Psico ologgía SEMB BLANZA DE SSIGMUND FFREUD FU UNDAMENTOS P PSICOLOGICOS D DEL PSICOANALISIS EN EL NIÑO. DEERIVACIONES DEL PSICOANALISSIS. O DE MUERTE. EL INSTINTO EN TORNO O AL PENSAMIENTO DE SIGMU UND FREUD. UNA VISION DEL U L PSICOANALISIIS. EL FREUD D DEL EXODO.
Semblanza de Sigmund Freud Contenido
POR AGUSTIN PALACIOS
Semblanza de Sigmund Freud ............................................................ 1
Inflexible en el método, honesto casi hasta la crueldad, de recio carácter y con una gran capacidad intelectual, Freud hurgó dentro de sí mismo hasta encontrar lo característicamente humano
La otra cara de Freud: El instinto de muerte ...................................... 7 Psicoanálisis y sociedad .................................................................... 16
El 23 de septiembre se cumplieron años de la muerte de Freud, dicho así, sin mencionar su primer nombre, como merecen aquellos que han trascendido la temporalidad. Sus ideas ocupan un puesto definido en la historia de las ciencias y han modificado para siempre la concepción universal del hombre.
Una visión del psicoanálisis .............................................................. 22 En torno al pensamiento de Sigmund Freud .................................... 26 Derivaciones del psicoanálisis .......................................................... 29 FUNDAMENTOS PSICOLOGICOS EN EL PSICOANALISIS DEL NIÑO ... 34
Como todos los genios Freud nos asombra y, solo una vez que hemos conocido su creatividad nos parece admisible que en el mar o del positivismo del siglo XIX y del rigor científico de la Europa Central sea donde surja tan terrible iconoclasta. Seguir los pasos evolutivos de su teoría psicoanalítica es toda una aventura intelectual que en lo abstracto, podría compararse con las audacias de Colón y la meticulosidad de Vespucio conjugadas.
Freud, como producto de su siglo, estuvo atado a las ideas que Kepler y Descartes forjaron en contra de la imaginación científica, y se vio confinado por el inflexible marco conceptual de la rigidez universitaria vienesa, de tal modo que, en sus inicios, intentó en vano darle a sus hallazgos ubicación neurofisiológica. Como todo joven disciplinado y ambicioso, deseaba seguir las pautas de sus mayores y lograr respetabilidad dentro de los severos claustros de sus años formativos. En un trasfondo que no tardaría en descubrir, lo animaba también la necesidad que tiene un judío de triunfar en el mundo gentil, con tanta afirmación como venganza.
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de morir en Londres. La policía secreta le exigió firmar un documento atestiguando que no había sido maltratado. Freud aceptó hacerlo con la condición de añadir unas cuantas palabras de su cosecha. Y escribió al final de las vergonzantes hojas: “Me resulta difícil recomendarle a nadie la Gestapo’.
Freud y la neurofisiología Fue un estudiante excepcional, así como un investigador metódico y talentoso. Su apasionado y posesivo amor hacia Martha pospuso su fama. Fue a visitarla cuando estaba a punto de descubrir las propiedades anestésicas locales de la cocaína; un colega suyo se apropió de la hipótesis y publicó los resultados, que significaron un gran avance en las cirugías ocular y, como es obvio, le otorgaron celebridad inmediata. Tanto mejor; la historia perdió a un destacado investigador en neurofisiología, pero la especie humana ganó la posibilidad de conocer su interior y, eventualmente, de darle mejor empleo a tan gigantesca potencialidad. Más aún, la precaria condición económica de la familia de Freud y su imperiosa necesidad de formar un hogar, detuvieron por un tiempo la plenitud de su vuelo creativo ante el anhelo de obtener la Dozentur, dignificación de un joven médico ante el mundo académico y garantía del establecimiento de una práctica privada.
El anterior gesto retrata a Freud con una sola pincelada. Enfermo de cáncer, sufriendo de dolores continuos, presa de prolongada incertidumbre desgarrado por la tristeza de abandonar la ciudad donde había morado casi ochenta años, este hombre inigualable plasmó su verdad enmarcándola en el pícaro humor característico de la cultura judía.
En busca de su verdad Freud fue un esclavo de su genio. La búsqueda constante de la verdad, de su verdad, fue el leitmotiv de su larga y fecunda existencia. Inflexible en el método, honesto casi hasta la crueldad, de una capacidad intelectual deslumbrante, hurgó dentro de sí mismo hasta encontrar las raíces de lo característicamente humano.
En vano intentó verter el vino, que brotó de su creatividad, en los viejos odres. Su genio lo forzó y tuvo que engrosar las filas de los exiliados. Corno ha ocurrido tantas veces, fue arrojado del templo de la ciencia oficial al verse obligado por su talento a desviarse de marcos conceptuales inoperantes. Tal aislamiento le resultó de gran utilidad; al verse libre de cadenas, su descomunal obra brotó como de un venero que duró medio siglo. Su carácter, ya genéticamente recio, acrisolado en el intenso amor y orgullo de sus padres, afinó su temple en la soledad.
Como todos los hombres de excepcional talento, pudo generalizar sus hallazgos apoyado en la infalible guía de su espiritualidad universal. Se desnudó en público, venciendo su pudor para que todos los hombres pudiéramos seguir sus pasos hacia la interioridad; al menos aquellos que hallen el coraje de hacerlo. Cada hallazgo propio o ajeno, fue vertido meticulosamente en miles de páginas escritas, con rigor cotidiano, al fin de cada día de trabajo.
Baste, para ilustrar lo anterior, con relatar una anécdota que enorgullece a quienes hemos tenido el privilegio de heredar su estafeta. Perseguido por los nazis, aunque protegido por su prestigio internacional, Freud pudo por fin salir de Viena, pocos meses antes
Poco a poco, aun partiendo de titubeos explicables, Freud fue construyendo su sistema teórico. Sus hipótesis iníciales nunca variaron en esencia, aunque intentó mantenerse dentro de los convencionalismos científicos proponiendo hipótesis secundarias de 2
cierta concreción. Estas comprensibles dependencias fueron abandonadas a medida que se sintió, mas seguro en el territorio que él mismo descubrió. Así, por ejemplo, supuso primero que la angustia derivada de la tensión sexual no descargada, y que las experiencias sexuales infantiles con adultos eran la génesis de algunos trastornos neuróticos.
poder establecido que se extendía 620 mil kilómetros cuadrados hasta Italia y albergaba 35 millones de habitantes. Apenas habían transcurrido ocho años de la emancipación de los judíos que fueron sojuzgados por la realeza. Austria se encontraba en el despunte dela industrialización; diez años antes se tendió la primera línea telegráfica, y apenas habían transcurrido veinte años de que el primer ferrocarril recorriera la campiña austriaca. No existían ni teléfonos ni automóviles y hubieron de pasar veinte años antes de que se conectara el primer servicio eléctrico.
Sin embargo, en cuanto pudo observar con mayor detenimiento, admitió sus errores, y rectificó la marcha conceptual, hasta poder acomodar las piezas de una ciencia nueva. Su labor fue tan completa que las aportaciones de otros psicoanalistas sólo han sido en aspectos bien secundarios, o han servido como corroboraciones observacionales de su acabada teoría.
Ochenta y tres años después, cuando Freud murió en Londres, el panorama humano se había alterado: tres semanas antes de que él muriera, se inició la segunda Guerra Mundial. Austria se había reducido y era apenas un pequeño Estado que carecía de independencia. Toda Europa se industrializó, y seis años después la humanidad contempló con terror al hongo atómico destruyendo a Hiroshima y Nagasaki. Los judíos en la Europa Central habían sido desposeídos de sus derechos civiles, y eran perseguidos y asesinados. La cultura occidental se había alterado totalmente; Freud mismo había contribuido a tales cambios.
La comprensión del genio, su íntima naturaleza y el proceso de su gestación, trascienden los conocimientos actuales del psicoanálisis y, mucho nos tememos, hasta la lógica formal. Freud no es una excepción. Su origen, su educación es la estructura dinámica de sus relaciones personales no nos explican sino pequeños elementos de su sorprendente trayectoria; pero bien vale mencionar algunos de estos datos.
Sus primeros años
Resulta obvio que Freud se formó en una época de expansión del conocimiento humano. En Europa Central la Kultur era patente de corso en los círculos elevados; el hombre se sentía seguro hasta la arrogancia por los avances de las ciencias, pero no carecía de cierta frivolidad. A unos cuantos kilómetros de su ciudad natal resonaban aún los acordes del ángel de Salzburgo, mientras que, en los palacios, la música de Strauss daba justificación a un acercamiento de los sexos que la civilización casi había olvidado, por causa de la influencia prohibitoria de 18 siglos de cristianismo.
Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (hoy Checoslovaquia), hijo primogénito de la tercera esposa de Jacob Freud. Por nacimiento perteneció a una cultura especial, la judía, en la que se conjugaron en silenciosa presencia casi tres mil años de tradición fue miembro hereditario de una minora vista con desconfianza y desprecio en el arrogante imperio austro‐húngaro gobernado por el joven Francisco José. Su patria de origen era un
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Cuando Freud nació habían transcurrido apenas 24 años de la muerte de Goethe; y en 1930 le fue otorgado el premio literario que lleva el nombre de este gran poeta, como testimonio de su gran calidad como escritor, para algunos la mejor pluma alemana del siglo. El Premio Nobel le fue negado y, si bien se le consideró candidato en 1928, la distinción la obtuvo Wagner Von Jauregg por la malarioterapia en la sífilis del sistema nervioso. Tres años después de nacer Freud apareció el libro de Darwin Sobre el origen de las especies, y cuando era un adolescente, se edito El Capital de Carlos Marx. Esta es la atmósfera de cambio y de progreso que matizó la segunda mitad del siglo pasado y en la que transcurrieron los años formativos de Freud. Sin embargo, pasó los primeros cuatro años de su vida en un ambiente bucólico en el que el tiempo parece detenerse a ver pasar los siglos con sonriente indiferencia. El pueblo natal de Freud tenía apenas 628 casas rodeadas de bosques. Allí aprendió a amar la naturaleza y, aunque su familia era de escasos recursos, recibió una protección excepcional. Su madre le enseñó las primeras letras con un amor que, muchos años después, la llevaba a cobijarlo las noches de los miércoles, mientras se reunía con sus primeros discípulos. Resulta tentador imaginar al gran hombre, rodeado de personajes de talento como Jung, Adler y Ferenczi, viendo entrar a la anciana para darle a su “adorado Sigi” el beso de buenas noches. Tan honda y tierna fue la unión entre Freud y su madre, que en uno de sus sesudos trabajos incurrió en el gazapo psicoanalítico de afirmar que el amor de madre es el único carente de ambivalencia. El padre, veinte años mayor que la esposa, también le tuvo gran dedicación; fue su segundo maestro y, como buen escolástico, despertó en Freud el interés por la Biblia y las tradiciones judías. Tal dedicación parental dio muchos frutos como el de una fuerte identidad de grupo, que la universalidad vio mantenerse inalterada.
Mejores horizontes Las precarias circunstancias económicas de la familia obligaron al padre a buscar mejores horizontes. A la edad de cuatro años, Sigmund tuvo que emigrar a Viena, y adquirió en el viaje su “fobia normal” a los ferrocarriles. La ciudad no mejoró las circunstancias de los Freud, pero, con gran perspicacia, siempre dedicaron buena parte de sus escasos recursos a desarrollar el talento que todos observaban en Sigmund. A la edad de nueve años ingresó al Leopoldstadt Communal‐Realgymnasium; en los seis de los ocho grados que cursó se distinguió como el mejor de su generación. A los 17 años terminó su formación preuniversitaria con mención honorífica. Sus profesores reconocieron, además de su inteligencia excepcional, la belleza juvenil de su estilo literario; tanto fue así que, al referirse Freud a los incidentes del examen final, escribió: “Mi profesor dijo —y es la primera persona que se atrevió a mencionarlo— que poseo lo que Harder denomina amablemente estilo idiota, es decir, un estilo a la vez característico y correcto.” Su adolescencia transcurrió con los naturales titubeos vocacionales pero, al escuchar una conferencia de Carl Brühl, quedó muy impresionado por el poema llamado “Naturaleza”, que suele atribuirse a Goethe, de tal suerte que allí mismo se decidió a estudiar medicina. Ingresó a la Universidad de Viena en el otoño de 1873, y se graduó el 30 de marzo de 1881. Tal retardo en el ritmo normal del currículum obedeció a que Freud dedicó mucho tiempo a la investigación; primero en anatomía y fisiología animales y luego en fisiología humana. Dos veces obtuvo becas de investigación como 4
reconocimiento a su capacidad. Siempre se mostró como un estudiante extraordinario y es bien conocido que contaba con una memoria fotográfica la cual le permitió retener, sin omisión alguna, las sesiones analíticas de todos sus pacientes, las que transcribía rigurosamente al finalizar cada jornada de trabajo. Además, siempre, fue un voraz lector que asimilaba, en proporción envidiable, toda clase de conocimientos, en especial los clásicos. Su acervo cultural era impresionante, así como su facilidad para los idiomas.
Salpétriére, bajo la tutela del famoso y carismático Jean‐ Martin Charcot. Ahí, instalado a horcajadas entre la agudeza clínica y el histrionismo del neurólogo más célebre de su tiempo, se abrieron ante él las puertas de un universo psicológico que todavía respiraba los hálitos mágicos que flotaban en la Place Venóme ante el conjuro del fantasma de Mesmer. Por lo demás, la psicología científica se hallaba aún en la fase descriptiva en la que insisten en confinarla algunos académicos radicales y retrógrados. Tal universo fue ampliado por Freud en diversas tesis que forman parte del legado cultural de la humanidad.
Su interés por la arqueología lo llevó a coleccionar figuras griegas y etruscas de gran valor, así como a establecer vínculos de amistad con personajes que compartían su afición. Uno de ellos fue Benito Mussolini. Gracias a tan circunstancial relación le fue facilitada la salida de Viena.
Histeria masculina Cuando tuvo noticias de que su beca se hallaba en trámite, sin dudas sobre sus méritos, escribió a Martha en un arranqué juvenil: “Oh, qué maravilloso será volveré a Viena con un gigantesco halo, nos casaremos pronto y curaré todos los casos de pacientes nerviosos incurables.” Su entusiasmo pronto se disipó. A su regreso se enfrentó en la Sociedad Médica a un auditorio indiferente, que escuchó con escepticismo su primer trabajo en el campo de la psiquiatría: “Histeria masculina”.
Como ya mencionamos, el reconocimiento familiar para su talento era notable, tanto que su hermana, muy interesada en la música, dejaba de tocar el piano para no perturbar la concentración del joven estudiante. Al terminar su carrera continuó trabajando como investigador en histología y fisiología del sistema nervioso; para sus maestros y colegas resultaba evidente que le aguardaba un gran porvenir. Pero en la Viena de entonces, como en muchos lugares hoy, la investigación suponía sacrificios económicos, haciéndola accesible sólo a los ricos o a aquellos dispuestos al celibato. Los maestros de Freud le sugirieron dedicarse a la medicina general y, al enamorarse de Martha Bernays, dejó el laboratorio e invirtió su tiempo en prepararse en las salas de clínica.
La época de preparación y de barruntos había llegado a su fin. Abrió su consultorio aunque, fiel a su rigorista formación, dedicó tres mañanas por semana a trabajar como neurólogo en el Instituto Pediátrico. El éxito económico fue inmediato, y pudo contraer matrimonio en 1886. La boda cierra un capítulo de su vida y representa el despunte de la porción verdaderamente creativa de Freud. En 1887 nació su primer hijo y, en pocos años, vinieron cinco más. Su hija Ana, ha sido, sin lugar a dudas, la psicoanalista de niños de mayor renombre.
En septiembre de 1885, Freud obtuvo por fin el puesto de docente en patología del sistema nervioso al lado de Meynert, de quien nos dice haber seguido los pasos con “profunda veneración”. En octubre del mismo año viajó a París a trabajar cinco meses en la 5
En ese inicio que acabaría’ por hacer de Freud una figura universal, el genio juvenil se hallaba insatisfecho. Su consulta estaba ¿constituida principalmente por enfermos crónicos en quienes fracasaban los recursos terapéuticos de la época,’ lastimando las esperanzas del otrora becario, su inquietud lo llevo a viajar a Nancy en 1889, con la esperanza de perfeccionar su técnica hipnótica bajo la guía de Bernheim, discípulo directo de Liébeault. Los resultados no justificaron el esfuerzo.
cuya excepcional penetración permite vislumbrar paisajes donde los demás sólo encontramos oscuridad. Pronto, Freud comprobó que el hipnotismo era un expediente innecesario para recuperar recuerdos emocionalmente traumáticos y significantes; su intensa curiosidad y su honradez lo llevaron a hurgar no sólo en la interioridad de sus pacientes, sino en sí mismo; la tenaz persecución de una verdad desconocida lo hizo volver sus ojos penetrantes hacia su interior, en un doloroso pero fructífero afán de recorrer los maravillosos y siniestros senderos del inconsciente. Buscando comprobación y apoyo, comunicó sus hallazgos cotidianos a un otorrinolaringólogo berlinés llamado Wilhelm Fliess quien, sin saberlo, se convirtió en el primer objeto transferencial de la historia. La profusa correspondencia de estos dos hombres es el prólogo del psicoanálisis. Este peculiar “tratamiento” duró tres años; sus frutos, insistimos, forman parte del legado científico de la especie humana.
La catarsis como técnica terapéutica Como suele ocurrir con los genios, en ese momento la intuición lo guió a colaborar con Joseph Breuer, viejo conocido que gozaba de la mejor reputación médica en Viena. Durante varios años Breuer había tenido en tratamiento a una interesante mujer que sufría de graves síntomas histéricos, y que la pluma de Freud habría de inmortalizar con el nombre de “Ana O.”. Por accidente, Breuer había descubierto que esta mujer, cuyo verdadero nombre era Bertha Pappenheim, era capaz de recordar detalles de situaciones traumáticas durante el trance hipnótico; cuando las emociones atrapadas se descargaban, mejoraba considerablemente los síntomas la enferma. Breuer bautizó tal técnica con el nombre de “catarsis”. Freud supo darle coherencia teórica a los hallazgos empíricos. En 1895 ambos publicaron un trabajo científico titulado Estudios sobre la histeria, que inauguró la literatura psicoanalítica; la parte teórica, surgida del talento de Freud, contiene las bases de lo que, a fuerza de años, talento y rigurosidad, sería una de las aventuras del pensamiento humano más brillantes: el psicoanálisis.
Hace 44 años, por la vía compasiva de la eutanasia, murió el cuerpo de Freud. Una luz universal dejó de brillar en la noche londinense del 23 de septiembre de 1939. Sus restos, cremados en Golder’s Creen, fueron depositados en una vasija griega, una de las piezas favoritas de la colección del genio vienés. Pero su contribución a la humanidad Se resistió al confinamiento y, a semejanza del espíritu ateniense que lo antecedió, vive y persiste como la atemporalidad de lo inconsciente, su gran contribución.
Breuer y Freud se separaron y éste se quedó solo ante el asombro. Su inteligencia le indicó que los hallazgos abrían una avenida hacia lo desconocido, sector reservado para los hombres
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brujas, pues, escrito está: todo aquel libre de piedras que arroje su primer pecado.
Habiendo ya proclamado la paz, no sin portar la égida del guerrero, permítaseme decir que el psicoanálisis nunca ha tenido el privilegio de escoger a sus enemigos, pero sí la desafortunada circunstancia de elegir a sus seguidores: y buen número de éstos lo han traicionado, ¡Claro! —Sentencia de Perogrullo— sólo los amigos traicionan. Es bastante conocido que Freud señaló: “Más daño me han hecho ciertos alumnos que muchos de mis adversarios.” Tenía razón.
La otra cara de Freud: El instinto de muerte POR HERNAN SOLIS GARZA Los estudios de Freud sobre el instinto de muerte, que él consideraba una fuerza connatural al hombre, suscitaron gran controversia entre algunos analistas e incluso entre sus mismos discípulos
Eros y Thanatos
La otra cara de Freud, el instinto de muerte, fue mostrada en 1920 en su libro “más allá del principio del placer”. La formulación de un Thanatos —opositor de Eros—, fuerza implacable y connatural al hombre es, quizá —junto con el análisis profano—, la teoría freudiana que suscitó mayor encono entre sus discípulos. Su biógrafo oficial, Ernest Jones, quien estuviera definitivamente en desacuerdo con tal idea, dejó amplia constancia acerca de las reacciones provocadas por el antecitado ensayo. Durante los primeros diez años —apuntó— sólo una mitad de los trabajos elaborados al respecto la apoyaron; un tercio lo hicieron en la segunda década, y ninguno durante la tercera. Wil helm Reich, socarronamente declaró: “...muchos analistas llegan incluso a sostener que han observado directamente el instinto de muerte” Franz Alexander, simpatizador inicial, la repudió posteriormente, y Otto Fenichel la rebatió con denodado entusiasmo. Estuvieron a favor Ferenczi (hijo adorado de Freud), Eitingon, Klein, Jekels, Bergler, Bernfeld, Nunberg y Menninger. Actualmente, la dualidad instintiva es aceptada por algunos freudianos clásicos, la escuela
El destino de la obra de Freud ha derivado hacia una situación muy peculiar que comparten todos los clásicos; como ha sucedido con la Biblia o con Marx: todo el mundo habla de ellos pero pocos, en verdad, los han leído detenidamente. Si se pregunta a un intelectual promedio cuál ha sido la principal aportación del maestro vienés, seguramente dirá que fue el estudio sobre la sexualidad infantil. Aun alguien tan culto como Borges, indudablemente declararía de forma semejante a ésta: Freud era un ente antivictorianó, edípicamente obsesionado por el sexo, quien, irremediablemente, necesitaba del concurso de un analista que, por supuesto, no fuera freudiano. La causalidad psíquica, el inconsciente, los sueños, la sobredeterminación etiológica, los mecanismos defensivos, la transferencia, el aparato mental, la metapsicología y, ante todo, el instinto de muerte, son generalmente soslayados. Este último — ¡Thanatos!— en más de dos o tres ocasiones, negado por más de una docena de apóstoles ortodoxos. Esperamos, Freud mediante, no incurrir en cacería de 7
kleiniana, Lacan y sus continuadores, la gran mayoría de los analistas sudamericanos, un reducido número de nacionales, y, en los Estados Unidos, el instinto de muerte no existe ni en el Pentágono.
retratos hablados sobre seres excepcionales, fracasados frente al éxito, y criminales a causa de sentimientos de culpa. Sin embargo, en Duelo y melancolía (1915‐1917), así como en Lo siniestro (1919), Freud ya se aproximaba a la dualidad antitética. El instinto de muerte asomaba su faz, dispuesto a ser aprehendido por el padre del psicoanálisis.
¿Qué precursores se relacionan con el instinto de muerte? En primer lugar, Empédocles. Este órfico‐ pitagórico, curiosa mezcla de filósofo, médico, parapsicólogo y poeta, declaró que el alma de los buenos vaga, metempsicótica, por todo el mundo como resultado de una falta engendrada en la maldad. Consideró que el amor y el odio se reconciliaban difícilmente, debido a la tácita repulsión de los contrarios. Y, qué decir sobre Oscar Wilde, quien dejó escrito en El crítico como artista: “es muy difícil no ser ingrato con lo que se ama”, y en una mujer sin importancia: “¡Qué clase de amor es se que tiene por hermano al odio!” Wilde había de escribir también, poco ha de quedar su pluma viuda: “Cada hombre mata lo que ama”. Hallaríamos más ejemplos en escritores como Dostoievski, Schopenhauer, Goethe, Nietzsche, Proust, en fin, la lista sería casi interminable. Cuánta justicia asistía a Freud cuando, ante dubitaciones sobre el inconsciente, recomendaba: “...preguntadle a los poetas”.
La denominación “instinto de muerte” no gusta a multitud de colegas, quienes prefieren excluir el vocablo “instinto”, y maquillar cuidadosamente las seis letras componentes de la palabra “muerte”, dando pie a nuevos bautizos y reiteradas confirmaciones: impulso destructivo, agresivo o sádico; masoquismo; autodestrucción; fuerza impulsiva negativa; pulsión mórbida, etcétera. Freud mantuvo una posición semejante a la sostenida con el término libido. “Se empieza por ceder en las palabras —declaró— y se acaba por claudicar en otras cosas.” Dos troncos y muchas ramas han de brotar desde las raíces mismas del árbol thanático heredado. Uno de los troncos queda soterrado en el solar interno inconsciente (instinto de muerte propiamente dicho), el otro emerge cual impulso destructivo. Si el exterior, obstinadamente frustra y castiga en demasía, el pobre hijo del hombre sufrirá psíquica y corporalmente. Los traumas sociales se irán sumando, llueve sobre mojado.
Los pioneros del psicoanálisis Adler, uno de los pioneros psicoanalíticos, en 1908 describió someramente un instinto agresivo primario. Fue Stekel quien utilizó el término de Thanatos, en 1909, para caracterizar el deseo de morir. Paul Federn (el apóstol Pablo), acuñaría tiempo después el concepto de “móruido” Freud mismo, antes de 1920 presto escasa atención al tema, excepto alusiones aisladas referentes al sadomasoquismo, observaciones acerca de una compulsión a la repetición, tenues menciones de un instinto destructivo, tímida frase registrando al odio como más viejo que el amor, amén de
Amor‐Odio Por instinto de muerte entendemos la tendencia universal de reducir la tensión a cero, el retorno de toda vida al primigenio estado inorgánico; pero, si éste toma por esposa a Eros, puede llegar a ser algo más: valor creativo, voluntad pujante, motor progresista, y punta de lanza ideológica. Dígalo, si no, este alarido preñado de 8
vida del Che Guevara: “Hay que odiar a nuestros enemigos con amor revolucionarios”.
El Freud mito No abundaremos en los hechos clínicos que hablan en favor del instinto de muerte: homicidio, suicidio, depresión, lutos melancólicos, duelos corporales, núcleos autodestructivos, etcétera. No es hora de hacerlo, y menos aún si queremos homenajear a un Freud vivo en la memoria. Alguien — ¿Theodor Adorno?— justamente dijo: “...los muertos no merecen ser privados de lo único que nuestra impotencia puede aún tributarles, nuestros recuerdos”. Pero, y si ellos ya no son lo que fueron entonces. ¿Qué medidas tomar? Los mitos son la historia emputecida, por eso tenemos que desenmascararlos y arrancarles el engañoso ropaje, contemplándonos a nosotros mismos en tal espejo para representarnos la realidad, por dolorosa que ésta sea. No seamos padrotes de falsas ideologías, ni concubinas del conformismo. Hipócrates permaneció como dogma, y esto detuvo el avance de la medicina por varios siglos; Galeno, secundado por el hongo maléfico del diabólico Medioevo, hizo otro tanto. Fue necesario que el nutricio falo renacentista inseminara la negra cofia del oscurantismo, que la luz se hiciera. ¡Cuidado! El Freud pensador de antes, ya no es el mismo. Ahora es un mito. Aquél no requiere defensa, pero del Freud presente sí debemos defendernos. Todos nosotros. El transformismo lo convirtió en personaje de novela, eje central de obras teatrales; tópico manejado con desmañada displicencia en inefables suplementos dominicales, junto a Superman, la doctora corazón, consejos de belleza y recetas’ culinarias. Sí, ¡quién lo dijera!, el otrora aislado revolucionario es en la actualidad un excelente catalizador digestivo de asistentes a sesiones‐ cenas de seudofreudólogos, banqueros, rotarios, leones, altruistas, damas, y algunos otros etcéteras no mejores. Porque, bueno es anotarlo, el psicoanálisis es ahora un patrimonio disputado
Freud nos libre de caer en apologías. Somos simples muertos en busca de cementerio, el boleto de viaje tiene sus vicisitudes; empero, si nos toca un Caronte bondadoso, es que Eros estuvo acompañándonos. Sí, se necesita a éste en nuestro inconsciente interior (destino), y en el afuera (historia). Al odio sólo el amor lo calma, y éste nace del instinto de vida, del pecho generoso, del cálido regazo, del padre afectuoso y —last but not least— del mejor de los mundos posibles en el afuera. Concluimos: siendo el amor esencia de la vida, la ausencia del amor es la muerte. Se ha dicho, con mala lengua, que Freud sacó la teoría del instinto de muerte de la bolsa misma de su cáncer bucal. Argumento huero, pues Más allá del principio del placer fue redactado antes de la neoplasia. Se ha señalado que la primera Guerra Mundial influyó considerablemente en su génesis (abuso de sociologismo). Se ha planteado que el niño nace bueno y el adulto lo torna malo (verdad a medias). Se ha superado aparentemente a Freud, disertando con los pies sobre sus hombros (recurso de pigmeos). Quienes lo acusan de pansexualista le atribuyen, además, la etiqueta de thanatofílico. Y, actualmente, ocurre que él es el único culpable de la crisis institucional del psicoanálisis; menuda forma de idealización negativa, en cuya omnipotencia se anida la pequeñez emocional. En un campo tal no crece la gratitud, porque reina la envidia, y los conceptos terminan siendo pasto del mal uso. Pero ¿para qué tanta línea agresiva? ¿Cuál es el intento de mi protesta? ¿Estaré escribiendo a la luz de mi conciencia? ¿Será mi tinta inconsciente? ¿Lo llegaremos a saber? 9
entre los más variados representantes de la inteligencia y la negligencia humanas. A lo que hemos llegado, mi buen Sancho: Freud cual instrumento ideológico al servicio de pechos capitalistas. ¿Recuerdan ustedes al joven y atrevido investigador, esperando ocho años para que se agotaran los seiscientos ejemplares de su obra La interpretación de los sueños? Hoy Freud es un best seller. La mercadotecnia lo transformó. A su teoría sexual infantil se le quitó el factor incestuoso para no lastimar hímenes puritanos; al instinto de muerte se le modificó el nombre —Manes de Travesti—, y de ser algo psicobiológico se transformó en sociocultural. Y lo que es peor, la reestructuración interna ha perdido valor frente a la importancia de adaptar seres a una sociedad consumista.
Seamos polvo. Sí. Pero polvo enamorado (“preguntadle a los poetas”).
Sus últimos años Freud fue un individuo honesto, realista y valeroso con sus enfermedades psíquicas y orgánicas; luchó mucho tiempo en contra de su cáncer, y soportó como un roble añoso el embate de las tragedias. Murió octogenario, rodeado de buenos recuerdos y esperanzado, no sin arrullar un pesimismo optimista. “Después de esto, ya no tengo por qué interesarme en ningún otro libro mío —confesó a Arnold Zweig— hasta después de mi próximo renacimiento... Tuve varias semanas muy desagradables... Ya no existe ninguna duda acerca de que se trata de un nuevo avance de mi viejo y querido carcinoma, con el que hace ya 16 años que comparto la existencia. Claro que por ‘aquel entonces aún no se podía afirmar cuál sería el más fuerte de los dos...”
Por todo lo anterior, ameritamos —insisto— protegernos del Freud mito. Estemos alertas, porque el psicoanálisis es todavía una ciencia en formación con más teoría que praxis. Viene a nuestra mente la refutación de Marx a una tesis de Feuerbach misma que Rudolf Ekstein parafraseó: “Los analistas han interpretado a sus pacientes de muy diversas formas; sin embargo, su tarea es curarlos ‘. Cierto. Los mitos nacen para morir, de lo contrario, paralizan el camino debemos aniquilarlos, y luego vigilar que permanezcan gélidos. Si abrigamos dudas al respecto estamos obligados a exhumarlos y ejecutar una sentencia que la conseja popular mexicana ha perpetuado: hay que matar muy bien a nuestros muertos. Además, Freud no sabe que lo revivieron para entronizarlo en un supermercado. Estamos definitivamente escribiendo bajo el dictado del instinto de muerte; pero créanmelo, esto, a la par, es un llamado al amor, aliado indispensable para progresar, combatir y reconocer que la muerte ha de ser nuestra más fiel compañera.
Tal era su estado, sin embargo. Eros predominaba. En una entrevista declaró: “¡Qué paradoja! Sigmund significa boca victoriosa, y así fue: de varios órganos que se disputaban el derecho de acabar con mi vida, ha ganado la boca’. Y. en una carta dirigida a una ex paciente la poeta Hilda Doolittle, destaca un acápite al que no le sobra una palabra, ni le falta un ápice de tierno efecto: La vida a mi edad no es fácil; pero la primavera es bella y también lo es el amor. ‘Tres primaveras después el maestro había de morir. Terminemos: A los cuarenta años de su muerte, vemos una gigantesca urna griega que contiene su polvo enamorado; estamos 10
en las afueras del Golders Green. La intensa niebla londinense apenas nos permite ver dos figuras que se acercan cansinamente al camposanto; nos aproximamos. Contemplamos — ¿lo ven ustedes?— a un demacrado caballero montado en famélico jamelgo, con una antiquísima adarga en el brazo izquierdo y una gruesa, larga y mohosa lanza terciada en el derecho. Mira hacia la diestra, y dice a su astroso escudero, al instante que indica hacia adelante:
El Freud del éxodo, 1938‐1939 MARCO ANTONIO DUPONT En los últimos años de la vida de Freud, en el éxodo, se condensan intereses humanistas e identificaciones que coinciden con todo aquello que había dejado atrás desde hacía mucho tiempo, quizá desde su adolescencia, para alinearse a la corriente filosófica y científica que predominaba en su juventud.
—Veis allí, Sancho, ese sauce que flora; veis allí, digo, el fiel guardián de Las cenizas de tan nombrado Segismundo Freud; él estudió castellano para leernos en nuestra lengua, fue, escucha, quien descubrió los misterios y pesares del alma. Sancho, que tu profuso llanto no cese; cobre él, de continuo, nuevo aliento; y juntos, exclamemos esta proclama a manera de plegaria: ahí yace viva su memoria pasajero procura saber su Vida, y envidiarás su muerte ¡Vale!
En estos días negros sólo hay dos perspectivas que nos pueden reconfortar: reunirnos con todos ustedes y morir en libertad. A veces me comparo al viejo Jacob, a quien sus hijos llevaron, ya anciano, a Egipto. Es de esperar que el resultado no será el mismo, un éxodo de Egipto... 1 Esto escribió Freud, mientras transcurrían los largos días de espera al cabo de los cuales se trasladaría a Londres, acicateado más por la humillante huida de Viena al irrumpir el nacionalsocialismo, que por la creciente amenaza de su afección cancerosa. Se aliviaba cotidianamente refugiándose en las horas del trabajo dedicado a su Moisés.
Hasta junio de 1938 pudo viajar a Londres; dos meses más tarde apareció por fin el Moisés y la religión monoteísta y el 23 de septiembre de 1939 cedió en su estoica lucha contra un cáncer ya incurable.
En el último eslabón de la vida de Freud, en el éxodo, con su Moisés y la muerte, se condensan intereses humanistas e identificaciones que coinciden en forma culminante con todo aquello que había dejado atrás desde hacía mucho tiempo, quizá
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Carta que Sigmund Freud, envió a su hijo Ernest, Mayo 1938.
desde su adolescencia, para alinearse a la corriente filosófica y científica del momento. Metafóricamente, su ciclo termina al reunirse la exuberancia de los últimos brotes del árbol viejo con sus raíces.
Este naturalismo filosófico alentó un retorno de la vieja corriente vitalista dentro de la biología del siglo XIX, mientras la psiquiatría estaba bajo el efecto de las reformas impuestas por Pinel y continuadas por Esquirol. El joven Freud se encontraba inmerso en esta corriente. Era un ávido lector de las obras clásicas que constituyen la herencia humanística de Occidente. Tuvo una excelente educación de tipo clásico y liberal en la que adquirió un profundo conocimiento de los autores griegos, latinos, ingleses y alemanes; llegó a ser un conocedor experto de Cervantes, Moliére y la Biblia.
Examinemos la metáfora: Juan Jacobo Rousseau es prototipo de aquellos filósofos y pensadores científicos de finales del siglo XVIII, que influyeron en la tónica romántica que singulariza la vida cultural de principios del XIX. De acuerdo con su doctrina, el hombre es naturalmente bueno, pero pasible de corrupción en una sociedad inadecuada, por lo que es necesario retornar a la virtud natural y primitiva. De esto surge un vivo sentimiento hacia la naturaleza y una creciente curiosidad por conocerla cada vez mejor de hecho, Rousseau es un Precursor del romanticismo, con su sentimentalismo y amor a la naturaleza; y Víctor Hugo, en la literatura, es un continuador de esta corriente.
El psicoanálisis, su obra, más que una gran síntesis, es un sistema de pensamiento que desde premisas antitéticas, internas y externas, sistematiza la búsqueda de respuestas en las fuerzas latentes del ser humano y de sus grupos
El naturalismo filosófico
La fisiología física
El naturalismo en la filosofía es una visión casi mística de la naturaleza, y de él emergen: Emmanuel Kant y su teoría del conocimiento idealista, de la moralidad en la libertad, de la inmortalidad y la existencia de Dios; Lamarck, creador del transformismo y de una teoría explicativa de la evolución, luego vuelta a tomar por Darwin; Goethe, la cumbre de la literatura alemana, que aporta al naturalismo su creación filosófico‐poética Fausto; Hegel, que identifica la naturaleza y el espíritu con un principio único: la idea que se desarrolla por el proceso dialectico; Schelling, autor de un sistema de idealismo subjetivo y, para no citar a otros, Fechner, que junto con Wundt, Binet, Pieron y G. Dumas, fundó la psicofísica.
Según testimonio de Freud, su decisión de ingresar a la Escuela de Medicina fue estimulada, y hasta cierto punto determinada, por el poema de Goethe “Un fragmento de la naturaleza”. No cabe duda que Freud era un apasionado de Goethe y un entusiasta de la filosofía de la naturaleza. Pero terminados sus cursos en el Gymnasium se dedicó al estudio del extremo más opuesto a esta filosofía, la fisiología física, que era la orientación más revolucionaria de la Escuela de Medicina. Muy pronto, Freud se convirtió en un admirador del pensamiento de su maestro Brücke, y en un estudioso de su obra.
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Ernst Brücke, Du Bois‐Reymond, Hermann Helmholtz y Carl Ludwig, todos eminentes científicos e investigadores, fundaron la sociedad Física Berlinesa y constituyeron el movimiento científico conocido como la Escuela Médica de Helmholtz. Estos jóvenes físicos y fisiólogos, como en una verdadera cruzada, se opusieron al movimiento vitalista que en ese momento predominaba en la medicina como una expresión más del naturalismo filosófico.
los sentimientos y de la conducta, y son el marco de toda concepción del mundo en el ser humano.
La Escuela Médica de Helmholtz sostenía que no existen en el organismo, para explicar sus fenómenos, otras fuerzas activas que las fuerzas físicas y químicas corrientes. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, este grupo y estos postulados habían impuesto un completo dominio sobre el pensamiento de los filósofos, científicos y profesores de medicina alemanes, marginando en consecuencia al vitalismo, al idealismo y al naturalismo filosófico.
De los escritos de Freud, en el orden en que aparecen, debe mencionarse en primer lugar lo que se conoce como la teoría Clínica del Psicoanálisis, que se ocupa de los fenómenos psicopatológícos, del desarrollo psicosexual y de la formación del carácter. En ella se estudian acontecimientos significativos, reales o fantasiosos, de la historia de los individuos. Tales eventos, en su duración temporal, pueden ocurrir y repetirse en el curso de los días hasta por décadas. Se trata, en síntesis, de los fenómenos psicodinámicos que son materia de comprensión en el trabajo cotidiano del psicoanalista, el psiquiatra y el psicólogo clínico.
La obra de Freud es, en alguna forma, el producto de las respuestas obtenidas en su autoanálisis.
Las teorías del psicoanálisis
Es bien sabido que en la obra de Freud se hallan las huellas de estas corrientes opuestas, la filosofía de la naturaleza y la fisiología física, aunque su influencia en los escritos de Freud se descubre en el orden inverso al de su desarrollo histórico. La primera parte de la obra de Freud parece estar influida por la Escuela de Helmholtz, en tanto que sus escritos finales contienen la influencia vitalista propia de la filosofía de la naturaleza.
Después, Freud desarrolla lo que se ha llamado la Teoría General del Psicoanálisis, que no es otra cosa que la metapsicología. Su materia básica la constituyen procesos que se desarrollan en un aparato psíquico hipotético o en el cerebro. En este caso los fenómenos se relacionan muy brevemente con el tiempo, desde por fracciones de segundo hasta por unas horas; lo cual se caracteriza en los sueños, en los pensamientos, en las experiencias emocionales, y en los mecanismos defensivos. Los modelos aquí desarrollados por Freud están presentes en su Proyecto para una psicología científica, en el capítulo VII de la Interpretación de los sueños y en sus trabajos sobre metapsicología.
El autoanálisis de Freud, como una solución vital y creativa, es también una respuesta a sus contradicciones internas y a posiciones antitéticas culturales y científicas. El psicoanálisis, su obra, más que una gran síntesis, es un sistema de pensamiento que desde premisas antitéticas, internas y externas, sistematiza la búsqueda de respuestas en las fuerzas latentes del ser humano y de sus grupos. Lo latente y lo manifiesto, ahora como fuente de conocimiento de si mismo, conducen los hilos del pensamiento, de
En tercer término aparece en la obra de Freud lo que Holt llama la Teoría Filogenética del Psicoanálisis, cuya materia 13
primordial sigue siendo el hombre como ente histórico, aunque en ella éste aparece también como especie y en grupos. La duración de los fenómenos aquí estudiados es muy amplia, abarcando varias generaciones. En esta teoría aparecen las grandes especulaciones de Freud con carácter evolutivo, humanístico y teleológico, en las que no emplea modelos operativos como el del aparato psíquico. Sus principales trabajos de este tipo son Tótem y tabú, que escribió a los 57 años de edad; Más allá del principio del placer, a los 64 años; La psicología de las masas y el Análisis del yo, a los 65 años; El porvenir de una ilusión, a los 71 años; El malestar de la cultura, a los 74 años, y Moisés y la religión monoteísta, alrededor de los 80 años.
había triunfado sobre su propia cólera. La identificación de Freud con Moisés lo muestra en aquel momento como un luchador con una heroica tarea en la historia. Muchos años más tarde, al final de su vida, vuelve de nuevo sobre el tema de Moisés, y comienza su tesis con un detalle crucial: el nombre de Moisés es un nombre egipcio. Reinterpretando diversas leyendas bíblicas, Freud sostiene la idea de que los hechos históricos ocurrieron exactamente al revés de como han llegado hasta nosotros. No fue Dios quien escogió al pueblo judío para que lo adorara y obedeciera en sus mandatos, sino que fue Moisés, un aristócrata egipcio, quien escogió al pueblo judío para perpetuar en él un antiguo monoteísmo egipcio.
Con su ensayo sobre Moisés, Freud también se recrea en el núcleo de sus descubrimientos autoanalíticos y en el punto de partida del psicoanálisis mismo: el Edipo, el parricidio, el duelo, la culpa y la identificación.
El Moisés egipcio, de acuerdo con la reconstrucción de Freud, era un conductor de pueblos extremadamente duro, un gran líder sin duda, cuyas enseñanzas fueron superiores culturalmente a las de todas las demás religiones de su época ninguna de ellas se enfrentaba de una forma tan completa con el hecho de la muerte. Su religión contenía menos ritos y magia. Pero Moisés era demasiado exigente, y con una personalidad excesivamente irascible; Los judíos se rebelaron y lo mataron. Y con un segundo líder, llamado también Moisés, practicaron una nueva religión menos elaborada.
El Moisés de Freud De hecho, el Moisés constituye una continuación de los temas tratados por Freud en Tótem y tabú y en Psicología de las masas, sobre los orígenes de la organización social. El Moisés es, además, una destacada excepción en la construcción habitual de los escritos de Freud, pues en él se incluye una considerable alteración del texto bíblico. Aquí es pertinente recordar la opinión de Bertrand Rusself en el sentido de que en el estudio de los pensadores calificados de abstractos, son sus errores los que nos dan la clave de su personalidad.
El Moisés de la leyenda es una fusión, como en un sueño, de dos figuras: el Moisés egipcio y otro posterior. La primera religión, mantenida en estado latente por los seguidores y profetas del primer Moisés, fue sobreponiéndose de nuevo, lentamente, manifestándose, por sobre las doctrinas posteriores más laxas y groseras. Es así como los judíos, movidos por un sentimiento colectivo de culpa por el parricidio, retornaron al sistema religioso primitivo
Ya desde 1914 Freud había publicado un ensayo sobre Moisés, El Moisés de Miguel Ángel. En él presentaba un Moisés que 14
del Moisés egipcio. Es el mismo mecanismo por el que los hijos, a la muerte del padre líder, dan éxito y perdurabilidad a sus enseñanzas.
Desde el Freud identificado con Moisés, hallamos su texto póstumo, Moisés y la religión monoteísta, muy cercano a lo que puede considerarse un testamento intelectual, humanista y profundamente personal. Sus posibilidades no quedan agotadas en su aplicación a las interpretaciones históricas, sociológicas, políticas o religiosas. Moisés y la religión monoteísta también es un documento humano, personal y reparador, en el que, consideramos, se realza la figura de Dios como representación paterna, no para desbancar la fe religiosa, sino para aumentar la comprensión del concepto de Dios. Sin duda, el monoteísmo representó un progreso cultural puesto que, por ejemplo, en el momento en que Dios era una sola persona, la relación del hombre con ella podía recobrar la intimidad y la intensidad anheladas de las relaciones del niño con su padre.
Misión liberadora Freud se identificaba con Moisés: el trabajo al que consagró su vida lo sentía como una misión personal, que tenía como finalidad la liberación de los hombres de las fuerzas esclavizantes de la instintividad. Aquí estamos en la dimensión del Freud romántico, heroico y humanista, el Freud bíblico y adolescente, apasionado de la libertad natural del hombre, Pero también estamos ante el Freud que se sabe cerca de la muerte y que tiene dificultades para hablar, tal como se describe a Moisés en la leyenda. A medida que las intervenciones quirúrgicas se sucedían sobre su cáncer maxilar, Freud presentaba crecientes dificultades para hablar, siendo ya una figura legendaria y viviente, igual que Moisés lo era en la historia.
Las cenizas del cuerpo de Freud reposan en Golder’s Green, en una de sus urnas griegas favoritas. El espíritu de la obra de Sigmund Freud permanece vivo en el psicoanálisis y su posterior desarrollo.
Con su ensayo sobre Moisés, Freud también se recrea en el núcleo de sus descubrimientos autoanalíticos y en el punto de partida del psicoanálisis mismo: el Edipo, el parricidio, el duelo, la culpa y la identificación.
A pesar de la admiración de Freud por Moisés, en una buena parte de sus capítulos tiende a criticarlo. El aspecto negativo de sus sentimientos hacia el Moisés padre, caudillo de los judíos, familia, queda expresado en su interpretación de Moisés como egipcio, despojando al pueblo judío de su gran caudillo creador. El personaje de Moisés como padre resultaba depositario del amor y de la hostilidad edípica del hijo. Por un lado, Moisés podía ser admirado como un gran maestro y conductor mientras que, por otro, podía ser privado de su posición de héroe judío.
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Psicoanálisis y sociedad
En una ocasión se le preguntó a un sabio religioso si podría resumir la Biblia en una sola frase y contestó: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Parodiando esta interrogación, podríamos preguntarnos si es posible resumir la teoría psicoanalítica en una frase; yo diría que ésta se formularía si: “Es la ciencia de los deseos inconscientes reprimidos”. El humano “no sabe lo que quiere”. Todo el edificio del psicoanálisis —dice Freud— se basa en la teoría de la represión. La revolución freudiana es esa radical revisión de las teorías tradicionales de la naturaleza y de las sociedades humanas, que se hace necesaria si se reconocen como hechos la dinámica del inconsciente y la represión. En La nueva perspectiva freudiana, la esencia de la sociedad es la represión del individuo y la esencia de éste es la represión de sus deseos.
POR ABRAHAM FORTES Los sueños y los síntomas neuróticos muestran que las frustraciones de la realidad no pueden destruir los deseos que son la esencia de nuestro ser: el inconsciente es el elemento indómito e indestructible del alma humana.
Desde que acepté escribir sobre este tema me preocupó una idea: cómo hacer justicia a la teoría de Sigmund Freud, a la “sociedad” y también al lector, en ocho cuartillas? Decidí, pues, esbozar algunos conceptos básicos sobre el tema, tratar de despertar el interés del lector estudioso por las fuentes originales depositarias de mayor información, y hacer pensar al lector común...
La aportación freudiana fue el descubrimiento de lo significativo en un grupo de fenómenos considerados hasta entonces, por lo menos en los círculos científicos, insignificantes: primero, los síntomas de “locura” en el enajenado mental; segundo, los sueños, y tercero, los diversos fenómenos reunidos bajo el título de psicopatología de la vida cotidiana, que incluyen errores verbales, equivocaciones y pensamientos casuales.
Han existido genios cuyas contribuciones al saber humano hicieron época, y a partir de las cuales el mundo de los hombres (la sociedad) logró cambios básicos. Así sucedió cuando Copérnico destruyó el mito de que nuestro planeta era el centro del universo; cuando Darwin acabó con el origen divino del hombre; cuando Karl Marx planteó que con mucho trabajo no se ganaba dinero, porque tanto trabajo no dejaba tiempo para acumularlo... Albert Einstein hizo posibles los viajes espaciales con sus nuevos cálculos, etcétera. Pero creemos que la contribución más importante fue la de Sigmund Freud, porque tiene que ver con el conocimiento más difícil, el del hombre mismo. Sus descubrimientos sobre el ser humano han repercutido en el corazón mismo de la estructura de nuestra sociedad. Como esté fenómeno es contemporáneo resulta muy difícil actualmente evaluarlo en toda su extensión, porque se necesita el paso del tiempo para poder ver los cambios a distancia y apreciarlos con mayor objetividad.
Ahora bien, ¿en qué sentido encuentra Freud significativos los síntomas neuróticos, los sueños y los errores? El piensa, por supuesto, que estos fenómenos están determinados y puede dárseles una explicación causal. Freud insiste rigurosamente en la indudable sumisión al principio del determinismo psíquico, pero va mucho más lejos. Porque si fuera posible explicar estos fenómenos por principios de conducta, como resultado de una superficial asociación de ideas, entonces ellos tendrían una causa, pero no un significado. 16
Significativo quiere decir expresión de un propósito o de una intención.
consulta para curarse. Yo le respondo que acepto que quiere curarse, pero en este diálogo dialéctico me doy cuenta que el paciente no capta que, además, una parte secreta de él quiere estar enferma, y este propósito ignorado por el paciente tiene su significado.
Deseos inconscientes y represión El meollo del descubrimiento freudiano es que los síntomas neuróticos, así como los sueños y los errores de la vida cotidiana, tienen un significado. La preponderancia de la intención inconsciente sobre el propósito consciente del ser humano hace que éste se vea condenado a ser lo que es, ya no saber lo que verdaderamente desea. Freud se ve obligado a admitir la paradoja de que en un ser hay propósitos de los cuales él no sabe nada, propósitos involuntarios o, en un lenguaje freudiano más técnico, “deseos inconscientes”. Desde este punto de vista se abre un nuevo mundo de realidad psíquica, de cuya íntima naturaleza somos tan ignorantes como lo somos de la realidad del mundo externo, y del cual nuestra común observación consciente no nos dice más que lo que nuestros sentidos son capaces de darnos del mundo externo. Freud puede así definir al psicoanálisis como. . . . Nada más que el descubrimiento del inconsciente de la vida del espíritu.
La relación dinámica entre el inconsciente y la vida consciente es un conflicto, y el psicoanálisis es la ciencia de los conflictos mentales. El dominio del inconsciente se establece en el individuo cuando éste se rehúsa a admitir en su vida consciente una intención o deseo que tiene, y al hacerlo establece en sí mismo una fuerza psíquica opuesta a su propia idea, deseo o intención. Este rechazo de una intención, de un deseo o de una idea, que no obstante, permanece, es la represión. La esencia de la represión es rechazar o mantener algo fuera de la conciencia. Enunciado en términos más generales, la esencia de la represión está en la negativa del ser humano a reconocer la realidad de su naturaleza humana, El hecho de que las intenciones reprimidas permanecen en el individuo es algo que se muestra en los sueños y en los síntomas neuróticos. Estos representan una irrupción del inconsciente en la conciencia, y producen no sólo una imagen pura del inconsciente, sino un compromiso entre los dos sistemas en conflicto, manifestando así la realidad de este último. Dicho de otra manera, el inconsciente es dinámicamente reprimido.
Pero la revolución freudiana no se limita a la hipótesis de una inconsciente vida psíquica en el ser humano junto a su vida consciente. Postula también otra hipótesis decisiva la de que algunas ideas inconscientes en un ser humano no pueden hacerse conscientes por la vía común, porque son negadas y rechazadas enérgicamente por el yo. Desde este punto de vista, puede decirse que Freud construyó toda su teoría psicoanalítica sobre la percepción de la resistencia que ejerce el paciente cuando tratamos de hacerlo consciente de su inconsciente. Cuando le digo a un paciente que él quiere estar enfermo, protesta enérgicamente que es falso, dando como base de su objeción el hecho de que me
El conflicto psíquico que producen los sueños y las neurosis no se engendra en problemas intelectuales, sino en propósitos, deseos y anhelos. Pero, como Freud dice: “Permanecemos en la superficie mientras consideramos solamente los recuerdos y las ideas. Las únicas cosas que valen en la vida psíquica son, acaso, las emociones. Todas las fuerzas psíquicas resultan importantes 17
únicamente por su aptitud de despertar emociones. Las ideas se reprimen sólo porque están ligadas a descargas de emociones que no se manifiestan. Sería más correcto decir que la represión concierne a las emociones, pero éstas no son comprensibles sino por su unión con las ideas.” Si Descartes planteó: “Pienso, luego existo”, Freud hubiera parafraseado a Descartes diciendo: “Deseo, luego existo”.
frustraciones de la realidad no pueden destruir los deseos, que son la esencia de nuestro ser: el inconsciente es el elemento indómito e indestructible del alma humana. El mundo entero puede estar contra él, pero, a pesar de ello, el hombre sostiene el arraigado y apasionado esfuerzo por el logro positivo de la felicidad. El yo, por otra parte (que rehusándose a admitir un deseo en la conciencia, inicia el proceso de la represión) es, por así decirlo, la superficie de nosotros mismos que media entre nuestro verdadero ser interior y la realidad externa. El núcleo del yo es la parte del aparato psíquico que recibe referencias del mundo externo por medio de la percepción, al mismo tiempo, le llega también constante información del ello (mundo interno). Hace una selección de los datos que recibe, y deja pasar a la conciencia aquello que considera conveniente, mientras que elimina los deseos que considera inconvenientes. El yo es, entonces, el órgano de adaptación al medio ambiente, a la sociedad ya la cultura. Por tanto, está gobernado no por el principio del placer, Sino por el del ajustamiento de la realidad, el principio de realidad de Freud. Debido a ello es más apropiado decir que la sociedad impone la represión.
El principio del placer A esta noción del deseo como esencia del hombre se une una definición del deseo como energía dirigida hacia la obtención del placer y la evasión del dolor. Por eso Freud puede decir: “Toda nuestra actividad psíquica tiende a procurar el placer y evitar el dolor (automáticamente regulada por el principio del placer)”.O bien”...es simplemente el principio del placer el que ordena el programa de los propósitos de la vida”. El principio del placer no supone una complicada teoría hedonista ni una teoría particular sobre el placer. Para Freud, el placer es la sensación que el individuo experimenta cuando logra reducir la tensión que causan los instintos arraigados en la estructura biológica del individuo, y que pasan al aparato psíquico en forma de deseo. La naturaleza íntima de esta transformación sigue siendo un misterio para el mundo científico.
Para Freud, el hombre es un animal que se reprime a sí mismo, y que crea cultura o sociedad con ese fin. Incluso, la fórmula de que la sociedad impone la represión presupone un problema en vez de resolverlo, porque si esto sucede y la represión causa la neurosis universal de la humanidad, la consecuencia es que hay un vínculo intrínseco entre la organización social y la neurosis. El hombre, el animal social, es por eso mismo el animal neurótico. O, como lo dice Freud, la superioridad del hombre sobre los demás animales es su capacidad de neurosis, y ésta es simplemente el reverso de su capacidad de desarrollo cultural.
Pero el deseo humano de la felicidad o el placer está en conflicto con el mundo entero. La realidad, la sociedad, obliga a los seres humanos a renunciar al placer. La sociedad frustra el deseo; de esta manera, el principio del placer está en conflicto con el principio de la realidad, y este conflicto es la causa de la represión. Bajo las condiciones de tal represión, la esencia de nuestro ser yace en el inconsciente, y sólo en él reina el supremo principio del placer. Los sueños y los síntomas neuróticos muestran que las 18
a esta defensa responden todos sus mandamientos, organizaciones e instituciones. Estos no tienen tan sólo por objeto efectuar una determinada distribución de los bienes naturales, sino también mantenerla e incluso defender contra los impulsos hostiles de los hombres, los medios existentes para el dominio de la naturaleza y la producción de bienes. Las creaciones de los hombres son fáciles de destruir, y la ciencia y la técnica por ellos edificadas pueden también ser utilizadas para su destrucción.
Neurosis, civilización y cultura Freud llega así a la misma conclusión de Nietzsche (“La enfermedad Llamada hombre”), pero por un camino científico, por el estudio de la neurosis La neurosis es una consecuencia natural de la civilización o de la cultura. Voy a hacer una cita extensa de Freud sobre cultura o sociedad, tomada de El porvenir de una ilusión, para ilustrar con sus propias palabras este tema, y después sacar algunas conclusiones: “La cultura humana, entendiendo por tal todo aquello en que la vida humana ha superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida de los animales, y desdeñando establecer entre los conceptos de cultura y civilización separación alguna; la cultura humana, repetimos, muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un lado, comprende todo el saber y el poder conquistado por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la naturaleza y extraer los bienes naturales con qué satisfacer las necesidades humanas y, por otro, todas las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres entre sí, y muy especialmente la distribución de los bienes naturales alcanzables. Esas dos direcciones de la cultura no son independientes una de otra. En primer lugar, porque el hecho de que los bienes existentes satisfagan los instintos, y el grado en que lo hacen ejercen influencia sobre las relaciones de los hombres entre sí; en segundo, porque también el hombre mismo, individualmente considerado, puede representar un bien natural para otro, en cuanto utiliza su capacidad de trabajo o hace de él su objeto sexual. Pero, además, porque cada individuo es virtualmente un enemigo de la civilización, a pesar de tener que reconocer su general condición humana. Se da, en efecto, el hecho singular de que los hombres, no obstante serles imposible existir en el aislamiento, sienten como un peso intolerable los sacrificios que la civilización les impone para hacer posible la vida en común. Así pues, la cultura ha de ser defendida contra el individuo, y
“Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría contraria a ella, por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y de creación. No resulta pues aventurado suponer que estas dificultades no son inherentes a la esencia misma de la cultura, sino que dependen de las imperfecciones de las formas de cultura desarrolladas hasta ahora... “. . .A mi juicio, ha de contarse con el hecho de que todos los hombres integran tendencias destructoras antisociales y anticulturales y que en un gran número de personas tales tendencias son bastante poderosas para determinar su conducta en la sociedad humana. Este hecho psicológico presenta un sentido decisivo para el enjuiciamiento de la cultura humana. En un principio, pudimos creer que su función principal era el dominio de la naturaleza para la conquista de los bienes vitales, y que los peligros que la amenazan podrían ser evitados por medio de una adecuada distribución de dichos bienes entre los hombres. Mas ahora vemos desplazado el nódulo de la cuestión de lo material a lo anímico. Lo decisivo está en si es posible aminorar, y en qué medida, los sacrificios impuestos a los hombres en cuanto a la renuncia a la satisfacción de sus instintos, conciliarlos con aquéllos que continúan siendo necesarios 19
y compensarles por ellos. El dominio de las masas por una minoría seguirá demostrándose siempre tan imprescindible como la imposición coercitiva de la labor cultural, pues la masas son perezosas e ignorantes, no admiten gustosas la renuncia al instinto, siendo inútiles cuantos argumentos se aduzcan para convencerlas de lo inevitable de tal renuncia, y sus individuos se apoyan unos a otros en la tolerancia de su desenfreno.”
como una neurosis, sino además que las neurosis de los individuos pueden entenderse sólo en el contexto de la historia humana como un todo. En Moisés y la religión monoteísta, Freud escribe: “En la historia de las especies ocurrió algo semejante a los acontecimientos de la vida del individuo. Es decir, que la humanidad, como un todo, pasó a través de un conflicto de naturaleza agresiva y sexual, que dejó en ella huellas permanentes, pero que fue en su mayor parte descartado y olvidado; más tarde, después de un largo período latente, vino de nuevo a la vida y creó fenómenos semejantes, por su estructura y tendencia, a los síntomas neuróticos.”
Si la evolución de la civilización tiene una semejanza tan extraordinaria con el desarrollo de un individuo, y si los mismos métodos se emplean en ambos, ¿no se justificaría el diagnóstico de que muchos sistemas de civilización, o épocas de ella acaso incluso la humanidad entera han llegado a estar “neuróticos” bajo la presión de las tendencias civilizadoras? La disección analítica de estas neurosis podría aportar recomendaciones terapéuticas de gran interés práctico.
Con esta analogía, Freud integra su noción de la “herencia arcaica”. La humanidad es prisionera del pasado en el mismo sentido en que “nuestros pacientes histéricos sufren a causa de reminiscencias” y en que los neuróticos “no pueden escapar de su pasado”. De este modo, la sumisión de todas las culturas a su herencia es una constricción neurótica. Y, recíprocamente, Freud llegó a reconocer que el fondo de las neurosis de los individuos yace en la misma “herencia arcaica”, “huellas en la memoria de las experiencias de generaciones precedentes”, las cuales “pueden sólo entenderse filogenéticamente”. El inconsciente reprimido que produce la neurosis no es individual sino colectivo. Freud se abstiene de adoptar el término de Jung, pero dice: “El contenido del inconsciente, sea corno fuere, es colectivo”. La ontogenia resume la filogenia: cada individuo resume la historia de la raza. En los pocos años de la niñez, “debemos cubrir la enorme distancia que existe entre el desarrollo del hombre primitivo de la edad de piedra y el hombre civilizado de nuestros días”.
La herencia arcaica Una nueva interpretación de la historia humana no sería un apéndice del psicoanálisis, sino una parte integrante del mismo. El hecho empírico que constriñe a Freud a englobar toda la historia humana en el área del psicoanálisis es la aparición, en los sueños y en los síntomas neuróticos, de temas sustancialmente idénticos a los grandes temas —tanto rituales como místicos— de la historia religiosa de la humanidad. El vínculo entre la teoría de las neurosis y la de la historia es la religión, como se hace perfectamente claro en Tótem y tabú, en Moisés y la religión monoteísta y en El porvenir de una ilusión.
De aquí se deduce que la teoría de la neurosis debe abarcar una teoría de la historia y, a su vez, esta tiene que contener una teoría de las neurosis.
Y este vínculo afecta los dos extremos que enlaza. Freud no sólo sostiene que la historia humana puede entenderse únicamente 20
No se puede negar que las primeras obras de Freud, especialmente Tótem y tabú, y otros trabajos, como Moisés y la religión monoteísta, contienen otra línea de pensamiento respecto a la relación entre psicoanálisis e historia, línea que elabora la noción de que la ontogenia resume la filogenia de un modo distinto. El modelo psicoanalítico para comprender la historia no es la neurosis, sino el proceso de desarrollo o, más bien, la madurez que se considera no una vuelta de la neurosis infantil reprimida, sino la superación de ella. De hecho, Freud hace una correlación entre las propias etapas psicosexuales del individuo y las etapas de la historia postuladas por los pensadores avanzados del siglo XIX como Comte y Frazer. Así, en Tótem y tabú dice que la fase animista corresponde al narcisismo, a la vez en tiempo y sustancia; la fase religiosa corresponde a la etapa de la objetivación, en que la dependencia de los padres es superior, mientras que la fase científica corresponde a la madurez, en la cual el individuo, que por ahora ha renunciado al principio del placer y aceptado el de realidad, busca su objeto en el mundo externo.
Religión y psicoanálisis Se piensa vulgarmente que el psicoanálisis rechaza la religión como un sistema erróneo de pensamientos ilusorios. En El porvenir de una ilusión Freud habla de la religión como de una “satisfacción sustitutiva”, siendo ésta una analogía freudiana de la fórmula marxista sobre que “la religión es el opio del pueblo”. Pero, de acuerdo con todas las doctrinas de la represión, las “satisfacciones sustitutivas” (concepto que Freud aplica no sólo a la poesía y a la religión, sino también a los sueños y a los síntomas neuróticos) contiene la verdad: son expresiones deformadas por la represión de los anhelos inmortales del corazón humano. La verdadera concepción psicoanalítica de la religión es la que se adopta en Moisés y la religión monoteísta donde se trata de encontrar en el judaísmo y en el cristianismo la parte de verdad histórica y psicológica. Incluso Karl Marx, en el mismo fragmento donde aparece la conocida fórmula “el opio del pueblo”, habla de la religión como de “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo despiadado”. Pero Marx, que carece del concepto de represión y del de inconsciente (es decir, que no está preparado para reconocer el misterio del corazón humano), no pudo proseguir la línea de pensamiento implícita en su propio epigrama. Mientras que el psicoanálisis sí está preparado para estudiar el misterio del corazón humano, y debe reconocer que la religión es el corazón del misterio. El psicoanálisis puede ir más allá de la religión sólo si se ve a sí mismo como un complemento de lo que la religión trata de realizar, particularmente, hacer consciente el inconsciente, o, dicho de otra manera, descubrir la verdad sobre el misterio.
Esta línea de pensamiento en Freud es un residuo del optimismo y del racionalismo del siglo XIX; en ella la historia no es un proceso para convertir al ser humano en un enfermo, sino en un sabio. Estamos viviendo una etapa de la historia en la cual la tecnología científica ha proporcionado al animal humano suficiente energía para destruir toda la vida en el planeta, para hacer que éste desaparezca. Por otro lado, el psicoanálisis nos proporciona información sobre la naturaleza inconsciente del ser humano, al que le “sobran ganas” de hacerlo. Sería irresponsable de nuestra parte ignorar estos hechos y no tratar de tomar medidas para evitar el posible exterminio de la vida humana sobre la Tierra. La pregunta 21
Una visión del psicoanálisis
que debemos hacernos es si basándonos en la teoría psicoanalítica podríamos encontrar un remedio para que nuestra sociedad no llegara a destruirse. Cuando planteamos el problema tan crudamente, muchas personas piensan que exageramos los peligros de la destrucción total de la especie humana por el ser humano. Pero aquí la teoría psicoanalítica viene en nuestra ayuda y explica qué esta actitud se debe a que normalmente reprimimos la idea de nuestra propia muerte (“siempre muere el otro, pero nunca yo”). Sin embargo, la extinción total de la humanidad es por fin una posibilidad práctica. En este momento de la historia, quienes aman el instinto de la vida tienen el deber de advertir que la victoria de la muerte no es absolutamente imposible. El malvado instinto de la muerte puede soltar suficientes bombas atómicas (que están acumuladas en manos de líderes de cuando menos cinco potencias) para destruir todo vestigio de vida. Es obvio que si la experiencia humana no logra obtener una perfección, se destruirá a sí misma, como lo hizo el dinosaurio.
POR FERNANDO CESARMAN El psicoanálisis ha transformado la manera de pensar del hombre, su forma de ver el mundo y de verse a sí mismo, y le ha proporcionado esquemas útiles para comprender los elementos de su conducta.
La destrucción total y el paso a nuevas condiciones de orden cultural, como posibilidades contradictorias que permiten la existencia de un ser humano más libre y más capaz de ejercer su razón, son características del siglo XX; período que ha sido definitivamente marcado por los descubrimientos del psicoanálisis. Quienes hemos vivido en este siglo, a diferencia d aquellos que nos antecedieron, sabemos ya que las cadenas que en ocasiones nos atan no son del orden sobrenatural ni sólo exteriores a nuestra propia persona. Conflictos internos coartan nuestra libertad y nos impiden llevar a cabo lo que el mismo desarrollo social pudiera pedirnos. Cierto que nuestra civilización, basada en miedos y deseos que son parte de la historia, ha erigido instituciones que nos oprimen y en ocasiones llegan a bloquear nuestro crecimiento; pero también es cierto que nuestras propias angustias y conflictos pueden encerrarnos en ciclos obsesivos o llevarnos, inclusive, a nuestra propia destrucción.
No quiero terminar el artículo con una advertencia que parezca amenaza. Quisiera poder sugerir una solución, aunque no fuera la apropiada, pero de la cual se pudiera partir para forjar un remedio adecuado, en lugar de plantear el problema para ustedes, excluyéndome. Desgraciadamente no tengo otra solución que la de aconsejar que nos concentremos más en el problema, y que tratemos de buscarle un remedio. De todo lo escrito antes se deduce que la solución debe florecer en la sociedad humana; ahí es donde tenemos que producir los cambios fundamentales, para suprimir la represión, dar satisfacción a los instintos sexuales, y derivar el instinto de muerte en tal forma que destruya lo nocivo para el ser humano en lugar de destruirlo a él. Cómo hacerlo, es la tarea del futuro. ¡A trabajar!
El momento histórico que atravesamos es uno de los más difíciles y peligrosos que ha vivido el ser humano. Por primera vez en la historia tenemos los instrumentos para acabar con la vida de nuestra especie, y la violencia y la agresividad se incrementan día con día. Sin embargo, potencialmente poseemos todo lo necesario para conducir al hombre a un mundo mejor, para controlar los elementos agresivos de la conducta. Aunque la decisión crucial no puede ser tomada individualmente, a todos aquellos que por uno u 22
otro motivo nos encontramos en la parte alta de la pirámide económica y cultural, nos corresponde contribuir a la decisión de canalizar positivamente los impulsos agresivos, de acuerdo con las necesidades del hombre y su medio.
especie. Además, cada objetivo que trasciende ayuda a activar los mecanismos sociales e históricos que pueden influir en numerosos grupos y en toda la humanidad. Es así que conceptos descubiertos por el psicoanálisis, tales como el de la represión, han cambiado la cosmovisión de los hombres en el curso de este siglo. ¿Qué diferencia existe entre épocas antiguas cuando los seres humanos confundían la vigilia con los sueños, y a estos con presagios divinos o augurios funestos; y la moderna, en que el hombre puede encontrar las claves para escapar de su neurosis en los recuerdos de sus sueños?
En 1895 se publicó el primer libro de psicoanálisis, Estudio sobre la histeria, de Breuer y Freud, menos de un siglo después esta ciencia posee ya los medios suficientes para comprender y analizar las causas de la agresividad individual y de grupo. Se trata ahora de saber si ese instrumental y esa técnica podrán influir en los grupos humanos para disminuir la violencia y la agresión, sin por ello caer en la supresión de impulsos que pudiera entrañar un nueva amenaza a en nuestra resistencia biológica.
Edipo, libido, inconsciente, son términos ampliamente utilizados hoy en día. Dramas, cine, novelas, poesía, pintura, se encuentran saturados, y a veces no intencionalmente como lo hizo el surrealismo, de elementos inconscientes. La influencia de estos elementos en la opinión pública va más allá de la moda pasajera, en la que todos utilizan el lenguaje psicoanalítico, e inclusive aprenden juegos psicoanalíticos, que son indistintamente discutidos en reuniones, diálogos y encuentros. En otras palabras: el psicoanálisis ha influido poderosamente en la manera de pensar del hombre moderno, y ha cambiado tanto la forma en que éste mira el mundo como la manera de verse a sí mismo.
Hasta ahora el psicoanálisis parece haberse limitado a la solución d conflictos individuales. Es cierto que el bienestar de un padre de familia de un líder político o de un empresario puede beneficiar a la esposa y los hijos, a los gobernados o a los obreros que rodean a aquéllos. Pero ¿valen la pena tantas horas dedicadas a un sólo paciente? ¿No es esto un lujo inmoral que justifica el ataque de elitista que se le hace al psicoanálisis? Podría decirse que esta terapéutica beneficia a individuos suma mente valiosos, a los que capacita para desarrollar cualidades que influirán sobre una gran capa de la población. Está comprobado estadísticamente que no se trata al rico ocioso, sino al paciente con potencialidad creativa. No obstante, este tipo d justificación no basta, no puede bastarnos a quienes estamos convencidos de que sólo una moral colectiva puede salvarnos. Sin embargo, tenemos que reconocer que cada resolución de un disturbio psíquico beneficia a una serie de generaciones, y que cada descubrimiento particular sobre la problemática de la condición humana, en la medida en que toca ciertas claves esenciales, contribuye al conocimiento general de la
El descubrimiento hecho por Freud es uno de los mayores logros en la historia de la humanidad, y ha influido en ella igual que lo han hecho hallazgos tales como el del monoteísmo, el de Darwin o el de Copérnico. Poco importa que haya sido Moisés el creador del monoteísmo, o que simplemente Moisés o algún otro individuo hayan recogido lo que se encontraba maduro en el espíritu de los hombres por una determinada necesidad histórica; lo importante, lo definitivo, fue el monoteísmo y su conceptualización en la mente humana. Que Darwin, Copérnico, Freud, o cualquier otro individuo 23
hayan podido descubrir las claves de lo que pudo estar ya en el ambiente de la época, es lo que importa. Y tal como el monoteísmo o la idea del mal influyeron en nosotros y nos determinaron durante más de veinte siglos, descubrir nuestro pasado animal, saber que nuestra Tierra no es más que otro planeta en un universo infinito, y conocer que nuestra conducta obedece ordinariamente a conflictos internos, a impulsos, a represiones no resueltas y al inconsciente es algo que cambia de una manera definitiva nuestra cosmovisión.
El analista, gracias a la observación y comprensión de los casos particulares, posee la técnica y el instrumental necesarios para entender y revalorar el nuevo orden social que vivimos. Contar con los medios para hacer una penetración en los insights de la sociedad, nos da la esperanza de que el psicoanalista se comprometa activamente en la lucha del hombre por su supervivencia, y de que su influencia sea interpretada de una manera más profesional por las futuras generaciones. Esto no significa que el analista deje a sus pacientes individuales, sino que debe procurar que sus investigaciones y descubrimientos afecten otras capas de la población, y entretejan su método con el de otras ciencias en la medida en que influya en ellas y reciba su influencia.
El psicoanálisis es una ciencia joven. Sus descubrimientos no han sido aún asimilados por todos los seres humanos. Esto no puede sorprendernos si pensamos que todavía un gran sector de la población se niega a aceptar que descendemos de especies animales inferiores, y que si bien todos aceptan que la Tierra no es el único planeta y que no fue creado para exclusiva satisfacción del hombre, éste sigue conduciéndose como si la Tierra ‘fuera infinita, inagotable y estuviera a su servicio eternamente. Llevar a sus últimas consecuencias los descubrimientos hechos por Freud, asimilarlos a la conducta humana general, profundizarlos y extenderlos, es labor de muchos años. Los primeros pasos están dados, pero todavía faltan otros no menos importantes que pueden cambiar la faz humana, el comportamiento general y nuestra condición misma; cambio que se dará en la medida en que, al paso de los años, asimilemos, entendamos, apliquemos y extendamos el conocimiento psicoanalítico.
Ciencias como la sociología, la política, la criminología o la historia, tomaron elementos del psicoanálisis que les han permitido alcanzar ciertos éxitos o aclarar puntos oscuros en sus investigaciones. Las diversas actividades artísticas también han tomado prestado el método psicoanalítico para crear obras y escuelas. El psicoanálisis ha revolucionado ciencias y ha hecho cambiar toda la manera de pensar del hombre, ya que ha provisto a éste de un nuevo instrumento para llegar a las capas más profundas de la mente, y de una técnica con la que puede poner de relieve algunos disturbios psíquicos. Además, el conocimiento de ciertos conceptos en sí ha cambiado la cosmovisión humana. A pesar de ello, el territorio tocado por el psicoanalista es todavía pequeño y sus consecuencias podrán verse en el futuro que el género humano alcance, entre otras cosas, gracias a la influencia benéfica que el análisis puede tener en la supervivencia de la especie.
Así como el cirujano no puede atender simultáneamente a un grupo de pacientes, el psicoanalista debe seguir a solas con su analizado; sin embargo, el descubrimiento de un médico beneficia a grandes grupos y la solución de un conflicto psíquico también resulta provechosa a otras generaciones.
Si en la antigüedad o en épocas más recientes, la agresividad animal era indispensable para la supervivencia de la especie, ahora se ha constituido en su peor amenaza. La agresividad ya no está 24
dirigida al servicio de la autoconservación, sino que se encuentra satisfaciendo necesidades, como puede ser la acumulación. Saber cuál es el destino de los impulsos agresivos es parte de la tarea que corresponde al analista, y éste habrá de encontrar la respuesta a través de cada paciente liberado de sus inhibiciones y descargado de su agresividad, así como por medio de cada nuevo insights psicológico incorporado al conocimiento científico general.
explotar métodos irracionales y a utilizar el carisma de la omnipotencia arcaica; en cambio, la conexión con nuestros aspectos arcaicos que da una certeza dogmática a las opiniones y ejerce un efecto hipnótico sobre la masa por el deseo de fundirse con una figura omnisciente, ha sido corrientemente manejada por líderes mesiánicos que han utilizado la agresión como símbolo de unidad, y en nombre de la prepotencia de un grupo determinado.
El hombre moderno se siente abrumado por las cargas de la sociedad actual. Las viejas estructuras le pesan y cortan su libertad. Sus propios cambios lo han llevado a erigir un principio de nuevo orden social, y éste le exige adaptación y una revaloración. El hombre atraviesa por una situación peligrosa, y el mismo sentimiento de peligro puede llevarlo a reaccionar irracionalmente. Forzado a responder a la contradicción que vive el siglo, no conoce otra manera que la agresión. La otredad lo asusta y prefiere arriesgar la destrucción total a soportar la carga que se le exige de tolerancia y renunciación a sus demandas de satisfacción. Por ello es necesario prepararse, y el psicoanálisis nos provee del método adecuado de comprensión de la conducta para el momento en que una situación extrema dé lugar a la última posibilidad de la razón. Nos encontramos en una balanza, en uno de cuyos extremos está el peso del impulso que nos conduce a la destrucción y, en el otro, el de la razón y la supervivencia.
El psicoanálisis nos ha dado el encuadre más útil para comprender la conducta humana y, desde este ámbito, intenta evaluar lo racional‐ irracional de nuestro pensamiento y nuestra conducta, para poder vincular los sucesos históricos con la fuente que se inicia en el suceder intrapsíquico del hombre.
El ejercicio de la libertad y la razón o de la libertad de la razón es la puerta que puede contribuir a salvarnos. No quiero hablar de ese otro concepto tradicional que opone la razón a lo irracional. Sabemos que elementos irracionales, tales como la pasión, son parte de la integridad del hombre y de su orden biológico esencial. Quizá sea un viejo prejuicio más el hecho de que personas racionales, o que llamamos racionales, se nieguen a
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En torno al pensamiento de Sigmund Freud
En este sentido, tratar de exponer el pensamiento freudiano en unas pocas páginas es un empeño al que, por imposible, se renuncia de antemano; ya que su influencia en la cultura contemporánea (más allá de sus aportaciones a la medicina, en lo general, y a la psiquiatría en lo particular) abarca campos tan amplios y dispares como son la pedagogía, la plástica, la antropología, la historia, la sociología, la lingüística, la religión, el cine, la literatura, la epistemología, etcétera. Así las cosas, tendremos que circunscribirnos, por el momento, al señalamiento de algunos de los pasos fundamentales en la evolución de su pensamiento, a partir de los que pudieron fincarse las estructuraciones de los desarrollos posteriores.
en cuenta el doble venero conceptual —por lo menos desde el punto de vista estrictamente médico— que sustentó al descubridor del psicoanálisis. Como es de todos sabido, Freud tuvo un primer punto de partida en las investigaciones en torno a la hipnosis, de las que tuvo oportunidad de obtener información de primera mano, tanto en las famosas “lecciones” de Charcot en la Salpétriére, como de Bernheim y Liebault en la escuela de Nancy. Sin embargo, no hay que olvidar que también abrevó por muchos años en las disciplinas de la neurofisiología, al lado de sus maestros Brucke, Meynert y Exner, con los que colaboró durante largo tiempo. De hecho, el “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895), obra de abundantes esbozos que desarrollaría posteriormente, constituye un intento inicial de conciliación de ambas fuentes Con estos antecedentes formativos, el maestro vienés se lanza al estudio y tratamiento de sus pacientes llamados “nerviosos”. Al principio de su aventura por el laberinto de la mente humana, trabaja en estrecha colaboración con su amigo J. Reuer y es guiado por él, situación que culmina con los Estudios sobre la histeria (1893‐ 1895), en los que establecen el desarrollo del que se llamó “método catártico”, es decir, una concepción terapéutica basada en el supuesto de que el enfermo mental sufre de “reminiscencias”, esto es, hechos traumáticos del pasado que, al ser sacados a la luz de la conciencia (catarsis), liberarán al paciente de sus dolencias. Sin embargo, al poco tiempo Freud se independiza, y el sustituir la hipnosis por la técnica de las asociaciones libres —la verbalización de todo lo que pasa por la mente sin ejercer ningún tipo de censura, ni de prioridad o importancia en el contenido de los pensamientos— inicia el estudio formal, no sólo de la psicopatología, sino de la psicología profunda.
Y para poder comprender un poco más de cerca el camino recorrido por Freud en el curso de sus investigaciones, es útil tener
En esta forma, nos encontramos con que una de las primeras aportaciones de Freud reside en el hecho mismo de su
POR JUAN VIVES ‘El filósofo contemporáneo encuentra a Freud en los mismos parajes que a Nietzsche y a Marx; los tres se erigen delante de él como los protagonistas de la sospecha, los que arrancan las máscaras “P. Ricoeur: Hermenéutica y psicoanálisis.
Pocos pensadores gozan del privilegio —terrible— de ser los protagonistas y promotores de una revolución en el ámbito del proceso del conocimiento universal. Sembradores de tempestades que trastornan el santo orden establecido, tienen la rara fortuna de ser el blanco de las más enconadas críticas y objeto del más irracional de los endiosamientos. Al mismo tiempo, y tal vez por razones similares, padecen la desventura de ser poco leídos y peor comprendidos. Y Sigmund Freud (1856‐1939) pertenece a esta categoría de hombres.
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metodología —la metodología psicoanalítica—, que permite un nuevo enfoque científico en el análisis del psiquismo humano, basado en el estudio de las comunicaciones del paciente, con una actitud acrítica en donde todo el material deviene igualmente significativo. Con este nuevo instrumento, al cabo de un tiempo, Freud comenzó a darse cuenta de que las diferentes manifestaciones sintomatológicas de sus pacientes, más allá de su apariencia irracional y absurda, tenían un sentido definido y claro, una lógica interna comprensible y primordialmente, una función económica y dinámica en el mantenimiento de la homeostasis psíquica. En este momento, la ciencia que hace del hombre su objeto de estudio se había enriquecido con el descubrimiento de mayor importancia acerca del hombre mismo, a saber, la existencia de un inconsciente dinámico que, aparte de venir a desterrar para siempre los postulados de la psicología académica de su tiempo, vino a enseñarnos que la conducta humana está motivada por fuerzas irracionales (inconscientes), infligiendo así una profunda herida al narcisismo humano y sus pretensiones de libre autodeterminación consciente de sus actos y pensamientos. Ha sido tal la importancia del hallazgo, que en la actualidad prácticamente no existe disciplina en torno al estudio del hombre que no tenga en cuenta al inconsciente: una estructura dinámica, actuante, con características y leyes propias, como son la atemporalidad, la movilidad de sus cargas energéticas, los mecanismos de condensación y desplazamiento, la no contradicción de los contrarios y la simbolización; estructura que (esto determina su gran trascendencia) motiva la formación de los sueños, de los actos fallidos y sintomáticos, la aparición de los síntomas neuróticos, psicóticos y psicosomáticos, de las constelaciones caracterológicas, de la conducta llamada normal y de los procesos creativos, tanto en el arte como en la ciencia.
A partir de este descubrimiento básico, Freud se fue adentrando cada vez más en la localización y estudio de los impulsos fundamentales provenientes de esta región dislocada del nivel de advertencia consciente del hombre; fuerzas que lo impulsan y motivan, fuerzas instintivas que en su interacción con la realidad externa promueven el desarrollo del yo, de la capacidad de pensamiento y de la capacidad simbólica; además de que condicionan la emergencia del conflicto intrapsíquico (conflicto que se estructura entre dichos impulsos instintivos que exigen satisfacción inmediata) conforme al principio del displacer‐placer, y del mundo externo (en los primeros estadios evolutivos). O sus representantes yóicos (en fases más avanzadas del desarrollo), en el que impera el principio de la realidad. Así, Freud formula su primera teoría de los instintos, en la que nos advierte del papel preponderante de la sexualidad en la conducta humana y su importancia en el desarrollo del niño en sus años formativos. Después de observaciones clínicas acuciosas, en las que rescata la importancia de los impulsos agresivos, Freud modifica esta teoría y hace una nueva formulación de ella en la que establece la existencia de dos fuerzas instintivas básicas: Eros y Thanatos. En esta forma, el autor de Más allá del principio del placer (1920) sienta las bases de la llamada metapsicología psicoanalítica, con sus cinco puntos de vista interdependientes entre sí: 1) El enfoque topográfico, que establece la existencia de tres sistemas con diferente nivel de advertencia, denominados consciente, preconsciente e inconsciente. 2) El punto de vista genético‐histórico, en el que se establece la línea evolutiva del desarrollo del impulso libidinal que se organiza secuencialmente alrededor de zonas corporales específicas: oral, anal, fálica, y en el adulto, la convergencia de todas las anteriores en la primacía genital, y cuya 27
maduración determina las vicisitudes de las elecciones objétales durante el ya clásico complejo de Edipo (y su correlato inseparable: la ansiedad de castración). 3) El estructural, que postula una organización funcional del aparato psíquico en tres partes denominadas: ello, yo y superyó. 4) El enfoque económico, que establece la existencia de una energía psíquica, su intensidad y las peculiaridades de su distribución entre las diferentes estructuras para mantener la homeostasis interna, y 5) El punto de vista dinámico, en el que se establecen las bases del inter‐juego pulsional en el psiquismo de dichos montantes de energía.
terapéutico, como son: la atención flotante en el terapeuta; el estudio de los sueños; la transferencia y su correlato en el psicoanalista: la contratransferencia; los conceptos de resistencia y de mecanismos de defensa; el beneficio primario y secundario de la enfermedad; el establecimiento, curso y resolución de la neurosis y psicosis de transferencia, y la elaboración. Por su parte, la interpretación al establecer las correlaciones entre la historia y la conducta presente en el aquí, ahora y conmigo de la relación terapéutica, se constituye en el instrumento mutativo por excelencia.
Una consecuencia inmediata de este tipo de hallazgos consiste en el hecho de que el “loco”, visto por la psiquiatría tradicional como ese entre ilógico, aberrante e ininteligible, deja de ser un monstruo para transformarse en una persona necesitada de ayuda y comprensión pero, primordialmente, necesitada de un interlocutor capaz de desentrañar el significado y la utilidad de sus “síntomas”. Freud, al instituir un nuevo y revolucionario método de investigación, expande, más allá de cualquier frontera imaginable por sus antecesores el conocimiento que el hombre puede llegar a adquirir acerca de sí mismo, de su enfermedad, de sus motivaciones, del proceso de su pensamiento, de sus emociones y de sus conflictos. Por otra parte, y como un fruto paralelo a esta enorme aplicación del campo epistemológico, el descubridor de la simbología del proceso onírico, establece un nuevo método de tratamiento de las enfermedades mentales: el psicoanálisis como instrumento terapéutico.
Por otra parte, al lado de estas investigaciones fundamentales concernientes a la exploración y tratamiento de las enfermedades mentales (Cuyos registros quedaron en una serie de escritos sobre técnica, principalmente en los cinco historiales clínicos: “El hombre de los lobos”, “Dora”, “Juanito”, “El hombre de las ratas “y “El caso Schreber”), y paralelamente a sus estudios acerca de las motivaciones y fuerzas básicas del hombre, Freud logró importantes hallazgos en la localización de las vicisitudes y dinámica de los instintos eróticos y destructivos. Además, Freud quiso incursionar en otro polo (aparentemente opuesto al biológico, sobre lo cual nos habla en sus trabajos acerca de los impulsos instintivos) para explorar también algunas de las más altas adquisiciones y desarrollos del hombre en el campo de la civilización, la cultura y el arte, intentando establecer así su génesis y su evolución. En esta forma Freud, partiendo del concepto de sublimación que esboza en los Tres ensayos para una teoría sexual (1905), se aventura en el estudio de diversas producciones artísticas como la obra de Leonardo de Vinci, el Moisés de Miguel Ángel en la plástica; así como la Gradiva de W. Jensen, narraciones de Goethe, Dostoievski y Hoffmann, en la literatura; amén de multitud de comentarios breves acerca de incontables manifestaciones en el
Curiosamente, el pilar fundamental de la teoría de la técnica psicoanalítica coincide con el de la metodología de la investigación: las asociaciones libres de los pacientes. Esto sea dicho sin restar importancia a los demás determinantes esenciales del proceso 28
campo de la estética. En forma similar, sus aportaciones al estudio de la cultura, de la que fue un intérprete especialmente penetrante y lúcido, quedaron en obras de importancia tales como Tótem y tabú (1912‐ 1913), El porqué de la guerra (1932), El malestar en la cultura (1929) y Psicología de las masas y análisis del yo (1920 1921). En esta última obra Freud nos lleva de la mano por el análisis de ciertas instituciones sociales como el ejército y la iglesia. El tema de la Iglesia lo retoma posteriormente en su agudo enfoque sobre la religión, que plasmará en El porvenir de una ilusión (1927); más tarde, hacia el final de su vida, perseguido por los nazis y refugiado en Inglaterra, abordará nuevamente el asunto con el estudio sobre Moisés y la religión monoteísta (1938), héroe que nunca pudo ver la tierra prometida hacia la que encaminaba a su pueblo, y con el que Freud se identificaba profundamente.
POR ANGELICA PRIETO Hay corrientes derivadas de la obra de Freud que datan de diferentes épocas. Podríamos decir que el pensamiento analítico pasa por una primera etapa en la cual Freud trabaja prácticamente en la más absoluta soledad, tanto desde el punto de vista de trabajos con colegas como por lo que se refiere a participación universitaria o académica. A ésta él mismo le llama “período de aislamiento”. Más tarde, en vida de Freud, se inicia un auge importante del psicoanálisis y éste empieza a ser aceptado en centros tradicionales. Entonces surgen varias corrientes que podríamos llamar de disidencia con respecto al pensamiento freudiano ortodoxo.
Finalmente, no quisiera terminar este brevísimo —e incompleto— esbozo, sin antes mencionar otra más de las grandes contribuciones de Freud al pensamiento científico, aportación que sólo es perceptible para quien se toma el trabajo de estudiar su obra, así como la evolución de su pensamiento y la acuciosidad de sus investigaciones clínicas. Se trata de que Sigmund Freud (el menos “ortodoxo” de todos los psicoanalistas) dejó firmemente establecido, a lo largo de su arduo camino de investigador, un parámetro científico de la más alta calidad, aunque de difícil ejecución: la honestidad científica; honestidad que hace extensiva a toda su obra partiendo desde los primeros y difíciles tiempos de su autoanálisis. Esto es lo que lo lleva a una constante revisión, cuestionamiento, verificación, rectificación y autocrítica de los diferentes postulados por él descubiertos, basando siempre sus conclusiones, deducciones e inferencias en la atenta observación y estudio de sus pacientes. Es así como Freud y sus más cercanos colaboradores se aventuraron a instaurar la sospecha a través de la cual pudieron arrancar las máscaras.
Las escuelas tempranas Algunas de las más tempranas escuelas que mejor se conocen son: 1) la jungiana, la cual se formó alrededor del grupo de Zúrich. Karl Gustav Jung, con el simbolismo, el inconsciente colectivo, etcétera, crea una corriente de pensamiento más bien teórica, y 2) la de Alfred Adler, que surgió como una pequeña disidencia. Adler le da gran importancia a todo lo que llamó la minusvalía orgánica, el complejo de inferioridad, el de superioridad, etcétera. Ambas tienen un auge muy transitorio y, si fueron muy importantes en su tiempo al grado de causar polémica, han dejado prácticamente de tener existencia en la actualidad. Surgen otras disidencias, algunas importantes y significativas, como la de Wilhelm Reich, que destaca porque introduce en Los programas de técnicas algunas nuevas variables 29
Derivaciones del psicoanálisis
que siguen teniendo validez en la actualidad, a pesar de que el propio Reich haya terminado su vida en una forma dramática. También hubo disidencias de corrientes y técnica analítica durante la vida de Freud, con la escuela de Sandor Ferenczi, q marco aspectos muy novedosos.
representando las características buenas y malas del pecho, ya sea gratificador o frustrante. Desde el punto de vista técnico, tanto Freud como una gran parte de sus seguidores clásicos (entre otros Fenichel) señalaban que la interpretación debería ir de la defensa al contenido, es decir: trabajar primero con los elementos que protegen la emergencia del impulso, para después poder Interpretar la característica de dicho impulso. En la técnica kleineana se considera que el impulso y la interpretación tienen características de profundidad desde el inicio mismo del tratamiento. La escuela de Melanie Klein ha determinado que se recomienden análisis muy tempranos de niños, aun antes del año de edad, empleando la técnica de juego cuyos elementos sirven para interpretar la conducta del niño. Esta técnica kleineana se ha desarrollado fundamentalmente en Londres, junto con las escuelas clásicas representadas por Strachey, Ana Freud y Jones. Estos autores son tan clásicos que, justamente los dos primeros fueron quienes elaboraron la edición oficial de la obra de Freud, la Standard Edition, publicada por Hogarth Press.
Otras corrientes psicoanalíticas Una corriente significativa e importante del pensamiento freudiano estuvo encabezada por Karl Abrahán quien describió por primera vez fase denominada sádico‐anal de evolución sexual. El pensamiento de Karl Abraham tiene como continuadora fundamental a Melanie Klein quien, por otra parte, se analizó con el propio Abraham. Melanie Klein introduce y subraya la importancia de los estadíos anteriores a la formación de la situación edípica triangular. Es más, Klein considera, a diferencia de Freud, que el súper yo no es simplemente heredero del complejo de Edipo, sino que sus raíces se remontan a y proceden de las primeras fases de la organización genital llegando a plantear que existe un súper yo arcaico derivado de las tempranas relaciones de objeto. Por otra parte, Melanie Klein introduce conceptos tales como los de pecho bueno y pecho malo, que son la incorporación de estos objetos parciales (no es la madre en su totalidad sino sólo un objeto parcial: el pecho, con características frustrantes, en cuyo caso se habla de pecho malo). Esto que aparece como una gran novedad, ya había sido más o menos previsto por los griegos: en la Orestíada de Esquilo (en Orestes, segunda parte de la trilogía) se encuentran bien definidas dichas características, cuando en un premonitorio de la venganza que va a recibir Clitemnestra por parte de Orestes, ella se ve amamantando a un reptil; el pecho de Clitemnestra en un primer momento emana leche, y en un segundo momento coágulos de sangre. Tal parece que en una forma plástica la tragedia griega está
La corriente kleineana en el continente americano se ha desarrollado fundamentalmente en las escuelas psicoanalíticas del cono sur: Argentina, Uruguay y Chile, a diferencia de lo que acontece en el hemisferio norte, en el cual las principales corrientes parten de la clásica, con la gran cantidad de aportaciones que ha brindado todo lo ulteriormente desarrollado en la psicología del yo. Podríamos decir, haciendo analogía con una frase de Rapaport (el cual trata de señalar las características negativas de la escuela de Klein), que la escuela del hemisferio norte del continente americano se centra primordialmente en la psicología del yo, a diferencia de lo que acontece en el cono sur, donde se trata del el ello. De esta manera, en México prevalecen las corrientes clásicas de la psicología 30
del yo que hace sus interpretaciones de la superficie a la profundidad, toma en cuenta la defensa antes que el impulso, y se basa en el principio de las interpretaciones profundas. No obstante, existe un grupo de psicoanalistas mexicanos, sin ser la tendencia principal del movimiento, que siguen las corrientes técnicas de Melanie Klein.
cursos de entrenamiento y de especialización. Esto hizo que surgieran otras escuelas como la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica, que ofrece capacitación seria y formal sólo a médicos sino también a psicólogos. México ha sido también el reflejo, en varias ocasiones, de algunos de los acontecimientos en las líneas de desarrollo del pensamiento freudiano. En virtud de la necesidad y debido a la selección elitista de los pacientes (dado que el tratamiento analítico es muy caro), en todo el mundo se intentó buscar formas de tratamiento menos costosas, que de otra manera dieran un beneficio a un mayor número de personas. Surgió entonces como una línea de desarrollo del pensamiento analítico ortodoxo, la psicoterapia analítica de grupo, en la que participan simultáneamente de ocho a diez pacientes. Esto dio origen en México a la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo, como una tercera asociación que proporciona entrenamiento formal, serio y sólido, y que capacita fundamentalmente a psicoterapeutas cuya área es el trabajo grupal.
Grupos psicoanalíticos mexicanos Después de la muerte de Freud, el psicoanálisis, como todo cuerpo de doctrina científica, ha ido creciendo y tomando elementos técnicos nuevos. Existen aportes muy significativos por parte de analistas connotados, así como de otros sin tanta significación. En la actualidad los psicoanalistas estamos agrupados alrededor de nuestras asociaciones locales. En América del Sur, las sociedades argentina, colombiana, etcétera; y en el hemisferio norte: la Sociedad Psicoanalítica Mexicana. Estas asociaciones locales se agrupan en una sola asociación internacional que reúne a todos los psicoanalistas con capacitación y formación académica debidamente autorizadas. Algunas líneas de pensamiento han sido muy efímeras, pero polémicas en su momento. Inclusive en México, ciertas escuelas como la de Adler o la de Jung fueron significativas, pero no pasaron de ser circunstanciales y sin trascendencia. La importancia de Fromm en México, quien tuvo auge en un momento determinado, se ha ido extinguiendo paulatinamente y ha dejado de tener significación.
Otras líneas de pensamiento se han desarrollado tratando de fusionar las grandes transformaciones del pensamiento de nuestro tiempo; asimilando ideas del marxismo, del estudio sobre la conducta animal, o de la etología. Así surgió en Europa, por ejemplo, el Círculo de Viena, encabezado por Igor Caruso, quien practica un psicoanálisis que, por un lado, mantiene los puntos de vista psicológicos en su forma original y los integra en el proceso del tratamiento y, por otro, incluye en su sistema de pensamiento aspectos marxistas de cambio social, histórico y económico. Esta tendencia también comprende, por la influencia de Conrad Lorenz, el estudio de la conducta animal y la extrapolación de ésta a la
La Asociación Psicoanalítica Mexicana, por sus características, exige a sus miembros ciertos requisitos curriculares, por ejemplo: el haber cursado la carrera de medicina, lo cual excluye la posibilidad de que otros profesionales, como el psicólogo, reciban 31
conducta humana. El Círculo de Viena tiene una filial aquí en el Círculo de México.
digamos escolar sino vulgar de la gente de clase media o de muy mediana cultura, el “cuéntame tu vida”, “el séptimo velo” y todos esos conceptos, se han transformado en una materia cotidiana, de coloquio.
En términos generales, estos cuatro organismos existentes en México ‐la Asociación Psicoanalítica Mexicana, que representa las líneas fundamentalmente ortodoxas; la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica, que dio cabida a profesionales no médicos; la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo, que incluyó el aspecto de la terapia grupal, y el Círculo de México con conceptos etológicos y económicos— son los grupos fundamentales de la psicoterapia tanto en México como en el mundo.
Actualmente en casi todas las escuelas hay consejeros psicológicos cuya función es múltiple: desde la selección de los alumnos, con objeto de evitar la aceptación de muchachos ó de niños que pudieran ser elementos perturbadores para el proceso de aprendizaje, hasta la resolución de los problemas que se suscitan en un grupo. Esto ha aumentado en gran manera el campo de la acción del psicólogo.
Tipos de terapias
Otros dos tipos de terapia que también se derivan de la psicoterapia analítica son: 1) la familiar, que trata la problemática de una familia en interacción, y 2) la operacional o situación vivencial, en la que un grupo de individuos que tienen una misión en común funciona con las vivencias que se suscitan en la interacción, como puede ser entre los obreros de una fábrica, en las relaciones entre ejecutivos o entre estudiantes.
Corno ya se dijo, el pensamiento psicoanalítico se ha desarrollado en sus concepciones teóricas y se ha enriquecido paulatinamente, pues no es un cuerpo de doctrina estática. Además, ha tenido una enorme extensión en cuanto a las estrategias para su aplicación. La comprensión de la conducta en la infancia ha sido una de las grandes aportaciones del psicoanálisis. Más que como terapia en sí, su importancia radica en que, entre otras cosas, ha impregnado la pedagogía, es decir, la manera de proceder de los maestros con los alumnos. Si se comparan los tipos de educación de finales de siglo pasado con los actuales en la relación maestro‐alumno, maestro‐ padre, etcétera, se ve que la pedagogía está tomando muy en cuenta, más que los aspectos simplemente formales del conocimiento, factores muy importantes de adquisición de una capacidad para establecer relaciones interpersonales. Esto se ha dado como una influencia no manifiesta, lo cual no quiere decir que no haya sido muy importante. Inclusive en el conocimiento, ya no
Por otra parte, cabe mencionar que la medicina había sido muy reacia en aceptar dentro de su cuerpo de doctrina las influencias psicológicas, y esto desde Mesmer y Charcot hasta Freud y sus continuadores. Los cuerpos de especialidad de los hospitales generales han sido raquíticos y no por falta de profesionistas que se dediquen a resolver los problemas psicológicos, sino por la gran renuencia del cuerpo médico en aceptar la injerencia de nuevas disciplinas. Sin embargo, la psicología con corte analítico se ha introducido como algo muy importante en la Escuela de Medicina, en la Facultad de Piscología y en la Facultad de Ciencias Políticas y 32
manifiesto, de lo obvio. Estas escuelas no toman en cuenta motivaciones inconscientes, sino que más bien tienen su punto de partida en el conductismo (behaviorismo).
Sociales, donde ahora se imparten cátedras como psicología médica, psicoanálisis y sociedad, u orientación dinámica y analítica. Estas enseñanzas también forman parte de las materias pedagógicas en la Normal Superior.
En Estados Unidos han tenido auge gran cantidad de corrientes llamadas “psicoterapéuticas “— no por la validez misma de las teorías ni de las prácticas, sino más bien por la cultura en la que nacen. Su éxito se debe a la gran necesidad de comunicación que existe en una cultura como la norteamericana, en la que la incomunicación es el sistema de vida. Inclusive existen grupos de “terapeutas”, llamados escuchantes, que se dedican únicamente a escuchar, en una cultura en que nadie oye a nadie. Aunque el escuchar forma parte de una necesidad de la interacción personal de cualquier relación humana, eso no quiere decir que constituya en sí una técnica psicoterapéutica.
Últimamente, el pensamiento del médico, en general, se ha hecho cada vez más sofisticado y está más alerta para descubrir procesos que no corresponden al daño orgánico. Hay niños que tienen problemas neuróticos en su desarrollo motriz o verbal, y que se expresan en trastornos alimenticios sin que la causa sea orgánica. Estos (calificados como niños con problemas emocionales) pueden beneficiarse de la interpretación y de la mejoría de la interacción entre sus formas de ser y sus relaciones con el mundo que los rodea.
La disminución de poder de las creencias religiosas
Toda la gente tiene una necesidad real de creer en situaciones de tipo mágico, desde el hombre más primitivo hasta el sujeto más evolucionado. Puede decirse que el incremento de técnicas, como el análisis transaccional, se ha dado en virtud de la disminución del poder de las creencias religiosas. En el siglo pasado la confesión tenía una función Psicoterapéutica muy importante como sucede con la homeopatía. Es por esto que existen personas que se adhieren a cualquier creencia mágica, llámese dianética, análisis transaccional u otra. Lo que es más, esa misma necesidad de creencia mágica hace inclusive que estas técnicas tengan éxito terapéutico. Podría decirse que la Virgen de Lourdes y la Virgen de Guadalupe han sido magnificas psicoterapeutas y han resuelto muchas neurosis. Esto no quiere decir que se trate de “técnicas”, sino más bien son procedimientos que el ser humano utiliza para satisfacer necesidades de castigo o de culpa, como sería el caso de imponerse una “manda” al Señor de Chalma.
Hay terapias llamadas de castigo o de reforzamiento que consisten en lo siguiente: si un niño se orina en la cama, por ejemplo, se observa a qué hora lo hace y al otro día se le despierta antes de esa hora. El niño deja de orinarse, obviamente, pero sólo se está atacando el síntoma y no la causa del problema; eso trae como consecuencia que frecuentemente desaparece el síntoma, cosa que puede ser positiva, pero no se elimina la causa que lo generó. El síntoma se desplaza a otra función, a otro órgano, a otra situación vital, y puede quitarse el síntoma una y otra vez, como se hace en la hipnosis, pero no se resuelve el conflicto básico. El tipo de escuelas como el análisis transaccional, la dianética y otras, se derivan de las corrientes de la psicología positivista, y se distinguen por su carácter observacional de lo 33
En esta época sufría una marcada neurosis obsesiva. Evidenciaba ceremoniales obsesivos y alternaba entre una exagerada bondad” acompañada de sentimientos de remordimiento, y una incontrolable maldad. Presentaba crisis de paratimia presentando todos los síntomas de depresión melancólica, ansiedad, inhibición en el juego, incapacidad para soportar ninguna clase de Frustración.
FUNDAMENTOS PSICOLOGICOS EN EL PSICOANALISIS DEL NIÑO Por: MELANIE KLEIN. Londres.
El caso de Rita muestra claramente que el pavor nocturno que aparece a la edad de 18 meses es una elaboración neurótica del complejo de Edipo. Sus crisis de ansiedad y rabia que resultaron ser una repetición de los terrores nocturnos así como también sus demás dificultades estaban ligadas a fuertes sentimientos de culpa surgidas de este temprano conflicto. Era visible en Rita el remordimiento que sentía frente al más pequeño error que cometía y su hipersensibilidad al reproche. Por ejemplo: una vez rompió a llorar porque su padre, riéndose amenazó al oso de su libro de figuras. El miedo al disgusto de su padre era bastante para que se identificase ella misma con el oso. Su inhibición provenía de sus sentimientos de culpa. Cuando tenía sólo 2 años y 3 meses solía jugar con su muñeca un juego que le proporcionaba muy poco placer diciendo repetidas veces que ella no era su madre. El análisis demostró entre otras cosas que el bebé de juguete representaba para ella el hermano que deseó robar del vientre de la madre embarazada y esto no le daba el derecho de representar el papel de madre,
Los niños aún en los más tiernos años, no sólo experimentan impulsos sexuales y ansiedad sino que sufren grandes desilusiones Desapareciendo así “el paraíso de la infancia”. Los análisis de niños y adultos han conducido a estas conclusiones, confirmándose y ampliándose éstas mediante el psicoanálisis de niños de corta edad. La autora traza primeramente, por medio de ejemplos un cuadro de la mente infantil tal y como se presenta en los análisis tempranos. Rita contaba con 2 años y 9 meses al iniciarse el tratamiento. En su primer año tenía la paciente una marcada preferencia por su madre, después manifestó un gran afecto por su padre y simultáneamente celos de su madre. Por ejemplo: cuando tenía 15 meses repetidas veces expresaba el deseo de permanecer sola con su padre, en su cuarto, sentada en sus rodillas y mirando libros con él. A los 18 meses cambia de nuevo su actitud siendo su madre la favorita y en este tiempo empieza a sufrir terrores nocturnos y miedo a los animales. La fuerte fijación a su madre fue en aumento desarrollando una intensa aversión al padre, haciéndose cada vez más ambivalente difícil de manejar, a los 2 años 9 meses fue llevada al tratamiento.
Esta prohibición, sin embargo, no se originaba en la madre real sino en otra introyectada por ella y que la trataba con una severidad y crueldad que la verdadera madre nunca había usado. Otro síntoma que se desarrolló en Rita a los 2 años fue de carácter obsesivo y consistía en un largo ritual antes de dormir. El punto principal de éste era que tenía que estar bien arrebujada con la ropa 34
de cama, porque sino el ratón o butzen entraría por la ventana y le sacaría su butzen de un mordisco. Su muñeca también debería de estar arropada y este doble ceremonial se hacía cada vez más elaborado y duraba más tiempo, se ejecutaba con todos los signos de esa actitud compulsiva que ocupaba totalmente a su mente. En una ocasión durante una sesión de análisis puso el elefante al lado de la cama de su muñeca como para evitar que ésta se levantara y fuera al cuarto de sus padres, les hiciera algo o les sacara algo a ellos.
hacía “Po‐Kaki‐Kuki”. Esto significaba que queria buscar dentro del trastero de su madre a los “kakis” (heces fecales), que para ella significaban niños. En otra ocasión quiso pegarme en el estómago, diciendo que sacaría mis “a‐as” (heces) y me haría pobre. Entonces tomaba los almohadones, los que repetidamente significaban niños para ella, y se ponía en cuclillas con ellos detrás del sofá. Manifestaba ahí todos los síntomas del miedo, tapándose chupándose los dedos y mojándose. Estos procesos los repetía en forma completa cada vez que me atacaba. Correspondían en todos sus detalles con su comportamiento en la cama cuando no teniendo todavía 2 años fue presa de graves terrores nocturnos. En esta época también corría al dormitorio de sus padres durante la noche y una y otra vez, sin poder expresar nunca lo que quería. El análisis le mostró que el mojarse y el ensuciarse eran agresiones contra sus padres en copulación, y de este modo suprimió el síntoma. Trude quería robar los niños del vientre de su madre embarazada, matarla y ocupar su lugar en el coito con el padre, así se ve que la temprana ansiedad y los sentimientos de culpa de un niño se originan en los impulsos agresivos relacionados con el conflicto edípico, cuando Trude mostraba la conducta así descrita, acostumbraba herirse de algún modo antes de ir a su hora de análisis, resultó que los objetos contra los que se pegaba —alacena, mesa, chimenea, etc.— significaban, por un proceso infantil de identificación su padre o su madre, castigándola. El juego de los niños permite extraer conclusiones definidas sobre el origen de este sentimiento de culpa durante los primeros años.
El elefante imago del padre había tomado el papel de sus padres introyectados, cuya influencia prohibitiva había sentido desde que, entre la edad de 1 año y 3 meses y los 2 años deseó ocupar ‘el lugar de su madre junto al padre, robarle los niños de su interior, dañar y castrar a ambos padres. El significado del ceremonial se hacía entonces claro: el estar arropada en la cama le impedía levantarse y ejecutar los deseos agresivos contra sus padres, sin embargo, desde que ella esperaba ser castigada por aquellos deseos mediante un ataque similar sobre ella hecho por sus padres, el arrebujarse servía también de defensa contra esos ataques las agresiones iban a ser realizadas por el butzen (el pene del padre) el cual dañaría los genitales de la niña y le arrancaría su propio butzen de un mordisco como castigo a su deseo de castrar al padre. Trude, de 3 años y 9 meses, acostumbraba repetidamente a fingir durante el análisis que era de noche y que ambas dormíamos. Entonces venía quedamente hacia mí desde el rincón opuesto al mío (y el que se suponía fuese su propio dormitorio) me amenazaba de varios modos, tales como acuchillarme por la garganta, tirarme por la ventana, quemarme, hacerme prender por la policía, etc., Quería atar mis manos y pies o tomaba el tapete del sofá, diciendo que
Es evidente que esta ansiedad era causada no solamente por sus padres verdaderos, sino también, y más especialmente por la excesiva y severa imagen introyectada de los padres. Esto 35
corresponde a lo que llamamos súper‐yo en los adultos. (En opinión de Melanie Klein las primeras identificaciones del niño deben de ser llamadas súper‐yo, concepto al cual nosotros nos adherimos, las razones serán dadas después).
formas de representación usados en el trabajo onírico sin perder de vista jamás la relación de cada factor en la situación total. El análisis de niños muestra repetidamente los diferentes significados que pueden tener un juguete o un juego, y sólo comprendemos su significado si conocemos su conexión adicional y la situación analítica global en que se ha producido. La muñeca de Rita por ejemplo: la muñeca de Rita representará a veces un pene; a veces un niño, a veces a ella misma. Sólo se obtendrá un resultado analítico completo si tomamos estos elementos de juego en su verdadera conexión con los sentimientos de culpa del niño interpretándolos hasta en su menor detalle, es decir, el contenido de sus juegos, el modo como juega, los medios que utiliza (porque a menudo signará a él o a sus juguetes diferentes papeles) y los motivos que se ocultan tras un cambio de juego, el porqué no jugará más con agua y cortará papel o dibujará, todos estos hechos siguen un método cuyo significado captaremos si se interpretan como lo hacemos con los sueños.
Sabiendo entonces que aún niños de muy corta edad viven bajo el peso de sentimientos de culpa, tenemos por lo menos, un buen campo de acercamiento para su análisis, aunque parezcan faltar muchas condiciones para el buen éxito de éste. La relación con la realidad es débil aparentemente no hay un atractivo que los lleve a soportar las pruebas del análisis, ya que por regla general no se sienten enfermos y lo más importante, es que no pueden ofrecer en grado suficiente aquellas asociaciones verbales que son el instrumento fundamental en el tratamiento analítico de adultos. Una última objeción. Fueron justamente las diferencias entre la mente infantil y la del adulto las que le revelaron a Melanie Klein desde el principio, el modo de llegar a las asociaciones del niño y comprender su inconsciente. Estas características de la psicología infantil han suministrado las bases de la técnica “Análisis del juego”.
Muy a menudo los niños muestran en sus juegos lo mismo que acaban de contar en los sueños y nos darán asociaciones del sueño en el juego consecutivo. Asombroso es como las interpretaciones son aceptadas fácilmente y a veces con placer, la razón es que sin duda la relación entre los estratos inconscientes y conscientes de su mente es comparativamente accesible y de tal modo que el camino al inconsciente es más fácil de penetrar, disminuye la inhibición y la ansiedad y muestra estratos más profundos de su mente.
El niño expresa sus fantasías sus deseos y sus experiencias de un modo simbólico, por medio de juguetes y juegos. Al hacerlo utiliza los mismos medios de expresión arcaicos, filogenéticos, el mismo lenguaje que nos es familiar en los sueños y sólo comprenderemos totalmente este lenguaje, si nos acercamos a él como Freud nos ha enseñado a acércanos a los sueños. El simbolismo es sólo una parte de dicho lenguaje, si deseamos comprender correctamente el juego del niño en relación con su conducta total durante la hora del análisis debemos no sólo desentrañar el significado de cada símbolo separadamente, por claros que ellos sean, sino tener en cuenta todos los mecanismos y
Al disminuir la ansiedad se afianza más la relación analítica; la interpretación aumenta el placer del niño en el juego, haciendo innecesario el gasto de energía que tenía que hacer con el objete de mantener la represión, hay ocasiones que chocamos con 36
resistencias difíciles de vencer, esto quiere decir que nos estamos enfrentando con la ansiedad y los sentimientos de culpa del niño que pertenecen a estratos más profundos de su mente. En los juegos se actúa en lugar de hablar, La acción es más primitiva que el pensamiento o la palabra. En su historia de una neurosis infantil Freud dice: “el análisis de un niño neurótico parecerá más seguro, pero no puede ser muy rico en material demasiadas palabras y pensamientos han sido prestados al niño y los más profundos estratos de su mente pueden resultar impenetrables a la conciencia.
A medida que prosigue el análisis se ve que la relación del niño con la realidad débil al principio gana gradualmente en plenitud y en fuerza el pequeño empezará a distinguir entre su madre verdadera y la imaginaria o entre su hermano real y el juguete. Los niños neuróticos no pueden tolerar bien la realidad debido a su incapacidad de tolerar frustraciones. Buscan protegerse de la realidad negándola. Por esta razón uno de los resultados de los análisis tempranos es la de capacitar al niño para adaptarse a la realidad. Muestra como es distinto el análisis de los niños, pues en él se toma el camino más corto posible a través del yo, se dirige en primera instancia al inconsciente del niño, y de aquí gradualmente se pone en contacto con Su yo.
Si nos acercamos a un niño con la técnica del análisis de adulto es casi seguro que no penetramos en los estratos profundos, por eso hay que considerar las diferencias que existen entre el análisis del niño y el del adulto, el hecho que su inconsciente está en más íntimo contacto con su consciente y si podemos asir el modo de pensamiento y expresión características del niño entonces desaparecerán los inconvenientes y desventajas y se puede esperar que el análisis de un niño sea tan profundo como el del adulto y en realidad aún más.
El análisis ayuda mucho a fortificar el yo hasta ahora débil y ayuda en su desarrollo aliviando el peso excesivo del súper‐yo que presiona sobre el niño más severamente que sobre el adulto, pues habiendo sido moderadas las exigencias del súper‐yo por medio del análisis, su yo menos oprimido y por consiguiente más fuerte, es capaz de llevarlas a la práctica con más facilidad.
La autora sostiene como lo expresó en el Congreso de Salzburgo que detrás de toda forma de actividad del juego yace un proceso de descarga de fantasías de masturbación, operando en la forma de un continuo impulso a jugar, y este proceso que actúa como una forma de compulsión a repetición constituye el mecanismo fundamental del juego infantil y de todas las sublimaciones subsiguientes.
Lo anterior se ve con esencial claridad en los estadios posteriores del análisis cuando se alejan tanto de los impulsos sádicos que anteriormente le dominaban y a cuya interpretación se opusieron con mayor resistencia, que finalmente pueden reírse o bromear de ellos. La Sra. Klein menciona que ha escuchado a niños bastante pequeños bromear sobre el hecho de que quisieron comer a su mamita o cortarla en pedacitos, la disminución del sentimiento de culpa que acompaña este cambio permite también que se sublimen los deseos sádicos que anteriormente fueron reprimidos por completo. Esto surge al aparecer su interés por el juego y el trabajo. En términos generales la autora se guía por la elección del método analítico en todos los períodos de la infancia.
Explica Melanie Klein, que lo fundamental en los análisis tempranos es la escena primaria, y solamente después que ésta y las tendencias primarias han sido puestas al descubierto se llega a sus representaciones y fantasías pre‐genitales. 37