Tele-trabajo: ¿salida o no salida? Por: Roberto Balaguer Prestes & Miguel Carbajal La salida-no salida al medio laboral para el adolescente Nos hemos referido en un trabajo anterior (Balaguer & Carbajal, 2001) al caso de un adolescente en tratamiento con uno de nosotros para quién, dentro de su incertidumbre con respecto al futuro, la idea de trabajar como diseñador de ropas desde su casa representaba cierta esperanza, una salida frente a su problemática. El tele-trabajo le brindaba esa posibilidad a un muchacho que por sus características personales encontraba dificultades para insertarse en la trama social y/o laboral. Esta situación nos llevaba a preguntarnos también qué pasaba con ese tipo de salida que era al mismo tiempo una no-salida, una posible permanencia en el hogar paterno. La salida al medio laboral era, hasta hace poco, comprendida dentro de los parámetros del "deber salir" efectivamente de determinados lugares para insertarse en contextos nuevos. El primer empleo se ubicaba dentro de la línea temporal y significante que comenzaba con el ingreso al Jardín de Infantes y continuaba con distintos momentos marcados por cambios y quiebres que guardaban relación con una salida y un ingreso de y hacia lugares físicos distintos como la entrada a secundaria o a la Universidad El primer trabajo solía, en la mayoría de los casos representar una especie de rito de iniciación y de inclusión en un ambiente exogámico por excelencia; siendo algo más complejo en aquellas situaciones laborales atravesadas por continuidades familiares. El tele-trabajo habilita a los sujetos a permanecer en sus casas, mientras llevan a cabo las tareas que le son encomendadas. No hay necesidad de salir en esta nueva modalidad, que puede ser canalizada en la adolescencia particularmente, tanto endo como exogámicamente, y generar en la adultez cambios significativos que abordaremos luego. Cambios en los paradigmas Las sociedades occidentales han ido extendiendo cada vez más los tiempos de educación (Giddens, 2000), generando lo que Erikson (1968) denominara "moratoria social", es decir un tiempo en el cual los adolescentes se preparan para su ingreso al mundo adulto del trabajo. Las sociedades tradicionales, o pre-modernas resolvían esta cuestión generalmente en forma más simple, con una transmisión más sencilla y directa de las habilidades necesarias para el ingreso al mundo adulto. En una sociedad "destradicionalizada" (Giddens, 1999) como la occidental actual, el ingreso al trabajo permanecía como uno de los últimos bastiones rituales, demarcativo de un momento de pasaje a la adultez. Sin embargo parte de las transformaciones actuales de la trama de la institución trabajo, pasan por un cambio tendiente hacia una menor de las personas que ingresan al mundo laboral y específicamente a determinados puestos de conducción, que ha llevado a que debido a cierta "sobreadultez" algunos individuos queden fuera del sistema laboral. Esto que denominamos "sobreadultez" es vivido por quienes la padecen como una suerte de "vejez laboral". Winnicott (1960) refiriéndose a la adolescencia en particular y al ámbito familiar, había señalado la importancia de que el adolescente encontrara un adulto en su camino para poder pelear y derrotarlo y así ingresar al mundo adulto. Las concepciones del psicoanalista británico encuentran en la era
post-industrial determinados cambios ciertamente cuestionadores. Nos referimos a ¿qué pasa cuando en el mundo laboral se intercambian los papeles y es el adulto quien se encuentra con un adolescente al que debe derrotar para mantener su trabajo y su lugar de adulto inserto en el mundo? Son innumerables las situaciones en las cuales los adultos son desplazados por gente joven de los puestos laborales por diferentes motivos, algunos de ellos técnicos, otras veces estrictamente económicos. Por lo ya dicho podríamos cuestionarnos si la moratoria social de Erikson (1968) no ha dejado de ser un período de transición para transformarse en un momento que puede re-vivirse; reeditarse en cualquier tramo del itinerario laboral de cada individuo El propio concepto de "educación permanente", alude de alguna manera a este estado de cosas en donde hay un contínuo en la formación que deja entrever un salto cualitativo con respecto al pasado. Nunca hay demasiada preparación y siempre es posible volver a un estado anterior (1). Las etapas dejan de ser lineales para ser estadios donde se puede potencialmente regresar. Lo efímero, como valor cardinal de nuestra cultura, se inmiscuye en el trabajo e interpela a la adultez que deja de ser una etapa a alcanzar para transformarla, en términos laborales, en un estado a intentar conservar. Los cambios en la organización del trabajo han alterado la tradicional estabilidad laboral de los trabajadores mayores enfrentándolos a presiones y sobrecargas que pueden generar experiencias de despersonalización. Las crecientes presiones generadas por el temor a ser desplazados por los más jóvenes, los despidos de los pares, la amenaza de la degradación o "la sombra del desempleo", juegan un destacado papel en la etiología de patologías asociadas con el trabajo que los trabajadores maduros padecen (2) (Carbajal, 2001) Se habla en general que la época del trabajo para toda la vida ha llegado a su fin. En los cambios operados se incluye la presencia de períodos de inactividad laboral ; otrora casi ausentes; en el mundo adulto como modelo estadístico esperado. Linearidad, secuencialidad y alternancias El mundo moderno parecía tener cierto orden. En él la "realidad" fue compartimentada y estudiada hasta en sus dimensiones más íntimas, fijando etapas en general claras. La ciencia moderna creyó poder alcanzar en algún momento todos los secretos del funcionamiento de la Naturaleza y transcribirlos a leyes inmutables. En nuestro campo de trabajo, el Psicoanálisis freudiano fue descubriendo detrás del discurso adulto, serio, racional, distintos momentos del desarrollo infantil que daban cuenta de etapas que con la libido como eje, seguían determinado orden aunque es cierto, pasible de verse alterado por regresiones (Freud, 1905 ). Llevadas a su máximo extremo por su hija Anna Freud (1965) estas secuencias fueron meticulosamente disecadas en el desarrollo de los niños. Autores posteriores fueron trabajando en esa misma línea, señalando etapas distintas en la evolución de la personalidad en diferentes dimensiones, a saber individuación-separación (Mahler, 1977), narcisismo (Kohut, 1977 ; Kernberg, 1993 ) etc. En esa misma línea, a mediados del siglo pasado, cobraron importancia los desarrollos que apuntaban a construir una "Teoría General sobre el Desarrollo Vocacional". Super (1957) y Ginzberg (1951), con pequeñas variaciones, delimitaron una serie de períodos evolutivos donde se esperaban conductas vocacionales diferenciales según la edad. En la década de los ochenta investigaciones encabezadas por Erikson intentaron dar cuenta de la evolución de los itinerarios laborales a partir de la construcción de "perfiles vitales ideales" donde el ejercicio de los distintos roles ocupacionales y su evolución laboral podían llegar a preverse (Smelser 1980).
La antigua linearidad de aquellos modelos evolutivos con sus crisis vitales, se redimensiona en el momento actual y las etapas más que procesos lineales, son estados signados por la precariedad, ya que la secuencialidad se ve alterada. La adultez deja de ser el momento del pasaje al mundo exterior cuando se abandona lo endogámico a través de la independencia económica. Como hemos visto, cada vez más adultos son retirados del mundo laboral y reemplazados por personas más jóvenes, debiendo en algunos casos regresar a sus familias de origen por no poder hacer frente a las dificultades económicas encontradas. El Tele-trabajo como una nueva variable El tele-trabajo es una modalidad que agrega nuevos elementos a la problemática del trabajo en la actualidad. En primer lugar para su adecuado desempeño se requieren determinadas habilidades en relación a lo tecnológico que generan brechas socioculturales y generacionales. El acceso a la tecnología se transforma en un requisito básico para llevarlo a cabo. No se trata ya de un manejo del lenguaje y las matemáticas, sino de ciertos entornos digitales necesarios para desarrollar las tareas prescriptas. Tapscott (1998) es quizás uno de los autores que ha intentado pensar estos nuevos entornos laborales, dándole a los más jóvenes de capas medias o altas; a los que llama la Generación de la Red, un futuro lugar de privilegio en relación a sus antecesores. La generación nacida en los entornos digitales tendrá para él serias ventajas con relación a sus padres. Autores como Papert (1996) o Tapscott (1998) han insistido en señalar como las nuevas generaciones plantean la alteración del orden "natural", "esperable", enseñándole a los adultos el manejo de diversas tecnologías con una naturalidad y simpleza que deja sin palabras a los mayores. Recorrer los laberintos de los juegos, sus pantallas recargadas, abrir y cerrar ventanas en las interfaces de Windows, resulta para los niños tan sencillo como dificultosa resulta para el adulto la coordinación viso-motora del doble click del mouse en el lugar indicado. La perplejidad del adulto busca refugio en la lógica en la que fuera criado; una lógica más organizada, más lineal y secuencial. De lo anterior se desprende claramente que la edad del trabajador es una variable que debe tenerse en cuenta ya que las posibilidades de adaptarse en parte, estarán signadas por ella. ¿Cómo podrán los adultos re-insertarse en esta nueva modalidad que implica innumerables cambios? Entre ellos la no-salida a la que hacíamos referencia al comienzo en el caso de nuestro paciente. Si para el adolescente la no-salida podría tener un efecto endogámico ¿qué efecto podría tener en un adulto crecido en entornos laborables pautados por el espacio físico? El tele-trabajo y sus posibles externalidades (3) Es importante comenzar por remarcar que salir a trabajar no es igual a trabajar. Salir a trabajar ha implicado en las últimas décadas, la salida del entorno familiar. Esa salida es la que en líneas generales contribuyó a transformar la sociedad a partir de que las mujeres comenzaron a volcarse masivamente al mercado laboral a mediados de los setenta. Con el tele-trabajo un adulto, hombre o mujer, puede trabajar en casa adaptando sus horarios en función de las necesidades de su familia, permitiéndole entonces un compartir de valiosas experiencias que no siempre son posibles cuando hay traslados físicos. Intercalar tareas cotidianas con las laborales parece ser posible en la modalidad del tele-trabajo. La familia como institución parece ganar en ese terreno presencia. Pero por otro lado, este mismo elemento a la vez implica la no-salida, que en muchos casos resulta ser altamente significativa y quizás no tan positiva como
pareciera a priori. La mera presencia física de los adultos en el hogar no garantiza su disponibilidad emocional para atender las necesidades familiares, por lo que sugeríamos una evaluación detallada del ambiente familiar con el objetivo de obtener una evaluación ajustada de un potencial tele-trabajador (Balaguer & Carbajal, 2001). Si bien los entornos digitales interactivos proveen a los usuarios de oportunidades de relacionamiento social muy intensas (Balaguer, 2001) generan la no-salida del entorno familiar. Del mismo modo, con el tele-trabajo se pierde el contacto presencial con terceros fuera del núcleo primario. El impacto que esa no-salida genera debería analizarse en cada caso, teniendo en cuenta las características de cada individuo y de su entorno. En algunos casos, como ya hemos planteado, "el tele-trabajo puede ser contraindicado como primer empleo para un sector de jóvenes que necesitan de la oportunidad de espacios de trabajo tradicionales que operen como instancias formativas. (Balaguer & Carbajal, 2001). Del mismo modo, para algunos adultos el trabajo con base en el hogar podría implicar eventuales dificultades ya que la salida a trabajar suele implicar cierta "oxigenación". El trabajo fuera permite tomar cierta distancia del ambiente familiar, especialmente en el caso de familias con hijos pequeños, donde las demandas y exigencias familiares son mayores que en otras conformaciones familiares. Otro elemento a considerar es que, la no-salida al medio laboral a la vez que remodele la ciudad (Virilio, 1997) pueda remodelar también las dinámicas familiares, reubicando a los progenitores adultos en su medio provocando que aquellos viejos anhelos de "no llevar el trabajo a casa", o "los problemas de la casa al trabajo" se vuelvan caducos en un sistema donde casa y trabajo se confundan en uno. La transicionalidad en las nuevas modalidades no pasa por el viaje, sino por la conexión con el trabajo; en otros tiempos un espacio público; que ahora se configura en un espacio público-privado con fronteras tenues e imprecisas. La jornada laboral no se acorta, sino que se funde con el esparcimiento, con lo familiar, en una yuxtaposición a la que, lenta pero firmemente, las interfaces de Windows nos han ido acostumbrando, como quizás hubiera señalado Mc Luhan. La interactividad actual de los medios, con Internet como metáfora de punta, pareciera re-presentarse en estas modalidades de trabajo, donde todo se entremezcla, donde nada predomina, donde las jerarquías son relativas y circunstanciales. Todo es un contínuo, la máquina y el hombre, y así como el show debe continuar, el trabajo pareciera también seguir ese mismo lema. Negroponte (1995) imagina la producción contínua y continuada en "zonas de tiempo", en lugar de espacios físicos a lo largo y ancho del planeta. Podría pensarse al tele-trabajo como una de las nuevas actividades que integran la tendencia creciente hacia la individuación de los proyectos de vida y de las formas de existencia. Coincidiendo con un retorno a los ámbitos privados se produce una privatización de lo público con un repliegue creciente de las protecciones colectivas. Una tensión actual es motivada por las nuevas modalidades de contratación laboral que "tele-trasladan" al trabajador la solución de problemas básicos como la salud o la seguridad. La desregulación creciente de las condiciones laborales puede, dependiendo de la calidad del empleo, dejar al trabajador en condiciones de gran vulnerabilidad. En ese sentido hay potenciales efectos del tele-trabajo que ameritarían estudios profundos que puedan evaluar la pertinencia de regulaciones por vía legislativa que tiendan a asegurar cierto tipo de protección en aspectos vinculados con la salud ocupacional o la seguridad laboral. Al perderse el contacto cotidiano ciertas dificultades que hoy se plantean pueden verse agudizadas por el tele-trabajo. Tomemos como ejemplo el de las dificultades generadas por las "lesiones por esfuerzo repetitivo" también llamadas "disturbios osteomusculares relacionados con el trabajo" (4). El acelerado aumento de la prevalencia de estas patologías ha estado asociado con el crecimiento de la informatización y del trabajo automatizado, como el que realizan con frecuencia personas que
ingresan datos en computadoras o trabajan digitando durante varias horas. Como previsible que el crecimiento del tele- trabajo se presente asociado con el incremento de ese tipo de actividades, creemos que al perderse el contacto cotidiano las lesiones causadas por esfuerzos repetitivos ocurridas en el hogar, podrían llegar a generar dificultades aún mayores. Actualmente éstas lesiones debido a su invisibilidad, generan incomprensión y discriminación en ámbitos laborales tradicionales. El tele-trabajo puede presentar dificultades novedosas como en el caso de accidentes laborales producidos en el hogar. Tanto Freud como Marx, que influyeron notablemente en el pensamiento de la modernidad, coincidieron al destacar la doble condición del trabajo. El trabajo es, por un lado, condición necesaria para la realización del ser social y motor decisivo en el proceso de humanización del hombre. (Marx, 1844) "La actividad profesional ofrece particular satisfacción cuando ha sido libremente elegida, es decir, cuando permite utilizar mediante la sublimación, las inclinaciones preexistentes y las tendencias instintivas evolucionadas". ( S. Freud citado por Castaño, 1993) Sin embargo no debemos desconocer que los individuos no siempre pueden proyectarse en el futuro mediante el trabajo. El trabajo, que debería ser siempre una actividad creadora que habilite a la realización de los individuos se convierte, frecuentemente, en solamente un medio de subsistencia ya que"la inmensa mayoría de los hombres sólo trabajan bajo el imperio de la necesidad".(Freud, 1909). Teniendo en cuenta la desigual significación que el trabajo puede tener para cada individuo es posible considerar que algunos trabajadores - y sus familias - puedan necesitar del trabajo y su organización tradicional pues encuentran en la interacción presencial cotidiana -con sus compañeros - el sostén y la motivación necesaria para desarrollar actividades laborales que no les resultan placenteras". (Balaguer & Carbajal, 2001) En estos casos el tele-trabajo con su relativo aislamiento podría afectar el contacto presencial cotidiano provocando un aumento del malestar producido al desempeñar un trabajo que no resulta estimulante. Algunas reflexiones finales En este breve recorrido que hemos llevado a cabo, centrándonos en la salida o la no -salida generadas por el tele-trabajo, son varias las preguntas que quedan abiertas y diversos los modelos interpretativos utilizables para su comprensión. En el presente trabajo hemos elegido algunas de las cuestiones que se encuentran implícitas en el marco de esta modalidad laboral, siendo concientes de la amplitud y del alcance que tiene esta temática en el contexto actual. La reconfiguración de los espacios observable en el tele-trabajo, hasta ahora se ha manejado básicamente en la línea textual, siendo sin embargo creciente el uso de cámaras (web-cams) que introducirían un elemento más que trascendental : la mirada en el ámbito privado, la pérdida de la intimidad Escribía el año pasado Freire (2000) "Une los elementos separados, reduce las duraciones y las distancias, es, después de todo, la lógica de los imperios, para los que sus componentes nunca están lo suficientemente juntos, sus provincias siempre son demasiado grandes para abarcar. Esta especie de "montaje rápido" es una variante de las viejas técnicas de poder y trabaja reduciendo las cadenas de comando para controlar mejor los extremos. Culmina con el así llamado "tiempo real", la abolición de toda distancia y toda duración al servicio del imperio del mercado mundial. Cuando en realidad las cosas no existen sino porque están separadas, y para respetarlas y conocerlas hace falta sortear las distancias que las separan tomándose el tiempo real que sea necesario". El autor se refería al hipertexto, sin embargo sus consideraciones bien podrían corresponder con la temática que hoy abordamos.
En este convulsionado mes de setiembre de 2001, la "localización" y la mirada adquieren una importancia trascendental. Las lógicas modernistas, de separación, disección, a las que aludíamos más arriba, se ven alteradas por nuevas formas de funcionamiento que movilizan intensos afectos y desubican al mundo, inclusive al más tecnificado, que se vuelve víctima de la "des-localización". La desorientación generalizada, el caos ganan lugar, mientras la tecnología busca acortar las distancias. Más recientemente escribía Bernat Jodi (2001) "El 7 de septiembre los miembros del colectivo Surveillance Camera Players (SCP) llevaron a cabo una protesta para manifestarse en contra de la proliferación de las cámaras de videovigilancia (5). Los manifestantes del SCP celebraron el International Day of Action Against Video Surveillance el 7 de septiembre. Protestaban contra la "constante, indiscriminada y tecnológicamente sofisticada videovigilancia de lugares públicos por parte de las empresas y la administración". El más utilizado y curioso método para protestar fue el de actuar de forma pacífica delante de los objetivos webcams con la finalidad de que la acción se hiciera eco en todos los lugares del mundo a los que llega Internet. Alemania, Colombia, Estados Unidos, Francia, Lituania y Turquía fueron los escenarios en los que tuvieron lugar las manifestaciones artísticas de los miembros del SCP. Inspiradas en los escritos de los clásicos de la literatura distópica -George Orwell, Aldous Huxley o Ray Bradbury"-. Mac Luhan afirmó en una entrevista un año antes de morir: "Ahora todos vivimos en este mundo irracional, instantáneo, immediato. Yo nombré a esto la Aldea Global, pero la gente pensó que esto era un ideal, que yo estaba imaginando una situación ideal. En realidad, una aldea no es una cosa ideal, porque la gente sabe demasiado sobre los demás. No hay privacidad, no hay identidad. En la Aldea Global eléctrica la gente sabe demasiado, y ya no hay un lugar donde esconderse" (citado por Faura, 2000).