Solamente yo Capítulo 1 A veces creo que somos los propietarios de nuestro propio destino. Todo empezó un domingo por la noche. Habíamos cenado y nos fuimos a dormir más temprano que de costumbre porque hacía frío y al otro día había que madrugar. Yo estaba sentada en mi cama en una habitación separada a la de Pablo, (mi marido) porque desde hacía bastante tiempo las cosas no estaban bien entre nosotros de modo que, tantas peleas y discusiones hacían nuestra vida insoportable sobre todo la de Cristian, mi hijo de 13 años. Esto motivó que tomara la decisión de dormir en cuartos separados. Hacía varios días que andaba rondando en mi cabeza esa idea a la que trataba de negarme pero cada vez se volvía más firme y llegó el momento en el que de idea pasó a ser un hecho. Bajé un bolso del placard, lo llené con un poco de ropa y algunas otras cosas. Traté de pensar en Pablo, en Cristian pero no podía, en ese momento no importaba nadie más que yo. Pedí un taxi, agarré el bolso y tratando de hacer el menor ruido posible, escapando como si fuera un delincuente; salí de mi casa, de esa casa en la que ya no soportaba estar un minuto más. Llegó mi taxi, subí y sin pensar dije: -A la terminal de ómnibus. -¿Se va de viaje? Está lindo para hacerse un viajecito. ¡Yo hace tanto que no me voy de vacaciones! Yo no tenía ganas de contestarle, no quería hacerlo porque no sabía a dónde iba y no quería tomar conciencia de lo que hacía pero… -A lo mejor yo le estoy dando charla y usted tiene algún familiar enfermo. -No, no se preocupe, todos mis familiares están sanos. La única que está enferma soy yo que me escapo de mi casa dejando a mi marido y a un hijo. Así que usted olvidesé que esta noche me llevó. -¿Sabe una cosa? ¿Qué quiere que le diga? Hace bien, a veces a uno se le hacen tan difíciles las cosas. Bueno, yo no sé lo que le pasa a usted, pero a mí también muchas veces me dan ganas de escapar a cualquier parte, así que no se sienta culpable señora. Hay que aprender a ser un poco más egoístas. Y así llegamos a la terminal. Me senté en un asiento del hall de entrada como esperando algo, no sé que, alguna señal que me indicara a dónde ir pero rápido. De pronto escuché por el altavoz el anuncio de un micro con destino a no sé donde pero que entre otros lugares paraba en “Los Sauces”. Me levanté, salí corriendo hacia la ventanilla. Luego de pagar el pasaje me dirigí hacia el micro que estaba a punto de salir, despaché mi bolso, subí, busqué mi asiento (por suerte del lado de la ventanilla), me senté, el micro cerró sus puertas y salimos despacito, tan despacito como se iba yendo mi miedo, mi tristeza, mi culpa. No podía pensar. No me importaba nada. Solamente yo.
Capítulo 2 Con el suave andar me quedé dormida, era tanto el cansancio que tenía. Un cansancio viejo, de años. Me despertó la luz del día porque ya estaba amaneciendo y el paisaje me parecía el más maravilloso, tanto verde, los árboles, el campo y ese cielo tan claro, tan limpio, tan hermoso. -¡Cómo durmió, eh! Yo la miraba y pensaba: “Debe estar muy cansada pobrecita”. ¿Descansó bien? Porque hay gente que no puede dormir cuando viaja ¿vio? ¿Va lejos? -A Los Sauces -Ah, yo también bajo ahí, ya falta poco. En una horita más o menos llegamos. Yo vengo de ver a mi hija y a mis nietos y ya me vuelvo contenta porque están todos bien gracias a dios y a la virgen. Cuando estoy con ellos estoy contenta pero no veo la hora de venirme, me tira tanto todo esto, es tan lindo Los Sauces. ¿Usted conoce? -No, es la primera vez que vengo. - Ay, ya va a ver como le va a gustar. Yo nací ahí ¿sabe? Ahí me casé y ahí me quiero morir. - “Pobre señora” Pensaba yo, era tan amable pero… NO DEJABA DE HABLAR. “¡Pare de hablar, por favor!”, tenía ganas de decirle. Yo quería disfrutar del paisaje porque era mío y no tenía ganas de hablar con nadie ni de que me pregunten cosas pero… -¿No quiere un matecito? ¿Vio? Yo soy un poco charlatana, pero todos los de afuera somos un poco así. No le molesta ¿no? - No importa, no se preocupe. -¿Va por mucho tiempo a Los Sauces? ¿Tiene algún familiar? - No- Le contesté. -Mire, ¿ve? Aquello que se ve allá (Señalándome algo parecido a un cartel) es la entrada del pueblo. Seguro que mi marido me va a estar esperando en la terminal. ¿A usted la espera alguien? -No. -Ah, ¿No va a necesitar ayuda? - No señora, muchas gracias. Me resigné a perder mi paisaje. -Voy a guardar las cositas porque ya estamos llegando. Mire, esta es la foto de mis nietos ¿Vio que lindos son? Todos dicen que se parecen a la abuela. (Yo miro la foto y trato de sonreír. A mí realmente no me resultaban parecidos). -Son muy lindos chicos- le dije. Y súbitamente me acordé de Cristian y pensé si ya se habría dado cuenta de mi ausencia pero no. No quería pensar, no me importaba nada. Solamente yo. - Bueno, llegamos. Fue un gusto linda haber viajado con usted. Ojalá se quede para siempre en Los Sauces. Acuerdesé que cuando lo conozca no va a querer irse más de acá. Suerte y que lo pase lindo. -Muchas gracias señora. Buen día. Bajé del micro, hacía mucho frío, recogí mi bolso y salí a la calle. Me quedé parada un momento y un señor me preguntó: -¿Necesita un remis? -Sí, por favor.- Le dije.
Ya en camino me dijo: -¿A dónde va? - ¿Usted me podría decir dónde encontrar un hotel o algo parecido que no sea muy caro pero limpio y tranquilo? - Ah, ni una palabra más, en la hostería de Fanny se va a sentir como en su casa. Son una gente buenísima. Era un día tan hermoso. El sol parecía el más grande que había visto en toda mi vida. Me sentía tan bien. Llegamos a la hostería, Sol de Los Sauces. Entré a la recepción y me recibió una señora con una gran sonrisa. -Buen día. Bienvenida. -Gracias.- Le dije yo. Y dándome un beso en la mejilla me dijo: -Soy Fanny y espero que se encuentre a gusto con nosotros. Mi hijo Gabriel y yo estamos a su disposición para lo que sea. - Yo soy Laura, gracias. - Debe estar cansada, ¿viene de Buenos Aires? -Sí.- Le contesté. - Le hago preparar un buen desayuno ¿Si? - No, le agradezco pero estoy un poco cansada y no tengo deseos de comer nada. - Laura, entonces vamos que le muestro su habitación, le voy a dar la más cómoda y con la mejor vista. Aquí se va a sentir bien y va a cambiar esa carita tan pálida y esos ojos tan tristes. Y acá el aire le va a dar mucho apetito. ¿Viene por algún familiar?, disculpe la pregunta. - No me molesta. Vengo sola, y mejor dicho vengo por mí. - Acá la vamos a cuidar si usted lo permite, Laura. Ahora vaya y descanse. - No le di mis datos personales. - Después, ahora vaya y descanse hija. Entré a la habitación y abrí las cortinas para dejar que me acompañara ese sol bendito que me hacía sentir tan bien. Me quité el abrigo y así vestida me recosté. Rápidamente aparecieron en mi mente Pablo y Cristian. Cómo estará mi bebé querido, queridísimo. Cómo hacer que para con sus 13 años adolescentes pueda entenderme. Qué le dirá Pablo. Somos tan diferentes, no lo culpo por ser como es, pero ¿Soy culpable por sentir el hastío de su mediocridad, de su falta de interés por superarse? ¿Soy culpable por su frialdad, su falta de diálogo y por no creer como él que el corazón o el amor tienen un contrato que hay que cumplir hasta la muerte? Quien más me apena es Cristian que sufre por nuestras eternas discusiones. Creo que si yo no hacía esto, iba a terminar matándome por lo insoportable de la situación. Pablo, yo siempre estuve a tu lado, traté de entenderte, pero no puedo decir lo mismo de vos. Ojalá leas mi nota y me entiendas un poco. “No me busquen, voy a estar bien. Los voy a llamar. Cristian, te amo y no voy a abandonarte nunca mi bebé.” Capítulo 3 El sol me abraza y me duermo. Ya no quiero pensar más. El sueño me vence y gana. Cuando desperté eran las diez de la mañana. Había dormido casi tres horas. Me levanté, me duché, me vestí y con el pelo suelto y mojado salí de la habitación. Bajé las
escaleras que daban a la recepción y allí estaba parado un hombre alto, rubio, de unos ojos azules, profundos, grandes. Me miró y dijo: - Laura ¿verdad? - Sí. - Yo soy Gabriel, el hijo de Fanny. Hola, bienvenida, esta casa es suya y nosotros también, dijo con una sonrisa que iluminó toda su cara. Yo también sonreí. - Gracias, pero no merezco tanto. -Claro que si, creo que a veces tiene uno menos de lo que merece y también tiene el derecho de merecer más de lo que tiene. Pero dejemos esto y Laura, para desayunar es tarde y para el almuerzo es temprano pero le hago preparar lo que usted quiera. - No tengo apetito. Ese parque ¿es de aquí? -Sí, y puede ir usted si quiere aunque no le perdono que no quiera comer nada. Mi madre tiene razón, está usted muy pálida. - Ya voy a comer, ahora lo único que quiero es ver ese parque que desde aquí parece maravilloso. ¿Puedo? -Es suyo Laura, disfrútelo. Si me necesita aquí estoy para lo que sea. - Gracias Gabriel. Y fui hacia el parque que era muy difícil de describir. Con unas flores tan hermosas, árboles grandes y los pájaros volando como dueños de ese espacio de cielo y ese aroma a airecito dulce que me causaba una especie de mareo como borrachera de naturaleza. Me senté en un banco rodeado de florcitas blancas, rojas, naranjas. Y allí me quedé maravillada contemplado todo eso con los ojos llenos de lagrimas. No me di cuenta que Fanny se había acercado y me estaba mirando. - Si es de alegría bienvenido sea el llanto; pero si es de tristeza aquí no está permitido. Traté de sonreír, ella me tomó del brazo y me dijo: - No sufras hija, la vida no es fácil para nadie, pero también nos brinda la gracia de poder contemplar todo esto. ¿Qué dejaste allá que desde que llegaste no se te quita esa mirada tan triste de tus ojitos? Me recuerdan a los ojos tristes de Gabriel. A él se le murió la esposa. Iba en un auto con otro hombre, el auto volcó y… desde entonces es una sombra y yo no puedo verlo sufrir. No sé por qué te digo esto, es que siento como si te conociera desde hace mucho tiempo ¿Por qué esa tristeza Laura? ¿Qué dejaste allá? ¿Qué te hace llorar así? - Alguien que ya no siento, un marido que para mi corazón ya no lo es y un hijo de 13 años al que amo más que a mi vida. Pero no quiero hablar ahora de esto. Todo aquí es tan puro, tan hermoso. - Disfrutalo hija, yo voy a controlar cómo va todo en la cocina. Eloísa se está esmerando en prepararte algo especial porque aquí tenés que comer. Permitínos cuidarte, dejate querer y que te mimemos un poquito. Gabriel me avisó que estabas llorando pero él no se animó a acercarse y vine yo. Permitite vivir hija. Estamos a tu lado cuando quieras. -Gracias Fanny. Me dio un abrazo muy fuerte y se fue dejándome el alma encendida de cariño no esperado. Me levanté y fui hacia la calle por la salida del parque. Caminé por unas veredas anchas y arboladas. Había una paz tan grande que se sentía en el aire, en el aroma, en todo lo que me rodeaba. Encontré algunos negocios y entre ellos lo que inconsciente o conscientemente estaba buscando, un locutorio. Entré, me saludó una señora muy amable y le pedí una cabina. Cuando cerré la puerta no podía dejar de temblar. Me sentía como una chiquilina culpable y asustada. No me atrevía a levantar el tubo del teléfono. Luego me decidí y marqué el número de mi casa. Me atendió Cristian.
- Hola mamá. ¿A dónde estás? Papá está preocupado y yo también. ¿Por qué te fuiste mami? - Sé que no es fácil para vos entenderme, pero no voy a dejarte Cristian, nunca. Me fui porque necesito alejarme unos días para pensar sobre lo que pasa entre papá y yo. Pero te prometo que es por unos días nada más y cuando vuelva de alguna manera todo se va a solucionar. No voy a abandonarte mi bebé, te quiero mucho. Ahora, vos tampoco fuiste al colegio y quiero que las cosas sigan como siempre así que no faltes, cuidate y cuidá a papá. Él te quiere mucho. Es por pocos días. Ahora dame con tu padre y te mando un beso y un abrazo grandote mi nene. - Chau ma, te quiero mucho, llamáme, quiero estar con vos. - Te pido solamente un poquito de paciencia y todo va a mejorar para que estemos juntos vos y yo. Luego vino Pablo al teléfono. - ¡Muy bien, te felicito! Si algo faltaba era que te fueras de casa, ni siquiera pensaste en tu hijo. Claro, es más fácil escaparte y no afrontar la responsabilidad que te corresponde porque tu lugar está acá. - Pablo, esto es lo que ya no puedo soportar. No quiero más discusiones. Ya no puedo más. Te pido por favor que vos también trates de reflexionar que las cosas no pueden seguir. Sabés que no estoy bien y como me afecta todo esto. Tratá de estar más calmado, por Cristian, tampoco esto es bueno para él. Así, tomando unos días de distancia pensemos cuál puede ser la mejor solución para los tres porque así no podemos seguir. Yo estoy muy mal y te pido que trates de entenderme porque si no, soy capaz de cualquier cosa. - Está bien, no digas locuras ¿Dónde estás? -En un pueblito tranquilo. - Seguro que vas a encontrar a alguien mejor que yo porque al principio todos son mejores. -Por favor Pablo, no empecemos con las agresiones. Cuidá a Cristian, yo voy a llamar y que no falte al colegio. Tratá de hacerle las cosas lo menos difíciles posible. - No sé. Vos sos la madre y no estás, pero igual lo voy a cuidar. Vos divertite si querés. No sé que más dijo, porque corté. Ya no podía seguir escuchándolo. Salí, le pagué a la señora y caminé hacia la hostería sin poder contener el llanto. Llegué, entré a la recepción y estaba Gabriel. Apenas pude hablar para poder pedirle la llave de mi habitación sin mirarlo. Él me la dio y cuando intentaba escapar por las escaleras me alcanzó y tomándome del brazo me dijo: -¡Laura, por favor! Así no se vaya. -No, le pido que me deje ir. No me siento muy bien y quiero estar en mi habitación. - Usted está llorando y yo no puedo dejarla ir así venga, acompáñeme. Me condujo hacia una salita contigua, me ayudó a sentar en un sillón y rápidamente me trajo un vaso de agua, yo no podía sostenerlo y él me ayudó a tomarlo como si fuera un bebé. Me sentía tan avergonzada. Se sentó a mi lado y me tomó la mano. - Laura, ¿está mejor? No puedo preguntarle por qué esta así; pero no soporto verla en ese estado y quiero que sepa que estoy acá para lo que sea. Usted no me conoce, lo sé. Yo no soy nada ni nadie pero quiero ayudarla, no sé como. Cálmese, que como dice mi madre, este aire es milagroso. No quiero que sufra Laura. Dígame por favor cómo ayudarla. Qué hago. Yo sé lo que es sufrir por eso no puedo verla así. Míreme, ya no llore. No puedo verla llorar. -No se preocupe, ya estoy mejor. Le agradezco, es que no estoy bien de salud por eso tomo las cosas peor de lo que debo pero ya estoy bien. Gracias Gabriel. Y lo miré a los ojos con los míos medio húmedos todavía.
- No quiero que se encierre en su habitación, ya es la hora de almorzar. Usted no comió nada en todo el día. No me diga que no. Mi madre y yo la cuidaremos si quiere, si prefiere estar sola… Pero coma algo por favor. - Sí, vamos. Pero le pido que me acompañe, estoy un poco mareada, creo que mi presión está un poco baja. - ¿Quiere que llame al médico? No quiero que le pase nada, mejor lo llamo. - No, no hace falta, debe ser porque no comí nada, estoy en ayunas. - Vamos Laura, déjeme cuidarla. Permítame ser un poco su protector por un momento. Apóyese en mí y vamos a almorzar. Luego de disfrutar de un exquisito y abundante almuerzo, en un cálido salón comedor y con la atención de Eloísa, una mujer muy agradable. Joaquín (su esposo) y las miradas cómplices de Fanny y Gabriel para ver si yo comía o no acercándose a cada momento para preguntarme si estaba todo bien y si me gustaba la comida, si me sentía mejor, etc. Fui a sentarme a un lugar del parque lleno de sol. Vi que venía Eloísa con algo en las manos. -Le traigo una tacita de té de cedrón para que la tome aquí tranquilita porque le va a hacer bien. El cedrón es bueno para el corazón y para el alma, decía mi madre. -Gracias, ustedes me atienden demasiado bien. Después me voy a mal acostumbrar. -Es que la señora Fanny y Gabriel nos la recomendaron y hablan tanto de usted… Hoy se sintió mal y el señor Gabriel se preocupó mucho. Suerte que ahora tiene mejor carita y va a ver que con este solcito y el cedrón… Pero vamos, tómelo que se enfría y yo con mi charla… Bueno, no la molesto más. Después le vengo a retirar la taza. -Usted no molesta Eloísa, y muchas gracias por todo. -Cualquier cosa llámeme. Me dispuse a leer un libro que llevaba conmigo desde la mañana. -¿Interrumpo la lectura? Yo me sonreí. -No, recién comenzaba a leer. Me lo quita suavemente y lee: -“Te trataré como a una reina”. ¡Qué título! Bueno, creo que usted merece más que eso. No pude dejar de acercarme para saber cómo está, cómo se siente. -Ya estoy bien, ya pasó, gracias. Me avergüenza mi reacción de hoy. Le pido disculpas. -Por favor Laura, no vuelva a repetir eso. Fui yo quien a lo mejor no supe ayudarla como debía. Le pido perdón por no haber podido estar más tiempo con usted en el almuerzo, es que llegaron unos viajantes, tuve que ubicarlos y atenderlos. -Gabriel, estuvo todo más que bien. No tengo palabras para agradecer el trato que me dan. -¿Puedo sentarme a su lado? -Si, claro. Es una tarde hermosa. ¿Es tranquilo este pueblo? -Por ahora parece que los ladrones no lo descubrieron. -Me gustaría conocerlo, se lo veía tan lindo esta mañana cuando venía camino hacia acá. -Si no le molesta, Laura. Yo puedo mostrárselo cuando usted quiera. -Cuando usted diga, Gabriel. -Creo que llegó el tiempo de tutearnos ¿no? -Es cierto. Parecemos demasiado ceremoniosos y ya pasó lo suficiente como para tratarnos con más confianza. -Volviendo al tema, ¿Cuándo te parece mejor, Laura? ¿Hoy o mañana? -Mañana. Será un pretexto para no irme todavía.
-Sé que no debo meterme en tu vida pero siento que te haría bien quedarte aquí, descansar y tomarte un tiempo para vos. No te vayas, quedáte un poquito más entre nosotros. Perdón, pero siempre tengo la maldita costumbre de decir lo que siento. -No te preocupes, todo está bien y voy a quedarme hasta poner mis ideas en orden. Ahora voy a irme sí, pero a descansar a mi habitación. -Bueno, eso va a hacerte bien. No te olvides que estoy acá, como ya te dije, para lo que sea. Me levanto y comienzo a caminar. -Laura.-Me di vuelta y lo miré.-Yo no soy así con todas las personas, quiero decir que yo no…hablo tanto con nadie pero con vos no sé, es diferente. Te siento de otra forma, es como que ayudándote a vos vuelvo a la vida después de haber estado muerto por mucho tiempo. -No sé que decirte Gabriel, a mi también me hace mucho bien tu compañía. Le toco suavemente el hombro y antes de que se pare me voy. En mi habitación, me quité la ropa, me metí en la cama y dormí una larga siesta. Cuando desperté, miré el reloj y eran las 18:30. Me levanté, me cambié de ropa y no podía dejar de pensar en Cristian, cómo estaría. Recordé que entre mis cosas había traído el celular, lo busqué, lo encendí y tenía dos mensajes, uno de Cristian y el otro de mi madre. “Mamá, no vas a dejarme solo mucho tiempo ¿no?” El otro mensaje: “Laurita, hija. Llamáme por favor, estoy muy preocupada por vos, ¿por qué no hablaste conmigo? Llamáme pronto. Mamá.” Llamé a mi madre, le expliqué lo que pasaba con Pablo, que necesitaba irme por eso lo hice y le pedí que se llevara a Cristian por unos días hasta que yo regresara, porque él la quiere mucho y se lleva muy bien con ella. Me dijo que me quedara tranquila, que haga lo que sienta y que cuando esté decidida, vuelva. Que no deje de llamar, que si quería venía a verme. Le dije que a lo mejor podía venir con Cristian uno de estos días, y quedamos en hablarnos. Después de cortar, pensé que me hubiera gustado estar en los brazos de ella para que me consuele como cuando era chica, siempre fue mi mejor amiga y mi mejor compañera. Salí de la habitación, bajé las escaleras y me encontré con Fanny. -Hola hija, ¿descansaste? ¿Estás mejor? -Sí Fanny, muchas gracias. La verdad que dormí como hace mucho tiempo no lo hacía. -Me alegro mucho. ¿Necesitás algo? -Nada, gracias. Voy a caminar un rato, está tan lindo el tiempo… -Bueno, no te vas a perder, eh. -No mamá. Me acerco y le doy un beso en la mejilla. Le doy la llave y salgo hacia la calle. -Cuídate que estás muy linda. -Sí, gracias. Caminé por las calles del centro del pueblo, unas pocas cuadras con bastantes negocios, casas de ropa, bazar. Me paré frente a una juguetería, me quedé mirando una muñeca grandecita con un vestido de nena y pelito largo, pensé: me hubiera gustado tener una nena, ¿cómo habría sido mi vida con una nena? Seguí caminando y me di cuenta que no me interesaban los negocios, estaba harta de verlos en Buenos Aires así que regresé a la hostería. Cuando iba llegando estaba Gabriel en la puerta. -Laura, me dijo mamá que saliste. ¿Te sentís bien? ¿Estás bien? -Sí, no fui a hablar por teléfono, hablé por el celular esta tarde con mi madre y le dije que se llevara a mi hijo, así que ahora estoy más tranquila. -Yo me preocupé, pensé que podía pasarte lo de esta mañana y tengo que confesar que te seguí pero después volví porque me di cuenta que no tenía derecho.
Me quedé mirándolo sin saber que decir. -Por favor Laura, no pienses mal de mí, lo hice sin pensarlo. Luego me di cuenta de que era una locura y volví antes que vos. -Te doy las gracias por querer cuidarme pero ya no soy una nena y si vine aquí fue porque lo único que necesito es sentirme libre y te pido que no vuelvas a seguirme. Sin esperar respuesta, entré y me dirigí hacia el bar de la hostería, me senté junto a una ventana que daba al parque que estaba todo iluminado y le pedí a Joaquín una gaseosa. ¡Qué hermoso es ver el parque de noche! Sobre todo en esta noche tan cálida que me causaba una sensación muy especial. Así que me levanté de mi silla y me dirigí al parque, me senté en un banco y sentí que alguien tocaba mi espalda y mi cabello, me di vuelta y era un San Bernardo grandote que se acercaba con cara mimosa, lo miré y me apoyó la cabeza en el hombro. -No le tenga miedo señora Laura.- dijo Joaquín- Es Juan, el perro de Gabriel. Puede tocarlo tranquila, si se le acercó es porque ya la quiere. Él no se le acerca a cualquiera así que ya es su amigo. Yo lo acaricié y él se acostó en mis pies apoyando la cabeza sobre mi falda. Así pasamos un rato juntos. Mientras miraba a Juan me sentía culpable por haber tratado mal a Gabriel y pensé que no había actuado bien. Luego llegó la hora de cenar y no pude disculparme con Gabriel porque no fue al comedor en ningún momento. Después fui directamente a mi habitación y no salí de allí hasta el otro día. Miré un poco de televisión y llamó Cristian a mi celular diciendo que estaba en casa de mi mamá y que Pablo estaba muy enojado conmigo. Le dije que no se preocupara, que todo se iba a arreglar, que se quedara con la abuela hasta que yo vuelva y que lo quería mucho. Me dijo que quería verme y yo le contesté que quizá vengan el fin de semana con la abuela y después regresábamos todos juntos. Eso lo dejó contento pero a mi no porque me impuse un plazo para cambiar mi vida definitivamente y no sabía cómo; pero me quedaban unos días todavía, para mí. Así que no pensé más y esa noche dormí muy tranquila. Al otro día me levanté, era un día precioso. Bajé a desayunar y en el hall estaba Fanny. -Buen día hija, ¿descansaste bien? Anoche te acostaste temprano porque te busqué y no te encontré por ningún lado. -Sí, estaba un poco cansada y me fui a acostar. -Antes de ir a desayunar quiero hacerte una pregunta si me lo permitís. -Sí. -¿Pasó algo ayer entre Gabriel y vos? -¿Por qué? -Porque anoche, antes de cenar, se encerró en su habitación y no quiso salir más. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que lo dejara tranquilo, que me fuera y que no lo molestara. Eso me preocupó mucho, Laura. Es muy raro que Gabriel me trate mal y que se encierre como antes. Estaba tan contento ayer que no entiendo. -Sí, Fanny. Creo que hubo un mal entendido de mi parte y fui yo quien no lo trató bien, dígale por favor que venga a desayunar hconmigo y que si no viene lo voy a buscar, que a mí el café no me gusta frío. Y que lo espero para que desayunemos juntos. -Gracias Laura, voy enseguida. Esperálo que estoy segura que va a venir. -Bueno, voy al desayunador. -Corro a avisarle… Estaba conversando con Eloísa cuando levanté los ojos y vi venir a Gabriel. -Ya estaba por ir a buscarte. Me levanté y le dije:
-Buen día.- Dándole un beso en la mejilla. -Ahora sí buen día, muy buen día. Es que me bañé y vestí porque no dormí en toda la noche, por eso tardé. Perdoname. -No, el que tiene que perdonarme sos vos, ayer no te traté bien y no te lo merecías, no puedo descargar en cualquiera los problemas que tengo yo. Pero bueno, basta de perdones ¿si? -Lo que quieras. -Tengo hambre. Y Gabriel, con una sonrisa grande dice: -Yo también. Eloísa nos miraba asombrada, sin entender nada pero contenta porque quiere a Gabriel como si fuera su hijo. -Ayer me dijiste que ibas a llevarme a conocer el pueblo. ¿Cambiaste de opinión? -No, por favor. Si es lo que más quiero. Toda la noche pensé que vos no ibas a querer ir y que yo lo había arruinado todo. -No hablemos más de eso. ¿Tenés algo que hacer? -No, estoy a tu disposición. -¿Y entonces? -Terminamos de desayunar y nos vamos. -Listo. Pensé que quizá lo que estaba haciendo no estaba bien, que estaba empeorando las cosas en vez de aclararlas. Que podía caer en la fácil solución que buscan todas las parejas en conflicto, que esta no era la manera pero para ser totalmente sincera y totalmente convencida de que desde hace mucho tiempo ya no amaba a Pablo, debía reconocer que Gabriel me impactó desde el primer momento que lo conocí. Si pasaba algo o no, no me importaba, en definitiva… Solamente yo.
Capítulo 4 Fuimos hacia la camioneta y Gabriel dijo: -¿Te gustaría pasar un día de campo? -Me encantaría. -Acá traigo todo lo necesario. Y acomodó una canasta con un montón de cosas que improvisó Eloísa. -Esperá un momento que ya vuelvo. Me olvidé las llaves. Cuando Gabriel se fue, se acercó Fanny y me dijo: -Gracias Laura, por lograr este milagro en mi hijo. Hace mucho tiempo que no lo veía así, tan feliz después de todo lo que pasó. Pobrecito. -Fanny, yo no hice ni estoy en condición de hacer nada por Gabriel porque todavía no sé qué hacer conmigo pero de todos modos vamos a disfrutar del momento, creo que eso es más que importante. -Igual te doy las gracias, me gustaría tanto que te quedes con nosotros. Yo me sonrío mientras ella me abraza. En eso viene Gabriel. -Bueno, ¿nos vamos? -Juan, a pasear.- Viene Juan corriendo y de un salto sube a la camioneta y se acomoda muy acostumbrado en su lugar apoyando la cabeza en mi falda.
Comenzamos a recorrer las calles del pueblo, las casas sencillas pero amplias. Todas con grandes ventanales y mucho espacio. -¿Te gusta? No es un pueblo muy importante pero yo jamás me iría de aquí, aunque alguna vez... -¿Alguna vez qué? -Para qué hablar, ahora no. Todavía no. Este es mi lugar. -Y es muy hermoso, es el lugar ideal para quedarse a comenzar una vida nueva. Él frenó la camioneta, me miró a los ojos y dijo: -¿Lo harías? ¿De veras lo harías? -Si pudiera…- Mientras, seguimos avanzando. -Si se diera todo de modo que pudiera tener acá todos mis afectos, es decir el más grande, Cristian, mi hijo; te aseguro que con toda el alma me quedaría. -¿Y eso es muy difícil? -Sí, creo que bastante difícil. Él me aprieta la mano que tenía apoyada en la cabeza de Juan, -Daría cualquier cosa por que te quedes. -Y yo daría cualquier cosa para quedarme.- Cuando dije esto, mis ojos se llenaron de lágrimas, Gabriel me acarició el cabello. -No Laura, hoy lágrimas no. Hoy tenemos que disfrutar, olvidarnos de todo porque este día es nuestro. Hace mucho tiempo que yo estoy muerto y hoy quiero vivir, vivir con vos este día tan hermoso. Permitámonos disfrutarlo juntos ¿Si? -Sí. -¿Segura? -Segura. -¿Más tranquila? Y yo sonriendo le contesto que si. -¿Tengo razón Juan?- Y Juan lo mira con esos ojos tan mansos y tan lindos. -¿Vos la querés Juan? Yo me agaché y le di un beso a Juan en la cabeza y él, con su trompa grandota, me llenó la cara de besos. -Sí, Juan. ¿Viste Juan? Los dos la queremos. Vos tenés más suerte. No puede irse. Decíle que no se vaya, Juan. Llegamos a un lugar arbolado con un arroyo de un agua transparente y clara. ¡Era tan lindo! -¿Te gusta? -Sí. -Acá nos quedamos entonces Bajamos de la camioneta y yo me sentía tan extraña, entre nerviosa y feliz a la vez. -¿Nos sentamos en el pasto contra aquel árbol? Yo lo seguí. Juan corría de un lado a otro con una rama grande en la boca. -Esperá, ¿querés unos mates? -¿Trajiste? -Sí, pero si no te gusta… -Sí, hoy quiero tomar mate. Fue a la camioneta y trajo todo para el mate. -Yo lo cebo. -¿En serio? -Sí, no sé si soy buena cebadora pero por lo menos vamos a intentarlo. -Van a ser los mates más ricos que tomé en mucho tiempo. -Vamos a ver.
-Laura, creo que debemos conocernos y saber uno del otro. Para esto quiero ser yo quien comience a hablar de algo que desde hace mucho tiempo tengo guardado aquí, adentro. Hace algunos años conocí a una chica que era del pueblo, me enamoré, creí que ella también me quería. Pero no fue así. Me casé con ella con mucha ilusión, pensando en un futuro juntos, todo era para ella. Estaba siempre fría, distante; por momentos sentía que me odiaba. No le gustaba este lugar, decía que la fastidiaba con mis caricias, que no la dejaba respirar. Pero cuando quería algo no había cosa que no hiciera conmigo para conseguirla. Era cariñosa, me volvía loco de pasión, decía que me amaba con locura… Perdón Laura, pero nunca antes pude hablar de esto con nadie y ahora siento que estoy sacando toda la amargura, la furia, la locura que viví a su lado. Después lo del auto, Fernando, mi mejor amigo con ella y la muerte de los dos…. Toda la gente del pueblo lo sabía menos yo. Después no pude ni quise volver a salir con ninguna mujer, el solo pensarlo me causaba asco. Hasta que ayer cuando te vi bajar las escaleras… -Gabriel, yo siento mucho lo que te pasó. Pero ¿te parece conveniente seguir con esta conversación? -¿Por qué no? Yo no hago más que expresar lo que siento. No me entiendas mal Laura. Lo que menos quiero que pienses es que intento faltarte el respeto, en verdad lo que experimenté cuando te vi bajar las escaleras fue como si mis sensaciones y mis sentimientos volvían a despertarse, es decir, que no estaba muerto en vida como creía. Ahora que ya conocés parte de mi vida, si querés puedo escucharte contar parte de la tuya, me intriga mucho saber qué es lo que te pasa, lo que te tiene tan mal, tan triste. -Me casé hace quince años con un hombre bueno al que creo que quise mucho y que él también me quiso. Nos llevábamos bien. Fuimos muy felices cuando nació Cristian, pero después no sé. Todo se fue apagando, en realidad a él nunca le interesaron las mismas cosas que a mí, pero no me importaba demasiado. Trataba de no darme cuenta. No era cariñoso y yo le daba mi vida. No le gustaba hablar de cosas profundas y yo moría por compartir pensamientos, sentimientos. Dicen que todos los matrimonios se parecen, que al principio uno se obnubila queriendo ver lo que no es y después viene la realidad y si realmente hay amor, todo se supera; pero si no lo hay todo se derrumba. Bueno, en mi caso creo que me cansé de dar, dar y siempre dar sin pedir demasiado. Soportando agresiones y en el último tiempo, directamente nada. Pablo dice que me quiere pero… Que él es así y que no va a cambiar, que yo lo tengo que querer como es. Más que mi marido es un poco mi hijo y yo no estoy de acuerdo con lo que dice, pienso que si uno se lo propone puede cambiar. En definitiva, fueron tantas cosas que mis sentimientos por él se fueron desvaneciendo hasta quedar en nada. Siempre quise a alguien que me proteja, que me cuide, que me haga sentir importante para él, pero eso nunca fue así. Últimamente lo único que hacemos es pelear, discutir, agredirnos y eso no es bueno para nadie y mucho menos para Cristian, entonces creo que sin pensarlo decidí huir porque ya no podía más con esa situación y ahora no puedo irme de aquí sin definir qué voy a hacer con mi vida y la de mi hijo. Cómo resolver todo causándonos el menor daño posible. Gabriel me toma la mano. -Si te hace daño no hables más de eso. Disfrutemos este día, ya habrá tiempo para lo demás. Gabriel me mira con esos ojos profundos. -Te ves tan chiquita, tan indefensa.- Me tomó entre sus brazos estrechándome muy fuerte. No lo tomes a mal pero moría por hacerlo, por poder protegerte en alguna forma.
Me dejé estar, me sentía tan bien. Me abrazaba con tanta ternura y me acariciaba el cabello dándome pequeños besos en la mejilla. -A mi me pasó lo mismo ayer cuando bajé las escaleras y te vi. Tu mirada me conmovió de tal modo que todo cambió para mí a partir de ese momento y ahora estoy más confundida que antes. Pero no me importa, es como dijiste vos. A veces hay que ser más egoísta con uno mismo y tengo que aprender a serlo. -¡Mi chiquita querida! A partir de ese momento todo lo que pasó fue tan hermoso. Hubo tantas palabras, tantas caricias, tanta ternura, tanta pasión, pero no locura sino deseos de darnos, de entregarnos el mayor afecto posible. Si hacer el amor es eso, puede que el amor exista. Después almorzamos (Juan también comió con nosotros), nos reímos mucho, jugamos con Juan que se nos echaba encima a los dos llenándonos de cariño. Gabriel hablaba, cantaba; no dejaba de demostrar que se sentía feliz igual que yo. Después fuimos a pasear en la camioneta y pude mirar el paisaje sin que la señora del micro me interrumpiera, aunque a veces lo hacía Gabriel con sus besos. -¿Sabés Laura? Soy tan feliz que no puedo creer lo que estoy viviendo, me siento vivo porque a vos también te siento viva porque veo en tus ojitos esa chispita de dicha. ¿Me equivoco? -No, yo no pensé vivir esto. Mejor dicho, no me creía capaz. De poder sentir, de poder gozar… -Y de sentirte querida, porque yo ya puedo decir que te quiero y traté de demostrártelo de todas las maneras posibles. Creo que no hay un tiempo que defina cuando comienza el amor. De todos modos no deseo presionarte Laura. Quiero que hagas de tu vida lo que creas conveniente. Pero entre sus brazos, quién podía pensar en algo. Al atardecer regresamos a la hostería. Yo tomé las llaves para ir a mi habitación. -¿Te vas a descansar? -Sí, voy a ducharme y a reposar un poco. -Yo también, pero no demores mucho en bajar. No puedo estar mucho tiempo sin verte. -Hasta luego.- Le di un beso en la mejilla y me fui. -Hasta luego amor. Capítulo 5 Cuando llegué a la habitación, me senté en la cama y tenía dos mensajes en el celular. Uno de Cristian: “Mamá, llamame. Quiero saber cómo estás. Sí, queremos ir con la abuela el fin de semana a buscarte. Un besito.” Y otro de Pablo:”Laura por favor, comunicate conmigo. Estoy desesperado. No sé que hacer. Llamame. Por favor hablemos. Yo nunca dejé de quererte. Lo nuestro tiene que arreglarse. Vos no pudiste dejar de quererme. Por favor. Te extraño. Pablo.” Creo que recién en ese momento tomé conciencia de todo. De lo que estaba pasando, de lo que había hecho… Fue como despertar de golpe y ver una realidad de la que queriendo salir me estaba enredando cada vez más. Mientras me duchaba no podía dejar de pensar en lo que hice y me sentía culpable. No dejé a Pablo porque me engañó, jamás hubiera pensado ser yo quien lo engañe con otro hombre. Así no sirve. ¿Por qué me conmueve su llamado? ¿Por lo que siente por mí? ¿Por qué algo siento por él? ¿O por qué ya no lo quiero y me da pena lastimarlo? Sé que Pablo no es una mala persona.
¿Y Gabriel? En definitiva, como pensé esta mañana, hice todo mal. Y sí importa, porque no era esto lo que yo quería. ¿Qué hago? ¿Qué es lo que siento en realidad? Y lo peor es que no puedo arrepentirme de lo que pasó, de lo que sentí y viví con Gabriel. Hace mucho tiempo que no recibía tanto afecto, tanta ternura. Y eso me hizo mucho bien, no puedo dejar de reconocerlo. De alguna forma voy a salir de todo esto, pero mi sentimiento de culpa es tan grande… Pablo, ¿qué hago? ¿Lo llamo? No. Ahora no podría. No sabría que decirle. Me recosté un rato. Tuve una crisis de llanto que me costó mucho controlar, y así me quedé dormida. Me despertó el teléfono de la habitación. -Laura. Amor. Pensé que estabas durmiendo pero… Después empecé a preocuparme porque son casi las nueve y… como no bajabas, creí que podía pasarte algo. -No, no me pasa nada. Es que estaba muy cansada y me quedé dormida. -¿Vas a bajar a cenar? -No tengo mucho apetito, Gabriel. -Por favor bajá. Tengo algo para darte. Quiero que estemos juntos. Es una noche tan linda… -Está bien. Me cambio y bajo. -Te espero. No tardes. Un beso. -No pudiste más hijo ¿eh? ¿Cuánto tiempo estuviste al lado del teléfono y no te animaste a llamarla? -¿De donde me estabas mirando? Sos tremenda mamá. -Es que te veo tan cambiado. -Es que estoy cambiado, mamá. Soy feliz. -Ya lo se hijo, y me alegro. Pero ¿pensaste que ella es casada y que tiene un hijo, y que si sufre tanto es porque…? -Por favor mamá, no sigas. Yo lo se, pero no quiero pensar en eso ahora. Lo único que me importa es estar con ella. Me siento vivo otra vez ¿Podés entender lo que eso significa? Y se que ella también siente algo por mí. Mirá mamá, lo único que puedo decirte es que si la pierdo… -Hijo, no digas locuras. - Es que por ella vuelvo a creer, vuelvo a ser un hombre. No puedo explicarte todo mamá, fue demasiado lo que sufrí y es tan maravilloso lo que siento hoy… -Está bien hijo. Si sos feliz, todo va a salir bien. Ya vas a ver. Ahí viene, mirala. -Hola. -Hola hija. -Hola amor. Que linda estás. Me abraza y me da un beso en la mejilla. Esto es para vos.- Y me da un paquete grande con una caja, la apoyo sobre el mostrador del hall y la abro. Ayer te vi cuando mirabas la vidriera y pensé que te gustaría tenerla. –La muñeca. – La tomo entre mis brazos y la aprieto como a un bebé. –Gracias Gabriel.- Le doy un beso en la mejilla. –Pero ¿Por qué? -Porque te quiero, tan simple como eso. En ese momento Fanny ya se había ido, viendo que no había nadie Gabriel me abraza y me besa. -Yo no sé que está bien o está mal. Lo que si sé es que te amo. -Hay algo peor todavía. -¿Qué? -Que yo creo que también. Entonces vuelve a besarme. ¿Qué estoy haciendo? Yo venía para decirle que esto se terminaba hoy y hago y digo todo lo contrario, estoy loca.
-Yo tampoco tengo hambre. ¿Vamos a tomar algo fresco al parque? -Vamos.- Me saca la muñeca de los brazos y la pone en la caja. –Vos quedate durmiendo acá que después tu mamá te lleva a dormir con ella.- Y la acomoda sobre una mesita. Fuimos al parque y Joaquín acercó una mesita que tenía una bandeja con bebidas, fiambres y pan casero. -¿Por qué me mirás así Laura? -¿Así cómo? -No sé. De una forma extraña. ¿Te pasó algo? -Sí. -¿Querés contármelo? -Llamó Pablo, mi marido. -¿Y habló con vos? -No, me dejó un mensaje. -¿Puedo saber que decía? -Que quería solucionar el problema nuestro, que hablemos, que lo llame, que siempre me quiso, que yo no podía dejar de quererlo… -¿Y tiene razón en eso?- Me toma del brazo. – ¿Es la verdad? -No. -¿Y entonces? -Lo único que se es que lo que siento por vos es muy importante y que me siento culpable por lo que hice. -¿No lo disfrutaste? ¿No sentiste lo mismo que yo? ¿Te arrepentiste de haberlo vivido? Si yo te abrazo así, con toda mi alma y mis fuerzas. ¿Podés sentirte culpable? Porque si es así, entonces Pablo no está tan equivocado y yo no quiero confundirte. Lo que menos quiero es hacerte daño aunque me muera si te pierdo. Pero no te sientas presionada Laura, ya te lo dije hoy. Hacé lo que creas conveniente. -Gabriel, esto es demasiado lindo como para tantos cuestionamientos. Yo lo que más quiero es estar así, en tus brazos, como ahora. Y aunque quizá esté mal, no quisiera que me sueltes nunca. -Pedímelo Laura, pedímelo y nunca te van a faltar mis brazos para estar así, juntos. Porque cuando digo que te amo, no miento. Te amo, te amo y lo voy a repetir hasta el cansancio porque es la verdad más grande que he dicho en toda mi vida. No estamos en edad de mentirnos amor. Te pido que me creas. ¿Me creés? -Sí. -¿Y vos? -Lo único que sé es que no puedo ni quiero separarme de vos. Y abrazándome fuerte me dijo: -No quiero perderte.- Y me besó. -Hay algunas cosas que no se sobre vos.- Me dijo. -¿Cómo es tu vida en Buenos Aires? ¿Trabajás? Me gustaría que me cuentes todo. -Mi vida en Buenos Aires. Sí, trabajo en un hospital por la mañana y en una clínica por la tarde. Soy doctora en medicina. -¿En serio? Pude imaginar cualquier cosa de vos menos que seas médica. -Bueno, pero lo soy y tomé licencia por unos días porque no estoy en condiciones de atender a ningún paciente por ahora. Soy cardióloga. -Se podría decir que vos conocés más que nadie el corazón de las personas. -El corazón puede ser, pero el alma… No sé. -Mi alma ya no la tengo porque te la entregué a vos esta mañana.- Y me da un beso mientras me tiene abrazada. –Contame más de vos, de todo lo tuyo.
-Vivo en un edificio, en un departamento bastante grande. Pablo es psiquiatra. Cristian está en segundo año del bachillerato. -¿Cómo es Cristian? -Es buenísimo. Es un chico muy bueno, muy tranquilo, es muy compañero conmigo. -¿Y con el padre? -No tanto. Pablo es demasiado exigente; de esas personas que piensan que su hijo no puede tener otra calificación menor que diez, “porque tiene capacidad y tiene que demostrarlo”. -Entonces puede entender a sus pacientes pero no a su hijo. -Sí, porque no comprende que Cristian no es él y que puede no tener la misma inteligencia. Porque Pablo dice “Si yo podía tener siempre diez en mis calificaciones, por qué vos no si yo sé que vos podés”. Y Cristian sufre mucho por eso. Hasta que hablo yo, defendiendo a Cristian como una leona y ese es otro gran motivo de discusión. Para Pablo la palabra equivocarse, no existe. Por eso le cuesta entender que los dos cometimos una enorme equivocación cuando nos casamos. Nos conocimos en la facultad. Estudiamos casi juntos, porque él estaba unos años más adelantado que yo, entonces me ayudaba. Fuimos amigos, después novios, hasta que nos casamos. Eso es todo. Ahora se puede decir que cada uno hace su vida. Él como director en psiquiatría en un hospital, da cátedras en la facultad y atiende su consultorio. Y yo bueno, ya te conté. Hace mucho tiempo que dormimos en cuartos separados, pero siempre ejerció cierto poder sobre mí. Hasta que me di cuenta que podía discutir con él, contestarle y hasta gritarle. Llegó un momento en que la situación se hizo insostenible, y en vez de afrontar las cosas, me escapé y aquí estoy. -En mis brazos. -Sí, en tus brazos. Y no me arrepiento de estar así, porque este momento no me lo quita nadie. -¿Sabés Laura? Me muero de miedo. -¿Por qué? -Porque te atan demasiadas cosas en Buenos Aires. Tu profesión, el colegio de Cristian.- A Gabriel se le nublaron los ojos y dijo: -No quiero pensar que lo nuestro pueda ser imposible porque si no te tengo sería capaz de cualquier cosa.- Y no pudo seguir hablando. -No te pongas así. No pensemos en eso ahora. Todo va a tener una solución, no sé cual. -Pero es que si no estamos juntos yo… -¿Por qué no esperamos? Yo todavía no tuve tiempo de pensar que hacer, pero entre mañana y pasado tengo que tomar una determinación y tampoco quiero que nos separemos. -Amor, mi alma. Se que puede parecerte ridículo pero no podría imaginarme la vida sin vos, sin poder tenerte así como ahora, sin poder hablar como lo estamos haciendo, sin poder besarte ni acariciarte, sin poder amarte como hoy. ¿Sabés? Después que pasó todo aquello tan horrible que viví, yo no pude hablar más con nadie. Fue como encerrarme dentro de mí mismo sin que me interesara nada de lo de afuera. Ni la hostería, ni mi madre, nada. Sin embargo, ahora es todo tan distinto y es por vos. Así estuvimos por mucho tiempo hasta que nos despedimos y nos fuimos a descansar. Al otro día bajé a desayunar y me encontré con Fanny. -Buen día Laurita. Gabriel tuvo que ir a ver unos campos que tenemos, porque hubo algunos problemitas con unos animales. Se fue temprano, quería llamarte pero le dije que te dejara descansar, que iba a avisarte. No se fue muy conforme pero… lo convencí de que era muy temprano para llamarte. Supongo que va a volver a eso del mediodía. Es
la primera vez, después de tanto tiempo, que se ocupa de estas cosas. Antes teníamos que hacerlo Joaquín o yo porque a él no le interesaba nada. Se fue con Juan. -Está bien Fanny, no se preocupe. Yo voy a desayunar y después me voy a leer un rato al parque. -Bueno, hija. Como quieras, y gracias por todo. -Fanny…- Y voy al desayunador.
Capítulo 6 Una hora después, cuando estaba sentada leyendo en un banco del parque, viene Julia la mucama y me dice: -Señora Laura, la busca un señor. -¿Un señor? ¿Quién Julia? -Es un señor que preguntó por usted. -¿Cómo es? ¿Dijo cómo se llamaba? -Es un señor alto, de pelo negro, ojos grises y dijo que era su esposo. -Gracias Julia, dígale que enseguida voy. No podía creerlo, ¿Pablo aquí? ¡Cómo puede ser! Tengo que ser fuerte para poder enfrentarlo. Cuando voy llegando al hall veo la camioneta de Gabriel que viene entrando por el costado del parque. Cuando entro, Pablo me mira. -Laura.- Y me toma la mano. -¿Cómo estás? -No sé Pablo, creo que bien. ¿Qué hacés acá? -Vine a buscarte. -¿A buscarme? Yo decido cuando volver. En ese momento entra Gabriel, y Pablo me dice: -¿Podemos hablar en otro lado que no sea éste? -Está bien, vamos. -Laura ¿Te vas?- dice Gabriel. -Sí Gabriel, pero vuelvo. -Laura.- Y me mira con unos ojos suplicantes. -Vuelvo Gabriel. Vuelvo. -¿Quién es él?- Dice Pablo. -Él es Gabriel, el propietario de la hostería. Gabriel, él es Pablo. Mi marido.- Se dan la mano sin hablar. -Bueno, ¿vamos? ¿En que viniste Pablo? -En el auto. ¿Por qué no preparás tus cosas, yo te espero y volvemos a casa? Por favor Laura. -No, viniste a conversar, y eso vamos a hacer. Esperame en el auto que enseguida voy. -Está bien. Gabriel me mira y dice: -Laura ¿qué vas a hacer? Sé que vas a dejarme. -No Gabriel, no te pongas así. No me olvidé de lo que hablamos anoche, dejame hacer a mí. Yo voy a darle una solución a las cosas. -Sin vos no pudo, sin vos no quiero Laura. Por favor, no te vayas. -¿Vamos Laura?- dice Pablo.
-Dejáme ir Gabriel, pero vuelvo. Todas mis cosas están acá, no voy a irme, no voy a traicionarte. Es ese tu miedo ¿no? -No, mi miedo es que no me quieras tanto como yo a vos. -No tengas miedo de eso, esperame. Y me voy hacia el auto de Pablo sin mirar hacia atrás. -¿Qué pasaba que tardabas tanto? -Nada. -¿Ya encontraste a alguien mejor que yo? -¿Para eso viniste Pablo? Frente a la plaza hay un lugar que es bastante lindo. Vamos a conversar allá. -¿A dónde es? -Correte y dejáme manejar a mí. Pablo se corrió hacia el asiento del acompañante y conduje hacia una especie de confitería-restaurante que estaba en la calle principal. Entramos, nos sentamos. Pablo pidió un café y yo una gaseosa. -¿Qué es esto que hiciste Laura? ¿Por qué no lo hablamos antes? -¿Te parece que no lo hablamos? No solo que lo hablamos, sino también lo discutimos, lo peleamos, lo gritamos. -Pero en todos los matrimonios hay discusiones, no somos perfectos. Te quiero Laurita.Me mira con ojos dominantes. –Y vos también me querés. No pudiste dejar de quererme tan pronto.-Tan pronto. Qué seguro estás de vos mismo, Pablo. De lo que decís, de lo que hacés, de lo que sienten los demás. Me tratás como a una más de tus pacientes, pero yo no soy tu paciente aunque vos siempre creíste lo contrario. Lo único que soy es la madre de tu hijo. -Pero parece que te olvidaste de eso. -¿Por qué? -Porque te fuiste y no te importó. -Porque me importó es que me fui. Nosotros como pareja podemos reprocharnos muchas cosas, pero yo no puedo decir que sos un mal padre. -Ah, por lo menos reconocés algo bueno en mí. -Pablo, vos y yo tenemos cosas buenas y malas. El problema está en que no podés reconocer y aceptar un fracaso, en este caso, el de nuestro matrimonio; y eso fue hace mucho tiempo. -No, eso es imposible. Tenés razón, no puedo creerlo ni aceptarlo. Porque cuando nos casamos nos queríamos. ¿Te acordás cuando nació Cristian? Cuántas noches de amor vivimos Laura. Yo sé que a lo mejor no soy lo que vos esperabas de mí, pero te quiero. Eso si lo sé, y que te valoro mucho como mujer, como profesional, como madre, aunque no te lo diga todos los días. También sé que vivo protestando, que me enojo por todo, hasta que le grito a Cristian por lo que no debe ser, que no les tengo paciencia ni a él ni a vos. Pero es que mi trabajo es muy difícil, tener que escuchar las locuras de los demás durante todo el día me está volviendo loco a mí también y ustedes no tienen la culpa de todo eso. Por favor, volvámos a casa, empecemos de nuevo. Mirá, estuve pensando. Te propongo un viaje, una segunda, tercera o cuarta luna de miel a donde quieras, para poder demostrarte todo lo que siento por vos mi amor. Yo no sé expresarme como vos querés, pero te quiero, y mucho. No te cambiaría por ninguna otra. Volvamos a casa, Laura. Te prometo que voy a cambiar. -¿Sabés Pablo? Si no hubiera escuchado esto mil veces antes, te creería. Pero a este punto, ya no vas a cambiar ni yo quiero que cambies. Vos mismo dijiste siempre que uno es como es y que no se puede cambiar. Debo reconocer que es verdad. Vos ya no
podés cambiar y yo tampoco. Muchas veces me prometiste cambiar, prometiste que todo iba a mejorar, no gritarle a Cristian, no discutir conmigo por cualquier tontería; pero somos muy diferentes Pablo. No sé si por tu profesión pero… a vos te gusta la rutina, que esté todo en su lugar, como dice Joaquín Sabina: “Comer una manzana dos veces por semana sin ganas de comer.” Creo que me entendés ¿no? Y yo no soy así, por esa misma forma tuya de ser a mí me dan ganas de tirar todo y dejar todo desacomodado, y por esa misma forma tuya de ser es que desde hace mucho tiempo que en nuestra casa, manzanas ya no se comen más. Por eso vos dormís en tu cuarto y yo en el mío. No hay arreglo porque no hay cambio posible entre nosotros, ni vos ni yo tenemos la culpa. Cada uno es como es y no como vos decís, que tenemos un contrato que es nuestro matrimonio y que tenemos que respetar hasta la muerte. Yo necesito un cambio, un cambio grande. Tan grande como para no sentirme seca por dentro como hasta ahora y lo voy a hacer. -¿Y Cristian? -Ah, vos vas a ser de esos maridos que en un trámite de divorcio utilizan al hijo como botín de guerra. -No, pero tenés que pensar en tu hijo. -¿Alguna vez dejé de hacerlo? Cristian es mi vida y vos lo sabés. -¿Por qué nos estamos atacando así, Laura? Dame otra oportunidad, la última. Si querés no te prometo nada, pero permitíme intentarlo. Nunca te vi tan segura como hoy y eso no me gusta. Dame la posibilidad de demostrarte que voy a poder cambiar, que vamos a poder ser felices. -No Pablo. -¿No ves que estás llorando? ¿Que vos también me querés y dudás? -No, no lloro por eso. Lloro porque pienso en todo el tiempo que vivimos juntos, porque pudo haber sido hermoso y no lo fue. Porque sí tuvimos la oportunidad de ser felices y fuimos demasiado egoístas. En vez de pensar en nosotros como una familia, es decir, yo siempre traté de que seamos una familia, siempre traté de acercarme a vos. Recuerdo cuantas veces te abrazaba y sentía tu abrazo, pero con tu mente en cualquier otra parte. Nunca fuiste cariñoso Pablo, y yo siempre necesité cariño, protección; nunca pudimos hablar. -Pero podemos empezar ahora. Enseñame cómo querés que sea. -Eso no se enseña, se siente. No te culpes Pablo, fracasamos. Pero los dos tenemos la oportunidad para rehacer nuestras vidas. Una separación no es la muerte de nadie, nosotros hace rato que ya estamos separados. -Te quiero Laura. -Yo no, pero te lo agradezco. ¿Sabés qué pasa? Que uno puede querer, pero si el otro no se entera, no sirve. -No se querer de otra forma. -Y no te culpo. Lo que si te pido es que no utilicemos a Cristian para hacernos daño a nosotros mismos. Vos sos el papá y yo la mamá, eso nunca va a cambiar. -¿Pero entonces es definitivo? -Sí. -¿Y qué vamos a hacer? -Supongo que iniciar los tramites de divorcio. Pero cuando regrese. -¿Cuándo? -El fin de semana. A casa de mi madre. -¿Y nuestra casa? -Después vamos a hablar de eso. -Está bien. Veo que no hay nada más que hacer entonces.
-No. -¿Pero si después te arrepentís y querés volver? Yo voy a esperarte. -No, Pablo. No creo que eso pase. De todos modos, gracias por los primeros años lindos que vivimos, por el hijo que tuvimos. Gracias. -¿Hay otro? -Pablo, ¿qué importancia tendría eso si hace mucho tiempo que ya no estamos juntos? Es como si yo te reprochara que hubiera otra. No tendría sentido. -Está bien Laura. Vine convencido de que iba a llevarte a casa otra vez, pero por primera vez debo reconocer que tenés razón. Fracasé, y me vuelvo a Buenos Aires. Cuando vuelvas, si querés, podés ir a casa. Yo me voy al departamento de la calle Juncal. -Bueno. Pero es tan lindo acá, y no hay médicos. La gente tiene que hacerse atender en Buenos Aires o en San Luis. -¿Y vos te quedarías acá? ¿Cambiarías todo aquello por este pueblo? ¿Y Cristian? -No lo sé Pablo. Tengo mucho que hablar con Cristian. Tenemos mucho que hablar con él. Demostrarle que seguimos siendo sus papás, eso es lo importante. Y no voy a hacer nada que le cause daño a él. Cristian viene con mi mamá el fin de semana y después volvemos juntos. -Entonces, regreso a Buenos Aires. Si querés pensálo. Te voy a estar esperando. ¿Te llevo hasta la hostería? -No, me voy caminando. -Pero son muchas cuadras. -No te preocupes, me va a hace bien caminar un poco. Salimos a la calle. -Chau Laura. -Chau Pablo. Ojalá que podamos ser felices. Vos por tu lado y yo por el mío. Me dio un beso en la mejilla, subió al auto y me dice: -¿Estás segura que no querés que te lleve? -Sí, andá tranquilo.
Capítulo 7 Empecé a caminar y me sentí libre, más tranquila porque había podido decir todo lo que sentía, sacar de adentro todo eso que llevaba desde hacía tanto tiempo y que siempre que quería hablarlo con Pablo, terminábamos discutiendo como de costumbre. Me encontré con los chicos que salían del colegio y pensé en Cristian que a esta hora él también estaría saliendo del suyo. Estoy segura que fue Cristian quien le dijo a Pablo donde estaba, pero no puedo culparlo. No lo hizo para mal, estoy segura. Sin darme cuenta, llego a la puerta de la hostería, entro al hall y súbitamente Fanny me abraza desesperada. -Laura, hija. Volviste. -Sí Fanny ¿Qué pasa? Le dije que iba a volver. -Pensé que volvías con tu marido y que ibas a mandar a buscar tus cosas. -Fanny por favor. Si yo dije que volvía, es porque iba a volver. Y acá estoy. Pero ¿qué le pasa, por qué está así? ¿Por qué llora? -Es Gabriel.- dijo entre sollozos. -¿Qué pasa con Gabriel?
-Se encerró en su habitación y no quiere abrir. Tengo miedo Laura, tengo miedo. -¿De qué? -Es capaz de cualquier cosa. Vos no sabés como está, se volvió loco. Me gritó, nos gritó a todos y comenzó a decir que no ibas a volver. -¿A dónde está la habitación de Gabriel? -Acá vení, yo te acompaño. Avanzamos por un pasillo, y en el fondo estaba la habitación de Gabriel. Con la puerta cerrada. Golpeé la puerta. -¡Déjenme en paz! ¡Ya les dije que no quiero que me moleste nadie! ¡No voy a salir y no quiero ver a nadie! -¿Ni siquiera a mí? -¿Laura? ¿Sos Laura? -Todavía sí. Sigo siendo Laura. Pero la enojada soy yo, así que abrí la puerta. No terminé de decirlo, cuando la puerta se abrió. Y salió Gabriel, que apenas podía mirarme porque tenía los ojos llenos de lágrimas. -Volviste, volviste.- Decía mientras me abrazaba y me llenaba de besos, yo no podía hablar. Me tomó de la mano y entramos a la habitación y cerró la puerta. Afuera estaban todos alborotados, pendientes de Gabriel. Nos sentamos en su cama. -Yo creí que no ibas a volver, escuché a mi madre decirle a Julia que seguramente ibas a mandar a buscar tus cosas. ¿Por qué estás enojada conmigo? -Porque yo te dije que iba a volver y vos no creíste en mí. -Pero… -Tenés razón. No puedo pedirte que me creas, pero tenés que aprender a creer. Yo te dije ayer que no iba a traicionarte. ¿Te acordás? -Sí, dice Gabriel que no dejaba de abrazarme y apretarme muy fuerte. -No voy a traicionarte Gabriel ¿Me creés? -Ahora sí, te creo. Porque estás conmigo. ¿Sabés? Cuando llegué y lo vi ahí parado pensé que te ibas a ir con él. Cuando subiste al auto y vi que manejabas vos creo que me volví loco. Pensé que se habían reconciliado y que te ibas a Buenos Aires, entonces decidí que si no volvías dentro de una hora yo… -¿Qué estás por decir Gabriel? Sí que estás loco ¿eh? -Sí, por vos. Pero estás acá, conmigo. Vos no tenés idea de lo importante que sos para mí, no sabés de lo que soy capaz si te pierdo. Porque me volviste a la vida y cuando te fuiste con Pablo creí que no te vería más, entonces pensé que la felicidad no se había hecho para mí y que sin vos nada tenía sentido, ya no podía soportar otro fracaso. Pero regresaste y ya todo está bien. Te amo tanto.- Me besó, me acarició, me abrazó y me amó con tanta desesperación, con tanta locura… Nos quedamos abrazados un largo rato, me pidió que le contara lo que pasó con Pablo y no me animé a decirle que el fin de semana tenía que volver a Buenos Aires. Después lo hablaremos, con más tranquilidad. Gabriel se quedó dormido, le di un beso suave en la mejilla y salí de la habitación. La encontré a Fanny sentada en un sillón, y la abracé fuerte. -Quédese tranquila Fanny. Está todo bien. Gabriel se tranquilizó y se quedó dormido. Usted me va a tener que ayudar, porque tengo que volver a Buenos Aires.- Fanny abrió los ojos grandes. –Es que tengo que solucionar muchas cosas. La separación de mi marido, hablar con mi hijo, tengo mi trabajo allá; todo eso no puedo resolverlo desde acá. Así que tengo que convencerlo a Gabriel que debo ir a Buenos Aires para arreglar todo, y si el destino permite que pueda ser feliz; radicarme aquí con mi hijo y poder ser la médica que no tienen y que tanto hace falta. -¿Vos sos médica?
-Sí. -Ay hija, eso sería maravilloso. Pero ¿Serías capaz de hacer eso? ¿Podrías dejar todo lo que tenés en Buenos Aires…? -Si tengo a mi hijo conmigo, no importa el lugar donde esté. -Ay Laura, vos nos trajiste una vida nueva. Entre las dos lo vamos a convencer a Gabriel y él lo va a entender, estoy segura. -Yo no tanto pero… Creo que lo vamos a convencer. Capítulo 8 Comenzó una vida nueva para mí. Los días que siguieron al lado de Gabriel, eran uno más lindo que otro. El fin de semana llegaron mi mamá y Cristian. A ella le conté todo lo que estaba pasando. Cristian estaba contento de volver a estar conmigo. Conoció a Fanny, a Gabriel. Fuimos a pasear por todas partes. Al campo. Gabriel le enseñó a Cristian a montar. Le regaló un potrillo, Cristian dijo que sería lindo quedarnos a vivir en ese pueblo. Después hablé con Gabriel, le expliqué lo que pensaba hacer y se puso muy feliz. Nos llevó a Buenos Aires y se volvió al pueblo a esperar mi regreso. Cristian estaba entusiasmado con volver. Mientras yo organizaba todo, Gabriel vino varias veces a Buenos Aires porque no podía estar sin verme. El cambio no fue fácil, pero hoy vivo en Los Sauces. Como dijo la señora del micro ¿Se acuerdan? “Cuando lo conozca no va a querer irse más de acá.” Y tenía razón, pero lo que ella ni yo sabíamos es que acá me iba atar algo mucho más importante, el amor grande de un ser con un corazón enorme y sencillo como Gabriel. Tengo una casa amplia con grandes ventanales. Cristian está conmigo, a veces va a visitar a su padre, pero es muy feliz acá. Con sus amigos, con el colegio. Quiere mucho a Gabriel y también a Juan. Yo hoy puedo decirlo, amo a Gabriel y juntos aprendimos que se puede ser feliz y que no podríamos estar separados. Debe ser que a veces hay que sufrir mucho para aprender a vivir. Ah, me olvidaba. Tengo un consultorio y mi primera paciente fue Amanda, mi compañera de viaje, la señora del micro que me trajo a Los Sauces. FIN