Derivados, entre el bien y el mal MACARIO SCHETTINO
EL UNIVERSAL MARTES 14 DE OCTUBRE DE 2008
www.macario.com.mx
Entre tanta información que ahora ha surgido alrededor de la crisis financiera, uno de los temas más comentados, y más confusos, es el de los instrumentos derivados. Para algunos, se trata de viles apuestas como las de Las Vegas; para otros, es una bomba que va a destruir el mundo porque suman 650 millones de millones de dólares, algo así como 11 veces el PIB mundial, es decir, 11 veces el valor agregado que produce el planeta entero en un año. Los derivados son instrumentos financieros que se construyen sobre algún activo ya existente. Por ejemplo, sobre el precio del petróleo, del trigo o del dólar; sobre las tasas de interés de los Cetes, o de los bonos del Tesoro; sobre cualquier activo que tiene un mercado ya en funcionamiento. Por ejemplo, si yo necesito comprar dólares dentro de tres meses, para pagar importaciones, y no quiero arriesgarme a que estén a 15 o 20 pesos, los puedo comprar desde hoy, o puedo comprar un instrumento derivado que fije el precio del dólar, para dentro de tres meses. Si no compro nada, todo el riesgo del mercado cambiario lo cargo yo. Si compro los dólares, entonces de una vez asumo el costo. Si, en lugar de ello, compro una cobertura, o compro los dólares a futuro, una parte del riesgo me toca a mí y otra parte a quien me vende el instrumento. El riesgo se distribuye. Lo mismo puede hacerse con acciones de empresas. Si yo creo que las acciones de una empresa van a bajar, en lugar de comprarlas, puedo comprar hoy una opción sobre ellas, para que cuando bajen de precio yo gane. Más todavía, si yo tengo un instrumento con tasa de interés fija lo puedo transformar en un derivado con tasas de interés variables, y viceversa. Todos estos instrumentos lo que hacen es distribuir el riesgo entre varias personas. En lugar de tener yo todo el riesgo con los dólares que voy a comprar, una parte del riesgo se la paso a quien me vende la moneda a futuro. En lugar de cargar con el riesgo de la acción, una parte se la paso a quien me compra a futuro. En lugar de tener todo el riesgo de las tasas variables, una parte se la paso a quien me vende el instrumento de tasa fija. Los instrumentos derivados reducen el riesgo porque lo distribuyen entre distintas personas. Sin embargo, el riesgo no desaparece, nada más se reduce. Por ejemplo, si alguien ofreció a inicios de septiembre vender dólares en los siguientes meses a 11 pesos, el golpe de la semana pasada le costó una fortuna, puesto que en el mercado estaban a 12, 13 y hasta 14 pesos. Así, quien ofreció vender a 11 perdió uno, dos o tres pesos por cada dólar. Ahora bien, existe un cierto tipo de derivado que puede ser que no reduzca el riesgo, sino que lo incremente, y es el llamado credit default swap (CDS). En este caso, una persona paga una mensualidad a otra a cambio de que ésta se
haga responsable de pagar el capital de una tercera persona, en caso de que ésta, la tercera, no pueda cubrir sus obligaciones. Es éste el derivado que hace unos años fue llamado “arma de destrucción masiva” por Warren Buffet, el mago de las finanzas. La razón es que, a diferencia de los derivados normales de los que le platicaba, en éste no se sabe bien cómo ponerle precio. En un derivado sobre dólares, la diferencia entre las tasas de interés de México y Estados Unidos nos da el precio; en un derivado sobre acciones a futuro, la tasa de interés y el precio actual de la acción nos permiten poner precio. Pero en un CDS, nadie sabe cuál debe ser el precio, porque nadie sabe cuál es la probabilidad de que el que iba a pagar no pague. Son estos derivados los que provocaron la extensión del problema crediticio y el hundimiento de los bancos de inversión. Estos derivados suman cerca de 63 billones de dólares (de doce ceros), que representan cinco veces el PIB de Estados Unidos. Y lo que no sabemos es cuántos de ellos están en problemas. Como puede usted ver, los derivados no son un problema, así en general, sino una ayuda a que los mercados estén limitados y el riesgo se reduzca. Pero hay derivados que sí son un problema, porque no se sabe cómo deben funcionar. Estos derivados, los CDS, son los que están en el origen del problema que hoy vivimos. Afortunadamente, son menos de 10% del mercado mundial de derivados. Es un gran problema, pero no es el fin del mundo, ni nada parecido. Fuente: http://www.eluniversal.com.mx/finanzas/67081.html