Introducción al Pensamiento Clásico. Grecia Apuntes provisionales Ángel Ruiz Pérez [
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Tema 1. La concepción del mundo en el pensamiento griego A. La cuestión de las relaciones mito / razón en los orígenes de la filosofía. La filosofía surge en Grecia en un momento preciso, el siglo VI. Por filosofía se entiende un concepto amplio de ciencia que con métodos básicamente racionales indaga sobre lo que nosotros comprendemos bajo los términos de filosofía en sentido estricto pero que engloba la teología, cosmogonía, cosmología, antropología, ética, astronomía, matemáticas, biología y ciencia natural en general. Sobre la aparición de la filosofía se generalizó en la primera mitad del siglo XX la idea de que supuso un cambio de paradigma: del pensamiento mítico (imaginativo, involuntario, que se crea y se forma sobre la base de lo inconsciente) al filosófico (conceptual, intencional, que analiza y sintetiza por medio de la razón). Todo ello lo desarrolló especialmente W. Nestle en un libro de gran éxito de 1940 (Del mito al logos), pero que cada vez está recibiendo más críticas: es una obra que da una visión muy forzada de la realidad griega, algo que en parte se explica por el contexto histórico del que se alimenta, el pensamiento racionalista e idealista alemán, que piensa que la razón es la única vía fiable de conocimiento, como se ve en el propio Nestle, que cae en lo que el califica de 'pensamiento mítico' cuando hace de los conceptos de mito y logos personificaciones abstractas, cuando realiza un desarrollo de la razón ‘orgánico’, en una sola dirección, como si fuese similar a la vida de una persona de niño a adulto, en un proceso lineal en el que todo se dirige hacia el progreso y el dominio de la inteligencia (de acuerdo con una idea muy generalizada en Occidente desde la Ilustración). Además
plantea una oposición en último término racista entre los griegos (pueblo ario, apto para el desarrollo filosófico) y los pueblos semitas (judíos..., esclavos de concepciones míticas). En el trasfondo está una concepción de mito que se desarrolla en Europa del siglo XVIII al XX: hasta el siglo XVIII se podía rechazar los mitos diciendo que eran un error, una mentira, relatos engañosos inventados para entretener (algo que ya afirmó Platón) o se podían valorar como narraciones de contenido profundo realizadas por sabios, que se podía descifrar por medio de la alegoría. Pero la alegoría entra en crisis en el siglo XVIII y varios autores (Vico, Herder y sobre todo Heyne) consideran que el mito surge del error o de una imaginación primitiva exaltada, porque aparece en una época originaria; el mito sería producto de un estadio histórico en el que la humanidad estaba en un estado de infancia mental: se llega así a una oposición entre el pensamiento mítico (tradicional, acrítico) y el racional (original, crítico). De todos modos en la filosofía alemana también surgió una línea que se dedicó a criticar el logos con ayuda del mito, sobre todo en el caso de Nietzsche, que redefine a Apolo y Dioniso para enfrentarlos al racionalismo socrático y al que siguen Cassirer y Heidegger, que piensan que el logos (universal, inalterable, perfecto) tiene defectos y sólo se puede mejorar recurriendo al mito. Así, ha habido dos líneas enfrentadas, la ‘racionalista’, que sólo admite el mito como testimonio de un mundo de ideas tradicional, primitivo, ingenuo y valora sólo la filosofía como fuente de conocimiento, y la ‘irracionalista’, que señala que el mito tiene su propia racionalidad, que la filosofía surge dentro y no en oposición al pensamiento mítico, y que la razón no basta para explicarlo todo. El libro de Dodds (Los griegos y lo irracional) abrió una vía para comprender que en Grecia razón y mito están inextricablemente unidos, en todos los periodos y en todos los ámbitos. Actualmente se insiste más en la dificultad de comprender esas sociedades antiguas desde nuestros parámetros y por ello se busca situar la cultura griega en su contexto, intentando no partir de concepciones a priori, que crean una idea falsa de lo que fue Grecia: una civilización con un pensamiento inigualado y también con sus contradicciones vitales y de pensamiento, además de influida por otras culturas, especialmente las orientales. El 2
análisis de la ciencia griega, por ejemplo, muestra que no suplanta a la magia, y el análisis de la filosofía demuestra que no dio la espalda al mito, como se ve en su uso desde los presocráticos. Actualmente se señala que la oposición mito / razón no se encuentra de hecho en Grecia y cuando se da un progreso de la razón éste no es en absoluto unitario: 1. cronológicamente primero llega a la filosofía, luego entra en la historia, la medicina o la biología (ya en el siglo V) y en las matemáticas especialmente a partir del siglo III, con Euclides; 2. sólo afecta a un pequeño grupo de personas en toda la historia de Grecia 3. no repercute directamente en la mentalidad general de los griegos. Esta crisis de la oposición mito / razón se está estudiando en varios ámbitos: a. buscar exactamente qué entendían los antiguos exactamente por mito y logos (de hecho, no existe en la Grecia antigua un concepto de ‘mito’ tal como lo entendemos nosotros); b. hablar de varios tipos de racionalidad (uno del mito, otro de la sofística, otro de la matemática euclídea); c. estudiar el mito y la religión griega con su propia racionalidad; d. tener un concepto de ‘razón’ más limitado, puesto la idea de la autosuficiencia de la ‘razón’ está en crisis en Occidente. Si vamos a Grecia, Aristóteles distingue entre los que tienen intereses propiamente filosóficos, a los que llama φυσιολόγοι, porque considera que se interesan especialmente por el estudio de la naturaleza, y los θεολόγοι (‘teólogos’) entre los que destaca Hesíodo, pero no considera que las obras de éstos carezcan de interés para el conocimiento. De hecho en los estudios recientes se valora en autores como Hesíodo el esfuerzo por organizar los datos tradicionales de acuerdo a principios racionales, las críticas a lo que consideran absurdo y su modo de ordenar los datos para que formen un todo coherente, lo cual no quiere decir que tengan el tipo de coherencia que nosotros consideramos lógica: por ejemplo se apoyan mucho en etimologías no muy científicas, recurren a la analogía y la polaridad, fuerzan los datos para crear por ejemplo composiciones en anillo, etc. Si algo distingue a los primeros filósofos es su afán por llegar a una abstracción generalizadora, el empeño por exponer explicaciones totalizantes, la exposición de 3
hipótesis contrarias a la intuición por medio de la argumentación y su implicación en la investigación crítica. Para ello parten de un concepto universal de naturaleza (φύσις), que abarca al mundo físico y al hombre, donde son fundamentales los conceptos de causa y principio (ἀρχή). La filosofía surge, pues, no en oposición a un tipo de pensamiento mítico, sino dentro de esa tradición, cuando al dar un paso adelante se desarrolla la idea de que tras el mundo que aparece en toda su complejidad hay un orden, un principio de unidad (ἀρχή) que se puede conocer. En realidad estaban dando un salto al vacío, pues con todos los apoyos racionales y de observación a su alcance sus planteamientos no pasaban de ser hipótesis más o menos ingeniosas: ese salto al vacío es la fe en que tras el mundo visible hay un orden racional que es posible conocer, en el que las causas de la naturaleza han de buscarse dentro de sus propios límites, con la razón y la observación de la realidad como instrumentos de investigación fundamental, pero sin renegar de la tradición heredada. A su vez, los primeros filósofos no están libres de concepciones que a nosotros nos parecen poco racionales y que llegaron a ser axiomas para los griegos, como por ejemplo que el movimiento circular es el más perfecto, idea que condicionó la astronomía occidental hasta el siglo XVII. Partían de concepciones previas al razonamiento, muchas de ellas reflejadas también en el mito; no pretenden conscientemente oponerse a él (en todo caso rechazan algunos aspectos concretos que les parecen inmorales), sino que partiendo de la mentalidad común griega buscaban avanzar por medio de la investigación, lo cual no implica que no estuvieran libres de concepciones que no nos parecen a nosotros rigurosas. A que surgiera la filosofía contribuyeron algunos factores contextuales, como el hecho cierto de que los primeros filósofos viven en las regiones de Grecia más desarrolladas (Jonia, Sicilia y Magna Grecia), con un nivel de vida más alto y con más contactos y comercio con otras regiones. También ayudaba la libertad política que existía allí, el desarrollo del nivel cultural general auspiciado por el uso de la escritura alfabética, la codificación de las leyes y el amor a la elocuencia y a la discusión. Además 4
las relaciones con Oriente Próximo y Egipto habían permitido el contacto con la técnica avanzada en geometría y astronomía. Fundamental es la fijación por escrito de las teorías filosóficas: más que oposición entre mito y logos se podría hablar de oposición entre una sociedad oral y tradicional y otra letrada, o mejor entre los que ponen su horizonte mental en la aceptación de la tradición y los que someten la tradición a crítica con el apoyo de la escritura, que obliga a clasificar, definir, limitar, ordenar, algo que por otra parte se empieza a vislumbrar en los escritores arcaicos aunque no sean filósofos en sentido estricto, como Hesíodo.
B. Concepción del mundo en la literatura de la época arcaica Destacan Homero y Hesíodo (aunque sin olvidar a los poetas líricos y otros), que realizan una summa sobre el origen del mundo, los dioses y los hombres a partir de datos tradicionales, sin acudir a argumentos de razón para cambiarlos, lo cual no quiere decir que no haya un esfuerzo intelectual para organizarlos según una lógica mínima: hay datos que se presentan sin más, otros se relacionan con los posteriores por reglas asociativas (paralelismos, contraposiciones y también imágenes y comparaciones significativas). En todas las cosmogonías hay un inicio: los filósofos cambiarán la perspectiva y hablarán de principio, ἀρχή, que no es sólo inicio, sino lo que explica o está en la base el resto de las cosas del mundo. Lo normal es que después haya un proceso de diferenciación básico (normalmente tierra / cielo) y a continuación se desarrollen dos modelos posibles: o biomórfico (parejas de diferentes sexos que engendran sucesivas generaciones) o tecnomórfico (creador, hábil artesano que da lugar a nuevos seres). En los poemas homéricos tenemos algunos datos sobre su visión del mundo: Homero lo describe como dividido fundamentalmente en tierra y cielo. El cielo es impenetrable, como un caldero de bronce (χάλκεον, ‘broncíneo’, con forma de media esfera). La tierra es plana y está rodeada por el río Océano, del que surgen las demás aguas (ríos, fuentes, corrientes subterráneas). Por debajo está el Tártaro, rodeado por la 5
noche, donde son encarcelados los titanes. También el mundo de los muertos se sitúa debajo, a una altura intermedia entre la Tierra y el Tártaro. El origen del mundo se atribuye en un pasaje aislado a la unión de Océano y Tetis, lo que puede considerarse como una explicación de que todo surge a partir del agua, pues Océano es el río que rodea el mundo y Tetis es una divinidad de las aguas. Pero donde conocemos más datos sobre la visión del mundo de los hombres arcaicos es en la Teogonía de Hesíodo, donde se organiza la materia tradicional de modo complejo. A grandes rasgos se puede resaltar: a) Del vacío a los primeros entes (v. 116-153): hay una fase en que las entidades primordiales (la naturaleza divinizada) surgen espontáneamente, incluido el propio Vacío (Χάος, Chaos) que colman los demás. Además del Caos brotan Gea (Tierra) y Eros. Caos y Gea tienen capacidad generadora y Eros es la fuerza impulsora de la procreación. Del Caos surgen la Oscuridad (Érebo) y la Noche, y estos dos son padres del Éter y el Día; de la Tierra surgen Urano, los Montes y el Mar (Πόντος). b) La sucesión de Urano (154-211): la separación del cielo y de la tierra se ‘humaniza’ por una ‘mala acción primordial’ y el odio padre-hijo: Gea se une a Urano, pero éste no permite que los hijos salgan a la luz y los comprime en el interior de Gea. Ella crea la hoz con la que su hijo Crono castrará a Urano; y de la espuma provocada al caer al mar sus genitales nacerá Afrodita, la primera divinidad del panteón griego. Su cortejo pasa a estar compuesto por Eros (=humanización de una fuerza primigenia) y por Deseo (ἵμερος) y su poder afecta a mortales e inmortales. c) La descendencia de la Noche (212-232): los seres negativos surgen de la Noche: son Destino, Muerte, Sueño, Burla, Infortunio; por último, el Engaño y su inseparable aliado, Philotes, la atracción amorosa, junto con la Vejez y la Discordia (Eris), madre de un sinfín de calamidades: el Esfuerzo, la Obcecación, el Olvido, el Hambre, las Guerras, las Mentiras, el Juramento, etc.: lo que afecta negativamente a la humanidad es anterior a la existencia del hombre, que en cualquier momento puede verse presa de ellos.
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d) Deidades astrales (371-403): el origen del Sol, la Luna y la Aurora se explica como consecuencia de la unión de otros titanes hermanos, Hiperión (personificación de un epíteto del sol) y Tía. Con esto el universo queda conformado de modo definitivo. e) Descendencia de Crono y Rea (453-506): de nuevo el esquema de sucesión se repite, ahora con la victoria del dios joven (Zeus) sobre Crono. Antes de Zeus nacen Hestia, Deméter, Hera, Hades y Posidón. Crono se traga a sus hijos porque Urano y Gea le han revelado que su destino es ser vencido por uno de ellos. Rea lleva ocultamente a su hijo Zeus hasta Creta y da una piedra envuelta en pañales a Crono. Cuando Zeus crece, hace vomitar a Crono al resto de sus hermanos, empezando por la piedra, que queda en Delfos. Más adelante se habla de la victoria definitiva de Zeus sobre la generación anterior de los Titanes y sobre Tifeo, un monstruo hijo de la Tierra, con lo que su dominio es ya definitivo y el mundo queda organizado para siempre. En Hesíodo hay pues un esfuerzo unificador y en cierta medida racionalizante, pero son evidentes las influencias del Oriente Próximo, especialmente hititas (mito de sucesión Urano-Crono-Zeus y este como dios de las tormentas más que dios de la luz) y babilonias (importancia de las aguas primordiales, como en Homero sobre Océano y Tetis). Muchos de estos elementos los encontramos también en otras teogonías griegas, que conocemos más fragmentariamente y en redacciones más tardías: Del poeta Alcmán (acmé 610) queda una cosmogonía que ha llegado muy fragmentariamente en un comentario tardío: según parece el elemento originario era la mezcla de todas las cosas (πάντα χρήματα), lo que el comentarista llama ὕλη, quizá la materia indiferenciada, mezclada. Luego aparece Tetis, divinidad demiúrgica capaz de ordenar la ὕλη (aunque podría ser también el sustantivo abstracto θέτις = θέσις ‘posición’, ‘situación’); ordena gracias a dos principios, Πόρος (‘apertura’; en Platón es el padre de Eros con Penía, la Pobreza) y Τέκμωρ (‘límite’ o ‘frontera’). Luego aparecerían otros elementos primordiales: oscuridad (Σκότος), y luego la luz, el día, etc.
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Ferécides de Siro (contemporáneo de Tales) plantea una tríada cosmogónica inicial y eterna: Ζᾶς, Χθονίη, Χρόνος. Ζᾶς se une a Χθονίη y pasan a ser Zeus, dios supremo, y Gea, la tierra ahora ya fecunda, y son padres de Ogeno, el Océano. Χρόνος actúa como principio demiúrgico y pasa a ser Κρόνος, a la vez generador con su propio semen del viento, el agua y el fuego (los cuatro elementos junto con la tierra). Epiménides de Creta (curiosa figura: chamán, adivino y taumaturgo) es autor de una colección de oráculos donde desarrolla su cosmogonía: hay una pareja primordial, Ἀήρ y Νύξ, el Aire y la Noche, que engendran al Tártaro. Luego aparecería una nueva pareja, Océano y Gea, que engendrarían un huevo, origen del resto de la realidad. Museo es un personaje legendario al que se relacionó con Orfeo. Con su nombre se conserva una Teogonía con una pareja originaria Νύξ-Τάρταρος, padres de Ἀήρ. Luego de otra pareja (Tierra-Posidón) surge el resto de la realidad. Las teogonías órficas atribuían al Orfeo del mito enseñanzas que iban desde la explicación de los orígenes del mundo a teorías sobre el alma y especialmente sobre el modo de alcanzar una vida bienaventurada en el más allá, por medio de prácticas ascéticas y la frecuentación de unos ritos de iniciación. El poema órfico más importante era una Teogonía, que se ha conservado en parte en el papiro de Derveni, comentario de esa Teogonía que se puede datar en el siglo V a. C. Muy posteriores son otras Teogonías órficas y varios poemas (los Himnos, las Rapsodias y las Argonáuticas órficas). El mito central es el origen de todo en la Noche, y relacionada con ella el Érebo y el Tártaro; dan lugar al cielo y la tierra/mar, luego a la generación de Crono (los Titanes) y por fin a Zeus, que hace un mundo nuevo tragándose el anterior. Zeus es padre de Dioniso, el dios principal de los órficos. De todos modos, el orfismo no es una doctrina unitaria y hay muchas variantes en las cosmogonías: por ejemplo en algunas hay un huevo originario del que surge Eros (demiurgo). También haytradiciones órficas sobre Zeus unido a su madre, Rea-Deméter, de cuya unión nace Perséfone, con la que se une luego el propio Zeus: Dioniso es el hijo, que será despedazado y devorado por los titanes, para ser luego vuelto a la vida por Zeus.
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C. Los primeros filósofos: los milesios, Jenófanes y el movimiento pitagórico. Heráclito. Parménides y su escuela. Los milesios ven la naturaleza como realidad unitaria que además es inteligible por la razón, con un principio (ἀρχή) que explica el desarrollo de toda la realidad (φύσις), que en su conjunto está dotada de vida (y en ese sentido es divina), no porque tenga una inteligencia rectora exterior, sino de un modo inmanente y mecánico; en su visión no hay teleología: la realidad existe desde siempre y se desarrolla por un principio interno. La pregunta básica que se hacen es: “¿cuál es el constituyente único de todo lo que vemos a nuestro alrededor?”. Para ello parten de una distinción fundamental entre la percepción sensible y la interpretación racional, entre la apariencia sensible y la realidad de fondo.
Tales de Mileto (circa 625-550). Se le relacionaba por familia con Fenicia y se decía que viajó a Egipto, donde habría adquirido sus conocimientos matemáticos y astronómicos. Parece que no escribió nada: al menos en época clásica no se conservaba ninguna obra suya ni citas directas. Había múltiples leyendas sobre su sabiduría, tanto como prototipo del sabio especulativo (y despistado) como del hombre práctico que obtuvo beneficios económicos de sus conocimientos de meteorología y agricultura y fue útil para la defensa de su país por lo que sabía de astronomía (predijo un eclipse) y de geometría (se decía también que fue él quien introdujo las matemáticas en Grecia y se consideraban suyos cinco teoremas): por todo ello fue incluido entre los Siete Sabios. Central en su doctrina es considerar el agua como origen de todo: suya podría haber sido una frase del tipo *πάντα ἐξ ὕδατος γίγνεται (‘todo es/ procede del agua’) Según Aristóteles habría llegado a ello por argumentos basados en la observación de la naturaleza y también por otros procedentes de la tradición mítica. De carácter experimental son observaciones como la importancia de la inundación del Nilo en Egipto y de los ríos Tigris y Éufrates en Mesopotamia, o que el agua se observa en estado sólido, líquido y gaseoso; también puede ser un motivo observar la humedad de las semillas, del semen y de los alimentos y el hecho de que los cuerpos se secan con la 9
muerte. Motivos míticos que ayudarían son que el agua aparece como el elemento original en algunas cosmogonías orientales (también en Egipto) y griegas. Parece que todos estos argumentos no se excluían en su planteamiento, pero se le puede considerar el primer filósofo porque ese primer principio no es identificado con un ser mitológico y lo estudia racionalmente. Esa realidad que se explica a partir del agua está viva, “llena de dioses” (hilozoísmo= ‘materia viva’). Parece que lo explicaba por una observación práctica, la de la atracción de los cuerpos por el imán y el ámbar. En la tradición se le llamó ateo, porque todo queda reducido al mundo y es el mundo el que se da sentido a sí mismo por la vida del agua, pero también se le podría considerar panteísta (todo es divino, todo está vivo). Además, no sería extraño que, como en los planteamientos de las primeras teogonías, los dioses formaran parte del mundo, aunque no serían la causa de su desarrollo. En su concepción del mundo la tierra flota sobre el agua, primera explicación de un problema general entre los presocráticos, el de estudiar la conformación del universo y de la situación de la tierra en él; parece que afirmaba eso apoyado en el hecho de que la madera flota en el agua y que el agua es el principio de todo.
Anaximandro (circa 610-550). Tradicionalmente se le considera discípulo de Tales, aunque es casi contemporáneo suyo. Es el primer autor de un libro filosófico, Περὶ φύσεως (Sobre la naturaleza); parece que en él hablaba de cosmogonía, historia de la tierra y los cuerpos celestes, descripción de fenómenos naturales, aparición de los seres vivos y geografía (hizo un mapa muy célebre del mundo conocido). Su libro sería una especie de historia y geografía universales desde los orígenes del mundo; con él se establece la pauta de lo que analizará la filosofía en adelante. Parece que fue él el primero en utilizar expresamente el término ἀρχή y en considerarlo como sustrato. Por ἀρχή entiende una realidad que da origen a la φύσις (la constitución real de las cosas, la realidad natural en su conjunto). Como ἀρχή consideraba el ἄπειρον, a partir del cual surgen las realidades que encontramos en la 10
naturaleza por una dinámica interna (no por actuaciones externas, como ocurría en la mitología): el ἄπειρον lo caracteriza Aristóteles como lo inmortal e imperecedero, o también lo ilimitado en sentido espacial, aunque algunos estudiosos piensan que puede ser mejor lo que no tiene límites internos, lo que se halla en una mezcla indefinida (ἄπειρον μῖγμα), cualitativa y cuantitativamente. También algunos apuntan a que podría entenderse lo ἄπειρον a partir de ἀ-περάω, lo que no se puede atravesar, lo inmenso (así lo usa Homero como epíteto referido al mar) y piensan que pudo tomar la idea de la descripción del abismo que en Hesíodo hay entre la Tierra y el Tártaro. La ἀρχή abarca todo y es su fuerza directora (algo que se puede relacionar con el hilozoísmo de Tales) y por ello se puede calificar de divina, sin identificarse con los elementos concretos que encontramos en el mundo; es el ἄπειρον, que se mueve eternamente, y del que surgiría un principio de limitación, la oposición entre lo frío y lo caliente, concentrándose lo caliente (quizá una llama) en el interior, y quedando lo frío rodeando a la llama, en forma de niebla o rocío. Luego una parte de lo caliente se enfría y surge la tierra; a medida que se va secando quedan restos de zonas húmedas, los mares. La tensión del conjunto hace que todo estalle y dé lugar a que en torno al núcleo caliente aparezcan varias ruedas ardientes, envueltas en niebla o rocío, la rueda de las estrellas fijas más cerca y más lejos la de la luna y la del sol; desde la tierra se pueden ver porque quedan algunos orificios abiertos que permiten observar el brillo del fuego de cada cuerpo y que al abrirse más o menos explican fenómenos celestes como las fases de la luna o los eclipses. La tierra tiene forma de cilindro (su altura es tres veces su anchura) y la vida humana se desarrolla en la cara de arriba, abombada; está suspendida en el aire, en equilibrio porque se encuentra en el centro del universo, a una distancia igual del resto de los astros, o quizá también por el equilibrio resultado de una tensión de opuestos. Crea así un sistema de explicación del mundo en el que a veces la racionalidad supera la experiencia; por ejemplo sitúa la luna más lejos que las estrellas, cuando la observación normal le indicaba lo contrario; incluso intentó medir las distancias relativas entre astros, lo que indica que su sistema era una teoría basada en presupuestos matemáticos. 11
En esta concepción es fundamental la consideración de que en la realidad hay contrarios, cosas y no cualidades, que “mutuamente se dan justa retribución de su injusticia según el orden del tiempo”. Así hay equilibrio entre el agua y el fuego y uno alimenta a otro (el fuego abusa del agua y viceversa: el fuego se enfría y se convierte en nube, la nube en lluvia y ésta vuelve a la tierra), lo mismo que el día y la noche, el invierno y el verano. Hay así un avance y retroceso alternativos de lo caliente y lo seco, lo frío y lo húmedo, pero tenía que existir algo previo a todos, porque si no no hubieran surgido esos elementos posteriores. Discutida también es la cuestión de si Anaximandro al hablar de innumerables mundos se refería a simultaneidad espacial de diversos cuerpos celestes o a la sucesión temporal de mundos, por un proceso de destrucción y recomposición de unos en otros, en el que la tensión entre opuestos llevaría a momentos periódicos de vuelta de todo al ἄπειρον y a nuevos procesos de diferenciación, en un proceso cíclico eterno.
Anaxímenes (ca. 585-25). Según la tradición es seguidor de Anaximandro y autor de un Sobre la naturaleza. El aire es para él la ἀρχή: todo surge del aire y todo vuelve a él; todo es aire. Detalla respecto a sus predecesores en el proceso del cambio: hay que comprender cómo es posible que surjan las cosas a partir de esa ἀρχή; mientras que Anaximandro hablaba de un proceso de separación progresiva a partir de la oposición caliente/frío, él basa su sistema en dos procesos físicos, el de rarefacción y el de condensación, en relación con un movimiento eterno que produce el calor, el frío y la humedad: cuando el aire se dispersa y se hace más sutil pasa a ser fuego y cuando se condensa surgen los vientos, que dan lugar a las nubes y luego al agua, la tierra y por último la piedra. Lo caliente es seco y ligero, mientras que lo frío es húmedo y denso (daba como argumento el aliento, frío con los labios entrecerrados y caliente con los labios abiertos). La tierra está rodeada de aire y los demás cuerpos celestes proceden de la tierra; a la vez el aire es la materia del alma humana, con lo que se unifica el mundo físico y el espiritual, la naturaleza y el hombre.
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Considera que la tierra es plana y flota en el aire llevada como una hoja por el viento; los astros son de fuego y también planos y se mueven por los vientos alrededor de la tierra. En la base de su pensamiento hay ideas míticas, las de algunas teogonías (como la de Epiménides) y la de la idea general de que el aliento es señal de vida.
Jenófanes. De larga vida: 570-480. Nació en Colofón (Jonia) y emigró a Catania (Sicilia); se le relaciona también con Elea, como predecesor de Parménides, aunque para otros no es más que un poeta filosófico. En su teoría, toda la realidad es tierra y agua (la tierra es pasiva y el agua activa); las nubes son exhalaciones del mar y los cuerpos celestes son nubes ardientes; también el hombre está hecho de agua y de tierra. Parece que afirmaba que entre la tierra y el agua hay un continuo retroceso y progreso, algo que deduciría de la observación de los fósiles y quizá de las estalactitas; por ese proceso se irían creando y destruyendo los mundos.
Pitágoras (570-490) de Samos y contemporáneo de Anaxímenes, parece que viajó por Egipto y Babilonia. Se instaló en el sur de Italia, donde participó en la vida pública. Su prestigio era inmenso y de él se contaban muchos prodigios, por ejemplo que tenía una pierna de oro y que su alma abandonaba el cuerpo y viajaba (sería un chamán). Su escuela perduró dos siglos, con seguidores devotos y también adversarios, entre los pensadores (Jenófanes, Heráclito) y entre la gente común: sufrieron persecuciones desde el principio y a pesar de que algunos emigraron a Grecia (Fliunte y Tebas), desaparecieron en el siglo IV (reaparecen 500 años después en el neopitagorismo). Parece que Pitágoras daba mucha importancia a los números, sobre todo al que llamaba tetractys, una figura formada por diez puntos en forma de triángulo con líneas de 1, 2, 3 y 4 puntos (los cuatro primeros números enteros), cuya suma era 10, el número perfecto y que encerraba en esos números las armonías de la escala musical (octava 2/1, quinta 3/2, cuarta 4/3), que reflejaba la armonía del universo entero, cuyas esferas producían una melodía perfecta (pero algunos atribuyen la teoría sobre la harmonía de las esferas celestes a su discípulo Hípaso). A la pregunta sobre si Pitágoras 13
fue un filósofo sólo se puede contestar afirmando que dejó un cuerpo de doctrina basado en su autoridad (sus máximas comenzaban con αὐτὸς ἔφα ‘él afirmó...’) y algunas ideas muy influyentes en otros filósofos (Empédocles, Platón); en el aspecto ético creó un sistema de vida especial. De los llamados pitagóricos el más importante es Filolao (470-390), que vivió en Tebas y fue contemporáneo de Sócrates, aunque también destacan Hípaso y Arquitas (conoció a Platón). Entre los pitagóricos había dos grupos, los acusmáticos, que continuaban practicando y enseñando las doctrinas orales de Pitágoras (ἀκούσματα) y los matemáticos, seguidores de Hípaso (segunda mitad del siglo V), que se separaron de los demás para profundizar en el pitagorismo, apoyándose en la matemática. Filolao defendía que en el mundo encontramos cosas con límites (formas, estructuras) y que muestran cómo lo ilimitado entra en los moldes de la limitación, principalmente geométrica. Tanto lo ilimitado como lo limitado son realidades eternas, con lo que explica mejor que los anteriores filósofos cómo de lo ilimitado se podía pasar a las cosas concretas, a la pluralidad. El tercer principio importante es el número, que es la harmonía entre lo ilimitado y lo limitado, como se ve en la escala musical: el continuo que forman las cuerdas (lo ilimitado) se limita en el punto en el que se hace presión para producir música: la limitación que se introduce, describible numéricamente, introduce una harmonía (la música) entre lo ilimitado y lo limitado. El número no es la esencia de las cosas, sino la condición que nos permite conocerlas. Respecto al universo los pitagóricos son muy originales: la tierra es un planeta y no se halla en el centro: hay un fuego central, en torno al que giran la tierra, el sol, la luna, los 5 planetas conocidos entonces y una ‘contratierra’ que se postula para sean en total 10.
Heráclito de Éfeso (acmé c. 500 a. C.), explica la realidad a partir de la existencia del λόγος, una racionalidad, una proporción que existe en toda la realidad, que existe por sí mismo y regula los acontecimientos, por lo que es una especie de ley universal.
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Pero el logos es en concreto una armonía de los contrarios; estos conforman la realidad y el mundo es una tensión interna, en la que los contrarios son interdependientes, al menos desde la perspectiva humana, pues en la divinidad se da una unidad esencial en el todo. La teoría sobre los opuestos la desarrolla estudiándola primero en realidades menos importantes: pueden ser los efectos contrarios de las mismas cosas (los efectos del agua de mar para los peces o los hombres), las utilidades diferentes de un objeto que justifican descripciones opuestas (el cuchillo para el asesino o para el cirujano), las realidades que sólo se conocen o se valoran por sus opuestos (la salud por la enfermedad), pero todas esas oposiciones son sólo ejemplos limitados de realidades enlazadas esencialmente, que son las que analiza más a fondo, considerando que son las que en sí mismas forman una unidad superior. Frente a la constatación de los sentidos, que observan la diversidad y el cambio, existe una armonía de contrarios en tensión, que no es perceptible por el hombre, pero sí por la divinidad, y que se mantiene por el hecho mismo de esa misma tensión, que en otro pasaje identifica con la ‘guerra’, una fuerza dominante y creadora, el estado propio de la realidad. El cambio es un constituyente de la realidad (p. ej. en el caso de los ríos) pero bajo ese cambio está la realidad que se mantiene. Como ἀρχή puede considerarse el fuego, o dicho de otra manera, el fuego es el aspecto material del λόγος. La razón divina es fuego, caliente y seca, y el fuego es la forma más elevada y pura de la materia, lo más ligero y por ello lo más cercano a lo incorpóreo. A partir del fuego hay un proceso de rarefacción y condensación en el que intervienen los principios de lo caliente y lo frío y lo seco y lo húmedo, de los que surgen las demás cosas, pero el fuego permanece constante en los cambios, por ser la medida. Tanto los dioses individuales como el alma y la inteligencia son de fuego. El alma es la portadora de la identidad personal, el carácter, y además el centro que organiza la inteligencia y la acción. Las cualidades del alma se explican también por la acción de los principios básicos de lo húmedo y lo seco, lo frío y lo caliente. Así por ejemplo la inteligencia surge con lo seco.
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Parménides. Nace en torno al 515 y vive en Elea, en el sur de Italia. La tradición le hace discípulo de Jenófanes e incluso de los pitagóricos, pero él se destaca de entre ellos y representa un punto de inflexión en la filosofía griega. Expuso su doctrina en un poema en hexámetros (conservamos 154, el proemio, la mayor parte de la ‘vía de la verdad’ y algunos pasajes de la ‘vía de la opinión’), con un lenguaje poco apropiado todavía para expresar contenidos filosóficos y algo prosaico, aunque abunden las imágenes míticas y el tono sea épico y religioso. El encuentro con la diosa y las revelaciones que transmite no sabemos si sólo hay que entenderlos como una alegoría o lo que pretende es seguir en la senda de una tradición literaria que dé autoridad a lo que dice, presentándose como una especie de profeta que ha recibido una verdad divina que tiene que transmitir. En el Proemio nos cuenta que es llevado por sus yeguas y alcanza las puertas de los caminos de la noche y el día, que se le abren porque lo guía el derecho y la justicia, según afirma la diosa que le recibe al final, que luego le transmite su conocimiento para que lo haga saber a los hombres: hay dos ‘vías’, la de la verdad y la de la opinión. A partir de aquí es donde desarrolla una argumentación muy especulativa; las dos vías son: “es y no es posible que no sea” (=“necesariamente es”, la vía de la Persuasión) y “no es y es necesario que no sea” (=”necesariamente no es”, la vía de la opinión), que califica de vía impracticable. Hay un tercer camino, “es y no es”, que recorren los mortales que no saben nada. Es fundamental en esta argumentación entender el valor filosófico que da al verbo εἰμί, que no tiene atributo, por lo que su valor es intensivo; puede interpretarse como “es”, “existe”, “es realmente”, pero lo que está claro es que lo que pretende es describir si es o no es, no si es una u otra cosa. Todo parte de la identificación de εἶναι y νοεῖν, término que más que ‘conocer’ es ‘reconocer’, descubrir algo en una realidad que no se había observado a primera vista: sólo se puede conocer lo que es. Sentada la identificación de pensamiento y ser en su argumentación plantea la premisa básica: “lo que es, es”, una tautología; el ser se define por sus señales (σήματα) propias: inengendrado e incorruptible, sin tiempo, sin partes, inmóvil, perfecto, limitado y esférico. 16
En esta suma de perfecciones llama la atención el que el ser, perfecto, se defina por tener límites y una forma esférica, pero ambas cosas son señales de perfección porque lo ilimitado en el pensamiento griego se identifica con lo imperfecto y la esfera es en geometría el cuerpo que tiene distancias iguales con el centro. El ser es además un ‘plenum’ continuo, sin partes ni cosas distinguibles. No se trata de un objeto en un espacio, porque no hay vacío exterior, no hay nada fuera: todo es ser. Con ello rechaza el concepto de ἀρχή y los de tiempo, movimiento y multiplicidad. No hay grados de ser, no tiene partes y tiene límites, pero en sí mismo, no con el “no ser”, que no existe. El “no ser” no existe porque tendría que llegar a ser, y del no ser no se puede pasar al ser, es algo absurdo, y por lo tanto no se puede conocer. Frente a “es necesariamente”, está el ámbito de los sentidos: Parménides es el primero que distingue entre lo νοητόν (inteligible) y lo αἰσθητόν (sensible). El razonamiento hace imposible que sea verdadero el testimonio de los sentidos, la realidad del mundo físico: por ello el nacer, morir, la transformación (cambio cualitativo y cuantitativo) son expresiones vacías, palabras, convenciones sin contenido; dicho de otra manera: todo pensamiento tiene que tener un objeto real, porque no puede haber razonamiento sobre lo que no es. Razonada ya su doctrina sobre el ser pasa a la vía falsa de las opiniones de los mortales, que quiere explicar también aunque considere inferior su valor; para ello parte de las cosmogonías tradicionales y las explicaciones de los filósofos anteriores. En cierta manera la vía de la verdad es como los modelos que postula la física y la vía de la opinión es la observación de los sentidos, pero aquí el modelo es lo auténticamente real y lo observable por los sentidos es lo falso, aunque merezca estudio. Según él los hombres ponen dos principios, el fuego (raro y ligero, principio activo), y la noche (densa y pesada, pasiva). A partir de ellos surgen los objetos celestes, la vida y hasta las partes ínfimas de los animales. Parece que exponía también una teogonía y mencionaba abstracciones deificadas. Así, a partir del fuego y la noche surgirían Eros y Afrodita y a partir de ellos los dioses. La Tierra es esférica y en el centro del universo hay un fuego.
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El alma es de fuego y el hombre es de tierra, la razón es de fuego y el conocimiento se relaciona con lo caliente. La relación entre la vía de la verdad y la de la opinión es lo que más choca de su sistema: quizá la exposición sobre la vía de la opinión sirva para explicar por qué lo que ‘aparece’ a los sentidos en realidad no es, como un medio de desengañar a sus contemporáneos. Con Parménides se relaciona a Zenón y Meliso, que se dedicaron a defender su sistema filosófico. Zenón es el padre de la dialéctica y se hizo famoso por su argumentación en contra del movimiento, el cambio y la pluralidad, por medio de aporías, razonamientos llevados ad absurdum, como el de Aquiles y la tortuga: Aquiles, “el de los pies ligeros”, no la alcanzará nunca si le deja una ventaja inicial, porque cuando llegue donde esté la tortuga ésta siempre estará más adelantada; otro es el de la dicotomía: para llegar a un punto hay que llegar primero a la mitad, lo que hace que nunca se llegue al final porque en el camino siempre hay mitades previas que recorrer; todo se basa en el planteamiento de que una recta es divisible en infinitos puntos. Esta aporía la resolvió Aristóteles señalando que hay que distinguir entre infinito en extensión e infinito por división: una distancia infinita se recorre en un tiempo infinito, pero una distancia limitada, aunque la pudiéramos fragmentar en infinitas mitades, se recorre en un tiempo limitado, o dicho de otro modo: por medio de fracciones para llegar a 1 primero hay que llegar a 1/2, luego a 3/4, 7/8, 15/16, pero nunca se llegará al 1 finalmente; en cambio, si medimos en pasos, al llegar a la mitad de un recorrido que mida cien damos 50 pasos, luego 75, luego 88 (en la teoría de Zenón daríamos 87,5), luego 94, 97, 99 y al final 100: hay infinitas mitades en potencia, pero no en acto. El cínico Antístenes refutaba la argumentación con la práctica, andando un paso, pero no era eso lo que planteaba Zenón: la evidencia de los sentidos no la tenía en cuenta, sino el valor de la razón para comprender la realidad. Meliso pretende apoyar la argumentación de Parménides pero por otras vías, que le llevan a aplicar otras cualidades al ser: es omnitemporal (es y será, sin rechazar tan de plano la noción de tiempo), ilimitado (como decían los milesios) y por ello único 18
y en consecuencia homogéneo y sin cambios. Además el ser es divino. Como Parménides, rechaza el testimonio de los sentidos a favor de la argumentación racional.
D. El pluralismo: Empédocles. Anaxágoras. Leucipo y Demócrito. Empédocles (493 Agrigento, Sicilia – 432). Hasta ahora se aceptaba el dato de la tradición de que era autor de dos poemas: Sobre la naturaleza (de unos 5000 versos) y Purificaciones, y se pensaba que el primero era de contenido filosófico estricto y el segundo de carácter religioso, pero con el descubrimiento del papiro de Estrasburgo (del I d. C., copia del libro Sobre la naturaleza del que se conserva unos 74 versos, de ellos 50 nuevos que hay que sumar a los 450 conocidos) se ha observado que su doctrina es unitaria: en ellos se comprueba que fragmentos que se atribuían al libro de las Purificaciones corresponden en realidad al de Sobre la naturaleza y que la teoría física está relacionada intrínsecamente con la teoría zoogónica y demónica. Así queda más clara la unidad del pensamiento de Empédocles, con una gran elaboración tanto en los aspectos más cercanos a la física o la astronomía como en los que nosotros consideraríamos menos filosóficos (la demonología y las prescripciones religiosas sobre sacrificios y dieta). No hay dos Empédocles sino uno sólo, personaje singular en la línea de la tradición filosófica pero con importantes influencias pitagóricas y sin duda de la tradición oriental. Como Parménides, reafirma la imposibilidad del nacer y el perecer, en cuanto que no es posible pasar de la nada al ser y viceversa: no existen el nacimiento y la muerte, y lo que los hombres llaman así son en realidad mezclas y disoluciones, eternamente iguales e indestructibles. En el ámbito físico todo se puede reducir a lo que llama raíces: el agua, el aire, la tierra y el fuego, los cuatro elementos que denomina con nombres de dioses: Zeus (fuego), Nestis (diosa siciliana, agua), Aidoneo (= Hades, tierra) y Hera (aire). Los cuatro elementos o las cuatro cualidades fundamentales ya eran usados en la filosofía previa, pero él los convierte en los elementos primarios y únicos de lo real, además de ser inmutables e indestructibles. Cuando se unen y se separan entre sí (porque tienen partes) forman el conjunto de las cosas, sin dejar de ser 19
lo que son (por ejemplo el hueso tiene dos partes de tierra, cuatro de fuego y dos de agua). Nace así una teoría ‘pluralista’, que pretende responder a Parménides dando razón de la variedad de lo real. La realidad está movida por dos principios generales: la Amistad (Φιλότης) o Afrodita y el Odio (Νεῖκος) o Discordia. Las partes de los elementos cuando se juntan dan lugar a las formas y colores, que son especificaciones que observamos por los sentidos sin que los componentes dejen de ser lo que son; a partir de ahí explica la aparición de los animales, los hombres, etc. La relación entre las partes de los elementos es posible porque éstas tienen ‘poros’ (pasos), que facilitan la intercomunicación; también eso explica que por medio de los ‘poros’ los efluvios de los elementos lleguen a los sentidos y sea posible el conocimiento. El desarrollo de la realidad es un proceso cíclico con dos fases definidas por el predominio del Amor y el del Odio. El proceso regido por el Amor (‘mundo A’) es un proceso de unificación creciente, con una expansión centrífuga del Amor en el que el Odio es enviado a la periferia, donde aparecen muchas formas de vida: algunas partículas del Amor (los démones) que han sido expulsadas por ese movimiento centrífugo se ‘encarnan’ en esas formas de vida y dan lugar a seres vivos. El mundo A llega a a su plenitud con la culminación en Σφαῖρος (‘esfera’), pero a la vez da paso al mundo B, presidido por el Odio, en un proceso progresivo de separación de las cuatro grandes masas elementales en cuatro círculos concéntricos de tierra, agua, aire y fuego. En el momento de separación máxima están en movimiento muy rápido (quizá lo llamaba Δῖνος, ‘remolino’), con el Amor recluido en el centro, pero ese movimiento circular vertiginoso libera a las partículas de Amor, los démones, de su sujeción a cuerpos y les permite reunificarse con el Amor, con lo que este recupera todo su poder y puede volver a tomar la iniciativa en el nuevo ciclo presidido por él. Así, el tiempo es cíclico y consiste en una sucesión de dos mundos, el del Amor que lleva a la esfera, al que sigue el del Odio, que culmina en el remolino y que permite la vuelta otra vez al inicio del proceso cíclico.
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Α
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En cada mundo hay dos procesos zoogónicos: en el mundo A (el del Amor) hay una primera etapa zoogónica en la que aparecen miembros sueltos (cabezas, brazos); en la segunta etapa se unen, dando lugar a seres monstruosos y a otros más organizados, que son los que sobreviven, pero todo acaba en la esfera; cuando ésta se rompe por una culpa debida a algunas partículas de Amor (los démones, que son condenados a participar en la cadena de la vida), se pasa al mundo B, donde predomina el Odio. Sin embargo el Amor todavía tiene poder de unión y da lugar en la tercera etapa zoogónica a seres ‘inarticulados’, ‘de una pieza’, de formas rudimentarias que el fuego empuja a la superficie de la tierra. El Amor sigue debilitándose y quedan sólo seres articulados y sexuados. Es éste el momento en que vivimos nosotros, según Empédocles: somos démones que hemos entrado en una cadena de encarnaciones hasta llegar a nuestra situación actual de seres corpóreos y sexuados. La solución para escapar a la aniquilación final en el remolino es pagar por la culpa cometida en el estado de esfera con una vida en la que no se repita el crimen, evitando los sacrificios sangrientos y el consumo de carne, porque en los animales están encarnados démones.
Anaxágoras. (Clazómenas 500-428), residió muchos años en Atenas y fue maestro de políticos como Pericles y literatos como Eurípides. Es el primero en hacer de Atenas la capital de la filosofía y también el primer filósofo acusado de impiedad, por afirmar 21
que el sol era una masa de metal incandescente y no una divinidad. Es autor de un tratado Sobre la naturaleza en prosa. Como Empédocles, sigue a Parménides en negar la posibilidad del no ser y en considerar la generación y la corrupción como procesos secundarios, a partir de una realidad que siempre es la misma: nada nace ni muere y la realidad se transforma por procesos de composición y separación. Avanza respecto a Empédocles en considerar no cuatro elementos como la base de la realidad (aunque juega con los mismos aspectos: caliente, frío, seco, húmedo, luz, oscuridad) sino infinitas ‘semillas’ (σπέρματα), que poseen ‘formas, colores y gustos de todas las clases’. Son lo originario y también la realidad que nos encontramos: no se transforman en otras cosas, sino que simplemente se combinan y separan, pues no sólo son infinitas en número, sino también en tamaño (no tienen límite en su ‘volumen’), pues se pueden dividir hasta el infinito, sin que esa división llegue a un límite, a la nada, porque la nada no existe: por poderse dividir en partes siempre iguales son llamadas homeomerías (ὁμοιομέρη= ‘que tienen partes iguales’). Al principio formaban una masa mezclada (es un nuevo concepto de Caos como mezcla indiferenciada), pero el Nous (Νοῦς) produjo un movimiento rotatorio que realizó el orden en la mezcla: las diferencias entre los seres en la realidad se deben al predominio de las cualidades del componente mayor, aunque en todas está todo, lo que explica Anaxágoras con el ejemplo de los alimentos que se convierten en quien los come en sangre, huesos, etc. La explicación de los elementos del mundo sigue la línea de Anaxímenes, aunque él parte del predominio de un tipo de semillas sobre otro para explicar el agua, la tierra, etc., pero de hecho tiene una secuencia a partir de la oposición éter / aire que lleva a que surjan nubes, y de ellas agua, luego tierra y por fin piedra. Aplicando esto a la cosmología, el movimiento rotatorio del Nous hizo que lo pesado y húmedo quedara en el centro y la luz y lo seco fueran llevados a los extremos; algunos cuerpos pesados fueron arrastrados por el movimiento circular y llegaron a encenderse por la fricción (los cuerpos celestes). Este movimiento lleva a una expansión eterna del universo, sin ciclos. 22
Es fundamental en su pensamiento la noción de Νοῦς, la Inteligencia, principio que es una realidad infinita separada de lo demás y que es su principio ordenador y la explicación para Anaxágoras del movimiento, que deja de ser algo intrínseco a la realidad física para ponerse fuera, en una inteligencia que abarca toda la realidad y forma parte de ella, pero puede distinguirse, como el Amor y el Odio en Empédocles respecto a los cuatro elementos. Esa distinción entre la realidad y el principio de ordenación es la que distingue a Empédocles y Anaxágoras de los milesios, que se referían a un movimiento intrínseco de la ἀρχή. Esto fue clave para filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, que llegaron a planteamientos nuevos a partir de la vía abierta por Empédocles y Anaxágoras en la distinción entre Realidad y Pensamiento, aunque criticaron que sólo se sirviera de ella para el proceso inicial, explicando los demás procesos de modo mecánico, sin acabar de diferenciar claramente una realidad física de un principio inteligible diferenciado. Leucipo y Demócrito. De las ideas de Leucipo poco sabemos, porque las fuentes lo citan siempre junto a Demócrito (460-390), discípulo suyo en la escuela de Abdera, autor de numerosos libros y famoso tanto por sus teorías atomistas como por sus escritos sobre temas éticos. Les une a Empédocles y Anaxágoras el postular objetos primarios sin cambios, pero frente a Anaxágoras cambian la concepción de los elementos infinitos de la realidad: no son divisibles infinitamente, sino que llega un momento en que nos encontramos con partículas indivisibles (ἄ-τομοι), que no son observables directamente y son infinitamente pequeñas; son ellas, eternas e indestructibles, las que explican la realidad. Así, están en la vía que abrió Anaxágoras, pero además de negar la divisibilidad infinita afirman que esos átomos no tienen diferencias cualitativas. Sus diferencias están en la forma geométrica (figura, orden y posición): lo que les caracteriza es ser formas indivisibles e iguales en entidad (‘llenas de ser’). A la vez existe el vacío, que permite la distinción de los átomos y el movimiento (en oposición a Parménides), aunque su teoría atómica pretende seguir su línea: un ser eterno, perfecto, pero formado por infinitos átomos. 23
El movimiento de los átomos en origen era caótico, pero da lugar a otro tipo de movimiento en el que los átomos colisionan entre sí y se van agregando o dispersando de acuerdo con sus características particulares, con lo que surge el mundo. Como son infinitos los átomos así serán infinitos los mundos. El movimiento no se debe a una inteligencia rectora, sino al azar, que es lo que gobierna todo. El alma y la inteligencia son conjunciones de átomos esféricos, de naturaleza ígnea y más ligera, e incluso lo divino puede tener el mismo carácter. El conocimiento surge de los efluvios de los átomos (ἀπορροίη), que transmiten información a los sentidos, pero el conocimiento más firme es el de la razón, que filtra el conocimiento sensible. El universo, la realidad, no tiene finalidad, sino que todo es producto de la necesidad, del choque y agregación de átomos. E. La ciencia en época clásica En los inicios de la filosofía griega la preocupación científica es inseparable de la especulación filosófica: en realidad, por ‘filosofía’ se entendía el estudio de toda la realidad, tanto física como la referida al ámbito de estudio sobre el hombre (antropología, ética, política) y la divinidad. La filosofía era, pues, el ‘amor a la sabiduría’ en general, también porque todavía no se había fragmentado en ciencias concretas. La primera rama que empieza a independizarse es la medicina, que era una práctica tradicional mezcla de ciencia, curanderismo y magia; el avance de la filosofía presocrática, con una incipiente observación empírica, permitió el desarrollo de teorías que posibilitaron un cambio de perspectiva: se ha observado que en los primeros escritos médicos hay influencias de las teorías filosóficas presocráticas, en la distinción de las cuatro cualidades básicas (caliente / frío, seco / húmedo) que se manifiestan en los humores (bilis amarilla, bilis negra, flema y sangre), en la importancia que se da a lo caliente y la consideración del fuego como sustancia portadora de espíritu y vida, así como en otras reflexiones más particulares que habrían sido estudiadas por los presocráticos, como por ejemplo la formación del feto o la importancia del cerebro en el cuerpo. Destaca aquí la llamada escuela hipocrática, a la que se atribuye un conjunto de 24
obras conocidas como Corpus Hippocraticum, puestas bajo la autoridad de Hipócrates (ca. 460 al 380 a. C.), médico que habría fundado una escuela en la isla de Cos. Esta escuela destaca por su interés en observar con detalle los signos (σημεῖα) de las enfermedades, a fin de obtener pruebas objetivas (τεκμήρια) y realizar un pronóstico (es aquí fundamental la noción de tendencia y probabilidad, con la que se evita caer en la casuística y se puede ir afinando el pronóstico), que llevará consigo unas prescripciones entre las que tienen un primer lugar las dietéticas (δίαιτα). Es fundamental también en ellos el concepto de naturaleza (φύσις), universal, ordenada, armónica, que corresponde al estado de salud. La enfermedad se ve como un desorden en los humores del cuerpo. Los médicos hipocráticos se refieren a la medicina como una τέχνη, un arte, en la medida en que se basa en la experiencia y llega habitualmente a pronósticos con un grado de certeza no siempre definitivo, aunque también afirman sus conocimientos como saber (σοφία) e incluso como ciencia (ἐπιστήμη). Importantes consecuencias filosóficas tiene el desarrollo del concepto de causa (αἰτία), que surge de la idea de que en la realidad todo es susceptible de una explicación racional. En la filosofía presocrática más que de causalidad se hablaba en términos morales y con un lenguaje metafórico (judicial de culpa y castigo en Anaximandro o principios personales como el Amor y el Odio en Empédocles). En la medicina se afina el concepto de causa en abstracto, sin recurrir a metáforas.
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