Salvador, guardado siempre Por Ti en mi alma hay dulce paz; ¿ quién podrá asaltar, dañarme, o quitarme tu sola? Si la peste destruidora acá Anda infundiendo el terror, Si aun me alcanza, es por llevarme A tu seno, ¡ oh mi señor! Si me bate el fuerte viento, Si aun se acerca Satanás, En tu pabellón secreto, Protector, me esconderás. Si permites que me enfríe hoy, Si me olvido de tu amor. . . ¿ como el tamo arrebatado ?. . . ¡ No!, me avivarás, Señor. Cuan bendita es la flaqueza Que halla su potencia en Ti; De tu sin igual riqueza Abundancia hay para mi. Tal elección en dependencia, pues, Este erial me enseña aquí Donde aprendo amor profundo, Apoyado sólo en Ti.