Socialismo

  • October 2019
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Uno de las propuestas más audaces del marxismo admite la difícil tarea de generar una sociedad en la cual queden superados los mecanismos de enajenación que han engendrado hasta el presente las sociedades de clase y en especial el capitalismo. Por tal motivo cualquier manifestación de reproducción de este rasgo antagónico debe significar a la vez un distanciamiento de la propuesta del socialismo marxista y lamentablemente todos los ensayos socialistas que se han emprendido hasta el momento no han podido superar este grave conflicto, parece que no podrá concebirse un nuevo sistema económico en el corto plazo. Se llama socialismo a un conjunto de teorías socioeconómicas que abarcan un sentido general, desde el socialismo utópico y la social democracia, hasta el comunismo y el anarquismo, y a distintas prácticas políticas que tienen en común el intento de abolir las diferencias y conflictos entre clases sociales. Está ligado al desarrollo de la industrialización y del movimiento obrero, el socialismo a pretendido conseguir un modelo de sociedad en el que la igualdad económica lograra acabar con los conflictos entre las clases. La revolución industrial configuró un nuevo tipo de sociedad dividida básicamente en dos clases: burguesía y proletariado. El poder económico de la burguesía se afianzo, al tiempo que se creaba un marco político en los que se proclamaban los principios liberales de libertad, propiedad privada e igualdad jurídica. Sin embargo, la gran masa de la población proletaria quedó inicialmente marginada de la participación política, y pronto se argumentó que la igualdad jurídica no bastaba para equilibrar una situación de enorme desigualdad económica y social, en la que una clase reducida, la burguesía, poseía los medios de producción, mientras que la mayoría de la población se veía incapacitada para acceder la propiedad. Marx y Friedrich Engels crearon una doctrina sólida basada en la síntesis de la filosofía hegeliana, la economía clásica británica y el socialismo francés. Marx consideró la sociedad como un todo estructurado en el que los elementos determinantes eran los factores y relaciones de producción y la lucha de clases y vio en la revolución violenta el único medio para imponer, mediante la dictadura del proletariado, un nuevo orden que habría de conducir a una sociedad justa, igualitaria y solidaria. El fundador del marxismo denominó a su doctrina socialismo científico, y consideró utópicas las anteriores teorías socialistas. Desde finales del siglo XIX, los dirigentes más destacados del movimiento obrero, consideraban que la revolución socialista era inminente en Europa: el crecimiento numérico de la clase trabajadora y el desarrollo de sus organizaciones políticas y sindicales llevaron a la polarización social entre la burguesía y esa nueva clase ascendente, lo que no podía tener otro resultado que el enfrentamiento abiertamente político, es decir, la revolución: los trabajadores eran la clase social mayoritaria y la fuerza política decisiva. El movimiento socialista había abordado con mucha claridad el problema de la guerra en la época del imperialismo: se trataba de la lucha entre las principales potencias económicas por el control de los mercados y de la producción a una escala internacional. Los trabajadores no tenían nada que ganar, servían como carne de cañón a manos de la burguesía. Su respuesta ante la guerra no podía ser otra que negarse a combatir contra sus compañeros de otros países, volverse contra su propia clase dominante y destruir el capitalismo. Ésta había sido la posición del movimiento para dos generaciones de socialistas. Según Lenin, la situación revolucionaria se presenta en aquel momento en que la clase dirigente ya no es capaz de gobernar tal y como lo había hecho hasta entonces, y los trabajadores ya no están dispuestos a aceptar que se les domine más. Ese es el momento de máxima libertad y creatividad para el movimiento de los trabajadores. Las nuevas organizaciones manifiestan que el poder ha pasado a nuevas manos, que las divisiones que tradicionalmente separaban a los trabajadores entre sí se han superado, que el poder ha pasado de los de arriba a los de abajo. En Rusia en 1917, esas nuevas organizaciones se nombraron soviets; en Chile en 1972 se llamaban los cordones. Al hablar de socialismo, de lo que se trata es del control directo y democrático de la economía por los productores mismos. En este sentido, el socialismo no es más que la fase final del proceso de democratización que empezó con las primeras formas de control ciudadano sobre el aparato estatal (gobierno representativo). El socialismo exige la democratización de la economía como base para la democratización de todas las demás esferas de la vida social y política, a la vez que la democratización de estas esferas es requisito para llevar adelante la democratización paulatina de la esfera económica La caída del socialismo fue el resultado de una imparable revolución popular que se anidó durante más de cuarenta años, y que conoció sucesivos estallidos. La inviabilidad del régimen stalinista en general fue más que evidente, cayó en medio del imperialismo mundial y la burocracia comunista, amen de ajustes económicos y pesadas cargas por motivo de deudas. La crisis estalló en la URSS por la insostenibilidad del déficit, originado en los subsidios que otorgaba a los países de la Europa oriental y por los inmensos recursos que absorbía el aparato represivo para poder sostener el régimen en estos países. Según los defensores del capitalismo, la represión era inherente al socialismo. No se concebían entonces sino dos alternativas: el capitalismo, que vulneraba la igualdad entre los hombres, pero dejaba abierta la puerta de la libertad para buscar esta igualdad; y el socialismo, que aunque garantizaba en buena medida la igualdad, reprimía absolutamente la libertad. Lo que demostraba precisamente la caída de la Unión Soviética era que la represión para sostener el socialismo tenía que ser tan grande que hacía definitivamente inviable el régimen. Entonces queda sólo una posibilidad, el capitalismo; todas las alternativas había que buscarlas sin salirse de él, hasta encontrar el modelo que nos acercara más a la justicia social, a la igualdad. Fracaso del socialismo La meta del socialismo siempre fue la creación de un nuevo orden social basado exclusivamente en el trabajo colectivo bajo condiciones económicas de igualdad, es decir, en condiciones de propiedad colectiva de los medios de producción. Pero los socialistas más conservadores imaginaron que esto puede lograrse mediante el desarrollo y la organización del poder político de las clases trabajadoras, encabezadas por el proletariado de la ciudad con ayuda del radicalismo burgués; mientras los socialistas revolucionarios, enemigos de toda alianza ambigua, creen que este objetivo común no puede lograrse a través de la organización política sino mediante la organización social (y, por tanto, antipolítica) y el poder de las masas trabajadoras de las ciudades y los pueblos, incluyendo además a todos los que, a pesar de pertenecer por nacimiento a las clases altas, han roto voluntariamente con su pasado y se han unido abiertamente al proletariado aceptando su programa. Los conservadores creen que es necesario organizar las fuerzas de los trabajadores para tomar posesión del poder político estatal. Los socialistas revolucionarios las organizan con vistas a destruir el Estado. Los conservadores son partidarios del principio y la práctica de la autoridad, mientras los socialistas revolucionarios sólo ponen su fe en la libertad. Ambos son partidarios por igual de la ciencia, que debe destruir la superstición y ocupar el lugar de la fe; pero los primeros quieren imponer la ciencia al pueblo, en tanto que los colectivistas revolucionarios intentan difundir la ciencia y el conocimiento entre el pueblo, para que los diversos grupos de la sociedad humana, una vez convencidos por la propaganda, puedan organizarse y combinarse, espontáneamente, en federaciones, de acuerdo con sus tendencias naturales y sus intereses reales, pero nunca de acuerdo con un plan trazado previamente e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias "superiores". Los socialistas conservadores creen que existe mucha más razón práctica e inteligencia en las aspiraciones instintivas y las necesidades reales de las masas populares que en las profundas inteligencias de todos esos instruidos doctores y tutores autodesignados de la humanidad, quienes teniendo ante sus ojos los ejemplos lamentables de tantos intentos abortados de hacer feliz a la humanidad, intentan todavía seguir trabajando en la misma dirección. Pero los socialistas revolucionarios creen, al contrario, que la humanidad se ha dejado gobernar durante largo tiempo, demasiado largo, y que la raíz de sus desgracias no reside en esta o en aquella forma de gobierno, sino en el principio y en la misma existencia del gobierno, sea cual fuere su naturaleza. Cuando estos conceptos, tendencias, perspectivas y propuestas se organizan a nivel de toda la sociedad, del sistema económico y político, surge el totalitarismo de Estado en el que cada ciudadano queda totalmente dependiente del gobierno sin ninguna o poca

iniciativa personal o asociada. A este modelo de convivencia social algunos le llamaron en el mundo socialismo o más bien, socialismo real. En la autopsia actual del socialismo aparecen múltiples causas de distinto orden, pero entre ellas despunta una tan fundamental como sencilla: los hombres encargados de desarrollar el proyecto revolucionario y socialista en aquellos países no quisieron continuarlo porque no se sentían ya identificados con él. No veían reflejados en sus realizaciones las aspiraciones humanistas que animaba originalmente al proyecto socialista. Mientras que los defectos económicos fueron importantes en fomentar la desconfianza y el desprecio de las masas hacia los líderes de las sociedades ex-socialistas, los síntomas más reveladores de la degeneración socialista fueron políticos: el levantamiento de un masivo aparato estatal represivo sobre el pueblo y la ausencia completa de la democracia. Existe en todo el mundo la extensa percepción popular que el socialismo es un sistema coercitivo, y las experiencias de los partidos comunistas en el poder han justificado esa percepción. Hablando en términos generales, los pueblos del mundo odian el imperialismo, pero el socialismo les da miedo. Estos puntos están en el corazón de la crisis del socialismo, y sólo cuando los socialistas desarrollen un movimiento, una estrategia y una visión que sean al mismo tiempo revolucionarias y democráticas, será posible hablar de "un rumbo" fuera de esa crisis. Todavía no ha habido ningún país donde el triunfo de la revolución socialista haya llevado a un sistema democrático. Quizá la Yugoslavia de Tito con su "socialismo de autogestión" fuera lo más cercano a un régimen socialista democrático, pero no hay que olvidar que incluso allí había partido único y que en los consejos de trabajadores. El fracaso del sistema socialista no fue obra del imperialismo, de los organismos internacionales, de las multinacionales, de la religión, en parte de los gringos, pero de fondo fueron los sectores populares ; los trabajadores de las oficinas, granjas y fábricas del Estado que prefirieron enfrentar a los tanques que seguir en la miseria socialista y su opresora nomenclatura. Debió ser necesario suprimir completamente, en principio y de hecho, todo aquello que llaman el poder político - no el sentido estricto de la palabra -, pues, mientras que el poder político exista, habrá gobernantes y gobernados, corrupción y degradación. Con mayor razón en una formación socialista, donde el estado está casi omnipresente, donde tiene un poder ilimitado, donde rige la economía, donde es autoritario y paternalista. El inmenso poder que adquiere el gobierno de corte socialista produce la descomposición de los gobernantes, genera un animal lento, torpe, estúpido, burocrático y autoritario llamado Estado. Si hubiesen sido suprimidas estas características , el poder político pudo haber sido substituido por la organización de las fuerzas productivas. La revolución está condenada al fracaso. Si, así es. Mientas el frente de las ideas de los comunistas autoritarios -ideas falacesdescanse sobre una revolución social que puede ser decretada y organizada por medio de una dictadura o de una Asamblea Constituyente, por una élite al fin y al cabo. Es bien sabido que la revolución sólo puede ser emprendida y llevada a su pleno desarrollo a través de la acción masiva continua y espontánea de grupos y asociaciones populares. Sin embargo en la realidad, no existe un individuo, una dictadura colectiva, ni siquiera una combinación de intelectos en la posibilidad de abarcar toda la infinita multiplicidad y diversidad de intereses, aspiraciones, deseos y necesidades reales que constituyen en su totalidad la voluntad colectiva del pueblo; no existe intelecto capaz de proyectar una organización social que pueda satisfacer a todos y cada uno de sus integrantes. Tal organización será siempre un ente represor en el que la violencia, usada a su conveniencia por el Estado, dictará las órdenes a la sociedad. Este es un viejo sistema de organización, basado sobre la fuerza, que la revolución social no pudo suprimir y que acentúo de manera imperante. Aquellos anhelos de plena libertad a las masas, los grupos, comunas, asociaciones e individualidades, no pudo concretarse. La única manera de lograrlo sería destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las inequidades del derecho jurídico y de todas las falsedades de los diversos, de toda violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado, comunismo pues. Lamentablemente la humanidad no se encuentra en el nivel de conciencia para ello. El socialismo es lo ideal, tal vez por eso fracasó, por su tendencia a lo ideal y no a lo real. ¿Qué es lo real? El egoísmo y la avaricia, la individualidad; ya lo había dicho T. Hobbes hace tiempo, y sigue siendo válido.

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