después que los embalsamadores habían llegado! Yallop nota que, para el Cardenal Villot, los embalsamadores tuvieron prioridad ante los cardenales y el jefe del servicio médico del Vaticano.

Ya para las 6 p.m. de esa noche, los Apartamentos Papales se habían lavado, limpiado y pulido totalmente. Yallop escribe que los secretarios empacaron y se llevaron toda la ropa del Papa, "incluyendo sus cartas, notas, libros y un pequeño puño de recuerdos personales...

A las 6:00 p.m. todos los 19 cuartos de los

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Apartamentos Papales habían sido completamente vaciados de cualquier cosa remotamente asociada al Papado de Luciani." Villot hizo los arreglos para que el embalsamiento se hiciera esa noche, un procedimiento tan inusual como ilegal. ¿Por qué el apuro? También se informó que durante el embalsamiento se insistió que nada de sangre fuese drenado del cuerpo, y ninguno de los órganos tampoco debían ser removidos.

Yallop nota

que:

"una pequeña cantidad de sangre hubiese sido más que suficiente para que un científico forense estableciera la presencia de cualquier sustancia venenosa."

Una Coartada Para El Cardenal Villot:

Como el libro En el Nombre de Dios (más de 5 millones de copias han sido vendidas) atrajo la atención mundial, surgió una campaña de desinformación en 1984 para desacreditar las conclusiones de David Yallop. En un artículo noticioso que cita al Padre Giovanni Gennari (en un intento por defender a la Curia en contra de las acusaciones de la investigación periodística de David Yallop), el Padre Gennari declaró: "El predecesor de Juan Pablo II equivocadamente tomó una sobredosis de tranquilizantes... Después de su conversación con el Cardenal Villot, el Papa [Juan Pablo I ] se equivocó con la dosis que debía haber tomado." (Ouest-France, recorte noticioso sin fecha, Julio de 1984) El mismo artículo repite una declaración hecha por el Cardenal Villot en 1978, su coartada: Villot: ”Lo que ocurrió fue un trágico accidente.

El Papa

inadvertidamente se había tomado una sobredosis de su medicina. Si se hubiese hecho una autopsia, obviamente hubiese indicado está fatal sobredosis. Nadie hubiese creído que Su

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Santidad lo había hecho accidentalmente. Algunos alegarían suicidio, otros, asesinato. Se acordó que no habría una autopsia."

Así la coartada del Cardenal Villot

fue que el Papa Pablo I se tomó una

sobredosis de su propio medicamento para presión arterial baja (Effortil). Esta coartada intencionalmente dio lugar para la especulación de suicidio, quitando la atención de la verdadera causa de la muerte de Juan Pablo I: haber sido envenenado por un miembro de la Secretaría de Estado (oficina del Cardenal Villot).

El Papa Juan Pablo I tenía buena salud

Según el Dr. Buzzonati, la causa de muerte del Papa Juan Pablo I fue un ataque al corazón. En cuanto a este supuesto “ataque al corazón,” la sobrina de Juan Pablo I afirmó: “En mi familia casi nadie cree que fue un ataque al corazón lo que mató a mi tío. Él nunca tuvo problemas cardiacos ni una enfermedad de ese tipo.” (San Juan Star, 3 de Octubre, 1978) http://www.thesanjuanstar.com/

Del hermano del Papa Juan Pablo I: “El hermano de Juan Pablo, Edoardo, en una misión comercial en Australia, informó que el Papa había recibido un informe de Buena Salud hacía tres semanas. De niño y de sacerdote joven él tuvo salud frágil, pero no había informe alguno sobre problemas cardiacos.” (San Juan Star, 9 de Octubre, 1978)

De la revista Time (9 de Octubre, 1978):

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A una edad más temprana, una muerte tan súbita hubiese provocado sospechas profundas: “Si éste fuese el tiempo de los Borgias,” dijo un joven maestro en Roma, “habría historias de que Juan Pablo fue envenenado.” Pero el Vaticano contestó que tales alegatos eran “irresponsables.” (San Juan Star, 18 de Octubre, 1978)

Suficiente evidencia para cualquier corte en el mundo

El Padre Sáez escribe en su libro que la cantidad de evidencia es tal que "ningún juez sobre la tierra pudiese ignorarlo." También hace ver que:

"la información y la evidencia que ya poseemos justificaría una seria

indagación

en

cualquier

estado

que

respeta

las

leyes. Ahora, no solo el Vaticano rehúsa llevar a cabo tal indagación, sino que hace exactamente lo contrario: obstruye y reprime cualquier investigación que trata de llegar al fondo de este enigma que rodea la muerte de Juan Pablo I. Este asunto se manifiesta en el rechazo del Vaticano en llevar a cabo una autopsia (si es que, de hecho, no se hizo una) o en la naturaleza clandestina de esta operación (si en realidad sucedió). También se auto revela en la oscuridad que rodea al embalsamamiento, en

la

manera

que

la

información

concerniente

a

las

circunstancias de la muerte y descubrimiento del cuerpo fue manipulada, en el silencio impuesto a la Hermana Vicenza, en la presión impuesta sobre los individuos e instituciones, y en el gran temor de hablar abiertamente sobre todo el asunto. Este temor, sea consciente o inconsciente, especial y profundamente existe en los círculos eclesiásticos." 20

Anteriormente sobre el asesinato del Papa Juan Pablo I, el mensaje de Nuestra Señora de fecha 13 de Septiembre de 1978, advirtió que había un "complot abominable " en contra del Santo Padre, y que el mundo “pronto comprendería" a lo que Ella se refería. Según el Padre Sáez, una reciente encuesta informó que el 30% de los italianos está convencido que Juan Pablo I fue asesinado (unas 15 millones de personas).

El libro del Padre Sáez, Se Pedirá Cuenta, (143 páginas) es publicado por: Orígenes; Plaza del Tuy, 4; 28029 Madrid, España.

"Pero Mis hijos, como Yo lo he manifestado en el pasado y lo repito de nuevo, satanás y sus agentes - la banda del 666 - se ha apoderado de los más altos puestos en la Jerarquía y, por consiguiente, ha capturado a algunos de Nuestra jerarquía, quienes antes eran fieles, para hacer sus hazañas." - Nuestra Señora, 1 de Junio, 1978 “Regresaremos, hija Mía, en la historia, una corta historia, y recordaremos bien lo que ha sucedido en Roma a Juan, el Papa Juan, cuyo reinado duró 33 días. Oh, hija Mía, ahora es historia, pero está puesta en el libro que enumera los desastres para la humanidad. Él recibió el horror y el martirio al tomar de una copa. Fue una copa de champagne que le fue dada por un miembro, ahora fallecido, del clero y de la Secretaría de Estado.” - Nuestra Señora, 21 de Mayo, 1983

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11.2 LAS CLOACAS DEL VATICANO: EL ASESINATO DE JUAN PABLO I (http://www.rafapal.com/?page_id=23)

Un cura español desvela las cloacas del Vaticano

Sin haber llegado a las librerías, el último libro del cura español, Jesús López Sáez ha vendido ya más de dos mil ejemplares. Una exhaustiva investigación de más de una década desvela las interioridades de los últimos 25 años en la casa de Jesucristo en la Tierra. Como reza el título “El día de la cuenta” ha llegado para Juan Pablo II.

En 1978, el Papa Albino Luciani, conocido para la posteridad como Juan Pablo I, muere tras haber ocupado únicamente un mes la silla de Pedro. Una escueta investigación que, oficialmente, excluye la realización de una autopsia, dictamina que la muerte se debió a causas naturales, en concreto, a la delicada salud del Papa; probablemente, olvidó tomarse sus medicinas. En el transcurso de pocos años, morirían Roberto Calvi y Michele Sindona, los “banqueros” del Papa, cuyas conexiones con el Vaticano a través del Banco Ambrosiano serían rumor durante años e inspirarían a Francis Ford Coppola para su tercera entrega de El Padrino. Tres años después, en 1981, el Papa Wojtila, sucesor de Juan Pablo I con el nombre de Juan Pablo II, sufriría un atentado a manos de un turco, Alí Agca, en la Plaza del Vaticano. Todos estos extraños acontecimientos en un corto espacio de tiempo son los que mueven al cura español Jesús López Sáez, por aquel tiempo, responsable de la enseñanza catequética en la Conferencia Episcopal, a comenzar una investigación que correrá paralela a su vida. Como él mismo dice, citando a San Pablo, “mediante la manifestación de la verdad, nos encomendamos a toda conciencia humana delante de Dios”.

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¿Por qué murió Juan Pablo I?

A la luz de los testimonios de sus más allegados colaboradores, Juan Pablo I llegó al Vaticano con una idea en su cabeza: regenerar la Iglesia. A pesar de ser un hombre de apariencia débil, las gentes que le conocieron coinciden en desvelar un carácter mucho más robusto del que, posteriormente, una parte de la Iglesia ha extendido. En 1972, siendo cardenal de la diócesis de Venecia, Albino Luciani despierta a los males de la Iglesia en un encuentro con el poderoso cardenal Marcinkus. El encargado de la administración vaticana había vendido la Banca Católica del Véneto al Banco Ambrosiano de Roberto Calvi sin consultar al obispado de esa región, es decir, el propio Luciani. Cuando llega a Roma preguntando por qué la Iglesia se deshacía de una banca que se dedicaba a ayudar a los más necesitados con préstamos a bajo interés, el entonces sustituto del secretario de estado, Benelli, le cuenta que existe un un plan entre Roberto Calvi, Michele Sindona y Marcinkus para aprovechar el amplio margen de maniobra que tiene el Vaticano: “evasión de impuestos, movimiento legal de acciones”. La reacción de Luciani, recogida en el libro “Con el corazón puesto en Dios: intuiciones proféticas de Juan Pablo I”, es de una enorme decepción: “¿Qué tiene todo esto que ver con la iglesia de los pobres? En nombre de Dios…” preguntó Luciani. Benelli, le interrumpió con un “no, Albino, en nombre del dividendo”.

Mafia y masonería

Unos años antes, a principios de los setenta, un oscuro contable, de nombre Roberto Calvi, comienza una fulgurante ascensión en el mundo de las finanzas italianas de la mano de su benefactor, Michele Sindona, miembro de la logia masónica P2. Fue él quien introduce a Calvi en los círculos vaticanos, 23

concretamente con monseñor Marcinkus, que pasa por ser, sino un integrante de la masonería del Vaticano, uno de sus más firmes aliados. De acuerdo a las investigaciones del proceso mafia-P2, emprendido por la Justicia italiana, el estado Vaticano ejerció durante más de una década como paraíso fiscal, siendo el IOR (Instituto para las Obras de Religión, también llamado Banco Vaticano), aprovechado por la masonería para enviar el dinero a cuentas en Suramérica (sobre todo Argentina) y Centroamérica. Ésta sería la baza que intentaría jugar el General Noriega cuando se vio invadido por su otrora benefactor, Estados Unidos: se refugió en la embajada vaticana de Panamá. Según quedó demostrado en el sumario contra la logia P””, instruido en Italia a principios de los años ochenta, la conexión Banco Ambrosiano-Banco Vaticano fue la puerta a través de la cual Licio Gelli, jefe de la logia masónica P2 y agente secreto norteamericano, entró a formar parte del núcleo de personas influyentes en la Santa Sede. López Sáez hace suya una cita de Pablo VI en relación con estos hechos: “el humo de Satanás entró en la Iglesia”. En esas condiciones, el Papa Luciani, partidario de una reforma profunda de la Iglesia, venía dispuesto a no andarse con contemplaciones. En el libro de Camilo Bassoto “Mi corazón está todavía en Venecia”, se transcriben las siguientes palabras del Papa Luciani: “sé muy bien que no seré yo el que cambie las reglas codificadas desde hace siglos, pero la Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas. Quiero ser el padre, el amigo, el hermano que va como peregrino y misionero a ver a todos, que va a llevar la paz, a confirmar a hijos y a hermanos en la fe, a pedir justicia, a defender a los débiles, a abrazar a los pobres, a los perseguidos, a consolar a los presos, a los exiliados, a los sin patria y a los enfermos”.

Juan Pablo I llega al Vaticano con varias ideas claras, y así se lo comunica nada más ser nombrado al entonces secretario de estado Villot: destituir al cardenal Marcinkus y renovar íntegramente el Banco Vaticano. “Aquella que se

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llama sede de Pedro y que se dice también santa no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financiera s con las de los banqueros…. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica: hemos hecho nuestras las reglas del mundo”, fueron sus palabras al llegar. Según relata Camilo Bassoto, periodista veneciano y amigo personal de Juan Pablo I, “pensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y la mafia, publicar cartas pastorales sobre la mujer en la iglesia y la pobreza en el mundo”. Luciani quería, en definitiva, revisar toda la estructura de la Curia, como relata Coppola en El Padrino III. No es extraño, por tanto, que hombres como Marcinkus no le recibieran de buen grado.

¿Por qué Juan Pablo I?

Contrariamente a los pronósticos de los conocedores de los entresijos vaticanos, el papa Luciani accede al papado en 1978, por encima de un polaco al que, muchos, incluido el propio Luciani, veían como futuro papa. El secretario de estado del vaticano Villot, ya antes de la muerte de Pablo VI había dicho “he encontrado al futuro papa: será el cardenal Wojtyla”. La victoria de Juan Pablo, por aclamación, fue para muchos una señal divina de que algo iba a cambiar: “la elección la ha provocado literalmente el Espíritu Santo (cardenal Suenens); “¡es una pena que no podamos contar lo que hemos vivido! (cardenal Tarancón).

Desde el momento en que accedió al puesto de Pedro, Juan Pablo I hizo constantes predicciones de que su papado sería corto. El obispo John Magee que, en un principio, se dijo fue quien descubrió el cadáver, recuerda en el libro de Cornwell “Un ladrón en la noche: la muerte del Papa Juan Pablo I”: “Estaba constantemente hablando de la muerte, siempre recordándonos que su pontificado iba a durar poco. Siempre diciendo que le iba a suceder el extranjero”.

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El propio Magee, secretario personal de Juan Pablo I, y amigo de Marcinkus, cuenta que, poco antes de morir, el papa le dijo: “Yo me marcharé y el que estaba sentado en la Capilla Sixtina en frente de mí, ocupará mi lugar”. Según parece, Juan Pablo II confirmó a Magee que, en el momento de la elección, él se encontraba casi de frente a Luciani.

Unos días antes de morir el papa, otro suceso luctuoso poco conocido tuvo lugar muy cerca de él. El entonces “número dos” de la iglesia ortodoxa rusa, Nikodim, muere tras tomarse una taza de café en el transcurso de un entrevista con el papa romano. Este no aclarado suceso generó una reacción anticatólica en Rusia tan honda que la herida no ha sido cerrada hasta hace pocos muchos años. El cúmulo de “casualidades” previas a su muerte no se cierra ahí.

Los hermanos Gusso, camareros pontificios y hombres de la confianza del papa, fueron destituidos unos días antes de su fallecimiento, a pesar de la oposición del secretario papal, Diego Lorenzo. Al parecer, también por esos días una persona logró introducirse en los aposentos del papa, dejando en evidencia la falta de seguridad en el Vaticano. Para acabar de redondear todos estas extrañas señales, un médico vaticano comentó al Papa días antes de su muerte que “tenía el corazón destrozado” (el papa no le hizo ningún caso). Tanto Marcinkus como el también cardenal Ugo Poletti, que iban a ser destituidos de sus cargos, hicieron similares comentarios antes de su muerte: “¡Qué barbaridad! ¡Parece agotado!” (El primero); “en la última audiencia que tuve con él, ocho días antes de su muerte, le encontré particularmente angustiado. Me quedó un nudo de dolor y preocupación por su resistencia física, tanto que, cuando me enteré del luctuoso suceso, me sentí dolorido pero no sorprendido” (el segundo).

El periodista italiano, Mino Pecorelli, miembro arrepentido de la logia masónica P2, desde su revista OP, Observatore Político (ligada a los servicios secretos), publica el 12 de septiembre un artículo titulado “La gran logia vaticana” en el que desenmascara la pertenencia a la masonería de cuatro cardenales: 26

Sebastiano Baggio, Salvatore Pappalardo, Ugo Poletti y Jean Villot. En ese número, afirma: “el papa tiene ante sí una difícil tarea y una gran misión. Entretantos, la de poner orden en el Vaticano”. En otro apartado de la misma revista, propone a sus lectores la historia de un papa laico que muere asesinado tras un breve y tempestuoso pontificado. Un Papa que es periodista en un diario”. El arzobispo Luciani había confesado en una entrevista que “si no hubiera sido obispo, hubiera querido ser periodista”.

Llega el papa polaco

Con estos antecedentes, Juan Pablo II alcanza el obispado de Roma en un año 1978 plagado de acontecimientos trágicos, cuyas investigaciones provocarían, a su vez, la turbulenta década de los ochenta en la política italiana (ver recuadro). En realidad, como queda expuesto en el libro de López Sáez, Wojtyla había sido promocionado a esas esferas a lo largo de la década de los setenta…. en Estados Unidos. Con la ayuda de una profesora universitaria bien conectada, Wojtyla fue introducido en los círculos próximos al poder a través del cardenal de Filadelfia, Krol, y del político Brzezinski (ambos, de ascendencia polaca). Éste último, oscuro personaje ligado a Henry Kissinger, sería consejero de seguridad del presidente Carter y se cartearía con Wojtyla a menudo siendo ya papa. Así pues, la política exterior del Vaticano sufrió un cambio de 180 grados a raíz de la defunción del papa reformista y la llegada del papa polaco. Con la llegada de Reagan al poder, la conexión entre el Vaticano y la Casa Blanca se haría todavía más estrecha, eligiendo el ex actor a sus representantes de política exterior entre católicos; una vía más para aproximarse a la Santa Sede.

La conexión entre el Vaticano, los Estados Unidos y la Mafia vendría propiciada por la máxima obsesión desde que Wojtyla llega al poder: acabar con el comunismo, el sistema en el que había vivido y que todavía reinaba en su patria. Según diversas investigaciones reflejadas en el libro de López Sáez, todavía con 27

Juan Pablo II en el poder del Vaticano se desviarían fondos ilegalmente del IOR, vía Banca Ambrosiana, a la financiación del sindicato polaco Solidaridad. En eso, como en otras cosas, coincidió el Vaticano con los Estados Unidos de la era Reagan (500 millones de dólares de ayuda para Lech Wallesa). El general Vernon Walters, recientemente muerto, de quien se dijo “fue quizá él quien ayudó al Espíritu Santo en la elección de Wojtyla, y puede que colaborase en la muerte del papa Luciani” mantuvo estrecha relación con el papa tras mostrarle unas fotos que demostraban la intención de la Unión Soviética de intervenir en Polonia, su amada Polonia. Richard Allen, que fue consejero de seguridad del presidente Reagan, afirmó que “la relación de Reagan con el Vaticano fue una de las más grandes alianzas secretas de todos los tiempos”.

Al parecer, la alianza venía de atrás. Según afirma López Sáez en su libro “El día de la cuenta”, Vaticano-Estados Unidos-masonería-mafia sicilianaCosanostra habían convergido en oscuras alianzas en la era fría, al unirles un enemigo común: el comunismo. Sostiene Sáez apoyándose en libros como “El fantasma del pasado”, de Flamigni, que la mafia siciliana fue una especie de gobierno secreto estadounidense al finalizar la II Guerra Mundial, establecido para impedir la extensión del comunismo. La masonería, por su parte, estaría controlada directamente por la CIA, a la que habría pertenecido Licio Gelli, el “príncipe de las tinieblas” de aquella época en Italia. Según el periodista italiano Ennio Remondino, que aportaba documentos del ex colaborador de la CIA, Richard Brenneke, “el propio Brenneke afirmaba que Gelli y la P2 habían trabajado para la CIA recibiendo a cambio enormes sumas de dinero que Richard Brenneke sostenía haber entregado al jefe masón. Este dinero era utilizado para alimentar el terrorismo de los años setenta, amén de asuntos inconfesables (tráfico de drogas y armas) y sobre todo, para desestabilizar el cuadro político”.

Como se demostró en el sumario abierto contra Roberto Calvi, el Banco Ambrosiano habría sido un trampolín al servicio de la CIA y la mafia para distribuir cantidades astronómicas, con la complicidad de las ventajas fiscales del Vaticano, 28

a paraísos como Panamá o Nassau, que después servirían para financiar todo tipo de operaciones secretas (asesinatos, golpes de estado), fundamentalmente en América Latina. Allí, en El Salvador y Nicaragua, se cometerían precisamente algunos de los más tristes atentados contra clérigos católicos de finales del siglo XX: Ellacuría y cinco jesuitas más (1989), Monseñor Romero (1980). Curiosamente, Juan Pablo II había despachado a Monseñor Romero unos meses antes de su muerte en una audiencia en torno a las violaciones de los derechos humanos con un “no me traiga muchas hojas que no tengo tiempo para leerlas… Y además, procure ir de acuerdo con el gobierno”. Como relata López Sáez, Monseñor Romero salió llorando de la audiencia papal, mientras comentaba “el papa no me ha entendido, no puede entender, porque El Salvador no es Polonia”.

El ejemplo de Aldo Moro

El asesinato del presidente italiano Aldo Moro, curiosamente, también en 1978, el año de la muerte de Juan Pablo I, puede servir para documentar mejor su muerte y el posterior atentado a Wojtyla.

El entonces líder del partido democristiano italiano había decidido saltarse una de las normas de la política italiana de la era fría: la mañana en que es secuestrado por el grupo de izquierda radical, las Brigadas Rojas, se disponía a formar gobierno con los comunistas. El 2 de mayo del mismo año, Mino Pecorelli publica en su revista: “la emboscada de Vía Fani lleva el sello de un lúcido superpoder. El objetivo primario es, sin más, el de alejar al partido comunista del área de poder en el momento en que se da el último paso, la participación directa en el poder. El cerebro director que ha organizado la captura de Moro no tiene nada que ver con las Brigadas Rojas tradicionales. El comando de vía Fani expresa de forma insólita pero eficaz la nueva estrategia política italiana”. Lo cierto es que ni la policía ni los servicios secretos parece que se esforzaron demasiado

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en liberar al presidente de gobierno de Italia, que moriría el 9 de mayo, tras 55 días de secuestro. El mismo Pecorelli escribe el 17 de octubre en su revista “el ministro de policía lo sabía todo, sabía incluso donde estaba preso”. El 16 de enero de 1979, Pecorelli anuncia nuevas revelaciones pero dos meses después es asesinado: dos disparos y una piedra en la boca, por hablar. El miembro de Brigadas Rojas Prospero Gallinari reconoce que contaron con tutela externa en la realización del atentado: “Entonces había quien debía buscarnos y, sin embargo, no lo hacía porque era de la P2, porque les convenía la muerte de Moro”. El general Giovanni Romeo, jefe del departamento del servicio secreto militar en aquella época, dijo a la comisión parlamentaria antiterrorista instituida en los años ochenta: “cuanto todos hablaban de afrontar el terrorismo mediante infiltraciones, el Departamento D ya lo había hecho”. Como demuestra López Sáez, los agentes de la logia P2 –al servicio de la CIA, no lo olvidemos– estaban infiltrados en los servicios secretos italianos, amén de tener habituales contactos con la mafia siciliana en asuntos como el tráfico de drogas y de armas, de donde salían los fondos para pagar golpes de estado y paramilitares en América Latina, fundamentalmente (el escándalo Irán-Contra del coronel North demostraría posteriormente estas suposiciones). De fondo estaba la frontal oposición de los Estados Unidos a que los comunistas alcanzaran el poder en Italia. Un encuentro de Aldo Moro con el todopoderoso Henry Kissinger, siendo todavía ministro de Asuntos Exteriores italiano, es relatado de la siguiente manera por la viuda de Moro: “es una de las poquísimas veces en que mi marido me relata con precisión lo que habían dicho sin revelarme el nombre de la persona…’ Honorable, usted debe dejar a un lado su plan político para llevar todas las fuerzas de su país a colaborar directamente. Aquí, o usted deja de hacer su plan o lo pagará caro. Entiéndalo como quiera”. La suerte de Moro y la del papa Luciani parecían ir unidas en aquel 1978.

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El Papa Juan Pablo I, elegido en ese mismo año 1978, había decidido que la iglesia no debía entrometerse en asuntos político. Teniendo en cuenta la poderosa influencia que la Iglesia había tenido en la orientación del voto hacia la democracia cristiana, no extrañará el interés por verle desaparecer. William Colby, jefe de la CIA entre 1973 y 1976, declaró en sus memorias que “la mayor operación polítida asumida por la CIA fue prevenir el avance comunista en Italia en las elecciones de 1958, impidiendo así que la OTAN fuese amenazada políticamente por una quinta columna subversiva: el PCI”. En aquella época, el dinero sucio penetraba en la política italiana en todos los partidos políticos, llegando a corromper también al partido socialista. Según denuncia el periodista alemán Jürgen Roth “Bettino Craxi, entonces presidente de la nación y de los socialistas italianos, fue corrompido con millones de dólares de la P2. De acuerdo con los planes de la P2, en sus cuatro años en el cargo aseguró mediante decretos del Gobierno, entre otras cosas, el imperio mediático del miembro de la P2, Silvio Berlusconi”.

Atentado contra Juan Pablo II

El cardenal Casaroli, secretario de Estado del Vaticano, sabe que el Banco Ambrosiano está siendo investigado por inspectores del Banco de Italia desde 1978, debido a un descomunal “agujero” en sus finanzas y, en consecuencia, también el Vaticano. Cuando Juan Pablo II llega al poder, Casaroli, partidario de desprenderse de la participación en el Ambrosiano y, por tanto, de Calvi, le informa a Woytyla de sus intenciones. Este aprueba esa política, pero con mucha más cautela que su predecesor, por eso no destituye a Marcinkus nada más llegar y le ampara frente a la justicia italiana. El sumario del Banco Ambrosiano llega en enero de 1979 a manos de un respetado juez de la corte de Milán, Emilio Alessandrini, que decide, al parecer, impulsar las investigaciones. Diez días después, fue asesinado “oficialmente, por un comando de subversivos”. 31

A Alessandrini le sustituye el juez Luca Mucci quien en junio de 1980 inculpa a Calvi “por exportación ilegal de capitales, falsificación de documentos y fraudes”. Al conocer los accionistas principales del Banco Ambrosiano, la justicia italiana descubre la conexión de esta institución con el IOR del Vaticano. Un año después, Michele Sindona, padrino de Roberto Calvi, es secuestrado en Estados Unidos, por un grupo de masones. Entre ellos están un tal Crimi, relacionado con la mafia siciliana.

A comienzos de 1981, dos magistrados milaneses que investigan los lazos de Sindona con la mafia ordenan un registro del domicilio de Licio Gelli en la localidad de Arezzo, que pone al descubierto las famosas listas de la P2, parte de las cuales había anticipado Pecorelli. Entre las 962 personas que aparecen hay políticos, militares, clérigos, agentes secretos, negocios, finanzas, y altos ejecutivos de medios de comunicación. Esas listas causan una auténtica conmoción en Italia, pues demuestran gran parte de las implicaciones mafiosas en el caso Calvi, acciones de terrorismo de derecha y conspiraciones para derrocar al gobierno italiano. A consecuencia de todo ello, Calvi ingresa en prisión, pero una semana antes, ocurre otra cosa importante, Juan Pablo II sufre un atentado.

La falsa pista búlgara

Al tiempo que Roberto Calvi pedía ayuda a su amigo Marcinkus, Juan Pablo II es tiroteado en plena plaza de San Pedro. Para muchos, el atentado del siglo, un embrollo tan grande que, siguiendo los consejos expuestos por el general Ambrogio Viviani, durante cuatro años responsable del contraespionaje italiano, hemos buceado en la política exterior: “para analizar el atentado del siglo es necesario escribir en tres columnas las fechas de lo que ocurría entonces en Polonia, los movimientos de Ali Agca y lo que sucedía en Italia” (la aparición de las listas P2). 32

Veintidós años después de aquel extraño atentado, la “pista búlgara”, es decir, la conexión entre Alí Agca, el partido mafioso turco Lobos Grises y los búlgaros, para un gran número de investigadores no se sostiene por muchas razones. La primera: un asesino experimentado como Ali Agca no podía fallar estando tan cerca del Papa. Ello lleva a pensar a diversos investigadores que Agca no intentó matar al Papa sino tan sólo mandarle un aviso (curiosamente, ese mismo año Ronald Reagan sufría un atentado muy similar a manos de otro aparente perturbado). López Sáez relaciona el proceso contra la logia P2 en el que caerían, entre otros, el mismísimo presidente del gobierno, Giulio Andreotti, y el jefe del partido socialista, Bettino Craxi, con la actividad del Banco Vaticano como tapadera del Banco Ambrosiano. Es decir, las mismas razones que habían mandado junto al Altísimo a Juan Pablo I estuvieron a punto de hacerlo con el papa polaco.

Juzgado y encarcelado en 1981, Roberto Calvi salió en libertad provisional; el Vaticano, la Democracia Cristiana y los socialistas habían defendido su inocencia, pero al salir de la cárcel se vio solo. Marcinkus se desentiende de él y también sus socios masones. Abandonado por todos, Roberto Calvi intentó dar un giro hacia el Opus Dei que incluía venderles sus acciones en el Banco Ambrosiano, con la consiguiente cuota de poder en el Vaticano que ello significaba. La presión sobre él para poner en orden unas cuentas con enormes agujeros, acabó llevándole al suicidio, según fuentes oficiales. Sin embargo, la forma en que fue hallado su cadáver en un puente del Támesis (Londres) al parecer forma parte de un rito masón. Antes de morir, Calvi escribe una carta a Juan Pablo II, en la que reconoce haber actuado de intermediario de la Santa Sede en diversos oscuros asuntos y parece pedirle cuentas al propio papa.

En 1982 la Justicia italiana procesa a Marcinkus y otros dos colaboradores en el Vaticano. El proceso se prolonga por cinco años, después de los cuales, el

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Tribunal de la Libertad italiano declara la inmunidad de los acusados en base a los particulares acuerdos de inmunidad con la Santa Sede.

En noviembre de 1982, el juez de Trento, Carlo Palermo, dicta órdenes de detención contra doscientas personas de diversas nacionalidades, vinculadas con el tráfico de armas y de drogas. En el curso de ese sumario, verdadero antecedente de la “globalización judicial”, aparecerán individuos y grupos tan diversos como mafiosos turcos vinculados a Ali Agca, el dictador panameño Noriega, la mafia pakistaní y por supuesto, la CIA. Tras interrogar como juez instructor a Agca en febrero de 1993, el magistrado Palermo afirmó “sobre la base de datos verificados a nivel bancario, el asesino turco aparecía vinculado a la cúpula de la masonería inglesa y a las sectas integristas inspiradas en el culto de Fátima”. Según las investigaciones de Palermo, los turcos de la organización que apoyó a Agca gozaban de la protección de Estados Unidos, “como informadores o agentes secretos norteamericanos” en sus negocios con droga y armas. Al parecer, Agca recibió ayuda de mafiosos sicilianos como Totó Riína y el alcalde democristiano de Trapani, Antonio Vaccarino. El turco Oral Cerik, “padrino” de Agca, hablará de dos monseñores de la Curia romana implicados en el atentado contra el papa: “Uno de esos monseñores dijo a Agca que su encuentro estaba ya escrito… Uno rezaba por él, el otro afirmaba que el papa polaco había armado el desbarajuste en todo el Vaticano… Ali Agca es un tirador formidable. Si hubiera querido, no hubiera fallado un blanco tan fácil a esa distancia. La verdad es que Agca no quería matar al pontífice. Su cometido era hacer exactamente lo que hizo: herirlo. Es lo que querían las personas de la Santa Sede que organizaron el atentado”.

Lo cierto es que unos días antes del atentado, el papa había cedido a las presiones del Opus Dei al concederle la Prelatura personal, con la merma de poder que ello suponía para los masones vaticanos. En 1998 esta lucha interna entre Opus Dei y masonería se cobraría, según López Sáez, otras tres víctimas, dos guardias suizos y la mujer de uno de éstos. El telón de fondo: conocer quien 34

dirigiría la guardia suiza, la policía vaticana, con toda la información que ello implicaba.

Recuadro: La muerte de Juan Pablo I

La versión oficial habla de que no fue practicada autopsia a Juan Pablo I, un hecho ya en sí extraño, dada la repentina muerte del papa. Sin embargo, el profesor del Seminario Diocesano, Giovanni Gennari, afirma lo contario: “por ella se supo que había muerto debido a la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de Venecia”. Gennari le contó a López Sáez que su fuente fue “un ilustre prelado vaticano el mismo día de su muerte”. Pero ésa no fue la única anormalidad cometida: el papa fue embalsamado prematuramente, sin esperar las 24 horas que marca la legislación italiana.

Uno de los argumentos que desmienten la tesis de un infarto, defendida por la curia romana, es que la forma en que fue hallado no desvelaba la típica lucha con la muerte de un infartado, sino, más bien, una muerte provocada por una sustancia depresora y acaecida en el propio sueño. El Papa apareció con unos papeles en las manos, como si la muerte le hubiera pillado leyendo.

Gennari contó a López Sáez, de fuentes próximas a Benelli, entonces trabajando en la secretaría de Estado vaticano, “que el papa hizo abrir a las diez y media la farmacia vaticana y que debió equivocarse al tomar una dosis altísima de un medicamento que le provocó un infarto fulminante”. José Luis Martínez Gil, responsable de la farmacia vaticana, contó a López Sáez que de la farmacia vaticana no salió ningún producto esa noche. El libro que controla ese almacén sólo se puede ver con permiso de la secretaría de Estado (cardenal Villot, un masón), pero su interlocutor había llegado a verlo. Según el Dr. Cabrera, del 35

Instituto Nacional de Toxicología, “los vasodilatadores producen hipotensión. Si se le dio un vasodilatador como Luciani, no me cabe duda, eso es una acción criminal”. Sin embargo, el doctor Da Ros, médico de Luciani, afirmó que “el papa estaba bien y que aquella tarde no le prescribió absolutamente nada”. Todos sus máximos llegados coinciden al afirmar que Juan Pablo I estaba bien de salud.

En un primer momento, se dijo que fue Benelli quien le encontró, pero fue su asistente personal, sor Vicenza, quien en realidad lo hizo. Como todo en este asunto, se llevó con sumo secreto: Sor Vicenza fue obligada a callar.

Hace un par de años, la justicia italiana reabrió el sumario por la muerte del Papa Luciani. Entrevista al cura López Sáez, autor del libro “El día de la cuenta” “El día del aniversario del papado se leyó en la misa el pasaje ‘Se pedirá cuenta’”

-¿Por qué y cuándo surge su interés por los asuntos oscuros del Vaticano? -En torno al año 84, cuando leí el libro de David Yallup.

-¿Qué pensó cuando murió Juan Pablo I? -Me sorprendió que en un mes desapareciera pero entonces me faltaban datos. Claro que si yo hubiera tenido los que tengo ahora, seguramente me hubieran hecho desaparecer también. Entonces estaba en la conferencia episcopal; el mismo día que Juan Pablo I tomó posesión como papa, el 3 de septiembre del 1978, me encargaron la responsabilidad de dirigir la catequesis de adultos a nivel 36

nacional. En todo esto hay muchas casualidades, que luego no son tantas. Para mí Juan Pablo I es un amigo que me acompaña.

-¿Qué

comentarios

hubo

en

la

Conferencia

Episcopal cuando murió? -No recuerdo bien, pero se aceptaron los datos que se ofrecieron. Lo que sí puedo decir es que, cuando publiqué un amplio pliego en la revista Vida Nueva sobre la incógnita de la muerte de Juan Pablo I, me dijeron: ‘sobre esto, nada más, si quieres seguir aquí’. A mí, que estaba en la pista del asunto, me dieron un argumento más para seguir. Después, me echaron de la Conferencia Episcopal.

-Cuando habla de que Luciani estaba en el camino de la profecía, ¿a qué se refiere? -No quiero decir que fuera un adivino ni un profeta, hablo de la profecía en el sentido de que procuraba hablar y actuar en nombre de Dios, aunque fuera en contra suya. Y eso no parece que lo haga Juan Pablo II. Juan Pablo I se creyó el concilio Vaticano II, fue a aplicarlo y se lo quitaron de en medio. -También escribe “el demonio entró en el Vaticano”. -Esa expresión “el humo de Satanás se había metido en la iglesia” es de Pablo VI. ¿Referido a qué? Puede aplicarse a que se vio engañado por los hombres de las finanzas. Yo he apreciado mucho a Pablo VI, creo que se vió sorprendido por los masones y la mafia.

-¿Todavía permanece ese humo?

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-Sí, por supuesto que sí, y además que no es fácil extirparlo.

-Con ese humo, ¿cómo se presenta la sucesión de Juan Pablo I? -Aunque los cardenales que eligen, han sido seleccionados por el anterior papa, y por eso no se espera un gran cambio, a veces hay movimientos pendulares, aunque humanamente no se puede esperar. Si en la elección concurrieran todos los cristianos, sería masiva la respuesta, pero de la manera en que se vota…

-¿Cuál es su situación en la iglesia ahora mismo? -Este libro ha salido en edición privada porque el obispo anterior de Ávila, de mi diócesis, me dijo que si lo publicaba, me echaba. Pienso publicarlo en las tiendas, antes o después.

-¿Lo ha leído el Papa? -Yo creo que sí, porque sé que leyó el anterior (“Se pedirá cuenta”) porque lo buscó en el Vaticano. Éste, que se lo he enviado directamente, y se titula “El día de la cuenta”, yo sé que se lo habrá leído.

-¿Qué opina de la celebración de los 25 años de papado? -Es curioso, porque ese día se leyó en las iglesias el pasaje titulado “Se pedirá cuenta”, el mismo pasaje de Lucas 11 del que extraje el título para el libro. Las lecturas en la misa están predeterminadas, dependiendo de que sea año par o impar, por azar: es decir, que le ha tocado. Ha sido 38

providencial. Yo se lo anuncié a él. Para mí, el jueves con ese “Se pedirá cuenta”, Jesús ha hecho una pequeña visita al Vaticano, pero me da la impresión de que no se han enterado. El no entiende estos mensajes porque no tiene comunicación mística.

-¿Wojtyla se comunica con Cristo? -El último libro de poemas del papa se llama “tríptico romano”. Da la impresión de que es una respuesta velada a este libro. He hecho un estudio y hay 20 correspondencias entre mi libro y sus poemas; es una autodefensa velada. Una de las cosas que digo en mi libro es que Wojtyla no tiene experiencia mística, aquí se sitúa como Abraham, que salió de su patria por la voz de Dios, es un intento, pero insuficiente.

-¿Vió el padrino III?, ¿cree que Coppola está sobre la pista? -Hombre claro, una película como ésa no se hace sin una información, la caracterización de Marcinkus y de Juan Pablo I no es buena pero a lo mejor es que Coppola no ha querido apuntar tan directamente: tira la piedra pero esconde la mano. La documentación de mi libro y la de la película es casi la misma.

-¿Tiene miedo? -No, miedo no, yo sé que me puede pasar algo, en Italia me han dicho que ande con cuidado, y no quiero decir más porque quien me lo ha dicho también corre riesgo. Todavía los que estamos estudiando en esto corremos cierto riesgo, aunque 25 años le quitan hierro al asunto. Sé que 39

aquí ha muerto mucha gente, hay todo un calvario con este tema. En Italia, me lo han pedido pero me han reconocido que hay miedo de publicarlo porque Berlusconi tiene mucho poder.

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12. MARCO TEORICO

12.1 VIDA Y MISTERIOSA MUERTE DE JUAN PABLO I (ALBINO LUCIANI)

12.1.1 BIOGRAFÍA DE ALBINO LUCIANI (JUAN PABLO I)

"Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto prefiero sentirme niño" Nació el 17 de octubre de 1912, en Forno di Canale (hoy Canale d'Agordo), diócesis de Belluno, Italia.

Hijo de Giovanni Luciani y Bortola Tancon, fue el mayor de cuatro hermanos. Tras el fallecimiento de su madre, su padre contrajo matrimonio con una mujer de firmes principios católicos.

En el año 1923, Albino ingresa en el seminario menor de Feltre, y 1928, en el seminario de Belluno donde el 7 de julio de 1935 recibió la ordenación sacerdotal. Se traslada a Roma donde continúa sus estudios teológicos en la universidad Gregoriana. En 1937, regresa a su pueblo. Fue capellán en las parroquias de Forno di Canale y Agordo y dio clases de religión en el Instituto Técnico Minero. Es nombrado vicerrector del Seminario Gregoriano de Belluno donde enseña diversas materias: teología dogmática, moral, derecho y arte sacro. 41

En el año 1947, consigue el Doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, siendo este mismo año nombrado Pro-vicario de la diócesis de Belluno. Dos años más tarde, organiza el Congreso Eucarístico de Belluno y publica su libro "Catequesis en migajas". En 1954, es nombrado Vicario general de la

diócesis

de

Belluno,

ejerciendo

su

ministerio

durante

once

años.

En 1958 el Papa Juan XXIII, en Roma, lo consagraba Obispo para la diócesis de Vittorio Veneto, cerca de Venecia. En el año 1962, se inicia su participación en el Concilio Vaticano II. El 15 de diciembre de 1969 el Papa Pablo VI lo nombra patriarca de Venecia, y el 5 de marzo de 1973 es creado cardenal por el mismo Papa. De 1973 a 1976 fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Participó en los Sínodos de los Obispos de 1971, 1974 y 1977.

En el año 1976 se publica su libro "Illustrissimi". El 26 de agosto de 1978, en un cónclave que duró un día, y fue el más grande hasta entonces en cuanto al número de cardenales asistentes, fue elegido como 263º sucesor de San Pedro tomando un nombre doble por primera vez en la historia de los Papas, Juan y Pablo. El 3 de septiembre empezó su ministerio oficial, con una Misa celebrada en la Plaza de San Pedro.

Juan Pablo I falleció en Ciudad del Vaticano el 28 de septiembre de 1978, treinta y tres días después de su elección.

12.1.2 PONTIFICADO Albino Luciani Fue elegido en la cuarta votación del Conclave de Agosto de 1978, un conclave inusualmente breve, el más corto del siglo XX, el Cardenal Protodiacono Pericle Felici fue el encargado de anunciar la decisión del colegio cardenalicio de elegir al Patriarca de Venecia, Albino Luciani, como el 263 42

(Ducentésimo sexagésimo tercer) Papa de la Iglesia Católica el 26 de Agosto de 1978, siendo así el tercer Patriarca de Venecia en ser nombrado Papa, tras Giussepe Melchiore Sarto (Elegido como Pio X en 1903) y Angelo Giuseppe Roncali (Elegido como Juan XXIII en 1958). Escogió el nombre de JUAN PABLO, convirtiéndose en el primer Papa de la historia con un nombre compuesto, gesto con el que pretendió honrar a sus dos predecesores, Juan XXIII, que le nombró Obispo y Pablo VI, que le nombró Patriarca de Venecia y Cardenal. También fue el primer Papa en usar el ordinal “primero” en su nombre.

12.1.3 LA EXTRAÑA MUERTE DE JUAN PABLO I Fue hace 25 años. El papa Juan Pablo I apareció muerto en su cama. Llevaba sólo 33 días de pontificado. Según el comunicado oficial, murió de un infarto agudo de miocardio. Sin embargo, la forma en que se encuentra el cadáver no responde al cuadro típico del infarto: no ha habido lucha con la muerte, tiene unas hojas de papel en las manos, como si aún leyera. Aunque oficialmente se negó, un benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado dio a conocer a un amigo, el mismo día de la muerte, que hubo autopsia. Por ella se supo que murió por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador, que en la tarde anterior habría recetado por teléfono su médico personal de Venecia. En realidad, nunca me creí (y así lo manifesté) que el Dr. Da Ros, médico personal del papa Luciani, hubiera recetado una medicina contraindicada. Pero sólo él podía desmentir algo que tan directamente le afectaba. Pues bien, en 1993, tras quince años de silencio, el Dr. Da Ros declaró que Juan Pablo I estaba bien de salud y que aquella tarde no le recetó nada. Por tanto, un diagnóstico sin fundamento, una autopsia secreta, un medicamento que mata al papa y que no ha recetado su médico personal... Sigamos. 43

El 14 de mayo de 1989 la llamada persona de Roma (para nosotros el cardenal Pironio) envía un informe a Camilo Bassotto, amigo personal del papa Luciani y testigo principal de la fuente veneciana. El informe va firmado, pero debe publicarse sin firma: el puesto que ocupa el misterioso comunicante no le permite otra cosa. Según dicho informe, Juan Pablo I tenía un programa de cambios y había tomado decisiones importantes, incluso arriesgadas: terminar con los negocios vaticanos, cortar la relación del Banco Vaticano con el Banco Ambrosiano, destituir al presidente del Banco Vaticano (Marcinkus), hacer frente a la masonería y a la mafia. Todo esto se ha intentado ocultar. Sin embargo, tiene clara relevancia judicial. Desde la primera investigación (Yallop, 1984) las mayores sospechas recaen en la desaparecida logia Propaganda Dos, aunque hubiera colaboración interna dentro del Vaticano. El Banco Vaticano tuvo que pagar por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano más 240 millones de dólares. En el juicio por la quiebra, que concluye en 1992, las mayores condenas caen sobre los jefes de la logia P2: 18’5 años de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani. Sorprende la serie de asesinatos y atentados violentos relacionados de una u otra forma con la P2, con la mafia, con el Ambrosiano, con el Banco Vaticano: Ambrosoli, Alessandrini, Calvi, Sindona, Pecorelli..., sin olvidar el atentado contra Juan Pablo II, la desaparición de Emanuela Orlandi (hija de un empleado vaticano) y el triple crimen de la Guardia Suiza. Don Germano Pattaro, sacerdote veneciano que Juan Pablo I llevó a Roma como consejero, dejó en su momento a Camilo Bassotto un testimonio fundamental sobre el papa Luciani, cuya figura ha sido injustamente distorsionada: “estaba en el camino de la profecía”. Esto no significa adivinar el futuro, sino hablar y actuar en nombre de Dios. Además, don Germano atestigua algo realmente sorprendente, que también tiene relevancia judicial: Juan Pablo I sabía a los pocos días de pontificado quién iba a ser (y, además pronto) su sucesor.

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12.1.4 COMUNICADO OFICIAL Casi tres horas después del hallazgo del cadáver, el Vaticano dio el siguiente comunicado oficial: "Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media, el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio". Realmente, pocas cosas quedan en pie de las afirmadas en dicho comunicado. Sólo una: se le encontró muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. No fue el secretario, sino una religiosa quien encontró muerto a Juan Pablo I. La forma en que se encuentra el cadáver no encaja con el cuadro típico del infarto: todo está en orden, no ha habido lucha con la muerte. La hora de la muerte ha sido anticipada. Según diversas fuentes, el papa murió en la madrugada del día 29. De forma tajante, el cardenal Oddi, que asistió al cardenal Villot durante el periodo de sede vacante, afirmó que no habría investigación alguna: "He sabido con certeza que el Sagrado Colegio cardenalicio no tomará mínimamente en examen la eventualidad de una investigación y no aceptar el menor control por parte de nadie y, es más, ni siquiera se tratará de la cuestión en el colegio de cardenales”.

12.1.5 HALLAZGO DEL CADÁVER Camilo Bassotto, testigo principal de la fuente veneciana, me dio esta versión del hallazgo del cadáver, la versión que le dio la religiosa que lo descubrió: 45

"Hablé en dos ocasiones con sor Vincenza. La primera, con la provincial delante. La segunda, a solas. En esta ocasión, sor Vincenza se echó a llorar desconsoladamente. Yo no sabía qué hacer. Sor Vincenza me dijo que la Secretaría de Estado le había intimidado a no decir nada, pero que el mundo debía conocer la verdad. Ella se consideraba liberada de tal imposición en el momento de su muerte (ya acaecida, en 1983). Entonces podría darse a conocer. Según sor Vincenza, el Papa estaba sentado en la cama, con las gafas puestas y unas hojas de papel en las manos. Tenía la cabeza ladeada hacia la derecha y una pierna estirada sobre la cama. Iniciaba una leve sonrisa. La frente la tenía tibia. Cuando Diego Lorenzi, sor Vincenza y otra religiosa fueron a lavar el cadáver, al volverle, tenía la espalda también tibia. El Papa pudo morir entre la una y las dos de la mañana". Diego Lorenzi, secretario de Juan Pablo I, vio así el cadáver: "Tenía dos o tres almohadones a la espalda. La luz de la cama estaba encendida. No parecía que estuviera muerto. Y las hojas de papel estaban completamente derechas. No habían resbalado de sus manos ni habían caído en el suelo. Yo mismo cogí las hojas de su mano". El Dr. Francis Roe, que fue jefe de cirugía vascular en el Hospital London de Connecticut, dice que hay algo verdaderamente sospechoso en la forma en que se encuentra el cadáver de Juan Pablo I: "Los cuerpos muertos no están sentados sonriendo y leyendo. Conozco gente que muere durante el sueño, pero no conozco de nadie ni he visto morir a nadie en medio de una actividad como la lectura. Realmente, encuentro difícil creer que estuviera leyendo en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría tenido tiempo suficiente para notar que algo estaba pasando. Habría sentido seguramente un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar, o para salir de la cama y pedir auxilio... He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba pasando”.

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Por su parte, el Dr. R. Cabrera, forense del Instituto Nacional de Toxicología, afirma lo siguiente: "La forma en que se encuentra el cadáver no responde de suyo al cuadro propio del infarto de miocardio: no ha habido lucha con la muerte. No existe otra sintomatología que lo delate... El cuadro encontrado podría responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño".

12.1.6 JUAN PABLO I ESTABA BIEN En agosto de 1993, me llamó Andrea Tornielli , de la revista 30 Giorni, de Comunión y Liberación. Estaban preparando un número dedicado a Juan Pablo I . Entre otras cosas, me preguntó sobre la salud de Luciani . Juan Pablo I, respondí, estaba bien de salud. Su muerte fue totalmente inesperada. Cuando su secretario Diego Lorenzi le comunicó la noticia, su médico personal no se lo podía creer. El Dr. Da Ros “le había visitado el domingo anterior y le había encontrado con muy buena salud”. El propio Lorenzi dio este testimonio sobre la salud de Luciani: “Puedo decir que en los 26 meses que yo he estado con él, Luciani no ha pasado nunca 24 horas en cama, no ha pasado nunca una mañana o una tarde en cama, no ha tenido nunca un dolor de cabeza o una fiebre que le obligase a guardar cama, nunca. Gozaba de una buena salud; ningún problema de dieta, comía de todo cuanto le ponían delante, no conocía problemas de diabetes o de colesterol; tenía sólo la tensión un poco baja”. Tornielli me preguntó también sobre los hechos que se desarrollaron aquella tarde en el Vaticano. Le comenté el testimonio de Gennari , que fue profesor del Seminario Diocesano de Roma. Según Gennari, a Juan Pablo I “ se le hizo la autopsia” y “por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis

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fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de Venecia”. En mi opinión, le dije, es muy posible que a Juan Pablo I s e le hiciera la autopsia. Ello concuerda con lo que dice Lorenzi a Cornwell : “El primer día retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras, etc.”. Obviamente, esto se podría confirmar por la apertura de archivos secretos o por la exhumación del cadáver. Es también posible que muriera por la ingestión de un vasodilatador. Es una medicina contraindicada para quien tiene la tensión baja. Ello encajaría con la forma en que se halla el cadáver: no ha habido lucha con la muerte, como corresponde a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño. Sin embargo, le dije también, no me puedo creer que el Dr. Da Ros, médico personal del papa Luciani , recetara por teléfono una medicina contraindicada: él podría desmentir algo que tan directamente le afecta. Unos días después, me volvió a llamar Tornielli. Estaba especialmente interesado en la cuestión de si el Dr. Da Ros había visitado a Juan Pablo I unos días antes de morir. Le dije que diversas fuentes coincidían en ello, aunque -claro- nadie mejor que el propio doctor para precisar estos extremos. Pero llevaba quince años de silencio... Al final, salió el número de 30 Giorni. Apenas se publicó nada de la entrevista que se me hizo. Sin embargo, el número presenta una aportación fundamental. El Dr. Da Ros rompe su silencio para decir, entre otras cosas, que el papa estaba bien y que aquella tarde no le recetó absolutamente nada: “Todo era normal. Sor Vincenza no me habló de problemas particulares. Me dijo que el papa había pasado la jornada como acostumbraba. Luego nos pusimos de acuerdo para la próxima visita, que era para el miércoles siguiente”, “aquella tarde yo no le prescribí absolutamente nada, cinco días antes lo había visto y para mí estaba bien. Mi llamada fue rutinaria, nadie me llamó a mí”.

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Comentando estas cosas, me dijo Camilo Bassotto: “Juan Pablo I pensaba seguir con el Dr. Da Ros como médico personal y pensaba incluirle en nómina dentro del Vaticano”, “el Dr. Da Ros fue ignorado como médico personal de Juan Pablo I por los médicos del Vaticano”, “ni siquiera quisieron conocer su historial clínico”. Por tanto, con este extraño modo de proceder, se emitió el diagnóstico oficial sobre la muerte del papa Luciani.

12.1.7 UNA DOSIS LETAL En junio de 1998, en Roma, pude hablar con Giovanni Gennari, que ahora es periodista en el servicio de prensa de la RAI, la televisión italiana. Gennari conocía personalmente a Luciani y era amigo de don Germano Pattaro, teólogo veneciano que Juan Pablo I se llevó a Roma como consejero. Gennari me confirmó lo publicado por él, o sea, que se le hizo la autopsia al papa Luciani y que “por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de Venecia”, que “el papa a las diez y media de la noche hizo abrir la farmacia vaticana”, que “el papa debió equivocarse y tomó una dosis altísima que le provocó un infarto fulminante”. Le pregunté que si su fuente era fiable. Me dijo: “Para mí es totalmente fiable. Me llamó a las siete de la mañana un benedictino que trabajaba en la secretaría de Estado con Benelli”. Benelli fue Sustituto de la Secretaría de Estado antes de ser enviado a Florencia como arzobispo y ser nombrado cardenal, en junio de 1977. Nunca he creído, le dije a Gennari, que el médico personal de Juan Pablo I, el Dr. Da Ros, le recetara una medicina contraindicada. Le dije también que el Dr. Da Ros se había manifestado al respecto en septiembre del 93: el papa estaba bien y aquella tarde él no recetó nada.

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Comenté estas cosas con Marco Melega, conocido profesional de la televisión italiana, que preparaba por entonces un programa de la RAI 2 (Mixer, 14-3-1994) sobre Juan Pablo I. Utilizó como base mi libro Se pedirá cuenta (1990). Lo tenía totalmente subrayado. Me dijo que Gennari, a quien había entrevistado recientemente, valoraba especialmente mi libro. En él, como es sabido, no comparto la idea de que “el papa debió equivocarse”, hablo de muerte provocada en el momento oportuno. En Roma pude hablar también, en la Farmacia Vaticana, con un hermano de San Juan de Dios, José Luis Martinez Gil. Me dijo lo siguiente: “De la Farmacia no salió nada en todo el mes para Juan Pablo I”, “el libro de la Farmacia no se puede ver, sin un permiso especial de la Secretaría de Estado”. Mi interlocutor lo había visto. Como en otros viajes, me acompañó un matrimonio de la comunidad, Carlos y Carolina. Para que lo conocieran, nos acercamos al Colegio Español, donde residí del 65 al 69 y donde fui ordenado sacerdote. Saludamos al actual rector, Lope Rubio, que nos atendió amablemente. Estando allí nosotros (ciertamente, llama la atención) apareció un momento para despedirse del rector el actual obispo de Tarazona, Carmelo Borobia. El obispo (¡además!) aparece en el Anuario Pontificio (1977, 1978), que consultamos a continuación en la Biblioteca del Colegio. Borobia trabajaba entonces en la Secretaría de Estado. En la misma página aparece un benedictino (olivetano), el único benedictino que figura dentro del personal de la Secretaría de Estado: se llama Giuliano Palmerini. No sé si después de tantos años, alguno de los dos tendrá algo que decir. Aún están a tiempo. Con todo ello, se refuerza la hipótesis de que efectivamente se le hiciera la autopsia a Juan Pablo I y de que, según la misma, muriera por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador. Ahora bien, si - como creemos - su médico personal no recetó nada aquella tarde y la farmacia vaticana no despachó nada, no se puede explicar todo por un error, como afirma Gennari. Hay que pensar en una acción criminal. Lo dijo el Dr. Cabrera, del Instituto Nacional de Toxicología: 50

“Los vasodilatadores producen hipotensión. ¿Cómo se le pudo dar un vasodilatador a un hipotenso, como Luciani? Si se le dio un vasodilatador, no me cabe duda, eso es una acción criminal”. Además, ello encaja con la forma en que se encuentra el cadáver: no ha habido lucha con la muerte, todo está en orden. La revista alemana Der Spiegel, con fecha 10 de noviembre de 1997, en un artículo que lleva por título “Cantidad letal” hace referencia a un misterioso testigo que finalmente ha decidido declarar sobre el asesinato del papa Luciani: “La fiscalía de Roma ha ordenado ahora una nueva investigación sobre aquel misterioso caso de muerte. No es la primera vez que los fiscales investigan sobre el caso del papa Luciani. Ahora un testigo misterioso sostiene que hace años llegó a saber por un conocido detalles que se refieren al homicidio del popular pastor de la Iglesia. Que el hombre sólo ahora se haya hecho vivo en los palacios de justicia probablemente tiene que ver con una serie de artículos aparecidos en el periódico La Padania... El fiscal Pietro Saviotti, que ha reabierto el caso de la muerte del papa en 1978, no quiere decir nada sobre las declaraciones del misterioso testigo: Sería demasiado pronto”.

12.1.8 HABÍA TOMADO DECISIONES IMPORTANTES Un testimonio fundamental es dado once años después de los hechos por la llamada persona de Roma, que, con fecha de 14 de mayo del 89, fiesta de Pentecostés, y firmada a mano, envía a Camilo Bassotto una carta con unos apuntes. Entre otras cosas, dice: “Los apuntes que le adjunto son para usted. Había pensado tenerlos para mí. Me vino también la idea de publicarlos, pero el puesto que ocupo no me lo permite, al menos por ahora. El papa Luciani me gratificaba con su benevolencia y, me atrevo a esperar, también con su estima. Por qué quiso hacerme partícipe de algunos pensamientos expresados por él al cardenal Villot, no lo sé. Ellos constituyen un auténtico compromiso, vivo y

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presente en su corazón hasta el último día. Yo sostengo que se debe hacer justicia y dar testimonio de Juan Pablo I”. He aquí algunos pensamientos que el papa Luciani llevaba en el corazón y que, además, quería que fueran conocidos. Juan Pablo I ppensaba, entre otras cosas: -

destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, Banco

Vaticano) y reformar íntegramente el mismo, para que no se repitan experiencias dolorosas del pasado, que el papa Luciani sufrió ya de obispo y que de ningún modo quiere que se repitan siendo papa. -

tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y la

mafia. Como consta en el documento de la persona de Roma, Juan Pablo I era consciente del riesgo que corría. Dijo al cardenal Villot: “Eminencia, usted es el Secretario de Estado y es también Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, usted sabe mejor que nadie que el papa tiene que actuar con prudencia y con paciencia, pero también con coraje y confianza. El riesgo lo ponemos todo en las manos de Dios, del Espíritu Santo y de Cristo Señor. Estos pensamientos que le confío, de momento brevemente, los llevo muy en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos de forma adecuada”. Juan Pablo I, con firmeza ya demostrada en asuntos semejantes, quería poner orden en las finanzas vaticanas. Para ello pensaba destituir al obispo Paul C. Marcinkus, presidente del IOR, Instituto para las Obras de Religión, llamado también Banco del Vaticano. Una tarde, el secretario de Estado cardenal Villot le habló del IOR en estos términos: “El IOR es una piedra caliente que abrasa en las manos de todos. Alguno corre el riesgo de quemarse”. Juan Pablo I le dijo claramente: “En cuestiones de dinero la Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su credibilidad. Se lo digo también a usted. La Iglesia no debe tener poder, ni debe poseer riquezas”. 52

Le dijo también Luciani a Villot: “El presidente del IOR debe ser sustituido: cuando usted lo juzgue oportuno. Deberá hacerse de modo justo y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo. Yo he padecido ya de obispo amarguras y ofensas por hechos vinculados al dinero. No quiero que esto se repita de papa. El IOR debe ser íntegramente reformado”. De tiempo atrás, la relación de Marcinkus con Luciani era tensa. Marcinkus no había recibido bien la elección del nuevo papa. Luciani lo sabía. Le dijo a Villot: “Alguno aquí, en la ciudad del Vaticano, ha definido al papa actual como una figura insignificante. No es un descubrimiento. Siempre lo supe y nuestro Señor antes que yo. No fui yo quien quiso ser papa. Yo, como Albino Luciani, puedo ser una zapatilla rota, pero como Juan Pablo es Dios quien actúa en mí. Siento que necesitaré mucho coraje, mucha firmeza, gran humildad, mucha fe y mucha, mucha caridad. Un obispo, alto y robusto, siempre de esta casa, ha declarado que la elección del papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser. No sé entonces cómo ha ocurrido que más de cien cardenales han elegido a este papa por unanimidad y con entusiasmo”. Juan Pablo I pensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y frente a la mafia. En el informe de la persona de Roma esta posición del papa aparece a continuación, después de hablar de la destitución de Marcinkus y de la reforma integral del IOR. Le dijo a Villot: “No se olvide que la masonería, cubierta o descubierta, como la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que nunca. Como no ha muerto esa horrible cosa que se llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones. Debemos vigilar todos, laicos, curas, y especialmente los 53

párrocos y los obispos. Debemos proteger a las gentes de nuestras comunidades. Es un tema que un día afrontaremos con más claridad delante de todos”. Todavía no se había publicado la lista de la logia P2, que en Italia constituía un Estado dentro del Estado. Fue en mayo del 81 y su publicación provocó la caída del gobierno italiano. Pero, sobre su mesa de trabajo, tenía el papa Luciani una lista de presuntos masones vaticanos, elaborada por el periodista Mino Pecorelli, miembro arrepentido de la logia P2. Como es sabido, en el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano, las mayores condenas caen sobre los jefes de la P2: 18 años y medio de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani.

12.1.9 ESTABA EN EL CAMINO DE LA PROFECÍA Muy importante es el testimonio de don Germano Pattaro , sacerdote y teólogo veneciano, llamado por Juan Pablo I a Roma como consejero. Pertenece también a la fuente veneciana. De su testimonio emerge la figura de un papa profeta, que quiere hablar y actuar en nombre de Dios: un papa que no quiere ser jefe de Estado, que no quiere escoltas ni soldados, que se abandona totalmente al Señor, pase lo que pase; un papa que quiere la renovación de la Iglesia, sin olvidar las razones profundas que hicieron necesario el Concilio; un papa que no quiere gobernar solo, sino con los obispos; un papa que pide perdón por los pecados históricos de la Iglesia, como la Inquisición, el poder temporal de los papas, el odio a los judíos y la tolerancia ante las masacres de los indios, el racismo y las deportaciones de los pueblos africanos; un papa que reivindica la figura profética de quienes valientemente denunciaron el genocidio de aquellos pueblos; un papa que quiere hacer justicia a todos aquellos que en tierras de misión, en el Este y en América Latina, han sido encarcelados, torturados, exiliados o asesinados por causa de Cristo; un papa que denuncia fuertemente el sistema económico internacional; un papa que se pone al lado de quienes, de cualquier raza y religión, defienden los sacrosantos derechos 54

del hombre; un papa que quiere promover en el Vaticano un gran instituto de caridad, donde poder hospedar a quienes duermen por las calles; un papa que quiere diez discursos menos y un testimonio más; un papa que sabe, a los pocos días de pontificado, quién será (y, además, pronto) su sucesor; un papa que no se deja intimidar, a pesar de las dificultades encontradas. 12.1.10 MUERTE ANUNCIADA Con fecha 12 de septiembre de 1978, el periodista Mino Pecorelli publicó en su revista OP (Osservatore Político) un artículo titulado La gran logia vaticana. En él se decía que el 17 y el 25 de agosto la agencia de prensa Euroitalia había dado los nombres en código, el número de matrícula y la fecha de iniciación a la masonería de cuatro cardenales considerados papables: Baggio, Pappalardo, Poletti, Villot. “Nos hemos hecho, decía Pecorelli, con una lista de 121 masones: cardenales, obispos y altos prelados indicados por un número de matrícula y nombre codificado.

Ciertamente, la lista puede ser apócrifa, incluso la firma de un

cardenal hoy puede ser falsificada”. En cualquier caso, “el papa Luciani tiene ante sí una difícil tarea y una gran misión. Entre tantas, la de poner orden en las alturas del Vaticano”. En el mismo número de OP, Pecorelli proponía a sus lectores la extraña historia de un papa laico, Petrus Secundus, que muere asesinado tras un breve y tempestuoso pontificado. El papa “es periodista en un diario”. El obispo Luciani había confesado en una entrevista: “Si no hubiera sido obispo, hubiera querido ser periodista”. Además, se hicieron famosos sus artículos en la revista Mensajero de San Antonio (Padua) y en el diario Il Gazzettino de Venecia. El nuevo papa “toma el nombre de Pedro Segundo sólo porque rechaza cambiar de nombre, así como rechaza también aspectos importantes de la Iglesia que, forzado por las circunstancias, ha aceptado dirigir. Breve y tempestuoso es el 55

pontificado de este papa que terminará asesinado por obra de fuerzas políticas adversas, alarmadas por sus denuncias”. Su elección, dice Pecorelli, se produce “por aclamación y por mayoría casi unánime”, como sucedió con Juan Pablo I. Pues bien, en la inauguración del pontificado, dijo el nuevo papa Pedro Segundo: -

“La elección de un laico al papado es un hecho insólito en los

tiempos recientes, dijo el papa. A mí el acontecimiento me ha caído encima de improviso, dejándome turbado y lleno de aprehensión. Lo estoy todavía y a veces me pasa que me considero la víctima de un acto del cual sin embargo se me ve protagonista”. -

The son of a bitch is fishing for solidarity, dijo en la Casa

Blanca el presidente que seguía el discurso con sus consejeros. -

“Pero vamos al grano, dijo el papa, pienso que ningún rey,

ningún presidente, ningún emperador y ningún papa tienen derecho a comer si antes no han comprobado que todos sus súbditos, ciudadanos y seguidores pueden hacerlo...El presidente, el papa no podrán enviar embajadores ante los poderosos de la tierra si antes no han enviado sus mensajeros ante aquellos que sufren injusticia, que padecen tiranía, que gimen en las cadenas de las muñecas y de las mentes”. -

“Está loco como Cristo y es tan peligroso”, dijo el presidente

del Consiglio italiano, “en las próximas elecciones perderemos cuatro millones de votos”. -

“Y ahora basta de palabras, concluyó el papa. El tiempo

apremia y debemos pasar a los hechos. De todo corazón, os agradezco que me hayáis escuchado”.

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-

“La Iglesia se está hundiendo, dijo

furioso un cardenal

conservador, y pierde toda influencia. La gente no cree ya en nada, y ahora ni el papa da ejemplo”. El papa decidió comenzar un trabajo en el que había pensado a menudo desde los primeros días: “Se trataba de un trabajo ímprobo y lleno de peligros: hacer el censo de las riquezas de la Iglesia. No se trataba sólo de saber lo rica que era, sino de dividir lo que era fácilmente enajenable de lo que no lo era. La idea de Pedro era usar el beneficio para ciertos fines, a su parecer esenciales”. Como queda dicho, el nuevo papa es asesinado “tras un breve y tempestuoso pontificado”. Todo esto lo publica Pecorelli diecisiete días antes de la extraña muerte del papa Luciani. Es, justamente, la crónica de una muerte anunciada. Dos semanas después, el 26 de septiembre, Pecorelli publica el artículo titulado Santidad, ¿cómo está? Pregunta enigmáticamente por la salud del papa Luciani y habla de la reacción que suscitan los cambios que pensaba hacer: “Hoy en el Vaticano muchos tiemblan, y no solamente monseñores y sacerdotes, sino también obispos, arzobispos y cardenales”. Pecorelli , que tuvo estrechos contactos con los servicios secretos italianos, anunció de diversas maneras el trágico destino de Aldo Moro, presidente de la DC y artífice del nuevo gobierno italiano, en el que por primera vez el partido comunista italiano llegaba al poder . Fue también en 1978, “el año de Europa”, que para el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger significaba situarse “en el contexto de la política americana”. El 16 de enero de 1979 Pecorelli anunció nuevas revelaciones, pero dos meses después fue asesinado de un tiro en la boca, por hablar.

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12.1.11 CASO ABIERTO Para el Vaticano la desaparición de Juan Pablo I es un caso cerrado el 29 de septiembre de 1978. Para muchos es un caso abierto, también para el magistrado italiano Pietro Saviotti, de la Fiscalía de Roma. El autor de estas líneas le envió sus dos libros hace un año, ofreciéndole los resultados de su investigación y poniéndose a su disposición. En el plano eclesiástico, se han dado los primeros pasos hacia el proceso de beatificación del papa Luciani. Contradiciendo una tradición secular que se refiere a los papas, la causa de beatificación no parte de Roma, sino de su tierra de origen, donde es recordado por su “santidad ordinaria”. Es decir, el planteamiento es este: ¡qué bueno era! Sin embargo, hay que decirlo claramente, un proceso de beatificación que eludiera el modo de la muerte estaría viciado de raíz. Para nosotros, Juan Pablo I es mártir de la purificación y renovación de la Iglesia.

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-12.2 33 DÍAS - LA PREMATURA MUERTE DE JUAN PABLO I (http://www.bibliotecapleyades.net/vatican/esp_vatican26i.htm)

Durante los escasos 33 días que duró el pontificado de Juan Pablo I, la Iglesia tuvo la gran oportunidad de expiar sus pecados del pasado y entrar en una nueva era de modernidad, transparencia y pobreza ejemplar. Desgraciadamente, la muerte prematura de Juan Pablo I dio al traste con sus revolucionarios proyectos. La sospecha de un posible asesinato no ha dejado nunca de estar presente.

La última etapa del pontificado de Pablo VI estuvo presidida por los reproches, pero lo que nunca nadie podría reconvenirle es que no supiera cómo organizar un cónclave secreto. Como ya se ha explicado anteriormente, la constitución Romano pontifici eligiendo es la disposición más arbitraria sobre el desarrollo de un cónclave de cuantas se hayan hecho en los tiempos modernos por miedo a que se repitieran los embarazosos episodios con micrófonos ocultos.

El cónclave para elegir a su sucesor iba a ser, sin duda, muy especial. Tras los muros de la Capilla Sixtina se pondrían en juego, como nunca antes, los anhelos, deseos y esperanzas de los católicos de todo el mundo. La derecha, con el cardenal Giuseppe Siri a la cabeza, esperaba elegir a un pontífice que devolviese a la Iglesia al estado de rígida disciplina eclesiástica anterior al II Concilio Vaticano; deseaban un nuevo Pío XII. La izquierda quería un papa que reconciliase a la Iglesia con los pobres, pero no como un monarca absoluto, sino democráticamente y contando con la opinión de los obispos. En definitiva, un nuevo Juan XXIII.

Casi en medio de ambas posturas se encontraba el patriarca de Venecia Albino Luciani, un hombre que conjugaba sencillez, humildad e inteligencia. Su preocupación eran los pobres, y no estaba interesado en la distinción entre derechas e izquierdas. Lo que realmente le importaba eran los millones de seres 59

humanos que padecían la miseria en el Tercer Mundo. Sabía muy bien a quién iba a votar, al cardenal brasileño Aloísio Lorscheider, un hombre que, como él, tenía una especial sensibilidad hacia el mundo pobre.

Luciani no estaba entre los papables. Ni los cardenales ni los medios de comunicación consideraban seriamente la posibilidad de que fuera elegido papa. De las biografías que el Vaticano distribuyó entre la prensa antes de que se celebrase el cónclave, la suya era la más corta.

Sin embargo, ésta era una apreciación errónea. Albino Luciani hablaba a la perfección alemán, francés, portugués, inglés, latín y, por supuesto, italiano. Además de ser muy popular entre los cardenales italianos que no pertenecían a la curia, tenía grandes amigos entre los de otros países. Los polacos Karol Wojtyla y Stefan Wyszynski habían sido invitados suyos en Venecia. De hecho, Wojtyla influyó notablemente en él respecto a su postura sobre el marxismo.

Los cardenales brasileños Aloísio Lorscheider y Paulo Evaristo Arns mantenían una relación muy cordial con Luciani, tanto como los cardenales León Joseph Suenens, de Bélgica, Jan Willebrands, de Holanda, Francois Marty, de Francia, Josef Hoeffner y Hermann Volk, de Alemania, Terence Cooke, de Nueva York, Timothy Manning, de Los Ángeles o Humberto Sousa Medeiros, de Bostón. Luciani, además, había viajado por medio mundo: Brasil, Portugal, Alemania, Francia,

Yugoslavia,

Suiza,

Austria

y

el

África

subsahariana.

Aparte de todo esto, era un hombre de espíritu abierto que mantenía una buena amistad tanto con judíos, anglicanos y protestantes como con otros no católicos, en especial con su gran amigo Phillip Potter, secretario del Consejo Mundial de Iglesias. Tampoco menospreciaba la teología de la liberación, e intercambiaba correspondencia

y

libros

con

el

teólogo

progresista

Hans

Küng.

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12.2.1 EL QUE ENTRA PAPA SALE CARDENAL

Como en todos los cónclaves, en éste también había favoritos. De todos ellos, el principal era el cardenal Giovanni Benelli, líder del sector más moderado de la curia, lo que le valió los ataques de varios cardenales, como Pericle Felici, administrador del patrimonio de la Santa Sede, que llegó a comentar: «Su voto será para sí mismo».

No sería así. El 25 de agosto de 1978 comenzó uno de los cónclaves más cortos de la historia: duró un día. Sorpresivamente, Benelli decidió renunciar a sus posibilidades de convertirse en papa y apoyar a un candidato que pusiese de acuerdo a ambas corrientes: Albino Luciani, el hombre con el que nadie contaba. Luciani subió al trono de San Pedro como Juan Pablo I (Juan por Juan XXIII y Pablo por Pablo VI). Si algunos cardenales pensaron que su elección debía entenderse como señal de un pontificado continuista, pronto se llevaron una decepción.

El nuevo papa tenía el sueño de devolver a la Iglesia sus característicos rasgos de austeridad y pobreza; a las pocas horas de su designación ya comenzó a trabajar para hacer realidad esta aspiración, que consideraba de vital importancia para el futuro de la Iglesia católica. En la noche del 27 de agosto de 1978, Juan Pablo I cenó con el cardenal Jean Villot y le confirmó a él y a los otros miembros de la curia romana en sus cargos, a los que habían tenido que renunciar tras el fallecimiento de Pablo VI. Pero en aquella cena ocurrió algo más.

El papa ordenó a Villot que iniciara de inmediato una investigación que abarcase todas las operaciones del Vaticano, especialmente las de carácter financiero. «Que no quede excluido ningún departamento, ninguna congregación, ninguna sección.» Debería hacerse de forma rápida, discreta y en profundidad. Una vez que el papa recibiese el informe, lo estudiaría y decidiría qué hacer. Le preocupaba por encima de todo el Instituto para las Obras de Religión, dirigido 61

por Marcinkus. Y no era el único que compartía esta inquietud. Cuatro días después, el 31 de agosto, el diario de información económica II Mondo publicaba una carta abierta a Juan Pablo I titulada «Su Santidad: ¿le parece correcto?». En ella se le pedía que impusiera «orden y moralidad» en las finanzas del Vaticano, inmersas, según el rotativo, «en la especulación y las aguas insalubres». El texto se refería explícitamente a las operaciones financieras fraudulentas del Vaticano e incluía un recuadro sobre sus propiedades y fortuna.

II Mondo planteaba, entre otras, las siguientes preguntas: ¿Es correcto que el Vaticano opere en el mercado como especulador? ¿Es correcto que el Vaticano posea un banco cuyas operaciones incluyen la transferencia de capitales ilegales de Italia al extranjero? ¿Es correcto que ese banco ayude a los italianos a evadir impuestos? ¿Por qué la Iglesia tolera la inversión en compañías, nacionales e internacionales, cuyo único propósito es el beneficio; compañías que, cuando es necesario, no dudan en pisotear los derechos humanos de millones de pobres, especialmente de ese Tercer Mundo tan cercano a vuestro corazón?

12.2.2 UNOS MÁS IGUALES QUE OTROS

La carta, además, atacaba con especial crudeza la figura de Marcinkus: Es, sin duda, el único obispo que forma parte de la junta directiva de un banco legal y secular, que incidentalmente tiene una rama en uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo capitalista; nos referimos al Banco Cisalpino Transatlántico de Nassau, en las islas Bahamas. El servirse de paraísos fiscales está permitido por las leyes terrenales, y ningún banquero laico podría ser llevado ante los tribunales por obtener ventaja de esta situación, pero quizá esto no sea lícito bajo la ley de Dios, que debería regir todo acto de la Iglesia. La Iglesia predica igualdad, pero no nos parece que la mejor forma de conseguirla sea a

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través de la evasión de impuestos, que constituye el medio por el cual el estado laico busca promover esa misma igualdad.

Pese a las críticas no hubo reacción oficial de la Iglesia, lo cual no quiere decir que no fuese asunto de conversación intramuros del Vaticano. Entre quienes pensaban que el Instituto para las Obras de Religión y la administración del patrimonio de la Santa Sede estaban fuera de control (que eran muchos, aunque silenciosos) cundió una discreta satisfacción y un atisbo de esperanza. Los que pensaban lo contrario se alarmaron, aunque, eso sí, de forma igualmente discreta.

II Mondo abrió un frente que continuó el rotativo La Stampa, que publicó un reportaje titulado «La riqueza y los poderes del Vaticano», firmado por el periodista Lamberto Fumo, que mantenía una postura mucho menos crítica con la Iglesia y calificaba de falsas algunas de las acusaciones que se habían formulado sobre sus finanzas. Aun así, el periodista criticaba la falta de transparencia de la Santa Sede:

La Iglesia no dispone de riquezas y recursos que excedan sus necesidades, pero es necesario dar prueba de ello [...1. En los sacos de dinero. Nuestro Señor escribe con su propia mano «peligro de muerte».

Una semana después de haberlo solicitado, Juan Pablo I tenía sobre la mesa de su despacho los primeros datos del informe elaborado por el cardenal Villot sobre el IOR. El banco, que según indicaba su propio nombre había sido creado para fomentar las «obras de religión», era, en la actualidad, igual que cualquier otra institución financiera laica. De sus once mil cuentas, tan sólo 1.650 guardaban alguna relación con la Iglesia. El resto pertenecía a clientes externos, entre los que destacaban Michele Sin dona, Licio Gelli, Roberto Calvi y el arzobispo Paúl Marcinkus.

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Por aquellas mismas fechas, y a lo largo de varias reuniones sucesivas que comenzaron el 7 de septiembre, los cardenales Benelli y Felici pusieron al papa al corriente sobre la historia de las operaciones financieras que vinculaban al IOR con Sindona, de las relaciones de éste con el blanqueo de dinero para el narcotráfico, de las pérdidas económicas sufridas, de cómo se evitó el escándalo en varias ocasiones, en especial con el sórdido asunto de los bonos falsos, y le advirtieron de que en ese preciso instante se estaba fraguando otro posible escándalo: el que podría producirse si llegaran a ser descubiertos los amaños de Roberto Calvi (al parecer, el juez Emilio Alessandrini ya estaba investigando el asunto). El papa palidecía a medida que leía el informe. La investigación del magistrado podía terminar no sólo con el procesa miento de Calvi, sino con el del propio Marcinkus y otros funcionarios vaticanos:

«El Papa los miró fijamente [a Benelli y Felici] y, con una voz que no le habían oído antes, les dijo que aquello no podía continuar». Lo que el papa desconocía es que Gelli y Calvi habían pronunciado palabras muy similares cuando recibieron la misma información a través de sus propios contactos. Ambos estaban al corriente de la investigación judicial y decidieron que lo más apropiado era optar por lo que Sindona solía llamar «la solución italiana». Aprovechando que el Renault 5 naranja del juez Alessandrini se había detenido en un semáforo de la via Muratori de Roma, cinco pistoleros le acribillaron a balazos.5 La investigación tuvo que comenzar de nuevo, y el encargado para esta delicada tarea fue el nuevo gobernador del Banco de Italia, Cario Azeglio Ciampi, actual presidente de la República italiana.

12.2.3 LA IGLESIA DE LOS POBRES Mucho antes de su elección como pontífice —desde el altercado con Marcinkus en 1972 como consecuencia de la venta de la Banca Católica del Véneto—, Luciani había transmitido al cardenal Villot numerosas quejas sobre las finanzas 64

del Vaticano, la forma en que Marcinkus dirigía el IOR, la implicación de un mafioso como Michele Sindona en las finanzas de la Iglesia, cómo la influencia de éste se extendía a la administración del patrimonio de la Santa Sede, etc.

Muchos lamentos, pero ningún resultado. Sin embargo, ahora tenía en sus manos el poder para cambiar las cosas. Quería una revolución que sirviera para devolver a la Iglesia a sus orígenes y a congraciarla de nuevo con las enseñanzas de Jesucristo. Dado que el nuevo papa se distinguía por ser un hombre que predicaba con el ejemplo, es muy significativo uno de sus escritos: Estamos de acuerdo en que la prudencia debe ser dinámica y exhortar a las personas a la acción. Pero hay tres fases que deben ser consideradas: deliberación, decisión y ejecución. Deliberación implica procurarnos los medios que nos llevarán al fin. Se basa en la reflexión, la petición de consejo, el análisis cuidadoso. Decisión significa, tras el análisis de los diversos métodos posibles, la elección de uno de ellos... [...] Se dice que la política es el arte de lo posible, y de alguna forma es cierto. La ejecución es la más importante de las tres fases: la prudencia, unida a la fuerza, evita el desánimo ante las dificultades y los obstáculos. Es el momento en el que un hombre demuestra ser líder y guía.

Tras leer esto nadie podrá dudar de que Juan Pablo I sabía cómo llevar a buen término sus planes. El 28 de agosto ya había llamado mucho la atención su negativa a recibir la tiara cargada de joyas. El papa nunca más sería monarca coronado, sino pastor de su rebaño, como el propio Jesucristo hubiera deseado. Acto seguido, Juan Pablo I se dirigió al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede: «No tenemos bienes materiales que intercambiar ni intereses que discutir. Nuestras posibilidades para intervenir en los asuntos del mundo son específicas y limitadas, y tienen un carácter especial».

Fueron muchos los que vieron en esta declaración de intenciones el fin del Banco Vaticano. En los mercados de valores más importantes del mundo había auténtica expectación respecto a las decisiones que estaba a punto de tomar el 65

nuevo papa. Lo único que quedaba por confirmar era hasta dónde iba a llegar Juan Pablo I en su reforma, algo que, para los especuladores que operaban cercanos a los intereses del Vaticano, podría significar la diferencia entre obtener nuevas ganancias o enfrentarse a la ruina.

Además, había una importante cuestión pendiente. Si el papa quería una Iglesia pobre, ¿qué pensaba hacer con las riquezas del Vaticano? Uno de los más preocupados parecía ser el cardenal Villot, de carácter sumamente conservador y al que las nuevas ideas de Juan Pablo I inquietaban profundamente. Las diferencias entre ambos hombres eran cada vez mayores y el papa sentía cada vez más la desaprobación de aquel al que había confirmado en su puesto como secretario de Estado.

12.2.4 EL REGRESO DE LA LISTA DE LOS MASONES

En los primeros días de septiembre de 1978 comenzaron a hacerse públicas las primeras medidas del nuevo pontífice, entre las que destacaba su intención de variar drásticamente las relaciones del Vaticano con el mundo del gran capital. Aparte de esto, Juan Pablo I ya había dado los primeros pasos hacia una revisión de la postura oficial de la Iglesia respecto al control de la natalidad, algo que levantó ampollas en amplios sectores de la Iglesia, y, en especial, en el cardenal Villot, contrario a los métodos anticonceptivos.

El 5 de septiembre, Juan Pablo I recibió en audiencia al cardenal africano Bernardin Gantin, a quien pondría al frente de Cor Unum, una organización de la Iglesia de ayuda internacional, que hasta ese momento dependía del cardenal Villot. Juan Pablo I no tenía dudas, la Iglesia había de dedicar una parte importante de sus recursos financieros a apoyar planes serios de desarrollo en el Tercer Mundo. Ese mismo día ocurrió un suceso que, para los más suspicaces, debió haber puesto en guardia al papa sobre su seguridad personal. 66

Recibía a una de las mayores autoridades de la Iglesia ortodoxa, el metropolita Nicodemo de Leningrado. Ambos hombres se sentaron a tomar café, pero nada más dar el primer sorbo, Nicodemo se precipitó al suelo y murió casi instantáneamente. El dictamen oficial fue infarto, aunque era un hombre relativamente joven, 49 años, y según todos los indicios tenía un buen estado de salud.

Con todo, aquél era un problema menor para Juan Pablo I. El 12 de septiembre la agencia de noticias Osservatore Político divulgó un artículo titulado «La gran Logia del Vaticano», en el que se reproducía, con algunos añadidos, la famosa lista de presuntos masones del entorno de la Santa Sede —cardenales, obispos y otros altos dignatarios de la Iglesia— que ya hemos reproducido anteriormente.

Esta agencia de noticias, dirigida por el periodista Carmine Pecorelli, el mismo que acabó con un disparo en la boca tras delatar a sus hermanos masones que, se caracterizaba por la publicación de informaciones escandalosas cuya veracidad siempre era contrastada

12.2.5 UN SECRETO A VOCES

Al parecer, el papa se encontraba literalmente rodeado de masones, entre ellos el secretario de Estado, cardenal Jean Villot, el ministro de Asuntos Exteriores, monseñor Agostino Casaroli, el cardenal Sebastiano Baggio, el cardenal Ugo Poletti, vicario de Roma, el arzobispo Paúl Marcinkus y monseñor Donato de Bonis, otro alto cargo del Banco Vaticano.

Juan Pablo I no acababa de creérselo. Para él era inconcebible que un sacerdote perteneciese a la masonería. Aunque sabía que entre los católicos laicos no era infrecuente —también había comunistas—, tratándose de miembros del clero la situación era muy diferente. Al menos podía contar con que las personas en las 67

que más confiaba en el Vaticano, el cardenal Benelli y el cardenal Felici, no figuraban en la relación de supuestos masones. Así que decidió llamar a este último para tomar café y discutir la situación.

Juan Pablo I disfrutaba de la compañía de Felici, un hombre de pensamiento conservador pero inteligente, sofisticado y espiritual. Para su sorpresa, el cardenal le comentó que conocía la existencia de la lista. Había circulado por la Santa Sede al menos desde 1976, y constituía un secreto a voces. El hecho de que volviera a salir ahora a la luz pública era un claro mensaje al nuevo pontífice para que mediase en el asunto. Lo que estaban requiriéndole era una investigación y una purga de buena parte de la curia y varios de los papables. —¿Quieres decir que listas como esta existen desde hace más de dos años? —Eso mismo, Santidad. —¿Y la prensa las conoce? —Las conoce. Nunca ha llegado a publicarse una lista completa, pero sí un nombre aquí, otro allá... —¿Y cuál ha sido la reacción del Vaticano? —La normal... o sea, ninguna.

El Papa se rió ante la observación. —¿La lista es auténtica? —preguntó sin rodeos Juan Pablo I. Felici se encogió de hombros.

68

—Esas listas parecen proceder de los allegados a Lefebvre... no fueron elaboradas por nuestro hermano rebelde francés, más bien las utiliza.

(Cuando se habló de los problemas por los que atravesó Pablo VI durante la última etapa de su pontificado, habría que haber precisado que el que más amargura le causó fue el concerniente al obispo Marcel Lefebvre. Él era la máxima expresión del integrismo católico, alguien que consideraba que el II Concilio Vaticano había sido un acto herético, y, en consecuencia, actuaba como si nunca se hubiera celebrado. Día a día, desafiaba la autoridad del Vaticano celebrando en su diócesis misas en latín y de espaldas a los feligreses. La condena pública de Pablo VI no le hizo la menor mella. En cuanto al nuevo papa, sus seguidores ni siquiera le reconocían por el hecho de haber sido elegido por un cónclave del que se había excluido a los cardenales mayores de ochenta años.)

La investigación siguió su curso, realizándose discretamente y con la colaboración de las autoridades italianas, que encontraron testigos que apoyaron la presunta pertenencia del secretario de Estado Villot y su asistente, el cardenal Baggio, a la masonería. Ahora estaba claro el motivo de la insistencia del cardenal Villot en la necesidad de una «modernización» de la postura que mantenía la Iglesia respecto a la masonería. Esto mismo podía decirse de la práctica

totalidad

de

los

nombres

que

figuraban

en

la

lista.

El 13 de septiembre, el papa llamó a Roma a uno de sus hombres de confianza. Germano Pattaro, para que aceptase ser su consejero. Según las propias palabras de Pattaro, el papa estaba viviendo «un mes de infierno», una vía crucis: «Comienzo a entender ahora cosas que no había comprendido antes. Aquí cada uno habla mal del otro. Si pudieran, hablarían mal hasta de 69

Jesucristo». La curia, indecisa y dividida, acosaba al papa constantemente y la relación con Marcinkus y Villot era cada vez más tensa. La antipatía de Marcinkus queda patente en unas declaraciones que realizó tras el fallecimiento del

pontífice:

Ese pobre hombre, el papa Juan Pablo I, llega de Venecia, una diócesis pequeña, de gente mayor, donde no hay más que 90.000 personas en la ciudad y los sacerdotes son viejos. De repente lo me ten en un sitio como éste, sin saber siquiera dónde está cada despacho. No tiene ni idea de a qué se dedica la secretaría de Estado [...]. La suya era una sonrisa muy nerviosa [...]. Además, hay que tener en cuenta que no era una persona de mucha salud... No hay más que coger el periódico todos los días y ver cómo hay mucha gente joven que consigue un buen puesto de trabajo y al poco tiempo se muere. Y no por eso va uno a pensar que los mataron.

El propio Marcinkus era consciente de que sus días al frente del IOR acabarían pronto: «No me queda mucho», le comentó a un amigo. A partir del 20 de septiembre ya se rumoreaba en Roma que el papa se disponía a expulsar a algunos de los hombres más representativos de la Santa Sede. El número de cigarrillos fumados por el cardenal Villot, fumador empedernido, puede servirnos de barómetro para medir su agitación nerviosa.

Desde la coronación de Juan Pablo I, las dos cajetillas diarias de Galois que fumaba el cardenal habían subido a tres, y algunos días llegaban incluso a cuatro. Se sentía traicionado por la Santa Sede. Él y no otro se había mantenido firme al frente del Vaticano durante los agónicos últimos años de Pablo VI, cuando se le empezaba a llamar el «Papa Hamiet». El y no otro había mantenido la Iglesia en funcionamiento mientras Pablo VI vagaba por los pasillos del palacio de Letrán. La prensa francesa le llamaba el «De Gaulle de Dios».

70

12.2.6 SOLO ANTE EL PELIGRO

Uno de los hombres más preocupados era Roberto Calvi, cuyos negocios con Marcinkus y el Banco Vaticano podrían llevarle a la cárcel de por vida. Las noticias que recibía de sus informadores en el Vaticano no podían ser más inquietantes. El banquero milanos estaba convencido de que el papa quería vengarse por la compra de la Banca Católica del Véneto. Si no, ¿para qué tanta investigación en el Instituto para las Obras de Religión?

Si era la ira lo que motivaba la forma de actuar de Juan Pablo I, tal vez se le pudiera calmar de alguna forma (ofreciéndole, por ejemplo, una generosa donación para obras de caridad). Pero según iba recibiendo informes, Calvi se daba cuenta de que tenía ante sí a una persona con la que no estaba acostumbrado a tratar: Juan Pablo I era incorruptible, insobornable y, en definitiva, honrado.

Calvi se jugaba mucho. Se había apropiado ilegalmente de más de 400 millones de dólares mediante la evasión fiscal y la creación de varias sociedades fantasma. Era demasiado lo que dependía de que el ahora investigado Marcinkus siguiera en su puesto. La única y remota posibilidad de que todo continuase como hasta ese momento era que el papa muriese antes de destituir a los hombres de confianza del anterior pontífice y pusiese en su lugar a alguien menos partidario de reformar las finanzas vaticanas. Un mes después de ser elegido papa, Juan Pablo I había conseguido llevar el temor y la incertidumbre al corazón

de

los

principales

responsables

de

la

corrupción

vaticana.

El 23 de septiembre, Juan Pablo I tomó posesión como obispo de Roma. Su homilía no contribuyó a tranquilizar las posibles conciencias culpables que hubiera en la Santa Sede, sobre todo porque en un momento del discurso se volvió hacia Marcinkus y dijo: 71

Aunque durante más de veinte años he sido obispo de Vittorio Véneto y Venecia, reconozco que no he aprendido el oficio demasiado bien. En Roma, me adscribiré a la escuela de san Gregorio el Grande, que escribió que un pastor debe, con compasión, estar cercano a cada uno de los que le han sido encomendados; independientemente de su puesto se debe considerar al mismo nivel que el rebaño, pero no debe temer ejercer los derechos de su autoridad contra los inicuos...

Dado que la mayoría de los presentes no tenían la menor idea de las turbias corrientes que recorrían el subsuelo del Vaticano, se limitaron a asentir ante tan sabias palabras. Para los iniciados, aquel mensaje era una suave y discreta declaración

de

guerra.

El

final

de

la

corrupción

estaba

próximo.

Para entonces, los rumores de la existencia del informe solicitado al cardenal Villot por el papa ya habían llegado al prestigioso semanario estadounidense Newsweek, que daba por segura la destitución de Marcinkus. En la Ciudad del Vaticano, se barajaban decenas de nombres que, tras Marcinkus y Villot, abandonarían la Santa Sede.

12.2.7 EL CARDENAL ARROGANTE

También había que solucionar el asunto del Banco Ambrosiano, desvincularse de Calvi y sus negocios sucios a la mayor brevedad, salvar lo que se pudiera, tanto en prestigio como en dinero, y buscar un nuevo banquero para la Santa Sede. El principal candidato era Lino Marconato, director del Banco San Marco, que fue llamado a los aposentos del papa para celebrar una reunión confidencial el 25 de septiembre. Tres días más tarde, el 28 de septiembre, fue la fecha elegida para dar comienzo a la purga. El primero en ser convocado al despacho del papa fue el cardenal Baggio. A pesar de lo que dijera la doctrina, el papa no pensaba excomulgarle, ya 72

que sólo había en su contra pruebas circunstanciales y, aun teniendo la certeza de su vinculación a la masonería, castigar a un cardenal hubiera sido un escándalo que no se podía permitir una ya muy debilitada Iglesia. Sin embargo, lo que sí tenía claro Juan Pablo I es que no quería a su lado a un hombre en el que no confiaba, así que tomó una solución salomónica. Dado que desde que fue elegido papa Venecia estaba sin patriarca, decidió ofrecerle el puesto a Baggio.

Lo que sucedió a continuación no estaba en los planes del papa. Baggio se negó, y lo hizo en un tono poco apropiado para dirigirse a un pontífice. De hecho, estaba furioso. No quería cambiar Roma por una diócesis periférica donde nadie iba a contar con él. Le gustaba Roma y le gustaban los manejos políticos del Vaticano. Dentro de poco iba a presidir la conferencia de Puebla, en México, y quería capitalizar aquel protagonismo.

La negativa, y sobre todo el tono de protesta de Baggio, desconcertaron al papa, que consideraba la obediencia como uno de los valores fundamentales del sacerdocio. Él mismo había aceptado sin rechistar en su vida muchas decisiones de la Santa Sede que no compartía. Es más, incluso durante su actual etapa de pontificado, caracterizada por el descubrimiento de una corrupción tras otra, solía excusar a los culpables pensando que sus acciones, probablemente, tuvieran su origen en la obediencia debida. No obstante, aquel cardenal arrogante que por razones egoístas se negaba a acatar una decisión del papa era algo inconcebible. Aun así, el pontífice mantuvo la calma. Despidió a Baggio y se fue a almorzar, meditando una solución para el problema.

Tras una corta siesta, el papa dio un paseo por los corredores de palacio. A las 15.30 volvió a su despacho e hizo algunas llamadas telefónicas: llamó a Padua al cardenal Felici, a Florencia al cardenal Benelli y llamó a Villot, a quien convocó a una reunión unas horas más tarde. A sus dos hombres de confianza les contó lo que había sucedido y les pidió consejo. Al secretario de Estado le comunicó el resto de sus decisiones. 73

Al caer la tarde, refrescó un poco. El cardenal Villot se sentó a tomar el té con el papa, aunque en el ambiente se notaba una tensión que dejaba claro que aquella no iba ser una reunión de cortesía. Como siempre, Juan Pablo I se dirigió al cardenal en francés y le pidió que antes de veinticuatro horas destituyera a Marcinkus como máximo responsable de la banca vaticana. Ni siquiera deseaba que el obispo permaneciera en el Vaticano; en su tierra natal, como obispo auxiliar de Chicago, sería mucho más útil a la Iglesia. A Marcinkus le sustituiría monseñor Giovanni Angelo Abbo, secretario de la prefectura de asuntos económicos de la Santa Sede, un hombre con una sólida formación financiera y que contaba con toda la confianza del pontífice. Además, Juan pablo I anunció otros cambios en el seno del Instituto para las Obras de Religión:

Mennini, De Strobel y monseñor De Bonis serán apartados. Inmediatamente. De Bonis será reemplazado por monseñor Antonetti. Discutiré cómo cubrir las otras vacantes con monseñor Abbo. Quiero que todos nuestros vínculos con el grupo del Banco Ambrosiano terminen lo más deprisa posible. En mi opinión, esto será imposible de seguir con las personas que actualmente están al cargo.

12.2.8 EL CASTIGO A LOS INICUOS

Villot tomó nota en silencio de estas disposiciones. Sabía que Marcinkus y su grupo habían especulado con las finanzas del Vaticano durante años. No era asunto suyo, él se había limitado tan sólo a mirar para otro lado. El segundo punto del orden del día era el futuro del cardenal Baggio. El papa había meditado todo el día sobre el tema y finalmente llegó a una resolución. Baggio iría donde se le dijese, no había discusión posible. El papa no tenía ninguna intención de volver a hablar con él, sería Villot quien le comunicase su nuevo destino en Venecia:

74

Venecia no es un tranquilo mar de rosas. Precisa de un hombre con la fuerza de Baggio. Nos gustaría que usted conversase con él. Dígale que todos debemos hacer algún sacrifico en este momento. Tal vez sea bueno recordarle que yo no tengo la menor intención de volver a asumir ese puesto.

Asimismo, el papa comunicó a su secretario de Estado el resto de cambios que tenía planeados, entre los que se encontraba la inmediata sustitución de todos los presuntos masones del Vaticano por hombres de su confianza. Los destituidos serían destinados a puestos de segunda fila y sus actividades estarían supervisadas por «verdaderos católicos».

El cardenal Pericle Felici sería el nuevo vicario de Roma, en sustitución del cardenal Ugo Poletti, que reemplazaría, a su vez, al cardenal Benelli como obispo de Florencia. Benelli se convertiría en el nuevo secretario de Estado, relevando al propio Villot, cuya renuncia debería ser presentada en breve para así poder regresar a su Francia natal. El cardenal pareció encajar la noticia bastante mal, aunque su protesta fue en términos más respetuosos que los de Baggio.

El papa le recordó un episodio de la historia vaticana por si podía sacar alguna enseñanza de él. Pío X destituyó al cardenal Rampolla, secretario de Estado con León XIII, porque existía la sospecha de que era masón. No es que aquella historia tuviera nada que ver con él, era sólo un ejemplo histórico para demostrarle que los secretarios de Estado no tenían por qué serlo de por vida. El golpe de gracia para Villot fue la confirmación de que sería el Santo Padre quien recibiera al comité norteamericano sobre el control de población el 24 de octubre.

Esta delegación del gobierno estadounidense trataba de modificar la posición de la Iglesia sobre la píldora anticonceptiva, algo a lo que el papa no pondría demasiados reparos.

La reunión con Villot finalizó a las 19.30. Después, el papa se retiró a orar y tomó 75

una cena ligera, servida por la hermana Vincenza, su cocinera y ama de llaves desde hacía años. A las 21.30, después de cenar y haber visto las noticias de la televisión, el papa, que parecía de buen humor, se despidió de sor Vincenza y sus asistentes: «Buonanotte. A domani. Se Dio vuole» (Buenas noches. Hasta mañana. Si Dios quiere).

12.2.9 LA MUERTE DEL PAPA

A la mañana siguiente, sor Vincenza, siguiendo la rutina habitual, llamó a la puerta del papa a las cuatro de la madrugada y dejó una bandeja con el café en la puerta. Media hora después, cuando volvió a pasar, la bandeja estaba intacta, lo cual extrañó a la religiosa. Insistió en su llamada, pensando que el pontífice se había quedado dormido. Al no obtener respuesta decidió entrar. La escena que vio no podía ser más impactante.

La luz estaba encendida y el papa sentado en la cama, aparentemente revisando unos papeles, de hecho tenía las gafas puestas. Sin embargo, al acercarse más, la religiosa apenas pudo contener una exclamación de horror. En la cara del pontífice se dibujaba una sonrisa macabra y grotesca. Sus ojos, muy abiertos, parecían salirse de las órbitas.

Como pudo, teniendo en cuenta que padecía del corazón y que estaba impresionada por lo que acababa de ver, la monja corrió en busca del padre Magee, uno de los asistentes del papa. Tras comprobar que éste estaba muerto, telefoneó al cardenal Villot, que formuló una pregunta que sorprendió un poco al joven sacerdote: «¿Sabe alguien más que el Santo Padre ha muerto?». Nadie, excepto él y sor Vincenza, lo sabía. Villot ordenó que nadie accediera a la habitación del papa. Apenas unos minutos después, apareció perfectamente afeitado, despierto e impecablemente vestido con todos los ornatos de cardenal.

76

La Santa Sede comenzó entonces una confusa campaña de mentiras mezcladas con medias verdades sobre la muerte del papa que levantaron las primeras sospechas de asesinato. Y no era porque no hubiera enemigos suficientemente poderosos y con motivos dentro del Vaticano como para recurrir a la más terrible de las soluciones. Desde luego, un atentado contra el papa en medio de la plaza de San Pedro era impensable. La muerte tenía que producirse de forma aparentemente accidental, sin investigaciones ni complicaciones para la Iglesia.

La mejor forma de plantear un hipotético atentado contra el papa era mediante un veneno que después de administrado no dejara ninguna señal externa. El autor debía ser, además, una persona familiarizada con la rutina del Vaticano. En este sentido, la actitud del cardenal Villot ha sido calificada por múltiples analistas de llamativa. Cuando llegó junto al cuerpo, al lado de la cama del papa, en la mesilla de noche, estaba el frasco con el medicamento que Juan Pablo I tomaba para sus problemas de presión arterial baja. Villot se lo guardó en la sotana y arrancó de las manos del cadáver los apuntes sobre las designaciones de las que habían conversado la tarde anterior. Vació su escritorio de papeles e incluso se llevó sus gafas y sus zapatillas. Ninguno de estos objetos ha vuelto a ser visto jamás.

Una vez hecho esto, el cardenal llamó por teléfono al doctor Buzzonettí, el médico del papa, y procedió a administrar la extremaunción al cadáver. Luego, Villot impuso el voto de silencio a la hermana Vincenza, enviándola de vuelta a su convento en Venecia, e instruyó a todos para que la muerte del pontífice fuera silenciada hasta que él ordenara lo contrario. El doctor Buzzonettí llegó antes de las seis de la mañana y dictaminó que la causa de la muerte había sido una oclusión cardíaca ocurrida alrededor de las 22.30. Según el médico, el fallecimiento fue instantáneo y el pontífice no sufrió. Los enemigos del papa tuvieron su «milagro», el pontífice había muerto.

77

12.2.10 ALBINO LUCIANI, ¿ESTÁS MUERTO?»

Villot procedió a realizar la ancestral ceremonia de la certificación de la muerte. Sacó de su sotana un pequeño martillo de plata, y golpeando levemente la frente del cadáver preguntó tres veces: «Albino Luciani, ¿estás muerto?». Tras esto, dictaminó oficialmente la muerte del papa.

Villot decidió que el difunto Juan

Pablo I debía ser embalsamado de inmediato, sin dar posibilidad a ningún tipo de autopsia.

De hecho, poco después de las seis se presentaron los embalsamadores Ernesto y Arnaldo Signoracci, a los que Villot había llamado desde su aposento nada más recibir la llamada del padre Magee. Los hermanos Signoracci comenzaron inmediatamente su trabajo, lo cual es llamativo, puesto que, como recordaremos, era tradición que los papas no fuesen embalsamados (esta costumbre había provocado algunas situaciones embarazosas y grotescas).

Una consecuencia directa del embalsamamiento es que imposibilita cualquier intento de realizar la autopsia a un cadáver, sobre todo, en los casos de envenenamiento. Los hermanos Signoracci hicieron un magnífico trabajo, en especial en el rostro del pontífice, del que desapareció la horrible mueca con que fue encontrado y volvió a adquirir la serenidad que tuvo en vida. Mientras los embalsamadores trabajaban, Villot habló con el padre Magee. Para el mundo, sería él y no sor Vincenza quien habría encontrado el cadáver. Nunca se volvieron a mencionar los papeles ni ninguno de los objetos que se había llevado Villot de la habitación del pontífice. En su lugar, se dijo que el papa estaba leyendo un libro religioso. El siguiente paso de Villot fue comunicar la muerte del papa al decano del Sacro Colegio cardenalicio, al jefe del cuerpo diplomático y al comandante de la Guardia Suiza.

A las 6.45 el arzobispo Marcinkus llegó a la Santa Sede, donde fue informado de la muerte del papa por un miembro de la Guardia Suiza. (Este dato es revelador 78

porque Marcinkus no era madrugador y nunca llegaba a su despacho antes de las nueve de la mañana.) A las 7:27 Radio Vaticana informaba al mundo del fallecimiento del pontífice.

Nada más conocerse la noticia, un sector de la prensa italiana comenzó a sospechar de la versión oficial. El primer hecho refutado fue el «libro religioso» que presuntamente se había encontrado en las manos del papa. Aquel volumen estaba entre las pertenencias personales del Santo Padre que aún se hallaban en Venecia. El 5 de octubre, el Vaticano tuvo que admitir que en el momento de su muerte Juan Pablo I repasaba «ciertas designaciones en la curia y el episcopado italiano».

Otro asunto difícil de explicar era el embalsamamiento. La ley italiana prohibía que un cadáver fuera embalsamado antes de cumplirse las veinticuatro horas del fallecimiento. El 1 de octubre, el Corriere della Sera publicaba un reportaje titulado «¿Por qué no una autopsia?», en el que su autor, Cario Bo, reflexionaba: La Iglesia no tiene nada que temer, por tanto, no tiene nada que perder. Más bien al contrario, tendría mucho que ganar. Saber a causa de qué murió el Papa es un hecho histórico legítimo, parte de nuestra historia viviente, y no afecta de ninguna manera el misterio espiritual de su muerte. El cuerpo que dejamos atrás cuando morimos puede ser estudiado por nuestros pobres instrumentos, no es más que un residuo. El alma está ya, o mejor, siempre estuvo, sometida a otras leyes, que no son humanas, que todavía permanecen inescrutables. No transformemos en misterio un secreto que hay que guardar por razones terrenales. Debemos reconocer el significado de nuestros secretos. No declaremos sagrado lo que no lo es.

Las sospechas se hicieron más intensas si cabe al hacerse público por parte de los médicos personales del papa que éste se encontraba en un magnífico estado de salud; sólo estaba aquejado de un ligero problema de presión sanguínea baja. Esta afirmación obligó a Villot a inventarse una historia que hizo circular entre los 79

cardenales que reclamaban una autopsia. Según la nueva versión, el pontífice habría fallecido a causa de una sobredosis de Efortil, el medicamento que tomaba para regular su presión sanguínea.

Si se descubría esta circunstancia era probable que se corriese el bulo de que Juan Pablo I se había suicidado. Cuando esta historia tampoco pareció apaciguar a los partidarios de realizar una autopsia a Juan Pablo I, Villot recurrió al derecho canónico, diciendo que era la ley la que prohibía la autopsia de un pontífice, lo cual también era mentira; de hecho, en 1830, el cuerpo de Pío VIII fue sometido al análisis del forense.

Más tarde se descubrió también que había sido sor Vincenza quien encontró el cadáver, e incluso se especuló con la presencia de vómito en el lugar de la muerte, indicador de un posible envenenamiento.

El nuevo cónclave para elegir sucesor al papa comenzó el domingo 15 de octubre de 1978, y desde el principio se hizo patente que no iba a ser tan rápido ni sencillo como el último. El favorito era el cardenal Benelli, que estaba dispuesto a continuar con las reformas de su antecesor, pero a Benelli le faltaron nueve votos para alzarse como Sumo Pontífice. El vencedor resultó ser un candidato de compromiso, el cardenal Karol Wojtyla, de Polonia, en el polo opuesto de las ideas de Juan Pablo I, a pesar de haber elegido el mismo nombre. Si realmente la muerte de Juan Pablo I fue fruto del asesinato, a los conspiradores todo les había salido a pedir de boca.

80

13. ACLARACIÓN DE TÉRMINOS

Roberto Calvi (13 de abril de 1920 - 17 de junio de 1982)

fue

un

banquero

italiano

apodado "el banquero de Dios" por la prensa debido a su estrecha relación con la Santa Sede. Nacido en Milán, Calvi fue presidente del Banco Ambrosiano, que se derrumbó en uno de los mayores escándalos políticos modernos de Italia. Una fuente de polémicas interminables, su muerte en Londres en junio de 1982 fue declarada un homicidio después de dos pesquisas forenses y una investigación independiente. En Roma, en junio de 2007, cinco personas fueron absueltas del asesinato.

Se ha argumentado que uno de los factores de la muerte de Calvi fue su relación con el Banco del Vaticano, el accionista principal de Banco Ambrosiano, que estaba controlado por la mafia, el pudo haber utilizado el Banco Ambrosiano para el lavado de dinero y la logia Propaganda Due (P2) como herramienta política y social.

81

Paul Casimir Marcinkus (Cicero, Illinois, 15 de enero de 1922 – Sun City, Arizona, 20 de febrero de 2006)

fue

un arzobispo

estadounidense conocido por su polémica dirección

del

Instituto

para

las

Obras

Religiosas, el IOR, más conocido como el Banco del Vaticano. En 1964, se convirtió en el guardaespaldas del papa Pablo VI, lo que le valió el sobrenombre de El Gorila. Marcinkus se hizo amigo del Padre Pasquale Macchi, secretario del papa, por lo que Pablo VI lo nombró obispo y, posteriormente, lo puso al frente del Banco del Vaticano, sin tener Marcinkus ninguna experiencia financiera. Marcinkus fue presidente del Banco del Vaticano desde 1971 hasta 1989, manteniendo el control del dinero de los fondos católicos, lo que lo convirtió en uno de los hombres más poderosos en la Iglesia. Su misión principal era sanear las maltrechas finanzas de la Iglesia, que tras el Concilio Vaticano II se encontraban en números rojos. A ello se dedicó, aplicando a la tarea unos criterios para las finanzas que los críticos consideraron moralmente discutibles. Su gran habilidad para el manejo financiero le hizo ganarse la admiración y el respeto de muchos representantes del poder económico. Diversificó, por ejemplo, las inversiones internacionales de la Iglesia, colocando dinero en Estados Unidos, Canadá, Suiza, e incluso en la República Federal Alemana. Cuando el papa Pablo VI lo acababa de nombrar organizador de sus viajes, y secretario del Pontificio Consejo de la Ciudad del Vaticano, el Banco de Italia y la magistratura de Roma empezaron a observar con sospecha sus manejos financieros. Su reputación fue dañada severamente por las acusaciones de Michele Sindona, que lo vinculaba al colapso en 1982 del Banco Ambrosiano. Fue Sindona, que era 82

presidente de la Banca Privada y considerado próximo a los ambientes de la mafia, el que puso a las autoridades sobre su pista, al quebrar su entidad y acusar al arzobispo Marcinkus y a Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y miembro de la logia masónica P2, de haberse involucrado con él en diversas operaciones

consideradas

de

alto

riesgo

que

precipitaron

la

quiebra

en 1982 del Banco Ambrosiano, el mayor fraude de las instituciones financieras privadas en Italia.

A mediados de la década de 1980, las autoridades italianas trataron de arrestar a Marcinkus

por

su

conexión

con

varios

crímenes

financieros,

pero el

Vaticano reclamó inmunidad diplomática para el arzobispo estadounidense y lo protegió de las investigaciones. Marcinkus negó cualquier acción incorrecta y fue autorizado para regresar a Estados Unidos y a la diócesis de Phoenix, en Arizona. El autor inglés David Yallop indica a Marcinkus como unos de los autores principales de la presunta eliminación de Juan Pablo I.

También en 1983 se lo acusó de ser cómplice en el secuestro y desaparición de Emanuela Orlandi, una chica de 15 años hija de un empleado del Vaticano, pero nunca se le imputó ningún cargo.

83

Jean-Marie

Villot (Saint-Amant-

Tallende, Puy-de-Dôme, 11

de

octubre de 1905 - †Ciudad del Vaticano, 9 de marzo de 1979) la Iglesia

fue

un cardenal francés de

Católica que

se

desempeñó

como Arzobispo

de

Lyon desde 1965 a 1967, Prefecto Congregación

de

para

la el

Concilio desde 1967 hasta 1969, Secretario de

Estado

Vaticano

de

1967

a 1979,

y Camarlengo de 1970 a1979. Fue elevado al cardenalato en 1965.

Primeros años Nació en Saint-Amant-Tallende, Puy-de-Dôme, como hijo único de José y María Villot. Antes de servir en el ejército, hasta 1924, estudió para el sacerdocio en Riom, Clermont,

y Lyon.

Se

convirtió

en

un novicio marista el 7

de

septiembre de 1925, pero dejó la orden tres meses más tarde, en diciembre. Villot se fue a estudiar al Institut Catholique de Paris y a la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma (dónde obtuvo la licenciatura en derecho canónico y un doctorado en teología).

Sacerdocio Fue ordenado sacerdote el 19 de abril de 1930, por el arzobispo Alfred-HenriMarie Baudrillart. Villot fue enviado a continuación, a la Archidiócesis de París, y desde 1931 hasta 1934 se desempeñó como secretario de Pierre-Marie Gerlier, obispo de Tarbes-et-Lourdes. Enseñó en el seminario de Clermont y en

84

la Universidad Católica de Lyon, convirtiéndose en vice-rector de esta última en 1942, y ejercendo el cargo durante ocho años.

Obispo y Cardenal A principios de la década de 1950, Villot trabajo en la Conferencia Episcopal Francesa. Luego en 1954, fue nombrado obispo auxiliar de París y obispo titular de Vinda, siendo su consagración episcopal el 12 de octubre, de manos del cardenal Maurice Feltin. El 17 de diciembre de 1959, Villot fue promovido a arzobispo coadjutor de Lyon y arzobispo titular de Bosporus. Durante elConcilio Vaticano II, se desempeñó como Subsecretario de éste. Reemplazó al cardenal Gerlier como arzobispo de Lyon el 17

de

enero de 1965,

presbítero de SS.

Trinità

al

y

al

mes

Monte

siguiente,

Pincio por

fue

creado cardenal

el Papa Pablo

VI en

el consistorio del 22 de febrero de ese año. Fue nombrado Prefecto de la Congregación para el Concilio (más tarde rebautizado como Congregación para el Clero) en la Curia Romana, el 7 de abril de 1967, y que en adelante tendría un papel muy importante en el gobierno de Pablo VI, fue nombrado Cardenal Secretario

de

Estado el 2

de

mayo de 1969.

Luego,

Villot

fue

nombrado camarlengo de la Santa Iglesia Romana, el 16 de octubre de 1970.

El 15 de julio de 1971, fue nombrado presidente del recién formado Consejo Pontificio Cor

Unum.

Se

mantuvo

en

esta

posición

hasta

el 4

de

septiembre de 1978, cuando renunció durante el pontificado de Juan Pablo I.

Elevado a cardenal obispo de Frascati el 12 de diciembre de 1974, se mantuvo Villot como Secretario de Estado por el resto del reinado de Pablo VI, y se mantuvo en ese mismo cargo durante Juan Pablo I y Juan Pablo II.

85

Últimos años Villot participó como cardenal elector en los cónclaves de agosto y octubre de 1978, que eligió a Juan Pablo I y Juan Pablo II, respectivamente. En su calidad de Camarlengo, ejerció como administrador interino del Vaticano entre la muerte de Pablo VI y la elección de Juan Pablo I, y entre la muerte de éste último y la elección de Juan Pablo II.

Murió de neumonía el 9 de marzo de 1979, en su apartamento de la Ciudad del Vaticano, a los 73 años. Juan Pablo II celebró su misa funeral en la Basílica de San Pedro el día13 de marzo y sus restos fueron enterrados en la cripta de Trinità dei Monti. El autor inglés David Yallop en su libro "Por Voluntad de Dios", señala a Villot como uno de los posibles implicados en el posible asesinato de Juan Pablo I, pues sostiene que, como camarlengo, entró en la habitación de Albino Luciani pocos minutos después de su fallecimiento y retiró objetos personales de la misma, como el testamento y los cambios que pensaba realizar Luciani en el Banco Ambrosiano, cambios que luego Juan Pablo II no ejecutó.

SEBASTIANO

BAGGIO Nació

mayo de 1913 en Rossa,

el 16

una

de

pequeña

localidad entre Mantua y Padua en el norte de Italia en

la Diócesis

de

Vicenza.

Falleció el 21 de marzo de 1993, a los 79 años, de una hemorragia cerebral, en el "Policlínico Agostino Gemelli", en Roma. Enterrado en la tumba familiar en Rosa. Conseguida la madurez habitual, entró en el seminario estudio filosofía y teología.

de Vicenza donde Enviado

a Roma para

estudiar

en

la Pontificia

Universidad Gregoriana, fue ordenado sacerdote y se licenció en Derecho 86

Canónico. Tras una estancia en Viena volvió a Roma, donde realizó estudios de paleontología, archivos y bibliotecas y diplomaciaen la Academia Pontificia Eclesiástica.

Sacerdocio Fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1935. Entró al servicio diplomático de la Santa Sede en 1936; como Adjunto de la nunciatura en Austria de 1936 a 1938, en El Salvador de 1938 a 1940; como Secretario de la nunciatura en Bolivia de 1940 a 1942; en Venezuela de 1942 a 1946; y nuevamente en Austria de agosto a diciembre de 1946.

Chambelán personal de Su Santidad el 3 de marzo de 1939. Adjunto de la primera sección de la Secretaría de Estado de 1946 a 1948. Encargado de Negocios de la Nunciatura en Colombia de 1948 a 1950. Adjunto de la Sagrada Congregación Consistorial desde junio de 1950 a 1953. Capellán General de la Asociación de Scouts Católicos Italianos (ASCI), ejerciendo de enlace entre la Santa Sede y la Federación Internacional de Scoutismo, en 1950. Prelado Doméstico de Su Santidad el 4 de octubre de 1951.

Episcopado Proclamado Arzobispo titular de Éfeso el 30 de junio de 1953. El 1 de julio de 1953 el Papa Pio XII lo nombró Nuncio Apostólico en Chile. Consagrado el 26 de julio de 1953 en la iglesia de Santa Maria in Vallicella, Roma, por el Cardenal Adeodato Giovanni Piazza, OCD, Obispo de Sabina Mirteto e Poggio, Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial, con la asistencia de Antonio Samoré, Arzobispo Titular de Tirnovo, Secretario de la Comisión Especial de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, y por Carlo Zinato, Obispo de Vicenza.

87

Nombrado Delegado Apostólico en Canadá el 12 de marzo de 1959. Nuncio en Brasil, 26 de mayo de 1964, en este inmenso país desempeñó una intensa actividad, promoviendo la creación de diecisiete nuevas diócesis y la visita a los más pobres y desfavorecidos ayudando en su labor a los misioneros. Asistió al Concilio Vaticano II, de 1962 a 1965.

Cardenal El Papa Pablo VI lo elevó a Cardenal diácono, en el consistorio público para la creación de nuevos cardenales de la Iglesia Católica Romana del 28 de abril de 1969; recibió la Birreta Roja y la Diaconía de Santi Angeli Custodi a Città Girardino el 30 de abril de 1969. Fue nombrado Arzobispo de Cagliari, Cerdeña el 23 de junio de 1969.

Años 70 Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos el 26 de febrero de 1973. En este cargo siguió la reorganización de las diócesis en Italia apoyando la línea que reducía mediante la fusión, su número. El 21 de diciembre de 1973 Pablo VI le otorgó el título cardenalicio, del orden presbiteral, de San Sebastiano alle Catecombe el 21 de diciembre de 1973. Enviado especial del Papa al Congreso Eucarístico Bolivariano en Quito, Ecuador, del 9 al 16 de junio de 1974. Asistió a la III Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, desde el 27 de septiembre hasta el 26 de octubre de 1974. Nombrado Obispo Cardenal titular de la Diócesis de Velletri el 12 de diciembre de 1974; el 21 de octubre de 1981, la sede de Segni se unió con la Diócesis de Velletri y se convirtieron en la sede de Velletri e Segni, el 30 de septiembre de 1986, el nombre fue cambiado a Velletri-Segni.

88

Enviado

especial

del

Papa

al

noveno

Congreso

Eucarístico

Nacional

de Brasil, Manaos, del 06 al 20 julio 1975. Asistió a la IV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos,Ciudad del Vaticano, del 30 de septiembre al 29 de octubre de 1977; Presidente delegado: Nombrado uno de los tres presidentes de la Tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina el 2 de febrero de 1978, la asamblea estaba prevista del 12 al 28 de octubre de 1978 en Puebla, México, fue suspendida a causa de la muerte del Papa Pablo VI. Participó en el cónclave del 25 al 26 de agosto de 1978, que eligió al Papa Juan Pablo I. que lo confirmó como Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina el 28 de agosto de 1978. Confirmado como Presidente delegado de la Tercera Asamblea General del Episcopado de América Latina, 30 de agosto de 1978. Participó en el cónclave del 14 al 16 de octubre de 1978, que eligió el Papa Juan Pablo II. Reconfirmándolo como Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos yPresidente de la Pontificia Comisión para América Latina del 28 de octubre de 1978. Asistió a la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, Méxicodel 27 de enero al 13 febrero 1979, como uno de sus tres presidentes delegados. Asistió a la Asamblea Plenaria del Sacro Colegio de Cardenales del 5 al 9 de noviembre de 1979.

Años 80 Asistió a la V Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos del 26 de septiembre al 25 de octubre de 1980, a la Asamblea Plenaria del Sacro Colegio de Cardenales, del 23 al 26 de noviembre de 1982, a la VI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, del 29 septiembre al 28 octubre 1983; todas en Ciudad del Vaticano. Juan Pablo II lo trasladó de Prefecto de la Congregación para los Obispos a Presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del 89

Vaticano, el 8 de abril de 1984. Fue nombrado Cardenal Patronus de la Orden Soberana y Militar de Malta, el 26 de mayo de 1984. El 25 de marzo de 1985 fue nombrado Cardenal Camarlengo, que se encarga de certificar la muerte del Papa, convocar a los cardenales al cónclave y, durante el periodo en que la sede de Roma está vacante mientras se realiza la elección, Administra la Iglesia. Enviado especial del Papa al X Congreso Eucarístico Nacional de Brasil, en Aparecida, del 16 al 21 de julio de 1985. Asistió a la III Asamblea Plenaria del Colegio Cardenalicio, Ciudad del Vaticano, del 21 al 23 de noviembre de 1985, asistente en la II Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, del 24 de noviembre al 8 de diciembre de 1985. Nombrado Vicedecano del Colegio de Cardenales, el 15 de abril de 1986. Asistió a la VII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, 01 al 30 octubre, 1987.

Últimos años de vida Asistió a la VIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, del 30 de septiembre al 28 de octubre de 1990. Renunció a la Presidencia de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, 31 de octubre de 1990. Asistió a la Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, del 28 de noviembre al 14 de diciembre de 1991.

90

14. CONCLUSIONES

91

15. ANEXOS

ALBINO LUCIANI, NIÑO

92

ALBINO LUCIANI, SACERDOTE

ALBINO LUCIANI INGRESANDO AL CONCLAVE - AGOSTO 1978

FOTOGRAFIA CONCLAVE – AGOSTO 1978

93

JUAN PABLO I, MINUTOS ANTES DE SALUDAR EN EL BALCON, COMO EL NUEVO PAPA

JUAN PABLO I SALUDANDO AL PUEBLO MINUTOS DESPUÉS DE SU ELECCIÓN

94

16. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Muerte y figura de Juan PabloI, Jesús López, 2 edición

16.1 WEBGRAFÍA

http://www.tldm.org/Spanish/News1/JuanPabloI.htm

(http://www.rafapal.com/?page_id=23)

95

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