Revolucionsocialylaorganizacionrevolucionaria

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REVOLUCION SOCIAL Y LA ORGANIZACION REVOLUCIONARIA Una alternativa forista Somos comunistas. No en aquel sentido vulgarizado y deformado que en todo momento, como el espantajo, es a nosotros presentado desde las páginas, los canales y las ondas de los mass media (el régimen “comunista”, el Estado “comunista”, el partido “comunista”). El verdadero comunismo es anárquico, sin el Estado y la autoridad, esto es, libre, libertario. Y cualquiera que hace cien años encontrara mención de los comunistas podía estar cas un 100% seguro de que el discurso iba a hablar sobre los anarquistas. Sólo en 1917 esta palabra fue robada por los bolcheviques, y luego desfigurada por ellos y convertida en el hazmerreír de todo el mundo… Somos comunistas en aquel sentido antiguo, no robado todavía. En aquel que significa la comuna libre y la libre asociación. Cuando la gente interesada, conjuntamente (en las asambleas generales), acepta las decisiones de conjunto, sobre cómo vivir y qué hacer, ayudándose unos a otros. Cuando ellos hacen uso conjuntamente del bien disponible y de lo producido - diciendo las palabras del poeta-anarquista del s. XVIII, Sylvaine Marechal- como se usa la luz del Sol que resplandece para todos. ASAMBLEAS GENERALES Somos comunistas no sólo en nuestra representación sobre el objetivo, sobre el futuro, por qué luchamos. Somos comunistas también en nuestra lucha misma. Es nuestra convicción, que solamente las asambleas generales de las trabajadores en las empresas y en los establecimientos, solamente las asambleas generales de los habitantes de los barrios y las localidades, deben solucionar, cómo estar en huelga o rebelarse, cómo realizar las manifestaciones y los mítines, cómo romper las represiones y los órganos de guardia del des-orden existente. Decidir por sí mismas, sin representantes impuestos o "elegidos-apoderados" - los partidos, las burocracias sindicales, los diputados y los jueces-. Tales asambleas generales soberanas son no sólo el empeño del éxito de la lucha de hoy, sino también el prototipo, la base y la piedra angular de la Mañana libre. Pero si vosotros, los anarquistas, defendéis las asambleas generales y veis en ellas la base de la sociedad libre, ¿por qué creéis necesaria la creación de la organización anarquista obrera? puede preguntar el lector. ¿Para que serviría ella, si ya se reúnen tales asambleas? Comenzaremos diciendo de esto que las asambleas generales son una rareza en la Rusia moderna. Aquí la lucha es más a menudo conducida y encabezada por los partidos, los políticos y los sindicatos burocráticos. Sobre aquello, sobre cómo estar en huelga y para qué, lo soluciona el comité del sindicato, y la asamblea se reúne sólo para ratificar las decisiones ya aceptadas. Para los temas más importantes, como es aceptado de pensar, la masa "ignorante" es incapaz. ¡Esta "tradición" triste debe ser demolida a toda costa! Por eso es vitalmente necesario unir a aquellos que defienden el principio de la soberanía de las asambleas generales. Pero la asamblea general no es suficiente garantía hoy. En Francia, a diferencia de Rusia, su convocatoria, al contrario, es la tradición. Tales "asambleas" se reúnen casi siempre, tan pronto como se inflama la huelga seria. Pero el poder en ellas es también muy rápidamente tomado por los representantes de cualquier partido de oposición o por los sindicatos. Después de esto, todas las decisiones reales del curso y la organización de la lucha son aceptadas ya por ellos, los líderes, en vez de la asamblea de los trabajadores, bulliciosos e indóciles. Ellos dicen, deliberan, negocian con los empresarios y el poder, concluyen las uniones y las transacciones a espalda de los trabajadores… Y la gente "normal", abajo, se somete de nuevo a estas figuras -como siempre durante el capitalismo-. Y esta vez las "partes inferiores" mismas renuncian a su soberanía, confiando a sus jefes el pensar y decidir por ellos. ¿Por qué ocurre así?

El hecho es que las asambleas generales son, en este caso, sólo una forma de aceptación de las decisiones. La mejor posible pero, con todo, no nuestro objetivo. De hecho, es posible que estas asambleas acepten las decisiones más diferentes. Incluso las misantrópicas. Incluso la renuncia de los mismos reunidos a sus propios derechos y su entrega en las manos de los "representantes", los jefes y los dictadores. No sólo la forma, sino también el contenido es importante, es importante la armonía entre ellos. Y el contenido de las decisiones de la asamblea debe ser determinado por la gente que en ella participa. Por sus deseos, sus necesidades, sus convicciones, sus miradas. Todo depende de ellos. Claro, el hombre es un ser social (y esto está contenido en su rasgo biológico). Claro, su conducta es determinada en mucho por el impulso profundo, genesíaco, de la ayuda mutua y de la solidaridad. Pero es importante no olvidar la realidad de esta sociedad en que vivimos. Miles de años de Poder, Dominio y Propiedad han desfigurado fuertemente al ser humano. El capitalismo con su competencia, su egoísmo bestial, su persecución por la ventaja privada, su conformismo y su consumismo corrupto ha progresado especialmente en este sentido. Hoy, muchos están dispuestos a cambiar su libertad por el confort y a contentarse con las migajas adquiridas por un esfuerzo mínimo y, en la medida de lo posible, sin la lucha. Vivimos en una sociedad enferma, en un mundo loco. Pero los enfermos siempre serán tocados de forma diferente por la enfermedad. Las personalidades de nuestros contemporáneos son deformadas y desfiguradas en grado diferente. No decimos ya de los gobernadores, los ricos, los empresarios y los banqueros: claro que el portamonedas puesto a la derecha, para ellos sustituye a menudo el corazón, como es sabido, situado a la izquierda. Pero de hecho, entre los trabajadores, hoy son muchos los que no piensan romper con el capitalismo y el poder, no desean tomar la carga de la dirección de la vida propia. Por consiguiente, si queremos que las asambleas generales se constituyan en el órgano independiente que decide, que la misma gente «ordinaria» sea dueña de su lucha y su destino, para los partidarios de tal opción es necesario unirse y defenderla conjuntamente. He aquí el por qué la organización revolucionaria es necesaria. Ella es llamada a unir en sus filas a aquellos que desean y puedan luchar conscientemente por el triunfo de la Libertad, la Solidaridad y la Acracia. Por el modo de vida que la gente acuerde conjuntamente, por la sociedad fundada en la autorrealización de la personalidad y la coordinación de los esfuerzos de la gente en las asambleas generales, por la posibilidad igual de usar todo el bien disponible, por el comunismo anarquista. Hoy en ella pueden ingresar sólo muy pocos. Pero estamos firmemente seguros que tarde o temprano nuestras ideas cristalinamente claras convencerán a la mayoría aplastante de la gente y cambiarán el Mundo. NI PARTIDO POLITICO NI GRUPO IDEOLOGICO... ¿Significa esto que nosotros, los partidarios del comunismo libre, debemos crear un partido político y luchar por el poder político? La palabra misma de "partido" contiene ya en sí aquello que rechazamos: ello significa la "parte" - la parte del pueblo, que funciona en vez de él y por él. Éste es creado por aquellos que pretenden los puestos de líderes, jefes, "representantes", aquellos que querrían que "la gente ordinaria" les entregue el papel de los dirigentes de la lucha y la vida. Los partidos funcionan siempre "desde arriba" - hasta incluso, cuando ellos trabajan "abajo", en el ambiente popular-. “Confíen a nosotros la representación de vuestros intereses”, dicen ellos al "hombre pequeño", y nosotros entonces… y el pobre, como Danae hipnotizado por el fantasma de la lluvia dorada que cae sobre ella, se arrastra obediente o incluso con entusiasmo por dar su voz, su tiempo, sus fuerzas, sus manos, sus cerebros … - más fácil es darse, "ser dado". Es completamente indistinto sobre qué partido va el discurso: parlamentario o "de vanguardia". En el primer caso, sus líderes tratan de presentar (en lobby) los intereses de los distintos grupos de la sociedad actual, prometiendo todo a todos, pero satisfaciendo, al fin y al cabo, solamente a aquellos que tienen riqueza y poder. En el segundo, sus jefes se declaran por la

parte "avanzada" del pueblo, la elite natural, solamente no comprendida ni estimada por los señores actuales. Pero siempre y dondequiera, los objetivos y tareas de los partidos son los mismos: llegar al poder, formar el gobierno y violar la sociedad desde arriba. No, no vamos a crear un partido. Pero no queremos quedarnos tampoco en el grupo ideológico-propagandista, aunque estamos obligados a veces comenzar así. La teoría está muerta sin práctica, los razonamientos desde la torre del marfil, sin vida real, luego se demuestran impotentes. Las ideas mueven el mundo, pero sólo cuando ellas se hacen fuerzas sociales. No deseamos limitarnos a la simple difusión de nuestras ideas. A nosotros no nos alcanza con estar "allí, donde las masas están" y hablar con otra gente, parecidos y no parecidos a nosotros. Para nosotros, no es suficiente acercarnos a los mítines y las asambleas de huelguistas o a las iniciativas de los inquilinos y llevar la agitación por la soberanía de las asambleas generales y la acción directa (la defensa directa por la gente de sus intereses, no autorizando ésta a inmiscuirse a las políticas, los partidos y los burócratas). Creemos que es necesario un movimiento social potente basado, conscientemente, en nuestras ideas y la lucha por Libertad. No, no queremos ser un grupo ideológico, que analiza, generaliza lo ocurrido y desde las alturas "científicas" y "culturales", con la arrogancia más o menos escondida, engreída, alecciona a los hermanos «de clase», "conducidos" y "dirigidos" por él. Aspiramos a ser el movimiento social que destruye el régimen social existente y crea uno nuevo La lucha contra este mundo de la explotación, del dominio, del poder y de la injusticia comienza por la resistencia contra cualquier atentado a nuestra vida y libertad. De las huelgas dirigidas al aumento del salario y la reducción del tiempo laboral (es decir, a la restricción de nuestra explotación y el aumento del tiempo para nuestro autodesarrollo). De las protestas contra la construcción de las casas para los ricos y la replanificación comercial de los barrios en que vivimos. De la oposición a la construcción y la instalación de plantas industriales o energéticas nocivas para la salud de la gente y la naturaleza. En otras palabras, de las intervenciones en las que nosotros, explotados, humillados y ofendidos, defendemos nuestros derechos y nuestros intereses en el sistema social existente, mientras que no estamos en situación, por ahora, de destruirlo. Y ante todo, claro, esto tiene relación con la esfera del trabajo. Nos sometemos a la explotación y a la opresión a cada paso - en el trabajo y en la familia, allí donde vivimos, y allí donde estudiamos…-. Pero la esfera principal de nuestras desgracias, donde se desempeña la base de nuestra esclavitud diaria es, sin embargo, el trabajo. Él es puesto por el capitalismo en el centro del mecanismo enorme y universal de nuestra humillación y de nuestra esclavitud. Precisamente en el trabajo, nosotros, vendiendo nuestras fuerzas, manos y cerebros, vivimos la mayor parte de nuestra vida, gastando el tiempo restante para recobrar un poco el aliento, para descansar, para dormir y para manejarnos en un orden relativo. Es allí donde nos hacen descender al papel de máquina viva y al apéndice de otras máquinas -del metal y de la plástica-. Es allí donde creamos la mayoría de los bienes necesarios para la vida y dependemos por completo de cualquier capricho de nuestros señores -el dueño o el jefe-, que se apropian de las riquezas sociales, creadas por nosotros… Es por ello que aspiramos a poner la esfera de nuestro trabajo (la empresa o el establecimiento donde trabajamos, la escuela o la escuela superior, donde estudiamos) en el centro de nuestra resistencia contra el Capital y el Estado que nos oprimen. ... NI SINDICATO... Pero entonces vosotros debéis entrar activamente en los sindicatos o -si ellos no los convencen por alguna razón- crear nuevos, dirá el lector. Y de nuevo estamos obligados a decir: ¡no!

Los sindicatos han surgido en el siglo XIX (en Rusia en el siglo XX), generalmente surgidas de las asociaciones gremiales artesanales de los productores, disueltas y destruidas por el capitalismo. Uniéndose en asociaciones según las profesiones, los obreros trataban de ayudarse mutuamente en la vida y el trabajo, organizar el trabajo cultural y destinar lo necesario para la atención de los enfermos y los ancianos. Muchos sindicatos intervenían como las sociedades de la resistencia, luchando por el aumento del salario, el mejoramiento de las condiciones del trabajo y la reducción del tiempo laboral. Con frecuencia ellos funcionaban de manera revolucionaria, realizaban huelgas combativas y las huelgas generales, se convertían en el corazón de la específica cultura obrera que resistía a la civilización del capital. Muchas proclamaban abiertamente los objetivos de la revolución social. Pero ellos -incluso los más revolucionarios- conservaban siempre un punto débil. De hecho, los sindicatos eran formados respondiendo a las necesidades de la gente del trabajo en la sociedad existntee. En primer lugar, las necesidades materiales, económicos. En las condiciones de miseria salvaje del pueblo en el siglo XIX y comienzos del XX, parecía que el capitalismo no podía satisfacerlas y que, arrancando constantemente del capital sus rejas, sería posible despegarlas por competo de la pared y destruirlo. Pero esta carrera porfiada fue perdida por los obreros. Resultó que el sistema industrial-capitalista puede organizar la producción masiva despersonalizada para el consumidor despersonalizado de masas. Claro, la mercancía industrial fue de peor calidad que la obra maestra del artesano medieval, pero fue accesible a casi cada pobre "medio". Además, se ha aclarado que la burguesía y el estado pueden completamente aceptar muchas exigencias salariales de la gente del trabajo, habiéndolos satisfecho… a cuenta de otros trabajadores. Por ejemplo, levantar el salario de los trabajadores de cualquier empresa que está en huelga; pero aumentar los precios de la mercancía producida y vendible. O reducir el tiempo laboral; pero simultáneamente hacer el trabajo más intensivo y por un número menor de horas sacar de los trabajadores más energía y fuerzas. Era claro: partiendo solamente de las necesidades materiales y económicas no resulta, ni mucho menos, obligatoria la demolición del sistema injusto que existe. De hecho, el esclavo puede preferir, y por qué no respondiendo, vivir hartamente en la satisfacción de tener un "buen" dueño, que llevar la vida completamente riesgosa de la persona libre. Además, quedando encuadrados en el régimen existente de las cosas y no luchando directamente por la sociedad nueva, los sindicatos fueron abiertos para la gente con las convicciones más diferentes. Incluso aquellos, que no se decidían a la ruptura con el capitalismo y el estado y buscaban así unos señores más "decentes" en la persona de los líderes de los partidos socialistas y, más tarde, de los partidos "comunistas". Entregando la lucha por sus intereses en las manos de estos aventureros ávidos de poder, los miembros de los sindicatos se limitaban voluntariamente a defender exigencias completamente materiales y momentáneas, para mejorar las condiciones de la esclavitud. Había así una dualidad: los partidos ideológicos conducen la lucha política y los sindicatos la económica. Y los mismos sindicatos se han reorganizado gradualmente según este esquema de la "representación" de los intereses. Dentro de estas organizaciones crecía y se reforzó una burocracia propia, y los miembros ordinarios se hacían cada vez más al papel de simples figurantes -los pagadores de cuotas y ejecutores de las decisiones-. Al fin y al cabo, los sindicatos se han convertido en aquellos enormes monstruos burocráticos, que son bien conocidos por cada uno en su propia piel y son dignos solamente de una cosa: la demolición, la destrucción. No queremos organizar un sindicato habitual, no ideológico y abierto "para todos los trabajadores", porque no queremos contentarnos con el mejoramiento simple de la posición de esclavo. No queremos romper el hilo único y vivo de nuestra lucha contra el Sistema todopoderoso en momentos separados, no ligados unos con otros -económico, político, moral, ideológico, cultural…-. No, aspiramos a vivir no simplemente mejor; sino de otro modo. ¡Queremos ser gente libre! SINO UNION OBRERA ANARQUISTA

La organización revolucionaria que creamos no es ni el partido ni el sindicato. En su base ella es la unión obrera, ya que une a la gente del trabajo que resiste contra la explotación diaria y la opresión, y por eso lucha por la reducción del tiempo laboral, por el mejoramiento de la situación material y moral. Pero tal mejoramiento no es para ella el objetivo propio, sino sólo el medio de despertar en la persona los principios que dormitan de la solidariedad y la ayuda mutua, de inspirarle el espíritu de la rebelión revolucionaria contra el poder y la propiedad, la desigualdad y la opresión. Solamente defendiendo nuestros derechos e intereses codo con codo, nosotros, trabajadores, podemos superar el egoísmo, hallar la dignidad humana y despertarnos de la hibernación secular, reconociendo: para liberarnos nosotros mismos es necesario terminar con todo el Sistema existente de la producción, y de la administración de vida, y sustituirlo por uno nuevo: el comunismo anarquista, ácrata, libre. Por eso nuestras sociedades de resistencia de trabajadores (según las profesiones o interprofesionales) son al mismo tiempo organizaciones ideológicas. Ellas son creados no en base a los intereses momentáneos económicos, aunque luchan por ellos, sino también por el mundo nuevo. Nosotros estamos por la organización trabajadora consciente anarquista. Ella está libre de la burocracia, la politiquería y el arribismo. Todas las decisiones en ella son tomadas por las asambleas generales de los miembros o (a nivel federativo local) por los delegados de tales asambleas. Y los delegados no son los "representantes", sino sólo la "voz" de aquellos que los han elegido, junto con el mandato obligatorio para su ejecución. ¿De qué tiene que ocuparse tal federación de la gente del trabajo? Las uniones que la componen, son llamadas a desarrollar un trabajo ideal, de agitación y cultural, haciendo propaganda con la palabra y con el hecho de los altos objetivos y los principios del comunismo anarquista. Ellas deben preparar, organizar y realizar las huelgas y otras acciones de resistencia contra el yugo del estado y el capital. Y al mismo tiempo, sus miembros están obligados a actuar según la manera anarquista en las grandes asambleas generales de todos los trabajadores de una o de algunas empresas y establecimientos, en las asambleas y las iniciativas de los habitantes, etcétera. Conseguir que estas asambleas solucionen las preguntas básicas de la lucha y la vida, oponerse a la influencia y el poder de los partidos políticos, los sindicatos y los líderes. Con otras palabras, ellos deben aplicar y defender la acción directa y el comunismo libertario. Nuestro objetivo consiste en que las masas de trabajadores pasen a posiciones conscientamente anarcocomunistas, comiencen a pensar y obrar como comunistas anarquistas, independientemente de que estén o no ellos en nuestras uniones. Entonces los órganos de la resistencia creados por ellos (las asambleas generales y los delegados de ellas), hoy tan raros, fluctuantes e inestables, pueden hacerse en el futuro según las estructuras regulares y constantes de la autoorganización y la autoadministración, sobre la base comunista libre. Y entonces, todos nosotros, explotados y oprimidos, inspirados por las ideas-fuerza del comunismo anarquista, iremos, en la cierta Gran Tarde, al asalto último y decidido de los bastiones del Mundo Viejo. Vadim Grayevski

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