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PUEBLOS DE CUENCA

“Entre la huella del tiempo y la fuerza de la costumbre” NOMENCLATOR DE LOS MUNICIPIOS DE LA PROVINCIA DE CUENCA. AÑO 2011

Queda prohibida la reprodución total o parcial de esta obra en cualquier forma y por cualquier medio, sin autorización expresa, bajo pena de incurrir en la violación de los derechos de propiedad intelectual.

El autor de los textos: Miguel Romero Los autores de las fotografías: Manuel A. Pinedo, Goliardo y Miguel Romero Edita: Diputación Provincial de Cuenca Imprime: Portada: Rubén Navarro Fotografías: Manuel A. Pinedo, Goliardo y Miguel Romero Diseño y maquetación: Begoña de Pablo Rodeño ISBN: 978-84-92711-91-8 Depósito légal:

PUEBLO A PUEBLO MIGUEL ROMERO SÁIZ

ABIA DE LA OBISPALÍA / EL ACEBRÓN / ALARCÓN / ALBALADEJO DEL CUENDE / ALBALATE DE LAS NOGUERAS / ALBENDEA / LA ALBERCA DE ZÁNCARA / ALCALÁ DE LA VEGA / ALCÁZAR DEL REY / ALCOHUJATE / ALCONCHEL DE LA ESTRELLA / ALGARRA / LA ALMARCHA / ALMENDROS / ALMODOVAR DEL PINAR / ALMONACID DEL MARQUESADO / ALTAREJOS / ARANDILLA DEL ARROYO / ARCAS / ARCOS DE LA SIERRA / ARGUISUELAS / ARRANCACEPAS / ATALAYA DEL CAÑAVATE / BARAJAS DE MELO / BARCHÍN DEL HOYO / BEAMUD / BELINCHÓN / BELMONTE / BELMONTEJO / BETETA / BONICHES / BUCIEGAS / BUENACHE DE ALARCÓN / BUENDÍA / CAMPILLO DE ALTOBUEY / CAMPILLO DE PARAVIENTOS/ CAMPILLOS SIERRA / CAMPOS DEL PARAISO / CANALEJAS DEL ARROYO / CAÑADA DEL HOYO / CAÑADA JUNCOSA / CAÑAMARES /CAÑAVERAS / CAÑETE / CAÑIZARES / CARBONERAS DE GUADAZAÓN / CARRASCOSA DE HARO / CARRASCOSA SIERRA / CASAS DE BENITEZ / CASAS DE FERNANDO ALONSO / CASAS DE GUIJARRO / CASAS DE HARO / CASASIMARRO / CASTEJÓN / CASTILLEJO DE INIESTA / CASTILLEJO DEL ROMERAL / CASTILLEJO SIERRA / CASTILLO DE GARCIMUÑOZ / CASTILLO DE ALBARAÑEZ / CERVERA DEL LLANO / LA CIERVA / CUENCA (Cólliga, Colliguilla, Embid, La Melgosa, Mohorte, Nohales, Tondos, Valdecabras y Villanueva de los Escuderos) / CUEVA DEL HIERRO/ CHILLARON / CHUMILLAS / ENGUÍDANOS / FRESNEDA DE ALTAREJOS / FRESNEDA DE LA SIERRA / LA FRONTERA / FUENTE DE PEDRO NAHARRO / FUENTELESPINO DE HARO / FUENTELESPINO DE MOYA / FUENTENAVA DE JÁBAGA / FUENTES / FUERTESCUSA/ GABALDÓN/ GARABALLA / GARCINARRO, MAZARULLEQUE Y JABALERA: VALLE DE ALTOMIRA O PUEBLA DE DON FRANCISCO / GASCUEÑA / GRAJA DE CAMPALBO / GRAJA DE INIESTA / HENAREJOS / EL HERRUMBLAR / LA HINOJOSA / EL HITO / HONRUBIA / HONTANAYA / HONTECILLAS/ HORCAJO DE SANTIAGO / HUÉLAMO / HUELVES/ LA HUÉRGUINA / HUERTA DEL MARQUESADO / HUERTA DE LA OBISPALÍA / HUETE / INIESTA / LAGUNA DEL MARQUESADO/ LAGUNASECA/ LANDETE / LEDAÑA / LEGANIEL / LAS MAJADAS / MARIANA / MASEGOSA / LAS MESAS / MINGANILLA / MIRA / MONREAL DEL LLANO/ MONTALBANEJO / MONTALBO / MONTEAGUDO DE LAS SALINAS/ MOTA DE ALTAREJOS / MOTA DEL CUERVO / MOTILLA DEL PALANCAR / MOYA / NARBONETA/ OLIVARES DEL JÚCAR / OLMEDA DEL REY / OLMEDILLA DE ALARCÓN / OLMEDILLA DE ELIZ/ OSA DE LA VEGA / PAJARÓN / PAJARONCILLO/ PALOMARES DEL CAMPO / PALOMERA / PARACUELLOS DE LA VEGA/ PAREDES / LA PARRA DE LAS VEGAS/ EL PEDERNOSO / LAS PEDROÑERAS / EL PERAL / LA PERALEJA / LA PESQUERA / EL PICAZO / PINAREJO / PINEDA DE CIGUELA / PIQUERAS DEL CASTILLO / PORTALRUBIO DE GUADAMEJUD/ PORTILLA / POYATOS/ POZOAMARGO/ POZORRUBIELOS DE LA MANCHA (Pozoseco, Rubielos Altos y Rubielos Bajos)/ POZORRUBIO DE SANTIAGO / EL POZUELO/ PRIEGO / EL PROVENCIO / PUEBLA DE ALMENARA / PUEBLA DEL SALVADOR / QUINTANAR DEL REY / RADA DE HARO/ REILLO / RIBATAJADA / ROZALÉN DEL MONTE / SACEDA TRASIERRA / SAELICES / SALINAS DEL MANZANO / SALMERONCILLOS (Salmeroncillos de Arriba y Salmeroncillos de Abajo) / SALVACAÑETE / SAN CLEMENTE / SAN LORENZO DE LA PARRILLA / SAN MARTÍN DE BONICHES / SAN PEDRO DE PALMICHES/ SANTA CRUZ DE MOYA / SANTA MARÍA DE LOS LLANOS / SANTA MARÍA DEL CAMPO RUS / SANTA MARÍA DEL VAL / SISANTE / SOLERA DE GABALDÓN / SOTORRIBAS (Collados, Pajares, Ribagorda, Ribatajadilla, Sotos, Torrecilla y Villaseca) / TALAYUELAS / TARANCÓN / TEBAR / TEJADILLOS / TINAJAS / TORRALBA / TORREJONCILLO DEL REY (Naharros, Villar del Águila, Horcajada de la Torre, Villar del Horno y Villarejo Sobrepuerta) / TORRUBIA DEL CAMPO / TORRUBIA DEL CASTILLO/ TRAGACETE / TRESJUNCOS / TRIBALDOS / UCLÉS / UÑA / VALDECOLMENAS (Valdecolmenas de Arriba y Valdecolmenas de Abajo)/ VALDEMECA / VALDEMORILLO DE LA SIERRA / VALDEMORO DE LA SIERRA / VALDEOLIVAS / VALDETÓRTOLA (Tórtola y Valdeganga de Cuenca) / VALERA DE ABAJO / VALERIA O VALERA DE ARRIBA / VALHERMOSO DE LA FUENTE / VALSALOBRE / VALVERDE DE JÚCAR / VALVERDEJO / VARA DE REY / VEGA DEL CODORNO (Los Eustaquios, los Perales y el Perchel) / VELLISCA / VILLACONEJOS DE TRABAQUE / VILLASCUSA DE HARO / VILLAGARCÍA DEL LLANO / VILLALBA DE LA SIERRA / VILLALBA DEL REY / VILLALGORDO DEL MARQUESADO / VILLALPARDO / VILLAMAYOR DE SANTIAGO / VILLANUEVA DE GUADAMEJUD / VILLANUEVA DE LA JARA/ VILLAR DE CAÑAS / VILLAR DE DOMINGO GARCÍA (Noheda, Sacendoncillo y Villalvilla) / VILLAR DE LA ENCINA / VILLAR DE OLALLA (Barbalimpia, Hortizuela, Villarejo Seco) / VILLAR DEL HUMO / VILLAR DEL INFANTADO / VILLAR Y VELASCO (Cuevas de Velasco y Villar del Maestre)/ VILLAREJO FUENTES/ VILLAREJO DE LA PEÑUELA/ VILLAREJO PERIESTEBAN / VILLARES DEL SAZ (El Congosto) / VILLARRUBIO / VILLARTA / VILLAS DE LA VENTOSA (Bólliga, Culebras, Fuentesbuenas, Valdecañas, La Ventosa y Villarejo del Espartal) / VILLAVERDE Y PASACONSOL / VÍLLORA / VINDEL/ YEMEDA / ZAFRA DE ZÁNCARA/ ZAFRILLA/ ZARZA DEL TAJO / ZARZUELA /

“Por Cuenca, de Pueblo en Pueblo, a vuelo de pluma y tradición”

“Anda, no seas perezoso, recorre el camino de tus abuelos, pisa sus huellas, las mismas que su honradez y humildad le definieron, revive el peso de la historia que aquí escribió páginas ilustres, siente la Cuenca provincial, la de la Sierra, la de la Mancha, la de la Alcarria, tal vez Manchuela y Campichuelo, huele sus tradiciones, habla con sus alcaldes, regidores y corregidores que a buen municipio atienden y en eso de las libertades democráticas, reafirma tu liviana compostura…. Camina entre estas páginas, no seas perezoso”

PUEBLOS DE CUENCA “Entre la huella del tiempo y la fuerza de la costumbre” “Tu corazón está donde está tu tesoro y tu tesoro necesita ser encontrado bajo el solar de tus raíces, porque la luna cambia de forma para que el trigo pueda crecer. Busca tus raíces y encontrarás tu tesoro.”

Los pueblos viven bajo el peso de su historia, y es esa historia, escrita o hablada, la que ha de definir el carácter de sus gentes. El silencio domina toda la Tierra de Cuenca, lo mismo en la naturaleza que en sus callejas de pueblos y aldeas. Cuenca permanece bajo un sueño de siglos, a veces dormida en piedras y llanto, recreando recuerdos, provocando sortilegios, imaginando pasado, pues en sus solares rurales se siguen reviviendo escenas y acontecimientos protagonizados por nuestros antepasados, acostumbrados al rechinar de los tiempos y a soportar el yugo del dominio de civilizaciones poderosas. Pero hay un profundo depósito para el espíritu y por ello, sus tradiciones, sus costumbres de antaño, siguen siendo el fuerte pilar de su afortunada semblanza en la que se definen los caracteres de sus gentes, casi todas humildes, pero orgullosas de sentir el peso de una historia que los ha hecho conquenses, sin ideal de topónimo o gentilicio pues da igual, serranos, manchegos que alcarreños de sierra o de llano. Aquí se cuentan sus pueblos, municipios de libertad conseguida, luchadores siempre por esa igualdad que una patria determina y en ellos, más o menos historia, quizás algún monumento que clama, otros por devoción a Patrona o Patrón y entre sus huellas del tiempo, esa fuerza de la costumbre que hace de su solemne tradición el emblema de “santo y seña” como identidad entre el orgullo y la norma. Pueblo a pueblo; gente a gente. Grande o pequeño, todos tienen igual trato; desde mi pluma, un sencillo recuerdo para que el homenaje se sirva con el mismo don del escribano. Pido disculpas si en algún renglón, fragmento o expresión, no hay reflejado el mismo sentimiento que ha guiado mi proyecto, pues quise hacer la misma horma para cada zapato aquí dibujado. Miguel Romero El autor (P) Este símbolo expresa que el Autor hizo Pregón de Fiestas. Pueblos de Cuenca / 7

Miguel Romero, uno de nuestros escritores conquenses de culto, nos regala un nuevo título “Pueblos de Cuenca. Entre la huella del tiempo y la fuerza de la costumbre”, una publicación que bien puede considerarse como un hermoso y merecido homenaje a todos y cada uno de los municipios que conforman nuestra idiosincrasia provincial.

Se trata de un estudio muy bien documentado, plagado de datos relevantes y salpicado de detalles, curiosidades varias y anécdotas reales, muchas de ellas inéditas hasta la fecha y desconocidas para la inmensa mayoría de los lectores. Características todas ellas que también les son aplicables a los numerosos textos firmados por nuestro autor-, que una vez más soluciona sin dificultad – es más yo diría con maestríael complicado dilema al que ha de enfrentarse todo cronista, que en cada nueva entrega ha de encontrar el equilibrio entre el rigor histórico que posibilita el dato contrastado y su posterior traslación al lenguaje literario. Y es que cuando uno lee un libro de Miguel Romero además de aprender, gracias a su estilo sencillo, accesible y ágil, puede disfrutar de una prosa rica -en ocasiones poética- en la que cada término, cada palabra han sido meticulosamente escogidos. En los escritos de Miguel la Historia se hace Literatura y la Literatura se pone al servicio de la Historia. En esta ocasión nuestro autor ha dirigido sus recursos intelectuales y ha centrado sus grandes dotes de cronista en la elaboración de una enciclopedia de la provincia de Cuenca. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española enciclopedia es toda obra en que se trata de muchas ciencias. “Entre la huella del tiempo y la fuerza de la costumbre”, es un compendio científico en el que la Ciencia Histórica comparte protagonismo con la Costumbre. Y es que en nuestros queridos pueblos de la provincia de Cuenca, el ritual de la costumbre, a lo largo de los siglos y gracias al empeño de muchas y muchos, ha adquirido el rango de precepto, ha alcanzado el estatus de Ciencia y ha encontrado acomodo para siempre en nuestros corazones. Mis más sinceras felicitaciones, amigo Miguel, sabes que cuentas con toda mi admiración y mi afecto.

Juan M. Ávila Francés Presidente de la Diputación Provincial de Cuenca

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BREVES APUNTES HISTÓRICOS COMO APROXIMACIÓN AL ORIGEN DE NUESTRAS POBLACIONES.

No es mi intención llevar a cabo aquí un desarrollo del proceso histórico del pasado de la Tierra de Cuenca, simplemente, pretendo esbozar algunos detalles interesantes de la Edad Media. Por un lado, de la Alta, momento en el que, las circunstancias obligadas como consecuencia de los numerosos enfrentamientos cristiano-musulmanes de la Península, determinarían el origen de muchos de nuestros municipios, cuyos topónimos en gran parte así lo definen.Y por otro, de la Baja Edad Media, con la consolidación de Señoríos, Marquesados, Prioratos y Realengos nacidos al amparo de repoblaciones y concesiones de poder y privilegios. En principio, durante los siglos IX y X, las tierras castellanas de Guadalajara y Cuenca, en el largo espacio de tiempo que estuvieron bajo el dominio musulmán, tendrían una consideración eminentemente militar. La ordenación territorial de Al-Ándalus y su división administrativa en Marcas, luego Coras (Koras) –tal cual la Kora de Santaver o Santaberiya- y Almenías –como entidades más pequeñas-, provocó pocos núcleos importantes, salvo Santaver, Uclés, Huete, Alcalá y Huélamo. La conquista de Toledo por Alfonso VI dividió la zona conquense en dos importantes áreas de dominio. El cristiano con toda la zona próxima a Guadalajara y Toledo, pueblos en gran parte de raíz musulmana que adquirieron el rango de dependencia señorial y la zona de influencia musulmana próxima la reino de Valencia, donde estaría toda la Mancha, las Tierras de Huete y las de Alarcón, condicionando de esa manera su evolución demográfica. Sin embargo, va a ser el siglo XII, con la llegada al trono de Alfonso VIII, rey castellano que decidirá, en alianza con el rey Lobo de Murcia, reconquistar toda la zona al sur del Tajo, repoblando en gran parte casi todos los territorios de la Meseta castellana. Este sistema de avance y retroceso entre musulmanes y cristianos, obliga a fortificar gran parte de los territorios, creando un sistema poblacional diferente hasta el momento. Ahí el resurgir de Alarcón, Uclés, Cañete, Moya y Tierra de Huete como importantes núcleos fortificados. Sin embargo, durante este periodo aparece un hecho trascendental para el germen de nuestras entidades municipales. Las Ordenes Militares que, acompañaban a las huestes del propio rey castellano y que, crearán unos núcleos económicos de alta importancia para el desarrollo histórico y poblacional de nuestra provincia, van teniendo cada vez mayor importancia en el desarrollo administrativo y fundacional de estos lugares. La orden de Calatrava, nacida en 1164, la de Santiago, en el 1170 y la de Alcántara en el 1177.

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El peligro almohade hace que Alfonso VIII afronte con fuerza desmesurada la conquista definitiva de estos territorios fronterizos, tomando Cuenca en 1177 y Alarcón en 1180. Sin embargo, unos años antes, conquistada también esta Tierra por Alfonso VIII, provoca el que las órdenes mendicantes y monacales, como es el Císter, lleguen hasta las Tierras de Huete, repoblando algunos lugares de su zona. Aquí están los núcleos que más tarde formarán parte de las Tierras del Infantado. Luego, Alfonso VIII en el 1170 repuebla toda esta zona. En el año 1176 se había conseguido dominar la comarca de Uclés y repoblada la misma. Unos años después, reconquistada la zona cercana al Bajo Aragón y Requena, se amplían demográficamente casi todos los puntos fortificados de esta comarca y aparecen nuevas aldeas. Así, Tragacete, Huélamo, Cañete y Moya, se repueblan, al igual que otras muchas aldeas que surgirán por entonces con gentes llegadas de la cuenca del Duero y de Toledo. La Orden de Santiago se expansiona, dominando prácticamente todo el espacio manchego conquense con cabecera en Uclés, mientras que la de Calatrava ocupa la zona del río Zorita y luego se expande hacia Ciudad Real. A partir del segundo tercio del siglo XIII, la expansión repobladora se estanca. El siglo XIV viene marcado por epidemias, cambios metereológicos y malas cosechas, arruinándose muchas localidades que acaban de nacer. Estas circunstancias, unidas a la sucesión de crisis internas y la extensión de la peste, determinarán un retroceso de las tierras cultivadas, una despoblación del campo y un empobrecimiento general, que se acusará a lo largos de toda la etapa posterior. Los siglos XV y XVI, final del periodo bajomedieval e inicio de la Edad Moderna, provocan un cambio importante en el proceso administrativo de nuestra Tierra de Cuenca. Los asentamientos definitivos por el proceso final de reconquista musulmana y la fijación de los límites del territorio, ayudan a confeccionar un nuevo mapa de localidades, dependientes e independientes, mientras los procesos señoriales, Cartas Pueblas y alfoces del Común, van estructurando un nuevo cambio administrativo y jurisdiccional. De esta forma, aparecen Villarejos, Villar o Villares, en gran parte dependientes de otros núcleos de poder y nacidos al amparo de antiguos núcleos de población. A las Villas,nacidas en tiempos de enfrentamientos altomedievales aparecerán ahora otras villas, adquiridas por acuerdos y pagos a la corona, en esas concesiones reales con libertad de jurisdicción y privilegios; Lugares o topónimos de dependencia Episcopal –las llamadas Tierras de la Obispalía- y algunos otros, por poder y explotación diezmal; aparecen también tierras de Señoríos, Mayorazgos y Marquesados, gracias a donaciones reales dadas a miembros de la nobleza, configurándose de esta manera, una mapa provincial diverso y heterogéneo que ha provocado el devenir de comarcas diferentes en monumentalidad, estructura agraria, tradiciones y procesos de desarrollo.

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COMÚN DE LA TIERRA DE CUENCA: Arcas, Arcos de la Sierra, Arguisuelas, Talaya, Bascuñana, Buenache, Campillos, Iniesta, Jábaga, Arcas, Yémeda, la Cierva, Enguídanos, Fresnedas, Fuentes, Ribatajadilla, El Pozuelo, Palomera, Chumillas, Yémeda, Valeria, todas las actuales pedanías de Cuenca, Torrecilla, Valdetórtola, Villarejo del Espartal, La Peraleja, Albendea, la Frontera, y alguna más. Luego se organizará la llamada TIERRA DE INIESTA, desgajando algunos lugares de este Común. COMÚN DE LA VILLA DE HUETE: Barajas, Carrascosa, Castejón, Huelves, Leganiel, Palomares, Villalbas, comarca del Río Mayor, Santaver, Saceda, entre otros. COMÚN DE LA VILLA DE ALARCÓN-LUEGO SEÑORÍO: Alarcón, Barchín, Belmonte, Valverde, Valera, La Jara, Zafra, Buenache, Casasimarro, Solera, Villarejo de Periesteban, el Picazo, Cañabate, la Atalaya, Pozoseco, Hontanaya, Gabaldón y algunos otros más pequeños de la zona. Cuando fueron del Marquesado de Villena, también San Clemente, el Provencio, Sisante, y muchos otros lugares de aquella comarca se le incorporan. OBISPADO DE CUENCA: Tierras de la Obispalía (Huerta, El Seco, Poveda y Sobrehuerta), Pareja, Chillarón, Monteagudo de las Salinas, Paracuellos de la Vega. CONDADO DE PRIEGO: Priego, Cañaveras, Alcantud y algunas aldeas. TIERRAS DEL INFANTADO: San Pedro de Palmiches, Valdeolivas, Alconchel, Escamilla y otros lugares de Guadalajara. ORDEN DE SANTIAGO: Acebrón, Almendros, Rozalén, Saelices, Torrubia, Tribaldos, Uclés, Santa María, Belmontejo, Horcajo, Huélamo, Monreal del Llano, Mota del Cuervo, Pozorrubio, Santa Cruz de la Zarza, Tarancón, Villaescusa de Haro y las Tierras de Haro, Villamayor de Santiago, Los Hinojosos, Fuente de Pedro Naharro, Talayuelas y otras aldeas. MARQUESADO DE MOYA:; Alcalá de la Vega, Algarra, Aliaguilla, Boniches, Campillos, Salinas, Carboneras, Cardenete, Huerta del Marquesado, La Laguna del Marquesado, Los Huertos, Landete, Moya, Narboneta, Mira, Salvacañete, San Martín, Santa Cruz de Moya, Santo Domingo, Villaconejos de Trabaque, Villar del Humo, Zafrilla, Garaballa, Graja, Henarejos, Pajarón, El Cubillo, Fuentelespino de Moya, y otras aldeas pequeñas.

Pueblos de Cuenca / 15

MARQUESADO DE CAÑETE. Cañete, Olmeda de la Cuesta, La Parrilla, Tragacete, Uña, Valdemorillo, Valdemoro de la Sierra, Valdemeca, Villarejo Periesteban, Minglanilla, Cañada del Hoyo, Salinas del Manzano y otras aldeas. ARZOBISPADO DE TOLEDO: Belinchón. SEÑORÍOS PARTICULARES: La Ventosa, Hortizuela, Naharros, Villarejo Fuentes, La Frontera, Ribatajada, Albalate de las Nogueras, Víllora y en algún momento, Fuentelespino de Haro, Valverde del Júcar, Valera de Abajo, Cervera del Llano y algún otro. SEÑORÍO DE INIESTA: Iniesta, Castillejo y Graja de Iniesta * En algún caso, los otros lugares de la provincia, no incluidos en estos apartados, o bien formaban parte del alfoz de poblaciones citadas como aldeas o, en gran parte, fueron de Realengo y se independizaron en determinados momentos de su historia, alcanzando Cartas Pueblas con el título de Villa.

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Fuente: Excma. Diputación Provincial de Cuenca Pueblos de Cuenca / 17

Fuente: El Románico en Cuenca y el autor

MUNICIPIOS DE CUENCA “La Democracia es la única que puede establecer la concordia de todas las clases sociales. El límite bueno de nuestra libertad es la libertad de los demás.”

/ ABIA DE LA oBISPALÍA /

duce a la época romana como la primera empresa de importancia en su pasado histórico. Dicen que un soldado del ejército de Sartorio, rebelde romano que quiso independizarse de la gran Roma allá por el año 75 antes de Cristo, escondió sus ahorros para recuperarlos una vez finalizada la guerra contra Pompeyo desarrollada en gran parte, en estas Tierras conquenses próximas a la importante ciudad de Segóbriga. Lo cierto es, que fuera como fuera, los 23 denarios de plata encontrados en el paraje del Cerro del Santo han ayudado al investigador a poder ahondar en la historia de la comarca y si cabe, de toda la Meseta, pues aparece Bolscan (Huesca) como ceca emisora y lo signos ibéricos que están representadas en su simbología nos hablan de la cultura ibérica, cuya presencia en esta zona está más que atestiguada.

P

ara llegar a este lugar de pasado antiguo y nombre singular, podemos hacerlo por dos trayectos. De una u otra manera, es desde el camino de Cuenca, por su proximidad, el más adecuado y el que nos inicia a esas Tierras de la Obispalía, aquellas que fueran dadas al primer obispo de Cuenca por donación real en tiempos de repoblación. Pero ahondemos un poco más en su antigüedad como recorrido pues el Tesorillo de Abia y la gran cantidad de terra sigilata aquí encontrada nos recon-

20 / Pueblos de Cuenca

Pero es Alfonso VIII el que va a dar forma a este lugar. Unidos los obispados de Valeria y Ercávica para dar lugar al de Cuenca en 1182, será Juan Yañez el primer señor de la villa como Obispo electo, encargado de administrar y poblar estos lugares que bien llamados de la Obispalia, aparecen reflejados en un documento episcopal. Curiosamente es Sarzola el primitivo nombre de Abia según el documento antiguo encontrado en Zorita de los Canes. Aquí empieza su historia poblacional, sus edificaciones solemnes, tal cual la primitiva iglesia en lo alto

del cerro, su trazado urbano con esa calle principal que la define, sus ermitas y alguna casona de noble venido a menos. Su iglesia actual ocupa el solar que antes fuera la ermita de Santa Catalina, una vez que el primitivo templo fundado en época de repoblación gracias a las donaciones episcopales quedara ruinoso por desuso al establecer el Obispado su abandono “para que los enfermos e impedidos puedan acudir a los divinos oficios.” Aquella iglesia, elevada y poderosa, mantiene viva la estampa de su recuerdo. En su alminar religioso, apenas sujetado por los cimientos de un templo románico ondeante sobre las cuevas de vino ancestrales, se ven las ruinas de su interior y exterior, donde el ábside semicircular, portadas y arco de medio punto dan al visitante el toque de misterio que encierra su altiva presencia. La torre es la esencia histórica de grandeza pasada. Ahora, la iglesia actual, de rica mampostería y portada renacentista, con sillares en las esquinas, abre su espacio por medio de un atrio formado por un tejado a tres aguas, su ermita de San Jerónimo a unos pocos kilómetros y un caserío remozado delinean un pueblo acostada al lado del girasol y orientado hacia los Altos de Cabrejas con esperanza y belleza. Su romería en honor del Santo enaltece al lugareño porque ahí queda enraizado el carácter y su propia personalidad. Es para ellos, el sentimiento de un pueblo hacia su imagen más querida y por eso, en ello, está su creencia. Pueblos de Cuenca / 21

/ EL ACEBRÓN /

U

no que quiere reencontrarse con la historia podría preguntar a aquel balijero de El Acebrón, cuando tres veces por semana recogía la correspondencia en Tarancón para llevarla a su pueblo.

Después de recorrer unos cuantos kilómetros por esas tierras de secano, por entonces llenas de cebada y centeno en su mayoría, cruzaba ese curioso puente de piedra y mampostería con arco bajo que sobre las aguas del río Bedija se apareja. Esas aguas, de corriente de norte a oeste, daban vida a un molino donde sus represadas a una piedra hacía en el llamado del Cobo, el revolotear de una corriente un poco dormida. Al poco tiempo, se oían las campanas de su torre que llamaban a la oración diaria y en su sola nave en cruz latina se oía clamar a Santo Domingo de Silos, su patrón, para mantener la fe de sus doscientos devotos. Todos, o casi ninguno para decir verdad, se acuerdan de cómo funcionaba la Cofradía de la Vera Cruz, la más antigua de las hermandades cristianas de una Castilla dañada por el infiel, pero aquel cabildo de San Miguel y Ánimas de la Rota era, por antaño, lo que singularizaba su parroquia. La iglesia es de piedra y mampostería, con esquinales y cornisa de sillería, estando adornada por una torre de un solo cuerpo, de paramento liso para llamar la atención, con esa planta rectangular y sus cuatro huecos para campana. Durante muchos años hubo cuatro campanas, pero aquello fue hace 22 / Pueblos de Cuenca

tiempo –me advierte un vecino- alegando que él nunca lo vio. En aquellos años del siglo XVI, cuando la iglesia ya necesitaba una nueva construcción, la puerta al sur era la principal, elegante con sillares unidos y arco de medio punto. Ahora, sigue siendo la entrada al culto por importancia y por única, alcanzando sus pináculos con bolas ese aletar de su cruz que vuelve a tener pináculos en su envoltura. Ahora, el pueblo está bastante remozado. Su caserío ha alcanzado cierto gusto por la modernidad, aunque necesitarían algunos retoques en viviendas poco afortunadas. Sus gentes, son humildes y de buen carácter, haciendo de sus fiestas patronales el principal encuentro de regocijo, en tiempo y forma, donde los emigrantes –bastantes- allanan su vuelta para revivir aquellos años de infancia. Cuando la carlistada, aquellas tropas de Forcadell y Llangostera, en 1837, bien se atrincheraron cerca de Buenache de Alarcón a la espera de las tropas liberales del gobierno que se acercaban desde Madrid con el objetivo de dar caza al insigne Cabrera. Dos días llevaban por aquellos lugares, alertando con su presencia la tranquilidad de la zona. Ocuparon casas de aquellas poblaciones y, en algún caso, un pequeño grupo de la retaguardia comandada por el carlista Tallosa bajó hasta El Acebrón a coger agua de su pozo sin hostigar a la población, asustada por tanto soldado en sus calles. Después de alguna pequeña anécdota y cierto nerviosismo por las circunstancias, el grueso del ejército carlista se reunificó en

Tarancón e inició su marcha hacia la población de Villar de Cañas.

hacer tradición, con profunda devoción y sentimiento.

Ya no hay pozo de San Miguel para alardear, pero las gentes de El Acebrón siguen recordando sus quintadas, mayos y san Isidros. Los más atrevidos buscaron siempre en aquel cerro del Tenzo sus primitivas huellas históricas, ahora la vida reposa en torno a su fiesta del Cristo de las Misericordias, celebrado en tres veces al año, en Pentecostés, en tiempo de flores y en agosto, como patrón para

El mantenimiento de la festividad hacia San Sebastián, el 20 de enero, es peculiar por su celebración donde los rollos de harina y huevo formando bolitas adornadas en miel provocan el delirio en esa subasta, realizada dentro de la propia iglesia.

/ EL ACEBRÓN /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 23

/ ALARCÓN /

N

o ha mucho, por la calle principal, la que me lleva al castillo donde don Juan Manuel hiciese acopio de sus más firmes deseos escritos con ese conde Lucanor como protagonista, me encuentro a Luís, el párroco del lugar, hombre culto donde los halla y siempre dispuesto a contar cosas de esa insigne historia pasada. Me obliga hacer un alto frente a la iglesia de Santa María y me dice: - Miguel, aquí en ésta parroquial de Alarcón, la huella de Esteban Jamete de Orleáns es más que plausible, imperecedera, maravillosa. Vamos a entrar por esa portada sur y verás que elegancia en su trazado. ¿Y su retablo?Entro y quedó perplejo de su hechura. Cincelada la madera con ese brillante color que le da el dorado divino de la forma, albergando pintura, figuras, arte… - Luis, llévame al cielo del arte que bien conoces, hazme participe de tu sapiencia y de tu disfrute- le digo nervioso. Al salir, sigo el recorrido y quiero conocer el románico, ese fabuloso románico que inunda Alarcón. Para ello, voy a Santo Domingo de Silos, iniciada en el XIII y donde su ábside, ya remodelado, me abruma con su envoltura, por fuera y casi por dentro después de atravesar su puerta, la más antigua de la villa, donde las arquivoltas adornan ese románico gotizado. Pero esta Alaricón es mucho más, si cabe. Su plaza timbrada al son de don Juan Manuel, señor que fuera, después su balconaje adornando ahora el corregimiento, sus soportales, más señeros que ninguno,

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sus casonas, nobles y henchidas de orgullo de sus gentes, las que aquí lucharon por echar a la morisma y después, tierras de Villena enfrentadas a Isabel la Católica. ¡Cuánta historia encierran sus piedras¡ Me alejo un poco del pueblo y me cuelgo en la torre de los Alarconcillos. Quizás no es la más poderosa pero sí la más singular por su situación sobre el bello paisaje que los meandros del Júcar dibujan al paso de la silueta de uno de los pueblos más bellos de toda Castilla. Al bajar hasta el Júcar, me hallo cerca de la muralla moruna y contemplo las huellas donde los primeros embates de cristianos para recuperar el territorio se dieron. Quedan las piedras desgajadas de sus almenas, pero la sangre riega la historia donde un tal Ruiz de Ceballos ganase para la cruz a fuerza de espada y lanza, creando esa estirpe de los Alarcones que ahora apellido noble ondean muchas familias conquenses.

Yo no quiero cantar sus hazañas que tantos otros han cantado. Ni los Manuel, ni los infantes de la Cerda, ni siquiera Juan Fernández el llamado “Cabellos de oro”, ninguno de entonces ni tampoco de ahora, lo que quiero es ver un pueblo que afronta progreso gracias a un turismo especial que les visita. El Cristo de la Fe es su mayor elogio a la devoción y al sentimiento, su patrón y fiestas septembrinas, no solo de la villa sino de toda la Tierra de Alarcón, al lado San Sebastián, por allá por enero y ahora, por modernidad, las de agosto en su segundo fin de semana, por eso de la emigración y el recorrido del recuerdo y la añoranza. Así es esta villa y así es su Tierra.

Desde el puente de Tebar al norte hasta el puente romano de El Picazo, camino de Chinchilla de Montearagón, el paseo de ronda se inclina en silueta definida y austera. Allí, me vuelve a mirar Luis y haciéndome una señal, me reconduce hacia arriba camino de esas pinturas murales de un tal Jesús Mateo. La UNESCO las apadrina y dicen que son buenas porque han unido imaginación con arte en piedra viva llena de profunda historia. Arte antiguo con arte moderno, contemporáneo, creativo, singular, en la antigua iglesia románica de San Juan Bautista.

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/ ALBALADEJo DEL CuENDE /

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icen que el conde de Cifuentes, altivo, hombre de pelo canoso desde muy joven conoció bien este lugar. Su vega y alguna viña eran suyas, dejando para el vecino un poco de tierra al lado del pequeño río Badillo que solo lleva agua de lluvia. Atrás quedó la casa de la Sabina, formada por una amalgama de construcciones ya derruidas y alguna de nueva fábrica y siguiendo las lomas que circundan parte del paisaje, al lado del río Albaladejo que da nombre al lugar, nos aparece la figura de su caserío al pie y al lado de esa ladera de un pequeño cerro que le da pasado. Su historia está ligada a la repoblación cristiana del siglo XII y XIII, después de que Alfonso VIII reconquistara y, por ser lugar de buena tierra, lo cediese a los monjes cistercienses del monasterio soriano de Santa María de Huerta. Después, muchos nobles de alto linaje con título de Cuende le dan el apelativo porque los Manrique de Lara, aquel señor de Molina y luego su viuda, doña Mafalda, fueron los que vendieron el lugar –aunque bien fuera ella-, para después ese conde de Cifuentes que yo citase, adquirirlo por compra y por último, el señor de Valverde, al lado, como vecino que hará que unos y otros, tengan este lugar como tierra de conde. Por eso no viene nada mal el llamarlo Albaladejo del Cuende o Conde. Entro por la calle Blanca, ¡qué bello nombre¡ y llego a la plaza de Isabel, la Católica y como no me canso, cruzo, ando, subo y bajo por muchas de ellas, el Olmo, Viciosa, Odisea, Escalones, para llegar a los 26 / Pueblos de Cuenca

restos de aquella iglesia que en tiempos fuese principal, en la cima del cerro, dedicada a la Asunción que supo pertenecer a la abadía de las Valeras. Su torre es el testigo de lo poderoso de su tiempo religioso. Pero es la ermita de la Virgen de las Nieves donde se cuece el devoto sentido de sus gentes. Fuera, su portada del XVII con hornacina encima donde está su imagen y arríba una espadaña, pobre, pero cuidada. Aquí estuvo provisionalmente la parroquial hasta hacer iglesia nueva. En agosto hacen sus fiestas patronales, ahí su Virgen de las Nieves es la dueña y señora y ahí, sus habitantes bailan y corren al son de toda una diversión esperada. Pero es el tambor con su sonido el que llama a su llegada. Es ese tambor de “la ranrá” acompañando a sus animeros ahuyentando los malos espíritus. Todos, de negro, camisa blanca y sombrero con florecitas siguen a un abanderado y en dos filas, al lado, los cofrades de Ánimas con ese paje en el centro. ¡Bella y singular costumbre ésta, sin duda¡ En la iglesia, las vacías transportadas por dos de sus cofrades, ponen las limosnas para las ánimas e imploran a San Antonio los que son solteros para encontrar pareja, mientras los casados hacen acción de gracias. El paje, con su escudo y espada mantiene el orden, luego un teniente y un alférez por cada grupo llevan el bastón, los capitanes a la orden del tambor y así hasta que el abanderado y las cestilleras nos llevan por el lugar. ¡Ave María¡

La mesa y su reunión hace la fiesta alegre, el reclinar de la bebida, el repique del tambor, el porrón con su deleite, el baile para la hermandad y al final ya se sabe, ¡es noche de Ánimas¡

Allá, en el Carnaval, todo se atiza y en ello anda el peso de su propia personalidad popular, la que les define y les hace creer en su propio devenir. Buen pueblo, éste de Albaladejo.

Albaladejo fue tierra de condes, ahora es la tierra de hombres y mujeres honestos, amparados en su tradición, recordando aquella arriería con carretas que antepasados hicieron y ahora, con pocos habitantes residiendo pero haciendo grande un pueblo pequeño.

/ ALBALADEJo DEL CuENDE / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 27

/ ALBALATE DE LAS NoGuERAS /

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acia la frontera de nuestra Serranía y entre nogueras que inundan su paisaje, surge Albalate. ¡Aún resuenan los troqueles de aquellos fusiles carlistas que por aquí anduvieron¡ Eran unos dos mil carlistas –según citan las crónicas-, soldados bien equipados y dirigidos por un tal Valiente los que allí se agruparon. Su centro neurálgico lo colocaron en Albalate por entender que allí, en lo alto de su cerro donde se ubica la iglesia podían avistar la llegada de liberales y defenderse. Las tropas del gobierno dirigidas por el general Santa Cruz estaban a mitad de camino, pero a los carlistas no les preocupó en exceso. Bien atrincherados y abastecidos por las buenas hortalizas de las huertas del Trabaque y, sobre todo, bien regados por el excelente vino de sus numerosas cuevas, se regodeaban de su privilegiada situación. El brigadier Valiente estaba convencido de que sus amigos, Santés desde Valencia y Villalaín desde Guadalajara le ayudarían ante el ataque. Por el contrario, las tropas de gobierno liberal venidas de Madrid, fueron reagrupando efectivos gracias a Carbayo desde La Mancha y Calleja desde el Levante para efectuar uno de los ataques más decisivos en el desarrollo del conflicto. El 6 de mayo de 1874 se producía la batalla de Monsaete. Allí, las tropas de Valiente que acababan de salir de Albalate se encontraron con las del brigadier La Iglesia unidas a las de Santa Cruz y en lo alto de aquel monte se produciría una de las más sangrientas y decisivas batallas del carlismo. Los carlistas perdían su posición y cerca de trescientas bajas,

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mientras el ejército liberal fortalecía su imagen consiguiendo una de las más importantes victorias. Pero Albalate tiene demasiada historia. Aquellos tiempos de romanos ya dejaron aquí su fuerte impronta, si cabe asimilando al poblado del Bronce que aquí habitó. Su calzada, secundaria, que desde Torralba atravesaba el valle, dejaba al lado Villaconejos, luego La Frontera y seguía camino de las minas altas de la Sierra. Por la fuente de los Baños, donde el primer poblado con el nombre de Albalate de Bombarrá ocupó lugar dicen algunos, hasta su puente entre el Trabaque y el Torralba, donde la vega que llaman de Arriba y la Veguilla abastecían a la población. Luego, no lejos, la Cañada Real, Veredillas, aguaderos y sesteros, hacían recorrido al ganado trashumante para rendir cuentas a San Blas, el patrón, sin dejar de lado a Santa Quiteria y Nuestra Señora del Rosario, sus albaceas. Ermitas que fueron, el caserío remozado y arriba, su iglesia, en lo más alto, como un fortín que ondea en ese cerro perfectamente perforado de excelentes cuevas de vino.

Pero yo me quedo con esa amistad que allí habita. Subo desde la carretera y a mitad de camino me encuentro a Fredy con su desdén, el que me lleva sin descansar a su casa-cueva, hecha para el disfrute de todos. ¡Qué buena gente¡ Al bajar, Julián y sus hermanos me cuentan eso del Pueblo Libro y veo la cultura que aquí rezuma con tertulias, lecturas y conferencias, a ras del teatro que su sangre advierte, porque Albalate no es solo fiesta, también es libro, hontanar, crepúsculo y belleza. No lo olviden, amigos. Alguna de sus danzas dice: “En la puerta de Santo Domingo hay un pájaro francés: Quiera Dios que le corten las alas quiera Dios que le corten los pies quiera Dios que le corten el pico pa que no pueda comer.”

Aquí se cría muy buena gente y eso que algunos hablan de un triste crimen. En la Navidad cantan eso de “Yo vengo del monte de ver un zagal, traigo un pajarillo que sabe cantar.” También se cuenta que aquel cardenal Gil de Albornoz, el que tan importante fuera para la historia de Castilla, aquí fue cura y cultivó la devoción al patrón San Blas al que se llevan buenos rollos hechos de bizcocho y adornados con nata y otras golosinas, algunos con cabello de ángel, subastados al terminar la misa patronal. Pueblos de Cuenca / 29

/ ALBENDEA /

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or aquí hay mausoleo romano, dicen los libros y canta la huella.

Albendea es territorio alcarreño y de los buenos. Se encuentra al lado del Escabas, ese río ancestral que tanta historia ha corrido y que se retuerce con belleza y al Guadiela, el otro río, más moruno, molino de las Juntas donde se cruzan, luego el puente sereno, en cuya ribera derecha a contracorriente está ese paraje de Cueva Tomás, al lado de chorreras, cantuesos, pinos y juncos dorando al sol. Allí, hemos hecho meriendas de camaradería académica, conviviendo en el entorno de una naturaleza ensimismada y al pie de esa misteriosa cueva que ocupasen en tiempos pasados, fugitivos y ermitaños, aupados en su bondadosa calidad ambiental.

poco antes de juntarse también con el citado Guadiela, entra en la tierra de Albendea el agua se convierte en ese color verdoso romano, limando de cerca la hermosa ermita de la Virgen de Llanes, la más antigua de Cuenca, seguro, y se recrea. Allí, camuflado en esa antigua ermita, el Mausoleo romano de Llanes, el último tránsito hacia el Hades –tal como diría Guisado- “como una puerta al embarcadero de la laguna Estigia, este bello mausoleo tardorromano parece soportar el paso de milenios sobre sus paredes mientras aguarda el regreso de Caronte a la cripta de esta joya de la arqueología alcarreña conquense”

Por eso aún recuerdo aquel hecho que algunos vecinos citan, cuando Manuel Briones Cárdena, vecino de este lugar, comprase barca para transitar en el lugar que forma la presa del molino del Maestre y crease negocio. Lo cierto es que Albendea es lugar ya de tiempos lejanos. Fue, sin duda, la época romana donde asentase historia no sin antes, valorar su Cerro del Castillo para recomponer eso de tierra de celtíberos o de pueblos prerromanos de la Edad de Hierro, elevado como centinela de un pequeño meandro del propio caudal..

En su origen, un monumento funerario edificado en el siglo IV, vinculado a una suntuosa villa romana cuyos restos se hayan a escasos metros, inmerso en un paisaje excelente que guarda entre sus secretos ese sincretismo de los materiales utilizados, como la piedra tobácea perfectamente equilibrada, en cuya forma trilobulada, serviría y sería utilizado como cabecera de una posterior iglesia de época moderna, ahora arruinada. Sus ábsides, cubiertos por bóvedas de fondo de horno finalizan en alzado de arcos de medio punto a modo de arco triunfal que le da la elegancia de su entrada al edificio. Maravilloso monumento, recientemente declarado como Bien de interés Cultural por la Junta de Comunidades y que tan gozoso ha hecho a Jesús García, su alcalde y a Juan Carlos Guisado, su arqueólogo.

Pero cuando el Escabas, después de juntar sus aguas con el Trabaque, que viene desde el sur, y un

La diosa Isis con su vestido blanco, tuvo bien a nombrar alba in Dea a este lugar –dice una leyenda pe-

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culiar- de ahí que tomase ese bonito nombre de Albendea para conjugar pasado romano con presente arqueológico de futuro y mientras, sus honradas gentes, volcadas a sus fiestas patronales, dos como tales, en junio a San Antonio de Padua y en septiembre, a la Virgen de la Vega, hacen de cruces y bailes, sus tradiciones. Al hilo, ese recuerdo que ahora se revitaliza en el Camino jacobeo de la Lana, cruzando peregrinaje hacia Santiago que partiendo de Villaconejos, cruza Albendea para llegar a Salmerón con descanso posterior en la alcarreña Atienza.

Así se engrana este lugar que pronto alcanzará fama notoria, más si cabe, cuando su Mausoleo sea elevado al grado de yacimiento de visita y corte, por merecimiento innato. En junio a San Antonio y , en septiembre a la Virgen de la Vega reunen a vecinos y visitantes para revivir sus fiestas solemnes llenas de devocíon y alegría.

/ ALBENDEA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 31

/ LA ALBERCA DE ZÁNCARA /

“Las aguas se remansan para acicalar el cielo”.

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ierto es, sin referenciar aforismos que el agua ha definido siempre el origen de la mayoría de los lugares de población y cierto es, que ese mismo germen de la naturaleza ha dado vida a historia, costumbres y economía. Alberca es al-birka: estanque. Aquí, en este lugar de La Mancha, los romanos vieron buena situación de vida y por eso, luego, aquellos musulmanes le dieron el nombre que ahora, orgullosos, ondeamos. Se vive en tranquila dedicación a una agricultura desde tiempos benévola y eso determina que en 1363 el monarca Pedro I el llamado Cruel, le diera el título de villa a sus habitantes por ese valor demostrado en su causa, dejando ya de ser aldea dependiente de Alarcón. Pues bien, aquí hay vía romana, recogida por el Anónimo de Rávena, cruce de fuente, la llamada Dulce, al lado de ese Cerro Motejón con ruinas y castillo, según las voces del lugar, convento de San Francisco fundado en 1335 y donación del lugar al infante don Juan Manuel unos años después para que cree otro convento, en este caso, de monjas como San Ildefonso aludido. Todo aquí es historia y mucha. Cuando el marqués de Villena llena armas para su lucha por el poder de Castilla, aquí se vive adosado a él. Luego la llegada de Francisco de la Cruz, el toledano de Mora, que inicia hábitos en los carmelitas de La Alberca para

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luego crear esos Esclavos de la Santa Fe que darán a este lugar el santo y seña de su devoción y patronazgo a favor de la Santa Cruz. Por eso sus habitantes que pasean por sus calles nobles y sus callejas más rurales en trazado manchego, alardean de sus escudos y portadas en la calle Nueva y, de devoción en la calle de la Amargura. Ellos y yo, bebemos agua en la Fuente del Pilar y refrescamos mirada en esa calle de las Huertas, pero cuando pasamos por la plaza de Arriba o del altozano donde se encuentra el Ayuntamiento de soportales, bellísimo, y su iglesia parroquial dedicada a la Asunción, todo se transforma. Dentro, sus capillas y el retablo mayor. Seguimos en ese convento de Santa Ana, antes carmelito descalzo, y ahí, el barroquismo alberga a su reliquia de la Santa Cruz en su capilla sin acordarse de que hubo otro convento también –ahora desaparecido- y como mucho podemos pasear hacia la ermita de San Isidro, el labrador junto a la Serrezuela para hacer romería de la buena. Casas, casonas, balcones, algún tejaroz, hospitalillo de Juan López, ermitas de antaño, fachadas emblanquecidas, plaza nueva remozada con fuente elegante, mercado y costumbres ancladas en su honestidad, la de sus gentes. Por eso cuando se canta la Jota rabiosa: “Yo no me canso morena, subo la cuesta contigo y no me canso morena y luego la bajo solo y me fatiga la pena” te sientes otro –como diría Mª Carmen García, su alcaldesa- y entre mayos a la Virgen y a la Santa Cruz, los Dichos de moros y cristianos que aún

están mantenidos por tradición y solera, al igual que aquel San Marcos, Cruz de Mayo, Santa Cecilia, el baile del garrote o las doce palabritas y el Caracol en la Navidad. La Alberca de su río Záncara es buen lugar de paso y mejor de estancia. Yo lo he sentido y vivido con Pregón y libro hecho, por eso lo afirmo y, si cabe, lo corroboro con sentimiento y cariño.(P) En la Calle nueva me encuentro a Blas Patiño, quien al hilo de su humildad, me tararea al oído una bella estrofa de bella jota rabiosa: “Y un hombre vuelto al revés una mujer panzarriba, Y un hombre vuelto al revés no se que estarán haciendo que ellos menean los pies.”

Pueblos de Cuenca / 33

/ ALCALÁ DE LA VEGA /

como eran Albarracín y Alpuente formaba línea del Turia entre éste y el Ebrón, con Santa Cruz, Ademuz, Castielfabit, El Cuervo, Tormón y al lado, Moya. Aquí habitaba una población guerrera y el lugar, era más que un simple castillo, pues era Qala, fortaleza, provocando en su conquista por las tropas de Alfonso VIII la creación de Moya.

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reo, que hay pocos sitios de nuestra provincia que puedan alardear de tanta historia. La Alcalá de hoy es heredera de aquella Aqaqla musulmana de los Benni Zennum y, por antes como diría aquel, de pueblos romanos que situaron aquí ruta de calzada por encontrar riqueza económica, tal vez en las minas de El Cubillo y Henarejos o porque la madera, que luego bien explotarían los árabes, era excelente y por aquí la llevaban. No se cuándo nace de verdad y eso que Niceto Hinarejos, el que más sabe de historia de aquí, nos habla de que el origen de la población lo tiene en el lugar donde se alza la propia ermita de la Virgen de Alcalá, en ese lugar misterioso que enlaza la Cruz de Muchos Cantos. Porque, en este lugar, los vestigios visigodos son reales con estelas funerarias de excelente calidad, encontradas no hace mucho, pero la Alcalá que yo quiero contar es la que algunos llaman Serreilla y que, equidistante entre dos grandes bastiones taifas 34 / Pueblos de Cuenca

Pero al margen de conquistas legendarias, de lugares de privilegio, de ilustres hombres de armas, tal cual Abderramán, los Azagra, Pedro II, Alfonso II o el mismísimo Arzobispo Jiménez de Rada, este lugar mantiene un alto contenido de misterio por eso de si pudo ser Serreilla o Quelatza donde los embarques de madera por su río se pudieran producir, y así sus gentes lo elevan con cierto orgullo, tal vez en demasía, pero consentido. Cuando te adentras en su caserío, remozado, llegas a la plaza donde una casona marca la línea del poder y en el otro lado, su iglesia dedicada a la Asunción con su capilla en el interior adornada de esa virgen del Remedio en una cúpula rebajada. La torre es muy digna y medieval en su construcción con esos cuatro huecos de campana y sus hileras de aspilleras donde se marca la importancia que tuviera en su momento. Sin embargo, estos herederos de los primeros bereberes de nuestra península son gente honrada, dedicada a sacar ese pan de la tierra árida y, presurosa de querer progresar, porque así me lo dice Rufo, su alcalde, cuando le hablo de sus fiestas, sus toros, su ermita, su torre desdentada o su río Cabriel.

Alcalá lo guarda todo. El recuerdo del cáñamo tan recurrente en muchos años, los “melaos” como consecuencia de ello y de los cañamones como turrón especial en época de Navidad, tal vez, esa agua que sus numerosas fuentes desgranan, la de la Alberca, la de la Mesta, esa de los Recueros o Fuente Águeda, recordando, las quintadas, el gorrino de San Antón, la Cerrá y las dos añadas, el Pósito y no se cuántas cosas mas. Pero, en la gente mayor resuena eso de “Todas las Marías son dulces como un caramelo y yo, como soy goloso, por una de ellas me muero; porque en la cruz de la erilla canta la zorra, pobres gallinas de la Pelona” Es un pueblo de historia, de tradiciones, de canciones y mayos a su Virgen del Remedio que en Gozos

bien entonan, cuan anécdotas y chascarrillos recogidas, algunas, por Félix Barreda desde la lejanía. Y ya no quiero pasar página sin antes alardear de mi amistad con Florencio Martínez, el escritor. Hombre de gran cultura, regada en sus críticas literarias que tanto dijera el ABC de antaño y que sigue produciendo en verso y pluma. Sus poemas al Cabriel dormido rezuman añoranza y amor por su pueblo, por sus gentes, por su tierra, donde el Alamotejo, el burro de Cancio, la niña Felisa, el acordeón de Mónico o el camionero Rosendo le dan sílaba, pero yo me quedo con ese que dice: “Pueblo de sol y moscas en verano; un Edén sin adanes y sin evas, ni otro pecado que agotar las brevas y comulgar las peras odaliscas.”

/ ALCALA DE LA VEGA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 35

/ ALCANTuD /

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ierto es que hablar de Alcantud, nombre moruno en su creación, es hablar de sus baños. Desde tiempo inmemorial aquí se bebe esa buena agua que hizo de sus favores la estela de su riqueza. Aunque las ruinas romanas próximas al caserío nos permiten hacer historia pasada sin apenas documento que lo verifique, tenemos que acercarnos a esa Edad Media para conocer origen con certeza. Su población nació en tiempos de reconquista, un poco después que la de Cuenca, siendo incluso Alfonso VIII su deudor, cuando en ese 17 de mayo de 1201 concediese a la Orden de Santiago la llamada aldea de Valtablao y se cita en el documento que “cum ómnibus terminis suis, sicut incipit de media veguiela suptus Vaduz de Fonceteio usqeu ad Pennan rubeam que est super castelum de Alcantuth, sicut vadit cerro cerro…” Por este documento deja al Concejo de Cuenca, Villanueva de Alcorón que poco antes le había dado a la mencionada orden, haciendo clara referencia al castillo de Alcantud. Sobre la leyenda del término que nos aduce Alcantud, algunos investigadores nos llevan a esa época musulmana, apoyándose en el reconocido apellido Hud (Amed Hud) y sus rebaños a la ribera del Guadamejud y entre las orillas del Guadiela y su puente nos llevaba a esa población que empezó a recibir el nombre de Alcantur Hud (Alcantud más tarde). Muy cerca de la población, sus baños, a la falda de un cerro poblado de pinos y carrascas en sitio apa-

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cible y alegre. Nos dice Madoz que “el agua sale hirviendo de un hoyo de bastante capacidad, y su porción es del grueso de una pierna; la pila pequeña y enlosada, está al aire libre, de manera que no hay comodidad alguna para los bañistas, ni en esta parte ni en lo relativo a los edificios donde poder recogerse; las aguas se toman bien solas, bien bebidas o en baño, o embarrándose la parte afectada de la dolencia y sus resultados son admirables, especialmente en los dolores reumáticos y afecciones herpéticas, siendo también un éxito en las atonías, perlesías, obstrucciones, escrófulas, supresiones de orina y menstruo, hemorroides, cálculos renales y vexicales, flusiones de ojos, alferecías, convulsiones, vahídos y todo accidente de cabeza, hidropesías, dolores cólicos, hipocondrías, histerismos, calenturas rebeldes sostenidas pr lesión de algún órgano, escorbuto y toda enfermedad cutánea. Así es la gama de estos baños habiéndolos tomado en la temporada de 1844 más de 800 personas.”

domingo de mayo cuando la fiesta engalana la villa y la hace solemne y alegre. Ahí su Virgen de los Afligidos, les adorna de bendiciones, les ampara en esas fiestas, y no muy lejos, la hoz de Toriles le envuelve en un paraje de belleza y misterio, haciendo del senderísmo y del turismo rural ese emblema del futuro. La Casa de Yeri lo dice todo. Atrás quedan aquellas Benditas Ánimas del purgatorio, Cabildo del Santísimo Sacramento y la propiedad del marqués de Ariza, hacendado mayor de este lugar, ahora, es un pueblo alegre que disfruta de futuro con esos baños, modernos, alojamientos, cabañas, bungalows y un sinfín de recreo al descanso y a la tranquilidad en un paisaje de ensueño.

Su iglesia, del siglo XVI, es de excelente construcción de arcos y bóvedas, coro y arco triunfal en el presbiterio, y una bonita portada, teniendo espadaña. En su interior, la Virgen de los Afligidos, la que como patrona da vida a sus fiestas más solemnes. Todos recuerdan las quintadas, con la corta de pinos, -en los montes de Gualde Quemado o Gualde Zapatero con ese pino halepensis-, tal vez, evocando los peleles o Judas en Semana Santa, colgados y prendidos fuego en señal de devota compostura, ahora perdido. Pero, es ese segundo

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/ ALCÁZAR DEL REY /

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no camina por la carretera que nos lleva de Cuenca a Tarancón y después de descender Cabejas, los restos de un torreón circular sobre una loma, al lado de una iglesia recia, nos indica una localidad, no muy grande pero sí muy compacta en caserío. Al fondo, casi a lo lejos y entre neblinas, la imagen de las columnas del trasvase se ha hecho ya demasiado común para el pasajero y no advierte novedad. ¡Es el molino de Alcázar¡ nos informa el conductor del vehículo. Por cierto, molino, así queda declarado en las manifestaciones que el profesor Julián Alonso ya diera en su estudio molinero. Pero soy historiador y no me convence esa nota. Realmente pudo y debió de ser molino, pero seguro que la duda viene de antaño porque Alcázar tiene vetusto y bello nombre de guerra, por lo menos de épocas turbulentas, quizás de moros y cristianos cuando en la Reconquista así lo hubiera. Estoy seguro, analizando la cantidad de huella histórica que el término de Alcázar mantiene, que por aquí hubo poblados del Bronce, sobre todo, romanización y en eso de cruce de caminos, con vía al uso, entre las Charcas del Villar y la laguna de las Yeguas, pues esa Vía IB 3 procedente de Segóbriga nos pudo reconducir a Huete, pues en esta zona, el comercio del lapis specularis y otros ricos productos de esparto y minerales fue demasiado importante para no explotarlo. Ahí están sus importantes yacimientos de Arbolete y la Ballestera, donde la huella romana queda perfectamente plasmada.

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Lo cierto es que este lugar se repuebla en el siglo XIII, después de reconquistar los lugares al dominio musulmán. Pertenece al alfoz de Huete del que dependerá durante mucho tiempo, hasta que en el siglo XVI deja de llamarse Alcázar de Huete para llamarse del Rey, significación segura de su dependencia real costeada por buena cantidad de dinero. Que su nombre proviene de una torre o pequeña fortaleza, seguro, situada a mitad de camino de los dos grandes núcleos históricos: Huete y Uclés. A eso, en tiempos medievales le llamarán Medianedo. Luego, territorio bien regado con agua en abundancia, así atestiguado por la fuente de Prado del Ojo o por los numerosos pozos y fuentes del lugar poblado, Pozo del Concejo, charcas del término jurisdiccional y pequeñas acequias que ya usaban en el XVII los ganados trashumantes por la Vereda de ganados a Soria, atravesando el Quejigar, Sierra Mesada y Coto Carnicero, ricos y buenos pastos. Todo esto fue del marqués de Ariza y así lo explotó, al igual que su Casa de Paredes y todo el amplio término que le configura. Luego diera el molino con su paraje a Juan Tom porque así figura, pero todo ocupó parte de su amplio título de nobleza y, ahora, es la reseña del lugar cuando se llega.

Sebastián, la Magdalena, San Juan, Niño Jesús, Santa Ana y Concepción, todas ellas ya desparecidas. Pero la iglesia es demasiado sólida en arquitectura, tanto, que le hace ser referente principal. Su torre almenada le define su carácter defensivo que diera parte de su bonito nombre. Sus portadas, sus bóvedas, sus contrafuertes, sus ventanales y sus naves. Este lugar que en vieja tradición recibiese el curioso nombre del “pueblo de la mielga” es puro en tradiciones pues las ramas de almendros en las ventanas en el domingo de Resurrección, las flores y pétalos en el Corpus Christi, las gachas dulces o puches en los difuntos, la corremerienda en julio y sobre todo sus fiestas más solemnes en agosto con el Cristo de la Salud hacen de fuerza de la costumbre, dejando si cabe, ese Cristo de las Injurias para mantener el espíritu de la historia en los domingos de mayo. Todo un Alcázar adornado del rey entre aguas, pastos, casas de pastores, veredas y su molino.

Lo cierto es que su bastión lo marca su iglesia, vetusta, en tiempos con traza de fortaleza por su inmensa figura. Dedicada a Santo Domingo de Silos y en tiempos, rodeada de ermitas, la de la Virgen del Carmen y la de la Virgen de la Portería como reales y las que en el libro de Visitas se citaran como San Pueblos de Cuenca / 39

/ ALCoHuJATE /

No se de cuándo ni cómo tiene el nombre este lugar, pero cierto es que de tiempo de moros puede venir añadiendo al artículo al el de cohujate como monte cortado y es que, montes hay tres bordeando el valle que ocupa el lugar, tres y uno de ellos, el más solemne por historia bien llamado Cerro Pelao donde sigue recordándose ese caminar de los novios en momentos de declaración amorosa ese 1 de mayo a comerse las tortas de pelao, hechas en el horno de leña.

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ecuerdo en mi agradable estancia a horas de hacer Pregón de fiestas que este lugar siempre me llamó la atención por eso de tener un nombre tan singular: Alcohujate, para otros de antaño, Alcobujate. Sin duda, sus tierras son demasiado antiguas pues al lado, la gran Ercávica en término de Cañaveruelas, nos abre el dominio romano en plenitud poderosa. El Guadiela, su río, nos crea el paisaje y lo hace con elegancia, adornando a ese Tajo, su padre, al que le fluye con agua cristalina y que lejos deja para luego morir en él como afluente. 40 / Pueblos de Cuenca

Allí, en la cima, unos restos de atalaya te ofrecen misterio de su fundación. Bien, por proverbial condición, pudo ser esa torre vigía en tiempos de moros cuando por aquí avistaban las tierras poderosas de la Wabda o Huete moruna, cabecera de dominio. Moros y cristianos, luchas por reconquistar los dominios bajo la cruz y la luna, donde también interviniese el Cid que, algunos, los más atrevidos, bien dicen que por aquí pasase para reencontrar fuerzas perdidas. Luego, los avatares del tiempo nos trajo a don Juan Manuel, el infante que escribiese ese conde Lucanor, porque él por herencia dominó estas tierras llamadas del Infantado en el siglo XIV y entre ellas, Castejón, Torralba, Buendía, Cañaveruelas y Alcohujate, para tiempo después, por avatares de heredades, fuese doña María de Albornoz la que dueña se hiciese. Pero este lugar es de buena gente, de esa buena que sabe devocionar a sus Cristos o Cristillos, sus singulares patronos, colocados en una especial y

bella capilla de su parroquial dedicada a la Natividad de la Virgen, restaurada de hace poco tiempo, pero que tiene una estructura solemne. Nos dicen que ya en el siglo XVII era una iglesia principal en la comarca, donde no hay retablo pero sí una caja donde está Santa María. Nos cita ese despoblado que algunos vecinos reafirman y que llaman “Goscoñuelo” del cual sus diezmos corresponden a la fortaleza de Casasana. Bóvedas de arista en su interior, capillitas para albergar a la Virgen del Carmen y Jesús Nazareno, coro de ascenso y arriba, un órgano restaurado. La portada del edificio con Santa Bárbara, patrona de infantería, de los truenos y tormentas, rinde culto a la pleitesía de tiempos neoclásicos, con pilastras jónicas y frontón triangular que le hace sencilla y solemne.

Aquí hay muy buena gente, y eso lo sabe Julián López Razola porque él bien lo define. En Santa Tecla, fiesta de solemnidad por los días de agosto, se hace Pregón y por eso yo lo hice, se baila en verbena junto a la iglesia y ayuntamiento y las Peñas bien se juntan para alardear de amistad y jolgorio; pero también en los inviernos, en ese diciembre, sus Cristos reciben festejo solemne en esas imágenes pequeñas de barro que les representan y que, encontrados en un paraje cercano, allí se les venera con altar y devoción. Las Quebrás como paraje, los Mandados como monte de cría de buenos Quercus, la Cofradía de nuestra Señora de los Desamparados –ya sin cuenta- , la cruz procesional de plata del XVIII, las rutas de senderismo y sus gentes, al lado de su Cruz de Mayo, sus Cristillos y Santa Tecla, abren pueblo hospitalario y abierto al progreso. (P)

Pueblos de Cuenca / 41

/ ALCoNCHEL DE LA ESTRELLA /

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uestra tierra está necesitada de reconstruir con certeza nuestro pasado histórico. La situación estratégica peninsular que siempre definió a la Meseta la hizo determinante para el cruce de civilizaciones y cuna de acontecimientos trascendentes.

Alconchel de la Estrella, nombre curioso para una población de profunda antigüedad, es una muestra de ello. Su origen, incierto, nos conduce a la Edad del Bronce y en ella, un posible poblado diera luego nombre a la ciudad olcade de Altheia, la misma que Anibal con sus huestes, arrasase, reduciéndola a cenizas y a sus habitantes a la esclavitud. Ahí empezaría la conocida Olcadia, después Alcarria para los conquenses. Algunas noticias no bien documentadas, afirman que este lugar fuese después núcleo importante con el nombre de Certina –Cartama celtibérica- en el siglo II a.C. provocando lugar de paso en el recorrido romano de la vía que unía Cartago Nova con Cómpluto (Alcalá de Henares), pasando por Segóbriga. Ello nos lo demuestra la existencia en este lugar de minas de lapis specularis (espejuelo), por entonces, muy codiciado por el mundo romano. Mancha a mitad de camino entre Alcarria poderosa. Posteriormente, la historia sigue marcándole su estela, pues durante el dominio musulmán, aquí hubiese lugar fuerte, en ese castillo que ondea en su cerrillo y que pudiera haber dado lugar a un núcleo bereber primitivo. Lo cierto es, que será en época de repoblación cristiana, pues un documento de 18 42 / Pueblos de Cuenca

de octubre de 1194, fechado en Alarcos, nos dice como Alfonso VIII concede a la Orden de Santiago, la mitad del portazgo de la villa de Alconchel y no la propia villa, que por entonces es de la jurisdicción del señorío de Villarejo de Fuentes. La población alcanzará cierta importancia y en su valle, regado por el río Cazarejo, afluente del Záncara, abre la Veguilla y el estrecho que comunica su salida con las tierras de Haro. Lugar de peso e importancia, dedicando su advocación a la Virgen de la Cuesta, ermita a unos tres kilómetros de dicha villa, que alberga a su imagen, sedente, talla policromada románica, cuyas fiestas con bella romería, le rinden tributo en los días 7, 8 y 9 de mayo. La blancura del edificio al pie de pequeña espadaña te regocija. En la villa, la iglesia parroquial abre sus brazos y dedica también su culto a la misma patrona, su Virgen de la Cuesta. En el siglo XVI, el arquitecto Juan de Palacios reformó su estructura de tres naves con techo de madera y retocó su bella puerta de entrada, haciendo de este edificio el más singular de la villa, que por aquellos años perteneciese al Marquesado de Villena, aunque luego, ya en el siglo XVIII, fuera el conde de Cifuentes, su dueño por un tiempo. Las leyendas que siguen nuestros caminos ocupan esa historia oscura pero profunda, ayudando a conocer el carácter de nuestras gentes. En las documentaciones del XVII, concretamente en el 1634, nos hablan algunos papeles sueltos de aquellas ma-

tronas alconcholeras que bautizaban a los niños recién nacidos cuando el peligro inminente de vida les acechaba. Fueron denunciadas a la Inquisición, pero siguieron su causa por entender el bien cristiano que con ello hacían. Buena labor la suya, sin duda.

la iglesia de la segunda al son de esos Mayos entonados como Folías, resumen la tradición más bella. Luego agosto y sus reencuentros reviven la diversión donde la hospitalidad es afamada.

Quizás aquel marqués de Alconchel, desconocido por ahora, y que fuese dueño del anejo Villar de Cañas, cuya iglesia tenía al advocación de Nuestra Señora de la Estrella, pudo ser quien instaurase en su romería los jueves larderos de hornazos y hojuelas, Tal vez esa dualidad entre Ntra. Sra. de la Estrella de Villar de Cañas y la Virgen de Cuesta de Alconchel rivalizaran en la devoción popular, pero ahora la merienda y el jolgorio al pie del chopo en el pórtico de

/ ALCoNCHEL DE LA ESTRELLA /

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/ ALGARRA/

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odo te lo marca la devoción a la Virgen de Santeron. Curioso lugar mariano, propio de aquel siglo XVI de alta tradición católica pero cuya raíz se alarga a la Reconquista en su afán propagandístico de la imagen de la Virgen María en todas sus acepciones. En esta comarca muchos ejemplos, la Virgen de Tejeda, la de la Zarza, la del Pinar de Altarejos, muchas de ellas concebuladas en las cantigas alfonsinas y otras, como la de Santeron, con popular romería que desde el pueblo de Vallanca, en ese Rincón de Ademuz, adentra su tradición más festiva cada siete años desde su inicio allá por el 1718. En su ermita, en ese amplio valle con montes que la circundan de extensos pinares y fuente de rico manantial acoge a las gentes de Castilla, de Valencia y de Aragón. En su interior, después de atravesar el porche, su ábside poligonal acoge a la imagen portada en sus andas a los sones de atabal y dulzaina. En lo alto, el artesonado mudéjar te abre la fiesta frente al coro de balaustrada de madera y afuera, la fiesta, el jolgorio, los bailes. Pues toda esa vega, su devoción y su historia, bien pertenece al término jurisdiccional de Algarra. Colgado en un monte con recubierta rocosa, pareciendo la quilla de un barco, de popa a proa, con sus restos de fortaleza llamada en tiempos “La Peligrosa” se acoge un caserío, no se si al lado de una covachuela como dicen algunos por eso de buscar significado al término Alygarr o porque aquí tuvo que luchar, mucho y bien, Alvaro de Mariñas para su conquista después de tomar Moya. 44 / Pueblos de Cuenca

Esta pequeña pero sobria fortaleza fue objeto de deseo del señorío de Albarracín y del reino de Requena, luchando a un lado y a otro, en función del destino de la historia. Pues bien llamado “Balcón del Marquesado” por esa dependencia del marquesado de Moya, le hizo también pueblo de rica solera, basada en su rica vega y en sus pastos de buena cabaña ganadera. A mitad de camino, entre las viejas minas de caolín de El Cubillo, en otros tiempos deseado, cruzando pequeños rentos y caseríos, en tierras de raigambre íbera por ascendencia, recubiertos de la morisma y bienvenidos en pleitos de justicia por tierras comuneras en tiempos de los Cabrera como marqueses, Algarra soportó los tributos de sus señores y albergó carlistada en aquellos turbulentos años de 1873 cuando, el brigadier valenciano Santés bien quisiera cubrir rotos con los liberales de la reina Isabel II, refugiándose en la vega de Algarra para abastecer a las gentes sublevadas. Iglesia, de construcción pobre y rudimentaria, pero remozada ahora, solemne y bien delineada se circunscribe entre los restos del lienzo amurallado que aún perduran, haciendo de este lugar un entorno curioso por su trazado donde el caserío lucha por mantenerse de pie en la ladera que le define. San Marcos es quien rige. Esta iglesia que tenía su antigua entrada frente al muro norte donde queda como huella un arco ojival ligeramente apuntado con dovelas lisas, dedicada a la Asunción, cuyo templo aún guarda alfarjes en su

techumbre con tablazón en sentido vertical, la misma que albergaba en tiempos antaños aquellas cofradías del Rosario y de las Ánimas, ahora desaparecidas. Y quedan recuerdos de su ermita de San Cristóbal, porque ahora y siempre, sigue siendo su Virgen de Santerón, el santo y seña, esa imagen románica, de madera tallada, sedente, con el Niño Jesús en su rodilla izquierda, coronada con diadema tallada en la misma imagen, Dueña y Señora de toda esta serranía, a camino entre Cuenca y Valencia.

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/ ALIAGuILLA /

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ntre la plata de su Collado y su rico pinar está asentado este lugar de curioso nombre. Su antigüedad habría que buscarla en la Edad del Bronce Medio hispano pues su contorno se cubre de poblados y restos de yacimientos de aquellos tiempos. La naturaleza le ha sido benévola y entre sus pinares y valles, los hallazgos históricos de Cerro de San Antonio, Collado del Cubillo, Pozo Charcón, Cerrito de las Colochas y la Relamina nos ofrecen esas formas ovoides de decoración tipo Dornajos, cumpliendo tiempos en siglos posteriores cuando en la plaza de la Sobrería, los visigodos entremezclasen su cultura sobre el entramado romano de los Castellares, el puntal de la Atalaya y luego el castillo de Torre la Huerta. ¡Cuánta historia por aquí¡ ¿Qué sabemos de esa Torre? ¿Musulmanes vigilaron? Tan cierto como el paso de la marquesa en tiempos de la Puebla de Moya. Pues así fue, una población militar musulmana adelantada del reino de Requena vigiló en tiempos este lugar para luego caer bajo el yugo de los Santiaguistas que vinieran con Alfonso VIII y un poco después, las tropas del arzobispo Jiménez de Rada, dándole el final que no esperaban. Caído el lugar en manos cristianas, Alvaro Téllez la repuebla, refuerza la línea fronteriza y hace de Aliaguilla su baluarte poblacional. En 1242 pertenecen sus rentas al Hospital santiaguista de Moya y se repuebla gracias al mandato del Comendador del mismo Gonzalo Gómez. Se establecen donaciones

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y pleitos, siendo Torre Ranera cedida a cambio de heredades y dineros. Luego, tierra del marquesado de Moya. Pero hay que entrar en su caserío, no sin antes ver la cantidad de granjas que han hecho grande en economía al lugar. Entre sus calles, la fuente, la que dicen fue romana y ahora, junto al puente, la tienen como emblema de historia, de esa historia de la buena que dicen ellos. Esa fuente de la Canaleja. Pero, tras calles y callejas, su iglesia dedicada a la Asunción. Es también un sólido edificio que alberga en su única nave las bóvedas de lunetos con fuertes contrafuertes bien decorados con capiteles de rocalla, dando forma a una decoración sencilla de yesería que en algún momento nos hace pensar que aquí se aplicase la mano del gran arquitecto Martín de Aldehuela, como restaurador.

si en ello uno degusta su gastronomía y puede visitar su museo etnográfico, ahora uno de los más completos de toda la región. Esa finca del Castillo, ahora restaurado. Pero, es en esa gastronomía y en sus tradiciones más populares, donde está el alma del pueblo. Recorriendo ese caserío te adueñas del encanto y, si lo haces en Semana Santa, bien podrás degustar esos buñuelos de perol y la mazamorra, hecho de patata, huevo y bacalao desalao, bailando en junio para San Antonio y en agosto para San Roque, momento en que las damas han vuelto a dar color a sus fiestas patronales.

Pero la fe sigue camino y se encuentra en su ermita a San Antonio, entre arquitectura popular, valles bien regados, donde el almendro alterna con el cereal. Muy cerca del pueblo se halla blanqueada con mampostería calada, remates de sillería y espadaña de un solo hueco a mitad de fachada. Casas para el santero, planta de cruz latina con bóveda vaída en el crucero y de cañón con lunetos en los brazos que albergan el tesoro formado por tres custodias, tres cálices y su talla de madera. Ahí se hace su romería al Santo de Padua. Aliaguilla, quizás por esa abundancia de aliagas en sus montes, pero lo que fuera origen poco importa Pueblos de Cuenca / 47

/ LA ALMARCHA /

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ste lugar nos abre el paraíso de la historia, nos enjuga en leyendas de antaño, poderosas, llenas de misticismo y nos hace creer en la cultura del tiempo para entender el sueño de nuestros antepasados. La Almarcha, nombre de origen árabe cuyo artículo Al y la palabra Marcha nos refleja prado o ese bello lugar situado en vega baja. Allí, antes del árabe, los romanos ya sentaron su culto de adoración a ese dios Airón, cuya laguna o pozo, te induce al culto de los vivos y recuerdo de los muertos. Ese paraje, cuyo anfitrión te seduce hacia el mundo de ultratumba y en cuya razón la leyenda de don Bueso y sus veinticuatro concubinas hicieron recuerdo. Aquí, el romano hizo núcleo en Los Villares y la terra sigilata nos lo demuestra, monedas, vasijas y otros utensilios agudizan la vida en esta zona importante de cruce de caminos, los mismos, que unos siglos después, por ser lugar de buenos pastos, le hicieran a Abderramán III, en el siglo X, pasar por aquí en esa búsqueda de revueltas bereberes, en ese trayecto de Córdoba a Zaragoza. Algún siglo después, Yusuf, camino de Huete, descansa y afila tropas en este lugar. Por eso, en tiempos de reconquista, a las tropas alfonsinas les costó un poco cruzar en ese camino hacia Alarcón. Conquistada, perteneció a esa misma villa, repoblándola con gentes de Extremadura y de Burgos hasta su venta al Castillo de Garcímuñoz al que un tiempo perteneciese.

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Pero es zona de ancha llanura en pastos y prados. Por su vega, las liebres, conejos, perdices, codornices e incluso, corzos, en otros tiempos, dieron mágico plano para que de ellos contaran en papeles escritos. A bien tuvo, don Juan Manuel, el mismo que por aquí estuviera, hacer referencia en su Libro de la caza “Cetrería y Riberas” cuando bien dice: “… el arroyo del almarcha sale del almarcha y entra en xucar de Yuso de ucero e pasa cerca del pozo Airón donde ay parada de ánades y se tiene a bien la caza de falcones…” En el siglo XVII, gracias a doña Mariana de Austria, queda como villa independiente hasta ahora. Fue lugar de mucha importancia, con hospital y cuatro sacerdotes, siendo siempre lugar de reconocido prestigio. El Molinillo, las ruinas de la ermita de san Antón, la vieja ermitilla de El Santillo, la otra del patrono San Bartolomé, el pósito rico en su tiempo, la guardería en La Muela, su laguna o pozo Airón, la Cañada Negrita y su leyenda de La Meca, sus monedas de plata halladas, sus simas, sus ricas aguas, aquellos pastos que tanto ansiaron los poderosos marqueses de Villena, los recorridos de Fray Alano o Ruiz Almendros, tal vez los Moya, Olmedilla, Alarcón y Castilblanque. Mucho por decir de este lugar de La Almarcha.

mitiva huella en dos naves y portada, luego modificada en el XVIII, dándole ese toque de neoclasicismo tan interesante que ahora tiene. Tres naves que albergan un espacio sólido donde la pila bautismal románica es una de sus joyas escultóricas y luego, esa portada de la capilla del Santísimo donde están enterrados los Moya, cuya piedra de sillería está coronada por el escudo de esta ilustre familia. Ahora, San Antón, reconstruida por don Zenón en ese toque modernista revive la romería y el Vía Crucis entre las aguas del Guadiana y el Júcar. Todos estos bellos lugares, bien fueron relatados por Torres Mena,que aquí muriese en 1879 y que como político hizo de nuestra historia un compendio escrito de altísima calidad bien aprovechado por todos los amantes de la investigación. En agosto, San Bartolomé y su fiesta enaltece el lugar, con sus bailes y festejos, aunque también la romería de San Isidro aún mantiene una cofradía de labradores y amigos, pero también aquel santo francés y cuyo recuerdo sigue en la nostalgia de los pueblos, San Antón, aquí sigue teniendo profundo asentimiento, o si no que lo diga esta canción: “San Antón era francés San Antón de Francia vino, y lo que lleva a los pies, San Antón es un gorrino…”

Pero su caserío aún mantiene aquella estampa poderosa. Su iglesia, principal baluarte colocado en ese altillo, dedica su patronazgo a la Asunción. Nacida en tiempos del Renacimiento así quedó su priPueblos de Cuenca / 49

/ ALMENDRoS /

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s fácil averiguar su topónimo: Almendros. No hay duda, que este lugar amparado bajo la villa de Uclés, en su nacimiento, tuvo a bien recrear su estampa poblacional bajo este árbol cuya flor diera la belleza que de por sí atesora el lugar. En casi todas las citas documentadas, Almendros lo datan como lugar de repoblación perteneciente como aldea de la villa de Uclés. No encontramos referencias más antiguas a excepción de esa jurisdicción por Sexmos, perteneciendo al de Tribaldos y que junto al de Riánsares y Saelices conformaran ese alfoz uclesino. Por otro lado, hay también dudas en cuanto a su pertenencia a una u otra cabecera de la Orden, pues en el Censo Real de Castilla del siglo XVI, afirma pertenecer a la Orden de Santiago con cabeza en Ocaña, mientras que en las demás su pertenencia a la Orden santiaguista la reconfirma en Uclés como cabecera. Lo cierto es, que de una u otra manera, se independiza y queda como lugar de realengo en 1558 bajo el pago de un millón ciento cincuenta mil maravedíes a la Corona castellana. Atrás, en base a esa historia popular, dejamos los recuerdos al pueblo de Membrilleras, situado en la vega del Cigüela, en esa parte norte del río, o la Cañada de los Carlistas, aquella que corre de saliente a poniente y donde su cortado brusco entre elevadas cordilleras de riscos, albergó fuerte enfrentamiento en aquella primera guerra civil de 1840, o tal vez, en esa cueva de La Plata, misteriosa por extracción minera de tiempos ancestrales. Parajes interesantes.

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Desde antaño, su cabildo de la Cruz reunía a la población en su devoción profunda a su Santa Cruz, pues como invención de esta misma reliquia tiene advocación la parroquial. Pero la mayor fe se atestigua a su Inmaculada Concepción, sentimiento mariano que data del siglo XVIII momento en el que su bella imagen se conoce, adornada en su ermita y cuyas fiestas del 7 al 12 de septiembre bien lo atestiguan. En esa iglesia parroquial su retablo barroco de la Concepción brilla por sí mismo. La torre, con cuatro troneras para campanas se eleva sobre la capilla mayor. En su interior, la cabecera con columnas cilíndricas de poco diámetro y la capilla mayor aboci-

nada conforman con el crucero y su arco abovedado de baquetones un edificio sólido y sobrio. Dejando las enramadas o pintadas de fachada a esas mujeres en época de nuevo amor, Almendros retiene con solera y reconocimiento su Fiesta de la Cruz de Mayo, su singular festejo que enmarca el carácter y la personalidad de sus gentes. Allí, el 3 de mayo, se hace esa insigne representación teatral rememorando época de historia pasada donde los Moros y Cristianos rivalizaron en poder y tradición. Visiten el lugar en esa fecha y recorran con ellos su trazado conformado de calles y callejas singulares.

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/ ALMoDoVAR DEL PINAR /

Chinchilla a Zaragoza cruzase esta zona, en esos lugares como la Losilla y el Reventón de la Losilla, alusiones a numerosas losas de piedra que quedaban de la antigua calzada romana.

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e Almodóvar se ha hablado mucho y bien. Sobre su posible origen hay, como en la mayoría de los lugares de nuestra extensa geografía provincial, bastantes dudas, pues cierto es que a lo largo de estos parajes los poblados del Bronce fueron habituales. Sin embargo, es la civilización romana la que inicia camino de historia. Por su término dos ramales de una de las vías del Itinerario Antonino Pío o Vía 31 concurren, pues de unas excavaciones halladas junto a la vega del río Valdemembra donde monedas romanas, útiles de barro de origen saguntino, lucernas y algunas urnas, nos facilitan la aseveración de su existencia, tal vez como lugar de paso de la vía que desde 52 / Pueblos de Cuenca

Almodóvar era tierra de la Celtiberia, donde arévacos o lusones supieron enraizar y eso, en algún documento aparece, tal como el escrito por el profesor Traggia. Pero, fue en época romana cuando las salinas de Monteagudo y el cruce hacia Valeria le hizo ser nudo de caminos, quizás por encontrarse cerca la mansión Parientinis. Además de lo citado, son numerosos los hallazgos que demuestran la antigüedad de la zona, “la Dehesilla” cerca del pozo de Chillarón o en el “cerrillo de la Caridad” con tumbas del Bronce, pero cuando Almodóvar comienza a tener cierta importancia será en época del dominio musulmán y no ya solo por el término que le identifica, sino por los restos de su posible fortaleza en la elevación donde se asienta el pueblo. En la Crónica Najarense, libro tercero, escrita en Nájera, aparece claramente la cita de la conquista de este lugar a los sarracenos por las tropas de Alfonso VI después de la toma de Toledo en 1085, junto con las de Masatrigo, Cuenca y Alarcón en sangrienta batalla, nombrando a esta plaza Almodauar (al- modwar) con el significado de monte que se levanta en terreno llano. Repoblado el lugar con gentes del norte comienza a adquirir importancia como villa, pues la antigua fortaleza situada en el lugar llamado El Castellar será abandonada a pesar de que en ella, según la leyenda,

descansase la princesa Zaida cuando iba camino de Cuenca. La historia cita en numerosas ocasiones a este lugar, pues el rey Juan II cede derechos de estos territorios a D. Rodrigo Manrique quien, enajenaría todos sus derechos señoriales a D. Martín de Alarcón, comendador de Mérida. Parece ser que el primer Señor de este lugar fuera D. Pedro de Almodóvar, el cual había acompañado a don Jaime I de Aragón. Sin embargo, no están muy claras las noticias documentadas, pues de estos señores se citan datos en el siglo XVIII con Carlos IV cuando describe que los derechos de este lugar son de D. Rafael Ortiz de Almodóvar y Pascual de Ibarra, caballero de la Orden de Santiago. Hubo altibajos y la población estuvo bajo potestad señorial y en ocasiones, bajo potestad real pues el titulo de villa se le concedió al tal Rodrigo Manrique, antes aludido. Pero mucha historia tiene y no podemos más que hacer un pequeño balance de la misma. Quisiera hacer explícita mención del canónigo del Pozo, ilustre personaje nacido aquí y que ejerciendo en la ciudad de Cuenca edificase el puente de San Pablo. Su Dehesa Boyal explotada desde tiempos inmemoriales, ratificó autorización el propio Felipe V y de ella, salió ese apelativo de la Sierra para el topónimo del pueblo, pues muchos y buenos son los pinos de este término. Riqueza la de acá que generó la construcción de numerosos edificios religiosos, tal es el caso de la ermita de San Blas, en el barrio del Castillejo, o la dedicada a San Cristóbal en la Cañada de los Santos, la de San

Bartolomé, reedificada con rentas en 1766 y la de San Miguel que estuvo expuesta a traslado. En 1724 empezaría a funcionar el Colegio de los Escolapios, situado fuera del pueblo y fundado por el aludido Juan Lucas del Pozo. En él, la Gramática Latina, la Retórica y Primeras Letras ayudaron a formar a numerosos jóvenes del lugar y de la comarca La iglesia parroquial de la Asunción, sólida, con puerta de cantería con un capitel de pizarra. Puerta de entrada con atrio porticado lateral de arco de medio punto y cornisa con hornacina. Dentro, el retablo de la Asunción y una pila bautismal románica de gallones convexos descendentes y orla de estrellas que la hacen tesoro único y especial. No podemos dejar de lado, su ermita a Nuestra Señora de las Nieves, ni tampoco la de San Vicente Ferrer, aunque las otras citadas ya estén desparecidas con solamente restos de su ubicación. Este lugar alcanzó fama por sus carreteros, cuyas carretas eran tiradas por bueyes o mulas de los que cuidaban los manaderos, ateros, gañanes y zagales, mandados por un mayoral, formando parte de esa Real Cabaña de Carreteros. Ahora, cuando me encuentro a Manuel Navarro y me cuenta la catedral que está haciendo en medio del monte, veo en él reflejado el carácter de esta gente, acostumbrados al duro trabajo para sentir el peso de su historia donde hombres cultos se han forjado, sabiendo hacer de su pueblo cuna de progreso. En sus fiestas de agosto en honor de la Virgen de las Nieves o incluso en las de mayo con la Virgen María Auxiliadora abren el corazón al forastero, con ilusión y hospitalidad. Pueblos de Cuenca / 53

/ ALMoNACID DEL MARQuESADo /

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n febrero el alma se te alza en vilo si te acercas a Almonacid del Marquesado. Por la calles del lugar, la Candelaria ha rociado de bondad y alegría a sus gentes. Los Diablos y el Grupo de Danzas, junto al resto de vecinos almonarceños suben y bajan por sus callejas en un deambular constante marcados por un ritmo frenético. Los Diablos, esos ciento treinta hombres de diferentes edades, vestidos con la multipluralidad del color, gorro en ristre, unos más aflorados que otros, suben sus tortas de mazapán regaladas por la madrina de la Candelaria, esa Eloisa tan bien querida por todos, camino de la parroquial de Santiago Apóstol para ofrecerla a la Virgen que allí, ansiosa, espera la llegada. Después llega el éxtasis. Su procesión te abruma pues el paseo de Nuestra Señora de las Candelas por sus calles inunda de sonidos, vítores y lloros su atmósfera más festiva. La procesión de la Danza, la bajada por la calle de la Oliva, los rostros sudorosos de los Diablos que acechan e indican con su esfuerzo, su devoto contenido y algunos dicen eso de “…la reja en la lengua es/ la que todo lo decía./ ¡Válgame el divino Dios/ y la Sagrada María¡ “ Los Diablos, brazos arriba y abajo, cencerreando constantemente al compás de su salto y ese 3 de febrero la Endiablada se hace solemne, espectacular, porque la imagen de San Blas, ahora, es la que manda, la que ordena el agiteo rítmico de sus diablos en el sonido más estrambótico y peculiar que

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pudieras imaginar. La Candelaria y San Blas; San Blas y la Candelaria. Porque este lugar de Almonacid es antiguo. Dicen los que más saben que ya en época prehistórica aquí hubo abrigos y alguna pintura en las paredes que lo atestiguan. Luego, en pleno Neolítico, su necrópolis en restos al uso, pueden darnos idea de su poblado. Después, el romano, el mismo que había cruzado camino por las tierras limítrofes, aquí también deja su huella en ese milliario que lo evoca y, si cabe más aún, en su arca y su cubierta a dos aguas como conducto hacia la fuente de los tres caños, fuente con rasgos de una época romana intensa. Sin embargo, los árabes son los que le dan ese topónimo de Al-monacid, según dicen: el monasterio y, no se porqué, por cuanto aquí no hay convento. Otros, más atrevidos, dicen que ese nombre hace referencia a lugar bonito o huerto ameno del señor o vali de la comarca, quizás la referencia al monje también pudiera tener algo de sentido, pero sin duda, Almonacid es palabra árabe en conjunción porque al añadirle luego del Marquesado ya nos hace la referencia de posesión en ese territorio del marqués de Villena al que perteneciera.

los avatares nobiliarios, del señor conde de Cifuentes. La parroquial de Santiago es bella, sobria pero grande. Tiene cúpula sobre pechinas levantada sobre arcos torales de sillería con su planta de cruz latina que la define como todas las de la misma época. Son buena gente estos de Almonacid. Aunque de Diablos anda suelto el vecindario, cuando a ellos acudes, te ofrecen su casa y su comida porque ellos definen el lugar como la casa de todos. No tarden en ir a su caserío porque son buenas gentes y sus fiestas, las mejores de toda la región, no lo duden.

Pero como todos estos lugares, nace como repoblación una vez reconquistada la zona, en el siglo XIII, después de que Alarcón cayera. Por eso luego, don Juan Manuel también es su señor, aunque antes lo fuera de la Orden de Santiago que tanto dominio por aquí tuvo. Los Reyes Católicos le dan el título de real y villa, aunque después se hiciera dueño por eso de Pueblos de Cuenca / 55

/ ALTAREJoS /

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ste lugar fue de gran prestigio en aquellos años del siglo XVI. Lo fue por población y por potestad religiosa pues como Sexmo alcanzaba gran extensión de lugares y término. La Parrilla, Belmontejo, Villarejo Periesteban, la Cañada del Manzano, Albaladejo del Cuende, Piqueras, Valera de Arriba, Valera de Abajo, Olmeda, Solera de Gabaldón y Chumillas, le servían. Fue en tiempo villa de don Diego del Castillo y por entonces, cinco clérigos allí cubrían su labor pastoral con Prestamera, atención al Hospital de pobres y sus tres ermitas, la de Nuestra Señora de la Torre, San Sebastián y Santa Ana. Pero el caserío de Altarejos se mantiene altivo. Cuando llegas por la calle del Agua hay que detenerse ante la iglesia por su gran traza y hermosura y que le adorna Santa María de la Torre, imagen del siglo XVI guardada por aquel pastor que según la leyenda encontró cuando cantaba aquello del “romance de la Virgen y del ciego guardador de un naranjo”. Esta Virgen de la Torre, patrona que lo es, ha hecho de su iglesia el hogar solemne, guardado en ese confín interior de ampulosa estancia. Su escalera de caracol te eleva al cuerpo de las campanas. Sales y está la Plaza Mayor, luego la calle Covachón con ese antiguo Pósito parroquial de tres alturas con sillarejo y seis rejas de buena forja tradicional. Es su mayor exponente arquitectónico. La calle Sorda y la calle Mesón y asciendes por la Higuerales para llegar a la ermita de la Virgen de la Torre, solitaria, con leyenda de 1711 y espadaña. 56 / Pueblos de Cuenca

Edificada en sillarejo y cubierta a cuatro aguas. Solitaria nave le encuadra y dentro, un retablo dedicado a la Virgen. Desde lo alto, el pueblo dormita en silencio. La otra ermita, la de San Bernardino de Siena, cuya portada de arco de medio punto está bajo un porche que le sujetan dos columnas y que guarda en su interior un pequeño retablo. Este edificio es singular pues tiene una cubierta de artesa con tirantes apoyados en zapata de canutillos. Este lugar tiene profunda historia pasada. Algunos sitúan aquí la antigua Altheia, capital de la tribu prerromana de los olcades, aquellos que lucharon contra Anibal, en el 212 a. d. C. y que, en este lugar, celebraran culto en esos posibles “siete altares” en la vía romana que iba de Valeria a Segóbriga. De ahí, el nombre en el lugar (Altarejos), de tanta abundancia de sabinas y donde enterrarían a sus muertos, creando esa necrópolis, cuyos restos de yacimiento aún perduran. Curioso, por tanto, la tradición del paloteo como danza, emulando aquellos bailes antiguos de sus primeros pobladores. Sus fiestas singulares como la comida en la arboleda el día de San Isidro, o las fiestas de la Virgen de la Torre, patrona en septiembre, pero esencialmente, su Corpus Christi, tan señalado como esa fiesta de las flores, con sus peculiares mayordomos que también contase el historiador Heliodoro Cordente.

En el recuerdo tantas canciones y letras de antaño mantenidas como Los Mandamientos en eso de: “Si quieren saber, señores, de la Pasión los sucesos para comenzarla bien, vamos con los mandamientos”, o tal vez aquella otra de Las doce palabritas,

Amor mío, dime una. La una es la una, la que parió en Belén y quedó pura.”

“Las doce palabritas dichas y retorneadas.

/ ALTAREJoS /

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/ ARANDILLA DEL ARRoYo /

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ecuerdo cuando en el Museo del Prado me ensimismé viendo el óleo de Jesús en el Pretorio. Maravilloso, con ese claroscuro propio del manierismo italiano pero de esta escuela castellana donde la pureza del color recubre el realismo latente de los personajes. Este cuadro aludido injustamente a Veronés fue pintado por el pintor del barroco Pedro Ruiz González. Y porqué citar aquí este personaje y su excelsa obra. Tan sencillo como que nació en Arandilla del Arroyo en 1640 donde pasaría su niñez hasta que su padre decide marchar con él a Madrid para que entrase en el taller de Escalante a empezar su formación en la pintura, habilidad manifiesta desde sus primeros años de vida. Casado en primeras nupcias con doña Juana de Escobedo con la que no tendría descendencia, volvería a casar una vez enviudado con Ángela Josefa de España con la que tampoco podría darle heredero para haber continuado esa gran labor en la pintura. Fue uno de los pintores barrocos más afamados en la Corte española del XVII, falleciendo en el año 1706 y siendo enterrado en la iglesia madrileña de San Millán donde les había pintado tres grandes y preciosos óleos. Arandilla le homenajea como su hombre más ilustre, del que se sienten plenamente orgullosos sus habitantes. Este lugar, situado junto a la vega del río Vin58 / Pueblos de Cuenca

del es tan antiguo como cualquiera de los de la zona. Durante siglos, su situación en ese barranco alcarreño le permitió poder dedicar gran parte de su labor al cuidado de ganados en sus seis chozos que diseminaba el término, habiendo un alto porcentaje de familias dedicadas a las colmenas con esos nueve corrales-colmenares. En su monte Umbría de la Zarzuela donde el pinaster vive y alterna con esa Dehesa Boyal y el Hoyazo alimentado por pinus laricio. Si en tiempos, aldea de Huete, en otros a la mayordomía de Alcocer, dentro del Arciprestazgo de Priego, lo cierto es que este lugar tiene una iglesia parroquial de fábrica de buena mampostería dedicada a Nuestra Señora de la Asunción con espadaña. En su interior, de una sola nave, una pila bautismal de fuertes gallones, cortados por media caña, alternando tres de cuatro hojas y las otras de seis, le singulariza. El Retablito con dos columnas salomónicas configura un sobrio interior donde destaca su Cristo o crucifijo procesional de cruz de rollizo con perillas torneadas en esa talla bien ejecutada. Sus fiestas en agosto para el reencuentro de familias y amigos y la patronal del día 9 de septiembre. Pueblo pequeño pero con gran encanto.

/ ARANDILLA DEL ARRoYo / Ayuntamiento

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/ ARCAS /

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hora pasar por Arcas es más usual para una gran mayoría de vecinos que han adoptado el territorio como suyo, haciendo de sus parajes una colección de caseríos de nueva construcción. Pueblo engrandecido en habitantes y no tanto en historia, aunque casi toda ella se centra en su preciosa iglesia románica, la más bella de todo el obispado, sin duda. Su término, ahora con el apelativo de Arcas del Villar, por reunir jurisdiccionalmente dos localidades históricas, es amplio con montes poco pronunciados pero muy saturados de carrascas y pinos rodenos de poco valor. Recorrer los montes Cuarto Carnicero, Dehesa de la Cañadilla y Fuente del Ciervo es arrinconar el espacio en sus Quercus lusitanias, o tal vez, llegar a la Dehesa de las Navas, Dehesa de la Cañadilla y Pinar de San Pedro nos reconforta por sus pinadas. Pero Arcas es de antiguo por eso de su nombre mítico, origen de dioses y reencuentros de ninfas. Aquí hubo templo en época romana según la leyenda y en él, bien se reunieron héroes ancestrales en la búsqueda del ídolo de la Naturaleza que hiciera del lugar reencuentro divino. Porreño nos habla del lugar de Desuella-Bueyes como cabeza de aquel obispado que nunca existiera, pero cierto es que Arcas encabezó durante mucho tiempo Sexmo o cabecera episcopal abarcando una gran “alredorá” de lugares y ermitas. Cuando llegas al lugar es difícil encontrar aquella arquitectura que le diera origen. Quizás en la plaza mayor, al lado de la iglesia, ese Ayuntamiento de

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buena presencia le da algo de toque original popular con bastante deformación en su arreglo actual. Parten desde allí algunas calles con terminología curiosa, tal cual la calle del Progreso o la calle Arcábrica por eso de su posible ubicación en tiempos visigodos al decir que estuviera la cabecera de la diócesis de Ercávica. Desciendes y por la fuente del Pilar del Chorro podemos llegar a su templo nuevamente, ese lugar que le enaltece y le hace sentirse orgullosa. Iglesia nacida en el siglo XIII, dedicada a la Natividad, quizás antes, románica en su origen, de una sola nave, con presbiterio formado por un ábside semicircular y un tramo rectangular, separado de la nave por un sobrio arco de triunfo y cubriendo todo el edificio una potente armadura de madera, propia de los tiempos de su formación. Aún recuerdo a Ángeles Gasset, aquella sobrina del filósofo Ortega y Gasset, que un día llegase a esta tierra para derrotar con sus títeres y su profunda cultura, cuidando con mimo lo que sería su iglesia amada. Cuando la vio en aquel estado, sintió el fuerte deseo de su reencarnación, ayudando a su empeño, los apoyos de Torner y otros artistas que por allí se afincaban. Curioso sería no analizar su espadaña, cuya posición aislada del resto, sobre el muro occidental del edificio, le hace singular en su trazado y ahí debía de estar el emblema de su profunda convicción. Maestros franceses la harían y la originalidad le da valor.

Pero, amigos, es su portada donde se crea la ilusión del arte. Situada en el centro de la nave, en el lado sur, gótica de estampa y de construcción diferente al resto de la iglesia. Perfecto ejemplo de arte ojival con cinco arquivoltas en otras tantas columnas acodilladas en retirada, recogiéndose en diagonal. Todo, en conjunto, una de las maravillas de toda Castilla. Desde el monte del Talayuelo, su excelente complejo lagunar, nos inunda de belleza en un término privilegiado. Desde el pueblo, un poco alejado, su ermita con romería a San Isidro Labrador. Fenómenos kársticos en territorio terciario donde discurre algún arroyuelo y ese río San Martín. No lejos, la aldea de Ballesteros con fondo agrícola junto a su ermita de San Antonio, ahora regado en vino por su bodega, que casi se aleja de la Olmedilla, la de Arcas, con su pequeña ermita entre un paisaje de silencio adormecido. Lagunas, caserío, Tórtola a lo lejos, su fuente, sus prebendas a Santo Domingo de Guzmán. Pero regreso a Arcas y en el camino me encuentro a Joaquín, su alcalde, junto a Malabia, que decir de este buen cura entendedor de arte como no podía ser menos, ya hablamos de sus fiestas que bien las lucen, porque es el Santo Rostro en septiembre quien le complace y, mientras, en su bellísima iglesia, la música de la Semana religiosa le hace bailar a los ángeles que por allí habitan. Un sueño humano.

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/ ARCoS DE LA SIERRA /

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ste lugar tiene, como todos los de esta comarca, un origen repoblador en tiempos de Alfonso VIII, pasando a depender del alfoz de Cuenca. Su bella naturaleza y la existencia de numerosos pinos la hacían productiva para el concejo de la ciudad. Por tanto era lugar de la llamada Tierra de Cuenca. Sin embargo, los abusos nobiliarios del siglo XV y del XVI llevaron a depender como lugar de señorío de D. Pedro Carrillo de Albornoz, el cual con imposición de poder, tomó los lugares de Alcantud, Cañizares, Fuertescusa y Arcos de la Sierra en el año 1501. De esta manera, presionó a los vecinos con impuestos adueñándose de la corta indiscriminada de pinos y recaudando sobre el cultivo del cereal. Durante un tiempo, el Carrillo sostuvo los territorios usurpados gracias al apoyo del Marqués de Villena hasta que en tiempos de su heredero Luis y de su esposa doña Mencia, tuvieron que devolver lo usurpado a la Tierra de Cuenca por las presiones de la propia nobleza de la ciudad. Este lugar, enclavado en la Serranía, está rodeado de esas elevaciones o alcores que en algún caso han podido dudar sobre el topónimo de Arcos, pero que sin duda, han permitido relacionar su origen como su emplazamiento en tiempos de la Edad del Bronce. Los restos de atalaya musulmana y los periodos reconquistadores del avance desde el señorío de Molina hacia las tierras de la Meseta nos permiten hacer proximidad histórica, manteniendo en sus tres elevaciones más sintomáticas: el Calahorrano, Fuentespuyas y Cabeza Pedrascos como los lugares singulares de su ocupación y puebla. Tierra de do62 / Pueblos de Cuenca

minio cristiano al principio, después pasó a dominio señorial y luego a ser de realengo por derecho propio y después, ocupada otra vez por el señor de Ariza que, en el siglo XVIII, obtiene sus impuestos en donación por renta de tierras. Después por herencia, el de Valmediano hasta llegar al siglo XX y tener su total independencia como bien se deben los pueblos de una sociedad libre.

de las Angustias, y que sus cofradías fueron la de la Vera Cruz, Rosario y Ánimas. El sendero PR-25 y la ruta del Picayo con su campo de Paintball Cuenca S.L. hacen de este bello lugar enclavado en la Serranía, un reclamo turístico y de ocio digno de conocer.

Los acontecimientos bélicos del lugar apenas tuvieron trascendencia a excepción del ocurrido durante la primera de las guerras carlistas, cuando las tropas del carlista Cabrera se enfrentaron en las proximidades del lugar, con las tropas liberales de la reina dirigidas por los generales Oraá y Amor, consiguiendo estos últimos derrotar a los carlistas y obtener un botín de mil doscientos prisioneros que fueron trasladados a Madrid. Ahora, es un pueblo vivo, intenso en sus actividades enmarcadas en su Asociación que ha creado página web donde la cultura, la historia, las tradiciones y el estudio semántico le determinan ese afán de progreso que todo pueblo debería de mantener. Sus fiestas en honor de San Bartolomé, el 24 de agosto, le dan la raigambre que merecen. Su iglesia parroquial está dedicada a la Asunción y presenta un hermoso techo de alfarjía, siendo muy digna su pila bautismal y el gran número de pinturas sobre lienzo que mantiene la misma. Nos citan los Visitadores del Obispado que tuvo las ermitas de San Bartolomé, San Sebastián, Nombre de Jesús y Nuestra Señora

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/ ARGuISuELAS /

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camino entre las Tierras que fueron del Obispado de Cuenca, una vez reconquistada la zona por Alfonso VIII, y que configuran Monteagudo de las Salinas y Paracuellos de la Vega, en dirección a la lejana tierra de Moya o bien, según se entienda, hacia Cuenca, se encuentra un pueblo de origen romano con nombre Archisella o Argivorum Sella, pues bastantes restos de terra sigillata se ha encontrado en su término. Los romanos, sin duda, pasaron cerca de este lugar en ese ramal que desde la Losilla atravesaba las salinas de Monteagudo, luego la Cañada del Hoyo, limando el término de Arguisuelas en esa vía secundaria que desde Egelasta (Iniesta) va a Bílbilis y luego a Molina de Aragón. Sus tierras están regadas por el río moruno del Guadazaón, configurando terrenos de buenos pastos y algún pinar. En tiempos del medievo, sus tierras fueron pasto de las llamas en tiempos de Fernando III cuando las tropas por aquí pasaron para reconquistar las tierras del reino de Requena.

Pasados esos tiempos, este lugar concentró importante población que, abastecida por la Dehesa Boyal y los Majadales, en los que el pino pinaster y el laricius abundan, se resquebraja en el paraje de Riscas Quintanar y Vallejo del Agua, con hontanares y riachuelos. Pueblo donde hubo Fundaciones o Capellanías, según el libro de los visitadores del Obispado, destacando la fundada por D. Juan de Ávila, un licen64 / Pueblos de Cuenca

ciado en Teología al cual vemos de cura en Buenache en el siglo XVI. Abundan los carreteros y los tejedores, siendo lugar de buen comercio. Aunque su estructura urbana refleja una población humilde, destaca la iglesia dedicada a San Lorenzo, reparada su primitiva en ese siglo XVIII, donde las líneas neoclásicas destacan sobremanera y su torre en el ángulo sur, a los pies del templo con esquinales de sillería. Tiene un interior interesante, con ese retablo mayor que cubre todo el testero de madera tallada, dorado y gofrado y relieves de rocalla. Cuatro columnas y ático. Nos dicen los libros que aquí hubo gran devoción, mucha más que en otros pueblos, porque sus cofradías eran numerosas. La de la Asunción, del Rosario, San Pedro, San Bartolomé, San Francisco, Vera Cruz, Nombre de Jesús, San Sebastián y Santa Quiteria. En su reflejo, esa pila bautismal bella, adornada en su vaso de base semiesférica, con una decoración totalmente lisa que le da solemnidad. Por eso, celebran a San Lorenzo mártir y también a su Virgen del Rosario en esos primeros días de octubre, aunque las fiestas de agosto por eso del reencuentro son las más animadas en fiesta, verbena y jolgorio. Cuando llegas desde cualquier dirección, el blanquear de su caolín da sensación de pureza, sus fa-

rolas marcando el camino hacía el caserío y en ese agosto citado, recuerdo el corretear de sus reses bravas, calleja arriba, calleja abajo. Es un buen pueblo, no lo duden.

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/ ARRANCACEPAS /

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s uno de los pueblos cuyo topónimo parece más singular y, a la vez, más claro en significado. No hay duda de su origen, en cuanto a la abundancia de viñas y por tanto, de cepas, como elemento de cultivo propio de aquellos aldeanos que en tiempos de repoblación decidieron habitar el lugar. Sin embargo, los documentos nos hablan de poca tierra dedicada a buen cultivo y sí otra mucha para pastos y baldíos. Aunque este lugar no aparece en las crónicas históricas por sus hallazgos y por su restos arqueológicos, cierto es que fue un importante núcleo poblacional ya desde tiempos del siglo XIII con abundantes casas y un número de vecinos de cierta consideración, manteniendo pósito, cárcel, escuela de primeras letras y algún que otro estudiante de gramática, síntoma del deseo educativo que pudiera tener la población. La historia dice que uno de los Albornoces, Alvar García, pudo ser dueño y señor en función de su potestad nobiliaria, al igual que lo fuera de otros lugares de la zona, como de Villaseca, Sacedón y Villar de Olalla. Los habitantes son labradores y pastores en gran parte, pechando el diezmo al Obispado en función de su parroquial de San Gil Abad, siendo solamente dos los hidalgos que parecen librarse de tales pechas. Sin embargo, tres clérigos, posiblemente para dedicarse a mantener el culto de cinco ermitas durante el siglo XV y XVI: La Asunción –por cierto con detalles románicos-, Caridad, San Sebastián, San 66 / Pueblos de Cuenca

Antón y San Roque. Por entonces, en los censos elaborados, Arrancacepas es aldea de la Tierra de Cuenca. Sin embargo, solamente tres ermitas se mantendrán abiertas y en uso en el siglo XIX y una sola, en el XX, como consecuencia del descenso demográfico y económico experimentado. Curioso es también, el número de Cofradías existentes en el siglo XVI, momento en que se construye su iglesia parroquial dependiente del Sexmo de Torralba y al Arciprestazgo de Cuenca. Son cuatro, la de Ánimas, Santísimo, San Gil y Asunción, aunque hay un Cabildo del Santísimo Sacramento con propiedades importantes, tanto de bienes muebles como inmuebles. En esta época fueron muy comunes los pleitos que la Curia Episcopal tuvo que llevar a cabo, sobre todo, al presbítero Francisco Tendillo por amancebamiento, por incumplimiento de compra, allanamiento de propiedades, etc. La iglesia es humilde en cuanto a su volumen, ornamentación y materiales de construcción, destacando la mampostería y los sillares en las esquinas. Tiene una espadaña, algo bastante común en muchos de los pueblos de la zona, de dos huecos rematada por pirámides. Su portada de arco de medio punto apilastrado le da cierta solemnidad. Pero donde tiene cierto valor la riqueza del lugar es en los enseres que la citada parroquial tenía, sobre todo en su cruz de bronce del siglo XIII, una de las más antiguas del Obispado y sus cuadros al óleo, adquiridos en el momento de mayor apogeo de la misma:

Lienzo de San León Pontífice Magno y el lienzo de San Antonio Abad. Su pila bautismal es de cierta importancia por el decorado de gallones de relieve pronunciado, aunque su forma esférica, chata y de gollete estrecho también la singulariza. Sus fiestas, tanto las patronales en agosto festejando a San Gil Abad, como las de la Inmaculada o Semana Santa, hacen de la población reencuentros familiares y diversiones propias donde la gastronomía es esencial. Aquí, los rolletes, torrijas, melaos y

guisado de huevos son de “rechupete”, herencia propia de estas abuelas que tanto orgullo plasman sus herederos. El riego, en las cuevas de vino, numerosas, aunque ahora no se coseche tanto caldo, pero que sirven de atractivo turístico al lugar, así como sus rutas de senderismo por paisaje alcarreño de cierta belleza.

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/ ATALAYA DEL CAÑAVATE /

zona, primero en la dura lucha contra los cartagineses y después, en el enfrentamiento con los pueblos prerromanos –concretamente los olcades- que habitaban la comarca. (La referencia de Muñoz y Soliva, siempre pretenciosa por carencia documental, nos lleva a que en este lugar elevado, los olcades elevaran adoración a Horus niño en cuyo altar, aquí situado, hubiese un cadozo). Restos del yacimiento fueron hallados en las obras recientes de la autovía A-42, como una importante villa agropecuaria, con termas, una zona señorial con peristilo, pinturas murales, elementos que atestiguan la importancia del lugar, posiblemente de paso en esa vía secundaria desde Caratago Nova a Complutum. En otros lugares del término, otros restos han sido también hallados donde monedas, sepulcros y aderezos en sepulturas encontradas en la labranza, pudieron ser recogidas para su clasificación museística.

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quí hay más sentimiento que recuerdo, en cuanto al texto que encierran mis palabras. Lo hay desde el momento en que este lugar encierra hospitalidad a raudales y en ello, advierte como lo que pudo ser un lugar importante en tiempo antiguo, ahora vuelva a serlo, en tiempos de nuevos retos de comunicación vial. Yo tengo mucho aprecio a los Segovia, por ser tan buena gente como su Tierra. Nacido el lugar en tiempo romano, donde una importante población de descanso y paso abastecía la 68 / Pueblos de Cuenca

Pero, la torre que ocupa el cerro del Castillejo es la huella de la importancia que en tiempos de dominio musulmán tuviera la zona, torre de vigía, cuyo centro principal lo ejercieran los castillos de Alarcón y el Cañavate. Después de la reconquista cristiana por las tropas de Ruiz de Ceballos, una vez dominada la plaza de Alarcón, se le dio el carácter de punto importante perteneciendo a su Señorío y luego Marquesado de Villena, al que estuvo adscrito hasta la guerra de sucesión al trono castellano, entre Isabel la Católica y su sobrina, Juana la Beltraneja. Ganada la guerra por Isabel, el de Villena pierde sus propiedades, entre ellas la Atalaya, tal como se le denominaba, pasando a ser aldea dependiente del

Cañabate hasta mediados del siglo XVII (1637), momento en que por el pago del derecho de exención señorial paso a ser villa independiente de realengo, aunque parece ser lo fuera por poco tiempo, pues en los documentos del XVIII aparece pagando sus alcabalas al ducado de Frías, su dueño señorial. Sin embargo, hay un hecho curioso en su pasado. Según algunas referencias históricas, en el momento en que acaba la guerra castellana, la Atalaya queda dividida en cuatro partes, tres pasarían al de Villena y una parte al Cañabate; dando lugar a los dos barrios que ahora se mantienen, el de Arriba y el de Abajo, por cuanto el de Villena compraría el del Cañabate gracias a su poder y relación con el rey Felipe IV, tomando toda en su posesión, hasta ese año citado de 1637. Tiene un molino de viento, algunos pozos que surten de agua al vecindario, quizás quede alguno de aquellos famosos cubos de pastores como elementos constructivos del paisaje rural que en otros lugares bien abundan, o tal vez, esos otros dos que quedan en las eras para guardar el grano y con buen cuidado, algunos despoblados como los Valeros, la Huerta del Cura, Caserío Moraleja y casa de la Gavilana, conforman su espacio territorial. Una ermita dedicada a San Bartolomé, a la cual hacen romería desde antaño en la festividad del patrón, así como el domingo de la Santísima Trinidad para hacer rogativas, en años atrás.

Se habla de una Capellanía curiosa en el siglo XVII fundada por un tal Martínez de Salvatierra y María de Segovia, su mujer, para que su hijo, un tal Pablo Martínez, se ordene sacerdote. Nos cuenta como el mayor hacendado en el siglo XVIII era un tal Juan de Argandeña y que en el siglo XIX, la extraordinaria labor realizada por uno de sus hijos, el presbítero Martín Agraz, ha hecho que cunda el ejemplo de ilustre defensor de los necesitados. Ahora, la casa de Martín Álvarez Chiriveches, también concita cierta prestancia. Todos admiran su fiesta más singular, el Corpus Christi, celebrado en mayo o junio, según caiga la fecha, donde el correr y bailar la bandera hace del espectáculo el emblema de identidad de sus gentes. Belleza, elegancia y habilidad para que al bailarla se enfrente al bolo, salude a las autoridades y recojan la devoción de un pueblo que siempre tienen en la custodia el emblema de esa bandera. Después, y ante la aclamación popular, el puñao y el vasito de cuerva (frutos secos y sangría) aderecen la garganta de todos y cada uno de sus habitantes. Luego, en agosto, su fiesta del verano con reencuentro en misa, procesión, verbena y jolgorio.

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/ BARAJAS DE MELo /

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aminamos hacia la Alcarria, en esas estribaciones de la llamada Sierra de Altomira –Hoyo Marcos y Puerta Paredes-, cerca del paraje de Donace, lugar de nacimiento de sus aguas y se desciende hacia una vega, ampulosa y rica, con ciertas elevaciones no muy grandes, regadas por el río Calvache que nos hace sentirnos libres por su armonía en naturaleza radiante.

Ampliando el horizonte y sin llegar al caserío, divisamos la Casona del Cerro, aquella que don Fermín Caballero –su hijo más ilustre- hiciera para disfrute y regocijo, luego sin alejarnos mucho, Vista Alegre y Lobinillas, éste último donde alguno aventura primitivo poblamiento en tiempo de prerromanos. Y es que, amigos, este lugar de Barajas o Baraxas tiene mucho que decir de su pasado y de su presente. Cuando uno lee los Diccionarios topográficos encuentras un Barajas de Suso y otro de Yuso, y en ellos, la 70 / Pueblos de Cuenca

característica de despoblado de la provincia o Tierra de Cuenca, pero en sus legajos, encuentras razones de hábitat importante, pues en el de Yuso se afirma que desde que doña Catalina, madre de Juan II fuera la dueña y señora, quedó aquello bastante despoblado, una vez que los moros ya no estuvieran en él; pero hay también otro Barajas de Suso, despoblado que el marqués de la Ensenada nos dice fuera de un tal José Ramírez de Arellano, propietario del mismo y que en el no hay vecinos. Según afirman los documentos, Alfonso VIII en tiempos de reconquista y luego repoblación, dio en 1208 las heredades de este lugar al Monasterio de Ovila, junto a las de Palmiches y Salmerón, hecho que luego quedaría confirmado en 1214 cuando el mismo rey lo hace en Burgos, bajo acuerdo entre el citado monasterio y el concejo de Barajas de Suso, indicativo de lugar poblado por entonces. Uno y otro, tal vez el mismo, aparece como primer lugar de población de este municipio y lo hace en base a su rentabilidad económica, aquella que enmarcaron sus salinas, propiedad en algún momento de la Orden de Santa María de España, orden fundada en 1272 al ser derrotados los caballeros de Santiago por los granadinos de Moclín en 1280. Como podemos apreciar Barajas es lugar de fuerte peso histórico. En uno u otro lugar, se funda como pueblo que adquirirá el rango de villa tiempos más tarde y que como Barajas de Melo aparecerá reflejado una vez que la familia portuguesa de los Melo, concretamente en la persona de Francisco de Melo, momento que se desconoce pues en 1488 en un documento real fir-

mado por los Reyes Católicos para concesión de prestamera y bienes eclesiásticos a un tal Miguel de Sagreda, nombran a Barajas como tal, simple y llanamente, apareciendo como Barajas de Melo ya en el censo del Marqués de la Ensenada, siglo XVIII y no en las Relaciones de Felipe II, en el siglo XVI. Villa de realengo, con tres ermitas: Nuestra Señora de la Vega, la Magdalena y el Humilladero en el XVII, ésta última llamada del Cristo de la Macolla en el siglo XIX y sin referencia en el siglo XX. Confusión en las referencias y misterio en los contenidos de sus antiguos poblamientos, pues en las Relaciones de Felipe II, citan solamente dos ermitas, la siempre por patrona Nuestra Señora de la Vega y la de Valdelafuente, situada en una alameda, nombre que luego no volverá a aparecer. A los pies de la Iruela y en esa vega calvachena, donde alamedas de ricas sombras, tejares y molinos hidráulicos como el del Posadero, hoy excelente casa rural, el del tio Emeterio y el de la Noguera, se desenvuelve este bello pueblo de calles adinteladas, que rodean a una iglesia de portada renacentista dedicada a San Juan Bautista. La parroquial, con bóvedas sobre sus tres naves, capillas ilustres, espaciosa que en tiempos albergaron ocho Cofradías como las de la Vera Cruz, San Francisco, Ánimas, San Roque, Santísimo, Hospital, Rosario y Ermita del Cristo Arrodillado y, ahora, mantienen con orgullo sus numerosos enseres y su pila bautismal de gallones con cenefa lisa que la hace elegante. Sobresale entre la arquitectura, la maravillosa portada de la parroquial con ese bien trazado gótico plateresco,

arco conopial enmarcado por columnas cilíndricas que sostienen un entablamento enriquecido por rosetas de varios tipos y bezantes, con los escudos de Agnus Dei y el de Ramírez de Villaescusa, aquel insigne obispo conquense. Por eso, cuando he dejado a un lado la pequeña ermita de San Antón y me encuentro en la ficción al que fuera el más afamado personaje de aquí, D. Fermín Caballero, no tengo más remedio que preguntarle por su pueblo. Él, muy orgulloso del mismo, me habla que adora este lugar, sus parajes, sobre todo recuerda la dehesa de la Venilla y el cerro del Castillo de Miraflores donde tantas veces de niño subiera. Luego, mira hacia la Talaya, donde dicen que el Cid estuvo y entre su casa y el palacete Fuente del Alcázar añora el juego aquel de las cebollas o el hornazo para San Marcos. El doctor Montalvo y él han dado seña e identidad a este lugar, pues él gran escritor, estudioso, polígrafo y político es uno de los más ilustres personajes de Cuenca para España. Ahora, sus gentes, en las fiestas de su patrona, la Virgen de la Vega, por septiembre, invitan al forastero a la diversión y al reencuentro entre todo un sinfín de actividades y jolgorio.

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/ BARCHÍN DEL HoYo /

Hoyo que le da sobrenombre, pueblo antiguo donde los halla. Y es que, amigos, es pueblo de mucha agua, quizás por eso lo de Barbachín, Borbotón o yo que se, en eso del nombre, pero lo cierto es que era tierra de buenos alfareros, no de los de ahora que también lo son, sino los del Bronce, luego Edad del Hierro, después hispano-romanos para llegar a nuestro siglo. En eso está lo del molinillo de alcohol, lavado que se le daba a las vasijas de barro hechas en estos hornos, con tres partes de buena tierra ferruginosa y una de greda, formando esa cocción con el hurgonero y el enhornado, para darle ese baño de sulfuro de plomo en horno traído de Linares.

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iguiendo el camino de Buenache, otros dirían Bonache, después de haber pasado el monte de Cañada Luenga lleno de pinos pináster, encuentras manantiales, fuentes como la de la Quintanilla, la del Vasillo, la del río Juanes, la del Cano, Lavadera y la Pomela, dejas la ermita de san Roque y aún está sin ver, la de Nuestra Señora del Espino, y cuando encuentras el cerro de la Mota en su divisa, al rojo de esas tierras ferruginosas, está Barchín, en ese 72 / Pueblos de Cuenca

Hay mucha cerámica en este lugar, sobre todo, en la Fuente de la Mota, ese cerrillo donde un poblado romano quedó instalado, pero que supuso un encubrimiento de otro poblado anterior. Cerámica de incisiones, de bandas pintadas en color rojo, de círculos concéntricos, otras de cordonada ibérica, es decir, un sinfín de elementos dignos de estudio riguroso que hacen de Barchín uno de los lugares más interesantes sobre la Edad Antigua de nuestra provincia. En aquel año del XVII, un soldado llamado Juan de Beleña encontró el famoso tesorillo de Barchín, con fíbulas, un freno de oro de un caballo, monedas de oro, y ello llevó a este lugar a la estela de especial recuerdo de nuestro pasado. Historia mucha, lejana si cabe, pues hablan los libros que este lugar como poblado romano fue destruido

por Aníbal en el siglo III y ello le condicionó su nuevo emplazamiento, quedando ahora en el lugar que habita. Sus gentes cristianas sucumbieron al musulmán que edificó un castillo en lo alto del cerro y sus ruinas mantienen el misterio de su ubicación. Luego, las tropas del rey Alfonso VIII le dieron puebla y Alarcón le adornó con Señorío. Pero sus gentes, valientes, unieron su causa a Isabel de Castilla en aquella lucha contra su sobrina la Beltraneja, hecho que le permitió salir triunfante y por ello, los Reyes Católicos le dieron título de villa en 1479.

porque con las que hay son suficientes. Pueblo excelente, sin duda, para una buena visita. Su mayo dice: “Ha venido Mayo, bienvenído sea con flores y lirios para las doncellas.” Aquellla “Gran Barchina” de tiempos remotos, acoge las casonas solariegas de los Pareas y los Buedo Girón, Girón Alarcón y Acuña, cuya hidalguía enaltece.

Pero a mí me gusta su gente, su buena gente que ha hecho Asociación Cultural para rehabilitar su iglesia, deteriorada por el tiempo, en honor de la Asunción, la misma que aparece documentada como edificio notable arquitectónicamente, con sus dos ventanas, uno de finales del gótico, recordando en su interior aquel artesonado que solo mantiene sus zapatas, su capilla de san Julián con buen retablo barroco y cúpula con señas de los Melgarejo en el siglo XVI. Sus restos del castillo, su Casa Grande del XVI y su Ayuntamiento abren horizontes de arquitectura rural, enraizada en el paisaje. Después, sales y caminas en romería a San Roque, el patrón del lugar, y en ese camino te encuentras las huellas del pasado, llegando a su ermita, la del siglo XVII con campanil de sillería y te reencuentras entre sus bailes, sus comidas, aquel puñao de tradición. Luego, queda la otra, la de la virgen del Espino, en el cementerio, con pilastras sencillas y arcos perpiñanos y olvidadas están las del Agua Santa, San Miguel, Santa Quiteria y San Cristóbal, Pueblos de Cuenca / 73

/ BASCuÑANA DE SAN PEDRo /

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l peregrino que ha salido de Monteagudo de las Salinas camino de Santiago de Compostela puede, sin duda, seguir el llamado Camino de la Lana. Para ello, seguirá esa ruta que bien marcada nos conduce por los pueblos cercanos a la ciudad de Cuenca siendo Nohales el punto clave para recomponer la ruta. Después hacia la Alcarria, no sin antes cruzar entre sus localidades, ésta: Bascuñana de San Pedro. El topónimo curioso, como tantos otros, enroscado hacia el Patrón San Pedro que también da nombre a la advocación de su iglesia, principal y casi único tesoro de este lugar, tranquilo, sosegado que duerme casi con una luz que le guía y que bien podría definirlo su gran farola, a la que casi todos reflejan en su comentario. Su origen es incierto pero en su investigación nos lleva como el resto de la zona a la repoblación de Alfonso VIII cuando estableciese su alfoz en torno a la ciudad de Cuenca allá por el siglo XIII. Posiblemente fueran los romanos sus precursores, por lo menos en la explotación de su mina de plata en el sitio que aparece documentado de Oya de Miguel, pues el descubrimiento de la gran villa romana de Noheda a escasos kilómetros de esta población ya nos justifica su posible importancia. Sin embargo, la minería es popular en el lugar y, sin embargo, poco queda de ella, salvo el recuerdo, pues en el estudio topográfico realizado por esta causa en todo el término, solamente aparecen restos de algunas piritas de hierro y azufre, con importantes focos de carbon vegetal. 74 / Pueblos de Cuenca

Lo cierto es que, por las circunstancias que fueran, este lugar levanta una bella iglesia de un solo cuerpo, pequeñas dimensiones pero elegante y bien dotada en su ornamentación y riqueza interior, algo que advierte cierta curiosidad para el estudioso. Una bóveda de pilastras con lunetos y cornisa de múltiples molduras y esa cabecera desproporcionada que tiene una grandiosa cúpula que le adorna en esbeltez interior. Su torre es cuadrada y ajustada al tamaño de la propia parroquial. Pero, es su interior, donde la riqueza del retablo te sugestiona. Posiblemente, alguno de los tres fuese de otra iglesia, no se si de su anejo Villalbilla. Pero, esta aldea de la Tierra de Cuenca y del Censo Real de Castilla, tuvo Prestamera, el principal del apellido Salinas, y lo curioso es que en el censo de Floridablanca aparezca el Colegio de San José de Cuenca como el principal beneficiario en cuanto a posesión de hacienda de todo este término, mucho de él, en terreno embarrancado. La existencia de un Pósito Pío, poco común en otros lugares, para abastecer las necesidades, el que la mayor parte de sus habitantes se dedicasen a la agricultura y el que las cuevas del vino puedan ser su valor medioambiental más característico, nos reconduce a su pasado más reciente. Sin embargo, la devoción a la Inmaculada Concepción, virgen cuya talla actual sustituyese a una antigua del XVI y que fuese donada por el reconocido Mariano Catalina, también le da el prestigio de reconocimiento. Al lado del caserío, la ermita de San Isidro, aunque en otras referencias aparece la ermita dedicada a la Inmaculada y ahora no se tiene conocimiento exacto.

Su riqueza y su identidad lo reflejan sus retablos: el Mayor con la tabla de San Pedro, San Antonio y el Resucitado; el de Nuestra Señora del Rosario y el del Santo Cristo, también barrocos, aunque el primero, churrigueresco, destaca por su policromía. Sin embargo, está de moda el pequeño retablo de la ermita de San Isidro, del siglo XVII, de reducidas dimensiones (107x162), realizado en madera dorada y policromada al temple. Es un retablo de tipo relicario, muy abundantes tras el impulso del concilio de Trento y en este caso, dedicado a San Isidro labrador, restaurado recientemente gracias al apoyo de la Diputación Provincial.

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/ BEAMuD /

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o se cómo podríamos cruzar el camino de la Sierra y no ser capaces de adentrarnos en el término de Beamud, algo esquinado, que nos permitiría recoger un paisaje de montaña solemne donde el agua y el pino se confunden en naturaleza de privilegio. Lo digo con plena convicción, pues el rento de Juan Romero o los montes que le pertenecen, tal como su Dehesa Boyal, el Castellar, el Rincón, Riscas y Peñas o la Dehesa de Arriba, abrigan ese contenido que en su origen marcase un fuerte devenir histórico. Lo cierto es que Beamud es tierra de antaño. Lo es, desde los tiempos de la Edad del Bronce y eso lo atestiguan sus yacimientos del Bronce medio como, el de la Peña del Castellar, el Palacio y Monteagudillo. Más tarde, el dominio y explotación del imperio romano nos descubre sus minas de sal, importantes junto a las de Beteta y Valsalobre, aunque es, bajo el dominio cristiano medieval, cuando su explotación queda atestiguada. La sal siempre fue un elemento fundamental y principal para las sociedades históricas.

Pero este lugar de nombre musulmán en topónimo y etimología tuvo cierta importancia en tiempos de la media luna. Lo tuvo, porque aquella familia bereber de los Benni Hud por aquí pasó, circunscribió y, hasta cierto punto, dominó. No se, si el reconocido cabecilla Moustain fuese el que le diese nombre con ese particularismo de Bean (varón) y Hud (apellido de estirpe) o el nombre proceda de ese periodo de dominio, adornado primero por el término Wed (río) pues bien al lado está el Júcar y Walmu (olmo) por su abundancia, arrastrando después ese topónimo hacia Wedamud. 76 / Pueblos de Cuenca

De una u otra manera, este nombre aparece como tal en los documentos de Alfonso X el Sabio cuando confirmó al obispo de Cuenca Pedro Laurencio, la donación que ya le hubiera hecho anteriormente al otro obispo Mateo Reinal y su cabildo catedralicio de los pozos de sal y de una heredada de tierra de una yunta, en este pueblo, en compensación por la pérdida de los derechos de portazgo de los pozos de hacer sal. Cierto es, que el año de referencia documental es algo dudoso por cuanto nos cita el 5 de agosto de 1295 y por entonces ya no reinaba el tal Alfonso X, pero lo que si nos testifica es la importancia de estas salinas, tanto como para que luego este lugar, incluido el anejo de Uña, perteneciera a la familia Hurtado de Mendoza, aquellos mismos que fueran Marqueses de Cañete y que, uno de ellos en 1486 decidiese fundar mayorazgo a favor de su hijo Luis y de su segunda esposa, doña Elvira Rabanal. Esta importante razón le concede a Beamud como tierra un beneficio curado en la Capilla del Espíritu Santo de la catedral conquense, capilla-panteón de esta familia Hurtado de Mendoza, la misma que abre el día de Pentecostés solamente y que en sus paredes ondean con orgullo las banderas del Marquesado y Virreinato de Perú. Beamud era lugar de importancia por entonces. Sus montes y la explotación de sus salinas generarían una rica Prestamera aneja al convento de San Pablo de la ciudad de Cuenca y su advocación a la ermita de San Sebastián en aquellos tiempos era de alto reconocimiento comarcal. En 1570 serán también los Alarcón sus poseedores, concediéndosele a D. Juan Ruiz de Alarcón y Men-

doza, IV señor de Buenache de Alarcón, la Frontera, Valdecabras y la dehesa de Torralba, Casas-Yermas, Romerosa y otros territorios por los derechos de madre que había fundado mayorazgo en la misma, según consta en el Consejo de Castilla. Esto nos demuestra el alto interés de este lugar y término que en tiempos de litigios nobiliarios ande a revuelta entre las casas de linaje conquenses. Así es este lugar, anclado en su Barranco, soleado con abundancia de pinares, abalconado desde el llamado Palacio y con su iglesia, muy bien conservada, dedi-

cada a Santiago Apóstol y su entramado callejero mantenedor de la construcción popular en tejaroces, rejería y portones de doble abertura, nos hace sentir el sueño idílico enmarcado en ese paisaje de naturaleza pura. La parroquial, ahora restaurada, sirve de marco a sus fiestas patronales dedicada a San Antonio de Padua por ese mes de agosto, en pleno estío de reencuentro de gentes al compás de buena merienda y regando con zurra sus viandas. Entre la plaza del pueblo y la calle de Abajo, las sardinas bailan antes de llegar a “la joya” por sus caminos en dirección a las eras y bajo el vallejo.

/ BEAMuD/ Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 77

/ BELINCHÓN /

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na extensa vega reina alargando su espacio al sol, entre medias el Barranco de las Huertas le arrincona y entre su término fluyen las aguas en manantiales y fuentes abundantes que riegan terrenos y abastecen el lugar, tal vez esa de los Cotos sea la más saludable. Huertas y aguas. Sin embargo, el respirar del Tajo, situado a dos leguas del lugar, te produce un fuerte vitalismo de poder, crea un espacio de sentimiento compartido y Fuentidueña, Valverdejo, Zarza, las Lovinillas y Estremera rodean un término que en tiempos fue hogar de comerciantes atrevidos en la venta y compra de productos, trajinando caminos por lejanos lugares de nuestra geografía. Es Belinchón y lo es más, cuando hablamos de su Cristo arrodillado, dormido en descanso eterno en su preciosa ermita que acoge esa singular romería. Pero, amigos, Belinchón fue historia viva. En el altozano que campea como solar, se advierten oleadas de profundos acontecimientos, soliviantados por sus esfuerzos. Las salinas, fueron el emblema de su economía en tiempos de guerra y por ello, las casas palacio pudieron aquí hacer huella: la de Salazar por un lado y la de Alvárez de Toledo por otro, sin dejar de lado, su bella iglesia, monumental y poderosa, tal cual antiguo castillo de recio abolengo donde dicen, se refugiase malherido aquel infante Sancho, hijo del gran Alfonso VI, rey de Toledo. Por eso hay que hablar de historia, la misma que aconteciese en casi toda Castilla. Si antes, en sus

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lomas, los yacimientos del Bronce hacen mella, después el tesorillo de Abderramán II nos agudiza el dominio musulmán, al lado de la gran Uclés, a tiro de piedra, enfrentada a reinos y sufridora de batallas para luego dejar que Alfonso VIII reconquiste y repueble como casi toda la Castilla amesetada. A todos les llamó la atención sus ricas salinas y en ello, anduvieron sus litigios. Por eso, un poco antes de la reconquista total,otro Alfonso, en este caso sería el VII, considera de pleno derecho conceder salinas y término al Arzobispado de Toledo y en ello alcanza la mitra más poderosa ligazón con nuestra villa. Unos y otros se hicieron dueños de este lugar, muy productivo, rico y de nobles gentes y, por eso, el Alfonso VIII aludido juega a razones con sus salinas, primero a la Orden de Santiago el 10 de abril de 1178, luego, al obispo de Palencia concediéndole renta anual, siendo por entonces 17 de marzo de 1190 y encontrándose las diócesis de Palencia y de Segovia en pleno tesón y litigo por recoger este premio. No contento con ello, permitiría el octavo que también la orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén obtuviese una importante renta para su castillo de Consuegra en el 1200 con esas treinta cahíces de sal al año. Todo ello prueba el valor de este lugar, si bien explotado para vivencia de otros. Pero, sus habitantes pudieron sentir el libre peso de su villazgo teniendo Fuero propio desde el siglo XII y en ello anduvo la solera del lugar, vendido, enajenado y comprado a señores y prestameras, quizás la mayor aquella de

la catedral conquense en función del convento de San Pablo y siendo obispo don García. Amén de todo, las salinas de Belinchón, las mismas que ya citase el Arcipreste de Hita en su Libro del Buen Amor, fueron de casa real a casas ducales y tanto en los siglos XV, XVI y XVII avivaron fortunas, como aquellas de Enrique IV y don Rodrigo de Villoa, su dueño, o cuando Felipe II lo concede en señorío a los Hurtado de Mendoza, marqueses de Cañete, o después cuando lo enajena y la hace villa solemne, o tal vez, ese momento del XIX en que el hermano del duque de Riánsares toma posesión de capa y sayo. No hay duda, del poder de Belinchón en la historia, de sus patronazgos y esencialmente, de sus ricas salinas que del “Pecho del Señor” en tiempos medievos se pasaría al Cristo de la Muralla, Ayuntamiento y dominio de los Alvarez de Toledo en edificio precioso con soportales de ricas columnas para adorar a su parroquial de San Miguel en bellísima iglesia, tal cual copia del Priorato de Uclés, con elegante torre e interior de construcción palaciega. Este es el Belinchón actual, a caballo de progreso y ensimismado en su Danza al Cristo Arrodillado, la más singular romería de estos lares, la que envuelve a sus habitantes en ese deseo de recaudar fortuna para las cosechas. Su “jefe” de danzantes coloca la careta en su parte posterior para dilucidar cambio de estación, dando el color que merecía la misma. Aquellos colores, verde y rojo del traje, recuperados, alzan el devoto sentimiento en el mes de mayo para hacer de este lugar, santo y seña del calendario festivo y monumental de la provincia. Pueblos de Cuenca / 79

/ BELMoNTE /

M

udamos a menudo de lugar y nos reencontramos con excelsos recuerdos. Yo soy viajero, tal cual mucha gente de ahora, pero entre mis viajes siempre dejo de lado la villa de Belmonte por eso de que la tengo ahí. No me puedo perdonar la falta de conciencia después de mi última visita, esa que me permitió el 16 de julio pasado, el contemplar por fuera y por dentro una de nuestras maravillas del arte defensivo y que no es otro que su bello castillo de Bellomonte. Cuando lo hice, me recordó al Cid Hestón volcando su lanza por la alameda, luego vi lo que era el lugar, baje al entramado callejero, algo que había hecho tiempo atrás y siempre demasiado deprisa, crucé la antigua plaza del Caudillo, la calle principal aquella que lleva a La Colegiata y en una esquina con puerta cerrada, descansé para reflexionar. Me da igual subir por un lado que por otro al caserío de este lugar. Si cruzo su puerta principal de la muralla y a traspiés de ese arco de la Estrella dejo el cristillo de la hornacina, el que llaman de los Ausentes –aunque 80 / Pueblos de Cuenca

ahora yo no lo esté-, siento un escalofrío por cuanto alguien me observa en mi compostura. Cuando continuo y llego a la calle de La Colegiata, santo y seña de la ciudad monumental, me encuentro la lápida que honra a Fray Luis y en el recuerdo hallo la imagen de aquel año 1958 cuando el erudito Astrana Marín proyectaba aquel libro inédito “La atormentada vida de Fray Luis”. En su lectura, este biógrafo de Cervantes y editor de Quevedo me lleva hacia la erudita disertación del Catedrático de Literatura Miguel Ángel Pérez Priego que con maestría y aplomo nos habla sobre el fraile de vuelo salmantino en su contexto de ahora, de siglo XX y comienzos de un XXI sin alas y, juntos, evocan la lírica. Casi oigo el declamar poético de Nicolás del Hierro y Alfredo Villaverde. ¡Ay, Belmonte¡¡Qué maravilloso entorno el de sus piedras¡ No solo es Castillo este lugar, porque aquí hay mucho, quizás demasiado entre sus honras: la Colegiata, donde hay más belleza monumental que en todo el lugar; y aquel recuerdo de su Coro, de antaño y de ahora, porque aquí hay debajo piedras del visigodo, de un templo porque lo dice el ábside. Seguro, amigos, seguro. Este Bellomonte que ya citase así por la belleza el papa Inocencio III en el siglo XIII, Sancho IV lo escrituraba para sacar dineros para el infante Juan Manuel y su recorrido murciano, éste que iniciase años después la construcción de su Alcázar primitivo y sus murallas –o por lo menos eso dice la Chronicon Domini Johannis,–o cuando Enrique II en 1367 le concede el título honroso de Villa, bien merecida sin duda, dándole Fuero como al Castillo de Garcímuñoz.

Pero Belmonte añora pasado poderoso. Tiempos de su primer alcalde del castillo, un tal Álvaro Fernández de León, no se si familia del fraile por eso del apellido, luego ese Pacheco, aquí nacido, que llegase a ser Marqués de Villena y por eso este lugar fue de su jurisdicción por mucho tiempo, luego la “Oda a Salinas” del poeta, no se si la riqueza de Capellanías también le diera la riqueza espiritual al lugar. Dicen los papeles que hubo muchas en esa Colegiata con advocación a San Bartolomé: la de Juan de Hinestrosa, la de Pedro de Morales que llaman de Santa María de Gracia, la de Juan de Zisnero, la de ese patronato que fundó Juan de Monreal o el Hospital de San Andrés de casar huérfanas administrado por el fraile Jerónimo del Parral.

lemnidad y entre medias, sus gentes acostumbradas a pasear entre tanta belleza y que entre sus costumbres hablan de “no meter del dedo en el puchero” cuando alguien ha muerto para evitar comer gachas, al hilo también de su fiesta de San Bartolomé, la del folclore del estío en el verano, un poco después, en septiembre, la de su Virgen de Gracia aunque antes haya tenido lugar la de la Virgen de la Estrella con devoción y rezo ante su imagen y arco, los mayos a la Cruz, o ese San Antón que tanto recuerdo encierra entre sus lugareños. Vengan, vengan a verlo, no defraudará a nadie.

Pero no es de recibo hacer historia al detalle de este maravilloso lugar de Belmonte porque no habría suficiente espacio en papel y tinta, ahora sí, hablar de sus gentes me emociona. Tal vez, en la misma plaza del Ayuntamiento, la que ahora sujeta el busto de Fray Luis es buen lugar para charlar con la alcaldesa Angustias, orgullosa de su pueblo, y la siempre embaucadora de proyectos, Inés Valverde, filóloga del tiempo, la que me seduce con sus comentarios del lugar, de éste que bien conoce. Allí, el colegio de los Trinitarios, no muy lejos el de los franciscanos fundado por aquel Juan de Haro con su capilla de la Concepción, las monjitas de Santa Catalina la Real, o qué decir de Juan del Castillo, mártir en las Américas y santo en Roma, descansando con otros, al lado de la plaza del Pilar con los soportales acolumnados de recuerdo de antaño. Todo me abruma por soPueblos de Cuenca / 81

/ BELMoNTEJo /

E

ra tiempo en que el Señor Marqués de Cañete, un Hurtado, el que paseando por aquellas tierras, se acercó a un pequeño lugar que, como aldea de La Parrilla figuraba, y viendo su gente trabajando con ahínco en la tierra, les atendió con dineros para sufragar coste a la iglesia, ya de por sí, pequeña y casi derruida por descuido. En ella, la Concepción la protege y en su artesonado de madera, más bien techumbre estropeada como “madera a lo viejo” donde no cabía el público presente, quiso rezar para buena avenida de este lugar. Por su lado, corren las aguas de un arroyuelo del mismo nombre que el lugar, llamado así por ser un pequeño Bellomonte, más bien como Bellomontejo o Belmontejo. Pero curioso es como está dividido el lugar en dos partes. Cuando se describe su ubicación nos dicen que se sitúa en una cañada en forma curiosa de “albarda boca arriba”, pero que tiene Pósito, cárcel, escuela, una iglesia que ahora llaman de la Asunción y digno de destacar su fuente de agua en el centro de la plaza. Esta descripción podría servir para ahora, sin duda, con esas casas bastante remozadas y un callejero más digno y preciado que el de antaño. Aquel tiempo pasó, pues del recuerdo del Hospital, de sus dos ermitas, la de la Concepción y la de San Benito o de su prestamera de don Jerónimo de Barrionuevo, tal vez, de sus cofradías, la de Ánimas de Carnestolendas como más curiosa, o la del Santísimo y aquella antigua de la Vera Cruz es como ahondar en un recuerdo nostálgico, porque ahora 82 / Pueblos de Cuenca

Belmontejo respira otro aire de progreso para el bienestar de sus gentes, las pocas que quedan y sobre todo, las muchas que llegan. Aquella fuente de la Lobera o la fuente de Abajo nos dan riqueza de vida, porque si la iglesia por fuera deja espacio arquitectónico, la iglesia por dentro rezuma solemnidad, por eso su retablo del Altar mayor le dignifica, o tal vez, sus imágenes a las que devocionan a menudo. Curioso, su capilla en la parte baja del lugar para comodidad de su feligreses, pero entre tanto y tanto, Belmontejo nos trae tres fiestas para conmemorar cada año: por un lado, la de San Isidro en mayo con esa romería de agradable encuentro campestre, la de agosto en honor de su Virgen de la Asunción donde el jolgorio y la diversión alcanzan su cenit, sin dejar de lado por lo que sus habitantes siempre adornan, la de septiembre a su Jesús de Nazaret.

santo. Luego, abajo en la plaza, los reencuentros, de cerca, la piscina, casi al lado, el senderismo de un rico paisaje, sus desfiles en disfraces de atención, su enramá solemne, los mayos bien cantados, el juego del Boleo, la fiesta en la Exaltación de la Cruz, aún en recuerdo, conmemorando la cosecha, aquel San Antón con el cerdito casi olvidado y sin duda, todo y gracias, a una Asociación Cultural que en Belmontejo recuerda con nostalgia y cariño a D. Senén Melero, alma mater de su creación. Por eso, la “torrá” con patatas asadas en la plaza nos trae el cancionero de la orquesta de cámara con Jesús Ángel Minaya y ahora, amigos, a bailar, a cantar y a disfrutar de un pueblo que tiene solera. Eso, os lo digo yo y mi amigo Jesús Moreno que de allí es.

Pero, amigos, donde la identidad de sus gentes mantiene el espíritu es en su “Enramá”, ahí queda como especial tradición por contenido y hechura. En la noche del sábado santo al domingo de gloria, en la iglesia el arco de ramas, recogidas en el lugar, para adornar un sentimiento de quintos que luego “pelelearán” con sus típicos peleles en amanecida. Arriba, su iglesia, de cerca y en bella estampa, su cerro de la Lobera, al lado, con profundo sentir, desde la senda del molino de Abajo, la romería de San Isidro en camino al Pantano donde se hace misa, se merienda, se canta y se baila como el momento más singular en ese domingo más cercano al Pueblos de Cuenca / 83

/ BETETA /

en un alfoz extenso meter a La Cueva del Hierro, Valtablao, Valsalobre, el Tobar, Masegosa, Lagunaseca y Santa María del Val, como territorio de esta Tierra, la misma, a la que algunos otros en el XVIII, por eso de censar, hasta metieran en el mismo saco a la villa de Torralba por pertenencia al mismo señorío –error de bulto-.

L

os recorridos por nuestra Alta Sierra nos pueden envolver en esa aúrea más solemne. Entre sus maravillosas hoces, las aguas conforman la simbiosis del encanto: sonido y luz. En su recorrido, los cauces diferentes lamen las tierras rojas que se encuentran, tierras de corte ferruginoso y de encinto bélico en sus brillos. Masegar, Valsalobre y Guadiela, éste último, el rey del sendero hidrográfico. A su lado, fuentes y manantiales tal como ese que llaman Baño del Rosal o la laguna del Tobar, más abajo, camino de otro bello recorrido que alberga a los siete lugares de las Tierras antiguas de Beteta. La Cueva de la Ramera, el yacimiento del Armentero o el cerro del Castillejo son señas de identidad de la antigüedad más manifiesta. Pero, yo no voy a buscar la Vétera romana, la que algunos historiadores citan, ni tampoco el origen de su fundación en tierra de pastores trashumantes, porque de ello, otros con mejor lógica y conocimiento, ya hablan; yo, simplemente me dejo llevar por el sentimiento y la belleza. Su historia, allá por aquel siglo XIII de reconquista y repoblación, pudo ser el primer recorrido de peso y 84 / Pueblos de Cuenca

Lo cierto, es que por aquí se crían buenos pastos, de los mejores, que hay cantidad de agua a borbotones, que abunda el hierro desde tiempos ancestrales, que hay cuevas de historia, como la de los Griegos, que es zona de mucha importancia, tanta debiera tener para que Alfonso VIII la donara en tiempos a la catedral de Sigüenza “villa que nominatur Beteta” en 1165. Por eso, luego, en tiempos de los Lara, Pedro Manrique por más señas, señor de Molina en 1172 cambiaría al obispo de Sigüenza este lugar por hermosura y riqueza, la mitad de Beteta por un molino llamado de Santa María, y que en Molina a las aguas del Gallo, habitara. Y así sigue y sigue la historia, porque al ser lugar de ricos pastos y buenos montes, algunos como esos de la Dehesa Carnicera, la Dehesa Palancar o la de Zatiquero, con el laricio especial, se adornan con tierras y pastizales en la Dehesa Cañada de la Torre, sin dejar, porque no se puede, la ricas minas de sal de Valsalobre, las que tanto quiso doña Beatriz de Albornoz, señora del Infantado y otros nobles por posesión y dineros. Pero no debo aquí contar toda la abundante historia del lugar, sino un poco sus excelencias de arte, folclore y pueblo. Por eso, dejar arriba más bien tran-

quilo, su castillo de la Rochafrida, o citar solo por norma que aquí pudo nacer el gran pintor de Corte, Martínez del Mazo, es más que suficiente, pero obviar que de buena y bonita plaza con soportales de balconadas de madera adornan la villa, es de ley. Pero, amigos, vayan a la iglesia de la Asunción y deléitense con su traza exterior arquitectónica en portada plateresca con arco de triunfo, bellísima, o entren para ver la capilla renacentista. Ahí hay riqueza de la buena. Arriba, la historia, abajo, la devoción y, a tiro de piedra, la ermita de la Virgen del Rosal, patrona de toda esta comarca; su devoción se acrecienta día a día, entre las gentes, su coral y su grupo de danza que a bien tiene bailarle en belleza de cintas y buena tra-

jería. En septiembre, el 17, se hace el alboroque, los bailes, la procesión, la fiesta en esencia. Pero Beteta tiene riqueza tradicional, por eso sus matazones también avivan el espíritu, o ese encuentro que llaman Festival Internacional de Música coral Serranía de Cuenca FIMUC, bien adornado por un paisaje de ensueño: la fuente de los Tilos, la Hoz de Beteta; la casa de la Toba, la fuente de Juanlabrá, la casa de la Pradera, el paseo Botánico, el manantial del Solán de Cabras, las casas rurales, de arriba y de abajo, el Hotel, los bares, el arco de la muralla, el palacio de los Ariza, el Ayuntamiento, su escudo y la torre que sobrepasa con elegancia el caserío. Todo en Beteta es arte y honestidad, por carácter de recia estampa.

/ BETETA/

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 85

/ BoNICHES /

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hora, amigos, me encuentro yo en lugar de privilegio. Nacimiento y cuna por sencillo destino, Boniches, abre para mí ese encanto encantador por recuerdo y memoria más que por sentimiento y causa. Cierto es, porque el privilegio lo da un lugar cuyo término es de los más bellos que uno puede encontrar, y cierto es, también que aquí dicen debió de haber riqueza en oro y plata, pues aún ahora, siguen algunos buscando por donde arrancar. Su historia es también grande en recuerdos. Ahora, cuatro piedras en la lomilla que eleva la población, dicen que recuerdan un castillo, por otro lado, nunca documentado. En los montes que le rodean, yacimientos importantes marcan la huella, tal cual el de la Sima de la Cabeza del Cerro, los Villares, Ayuntaderos, la Peña Ramos y la Casa de los Moros; entre sus pinares ricos en montes como la Cueva la Vieja, Dehesa del Río y Peña del Cuervo, las elevaciones rocosas; entre sus sendas y cruces de camino, La Horadada, el Traqueiro, la Peña del Sancho, la Tabarreña o la mina de San Miguel, sus envueltas por el Collado de las Cabezas y a traspiés en el río Cabriel, el molino y el rento de Pumareda, en tiempos tierras del marqués de Moya. Luego en años más próximos, Antonio Cavero hacía entresaca y carboneo en esos montes que dicen, eran del marqués de Miranda. Es tierra de maravillas. El caserío ya es otra cosa. Pero, sus gentes son especiales. Cuando hablas del pasado bien salen a relucir los resineros, santo y

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seña de la vida económica de antaño. De la resina y de la madera, vivían la mayor parte del lugar, pero de sus ovejas y pastizales también alardeaban otros muchos por solera y bienestar. Si hablamos de algo, quizás sería conveniente hacerlo de su iglesia porque entre las calles poco más da de sí, en palacios o casonas. La parroquial dedicada a la Asunción tiene necesidad de reformas, su torre está deteriorada y en el interior, salvo la sacristía, la humedad está haciendo la mella del tiempo, provocando necesarias reformas que deberían de llegar. Dicen las curiosidades que su patrón y dueño, constructor por tanto de la misma, fuese un tal Gonzalo Ruiz, tal vez de los Azagra de Albarracín, el que a tiempo y forma, solicitaba autorización al obispo para que un cura dijese misa. Dicen también, por eso de decir, que hubo más cofradías, pero solo se recuerdan aquellas dos, la del Santísimo que intenta mantenerse y la de Ánimas, tal vez por necesidad de oficio. ¿Ermitas? No hay constancia aunque algún resto podría atisbar la esperanza de una antigua iglesia al lado de los restos amurallados de La Picota, santo y seña de una torre vigía de tiempo del musulmán mal avenido; pero sí, paisaje, mucho y buen paisaje. Andar por sus caminos, recorrer sus escorzos con agua sobrante, avivar el espíritu entre sus montes, bajar y subir, lo mismo da, ir hacia Cañete o hacia Pajaroncillo que hacia Campillos, porque en todo lugar hay belleza a doquier.

Yo recuerdo también a sus gentes, por honradez y por sentimiento. Por eso, el tío Ruperto, el tío Benito, Eulalia, la estanquera, el tío Desiderio, los Baldomero, los Sardinas, la tía Herminia, mi albacea en parto, los Herreros, los bataneros, los Descalzo, los Muelas, los Peroles, el tío Cano el juez, y los que ahora, recuerdan y habitan, hablan de buen carácter y buen rollo en vida nueva, porque Boniches tiene solera de tiempo y forma. En el misterio, “el obispo” Carmona. Desde el Castil de Rey, subido en lo alto de su roca, buscas la paz y el sosiego en una sierra ancestral; en la Picota aderezas tu espíritu aventurero y al lado del pino de las cuatro garras, eres poderoso. ¡Qué más puedes desear¡ Por San Roque hay que subir a Boniches, porque sus toros casi perdidos en el recuerdo, daban la solera de la fiesta, pero sus bailes son el reclamo de la alredorá, allí todos se juntan para en su plaza alardear de buenos pasos con bellas mozas. Yo quiero a Boniches porque allí nací, pero quiero a sus gentes, porque son leales al encuentro y son amigos si tú te sientes amigos de ellos. No te defraudarán, seguro. (P)

Pueblos de Cuenca / 87

/ BuCIEGAS /

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n Tierras de Huete, por un lado, y Tierras de Priego, por otro, al lado de ese Guadiela, río que hace del lugar recuerdo moruno, aparece el lugar de Buciegas. Elevado, a los pies de una pequeña vega de mediana calidad tiene abundante agua, y entre la fuente de las Pozas, el paraje de Valdefuentes, el arroyuelo que cruza el puente del Canto y la afamada Fuente de los Milagros -estandarte y seña de su historia-, transcurre ese deambular de parajes y lugares: La Peña del tío Lino, el cerro del Pino y la Rosana.

Sin duda, al igual que tantos y tantos otros lugares de la Alcarria, éste tiene un origen incierto pero antiguo. Los yacimientos de la zona nos reconducen a la Edad del Bronce y en ello, entre las elevaciones de El Picazo, la Sierra Mediana, el Morrón y las Muelas, se pudieron asentar comunidades prerromanas en ese caminar que algunos tratan al hablar de Cuerno del Rey o la romana Hasta Regia. Sin embargo, dejando esa antigüedad tan manifiesta, deberíamos acercarnos para aproximar lugar de fundación al periodo reconquistador como todos los de la zona, siglo XIV, momento en que surgiera el lugar con este nombre y se empezara a construir la primitiva iglesia. Este lugar, como tantos otros, mantuvo su población en tiempos modernos, erigió una importante iglesia dedicada a San Pedro Advíncula, patrón solemne del lugar al que se le rinde pleitesía en los primeros días de agosto, tuvo Pósito de pobres que regentó Juan Arcos y cuyo camarero lo fuera Alonso Vindel, 88 / Pueblos de Cuenca

con un caudal de 66 fanegas de trigo, una Mayordomía dedicada al Santísimo Sacramento y avistan en su perímetro de caserío unas cuantas cuevas de vino, en otro tiempo, muy abastecidas. Pero, sin duda, es su iglesia el edificio más singular de todo el lugar. Aunque de un solo cuerpo y no excesivamente grande, tiene una portada de sillería de arco de medio punto entre dos contrafuertes con clave de carpela. Dentro, poco que pueda ser de alto interés, pero en tiempos albergó cinco Cofradías, tales como la de Ánimas, la de la Vera Cruz, Santísimo, del Rosario y como no, la de San Pedro, su patrón. Su espadaña está al hilo del equilibrio, pero siempre dio al concejo el saludo de la oración con el acierto de un buen devoto lugar. Algunos recuerdan por haberlo oído a mayores, aquel pedrisco del 29 de mayo de 1867 cuando tanto daño provocaría en parajes y tierras cultivadas, tales como Rosana, Valdefuentes, Las Cañás, Cañada del Hornillo, Valdecanalejas, la Sierra, Cañadilla y la Vega. Sus gentes, ambientan siempre este lugar de buenas costumbres y entre sus aguas, en esa fuente de los Milagros citada, su lavadero, tradicional, admirado como huella de ese tiempo que tantos buenos recuerdos traen a su vecindario. En este lugar, sus fiestas patronales son el 1 de agosto y entre bailes y jolgorio se ambienta un lugar lleno de visitantes, aunque sin olvidar San Antonio,

Los Mayos, San Isidro Labrador y su merienda, la hoguera de Nochebuena en la puerta de la iglesia al son de villancicos alegres, la matanza en San Antón y las gachas, pero hay algo que queda como tradición de origen, único por población y sentimiento, era la fiesta del boj (buje), cuando los jóvenes colocaban en los balcones de las mozas admiradas, esas ramas en señal de compromiso o admiración. Así es Buciegas.

/ BuCIEGAS / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 89

/ BuENACHE DE ALARCÓN /

nia donde los celtíberos meridionales tenían su almacén de víveres y municiones de guerra. Sus habitantes, rechazaron en sucesivos ataques a las disciplinadas tropas romanas, hasta llegar al extenuamiento y su derrota total. Axenia brilló como la Buenache más moderna, la que luego Alfonso VIII diese nombre como tierra al lado de Alarcón como esa buena ciudad que debería de ser a partir de ese momento. Axenia y Buenache, Buenache y Axenia: dualidad camuflada.

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e Alarcón, por tierra de historia, da igual el camino que sigamos o en que dirección lo tomemos, pero Buenache siempre te recibe bien. Aquí, el peso del pasado se enmarca en aquella Axenia que bien citaban los romanos, asentada en las márgenes del arroyo Torrejón y al lado de ese descanso del guerrero del Bronce en necrópolis allí asentada.

En aquellos siglos de fuerte batallar, entre pueblos de la Celtiberia hispana y el dominio de la Roma poderosa, muchos encuentros de armas por la meseta castellana: Contrebia, cabeza de este vasto territorio prerromano y tomada por el pretor Fulvio Flaco, la rendición de la poderosa Ercávica, llamada también Cabeza de Griego bajo las armas de Pomponio y Graco, y luego Fulvio Nobilior, el derrotado en Numancia que llega vengativo y asola la ciudad de Axe90 / Pueblos de Cuenca

Este lugar, repoblado, al lado de buenas aguas, con límites de baldíos y entre montes de pinares, vega de buena tierra y algunas notas de alfarería, adopta en el medievo el añadido de Alarcón en tiempos de sus señores, D. Diego Ruiz de Alarcón y su hijo, Juan Ruiz de Alarcón, momento de mayor abolengo de la villa, tiempos de los Austrias, Carlos V y su hijo Felipe II. Aquí, Carlos I y V de Alemania, el emperador cristiano, pernoctó dos noches en uno de sus recorridos por los caminos de postas. Conoció el lugar al que luego refundó en Prestameras y Capellanías. Aunque su parroquial dedicada a San Pedro Apóstol iniciase obras en el siglo XIII, será el XVI cuando adquiera preponderancia cautivando en su interior la riqueza de un artesonado mudéjar y unos ricos retablos de madera. Exteriormente, su solidez en la estructura, su ábside semicircular con saetera muy estrecha y alargada, le marca la huella del protogótico, colocando así ese espacio con columnas salomónicas con pámpanos y racimos llenando todo su frente. Tres naves, amplias, con techumbre de ma-

dera y una ventana gótica ajimezada en esos trilóbulos tan llamativos. Detalles de elegancia y de profunda historia, tal cual, su madera, la palomilla de hierro y esa alcachofa que es el centro de la cruz de Calatrava. Al norte esa capilla del Santo Cristo de la Viga con un precioso retablo, escudo de piedra, todo en conjunto de perfecta sintonía. En el XVIII, un magnífico retablo barroco alcanza plena intensidad escultórica. La devoción era sólida, tanto que ocho ermitas conformaban su perfecta simetría arquitectónica religiosa: Virgen de la Nieves, San Antonio, San Miguel, San Pedro, San Sebastián, San Antón, Trinidad y Virgen de la Estrella. Ahora, solamente tres se mantienen: Virgen de la Estrella con retablo de Santiago Lara Molina, la de la Trinidad cubierta de madera y la de San Antón, de cruz latina moderna.

dulce y sonora, de María Jesús Molina. Hay mucho que ver y mucho que hablar en este lugar de la Mancha, mancha de Alarcón y tierra de buen llevar. En el aire resuenan aquella jotas: “Ya pueden los madereros echar los ganchos al río, que las mujeres de Sielva ya tienen otros maridos.”

Ese valle primitivo donde la primera ermita de la Virgen de la Estrella campeaba ante el fervor de todos sus habitantes, en ese antiguo valle del río Júcar, después cubierto por las aguas del pantano que ahora sirve de recreo y turismo. ¡Qué bella eres, tierra mía/ de sudor y sangre llena/ desde el Dao a la Cañá/ y de la Sierra a la Vega¡ En septiembre, entre el 13 y el 19, las fiestas patronales en honor de la Virgen de la Estrella, a la que también se le dedica romería en el mes de mayo, en ese corretear verbenero, toros en exclusiva plaza bien trazada, con caldereta y buen vino, al hilo también de ese musiquear poético que saben hacer, y muy bien, su alcalde Segundo Escobar junto a la voz, Pueblos de Cuenca / 91

/ BuENDÍA /

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l paisaje supera los límites de la realidad cuando te acercas a este lugar. Sin descanso, puedes ascender a las elevaciones de la Sierra de Enmedio, situada en la mitad de dos hermosos ríos, Tajo y Guadiela, históricos por su recorrido. Sigues el camino entre enebros, romeros, bojes, marañas, algunos pinos y robles, esparto, salvias e hierbas medicinales. Es otra naturaleza, sin parangón, cruzada, a mitad de camino entre la realidad y la fantasía. Entre ese paisaje que algunos llaman de Recópolis o ciudad de Recaredo, las aguas se retuercen entre sus meandros, buscando las riberas y en una de ellas, la hermosa ermita de la Virgen de los Desamparados, eso que ellos llaman orgullosos El Sitio, ahora recién restaurado con precioso recubrimiento y aderezo: un paraíso. Buendía, nace y crece en tiempos antiguos. Si los romanos ya quisieron estar por encontrar riqueza en todo su entorno, los visigodos hicieron su reino, al compás del poder de un entorno digno de privilegio. Antes o después, todo se reabre en parajes de sello ancestral, poderoso el lugar, religioso y económico. Los cerros de Huete o la Sierra de Cuenca, a un lado y al otro, en medio, el Real sitio de la Isabela, ¡cuánto podría decirnos cada huella de este lugar¡. A tiro de piedra, el monte de Anguix y a camino, el célebre convento de carmelitos descalzos del desierto de Bolarque: reposo y oración. Lugar de moros fue reconquistado en el mismo siglo que la gran parte de la meseta: el final del XII. Tropas de Alfonso VIII, el sobrino del Cid Alvar Fañez o los

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Santiaguistas, hicieron ensayos de conquista durante varios intentos y al final, un día especial, tal cual ese día del Corpus Christi, se toma esta villa amurallada, por eso adopta el bonito nombre de Buen Día. Pero, sin divagar en todo ello, lo cierto es que los relatos episcopales de sus Visitadores, nos hablan de que este lugar es antiguo. Que el 5 de junio de 1465 el rey Enrique IV fue depuesto y en su lugar, Alonso, el hijo menor de Juan II de Castilla, a petición de Alonso Carrillo de Albornoz, hizo merced del título de Conde de Buendía, a D. Pedro de Acuña Albornoz, sobrino del famoso arzobispo Gil Carrillo. El título fue firmado en Arévalo el 9 de junio de 1465. En años sucesivos, se reflejan sus virtudes, pues en 1587 dice ser de D. Juan de Acuña y que en su bella iglesia el retablo está medio hecho. Sus anexos Alcantarilla y Caracenilla confinan en excelencia de parroquianos que atienden más de cuatro Prestameras para beneficio curado de la propia parroquial. Un poco después, en 1655, dice que la población y tierras son del duque de Cardona y que sus dos beneficios simples pertenecen a la Abadía de Lerma y a las monjas de Loeches, ¡curioso¡

de Arriba o de la Constitución, a la Cámara del Duque, aquella que perteneciese al Duque de Híjar y luego vendiese a un Adanez, la Plaza de Abajo donde se celebran sus fiestas patronales, el palacio de la duquesa de Aliaga, abuela de la actual duquesa de Alba, ¡cuánta nobleza¡. La parroquial dedicada a la Asunción con su sacristía, su capilla de los condes, aquellos Vázquez de Acuña, el campanario con aquella Zumbona que tanto tildaba, la Virgen con el niño de marfil, el Pósito o Tercia, el reloj de sol, la antigua botica, el bello paraje del Sitio con su virgen acostumbrada a cuidar a todos los caminantes, por tierra y agua, las ermitas desaparecidas y como colofón, la ruta de las caras, ese maravilloso conjunto de arte y naturaleza, donde dieciocho excelsas esculturas avivan la fantasía del más completo trabajo de un artista. Eulogio Reguillo, imaginario, especial,ha creado arte y fantasía en ese camino de la Peña Alta, Beethoven, la Moneda, la muerte, el paloteo, el Brujo, Arjona, la Dama del pantano, la Virgen y así, una tras otra, en un inverosímil e imaginario mundo de la belleza compartida entre la mano del hombre y la mano divina. El alcalde Vicente Obispo bien lo conoce.

Pero da igual, un poco más de historia que menos, pues toda la que se sabe la ha recopilado Teresa Palomino en su estupendo libro editado. Ahora es cuestión de reclamar en bella palabra escrita sus excelencias como villa, como lugar, como entorno natural inimaginable. Y ahí quiero llegar, a sus murallas vistas desde el Boleo, a su puerta del Sol y Rollo nuevo, a su Arco de la muralla o castillo, a su plaza Pueblos de Cuenca / 93

/ CAMPILLo DE ALToBuEY /

”Corren ufanos los vientos por estos llanos, a bien que es bonito lugar, no hay duda.”

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stamos en la Manchuela y como tal, los parajes se deslizan entre una amplia llanura y en la verticalidad unos montes, no muy elevados, que muchos llaman “lomas”. Esta palabra aquí es milagrosa, pues de su Virgen de la Loma, la devoción le hace destino y sentimiento. Cuando te acercas, ya a cierta distancia, te impone el maravilloso edificio de su convento de los Agustinos descalzos que fundaran en 1681, bajo la advocación de esa imagen. Es su santo y seña. Elevado, señorial, renacentista, cromado en su fachada, adueñado del lugar sobre tres arcadas, fachada con tres calles de cuatro hornacinas que le enaltecen y a su derecha, la campanada de su espadaña, aquella que en tres arcos como tres ríos, sobresale y llama. Los frailes guardaron siempre su impronta, sintieron entre sus huertas el regocijo del eterno silencio de sus parajes, cuidaron la devoción hacia su imagen y guardaron, cual fieles guerreros, sus reliquias: San Cipriano, San Silverio y San Antonio del cementerio de San Calixto, dado por Paulo III. Aquí, hubo poblado de reconquista, porque aquí se dieron predios a los Jaraba o Xaraba aragoneses. Guerreros, tal cual su apellido, hicieron del lugar, hogar de comunión y sede, por eso la monumentalidad le define en grande. Ermitas por doquier, la de 94 / Pueblos de Cuenca

San Miguel, contigua a la parroquia que forma edificio importante en todo el centro de la población, cuya advocación a San Pedro le guarda en su ampulosa torre; la de la Trinidad o del Padre Eterno donde los dragones se enfrentan al bies de su recorrido y sus maravillosos alfarjes, en su techumbre y nave ochavada, maravillosa; la ermita del Santo Cristo en ese recrear de su retablo barroco del mismo que la preside. En el recuerdo, aquellas otras que ya no habitan, tal cual San Roque, San Quilez, San Sebastián, Santa Quiteria, San Cristóbal, San Miguel, Santa Ana. ¡No hay más religiosidad envuelta en arte porque no se puede amasar más espacio entre sus piedras…¡ Entre El Coso, Cantarranas, Pozo de Gil Navarro y el Turruntero, Carlos V la hizo villa, allá en Monzón, año de 1537, y luego Felipe III le dio esos títulos de “Muy Noble y Leal Villa….” No podía ser de otra manera, lo merecía en campo y arte, en pueblo y moda, en solera y gentes.

Bien se decía: “Ya viene la pita por “ca” Mariquita ya viene el tambor por “ca” Melitón comiendo morcilla cargando morcón”. Pues bien esos Cargos, con tres varas floridas, en San Antón y sus cuatro representantes, al hilo de su bandera, bastón y dos husillos. Una buena tradición, sin duda. Buena fiesta aunque lluviosa casi por norma. Ya en septiembre, sus fiestas patronales a la Virgen de la Loma y quizás aquello de la alfarería campillana, aguarde el sentido de este lugar, bello en arquitectura religiosa. Recuerdo con nostalgía, mi corretear por la plaza, la loma, el convento, o la ermita del Cristo y en aquellas casas del Santo, jugar lal balón con José Félix y Juan, amigos de siempre. Añoranza perdida, recuerdo del tiempo.

Es pueblo de amplia tradición, pues bien dicen que los sanantoneros te realzan el espíritu. Tres días antes de San Antón, en ese 14 de enero, salen al campo en busca de caza, se les espera con pita y tambor, le queman las barbas al santo la noche anterior y en el 17, su santo y seña, donde la misa, y los cuatro cargos idealizan la costumbre: el bastón, el husillo grande, el husillo pequeño y la bandera, sus ideales de verdad. El puñao, los bailes de garrotes y la bendición de todos sus animales. Era y es San Antón. Pueblos de Cuenca / 95

/ CAMPILLo DE PARAVIENToS /

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on Tierras de Moya las que por aquí se andan. En tiempos de moros, algún que otro caserío se arrinconaba en valles o vallejos que el propio río Cabriel pudiera adecentar, pero poco más. Cierto es que, los santiaguistas por aquí pasaron pero apenas incitaron a construir más que algún pequeño algar. Sin embargo, andando por su terreno, siente uno ese misterio cuando asciendes a La Coronilla, al margen izquierdo del río, y sus piedras apenas sostenidas encierran algún trozo de la cerámica de color rojo que en olla de labio impreso nos lleva al Bronce. Poco más. Por eso, advenimiento de la repoblación de aquel Gormaz que siguiera en las tropas alfonsinas y lo que documentos dicen de “Campillos, por campos pequeños y granja de Moya” nos elevan en su nombre y término, colocando caserío a 1.175 metros de altitud donde el viento campea a sus anchas. Allí, se paran los vientos, de eso no hay duda. Su iglesia de la Asunción no es grande pero entronca en su interior con su arco de bezantes que apenas aparecen pero que le dan al Arco del Triunfo su sentido. Una sola nave y su espadaña. Dicen que fue la parroquial de un lugar donde tres ermitas se mantuvieron, tal cual San Roque, Santa Quiteria y San Sebastián. A su alrededor como término, las tierras quebrantadas le dan un espacio natural bello, el monte Torca de los Barrancos te lo dice claro, y San Roque que aún quiere aguantar el destino impetuoso.

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Pero lo que sí tiene de bueno este lugar, aparte de sus excelentes gentes, campillanos orgullosos de su pasado y presente, hombres afortunados por bellas mujeres, son sus fiestas bien marcadas, unas por ser famosas en la comarca, las de San Roque, en agosto, con sus bailes en la plaza, antaño al lado de aquel olmo, en ella, sus Cargos, la bandera, el bastón y el pincho, corriendo ese estandarte como nadie, después de romería a la ermita, misa, toros, buen corretear de alegre verbena y todo en alegría compartida. Sin embargo, amigos, no hay tradición más singular que San Sebastián con su “Salto del Grillo”. ¿A qué viene? Tiempos de ancestros bélicos, recuerdos piadosos, necesidades de cultivos, testimonios sin razón, pero eterna, eterna por sentimiento, por devoción y por pluma. El 20 de enero, suena la campana en la parroquial y todos, juntos en romería, a la Mesilla. Cantando el rosario se avanza con el santo bien andado, los vítores en el valle resuenan airosos, y aunque el sol apenas asoma en días de invierno, el santo reluce en su estrado, bien colocado en el lugar que la historia le ha asignado. El hisopo le descuelga su agua bendita y la gente, arremolinada, extiende la blanca sábana y entre su blanquear más solemne, los grillos o puntitos negros se defienden en su manto. Saltan y saltan, seguro que lo hacen, la gente entona su más alegre compostura y al momento, la bendición clama entre esos molletes o panecillos con sardinas saladas, huevos cocidos y buen vino de La Mancha,

antes lo era de Utiel. ¡Qué buen día en el campo bajo el bendito manto de San Sebastián! Y queda el día después, ese que llaman de San Sebastianete, donde nadie dormía, porque el que bien lo hacía, su amanecida era negra, ahumada como el santo y seña de la torpeza. Todos juntaban así su aspereza lírica en festiva tradición. No hay otra. Javi Bambinas y sus hermanos, lo saben. No hay otro lugar mejor para la fiesta.

/ CAMPILLo DE PARAVIENToS /

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/ CAMPILLoS SIERRA /

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uena en la lejanía al fondo del valle:¡Viva la Virgen de Altarejos¡¡Viva y viva, trescientos años más¡ Este es el grito que hacen miles de fieles congregados en aquel bello paraje, término de Campillos, pero que habita en lugar de suerte templaria, según algunos, donde una ermita, curiosa en su traza y llena de recuerdos de una profunda historia vivida, allí ocupa espacio devoto.

ciendo de este lugar su trono. Es curioso, una imagen de no más de tres palmos de alta, o lo que es lo mismo, unos setenta y tres centímetros, tenga tanto dominio, porque era policromada aunque luego la vistieran, con niño en su mano izquierda y la que aquel primer pedestal de cruz latina que le sirve de base, grabado, lleva ahora uno de cruz de Santiago, curioso, ¿verdad?

Es la ermita de Nuestra Señora de Altarejos, excavada en la roca, con bóveda vaída y rica decoración barroca labrada en la misma roca. Ahí está encerrada toda la tradición de este lugar de la Sierra, a camino entre la Alta y la Baja, con sencillo caserío pero fuerte carácter entre su gente. Dicen que apareció su Virgen en el 1208 y que San Fabián y San Sebastián, como patronos del lugar, la cuidaron y defendieron.

Nos da igual lo que ahora mantenga porque en la devoción está el sentimiento. Valdemoro, Cañete, Valdemorillo, Valdemeca, Huerta del Marquesado, Laguna del Marquesado, Tejadillos, Zafrilla, Salvacañete, Salinas del Manzano, Alcalá de la Vega, La Cierva y Pajarón dan fe de ello, año tras año.

Yo creo que hay que venir aquí, conocer sus parajes, bellos porque sí como Prado Viejo por donde debió de venir Pedro Ruiz de Azagra con su gente a caballo para reconquistar el lugar, viniendo desde Albarracín y luego, ya cristiano, pasaría a ser del Marquesado de Moya, no sin antes ser del de Cañete en manos de los Hurtado de Mendoza. Yo sigo caminando por sus cerros, los que a bien conozco, y cuando llego a Prado Villarejo, en el cual se le debió de dar culto a la Virgen, paso por la llamada Fuente de la Canaleja donde debió de existir una mansión antigua, no si de época romana, pero seguro estoy que por aquí pasaron rutas importantes hasta que la Virgen decidió tomar posesión, ha98 / Pueblos de Cuenca

No hay duda de que este lugar de Campillos tiene profunda tradición enhiesta en sus gentes de antaño y de ahora. El recordar a Marcos Huerta con su historia escrita de la Virgen es necesario por su gran trabajo en ello, tal vez, hablar del tío Senén y sus arreglos de la rueca, o tal vez, del tío Gregorio, excelente artesano del hierro, los Berlanga, los Vera y tantos otros que no quiero olvidar. Por eso, el heredero es ahora Braulio Marcos Huerta y su panegírico de Cuenca, una bella y honrosa historia. Y nos queda el caserío del lugar, tal vez un poco pobre, con su iglesia de la Asunción, sencilla de una nave con demasiado encalado interior, pero curiosa por su ensamblaje, y luego la ermita de San Antonio, de recogimiento por sus reducidas dimensiones, también su lavadero, mantenido de antaño y singular

por su recuerdo. Todo, entre buenas gentes que hacen de este lugar, reencuentro armonioso. No hay joven de la comarca que no haya bailado en su verbena de la plaza la fiesta de San Roque, seguro. Pues lo dejamos, dejamos el retablo barroco de la ermita de Altarejos, la Herrería con su profundo significado, las eras donde se juega al barrón y a bolear, la calva y la petanca de ahora, los valles, San Antón ya perdido, los quintos, esos mayos….pero es Campillos.

/ CAMPILLoS SIERRA /

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/ CAMPoS DEL PARAÍSo /

pejuelo, riqueza del imperio aquí abundante, el pozo de Cifuentes, la fuente del Pilar y la fuente del Carraizo, lugares de paso de la calzada romana que aquí cruzaba para explotar su contenido. Luego el poblado de Villaverde, del siglo XIII, importante nudo de comunicación y poblamiento árabe-cristiano, después Valdejudíos, quizás el más importante entre los ríos, por un lado, ese que se llama igual, Valdejudíos y, otro por curioso nombre de Juanseca, entendiendo por el término que una colonia importante de judíos asentase población.

espués de un fuerte día de descanso, nos ponemos en marcha casi siguiendo el trasvase del Tajo-Segura. A mitad de camino, desde Saelices a Carrascosa, me sorprenden unas construcciones curiosas, no muy habituales en otros lugares, en piedra y acabadas en punta, hechas en tierra y barro con argamasa de arcilla o yeso de nombre las Chozas y dedicadas a albergar pastores.¡Curioso, sin duda!

Y es que, en este lugar llamado primitivamente Venta de la Carrasca y ahora Carrascosa del Campo, pisaron sus calles importantes hombres de la historia, porque ya Alfonso VIII tuvo a bien dominar, Alfonso X quiso que apareciese en su gran libro de la Caza más tarde, Juan II, luego la propia Isabel la Católica con su confesor, natural de aquí, el arzobispo Albornoz, entre medias, los Acuña, luego Carlos I que le dio título de Villa en 1537 por merecerlo, después Felipe II, el duque del Infantado, Carlos III y, así, un sinfín de celebridades por razones de uno u otro peso.

Seguimos camino, bien por un lado o bien por otro, y ampliamos horizontes en un término extenso cubierto de despoblados, riachuelos y montes de perfil redondeado. Entre todo ese entramado natural, numerosos caseríos y una riqueza arqueológica sin explotar. Aquí, la historia tiene mucho que contar. Las Madrigueras, cuna de olcades valientes, el Cerro de la Muela o Pulpón, donde los romanos hicieron asiento importante para controlar la explotación del lapis specularis o es-

Y todo deja huella. Tanta como ver entre su caserío su iglesia de la Natividad con esa portada bellísima en estilo renacentista y ese fuerte retoque isabelino, su ermita de Santa Ana, patrona del lugar, los restos de otras antiguas ermitas ya desaparecidas, la Casa del Curato, el palacio de los Parada, nobleza importante, la Casa de los Escribanos, el antiguo Hospital y la Cruz de Piedra, que guarda esa leyenda de la importante batalla de Capas en tiempos de Alfonso VIII.

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Pero, ahora el escudo blasonado que ondea es el de Campos del Paraíso, ya ha dejado de lado aquel de la carrasca, la media luna y la estrella de ocho puntas, porque ahora abarca este municipio otros lugares mas, como: Loranca del Campo, Olmedilla del Campo y los Valparaísos, el de Arriba y el de Abajo. Loranca, tan antigua como los poblados de Carrascosa ahí su yacimiento para estudio del Mioceno, o su iglesia con advocación a San Pedro Advíncula, la ermita de Nuestra Señora del Socorro, la patrona y sus buenas fuentes, como parte de un término al que sus habitantes vuelcan su cariño en sus celebraciones en las que las Danzas de moros y cristianos dan la identidad. Olmedilla del Campo, casi al lado, con sus despoblados de Cantanaya y Villalba, su ermita de San Roque, elevada, y su iglesia de Santa Lucía, luciendo solera y destacando sus fiestas de agosto o esa casa de la

Jacoba para dormitar a gusto. Hogueras a Santa Lucía. Y quedan los Valparaísos, Arriba y Abajo, y cuando ando por sus calles,ya no me encuentro al bueno de Pedro Izquierdo Gismero, el cura culto, el que tanto ha hecho por almacenar la mayor biblioteca y archivo del reino. En este Valle del Paraíso, donde Floriana y Recesvinto rey, hicieron amorío creando poblado y se habita en honor de la Asunción; luego andamos por su caserío y encontramos la casa Mendoza y alguna otra con restos de solera, en la calle Ave María o Calle de las Torres, pero entre medias, la ermita del Santo Cristo del Burgo, un poco más allá la almazara de años atrás. El otro, el de Arriba con su despoblado antiguo de los Gascones, tiene a San Miguel como iglesia y su ermita a Santa Ana. Unos y otros, llevaron nombre a Chile, creando aquel Valparaíso. Todo ello, hace de este lugar el nombre que ahora tiene: Campos del Paraíso.

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/ CANALEJAS DEL ARRoYo /

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oda esta comarca de la Alcarria es rica en manantiales y yacimientos antiguos. No en vano, cerca de allí se encuentra la antigua Ercávica, poblado romano de alta trascendencia. En numerosos cerritos cercanos, los restos de poblados antiguos nos reconfirman haber sido un lugar importante en periodos prerromanos. Si circulas por su término te encuentras arroyos que van y vienen, mientras las aguas del Guadiela los cortan. Los despoblados de Bronchales y Villares te advierten de la importancia de estos lugares que además de sus numerosas ermitas, unas cinco, está la propiedad de los Alarcón –después de los Sansigre- envolviendo a la iglesia de la Asunción, bello edificio barroco. Es, desde luego, la parroquial, el santo y seña de este lugar. Edificio enorme, parecido a una fortaleza, con tremendos contrafuertes, indicando que en su tiempo fuese de tres naves y sin capillas para pasar, gracias a la transformación de los estilos, obligaron a abrir capillas laterales, destacando la del Bautismo y la de la Soledad. Su interior, riquísimo, con diez retablos: el del obispo Arana, el del Resucitado, el de San Antón, el de la Virgen del Pilar con sus columnas salomónicas, el de los Alarcón con su azulado semblante, el Mayor, el del Canónigo Muñoz, el de entrada a la sacristía y el plateresco con su precioso arco trilobulado y sus maravillosas pinturas.

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Pero este lugar fue importante, en tiempo y forma, y lo fue porque su caserío lo dice, como también sus dos hospitales antiguos, el de las mujeres pobres que fundase Pineda y el otro llamado de los Parafanes, fundado por el señor Alarcón, caballero de la Orden de Santiago. Sus patronazgos, su Vínculo encargado de reparar la ermita de Santa Ana y la devoción a Nuestra Señora de la Envía hacen de este lugar punto de obligación. Ahora mantiene la solera de antaño, lo hace en base a sus ermitas, la de San Mamés, San José, San Miguel, San Sebastián, Nuestra Señora de Indias – ahora de San Antonio- y la citada de Santa Ana. Es San Mamés el patrón y a él dedican sus fiestas de agosto donde el reencuentro es esencial. Hacen su romería a la Virgen de la Envía y recuerdan al abogado Siro Torrecilla por su prestigio y su dedicación, en cuerpo y alma, al pueblo donde naciese. En esta Alcarría, a mitad de camino entre esas Tierras de Huete y las del Infantado, Canalejas sigue dormitando en su pasado, recordando que por ahí hubo algún hidalgo por caballero tenido, que San Roque tuvo buena ermita -según dicen ahora- que hubo y hay buenas costureras de hacer encaje y bordado, y que, a bien, siguen los niños en ese 3 de mayo pidiendo los aguimaldos para adornar esa Santa Cruz que les bendice.

/ CANALEJAS DEL ARRoYo / Ayuntamiento

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/ CAÑADA DEL HoYo /

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stás en la vega del Guadazaón, adviertes una cañada que antiguamente fue paso obligado de las columnas romanas camino de Emérita y Cesaraugusta. Era la vía 31, la que se abría en dos caminos, uno hacia Valdemeca y otro hacia Tierra Muerta. Después, el cruce de trashumancia te hace lugar de paso con abrevaderos, tres por más señas: Milano de Arriba, Milano de Abajo y del Moral, en lo que bien se llama la Cañada de los Oteros. Ahí está el Hoyo, ese lugar de amplia vega, ricas aguas y la corrida del Guadazaón, el río moruno por excelencia. Pero aunque circules luego en el caserío por la Plaza de Abajo, la de Arriba, donde está el Ayuntamiento y esa fuente hermosa, el interés va subiendo al seguir por la calle San Cristóbal y bordees el lavadero para, llegando nuevamente a la plaza, ahora llamada Mayor, te acerques con disimulo a esa iglesia con pórtico de antaño que luego el gran maestro Aldehuela trabajara dentro porque la Virgen de las Nieves le bendijera. Es un buen lugar este de Cañada, lo es desde tiempos inmemoriales, porque lo dice su castillo del Buen Suceso, en la loma donde duerme el pueblo. Ahora, su gran torre del homenaje, llamada de Isabel II por su incidencia en la guerra de la carlistada, es el emblema de una fortaleza rehecha, por esa familia Recuenco, haciendo del lugar una envidia de la “alredorá”. Nos dicen los papeles viejos, que este lugar de Cañada fue aldea de Cuenca cuando se repobló, des-

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pués pasó a los señoríos de los Albornoz cuando Enrique II se lo confirmaría, para llegar a ser propiedad de los Marqueses de Cañete, aquellos Hurtado, quienes fueron los que le darían solera y renombre. Fue en las algarabías de Cuenca, entre Álvaro de Luna y los Hurtado y eso se puso fin al concedérselo en propiedad. Pero la devoción está en su ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, aparecida a aquel pastor de cabras de Buenache y que ahora ha recibido la bendición de todas las Vírgenes de la comarca y de más allá, al ser coronada canónicamente en el año 2005. En su romería ese domingo de Pentecostés, aflora la fiesta, se cruza el viaducto de los Milanos, se va a la dehesa, jolgorio y devoción conjuntas y todo con ese pueblo que adorna a su historia con una naturaleza de ensueño, algo que nadie puede equiparar, porque entre leyendas y requiebros, sus lagunas son la maravilla del lugar. Las dolinas que se forman a camino entre Cañada y Pajarón son perfectas en simetría de formación karstica, con aguas de varios colores que la bendicen: la del Tejo, Lagunillo y La Cruz, La Parra, La Llana, Las Cardenillas, Las Tortugas y la Gitana, la que tanto hace que hablar. Aquí está la ruta 25 donde los niños pueden escaparse hacia una naturaleza privilegiada y vivir mágicos momentos, te invita al sosiego. Su ermita citada y en ese fondo de un pinar ancestral, las Torcas forman el nido de aves y reptiles dibujando senderos de vida, donde antaño y ahora, habitarán poblados antiguos.

El monte de Palancares, una estribación prefecta del sistema Ibérico que alberga pequeñas fracturas abriendo huecos que han cubierto avellanos, aliagas y cantuesos, habitando lobos que ahuyentara en tiempo el tío Agustín. Y ya casi olvidando este caserío poderoso, dejando atrás las bellas lagunas, nos encontramos la aldea de los Oteros, propiedad que fuese también de los Marqueses, entre pinares, junto al agua que flota y que tanto ganado vacuno obligó a pastar, entre sus tierras, ahora con girasol algunas, pastos casi perdidos y en la lejanía, la historia que siguió camino entre romanos, castellanos y carlistada. (P)

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/ CAÑADA JuNCoSA /

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e lejos viene, pues, la historia de este lugar, llamado por entonces como Cañadincosa, nos da referencias escritas en documentos reales, allá por el siglo XII. Si te aireas por su entorno puedes llegar a Casa Nueva, Huerto de doña María y Huerta Martín, recorriendo así su término dedicado al cultivo del cereal y a devocionar a San Isidro, su patrón. Este lugar al igual que tantos y tantos otros, fue aldea, repoblada en tiempos de la reconquista de la Tierra de Alarcón, alfoz al que pertenecería durante mucho tiempo. Como aldea elevó iglesia a la Asunción con una capellanía y un Patronato. Cierto es, que Cañadajuncosa con nombre claro de lugar ancho como cañada y luego por la abundancia de juncos, adoptara el nombre actual. En 1587 se dice que este lugar es anejo del de la Atalaya, si bien ambos tienen iglesia parroquial y ha de atender a una feligresía en conjunto de 30 vecinos. Pertenecen ambos al arciprestazgo de Alarcón. Esta población estuvo dividida en cuatro villas o barrios, uno de ellos sujeto a la villa de Alarcón, otro a la del Cañabate, otro a la de Honrubia y otro a la de Vara del Rey, estando gobernado cada uno por un alcalde pedáneo, reuniéndose los cuatro una vez que la ley de Ayuntamientos quedase establecida en el sigo XIX y formando una sola población que ahora reina. Su iglesia parroquial es un edificio sólido, con diversas modificaciones desde su elevación en el siglo 106 / Pueblos de Cuenca

XVI. La portada es de doble baquetón con un sencillo collarín de anillo y tiene una espadaña de sillería de composición perfecta. En su interior, la sacristía y las Capillas con cúpulas de media naranja le dan el toque de personalidad, siendo la dedicada a San Isidro con artesonado mudéjar la que realza sobre todo el edificio. La sacristía con techo de madera en cuarterones sobre vigas decorado en la cara inferior con relieves ovalados de espejo en fila.

Descienden por sus callejas desde la parroquial y cruzan ese arco de la Macolla que bien enramado han realizado los jóvenes con ramas de pino, flores de papel, naranjas y otros adornos. Luego, en el recuerdo, aquellas escuelas bajo el edificio colindante de la Casa del Cura, en el actual ayuntamiento y hoy, Hogar del jubilado. Reencuentros y emociones, las mismas que enaltece Carmen con sus versos al Calvario y que así empiezan:

Es, por tanto, la festividad de San Isidro la que le da su identidad. En mayo, bajo ese sol que a veces clava el ocre en su horizonte, bailan la bandera en esos Cargos ancestrales mientras se subastan, incluidas esas andas del santo,entre tanto la gente y los niños intentan coger ese “puñao” en su mayor abertura de mano. La pita y el tambor hacen el honor del baile.

“A las edades del viento mi corazón se ha vendido cuando miro la grandeza de tantos años vividos.”

Todo ello es tradición, como lo es la visita al Pino Lorito, monumento nacional que tiene cuarenta metros de copa, visitado y adorado, al igual que aquella carrasca centenaria camino del Calvario a la que se hacía honores en su romería y se recuerda en ello, la costumbre ancestral de los celtas en sus noches de plenilunio. Ahora, el pueblo, colma las necesidades y dispone de todos los servicios para atender a su población orgullosa. Pero sus gentes reviven Pasión en Semana Santa. Las mujeres portan las andas de su Virgen mientras los varones conducen a ese Jesús que ellas llaman El Cristo. Pueblos de Cuenca / 107

/ CAÑAMARES /

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ierra de buen cáñamo en otros tiempos, pues a eso le vino a decir para que este lugar poblado tuviese ese nombre. Lo cierto es que este lugar parece hecho de otra manera a los que le rodean. Desde el Campichuelo a la Sierra, a cruce entre las aguas del Escabas y luego del Guadiela donde se juntan, la fisonomía de este lugar rompe con todo lo que le rodea. Su paisaje es escabroso, en forma de picos que le hacen corona y que, asustados en su contenido, bordean rocosamente haciendo hoces y cortados. Por el lado de Priego, su estrecho de la Hoz de los Frailes, bellísima en su contenido, pasando molinos, puente, enroscada carretera y al fondo, aquel convento de San Miguel que le vigila desde la lontanaza altiva. Por el lado de Cañizares en subida ascendente, el puerto de Monsaete, aquel de desagradable recuerdo por la Carlistada, sufriendo una dura batalla entre los dos ejércitos camino de Tierras de Beteta; abajo, siguiendo a contracorriente el cauce del Escabas, después de represar sus aguas cerca del caserío, su paso se abocina en una estrechez sin límites, rocas elevadísimas que acaban en picos de perfecta armonía y en la que la Boca del Infierno te advierte de su angostura. Una maravilla disfrutar de este paisaje. Y ahí, en medio de todos estos conceptos orográficos quebrado en peñones, una vega, no muy grande, pero rica, que conforma el contorno de la población, la

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misma que naciese también en tiempos de reconquista, siglo XIII, y que se confina al lado de su iglesia dedicada a San Millán, cuando un grupo de riojanos que acompañaba a Alfonso VIII, decidiese poblar el lugar y en eso hacen hermanamiento con el otro San Millán, allá arriba en la Rioja. Esta parroquial es un edificio desproporcionado en su hechura, pues posiblemente sean tres fases las que deformaron su concepción de traza. El óculo cuadribulado del coro. Su cabecera de bóveda de terceletes con nervadura de piedra y columnas cilíndricas le dan el toque de su primitivo origen renacentista, aunque luego haya sufrido importantes modificaciones estilísticas. Curioso lo es también su torre cuadrada y a la misma altura que el edificio, siendo una ligera espadaña la que le da el toque de elevación. El caserío, ahora muy remozado con bastantes casas de piedra, no tiene nada especial, salvo una casona que algunos dices fuera del Cardenal Gil de Albornoz, cuando este lugar fuera como mucho del marqués de Ariza. Sin embargo, en una de esas visitas episcopales datada en el 1656 dice ser lugar del marqués de la Estepa y que tiene un beneficio simple a las monjitas carmelitas descalzas de Salamanca.

berto Sanjuán, el actor de renombre y me dice que le encanta este lugar por sus gentes, por su romería a la Dehesa donde las jóvenes se visten de traje popular para danzarle a la Virgen, su merienda al lado del Escabas y luego sus fiestas en noviembre en honor de San Millán abad, el riojano. Pero adviertan ahora, su hermandad de Semana Santa. Curiosa. Lleva razón y por eso a mí me gusta este lugar, conformista en invierno pero alegre y divertido en el verano. Muchas coplas o coplillas en su cancionero popular. Quizás, por ancestral, traiga a recuerdo aquella canción de ánimas que decía: “San Jerónimo yo fuera para poder explicar lo que padecen las almas que en el Purgatorio están. Si nos has de dar limosna, dánosla con voluntad; Para las ánimas es, para nosotros no es na. Ardía la zarza, ardía y ardió; La Virgen María , doncella y parió”

Pero, cuando llegas de visita, la mimbreada te deslumbra en la vega del Escabas. Al lado, su camping, de solera, un poco retirado los Quercus del Entredicho y la Pinosilla y al lado de pueblo, hablo con AlPueblos de Cuenca / 109

/ EL CAÑAVATE /

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a Mancha se abre y se cierra en momentos de su recorrido natural. Entre extensas propiedades, elevaciones inesperadas te rompen la armonía y te llevan a historias importantes. En el Cañabate parece que sucede algo así. En el recorrido del río Cañabate, el que luego morirá en el Rus, cerca de su ermita, hay valles, vallejos y despoblados. Aquellos mismos que antes fueran aldeas de este lugar, tal cual la Atalaya o torre vigía del castillo aquí asentado junto a la ermita llamada de Trascastillo por su ubicación, o tal vez también aquella otra aldea como las Casas de los Valeros, el despoblado del Olmo, junto a las sierras del Chorrillo, de la Mora y la Ontanilla (Hontanilla). Todo en un todo. Pero este lugar tiene pasado y rico en su historia. Si antes, el poblado íbero de nombre Istium ocupase lugar, posiblemente, fuese después fortaleza musulmana adelantada de la de Alarcón, un poco antes de su conquista, llamada como Alcañavate y que tuviese fuertes defensas. Un tiempo después, citan los documentos como aquí en este lugar, su teniente del castillo García Rodríguez hizo petición a Lope de Alarcón, señor por entonces de la Tierra de Alarcón, que ayudase a reforzar y acondicionar las murallas y torres del castillo, por entonces débiles y desmoronadas. En 1439, el rey de Castilla Juan II solicita al tal Lope de Alarcón que entregue los castillos de Alarcón y Alcañavate a su primo el rey de Navarra, resistiéndose éste gracias al apoyo de los habitantes del lugar.

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Por aquí se dilucidaron batallas o encuentros entre enemistades de dominio y poder. Por recordar estaría aquel momento en el que la futura reina Isabel la Católica enfrentó su poder contra su sobrina la Beltranjea ayudada por el Marqués de Villena, por entonces, poseedor de muchas de estas tierras. Aquel 9 de febrero de 1478, los entonces Reyes Católicos, agradecieron en documento real la ayuda prestada por esta gente y un año después, en 1479 por moratoria firmada en Toledo se le perdonaría a los habitantes de El Cañabate las deudas contraídas con el marqués de Villena, obligando con ello a que el propio D. Diego restituya todo lo robado a este lugar. Todo ello se hizo por haber sucedido aquí, el enfrentamiento entre el capitán Baeza, partidario de la Beltraneja, contra el poeta Jorge Manrique, partidario de Isabel, derrotando al poeta y devastando la villa de El Cañabate. Sin embargo, los propios Reyes Católicos obligarían a desmochar las torres del castillo para evitar sucesivas revueltas. Años de poder y de linajes. Un tiempo después, cuando las Comunidades se sublevan contra la llegada de don Carlos, futuro emperador Carlos V, en aquel año 1921, llegaron a esta villa siete compañías de soldados desde la capital del marquesado, con ánimo de sofocar la posible rebelión de pueblos limítrofes, tales como Iniesta, Villanueva y El Peral, los cuales serían despojados de sus ropas, ultrajados y desarmados por las propias gentes del lugar, enfrentados al poder señorial que oprimía con sus impuestos, llevándolos desnudos a Vara del Rey. Acabada la revuelta, fueron reprendidos pero no ajusticiados.

Luego, un prior de la Orden de Santiago, D. Diego de la Torre y Arce, aquí nace y el propio Carlos IV lo nombró Prior perpetuo de los conventuales de Uclés. Ahora, los restos de un lienzo amurallado dan recuerdo y vida a la ermita que allí ubica a la Virgen de Trascastillo, su patrona, la que absorta espera en su ermita de planta basilical y estructura renacentista del siglo XVI, para derivar en romería de descenso a la villa en esos días de septiembre, entre cánticos, rezos, bailes y fiesta. Pasando por la fuente del Derramaor, los fieles devotos, bajan hasta el caserío donde la iglesia de la Asunción les espera con su portada principal al norte en ese arco triunfal con intradós de casetones. Su torre cuadrada de gran perímetro le da esa solera de templo parroquial importante, ahora bien cuidado, y su remate almenado y amplios ventanales abocedados. Aquí hay mucha tradición y eso lo sabe bien Avelino Alfaro. Los Judas como peleles colgados daban vida a “los letreros” como ingeniosas coplillas o frases colocadas en las casas de los chicos a quienes iban dirigidos. Alguno recuerdo de fácil compostura, como aquel que decía: “Las campanillas que lleva Juan, en su yunta despiertan a las muchachas, una por una. …..”

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/ CAÑAVERAS /

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ebía de haber un gran cañaveral o quizás, en su abundancia de aguas, cañas a doquier para adornar con este topónimo el lugar bien poblado por gentes del alto Aragón y Navarra, en tiempos del siglo XIII. No se, desde luego, cual puede ser el origen verdadero de este nombre, pero sí se que aquí hubo poblados antiguos, tal vez en Llanocastillo o en el cerro de los Olleros donde flechas, vasijas y algunos útiles domésticos se hallaron, sin olvidarnos del cerro en el que dormita este lugar y donde la huella del habitante prerromano se mantiene. Es un buen término, amplio si cabe, donde numeroso caseríos o despoblados abundan, pues podemos enumerar las aldeas de Somera, Panizar, Cañada, Alaud y los molinos de Arriba y de Abajo. Cierto es, que en tiempos hubo hasta cinco ermitas, tales como la de San Cristóbal, San Sebastián, San Blas, Santa Ana y la de Nuestra Señora del Pinar, la que advoca a toda la población en tiempos pasados y ahora, con mayor arraigo, en tiempos presentes. No quiero entrar en mucha historia, pero cierto es que convendría hablar de cuando este lugar, ya bien poblado, pasó a formar parte de D. Juan Alonso Carrillo, valeroso capitán y tercer señor de Priego, concedido por Enrique II después de las victorias en las batallas de Nájera y de Montiel. Lo cierto es que pasó a ser de realengo en pronto tiempo, y aunque en el siglo XVIII, gran parte de sus posesiones de montes figuraban dentro de la Mancomunidad de pastos y leñas de la Tierra de 112 / Pueblos de Cuenca

Cuenca, sus habitantes no pechaban a ningún señor que no fuera al propio municipio.

frentamiento, la hermandad de las Ánimas y su capitán.

Es un término de buena tierra, aunque a veces sea necesaria la roturación por tiempo. Manantiales riegan el lugar y algún riachuelo confluye, como es el caso del Buciegas, el cual recibe un arroyo cercano y luego lo lleva a desembocar al padre Guadiela. Fuentes, como la de Fuenvieja y otras permitieron disponer antaño de dos molinos de aceite y cinco harineros. El caserío anejo de Perales reconforma el censo de este lugar que nunca llegó a ser importante pero que siempre tuvo fuerte resonancia por sus tradiciones. Se mantienen los restos de su ermita a Santa Águeda.

En el tiempo, aquella Santa Águeda del barrio del Cantón, en la aldea de Perales y que tanto sentimiento se le tenía.

Y es de tradiciones de lo que podríamos hablar. Lástima que se hayan perdido muchas de ellas, pero San Antón, con su ermita, sus ricas celebraciones, eran ejemplo de este lugar, tal vez aquel Carnaval que no hace mucho se hacía con esos guncheros o payasos en colores ataviados y que recogían la limosna para almonedar en la plaza; luego el baile de la bandera, la hermandad de Ánimas, “el llamado baile de la bandera para aquella moza altanera”, la Semana Santa sacando al Cristo, o los enramados de flores de las mujeres para la Virgen.

Pero, sin duda, es su devoción a la Virgen del Pinar, aquella que se apareciese en 1.200 y se construyese bella ermita en lo alto del cerro donde se hacen dos romerías, el último domingo de mayo y el primer fin de semana de septiembre. Son las mejores fiestas de la comarca, dicen ellos y bien lo dicen. Su parroquial dedicada a San Martín de Tours es un tremendo edificio y su advocación hacia el santo francés le tilda de curiosidad. Los canteros Santos Picardo, Vaca y Mendizábal hicieron un templo bello de traza renacentista, donde su interior es más bello que el exterior, en traza y ornamentación. Los lienzos de la Inmaculada y los dos del Cristo crucificado ensamblan un bello lugar del que se sienten orgullosos. Yo también añoro, pues principié como maestro mi vocación de docente, haciendo alumnos que amigos se convirtieron y, sino, que se lo digan a los Espada, padre e hijo.

Las tradiciones son muchas y bellas. En el recuerdo siguen vivos esos ramos de buje en los balcones y ventanas, tal vez con mayor dulzor esas puches y los melaos de noviembre, sin olvidar la entrada de moros con el Conde Oliveiros en su apuesta de enPueblos de Cuenca / 113

/ CAÑAVERuELAS /

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s curioso entrar en este territorio donde el agua enmarca un paisaje bello, sus manantiales convergen en esos embalses que adornan y riegan sus montañas cubiertas de enebros, sabinares o pinos. El pantano de Buendía le roza y le cubre en litoral medioambiental, pero este término tiene riqueza acuífera desde antaño. Sus fuentes, al oeste la del Pozo y al noroeste la del Pocillo de Canta Haber, delimitan el entorno que fluye en constante armonía, un río con poco caudal le cruza y al desembocar en el Guadiela aparecen los baños de la Isabela, que en principio fueron de este lugar, antes de ser anejo de Sacedón, teniendo también entre sus alquerías los poblados de Alcohujate y Santaver como añadidos. No quiero en estas líneas volver a relatar lo que como santo y seña ondea en este lugar. Su excelente yacimiento de la antigua ciudad de Ercávica, de origen celtíbero y que tanto trabajo le costase dominar a Tiberio Sempronio Graco después de cinco días de asedio. Pero cierto es, que este lugar fue muy importante en la Hispania antigua, lo fue por su incidencia en la romanización, por cuanto llegase a tener ceca de moneda y acuñar durante cierto tiempo. Su foro, su Casa del Médico, sus tabernae, su sauna y su basílica reconforman lo que fue una gran civitas con rango de municipio concedido por el emperador Augusto, aunque fuera Tiberio su gran hacedor. No se, si por aquel Tiberio Graco su conquistador o bien, por este Tiberio emperador, pero sus habitantes de

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ahora, orgullosos campean ese apelativo de tiberios al que le gusta enseñorear. Ercávica se hace cristiana con las tropas de Alfonso VIII, se puebla y nace como lugar del medievo. Se eleva su iglesia parroquial en honor de la Asunción por allá por 1580, como una construcción sólida y notable, de sillería rematada por cornisa de doble listel. Su portada de medio punto con dovelaje de doble serie de tarjetones trapezoidales. Ahora, su advocación es a Nuestra Señora de la Paz y en su interior las tres naves le dan ese amplio espacio que le define como una de las mejores iglesias de la Alcarria. Madera en artesonado y sus arcos de columnas son dignos de mención. Pero es curioso como este lugar, sin prestameras ni préstamos ni capellanías, tenía en el siglo XVI y XVII sus rentas confinadas a dos monasterios, por un lado, al de Alcocer, cuyas monjitas tenían los diezmos de la aldea de Santaver donde solamente viven seis vecinos y las de Cañaveruelas, al convento del Rosal de Priego por cuanto el Censo del Marqués de la Ensenada decía ser el mayor hacendado de este lugar.

En la Candelaria, con la bendición de las candelas, la bajada de la imagen en romería desde su bella ermita a la parroquial al son de la campanada y esa celebración durante los días 3 y 4 de enero de San Blas y San Blasillo. Subastas, charangas, comida, carroza, recogida de limosnas, los frutos secos, la música de acordeón y el riego de buen vino hacen una excelente fiesta de enorme expectación. La romería de San Cristóbal y las fiestas de agosto en honor de la Virgen de la Paz conforman el calendario y es, lugar de reencuentro, del juego de los pistoleros y del disfrutar en el embarcadero. ¡Buen lugar¡ Cañaveruelas camina entre su yacimiento y su pantano que le aproxima sensaciones náuticas. Sin embargo, esa iglesia a su patrona la Virgen de la Paz acoge un verdadero museo con orfebrería, cantorales, mantos y casullas. Luego, un poco más lejos reclaman los cascos de aquellos caballos legendarios que hicieron grande a un lugar que ahora dormita para la historia, Visítenlo.

Tres ermitas, pero es San Blas, su devoción en tiempo y forma. No ha lugar, pues es, este santo su mayor cosechero, cuya tradición afirma ser ese santo protector de las gargantas al que tienen a bien donar frecuentemente trigo, aceite y vino.

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/ CAÑETE /

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uen lugar éste, pardiez¡ Para mí, no hay otro mejor, sin duda, y eso tiene clara connotación personal pues como mi pueblo lo tengo. He escrito tanto de él, tanto de su historia y de su pasado, que ahora no me seduce volver a hacerlo. Todo está ya en los libros, artículos y reportajes, pues volver a andar sus callejas medievales a paso de caballo, por encrucijada de placetas donde la Mayor porticada, las pequeñas con solera, los miradores al Postigo y todo ese murallón que invita al medievo, cruzando puertas como la de San Bartolomé, califal, o la de la Virgen, románica, ya ha perdido resalte para un servidor. Por eso, quiero contar otras cosas. Recuerdo como antaño, desde cualquiera de los muchos rentos que 116 / Pueblos de Cuenca

conforman el término, la gente afluía para reencontrarse en el núcleo poblacional y así resaltar su festividad de la Virgen de la Zarza, su añorada patrona que vino desde Castielfabid y aquí se quedara para regocijo del cañetero. En su ermita, extramuros, todo se escucha. Los vítores, las bellas canciones entonadas por las voces, algunas ya recordadas, como las de Teodoro, de Rafa, el Mueso, la Felisa, y todo un coro de cantores y cantoras que hacen de este lugar florido entorno musical, algunos desaparecidos en presencia pero no en esencia. Luego, las “tramás” para hacer plaza donde las vacas de Peñarrubia o los toros de Mora, debían fruncir sus embites al compás de los muchos toreros que siempre ha dado este lugar. En verbena, en aquel palacio que antes fuera de los Marqueses, sus señores, Hurtados de Mendoza, dueños de este lugar y de allende los mares como Virreyes, cuando cruzaban sus conversaciones con moriscos y judíos, los que en las calles del castillo bien pudieran avecindar. Por eso, hablar de Ventayres, de Cerezuelas, de Canettis o de Lunas, por eso de aquel Álvaro aragonés, es cosa de muchos siglos atrás y apenas nos traen recuerdos, más que no sean los que ese evento cultural de nombre Alvarada Medieval hace, año tras año, que evoquemos historia y tradiciones, en buena añoranza con miles de gentes venidas de otros lugares para dar progreso turístico a este lugar y toda su extensa comarca que le rodea. Este puede ser el Cañete que quiero contar, el mismo que está regado por el río Tinte o de la Virgen en recoveco bellamente adornado de su Postigo, o

el Laguna cuando flirtea por sus vegas, la de Arriba y la de Abajo, regando tierras de buen llevar aunque ahora casi abandonadas, antes de desembocar en el Cabriel por allá por Ayuntaderos. Molinos, manantiales, extensos pinares, lugares de recreo, fuentes, fuentecillas, rentos, casas rurales, la Torreta, el castillo inmenso, sus murallas, las Eras, el Vivero, las Fuentes, los puentes, y tantos parajes que dan vida a sus gentes. Dentro, la parroquial dedicada a Santiago Apóstol, antigua capilla del Palacio marquesal y ahora inmensa de tres naves con poca ornamentación, y un poco al lado, la casa natal de Álvaro de Luna, aquel Condestable de Castilla poderoso, después la iglesia de San Julián, testero de un Colegio de Gramática, los pilares de sus soportales, numerosos bares, varios restaurantes, apartamentos, hostería, mesones, posadas y un sinfín de servicios que hacen del lugar, el principal de toda la comarca. Por eso, San Antón –San Antonio- bien celebrado, con “la matazón” y sus numerosos cofrades haciendo bailes, lucimiento de caballos y tradiciones en la muralla o la Serrana, ahora reformada por casi toda la vecindad, los Carnavales recuperados, las Navidades con solera, las fiestas patronales en septiembre a la Señora de la Zarza –las mejores de toda la comarca- y sus innumerables competiciones, sobre todo de buen bicicletear, hacen del lugar, una meta a llegar.

Pues, lleguen, amigos, lleguen, y verán que bonito lugar se encuentran. Del Postigo a San Bartolomé, de San Roque al puente del Tinte o del Palacio a la Vegatilla.

Yo admiro a este lugar. En él, me he criado, he vivido mi esperanza por crecer en la cultura, me he hecho hombre a la fuerza de voluntades y desde siempre, le he servido, he realizado proyectos constantes, agradecidos o no, allá las conciencias, pero voluntariosos, reflexionados y sentidos para hacerlo más grande como pueblo y como gentes que creen en su progreso. Aquí he sido feliz y aquí, me gustaría seguir siéndolo hasta el final de los tiempos. Cañete es, sin duda, el pueblo conquense más reconocido como referente turístico a nivel internacional, en los últimos tiempos, y eso lo saben sus gentes, pues a bien tienen de enorgullecerse en eso de Alvarada y lazos de hermanamiento. (P)

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/ CAÑIZARES /

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uando pasas esas Tierras del Campichuelo, por un lado, o bien cruzas Cañamares y te adentras hacia la Sierra de Cuenca más elevada, el viento y los olores cambian, aparece un constante borbotonear de agua, abundante y ruidosa, los pájaros son diferentes y su cántico te seduce, empiezas a mirar el horizonte y todo son elevaciones constantes: las sierras de Priego, La Pinosilla, Mirabete y Peña Bermeja marcan la silueta y entre sus ondulaciones, los pinos negrales o negrillos, los quejigos, las carrascas, enebros, tomillos y salvias adornan, sin más fin, que acudriñar los espacios montuosos. Es un placer recorrer estos lugares.

luego reconfirmarse en esa casa noble, allá por el año 1585. Es cuando el rey Felipe II decide desligarlo de recia nobleza, hacerlo de realengo y darle rango de villa. Se liberan sus vecinos.

Cuando sigues el camino, observas la riqueza acuífera que te rodea. Arroyos, tal cual el Palomares, más abajo, el Guadiela como río, detrás el embalse de la Chincha que significa a Vadillos y por delante y detrás, sus hoces, bellas porque sí, sobre todo, la Hoz de Tragavivos, inimaginable, especial, maravillosa en su recorrido y silenciosa en su entorno.

No hay mucho más, porque Cañizares es bello en paisaje más que en monumentos, tanto que a veces su caserío pasa desapercibido. A unos tiros de piedra, su ermita de Nuestra Señora de los Casares, con amplio atrio cerrado, pegada a las últimas casas, fachada muy bien conservada de arco de medio punto entre pilastras. Y nos queda como solemne la de las Angustias, en su pedanía de Puente de Vadillos, donde se hace romería tradicional y devota, en esa procesión que algunos llaman de “Las Letanías”, discurriendo cuesta arriba y luego abajo, último fin de semana de mayo. El 8 de septiembre, la fiesta de la Virgen de los Casares y en julio Santiago Apóstol titular de la parroquia.

Cañizares nace en repoblación, reconquistada la zona por las tropas cristianas de Alfonso VIII. Es lugar tan rico que en el propio Fuero de Cuenca ya aparece como territorio de buenos pastos y ricos montes, donde el ganado lanar pasta abundantemente. Sus maderas, son bien tratadas, cortadas por buenos hacheros del lugar y luego conducidas desde la Hoz de Beteta por el Guadiela cruzando dificultades como la Sierpe y la citada Tragavivos para luego llegar a Denia, aguas del Mediterráneo. En 1177 es de un Albornoz este lugar, igual que Uña y Valdemeca, para 118 / Pueblos de Cuenca

Es, desde luego, una bella población, pues su caserío se arracima en la ladera de un monte hasta llegar a su cima. Calles en curva constante te elevan en su población hasta llegar a la plaza y su iglesia, allá arriba, dedicada a Santiago el apóstol te va a recibir, pequeña de una nave aprovechando el espacio y en su interior unas capillitas en ese nave conformada por machones.

Este lugar hace tradición, pues sus gancheros en el Puente de Vadillos, en ese Guadiela, representan maderada, tiene en Vadillos, su Museo de la madera, se mueve Cipriano como nadie por esa agua, escucha

la buena música de rondalla y hay buenos bailes en agosto, por San Martín de Porres y, sobre todo, es naturaleza por doquier, bella y latente. El mimbre en su valle, luego vendido en tienda artesanal, sus casas de piedra, algunas colgadas en el pico más alto del caserío, su buena gente, siempre dada a la buena hospitalidad, sus dulces caseros, sus bailes y sus mayos, aquellos que bien recuerda Mila y su familia.

/ CAÑIZARES / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 119

/ CARBoNERAS DE GuADAZAÓN /

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quí me vuelvo a explayar en su narrativa, pues aquí viví toda mi infancia, al lado de Carlos de la Rica, el cura poeta, el que tanto enseñase a clérigos y doctos, hablando con pluma sabia en su casa de libros. Recuerdo mis andanzas por el Picacho, donde dormita esta población desde tiempos inmemoriales, pues restos romanos los hay por todo el término, aquella huella que bien encontrase en su constante búsqueda el practicante don Federico Campos. Luego, hacia la llanura del Hoyo, el Guadazaón que corretea en su ziz-zagueo de aguas y entre su término amplio muchos despoblados, tales como el Villar, Villar de Cañas, Montemayor, el Toboso, Olmedilla del Montero y Masegoso. Rodeado se encuentra este lugar de amplias soledades que luego bien quedaron pobladas con hombres del Hierro, pinturas rupestres un poco más allá y la llegada de los dominicos fundando convento de la Santa Cruz donde se guardan aquellos Corporales de Daroca que el bueno de Carlos de la Rica institucionalizó con procesión devota de pueblos y buenas pinturas en las paredes de iglesia y convento. Me gusta Carboneras y me gusta porque tiene carácter en su caserío. Arriba, la iglesia a Santo Domingo, como una fortaleza dominante, recordando el protogótico en ese ábside semicircular, triunfante su espadaña, de traza herreriana, rematada en frontón triangular, presbítero con techo de madera y sus capillas, Santa Hijuela a la izquierda y Sagrado Corazón a la derecha. Aquí, en el caserío de arriba y su iglesia, se luchó y mucho en tiempo de los carlistas

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con el ataque mortal de Cabrera que a incendio trágico bien trajo al lugar. Al lado, en el camino de Cuenca, Cañada y Cañete, el convento citado. Su portada gótico-isabelina le enaltece y aunque solamente recuperada su iglesia, en el interior se guarda como panteón los cuerpos de los marqueses de Moya, aquellos Cabrera y Bobadilla. Ella, la portadora de esos Corporales que bien le regalara su amiga, la reina Isabel de Castilla e hiciera que desde entonces, Pajarón, Pajaroncillo, Reillo y Arguisuelas, junto con Carboneras hicieran buena romería.

el pregonero, el alguacil, el Alcalde y Mayordomo de Ánimas y en ese pedir:

Pero nos queda hablar de tradiciones, de esas que dan solera a los lugares donde se habita, porque recuerdo con mucha nostalgia como aquí se vivía, tal vez se viva, el Diablo y los Animeros en esos días de Carnaval. En su domingo, los niños corretean, tal cual yo lo hacía, llegando a la puerta de la iglesia donde la gente no pasará a la misa si antes no pagaban. Abajo, en las callejas, entre la plaza de abajo y la de arriba, las gentes rodean a una persona ataviada con esas tiras de colores llamativos, con una porra, la castañuela y esa máscara estrambótica que le define: el Diablo. A su lado, dos animeros con manta al hombro para recoger dinero y productos. El Diablo toca a cada uno en alguna de las partes del cuerpo para pedir limosna si se quiere pasar a la iglesia.

“Ya los doy la despedida, ahora sí que va de veras; para tos los que me oyen en el pueblo e Carboneras.” (P)

“A las Ánimas benditas venimos de buena fe, el que quiera darnos algo y el que no, que no nos de…” Subastas y recorrido, bailes y diversión, tradición y costumbrismo, todo es aquí devota compostura porque es Carboneras del río Guadazaón. Así decía su rúbrica:

Detrás, la Cofradía de Ánimas, con música, algarabía, amigos, vecinos, dirigiéndose hacia la iglesia, la porra, la almoneda de la tarde, el baile, los mozos,, Pueblos de Cuenca / 121

/ CARDENETE /

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o de hablar de este lugar me hace a mí mucha ilusión. Lo digo porque lo siento y es que aquí, en Cardenete, hubo mucha historia y eso bien lo sabe Francisco Cócera, su historiador. Yo no quiero ahondar en lo ya dicho, y bien, porque bien lo ha hecho su biógrafo citado en sus libros y escritos; cierto es que esta población viene de antaño, ya de época de romanos, pues mucho se encontró en este término como huella de ellos, tal como en ese lugar denominado Virgen del Pinar donde las monedas y las lápidas hablan por sí solas, pero también hay rastros paleontológicos que nos hablan de un tal Listriodom o jabalí de tiempos neolíticos, encontrado en El Sargal, o ese mineral de cobre y carbón piedra que por el Azabache deslumbra. En su término, esa fuente de La Cornuda, también romana, lo dice todo. Mucho hay por aquí. Cuando llego a la población, dejando el cruce de Yémeda, aquella estación legendaria, y me adentro en el caserío me envuelve esa aurea que me hizo sentirme Sanochaor porque Julia, su alcaldesa, me lo hace sentir. Al recorrer las calles, subir por esa Rebotica de buen comer, encontrarme la fuente de piedra, esa que bien dicen, los romanos abrieran para el buen servicio de una población, y me encuentro la parroquial dedicada a la Asunción, quedo ensimismado por lo que dentro me espera. El edificio, solemne, grandioso, con es fondo absidal de tres lados y capilla al lado norte, próxima al crucero. Empezó su edificación en el XVI y se acabó en el XVIII y su portada gótica lo dice todo. Dos puertas 122 / Pueblos de Cuenca

solemnes, la del mediodía abocinada con triple baquetón con basas góticas y la del poniente con ese frontón semicircular del XVII tan elegante. Pero la riqueza está en su interior, con su magnífico artesonado renacentista, ochavado en su Capilla Mayor y cuadrales en sus cuatro ángulos, con un casetón dentro de los espacios de los cuadrados. Toda la techumbre está cubierta por casetones hexagonales, luego la reja de sierpes en la sacristía, y el frente pintado a modo de retablo en el presbiterio. Sin duda, una magnífica iglesia que sirve de joya arquitectónica y ornamental. Para su colofón, ese órgano que a bien han tenido sus fieles establecer Asociación para rehabilitar, porque con ello, agrandan el tesoro monumental que allí albergan como algo que siempre tendrán en orgullo. Y ya nos queda, por alardear un poco más, su castillo del que solo diremos, es curioso en traza y como palacio se inició su construcción para los Marqueses de Moya, mandadores del proyecto. En él, al igual que en todo el pueblo, disturbios fuertes se generaron en aquello de las Comunidades, pero no voy a tratar ese tema. En las afueras de la población, su ermita a San Antonio, al que festejan y que allí tiene hornacina para su culto.

sus jóvenes limosneros hacen la colecta en la que vale de todo. El borrico con serón va cargando lo entregado y el diablo con su careta va acompañando la petición para que luego, en la plaza, al lado del viejo olmo, se subaste lo recogido en esa Almoneda para las necesidades de las ánimas. Otilio lo grita en subasta popular. También recuerdo los aguinaldos en tiempos de Navidad, porque se bailan las danzas vestidos de pastores y se canta la Albada al Nacimiento: “A la Reina de los Cielos, Madre de Dios soberana, le pido su protección, para cantaros la Albada”. En sus patronales, la verbena y sobre todo, esa aldabía bien planeada que trasportan los Sanochaores como elementos de saber y bien hacer sus fiestas más señeras y alegres. En este lugar hay un buen historiador y él, Paco Cócera, sabe recoger el saber popular, se esfuerza en hacer Cueva-Museo y escribe historia en buena investigación.

Pero yo quiero contar más sus tradiciones y hay una especial, La Almoneda, esa que antaño fuera Hermandad de Ánimas su encargada de hacerlo y ahora, son las quintadas como recuperación de la misma. Empieza el Jueves Lardero y la dulzaina de David y la caja en manos de Irene, lo advierten, así Pueblos de Cuenca / 123

/ CARRASCoSA DE HARo /

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abría mucho que decir de este lugar de La Mancha. Lo hay porque todo lo que lleva ese apelativo de Haro nos lleva a tiempos históricos de solera y poder. Cierto que las tropas de Alfonso VIII fueron las deudoras de estos y otros lugares de Castilla porque por aquí anduvieron para limpiar de moros estos lugares. Hecho ese gran trabajo aún tuvo el castellano que habérsela con los de la media luna en aquella dura batalla de las Navas de Tolosa en el siglo XIII y ahí, su alférez Don Diego López de Haro, le hizo buena tienta, tanto que el monarca que le tenía en alta consideración le creó un Señorío en estas tierras adelantadas donde el buen cultivo lo marcaban las aguas de un río moruno llamado Záncara. El castillo ocuparía el centro y en esa elevación que ahora dormita, fue poderoso en tiempos de Baja Edad Media, albergando un concejo de numerosas poblaciones y extensos dominios. Una de ellas, Carrascosa, que pobló lugar de carrascas, de ahí algún que otro topónimo como el paraje de “Carrascas Altas” y en su término los despoblados y caseríos de Casa de Cartama, Molino del Blanco y las cuevas de Pozo Galindo. Un poco después, ya en el siglo XIV, es el maestre don Fadrique en 1387 el que la hace villa independiente de Haro hasta que luego conformase concejo con otras de la comarca.

No tiene mucha más historia que la aquella que propia zona alberga. En esa dependencia de la Orden de Santiago de Ocaña y luego de Uclés, cuando los ganados de estos lugares eran importantes y cruzaba Cañada trashumante por su término, sus litigios con 124 / Pueblos de Cuenca

el de Villena, su dependencia del Arciprestazgo de Belmonte y si cabe su relación con Villaescusa, cabecera en tiempos de los Ramírez de Fuenleal. Este lugar advoca a la Asunción en una iglesia no muy digna de resaltar en construcción que nació en aquellos tiempos del XVI bajo el patronazgo de Nuestra Señora del Remedio. Su torre es digna con esos esquinales, pero el resto es edificio de pobres materiales y en algún caso, descarnados. Los tres cuerpos de su torre y los pináculos de bolas y flecha piramidal quieren significar algo más de solera constructiva por aquellos maestros constructores, posiblemente los mismos que hicieran la bella iglesia del Salvador de Cuenca capital. En aquellos años de buena ganadería, por aquí tenía paso la Cañada Real, aquella vía pastoril que viniendo desde Soria, pasaba Segovia y Teruel y por Cuenca, a Ciudad Real y Jaén. Mucha y buena tradición ganadera que aquí tenía algún abrevadero. Es curioso, porque si Madoz nos dice que había tres molinos en este lugar para abastecer a la población, ahora nos queda uno, el Molino del Blanco, reformado, lindo, posiblemente el único molino de río que quede totalmente en funcionamiento y que es digno de visitar, pues como elevación, sin más trato que la Encomienda como cerro de recuerdo histórico, ahora son, como en todos, sus fiestas de agosto para el reencuentro y las de junio para la tradición.

Siempre son las patronales cuando todos disfrutan, ríen en armonía, bailan en buen son, verbenean por eso de vecindan y hacen que todo sea algarabía de la buena.

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/ CARRASCoSA SIERRA /

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tro lugar camino de la Alta Sierra, Carrascosa, también me seduce. Es pequeño, tranquilo, apenas alguna persona por la calle en invierno te puedes encontrar, pero en cada casa y calle, rezuma la solera de sus gentes, acostumbradas al sufrimiento del campo y a vivir tradiciones de antaño. Me acuerdo mucho de su Pósito porque en su fachada aparece esa lápida ensoñadora donde nos dice que allí pasó, quizás anduvo y un poco habitó, Miguel de Cervantes, el gran escritor del Quijote, cuando vino a La Herrería de Santa Cristina a ver a su nieta Ana. Aquí, su yerno, Luis de Molina, comerciante madrileño arrendó la misma y mantuvo con Juan de Urbina su sociedad, intentando cuidar a su mujer Isabel y a su pequeña Ana, no nacida de su matrimonio. Esta situación mantuvo siempre alerta al Cervantino y hasta aquí vino, alguna que otra vez, a revisar su herencia humana. Seguro que así fue, no hay duda.

Su iglesia es el emblema en arquitectura. Está dedicada a Nuestra Señora del Carmen, pero antes fue a la Natividad, allá en el siglo XVI cuando se hiciera. Tiene puerta con porche cuadrado con columnas de ladrillo de frente. Esos arcos de medio punto con dovelas y en interior sus arcos fajones. La torre, cuadrada con esquinales de sillería y tres cuerpos es significativa, retallada en forma de espadaña para el hueco de campanas en la que finaliza la torre y que la distingue.

Cierto es, que hay caminos y muchos, pedregosos, que confinan el término de arriba abajo y cierto es, que aquí el romano hizo Vía para su paso hacia las minas de hierro de la Cueva para abastecer sus ferrerías importantes. Antes, los hombres del Neolítico hicieron graffitis en piedra y dejaron su huella que ahora nosotros agradecemos. Aquí hay casi de todo, excepto ayuda para progresar pues buena falta le hace. Las aguas del Gaudiela le cruzan y le hacen formación ejemplar en esa Hoz que comunica con Cañizares, o en esa Herrería donde sigue viviendo alguna familia casi aislada. También nos recuerda su angostura ese Molino de la Hoz Somera.

Por eso, por la sima de Matasnos y la cueva del Becerro te deslindas en parajes increíbles, con los robles y quejigos centenarios de la Dehesa Boyal luego, a la presa Toriles camino de Alcantud, habiendo dejado la presa del Infiernillo donde Carrascosa te descubre naturaleza bella. A un lado y a otro, caminos que te conducen a lugares privilegiados en montes, rocas, hoces, valles, prados, quejigares y pinos negrales.

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Acompaña a la parroquial en devoción mariana, el recuerdo de sus cuatro ermitas, ahora arruinadas, una prestamera que está aneja al convento de Santa Ana Recoletas de San Agustín de Salamanca, curioso verdad, y unas rentas que tuvieron a bien disfrutar sus vecinos, allá por aquellos años del XVII y XVIII, en base a la rica lana que sus ganados ofrecían para el tratamiento textil.

Me gusta mucho este lugar, el mismo que encerró misterio de celtiberia, luego romanos intrépidos por eso del hierro, algún que otro buen pastoreo de trashumantes, tradiciones en cancionero perdido y,

desde luego, un paisaje que te enaltece y te dignifica. Visiten, visiten esta Carrascosa, pues merece la pena, donde aún se recuerda el cántico del Borrego: “Vengo a cantarte el borrego, que te lo tengo ofrecido; cuando querrá Dios del cielo que tú me cantes el mío.”

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/ CASAS DE BENITEZ /

caudal importante que conjuga en un trasvase de obra y en este lugar, dependencia que fuera, como tantos otros, de Bala de Rey o Vara de Rey, abundan demasiados caseríos que le dan incluso mayor riqueza a su jurisdicción. Dice Madoz que por aquí hay que contar Lora, el caserío del Carmen, el de las Casas del pastor, el del Hidalgo, los molinos harineros, las Huertas del Concejo, los Nuevos y Batanejo. En su término, también, las Casas de Ruedo y de Villalva y los Cubos de Romero.

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a Manchuela es tierra curiosa. Abundan las tierras llanas con montículos incrustados, algún que otro espacio rocoso, las tierras rojas y arcillosas con capas de cantos rodados, los fluviales de pequeños ríos que buscan el lugar para su descanso y sus gentes, más bien dedicados a comerciar por eso de la proximidad de núcleos levantinos, ahora metidos a cosecheros y olivareros entre el carrascar y luego, algún que otro molino harinero y palacete de cierta solera terrateniente. Eso mismo hay en Casas de Benitez, lugar al igual que todos los de esta comarca, nacido al amparo de algún personaje reconquistador o noble venido a menos que le da nombre para luego rebuscar en su historia algo de contenido. El Júcar, padre de los ríos de la zona conquense, discurre por aquí, lento en su caminar, haciendo 128 / Pueblos de Cuenca

Sin embargo, los nombre de aldeas, despoblados y caseríos bailan según las fuentes, porque si bien, en otros medios nos hablan de la Casa de labor de Gamboa, la Losa, la del Puente de don Juan y el Peñón, estas como nuevas con algunas más de las anteriormente citadas. Lo cierto es, que sean unas, otras o todas, este término es rico en población diseminada y ello lo acredita su buena tierra para el cultivo. De todas, yo me quedaría con esa del Puente de don Juan y lo es por su palacete de corte versallesco llamado El Jardín, construido en el XIX y cerca de Villalgordo del Júcar. En él se dice que hubo costumbre de realizar importantes fiestas, que hay leyenda y desde luego, entorno de fantasía. Pero hacia el sur, la aldea del Carmen con su Cueva de doña Catalina de Cardona, declarada monumento nacional y en la que duermen esos restos rupestres de aquel convento de Carmelitas descalzas por donde Santa Teresa, camino de la Jara, descansase para hacer oración.

Hay mucha tradición en estos lugares de la Mancha, aunque sea Manchuela. La hay porque sus fiestas se celebran en tiempos de final de cosecha, de recogida o de plantío, pues San Isidro Labrador es para ellos, en el 15 de mayo, uno de sus momentos estelares, sin dejar San Ginés de Arlés, ese santo francés patrono de la parroquial, esa misma que está en buen edificio con dos excelsas portadas, espadaña de dos huecos en buenos sillares y bóvedas de lunetos con cuatro brazos. Edificio, sin duda, solemne. En su anejo de La Losa, particular, tiene capilla del XX con un porche de estilo rural y cuatro pilares y luego el otro caserío, El Carmen, con su capilla pequeña, rudimentaria y muy alargada con porche de entrada y al final su camarín de la Virgen del Carmen, tipo Olot, enmarcada con adornos de rocalla. Curiosa. Como recuerdo de su parroquial, la pila bautismal de gallones queda de constancia algo románica con ese fondo de cadena con eslabones.

También aquí de vino, se habla. Sus tierras, rojas y arcillosas, lo hacen en buena cosecha al tiento moderno y selectivo. Entre sus atractivos, la Heredad del Pastor, el Puente de Don Juan, aldea situada frente a Villalgordo del Júcar y que tiene ese jardín junto al palacio de los Gonsálvez del s. XIX, un bello palacete versallesco. En otra aldea, la cueva de Doña Catalina de Cardona con su iglesia rupestre que guarda restos del convento del s. XVI de Carmelitas Delcalzas. Sin alejarnos, la fábrica de papelera española y sus casas señoriales. Un buen lugar.

Casi al despedirte del lugar, te encuentras “Los Nuevos”, ese centro ambiental que ampara ese amplio abanico de plantas aromáticas que airean en olor todo el paisaje. De lado, sus huertos ecológicos y ese viejo molino harinero que como Centro de Interpretación te reconduce a tiempos de antaño, los mismos que puedes caminear por ese sendero GR64 en amigable charla por la Ribera del Júcar.

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/ CASAS DE FERNANDo ALoNSo /

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ay un lugar donde las gentes se visten de frailes para hacer recuerdo de su independencia de la jurisdicción sanclementina y este es Teatinos. Por eso, en ningún censo de los de entonces, tal como Floridablanca, marqués de la Ensenada o el Diocesano figurase como Casas de Fernando Alonso y es cierto porque como arrabal o aldea de San Clemente, por entonces villa señorial, le acogía entre sus rentas. Sin duda, es que aquí habitaron los Teatinos, esa comunidad de frailes de tal orden, convirtiendo sus oraciones en producto de cultivo al rearmar sus campos para ello, en buen vino, con acierto en su laboriosidad y contenido. Es curiosa su historia y lo es porque no es usual. Al principio aquí no había población con concejo propio. Unos Jesuitas madrileños de nombre Teatinos que residían en Madrid deciden instalarse en San Clemente para la formación de menores. Éstos adquieren unas propiedades y se instalan en una finca a la que comienzan a dedicar tiempo de cultivo. En el siglo XVII, Cristóbal de Talavera, uno de sus frailes, hace donación de una finca de nombre Las Cruces, situada al lado de otra cuyo nombre es Casas de Hernando Alonso. Y ahí empieza la configuración de este lugar con historia propia. Será en 1870 cuando alcanza el rango de municipio con ayuntamiento propio y su independencia total de la villa de San Clemente. Su iglesia parroquial dedicada a la Concepción es un edificio relativamente reciente aunque ha sufrido

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diferentes reformas. En sus tres naves, sujetadas en su interior por columnas de fuste cuadrado y estriado en capiteles que adornan un retablo moderno con hornacina. Este templo nuevo, hecho sobre otro no antiguo, tiene poco valor salvo el sentimental para un pueblo que tiene numerosas celebraciones como contrapunto, destacando la celebración de agosto al Cristo de la Fe con gran jolgorio y diversión, pero que en sus ermitas de San Isidro y de San Antón también aciertan a endulzar su gastronomía con eso de buen pisto, tojunto, atascaburras o gazpacho para hacer romería, jueves lardero, carnavales, hacer jolgorio con toros en agosto, carretillas o ese concurso curioso de tirachinas que tanto da que hablar.

Sin olvidarnos la aceituna y el olivo: “La aceituna en el olivo, sino la cogen se pasa; eso te pasará a tí, morena, sino te casas.”

Bien dados son los teatinos a eso de cancionear, pues a los villancicos esos de “Todos le llevan al niño” y “La virgen es panadera”, se le unen curiosas coplillas dedicadas al trabajo, tal cual las que dicen: “Por el arenalito, morena mía, por el arenal, ¡ay!que me duele un pie. Por el arenalito, morena mía, por el arenal, ¡ay!que no puedo andar. Esta noche ha llovido, morena mía, mañana hay barro, pobre carreterillo, morena mía, que anda por barro”

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/ CASAS DE GuIJARRo /

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stás en La Mancha, en estos lugares donde es común encontrar poblaciones con el apelativo primero de Casas de…y ello te determina su origen como caserío. Pero aquí hay otro amanecer y otro atardecer porque en su cielo, tan estrellado y brillante, se cuecen otros colores cuando el sol quiere hacer su presencia. Es maravilloso ver su paisaje en momentos trascendentes y ahora, las viñas cuando doran hacen de estos terrenos, sentimientos comunes para compartir. Las Casas de Guijarro son de tiempos repobladores, tal cual todos y cada uno de estos lugares, aldeas de Bala de Rey y luego, Vara de Rey, y que secundadas por buena agricultura, dejaron su término para sí mismo. En el alto que domina, se vislumbra contenido tradicional y aunque la huella de la casa de Rualda, tal vez castillejo, que nos dicen Madoz, es la misma que esos Reilos que le dan emblema y que adormece el Dulce Nombre de Jesús, patrón del lugar con esa solera de su parroquial presente. Ya, apenas, corren las liebres por sus sembrados y eso que antes bien lo hacían, apenas sus campos vierten las espigas tan lisonjeras de antaño, pero el ganado sestea en disfrutes de viñas que ahora denotan con fuerza esa denominación de origen La Mancha, haciendo un caldo de rica solera, o si no, ¡pruébenlo amigos¡ La iglesia es su símbolo, tal vez la ermita del Rosario tuviese arte, pero aquí en su planta de cruz latina 132 / Pueblos de Cuenca

guardó la custodia de plata adornada de esas estrellas de su cielo propio, sus copones y la talla del Niño Jesús que bendice constantemente, pero que marca en sus gallones de la rica pila bautismal cuyos triglifos definen la huella del buen cantero leonés que la hiciera. Como estandarte, su espadaña, casi despuntada en su trasero por eso de que otros tiempos y forma tuviera, pero que dignifica en sus huecos la llamada de campana al jornalero avecindado en tiempo y forma. Ocho pinos centenarios le han la sombra a su historia y en enero y en mayo se hacen sus fiestas, aunque agosto siempre reencuentre a todos sus seres queridos para jolgorio y buen disfrute. Cuando te acercas, en campo amplio, el horizonte se hace rojo en atardecer solemne. Sus casas, en blanco puro manchego, descubren portones de antaño, ahora, su parque en alameda para juegos y meriendas, mientras en la atmósfera más recordada aún resuena ese triste republicano de la voz de la memoria. Guijarro tiene aquí su huella en progreso y a veces, en desencanto. Buen lugar este.

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/ CASAS DE HARo /

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stos lugares nacen todos de la misma manera. Surgen como aldeas de una jurisdicción real, tal cual San Clemente, para luego ir adquiriendo su propia independencia. El nacimiento es de aldea repoblada para dedicarse al cultivo de estas buenas tierras de La Mancha. Tal vez, los restos romanos en su jurisdicción puedan darle alguna antigüedad al lugar pero no a la población. Quizás el tema de la trashumancia por eso de la Cañada Real hacia Andalucía, con ramales y abrevaderos, entendiendo que por aquí hay algún que otro pozo y de lejos ese cerro llamado Monte Viejo aduciendo yacimiento, pueda dar cierta veracidad, pero en algunos foros nos dicen eso de que este lugar fuera fundado por esos vascos de apellido Careaga, con buen grupo de ganado y que en este hondo hicieran retaila en ese pozo de la Peña entre el Simarrillo y las Casas de la Loma. Lo cierto es que Madoz dice también que en este término hay muchos despoblados o aldeas tales como las Casas de Abajo, Casillas, Casas de Arriba, Poutas, Calozas y Reupérez. Pero otros, llegan mucho más allá, y nos citan ese Monte Viejo como propiedad de los señores Gonzálvez, luego la Casa Bonilla, el de don Dámaso, el de los Simarros, Villapardillo, Las Beatas, el del Moral, el del Rey, Miguel Rico, Sanchón, la Cañada y las Chozas, los Poyos y las Porretas con gentes que viven y el gran barrio de las Calotas. Muchos lugares diseminados que dan a esta población un referente muy singular, por eso, sus tres iglesias y sus cinco barrios.

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La principal, la de Santa Magdalena, su patronazgo, de reciente construcción y con sus dos altos pilares, muros lisos, ventanas cuadradas y esa torre cuadrada de reducido perímetro pero muy elevada con cuatro balcones volados a la altura de las campanas. Otra, la antigua también de la Magdalena, con su planta de cruz latina y graciosa espadaña montada sobre el muro lateral. La ermita de San Antonio Abad, muy reducida y actualmente reconstruida y por último, la ermita de San Julián de pequeña nave sobre bóveda vaída. Ya no queda aquella ermita de Santa Ana que citarán en sus Visitas los del Obispado. La pila sobre pedestal octogonal y pie derecho con gallones es referente para ellos.

San Julián en enero y la Magdalena en julio, aunque ahora celebrada en agosto rivalizan en grandes fiestas, pues las dos son tan importantes para sus habitantes que mantienen tal cual sus propias condiciones festivas y singulares.

No se si aquí habría que hablar también de aquel Diego López de Haro, por eso de darle apelativo, el mismo que modificará escudo añadiéndole los primitivos lomos de sable pero que aquí han dado paso a esos tres pinos que embleman, junto a esas vides de solera. Pero a mi me gustan estos lugares porque entre los amplios llanos, se abren horizontes y desde la lejanía, divisas esa torre minarete de corte moderno, elevadísima, blanca, con remate final de aire cubista, mientras alguna casona, bella y moderna fuente que en tres años nos abre esperanza y en el paisaje, los chozos de piedra en bóveda apuntada como recuerdo de unos tiempos compulsos de economía rural.

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/ CASAS DE LoS PINoS /

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l igual que todos estos municipios con el topónimo de Casas son términos conformados de numerosos despoblados y aldeas, habiendo adquirido su independencia jurisdiccional en tiempos modernos, no más allá de dos siglos. En este caso, aparece como “Calle de San Clemente” en la Visita de 1714, hecho que define su clara pertenencia. Unos años después, durante el reinado de Fernando VI aparece el lugar de “Aldea de los Pinos”. Pero, más que por entidad como población, por huella histórica que no la tiene, ni por riqueza monumental que escasea, pues solamente podemos adornar su caserío con la iglesia parroquial, este lugar nos sorprende por sus campos de viñedos, sus puestas de sol, sus gentes, trabajadoras constantes desde el origen de los tiempos. Entre sus campos llanos y algún montecito que le rompe en simétrico horizonte, las aldeas y despoblados de Las Cruces, los Galindos, Pacheco, Girones, Torres, Piedralta, Estesos, Luises, Collado, Cuarto de Escape, Orenes, Imar, Vettas de Alcolea, Ángel, Grande y Venta Nueva que recrean sus campos, en tiempos con liebres y perdices, ahora sumidos en esa agricultura de denominación hacia el caldo de progreso. El caserío es, hasta cierto punto, elegante. Casas, ahora cuidadas, envuelven a esa parroquial citada, simétrica y bien estructurada aunque pequeña, dedicada a la Purificación de Nuestra Señora. En devoción y tradicional compostura, su ermita a la

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Virgen del Carmen, construida en el XVIII, recogida y bella. Ahí está en esencia esa monumentalidad que le angosta, aunque también ahora se cita por creencia, la de San Antón, Es, sin duda, su Candelaria la que le sobrelleva en profunda devoción, en ese 2 de febrero, recordando tradiciones de cierto abolengo aunque poco pasado. En el estío, tiempos de agradecimiento agrario, cuando todos se reencuentran y se hace la fiesta de agosto. En la ermita, romería con comida de tiento, en las Casas de Roldán, anejo y compartido ayuntamiento, sus vecinos se hacen compadres y juntos, hacen del vuelo de su aeródromo, progreso de ocio compartido.

cuarentena de pecheros que como jornaleros habitaban. Siempre fue la Candelaria su emblema festivo, pero la bendición de la Virgen del Carmen les dio las fuerzas necesarias para hacer poblado con entidad propia.

La iglesia de la Purificación tiene una orientación de norte a sur y, en ese compartido deslineamiento cruzado, su espadaña de piedra con dos huecos para las campanas que antaño llamaban a la oración, oyéndose en muchos kilómetros a la redonda. Una sola nave con machones, todo de buena sillería y una ventana que ilumina y ventila el retablo de yeso que encabeza el altar mayor. Ahí se congregan antaño muchos devotos que aquí había. Aquí como en todo este amplio campo manchego, las luces que recrea el sol son espectaculares, mientras el anochecer alcanza un rojo sangre de líneas horizontales. Quizás, aquel Juan González Mateo, su máximo hacendado en el s.XVIII fuera el único noble por herencia y a bien supo atender a toda la

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/ CASASIMARRo /

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tiro de piedra desde la Villa nueva de la Jara, tierras de marquesado y luego de realengo, La Casa de Simarro vive en los tiempos del XVI bajo su jurisdicción territorial. No ha mejor situación que un lugar, aldea por aquellos tiempos, empezase su existencia como tierra de repoblación dedicada por entero a las labores agrícolas, tanto del cereal como de recogida de estupendos frutos. Y así bien lo dicen los papeles viejos, pues en aquellas Relaciones de Felipe II, la Casa de Simarro, aparece como caserío dependiente, con no más de ciento y pocos habitantes situada a la mano derecha del mediodía. Importante fuera por entonces aquella aldea, una de las tres con que contaba Villanueva de la Jara, (las otras serán Gil García y Madrigueras) que nos dicen que su recogida de frutos era más que suficiente para el pago del obligado diezmo de toda la villa, unas cuatrocientas fanegas de trigo y trescientas de cebada, así como ese buen vino que bien piden desde el Obispado para el cabildo y deán de la catedral, por ser buena uva y bien tratada. De vino, unos veinte mil maravedíes y de lana cuarenta arrobas con buena carne de ciento cuarenta corderos. ¡Buena tierra pardiez por aquellos lares¡ Así empieza su historia. Pasó el siglo XVI y a comienzos del XVII, los censos de moriscos, avecindados como cristianos nuevos de moros, recién bautizados y convertidos, nos adelantan cambios en su estructura pues de los ciento sesenta y nueve que aparecen avecindados en la jurisdicción de Villanueva de

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la Jara, en el 1581, lugar al que pertenece, unas doce familias allí se afincan –en la Casa de Simarropara dedicar sus tareas a lo que bien dominan como es la agricultura, el regadío y la artesanía. Y aquí, en este final de siglo XVI aparece la artesanía como un elemento activo para unas gentes que verán en esa actividad un regocijo esencial. Cierto es, que ni escritura ni lectura pueden abrir las puertas de sus habitantes, dedicados más de lleno, a poder recoger para pagar los diezmos obligados, pero cierto es también, que mientras en la Jara, el primer preceptor de latin abrirá escuela de Gramática para pobres y niños huérfanos, otros, en la Casa de Simarro, cuidarán sus manos para hacer lo que en el siglo XVIII será seña de identidad de todo un pueblo para el mundo. Pues bien, amigos, hablar de la historia de Casasimarro es hablar de la guitarra y sus gentes. Por eso, desde el XVIII que nos aleja en esa riqueza de una nobleza venida a menos, pero ya tradición guitarrera nacida, nos metemos por herencia en ese siglo XIX, hacia ese 1836, cuando Blas Carrillo Alarcón, llamado cariñosamente “El Abuelo Moreno” fundaba en esta tierra el primer taller artesanal de la guitarra española de Casasimarro. A partir de ese momento, la historia empieza a escribir su germen más glorioso para esta bella tierra y sus honrados habitantes.

tros de este lugar. Ahí su monumento a la guitarra en esa plaza de la iglesia, edificio parroquial de alta nobleza, dedicada a San Juan Bautista, solemne, bella, emblemática para la comarca, aunque en 1665 habla de la Asunción como señera de la misma, y de esas ermitas, cuatro por más señas, María Inmaculada, Nuestra Señora de las Nieves, San Bartolomé y el Santo Cristo de la Fe, en otros casos aparece San Miguel, ahora San Jorge, San Isidro... Pueblo devoto, por monumentos lo digo. Y como no, ese Puente de Don Juan, esa antigua papelera Española después trasladada al norte y que junto con el palacio renacentista y capilla de líneas neogóticas de principios de siglo nos abre Santiago Matamoros. Todo lo que hay que decir de aquí nos lo escribe su paisano más solemne, Luis F. Leal, dedicado de lleno a ensalzar la historia de la guitarra y de sus gentes. ¡Buen amigo¡

Por eso, ahora en el 2010, el lutier Vicente Carrillo ha traído ese Premio nacional de Artesanía como emblema de herencia a la que tanto ayudaron maesPueblos de Cuenca / 139

/ CASTEJÓN /

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uando hablo de Castejón no puedo evitar hacerlo de José Luis Perales, el artista que hizo universal este lugar con su música y su voz. Recuerdo una tarde de julio, hace ya demasiados años, cuando me lo encontré en la plaza del lugar, al lado de la iglesia de la Asunción, antes Nuestra Señora de Socorro, junto a su hermana, maestra y autora de la mayor parte de las letras de su primera etapa, y conversé con ellos. Era un deleite observar el amor a su pueblo y también cómo sabía alardear en voz pausada, las excelencias de toda esta comarca alcarreña. Si queremos buscar la huella del nacimiento del lugar, poco podríamos decir, más que nada que están cercanos a uno de los emporios romanos de mayor importancia, tal cual Ercávica, donde la ceca hizo lugar de fuerte comercio por ese lapis specularis que abunda en toda la Alcarria conquense. Después, lugares repoblados con cristianos viejos venidos de arriba y que, expulsados los musulmanes, nos dieran población con devoción y parroquia. Así es su historia. Cierto es, que aquí cerca hay un yacimiento paleolítico de los más interesantes de toda la submeseta sur, de ese periodo Magdaleniense en el que aparecen las manifestaciones pictóricas de arte rupestre, pero ante la ausencia de un estudio profundo que en ello están, Castejón nos refiere a una pequeña fortaleza en alto, posiblemente de construcción anterior al dominio musulmán, que debía otear, más o

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menos, una vigilancia comarcana. Así queda como calle del castillo. Pero, poco más que decir, por eso un día hablaba yo por esa frustrada afición mía a la poesía, con Andrés Duro del Hoyo, excepcional poeta al que habría que hacerle un homenaje grande por su creación literaria inmensa, y en sus aires alcarreños me advertía que en este lugar, tan amado para él, las gentes son buenas, hacen excelentes fiestas a San Blas, al que adoran, por eso en su ermita con buena romería, el 2 de febrero recogen la imagen del santo y lo suben a su bonita iglesia de la Asunción, esa que labrada a lo viejo tiene buen retablo, órgano y suelo de baldosas ahora restaurada en esas sus tres naves con arcos formeros sostenidos por pilares. Pero aquí, en esta parroquial, en una de las fachadas de sus dos puertas gemelas, dice: “…este templo se empezó el año de 1679 gobernando este pueblo don Diego Espada y Hermengildo Duque, gracias a los maestros Munar, Oñate y Ruiz, dando esa cornisa excelsa que mantiene…” Adoleciendo en ornamentación, su cuadro de la Santa Faz y su retablo aludido donde San Isidro y San Andrés te vigilan. Entre sus caseríos de San Blas, Ermita, Huerta de la Vega, Puente Cabezos y Molino de los Ratones, unos bellos parajes adornan la tierra trabajada, y sus montes como la Dehesa de Valquemado y el Tallar de la Vellida acunan quercus tozza, no sin antes entrar en la población donde las cuevas de vino hacen agujeros de historia, pues bien se dice que aquel

obispo llamado Mateo Reinal tenía varias en posesión, no se porqué razón, cuando en 1258 las donase al Cabildo catedralicio. Luego, en la Pascua de Pentecostés, ese lunes siguiente a la celebración, bajan a San Blas a su ermita, llena de exvotos que han curado en creencia devota y hacen buena comida de hermandad entre todos los asistentes.

veda de arista; pero es la de San Blas, la que recibe todo el cariño popular por eso de tener al santo. Ya no queda más que recuerdo de aquella de San Bartolomé. Y, en agosto, la Asunción con todo el jolgorio posible, mientras en invierno y otoño, el Balcón de la Alcarria te ofrece gachas y ajo arriero, mientras que todo el año, la bollería es excelente y tiene fama en “la alredorá”.

Su otra Ermita de la Caridad, adosada al cementerio tiene también buena historia bajo su pequeña bó-

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/ CASTILLEJo DE INIESTA /

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uizás los fenómenos ocurridos y extraños ruídos que han dicho oir algunas de sus gentes, no tengan más razón que las creencias propias de ese oscurantismo que la Manchuela genera en sí misma. Lo cierto es que han sucedido numerosas curiosidades que le han dado a este lugar un reconocimiento poco habitual y no positivo, por razón de habladurías poco comunes. El asesinato franquista de José Martín Delmonte, las muertes extrañas de varias reses de sus ganados ovinos, sus misteriosas xicofonías, etc. Pero dejémonos de tal o cual circunstancia, cuya carga mediática es propia de una sociedad inmiscuida en aconteceres necesarios y vayamos a lo que realmente representa este lugar en la geografía provincial. En su término, el Cerro de los Moros, alusivo siempre en muchos lugares a la dominación musulmana que suele tener origen de periodos prerromanos, tanto de la Edad del Bronce como del Hierro; luego, esos restos de una pequeña torre que aduce a su topónimo como Castillejo y, sin duda, su creación como aldea dependiente del alfoz de Iniesta, pueblo poderoso, antiguo y señorial que hiciera Enrique de Villena, grande por política y literatura. Cierto es, que el Corral del Cura y el Corral Canadillos reconforman sus caseríos, dando a la población misma un poco más de recorrido. En el recuerdo, aquella ermita de San Roque que, en el año de 1661, mantenía cierto prestigio regentándola el propio presbítero de la Magdalena y teniendo mayordomo de cuidado y vigilancia. 142 / Pueblos de Cuenca

Tal vez, aquel siglo XVIII fuese el más fructífero en economía y devoción. El mayor hacendado D. Diego Navarro compartía tierras con tres familias nobles más, mientras los 23 pecheros atendían el resto de la labranza. Es curioso como aquí, las mujeres siempre fueron “bravas” en eso de atender sus labores, pues aquellas hasta diez en número, cultivaban sus tierras con sus manos, siendo admiradas hasta por el receptor del rey Don Alonso Pérez Pelayo. Llegas al pueblo y apenas algo te llama la atención entre sus edificios. Casas manchegas dentro de La Manchuela, poco cuidadas algunas hasta este pasado siglo en el que se remozan todas para el buen vivir del vecindario; pero te llama la atención, su soberbia iglesia, no por tamaño global porque su planta no es grande, sino por su gran cabecera que rompe la simetría de los templos normales de estas tierras. Es esta iglesia erigida a María Magdalena y que luego cubre fiesta patronal, compartida con San Agustín, la que advierte de monumentalidad. Hay una desproporción de volúmenes entre esa cabecera de la iglesia y el resto, pues aquí hay dos épocas constructivas. Tiene un frente de tres lados y un casquete de concha de la que arrancan las valvas ejecutadas con una bóveda en esa capilla mayor, vaída con figuras triangulares. La portada es solemne, sillería con arco de medio punto, pero donde se realza el orgullo del devoto vecino es, en sus alfarjes, con esa techumbre de madera solemne, con perfil y par de nudillo. Figuras con estrellas de ocho

puntas, alfardones conopiales, escudo gótico liso, sierpes enroscadas, toda una maravilla para contemplar. Aquí, la gastronomía propia de estos lugares donde el cerdo, el cordero y los dulces, suelen ser recurrentes para el que tiene el gusto de parar. Fiestas con alegría compartida y buenas viandas para sanar el estómago del viandante. Su ayuntamiento, curioso en esa traza de tres arcadas coronadas por balconaje y reloj al estilo novechento.

/ CASTILLEJo DE INIESTA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 143

/ CASTILLEJo DEL RoMERAL /

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l Río Mayor abre el emblema de este reconocido lugar, mientras la dulzaina y el tambor son sus señas de identidad, porque su sonido nos conduce a la plasticidad de sus calles y al recuerdo de un pasado, más rico de lo que pudiera parecer a simple vista. Camino real a la gran Huete, sus paisajes te envuelven con ese rojizo alcarreño de sus montes acostados hacia el caserío. Desde el Cerro Hundido, separando las vegas de los ríos de Cuevas de Velasco y la Vega del Peral. Uno gira la mirada y da igual hacia el lado derecho que al izquierdo, pues las cordilleras de la Dehesa comunal que en otros se llama Boyal, y la dehesa de Caracena del Valle, el roble con su elegancia, sus manantiales de aguas y las carrascas del monte de la Ventosa, hacen recorrido a ambos lados para saboear ese turismo rural que tanto potencia en tiempos modernos.

Partiendo de lo que se llama “escudo plano”, se señalan elementos importantes de Castillejo del Romeral que lo identifican: la eminencia del cerro del Castillo, con su cruz, en color tierra (en términos heráldicos encarnación) con el nombre del pueblo. A ambos lados, la representación de las dos vegas en franjas azul (en términos heráldicos azur) y verde (en herádica, sinople) sobre las que se ve el color azul claro del cielo. Sobre el escudo, la corona real, pues Castillejo del Romeral siempre fue tierra de realengo, y sobre el conjunto, el gallo de la veleta, que los identifica.

144 / Pueblos de Cuenca

Pero la historia, aquí también tuvo su sentido. Del monte de la Serrezuela con sus olivos a la Atalaya del cerro del Castillo y el abrupto Peñascal, uno se puede evadir para incardinarte en ese templo solar, con sus cuevas ibéricas, las vasijas del siglo II en ese recorrido de vía romana y que posiblemente haría descansar en la villa allí instalada. De eso está claro porque la fuente del Agorromo lo atestigua, pues bien los anuncian sus piedras con la misma huella que aquel magnánimo acueducto segoviano. Da igual, la historia nos puede hablar de íberos, celtíberos, romanos que de árabes porque todos aquí

hicieron recorrido en sus cuevas que bien abundan por todos los lados. El caserío te encierra, pero sus callejuelas en pendiente con ese sabor a lo tradicional te llenan de misticismo, asomado al poniente, protegido por el cerro del Castillo y ante el valle y vega de su río Mayor todo es deleite. La iglesia, una primitiva de la que solo queda el recuerdo como románica que fuera, a la del XVII, con hermosas naves de sillería, media naranja, coro y altar barroco. En el exterior, su torre, coronada con bonita espadaña y envolviendo, la pila bautismal de su interior.

nales son el orgullo y la identidad de su gente. Teatro con la entrada de moros y cristianos, las seguidillas, jotas y mazukas, los galopeos, las rondas, el baile del Pavito y todo un ritual folclórico es el que bien define a su alcalde y albacea de todo el folclore que aglutina y enseña, Luis Puerta.

El patrón, San Pedro de Advíncula, y su portada de entrada con arco de medio punto flanqueado de pilastras. No lejos, la ermita de la Cabeza y la de la Virgen del Carmen, ésta, en la calle del mismo nombre con excelentes tallas. La de la Virgen de la Cabeza allá en la vega del río del Peral, llamada así porque solo se conserva la cabeza de la imagen, era el centro de veneración del pastoreo en esa trashumancia obligada de los siglos XVIII y XIX y que hace honor a su romería en la fiesta de la Ascensión en mayo, cantando la Salve y el Rosario y luego, la de San Bartolomé, con su diana en ese paloteo de danza con dulzaineros y tamboriles en bello acorde musical. Aquí está su verdadera esencia. El paloteo, su música en excelso acorde, sus gentes tan imbuidas en la ancestral tradición. Es un espectáculo digno de ver, pues sus trece paloteos y tres bailes procesioPueblos de Cuenca / 145

/ CASTILLEJo SIERRA /

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e Castillejo de la Sierra hay que hablar de su iglesia, no hay duda. Cuando te adentras en el Campichuelo, detectas dos ramales en sus paisajes, el que te lleva a unas tierras de labrantío poco saludables por el terreno en el que se ubican y los lugares más elevados por orografía, en los que el matorral y los pinos se hacen señeros. Castillejo está en este último espacio descrito y por eso, su cerro, es el altozano donde se ubica la población. Adentrarte en su caserío apenas tiene misterio ni valor, un entremezclado de casas por calles poco delineadas, simplemente hechas para deslindar las viviendas y una subida, o tal vez, una bajada que te reconduce a estos lugares. Curioso ahora, su fuente moderna, bien delineada y de la que hablan casi todos los que aquí llegan, pero de verdad, lo que sí te llama la atención y por eso, ellos, lo adornan, es su parroquial, ese tremendo edificio poco común. Del topónimo poco queda, nada. Que en tiempos de reconquista aquí hubiera un posible torreón fortificado es aventurarse demasiado porque no debió de existir nada parecido, pero que la base de su iglesia sirviera de referente a partir del XVI como ejemplo de monumento grandioso, tal vez le condicionara. Dicen los papeles sueltos que por aquí hubo reconquista dura en eso de que el Trabaque es un río con historia, donde una atalaya fundada por Alcadir ben Dylnum aquí mantuviese estos territorios en vigía hacia su centro de Huete, llamado por entonces Wabda. Pero, creo que es aventurarse demasiado 146 / Pueblos de Cuenca

porque aquí es su parroquial de la Asunción, devoción en toda la comarca, la que nos enseña su recorrido histórico. Es la más grande del Campichuelo y, sin embargo, su portada, bella, es pequeña dando a entender que ambicionaba altura y capacidad por ser su constructor hombre ambicioso. Cierto es que aquí debió de haber solera de clero, pues había Primicias de párroco, Diezmos de Tierras importantes y alguna Prestamera, indicativo de poder eclesial, por eso aparecen, tanto la catedral conquense como la abadía de la Sey para percibir sus prebendas. Es curioso también como aquí hubo en el siglo XVII, dos Capellanías que tenía un tal Manuel Lisán, residente de Almagro y hombre de espada, el cual tenía la obligación de casar cada año a una huérfana de Castillejo y darle 80 ducados de dote, además de repartir 20 ducados entre los pobres de Guélamo (Huélamo), de Castillejo y de Tragacete. El templo nos lo abre su portada con ese arco de medio punto de líneas renacentistas puras con ménsula en la clave y enmarcado por columnas con fustes lisos, rectos sobre el plinto cuadrado. Queda pequeña la misma por la altura del frontal que cubre toda su alta nave. Pero lo más notable es su capilla edificada posteriormente y dedicada al Santo Cristo, no se el motivo de ello, pero curioso por lo que tuvo que costar en tiempo y dineros su añadido. Me gustaría saber las razones pero aquí entró dinero en tiempo y forma, pues los enseres de un lugar tan pe-

queño poblado rompen lo habitual: lienzos de buenas pinturas, a la Virgen de la leche, a San Francisco Javier, al Buen Pastor, a San Francisco, el Santo Mercedario, a Santa Bárbara, cálices, copones, etc. Sus fiestas en agosto, a su Asunción, con bailes y poco más, pero enredadas entre el jolgorio y la diversión de sus vecinos y forasteros. Mientras, dormitando en belleza desdentada por el mal de piedra, su espadaña, pequeña y casi achicada por el gran tamaño del frontal que la entretiene.

/ CASTILLEJo SIERRA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 147

/ CASTILLo DE GARCIMuÑoZ /

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n este templo y sus murallas, Jorge Manrique inventó su propia Copla.

¡Qué decir de este lugar¡ Aquí la historia se escribe con mayúsculas, las mismas que ahora enarbolan su castillo e iglesia, en proceso de reconstrucción afortunada gracias a la labor de sus políticos y hombres de bien. Pero yo aquí enlazo guerra con letras, abro páginas entre su caserío, apelmazado pero delineado en casas cruzadas entre el blasonaje de antaño y los nuevos habitáculos para la mejor vida. Es un lugar curioso por el cruce de retazos donde la historia hizo profundo contenido. Todo está a la vera de su gran fortaleza, la que un día, levantaran lo árabes como alcázar y que luego tuviera a bien, ejecutar en solera el infante don Juan Manuel, el que siendo Lara dedicó gran parte de su vida a la obra literaria, rica en profundos saberes, pero que tuvo que dilucidar propiedades de poder. Pero hagamos recuerdo y vemos como el llamado, según las crónicas, Castillo de Amal por unos y Segar por otros, quizás Garcijudea dicen los atrevidos, en tiempos de Juan II, fue ganada a los moros con el legendario Alfonso VIII, de ahí sus armas de un castillo dorado en campo rojo. Más tarde se le concedió el título de muy leal -momentos históricos de gran trscendencia- porque este lugar tuvo muchos privilegios gracias al valor de sus gentes, teniendo entre ellos, el cobro de al-

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cabalas de paso por su puerto, no entrar alcalde de mestas y cañadas, exención de portazgo y montazgo para sus vecinos en otros lugares y aquí no poder apostarse gentes de batallar. Pero aquí hay demasiadas páginas de guerra. Su castillo crece en volumen y poder, pues desde Juan Manuel se llega a Juan Pacheco, el marqués de Villena, quien hace baluarte en su lucha contra Castilla, en el litigio de Isabel y la Beltraneja. Ahí viene la literatura bien escrita, porque en la desgracia del infortunio guerrero, la pluma de Jorge Manrique cae tan herida como él, frente a la muralla insigne de este castillo que engrandecería la tierra que le rodea. Muere el de las Coplas a su padre en ese siglo XV y como recompensa estos lugares se independizan del marquesado haciéndose villas reales por derecho propio y bajo la advocación de su Virgen de las Angustias crece como lugar y crea un alfoz de alto peso, pues su jurisdicción se abre a La Nava, El Pinarejo, Torrubia, las Casas de Don Benito, Ucero, Villafranca, La Almarcha y la Puebla. Crece en grande el caserío y la religiosidad ocupa predio, pues un convento de Carmelitos Descalzos establece sede, la ermita de Santa Ana, la Concepción, San Antonio y San José, citadas en el siglo XVIII, la iglesia a San Juan Bautista, hoy San Juan Evangelista. Desde luego que este lugar alcanzó los más altos honores. A su extensa demarcación habría que añadirle la Cañada Negrita, lugar donde Don Juan Manuel tuviera en alta estima por ser poblado de moros

y donde se hallasen más escrituras al ser Casa de Meca. 5 beneficios, 3 prestameras -una de Juan del Pozo, constructor del Puente de San Pablo de Cuenca- 12 capellanías y 8 cléricos, apuntan a su gran devoción en tiempos del siglo XVII Es gratificante su recorrido actual. Te adentras y encuentras a gente hospitalaria que te habla con orgullo de sus blasones o fachadas, algunas encaladas como las del Barrio del Romeral Alto donde quedan olores del arabismo, tal vez, las del barrio judío que dicen por aquí hubo según los posibles restos de su sinagoga en eso del Hospital que en tiempos albergase a necesitados pobres de solemnidad, pero de una u otra manera, aquí hay poesía escrita en sus paredes, hay triángulo manriqueño que han hecho vivo gentes de este lugar y otros venidos, sus fiestas de agosto con misa, procesiones y verbenas, el recuerdo a los Agustinos, la parroquial dentro del castillo, su retablo mayor, sus capillas al lado norte que denotan hidalguía en tiempos pasados, su ayuntamiento con esos corregidores que heredaron el poder de sus antepasados enmarcado ahora en voluntades, por eso, su actual regidor Luis Miguel Sepúlveda quiere hacer historia en jornadas y postulados universitarios. Vengan al Castillo y aquel Garcimuñoz que le dio nombre en tiempos de repoblación te recibirá al soniquete de una citamarra que suena con coplas, las de Jorge Manrique o versos leídos de don Juan Manuel o tal vez, los de nuestros nuevos poetas, tal cual Elena Sáiz, la jovenzuela que escribe. Pueblos de Cuenca / 149

/ CASTILLo DE ALBARAÑEZ /

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l topónimo nos dice todo pero la huella de su pasado apenas existe. Castillo, porque lo debió de haber, no se si grande o pequeño, posiblemente lo segundo, pero cierto es que en estas tierras de la Alcarria, a mitad de camino entre la Sierra y sobre todo hacia el condado de Priego, las tropas cristianas mucho anduvieron pensando como reconquistarlas pues la gran Huete o Wabda, por entonces, era poderosa y la Konca como ciudad fortificada requería un esfuerzo tremendo para ello. Los primeros intentos fueron los que llevaría cabo el sobrino de El Cid, Alvar Fañez de Minaya, aquel que en sucesivas incursiones pretendió dominar esta zona, ayundando a Alfonso VI, rey de Toledo, a pesar de que, dicen las crónicas que lo mismo que avanzaba iba perdiendo los dominios reconquistados. Esta pequeña fortaleza hizo que este castellano mantuviese a raya por breve tiempo a los musulmanes de Cuenca a los que conquistó en 1106 y perdió al poco tiempo. Estas circunstancias no muy bien documentadas, nos aportan ese topónimo y los restos, apenas visibles, del castillo aquí ubicado dando nombre al lugar. En el siglo XVI, allá por 1587 se dice en algún papel viejo que: “El Olmedilla de Eliz y Castillo de Albarañez (y no Castillejo) tienen dos pilas y ochenta vecinos”, hecho que nos reseña la existencia de dos lugares con iglesia parroquial propia, aunque la del Castillo sea aneja a la Olmedilla.

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Sin embargo, la existencia de un Pósito que almacena 100 fanegas y luego dos Capellanías, dan muestra de cierta solera, siendo la familia Romo, la cual diera tres presbíteros, una de los mayores hacendados del lugar. Repoblada la zona con pastores, el caserío se arrinconaría al lado de ese cerrito con cuevas donde perdurarían las últimas piedras de la pequeña fortaleza, luego se edificaría la iglesia dedicada a la Asunción que fuera atentida desde Olmedilla de Eliz, la ermita dedicada a Santa Lucía y se plantarían olivos y algo de cereal para dar vida a sus habitantes. La construcción de la iglesia, elevada sobre el recogido caserío, a finales del XVI, obligó a sus habitantes a realizar un esfuerzo tremendo para recaudar el dinero que ello obligó. Es un solido edificio que, aunque no grande, alberga una nave dividida en su interior en cuatro tramos con arcos fajones sujetados por pilastras. Una bóveda de lunetos, típica en las construcciones de este periodo, mientras que la cabecera presenta una cúpula de media naranja. La ermita se levantaría en el siglo XVII como lugar de devoción, siendo un edificio pequeño pero acogedor. Sus fiestas en agosto reunen a todos los vecinos y habitantes de los lugares próximos, tales como Olmedilla, Arrancacepas, Torralba y el Villar, siendo muy concurridas sus verbenas.

/ CASTILLo DE ALBARAÑEZ /

Ayuntamiento e iglesia

Pueblos de Cuenca / 151

/ CERVERA DEL LLANo /

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no que le gusta rebuscar en los papeles viejos, encuentras que este lugar de Cervera del Llano tenía por costumbre desde los primitivos tiempos de fundación celebrar la fiesta de la Candelaria. Tal vez esas ruinas en el cerro Gurugu podrían acercarnos a su posible origen de este lugar, pero su torreón, desdentado y apenas visible por estar añadido al caserío sí que nos da la razón de ser en cuanto a eso de la historia. Se funda el lugar en tiempos de repoblación cristiana allá por el siglo XIII, aunque los restos de su torre musulmana le hace testigo de tiempos anteriores. El lugar empieza a alcanzar rango de solar noble cuando se funda Mayorazgo en la familia de Alonso Álvarez de Toledo, contador y consejero de Castilla por su influencia real. Lo hace en su hijo Juan que será ese primer señor del lugar, junto con Villanueva y Cañada del Manzano. Este tal Juan alcanza el rango de Regidor Perpétuo de la ciudad de Cuenca, es del hábito de la Orden de Santiago y llega a ser representante a Cortes en Santiago y Coruña. Un poco después, gracias a la influencia que esta población tiene, con su fortaleza pequeña pero cómoda, se construye cárcel para todo el vasto señorío, y se levanta la iglesia románica con buena piedra bajo la advocación de Santiago, después San Pedro hasta la actualidad. Este edificio recibirá reforma en el siglo XVI y sobre todo, en el XVII, al retocar su sola nave dividida en seis tramos y bóveda de lunetos, pasando su primitiva techumbre de madera en los primeros años de construcción a bóveda a la vez

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que se levantaban contrafuertes y muro para su sujeción. Su torre posterior le da cierto rango aunque no le significa y en su interior, cinco espacios que le determinan, una capilla mayor y cabecera, teniendo en su pila bautismal de gallones, aunque rudimentarios, uno de sus símbolos. Pero, sin duda, es su portada románica la que le enaltece. De arco apuntado con jambas y dovelas con sillares y con dos columnas a ambos lados y capiteles de penca formando grupos. Luego, la desaparición de la antigua cabecera y el muro en tiempos del barroco, sustituyendo su ábside con un gran presbiterio. En el muro sur aun quedan detalles de lo que pudo ser un pórtico de madera, al igual que las de Hortizuela y Alcocer. En la portada se observan capiteles posiblemente del mismo taller cuyos canteros firman con una cruz y un aspa. Cervera es lugar interesante, sus caseríos de Fuente de la Carrasca, Hoya de las Piedras, Monte de la Aldea y la Quintería le daban una cierta población constante, sin embargo, será en el siglo XVIII, siendo señor del lugar don Juan Nicolás Álvarez de Toledo y Borja, alcalde de los castillos de Alcáraz y Enguídanos, cuando éste lugar alcanza mayor importancia, instituyéndose como cabeza de Condado. En esos años, las ermitas de San Tiburcio con su torreón y San Bartolomé –en otros textos, San Cristobal-, así como el anejo de Villanueva del Palomar, bajo la advocación de María Santísima donde un bonito retablo le decora su interior, le hacen alcanzar cierta importancia.

En su Candelaria la fiesta peculiar. Lo es, como todas las de la provincia, por su hoguera en la víspera, su procesión del día 2, almoneda de los productos ofrecidos, el tradicional ramo y la entrega de los panecillos. Existen mayordomas de la Virgen, siete en total, que son las encargadas de hacer las tortas que luego subastan al igual que los afamados rollos. Luego, su patrón, el Santo Cristo de la Salud, provoca el reencuentro de todos en sus alegres fiestas. Pero es la Cachuchita donde guarda la solera. Esta composición resume su tradición en leyenda pura, recordando ese amor entre mora y cristiano: “Yo tengo una cachuchita que me la dio un cachurero y el que quiera cachuchita que le cueste su dinero. Vámonos Cachucha mía vámonos al manzanar los dos. Piripitaira, piripitaira, piripitaira, piripitá el milano de la sierra cuando se va a trabajar lleva el pino en las alforjas y en la cabeza el pan. Eso, eso, eso, eso la cebolla con el queso. Eso, eso, eso, eso a la cebolla con el pan el pastor en sus alforjas lleva calabaza y pan.”

Pueblos de Cuenca / 153

/ LA CIERVA /

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espués de los Oteros, entre Cañada, Pajarón, tierras del Guadazaón, las que bien delineara con su pluma Carlos de la Rica, a los pies de la ermita de Jesús, esa que dicen hace milagros para el deseo de parir o curar reumas, hay caserío que apenas subsiste en trazado. Aquí hubo un ramal de aquella Vía 31 o Itinerario de Antonino Pío cuando desde la Losilla iba a Valdemeca. Pero era normal que los romanos la valorasen, pues rica economía mantuvo en foco de producción especializada en mármoles y jaspes para hacer buenas catedrales. ¡Vayan sino a la de Cuenca¡. Entre medias, aquellos restos de las minas de hierro, muy productivas y ahora abandonadas. Pero la Cierva es mucho más que su escao caserío, lo es porque la gran Cruz de piedra que desde Cuenca aquí llegase, no se porqué, advierte del lugar encantado, quizás por su naturaleza, tan bella entre amapolas y margaritas, pastos y prados, encinas y pinos, aguas radiantes, casas populares encaladas, calles de curioso apelativo, pues Colladillo, Herrada y Callejas te advierten. Son muy dados a mantener su costumbrismo, pues recuerdo bien esas siete palabras cuaresmales: “La primera fue rogar por sus enemigos. ¡Oh, Caridad singular¡. De lo que fueron testigos, mucho se hizo admirar. O ese Mayo peculiar en letra escrita: “Corriendo arroyos de sangre, 154 / Pueblos de Cuenca

coronada la cabeza de penetrantes espinas brotando sangre por ellas, que por su divino rostro, de hilo en hilo, gotea” Ahí está su Cristo de la Cierva, recordando romerías y visitas constantes de un pueblo devoto y en su interior, ese Calvario moderno en Cristo abierto con cristal que le seduce en brillo y estampa. En el centro, la pequeña iglesia parroquial, con espadaña y en su interior esa techumbre de madera con alfardones conopiales y sus seis vigas sobre canes de doble arco de herradura. Pequeña, pero bella en su contenido. Pero La Cierva como lugar ha alcanzado renombre en su riqueza paleontológica. Aquí, el rigor de la ciencia, se ha presentado con dorada compostura para hacernos reflejo de nuestro mundo animal de un espectro geológico, aún misterioso. Su Ave mundial y su Cuencavenator de reciente misiva, la hacen el referente mundial para todos y eso nos congratula y enorgullece. Las lagunas, en esta Tierra Muerta, camino de Palancares donde sabinas angostan, sabias y poderosas, la dehesa Parrillas con sus toros bravos y luego, sus fiestas de la Cruz de mayo, la de agosto por el rejunte de todos y la de la Virgen del Rosario, en octubre, hacen lugar para el deleite, sobre todo natural y de acogida. ¿Quién es Cuencavenator o Pepito? Un dinosaurio de nombre Cuencavenator corcovatus como nombre científico aparecido en el yacimiento de

Las Hoyas y que revoluciona el mundo de la paleontología al presentar en su físico una singular joroba que podía servir de contrapeso a su excesiva rapidez locomotora como consecuencia de unos pies proporcionalmente pequeños. Carnívoro, que vivió hace unos 150 millones de años y es el dinosaurio más completos de los hallados hasta ahora en España. Así, La Cierva, queda como huella de la Ciencia para el mundo más contemporáneo.

/ LA CIERVA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 155

/ CuENCA / (Cólliga, Colliguilla, Embid, La Melgosa, Mohorte, Nohales, Tondos, Valdecabras y Villanueva de los Escuderos)

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e Cuenca no quiero hablar de su historia, porque hay demasiada y ha sido bien contada por muchos historiadores de aquí y de allá. Cuenca es belleza por doquier y hay monumentalidad a raudales, por eso me atrae hacer un recorrido lírico de sus encantos. “Esta ciudad colgada sobre el espacio, que ahora se siente CIUDAD del MUNDO”

Uno llega a Cuenca y se eleva, se aromatiza el paisaje, se envuelve en el canto de la roca y te conviertes en fugitivo de la fantasía. Y es así, no hay otra solución pues, quien desde lejos advierte esta ciudad parece que recorre pasillos adornados de guirnaldas y entre sus viejas estampas, algunas fieles al antaño, te sientes caballero sin espada, monje carmelitano, o simplemente, turista. Porque te podrías preguntar ante su estampa si,.. Cuenca surge o, ¿vuela?

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Entre ese conglomerado de rocas, fiel al artista que la moldeó como fruto de su casual ingenio, esta ciudad parece el resultado de una rara fantasía que, sin alcanzar la cuidada perfección, se enorgullece entre el pretil de un cándalo o la cornisa de un voladizo. Subes callejas, muchas veces más empinadas que el desnivel infinito, te empotras en rincones, y después, de ascender por la cresta de un murallón, te relajas ante la lejanía de un paisaje rocoso y verde. Y es que esta Cuenca, tan abierta al turista, ha sido siempre ensalzada por virtuosas plumas, porque en ella, la simbiosis de la roca con el agua te invade, a veces, te abruma, y el llamado roquedal mesopotámico de Pedro de Lorenzo es también borbotón de los entresijos para Unamuno o ese producto del infinito que bien nos decía Pío Baroja. Porque así es esta ciudad, a camino entre el Madrid de los Austrias y el Valencia de Sorolla, una Cuenca que brilla por el amarillo otoñal de un sol que hiere esas dos hoces, la del Júcar y la del Huécar, sus ríos, nervios vitales de su pasado y de su presente; una ciudad que no siendo tan monumental en su caserío, ni en las fachadas se advierte solera blasonada, sí encierra mucha historia entre sus piedras, pues aunque no realce estilo arquitectónico elevado que le denuncie, está inmersa en un concierto cuya bella melodía te la hacen sus rocas, a veces maquiavélicas, pero llenas de un misticismo inusual. Ocurre en Cuenca como en Granada, cuyos misterios interiores son inesperados siempre.

Pero hay dos Cuencas, dos ciudades diferentes para el que llega. Abajo, a los pies de sus dos ríos vive la nueva, la que ahora pisamos con incertidumbre del tiempo, con el deseo ansiado de un stress que nos invade, que nos deteriora y nos contagia de cierto pesimismo. Un espacio que nacido en el siglo XIX ha alargado brazos sin demasiado orden, buscando el espacio que la ciudad vieja le dejaba. Es ciudad que busca ensanche a velocidades sin retorno, que habla de moles de hormigón, encubriendo hogares demasiado impersonales y donde alguna zona verde, demasiado pocas, deja vislumbrar algún edificio del neoclasicismo decimonónico: Correos, Diputación Provincial, Hospital de Santiago, Palafox, Agricultura, Hacienda, edificio Hotel España y poco más. Entre ellas, alguna calleja típica te incita al tapeo, al sosiego del vino, al manjar del dulce alajú, a la cocina tradicional, pues entre esa calle del Agua que tanta nostalgia recuerda, nos llega la calle de los Tintes, o el callejón San Francisco y, quizás, un buen paseo puede adolecer de un tiempo vivido sin nada a cambio y subir a la Plaza Mayor. Como la gran radial de una ciudad que ha querido, sin poder, ser comercial, su Carretería, nacida para carretear en tiempos modernos y ahora, fiel a su pasado, sirve de paseo del transeúnte perdido. Pero no es esa Cuenca la que define nuestro entorno, No es ese perfil de arquitectura moderna sin arte la que ha dado personalidad a un rico Patrimonio de la Humanidad, sino que es la otra, la colgada en el tiempo, la de las Hoces, porque Cuenca sin hoces no es ella. La ciudad se cuelga en el Huécar

en ese nudo de colores cada vez más difícil con el reflejo de los roquedales del Olimpo, emergidos frente a los rayos del sol hiriente que dará vida como “...los candiles sin retorno entre ese otoño de los nazarenos”, que diría Gerardo Diego. Ahora, nuevos tiempos con modernitud de progreso, ¡por fin¡. El AVE que cruza puntero, de Madrid a Valencia, al Levante, al Norte…La autovía cerrada en camino de ida y vuelta, a Madrid, capital de la Corte; los brazos de asfalto, moles arquitectónicas estirando hogares hacia Buenavista, Villa Román, Siglo XXI, la Universidad, Ars Natura, la ciudad del Agua, el palacio de Congresos, la circunvalación, los barrios a vuelta de espejo y reforma. Y es que Cuenca es toda así. Antigua, histórica, moderna, reciclada, artística, pequeña, humilde, y a la vez, altanera y orgullosa, soberbia entre sus alminares y galerías. Almacena nostalgia por doquier. Cuenca llama al visitante, le invita, le ofrece intimidad, su encanto y su más pura esencia. Es el eco, más o menos puro, de una tradición apagada, pero viva, latente, porque tras ella se encuentra su propia alma de la Tierra y de sus gentes, humildes, honradas y acogedoras. Son las buenas gentes de Cuenca. “Dí que eres de Cuenca , y entrarás de balde” Y entre sus extramuros, mirando a La Mangana, atentas al borbotón del progreso que tarda demasiado en llegar, sus pedanías, las mismas que están Pueblos de Cuenca / 157

envueltas en proyectos de futuro y se reaniman con ese Camino de la Lana, camino de Santiago revitalizado para su turismo: - La Melgosa, con sus mielgas y su río Moscas en tiempos de repoblación y textiles. La iglesia de la Asunción con el mural de Víctor de la Vega, su pila bautismal románica, la Cueva-ermita de San Miguel de reencuentro devocional entre pueblos, elpuente de piedra y la ermita de San Marcos. - Mohorte, con el Tesoro y el Tejarcillo de tiempos del Bronce, su iglesia de la Natividad y su pila, también románica, la Fuente del Rey a los pies de la Dehesa, las hoces de San Miguel, del Buey y la Chica en bellísimo entorno, y no lejos, la Atalaya. - Cólliga con su iglesia de San Bartolomé, los recuerdos de las ermitas de San Miguel y el Badillo, su abrevadero para el ganado, su Casa del Cura de realce antiguo, sus fuentes. - Colliguilla, en los mojones de Cotillas y Abengózar, la parroquial a San Juan Bautista, el Acequión, el Batán y el Molino de Vao del Pinto. A lo lejos, su cerro Moratón, el Pasaero y la Dehesa Boyal. - Nohales y San Aniceto. Por aquí bien pasaba ese Camino de la Lana desde el XVI, luego camino de Arcos, ruta de los Yesares, el tejar de Cebrián y el camino de Embid. La Vereda de los Chorros y el sabinar de Palomera. - Villanueva de los Escuderos nos abre Valtablao y su parroquial de la Asunción. Así, la ermita del Salvador y María, en ese caserío de alcurnia, su molino, las Fuentes del Chorro y de los Perros, sin

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olvidarnos de su Cerro Pelao, Peña Gorda y los Canales. - Tondos, con sus retablos de la Adoración, la Anunciación y la Presentación, luego la ermita de San Miguel Arcángel, el lavadero de antaño y su valle. - Y por último, Valdecabras, la enquistada en su Sierra, bella, altanera por altura, soberbia por historia de tiempos muy antiguos, señera por sus grandes pastos para esas cabras que antaño le dieran nombre, sus gentes, todos de buen carácter, su dependencia marquesal que tanto le ha detenido y, sobre todo, orgullosa por su arte consumado en ese maravillosos retablo que guarda su parroquial, pequeña y con espadaña. Una de las bellezas más solemnes que unidas, al caserío, hacen grande a un pueblo pequeño.

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/ CuEVA DEL HIERRo /

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ueblos de la celtiberia que por aquí anduvieron y luego, romanos, que dominaron la zona, explotaron la riqueza geológica de estos montes. Esa y no otra razón, va a determinar que Cueva del Hierro, como topónimo de uso, fuera una de las minas más importantes de toda la Meseta castellana y como tal, aprovechada al máximo en todos sus recursos mineros. Este lugar, enclavado en las inmediaciones del Alto Tajo, parque Natural de extraordinaria belleza, se alza entre las vegas de los ríos Guadiela y Tajo, formando un enclave geológico de importante producción minera, explotada primero por los romanos, luego en el medievo para las ferrerías o molinos de agua, para más tarde recrearse en los altos hornos de una siderurgia moderna. La necesidad de uso para forjados y elaboración de herramientas necesarias para la producción agrícola y minera del lapis specularis, hizo que durante el siglo I y II después de Cristo, los romanos la explotasen al máximo. Su abastecimiento para las grandes poblaciones de Segóbriga y Ercávica determinó su constante producción, siendo escala de una vía secundaria de la calzada de Cartago Nova a Cesaraugusta, aquella que cruzaba desde Egelasta, Valeria, Segóbriga, Peña de Escrito y Molina de Aragón. Durante el medievo siguió la explotación para abastecer a las ferrerías situadas en el río Tajo y Guadiela, tales como la Herrería de Santa Cristina, la del Tobar y Vega del Codorno en el río Cuervo, el Martinete en 160 / Pueblos de Cuenca

el Tajo y los Chorros en Huélamo, cuya producción venía demandada por las constantes construcciones de iglesias, conventos, monasterios y catedrales, que necesitaban la fabricación de buena rejería para exteriores y también interiores. El uso de este mineral, utilizado después de un complejo proceso gracias al sistema del carboneo que determinaba ese carbón vegetal, abundante en gran parte, por las grandes masas de pinar de la Sierra perteneciente al alfoz de la Cuenca reconquistada, generó un núcleo poblacional de importante interés. Este lugar pertenecería a la llamada Tierra de Beteta, feudo o señorío de los Albornoz, en constante enfrentamiento con el Señorío de Molina de Aragón. En el siglo XVI se construye su iglesia dedicada a la advocación de la Inmaculada, pequeña de una sola nave y con una espadaña que tiene dos pináculos laterales. Los montes de Dehesa de Molinillos con abundantes pinos laricius y quercus fagina, así como los de Solana de San Antón, abastecen a la población. El caserío de construcción pobre, cuya finalidad sirvió en principio para albergar a los trabajadores de la citada explotación minera. Después de su etapa de formación en época moderna con crecimiento demográfico, se llega, ya en los tiempos contemporáneos, a ser una explotación de los marqueses de Urquijo, construyendo en el paraje de los Hornos en la jurisdicción de Beteta, uno dedicado al uso siderúrgico de uso hasta los años setenta, en que dejaría de utilizarse.

Ahora, es una población enfocada al turismo, con un caserío remozado, una adecuada y bella estructura hacia la apuesta turística, con explotación por medio de visitas culturales con un centro de interpretación, museo y visita guíada de la mina. Los habitantes, generosos y hospitalarios.

/ CuEVA DEL HIERRo /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 161

/ CHILLARÓN /

forjada en el siglo XII nos da el tiempo de la primitiva construcción. Dicen las crónicas antiguas que la iglesia primera tuvo la advocación a Nuestra Señora de Belén y los Santos Inocentes hasta el 1841 cuando se le agrega el Cristo de la Luz, al ubicarse sobre la capilla la actual parroquial, catalogada como Bien de interés histórico-artístico.

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ste lugar tiene tradición y antigüedad. La tradición se la va a dar su Cristo de la Luz al que veneran con profunda devoción en ese 14 de septiembre y cuyo primer enclave nos da el origen posible de esta población y antigüedad definida por su monte Castillejo y paraje de El Tesoro, donde posiblemente estuviera su primera ubicación. Allí, ese arroyo llamado del Cristo y su primitiva ermita, atestiguan lo que pudo ser este lugar en tiempos de repoblación cristiana y si cabe, un poco antes, gracias a ese ídolo de bronce encontrado en los lugares próximos a la actual población. Por ello, la campana,

162 / Pueblos de Cuenca

La importancia del lugar que tiene como anejos, Nohales y Albaladejito,aunque Nohales vaya unido a la Cuenca capitalina, también nos lo define el siglo XVI y XVII gracias a la ganadería, pues la trashumancia en su paso por la Cañada Real de Rodrigo Ardaz le hace generar cierto desarrollo económico. Su fuente y sus pilones a la entrada a la población abastecían el paso de ganado, en lo que ahora se llama Ruta de la Lana, como camino de Santiago hacia Burgos y que aquí abre segundo ramal. Esta razón, hizo que una gran parte del terreno cultivado perteneciera al convento de la Concepción Franciscana de Cuenca y antes, una prestamera correspondiente al convento de las monjas de San Benito, también de la ciudad de las Hoces. Este lugar, con su término próximo a la capital le condiciona una situación privilegiada. Antes como Archilla de Cuenca al reunir a varios municipios y ahora, nuevamente como Chillarón, le hace ser un lugar de residencia por proximidad y comodidad a la capital, y sus parajes, tales como Albaladejito como reserva de desarrollo agrario en formación, así

como algún que otro caserío, el del Molino Blanco de antaño, o los nuevos parajes residenciales, le dan una fisonomía moderna. Su fiesta de la iglesia donde se reúnen los vecinos en agradable jolgorio con comida abundante el 21 de febrero y su museo etnográfico, le dan el toque de modernidad.

/ CHILLARÓN / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 163

/ CHuMILLAS /

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s un pequeño pero interesante lugar este de Chumillas. Lo es, por sus gentes, por sus costumbres tradicionales mantenidas y, si cabe, lo es por su propio nombre. Hablar de cuando surge el origen del lugar es fácil, pues como casi todos, tiene en la repoblación cristiana su fundamento poblacional, pero hacerlo con ese estudio de las posible raíces de época prerromana y sobre todo, romana, en su circunscripción de limes hacia las tierras de la gran Valeria, es cuando menos, sugestivo. Ocho millas como uno de los siete núcleos que conformaban el lugar: Cirilluelos, el Candalar, el Horcajo, San Juan, Cerviñuelo, Paredes del Santo, el Lomazo y la Torre, donde se fusionarían, al lado de esta huella árabe que indica su dominio o jurisdicción, podría ser fundamento de origen, pero es más común, por su toponimía, que Chumillas se ajustase a ese miliario de paso romano (ocho millas) y ya no de Sumilla ni esa Chuma o Zume, aludida por los más jocosos investigadores. De una u otra manera, este lugar está bien trabajado en su historia por ese buen amigo Pedro José Moreno, el mismo que en su poesía desencanta el encantamiento que este lugar, su entorno y su devoción al Cristo le mantiene en alza y sentimiento. Yo bien le creo en todo eso de su estudio. Esta población siempre le ha tenido muchísima devoción al Cristo de la Luz, devoción de la cual hay constancia al menos desde el siglo XVIII, pues los numerosos milagros que encierra el devocionario popular así lo manifiesta. Fue destruida en los gra164 / Pueblos de Cuenca

ves acontecimientos de la Guerra Civil de 1936 y una vez finalizada dicha contienda, el pueblo entero encargó al escultor conquense Luis Marco Pérez otra nueva imagen que, actualmente, orgullosos enseñan. Me gusta el lugar, ahora adornado por los molinos de viento modernos que le auguran progreso, su gran extensión de cultivo, aquellos huertos con balsa –ya perdidos en gran parte-, su torreón de vigilancia, al igual que el de Solera, tal vez el de Almodóvar, de formación árabe en textura de argamasa y piedra, como cubo defensivo, haciendo un lugar no solo de paso, sino de estancia para conocer bien a sus gentes. Pero yo me quedo con su iglesia, antes de San Juan Bautista, después de la Concepción y ahora de la Asunción. Me encanta el templo, pero no por su grandiosidad que no la tiene, sino por su personalidad constructiva, su espadaña, su techumbre de madera, sus zapatas de corte de gola y friso liso, su interior acogedor, aunque sus retablos fueran destrozados en tiempo de guerra, su solera y recogimiento. El arco que separa la capilla mayor donde el altar se erige bajo una bóveda de terceletes con nervadura de piedra y simbólicos círculos. Ahora, toda ella, remozada y bien cuidada. El coro y la pila, le dan su carácter románico de primitiva hechura. Y Chumillas sigue muy vivo, lo sigue en sus fiestas y tradiciones mantenidas. En agosto, la Asunción para el reencuentro de todos los emigrantes, en sep-

tiembre el Cristo de la Luz, sacándolo en procesión, pero son las Caridades de San Pedro y San Juan donde se encierra el mayor personalismo de este lugar. La misa, tanto a finales de abril como a primeros de mayo, según un santo y otro, ahora en las eras, con procesión, tortas recién hechas, baile y corro en el lugar, los lagartos de masa, los bailes al son del acordeón de Juanito Losa, las restregás de harina, los delantales y sus lazitos, los pañuelos a la cabeza, de un camino a otro para pedir y regar con sentimiento sus campos, todo con ese buen humor

que le define a todos sus habitantes y que hacen de Chumillas, un lugar selecto.

/ CHuMILLAS /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 165

/ ENGuÍDANoS /

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o he contado mucho de este bonito lugar, pero aún así, tiene tanta belleza que es imposible describir en estas líneas gran parte de su maravilloso entorno. Su enclave, perfecto, entre constantes aguas procedentes de las cuencas de los ríos que le definen: El Cabriel y el Guadazaón dando vida al molino de don Baltasar, fuentes y manantiales, cascadas con borbotones constantes donde el agua hace cabriolas increíbles, las Chorreras, el salto del Guadazaón, la Hoz del agua, la Hoz cerrada, la del río Mira, la de la Virgen, todo abajo y arriba, los miradores del Sagrado Corazón, el de la Cueva, el de la Virgen, el del Reloj, todo entre las montañas y sus cinco ríos, donde se acuesta ese caserío de tiempos inmemoriales, así lo dice su castillo con esos restos celtíberos que allí duermen. Por eso lo de Keltiber como fiesta de ancestral personalismo, retrocediendo hasta ese siglo V antes de Cristo para adorar al Dios Cernunos, el que privilegio diera a la naturaleza y a los animales, formando poblado donde el mercado artesanal le da la solera a sus talleres y conferencias. Y es que, aquí hubo también mucha historia. Después de su dominio íbero en ese Cerro de Cabeza de Moya, luego los romanos llegaron para ocupar economía y aprovechar los muchos recursos de esta zona, por ello, el Pozuelo, el Retamar, Fuente Escarabuela y Molinillo haciendo lugar de acopio con monedas de Tiberio y Constantino, si cabe alguna de Tito y esas lápidas con latinizada inscripción. La vía romana secundaria hacia César Augusta o Zaragoza

166 / Pueblos de Cuenca

le define, pero sin duda, es la época de dominio musulmán con fortaleza altiva, más luego la cristiana repobladora la que hace del lugar punto de inflexión. Su dependencia del marquesado de Moya, en alguna ocasión aunque no mucho tiempo, del Señorío de Alarcón en reconquista antes y del conde de Cervera, curiosamente después, le hacen ser villa importante con jurisdicción propia y escudo de armas. Dejemos pues, toda esa amplia historia, condicionada a su ubicación estratégica, en tiempos de guerras constantes, me da igual Comuneros que Franceses y si cabe, Carlistas, porque lo que le da personalidad es su entorno, sus parajes, su riqueza natural, sus condicionantes paisajísticos que le hacen ser un punto de referencia regional indudable gracias al esfuerzo de sus gentes, todos, dirigidos por José Vicente, su alcalde, que robustece el protagonismo con su esfuerzo constante en ideas y proyectos. Por eso, entre el Gamonal, el Atochal y el Retamar con los Guitones o las fuentes de San Blas y Caricas hacen de todo esto, un paraíso. Ahí queda, su puente romano, su fortaleza ahora restaurada, su plaza con ese balconaje popular que le define, su ayuntamiento, sus casas rurales de amplios horizontes y su nuevo Centro Cultural, ahora inaugurado.

bello arco conopial y sus molduras de carpanel. Por eso, adentrémonos y veremos sus alfarjes en esa armadura de par y nudillo en forma de artesa de lindo bordón. Las gualderas del Altar Mayor te enaltecen, el alfarje del coro y su notable pila bautismal con gallones abajo y arquillos arriba, es un gran tesoro para su contemplación. Y qué decir, amigos, de su Virgen de Luján, en ermita nueva, donde se reencuentran las personas que portan ese apellido al igual que también se hace con el apellido Enguídanos. Otro proyecto municipal más. Por eso, se ha hecho hermanamiento solamente entre los pueblos de Luján en Argentina y de Enguídanos en Cuenca que hacen de su unión un estrechamiento de sentimiento compartido entre civilizaciones y pueblos. Dejamos sus ermitas, la de Nuestra Señora del Castillo, la de San Roque, Santa Quiteria, San Blas y San Sebastián, perdidas algunas de ellas en ese recuerdo de la historia pasada, pero en ese afán de demostrar que este lugar está tan vivo como sus gentes, en ese deseo constante de desarrollo sostenible y sostenido como foco de irradiación en toda la cuenca del Cabriel. Un tesoro más de la naturaleza este lugar.

Destaca sobremanera, su iglesia poderosa de la Asunción, gótica en traza con artesonado mudéjar de fuerte influencia, en esa portada del mediodía con arco rebajado de baquetones enmarcada en Pueblos de Cuenca / 167

/ FRESNEDA DE ALTAREJoS /

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ace años cuando cruzabas el puente Palmero, en las primeras vegas y prados que recorren las riberas del Júcar, encontrabas constantes ganados ovinos pastando y deleitando su enroscada lana a los pies de un monte bajo a veces poco frondoso. Eran otros tiempos, la ganadería era altamente rentable y su abundancia daba al paisaje un toque especial de progreso y abundancia. Sin embargo, la fábrica del Castellar, los caseríos de la Peraleja y sobre todo, el de las Tejas, aglutinaban familias dedicadas por entero a estos menesteres agrícolas y pastoriles. Por eso, aquel puente romano de El Castellar que allí dormita y que, en sus dos ojos, hace paso obligado de la misma central eléctrica que con ese nombre así se llama, nos conduce a una historia demasiado antigua, haciendo eco de que pudo haber por aquí riqueza comercial cuando la calzada comunicaba Valeria con Segóbriga, la misma que luego va cubriendo intereses en esos molinos o batanes a los que fueron muy dados a partir del siglo XVI. Por estos lugares cruza la Cañada Real de los Chorros y eso bien lo atestiguan los abrevaderos y alguna que otra fuente de la mucha agua que suele abundar por estos lugares. La abundancia de fresnos delimitó el topónimo y su dependencia de Altarejos, sobre todo como Sexmo diocesano, le complementó ese total apelativo, pero sin duda, aquí hay buena gente que recuerda su historia y mantiene sus tradiciones. Eso bien lo sabe168 / Pueblos de Cuenca

mos y aunque, su iglesia, reformada la primitiva, presenta una buena traza, de mampostería con sillares en las esquinas, hace de su estampa un buen edificio donde resalta con elegancia su espadaña con dos huecos que albergan dos campanas diferentes en tamaño y toque. Pero, el caserío -casi blanco- queda al lado cuando cruzando ese arroyo de las Tejas, llegamos al molino llamado de Guillermo Fernández, ahora muy remozado y en manos de otros propietarios que están haciendo de él, un refugio elegante y con buena apuesta de futuro rural. Hay alguna tinada que denota abundancia de pastoreo en otros tiempos, algún puente más como ese de la Rivilla y un poco más allá, la Osilla de Palmero donde retoza y se alimentan mucho ganado vacuno desde hace tiempo. Me gusta el lugar, porque es tranquilo, se respira humildad y la poca que hay, es buena gente, de la que demuestra hospitalidad y generosidad. No sabemos bien su origen como población, pero seguro que fue en el XIII con motivo de reconquista alfonsina y luego repoblada con gentes de otros lugares. Los Lara, tal vez aquí tuvieron alguna influencia, pero poca nobleza aparece documentada. En el 1888 hay algún documento que nos dice que sus montes son explotados a nivel forestal por el conde de Mayorga, el cual es su dueño. Me gusta su iglesia en traza, aunque la antigua debía ser mucho más elegante que la actual, sobre todo por su interior, en abundancia de madera, piedra con

sillería de colores. Su órgano y campanas le hacían, junto a la pila bautismal, ser todo solemne. Había pórtico. Ahora, la nueva, es otra cosa. Pero queda también, en lo alto, junto al cementerio, la ermita de San Bartolomé, cuya nave está dividida en tres tramos y tiene estucos barrocos. Allí dormitan los moros, según la tradición. ¿Podría ser? Pero aparte de sus fiestas, en agosto al patrón San Bartolomé, está ese recuerdo de su Hermandad de la Vera Cruz. Bien estudiada por Yolanda Martínez y

Raúl Luengo, nos lleva a ese siglo XVII como momento de su fundación, bajo la advocación de la Sangre de Cristo como Cofradía medieval de profundo corte devocional. Ahí estaban los hermanos de la Luz, alumbrando con sus hachas de cera las imágenes que desfilaban en Semana Santa mientras los hermanos de Sangre se flagelaban o se disciplinaban durante la procesión del Jueves Santo. Mucha tradición de antaño y ahora, en recuerdo.

/ FRESNEDA DE ALTAREJoS /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 169

/ FRESNEDA DE LA SIERRA /

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ste lugar es, como la mayor parte de todos los que por aquí se pueblan, pequeño, apenas con edificios notables y, aireado por esos vientos de la llamada Sierra de Cuenca, una vez que desciende siguiendo el cauce del Escabas. Pero esta zona que algunos llaman Campisierra por eso de la necesidad de organización territorial, está bien poblada de ese monte carrascal con enebros, sabinas y fresnos, aquel árbol ahora menos abundante, que le diera nombre en tiempo de repoblación cristiana. Aquí, sin moros, los cristianos de Molina de Aragón, decidieron quedarse para fundar lugar por evitar encontrarse con los predios de la Orden de Santiago que iban recibiendo las buenas tierras manchegas. Fue una buena elección, sin duda, más que nada porque fueron sus primeros habitantes y los que darían lugar a la mayor parte de estas poblaciones dedicadas al pastoreo y a la agricultura no muy selectiva. Sin embargo, algo curioso hay aquí en Fresneda y ese algo es el enorme edificio arruinado que ondea en lo alto del cerrillo que da abrigo al pueblo. Una tremenda iglesia debió de habitar allí, dedicada a San Miguel Arcángel, el santo defensor del ejército cristiano y que, ahora, dormita entre ruinas con algún que otro resto de arcada barroca. Seguramente su abandono se debiera a la mala elección del terreno sobre el que se edificó. En el siglo XIII este lugar pertenece a la Tierra de Cuenca, como todos los del contorno. En el siglo XVI 170 / Pueblos de Cuenca

paga diezmos a la Catedral de Cuenca, tiene prestamera a cobrar por el Colegio de Jesuitas de Cuenca y beneficio curado a la citada catedral. Como se puede apreciar, ésta y su anejo de Castillejo, son explotados por el alfoz conquense. Necesitará, por tanto, un par de siglos para alcanzar la libertad como lugar de realengo pues será en la Escribanía de Granados (1553-11835) cuando se refleja el privilegio de acotar los pastos para ganados y poder adehesar otras tierras. Durante algún tiempo pagará alcabalas a Fernando Vicente de Borja, caballero de la Orden de Santiago, por herencia testamentaria catedralicia. Me gusta este lugar a pesar de su descuidado caserío. Impresiona a la vista cuando llegas ese gran edificio arruinado, pero aún hay casas que mantienen el sabor popular de antaño en esas construcciones de portada de arco de medio punto, portones, algún tejaroz ya abandonado, ventanucos y el Ayuntamiento, demasiado mal remozado, pues ha perdido aquella identidad que le hiciera ser bello en el siglo XVI cuando se construye. Los chozos de ganado que se mantienen en el término dan la prueba de su dedicación vecinal, luego en la plaza la fuente moderna con toque barroco y el titular San Miguel Arcángel como patrón que celebra fiestas el 29 de septiembre. Sin embargo, la tradición mantiene a San Blas como el celebrado en esa hoguera que arrastra recuerdos de fuerte costumbrismo, intentando que quite o preserve de los dichosos males de garganta.

En el verano, las calderetas, paellas, guisos de la abuela y algún que otro postre, alternan con divertidas pruebas para los niños, alegrando así el dormitar del invierno.

/ FRESNEDA DE LA SIERRA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 171

/ LA FRoNTERA /

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iempre ha resultado curioso este nombre y por ello, hay honda preocupación por saber el origen del mismo. De ahí, que unos y otros deambulen en la explicación. A mí me gusta este lugar por muchas razones. Primero porque cuando llegas desde El Campichuelo el paisaje cambia bruscamente para traer sierra y asciendes hacia los montes altivos que conducen a Beteta o Poyatos; por otro, porque hay una estructura poblacional que rompe con los pueblos anteriores: hay alguna casona o antiguo palacio, iglesia grande, ermita en elevación, entramado de callejas mal ordenadas, huertos que se adentran en el caserío y, finalmente, porque aquí se hace buen aguardiente, sin duda. Está claro que aquí se instalan los primeros repobladores cristianos cuando llega Alvar Fáñez en su intento de conquista de la Tierra de Cuenca. Los más, procedentes del Señorío de Molina con apellidos como Corduentes o Cordentes, Sorianos de Soria y Ortegas de Mondoñedo, buscan este lugar y hacen frontera con los territorios dominados por el musulmán. Así queda el topónimo establecido. Cuando paseas por sus calles, el tejaroz te advierte de construcciones populares, ya metidas en Sierra, pero aún expuestas al cambio generacional. Entre medias, alguien te advierte que aquí hubo dependencia señorial y así fue, lo que ocurre es que se confunden dos titulaciones nobiliarias, por un lado, el tiempo en que la madre del señor de Buenache de Alarcón fundase mayorazgo, este don Juan Ruiz, y por otro, de mayor peso en poder, cuando don

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Juan Hurtado, señor de Cañete, crease aquí un mayorazgo a favor de su hijo Luis al casarse con doña Elvira de Rabanal en 1486, según escritura fechada en Salamanca. Eso quiere decir que estas tierras eran buenas para uso de explotación, tal vez porque su situación fronteriza también le daba solera, pero de una u otra manera, aquí hubo hidalguía a disfrutar. Esta razón va a determinar el nacimiento de don Gonzalo González de Cañamares, canónigo de Cuenca y fundador del famoso Colegio de Monte Oliveti en Salamanca para estudios de noviciados. Las becas para poder ejecutar sus propuestas vendrían determinadas por las muchas prestameras y capellanías que en muchos de estos y otros lugares había y que regentaron durante mucho tiempo los Girón Pérez Roldán. Te recreas en la calle del Egío, nombre curioso donde los halla, y disfrutas entre sus cuatro olmos de la escasez de este árbol milenario, luego la iglesia parroquial dedicada como una gran mayoría de estos lugares, a San Pedro Apóstol, donde el toque románico lo marca su portada que aunque de transición al gótico con ese arco no totalmente semicircular y casi ojival, siendo una prueba del momento poblacional de la zona. Pórtico bello, cruz de piedra, otra portada al poniente, torre y los medallones de rodete. Dentro poco más, a excepción de la pila bautismal bella.

rial por ubicación y estructura. Vuelves al pueblo y encuentras la calle castillo, nombre que alude a un posible emplazamiento en el monte que hoy mantiene ese pináculo con cruz, hecho por todos los vecinos de lugar con su esfuerzo en peonás. A los pies del monumento, la ermita de San Isidro donde se hace romería en tiempos modernos. Y ya no nos queda más que esa casona descuidada que tiene escudos sobre un tarja de piedra y que alude a Gonzalo González de Cañamares, pero siempre se ha dicho que la Casa de Cura era el antiguo solar del marqués de Palacios, señor de estas tierras, pero que no hay documentación de su fehaciente afirmación. Esto es La Frontera. Riquísimo su cancionero popular. A sus canciones de profunda devoción en la Semana de Pasión, se le unen las canciones infantiles y de mocedad, así como mayos y músicas o canciones de Ronda. Entre las primeras, muchas curiosas en su deletrear, tal cual esa que dice: “Veinticinco muchachos han apostado a comerse un burro desorejado. Como el burro era poco y ellos son muchos, se han quedado con gana los avechuchos.”

Enfrente de la población, la ermita de Belén diferenciada en dos claros cuerpos su edificio y muy señoPueblos de Cuenca / 173

/ FuENTE DE PEDRo NAHARRo /

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o me quedo en este lugar con ese buen olor que desprende su vino cosechado, uno de los mejores de toda Castilla, la Mancha y parte de otros términos. Excelente caldo que ahora advierte de su buen toque con premios y distinciones. Más si hay que hablar de atrás por eso de la búsqueda histórica, cierto es que su nombre o topónimo dice bastante. Se levanta como lugar poblado gracias a un rico manantial que va a abastecer las tierras concedidas a Pedro Naharro, dependiente de las tropas alfonsinas y que ahora, mantiene el Monasterio de la Orden de Santiago, sito en Uclés. El emperador Carlos V decidió darle independencia como villa, liberándola de los impuestos a la Orden de Uclés. Sus tierras basculan entre las aguas del Bedija y el Riánsares, cuidadas para el cereal en primera instancia. Lugar que bien cuidado elevará iglesia en el siglo XV a San Andrés como titular con no muy buenos materiales de construcción que obligan a su reedificación un siglo más tarde. Aunque no grande, alberga al principio un retablo y una capilla de cantería bien labrada. Más tarde se levanta la nueva, fuerte, sólida, con sillería en los esquinales y excelente mampostería de alzada. Sin embargo y aunque parece ser lugar libre, su dependencia a la Orden de Santiago queda muy determinada por el nacimiento de priores en este lugar, tal es el caso de Fulgencio Martínez Regañón y luego otro Miguel Martín Regañón, que les condiciona varias prestameras y beneficios para el propio

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monasterio, tanto de Uclés como de Ocaña, dependencia que según algunos documentos, nos lleva hasta el siglo XIX. La parroquial de San Andrés, en la misma plaza, aglutina la devoción popular, y su interior con bóveda de medio cañón, pilastras y lunetos mantiene una interesante decoración de grutescos. La entrada mediante esa puerta barroca de gran calidad complementa a su torre campanario de cuatro huecos, elegante y simétrica. Sin embargo, es la devoción a la Soledad la que enaltece el lugar. Curioso por desconocer cuando se inicia tal fervor, pero en el siglo XVII se levanta una bonita ermita a la Virgen con una elegante espadaña. Dentro, los retablos modernos de Lara, los bancos de nogal y los lienzos del Calvario y la Inmaculada. El caserío de todo este lugar es normal en cuanto a edificios de solemnidad a pesar de haber nacido aquí numerosas personas ilustres, tal es el caso de los Fernández Covo, caballeros santiaguistas, la familia Belinchón, los Alonso, los Mediamarca Soto y ahora, por casona a destacar, la de doña Elisa Peralta.

ledad en su plaza de la ermita como colofón de tradición solemne. Es interesantísimo su cancionero, pues la pasión y muerte de Jesús encierra alta devoción y excelente métrica popular. Cuatro partes y un epílogo la conforman, al igual esa cancioncilla bien tituladas ¡Alegría, alegría! Y que en día de Asunción siguen entrenando: ¡Alegría, alegría. Resucito el Redentor! ¡Alegría, alegría. Viva el Salvador! Después de estos días tristes De la semana mayor, Muestros corazones cantan Con sumo gozo y fervor. ¡Alegría! En este día glorioso De la gran Pascua cristiana, todos unidos, cantemos a la Virgen soberana. ¡Alegría!...

Pero el jolgorio es bueno y la tradición se mantiene popular. El primer domingo de mayo con su celebración de la Virgen de las Meriendas, con su hornazo, las quintadas en Santa Águeda, un poco antes, y la Virgen del Rosario con su típica hoguera, el pasacalles en galopeo y los torillos de fuego, para finalizar con esas fiestas de septiembre a la Virgen de la So-

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/ FuENTELESPINo DE HARo /

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s curioso llegar a estas tierras de Haro. Lo es, por cuanto aquí se desprende que hubiera en tiempos cierta nobleza de rango, crecido en época bélica, por lo que la reconquista de estos lugares pudo suponer. El castillo de Haro que reina en un altozano hace reverdecer a su alrededor una serie de poblaciones, nacidas todas en tiempos de repoblación cristiana, allá por el XIII, teniendo una Carta Puebla para todos sus habitantes. Aunque a distancia, el río Záncara, riega estos parajes y en la ladera de un monte llamado Cerro del Pinillo, al lado de una fuente con un espino como señal, nacería este lugar. Aldea dependiente de la Villa Excusa a cuyo censo Real castellano se adjunta, comienza a establecer jurisdicción propia en un terreno de buena calidad con el aprovechamiento de los pinos y carrascos de Monte Grande, el Montecillo y el Camo. Fue cuna de buenos agricultores dedicados por entero al cultivo del cereal, sobre todo de las variedades de trigo candeal y arisnegro, el cual era muy demandado para Murcia y Valencia. Algún chozo de pastores le da identidad de recuerdo. Aquí la Mancha se empieza a abrir en horizonte de oro, tostado por los rayos ante un paisaje amonticulado y expuesto al rigor de fuertes vientos. Durante tiempos pertenecería a la provincia de Toledo y al partido de Ocaña hasta el 1833, pero en su historia la dependencia de la Orden de Santiago también le mantuvo en ese derecho de diezmos obligado.

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En su término, los caseríos y despoblados de Arrajaderos, el Batán, la Mentirosa y el Tejar le han dados siempre el censo poblacional y su dependencia a la parroquial de San Pedro Apóstol, cuya advocación mantienen desde el siglo XVI. Quizás dilucidó potestad en tiempos de fundación con la Fuente del Cobo donde otra iglesia le abría devoción. En el caserío, la dedicada a San Pedro sobresale como en todos los lugares. De una sola nave, está totalmente restaurada y no tiene ninguna similitud en su traza con el templo antiguo donde el yeso a lo viejo y la cubierta de madera le daba el toque especial. Según el visitador del Obispado en 1579, “esta iglesia está amenazada de ruina, además no tiene forma de iglesia, ni de Capilla Mayor, sino de lona, sin ningún arte.” Cierto es, que en aquellos tiempos del Siglo XVII la devoción alcanzase tiempo y forma. De una u otra manera la hidalguía del lugar fortalecía las donaciones, creandose Capellanías y Prestameras.

una especie de ajedrezado curioso y su frente tiene cierta elegancia. El porche corrido con antepechos cerrado al poniente por la torre cuadrada y muy alta, le imprime esa solemnidad moderna poco común en los pueblos de la comarca. Destacaría su Cristo con cierta desproporción y de brazos articulados. Sus fiestas son variadas. La romería a la ermita de San Isidro, el 15 de mayo, es peculiar y en ella interviene con devoción todo el pueblo. En junio San Antonio de Padua es muy celebrado y en octubre el Corpus Christi, donde se mantiene aquel fervor de antaño bien aderezado. Curioso es, ahora, el encuentro con la reportera Pilar Rubio, afamada y de ascendencia en el lugar por su padre el que de niño corriese por todas estas callejas y parajes del lugar. Por eso, su alcalde Benjamín Prieto se siente orgulloso alardeando del mismo y haciendo credo de buena gente, acogedora y humilde.

Tal vez, aquellas tres de 1655, dotadas de buenos dineros, destacando la prestamera que estaba aneja al colegio de Belmonte para ayuda a colegiales siendo patria y patrón de un Refitor perteneciente a la mesa Capitular. Los apellidos Magno, Cuenca y Palomares son testigos de ello. La iglesia moderna tiene líneas rectas en forma de salón con grandes ventanales. En el fondo el planchón ancho de ladrillo colocado en diagonal forma Pueblos de Cuenca / 177

/ FuENTELESPINo DE MoYA /

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uando llego a la calle Real y me paro en la de las Tres Marías, me encuentro a Vicente Pérez de la Sierra y a José Benedicto Sacristán hablando, plácidamente, de nuestro recordado Luis Marco Pérez. Les escucho y veo el entusiasmo que les guía en la descripción de la triste vida de este escultor, nacido aquí, afamado en sus excelentes trabajos y no lo suficientemente reconocido por los círculos artísticos e institucionales. Miro la torre de la iglesia, inmensa, altiva, elegante, sobrecogedora sobre el caserío al que oculta bajo su bendición. Es piramidal en su final y entre su acogimiento, la talla del Nazareno impregna de misterio religioso todo el interior de un templo sencillo en traza y ornamentación. Estas tierras son antiguas y así lo ponen de manifiesto los yacimientos de la comarca. Que nace como lugar de repoblación no hay la más mínima duda, que surge a los pies de una fuente donde un espino le define, también, pues claro es su topónimo y que como aldea pasa a depender del alfoz de la gran Moya, también, pues como tierra de su Marquesado aparecerá a lo largo de siglos. Y es que, por aquí, el moro anduvo y mucho. Cerca del caserío la Torre de Ben Gomar o Abengomar, cubo cuadrado sin elevación, es testigo de escaramuzas entre los moros de Moya y los de Albarracín, tal vez, viendo llegar a las tropas del Arzobispo Jiménez de Rada cuando por aquí quiso conquistar para su mitra y además, entre su término, los restos de cerámica en

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baños cromáticos de cobalto, atestiguando tiempos históricos de antaño. En el término, muchos parajes y entre ellos, la torre de don Alonso, situada a poca distancia de El Cubillejo y el Cubo de la Vereda, cerca de hontanares y manantiales de agua, territorios que serían de la Orden de Santiago, una vez que sus torres o predios abastecían el Hospital de la misma, ahí al lado, en el lugar de Moya, amojonadas en tiempos de Alfonso X y luego en las revueltas comuneras del XVII. Este, sin duda, es un bonito lugar. Quizás ahora su caserío esté necesitado de arreglos, adecentamiento y limpieza, pero su solera la mantiene, sus gentes son hospitalarias y cuando pateas sus calles, como la de la Fuente que te lleva al abrevadero y lavadero donde la tradición sigue recordando tiempos austeros, te encuentras de sopetón con la placa que acredita el lugar de nacimiento del gran escultor Marco Pérez.

Cierro los ojos y veo desfilar los numerosos pasos que hiciera en su taller madrileño, el gran Marco Pérez. Aprendió eso del arte de esculpir e imaginar madera en Valencia, en esa afamada Escuela de San Carlos para luego compartir con sus maestros Ortuella y Macho, habilidades y buena traza, la mejor. Imagino como, entre la carretera y la calle de la Fuente, desfilan el Jesús Amarrado a la columna, el Jesús Nazareno del Salvador, la Soledad del Puente, San Juan Evangelista y la Virgen de las Angustias; mientras, por la calle de los Egidos, San Juan Bautista, San Pedro Apóstol, El Descendimiento, el Medinaceli, el Ecce Homo, la Exaltación, Jesús entrando en Jerusalén, el Prendimiento….todo es un clamor, belleza compungida en sus maravillas tallas. Marco, desde el campanario, contempla y llora, se siente solo, no encuentra sosiego entre sus gentes… Recordémosle.

Entre la plaza y la carretera muy poco espacio y con la cruz que en el interior te marca la devoción casi te despides, no sin antes entrar en su iglesia dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, con su trazado plenamente neoclásico, planta de cruz latina y cúpula sobre crucero. Portada de medio punto entre pilastras que cuando llegas apenas te das cuenta porque la torre se lleva todas las miradas. Dicen que las ermitas de San Roque y San Sebastián tendían romería en tiempos, ahora, poco o nada queda.

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/ FuENTENAVA DE JABAGA /

A

tiro de piedra de Cuenca, la capital, las pinadas de esta Tierra de Jábaga. ¡Qué gozada llegar a Jábaga ahora¡ Este lugar, en poco tiempo, ha cambiado para bien. Calles asfaltadas, Ayuntamiento nuevo, plaza, casas remozadas, apartamentos de reciente construcción, niños por las calles, matrimonios jóvenes en las esquinas….

Dicen que no hay como recordar la historia para hacer presente. Jábaga no tiene demasiada, pero su proximidad a la ciudad de Cuenca le hizo pertenecer a su alfoz durante mucho tiempo. Sin embargo, curiosamente, aquí se empezó a fraguar la batalla de reconquista de la ciudad, una vez que las tropas castellanas y los freires de la Orden de Santiago, aquí aposentadas en su vega durante nueve meses, decidieron afrontar su entrada por aquella puerta de San Juan, de alegre recuerdo para los Anales de la Historia del cáliz y la estrella. Y es que este lugar, próximo a Cuenca, fue siempre paso obligado de caminos. Los romanos, cuya rica cultura estuvo siempre bien definida por la explotación económica, buscaron siempre en las minas su poder, estableciendo una red radial para comunicar 180 / Pueblos de Cuenca

lugares de fuerte peso económico y por aquí cruzaba, tal cual su puente romano lo atestigua, en ese deseo de comunicar Cueva del Hierro y Segóbriga, primera población de la zona. Luego, por este mismo trayecto, La Ruta de la Lana nos llevaba hasta la Alcarria para subir a ofrendar a Matamoros, tal cual se hacía desde tiempos remotos. Esa y otras razones, hicieron de este lugar dependencia de la propia Orden de Santiago y por aquí también se transportaban las primeras habas de cacao que desde Uclés iban al monasterio de Piedra. Ahora, pueblo bien cuidado, sigue manteniendo ese emblema en su parroquial dedicada a la Purificación, donde la huella del románico original se mantiene en sus esquineros con sillares al uso, tal vez aquel recuerdo de la espadaña que desde sus caseríos y despoblados de El Alto, los Arenales, Caserío Fuenterruz y Jabaguilla, se divisaba. Ya casi nadie tiene escrito que aquí hubo litigio histórico de renombre, cuando en 1355, las turbulencias creadas por el reinado de Pedro I el Cruel trajo desavenencias entre la madre del rey doña María y de doña Leonor, tía del monarca, para romper el idilio de éste con María de Padilla y a cambio lo hiciese con doña Blanca, su mujer. El rey, viendo el levantamiento contra él de algunas ciudades, entre ellas Cuenca, vino a la ciudad de las Hoces para castigarla por su acción y no pudiendo entrar en la misma por estar bien custodiada y defendida, quedó en Jábaga durante quince días mien-

tras duró su asedio. Luego marchó a Toledo para después perdonar la acción de los valientes conquenses y a la casa de Albornoz, instigadora de ello. El 14 de septiembre con el Cristo y el 15 de octubre con Santa Teresa, los vecinos y forasteros comparten excelentes fiestas donde las vaquillas, la verbena y los oficios hacen de este lugar un referente a visitar.

Tal vez deberíamos remontarnos hasta esas fosas halladas en Villar del Saz de Navalón o en esta aldea, ya existente antes de que Alfonso VIII viniese por estas tierras. Y nos queda Fuentes Claras con su iglesia en estado ruinoso, dedicada a San Juan Bautista, el patrón del lugar al cual celebran, tanto en junio como en agosto, sin olvidarnos su Cristo de la Luz, al que bien veneran. (P)

Pero ahora, es un municipio que engloba a otros: Fuentes Claras de Chillaron, Navalón, Sotoca, Valdecabrillas y Villar del Saz de Navalón. Todos tienen su historia, todos tienen sus patronazgos, sus parroquiales del XVI y sus tradiciones mantenidas. Navalón aparece como aldea en tiempos de repoblación cuando Alfonso VIII le da este lugar al obispo Yañez, ahí está esa tabla de la Virgen con el niño dormido o el retablo a pintar por el genovés Matarana. Destaca su parroquial en esa Muela o Calvario, mantiene su hermandad de la Vera Cruz, antigua y solemne y devociona a su Cristo de la Fe en el 15 de agosto como celebración festiva. Qué decir de Sotoca, con su iglesia y su ermita de San Roque o su puente romano. En este lugar se sigue celebrando en sus buenas cuevas de vino el llamado “ángelus”, los sábados y domingos, sin olvidar la Candelaria como patrona del pueblo con sus dulces bendecidos, la Asunción, San Roque y ese Cristo de las Misericordias.

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/ FuENTES /

dosos, en ese bellísimo paisaje natural que le circunda. Luego, la laguna Negra te invierte en nostalgias y leyendas, para confluir en la del Ojo de la Corva.

C

uando te adentras por el paisaje del monte Morrón y la Cuesta de la Vega te sumerges en un mundo de cierta fantasía, donde el pino y el agua, nacida a borbotones, comparten idílicas sensaciones. Luego, la Dehesa de Arriba, la de la Casa y la de Fuentepeñuela, abren vallejos cubiertos de pastos donde podrían pastar infinidad de ganados de lana y vacunos. Lagunas, torcas y torquillas, manantiales, regueros, hondonadas, pinares, sabinares, caminos y sendas que te conducen hacia un lado y hacia otro, comunicando los despoblados y aldeas de los Molinos, las Zomas, la Casilla del Puerto, La Atalaya, las Radas y en algún tiempo, Villar del Saz de Arcas. Entre la torca de la Nava donde rompe el agua, el Torcazo, la del Águila y la del tío Regalo, aguas limpias y valles fron182 / Pueblos de Cuenca

Cuando ya has dejado todo ese paseo, divisas entre el cerro de la Magdalena y San Macario el caserío de Fuentes, llamado así por sus ricos manantiales, al lado del río Moscas, el mismo que alabase José de Villaviciosa en su Moschea, alegando el lavado constante de las lanas para tejer producción en sus artesanos oficios. Por aquí ha habido trashumancia, sin duda. La ha habido y mucha, pastando en sus ricos valles y bebiendo en esos abrevaderos que para tal fin abastecía su término. Esta tradición de antaño ha generado esa tan citada Ruta de la Lana que, como camino de Santiago, viene desde Monteagudo de las Salinas y te lleva a la Alcarria para alcanzar Soria y Burgos. Pero este lugar de Fuentes tiene profunda historia que contar. El AVE nos ha traído la riqueza arqueológica de ese mundo del Tiranosurio, con el yacimiento de Lo Hueco, alcanzando la universalidad del origen de la Tierra. Miles y miles de huesos fosilizados denuncian la antigüedad de una zona que le ha marcado profunda identidad. Pero no solo queda ahí su historia. Aquí, tierra reconquistada por Alfonso VIII, se hizo villa con privilegio real un poco después cuando Felipe II en 1557, por ese profundo valor de sus gentes. Sin tardar mucho, se levantó su templo parroquial dedicado a la Asunción de corte románico, con portada y

ventana que ahora lucen como tesoro artístico a contemplar. Su profunda devoción y religiosidad le hizo levantar numerosas ermitas, tales como San Sebastián, San Roque, San Miguel, San Juan Bautista y la de la Virgen de Gracia, ésta última a cuenta de ese Hospital llamado también de la Virgen de Gracia y que fuese fundado por don Juan Martínez Medina, canónigo de Cuenca, donde albergase a los necesitados con tres camas para pobres, dos capellanías y un vínculo, pero que entre sus estatutos bien se contemplaba la obligación de casar cuatro huérfanas en cada año. Pero no solo son cinco las ermitas que atiende esta población, sino otras tres, bastante arruinadas, tales como San Andrés, San Cristóbal y la Magdalena. Sus batanes, sus molinos harineros, su puente de piedra que orgulloso campea en el centro de la población, sus remozadas casas y esas Jornadas de la Lana que cada año celebran, haciendo de este lugar un alto en el camino. De lejos, cuando desciendes por el puerto, la iluminada iglesia te advierte de su esplendor, con luces de un amarillo viejo hacia la torre y brillos desde el frontón que altivo nos seduce por la noche. Ahora, remozada la parroquial en su ábside semicircular, con esa ventana románica aludida, la más suntuosamente decorada de toda la Diócesis conquense, hace un marco solemne en estrecha y alargada aspillera para luego ver ese espacio en forma de alacena con entrada por hermosos ajimez.

en su interior bóvedas de arista y pilares albergando una bella pila bautismal, lienzos, tallas y ornamentos litúrgicos de cierto postín. Sus gentes, acostumbradas al sufrimiento del trabajo, saben disfrutar como nadie de sus tradiciones y lo hacen en San Antonio, el 13 de junio, en esa citadas Jornadas de la lana, cada día más concurridas, también en ese mes y, en sus fiestas patronales, allá por octubre cuando celebran su Virgen del Rosario. Pero los jóvenes esperan la llegada de los Diablotes para el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Durante cuatro horas, de 9 a 13, dos quintos de ese año hacen de Diablo mayor y de Cura, rigiendo los destinos del pueblo, tanto el civil con su bastón de mando entregado por el alcalde, como el poder religioso. Con su cara pintada de colores significativos, rojo y negro, ataviados con una ropa especial el Diablo y con la sotana del cura, raptan a las jóvenes del lugar, metiéndolas en los chiqueros y pidiendo luego rescate para su liberación. Música para bailar, comida y buen jolgorio hace de esta costumbre una fiesta peculiar.

Para entrar, esa portada románica de influencia con bolas de las que arranca un doble arco para encontrar Pueblos de Cuenca / 183

/ FuERTESCuSA /

A

la margen derecha del río Escabas, descendiendo desde la alta Sierra, cruzando hondonadas, cortados rocosos de inusitada belleza, te encuentras un pueblo colgado en una ladera: Fuertescusa. Es el balcón de la Serranía, lo es y lo será, por enclave y por identidad. Sigues el curso del agua, cruzas la puerta del Infierno –maravillosos tuneles en su crepuscular rocoso sobre las transparentes aguas que le lamen a los pies de esas elevaciones centinelas de pétreo abolengo- y te unes al Guadiela, en curso bajo, entre el cerro Gordo, la Dehesa Boyal y el Sacillar, buscando borbotones que anudan valles y extensos pastos donde rebaños dormitaban antaño dando vida a una de las mejores cabañas ganaderas del siglo XVII.

No hay duda de que este lugar tiene un origen antiquísimo por restos de poblados del Bronce que encontramos en las proximidades del caserío. Sin embargo, es en época de repoblación cristiana, allá por el siglo XIII cuando llegan los primeros habitantes para generar alfoz, en principio dependiendo del Señorío de Molina, cuyos límites hasta aquí llegarían, confrontados con los del gran señorío de Huete, para luego tener independencia como lugar de realengo. Estos buenos pastos fueron siempre deseo de nobles y señores, así los enfrentamientos entre el señorío de Beteta, el marques de Ariza o el conde de Salvatierra, por entonces dueño de Huélamo, provocaron momentos difíciles para sus habitantes a lo largo del siglo XVIII. A su vez, no siempre se podía cumplir el famoso refrán que decía “en la tierra del Rey, la vaca corre al buey” pues en tiempos los molinos, batanes y pastos podían pertenecer en 184 / Pueblos de Cuenca

uso al rey y en otros momentos, al señor –tal como es el caso del marqués de Ariza al que se le paga en el XVI, 20 fanegas de trigo-. Fuerte Excusa, era lugar fuerte y también excusada, por cruce o paso en puerto franco, tanto en el comercio del hierro como en la trashumancia. De ahí, ese bonito topónimo, transformado al castellano actual en Fuertescusa. Desde el arroyo El Peral se divisa la torre de su iglesia, altiva por construcción del XVI y dueña del caserío que se cuelga a su vera. La parroquial, de una sola nave, pero sólida en su construcción presenta unos contrafuertes que le dan el toque de fortaleza, albergando unas semicapillas con bóveda de lunetos y medio cañón. La portada es bonita, pues sus jambas y el dintel de sillería están resguardados por un porche de corte serrano de madera, tradicional de estos lugares. Su torre ya no tiene campanas, pues un moderno reloj la ha sustituido para dar las horas de este lugar, que a veces dormita en la belleza de su entorno. En su capilla mayor un artesonado en forma octogonal con vigas cuadradas de lima bordón le decora, almitozando con cabezas de serafines alados dentro de los recuadros. Bello porque sí. Aquí se dice que hay gran devoción a la Virgen del Rosario, aunque se desconoce el motivo y el origen. Cierto es que en tiempos hubo ermitas, hoy desaparecidas, Nuestra Señora, San Sebastián y Santiago, ahora queda solamente la parroquial dedicada a San

Martín y la celebración de sus tres fiestas, la de agosto para el turista, la del primer domingo de octubre para su virgen y la del 11 de noviembre para su patrón. Y como final, invitar al forastero a recorrer su parajes, sentir el borbotonear del Escabas que hace cabriolas a la orilla del roquedal, subir y bajar esas sendas pastoriles, corretear por su plazuela, escuchar el sonido del agua y el grajear de sus pájaros luego, descansar con gastronomía de la abuela, en su hotel, aquel que se hizo para recreo del hontanar de la sierra.

/ FuERTESCuSA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 185

/ GABALDÓN /

C

urioso este lugar de Gabaldón, asido al lado de la carretera que te lleva a la Motilla del Palancar y que no tiene demasiada nobleza en las fachadas de su caserío. Aunque alguien se atreve a situar aquí una mansión romana en ese recorrido desde Iniesta (Egelasta) hacia Almodóvar, sin embargo, se funda como aldea gracias a un tal Juan Martín de Gabaldón que aquí se establece para cultivar sus tierras no antes del siglo XIII. Al principio, su dependencia foral es de Barchín al que se debe en justicia, pero por litigio y deseo, sus pocos vecinos solicitan depender de La Motilla por estar más fácil de andar su camino pedregoso. Tal es así, que desde el siglo XV es de este lugar aunque dentro del Señorío de Alarcón y luego marquesado de Villena, como toda está comarca. Esta dependencia le va a generar conflictos durante el tiempo de las Comunidades, cuando muchos pueblos de La Mancha y alguno de la Sierra se sublevan contra la corona de Carlos V en 1620 y provocan constantes revueltas comuneras, llegando a este lugar partidas de hombres desde el marquesado de Moya, apoyando a los Vázquez Acuña, Carrillos y Pachecos. Acabado el conflicto, la población comienza a crecer, se construyen más viviendas en una estructura simétrica alrededor de su pequeña plaza, se levantará un hospital, así como la iglesia parroquial aunque pequeña, cuya advocación a la abuela Santa Ana le incita al sosiego. Luego, sus tres ermitas devocionales antaño como La Concepción, San Esteban y La Soledad. Los papeles viejos hablan de aquellos tiempos de turbulencias. Citan como las comunidades dieran mucho 186 / Pueblos de Cuenca

que hablar, tanto que volvieran el agua en sangre allá en el Cañabate, cuando algunos capitanes, tal cual Juan de Portillo, nacido en Motilla y a otro de apellido Ruiz, nacido en el Gabaldón, allí cruzaron espada. Que aquí, en el siglo XVI, hay un hospital y un cenatorio que lo fundó Juan de Olivar y su mujer, Juana de Vado. Que hay en el cementerio un olmo que nunca crece y se atribuye a las ánimas del purgatorio. En el siglo XVII se representaban muchas comedias el día del Corpus, haciéndose en la plaza del lugar, y se cita, como en un caso hubo gran altercado contra los presbíteros del lugar por quitarle los aposentos reservados a los justicias reales. Arruinada la iglesia, se vuelve a reedificar en el siglo XVIII con buena mampostería y sillares, una nave central apoyada en unos pilares mixtilíneos cruciformes que le dan cierta elegancia. La portada, sencilla, con molduras planas en el arco de medio punto y en las jambas. Espadaña al pie que le da cierto toque de distinción. Hay una devoción a la Virgen del Rosario aunque se desconoce el motivo y el origen. La Parroquial, el Cerro y el Caño aglutinan su monumentalidad, creando ese clima que sus habitantes traslucen en la fiesta de la Pascua de mayo, para ellos, peculiar en contenido y añoranza, sin olvidar que el jueves lardero siempre ha creado sentimiento y luego, como en tantos y tantos lugares, su fiesta del verano, la más animada, en verbena y jolgorio con bajada de toros bravos y la bendición de Santa Ana, su patrona y señora.

Desde Valverdejo por ese estanque llamado Abejaberezo, uno descubre a la lejanía la belleza lineada de este lugar que apenas sobresale en elevación pero que deja entrever a San Patricio en esas flores de mayo. Este “yerbal” o monte, luego el carro de la Montilleja y esa curiosa devoción a San Agustín de Cantorbery (Canterbury) por aquello de la langosta, hacen del lugar, curioso encuentro.

/ GABALDÓN / Ayuntamiento e iglesia Pueblos de Cuenca / 187

/ GARABALLA /

L

as aguas del río Ojos de Moya o, simplemente, río Moya, desdibuja en las huertas que arrinconan un paisaje rocoso y verde, advirtiendo las primeras raíces de lo que sería un poblado prerromano. Así quedan restos en sus escarpadas rocas que siluetean esa pequeña pero fructífera vega. Sin embargo, los almohades que fracasan en la toma de Cuenca, pasan por aquí en 1172, descansan antes de la toma de Moya y permiten que Averroes escriba sus primeras líneas de conquista. Unos años después, en 1177, hay una pequeña fortaleza a los pies del río Bary Gaballa dando lugar al topónimo que en tiempos de repoblación cristiana abrirá núcleo en el siglo XIII. Pero la historia de este lugar está plenamente ligada a la Virgen de Tejeda, esa devoción mariana que hace centro de peregrinación desde época temprana. La aparición de la imagen en un tejo, cerca de una cueva en el mismo cauce del río, el 14 de agosto de 1205, durante el pontificado de Inocencio III, hace que el obispo San Julián permita la construcción en el lugar de un monasterio e iglesia que debían fundar los monjes que tuvieran como símbolo esa Santísima Trinidad, la misma que el pastor llevaba grabada en la piedra santa. Así será y de esa forma, desde el convento Real de Burgos vendrían en el año 1.207 religiosos trinitarios presididos por su fundador San Guillermo Escoto, quién fundase tal monasterio. La avenida del río Mayor o de Moya, provocando la ruina del convento

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en 1.516 obligaron a edificar uno nuevo que levantarían en el actual lugar de ubicación donde surgiría a su lado, la población de Garaballa. Este es el momento de mayor apogeo, tanto de peregrinación al lugar como de creación de su caserío. Habría que andar a tiempos pasados para recordar sus rincones de historia y monumentalidad. Por eso, en la base rocosa del cerro de la Leña, la cueva donde restos del Bronce se hallaron, un poco más al lado, esos restos de pequeña fortaleza donde romanos, después almohades y luego, carlistas, afianzaron posición de defensa. Al cauce izquierdo se encuentra el primitivo convento y luego su molino de papel, poco conocido y sí, importante por su producción a lo largo de muchos años. En el libro Becerro del covento, del año 1756, se hace constar la fecha exacta en que empezaría a funcionar ese bello molino que “principió a moler trapo el día diez, luego se harían algunos pliegos de estraza, más luego el papel fino o florete el día dieciséis de mil setecientos y cincuenta y seis”. Perteneció el mismo a los padres Trinitarios Calzados de Nuestra Señora de Tejeda, luego sería arrendado por Tomás Tornal de origen francés que desarrolló una intensa actividad en el siglo XVIII hasta la desamortización en que el convento y la fábrica serían abandonados, quedando solamente una herrería que compró un tal Pedro Conde. Era bello el cuño del gamo, cruz trinitaria y la palabra Texeda que le significaba.

Ahora, podríamos hablar del bello edificio conventual, el cual ha pasado de monasterio a Posada, luego Hostería, tal vez residencia y quizás, iglesia con cafetería. Arriba, en el caserío, la parroquial de San Sebastián, ahora casi abandonada y sin culto con espadaña de sillería y techumbre de madera; abajo, el santuario con su iglesia de cruz latina, bóvedas nervadas, el camarín de la Virgen, llamada “la capilla Sixtina de la Sierra”, decorada con pinturas barrocas y sus dos claustros. La parte baja con arquería de medio punto sobre pilastras de muy bellas proporciones, luego la parte superior con un ala de arquería también; el segundo claustro, barroco, es de planta cuadrada de cuatro arcos sobre pilares cuadrados y cubierto por bóveda con lunetos. Retablos barrocos de gran belleza, púlpito todo dorado con gofrado y algún que otro alfarje. Para el lugar y la comarca, sus fiestas del 8 de septiembre y su septenario en esa romería hasta Moya, cruzando todos y cada uno de los pueblos que la circunda. Belleza y fuerte devoción de gentes de Teruel, Valencia y Cuenca que aquí llegan para venerar a la virgen de Tejeda.

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/ GARCINARRO, MAZARULLEQUE Y JABALERA: VALLE DE ALTOMIRA O PUEBLA DE DON FRANCISCO

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A

los pies de la Sierra de Altomira, circundada por unas pequeñas alturas que le dan forma aserrada, rodeando tierras de Guadalajara a Trasierra, Almonacid e Illana, pero incardinada en la Tierra de Cuenca, formando ahora este feudo municipal de nombre Valdealtomira –tal cual, Valle de Altomira en su topónimo- o también la que un tiempo, no muy lejano, fuera llamada Puebla de don Francisco, acogiendo en su halda los lugares históricos de Jabalera, Mazarulleque y el propio Garcinarro y haciendo, de esta manera, población jurisdiccional de hecho y derecho. Quedan, no muy lejos, esos despoblados de Ballesteros y Mohorte, sus tres pequeños puentes de piedra que cruzan el arroyo y luego los olivares y viñedos, robles en su monte y el encinar de la Dehesida para arrinconar este bello entorno. Cierto es que al hablar de historia hay que irnos a la época de la reconquista, porque verdad es que por estos parajes hay huella de poblados del Bronce. Sin enbargo, se recuerda que cuando los cristianos de Alfonso VIII llegaron para dominar la gran ciudad de Huete, moruna hasta los ojos, se encontraron por estos valles, aunque si bien antes, en el lugar de los Borricales, se produjo una fuerte disputa a sangre librada entre los Lara y los Castros, rivales en esa nobleza díscola, quedando aquí muerto el famoso don Manrique de Lara. No se si por este hecho o por el posterior en reconquista de estas tierras, pero lo cierto es que el propio Alfonso quiso regalar una imagen de la Virgen del Sagrario, tal cual la que él siempre llevaba a los lomos de su montura, para

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este lugar de Garcinarro, quedando así construida en la parroquial del lugar, una capilla para esta virgen a imagen y semejanza de la que hay en la catedral de Toledo. Esta iglesia, dedicada por tanto a esta imagen, es de traza gótica, de sillería, tres naves, labrada a lo nuevo y que tuvo que ser restaurada como iglesia nueva, monumental, de amplio perímetro con una serie de salientes contrafuertes que la hacen elevarse solemnemente. Los casetones, las columnas estriadas, las hornacinas de concha, el triangular con el busto del Padre Eterno, las seis ventanas, el follaje y la fruta, la balaustrada y un sinfín de detalles le adornan y le enaltecen. En tiempos, sus caseríos tenían iglesias, luego ermitas y ahora, todas arruinadas, pero en el XVII se hablaba de Santa Catalina y San Sebastián, luego San Roque, la Soledad y Humilladero, más aquellas de los despoblados de Ballesteros y de Mohorte que antes eran iglesias y pasaron a ser ermitas. Ahora, la ermita de San Cayetano, de recien construcción y que recibe romería el 9 de agosto aglutina devoción y fiesta, tal vez, el patrón que sigue siendo San Isidro y luego el 15 de agosto las patronales de la Virgen. Las tradiciones siguen, por eso sus puches y pisto en ese magro con tomate en el día de todos los santos y la Cruz de naranjas colgada en la torre de la iglesia en el sábado santo para luego repartir, son mantenidas, junto a la matanza, reina del invierno.

Pero no podemos dejar de lado Mazarulleque (Maceruleque) con su prestamera aneja a las monjas de Jesús de Huete, con su anejo de las Cuevas, población que fuese de realengo y que tiene en su iglesia dedicada a San Martín Obispo, su principal edificio. Construida en el siglo XVI, sobre el sillar de un antiguo castillo que nos recuerda su solera histórica, corona el cerro de la Muela y en su traza defensiva servía de adelantado de la gran Opta (Huete), ahora casona fuerte. Luego, ese convento de Carmelitas Descalzas de Nuestra Señora de Altomira o del Socorro fundado en el siglo XVI (1563), el que luego se fundaría en Uclés por el prior don García de Torres. Todo un contenido en monumentalidad, historia y arte. Y nos queda Jabalera, tierra de la villa de Huete por mucho tiempo de la historia, junto al molino de la Hoz, con los despoblados de Caracena y Juarros, su monte del Robledal con su Nuestra Señora la Mayor con iglesia nueva que tiene hechura de muchos cambios, porche cubierto y torre estrecha y esos machones de contrafuertes en su interior cuya bóveda encubre numerosas imágenes y su bello retablo barroco. Al lado, su ermita de San Isidro, antes Santiago, con su romería del 15 de mayo, pero son sus fiestas, las de septiembre a la Exaltación de la Santa Cruz, ya que su patrón es el Cristo de la Agonía, sus flores, sus trabajos artesanales de esparto, sus rosquillas de sartén, los paños de ganchillo y su Santa Brígida. Un bello lugar con mucha tradición que hay que visitar.

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/ GASCuEÑA /

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los pies de ese cerro, en un terreno arcilloso y yesar, duerme una población cargada de historia, rica en pasado, rodeada de ermitas, molinos harineros, chozos de pastores y esas diez cuevas de vino que adornan en su proximidad a la bella ermita de la Virgen del Rosal. En la ladera meridional, soleado y a traspiés entre la Peña de las Ventanas y los Mojoncillos, dejando no muy lejos las ruinas del castillo de Plieguezuelo, moruno, a camino de Tinajas, en esta Alcarria rojiza, está la tierra gascona que Cuenca acogiese entre Montuenga, la Vega, Campillo y algún despoblado más. Hace tiempo que sus habitantes recuerdan –con cierta nostalgia- aquellos años de progreso, con capellanías familiares, hospicio, pósito para pobres, hospital, con192 / Pueblos de Cuenca

vento, abogados, albéitares, tejedores de lienzo, zapateros, sastres, cardadores, tintoreros, carpinteros, cabestreros, oficiales de alarife, calderero, broncista, longistas, arrieros y regidores de buen tino. Pero, todo este entramado artesano atendía a un progreso desmedido de este lugar, envidia de la comarca, que envolvía a un pueblo orgulloso de su origen y de sus ricos advenimientos religiosos. Por eso, cuando rebuscamos el origen de su curioso nombre, tenemos que ir hasta la Francia medieval, cuando soldados procedentes de la Gascoigne, acompañando al rey conquistador Alfonso VIII, como dote de su esposa doña Leonor, por acá vinieron. Sin embargo, hubo que esperar un poco a que Fernando III, en ese siglo XIII de gran recuerdo para las tierras de Castilla, decidiese llegar hasta aquí, ordenando repoblar y dejando que esos gascones ocupasen predio con tierras, aguas y batanes. Nacía de esta manera, la Venta de los Gascones y un poco después Gascueña, como villa con jurisdicción propia y derecho a imponer justicia. Un poquito después, el 10 de febrero de 1305, el obispo de Cuenca, don Pascual haría un cambio en Guadalajara con la infanta doña Berenguela, por el cual éste percibía la villa de Gascueña a cambio del castillo de las Peñas de Viana que le había concedido el rey Alfonso VIII. Así, la libertad. Todo lo que suponía la importancia de estas gentes lo volvería a adornar Felipe II y Felipe III cuando reconfirman el título de villa y la separan definitivamente de la jurisdicción de Huete. Es el momento de mayor apogeo de este lugar. ¡Cuánta historia encierra este bello pueblo! Desde el siglo XVI, su iglesia, bella porque sí, dedicada a la Natividad de Nuestra Señora, aunque de

mampostería, sus esquinales de sillería, la torre y sobre todo, la bellísima ornamentación de su interior, le enaltece. Pero este templo es el eje de una red de devoción sin parangón. A su lado, tres ermitas dentro del caserío y cinco fuera de él, dos en completa ruina, siendo San Ginés de Arlés, ese santo francés que al igual que sus gentes aquí quiso quedarse como patrón del lugar. Le ayudan en estos menesteres, San Abdón y Senen, para que luego defiendan la plaza, San Miguel y San Gregorio. Por eso, tal vez, fuese ese siglo XVII y el siguiente, los más fructíferos en tiempos de próxima modernidad: Se reforma como nueva la iglesia en honor de Nuestra Señora de la Natividad, ese bellísimo cuadro del Bautismo del Veronés, las pinturas del gran italiano Ricci, se edificaría el Hospicio de Frailes Mercedarios Descalzos, el Altar de la Vera Cruz, muchos marchan a las Américas, numerosos frailes a Filipinas y la ganadería mantiene un importante censo como medio de vida entre los agricultores de “pan para llevar”. En este momento, se funda la Hermandad de Soldadesca de Ánimas, la que define al lugar en tradición, populismo y sentimiento. Un poco después, las ordenanzas de la Cofradía del Santísimo Sacramento, dando lugar al cambio de oficio y ritos; nace también en estos años, el ilustre Fray Julián de Gascueña, profesor y obispo, luego el escritor Juan Bernardino Roxo y a bien tiene, el fabulista Iriarte, amigo de Moratín, residir momentáneamente en esta villa vuestra, haciendo letra de fábula. Mucha, mucha historia y tradición encierran estos edificios, este sublime caserío que tuvo que soportar la dureza sangrienta de la guerra de la independencia con

el Empecinado, las carlistadas con Polo y algún otro faccioso del tiempo como el renegado Astudillo, de tierras de La Isabela, o el Feo de Buendía, hasta incluso la desgraciada guerra civil del 36, siendo zona republicana. Pero el valor de la tradición lo marcan sus fiestas y celebraciones. Por San Andrés, la antigua Feria le hace concurrir en gentes de todos los lugares, sus Ánimas impregnan el populismo con misterio y recogimiento, sus fiestas patronales de San Ginés en agosto, ahora con solemne escudo y bandera que airean en la balconada, sus actividades constantes de cultura y deporte, todo, para hacer del lugar punto de referencia. Por eso, en tiempos, aquí nacieron tantos ilustres, tres obispos, un arzobispo, varios altos eclesiásticos, algunos catedráticos de teología, escritores, etc., y ahora, siguen vida honradas gentes que a bien se tienen por ello. Todo lo que rodea a Gascueña es bello en naturaleza. El misterio acoge a la Mora Encantada o el agujero de la Zorra, tal vez uno busque sensaciones nuevas en la Peña del Rostro o en aquel paraje de la Monja, donde la historia hiciera alquería de una hija del rey Fernando; por esos sus gentes de antaño han pateado el Campillo, la Perrera, los Villares, han bebido agua en la Peñilla o en la Fuente del Barranco para obtener ese suave cutis que tanto les define. Sus fuentes, su torre del reloj, su campana del XVII, sus porches, su Ayuntamiento, su plaza y, sobre todo, sus gentes, ese es el valor, sus buenas gentes, al bies de quien regidora es, por tiempos de ahora, María del Rosal Martínez que a nombre viste, hacedora de cultura y fiel mantenedora del arraigo de un pueblo con futuro. (P)

Pueblos de Cuenca / 193

/ GRAJA DE CAMPALBo /

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ntre ese camino de las Higueruelas, aldea o casi despoblado con algunos detalles de baldosas valencianas con ciertas figuras, y un poco más allá lo que se llama la Casa del Marqués, nos vamos adentrando en un paisaje, hasta cierto punto bello por su naturaleza, pero un poco huidizo. Alrededor de todo, los montes del Revolvedor, el Romeral y la Sierra dan el patrimonio a la Graja de Campalbo, para unos, escrita con b y otros con v. Este lugar de la Tierra de Moya es pequeño pero encierra un misterio en su atmósfera que unos y otros definen como de raíces celtas por eso de invocar a la propia Naturaleza. Inicias por la calle de San Sebastián, la principal del caserío, y en ascenso puedes llegar a la iglesia titulada en honor del mismo santo, donde un edificio con una sola nave alberga al patrón, con ese retablo del XVIII que en su momento se trajeran de Moya, producto de alguna de sus iglesias abandonadas. Afuera, un arco de medio punto y un alerón que deja entrever un mosaico levantino con la Virgen de Tejeda, dando así, la entrada para dirigir tu oratoria. Detrás de la iglesia, la calle de San Pedro con casas ya restauradas a la nueva usanza y algún rincón de vieja estructura serrana. En el otro lado, la calle de Isabel la Católica –aquella reina que mucho tuvo que ver en este marquesado de Moya– al que pertenciera por tiempo y forma, sin respirar mucho, la calle Mayor y, sin alejarnos demasiado del caserío, los pajares y eras como símbolos de otros tiempos. 194 / Pueblos de Cuenca

Ya no se recuerdan aquellas Cofradías de Ánimas del Rosario, ahora la devoción ha cambiado y desde el Mirador de la Sierra de Campalbo poco más, en todo caso, iniciar camino hacia los Huertos, hacia Landete o hacia Manzaneruela. Este lugar es bello en su término, sus fiestas son de solera, la romería a la ermita de San Pedro Mártir, singular y tradicional el 29 de abril y ese gran manantial de su Fuente de la Coneja.

/GRAJA DE CAMPALBo /

Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 195

/ GRAJA DE INIESTA /

Y ya en tierras de aquella Egelasta antigua, tierra de romanos que aquí hicieron feudo poderoso, nos encontramos Graja de Iniesta, una población que como aldea surgiese dependiendo de su alfoz en tiempos de reconquista. Recuperada Iniesta al dominio musulmán, la formación de una aldea en el lugar donde abundaban muchas aves dio origen, quizás en 1185, poco más o menos, a la Graja de Iniesta. En esa Manchuela cercana a los aires de levante, a escasos kilómetros de Minglanilla como cruce de la ruta Valencia - Manzanares - Andalucía y en ese Valle del Cabriel, Graja te permite descanso. En sus parajes, al lado del pino, la sabina, la encina, el romero, y los álamos, viven mamíferos como la gineta y el tejón, puedes recrear el espíritu andando por la Cañada del Serrano o por la Rambla de San Pedro. Su iglesia parroquial, del XVI, pues hay inscripción del 1580, dedicada a San Jorge y la cárcel que en tiempos fue de cierto peso. Pero en ese alto que domina el lugar, es la espadaña sin frontón la que sirve de símbolo con sus tres troneras para campanear, de sillería y de arcos de dovelas, para su portada con esa hornacina de concha con cierto festón que da entrada al culto. En su interior, bien está esa techumbre de madera con perfil de par y nudillo y sus nueve vigas tirantes, destacando las del altar mayor. Abajo, su pila bautismal, de amplia copa y de cenefa y gallones rellenos que le dan ese toque de elegancia en su recuerdo románico. No lejos, las aldeas o despoblados de la Teina y la Casilla de Luján y en el 196 / Pueblos de Cuenca

caserío, la traza popular que ya ha mezclado su sabor de antaño con las nuevas viviendas de moderno comportamiento. Desde que en el XVI la atendiera Juan de Piñas como clérigo hasta el siglo XVIII, momento de mayor apogeo con más de 70 pecheros y 2 nobles, este lugar dedicó su tiempo al cultivo de trigo, cebada y uva, aunque la escaña y avena dieran ese toque de color a un bello paisaje rodeado de excelsos parajes. En viejos papeles se reflejan anotaciones que recuerdan el pedrisco de 1847 dañando toda la buena cosecha de aquel año. Dicen algunos que un tiempo antes Dª Agustina de Lujan atendía con bondad a sus numerosos jornaleros y que, por eso, siempre hubo buenas cosechas, pagando a tres eclesiásticos que atendían con devoción la parroquia y sus dos aldeas. La Cruz de mayo y su Caridad con esa torta de pan y anisetes, junto a las fiestas patronales en honor a San Jorge su patrón, el 23 de abril, son la identidad de este lugar de La Manchuela.

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/ HENAREJoS /

N

o se si desde la cumbre de Santana o tras el Colladillo, lo cierto es que este lugar es antiguo y su encrucijada se diluye entre antiguos caminos, la Mancha, el de Chelva, el de Aragón por la Vereda y el de Cuenca, todo eso en ese cruce que bien llaman la Encrucijá. Cuando dejas de lado el caserío y te adentras en sus parajes, el ensueño te envuelve, porque no solo son molinos de luz como el de Terradez, sino que desciendes por el Cantón, luego la Peñuela y empiezas a dejar de lado piedras, cañadas y pinares, con manantiales ricos, rocas maravillosas –tal vez esa de la Peña del Gagante- y sin darte cuenta, llegas a las minas, ¡oh, las minas¡ que tiempos aquellos, de economía al alza, de esperanzador futuro con línea de ferrocarril en estudio que nunca llegase a ser realidad. Pero hay que buscar las raíces de este lugar bello. De esta manera, observamos como los topónimos abundan en esa búsqueda, pues el Castellar, el Castillejo, el Pozo de Hierro, el Barranco del Griego, la Mazmorrilla, el barranco del Hierro, las cuestas del Rey y así, unos y otros, que entre Dehesas, Peñacortá, el Roble y la Olmedilla son recorridos por las aguas del Ojos de Moya, tal vez el Cabriel y esas aguas del Henares. Fuentes que endulzan el callejón de la vida, entre los altos del Estrecho o la vega Mediana como la fuente de los Perros o la de la Pacheca. Pero, por ahí, hay restos históricos. En el Renachel, quizás la casa romana, en Royuela, las dos villas medievales, en la Mazmorrilla, los íberos, en el Castillejo, la atalaya defensiva que nos abre entre el collado de Cendio –con algún grabado ru-

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pestre- y esas cumbres hacia Moya, Narboneta y Mira, territorios morunos, en otros tiempos. Bien ha escrito y mucho, de ello, ese médico bien metido a historiador, de nombre José Dimas. Pero antes de entrar en el caserío tenemos que visitar la cueva del tío Modesto. Eso es capítulo aparte. Un bellísimo mural le acoge donde la mano del hombre prehistórico en esos tiempos de Neolítico hizo maravillas en la roca en un lienzo donde lo figurativo y lo esquemático se entrecruzan: jabalíes, ciervos, caballo, bóvidos y figuras humanas en acto de guerra y, sobre todo, de caza. Flechas, cabras heridas, guerreros en lanzamiento, la Z invertida, líneas quebradas, digitaciones, todo en un contexto rojizo que hacen de este abrigo el referente obligado del arco levantino. Entre esta y otros parajes, más pinturas y esquematismos, como el Cendio o los oculados de la Fuenseca. Pero yo quisiera acercarme ya a dos temas de alta trascendencia. Por un lado, las minas de Henarejos entre la cañada del Peral, o ese collado de Guijarro, barranco del Hierro y barranco de la Piedra: hierro, cobre y carbón piedra. Eran otros tiempos, todo fluía en esta comarca, el ir y venir de sus gentes, obreros, producciones en catorce minas carboníferas con esa explotación de la Sociedad Carbonera de Madrid y la Carbonera de Cuenca, siglo XIX, camiones, sacados por el río Castillejo, la mina de Sánchez, el rento de Henares, el derramadero de los escoriales, la Cañada Timones, la senda de los mineros, el frío,

el bar de Marino, la fuente del Manojal para abastecimiento, el macho o la burra para los difíciles pasos, tal cual bajo la peña de Algebe o el barranco de los Lobos y el del Agua Duz. Muchos y muchos recuerdos, ahora casi olvidados. Pero, su caserío también me engancha. Me lo decía una vez su anterior alcalde Nabor, también la actual corregidora Maribel, porque este lugar que está a los pies de su torreón, reedificado, huella de la historia viva en época medieval de luchas entre moros y cristianos, parece dormitar entre callejas y balconadas. La calle de Santa Ana, la plaza de la Encrucijada, o por la calle del Clavel, casi divisas los restos de la antigua ermita de San Juan, abandonada en tiempos, luego por la calle de las Peñas, la de los Caballeros donde abunda el ladrillo rojo. Todo, hasta la plaza mayor, caserío sencillo con algunas rejas, algún tejaroz y entre el Ayuntamiento y su plaza, la iglesia, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, tiene buena mampostería y una torre elegante y alta, señorial y en su interior, las bóvedas de pañuelos. Queda la ermita de Santa Catalina y las fiestas tradicionales que aún se mantienen: sus mayos son excelentes, San Antonio con sus mayordomos, el Corpus Christi con los suyos del Señor, las hogueras de San Antón, la caridad con el pan bendito y esa Hermandad de ganaderos y labradores, encargados de organizar las fiestas patronales el 15 de agosto en la Asunción y el 14 de septiembre en su Cristo de la Salud.

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/ EL HERRuMBLAR /

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aya con el nombre, más que nada por lo curioso para descubrir topónimo, pero lo cierto es que este lugar se formó al unirse las aldeas que le rodeaban, quizás por encontrar aquí buena agua para beber, tal cual el Pozuelo, que es el pozo que bien abastece a toda la población desde tiempos inmemoriales. Y lo digo bien, tiempos de muchos años atrás, como así nos los atestiguan los yacimientos bien estudiados por el arqueólogo Miguel Ángel Valero Tévar: el cerro Chavo con sus restos de la Edad del Bronce, zócalos de piedra y cerámica de labio vuelto; o los restos ibéricos de la ladera que mira al sureste; tal vez, el cerro de las Cabezas con esas ikalesken, y es que, por aquí, la cultura ibérica dejó buena huella, por eso Iniesta tiene buen museo y buen recorrido en esta civilización, sin olvidar la huella romana, la que hace de Egelasta, muy próxima, referente provincial y regional, si cabe, con El Balsón, aquí en este lugar. Por eso, sus gentes tienen buen escudo de representación y aunque poco más de la historia se ha podido descubrir, la población se asienta en estas tierras que son regadas por el Júcar, al lado de los Noguerones, Garaden y el Pino Casablanca con sus pocos vecinos se juntan para dar vida al núcleo poblacional que pudo bien llamarse el Cumbrar o el Retumbrar mientras dependió jurisdiccionalmente de Iniesta, para luego en 1782 independizarse como tal y seguir su propio camino. Por eso, la inscripción de Carolus II en su escudo blasonado.

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Aún así, este lugar ahora cubierto en gran parte de viñedos, como muchos de los lugares de La Manchuela, sigue teniendo bastantes despoblados porque en los censos del XX aparecían varios, como el caserío Corral de Juan Manuel, Huerta de Francisco Lucas, Huerta Fancisco Rubio, Huerto de Publio Sáiz y Huerta de Aló.

Y si no se conforman con esto, hagan un recorrido por sus parajes, lleguen, igual que lo ha hecho mil veces su personaje más afamado, Manolo Plaza, a cuesta de su todoterreno, y basculen sus ojos por esos cuchillos, bien llamadas Hoces del Cabriel, maravilla de la naturaleza, no sin antes pasar por el Alcahozo, Villamalea o Villarta. No lo olviden.

Yo creo que este lugar, al margen de su riqueza monumental expresada en su iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora la Virgen de la Estrella, la que muchos llaman Virgen de la Pita, por eso de la pita y el tambor como símbolos festivos de celebración, tiene recorrido en esa ermita de la Consolación. Pero, también lo tiene en esa ermita de San Julián, porque curiosamente se celebra este santo obispo, con su procesión y sus fiestas lúdicas a finales de enero, donde bien degustan un postre especial llamado sequillos bien elaborado con esa masa de harina, aceite y aguardiente, horneado y con azúcar, siendo bien aprecidado por todos, vecinos y forasteros. No se lo pierdan.

Por eso, sus fiestas, esa Semana Santa donde hacen el Chozo con madera y ramas, lo quintos, en ese sábado santo antes del Encuentro. No lejos, el emblemático puente de Vadocañas.

Pero entre su caserío, sin más valor que el normal en estos lugares, la parroquial se alza con su espadaña de estilo herreriano y rematada en cornisa con el sector tipo arco. Esta iglesia sufrió remodelación en 1777 y ahora está apta para su culto, con bóvedas de lunetos en su interior donde se alberga a la Virgen de la Estrella, la que dicen se apareció guiando a unos caminantes y en su celebración ese 8 de septiembre van bien servidos con esa pita y tambor constante para darle culto a la tradición. Pueblos de Cuenca / 201

/ LA HINoJoSA /

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or aquí siguen las tierras del Señorío de Alarcón. Aquellas históricas revueltas, enfrentamientos, dimes y diretes por posesiones y alianzas, el marqués de Villena por un lado, por otro, la reina Isabel la Católica, todo se vivió intensamente en estos lugares del marquesado. Aquí hubo castillo por eso su nombre lo dice, Hinojosa del Castillo, y aquí aunque poco hay escrito de su historia, ser pueblo natal de la madre del bibliógrafo don José Torres Mena, le hace enaltecer su recorrido. Sus restos en la loma, restos defensivos que marcan otros tiempos, posiblemente de la época medieval de mayor apogeo, decidió que en su ladera, una población crease caserío y de ahí este lugar. Me gusta recorrer sus calles, ahora emblanquecidas y con retoques populares en sus fachadas nuevas con rejas que le adornan. No hay casonas, pero sí adecentamiento. Pero en el camino, me entretengo con María Jesús, su alcaldesa y charlo un rato. Me cuenta que el castillo es un torreón, no sabe de cuando pero que sus tiempos históricos le hacen ser elemento de interés para todo el que aquí llega. Son muros de dos metros de grosor y su altivez nos llevaría a una atalaya en tiempo musulmán, siendo después referencia de término mientras perteneció al marquesado de Villena. Esa razón le dio importancia porque así se aprecia en su iglesia parroquial de San Andrés, de mampostería y techo de madera pero con buena torre que le identifica, su puerta de entrada, la antigua, se encuentra cerrada siendo la del saliente la que ahora te da acceso y que toca a la capilla de 202 / Pueblos de Cuenca

Nuestra Señora de Gracia, la que sin embargo, ahora, es la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, con portada de arco y pilares octogonales. Es, sin duda, una buena parroquial que declaman ahora de San Sebastián, no se por qué ese cambio, pero el tiempo manda. Lo es y lo fue, pues aparecen prestameras, dos capellanías, un refitor, un beneficio y una fundación hecha por Gonzalo Tévar de la cual se han beneficiado muchos vecinos en aquel siglo XVII, ahora templo que está remozando su galana compostura con reformas de buen tino. Homenaje, desde luego a estos hombres que escriben con tanto ardor y entusiasmo la historia de su pueblos, de sus gentes, de sus tradiciones y, en ello, Vicente Martínez Millán tiene un alto honor por ser de este buen lugar. Nos hablan sus papeles viejos que antes hubo dos ermitas, la de San Cristóbal y la de San Benito de Palermo. Ahora, San Benito dio lugar a la celebración de San Bernardino en 20 de mayo y en singular romería al paraje de “El Cerro” comparten devoción y tradición en “esa fiesta de los huevos” bajo la atenta mirada de la cruz que allí campea. Pero, de lo que se sienten, orgullosos, sus habitantes es de su fiesta de la harina. Aquella, que antaño bien se celebraba en enero en la festividad de San Sebastián como la Caridad tradicional. Sin embargo, los tiempos modernos han obligado al cambio estacional y ahora, es agosto, cuando los que emigraron y los que quedan se reencuentran, se ponen en fila organizada y con buen “saquito de harina” alborotan en polvoreda y restriego divertido, en ese 18 de

agosto, día del patrón del lugar. Es, más o menos, una tomatina manchega, digna de ver. Y ahí no quedan sus tradiciones, porque en La Hinojosa, el carnaval, el jueves lardero, la Semana Santa con sus guisos, peleles y enramás, la matazón, San Antón, los aleluyas y así un sinfín de costumbres que aún perduran. Qué bien mantienen sus tradiciones, con esfuerzo y tesón de los pocos vecinos que ahora habitan. Y acabo, haciéndolo con la referencia a esa “vacá” en recuerdo de la trashumancia de tiempos pasados y

que, circunstancias al margen, la trae casi en tiempos modernos. Ahora, campo de golf para el deleite del vecino y forastero; la Travesía con carril de bici y arboleda; el buen aderezado Nacimiento de aguas en ese lugar de “Los Portillos”; y todo ello, con alguna otra proyección de mejora en sus recursos demográficos que alivien el progresivo envejecimiento poblacional.

/ LA HINoJoSA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 203

/ LoS HINoJoSoS /

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ste lugar es muy curioso. Lo es por origen más que por estructura porque, proceda su término de hinojo como planta abundante o de oinos con significado de vino como alega Muñoz y Soliva, lo cierto es que lo que ahora es un solo Ayuntamiento y pueblo, fueron dos desde los tiempos de su creación como lugar. Una simple calle, ahora carretera que nos conduce de Mota del Cuervo a Villamayor, era la divisoria de dos lugares poblados e independientes, separados por ese pozo simbólico. Uno, Hinojoso de la Orden, al poniente, perteneciente a la Orden de Santiago, a quienes perteneciera desde tiempos de repoblación y el otro, con casas al saliente, Hinojoso del Marquesado por su dependencia del marquesado de Villena. Uno y otro, con su propia personalidad, su parroquial, su advocación diferente, sus rivalidades, sus fiestas patronales, sus costumbres y su siempre altanería de preponderar sobre el otro. Se unen en 1841 como un solo lugar con Ayuntamiento único, pero mantienen sus singularidades como barrios de origen. Así surge Los Hinojosos. Nos dice su historia que Hinojoso del Marquesado era aldea de Belmonte y que este lugar tenía privilegios pues estaba libre de tercería, pastorías, acémilas, guías de hombres, lanceros y ballesteros, hecho que hizo que se le trasladara gente en el siglo XVI desde el otro Hinojoso, el de la Orden, quizás menos considerado en aquellos tiempos. Por eso, el primero que tiene su parroquial dedicada a San Bernabé y antes lo fuera a San Cosme, con

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su bella torre plateresca que le da altivez y belleza, es un lugar con mayor prestancia en su caserío, con casonas y palacios, cuyas calles nombran familias de alcurnia, como la calle de los Losada, la del doctor Marín, la del Cristo, la Real y su plaza del Carmen, entre otras, al igual que su Pósito del siglo XIV y también el actual ayuntamiento sobre una antigua ermita, en algunos la de la Concepción o San Cristóbal y que ahora solo queda esa que llaman de San Isidro. Es, sin duda, un pueblo manchego puro, en construcciones y en sentimientos, que tuvo raíces de olcades en tiempos prerromanos, que en la Covatilla hay yacimientos de antiguo, pero que con el tiempo, los dos se unieron dando vida al actual, con esas dos iglesias, la citada y la de San Bartolomé, del otro Hinojoso de la Orden, majestuosa en su estampa, de origen románico con añadidos góticos, barrocos y platerescos, torre en el centro del testero, bella. En el interior del templo, en esa perfecta planta de cruz latina, tragaluces circulares y multitud de cruces de Santiago que le dan origen y dominio en sus pilastras y medallones de la bóveda. En aquel recuerdo devocional de este lugar, sus numerosas cofradías, tal cual la del Sacramento, del Rosario, de Ánimas, de la Vera Cruz, sus once fundaciones, como la de los Fernández de la Vera, Catalina de Perea, Francisco Sacristán, Isabel Izquierdo, Juan Fernández, Juan de Alcázar, los otros Izquierdo, la de María Tapia y luego la de aquellos Priores de Uclés, un tal Perea y Lara y un tal Tavira Almazán, mucho que decir de una villa que tuviese comendador y diez-

mos de pollos, lechones, y horno de poya. ¡Cuánto que contar¡ Es, sin duda, un pueblo con solera y mucha historia, en sus calles, en sus iglesias, en la ermita que queda, en el molino, en la torrecilla como huella popular del dominio de Villena y, sobre todo, en sus fiestas, la de la Morenita del Marquesado frente a la del Carmen como patrona de la Orden en ese otro Hinojoso. Gachas, rosquillas, dulces manchegos, caldereta, toros, sus retablos renacentistas, sus tallas como la de la Virgen del Roble, sus lienzos como el de Jesús desnudo, su pila bautismal de gallones, sus nueve retablos barrocos en San Bernabé, su Virgen de Guadalupe y su himno compuesto por don Ramón Ramírez. Hay recorrido natural desde el cerro de la Hontanilla, su emita de San Antón y su paseo a los pinos.

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/ EL HITo /

Virgen de la Encarnación patrona de Villas Viejas te ha sacado un labrador, en la punta de su reja…

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sta es una coplilla que nos lleva a su antigüedad, a ese lugar de Villas Viejas como despoblado que origina romería y una costumbre, de las más populares de la región, con ese tradicional paloteo, danzas y bailes. Ya hablaremos de ello. Pero, el Hito, es término alusivo a mojón, algo que divide, que advierte y que, en tiempos romanos, marcaba miliario, descanso o quizás villae en ese caminar hacia Complutum. Si fue Istium o Histium como dicen algunos o fue Itucis, ahora nos da igual, porque lo cierto es que gira en torno a una peculiar laguna, bellísima por encanto natural, adornada en tiempos del año con sus grullas solemnes, las que aquí descansan en su emigración forzosa porque es su reino, el que perturban en algún tiempo al año, sus diablos. Yo creo que cuando uno se desliza hacia ese lugar, empiezas a darte cuenta de lo que es la tradición y su fuerza de la costumbre. Cierto es, que se han perdido aspectos curiosos, tal es el caso de la cascadoná que en lámparas de aceite con cáscaras de huevo, atrevían en mayo a los vecinos, porque la enramá del 28 de mayo enaltece al más austero, sin rimas y sin más producto de su solera y de todas aquellas cofradías que en numero de ocho había antaño: Santísimo, Vera Cruz, Rosario, Los Pages, 206 / Pueblos de Cuenca

Santa Catalina, Nombre de Jesús y San Francisco Javier y que, ahora, poco queda de sus Vínculos, tal cual aquel Hospital que tenía dos camas para los pobres. El Hito es un pueblo especial y lo es por dos claras razones: su laguna y sus danzantes en diablada (endiablada) permanente. Su patrona es la Virgen de la Encarnación y es en mayo, en ese tercer domingo cuando todo arde en jolgorio, populismo y tradición ancestral. El baile de los diablos en una fiesta primaveral, de campo, de frutos, de devoción, y sin parar se hace por el caserío, por las calles, por los caminos, por las hondonadas en busca del altozano de la Mesa desde el que se bendicen los campos, y esos diablos hacen sonar sus cencerros al lado de su Virgen a la que llevan en andas de romería procesional. Luego en su templete a repartir sus rolletes bien elaborados, y entre medias, los afamados siete paloteos en danza peculiar para conmemorar ese honor de la imagen, por eso danzan, hacen sonar y palotean, haciéndolo tres veces al año, en marzo y sobre todo, en esos dos momentos de mayo. Es espectacular.

llega al lugar, como tampoco su patrón, ese Santo Cristo del Amparo, en agosto, con verbenas y vaquillas, o tal vez, a Santa Lucía en ese diciembre a veces demasiado frío donde las hogueras te advierten. ¡Hay que ir al Hito! Entre su cancionero, villancicos, mayos y danzas se alternana como tradición. He aquí una de ellas, de letra curiosa: “El gordo tordo en la zarza está, por donde ha entrado por allí saldrá. Muchahchas que vais por agua a la fuente del Villar, ha salido un pajarucho, y os ha querido picar.”

Pero este lugar que tiene parroquial dedicada a la Asunción, que tiene torre de un solo cuerpo y portada demasiado erosionada en su frontón partido, tiene también el Ayuntamiento del siglo XVI, la famosa calle Rosa, la portada medieval, la calle Cadena y su portada con alero. Aquella ermita del XVII a San Sebastián, aún mantenida y su pila bautismal de gallones en la parroquial no deja ausente a quien Pueblos de Cuenca / 207

/ HoNRuBIA /

Sebastián, Santa Águeda, San Cristóbal, San Gregorio, o Santa Quiteria, ya entonces derruida, te advierte y te engalana aunque ahora sea recuerdo. Pero está su Santo Rostro, como lienzo, con su reliquia de milagros del sudor de la sangre en ese cántico popular que dice:

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o muy lejos del Júcar, casi a tiro de piedra, entre sus aldeas y bastantes despoblados, tales como las casas del monte de Santiago, la de Alejo, de la Motilla, la que dicen de la Cartuja, la del Montó, la de Marín y Zarza que nos dice Torres Mena, sobre el río con sus dos molinos harineros, la llamada Torrelapresa y la de San Gregorio con su ermita, nos dan todo ese amplio abanico de jurisdicción de un lugar en el que pasó su infancia este insigne escritor y polígrafo conquense. Está claro amigos que este lugar fue de gran privilegio y de fuerte solera. Lo dicen sus despoblados, su amplio término, su tierras pertenecientes al Hospital de Santiago de Cuenca, ese monte de Santiago o Torrelapresa antes aludido o su dependencia a ese marqués de Palacios que tanto aparece en numerosos pueblos de la zona. Pero, si miramos su devoción todavía nos envalentonamos más, porque contar con aquellas ocho ermitas citadas por los visitadores del obispado, tales como la de Nuestra Señora de las Nieves, Santa Ana, San Roque, San 208 / Pueblos de Cuenca

En la plaza de Honrubia Nunca anochece Porque está el Santo Rostro Que resplandece. Es su ermita por excelencia, la que antes decían Cara de Dios. Un edificio sólido de una sola nave, donde se celebra el 18 de septiembre. Pero también queda esa celebración a la Santa Verónica -la que bien nos cuenta Torres Mena- cuya hermosa iglesia acogía a mucha devoción popular y que el mismo Girón nos relataba. Este lugar que pudo llamarse así por eso de la Fontrubia y su fuente que manaba cierto color, fue aldea de repoblación del señorío de Alarcón, como lo fueron todos los lugares de esta comarca, después sus tiempos del marquesado de Villena, pero de una u otra manera, aquí el cruce de caminos lo fue con venta de paso y lo es con carretera de uno y otro lado. Eso le hace ser punto de referencia y así queda atestiguado. Su parroquial marca la altura y su advocación de la Asunción con portada renacentista de corte elegante con baquetones y archivoltas nos habla de tiempos del XVI, tal vez el XVII cuando se eleva su torre, aunque no alta, sí proporcionada. Por eso, ir ahora a Honrubia es disfrutar de sus parajes

y de sus ocios, tal cual su helipuerto, su proximidad al embalse de Alarcón, su merendero, su campo de golf integrado en el paisaje pinar, su barbacoa, todo al lado de ese Cerrito que para ellos es símbolo como Monte Cereza. Pero donde está la identidad es en sus tradiciones y en su devoción. San Gregorio en mayo, San Isidro, San Antón, San Cristóbal hasta su ermita en romería moderna y sobre todo ese 17 de septiembre en su Santo Rostro querido. Por eso, hay que acabar hablando de su ermita al patrón, de su recogido entorno, en mampostería con cimborrio, arco toral, pechinas y media naranja, sin acabar aquel coro que quiso decorar el latonero Gálvez, el retablo barroco de Bort, o la madera traída de Valera y Fuentes. Después, aquel plomo del tejado que le daba solera antigua fue sustituido por una teja valenciana que le da ese toque levantino y ahora esta ermita tiene dentro imágenes numerosas y todos los enseres habidos y por haber, porque los frescos, las pilastras, los abarrocamientos y su pila bautismal de gallones nos seducen en esa excelsa devoción de sus habitantes, orgullosos de vivir en este lugar.

Pueblos de Cuenca / 209

/ HoNTANAYA /

A

quí bendijo el lugar San Pedro Apóstol, por eso su iglesia le alude. Tierra vinculada al Belmonte de los Pacheco, sobre todo como aldea que así fuera, pero que luego en el marquesado de Villena se le diera cierta importancia. Se deja querer bajo la estribación de esa Sierra de Almenara, aunque el otro monte, lleno de arbustos te hace más liviano su caminar por eso allí hacían surco sus labradores de antaño. El tejar, el molino, esa Sierra Jaramella, su Resucitao como costumbre que bien arrastra lo popular. Todo se mantiene, aunque sea en el recuerdo, pues queda aquella parada de postas que aquí tenía solar con ocho caballos para su servicio en el siglo XIX.

Sin embargo, es la tradición devota a su Cristo del Socorro, en septiembre, cuando se hace esa romería de la que tanto advierten sus habitantes. Lo suben el catorce de septiembre y luego lo bajen el veintitrés a la ermita del Caorzo, bello paraje. Este lugar de nombre alusivo a su fuente, bien la de los caballos, o bien rico manantial que en tiempos estuviera a cargo de un tal Anaya como repoblador del siglo XIII, tuvo curiosa prestamera a cargo de los Jerónimos de Sigüenza y desconozco el motivo, pero su capellanía y la ermita de San Sebastián, en las afueras, hicieron la necesidad de fundar vínculos para apoyar su mantenimiento, el mismo que fundara aquel obispo de Quito, un tal Ladrón de Guevara. Es, sin duda, su Santo Cristo lo que les une. Las mesas por las calles en su recorrido procesional, la 210 / Pueblos de Cuenca

subasta de las cuatro esquinas de sus andas para llevarlo o las ocho cintas que también adquieren poder de subasta, hacen de sus fiestas un lugar emotivo de reencuentro y vecindad. Por eso, su mes es septiembre. Y esa devoción la sustentan todos sus habitantes, no solo los que habitan el caserío principal sino sus anejos, aquellos que en 1940 también censaban, como los del Arroyo, el Cabezuelo, Jucarejo, y Parral Quemado. Pero en su iglesia es donde tienen el edificio más monumental, igual que sucede en cada pueblo. La primitiva de una nave y mampostería, con capilla mayor y otras laterales, dio lugar a una nueva, reedificada, con sillares en las esquinas y una torre cuadrada de tres cuerpos aunque de poco perímetro. En su interior, la bóveda de lunetos y la cúpula de media naranja, alberga un bonito retablo en el altar mayor de grandes proporciones y una hornacina con marcos de espejo sobre temple con ese Encuentro de Cristo y la cruz al hombro junto al titular de la iglesia mientras predica. Fustes, cardenetas, apliques, candeleros, ángeles orantes y su pila bautismal de cabecitas aladas. Eso, con su ermita del Santo Cristo del Socorro aludido, aquella arruinada de San Sebastián y en septiembre, sus damas, su reina, su pregón, sus peñas y su jolgorio saludable, hacer de esta guisa, su seña de identidad. Siempre bien me lo ha dicho, mi buen amigo Pablo Pinedo.

En su cancionero algunas estrofas resuenan: “Quien me vende por aquí un celemín de bellotas para echarle a mi gorrino de, cuando en cuando, unas pocas.”

/ HoNTANAYA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 211

/ HoNTECILLAS /

C

ierto es que todos los pueblos que bordean, de una u otra manera, el pantano de Alarcón, han tenido ciertos privilegios naturales, impuestos por la propia dinámica que genera la abundancia de agua. Estos lugares, circundados por los montes del Rodenal y Sierra Monje, regados por las aguas del río Júcar, mantienen jurisdicción territorial de campos, ahora cultivados por el girasol y que antes fueran muchos de ellos propiedad de los Ruiz de Alarcón, marqueses de Valverde. Es un lugar agradable, su caserío recoge a una población que tiene su origen en aquellos años de reconquista y posterior repoblación bajo la batuta del Señorío de Alarcón, que adoptó nombre gracias a las fuentes que abundaban en su territorio y que como fuentecillas daría luego paso léxico a Hontecillas (de fon a hon). Tal es así, que en las inmediaciones del lugar, las fuentes del Lavadero y la del Pilar, simbolizan gran parte de su topónimo y le dan a esta población ese especial toque de naturaleza y ocio. Inmerso en lo que ahora llamamos Manchuela, con sus caseríos o despoblados de Valdecarretas y la Vereda, hizo historia en su tiempo por ser lugar de privilegios concedidos y contar, de esa manera, con rollo para administrar justicia, teniendo en su Virgen del Romeral, la patrona del lugar, una importante seña que le identifica. La parroquial dedicada a esta imagen es un edificio solemne. De tres naves en su primitiva construcción, ahora, mantiene una central, pues la de la derecha 212 / Pueblos de Cuenca

alberga la sacristía y la de la izquierda, prácticamente está inutilizada. Su bóveda es de media naranja sobre pechinas y en toda su construcción interior y en la ornamentación que le complementa, tal cual, las capillas y retablos, el barroco es el momento artístico definido. En la capilla adosada al Mediodía de la cabecera hay unos barrotes de hierro, muy curiosos y artísticos, mientras que en la capilla de los Parrilla, las lápidas sepulcrales de sus fundadores, dan el toque solemne e histórico al lugar. Allí, los Parrilla y Alarcón, o los Parrilla y Castro, gentiles e ilustres hombres del XVII y XVIII que fueron ayudantes de los obispos de Córdoba y Cuenca, con su emblema genealógico de flores de lis, nueve veneras, dos parrillas y un castillo, nos hablan de un pasado importante. Su Virgen del Romeral, aparecida según leyenda por allá por el siglo XII, ha sido compendiada por José Félix Alarcón y Espinosa, dándole ese opúsculo en octavo, y siendo la causa de que este lugar fuese poblándose alrededor del primitivo templo allí construido. La familia de los Rubio, Cesáreo y Ciriaco, teólogos, procurador general de la Compañía de Jesús el primero y gran profesor el segundo, le dan ese toque de distinción por allá en el XIX, y ahora, sus fiestas en la segunda semana de agosto en honor de su Virgen con todo lo que ellos conlleva, aderezado por sus ricos guisos tradicionales, sus recorridos por el lugar, sus deportes de agua cuando la lluvia aflora en el pantano, su festival Hontecillas Blues, en moderno

recorrido juvenil de música y su ermita de Nuestra Señora de la Concepción hacen de este lugar, punto de inflexión y divertimento. Y hemos dejado para el final, su hermandad de San Antón, esa vieja tradición que aglutina el personalismo del lugar, con sus protagonistas, los Cargos, con sus títulos de capitán, teniente, alférez y abanderado, acompañados de esos músicos que, en pita y tamboril, les siguen después de haber avivado su hoguera con buenas viandas en la noche anterior.

Luego, recorrido el día del santo entre las brumas de la niebla, pasacalles, bendición, la almoneda de los productos obtenidos, llegando al final con los cambios de cargos en el pórtico de la iglesia con eso de que: “ aquí te entrego esta insignia, con mucho gusto y agrado, para que San Antón te de salud para gastar otro año.”

/ HoNTECILLAS/

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 213

/ HoRCAJo DE SANTIAGo /

A

quí son tierras de la Orden de Santiago y bien lo dice su topónimo, no solo por eso de Horcajo, término natural de su ubicación, en un cerro pequeño con valle al lado y dos cañadas, con sus vegas del Almanzor y del Albardana, por donde pasa la Cañada Real, sino por el complemento de Santiago que le determina su pertenencia a esta Orden, popular y poderosa, con capital en Uclés y que desde tiempo inmemorial tuviese aquí encomienda y jurisdicción. No quisiera hablar mucho de su pasado que sí que lo tiene, porque esta villa monumental alcanza rango y solera en todo su caserío, destacando su parroquial donde veneran a la Concepción, aunque antes lo fuera a Nuestra Señora de Gracias, allá por el 1511. A su alrededor, numerosas ermitas dan fe de esa fuerte devoción y aunque fueran más en otros tiempos, ahora cuatro airean su religiosidad: Nuestra Señora del Carmen, San Sebastián, Santa Ana y Nuestra Señora del Rosario. Luego, calles, callejas, plazas, blasones en algunas de sus casonas, la Casa de las cadenas o de los Orea donde Fernando VII se alojase, la Casa del Marqués, de los Silvas, de la Notaría, de los Ortiz, la del Veterinario, la del Jardín, la de la Encomienda, la de la Tercia y así, un sinfín de rincones bellos para andar con tiempo. Pero yo no quiero extenderme en su historia que desde luego es mucha, ni tampoco en su monumentalidad que también la tiene, sino en sus dos tradiciones más solemnes. Porque, la tradición es el sabor del pueblo, es el sentimiento marcado en sus

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ancestrales costumbres que definen la identidad del lugar y de sus gentes. Aquí, la festividad de San Sebastián con sus famosas tortillas el 20 de enero y el Vítor a la Inmaculada Concepción, los días 7 y 8 de diciembre, representan esa identidad tradicional.

monta a la propia Orden de Santiago, encargada de llegar a sus encomiendas portando el estandarte de la Inmaculada Concepción, a caballo, desde Uclés la capital, y cuyos priores así hacían. Ahí está la tradición mantenida.

Si empezamos el año, San Sebastián aplaude a los agricultores en su recolección de la aceituna, barbecheando y podando las viñas y así, festejando a este santo que tiene ermita, igual que lo hacían desde su origen allá por el siglo XV. Se recuerda que en aquellos tiempos, la peste diezmó en varias ocasiones a la población y ésta, asustada por ello, clamó al cielo, pidiendo respuesta divina para tanta desgracia apoyándose en este San Sebastián. Un documento que guardan los archivos de El Escorial, refleja el Voto de Villa que se realizaba en esas fechas y que decía: “En la villa de Horcajo se guarda vigilia del día de San Sebastián que no se coma carne y esto por voto del pueblo, por devoción, contra la pestilencia que hubo en dicha villa y es muy antiguo”.

Ahora, a caballo, sus tres portadores, deseosos de hacerlo, desde la Puerta del Sol de la parroquial, engalanados para tal acto, ilusionados, llevarán desde la tarde del 7 hasta el atardecer del día 8 en que se devuelve, calles arriba y abajo, rincones, casas, lugares, campos, su estandarte en lujo compartido por devoción, mientras el pueblo le aclama en muchedumbre al canto de ¡Vítor, Vítor la Purísima Concepción de María Santísima sin pecado original, Vítor, Vítor, Vítor…¡

En su procesión desde la iglesia a la ermita, recorriendo sus calles, los devotos, algunos, siguen guardando esa vigilia establecida de “no comer alimento que toque sangre”, naciendo así las tortillas del santo que, además de patatas y huevos contienen guarniciones vegetales para cumplir con el voto.

Por eso, sus despoblados de Belmontejo, al lado del Bedija y el Riánsares, el antiguo barrio del Arrabal, el rento Casa del Capitán, la casa del Marqués, la Casa Plaza, el barrio de Santa Ana y los de la Virgen del Rosario, todos habitan y acuden a sus fiestas devotas y tradicionales. Atrás quedan los Comenderos de la Orden, sus molinos de la Torre y Molineta, las fuentes del Caño, del Agua y del Nacimiento y sus chozos de pastores. Ahora su grupo folclórico Río Almanzor y su Banda de Música, reviven año tras año, su costumbrismo más popular.

Y finaliza el año, con el Vítor, ¡qué decir de esta celebración¡ Desde la Edad Media, en esa procesión más larga de toda la Cristiandad, cuyo origen se rePueblos de Cuenca / 215

/ HuÉLAMo /

pués como propiedad de esa familia bereber de los Hawara, que luego fuere reconquistado por los Ruiz de Azagra de Albarracín, primeros en llegar a estos lugares para su dominio- antes de Alfonso VIII-.

L

a verdad es que hablar de Huélamo siempre es gratificante. Primero, porque es lugar de la Sierra de alta belleza y singularidad en su contenido, segundo porque es uno de los pueblos más antiguos de Cuenca y tercero porque en él, hay gentes a los que yo les tengo bastante afecto. Podemos ir, a camino entre el ascenso o el descenso del Júcar, da igual, llegas hasta sus riberas y cuando se abre al valle te sumerges en fantasía por la belleza de sus choperas o junqueras. Si vas a contracorriente, la Venta de Juan Romero te advierte de su presencia y entre ciertos barrancos y precipicios se deslizan las aguas. Por un momento, la presencia elevada de Huélamo te deja boquiabierto. Colgado en la ladera, blanco en su caserío y a los pies de un rocoso paredón que debió de ser, hace ya mucho tiempo, un bello castillo, aunque pequeño. No voy a contar historia, pues tiene mucha, simplemente decir que fue poblado en antiguedad manifiesta, que perteneció a los moros, primero independiente como Walmu, luego de la Kora de Santaveriya y des216 / Pueblos de Cuenca

Después de su reconquista, paso a depender al Obispado de Albarracín-Segorbe, luego al de Albarracín-Teruel para finalizar en el de Cuenca, varios siglos después. Fue lugar de don Diego de Zúñiga –ese curioso abad de Parraces-, después de doña Inés, viuda de Carrillo de Cárdenas, el que murió en la batalla de Lepanto, que aquí habitaron dos hidalgos de Orrio, apellidados los Miotas, y que durante mucho tiempo perteneció a la Orden de Santiago, estando exento del pago de portazgo, borras, asaduras, en beneficio de la ganadería que aquí fuese de alta calidad. Nacidos Julián Romero, el maestre de Campo y Caxa de Lara, el catedrático de latín del Escorial con Felipe II, dieron prestancia a uno de los lugares más interesantes, no solo de la provincia de Cuenca y Tierra de Castilla, sino de la tierra de Aragón a la que estuvo unida durante algún tiempo. Lo cierto es que aquí hay parajes de ensueño que le envuelven. Los montes de la Serrezuela, Valdeosos, Dehesa Boyal, el monte Valdeminguete, Mulatillas, Muela y Resierno dan la posesión de masas de ricos pinares, acogen entre sus valles, pastos angostos, importantes dehesas como las de Pajarón y Masegar, o la de la Serna con pasto, labor y caza abundante. Sus fuentes, abundantes, tal como la de García, fuente de la Raíz, fuente de la Tocona y sus arroyuelos, muchos

afluentes del propio Júcar, sin olvidar que unas leguas arriba, nace el mismo Tajo, naciendo también a su lado, el Cabriel, el mismo que luego será recogido por su propio padre, el Júcar, yendo unos hacia tierras de Aragón y otros a Castilla, según esa mojonera que separa reinos y ahora regiones. Despoblados que atienden estos lugares, antes ricos en vecindad y ahora abandonados, abastecen el censo, como la famosa Herrería de los Chorros, el Molino y la Serna, anteriormente citada. El caserío es original pues se adapta a la ladera donde se acurruca. Dos o tres calles, según se cuenten, paralelas entre sí, acondicionan las casas, muchas ahora bien arregladas. En la plaza de obispo Caja y Jara se puede uno reunir, tal como hacen los del lugar, pero la calle Real es la más importante, pues llega hasta su

iglesia y luego la plaza del capitán de Flandes Julián Romero. La parroquial, dedicada a la Asunción es de una nave, pero impone por su localización. En su portada de medio punto con imposta y dovelas, la cruz de Santiago, aludiendo a su pertenencia. Al lado, la torre de dos cuerpos y con remate final en pirámide y ancha veleta. Dentro, su pila bautismal de gallones. La calle de la Fragua, te lleva hacia el castillo. Pero aquí hay fuerte costumbrismo. Sus fiestas con honda tradición taurina, pues en su término pastan reses bravas, con sus patronales en septiembre en honor de la Virgen del Rosario, su patrona, la joya por el camino de la Portera y los Cargos, tradición medieval con el baile de la bandera, el bastón y el pincho como señales de poder. La fiesta del Pilar también reecuentra a sus gentes.

/ HuÉLAMo/ Pueblos de Cuenca / 217

/ HuELVES /

S

e yergue como Virgen de la Antigua, la que inventaron los primeros pobladores cristianos de esta tierra, adintelada por los primeros romanos que luego la cruzaron en calzada propia. Sus miliarios lo atestiguan. Luego, el pintoresco lugar en alzado rocoso, apellidado Huelves, aldea de Huete en sus tiempos históricos, comprada por don Marcos de Parada, por eso ellos son señores, y en otrora con castillo que se decía de Arabia, fundado por el sobrino del Cid, Alvar Fañez, luego reedificado por el optense Acuña. En sus peñas mirando hacia Uclés, este Castil de Cuña que duerme bajo la sierra del Roque, al lado de la de Altomira. Beben de la Fuente de la Zarza, se arrinconan en el Salto de la Yegua, gime en la cañada del Arenal, mientras las aguas del Ontanillas arriman la ribera de juncos, en sus despoblados de Torrejón y las Chozas, no muy de lejos en esos otros despoblados de Casilla de la Vega, Casilla Cota, el Coto y el Cuchillo. Y es que en esa mitad de camino, donde la Virgen de la Cuesta tiene su señorío hay restos de aquellas turbulentas revueltas y duros enfrentamientos que bien dirigieron los Vázquez de Acuña, pero lo que queda, es una huella maravillosa en arte visigodo, con tres ábsides semicirculares, al cabecero y a cada uno de los lados, que por el exterior le dan un aspecto elipsoidal. Arcos de entrada apoyados en columnas pareadas, bóveda de un cuarto de naranja y dentro, ornamentación sencilla y seria.

218 / Pueblos de Cuenca

Aquí, son los Parada los que ostentan el linaje nobiliario. De aquel Alonso de Parada, en 1672, vecino de Huete y señor de Huelves y Torrejón, el cual buen oratorio tenía en su propia casa dedicado a Nª Sª del Pilar, se llegará a Marcos Antonio de Parada el mismo que en Tarancón diese vida a ese palacio o Casa de la familia, a finales del mismo siglo y que ahora sirve de buena casa de cultura en constantes actividades. Ahora, siguen siendo sus señores en recuerdo. En el caserío poco que contar, sí, su parroquial, dedicada a San Miguel Arcángel con su ventana de medio punto rasgado y esa portada que parece pedir otra que no existe, para adentrarnos en su interior donde la pila bautismal de gallones, que perteneciera a la ermita, rige en su borde de soga.

la ermita de la Cuesta en San Miguel Arcángel, el patrón, ahí el 29 de septiembre.

Hay que admirar este lugar a seguidilla como copla para entonar, aquella que decía: “En lugar que no hay torre No me detengo; De que paso por Huelves Paso corriendo”. Ahora, paseamos por la chopera donde el nacimiento de las Hontanillas le da la frescura, pero también podemos hacerlo por el Pilar, al lado del Riánsares, sumido en la conciencia del metafísico. Luego, sus fiestas te seducen, sobre todo, los cánticos nocturnos de los mayos en la parroquial, o la noche cuando se echa encima, en la romería desde Pueblos de Cuenca / 219

/ LA HuÉRGuINA /

D

e niño, recorrí muchas veces la pequeña hoz que me hace ascender por esa Fuente de los Baños, en una encrucijada de huertas con tobares, arroyuelos que suben y bajan, manzanos y perales, a diestro y siniestro, desde Cañete hasta la Huérguina. Siempre nos dijeron que este lugar había sido aldea de Cañete, -pero lo cierto es que tiene solera desde antaño-. Lo fue jurisdiccionalmente hasta ese año de 1843 cuando alcanza rango municipal, aunque antes apareciese como núcleo poblacional en tiempos de reconquista cristiana en el siglo XII. En su término, te encuentras huella de poblamiento antiguo, señales escritas en piedra, tumbas posiblemente ibéricas y algún que otro resto de pequeña fortificación. En todos los censos, Ensenada, Diocesano y Floridablanca, figura como arrabal de la villa de Cañete, axuntándolo con ese molino de los Escalones, teniendo artesanos de buena teja árabe en sus tejares y alfarerías como las de los Toribio y los Jiménez que han hecho del lugar, trabajo afamado. Ahora, el arte también aflora, haciéndolo en ese modelo contemporáneo, pues el estudio del pintor Oscar Lagunas te sumerge en la creación más vanguardista. A los pies del cerro de la Muela, los montes Dehesa Horguinilla (Huerguinilla), Pico del Pericón, las Pedrizas, Pozo Campana y las Covatillas hay pinares, pastos de los averíos, ciruelos, cerezos y manzanos. Pero tiene en sus numerosos manantiales gran parte de la riqueza natural, así como las fuentes del Puchero, del Enebrillo, de la Zorra, de la Peñuela y del 220 / Pueblos de Cuenca

Argallón, o esa tradicional fuente de los Arbollones, configurándose un paisaje que enaltece este lugar, cuyo caserío duerme a los pies de su iglesia sin torre dedicada a la Santa Cruz, su patrona, y ese clásico porche de tres arcos cubiertos. Su interior, con bóveda de lunetos y poco más que unas pilastras de corte neoclásico que le dan forma. Su caserío, entre casas blancas y otras de piedra vieja, la fuente que blanquea radiante, el frontón tras la iglesia, el juego de bolos serranos, tradición mantenida, ahora la piscina nueva, las sendas que te sumergen en sus parajes, chalets y casas bien adecentadas. Hay caminos de cruce para andar y disfrutar sobre todo acercándonos al Pericón de las Eras, o a esos curiosos Refugios de las Peñuelas, -restos de trincheras de nuestra última guerra civil- o tal vez a su ermita de Santa Ana y como no, a su fiestas del Rosario, haciendo entre todo esto, un bonito lugar, sitio de encuentro entre amigos, vecinos y forasteros. En el cancionero, siguen resonando sus Músicascomo prototípo de canciones de Ronda: “El primero, como capitan de guerra siempre voy rompiendo el fuego. ....................................... Hechicera, desde la plaza a tu puerta yo me he dado una carrera

por ver si podía ser mi coplilla la primera ....................................... ¡Ay! un hilo. los cabellos de esta dama no merecen ir atados sino es empastado en oro merecen ir engarzados”

/ LA HuÉRGuINA/

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/ HuERTA DEL MARQuESADo /

E

ntre borbotón de agua pura y cristalina, vive un pueblo serrano. ¡Qué buen sitio éste de la Huerta, antes del marquesado y, ahora, bien llamado de las Aguas¡ Estas son tierras del Señorío, Mayorazgo o como bien reza su topónimo, del Marquesado de Cañete. En el alto del Bujedal y Collado Bajo hay cierta historia. Lo son desde su creación, como buena tierra por vega para ricas huertas y ahí su topónimo claro, pues aunque como aldea fuese poblada en tiempos de reconquista con gentes del Bajo Aragón, y al lado de los pequeños ríos Laguna y Donativo, se crease un pequeño caserío, empezando este lugar a ser considerado cuando se llega a la Edad Moderna. En los siglos XVI y XVII, el rico cáñamo de aqui y su fabricación en lienzos, le hará alcanzar una floreciente artesanía en el siglo XVIII, siendo…”este lugar abundante en fábricas”, provocándole un importante aumento de población. Lo cierto es que, al descender desde la Laguna por pinares angostos, carretera encurvada y de mal pavimento, te encuentras criaderos de carbón piedra en antaño, piritas ferruginosas que le impregnan de cierto color al paraje y en una curva demasiado angosta, aparece el caserío casi colgado desde ese lado. Sin embargo, por Campillos de Sierra, las coordenadas son mejores, la carretera ahora cuidadísima gracias a la producción industrial de esas aguas de Fuente Liviana y una vez, que has dejado el camino que nos conduciría al paraje de leyenda de la famosa Virgen de Altarejos, del que hablamos

222 / Pueblos de Cuenca

muy y mucho en la descripción de Campillos Sierra, su jurisdicción, te adentras en la población. Este lugar ha crecido en tiempo y forma. Su población aunque no numerosa, rezuma alegría por ese progreso que le ha llegado, han arreglado sus casas, tienen buenas fiestas, hay nueva rejería intentando imitar la de antaño, se han cambiado los tejaroces serranos por portones de rica madera, y sus calles, tanto la Real, como la de Don Felipe Herráez, crea una encrucijada de callejones que nos llevan a la parroquial dedicada a María Magdalena con su única capilla lateral conservada y una torre cuadrada de buenas proporciones. Su nave con machones de poco resalte y sus arcos fajones, quizás sea lo más notorio, pues en ornamentación hay poco que destacar. Su pila bautismal, sencilla, con puntero y uñetas. En recuerdo, la ermita de San Sebastián. Ahora el molino del tío Pascual en añoranza nos trae a la memoria aquellos años de principios del XX cuando los ganados pastaban, -muchos y buenos ganados, vacuno, mular, caballar, asnal, lanar y cabrío-, la harina era bien molida y se cultivaba cereal en algunos cuantos rochanos. Pero sus huertas, a los pies de ese río que le condiciona, le han dado siempre ricas hortalizas, excelentes manzanas, peras y otros ricos productos. En su montes, el pino sirvió en tiempos de corta de madera en la dehesa de Covatillas o el paraje llamado de La Sierra, por entonces bien pagada, luego la resina durante un tiempo, para ahora, dormitar en el cuidado de evitar los incendios.

Sus fiestas y tradiciones son importantes. Celebran las fiestas invernales de San Antón y San Julián, igualmente las “Caretas” en aquel Carnaval ya perdido, las de Semana Santa y los judas, también en el recuerdo, la Cruz de Mayo, luego el 22 de julio su patrona María Magdalena como fiestas mayores en solemnidad y jolgorio, seguir con esas de agosto, al veraneante con la Asunción en el llamado Diagosto, para acabar con la Septiembre en ese romeriar a Altarejos. Para admirar, su Museo del Agua, oyendo el lavadero y ese Caz de siempre. Ahora, sus encuentros culturales aprovechando el arte pictórico en función de esta creativa natural y sobre todo, la Marcha Blume que ha alcanzado fama por organización y buen criterio en una celebración deportivo-cultural de alto recorrido con esa subida a pie al Collado Bajo en esa ancestral y bella sierra de Valdemeca donde se produjera el accidente mortal del gran deportista Joaquín Blume,que tiene a bien celebrarse en abril. Esto es Huerta, amigos.

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/ HuERTA DE LA oPISPALÍA /

mantiene las armas eclesiales, y pasa a formar feudo de la Obispalía. Sin embargo, Alfonso X, considerando que estas tierras son de alta calidad y sus gentes, humildes siervos, decide quitárselas al Cabildo para donárselas a su amante Doña Mayor Guillén, señora de Alcocer, a la que le agrega todas las alquerías, aldeas, pueblos y predios. Sin embargo, la donación hecha de por vida para la señora, volverá a la posesión episcopal, una vez fallecida.

T

odo lo dice bien claro, Huerta, por ser lugar de cultivo, al lado del río Záncara y Obispalía, por ser tierras del Obispado de Cuenca. Sucede su origen, en el mismo momento que todos los que le rodean, tal cual Abia y Sobrehuerta, siendo propiedades donadas -por el rey Alfonso VIII cuando reconquista la zona- al primer obispo de esta ciudad de Cuenca, Juan Yañez. Tal es así, que el 14 de noviembre de 1183, Huerta pasa a ser cabeza de estas Tierras de la Diócesis, se edifica un castillo para su dominio, castillo que 224 / Pueblos de Cuenca

En el siglo XVI se levanta la parroquial dedicada a la Asunción, templo cuya volumetría destaca sobremanera sobre el resto del caserío e incluso de los montes aledaños al estar completamente exento. La obra, iniciada bajo el obispado de Diego Ramírez de Fuenleal o Villaescusa, se prolongó al menos dos siglos, siendo finalizadas las mismas en el 1773. De mampostería, con cadenas de sillares a los pies y en la torre, tiene una portada ribeteada en un arco triunfal de medio punto que apoya en contrafuertes originando así una bóveda de cañón encasetonada. Sobre la misma, el escudo de los Ramírez, descendientes de Villaescusa de Haro. Esta villa, saldría de la propiedad de la Diócesis en tiempos de Felipe II cuando dio escritura de independencia y realengo en El Escorial el 20 de abril de 1569, para luego venderla al vizconde de Huerta el 19 de marzo de 1581. Me encanta la fortaleza de este lugar. Parece un barco, con proa y popa, sólido, con pozo en su interior, muros y contrafuertes de difícil acceso, y entre sus aderezos, una ventana por allá, un escudo que

encaja solera por acá, o tal vez, algún accesorio de las típicas construcciones defensivas medievales. El caserío se aglutina a los pies de su castillo, iglesia e historia y luego, como a tiro de piedra, las ruinas de una de sus ermitas, en época medieval, solemne, de San Roque, de antigua devoción particular. Pero, desciendes por sus callejas, tanto la llamada de la Iglesia, como la de la Cruz o la de las Huertas, para luego, al cruzar la llamada plaza de los Vizcondes de Huerta, encontrarte con el ayuntamiento.

Y su tradición con la Almoneda y Subasta de Ánimas que en la Navidad sumerge al pueblo y sus gentes en el recuerdo de antaño. Por sus callejas, en la iglesia de la Asunción bajo el beneplácito de la Virgen de la Fuensanta, ante la atenta mirada de los recuerdos de Juan del Pozo y Condulmario, habitantes del castillo, recogen todo lo entregado y en esa Capilla de invierno, esos Solano citados, mantenedores de la tradición, realizan la subasta de todo, incluidas las calabazas, para con su dinero atender a las misas de difuntos.

Cerca, la ermita del Ave María, recinto levantado por devoción popular y de moderna construcción, sigues hacia abajo y te encuentras la calle del Sol, toda nueva, luego cuevas antiguas de vino y en ese camino, al fondo, la ermita de San Mamés, sin referencia de culto ni de origen, pequeño edificio de estilo rural a cuyo interior se accede por una sencilla puerta con arco de medio punto. En su interior, una Virgen de madera, de medio cuerpo, sin niño pero sí con un ramo de rosas entre las manos. Este lugar tiene solera, la tiene por sus gentes y por lo que ha supuesto en la historia de Cuenca, ahora, aparece casi dormido y en ello, los Solano, gentes buenas donde las halla, han escrito, investigado y animado tradiciones para seguir su camino de progreso. Lo que antaño habitaba mucha gente, contando los caseríos de El Cuende, el Llano y el Picazo, ahora queda para casi sí misma, en ese caserío que recoge la escasa población que habita.

Pueblos de Cuenca / 225

/ HuETE /

T

ierra de la Alcarria, Tierra de Huete, señorial, pretil de la historia, lugar de culto con aquellas cinco parroquias que citan sus documentos: San Esteban, San Pedro, San Nicolás, Santa María Castrejón y San Miguel, Municipio de ahora con amplia jurisdicción como también lo fuera en tiempos pasados con alfoz poderoso. Ahora, Bonilla, Caracena del Valle, Caracenilla, Castillejo del Romeral, la propia ciudad, la Langa, Moncalvillo de Huete, Saceda del Río, Valdemoro del Rey, Verdelpino de Huete, la aldea de Villas Viejas y esos otros caseríos como Carrascosilla, Heredad de Bardají, Calzadilla, el Molino la Retuerta, los Parrales, Caserío de Doña Fernanda, Buenavista, Vista Alegre y los Gozos, conforman alfoz de censo vecinal. A los pies de una loma, más bien cerro cargado de historia, discurren las aguas de un sinfín de manantiales que alimentaron conventos y monasterios. El Cande, arroyo que hace foso y desemboca al norte de este lugar, más cerca el río Mayor, el que tanta tradición dulzainera encierra, un poco más retirado el Borbotón, que a su nombre debe esa riqueza y de lejos, el Guadiela, buen río moruno que dio vida a pobladores, habitantes de estos y otros lugares,que allanaron los pueblos de la antigua Hispania. Huete es riqueza viva entre piedras. Antes, cuando apenas la historia escribía páginas, los pobladores de la Edad del Hierro se asentaron en ese cerro del Castillo, luego cambiaron de sitio más que de lugar, y al cerro de Alvar Fañez le dieron razón los romanos porque ellos supieron que aquí el Toro de Barro, símbolo

226 / Pueblos de Cuenca

de la Cuenca altiva, iba a ser hallado, dando creencia a la rica economía que dieron aquellos lapis specularis, piedra de yeso que Plinio dijese ser la mejor para tapar las ventanas dejando pasar la luz que todo hogar necesitaba. Más de doscientas minas por aquí se hallan. Claro está que en este suelo de yesos y arcillas habita el alma, ríe la vida, corre el denario, por eso, romanos supieron abrir vía romana desde la Opta Historium a Albacete de Zorita, o tal vez, aquella otra que desde el mismo origen fuese hacia Egelasta (Iniesta) cruzando ese valle del río Mayor. Por uno y otro lado, está la riqueza de Huete y por uno y otro lado, la historia, iniciada si cabe en aquellas Villas Viejas donde el poblado de Fosos de Bayote marca los tiempos que darán vida a la Huete medieval, la más conocida, la de más solera, por tiempo y arte más que por vida social y puebla. Aquí empieza su arte, más en arquitectura volada, seria, grande, simétrica en volumetrías. Hasta el siglo X la huella mozárabe alimentada por el bereber que llegase para hacer feudo y riqueza y ahí empieza el castillo, su fortaleza perdida, rodeada de bastiones no muy lejos que le dieron cobertura defensiva, Horcajada, Torrejoncillo, Amasatrigo y camino del valle, el de Santaver, el más poderoso en tiempos de la media luna. Aquí en la capital de este reino como Opta o Wabda escriturado, Santa María de Atienza, pregona, ilustra, domina desde su altivez, en triste requiebro, grandiosa, maravilla del más puro estilo arquitectó-

nico. Brilla entre tanta piedra bien hecha, iglesias, casonas, palacios, museos, arcos, torres, almireces… Este el Huete ancestral, pero queda el Huete tradicional, el costumbrista, el que hace temblar la dulzaina y el corazón del visitante, en sus bailes, en sus rituales de los dos grandes barrios que regatean el caserío para hacer cada uno, su mejor fiesta: Santa Quiteria y San Juan. ¡Qué poder y qué valor¡ Unos y otros, celebran con pasión su historia convertida en el parangón de la danza, el paloteo, la verbena, el corretear, sus gemidos festivos. Juntos, Quiterios y Juanistas, se juntan para San Antón, los primeros en San Gil, los segundos, en San Nicolás de Almazán y así, en procesión, caridad, panecillos, almoneda en su ocasión, hacen estampa. Este bello lugar, capital de la Alcarria, tiene mucho que decir, por sus calles blasonadas, por sus plazas, bajo sus torres, en cada una de sus iglesias, en su muralla, en la chopera, en cualquiera de sus fuentes, aquí y allá, tiene mucho que ver y del qué hablar, sin duda. Atrás quedan sus reconquistas, sus recuerdo a don Nuño, preso en el castillo, la Orden de Santiago y su Hospital, la Merced, ¡qué señorial edifico que encierra ahora Ayuntamiento y Cultura¡, los Nuñez de Lara, aquel moro Adalel Bila, don Juan Manuel, doña Leonor de Castilla, los Vazquez de Acuña, condes o duques para más señas, los Almonacid, los Izquierdo, los Olarte, los Fernández y los Ávila, por eso el orgullo ondea, lo digo por Juan Manuel Ávila, presidente de Diputación que manda hacer este trabajo para recuerdo del tiempo y que yo, modesto paladín, acojo en palabra y hecho. En su amistad, guardo mi regazo. Pueblos de Cuenca / 227

/ INIESTA /

S

i quieres puedes llegar por el camino de las Cabrillas, igual que antaño hacia el balijero, tal vez cruzando viñas o puedes, en este ampuloso término encontrarte por uno y otro lado, cantidad de aldeas y despoblados, tal vez esos de la ribera de Vadocañas, Almalletes, Arganzoña, Barranco Quijano, Cañada Encina, la Casa de la Viuda, la de la Milla o el Casarejo. Pero si sigues por otros caminos, entre el pastoreo de antaño, con cañada trashumante a la vez, te encontrarás el Corral de don Joaquín, el Corral de aljibe o el de Labajo Nuevo y Pelao, porque aquí se hace labor y de la buena, por eso los hortelanos de los Cucos, de la Cumbre Hermosa, del Caserío Empinos o la Huerta Yepes te pueden bendecir en brillos de cereal o retorcidas viñas de ahora. Muchos son, quedan otros sin nombrar, quizás Matallana, el Molino del Cobo y el Molino Rato, por eso 228 / Pueblos de Cuenca

de molinear, pero lo cierto es que Iniesta es grande en extensión y grande en historia. ¡Cuánta encierra¡ Batallas y libros, torres y palacios, artesanos del mueble, alfareros íberos, gañanes del carretear o sopladores de la buena música tradicional que reviven ahora, sobre todo Javier Cuellar. Cuando dejas el Alcahozo y la Ribera, te adentras en el caserío, bien delineado, de su población. Calles trazadas a cartabón, cuidadas en su hechura, albergando casas y casonas, bonitas, balconajes, madera e hierro, ventanales amplios, sus palacetes, el Monasterio que fuera de franciscanos, el palacio de los Villena, la iglesia de la Asunción, parroquial, el arco de la muralla que abre Ayuntamiento, torre moruna, restos de aljibes, arcadas y buenos pilares que sustentan, ahora, la plaza de toros. Y no quiero hablar de la historia que tiene mucha. Ni de la Egelasta romana, muy conocida, ni siquiera del tiempo de los Villena, aunque digno de mencionar sería comentar las obras de aquel Enrique, nigromante, que tanta lectura hiciera y con buenos libros tradujera hasta que la Inquisición quemara su amplia biblioteca para escarnio de muchos de ahora, incluso de entonces. Alfonso X, Álvaro de Albornoz que también tuviera Utiel, don Juan Pacheco el cual también recorriese estas callejas, el comunero don Antonio de Acuña, las tropas de Bervich, aquí reunidas en el conflicto de la Sucesión al trono español en el XVIII y si cabe, los Fajardo, los Peñaranda o los Monsalvez. Todos corrieron sus callejas, te llevaron por la Casa del Co-

rregidor de Madrid, la de doña María Luján, la del Mueso Ibérico ahora, junto al colegio, pero todas, sin darte cuenta, te llevan a la Consolación, a esa bella iglesia en forma de cruz latina, en un bello paraje natural, casi de ensueño, en esa construcción del XVI y que antes albergara a San Marcos Evangelista. Antes ocho ermitas había y de ellas, sus restos y el recuerdo, por eso, ésta de la Virgen de la Consolación es la señera.

Pero también hay una Iniesta cultural, revivido en la palabra, el que yo comparto junto a sus regidores, antaño Juan Vicente Casas y hogaño, Teo Risueño, porque “Habitando el olvido” te recrea en esos cuentos y poemas bellos, que hacen de su certamen literario, trovador lírico. Yo lo confirmo, sin duda.

Así es Iniesta, la antigua con sus hospitales de San Miguel y el de la Consolación; a legua y media, el llamado Castillo de Peroyoma y más arriba el Castilseco con enterramientos y aljibes, abajo algunas fuentes que salen del Cabriel, no lejos de Vadocañas, camino de Requena, sin olvidarnos de esa Cueva de salpiedra, con canteras de piedra fina y descansando un poco en la alameda de la ermita, leemos el Ars Cisoria que aquí pudiera escribir el maestre Enrique de Villena. Y solo nos queda su devoción. Romería en ese domingo de Pentecostés a su Virgen de Consolación, espectacular, de lo mejor que la Manchuela puede ofrecer. Desde muy temprano, los romeros que la portan avanzan hacia el largo caminar, luego, descanso en el Humilladero de Villarta donde se cruzan habitantes de Villalpando y el mismo Villarta para saludar a la imagen, allí, entre manantiales, bromas, risas, comida, fiesta. Descansa la Virgen hasta agosto, en su penúltimo, donde la romería de vuelta te la entrega a la parroquial para que la Asunción la cobije. Empiezan entonces las fiestas patronales. Pueblos de Cuenca / 229

/ LAGuNA DEL MARQuESADo /

E

terrenos bien regados por el arroyo que con el nombre de Laguna, allí nace y baja a encontrarse con su padre el Cabriel.

Aún recuerdo la balsa. Desde un embarcadero rústico, cruzaba de uno a otro lado, transportando al pastor o al labriego que desde, el caserío, necesitaba ir a la teñá o a la Dehesa de la Vega. Otros, desde su senda recóndita, se acercaban a los pastos que habitaban la Dehesa Vieja y el Soto.

Este lugar, llamado del marquesado, alternó durante la Edad Moderna entre el marquesado de Cañete de los Hurtado y el de Moya de los Cabrera. Por el siglo XVII nos cuentan que había tres ermitas, San Sebastián, San Cristóbal y San Andrés, quizás cuatro con la de San Roque, pero que ahora, es simplemente su iglesia la que mantiene el tipo religioso, pues sin ser excesivamente grande tiene una hechura de construcción serrana al estilo románico pero sin ningún elemento que lo defina. Es de una sola nave con dos capillas laterales y una simple bóveda vaída en el crucero. Nada más de importancia.

n una alta pradera, fría y bien ventada, se encuentra una laguna, rodeada de juncos y matorrales que, a veces, la hacen invisible al viajero. A su alrededor, monte con pino negral, sabinas y quejigos que cromatizan este bello paisaje de sierra alta.

Antaño, este lugar, debió de tener cierto abolengo, o por lo menos, cierta importancia porque en lo alto de cerrito donde duerme el caserío, quedan los restos de una torre fortificada, quizás vigía, de las lindes de Albarracín o tal vez, bastión de frontera, en esos territorios inhóspitos en el que batallaron aquellas tropas de Aben Razín contra Aben Hud por el 1232. En ese momento, la torre estaba bien fortalecida, con siete metros de altura, construida a cal y canto pero con buena piedra dando forma a un espacio de unos 28 metros cuadrados donde unos diez hombres podrían frenar el avance para dar tiempo a avisar de su presencia. No muy lejos del lugar, la Covatilla albergó un buen botín de monedas que en tiempos de moros, allí se guardaron. A su alrededor, Zafrilla, Huerta y Valdemeca, circundan su término, donde sus habitantes se entrecruzan para cuidar el ganado y cultivar unos pequeños 230 / Pueblos de Cuenca

Su caserío es curioso, pues mantiene el tejaroz en alguna de las casas y sus calles van radiales desde la ladera donde se alza la pequeña torre. Dicen que San Bartolomé, su patrón de la iglesia, siempre les ayudó en las desgracias, incluso en aquel cólera morbo que tanto les atacó en tiempos pasados del XIX, que tienen un curioso Beneficio religioso a favor del Patriarca de las Indias, que a los pies del Cerro de las Cabras, está el lugar con un caserón del siglo XVII que pertenecía al Arzobispo López Cabrejas, natural del lugar y que sus dos molinos harineros son lugares asentados en parajes de alta belleza, entre otros muchos como la Piedra Redonda, el Puente Palancar, la Lagunilla, el Refugio, la Peña Mora, el Charco, la Peña Cabra y el pajar de Ruleto.

Que se guardan algunas cancioncillas formando aquella Ronda a las mozas y alguna estrofa de los Mayos y que sus bolos, la calva, la petanca y sus vaquillas, donde yo bien disfrutaba, han dado su personalismo a esas fiestas de agosto. Unas, las de San Bartolomé y otras, las de San Roque, conforman su patronazgo festivo y en ellas, según corresponda, los Cargos se mantienen, siendo el pincho (militar), el bastón (eclesiástico) y la

bandera (popular) sus tres elementos de origen. Su página web intenta dar forma a sus tradiciones. Buen lugar de reposo y descanso, donde sus gentes, hospitalarias, bien te reciben, recordando anécdotas de antaño cuando las verbenas y sus toros te regocijaban.

/ LAGuNA DEL MARQuESADo /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 231

/ LAGuNASECA /

E

s Tierra de Beteta, elevada en sus vientos y enroscada en ese terreno pedregoso que la confina, acurrucada en su pasado donde pueblos de la Edad del Hierro la habitaron dando vida a poblados que luego generarían algún que otro yacimiento poblacional. Sus antiguos pobladores, bien dedicados, a la extracción del hierro en La Cueva y algunos otros parajes de su entorno, tal cual Megina, Villarejo o Durón, donde aún esquirlas se encuentran y donde darían lugar en el siglo XVII a aldeas dependientes del núcleo principal de Lagunaseca. Durante varios siglos perteneció al Concejo de Beteta, siendo representada por tres jurados -según consta en la documentación del siglo XVI (concretamente en 1549)-. Como tal, fue posesión de los Carrillo de Albornoz, los mismos que poseyeron toda la Tierra de Beteta, aunque algunos años antes, por allá por el 1435, el condestable Álvaro de Luna, obligase a sus moradores a pagar veinticinco almudes de pan como tributo a la ciudad de Cuenca por usar adecuadamente todos los pastos y tierras de cultivo. En su terreno quebrado abundan muchas fuentes de rica agua que abastece todo el término e incluso abrevaderos para el buen ganado que por allí habitaba, pues bien alto se cotizaba su lana en el mercado al pastar sus ovejas en la excelente Dehesa de Belvalle, a unos kilómetros de su término. Su gran paraje kárstico formado por doce lagunas, secas y con fondo de arcilla, utilizado en tiempos como tierra 232 / Pueblos de Cuenca

de cultivo, formadas en esos tiempos geológicos de Jurásico –periodo Sinemuriense-, le han dado el nombre al lugar y le hacen ser uno de los recorridos naturales más interesantes de toda la provincia. El Hoyazo te ilumina de belleza. Torcas, rocas, materiales mesozoicos, arbustos, pinos, sabinas, prado. Desde el Brezal y Lagunilla, sus pinos, revolotean para dar forma a un paisaje cromado entre la rojiza arcilla y el verde universal. En su caserío, las fachadas mantienen aquella estructura urbanística de corte serrano, aunque el progreso ha modificado la función de los materiales a usar en sus reconstrucciones. Su pequeña plaza, alberga ahora el Ayuntamiento recién remozado y la iglesia dedicada a San Bernabé y construida en el final del siglo XVI donde el toque renacentista se aprecia en su fachada y su puerta de arco de medio punto. Curiosa será la torre campanario con dos huecos desiguales para las dos campanas y un óculo polibulado al estilo del gran arquitecto turulense Martín de Aldehuela. En su interior tiene un techo artesonado de madera de caoba de forma cuadrada y de estilo morisco, donde un octógono formado por taujeles moldurados en forma de ochos en las caras cóncavas y rosetón en el centro, le decora. Su ermita en las afueras, dedicada a la Virgen de la Zarza, patrona de este lugar, refleja esa tradición en forma de leyenda que advierte de su aparición. Su celebración, el 8 de septiembre, trae procesión,

actos festivos y una singular tradición mantenida por esa reciente Asociación Cultural. Los jóvenes se visten de “abuelitas” con ropa vieja y negra, pasean por el pueblo a un cordero y realizan el llamado “pique del toro”.

dras de lo que después fuera el pueblo. Virgen de la Zarza hermosa, la misma advocación y leyenda que, curiosamente, tiene repetida historia en otro pueblo de la sierra que como Cañete, se llama.

En su leyenda del tiempo, devota y compartida, la aparición de su Virgen de la Zarza, la que ocurriera a un pastor desde esa zarza que, curiosamente, sigue dando flores bordeando sus espinas. Allí se hace ermita y tal vez se asientan las primeras pie-

/ LAGuNASECA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 233

/ LANDETE /

dominar la zona entablando una dura batalla a los moros de la gran Moya. Gracias a la ayuda de la Orden de Santiago, logran su objetivo y repueblan el lugar. Es, entonces, el 28 de abril de 1215 cuando el rey va a conceder a los santiaguistas en agradecimiento a su ayuda, las heredades que se pueden cultivar de este lugar de Landete. Así lo firma el notario Pedro Ponce.

M

e gusta mucho esta población porque es gente hospitalaria y porque sirve de pórtico a la gran Moya. Aquí se corren buenos toros, se juega a las carretillas de fuego y se baila con buena música. Las aguas del río Moya, lamen su margen derecha y luego se juntan a las aguas del Algarra, dando lugar a una rica vega, antaño bien cultivada, donde los manantiales y fuentes alternan con algunos yacimientos de aguas sulfurosas, incluso esquirlas ferruginosas que nos conducen a esa Fuente Podrida, bien conocida por todos, en baño, saneamiento de enfermedades y leyendas. Yo creo que este lugar nace como casi todos los de la comarca en tiempos de reconquista, cuando las tropas alfonsinas en el siglo XII, a finales, intentan 234 / Pueblos de Cuenca

Pero, sin duda, esta zona, tuvo en tiempos del Bronce, algún que otro habitante en poblado elevado. Eso lo atestigua el yacimiento del Colmenar donde hay un mosaico de culturas del Bronce Medio o Ibérico y levantaron muralla en ese duro proceso de iberización, pues un resto de torreón cuadrangular y otro circular junto a un paramento relleno de piedras, así como el molino que allí duerme su pasado, dan prueba de ello. Aquí, al lado de esa “landa” como tierra fértil y bien regada, surge la actual población y el tiempo le ha ido dando fisonomía y solera. De Landa a Landete. Atrás queda aquel Landet arabe según al-Muqtabis, el otro Landete que levantase armas a favor de la Constitución de 1812 en tiempos de guerra de la Independencia o el que sucumbiese bajo las partidas carlistas del Pimentonero o Cucala unos años después. Ahora, es un pueblo tranquilo, dedicado a otros menesteres que le aproximan en comercio al Levante, próximo en su convencimiento de progreso, que es referente de la zona en la que se ubica y que en su ermita de la Fontmaría o Fuenmaría, reúne la devoción popular de sus gentes.

Su parroquial dedicada a la Asunción es majestuosa. Portada bellísima que adorna un edificio barroco con planta de cruz latina de una sola nave. Esa portada, dividida en dos cuerpos, el inferior con columnas salomónicas que enmarcan ese arco de entrada y el superior, algo más pequeño pero igual de bello, formando ese nicho entre columnas. Cubriendo la portada, esa estructura aporticada con tejado a dos aguas que le singulariza. Dentro, un altar mayor excelente, también de yesería barroca y en uno de sus rincones, la pila bautismal, elegante y sólida. Casi a tiro de piedra, su ermita de la Fontmaría – Fuen María- donde la tradición lleva a buena romería desde antaño. La leyenda nos habla de apariciones a un pastor en la Coronilla y por ello, allí se reúnen todos los del lugar y de los pueblos de al lado para conmemorar festividad y en traje serrano, propio del lugar, bailar y danzar al son de buena música popular.

lebrada, y sobre todo, la peregrinación de la “moreneta”, esa Virgen de Tejeda, que trasladada desde su monasterio en Garaballa se recrea en parada de Landete donde los danzantes le palotean y crean fuerte rivalidad con los pueblos de alrededor. Landete tiene tradición y fuerte carácter, por eso me gusta, pues allí tengo buenos amigos. Y ¿qué decir de sus toros en tiempos de fiesta?Calle arriba, calle abajo hasta llegar a su plaza de toros, adintelada, la misma que ha acogido a buenos maestros taurinos. (P)

Su Banda de Música, enmarca esa tradición que los próximos aires de levante le arrojan. Desde años, en buena organización, lucen sus excelentes solfas aireando buena música por todos los lugares de la provincia. Víctor, mi amigo, bien lo sabe. Son gentes son muy dadas a mantener sus devociones. Las ermitas de San Cristóbal, en lo alto del cerro y la de San Roque, acogen sendas romerías por San Isidro la última y por la festividad de San Cristóbal con caridad de sus cofrades, la primera. La Feria del caballo por San Miguel, ahora bien cePueblos de Cuenca / 235

/ LEDAÑA /

como núcleos jurisdiccionales del gran marquesado de Villena.

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s bonito pasear por La Manchuela, esa parte de Mancha que se abre hacia la Sierra y camina bajo un cielo estrellado por llanuras amesetadas, alguna altura en sus montes ondulados y luego esos nuevos cultivos que le personalizan: champiñón, vides, olivares, algo de cereal y poco más. Hay, incluso Manchuela Alta y Manchuela Baja. En tiempos de historia, toda ella, ha mantenido la huella de yacimientos del Bronce y del Hierro, pueblos prerromanos y luego cruce de calzadas importantes. El núcleo, Egelasta, la gran Iniesta, mantuvo a su alrededor todo un sinfín de pequeños núcleos dedicados al cultivo del campo. Luego, los almohades y los reinos de Valencia y Requena, a los que Alfonso VIII y los Santiaguistas tuvieron que hacer afrenta para limpiar y repoblar toda la zona castellana. Más tarde, los conflictos sucesorios de Isabel la Católica y su sobrina la Beltraneja, para quedar 236 / Pueblos de Cuenca

Ledaña revivió todo lo aquí contado. En los primeros tiempos, su poblado de Retamalejo donde hay huella, luego el cruce romano en ese otro de Los Villares con posible asentamiento y ese puente romano, no por construcción pero sí por nombre, de ahí el topónimo de Limitania que adoptará su escudo y que le identifica como símbolo. Más tarde, en esos años de turbulencia sería frontera musulmana y luego, tras la reconquista de Alarcón, en 1184, tierra cristiana enfrentada al poderoso reino de Requena hasta 1240 cuando Fernando III la consolide. Sin embargo, su independencia como realengo tendrá que venir después en 1476 con las Concordias, al igual que hicieran casi todos los de la comarca, tal cual, El Peral, La Jara, Casa de Simarro, el Herrumbrar, Villarta o el Castillejo. Y de historia, homenaje a Enrique Primitivo Navarro por su “Ledaña, procedencia del nombre e historia de su pasado”, donde el recuerdo queda bien definido. Lo cierto es que afronta el siglo XVIII y XIX como importante núcleo poblacional con esos añadidos de sus caseríos y despoblados como Casablanca y Casilla de Rebeca, al que luego también se añaden, el ya citado de Retamalejos como despoblado y Orden. Este lugar tiene una fuerte personalidad en la zona, enmarcada por su economía y sus gentes. El caserío

se enrosca al lado de su bella parroquial dedicada a San Andrés Apóstol, una basilical en planta que llama la atención de toda la comarca, pues edificada en el XVII totalmente de sillares, tiene dos entradas para su acceso y una torre cuadrada de dos cuerpos superiores a partir de la cornisa que marca su arranque, baranda y cuerpo para campanas. En su interior, esa planta basilical de tres naves separadas por finas columnas dóricas que sostienen amplios arcos rebajados y luego, su pila bautismal de gallones sobre fustes de estrías verticales, bellísima. Sobrecogiéndolo todo, su techumbre de madera de perfil de par y nudillo con once vigas de arrocabe liso y ese coro con cuadrados en lima. Es curioso su acceso, pues son dos puertas aunque la principal da a la plaza mayor, las que le dan entrada, una más elevada que la otra.

o esa zahora de saquillo, hecha por los niños, con máscaras por la tarde y esas bolsas de polvos azules al hilo del hornazo como comida, todo en el Jueves Lardero. Cantan en Ledaña: “Al verde, al verde retomar chulita mía, andar y andar. A la sombra, a la sombra de aquel olivar, chulita mía, andar y andar.

Como símbolo, su molino de viento, altanero y altivo, con casa a su lado de curiosa traza que le da una imagen poco usual en La Mancha. Luego su ermita, la de San Roque, patrón festivo del lugar, con esa fiesta que tanto alaban por su expresión, luego Piedras Blancas, el Cerro Molino, Cerro Santiago y la Muela para airear paisaje y rutas de senderismo, tal vez observando sus chozos de pastores, alguna cueva como refugio o Cucos, cerca de doce, para reencontrarnos en su plaza donde la Casa de Jesús y el Ayuntamiento te pueden acoger. El sorteo de las tartas donadas por la vecindad en la Candelaria de San Andrés con hoguera y Judas, Pueblos de Cuenca / 237

/ LEGANIEL /

N

o se si habría que hablar antes de ese poblado de San Cristóbal, en la dehesa de Lobinillas, por tener algo de razón de origen, pero lo cierto es que Leganiel empieza a ser considerado en historia cuando logra la independencia

gentes del norte, pero no será hasta el reinado de Felipe II cuando alcance su independencia, pasando a ser de jurisdicción real, con pósito, cárcel y picota, según los antiguos del lugar. Eso indica justicia y por tanto, libertad de censo. De una u otra manera, los montes y los pastos de su Dehesa Boyal, los parajes del Tajado con sus robles, o las laderas de la Pinosa y del Robledal nos dan la referencia de ser un término con potestad propia en predios y territorio, pero entre sus avatares, se cuentan los despoblados del citado Lobinillas y de Villaescusilla, anejos curiosamente al Hospital de San Juan de la Caridad de Huete con tres de sus partes, siendo la tercera del propio Vicario. Parece claro –y en documento me baso- que su primitiva enseña proviene de ese lugar de Lobinillas y luego, como sus Pueblas fueran recompuestas en el actual lugar que ahora ocupa, aprovechando esa plaza de la Cruz Verde. Fecha más tarde, la Orden de Calatrava, no sabemos por qué, aquí tuvo potestad con privilegios y posesiones, por ello conveniente sería hablar, de una u otra manera.

del alfoz de Huete. Razón de peso es, que todos estos lugares sufrieron la dominación musulmana de Wabda durante mucho tiempo y que después de duros enfrentamientos con los cristianos de Alvar Fañez y Alfonso VIII, se reconquista y se puebla con 238 / Pueblos de Cuenca

Leganiel es tierra de carácter. Su frontera con Guadalajara y sus conatos jurisdiccionales la hicieron fuerte en otros tiempos a pesar de su escasez de agua potable, teniendo sus vecinos que ir al Tajo a por ella, donde ahora esa presa de El Maquillón – que bien molía- le da solera constructiva. En el camino de Belinchón, el paraje los Portugueses bien llamado por aquel enfrentamiento, luego aquellas

lluvias torrenciales por el Reajo, inundando todo, el cólera morbo en aquellos tiempos de 1885 y, a destacar, su producción y elaboración gracias al esparto, su riqueza durante siglos, en esas sogas, lías y felpudos de tanto renombre. Todo en riqueza de tiempos, con prestamera de Antonio de Alarcón, sus ermitas de San Sebastián, Santa Ana, Resurrección, San Antolín y la Caridad, las cuales todas estaban bien reparadas en el 1655 y en el trazado urbano, esa Casa de los Leones y el escudo de la Inquisición, el cual también da huella de su poder en otros tiempos. Pero, aunque su caserío está cuidado y tiene buen trazado, su iglesia parroquial dedicada a la Asunción, y antes lo fuera a San Antolín, reúne el sabor de la arquitectura de la repoblación. Pequeña, de excelente mampostería, mantiene portada con arco conopial, protegido por pequeño porche cerrado y torre en el piecero con un hueco por cara para las campanas. Poco más, pues en su interior, quizás la plancha de mármol grabada del Santísimo Cristo de la Luz, pueda recibir mención. Como ermita, la del Cristo Resucitado. Sus fiestas te marcan la tradición, Jueves Lardero, los Quintos y su Semana Santa, sobre todo, con esa singularidad -por única- llamada de “quebrar el ojo al Diablo”, cuando en la noche del sábado santo se reunen para acabada de dar las doce, comer el rico cordero frito rompiendo con ello el ayuno y abstinencia. Luego, de mañana, al Vía Crucis hasta las ruinas

de San Sebastián. También, en Nochebuena, las Carántulas o Calenturas, con trajes de colores y feas caretas, haciendo sonar los cencerros y defendidos por palos, amenazan a la chavalería y sufragan con colectas a esas ánimas de difuntos. Pero es, en el tercer domingo de septiembre, con su patrón el Cristo de la Luz, el que libró al pueblo de la langosta, es el que reúne a todos en fiesta con Moros y Cristianos, teniendo en sus encierros de toros y verbenas, la acogida más lúdica y festiva. De Leganiel, el refranero es rico, pues nos dice que este lugar siempre fue bueno en el trato y cría de jamones y perniles de tocino, igual que Illana lo era de vinos alóques, aunque de aquella fama no se conserva olor ni sabor, pero el proverbio decía: “Quien quiera vivir en Leganiel, siembre centeno y plante jaen”

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e encanta ir a las Majadas. Allí hice pregón de fiestas, pero sobre todo, porque allí tengo grandes amigos: Serafín y Antonio familia incluida-, son prendas de ello. Pero, si quiero, todavía evoco más por reencontrarme con antiguos alumnos que allí viven, ¡qué buena gente, todos¡, y ahora, en nuevos tiempos, en la recien adquirida del actual corregidor -......-. En mi retina y escritura, la admiración y el respeto a esa huella consentida y que bien ha dejado, Anastasio Martinez, su párroco de tantos años, el de los Pueblos de Cuenca / 239

/ LAS MAJADAS /

y luego esos valles humedecidos por el cauce del Júcar no muy lejos, que le dan la fisonomía de núcleo privilegiado. No tanto lo fue en sus dominios señoriales, abocado desde su origen hasta muy avanzado el siglo XX, incluso de sus dependencias territoriales, cuyos montes pertenecieron al alfoz de Cuenca hasta 1895 en que por sentencia conseguirían la total propiedad, luchada desde tiempos de Carlos II quien, por Real Cédula en 1674 concedía el beneficio de Valsalobre y la Sierra de Madera, al establecer sus mojoneras, de aquellas cuatrocientas fanegas concedidas en tiempo.

bellos iconos. Luego, siento en mis habituales paseos por allí, esa creencia de la Naturaleza, no solo en sus Callejones, como la más bella que tiene toda la Sierra de Cuenca y porque, sentirte libre entre cortados, miradores rocosos, prados o recorriendo sus montes como el Ensanche, la Molatilla, los Yermos, el Tormagal y la Hoz Redonda, me sublima ¡qué más decir! Puedo ir por cualquiera de los tres caminos. Da igual, desde Villalba, desde Uña o desde el Hosquillo. Está en ese punto elegido donde todo se cruza y se conjuga. Fue Cañada Real de tránsito con ramales desde las tres provincias que le configuran, por eso, su complejo montañoso de la Sierra de las Majadas con altitudes superiores a los 1.500 metros 240 / Pueblos de Cuenca

Mucho se luchó desde Felipe IV por tener jurisdicción propia como población, pues creado tal cual su nombre indica, para albergar cabañas o casas de pastoreo, y necesitó el amparo de las leyes para su independencia municipal. Primero, los Jaraba por feudo de conquista de Cuenca, luego, su propietaria, doña Luisa de Cárdenas, allá por el XVI, le presionó en tributos, para que más tarde el marqués de Ariza le aprovechase en exceso sus ricos pastos. Entrar en su caserío te ayuda a entender a sus gentes. Es un pueblo abrigado entre sí por todos ellos, en casas tradicionales de arquitectura serrana, con su pequeña plaza, su curioso trazado del Ayuntamiento con torre y reloj, el rollo o picota de justicia en el patio de la iglesia, curiosa en su planta, dedicada a la advocación a Nuestra Señora del Sagrario, hecha en el XVI con una sola nave en dos cuerpos, definidos por un arco toral, cada uno de ellos cubierto por una artesa de muy buena madera, de la

que ellos solos saben cortar y trabajar como ebanistas. A los pies, contrario a los pueblos serranos del lugar, no tiene espadaña sino una torre de planta cuadrada de estilo renacentista. Su interior, una maravilla, pues sus alfarjes son los mejor conservados de toda la Diócesis, alfardones conopiales decorados con hojarasca, canes lobulados, todo en esa Capilla Mayor, cinco vigas, trazas con saetinos punteados; pero además en el Coro, el alfarje ollero con jaldetas y jácenas. Bellísimo y a eso, su pila bautismal de gallones. Sin olvidar, su retablo mayor, renacentista puro de pieza artística a visitar. La hornacina, el medallón ovalado, las calles con columnas estriadas, aquellos huecos que luego se han ido ocupando con maestría. Aquí estuvo ese reino del icono, aquí creo ese arte maravilloso su párroco dando estilo a nuevos alumnos del arte como bien lo es Antonio Usero.

Como colofón, acércate a esos Callejones y te envolverás en la fantasía, en el mundo de las maravillas kársticas con esas figuras maquiavélicas de rocas calizas trabajadas por sus artesanos divinos y misteriosos, dando las formas universales de sus habitantes de leyenda. Admira, vive, siente. (P)

Fuera, en el atrio, las hogueras de la Cruz de Mayo, embalsamando toda la maravillosa estampa de la Serranía aquí conjugada, las patatas asadas, en ese fuego purificador, luego, andas por las calles y ves la cruz de despedida, ahora cabañas rurales, muchas, de varios propietarios, excelentes en confort, restaurantes afamados, rutas a caballo, senderismo, -aquí esa Ruta de 25 escapadas-. En agosto, la fiesta patronal con toros, excelentes corridas por su tradición y al final de año el Trofeo Taurino de la Utrera reuniendo singularidad en este coso de arena y roca. Pueblos de Cuenca / 241

/ MARIANA /

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e aquí tengo muy buenos recuerdos, pues no en vano, también hice pregón de fiestas. Aquí, entre un abundante pinar, han proliferado las casas de recreo, bien al lado del arroyuelo del mismo nombre que la localidad o bien, en la ribera del Júcar, el cual riega una esplendorosa vega.

es solemne en su traza, con iglesias pequeñas pero muy bien diseñadas por aquellos arquitectos de Logroño que aquí llegaron para ayudar a su poso devocional. Las maderas para cubrir artesonados de antaño procedían de su Barranco del Sabinar y tambien de su Dehesa Boyal.

Ahora, tal vez cuando te acercas y ves pastar las reses bavas de la ganadería de Curro Fuentes y Pilar, entre su dehesa, sus caminos vetados o sus veredas por donde, en otros tiempos, pasaban los rebaños de ganado lanar, adviertes nuevos contenidos, pero si deseas olvidar la constante rutina y descansar de ese feroz ruido urbano, te bajas a la Torre, donde el pescador hace acopio y allí, al lado de las aguas del Júcar, deambulas en placenteras tardes adornando el paisaje.

Todos sus habitantes recuerdan aquellas labores de antaño cuando pisaban buena uva para echarla a sus tinajas o cuando llevaban leña a vender a Cuenca, tal vez aquellas solanás segando trigo y cebada por las Navas, la Cañá, el Hontanar, o la Caña de Tondos.

Cualquier camino de Mariana te puede traer recuerdos de antaño. Ahora, ir al caserío de San Antonio o al Molinillo, tal vez al Ventorro a disfrutar de buenas viandas, es más que saludable, pero acercarte también a su caserío urbano, ir a la plaza, ver el edificio del Ayuntamiento con esa torre curiosa, preciosa balconada y fachada bien remozada en estilo popular muy personalista del lugar. La iglesia dedicada a San Pedro, románica en su traza con ese ábside semicircular mantenido, pecioso, su espadaña auténtica y dos portadas enfrentadas, una al norte y otra al sur. Pasear por sus calles, te puede indicar que este lugar abre puerta al Campichuelo, a esa comarca de románico en repoblación que, aunque de materiales pobres, 242 / Pueblos de Cuenca

Este lugar, anejo a Sotos parroquialmente, en algún momento de su historia, ha tenido siempre su propia independencia, aunque muchas de sus tierras de labor pertenecieran durante algún siglo al Hospital de Santiago de Cuenca, hasta la desamortización de Madoz. Igualmente, el Cabildo catedralicio de Cuenca fue su mayor hacendado en el siglo XVIII y así lo atestigua el catastro de Ensenada, y que su fuerte devoción desde tiempos ancestrales a la Virgen María, fuese la causa de su topónimo de Mariana, devoción mariana a la Virgen del cristianismo. El Cristo de la Salud, aglutina patronazgo y fiestas, en septiembre, sin olvidar esas otras de la patata en octubre que hacen del lugar, regocijo. Mantenedor de las tradiciones, su paloteo ha sido siempre ejemplar y las danzas han mantenido el sabor del pasado. El tiempo ha pasado y aquella navidades bien celebradas a fuerza de cántico en villancicos populares, tal vez las fiestas de las quintadas bailando en casa de Pedro

el Topero al ritmo acompasado de la acordeón de Basiliso, el de La Torre. Por eso, su Cristo de la Salud citado es el bordón de su devota compostura. Lo es, en procesión por esa calle de las Esquinas, llamado ahora calle del Cristo, al lado de su bella Torre del Ayuntamiento, luego la calle del Cantero y la del Palero, recordando aquellos “dichos” -desgraciadamente perdidos- de sus fiestas de Moros y Cristianos. Se recuerdan con nostalgia, cuando “Perejiles” y Pablo Torralba decía con simpatía:

“ En ca Grabiel venden vino, en ca Basilia pan, y al pasar por ca Churumbelo, os podeis ir a acostar” O aquel otro: “Adios Cristo de la Salud, todos te ruegan y dan, lo que no te roba el cura, te lo roba el sacristan”. (P)

/ MARIANA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 243

/ MASEGoSA /

E

ste lugar es de la Tierra de Beteta. Pero está tan bien ubicado en la Serranía, camino del Señorío de Molina y al lado de la Guadalajara alta que bien pudiera ser conocido en otros tiempos por su gran riqueza en pastos y pinares negrales. Entre sus montes de los Almagreros, la Muela Pinilla, el monte Camarena de la Fuente de San Pedro y los pastos de la llamada Dehesa de Molinillos, compartida con la Cueva del Hierro, podemos encontrar parajes bellísimos, lugares en los que antaño, bien recorrieron los primeros repobladores aquí llegados, gentes del Alto Duero y del propio Señorío de Molina, asentados para buscar casa de pastoreo, dando luego origen a ese topónimo de Masegosa. Sin alardear, cerca de las primeras aguas del Guadiela, que aquí nace, cruzando antes el Masegar, su afluente, nuestra mirada se puede perder en esa laguna Grande del Tobar, allí muy cerca, incrementando luego el caudal con ese río Cuervo que, gracias a un canal subterráneo proveniente del embalse de la Tosca morirá en ese Guadiela moruno. Esta agua, sus recorridos por arriba y por abajo del suelo rocoso, abierto a la toba en gran parte, produce formaciones calcáreas subterráneas bellísimas, con grutas de estalactitas y estalagmitas, simas misteriosas como la llamada Cueva de los Griegos o adornos siderales en esa otra de los Mosquitos. Estoy seguro que por aquí, gentes de la Edad del Hierro anduvieron buscando asentamiento, tal vez luego aquellos primeros habitantes que, esclavos de los romanos, trabajaron la minería del hierro por allí cerca, y que a bien tendrían 244 / Pueblos de Cuenca

crear publicado en 1190, pues Masegosa ya aparece documentada dentro del alfoz de la Tierra de Beteta, dependiente del Concejo de Cuenca. Los Albornoz, los Carrillo, el rey Alfonso XI con su Libro de la Montería, hablando de Belvalle, los montes de Masegosa y sus despoblados de Pinilla y Durón, en tiempos habitados por pastores de alto renombre, nos reconducen a un lugar de fuerte tradición y de recio carácter de sus gentes. Tal vez, más tarde también el marqués de Ariza, aquel Almirante. A finales del XVIII, la ermita de la Magdalena situada en Durón, casi arruinada en otro tiempo, se trasladaría a Masegosa para mantener su culto y regir, tal cual lo hacía la Mesta en el cuidado de su pastoreo y sus cañadas, a pesar de sus desavenencias con ese rigor en cuidar las acotaciones y veredas, cuando en 1625 el mandamiento real condena a los habitantes de Masegosa por “llevar más penas que el daño causado en las cinco cosas vedadas”. Da igual por donde vayas para disfrutar con el paisaje. De aquellos montes aludidos al principio o bien, por sendas desdibujadas que atraviesan el Carrascal y el Brezal, te conduce a unos recorridos donde la naturaleza le ha condicionado para bien, en senderismo, conociendo parajes y despoblados, tal cual el Rincón de la Casa, los Arenales, Cerrofrío, la Canaleja, Zarzuela, la Juan Cubierta y la Hoya del Hospital que luego tuvieron a bien cruzarse con las posesiones del propio Ayuntamiento de Cuenca, no sin antes, realizar cambio con el reconocido monte del Puntal.

El caserío se acurruca al lado de su parroquial, pequeña pero de buena hechura, dedicada a Santa Ana con ese precioso porche o pórtico cubierto en esa portada con laterales cerrados y al frente, tres columnas de piedra cilíndrica, dóricas, con el plinto a nivel del suelo y en la clave de su entrada un escudo, curioso, puntiagudo y cortado con dos cuarteles, en uno, las llaves de San Pedro y puente, y en el otro, dos flores de lis. Dentro en el Presbiterio, ese arco con decoración gótico-isabelino le enaltece. Bello templo donde la arquitectura serrana religiosa comparte privilegio con el caserío.

Las tradiciones, seguras y mantenidas, en eso se esfuerzan sus habitantes que han dado forma a una Asociación interesante, publicando su excelente revista donde la cultura y las tradiciones abren ese recorrido por la historia y el pasado de sus gentes. Sus fiestas de octubre volcadas hacia la Virgen del Rosario reúnen a todos los naturales, viajeros y simpatizantes, conmemorando sus verbenas y procesiones en devoción popular y en diciembre, la “matazón”, solemne revitalización de una de las costumbres más populares y, necesarias a la vez, que el costumbrismo popular ha requerido, con esa perfecta sincronía de lo antiguo y lo nuevo. Eso bien lo refrenda su Pregón de solera.

/ MASEGoSA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 245

/ LAS MESAS /

Sea de una u otra manera, este lugar, aparece reflejado en las Relaciones de Felipe II y es amojonado con jurisdicción establecida en tiempos de Juan Pacheco, marqués de Villena en 1445, siendo el 5 de febrero de 1474 cuando se le concede el privilegio de Villa por parte de los Reyes Católicos.

E

n La Mancha, casi a tiro de piedra de Ciudad Real, el terreno se confina de numerosas lagunas, algunas secas por el tiempo de sequía padecido, que hacen de este lugar un punto estratégico dentro de los humedales castellanos: Manjavacas, la Celadilla, El Saray, El Alcahozo y Navalengua. Entre ellas, las aguas del Záncara que conforma vega y las del pequeño Taray, nos reconducen a un caserío fundado en tiempos de reconquista con ese topónimo de Las Mesas. Su origen, quizás de tiempos de aquellos repobladores aquí afincados por ser lugar de buen cultivo, acogidos a los patronazgos del Señorío de Alarcón, luego Marquesado de Villena y que, según tradición, llamaran a este lugar Las Mesas Rubias por esas grandes extensiones de cultivo de trigo, ahora reafirmados en la vid y el girasol como producción más rentable. Algún otro investigador, nos lleva aclarar que el nombre de las Mesas lo permiten sus elevaciones que le circundan y que le dan esa forma, y Rubias por eso de los colores de sus pedregales, más bien de colores rojos y dorados. 246 / Pueblos de Cuenca

Terreno llano, con algunas ondulaciones que le adornan el paisaje, carece de yacimientos que le atestiguen esa antigüedad manifiesta, pero sus aldeas o despoblados le reafirman en población, así Los Chaparrales, la Pertusa, la Porra y Pucheruela, “quinterías” como por aquí se dice, sin dejar aquellas que en el XIX se reflejaban, tal cual Escalante y Juan Sánchez, entonando censo en ese territorio cultivado. Su dos Pósitos, uno fundado por Miguel Sánchez y el otro por el cura Antonio Ramírez, su molino del XV, ahora restaurado, su Obra Pía de Andrés Martínez, la iglesia dedicada a la Asunción y sus tres ermitas, de la que nos queda la del Niño de la Bola a la que sienten fuerte devoción sus habitantes, dan vida a la riqueza monumental y devota de este lugar. De Socuéllamos a Pedro Muñoz dos por dos; Y si no te bastan esas, de Socuéllamos a Las Mesas. Por eso, tendríamos que hablar de su iglesia como referente. Situado en lo alto de la población, donde algunos dicen hubiera un castillo aunque no quede huella, es un bello templo románico que atestigua la antigüedad de este lugar. Declarada de interés monumental, tiene tres naves cubiertas por bóvedas de medio cañón

la central y con lunetos las laterales. La portada de entrada tiene arco de medio punto con torre adosada al piecero. Pero, son sus tradiciones lo que le da brillo. En Navidad, los “nochebuenos”, hechos de harina, huevos y azúcar, adornados de picos y cubiertos de almendras, recordando cuando todo se compartía con los animales de la hacienda, agradeciendo la ayuda prestada. Igual esa fiesta llamada “El Escote” en la que jóvenes se reunen en una casa para hacer juerga perenne en toda la noche después del Gallo. Aunque es, en la fiesta del Santo Niño donde el personalismo del lugar se acrecienta. El 14 de enero es su celebración, luego repetido en agosto, conmemorando aquel trabajo de carboneros al lavarse en el río Taray donde la tradición obligó a construir su ermita. Así, desde la ermita a la parroquial hay procesión de la ima-

gen, en la entrada se subastan las andas, delanteras o traseras. Dentro, el himno entonado con ese Niño de la Bola, “yo te digo que te quiero…”, Luego las hogueras de Vísperas, la cena en ellas y al día siguiente, 14, la diana, la música, la recogida de la bandera patronal y la procesión. Todo en bello jolgorio. En la trastienda festiva, la Candelaria, el Carnaval, la Semana Santa, San Isidro en la Vereda, el Jueves Lardero y esas migas de duz o el arrope con letuarios. Aún se oye: “En lo alto la torre de San Agustín, hay un pajaro, madre, que canta en latín; y canta y dice que los enamorados nunca están tristes.”

/ LAS MESAS /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 247

/ MINGLANILLA /

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a belleza que este término acumula dormita en esa Hoz del río Cabriel, donde sus cuchillos rocosos, al igual que sus farallones, te sumergen en ese sueño fantasioso que hacen bello al lugar. Ahí, bien lo supieron aquellos primeros habitantes del Paleolítico cuando en esos paredones de la hoz de Vicente dibujaron sus escenas de caza con cérvidos, cápridos y figuras humanas. Todo un recorrido al Arte rupestre y al lado, sacando terrenos fuera de ese río ancestral, los fenicios, posiblemente enrazados por comercio con los íberos, explotando la sal en minas productivas que luego, los romanos, abrieron economía hacia el litoral. Aquí, cerca, la Egelasta inmemorial, lo que ahora bien llamamos Iniesta, y que como primera aldea repoblacional, fundada por Juan López de Minglanilla, le dependiese. Da igual que el topónimo le venga de ese miglano o de Minga, porque lo cierto es que ahora, hay un caserío poderoso, dando vida a una población con solera, en la que el progreso le ha conformado su reconocimiento comarcal y provincial. En su recorrido histórico, bien podríamos ir a Torres Mena o a Mateo López, o quizás buscar en los censos actuales, pero lo cierto es que numerosas aldeas o despoblados conformaban su población vecinal. Nos hablan de Contreras, Fuenseca, la Moraleja, Huertas de Mateo, San Pedro, chozos, casas de labor, huertas, el molino harinero y luego Las Salinas y esas tres ermitas: San Quirico, Santa Bárbara y el Santo Cristo, su patrón. 248 / Pueblos de Cuenca

Pero si entonces nos hablaban de esas y ahora lo hacen de los Navazos, Casilla Picaza, Casilla de los Ranchenchos, Casa de Pata y Huerta del tío Juan Manuel, lo cierto es que la población es abundante, dedicada a ese cultivo del cereal, al trabajo de las vides, a un rico comercio salinero y, sobre todo, a su devoción al Cristo de la Salud. No quisiera ahondar más en su historia, pero es que mucha ha habido, desde que Las Salinas fueran debidamente explotadas, su independencia con privilegio en 1589 hasta la época contemporánea, Minglanilla ha revivido muchas acciones importantes, tal vez las de la guerra de la Independencia o la de la Carlistada con esa acción reconocida en su término, reavivando parajes donde la Fuente Vicente o el puente Pájaro, al lado de Vadocañas, Puente de Contreras, carretera de las Cabrillas y así hasta las Américas en esa plaza de Maracaibo con Crespo Cebrián como protagonista, el que fuera gobernador de Cartagena. Sigo ensimismado, me acerco a la Ruta de los Calderones, me asomo a la Rambla Salá o al embalse de Contreras, quizás esos cuchillos del Cabriel, luego sus Museos, casa del Administrador de la Mina, su Centro de Interpretación de los Recursos Naturales, su Museo Posá, su Castillo del siglo XX, -recientemente construido en la Picota-, su bella ermita de Santa Bárbara, construida en el XVI y ahora en esa área recreativa que le enaltece y que en esa Fuente Vicente atestigua la mayor antigüedad del caserío de este lugar.

Por eso, ahora nos queda ese molino como centro artístico, una localidad en progreso con futuro, su iglesia dedicada a la Asunción como edificio señero de todo el caserío, amplia, elevada, con torre adosada en el ángulo sureste a la propia parroquial, con sus cuatro cuerpos y su bella portada renacentista en el pie con pilastras sobre bases encuadrando arco de medio punto. Y sin olvidar, su tradición, con las hogueras de San Antón, el Carnaval, la Semana Santa, San Isidro y sus bailes, la Virgen de la Piedad en agosto, Santa Cecilia y sobre todo, su patrón, el Cristo de la Salud en septiembre con la noche de las almortas, la fiesta del insomnio, la ofrenda floral, la Unión Musical con sus acompañamientos, las reinas, las verbenas, los deportes, la fiesta de la vendimia, la exhibición de ganado y así, un sinfín de actividades que hacen del lugar un punto de referencia para toda la comarca. Y en Cancionero, mucho populismo del bueno, eso bien lo sabe su alcalde: Rogelio Pardo... pues ahí está su canción que “ De puros copos”, se llama y así empieza: “De puros copos de nieve llevan los sombreros llenos porque caminan de noche entre cañadas y cerros...”

Pueblos de Cuenca / 249

/ MIRA /

santiaguistas de Moya, los templarios de Aragón o las huestes del Arzobispo Jiménez de Rada que tanta lata diese por estos lugares en su establecimiento de poder. Dejo de lado, su Cueva Santa.

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ara mí, hablar de Mira me resulta fácil y, sobre todo, agradable. Aquí correteé en tiempos de adolescencia, hice choza en su río, subí y baje sus calles en cuesta, llegué a la iglesia de la Asunción, ascendí hasta el Pozo Mortero en esa búsqueda histórica que tanto me atraía, donde alguna huella del moro pudiera encontrar. Por eso, Mira me resulta familiar, tanto que, ahora, me encuentro en eso de escribir parte de su historia para el futuro, para mantener ese personalismo que todo lugar merece.

No creo que lo más conveniente -en este breve artículo- sea escribir de su historia pasada, la que luego arrebataremos a los legajos del tiempo, aunque sí un poco por eso de citar su pasado como fuente del personalismo actual. Aquí, seguro que los íberos entroncaron territorio, tal vez, los romanos en ese cruce hacia las minas de el Cubillo, por Garaballa, Aliaguilla con paso por Víllora, quizás aquellos moros de Requena que levantaran una torre vigía para mantener frontera con los cristianos de Toledo, por eso de recrear feudo entre los 250 / Pueblos de Cuenca

De una u otra manera, Mira es lugar de paso y de reencuentro entre armas. Pertenecerá al concejo de Requena hasta bien avanzada la Edad Moderna en que se independiza por eso de su Carta Puebla que es la que le da población y dependencia. Corre el año de 1537 cuando el emperador Carlos ya le de esa jurisdicción propia, aunque la curiosidad de la misma, nos llevaría hacia ese año 1252 cuando hay sello del lugar y eso nos provoca detalle de pasado. Pero dejemos de lado, al Arzobispo toledano, los templarios, Fernando III, Alfonso X y al señor de la villa Gil García, propietario de este lugar. Tal vez aquella afirmación de Muñoz y Soliva en eso de la Thobelia Schamira y nos permitirá adentrarnos en su término, en esos recorridos de naturaleza por los lugares y parajes como Los Molares, la Vertiente del río Cabriel, la Dehesa Carnicera, la Sierra, la Cabezuela, Boalaje, Carrascalejo, el Llano, la Redonda, Cerro Carril, la Muela y ese Monte Cerro Cabeza de Labría Cuchillos. Entre esos lugares, de pinos, monte bajo, algún que otro valle, el tendido ferroviario, el gran puente, sus recorridos por las huertas del río Ojos de Moya, ahora llamado Mira, donde nos encontramos muchísimos despoblados y aldeas que conformaron población numerosa en otros tiempos.

Por eso, Fuencaliente, la aldea más poderosa de todo el término, la Cañada, Cañadavedija, el Cañaveral, la Somera, Casa Alaúd, Charandel, la Fuente la Higuera, las Hoces, el molino de la Hoz, el molino de la Piedad, el molino del Sargal, el molino de la Peña el Carro, el Panizar, el Portichuelo, el Rincón del Álamo y el rento del tío León, nos advierte. No se si los restos de sus ermitas, como la de San Agustín, San Roque, San Pedro, la misma de la Fuencaliente y la Piedad, contiguas al casco de la villa, recuerdan la devoción intensa que aglutina la afamada de la Cuevasanta –ya citada-, a recorrido de siete kilómetros, bellísima, misteriosa y ancestral con ese subterráneo “en el cóncavo de un peñasco” según citan las Visitas episcopales. Ahi está, con sus paredes calcáreas cubiertas de estalactitas y estalagmitas, al pie de ese cerro cubierto de matorrales en esa piedra de color rojizo con entrada en agujero natural donde nos recibe San Marcos en su capillita y que como Cueva Santa acoge en romería a otros pueblos de la comarca, pueblos ahora valencianos, romeros históricos. Esta es la Mira que quiero contar, la misma que dio cabida en sus nacimientos al religioso Antón Martín con su casa en la calle de la Cruz, el que tanto fundara y tanto escribiera, al que yo he hecho alabanza en otros escritos, por eso de que en Mira hay mucha solera, buena gente, cultura, industrias y deseo de progreso. Entre la iglesia de la Asunción, en lo alto, con esa estructura curiosa en su acceso, las ermitas ya citadas, la plaza con su balconada, preciosa, la

fuente con su pilón hexagonal, el lavadero y todo su buen trazado caserío,habita un pueblo con carácter. Y en eso, lo dicho, pero también en sus tradiciones, sin olvidar esa Semana Santa que yo tanto recuerdo, con caperuces, rítmos procesionales, pasos, la mona en el lunes de Pascua, la Candelaria, San Antón, San Isidro Labrador, el Corpus, San Sebastián y la Virgen de la Asunción en ese agosto de reencuentros. No podemos dejar, su Cofradía de la Vera Cruz, tan antigua como su historia, y en todo caso, podríamos hablar de cómo en la Candelaria los niños son llevados a la misa para su bendición con velas encendidas o si no en sus Carnavales, al remontarnos trescientos años atrás, cuando con sacos viejos y ropas muy usadas, cubriéndose la cara salían salpicando con aceite y barro al son de “esta noche se reparte y mañana se verá”.

/ MIRA/ Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 251

/ MoNREAL DEL LLANo /

S

in duda, el topónimo de este lugar es bonito y sugerente. Monte Real sobre el llano indica símbolo histórico de alta nobleza, tal vez porque ese apelativo de monte real nos lleva a tiempos de poder o quizás porque en él se quiso hacer constar un sentimiento que no llegó nunca a ser realidad. Lo cierto es que estamos en tierra del marquesado de Villena, que por aquí La Mancha tiene un alto contenido geográfico, que hay algunas fuentes en el término de agua muy saludable, que en su llano corren bien los vientos y en otros tiempos, muchos animales de caza menor. Pero, al igual que puede suceder en otros muchos lugares, por aquí hay restos de tiempos antiguos. El yacimiento de la Torrecilla quizás nos anuncia poblado del Hierro, pero sin duda, este lugar como la mayor parte de esta comarca, fue creado por gentes del norte que repoblaron la zona una vez reconquistada en el siglo XII. Desde luego, no inventamos nada nuevo. Sin embargo, el marquesado de Villena, en tiempos del belmonteño Pacheco, fue su dueño por mucho tiempo. En 1587 es villa del arciprestazgo de Alarcón y luego en el siglo XIX ya pasaría al de Belmonte. Esta villa quedó con jurisdicción propia con la confirmación que hiciera don Enrique el 20 de septiembre de 1640 y es, a partir de ese momento, cuando alcance cierta notoriedad, con iglesia reedificada sobre una primitiva del siglo XVI, añadiéndole ese arco conopial en su portada y realizando sus alfarjes del coro.

252 / Pueblos de Cuenca

Cierto es, que en un lugar donde se fundan muchas capellanías es indicativo de cierto rango de riqueza, pues no en vano, ese elemento indica devoción y poder económico. Así, en el siglo XVII, el Visitador del Obispado afirma que son dos las que fundaran las hermanas López, otras dos, una particular y otra de varios vecinos que llaman del Purgatorio, así como la Prestamera aneja a la Colegial de Belmonte. En los censos del XIX cuentan con el caserío Duende, nos citan las ermitas de Nuestra Señora de la Vega situada en casa Pacheco, otra aldea ahora despoblada, buena en su construcción realizada en fábrica, la de San Sebastián y la de San Benito, el patrón del lugar. Ahora, solo nos hablan de la de San Benito Abad. La iglesia empezó a construirse en el XVI y su advocación es a Nuestra Señora de la Asunción, siendo muy interesante al analizar su construcción. Es un buen edificio, sólido, de tres naves, atestiguando el poder que este lugar mantuvo en su tiempo. La nave central se eleva sobre las dos laterales y destaca su portada plateresca del XVI y la torre cuadrada que cubre el ancho de la nave. En el interior, arcos fajones de medio punto y los soportes de los mismos en lugar de capiteles tienen pulseras con bezantes y bolas. Hay muchos collarines que adornan esos soportes con diversos motivos de fitaria y zoodaria. Curiosa la decoración. En el recuerdo, su horno de pan, su molino de represa de una piedra, su ayuntamiento, cárcel y el ca-

serío, ahora bastante cuidado, dando a este lugar cierto reconocimiento de pueblo con solera. Nos cuentan que en tiempos del XVIII, tenía bastantes jornaleros, que había unas cuantas viudas y tal vez tres o cuatro pudieran ser pobres sin embargo, el caserío de Casa Pacheco tenía buenas tierras de labrar, donde Dª Catalina Félix Pacheco mantenía la mayor parte de esos cultivos y que a finales del XIX perderían bastante valor, siendo el caserío Duende el más poblado.

Así, en marzo, en julio y el primer domingo de septiembre celebran fiestas patronales en honor a San Benito Abad, con curiosas actividades. Entre sus costumbres mantenidas de antaño, está el no comer gachas en día de entierro porque dice el refrán popular que “si ha habido muerto, ese día mete el dedo en el puchero”.

/ MoNREAL DEL LLANo / Iglesia y Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 253

/ MoNTALBANEJo /

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or Villar de Cañas, por Alconchel de la Estrella o por La Hinojosa, sea cual fuere el camino llevado, divisas la torre de la Asunción de este lugar de Montalbanejo. Lo haces y aprecias la solera que en tiempos debió de tener este núcleo, diminutivo de Monte Albo, o monte blanco, y que como tierra del marquesado de Villena, vivió a expensas de su señorial potestad hasta bien entrado el siglo XVIII. Y es así de cierto. Su iglesia es patrimonio, lo es por muchas razones. En primer lugar, su torre, altiva, señorial, de cinco cuerpos que de traza cuadrada su último cuerpo se hace octogonal por medio de trompas que dan lugar a chaflanes más pequeños que los lienzos restantes. Muy curioso el rasgado interno de su óculo que va en disminución y le hace mantener un bello detalle. Y es que aquí hubo un buen cantero, Pedro de la Vaca, venido de la alta Castilla a buen sueldo para hacer, sobre todo, la torre. En aquellos tiempos, el cereal aquí cultivado daba para mucho pues el lugar se adecentó y vivían en él varias familias dedicadas a ello. Quizás, el ser posesión en gran parte, del marqués de Mochales, según el catastro de Ensenada, potenció la labor y reafirmó el caserío, pues a bien tenemos que aquí se vivió siempre bien. Dicen los papeles que en este lugar, donde hubo cárcel, pósito, también hubo hospital para socorro de los enfermos pobres y transeúntes y tiene una bonita ermita en el centro del pueblo dedicado a Nuestra Señora de los Remedios, según Madoz, teniendo una pequeña vega en esa acequia

254 / Pueblos de Cuenca

que como único arroyo circunda el término llano de este lugar. Citan las crónicas que fue pueblo de abolengo y muy devoto. En aquel siglo XVII había tres Prestameras y tres Clérigos, así como prédios que la propia parrroquial cultivaba. Se habla de una buena heredad de rubial con Capellanía, incluso las rentas que se obtenían eran para los religiosos y el convento de Nª Sª del Carmen en Campo de Criptana. Fuerte era su Capellanía de Ánimas y entre las familias los Campo Moya, los Galindos, y Benita tuvieron cierta prestancia, más aquelllos habitantes de los llanos que tantos litigios embarcaran, advocando siempre a su Virgen de los Remedios. Curioso es también, su advocación a Nuestra Señora de la Soledad –según algunas fuentes-, posiblemente un culto perdido, aunque el Beato Francisco de Santa María tiene celebración de la buena. No mucho más podemos decir, sino que como todo lugar de ahora ha decaído su población, aunque en el caserío de los Llanos queda alguna que otra familia, no así en aquel despoblado de Villariegos que en el censo de mediados del XX afirma contemplar. Son gentes acogedoras, celebran buenas fiestas patronales, también las de San Isidro, y que tiene una iglesia digna de visitar, con su retablo del Alta Mayor atribuido al maestro Diego de Tierra, el mismo que hizo como remate en el tornavoz del púlpito, el grupo escultórico de la Resurrección. Pueblos de Cuenca / 255

/ MoNTALBo /

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ierras de lagunas, al lado de esa del Hito, famosa por su fauna, otras de menor importancia pero resultantes en belleza, dando a este territorio un especial contenido hidrográfico. Cierto es que Montalvo, monte blanco, fue en tiempos importante, tanto como puede testificar “el muro”, y singular vestigio de aquel imponente castillo que, según crónicas sin documentación, nos advierten. Tal vez pudiera ser verdad que aquí hubo en tiempos feudales territorio dominante con señor a la cabeza, el mismo que dominaría El Hito y Villar de Cañas, entablando litigio con el señor de Villarejo Fuentes o tal vez, con el propio marqués de Villena, por entonces poderoso. Dice, no se quién, pero lo dice, que fue señor de Montalvo don Edgar Coello –desde 1396 gracias a Enrique III- y es que, este apellido es de nobleza importante en el lugar, siéndolo desde el momento en que doña María de Coello fuera la mayor propietaria de tierras en el siglo XVI y que una de las Capillas de la iglesia la fundase don Gonzalo Coello. Los dos – una y otro- descendientes de aquel primer señor de la villa. Quizás la fuerte devoción de este lugar, bien nos lo podrían atestiguar sus numerosas Prestameras de la iglesia, pero sobre todo, por conocer quienes eran sus beneficiarios, tales como la que posee Domingo de Guzmán, que reside en Nápoles, o la del convento de La Madre de Dios de Úbeda y, por último, la que está aneja al Colegio Seminario de la ciudad de Cuenca y su Refitor de la catedral. 256 / Pueblos de Cuenca

De una u otra manera, Montalvo, es pueblo grande. En sus dos plazas se atestigua el hecho, tal cual lo reafirma su iglesia parroquial dedicada a Santo Domingo de Silos, iglesia que está desproporcionada en su planta pero que alberga un espacio importante donde los restos góticos nos lo aporta esa capilla en la nave norte, capilla con ventanas de ajimez al norte de la misma, moldura de alero con bolas y contrafuertes en los ángulos. En el hastial de poniente esa ventana tetralobulada en forma de cruz le da singularidad y belleza. Eran tiempos en los que el duque de Granada poseía propiedades. Sus doce columnarios, únicos, con grandes pilares circunformes, entre los que están la capilla panteón de los señores del lugar, el Presbiterio y la Sacristía, el antiguo coro, la pila bautismal y ese retablo Barroco que define al patrón de la misma, Santo Domingo de Silos.

vínculos y patronatos, dos fundaciones de la familia Tapia y dos memorias de la misma familia, todo ello, junto a la cantidad de capillas que presenta su misma iglesia, algo digno de resaltar por la importancia que ello suponía en aquellos tiempos.

La portada con cierto toque herreriano en esas bolas en las que termina, después de su hornacina y su puerta con arco de medio punto. Quizás luego reformada en su interior durante el dominio del marqués de Navamorcuende, en el 1655, gracias al beneficio del convento de las monjas de Loeches, momento en el que ya no figuran las ermitas antiguas de Nuestra Señora de los Remedios ni la de Santa Lucía, pero sí las de San Sebastián, San Juan y la de la Concepción, por entonces ya bien reparadas. Unos años más tarde, han quedado reducidas a dos: San Juan y Santa María de la Concepción, estando la primera extramuros. Cierto es que por entonces tenía mucho rango la Cofradía de la Vera Cruz y que la parroquial tiene diez

Pero siguen siendo sus tradiciones lo que realza el lugar. Tal vez, esa costumbre de “echar el verde” a las mozas en tiempos de Semana Santa, o ver corretear y danzar al son de la música a los Danzantes en esas fiestas del 29 de septiembre. Sus grandes astados en esa plaza de piedra y excelentes bailes en sus fiestas patronales sirven de reclamo para todos los pueblos de la comarca. Este lugar es Montalvo –da igual con v o b- y lo es, cuando en su Palacio o Parque Municipal de la Libertad nos encontramos vecinos y amigos para volver a revivir nuestros buenos encuentros festivos. Sagrario, mi amiga, bien lo sabe.

Aquí, en este lugar, se habló siempre de muchas casas hidalgas, de personajes que alcanzaron rango poderoso y que habiendo nacido aquí, dieron realce al lugar. Aquel Prior santiaguista, Bartolomé Pérez Espejo, tal vez los Lasso, señores del lugar, o los Onduvilla (Honduvilla) que desde 1600 fundaron potestad, heredando el apellido de aquel primer licenciado que tuviese litigio con las monjas y abadesa del Monasterio de Jesús de Huete. También, entre ellos, Ventura Castro, Racionero de la catedral de Cuenca, el fiscal general don Sebastián Valdés y así algunos otros.

Pueblos de Cuenca / 257

/ MoNTEAGuDo DE LAS SALINAS /

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s Ruta de la Lana, si cabe, puerto franco y principal para subir hacia el Apóstol Santiago. Me alegro mucho que por fin esté reivindicada. Desde aquí, una vez entrados desde la Alcudia o tierras de Jaén, se reúnen los pastores de antaño, trashumancia realizada antes, para comerciar camino arriba con esa buena lana esquilada y venderla en aquellos mercados de Burgos, punto de referencia. Sin duda, esta tradición económica generó en tiempos de devoción santiaguista, el camino de la lana, el que ahora se ha vuelto a revitalizar, para el bien de todos. Duro esfuerzo de Luis Cañas, entre otros. Ahí está Monteagudo de las Salinas, tierra antaño del obispado de Cuenca, cuando en tiempos de Reconquista, Alfonso VIII lo diese a su obispo Juan Yañez y éste lo mantuviese como tierra episcopal bastante tiempo, al igual que hiciera con Paracuellos de la Vega. Por eso, aquí hay castillo antiguo, bello, original por su traza ovoide, ahora restaurado en esa elevación que, bien iluminado, impresiona al viajero cuando pasa por esa carretera de la Motilla. Y es que este lugar tiene bastante historia gracias a esa producción salina. Eso lo sabía hasta el obispo García al que desde el Villar de Domingo le correspondía renta por imposición de Fernando III y así otros muchos obispos y deanes, tal cual don Gonzalo Ibáñez o don Odón. De ahí, la importancia del lugar.

258 / Pueblos de Cuenca

Pero aquí hubo en tiempos riqueza, la misma que pudo haber en otros puntos de la provincia donde el yacimiento de sal potenciaba la poderosa economía del Obispado. Ese motivo generó su dependencia y explotó durante mucho tiempo esa riqueza salinera. En sus tiempos, eran pocos los despoblados, salvo el yacimiento, luego en tiempos del XX, ya aparecen otras aldeas con población que arrinconan hábito de vida, tal vez Navarramiro por donde dicen hubo vía romana secundaria y luego vereda de la Mesta con cierto abolengo, las Salinas como aldea de producción, el parador Venta Tea, conocido ahora, y el caserío de Villar de Tejas, antaño muy concurrido. Pero Monteagudo tiene buenos parajes. Monte de pinar, otros con monte bajo y buena caza a la que ahora concurren mucha gente, sus montes del Entredicho, los Ardales, Cerro de la Salinas, dehesa del Quejigar con abundancia de quercus, el Puntal de Palancarejo, los Selvares y Umbría Cañada Ituero. Igual nos hablan de buenas aguas su término, sus dos molinos harineros que bien abastecían a esta población y también de esa devoción mantenida a los Santos Mártires, Victor, Modesto y Crescencia, patronos del pueblo, gracias a su milagros sobre todo de aquella nube en el Humilladero de San Cristóbal, o tal vez, el pedrisco padecido en el XVII y por quienes se hacen buenas fiestas patronales en junio. Nos queda un humilde caserío que ahora está remozado, la iglesia dedicada al Salvador de mampostería con machones de sillería, la estela de piedra

circular con vástago o el paramento de balaustre del Coro y ese retablo renacentista que alberga en su contenido. A la campana, su espadaña le mantiene. Queda San Roque al que siguen dándole la ostentación que ese santo siempre tuvo en el lugar.

/ MoNTE AGuDo DE LAS SALINAS /

“Maga, sino estás contenta con el mayo que te he echado, mañana vas a las eras a coger cucos del rabo”

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 259

/ MoTA DE ALTAREJoS /

E

sta aldea de Cuenca en tiempos de repoblación con Hontanillas, Romerales y Tejadillos en su entorno, albergó una población pequeña pero muy vinculada a su terruño. Su dependencia a Cuenca le determinó durante mucho tiempo la explotación agraria de su término, en gran parte, propiedad del Cabildo catedralicio de la ciudad. Sin embargo, aunque el caserio no es crecido ni tampoco presenta edificios de cierta solemnidad, excepto su iglesia dedicada a San Lorenzo Mártir, si tiene un contorno de parajes bellos que le enaltecen y le dignifican. El origen de la población como tantos en el siglo XIII de nuestra provincia: la repoblación cristiana. Sin embargo, aquí en su término, el yacimiento de la Peña de los Moros, nos reconduce a una posible necrópolis de habitantes de aquel tiempo, aunque es posible que tengamos que remontarnos a la Edad del Bronce más bien, alusión que a veces los lugareños olvidan. Las formaciones pintorescas y afortunadas que la erosión y el elemento orográfico han provocado nos dejan en su término, Los Torrejones y la Casa de la Tortuga, dando vida imaginaria a formaciones curiosas, tanto de caras humanas como de caparazón de este animal. El puente del Castellar, resto de la civilización romana, es significativo por su valor histórico y ambiental, pues nos advierte del paso de calzada romana que comunicaba aquellas importantes poblaciones de Valeria y Segóbriga. 260 / Pueblos de Cuenca

La Cueva de la Arena, la Alameda, las vegas del río Júcar y su afluente La Mota, los chopos donde ambientar las meriendas, las elevaciones y hondonadas en que se difumina su paisaje, hacen de este término, un encuentro y desencuentro de recorridos líricos ambientados en un senderismo ahora muy en boga. Como curiosidades, el que en el siglo XVII, los Calleja de apellido llevan a cabo diversos litigios entre propios y vecinos. Sin embargo, uno de ellos Alonso Calleja fue médico bien considerado en este lugar y Pedro Calleja, su hermano adquirió gran fama por haber sido soldado en las guerras de Sucesión, batallando en Cataluña. Este murió en circunstancias dramáticas y su hijuela fue atendida por Antonio Calleja, otro de los hermanos, a pesar de la negativa del Provisor del Obispado. El mayor hacendado en el siglo XVIII era el Cabildo de la iglesia catedral de Cuenca, siendo veintiuno los jornaleros que pechaban en una extensión de 17 km2 de tierra productiva. Su iglesia con esa portada de doble arco apuntado, apoyado en cornisa biselada guarnecida con sartel de perlas. Es muy bella. Su interior, de una sola nave, planta rectangular y cubierta de artesa. San Lorenzo en agosto, con verbenas y juegos tradicionales aglutina las fiestas patronales. Mota de Altarejos se encuentra ahora, sumida en ese despegue de turismo rural que ofrece sobre todo su proximidad a Cuenca y sus bellos parajes.

Esa Mota que eleva su población desde donde varior altares o altarejos devocionaban a San Lorenzo en tiempos de cosecha, tal vez, abrieran este bello lugar para regocijo de todos. Por eso, las rocas abren misterio y solemnidad con parajes maravillosos.

/ MoTA DE ALTAREJoS / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 261

/ MoTA DEL CuERVo /

contenido, en su aleteo y, si cabe, en su conducta y que es un pueblo con fuerte solera entre sus gentes, con fuerte tradición en su cultura y poco comprendido por las instituciones que, no aciertan a entender, cual es la razón de ser de su progreso, bien delimitado y poco asumido. En la Mota anduvo el Quijote y en La Mota la Orden de Santiago tuvo feudo, castillo y solar. Por eso, también hay camino hacia Santiago.

Q

uizás la Mancha, ese ombligo cósmico del Universo, abierta y sin murallas, donde el viento ha conseguido mover las aspas molineras sin titubear ante el cielo abierto, es el lugar más adecuado para ejercer la tradición como conducto de modernidad. Y digo esto porque aquí, en la Mancha hay topacios y luz, interminables cultivos, rutas infinitas, paisaje donde el pino, aislado entre crucetas de mies, tiene una copa redonda y piñonera. Este lugar, es ante todo, la antesala de ese mundo en el que Sancho y don Quijote invocaron el amor de Dulcinea y lucharon contra gigantes sin cabeza para creer en la ilusión de una realidad que, ni siquiera el paisaje, pudo detener. Aquí está La Mota, llamada del Cuervo por invocación de ese pájaro negro que tanto misterio ensalza en su 262 / Pueblos de Cuenca

No hay duda que la Mota encierra rica historia entre sus paredes encaladas y sus casonas blasonadas y lo hace desde aquellos siglos de repoblación obligada, donde las Órdenes Militares le rodeasen, obligando a esos pagos de redención en sus tierras cuyas familias, muchas llegadas de tan lejos como de la Navarra encadenada o de la Castilla más alta, dejaron apellidos de solera . Ahí están, los Martínez, Pedroche, Tirado, Sánchez, Morales, López, Valero, entre otros, formando carácter entre la rica artesanía y ese buen vino que la Virgen de Manjavacas bendice año tras año para que no falte prosperidad en el pueblo. Mota, la del Cuervo, siempre estuvo a mitad de camino. Si los Pacheco de Belmonte hicieron fuerte señorío, la Mota quedó entre su poder y la Orden de Santiago; después, a tiempo trasnochado, fue Álcazar de San Juan la que anduvo más a tino dejando a la del Cuervo siempre más relegada. Sin ahondar en su rica historia, el lugar alcanzó solera en tiempos de la Edad Moderna, cuando ya sus aldeas eran ricas en población y no tan despobladas como ahora. Del surco del Zánzara, un poco más abajo, los caseríos de Manjavacas, Casas de Castaño, Giminillo,

Viuda, Sancho Gómez, Oyuelas, Hero Concejo, cultivaban cereal en grandes hazadas, luego otros lugares, como las Casas del Castillo, las Casas del Monte, Huerta de Rabosero y las Quinterías de Guevara y de la Viuda, reunían labores agrícolas bien contadas. Está claro que aquí Sancho hizo saber esa tradición de la Fiesta del Pepino, que ahora en época estival bien hacen los jovenzuelos; pero también supo eso de las Garganteras al bautizar a los niños o la famosa fiesta de Cantar la Llueca merendando el bollo. Aquí, donde nacieron algún que otro Prior de la Orden cuando estaba en Uclés, tal cual Juan de Becerra, o este afamado lugar por devoción donde hubo Cofradía del Santo Entierro, Cofradía del Santísimo, Cabildo de San Pedro, Pósito de pobres, Cofradía de la Vera Cruz, Obra Pía de Juan Díaz, Hospital y Santo Cristo, Patronato de Juan Sánchez Nieto, Ánimas, patronato de Juan del Vado, Cofradía de Pastores, Maritandas de Llanos. Todo un devoto contenido. Luego, esas ermitas, las que quedan, de San Sebastián, Manjavacas, San Sebastián el Santo y Santa Rita, herederas de aquellas otras muchas que en tiempos hubo. Al lado, su parroquial, dedicada a San Miguel Arcángel, con orfebrería y aljarfes del bajo Coro digno de alabanza Podríamos hablar de muchas cosas, de sus molinos, de su caserío blanco y bien delineado, de su Asociación de Amigos de los Molinos, donde yo he hecho pregón al uso, de su Romería de interés nacional, El “correr a la carrera” la Virgen de Manjavacas, a lo largo de tres semanas de agosto, fiesta por excelencia y de sus tradiciones que son muchas y buenas.

Desde el Cerro Mingote y su caldereta o la laguna de Manjavacas como emblema, esta Mota, sin duda, fue y es señera en hidalguía, con casas de sillería y buenas fachadas blasonadas. Tuvo excelente Pósito que buen cereal albergaba, Hospitales para pobres, militares y clérigos de aquel bien llamado Martínez del Cojo, su benefactor, buenos edificios que ahora albergan Ayuntamiento, Centro de Salud, Instituto, Polideportivo, Centro Social, etc., en un entramado de callejas radiales, bien pavimentadas con elevada blancura entre sus ripios y curiosos balconajes de buen sabor manchego. Estas gentes son, ante todo, moteños y así lo hacen creer en sus músicas: “El oficio de labrar, / es un oficio que apesta;/ trabajando con tesón / con el azadón a cuestas.” Creyendo en su propio sentimiento dan la razón a cada acto que en sí realizan, donde el sustento del pan ha marcado la sinrazón de su propia vida, con profundo arraigo a sus tradiciones centenarias donde, ni siquiera el Zurdo, ha volteado suficiente sus astas para aclarar el cielo, pero donde su Virgen de Consolación ha dado el soplo necesario para creer en sí mismos como un pueblo con futuro claro. Ahí quedarán para ese buen recuerdo y añoranza, aquellas estrofas de “Tirando de la galera” con sus dos cascabeleras o, “En esta calle hay un charco” donde la niña bonita cierra sus ojos para que el galán sienta el golpe, como seña de identidad de cada moteño. (P)

Pueblos de Cuenca / 263

/ MoTILLA DEL PALANCAR /

triz doña Isabel, su esposa, los lugares de Molina de Aragón, San Clemente y Villanueva de la Jara, añadiéndoles las rentas por necesidad de Iniesta y la Motilla del Palancar, aunque luego se las cambiara por otras de Sevilla. Más tarde, su independencia como realengo.

A

la margen izquierda del Júcar, en esa Manchuela ahora definida por paraje, comarca e historia, rodeada de las últimas estribaciones de la Sierra conquense, entre ondulaciones con enebros, sabinas, algunos pinos y monte bajo de roble y carrasca, se alza La Motilla. Cierto es que en estos terrenos, el carbonato de cal, o la piedra de yeso o las salinas no muy lejos de allí, han dejado menos tierras para un buen cultivo, pero también es cierto que entre los parajes de Morriones y Gadea, hay buenos pastos porque luego más cerca de la población, en el parque del Carrascal y el paraje de San Cristóbal, se llena el contorno de tradición contenida, siendo en la lejanía las Reíllas y el cerro Talayón, sus referencias. Este lugar es de antiguo dicen las crónicas. Lo es, desde que el marquesado de Villena lo dominara para sí como todos los lugares de esta vasta comarca conquense que duerme a los pies del Alarcón más histórico. Más tarde, Carlos V –según el archivo de Simancas- firmando de su puño y letra el 15 de septiembre de 1526 en Granada, dona a la empera264 / Pueblos de Cuenca

Aquí está San Gil, el patrón, ese que tiene parroquial de solera, amplia, grande, bien edificada, con dos grandes puertas de entrada, casi igual en hechura – fachadas renacentistas-, con arco y dinteles con frontón triangular rematado en bolas. En el interior, su presbítero con bóveda de lacería y dos capillas laterales con cierta rejería de estilo. Campanario adosado de tres cuerpos. Lo conozco bien de cuando allí estudiaba. Pero Motilla tiene más arquitectura buena que contar, sobre todo, la ermita de Nuestra Señora de la Concepción –su patrona-, camino de Campillo de Altobuey, casi a extramuros, edificio del siglo XVI aunque empezado a construirse antes, de planta de cruz latina, y esa portada con dovelas y baquetoncillo en el intradós. Tiene en la sacristía unos alfarjes formado por cuatro jácenas sobre canes y jaldetas que se cubren con bovedilla. Desaparecidas las otras ermitas que antaño daban la devoción más popular al lugar: San Sebastián, San Marcos, San Laurencio, San Cristóbal y San Roque. La Concepción bien celebrada, se hace en diciembre. Cuando se da “el paseillo” pasando por la Casa de la Tinada, la devoción alcanza plenitud, tal vez

cuando los vecinos hacen esa costumbre de comer caballa para su aderezo, quizás cuando en el Riato, su arteria urbana, se concentra toda la actividad lúdica y festiva, tanto en el patrón como en ese Carnaval, año tras año, con su colorido más exuberante, su desfile, el aderezamiento de las fritillas, rosquillos y la zurra, el domingo de Piñata, el martes de Harina con esas sacas de harina dispuestas por el consistorio. Pero, el caserío poco estructurado en su disposición urbana tiene estiramientos obligados. Sus barrios se alargan, más bien hacia este lado de la carretera principal, alguna avenida grande y luego calles y callejas en circuitos desnivelados. Sin embargo, en todos hay tradición, tal vez, en la plaza de Toros, donde reside población desde antaño, o en las celebraciones de San Cristóbal, San Isidro, el Corpus y sobre todo, la Semana Santa, es donde se tuerce el escenario más vivo y latente de todos los motillanos y motillanas. Ahí, su Pasión Viviente, declarada de interés turístico es cuando todo se aclama. Ahí se despliega todo el fervor y el buen hacer teatral de un pueblo que encuentra en su representación el alma viva de su carácter. Veánla.

que con el renque, renque, renque, que con el renque, renque, renque, y olé. Lo llevaba una señora, clavadito en el corsé que con el renque, renque, renque, que con el renque, renque, renque, y olé.”

Entre la atmósfera de su tradición el Cancionero se extiende con villancicos populares y canciones de ronda o de mocedad. Una de ellas, por curiosa letra, nos advierte de fuerte costumbrismo: “En la puesta del estanco se ha perdido un alfiler Pueblos de Cuenca / 265

/ MoYA /

E

s impresionante cuando divisas su silueta en lo alto del cerro. Pocas imágenes pueden maravillarte tanto y es difícil relatar en pocas páginas tanta historia encerrada entre sus muros, ahora derruídos y durmiendo ese sueño eterno. ¡Qué decir de Moya¡ Nace en tiempos prerromanos, en ese ingente cerro, circundando por algunas elevaciones y regando sus llanuras que confinan el Ojos de Moya y el Algarra, pequeños ríos, hijos del Cabriel al que luego llegan. Tal vez, hablar de su historia sea poco original por cuanto tanto se ha hablado, pero dejar de hacerlo, puede ser hasta pecado por todo lo que en tiempos ha supuesto. Nacida como ciudad en tiempos de Reconquista, a pesar de que aquí, el moro tuviese feudo fortificado y poderoso. Las tropas de Alfonso VIII, acompañado de los freires de la Orden de Santiago, llegan, sitian, atacan y conquistan en aquellos años primeros del siglo XIII. Da igual quien fuera el conquistador, si Alvaro de Mouriño o das Mariñas el que escalara su muralla y de ahí el emblema que desde entonces rige, o si los santiaguistas, quienes luego tuvieron predios, tierras poderosas, torres y hospitales. Eso ya se ha dicho en muchas ocasiones, investigadores grandes han sabido compendiar la riqueza de su pasado, por eso ahora, aludimos simplemente a sus monumentos que adornan la huella de lo que en tiempos fuera. La Meya de Cherif Al Edris, esa llave del reino de Requena, la que repoblada en 1209 o 1210 por Pedro Fernández, señor de Castiel de Vela y Pedro Vidas, la que el Hospital para redimir cautivos fundasen los santia266 / Pueblos de Cuenca

guistas, la que luego fuera Marquesado sobre 34 pueblos en la familia Cabrera y Bobadilla, la que se levantase en armas comuneras contra el emperador Carlos V, pero sobre todo por el abuso del poder señorial que le mantenía, la que siempre abundó en religiosidad por su seis parroquias en iglesias contenidas: Nuestra Señora Santa María, la Trinidad, San Pedro, San Miguel, San Bartolomé y San Juan; la que mantuvo Conventos, Hospital, fortaleza, caserío y que ahora, duerme esperando revitalizar su encanto a fuerza de ese empeño y esfuerzo de la Asociación de Amigos de Moya. Esta es, Moya. Uno recuerda, antaño, aquellas aldeas, caseríos y poblaciones que dependían de su jurisdicción. No ha mucho que el rento El Angosto, el Barrio del Arrabal, el rento Barrachina, el Benarruel, el de Chinero, El Hoyo, El Barrio, los Huertos, las Olmedillas, la Pacheca, la aldea de Pedro Izquierdo y el propio Santo Domingo, durante muchos años, feudo del Ayuntamiento, conformaban su territorio moderno. Se perdieron aquellos otros como Los Olmedillos, las Puertas, Asturias, Prado Redondo, el Barranco y las Fuentes, pero las puertas de entrada a la villa empiezan a ver levantados sus esquirlas estructurales, alguna cornisa y dovela, tal vez, los paramentos de sujeción, quizás una atalaya que a punto está de caer, y en eso se está. Uno asciende en ese Septenario de la Virgen de Tejeda, o en esas fiestas donde el paloteo te aviva, cuando se hace baile y misa mayor con pregón de la Villa, te reencuentras con la gente de la comarca y añoras angustiado todo ese revivir de un pasado inmenso y grandioso. Por eso quiero tanto a este lugar. Soy un hombre de historia y aquí me encuentro conmigo mismo. Llego,

cruzando el primer adarve musulman, entro por su puerta principal donde ondea escudo, escalo en ese camino de piedras, algunas levantadas, y llego a la plaza. Allí, el Ayuntamiento con su balconada me observa, pero antes, debo de entrar en la parroquial de Santa María, revivida después de mucho esfuerzo. Miro alrededor y poco queda de su convento de Franciscanas de la Purísima Concepción y de los Franciscanos que aquí rezaron. Ahora, uno de ellos, museiza el ambiente. Observo con cuidado y solo quedan, los tapiales de la parroquia de San Pedro, un poco más allá, el campanil de la de San Bartolomé, destruida en aquel incendio de 1927, la de San Miguel que queda como cementerio del Arrabal, el lienzo solitario de la de San Juan y la espadaña hiriente de La Trinidad. ¡Qué paisaje más triste a mi alrededor¡ Sigo el camino, entre los restos de sus casas y me asomo al valle. Allí, entre la gran diversidad geográfica, los diez rentos de labor, dos molinos harineros, la casilla lavadero, más de cien tinadas, las ermitas de la Cruz y San Roque, algo más lejos, la de San Antonio y bastante más, la de San Cristóbal. Todo era realidad en aquellos años del XIX. Por eso, ahora, sus pueblos que le rodean y parapetan han mejorado el caserío, con restaurantes, casas rurales, reedificaciones nuevas y hoteles en la proximidad landeteña. Moya duerme pero vive y eso lo he podido constatar yo. Hace falta mucho más para despertarla del todo y entre todos, deberíamos hacerlo, amigos. Lo merece. (P)

Pueblos de Cuenca / 267

/ NARBoNETA /

D

e tierras de la Narbona francesa por acá llegaron en esos tiempos de la Reconquista, tal vez con Alfonso VIII o con Fernando III, muy dado este último a eso de reclutar amigos de aquel reino. Quizás, la influencia de doña Leonor, esposa del rey alfonsino, fuera la más generosa en el cometido de traer gentes de su país para ayudar, no solo a eso de la reconquista de tierras a los musulmanes, sino también, a edificar o levantar iglesias y catedrales, en este caso, la de Cuenca. Si entramos en la Historia, vemos algún documento donde aparece este lugar de las Tierras de Moya, tal vez cuando el arzobispo toledano Jiménez de Rada decide conquistar esta comarca a los musulmanes de Requena, utilizando para ello, su ejército y los puntos fronterizos próximos a la raya levantina, tal son los casos de Mira, Moya y Narboneta, momento en el que este lugar nace como poblado.

Luego, en esas turbulencias nobiliarias de poder, cuando el gran marquesado de Villena aspira a dominar el trono castellano, el maestre de Santiago por un lado y don Juan Pacheco, el marqués por otro, obligarían a no seguir fieles a la princesa Isabel en su enfrentamiento contra la Beltraneja,. Don Juan Fernández de Heredia, señor de Mora decide apoyar a los moyanos y con poderes de la propia princesa entrará en Moya, con doscientos hombres a caballo y quinientos soldados a pie para defenderla, no sin antes, mantener un enfrentamiento en la fortaleza de Narboneta a la que tuvo que atacar con la caballería y varias piezas de artillería, arrasando el caserío y el pro268 / Pueblos de Cuenca

pio baluarte defensivo. “…sucedió entonces que después de haber prometido a Andrés de Cabrera de guardar lo que trataba con la princesa, el rey de Castilla y el maestre de la Orden de Santiago, el marqués de Villena y su hijo, hicieron saber a los de Moya, una vez que con Alfonso Tellez habían cercado y hurtado una fortaleza de aquel marquesado que se decía de Narboneta….” Cuando cruzas por carretera hacia Víllora, lugar al que perteneciera en lo religioso, te encuentras una población en un alto que domina un amplio valle circundado de montañas. En su término, los montes del Puntal de la Torre, Nastrederos y Carcamilla te advierten de buen pinar abundante, no sin antes encontrarte con algunas fuentes que le circundan. Sus caminos, pedregosos algunos de ellos, te llevan hacia parajes bellos donde en tiempos pastaron buenos corderos y alrededor, Sorretillas, las Parrillas, Pino Carrascales y Fuentes Régomez, con sus pinos laricius y esos escasos rastrojos que andan a camino de tiempos de cosecha que ahora poco se hace. De vez en cuando, algún caserío te advierte, ahora muchos despoblados, y las Casas de Benito y Juan, los rentos de Casa de la Huerta, Casas del Molino, Rento de Blas, rento de la Fuente Compadre, rento de las Balsas, del Buitre y Palomarejos, con escasos habitantes ahora, reflejan una riqueza en tiempos del XIX. Recuerdo que en algún libro nos cuentan curiosidades, tal vez, aquellos sermones de un tal Mossé Lupo de Roxet, nacido en Cataluña y que aquí hizo alguna misa y como también, las franciscanas del Convento de

Moya, eran las mayores propietarias de los terrenos de cultivo de este lugar. Al lado de ese Cabriel que pasa un poco lejos del lugar, Casas de las Minas que queda retirado por un lado y luego Cañadavedija por otro, Narboneta es lugar de devoción a la Virgen de Tejeda, a la que asisten en tiempo de romería, cada siete años, pero a su vez, la Asunción de la Virgen tiene parroquial, pequeña, con un solo salón como nave que le sirve para acoger al poco número de habitantes que le adorna y que arreglaron no hace mucho tiempo.

Quizás, su Virgen de la Esperanza y San Miguel en septiembre son los patronos que a bien tiene por cuidar de sus gentes, por eso lo celebran, pero no en su tiempo sino en el estío, en esos días de agosto donde todos se juntan para ello. Al principio del año, San Antonio y los mayos aglutinan tradición, cada vez más perdido por desgracia. Como símbolo, su puente del ferrocarril, ese que es el más grande de todo el trazado a Valencia, el que abre 669 metros de eslora en construcción de Torres Quevedo quien le da nombre y diseño. Ahora, Narboneta, casi duerme en su caserío y restos del castillo.

/ NARBoNETA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 269

/ oLIVARES DEL JÚCAR /

B

ien lo dice su topónimo, porque ahora sigues viendo unos cuantos olivos conformando ese terreno montuoso e irregular que le da forma. No muy lejos, el río Júcar, el gran padre de toda Cuenca, le adorna con sus aguas y le da vida a varias vegas que le acumulan riqueza hortelana. Hay muchos anejos que forman su término y donde, en tiempos pasados, habitaron buenos labriegos y algunos pastores. La Casa del Moro, la famosa Caserna donde mi tío estuviese en tiempos como forestal para el cuidado de esos pinares que le hablan de madera buena, el caserío de Castillejo y luego los molinos sobre las aguas del propio Júcar donde el trigo se hacía harina y que atendiendo a todo el término fueron envidia de la “alredorá”: molino del Marqués y molino de Olivares.

270 / Pueblos de Cuenca

Este lugar fue poblado en el siglo XIII, después de que Alarcón fuese cabeza de territorio. Por su influencia en los tiempos de las Comunidades, los reyes la fiscalizaron aunque durante tiempo fue lugar de señores, en este caso, bajo la potestad de los Guzmanes que la poseyeron y la tuvieron en explotación agraria. Don Alonso de Toledo y Guzmán, caballero del hábito de Santiago, en 1655, tenía dominio y sus aldeanos de las Casas de Ucero, de don Benito y de Villafranca le servían Prestamera, dando entonces cierto valor a la población que a bien se comprobaba en sus cuatro Capellanías y sus cuatro clérigos por entonces. Tenía un buen oratorio por aquel tiempo, una ermita de San Roque bien cuidada y por empeño de los señores de Cervera cuando hubo cierto litigio por la intromisión de ellos, al intentar venderla a un tal Julián de Baldés (Valdés) en esos años del XVII, sin acierto por frustrarse la misma. Como era buen lugar por eso de las riberas y arremetidas del río, ya caudaloso por aquí, sus molinos alcanzaron cierta fama, tanta, que el Obispado quiso poseer su explotación, sobre todo el llamado molino del Licenciado, quien en nota del Visitador episcopal afirma que el obispo don Pedro de Toledo o Gómez Barroso, en aquel siglo XIV lo dejó a la propia iglesia de Cuenca. Cierto es que este lugar llegó a tener más de 70 km2 de hectáreas a cultivar, sin embargo, la construcción del pantano o embalse de Alarcón provocó el que,

gran parte de sus rica vega se viera cubierta de agua. Un poco después, se construyó la parroquial dedicada a la Asunción, siendo en principio de mampostería y techo de madera. Sus postes eran de cantería, porque el propio Alonso de Guzmán pagó el costo, trayendo a un buen cantero de Soria de nombre Francisco Prieto. En el siglo XX se restauró casi toda, quedando su portada bien definida pues es una gran obra de escultura con esas columnas exentas en los laterales y escudo con el anagrama de la Virgen en la clave. En el siglo XVIII se hizo un altar mayor con rocallas y cajonería de cuarterones y peinazos formando cruz. Bello. En agosto, sus fiestas del Niño le realzan y le dan el toque lúdico que hace alardear a sus vecinos y convecinos que allí se reúnen.

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/ oLMEDA DE LA CuESTA /

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os caminos que nos llevan hacia esa Alcarria de Guadalajara nos permiten encontrarnos parajes muy interesantes. Curioso es, si cabe, esas tierras de Noheda donde ahora el yacimiento romano invita a su parada, pues no hay mejores mosaicos que los de allí, seguro. Pero antes, encuentras los caminos secundarios que te indican Fuentes Buenas y Villarejo del Espartal porque de ahí parte la jurisdicción de este lugar, Olmeda de la Cuesta, lleno de olmos en su recorrido y el caserío anclado en esa ladera que haciendo cuesta te eleva hacia su iglesia de la Asunción como símbolo. Su origen como el de todos los del lugar. Tiempos de reconquista con Alfonso VIII, 1177, después concesión de predios y tierras a sus compañeros de batallas y luego repoblación con gentes del norte. Cuando el marquesado de Cañete se erige en esos tiempos de los Reyes Católicos con la familia de los Hurtado de Mendoza, estas tierras pasarán a su propiedad, por eso María de Castilla, prima de Juan I el rey por entonces- y casada con Juan Hurtado, padre que era del que sería el primer Señor de Cañete D. Diego Hurtado de Mendoza, será su primera dueña, la misma que hace levantar esa iglesia dedicada a la Asunción, bella en su hechura de dos naves y aunque no muy grande, ornamentada en su interior con un retablo en la capilla mayor, techo de madera y algún que otro adorno de buena plata. Fuera, la portada renacentista es linda, pues su doble pilar adosado y friso de cartelas, alberga una hornacina santiaguista con esa concha elegante que 272 / Pueblos de Cuenca

tanto abunda. Sus contrafuertes y la otra puerta de arco de medio punto, le dan la fisonomía de sobria parroquial. Curioso su interior con una bóveda de pañuelo con nervadura en el Presbiterio y otra bóveda de una capilla que debió de ser de Baltasar de Zúñiga, caballero de hábito de Santiago que tuvo Prestamera en el siglo XVII. Tuvo retablos importantes, de estilo churrigueresco el de la capilla mayor y algún otro con retoques góticos, pero serían destruidos en la guerra civil del 36. Aunque tuvo dos ermitas en tiempos, la de San Sebastián y la de Santo Domingo, solo queda en excelente estado la primera construida de mampostería con esquinales de sillería y su portada sencilla con arco de medio punto con pedestal. La segunda, necesitada de reparación. Tuvo gran devoción y religiosidad en tiempos, pues eso lo atestiguan sus tres clérigos, aunque cierto es que debían de atender sus anejos de Fuentes Buenas y de Villarejo del Espartal, pero su Memoria de estudiantes allí fundada por Miguel Carabaño, clérigo de corona y grados así como alguna que otra Prestamera, sobre todo la que abastecía al cabildo de Santa Catalina de Cuenca, nos dan fe de ello. Sus montes, con pastos y leña eran bien atendidos, sobre todo el Tallar que era propiedad del Común de los vecinos. Desde lo alto, bien se divisa la sierra del Guadarrama. Por eso, cuando uno se aproxima a este lugar, a su caserío bien arropado, y en su paisaje observas sím-

bolos rocosos excelsos, pareces encontrarte en un lugar casi misterioso. Su piedra en forma de torre con tinajas y que llaman La Mezquita, luego un poco hacia otro lado, la Cueva de la Cañada, esa que dicen era el lugar de cobro de impuestos diezmales, o el Palomar con sus orificios, antes muy apreciado como referente del lugar, poco o casi nada te queda por ver, a no ser que en la carretera que nos lleva a Olmedilla de Eliz, pasemos a su ermita ya descrita.

Sus fiestas en honor a San Sebastián son muy sonadas en la comarca, el 20 de enero, patrón del lugar y que ahora, tiene celebración en agosto para arropar a más gente. Son admiradas en la comarca, y algo menos, San Cristóbal en julio, pero también ruidosa.

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/ oLMEDA DEL REY /

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uando lees legajos o libros antiguos siempre te sorprendes por términos o referencias curiosas. A mi me sorprendió el que este lugar recibiese el nombre de Olmeda de las Valeras en muchas de sus referencias, pero no por el hecho de ser una aldea anexa a ese lugar, sino porque era mucho más probable que el componente del Rey que lleva su topónimo es más fácil haber sido agregado en tiempos de la Edad Moderna, cuando la mayor parte de los pueblos se independizan de sus señoríos o mayorazgos, y no más tarde como así parece ser.

gosa y luego, reunirnos en su caserío y en sus alrededores. La historia nos habla de tres ermitas bien acondicionadas, San Pedro, San Sebastián y San Cristóbal y que en aquellos años del XVI y XVII era lugar de gran devoción religiosa pues tenía varias Prestameras, Capellanía colectiva de ánimas, una gran devoción a la Virgen de los Dolores, cuya imagen fuese donada por los condes de la Ventosa en el año 1727 y dos Pósitos, uno real y el otro administrado para pobres y huérfanos como Obra Pía que fundó Domingo Segura.

Lo cierto es, que este lugar nace en tiempos de repoblación, tierras que Alfonso VIII reconquista en su camino hacia Alarcón. Aquí, Sierra Baja, el propio monarca cede posesiones y edificios al propio Obispo Juan Yañez, como hiciera con la Obispalía, tal es el caso de las dehesas de Fuenlabrada o Fuentelabrada y Alcolea, situadas al norte y este de su término.

Sus parajes son igualmente dignos de mención pues a las dehesas citadas, las vegas que conforman el río Gritos, los montes de sabinares y encinas, esos olmos que bien le dieran nombre al lugar y el monte La Sierra con abundante pino laricius, la Navazuela y la Pedriza, nos reconfortan si hacemos senderismo por sus caminos, ahora mejor acondicionados.

Luego, por circunstancias señoriales pertenecerá al Señorío de Valverde y después, por dependencia al marqués de las Valeras, el primero de la familia de los Ruiz de Alarcón y el segundo de los Hinestrosa y Guzmán, señor de la villa de Villares del Saz de Don Guillén que luego fundase el marquesado de las Valeras. En el siglo XIX, cambiará su nombre de Olmeda de las Valeras por Olmeda del Rey -año 1829-.

Su caserío es importante en elementos constructivos. Queda ese edificio que fuera el Hospital del siglo XVIII, el Ayuntamiento del siglo XVII y algunas casas de sólida construcción serrana, aunque una de ellas, destaca por su sobriedad y su pasado, sobretodo una del XVI en la que aún pervive su fachada con primitiva arcada de medio punto adovelada así como las jambas y los dinteles.

Uno cuando llega, divisa el Pingorote, dejando a lo lejos aquellas dos Cabezas, la Hondonera y la del Vallejo de la Mujer, para escurrir el bulto en esa sima Airón de contenido romano y la Fuente de la Pedre-

Destaca como en todos lo lugares, su parroquial, dedicada en este caso a Nuestra Señora de las Nieves con sus dos portadas, al Poniente y al Mediodía, ésta última entre dos contrafuertes con arco de medio

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punto y su leyenda que nos reconduce a finales del XVI, momento de su construcción con esa leyenda de “Ora et Pronobis”. Bella espadaña al piecero, escalonada de dos ojos. Extraordinaria la reja de la ventana que da luz al coro por el mediodía. En su interior, numerosos lienzos, algunos de gran interés pictórico y la talla de madera del Santo Cristo y el Cristo de marfil del XVI. Todo muy interesante. Y luego, al son de buena comida donde el ajo atado y las tajadas de fideo hacen que el cuerpo aguante

bien sus fiestas, tanto las de mayo, como las del Cristo de la Paz en septiembre o a la semana de la Virgen de las Nieves en agosto. Es un lindo lugar. En Olmeda destaca una bella y curiosa composición musical de fuerte tradición. Es la llamada “La Baraja” y cuyo inicio advierte de su bella letra: “En la baraja de naipes, yo considero en el as que hay un solo Dios inmenso que no lo puede haber más”.

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/ oLMEDILLA DE ALARCÓN /

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quí hay buena gente, amigos. La hay como en todos los pueblos de nuestra Tierra, pero por eso de que aquí hice pregón no hace mucho, siento algo más especial hacia ellos. Cuando hablamos de este pueblo siempre aparece Gascas en el recuerdo. Aquel lugar cubierto por las aguas del pantano de Alarcón, donde tantos dejaron su hogar y sus recuerdos, brilla en la atmósfera como tiempo añorado y entre las calles de Olmedilla, los rasgos de los gasqueños están fieles en cada rincón y en cada calleja. El Corral Blanco, la casa del guarda de las Veredillas, el poblado de los Transformadores, creado por Hidroeléctrica Española, sus dos ermitas, la de la Inmaculada Concepción y San Pedro Mártir que antaño bien se atendían, su parroquial, bien remozada y de importante estructura arquitectónica dedicada a los dos grandes apóstoles, San Pedro y San Pablo y un caserío, cada vez más arreglado, hacen de este lugar paso obligado de visita, igual que se hiciera en aquella primera Venta que desde Alarcón nos obligaba a descanso para seguir camino a la Corte. Me gusta este lugar. Dejas la huella ibérica de su necrópolis, te descubres ante el paisaje de molinos de viento en aspas modernas que giran al mismo ritmo que su futuro prometedor, adviertes –no muy lejoslas azules aguas de ese pantano que tanta vida diera antaño, te regodeas en el paisaje llano que te rodea y que ahora rezuma vides para buen vino elaborado

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artesanalmente, ves la punta de la espadaña en su último cuerpo con pináculo curioso, luego sus abolados pieceros del que abren vanos para campanas y casi, a tiempo de flor, te evades porque es lugar curioso. Cuando llegas, debes entrar en su pequeño templo parroquial, aderezado y bien remozado actualmente. Su espadaña citada, toda de sillería, bella, de corte románico te llama a capítulo porque es elegante y cuando accedes por su pórtico también de sillería igual que las esquinas del templo, te encuentras en un lugar de pleno recogimiento y sobriedad inusitada. Dentro, una columna con las armas de los Castañeda sujetando el coro y sus frescos alusivos a la batalla de Lepanto, te enaltecen y te ensimisman. Una sola nave con cuatro cuerpos con bóveda de arista y entre sus enseres, el recuerdo de su pila bautismal tan bella en adorno y contenido.

“Olmedilla es muy bonita y linda de visitar, pues tiene muchos parajes pa poderlos disfrutar.” Por eso, sus habitantes tienen a bien buenos parajes, Huerta Nueva, el camino de Gascas, el Hontanar, el Pozo la Nieve, la Fuente de los Caminos, Hoya de Don Juan, los Cotos, el cerro el Telégrafo, la Fuente de la Teja, Cueva de la Serrata o la Cuesta del Burro, de las que disfrutan todos, antaño y ahora. Pero está su Niño de la Bola, al que celebran como nadie y cuyos estatutos guardan como oro en paño, en esos días de enero. Por esos, estas gentes son algo especiales y en sus fiestas, lo demuestran. (P)

El caserío del lugar tiene buena traza. Se mantienen algunas casonas que antaño albergasen a familias hidalgas, la plaza ahora remozada con el edificio del Ayuntamiento y en la esquina, su iglesia, y el enlosado de los Castaños de la Fuente donde a bien se reunen en fiestas patronales. Aquí asentarán lugar también, en aquellos tiempos de repoblación Redondos, Socuéllamos, Fernández, Ojedas, Garcías, Bautistas, Ruiz, Vergaras y Zamoras. Nos decía Florencio Socué:

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/ oLMEDILLA DE ELIZ /

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uando te adentras en la historia, sobre todo en ese periodo reconquistador y lo haces, por estos lares y cuando hablas de personajes, hay uno que siempre ha generado leyenda: Alvar Fáñez, el sobrino del Cid, ese que tuvo a bien, intentar dominar la zona quitándole a los sarracenos su feudo para darlo a la corona castellana y a la cruz. Por eso, no muy lejos, está ese Castillo de Albarañez, anejo al lugar, y en sus parajes, todos bien definidos, adviertes tiempos pasados. Dehesa Nueva y Vieja, Chaparral, Fuente, Villa y Valdehurraca, Valdemario, Corral de Rincón, Cabezuelo, Hoya de Quinel, Magdalena, Puentes Tejadillo, Cerrada, Noguerilla, Senda de los pastores y Horcajo, sirviendo de amplitud a un término que tuvo solera en tiempos por cultivo y por riqueza histórica si hacemos caso a Sáchez Arriba cuando nos dice que aquí eso de Eliz se refiere a Fíes Yañez, descendiente de ese Alvar que antes citábamos y que permitiría darle sobrenombre a este lugar de olmos, por eso de Eliz.

De una u otra manera, este lugar con ese paisaje de olivos y girasoles que han dado cambio de color al entorno, advierte de que hay buena gente que habita un caserío reformado, donde la iglesia dedicada a San Andrés con ese retablo completo de dos cuerpos con columnas salomónicas en ese dorado de cierre de concha que le singulariza y su relieve del Buen Pastor con su túnica y su zamarra roja. Es una maravilla, tanto como ver la cantidad de tablas que encierra su templo, Crucifixión, Cristo en 278 / Pueblos de Cuenca

todas sus posturas, su Caída, la Cruz, y luego esos santos, San Bartolomé, San Matías, San Simón y así, rodeados de madera, en pequeños remates, sagrario, taburetes, armarios, cajonería, sillería y si cabe más, el púlpito de hierro forjado. La ermita de la Magdalena, a corta distancia del caserío. Sus parajes, sus fiestas con ese Santo Cristo en agosto y San Isidro en mayo, hacen del lugar punto de encuentro. Es curioso como desde el siglo XVII, el mayor hacendasdo de las tierrras de este lugar va a ser el Cabildo de Racioneros de la Catedral de la ciudad de Cuenca, sobretodo una gran porción de hectáreas que se cultivaban de cebada y uva. Casi todos los jornaleros pechaban al mismo y sus dos eclesiásticos se encargaban de cobrar las ventas. Durante bastantes años, un Refitor de 40 ducados perteneciente a la Mesa Capitular de Cuenca mantenía un Hospital de pobres que disponía de 100 fanégas de trigo y en la fiesta de Santa Catalina, por aquellos años, bastante popular, permitía reunir a la vecindad para que el cura hiciere fiesta e invitase a buen vino del que la parroquial encargaba de cosechar. En el siglo XVIII la familia Chacón, tenía un telar de lienzo ordinario que alcanzó gran renombre, sobretodo en el siglo XIX con Anastasio Chacón, su propietario.

Y en esto andamos, en un lugar que antaño abundase en olmos, que acunó la lucha de Fíes Yañez, que ahora advierte en el rojo tiento de un vino cosechado a tiempo y que, para afinidad de progreso, ha restaurado Ayuntamiento con ese ligero toque que la modernidad arquetectónica le ha definido.

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/ oSA DE LA VEGA /

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ntre Tresjuncos, la Fuente del Espino, Belmonte y Hontanaya, se encuentra Osa. En la época de la celtiberia prerromana, la ruta comercial para aprovechar el espejuelo o lapis specularis situará a esta zona en el punto de inflexión camino de Cartago Nova y entre la gran Segóbriga, extrayendo cantidades importantes de las minas de las Horadadas donde galerías de larga extensión abrían el subsuelo en el siglo I después de Cristo. Sin embargo, la población adquiere rango de lugar en tiempos de reconquista, cuando este lugar como tantos otros es reconquistado a los bereberes aquí afincados por los cristianos de Alfonso VIII camino de Alarcón. Establecidas las jurisdicciones, esta aldea de repoblación con el nombre de Osa u Ossa pasa a depender de Belmonte, en horca y cuchillo, recibiendo por entonces el nombre de Osa de Belmonte y no cambiando al actual hasta bien entrado el siglo XVII. Sin que la leyenda pueda romper aquí su especial compostura, atribuir a la ninfa Calixto (Calixera), madre del Dios de los olcades, pueblo prerromano, guerrero y fuerte, Osa por Júpiter toma aquí aposento creando en esta vega su altar. De ahí, ese posible nombre bien definido. Pero, sin creer en este tipo de atrevimiento, de una u otra manera, Osa de la Vega alcanza fama en el XVII gracias, sin duda, a la devoción a ese lienzo que representará el Santo Rostro de Jesús, con ermita construida por los propios fieles devotos, con el re-

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cuerdo a doña Isabel del Corral y Matilla y ese paño donde la Verónica conjuga y porta el Santo Rostro, entre acogimiento de pueblos del lugar, bula de Clemente X en 1674 con jubileo perpetuo y todo un ritual que, aunque desaparecida como Cofradía ha seguido manteniendo la fe en su celebración. Los estatutos de la Cofradía fundada en ese siglo estableció cuatro festividades para su honra: la Imaculada, San Silvestre en diciembre, Jueves Santo y el día de la Asunción a la que dedican parroquial. Osa de la Vega, dedicada a la agricultura en tiempos de atrás, sigue su misma conducta económica, recuerda con nostalgia aquellas tres ermitas: los Santos Martires, San Cristóbal y San Sebastián, ya perdidas, y ahora, en San Marcos, tiene romería y devoción, subiendo al cerro donde se ubica, el 25 de abril donde hacen las propuestas de matrimonio, sus jóvenes. Pero el fin de semana siguiente al día 8 de septiembre, con la festividad de su patrón el Santo Rostro es cuando la fiesta, el jolgorio, la diversión y la religiosidad, alcanza su cenit, convirtiendo este lugar en un bonito encuentro de vecinos y convecinos, yendo ese mismo lunes a besar los corporales de su custodia donde se guardan las manchas de sangre del Santo Rostro de Jesús.

fuerte en su hechura, con torre cuadrada y centrada en el piecero y esa portada greco-romana que le da acceso bajo el arco, las columnas estriadas y sin basa y su remate en hornacina. Dentro, sus tres naves, con sus cinco altares y dos capillas, una la de don Francisco Ruiz de Alarcón y otra, la del Santo Rostro de Jesús. Aquí, don Diego Collado, Prior santiaguista de Uclés, nacido en este lugar, le ayudó a reformar este templo, al que luego el propio hacendado mayor, ese tal Ruiz de Alarcón, en el siglo XVIII le acoplase ese arco carpanel que le resaltaba el escudo del fundador. Ahora, la Asociación Cultural Silvano trabaja por el desarrollo de la cultura de este lugar, aprovecha la difusión y revitalización de su historia luchando por rehabilitar las minas de lapis, mientras la Asociación musical Santo Rostro de Jesús realza su patrimonio en todas cuantas actuaciones musicales lleva a cabo fuera y dentro del lugar.

Los molinos de la Noguera, la dehesa de Valdehermosilla y los montes que rodean la Redonda de Alarcón, acogen este término de la Mancha alta, la misma que dora al sol y clama entre blancos de un caserío altivo y su parroquial con muros de sillarejo, Pueblos de Cuenca / 281

/ PAJARÓN /

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espués de cruzar el bellísimo paraje de las Lagunas de Cañada del Hoyo, luego las Hoyas de la Cierva donde el paleontólogo ha encontrado su reino y cruzar el puente sobre el río Guadazaón, te adentras en un paisaje curioso. Algunos pinos, bastantes sabinas, quejigos y monte bajo te abren esa vega donde las aguas se han reblanquecido con el caolín y en lo alto de un cerrito, se observa lo que en su momento fuera una pequeña fortaleza y ahora sea, simplemente, el recuerdo de ello. Aquí se dilucidó en el siglo XIII una de las batallas más importantes en el acontecer de esta Tierra de Castilla, pues en ella, los aragoneses vencieron al ejército de Sancho IV y los santiaguistas de Rodrigo Páez, comendador mayor de Uclés, muerto en este lugar. Lo cierto es que es un lugar pequeño pero muy acogedor. Descubres entre sus callejas, te recibe un caserío antiguo que está necesitado de restauración pero que, mientras eso llega, te provoca añoranza de aquellas construcciones serranas ya olvidadas, donde los portones partidos, los tejaroces y alguna que otra ventana angosta o ventanuco, alimentan el recuerdo de nuestros antepasados. Si te paseas por su calle principal o coges alguna adyacente, tal cual la de la Fuente, la de la Iglesia o la de Arriba, puedes encontrarte con algún vecino que si tienes a bien preguntarle por el lugar, es posible que te cante eso que dice:

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“A la calle abajo, baja una naranja rulando, uno le da con el pie y otro le da con la mano. Pajarito mañanero no vayas a las praderas que ente los juncos hay trampas y te cazan como quieran…” Luego, tal vez, en ese recuerdo nostálgico te puedes encontrar al inquisidor D. Martín Real, el mismo, que en su tiempo del XVII fundó una Obra Pía donde había prebendas para estudiantes y parientas del linaje del propio patrono y te puede contar como era entonces el lugar, con buena iglesia de San Pedro con cuadrada y esbelta torre, de piedra y tres cuerpos señalados por impostas. Allí, en el primitivo templo de corte románico del siglo XIII, vino a rezar Don Diego Díaz de Haro, hijo del señor de Vizcaya. Ahora, todo ha cambiado, del antiguo templo queda poco, solo la torre, el resto es nuevo construido en línea recta y arquitrabada con machones sin remate alguno. Demasiado sencillo para albergar a su Virgen. Si quieres, puedes recorrer sus parajes porque desde la calle Paterna y su vista en ese torreón desdentado, podrías apreciar en la lejanía el Lomazo y la Cruceta, o tal vez, un poco más lejos, el Barranco, la Muela y la Loma del Enebral.

estamos recorriendo se convierte en otro paisaje, más bello y las montañas se vienen encima como si de ello se tratara. Mantiene a duras penas sus tradiciones, celebran la Candelaria, cantan sus mayos, sus músicas, sus quintadas ya perdidas y celebran el 1 de septiembre, San Gil como patrón para regocijo de todos, vecinos y forasteros. Yo recuerdo aquellas fiestas, en las que un buen grupo de músicos que antaño hicieron rondalla nos deleitaban al son de sus canciones populares y sentidas. Ahora, llegas, bebes agua en la fuente arreglada de su plazuela que te recibe y un Gómez te invita a ver su obra a pincel y óleo. Arriba la torre, al lado el cementerio, abajo en esa era dormida, la aventadora revive la tradición, solitaria, y entre algún tejaroz y su puerta, un gato maulla saliendo de su gatera.

Cuando ya has hablado con alguno de sus vecinos, seguramente de apellido Zafrilla o quizás Zornoza, posiblemente los más abundantes, te puedes adentrar en tierras que van hacia Valdemorillo o, tal vez, mejor, seguir la ribera del Cabriel donde la aridez que Pueblos de Cuenca / 283

/ PAJARoNCILLo /

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ero si Pajarón te ha adentrado en el paisaje más natural, Pajaroncillo, a su lado, tiene el privilegio de la belleza incardinada entre su gran masa pinar, sus Corbeteras, su Castillo del Saladar y su Sierra de las Cuerdas. Es impresionante este término. Vayas por donde quieras, tal vez, cruzando el Cabriel y desde Carboneras te adentres a él, o bien a camino por Ayuntaderos entre rocas del triásico, rocas rodenas de un color rojizo metálico que forman ese palacio de siete torres con pamela en su corona en forma de Corbeteras. Al lado, en ese camino que rompe Torrentes, están recitando salmos las cien tumbas de la Edad del Hierro, junto y a los pies del Saladar, castillo rocoso donde la naturaleza le ha dado muralllas y torre del homenaje. Allí, el paisaje más maravilloso que uno puede divisar desde esa roca ingente que domina el más amplio espacio de pinos que jamás puede verse de una sóla mirada.

Si paseas despacio, puedes oir la respiración de sus guerreros allí enterrados en sus Hoyas del Castillo, un poco más allá, el monte del Brezal del Viejo te va a elevar a una cota de historia viva y si no te conformas con ellos, acercate a Cristinas, en ese puente que construyeron los padres dominicos de Carboneras, posiblemente sobre otro romano, y así poder pasar al otro lado del río donde tenían una finca para pacer sus ganados. Cristinas fue, antaño, un molino harinero, batán y fábrica de hierro, luego central eléctrica.

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Pero tienes cerca el Cañizar. Allí, un lugar ahora despoblado albergó a muchas familias dedicadas al proceso de la resina en su factoría, unos metros más abajo, cerca del río y camino del Collado de la Losa. Esta finca resinera fue en principio, del Cabildo de la Catedral de Cuenca y que al desamortizarse fue adquirida por López Pelegrín que la vendería a Romero Girón quien la explotó durante muchos años. Eso bien lo sabe, el tenista Manolo Santana. Más tarde, la Unión Resinera, hasta su abandono. No quisiera dejar de mencionar Selva Pascuala con sus maravillosas pinturas rupestres de estilo levantino y que forman ese complejo ahora patrimonio de la humanidad, todo dentro del límite de Villar del Humo con quien linda. Yo le llamé a todo este grandioso territorio de la Sierra de las Cuerdas, la Tierra de Pabovi, porque en él, las maravillas rocosas hacen baile peculiar con el pino y el correr de las aguas del Cañizar, pinturas en esa Piedra de los Bandoleros, yacimientos del Bronce como el Castil de Cabras o el Saladar y el Medidor del agua en las Cristinas que aún mantiene vivo el recuerdo de los dos puentes que cruzaron provisionalmente sus aguas para recuperar el trazado de la carretera en tiempos de arreglos. Calle Real, calle del Olmo, la del Pozo, la Plaza Mayor, su iglesia de la Asunción con espadaña y su bella pila bautismal de corte románico, calle de Santa Bárbara, el cerro del Santo al frente, sus fies-

tas patronales que ya no se celebran en diciembre por ser mes de frío y que ahora, en verano, pretenden hacer lo que todos los pueblos, inventarse una fiesta para el veraneante. Aquí, todo es belleza natural. No pueden pasar de largo.

/ PAJARoNCILLo /

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/ PALoMARES DEL CAMPo /

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ntre palomares edificados al lado de un valle que un poco más arriba riega el Ciguela, aparecería en el siglo XIII, dentro del alfoz de la ciudad de Huete (Wabda musulmana) una población cuyo nombre, una vez afincado término, sería el de Palomares de Huete. En el año de 1380, una escritura en la que aparece referenciado Fernán Ruiz de Alarcón permitirá escriturar por primera vez este lugar con tal nombre. Sin embargo, debe de pasar cierto tiempo para que este lugar adquiere por sí mismo jurisdicción libre, teniendo pleitos en época de los Reyes Católicos – año 1400- cuando la propia reina revoca una donación hecha a un tal Pedro Carrillo, hijo de Hernan Carrillo, siguiendo bajo el poder de Huete hasta conseguir en tiempos del emperador Carlos V, 1553, exención que se haría del Ayuntamiento de Huete a donde pertenecía. Así, comienza a considerarse lugar de importancia gracias a la familia de los Alarcones, se levanta su templo parroquial dedicado a la Asunción donde se observa la influencia de esta familia que deja sobre su fachada oeste, en ese frontón circular, su blasón de linaje y una torre, esbelta y elegante, de tres cuerpos con uno primero de mampostería y los otros dos de buena sillería. Los Alarcones de aquí, parientes de los señores de Albaladejo, se destacaron en armas durante aquellos tiempos, siendo uno de ellos capitán del gran

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Gonzalo de Córdoba, dándole el propio rey el título de marqués de Valera y Virrey de Calabria. En estos años del XVII, este lugar está bastante poblado y tiene siete ermitas, Santa Cruz, San Sebastián, Santa Quiteria, María Santísima del Pópulo, San Cristóbal y San Miguel de la Fuente el Pez, lugar este último de cierto abolengo, ahora despoblado y en tiempos con un núcleo importante de población, el cual junto a Villavieja copaban los necesarios habitantes que en los censos incrementaban su importante población. Este último tenía iglesia que se llamaba de Santa María. Los Alarcones siguieron siendo familia poderosa, uno de ellos Francisco de Alarcón Covarrubias fue obispo de Ciudad Rodrigo, Oviedo, Pamplona y también de Córdoba dejando capillas y prestameras en este su lugar natal, la misma que poseía las mayores tierras del lugar según el censo de Ensenada. Ahora este lugar es reconocido, tiene una parroquial elegante, bien cuidada, recuerda su hidalguía de los Alarcones e incluso de los Ramírez, los cuales también tuvieron capilla. Igualmente, el nombre de los Fernández Urrea y Malla Urrea son reconocidos por sus buenas carreras y ocupaciones políticas, teniendo en las aldeas y despoblados de Casa Culebras, el Ranal, Villares, Torrejón y Torrecilla, su recorrido poblacional, algunas con pocos habitantes y otros totalmente despoblados.

bello altar mayor y un camarín con cúpulas elípticas y yeserías realizado por el gran maestro Martín de Aldehuela en el Siglo XVIII, la misma ermita que también llaman del Santo Cristo de la Paz y de la Virgen de la Cabeza, sede de la cofradía de la Vera Cruz, gracias al presbítero Ambrosio de Morales. El interior de la parroquial con los maravillosos retablos de los Alarcones y del Cristo llama la atención, igual que el de San Roque y el bajorrelieve de la Asunción. Mucho que ver por tanto. El último fin de semana de abril, la Virgen de la Cabeza congrega a danzantes, tunos, gitanillas y otros que hacen del lugar punto de referencia. Nos cuentan también que años atrás en agosto, se soltaba un cerdo para ser criado por todo el pueblo y luego con el dinero de su venta se pagaban misas para San Antón, por ello, ese 17 de enero salían los quintos a cantar eso de “con el pollo entero” por el año anterior del Carnaval cuando se había cantado “el medio pollo”, mientras las caballerías las llevaban a todo galope desde la ermita de la Virgen de la Estrella hasta la puerta de la iglesia y allí echaban los corros: “San Antón, como era viejo no podía trabajar y vendió la garrotilla por un pedazo de pan.” Luego, el Cristo de la Paz en septiembre y así se completa el calendario festivo.

La ermita de Nuestra Señora de la Estrella, construida en 1561 y situada dentro del pueblo, tiene un Pueblos de Cuenca / 287

/ PALoMERA /

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esde luego, este lugar a mi me reconforta enormemente. Forma parte de la Hoz del Huécar, el cual nace en su término, en unas pocetas un poco más arriba. Aquí hay belleza por doquier, rocas de figuras increíbles, choperas y alamedas, ricas huertas en las riberas de este río que hace hoz entrando en la ciudad de Cuenca. Aquí cualquier cosa se hace interesante. Su caserío, ahora muy arreglado, su iglesia a San Justo y Pastor de la que hablaremos por su original estructura, el puente sobre el río y su molino, la dehesa de Cotillas donde hay una sima con estalactitas de carbonato de cal, los parajes del Cerro la Pila, dehesas del Quejigar y de las Umbrías, el Llano de la Cueva y el Padrigüelo, con pinos o otros arbustos de cierto interés. A tiro de piedra está Buenache de la Sierra con su elevada masa pinar, sus tierras de pastoreo que abrieron fábricas de esquileo en tiempos del XVII y un poco más abajo, en su término y camino hacia Cuenca, los Molinos de Papel con su maravilloso panteón de los Cuba y Clemente. Me cuesta mucho no hablar de sus excelencias, de sus buenas gentes a las que les tengo especial afecto, pues no en vano tengo refugio entre sus tierras donde descanso y mantengo la creatividad literaria y pictórica –mi Rincón de Pabovi-, porque me pasa lo que a Jiménez Aguilar que tanta alabanza diera a estos lugares. Por eso, ver el caserío de Palomera, en la misma plaza, antes de coger el camino a la cueva de Cotillas o a Tierra Muerta, según se mire, y ver la fachada de lo que fuera la antigua po288 / Pueblos de Cuenca

sada, medieval ella, para luego patear alguna de sus calles y meternos en la iglesia, en su porche de vigas de madera, su portada de arco de medio punto y su interior con esos alfarjes de par y nudillo, ochavados, en la Capilla Mayor de limas bordón, a mí, me sugestiona. Son preciosos y sus cinco vigas enaltecen este templo, con inscripciones y grabados. En el bajo coro una jázena sobre zapatas y alfardones conopiales y luego, su pila bautismal de gallones rehundidos. Me gusta mucho esta iglesia. Aquí celebran el Santo Cristo, el tercer domingo de septiembre, en su “joya particular” a campo a través, la que contaba Martínez Kleiser. Arriba, un poco más, dejando eso que ahora llaman merendero, marchas aguas contracorriente hacia el nacimiento y ese paraje de la Losa, perdido en la Sierra y su fragosidad. Pero a mi me gusta bajar a corriente ese Huécar. Lo hago por el serpenteo de su carretera entre chalets y huertas, antes muy cuidadas, y tropiezo pronto con el caserío de los Molinos y las tierras de doña Quiteria Salomarde. Me encuentro casas, algunas abandonadas, una vieja ermita sin uso, la que llamaban Virgen del Vadillo, entro en el barrio de la Regada, la ermitilla de San Antonio con ese atrio con tejadillo tan curioso y luego el Panteón, en ese neogótico excelso. ¡Qué maravilla de edificio¡ Allí, sus gentes son amigas y aquí se canta un villancico único después de la misa del Gallo. Luego se va, casa por casa, para pedir los aguinaldos, eso no se ha perdido, afortunadamente.

En los Molinos hice pregón y lo hice en su Fiesta de la Virgen del Trapo, en ese milagroso lienzo un poco arañado y que como Nuestra Señora de la Concepción así figura y celebrada en el primer domingo de agosto. Antes, la fiesta en honor de San Antonio y su procesión. En el panteón, casa abandonada, que antes también hubiera escuela y esa lápida que justifica la presencia del rey Felipe IV el 7 de junio de 1642. Los Otonel cuando hacían papel y doña Gregoria de la Cuba, hicieron bello el lugar.

El agua, el pino, la roca, el misterio, la religiosidad, el acueducto que cruza las huertas, el Huécar y su recorrido, la poesía que aquí se crea, los caminos de predios medievales, el borbotón del agua constante, caminos y sendas, maravillas del paisaje. No puedes dejar de pasar por aquí, aunque acabe la carretera porque es el silencio y la belleza compungidos entre el valor del lirismo más profundo. (P)

/ PALoMERA /

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/ PARACuELLoS DE LA VEGA /

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tra vez, el Obispado y sus posesiones, la reconquista de estos lugares con tropas de Alfonso VIII, ahora su castillo de cierto renombre y que se oculta bajo el valle que da altivez al caserío. Esto es Paracuellos y llamado de la Vega por esa misma que le circunda. Sus fuentes, la llamada Otona y la Buena, sus anejos de antaño, Casas de don Diego y Huércemes, la ermita de la Concepción a tiro de piedra según entras al caserío y a una legua, la de Nuestra Señora de Gracia, abajo el castillo del que hablaremos por su ubicación e importancia y los molinos de Bartola, Castaño, el molinillo Villa, Casas Nuevas y algún despoblado ahora sin titular, le dan el término definido. Alrededor, el monte los Romerales, el que bien pisara Alfonso VIII y que desde Alarcón en el año 1200 concediera al obispo conquense Juan Yañez para poseer portazgo, ampliado luego un poco más tarde al otro obispo don García, regalándole el molino de la Hoz, situado entre Huércemes y Yémeda, el mismo que luego quieren cambiar con Alfonso X por otras propiedades en lugares como Valtablao, Valsalobre y Beamud, sin tener en cuenta que aquí, al lado, las salinas de Monteagudo, eran demasiado importantes. No se cuántos dueños tendrá Paracuellos. Antes de dársela a los obispos conquenses, en algún que otro papel, citan a un tal Fernando Martín y sus hijos, hecho que duró poco, igual que luego tuvieron los freires de la Orden de Santiago, la cual abandonaron

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pronto, para que fuera después, el cabildo catedralicio su dueño. Su castillo, del siglo XIII, reformado en el XV y XVI, con sus tres recintos de defensa, edificado sobre lo que sería el antiguo poblamiento, con esa torre albarrana en su tercer recinto hacia el interior, de planta pentagonal al exterior y cuadrada en el interior. Tiene bonitos elementos del XVI que le dan esa decoración peculiar, ahora sostenida de la ruina por unos pocos resortes de apoyo. Bien lo sabe el arqueólogo Valero. Subes hacia el caserío y observas un pueblo importante. Su calle principal aún mantiene la solera de edificios nobles, con algunas portadas de interés, incluso blasonadas, y entre ellas, la Casa del Curato, elegante edificio de dos plantas, puerta de acceso adintelada y su preciosa galería en la planta superior. El Ayuntamiento, el Pósito, la cárcel y sobre todo la parroquial. Hay buenas construcciones y muy arregladas ahora. Dicen que la iglesia parroquial es de los mejores edificios religiosos de la provincia y lo dicen bien. Construido en el siglo XVI recibió las mejores reformas en el XVIII con fábrica excelente y una hechura consistente que la mantiene altiva. Toda abovedada, tiene cinco altares, destacando la capilla del Cristo de los Milagros que está muy vistosa y que ha arrastrado a mucha gente a visitar y pedir por su curación. Dedicada a San Pedro Apóstol, el actual edificio mantiene esa torre de tres cuerpos y una portada de medio punto que rompe la original. Luego, la ermita

de la Concepción, junto al cementerio y la ermita de la Virgen de Gracia, a dos kilómetros del lugar, con romería. Curiosa la relación de su aparición con la localidad de Caudete donde apareciese a un pastor de Paracuellos en tiempos del rey Jaime I de Aragón. Allí, en un bello paraje donde se ubica, las Casas Rurales con restaurante te dan la bienvenida para recogimiento especial. De lejos, el ferrocarril apenas llama, las aguas del Cabriel aún siguen corriendo y a poca distancia, el Guadazaón que te traslada desde Almodóvar, Yémeda, Arguisuelas, Enguídanos y Huércemes.

Fiestas de la Asunción en agosto, de la Virgen del Rosario en septiembre y de la Virgen de Gracia a la que también veneran. Los Miradores como casas rurales hacia la Vega y en el fondo, su castillo, con esa torre y matacanes restaurados. Bella estampa. “Quédate con Dios Iglesia, adios divino Sagrario, adios señor San José, adios Virgen del Rosario.”

/ PARACuELLoS DE LA VEGA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 291

/ PAREDES /

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ste lugar es curioso en nacimiento y formación. Toda esta comarca es propensa al hallazgo de yacimientos de la Edad del Bronce y del Hierro, pueblos de la Celtiberia que después se romanizarían como consecuencia del florecimiento de Segóbriga y de la producción de las minas de Lapis Specularis. Así, una pequeña finca formada por una casona y sus servicios aparece para dedicar su esfuerzo al cultivo de numerosas tierras que, como propiedad del marqués de Ariza, aparecen reflejadas y registradas.

A finales del siglo XVIII esta Casona Grande como se le llamaba se engrandece formando una aldea de numerosas casas para los jornaleros que trabajan la fértil vega. Su propietario, el almirante marqués de Ariza y conde de Santa Coloma, señor de Beteta y sus alrededores. No sabemos cuando ni porqué, va pasando de una a otra mano, hasta llegar a la familia de los Vallarino en el siglo XVIII, momento en el que el Instituto Nacional de Colonización decide comprarla para dar allí residencia a los numerosos vecinos de Santa María de Poyos, población que será ocupada por las aguas del pantano de Buendía a mediados del siglo XX. Nace así, la actual Paredes de Melo y que ahora queda con solo Paredes. Es, por tanto, en 1953 cuando allí se avecinan muchas familias alcarreñas acostumbradas a ir y venir en eso del duro sacrificio del buen trabajo en el campo. En la nostalgia, su origen perdido, en el deber, su resentimiento a vivir un nuevo hogar, pero por dere292 / Pueblos de Cuenca

cho, esa nobleza que atesoran y que han hecho de ello, gala por doquier. Yo les admiro y en mi amistad a Félix Salmerón, lo reafirmo. Su primitiva dependencia de Huete como aldea repoblada, así como su desvinculación de Huelves y así su libertad jurisdiccional como citan algunos documentos o quizás el apelativo de Melo por su procedencia portuguesa de esa familia, dueña de algunas de sus propiedades, queda un poco en el aire, aprovechando las circunstancias que aluden a su pasado y presente. Lo cierto es que este lugar es un pueblo de casi reciente construcción, de ahí, su caserío, con edificios blancos, su iglesia y el derruido palacio de la Casona Grande, dando ahora vida a otro tipo de uso. La parroquial es nueva y su torre, un añadido a lo que fuera la ermita de Alcázar del Rey llamada Virgen de la Portería, por eso una simple fachada porticada es digna de reseñar porque lo demás, es poco resaltable. El cuarto domingo de septiembre hay una romería a Santa María de Poyos, el antiguo hogar natal de muchos de los que aquí viven, siendo peculiar y sentimental la misma. La romería de San Isidro en mayo y las fiestas patronales de la Virgen de la Sotarreña y San Roque, el 15 y 16 de agosto respectivamente son las que reúnen el jolgorio y la devoción popular.

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/ LA PARRA DE LAS VEGAS /

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o hay la menor duda al comprobar donde está ubicado este bello lugar de que su topónimo alude perfectamente. La parra que ocupa el lugar elevado entre tres fructíferas vegas, la Cañada, Terceros y Tejar dan vida a La Parra de las Vegas. Eso te dicen los amigos de esa reciente Asociación “Salto del Vaso”, los que adoran a su pueblo y quieren recuperar las tradiciones, entendiendo que ello es el alma del pueblo, el germen de su carácter y la singularidad de su pasado. Así ha dado vida a ese diccionario de frases y términos que reconforman el personalismo propio de sus gentes.

Antón, todas en pleno funcionamiento en el siglo XVII y XVIII, según los Visitadores del Obispado.

Pero La Parra, tal cual otros muchos lugares, afincado entre la llamada Sierra Media conquense, el Campichuelo y si cabe, camino de la Mancha, es un lugar que el mismo Alonso Quijano y Sancho Panza tuvieran a bien visitar en su recorrido hacia Barcelona. Tal vez, por haber oído eso de los ricos baños de Valdeganga, situados aquí al lado y que en la religiosidad profunda de Las Parras, se escondía gente hospitalaria. Así era. Nace en tiempos de repoblación como todos los del lugar. Reconquistada la zona, el señorío de Alarcón le hace dueño, mientras que sus pastos y tierras pasan al Común de Cuenca durante un tiempo.

Lo cierto es que este lugar debió tener bastante peso administrativo y eclesiástico en aquel siglo XVI, momento en el que se decide levantar el templo dedicado a la Asunción. Grande y espacioso, elevó una torre cuadrada de tres cuerpos que luego sería derribada para hacer la espadaña que actualmente preside el lugar. Como se puede observar, ésta está hecha con muchos de los materiales de sillería de la antigua torre, más que nada por las inscripciones que se observan en algunos de sus sillares.

Después, los señores de Cervera, esos Carrillo de Toledo, aquí deben de tener cierto poder, ocupando predios y posesiones. No sabemos el motivo del porqué este lugar creció tanto en construcciones religiosas, pues a su bella parroquial habría que añadirle cinco ermitas, Santa Ana, San Cristóbal, el Santo Cristo, la Madre de Dios y San 294 / Pueblos de Cuenca

En el siglo XVI, concretamente en 1654, nos dicen que este lugar es propiedad de don José de Toledo, el cual tiene casa grande y notario para sus registros administrativos. Tiene tres Capellanías y un Hospital de segunda hospitalidad, así como una dotación para huérfanas que fundo Juan Escudero, protector con Vínculo y Patronazgo del mismo lugar. Luego, en el XVIII, la señora del lugar, doña Brianda de Guzmán, dotó con Capellanía colativa para necesidades del vecindario.

La importancia que aquí tuvieron los Carrillo, condes de Cervera, queda manifestada en su bella capilla donde yacen según la inscripción que allí consta. Tiene calvario y retablo, pero es su artesonado, la maravilla de la corona, porque su forma octogonal con limas moamares y una rocama por lima le dan solemnidad Ahora, sus ermitas mantienen el espíritu del recuerdo y son el orgullo de sus habitantes.

La de San Roque con sus imágenes y una singular portada de sabor popular; la del Santísimo Cristo de la Salud, con su decoración tipo rococó; la situada a extramuros que también nos habla de San Roque, para algunos en recuerdo de Santa Ana. Las otras tres, arruinadas. Por eso, cuando discurres por sus callejas, alguien te advierte que allí nacieron los Escudero, una familia que mantiene abolengo y que apellida a muchos de cierto peso en la historia. Pero que, uno de ellos, Francisco, que llegó a ser de la Compañía de Jesús, escribió en el XVI, a finales, la famosa “Vida de San Julián, segundo Obispo de Cuenca”, panegírico que relata la vida, mi-

lagros y virtudes de nuestro Santo Obispo de Cuenca y que, como obra, ha servido de referencia para todos los autores posteriores. Fue aprobada la misma por don Alonso Carrillo, obispo. Después de hablar con este lugareño, te despides y te puedes adentrar camino del Júcar, dejas el terreno de Vacas, donde buenos pastos hay y entre el girasol, marchas hacia la capital de provincia. Ahora, la matanza, los aperos de labranza, los mayos, las quintadas, y así, tradiciones perdidas que “El Salto del Vaso” recuperará, sin duda. Una buena y loable causa.

/ LA PARRA DE LAS VEGAS /

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/ EL PEDERNoSo /

dueño y señor del lugar, le determinó su abolengo, siendo el año 1479 su año de concesión de Villa con exenciones y privilegios de la corona.

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os pedernales que abundan en el lugar, sobre todo en ese cerro que abrió la primitiva población, son los que parece ser le dieran este nombre curioso. Su término es de pocas alturas, pues La Mancha le acoge en pleno rendimiento, las aguas de un pequeño arroyo de nombre Caude parece ser el nervio de su riqueza, aunque esta población tuvo mucha extensión para su cultivo, ricas tierras que dieron y dan mucha productividad. En mi recorrido literario llegó a páginas solemnes donde este lugar aparece. En el libro de la Caza de don Juan Manuel, hace referencia a este lugar donde liebres, conejos y perdices deambulan entre el yesar y salitre de sus campos, tal vez, las palabras que aluden a su singularidad nos las de Azorín y Manuel Real Alarcón, siendo los creadores de una referencia ya abierta en páginas de la historia. La misma que hiciera que un tal Jorge Manrique, autor de las Coplas a la muerte de su padre, fuera el impulsor de que este lugar, junto a las Pedroñeras y las Mesas quedase en poder de realengo, instado por los Reyes Católicos, una vez que había ayudado a colocar en el trono a la reina Isabel. Por eso, la lucha encarnizada por el marqués de Villena, por entonces 296 / Pueblos de Cuenca

Ahí se hace grande este lugar, nace su parroquial bella con dos puertas de entrada y sus mesones generosos de buenas viandas que dan vida a la calle con ese nombre o sus posadas bien concurridas y afamadas, de Arriba y de Abajo. Todo de aquella Edad Media. Por eso para los curiosos, da casi igual que sepamos su real procedencia en antigüedad manifiesta, tal vez ese yacimiento de La Motilla nos lleve a tiempos muy antiguos o la Dehesa del Campo del Aljibe, nombre curioso y determinante como referencia en el siglo XIII, porque lo que sirve verdaderamente es la riqueza arquitectónica que mantiene su parroquial y su caserío, el carácter de sus gentes, hechas al duro trabajo y ahora, acogedores con el que llega. Por tanto, si fue del marqués de Villena, o que en las aguas del arroyo de la Presa que corre en invierno hubo batalla moruna, es menos notorio que el reconocimiento que se le tiene a nuestro Padre Jesús Nazareno como segundo patrón, el 14 de septiembre. Ahí está el personalismo de este lugar. Buscas y andas por su caserío, bien alineado, y encuentras casonas rurales de peso arquitectónico, pero sobresale la Casa de las catorce rejas, la más solemne y curiosa, estilo barroco del XVII con su portón adintelado; sin avanzar demasiado llegamos al Ayuntamiento y a la antigua posada, sendos edi-

ficios de traza manchega, con amplios espacios para todos los servicios, y caminas, dejando en lo alto los restos del molino Catolix, dirigiéndote hacia la plaza para encontrarte con la parroquial, dedicada a la Asunción. En ella, sobresale su torre, achaflanada de un solo cuerpo, sus dos portadas, una al mediodía y otra al poniente, sencillas. Pero es su interior donde se despliega la ornamentación, sobre todo en el retablo renacentista traído de Villarejo de Fuentes, de tres cuerpos con madera policromada, bellísimo que realza el templo en su interior. El coro y la pila bautismal le dan el toque especial; la cajonería y la consola, complementan.

sus regalos. Allí mismo, los padres incitan a los niños que busquen bajo la paja o el grano porque el cartero y los Reyes les han dejado el regalo y en es “pastura” queda el sentimiento y la alegría.

Luego, sus ermitas, sobre todo, la de la abuela, esa patrona Santa Ana, a la que tanta devoción le tienen. Su pórtico de columnas que le da acceso a una sola nave y solo el recuerdo del artesonado de madera que antaño tuvo. El retablo de Lara y la imagen de Santa Ana, le dignifican. La ermita del camposanto, llamada del Santo o San Sebastián, del XVI y con ciertos detalles barrocos, con puerta adovelada de medio punto, la de San Francisco, de ese tipo de ermita rupestre en forma de cueva con cúpula de media naranja con decoración geométrica y que queda como seña de identidad troglodita y ancestral. Pero quisiera acabar con La Pastura, el 5 de enero, víspera de Reyes Magos. Los niños con sus padres acuden a la puerta de la iglesia llevando unas cestitas de mimbre llenas de paja, trigo, cebada, para el caballo del cartero real que allí llega para advertir de Pueblos de Cuenca / 297

/ LAS PEDRoÑERAS /

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eguimos estando en La Mancha conquense y ahí, cerca de otros importantes lugares, tal cual Belmonte, Villaescusa de Haro y la Aberca, se encuentra este solar de grandes terratenientes, familias que sentaron poder en base a latifundios poderosos, algunos de tiempo de repoblación, pero sobre todo de los siglos XVI y XVII, levantando caseríos, aldeas, algunas ahora despobladas, y casonas de linaje y cuna en las calles que desde este pueblo irradían hacia su plaza mayor, solemne. Nace, como tantos otros, al lado de un pedregal que le da nombre, al igual que esa ermita del Santo Sepulcro, y tiempos después, quedará independiente de los señoríos de Alarcón y Belmonte, como solar de realengo allá por el año 1479 para luego ser del gran marquesado de Villena, como tantos otros de este lugar. A mi me impresiona su caserío. Y lo hace en base a esa cantidad de casonas con blasonaje y poder, casas donde la rejería ha ocupado espacios de arte, sus fachadas, grandes, con ciertos toques de solemnidad, que te embaucan en un pasado solemne: la casa de los Ortega, la casa Bosch, la Casa del Curato, la de los Zapata, de la condesa, la casa palacio de los Molina, de la que hablaremos después, la casa consistorial y la Casa de los Mendizábal. Aquí la hidalguía tuvo hogar, algunos ilustres y si cabe, hasta un prior santiaguista que regentase Uclés, don Bartolomé Magnes, el cual conseguiría que la reliquia del

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brazo de Santiago llegase hasta este lugar, gracias a la benevolencia del rey Felipe II. Es curioso hablar de ésta última, más que nada, por lo que pudo suponer en el siglo XIX, en cuanto en tanto, su propietario, hijo del gran político progresista Mendizábal, autor de la Desamortización más grande que asumiese nuestro país. D. Rafael Álvarez Mendizábal, su hijo habido de su matrimonio con doña Salomé Cañabate, se estableció en este lugar de Pedroñeras cultivando sus aficiones político-literarias, igual que su antecesor, y compartiendo tertulias con su propio padre y amigos de él, por entonces vinculados a la política isabelina del momento. Pero el término de las Pedroñeras es amplio. Sus tierras de buen cultivo y las aguas del Záncara permiten poder disponer de extensos cultivos, antes de cereal y ahora de ese ajo morado que tanto reconocimiento mundial le ha traído. Aquellos caseríos que siempre le dieron vida, en gran parte, siguen siendo activos de un término muy dado al progreso: el molino de la Angostura, las bodegas de Aurelio y Juan Matías, la casa de don Benito y la de don Jose Doval, la de doña Asunción, la del Aire, la del Cristo, la de los Cañabates, la de los Frailes, la del Sol y la de Mendizábal, los molinos, del Castillo, del Concejo, del Hituelo, de las Monjas, el Moral y luego los caseríos de Fabián, la Hita, Misivillas, la Morra, Navalperal, Peña Higuera, el Robledillo, la Saleta, el Taray y la Veguilla. Innumerables lugares que conforman la riqueza agrícola de este lugar, la misma que heredasen de sus

antepasados, los que por aquellos años del XVI solo cultivaban, las de Martín Obieco, Záncara y el Robledillo, para abastecer su devoción con más de siete ermitas de las que ahora solo quedan para su evocación, la del Santo Cristo de la Humildad, la de San Julián y la del Santo Sepulcro. Son curiosas sus construcciones, la de la Humildad, adosada a la casa palacio de los Molina y con portada adintelada mediante arquitrabe sobre pilastras, o la del Santo Sepulcro, hecha sobre las rocas, las mismas que dieron nombre al lugar de población. En la parroquial, la dedicada a la Asunción, de estilo gótico tardío y luego con los elementos renacentistas propios del XVI, con su singular torre que le define y al lado de la parroquial, podríamos hablar del edificio que en tiempos albergase la iglesia residencia de Jesuitas, con esos pináculos y blasones reales que le configuran. Sus tradiciones se mantienen, en gran parte, y sus fiestas patronales son en torno al Cristo de la Humildad y a su padre Jesús Nazareno, fusionadas entre agosto y septiembre, aunque sin olvidar la romería a la Virgen de la Cuesta,o la otra romería a San Isidro Labrador, situada en la vereda. Luego, de admiración y populismo, está eso que llaman “galleo” y que es común en este y otros pueblos de la comarca, tal cual los Hinojosos y el Provencio, donde se reúnen los jóvenes después de la misa del gallo para seguir divirtiéndose y hace de esa tradición un punto común.

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/ EL PERAL /

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stá claro que este lugar, por abundancia de perales, o tal vez, por la existencia de uno solo en una venta de paso en el camino desde la Motilla hasta la Villa Nueva de la Jara, hizo acopio para que como aldea empezase a tomar nombre y efecto. Su origen, al igual que toda la comarca, está vinculado al momento en que como villa dependiente, en este caso del señorío de Alarcón, consiguiese la independencia real al participar a favor de la reina Isabel en su lucha por el trono, de ahí, que un tal García González de Molina en 1475 dio privilegio a este lugar por mandato de los Reyes Católicos, teniendo si cabe, rollo para administrar justicia, algo poco común y que ahora se mantiene como elemento arquitectónico. Así lo dice textualmente:

“Este pueblo es villa, al cabo de cien años, es una de las villas que ha reducido la Corona Real, siendo eximida de la villa de Alarcón y así se ha oido e visto por escritura de la reina Isabel, la Católica, que está en la gloria, y que es de la Mancha que dicen de Aragón y que no tiene voto en Cortes, teniendo once leguas hasta la cabecera de su Obispado, en Cuenca, y tres leguas a su Arzobispado en Alarcón, siendo villa con términos de abundante aguas aunque no hay fuentes, ni lagunas, ni ríos, sino que son de pozos y muy abundosos.” Son curiosos los recorridos turbulentos en la época del marqués de Villena, don Juan Pacheco, cuando hubo numerosos altercados, muriendo en este lugar el afamado capitán Durazno, el cual tuvo a bien luchar 300 / Pueblos de Cuenca

aquí y morir en la propia iglesia de la Asunción. Su caída en batalla fue en un lugar de este término, amojonado y que ahora recibe el nombre de mojón de Durazno en su honor. Varios arroyuelos permitirían tener un cultivo saludable bien aprovechado, tanto por el arroyo Valdemembra como otros manantiales, extendiendo sus caseríos como aldeas y ahora, en gran parte, despoblados, tales como la Atalayuela, Chicharrón, la Hoya de los Huesos, la Hoya Palomares y la de la Redonda. Su parroquial tiene alto interés por su estructura, su portada renacentista con entablamento clásico y en su interior donde las columnas cilíndricas apoyan esbeltos arcos semicirculares de sus dos naves. Tiene una capilla del XVI que tenía un maravilloso retablo renacentista, ahora perdido, el gótico del Altar Mayor, con predela y banco, una puerta de la Sacristía de servilleta y alfarje en el techo. Alberga numerosas imágenes de cierto estilo y buen arte. La ermita de San Isidro, con pórtico que sostiene columnas cilíndricas, la ermita en extramuros de Nuestra Señora del Espino con portada de medio punto y luego, la ermita de los santos Cosme y Damián. Pero son los alfarjes los que dan el toque de realce a este lugar. Ocho vigas de tirantes pareadas sobre canes. Los pares y nudillos de sistema cuadral en el Altar Mayor y alfardones octogonales. Es una composición preciosa que le da el toque especial a esta parroquial donde la pila bautismal de copa muy alta y la

moldura incisa y de bordón, sintetiza su relicario de lujo. Las fiestas a la Virgen del Espino, sus mayos a la Virgen y a las mozas, la romería a San Isidro, el jueves lardero o zahora, la Semana Santa y los judas, las macollas colgadas en las ventanas de las chicas el domingo de Resurrección y sobre todo, la fiesta de los “Santicos” Cosme y Damián, el 27 de septiembre, con hogueras, bailes, toros, etc, dan la personalidad a este lugar bien llamado El Peral.

/ EL PERAL/

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/ LA PERALEJA /

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esde los restos de Montuenga uno parece adivinar que por estos lugares, cercanos a la llamada Tierra de Huete, aunque cerca de la afamada Gascueña, pudo haber pueblos celtíberos que anduvieron a lucha entre sí. Tal vez, la llegada de los árabes pudo influir en sentar aquí algún pequeño poblado para sostener economía. Es difícil, tanto como adivinar la procedencia de esas tumbas excavadas en la roca, tipo olcade o tal vez, visigodo, lo cierto es que La Peraleja nace en tiempos de repoblación cristiana en el siglo XIII. Es el siglo XVII cuando aparece con algo más de población dedicada, sin duda, a la ganadería, pues las veinte chozas de pastores así lo atestiguan, aunque esta gente fue muy dada a hacer este tipo de habitáculos que también utilizaban los propios agricultores. Por aquellos años, La Poveda, anejo de Portalrubio era un caserío ahora despoblado que sumaba al censo de La Peraleja, lo mismo que los habitantes del molino de Parada, llamado así por su dueño, el mayor propietario de este lugar. Esta población tiene un terreno más bien llano, pues el cerro más poblado de vegetación es el llamado Monte Viejo con bellos quercus y, si cabe, el Montecillo, con cierta excelencia, por ser el que ubica a la ermita de la Virgen del Monte y donde duerme la población. Sin embargo, los parajes de Valgrande, Fuente de la Peña, Pozas, Hortizuela, Huerta Llano, Pino Atalaya y Hoya, aglutinan belleza, monte bajo y algunos carrascales de recio abolengo. Cierto es que en mayo de 1867 sufrieron un grave pedrisco

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que dañó las cosechas, sobre todo de vides, cereal, y hortalizas. Desde el siglo XVIII, sus gentes fueron muy dadas a comerciar, recorriendo gran parte del término, sobre todo asistiendo al mercado de Gascueña donde llevaban las muletas o mulas a las que eran muy dados en recriar. Su molino de aceite abastece a gran parte de estos lugares.

Sus habitantes disfrutan en sus dos fiestas, la de San Blas el febrero y sobre todo, las patronales, el 8 de septiembre con su Virgen del Monte, subiendo a la ermita, cubierta por nueve bóvedas de arista y bien reconstruida actualmente. En la parroquial, los retablos modernos de Lara, la Tabla de entrepaño, el pedestal de un antiguo retablo y la pila bautismal, lisa y con pie moldurado, arrinconan sus enseres.

Como sucede en todos los pueblos de repoblación cristiana, la proliferación de ermitas que aglutinaban devoción fue común. Por ello, a la parroquial dedicada a San Miguel Arcángel, edificio de tres naves con torre, tribuna y sacristía, con una de ellas de buena cantería, junto al trabajo de su Capilla Mayor y que el cantero navarro Juan Yñarga firmase en 1742, habría que añadirle las ermitas que Madoz nos cita, tal cual eran, San José, San Francisco y la afamada Nuestra Señora del Monte, patrona del lugar a la que adoran por su tradición, origen y leyenda. Nos hablan del majano, del lienzo que la envolvió, del hidalgo Juan Aza y sus lumbres, todo contado por aquellos frailes naturales de este lugar y que religiosos de la Orden de San Francisco tuvieron a bien escribir en sus legajos. Uno llamado Alonso Palenciano y otro Juan González Breto, dados a la escritura como también lo fue don José Antonio Conde, quien hizo la primera Historia de los Árabes en España, en 1766, llegando a alcanzar cierta fama en el reino.

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/ LA PESQuERA /

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quí puedes perderte en la fantasía del terreno. En su término, hacia el oeste te encuentras esa meseta que da vida la altiplanicie de Matallana donde los tres mojones te advierten del lugar más elevado y por el otro lado, la simulación de lo irreal, los paisajes rotos, escalonados, cortados con hacha divina, embalsamados tal cual creación de los dioses de la Naturaleza, allí, el río Cabriel es el dueño y por eso te lo hace ver y sentir, en esos saltos de Pajazo y parajes del Perejil donde las hoces, cañones y barrancos gimen en desconsuelo ante la maravilla del agua y de su encanto. El agua, borbotonea en todos los rincones que te encuentras, manantiales poderosos tales como la Fuente y la Olmedilla o esa Rambla Salada. Todo en perfecta conjunción. Pero ahondemos en este curioso nombre de La Pesquera y será fácil hallar origen. Por aquí, el camino de Postas que recorría las dos grandes poblaciones de Madrid y Valencia, hizo crecer la Venta del Pesquete, donde la abuela Tomasa hacía su trajinar, y en ella, los reyes y personajes de entonces tenían a bien hacer alto en su camino. Ahí están esos blasones con esa flor de lis borbona en su fachada. Me da igual que sea Venta de Pajazo con sus edificios el lugar de alto el camino, o tal vez, la Rinconada de las Carrascas por eso de su paisaje, porque de una u otra manera, los recorridos por vías en tiempo, romanas, de ahí sus alcantarillas, o quizás de tiempos del medievo cuando el sistema de eva-

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cuación aún se mantiene, nos hablan de peso histórico, pero lo cierto es que hay bella ruta de senderismo a seguir. Por otro lado, nos dicen que la sal, mineral importante en otros tiempos, o la mina de carbón de piedra en esa Rambla denominada Fuente de la Higuera, nos reconducen a cierta antigüedad manifiesta e importante.

Tal vez nos queda hablar de sus fiestas, sobre todo a San Antón por su gran devoción mantenida en hoguera y bendiciones, pero el 1 de mayo se canta y se come y luego en San Roque para agosto, la fiesta de todos. Anímense a venir.

Luego, ya metido en el siglo XX, hay poblados y despoblados que cuentan censales, por ello, las Casas de Hipólito, la de la central eléctrica del Pajazo, el molino del Molinillo, el Panizar, la Pradera, la Rambla de la Puerta, la Rinconada de los Carrascos, el Sotillo y la ya reconocida Venta del Pajazo, aglutinan caserío. Y en el lugar que conforma el núcleo poblacional, la parroquial dedicada a la Purificación de María, y en ese recuerdo de la ermita de San Roque en pleno casco, iglesia la primera antigua con alfarjes de madera en el techo con perfil de par y nudillo sobre nueve vigas tirantes sencillas. En su talla la doble hoja de mirto y tajueles le dan belleza. Luego, esa ermita en el pantano de nombre la Cueva Santa aludiendo misterio y devoción a unos y otros. El paraje que la envuelve es, sencillamente, maravilloso. Pero, en recorrido, podemos si cabe hacer la llamada Ruta del Manco de la Pesquera, el que en tiempos de maquis hizo leyenda, llegando desde el Molinillo donde naciera hasta esos parajes naturales donde hiciera su guerrilla el tal Basiliso Serrano.

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/ EL PICAZo /

S

eguimos por Tierras de Alarcón, aquellas fundadas en tiempos de reconquista por Hernán Rodríguez de Ceballos, luego llamado de Alarcón por el lugar dominado y que como Señorío hizo grande este espacio geográfico. El Picazo, es otro lugar de repoblación en zona de terreno llano que bien circunda el Júcar antes de morir en el mar. Sus llanuras y algunas elevaciones definen un rico terreno de buenas huertas bien cultivadas, ahora más bien en desuso. Los caseríos de Ribera Alta y Ribera Baja conforman su riqueza y el tiempo que como aldea de Tébar mantuvo dependencia, quizás le hizo ser más generoso, para luego mantener su independencia y crear predios de linaje hidalga. Recuerdo, hace años, sus casonas que aún perviven, tanto la del marqués de Melgarejo como la de Alarcón del Olmo, que regenteaba su esposa doña Sol. La verdad es que habría que aventurarse en eso de su origen y de su lugar definitivo de población. Algunos, aludiendo s su topónimo, nos llevan a esos primitivos restos que pudo haber en aquella Celtiberia, en ese cerro de San Quiteria, única elevación, o tal vez, cuando se habla de romanos y tenemos que ir a La Rambla de Tévar, o a esos parajes del Calvillo, la Veguilla, Casa de Cardos, ¿qué más da?, lo digo porque el lugar merece ahora la atención por su modernidad y por su recorrido de futuro. Que fue aldea de Alarcón, no hay duda; que antes los moros por aquí anduvieron, también, pues eso queda en el peñasco de la Encantada con leyenda; porque la historia nos dice que, tal vez, las tropas de

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Alfonso VIII estuvieran, hicieran alfoz y si cabe, en ese devenir constante vendría su dependencia del marquesado de Villena, al que se enfrentase por su apoyo a la reina Isabel la Católica, reconciéndolo por ello su hidalguía, indepedencia y así hasta que de Picazo de Alarcón llegase a llamarse El Picazo. Este lugar tuvo realengo en tiempos, mantuvo su hidalguía económica en terrenos de labor, a pesar de tener un terreno amesetado que alcanza los 698 metros de altitud, tiene buen cultivo, buena vida que ahora cuidan y algún otro recultivo del lugar, y sufrió algunos disturbios en los tiempos de la revolución de la Gloriosa, en 1868, quizás un año antes, cuando una algarada gritó ¡Viva Prim y la libertad y abajo Isabel II¡. Ahí, llegadas las revueltas revolucionarias, desmantelando las casas de los terratenientes, sobre todo de don Tomás Pío y Don José González, ante la defensa de un posible fusilamiento en la figura de un tal Corbera, el pueblo se dividió en dos bandos, unos a favor de la Constitución que mantenía Isabel II y los otros a favor del levantamiento del general Prim y la revolución. Sin duda, se calmaron los ánimos hasta el año siguiente en que se produciría la caída del régimen isabelino.

la de Santo Domingo de Alarcón, alcanzaría su independencia religiosa para mantener la devoción popular. Su Capilla de los Carrillo, iniciada en el XVI sirve de panteón para toda esta ilustre familia, igual que la de los Montoya y de los Portillo, pero es, en la capilla del Rosario, donde se centra la atención ornamental. En su caserío, las casas palacio de don Mateo Jerónimo Villanueva, ahora Centro Social, la de don Diego Villanueva, del XVII en la calle de San Mateo y la de los Ruiz Monsalve, conforman un trazado de buenas calles bien alineadas al lado de su plaza mayor. Hablar de su historia, bien lo ha hecho Don Benedicto Collado haciéndola escrita como autor de la misma. Ahora, sus actividades culturales y la búsqueda de tradiciones reafirman la labor de su Asociación Cultural Campoamor y luego sus fiestas patronales que enaltecen la buena tradición entre todos. Es un buen lugar, este del Picazo, al lado del Júcar.

Y si de historia poco más podríamos decir, podemos ver su riqueza monumental, la justa, en cuanto atribuida a su iglesia dedicada a la Asunción, templo grande y sólido del siglo XVI, reformado en su torre y en sus portadas de entrada. En principio, filial de Pueblos de Cuenca / 307

/ PINAREJo /

Su primera aparición como El Pinarejo se configura cuando don Juan Manuel, señor de estas tierras lo cita entre sus posesiones, incluso a finales de ese siglo XVI-concretamente en 1587- donde seguirá apareciendo como anejo al Castillo y por eso ni siquiera tiene parroquial, salvo que en esa citación hubiese sido omitido por error. Felipe II le da el título de villa exenta y como tal comienza a tener jurisdicción propia. Cierto es que entre sus poseedores latifundistas, será el marqués de Melgarejo el mayor accionista, según lo refleja el catastro de Ensenada, haciendo pensar que sin ser lugar de señorío, sí tuviera cierta dependencia en posesiones agrícolas.

E

n estos lugares de la Tierra de Alarcón, casi todos han sido repoblados en tiempos de reconquista, sobre todo como aldeas. Pinarejo no sería la excepción pues desde sus orígenes figurará como aldea del Castillo de Garcimuñoz, principal población de esta comarca. El nombre o topónimo bien aduce a su creación y, seguramente, sea La Nava que es su anejo el primer lugar poblado pues allí se levanta una iglesia o ermita titulada San Andrés de la Nava, aglutinando un número de agricultores dedicados al cultivo del cereal. A unos kilómetros, el caserío de La Moraleja conforma un término que tendrá jurisdicción propia en el siglo XVI.

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Uno que es de letras, gusta siempre decir de los muchos y buenos poetas que dio esta tierra, incluso que vinieron a ella para hacer gesta. Así, el caso de nuestro añorado Jorge Manrique, el cual cayera desgraciadamente herido de muerte en la conquista del Castillo a raíz de esas turbulencias entre Isabel la Católica y el marqués de Villena, pues aquí en La Nava, tuvo que quedar herido, aldea de Pinarejo por entonces, al igual que La Moraleja. Pero en Pinarejo, igual que sucede en tantos y tantos lugares de la comarca, hay buena iglesia, aunque tardía. No surge en la repoblación, ni siquiera en esas primeras del XVI, pero sí en el XVII siendo un templo de corte renacentista dedicado a Santa Águeda, elegante y con torre de dos cuerpos, esbelta con huecos para campanas. Aunque de mampostería, la piedra utilizada tiene la marca del

cantero Lorenzo Díaz, cubriéndola una bóveda de medio cañón de lunetos en esa única nave que posee. En su interior, un retablo mayor de Lara, una buena cajonería y los lienzos, sobre todo el de la Virgen de la Paloma y la Apoteosis de Santo Tomás. Una pila bautismal, de plinto piramidal y gallones en su decoración. Este lugar de pino pequeño en su ubicación y de buenos pozos para abastecimiento, determinan su escudo o blasonaje, ahora establecido, dando la personalidad de su pasado histórico. Pero son sus tradiciones las que marcan el carácter de sus gentes. Destaca su patrona, Santa Águeda porque mantiene viva la tradición. Hay dos momentos al año con la misma patrona, en febrero y luego en septiembre. La primera que es la fecha de su patronazgo, desde la víspera, las hogueras han dado el aviso y el rezo de la Salve su oración de comienzo.

La zurra y el vino, junto al humo purificador dieron la salida de unas fiestas solemnes. En la puerta parroquial se entregaban aquellos rollos anisados como caridad, se hacía la misa mayor y luego, el canto común de: “Viva Santa Agueda nuestra patrona, que en Pinarejo tiene su altar y reina siempre triunfante en Cristo, en nuestro pueblo noble y leal” Después la procesión haciendo altos en las puertas de las casas y en las cruces de las calles para recibir el donativo de los vecinos, luego con todo, en la puerta de la iglesia, la Almoneda, subastando las andas para otro año. Las nueve novenas en septiembre y el triduo en febrero, saliendo al día siguiente la Santa Aguedilla, ya que hay dos imágenes de la Santa y juntas, piden por todos en esa procesión que luego danza en verbenas y buen jolgorio.

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/ PINEDA DE CIGuELA /

A

hora estamos en Tierra de Huete, comarca que tiene la más profunda historia de toda la provincia. Aquí, el moro se asentó durante mucho tiempo y con el nombre de Wabda mantuvo a raya el poder cristiano, siendo muchos los intentos de reconquista. Entre su comarca, tierras de la Alcarria, Pineda se asienta en la falda de un monte que tiene dos valles fructíferos a su alrededor y que hacen del lugar un buen asentamiento, regado por las aguas del Ciguela, de ahí el topónimo del lugar. Aquí se hizo caserío en tiempos de repoblación, aunque tuvo que ser en el siglo XIV y no antes. En ese momento, las buenas tierras hacen que los poblados de Gascones y San Miguel levanten agricultores bien avenidos, no en vano, el último queda como despoblado una vez que la tierra se conquista a los musulmanes de la zona.

Cuando se hagan los censos del XVIII ya se citan los Molinos de Abajo y de Arriba, aunque serán contabilizados en el siglo XX cuando el primero de ellos, servirá de central eléctrica para abastecer parte de la población. El paisaje es bueno, sino bonito sí aireado, con cierto toque de reconfortante quietud. Los montes del Pozo, la Muela y Tejado le confinan y le dan cierto toque con la tímida presencia de algún pino y monte bajo en esencia. En sus campos, la abundancia del cáñamo, bastante considerado antaño, así como algo de vino y algo de miel, acompañan a los cultivos de cereal y ahora girasol, regados por dos 310 / Pueblos de Cuenca

arroyos que desembocan en el Ciguela, cerca del puente de Horcajada de la Torre. Pero hay que ver su iglesia parroquial de la Natividad por eso de ser un templo edificado en el XVI, de mampostería con sillares en las esquinas y el techo en su interior de madera. Sin embargo, como la mayor parte de las iglesias de este momento, necesitaría reforma, y es cuando ésta se eleva en su nave con esa torre esbelta de cuatro cuerpos separados por imposta y el último por cornisa renacentista con esos relieves geométricos tan elegantes y unas especies de gárgolas que ellos llamaran “cimburrios” y que sirve de gentilicio a los del lugar. Desde la iglesia, el mirador de Los Pretiles, que te induce al horizonte libre en ese valle que te angosta el recorrido. El interior de la parroquial tiene numerosa ornamentación manifestada en sus retablos, cuatro, y todos barrocos, sobre el todo el del Altar Mayor y luego los retablillos. Así, la capilla de la Virgen del Rosario, la cual también celebran, la urna de Santa Ana y los lienzos, uno sobre todo, dedicado a la “Adúltera” componen su rica compostura. El caserío, interesante, desde la actual plaza llamada del Conde de San Luis, las radiales callejas, y sobre todo, ese rollo que ellos llaman Cruz y que debió de ser quien le diera la exención al lugar con independencia de Huete, de ahí el poder ejecutar sentencia y justicia. Pero es su ermita de Santa Ana la que aglutina devoción y sentimiento. A ella suben dos veces al año

para visitarla, en su espacio edificado en el XVI con portada sobre lienzo de sillería. Abajo, la población se divide en barrios: las Cuatro esquinas, los Cotos, la Panadería, La Plaza, el Batán, la Alameda, el Cañuelo y las Eras. Las fiestas del Rosario, las de agosto en todos los pueblos de la comarca y, sobre todo, las de Santa Ana el 26 de julio.

/ PINEDA DE CIGuELA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 311

/ PIQuERAS DEL CASTILLo /

P

iqueras me seduce. Cuando te deslizas por la carretera que desde Valverde nos advierte en común a pueblos, después, un paisaje con arboleda, a derecha e izquierda, y luego en el horizonte, una torre defensiva elevada en la loma nos dice que allí hubo en tiempos historia, la que envolvió a Alarcón y su señorío y la que en tiempos de guerra hizo referencias altivas a señores y vasallos. Por eso Piqueras, con la Casa de la Urraca y el Molino, mantiene un caserío curioso, el mismo que se enrosca hacia la iglesia y la torre, buscando entre sus callejas, recuerdos de antaño y queriendo advertir que allí, en otros tiempos, con Pósito, fuente y señal, que incluso en 1656 es del marqués de Alconchel y que, en 1752 pertenece al conde Cifuentes. La iglesia me gusta y me gusta por su situación, por su estructura y por su espadaña. Dentro, presenta un cuerpo de iglesia románica de repoblación, aunque ahora modificada, pero que un coro sencillo y una capilla nos advierte del tiempo que tuvo como patrón a Santiago y ahora tiene a San Pedro. Ahora está muy transformada y poca ornamentación advierte de su riqueza o peso histórico, pero es un templo bonito que duerme a los pies de esa torre, también remozada, para el alegre paisanaje que enorgullece a sus vecinos. En el recuerdo, aquel Pedro López, monje, que recibiese de Don Nuño Sánchez una heredad en la misma vega de Valera, en el siglo XII, más tarde, pasaría a ser de los Alarcón, concretamente de Lope 312 / Pueblos de Cuenca

de Alarcón, hijo de María Ruiz de Alarcón, por entonces dueña de estos territorios en 1451. De los Alarcón a los Girón, condes de Cifuentes y ahora, propiedad de sus vecinos quienes detentan la hidalguía de antaño, pues de esa manera, celebran sus jornadas medievales para evocar tradición, teniendo en sus fiestas patronales, el sabor más popular. Siendo San Juan Evangelista, su patrón de advocación, son las fiestas del Rosario en octubre las que aglutinan a sus gentes, sin olvidar esa festividad de San Isidro, en romería hasta el pinar El Tocomar, como buen pueblo agrario y que, al igual que en tantos y tantos pueblos, mantiene el personalismo de fiesta popular. En su iglesia, ya citada, la misma que tiene en esa entrada con portada elegante y clásica con ese frontón triangular, pequeño, pero decorado con pirámides de bolas, aglutinando tradiciones como la Enramá y los Judas en Semana Santa, San Antonio y los pajaritos. Pero el populismo aquí alcanza contenido trascendente, porque mantiene esos juegos populares como la Choca y los Garrotes, recreándose, a duras penas, en ese folclore con sus canciones casi olvidadas, tal cual la Paloma Blanca, el Bombero y los Reyes Magos, sin dejar, en solfa contenida y alegre, las Músicas, y, como no, los Mayos a la Virgen y a las Mozas.

En su cancionero popular, los Reyes Magos aglutinan una bonita composición así como su Ave María. Sin embargo, sus músicas son originales y revivven el populismo de sus gentes. Algunas estrofas recrean las particularidades de sus canciones. Tal vez esa que dice:

Todo hace de este lugar, un precioso referente comarcal que tanto ha defendido su Asociación Cultural, con Matilde a su cabeza, la que se embaucó en conseguir crear cultura, hacer jornadas de contenido histórico, recrear sus tradiciones y hacer su propia historia escrita en libro, del que como autor me enorgullezco. Por eso, me gusta y mucho, este lugar.

“Esa mata de cabellos tendida por los bardales aunque eres forasterilla no te han de faltar galanes.”

/ PIQuERAS DEL CASTILLo /

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/ PoRTALRuBIo DE GuADAMEJuD /

A

lcarria, línea divisoria entre tierras de pinares y aguas embalsamadas. Entre medias, tierras rojizas, algunas elevaciones si cabe pronunciadas, llanos sin textura productiva clara y ríos de nombre moruno. Esta descripción nos serviría para casi todos los pueblos conquenses que revolotean alrededor de Huete, Priego y Buendía. Entre muchos de ellos, Portal Ruvio nos recibe sin apenas historia documentada. Creado como tantos otros y, repoblado por gentes de la Rioja y Navarra, se avecina a orillas del río Guadamejud donde puede hacer portal de cultivo o de cruce de cañadas ganaderas. No hay mucho más. Sin embargo, cuando el Visitador del Obispado de Cuenca, en el año 1757 hace inventario de los enseres que la iglesia de San Martín tiene, uno puede pensar y bien, que aquí había riqueza para ello. Pudo o debió de ser en esos tiempos, pueblo importante por economía, sobre todo, ganadera. El lugar, elevado en ese cerro. Su caserío, sin alardes, bien configurado y agrupado en torno a su plaza. Pero a mi me gusta su iglesia. La parroquial, pequeña, es toda de sillería, algo poco común en nuestra Tierra, quizás demostrando que la devoción era fundamento de vida y que el esfuerzo en el siglo XVI y XVII debía ser grande. Este lugar, perteneciente a la mayordomía de Huete era de realengo desde hace mucho tiempo atrás. Los ganados transitaron libremente hasta el siglo XVIII y tenían cerca de la población un pozo de agua salobre del cual se abastecían como abrevadero. 314 / Pueblos de Cuenca

Una gran parte de sus vecinos cultivaron el esparto, el cual muy bien trabajado, elevó la fama del lugar durante mucho tiempo. Destaca sobre el caserío su iglesia de San Martín. Reformada sobre un edificio antiguo poco cuidado a pesar de que el cantero Juan de Nanclares le diese su firma, presentando ahora una buena hechura con una portada de medio punto con jambas muy anchas, algo poco común y ese remate en frontón triangular finalizando en una cruz desmochada en tiempo de guerra. Tiene ese curioso óculo cuatrilobulado que le da detalle. La torre cuadrada, estando en el centro del edificio y de su fachada, algo también poco usual, con un solo cuerpo de alzada y cuatro huecos para campanas. En su interior, bóveda de lunetos. Es un edificio sobrio, elegante, pequeño y original. El retablo neoclásico con San Martín, su patrón, de centro en lienzo. La capilla lateral derecha con relieves de hojarasca y luego un San Antonio al que celebran como patrón y un San Roque que no puede faltar en estos pueblos. En recuerdo, la ermita de Nuestra Señora de la Caridad. El Diccionario especial del habla portalrubiera y su página web no oficial le abren futuro a una localidad que, casi sin habitantes, se reencuentran en sus festividades. Sus fiestas se mantienen, tanto la de San Antonio en junio como las patronales de San Roque en verano y esa subida al Portillo afamada que tiene el riesgo de no celebrarse. San Roquillo y la subasta elevan la temperatura. La Calle de la Vega y el Barrio

Nuevo reciben la procesión y sobre todo, la música. Los disfraces y la espuma dan fin. Como singular, la canción “El Reloj” que cuenta las horas de la Pasión. El Reloj de la Pasión: “Tu reloj Jesús mío comenzar guías porque ajustais mis pasos mis desaciertos. (Hombres)

Ave María, fuiste pura y sin mancha sois concebida (Mujeres).” Así, hasta veintisiete estrofas cantadas por los hombres y otras tantas veces, la respuesta de las mujeres que repiten estribillo. Relata la Pasión y es una composición de tiempos ancestrales muy original.

/ PoRTALRuBIo DE GuADAMEJuD / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 315

/ PoRTILLA /

A

hora vuelta al Campichuelo. Esta comarca me encanta porque conjuga Sierra en descenso con Alcarria en amplitud, pero también, porque encierra caminos, fuentes, vallejos, molinos y arte románico religioso de alta sencillez. Son pueblos pequeños, casi todos, enroscados hacia Villalba de la Sierra y su Júcar, pero enhiestos en sus tradiciones. En tiempos de población fuerte, tal vez en ese siglo XVI, este lugar tiene anejo a Las Majadas y cuenta con tres ermitas: San Roque, los Santos Cosme y Damián y San Sebastián, junto a su iglesia de San Miguel. Cierto es que este lugar pudo ser en algún momento, del mayorazgo de Valdecabras, fundado en 1530 por doña Inés de Barrientos, esposa de Luis Carrillo de Albornoz, al que le dieron como término, el propio Valdecabras, además de Las Majadas y Portilla. Curiosamente aquí estuvo de párroco un sacerdote poco común, un tal Marcos Huerta, el mismo que habiendo estado también en Campillos Sierra escribiera aquel “Panegírico de Nuestra Señora del Pilar de Altarejos”, cuya devoción arrastra un número de pueblos ingente, año tras año. Sus habitantes, dedicados en gran parte a la agricultura y a la ganadería, pues cerca de veinte tinadas abundan en su término, tuvieron gran dedicación en tiempos a labores comerciales, tanto arrieras como

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canasteras, destilando buen aguardiente y algún tejedor que también tuviera fama. Portilla tiene topónimo de Puerto y es posible que por aquí tuvieran establecido un portazgo de paso para ganado hacia las Tierras de Huete, pero por su ubicación cierto interés tendría en época musulmana. Quizás algo diga ese yacimiento de estelas que hay en el Cerrillo de las Monjas, después su pertenencia al mayorazgo de Valdecabras citado, tal vez al del Obispo Barrientos en su toma de posesión de Cuenca y su alfoz. Más tarde, las interferencias de los marqueses de Cañete, le harán vincular sus pertenencias a estos Hurtado de Mendoza, aunque por poco tiempo, para acabar dentro de las posesiones del marqués de Ariza, el almirante, en ese siglo XVIII. Su caserío con esas calles del Cantón, del Agua, de la Nevera y Bajada del Olmo, de una u otra manera, te llevan a la plaza del Cristo. Pero arriba, su parroquia, curiosa en traza a pesar de haber sido reformada por necesidad. Su antigua espadaña románica se convirtió en torre y sus portadas han sido reformadas, tanto la que da al cementerio como la considerada más principal.

como ese atrio que le comunica al cementerio, quedando solamente la portada de medio punto como acceso. De aquellas cuatro ermitas, añadiendo la de Santa Quiteria, el recuerdo. Sus fiestas en honor de San Roque, en agosto, con ese típico rollo y el acompañamiento de zurra, aunque ahora ha cambiado un poco, y las del Cristo en septiembre, con verbenas y jolgorio, aglutinando, unas y otras, a todos los jóvenes de la comarca, muy dados a visitar uno y otro lugar en fiestas, son su esencia tradicional y folclórica. Hay una bellísisma canción de Ronda que ha pervivido de generación en generación, manteniendo el alma del pueblo. He aquí parte de su inicio como muestra de su cancionero: “Debajo de la ventana tengo un puñal escondido para matar a tu padre sino te casas conmigo. ........................... Cuando mi amante se pone la gorra de medio lado, en la provincia de Cuenca no hay otro tan resalado.”

Cuando pudo ser más elegante con retablo barroco en su interior fue en tiempos de pertenecer el lugar a doña Luisa de Cárdenas, porque ella se preocupó mucho de ellos, pero el incendio la destruyó casi por completo. Ahora, exenta de planta y con un añadido en la parte izquierda a la altura del Presbiterio, así Pueblos de Cuenca / 317

/ PoYAToS /

E

n su trono, en ese “poyo” ancestral de la Serranía, se yergue, altivo y silencioso.¡Qué bonito paisaje se divisa desde lo alto¡ Dejas el cauce del Escabas, asciendes entre pinares inmensos y te cuelas en un lugar que tiene recorrido medieval en su entrada, por un arco sólido hacia una plaza de las más populares de toda la provincia. Es Poyatos, lugar de poyo, de descanso, de divisa entre sus montes elevados, el cerro de San Sebastián, la Dehesa Barbazoso y su Dehesa Boyal, hay paz, airea el más puro viento serrano, sus aguas transcurren envalentonadas, hay fuente de corte romano tal vez, dos, para que sus ganados puedan beber antes de ir a pastar a esos buenos predios que en valle y vallejos se esconden.

Por esos, en su término, las ferrerías dieron resultado mucho tiempo y se instalaron tres, anejas al llamado valle de Codorno, luego un molino harinero que abastece censo a la población como Molino de Abajo, junto a la llamada Casa del Valle, mientras en su término el buen boj se cría, junto a esas piedras blancas que decía Murillo y que tienen una cruz negra perfectamente formada. Pero Poyatos que tiene dos ermitas, sobre todo la dedicada a su Virgen del Poyo porque la otra, la de Santa Quiteria queda para recordar, es importante por haber nacido en él, aquel Obispo Miguel Muñoz que le dotó de buena iglesia, dedicada a la advocación de María Magdalena, un buen Pósito para su abastecimiento y una Prestamera aneja al Colegio de San Bar318 / Pueblos de Cuenca

tolomé de Salamanca para el estudio de los niños pobres o de ascenso en la Latinidad. Esta villa medieval en su traza, con callejas estrechas que radian a la plaza, con balconaje de madera donde ahora hay ayuntamiento, bella iglesia bien dotada, tiene una belleza inigualable en sus alrededores, por eso la misma Hoz de Poyatos lo advierte, porque luego la Fuente de la tía Perra, Lagunillos y el paraje especial de Tejadillos te sumergen en la más fantasiosa de las esferas naturales. Abajo, ese maravilloso puente, casi escondido, sobre el Escabas y que tiene trazado medieval de tiempos antiguos. Su parroquial, gótico-renacentista, de portada en arco de medio punto con una hornacina superior y con su espadaña, elegante, de dos ojos y altiva sobre el paisaje. En su alrededor, el Arco del Concejo que le da ese toque medieval a todo el casco urbano y lo que fue la antigua fragua del pueblo, en el XVI muy productiva, para acabar en ese edificio que en su momento de esplendor, albergase la casa hospital del gran obispo Miguel Muñoz, su albacea. El interior de la parroquial es menos suntuoso que el exterior donde se volcó el arquitecto. La primitiva cúpula con bóveda estrellada se tuvo que sustituir por cúpula de ladrillo sin perder espacio y solemnidad. El cuerpo de la iglesia del XVIII mientras que la cabecera poligonal del XVI. La puerta de entrada a la sacristía de época con jambas de frente con rosario, curiosa. Espadaña a los pies de dos ojos. Un gran templo, sin duda.

Del 22 al 24 de julio sus fiestas patronales en honor de María Magdalena arrastran devoción popular en procesión, antes hubo vaquilla, ahora verbena y misa mayor.

/ PoYAToS / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 319

/ PoZoAMARGo /

N

ace el lugar como aldea de Bala de Rey, luego Vara de Rey, según aparece reflejado en la documentación de Felipe II. Sin embargo, este lugar es muy antiguo en su asentamiento. El hecho de que por aquí transcurriese la vía romana que desde Cartago Nova fuese a Complutum por un lado o a Emérita por otro, hace delimitar una posible ubicación de una de las ciudades aún por determinar, Ad Putea, muy conocida en los registros latinos pero sin sentar correctamente. Por otro lado, el lugar donde se encuentra la bella ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, tuvo posiblemente un asentamiento primitivo basilical y quizás antes, de posible poblado en Edad del Hierro I.

postura, con torre que acaba en campanil y con decoración barroca en su interior. Aunque el exterior no presente calidad en sus materiales, pues es de mampostería con sillería en los esquinales, si me gusta mucho su traza, poco original. La planta de cruz latina con cúpula de media naranja y la nave dividida en tres tramos por pilastras.

De una u otra manera, se localiza esta aldea repoblada en el XIV- no se si ese nombre de la Cabezuela tendría mucho sentido- y como casa de labor en buen tierra fértil, al lado de un pozo amargo por su gusto y abasteciendo riego de tierra próxima. Tal es su productividad que en tiempos del XVII y XVIII, muchos terratenientes, algunos hidalgos y quizás algún que otro noble de ascendencia, se ubican aquí, levantan casona o palacio y hacen núcleo importante que ya tenía independencia desde el siglo XVI.

El último domingo de abril, multitud de pueblos de la comarca, incluso de Albacete, se reúnen aquí para celebrar romería y fiesta popular. Allí, su imagen que permanece todo el año, excepto desde el lunes de Pascua hasta el lunes después de Pentecostés que está en la parroquial.

Este será el momento de apogeo, cuando su caserío se asienta con alto contenido monumental y su iglesia, dedicada a la Santísima Trinidad aboga por una riqueza ornamental extremada. Su traza herreriana es solemne para estos pueblos, excepto San Clemente, porque es ampulosa en su asimétrica com320 / Pueblos de Cuenca

En su interior, un retablo que la enaltece, aunque necesitado de alguna que otra reforma. Pero la devoción del lugar se acerca a su ermita de la Virgen de la Cabeza con su camarín con pinturas al estilo del Greco en su bóveda de cañón recubierto. Es del siglo XVIII de una sola nave de cinco tramos y bóvedas de lunetos y el ábside de media naranja.

En su trazado, el caserío se enaltece. Casas muy cuidadas y casonas tipo palacio de algunos de los terratenientes afincados en el XVII. Por eso, aunque en sus alrededores hay varios caseríos, aldeas o despoblados, en tiempos muy habitados, que censan para el lugar, tal es el caso de Casa de Buedo, Casas de la Loma con su numerosa población en los años cincuenta, casa de labor del Monte de Buenavista y la reconocida casa de labor de la Moragona, bien conocida por su rico vino, es en el interior del

mismo donde la red de su caserío alcanza notoriedad con blasonaje al uso. La Casa Cotillas y la Casa Sandoval son bella muestra de ello. Ahora, tiempos modernos, cuando el TIAN se afinca y con sus modernos tratamientos chinos en la técnica de medicina tradicional, ha alcanzado cierto reconocimiento nacional. Las fiestas de marzo, las de San Blas y las de agosto, sobre todo las que homenajean a su patrona la Virgen de la Loma, enaltecen este lugar.

/ PoZo AMARGo / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 321

/ PoZoRRuBIELoS DE LA MANCHA (PoZoSECo, RuBIELoS ALToS Y RuBIELoS BAJoS) /

A

quí se conjugan varios términos de esa Manchuela que está a camino entre las grandes poblaciones de Motilla del Palancar, a la que han pertenecido y la gran villa noble de San Clemente.

La iglesia de San Ginés en Rubielos Bajos, edificada en su totalidad en el XVIII tiene planta de cruz latina con capillas laterales, ábside rectangular y cúpula sobre pechinas donde, curiosamente, están representados los cuatro evangelistas.

Su capital es Rubielos Bajos, aldea de repoblación nacida bajo el amparo del Señorío de Alarcón, junto a Pozoseco, Rubielos Altos y la Jara. Al igual que sucede con la gran mayoría de estos lugares, los caseríos abundan y complementan sus censos en tiempos de cultivos y buena dedicación a la agricultura, por ello, los habitantes de la Ribera de San Hermenegildo, los hortelanos del Batán y las Casillas de las Cañadillas y Monte Escobar daban solera a Rubielos Bajos, al igual que hiciera, la Hoz, los Llanos y los Palomares a Rubielos Altos.

Este lugar que alcanzó la facultad de administrar justicia lo demuestra con su rollo, coronado con la cruz de Caravaca. Sus fiestas en honor de San Ginés en agosto y también las de diciembre a Santa Bárbara con el famoso “puñao” y los dos bollos que acompañan, reunen a sus vecinos, amigos y forasteros para compaginar armonía.

Por eso, don Pedro Cañabate de la Cueva era el máximo accionista en tierras de labor, lo era cultivando con jornaleros todos estos predios de buen cereal y como noble de alcurnia estaba censado en este lugar, siendo sin embargo, el marques de las Valeras el que mayor posesiones tenía en Rubielos Altos. Estas poblaciones, pequeñas, pero con cierta solera, tuvieron ciertos protagonismos en los avatares de las guerras contemporáneas, tales como la Independencia y la Carlistada, y aunque sin intervención directa en ninguna de las dos, sí que por aquí, anduvieron partidas de una y otra contienda, obligando a sus vecinos a donar gran parte de sus granos, hortalizas y frutos de arboleda.

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Mientras, en los Rubielos Altos, San Ildefonso como patrón y la Virgen de Copacavana, en agosto y septiembre, ésta última como devoción de origen andino y que bien han documentado en algún que otro trabajo sobre ello. Nos queda Pozoseco con esa Cofradía del Santísimo y “su tropa” encargada de velar por el mismo, haciendo de las fiestas del Corpus su enseña más particular. El capitán, el alférez y el sargento dirigen su esquema, organizan el baile de la bandera al son de la pita y el tambor, original como “ese cuchicheo” en la iglesia o el puñao o ese acto teatral de “Juicio y muerte” al que dignifican sus presentes. Tradición y cultura en Pozoseco y en toda una identidad municipal que ahora recibe el nombre de Pozorrubielos de la Mancha.

/ PoZoRRuBIELoS DE LA MANCHA /

Ayuntamiento de Rubielos

Pueblos de Cuenca / 323

/ PoZoRRuBIo DE SANTIAGo /

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uriosos son estos lugares de la Orden de Santiago. Lo son, por cuanto es terreno llano de buena tierra, donde bien supo guardar la orden sus predios para muchos años. En unos casos, con el dominio directo y en otros bajo la sujeción legal de las Encomiendas, como fue el caso de Pozorrubio. Sin embargo, este lugar es de antiguo, pues como Casa de Labor se origina nada más acabar la reconquista de las Tierras de Alarcón y donde la Orden de Santiago por donación real de Alfonso VIII se ubica. Sin embargo, no tiene este nombre hasta tiempo después, pues aparece mucho más importante la grandiosa casa conventual de Torrelengua donde los dominicos hacen solar y levantan una bella iglesia. Si analizamos las huellas encontradas en la Cueva donde hachas y utensilios de la Edad del Bronce aparecieron nos podría llevar a una antigüedad manifiesta, algo común en toda la Meseta castellana, incluida la Mancha, pero aquí poco más podríamos demostrar, si cabe esa posible mina romana cuyos restos pueden aducir algo. Su historia hay que llevarla a la Edad Moderna, cuando la Orden de Santiago toma como cabeza Uclés y sienta una poderosa jurisdicción de explotación agraria. Sus Priores se dedican a visitar cada uno de los lugares donde consideran hay necesidad de cultivo y devoción cristiana. Así los priores Pedro de Cruz, Andrés Portillo, Antonio Ortiz y Sebastián Arias, realizan visitas a lo largo del XVII, sobre todo para ver la iglesia de Portalrrubio y sobre todo Tor-

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luenga o Torre Luenga donde hay convento en el que harán estancia de recreo para sus viejos freires llagados o incluso para reuniones del Consejo General de la misma. Hubo un tiempo en el que la Casa de Labor de Pozorrubio quedó anexionada a Villamayor por despoblamiento, siendo después en el XVIII, vuelta a anexionar a Uclés y en el XIX a Ocaña en los designios propios de la orden santiaguista. Ahora, censan casas de labor como la Huerta, las Viñas y Torrelengua. Su importancia vuelve a alcanzarse en tiempos del XVIII cuando las Capellanías, como la de Lorenzo Vellón, el Caudal del Señor San Blas, la Cofradía de Ánimas, la del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y el Caudal de Santa María del Rosario aglutinan la fe y devoción local. Es entonces cuando algún terrateniente asienta predio y casona, tal es el caso de los Portillos adecentando un edificio del XVI que reformarían en el XVIII con esa interesante fachada adintelada, con balcón y escudo. Su Corregimiento, ahora ayuntamiento en edificio de solera, con un patio de claustra con arcos de medio punto, pilastras de sillería o la parroquial dedicada a Santiago, como no podía ser menos en estas tierras de tal Orden, de una sola nave con bóveda de cañón y lunetos.

nueva que reune patronazgo y fiesta. La primera de planta rectangular de dos cuerpos apilastrados con bóveda de lunetos y cúpula de media naranja. Del caserío, elegancia en la Casa de los Portillos, del siglo XVII, con fachada, puerta adintelada, balcón y escudo interrumpiendo el alero, sin olvidar ese friso con triglifos. Luego, moderno, su Museo Rural con más de mil quinientas piezas etnográficas. De sus parajes, aquella fuente llamada Pilarejo y el pozo la Celadilla –ese que dicen fuese poblado ibérico y luego romano, posiblemente el Punteus Altus (Pozo Alto)-, la heredad de don Carlos de la Torre, las fincas regadas por el Ciguela un poco más lejos y sus tres molinos harineros que han dado paso a un nuevo sistema de cultivo y estructura agraria. Este Santo, San Gregorio, el más antiguo de la región los reúne en el segundo fin de semana de mayo, hay romería, encarna al mismo a las puertas vecinales, se paga y se canta el Credo. Nuestra Señora de la Paz y Cruz de mayo que es la de la Soledad, se celebra en agosto con el novenario, la maratón del queso, la verbena, la mascletá y así todo el jolgorio divertido y posible, acabando con San Isidro y su romería, sin olvidar, el Jueves lardero como tradiciones mantenidas. No olvidamos el galopeo y el mercado medieval.

Sin embargo, la ermita de la Soledad es la que queda de las dos, pues la de San Gregorio Nacianceno se destrozó en guerra, aunque ahora hay una Pueblos de Cuenca / 325

/ EL PoZuELo /

E

n la Serranía conquense, con el apelativo para algunos de Pozuelo de la Sierra, nos encontramos este lugar apenas conocido por muchos de los conquenses. En su paisaje, te adentras en maravillas calcáreas y monte de pinar que forma una simbiosis perfecta. Entre la Dehesa de Abajo y la de Arriba, los valles y pastos son inimaginables, así el río Guadiela, el Albergue, la Presa, la Columna, la Varga, la Risca, el Torromoto, los Huertos, el Huerto Palera, los Vados, los Toriles, la Laguna y así un sinfín de parajes, le rodean y le irradian fantasía natural. Pero en el Pozuelo, el agua fluye a borbotones, por eso, manantiales y fuentes te invaden el paisaje: Fuente de Abajo, la Gila, la Gata, Pozo Cañalala, Pozo del Tejar y Pozo Gordo. Recrearte en este lugar bajo el límite de Guadalajara y revivir su devoción en esa preciosa ermita de la Virgen de Hoyos, su patrona, adorada el 11 de septiembre en sus fiestas mayores, ahora trasladadas a agosto, conjuga el encanto más solemne y reserva el reencuentro de emigrantes. Nacido este lugar como población en aquel siglo XIV cuando algunos hacheros deciden habitarlo. Un tiempo más tarde, algunos ganaderos del valle trashuman hasta la Sierra, buscando afamados pastos que anidan entre valles angostos -en algún caso-, y agrandarán el poblamiento, que en forma de aldea, levanta su iglesia en el siglo XVI bajo la advocación de San Benito. Se observan dos claras etapas en su obra constructora, dos estilos diferentes bien defi326 / Pueblos de Cuenca

nidos, pues la puerta de arcos sobre impostas formada en el último sillar de las jambas nos lleva al siglo XVI, mientras que la torre cuadrada con arquerías en el campanario y atrio en la entrada, ya nos reconduce siglo y medio posterior. El interior es de la misma época, así se observa en todo el aparejo, la cornisa y todos los remates en forma de pináculos. Sin embargo, dos zonas se diferencian: por un lado, la parte de la única nave, en el centro con cuatro espacios y luego, el presbiterio sobre nervios y el casquete de la cabecera con bóvedas triangulares. Pero es su ermita de la Virgen de Hoyos la que aglutina la devoción popular. Bien construida, de mampostería y de piedra la fachada del poniente donde está la entrada y la espadaña de tres cuerpos separados por una imposta. El detalle del zócalo y luego su interior con un retablo que divide el camarín de la Virgen con dos cuerpos y entrepaños de medallas. Digno y bello para poder contemplarlo. En las tradiciones está el sentir de sus gentes, el carácter que les hace audaces y nobles. Los mayos reviven la esperanza de sus creaciones amorosas, acompasadas hacia las mozas y hacia su Virgen; también en la Semana Santa donde el procesionar y la quema del Judas simbiotiza el ambiente religioso y, sin duda, ahora las fiestas de agosto a su patrona. Todo se mantiene y aunque perdidas en gran parte las preciosas letras de sus composiciones, sus deleites se reviven en el recuerdo cortado de algunos encuentros musicales.

/ EL PoZuELo /

Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 327

/ PRIEGo /

dado. Sus callejas rezuman historia, amurallada en tiempos cuando el condado de los Carrillo era poderoso, plaza medieval en su trazado, casonas y palacios con blasones entre su recorrido, algún arco de medio punto que te da acceso a rincones emblemáticos, la parroquial dedicada a San Nicolás de Bari, ese torreón llamado de Despeñaperros y todo un sinfín de tradiciones, tal cual sus maderadas como enseña popular.

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ste es el punto neurálgico de la Alcarria conquense. Es puerta hacia la Sierra por su bellísimo estrecho y esa cortada hoz que bien abre el espacio hacia Guadalajara, creando un recorrido inmenso, lleno de parajes especiales, manantiales solemnes y poderosa arquitectura. Aquí se hace la artesanía del barro más cuidada, tradicional por historia, se cosecha un buen vino y el mimbre se esmera en un arte cestero original y cui328 / Pueblos de Cuenca

Pero, amigos, si queremos entusiasmarnos y fantasiar podemos caminar hacia su convento de San Miguel de las Victorias, el que construyese ese conde bien llegado de la Guerra de Lepanto, haciendo de este lugar, centro de devoción popular y sentida. Desde allí, esa Hoz de los Frailes te sumerge en la más recóndita fantasia natural. Piedra, pinos, agua, aves, luces, sombras, colores… Cuando se hacía censo, los molinos se habitaban en pleno rendimiento, por eso, los Barrales y la Peña hacían molinear, mientras las gentes de Monte Cesma, las del Parral de Caja y el despoblado de los Llanos, cubrían pastizales, tresnadas y carrizos planchados de cereal. Por errores documentales aparece muchas veces Pliego en lugar de Priego, pero sus seis ermitas del XVII, tales como San Sebastián, Santa Ana, San Juan de las Heras, La Trinidad, María Santísima del Remedio, San Gregorio, la de la Santa Cruz y San José dejan devoción a raudales. Luego, su convento de San Miguel, y por si fuera poco, ahí está el Convento del Rosal, monasterio concepcionista que más

de alguna vez ha recogido las voces y música de los poetas del XX evocando a Diego Jesús Jiménez, su poeta universal, ahora fallecido y siempre recordado. Todo en un todo, atravesado por tiempos y ahora como tradición de solera, pues que decir de aquellos batanes, las casas colmenares, las ocho casas de alfarería de la buena y todas sus huertas al lado de su río Escabas. Pero una cosa da paso a otra; ahora, el turismo se hace hueco y aquí encuentra hogar del bueno. Todos los caminos que sendean, las riberas de los manantiales y de sus tres ríos en término húmedo, tal cual el citado Escabas, el Guadiela y el Trabaque, hoces que se abren y se cierran. Yo no quiero hablar de historia porque ya se ha dicho mucho aunque falte por escribirla y bien, pero que aquel Fernando Carrillo de Mendoza recibiera el regalo del papa Pío V con la Virgen de las Angustias en lienzo, o el primer conde de Priego, don Pedro o don Luis el que demandase a su propio hijo que era Chantre de la catedral de Cuenca por no cumplir promesa con su hermana Luisa de Mendoza, nos ha dado páginas para airear y para trascender el hecho. Mucha historia de la buena. Esa misma que nos hace todavía más largo el recorrido. Por eso, aquel tercer señor don Juan Alonso Carrillo, valeroso capitán, luchó en Aljubarrota en 1385, recibiendo por su valentía, la localidad de Cañaveras o el trascendental hecho de que Priego pasase de Villa a Ciudad por orden de María Cristina, reina regente, madre de Alfonso XIII en 1894, por eso de considerar buena tierra y gran condado. Pero, muchos años antes, la

fundación del convento del Rosal en el 1525 por el conde de Priego para monjas concepcionistas trajo pleitesía popular, nos recodujo en bella solemnidad con esa imagen en barro de la Virgen de la Torre, recordando también a San Miguel con su traza arquitectónica y delicada ornamentación en la que el turolense Martín de Aldehuela pusiera también sello. Todo, todo, es belleza y valor patrimonial en este lugar conquense, y así, así, reconvierte su pasado en ristras preciosistas que hacen la presencia más ausente por sentido. Al final, los gancheros que descendían sus maderadas y que el escritor Sampedro ha descrito, los esfuerzos de su alcalde Luis Remón o esas bien cuidadas Jornadas Literarias en honor de Diego Jesús, el poeta, hacen de este lugar punto obligado de encuentro, de entretenimiento y de contemplación. Bien lo saben Martín Muelas y Juanjo Gómez Brihuega, albaceas del lirismo, quienes, junto a Társila, su viuda, han hecho Fundación. La Virgen de la Torre en noviembre con la Chiquitilla también en procesión, los puches en los Santos, la Semana Santa y los Judas, San Nicolás de Bari por eso de advocación de su iglesia, solemne, templo esbelto, sobrio y de buena hechura, al lado del palacio ahora Ayuntamiento, la celebración del Jueves Lardero, el cántaro de los mayos, las hogueras de San Antonio, el Corpus y sobre todo, su Cristo de la Caridad en septiembre, con su singular baile de la Carrasquilla, apabullan al forastero y redimen al nativo que lo siente y lo vive con solemnidad. Pueblos de Cuenca / 329

/ EL PRoVENCIo /

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stamos en aquella Mancha de Monteragón o Mancha de Aragón, llamada así por ser poblada por aragoneses, la que tuvo directa dependencia del Señorío de Alarcón y luego, del marquesado de Villena, no más allá de los siglos XIII y XIV. Cierto es que este lugar, nacido bajo el patrocinio de don Juan Manuel -llamado por algunos Infante-, descendiente de los Manuel, escritor y guerrero, aparece como nucleo poblacional a finales del siglo XIII, se establece con nombre, posiblemente de gentes llegadas incluso de la Provenza francesa, pero que afincadas en este lugar crean predios de vida, dedicados por entero a la agricultura. Sin embargo, situado estratégicamente en cruce de caminos ganaderos, alcanza gran importancia en los siglos XV y XVI, tiempos de florecimiento de la Mesta. Las vicisitudes de poder van envueltas al igual que todos los lugares de esta comarca en torno a San Clemente, dependiente del Marquesado de Villena, cuyo marqués Don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza, decide entregarlo a su mayordomo mayor y pariente de linaje Don Luis Sánchez Calatayud, descendiente, a su vez, del rey de Navarra. A partir de este momento, será este apellido el que titule el lugar y sus señores sean a su vez, condes del Real y de Vilamonte, afincándose aquí y dedicando gran parte de su actividad al florecimiento de la villa. En una amplia llanura que bien riegan los ríos Záncara como principal, el Rus y el pequeño arroyo 330 / Pueblos de Cuenca

Charcón, se cultivan grandes campos de cereales, ahora girasoles y viñedos en amplia extensión. Son muchos los caseríos que dan contenido poblacional a su municipio, pues las aldeas de Canforrales, Peñuelas, Casas de los Jiménez, Cristo, Cerro Negro, Camarilla, el molino Tostado, Asperilla, Blanquizar, Hontanilla, Moraga, Valcargado y Carrascal, conforman sus cultivos, dando muchos de ellos, nombre a buenos vinos de ahora. Entre sus parajes, el monte Jareño con amplia pinada le da el toque especial a un campo típicamente manchego. Hubo un tiempo en el que muchos vecinos quisieron emigrar e irse a vivir a San Clemente, sin embargo, el señor de la villa, por entonces Don Alonso de Calatayud establecerá un impedimiento por el que tendrá que intervenir la propia reina Juana para liberar a los vecinos de esa prohibición. La parroquial está dedicada a la Asunción aunque antes lo fuera de la Magdalena. Se empieza a construir en el siglo XVI con mampostería bien labrada que da traza a tres naves. Sus detalles del Renacimiento se observan en la fachada y los maestros que intervendrán en la primera construcción son los tres Juanes, llegados de Aragón, Juan de Ocollo, Juan de Orca y Juan de Albiz, siendo el constructor de la grua, el navarro Domingo Aranguren.

maestro arquitecto Francisco del Campo y el altar al principio tendría once escalones de acceso. La torre cuadrada, de tres cuerpos en el noroeste, siendo el último, el de las campanas. En la fachada sur, unos curiosos ventanales con ajimez y capiteles jónicos. En el interior, tres naves separadas por columnas cilíndricas y las bóvedas de terceletes. Capilla del XVII con escudo de los Merchante. Sus puentes sobre el Záncara, aunque del XVIII y XIX, son dignos de resaltar, su caserío formado por casas grandes manchegas, donde el blanco abunda y en algún caso, casonas de terratenientes bien avenidos. Sus fiestas, las de San Antón y San Isidro y las patronales, a celebrar en el verano. Curiosa la tradición de San Antón, con procesión desde su ermita al templo y vuelta al dia siguiente. Al lado, la almoneda, la degustación de tostones – trigo tostado con vino- y la gran hoguera. Los miembros de la hermandad reparten el puñao y en ese curioso traslado del santo a la parroquial, lo hacen porque -“debe el santo tomar la lección a los otros santos que allí hay.”- dice el refranero popular.

La iglesia actual es sólida, muros de sillares en la mayor parte de ellos, no de labra fina pero sí muy conservados. Las bóvedas del XVII se deben al Pueblos de Cuenca / 331

/ PuEBLA DE ALMENARA /

la Puebla, de nombre Pero González de Mendoza, quien con sus huestes ayudó al castellano, evitando su muerte y facilitandole huida, algo que luego le agradecería concediéndole honores y privilegios al lugar donde había nacido. Alfonso XI, luego don Enrique y así algún que otro monarca tuvieron cierta consideración de esta villa, siendo algo más tarde cuando aparece el personaje fabulesco de la princesa de Éboli, habitante del castillo en algún momento de su complicada vida pues como señora del lugar, por prestación y matrimonio, aparecerá documentada.

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odo se abre entre la leyenda y el misterio. La historia siempre rezuma leyenda en muchos de sus episodios, pero lo cierto es que, al igual que en otros lugares de esta comarca de la Mancha, y más tan camino de Levante como en ella ocurre, la figura de Don Juan Manuel sigue latente, pues como señor en aquellos años de la primera mitad del XIV dio cumplido privilegio para quien viniesen a poblar – Carta Puebla- este lugar, año de 1370. Luego, por privilegio y valor, alcanzaría el título de villa.

Sin embargo, las turbulencias muy comunes por aquellos años, entre los dos grandes reinos, Castilla y Aragón, tribularon también por aquí al haber castillo edificado en lo alto de la Sierra Jarameña. Por eso los ejércitos de Juan I de Castilla y los de Portugal con el maestre de Avis, dilucidarían litigio a finales del XIV y en él mucho tendría que ver un noble nacido aquí en 332 / Pueblos de Cuenca

Su castillo, del siglo XIV, es bonito en ubicación, ahora abandonado un poco a su suerte, aunque se remozasen y restaurasen parte de sus lienzos bastantes deteriorados. Situado entre Villaescusa de Haro, Belmonte y los Pacheco y luego territorios del señorio de Villagarcía del Llano, tiene que soportar inconvenientes que le deteminan su abandono. En mitad de camino entre las posesiones de Villena y las de la Orden de Santiago, mantuvo su independencia un tiempo importante. Situado en un terreno más bien llano -el que le rodea-, sin más complacencia que su escasa agua que corre en arroyuelos desecados, salvo la de numerosos pozos que abastecen. La población tiene solera, y cuenta con dos despoblados en la actualidad, Buzquez o Guzquez y Lugarejo. En el censo del siglo XX, las Casas y aldeas de Huerta de Don Tomás, Huerta de Ramón y Caserío de la Vega contienen habitantes censados y, sin averiguar cual

fuera la razón, aparece en los escritos del visitador episcopal que este lugar de Puebla pertenece al duque de Francavilla. Lo cierto es que tiene numerosas Capellanías y Prestameras, indicativo de su contenido devocional y riqueza espiritual, al igual que la Cofradía de Nuestra Señora del Valle, como germén de su sentimiento religioso. En aquellos años, las ermitas de la Virgen de la Misericordia, San Sebastián y San Cristóbal están mantenidas pero muy necesitadas de reparación, ahora queda solamente la primera con su sala de ofrendas. Un Hospital, en medio de la villa, mantuvo cierto rango y cuyo patrón fue en mucho tiempo don Juan Manuel Ochoa. Su iglesia es solemne, estupenda la fábrica y dedicada a la Asunción. Muros de mampostería con esquinales y cornisa de sillería y una torre elegante, de planta cuadrada y mucho perímetro que sobresale del cuerpo de la iglesia en su parte donde están las campanas. Portada flanqueada por contrafuertes que conservan los sillares del arranque, capitel corintio, columnas, volutas, frontón triangular, etc.

La capilla de la Virgen del Rosario y la Capilla del obispo Juan de Cuenca con su estatua orante de alabastro. No hay otro lugar más querido que la ermita de la Virgen de la Misericordia con atrio al mediodía y pórtico de arcos apoyados en bajas columnas, compuestas de piedra. Excelente su traza. Dentro, esas habitaciones para los romeros y la casa del santero. Singular toda ella. El citado yacimiento ibérico, la casa palacio de Juan de Cuenca, -estilo barroco, de planta rectangular con dos alturas, amplios ventanales, rejería castellana y luego, presidiendo ese escudo de la familia del que llegara a ser Obispo de Cádiz-. La Fuente de los caballos en situación estratégica, también esa Casa Señorial con su blasón en el que vuelven a aparecer las armas del citado Obispo, luego el Albergue en la antigua Hospedería; por curioso, el Panteón barroco con sillería bien marcada, ménsulas, frontones, pilastras, sin olvidarnos de la Mina y, el 8 de septiembre, sus fiestas patronales en honor de su Virgen, siendo todo lo citado desde luego, sus estandartes más significativos.

Pueblos de Cuenca / 333

/ PuEBLA DEL SALVADoR /

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uizás esa calle Honda que ellos siempre llamaron “Callonda” tenga el más claro significado de su origen. La Sierra aquí tiene final, a pesar de que sus montes todavían dan el perfil de ella, la Mancha ni asoma, pero sí esa Manchuela que algunos han determinado, en estos pueblos que se abren desde La Minglanilla hacia abajo. Las proximidades en su territorio de poblados antiguos, en varios de los municipios que le circundan con yacimientos de la Edad del Bronce, nos coloca esta zona en tiempos prerromanos, aunque aquí no tengamos una huella clara. Cierto será que nace en tiempos de repoblación cristiana y ello bien lo atestigua su topónimo como Puebla, carta dada a los que desde el Norte de la Península aquí llegan, y del Salvador por esa advocación hacia esta imagen divina. En los primeros documentos, Puebla de San Salvador será el nombre más usual, quizás por esa costumbre en el castellano antiguo. En una de sus plazas, la llamada de la Concepción –donde antiguamente estaba la ermita dedicada a la misma- se cree pudo estar el primer origen poblacional de su caserío. Luego, por necesidades bien provocadas por la llegada masiva de nuevos pobladores en el siglo XV, extienden a esa Barrio Nuevo que ahora llaman, quedando de esa manera dos barrios muy determinados, el Nuevo y el Alto, cuyas calles –las de este último- convergen en lo que será el templo parroquial.

334 / Pueblos de Cuenca

Los apellidos de Soria, Ruiz, Navarra y Molina, éste último con hidalguía y blasonazgo, serán comunes y claros ejemplos de la procedencia de sus primeros pobladores y los iniciales censos del siglo XVI reflejan este lugar como villa de la Tierra de Iniesta. Luego, en el catastro de Ensenada realizado en 1752, nos habla de la pertenencia al partido de San Clemente con buena iglesia parroquial, junto a dos ermitas muy sobresalientes, dedicadas a la Concepción y a San Roque, aunque por tradición, será la cueva de Santa Quiteria el lugar de concentración y culto, situada en un cerrito en el que hacer una cruz grabada en la roca allí situada te traerá buena suerte. Puebla debió alcanzar cierta notoriedad en el siglo XVII, posiblemente por ser cruce de cabañas ganaderas, pues los dos abrevaderos que hay, uno dentro de la población y otro próximo, son prueba de ello. Por otro lado, la existencia de casas palaciegas en la plaza de la Concepción, ahora en situación un poco precaria, pero donde la rejería dio siempre muestras de hidalguía, así como la hechura de la parroquial que algunos dicen fue bendecida en su momento a la Transfiguración del Señor, ahora Asunción de Nuestra Señora, hacen de La Puebla lugar notable. En su primera traza, iniciada en el siglo XVI, su planta es de salón y fue realizada por el arquitecto Gil de Peñarrubia entre 1566 y 1560. Sin embargo, las necesidades religiosas y la capacidad de sus vecinos, vino a determinar –ya en el XVIII- la ampliación en capillas laterales dándole la forma que el concilio

tridentino exigía, planta de cruz latina. Destacan las labores de cantería que el vizcaíno Juan de Orzollo hiciera en el XVI y quizás –ahora- con algunos detalles en copia del maestro Vandelvira, al igual que hiciera en la de San Clemente. Me gustan mucho las dos portadas de entrada, las dos con arco de medio punto. La del Poniente con entablamentos de metopas y triglifos, teniendo la ventana coronada por esa concha muy típica en estas construcciones y coronando ese diminuto frontón triangular, pirámides de bolas y otros detalles propios de la época. El interior, capillas elípticas y grandes contrafuertes como requiere un templo de estas características, nervios y bóvedas estrelladas de cierto toque gótico. Sus tradiciones son la esencia del lugar, tal cual sucede en todos nuestros pueblos. Son muy dados a mantener todas las festividades de antaño en un intento de recuperar por parte de esos grupos de jóvenes y mujeres, el cancionero popular y su rica gastronomía. Aquí ese baile del pingajo, personal de este lugar, la romería a la cueva de Santa Quiteria con la caridad por esas cuatro familias mayordomas cada año, la festividad de San Isidro, los Belenes vivientes protagonizados por niños, las procesiones de Semana Santa, sobre todo la del viernes santo hacia la Ermitilla y esas mujeres con teja al viento en el día de la Concepción, son la esencia de un pueblo arraigado a su identidad. En su atmósfera, el halo poético se lo da Amparo Ruiz su Sibila del Tiempo. Pueblos de Cuenca / 335

/ QuINTANAR DEL REY /

primeros ocupantes hallados en la necrópolis de las proximidades de la ermita de Santa Ana en plena Edad Media serán recuerdos de un lugar que nunca había conseguido ser núcleo poderoso hasta el momento que los Reyes Católicos, la hagan depender de la Jara y por tanto, del poderoso Señorío de Alarcón. Años de turbulencias, arriba o abajo, a favor de un noble o contra el otro, lo cierto es que el rey Felipe V –considerando que tiene entidad suficiente y cuya población es abundante- le da jurisdicción propia, apareciendo documentada como Quintanar del Rey.

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ste lugar es ahora un pueblo grande en población y progreso económico. Tal vez, nadie imaginaba que una aldea formada por quinterías de agricultores, dependientes de la Villa Nueva de la Jara, pudiera llegar a alcanzar tal compromiso poblacional. Su historia es bien determinante, pues desde ese momento en que queda reflejada su adscripción como lugar de quinterías o quintanas en el siglo XV hasta un siglo después, a mediados del XVI, cuando por documento real se expresa con dependencia del marquesado de Villena, no aparece tal como población jurisdiccional con ese primer nombre de Quintanar del Marquesado. Los tiempos corren y los restos del Cerro del Cuco donde habitaran pobladores del Bronce, o aquellos 336 / Pueblos de Cuenca

Ahí empieza verdaderamente su historia. El siglo XVI provocará despoblación a causa, según algunos, de aquella Guerra de Granada, pero también la llegada de moriscos de las Alpujarras ayuda a poblar un territorio necesitado de mano de obra. La Inquisición le es exigente y muchos son los procesos, luego los siglos XVII y XVIII donde alguna familia hidalga de cierto abolengo decide ocupar predios y levantar solares nobles, por esos los Alarcón, Oviedo y Garay hacen blasonaje. Quintanar sigue su camino en proceso lento. Con Carlos III se asigna al igual que Villalgordo y Madrigueras al Corregimiento de Tarazona, aunque será por poco tiempo. En el siglo XVIII el asentamiento de nuevas familias dedicadas al cultivo le conforma nuevo status y en el siglo XX hacia la mitad del mismo, el censo nos permite hablar de unos 4810 habitantes contabilizando los pobladores de los caseríos Alameda, Cañada de Abajo, Cañada de Arriba, Lentiscar, Martos, Puente de Palo, Tamaral y Tocón.

Mantiene un tiempo aquellas cuatro ermitas que en el siglo XVII reflejaba la visita pastoral: La Concepción, Santa Lucía, San Pedro, Santa Ana y el Hospital con once clérigos que allí residen, los Mondejar doran el retablo de San Juan Bautista, así como el frontal de Damasco que por encargo de doña Catalina Peralta, testamentaria de Polonia de las Nieves, deje hecho. Estos años del XVIII, es el momento más álgido, pues tienen a bien,mejorar la torre de la iglesia parroquial dedicada a San Marcos, gracias a Antonio Cambronero y, nos hablan de las Capillas del Rosario, de la de San Pedro, San Francisco, Ánimas y la del Nombre de Jesús. El Hospital de San José con su Fundación y la parroquial son dignos edificios. Ésta, tiene tres naves cubiertas por bóveda de cañón de diferente altura, siete pilastrones exentos, torre cuadrada de tres cuerpos, chapitel cónico marcado por anillos y con portada clásica de arco de medio punto con dos puertas más sobrias, una a cada lado.

Sin embargo, el caserío civil es solemne en algunos tramos del mismo –no en todos-, pues los siglos XVII y XVIII alcanzaron cierto rango de riqueza agraria y familias afincada en la calle Calvo Sotelo lo reconfirman con buenas casonas. Por entonces, son cuatro ermitas las que quedan bien cuidadas, la de la Concepción la más sentida, las de San Antón, San Pedro y Santa Lucía o esa de San Critobal que ahora celebran los camioneros. El resto, mantiene cierta precariedad por ser hogar de jornaleros. Su torre Testigo Mudo como baluarte de la historia, en lo alto, su Concepción como devota compostura, su recuerdo a Angel Lancho como medidor de homenajes deportivos, su Carta de independencia, sus suspiros de Quintanar y sus migas de hombre y nene, con sus fiestas patronales hacen de este lugar uno de los más admirados con economía de futuro a pesar de los tiempos que nos puedan ir corriendo. Su cabalgata de Reyes es solemne y su Carnaval, ¿qué decir?, excelente. Visítenlo.

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/ RADA DE HARo /

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stamos en la comarca de Haro, tierras nobles que circunscriben un territorio de abolengo en torno a ese Castillo de Haro que ahí queda dormido en los tiempos nobles de la historia, que marcaron parte del devenir de ese hogar de los Pacheco, marqueses de Villena y naturales de la gran villa de Belmonte, a cuyos pies anduvieron a trotes nobiliarios. Rada fue, como otras muchas de por aquí, aldea de Villaescusa, la que fue cuna de diez obispos y donde la Capilla de la Asunción te abre a la contemplación arquitectónica isabelina. A ella perteneció en dominio jurisdiccional según los escritos, lo mismo que Carrascosa, Poveda, San Laurenzio, Cerezo y Villar de la Encina, pero después, por esas necesidades de población alcanza término propio y a él se computan en censos del siglo XX, la Casa de los Herreros, la Olmaza y la fábrica el Tejar. En este lugar, Nuestra Señora de la Asunción hace templo, se cultiva en tierras de mediana calidad a la vera del Záncara y algún que otro pastor hace vida de andariego. Pero no mucho más podríamos hablar del lugar. Que los Ramírez de Arellano son de aquí, incluso los Villaseñor del XVII, que fue lugar de Villaescusa, pero también de la Orden de Santiago con cabecera en Uclés, luego independiente y ahora lo mantiene. Tal vez, poco más podamos airear de este lugar, pero el sentimiento alcanza su máximo rango cuando hablamos de su Virgen de la Rubia, esa que 338 / Pueblos de Cuenca

dicen sacó un labrador arando, la que sirve de patrona y en su iglesia, la de ahora del XIX, remozada, moderna, que aún mantiene en el recuerdo su traza primitiva, ocupe el pedestal de Reina y Señora. La parroquial es digna, mantiene su primera traza, posiblemente gótica, luego en el XVII se ornamenta con su retablo mayor mandado recomponer por el marqués de Valdeguerrero, Don Diego María del Peral, caballero de la Orden de San Juan de Malta, dedicándolo a la memoria de las dominicas de Belmonte. Sus fiestas a la citada Virgen son devocionales pues empiezan en mayo cantándole esas alegres composiciones florales, luego los demás días, procesión, bailes, juegos y entretenimiento a tope, como dicen los jovenzuelos. Su Ayuntamiento, ahora, bien aderezado en esa antigua Casa de la Tercia del siglo XVIII, haciendo otro elegante monumento al pequeño caserío que les acoge. Este lugar sigue haciendo historia y tiene gentes, preocupadas por su progreso. Desde aquella Carta Puebla, investigación al uso, que jurisdicciona la comarca como riqueza patrimonial, hasta ahora, sus alcaldes intentan revitalizar el proceso, hacer sentir el peso de la historia para crear futuro y sellar una identidad propia como paso. Su caserío está remozado y presenta aires de cierta modernidad. Mucho de ello, me lo sigue contando Jesús Expósito.

/ RADA DE HARo / Ayuntamiento

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/ REILLo /

Aquí se hizo población en tiempos de Reconquista y luego, curiosamente, señorío en la familia Villaviciosa, el de la Moschea, contando todo eso de las lanas, el Moscas y la trashumancia, síntoma de poder en el XVI y XVII. Este término tiene excelentes parajes, las lagunas conformando un paisaje bellísimo que se comunican con el término de Fuentes, sus pinares en esos montes de Quirón del Pinar y Vaquerizas o tal vez en ese Vallejo del Aserradero y la Dehesa con su torre medieval de huella permanente donde vacas bravas han pastado mucho tiempo.

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aminamos hacia la Sierra Baja, entre vía romana que viene desde Egelasta (Iniesta) por la Osilla y Archisuellas, luego esa Dehesa ganadera de la Torre y después de la Cañada donde los Hurtado hicieron buen castillo que ahora regentan los Recuenco, se avista el lugar de Reillo. En lo alto del cerrito que ubica la población de Regilium o Rielo, donde un yacimiento de Cogotas I nos da señal o ese otro que en la sima de las Zorreras nos advierte contenido, nos reconduce a ese Itinerario de Antonino Pío por el llamado “Camino viejo de Reillo” y cruzar toda la rica vega del Guadazaón. 340 / Pueblos de Cuenca

Dicen algunos documentos que este lugar fue del conde de la Ventosa, que el maestro José de Villaviciosa, nacido en Sigüenza, hizo del mismo cabeza de mayorazgo y que aquí quiso descansar en su iglesia parroquial de la Concepción, bella aunque pequeña, con aljarfes con armadura de par y nudillos en forma ochava de lima bordón y trece vigas, adornando todo el techo con coro al lado. Sus poderosos contrafuertes exteriores dan solidez al edificio, pero no me gusta lo añadido a la espadaña de dos huecos para campanas. En su interior, en el presbiterio, la lápida del señor Villaviciosa, canónigo de Cuenca y arcediano de Moya. Ahora, en sus recuentos censales del XX ha habido cierto descenso, pues aquellos caseríos como el parador de la Carretera, la Dehesa de Cañizares, los

Desuncideros, Casa Matambre y la fábrica del río Guadazaón, se han quedado despoblados. Por eso, este lugar es bonito, lo es en su término ya citado sin olvidar sus fuentes como la de San Bernardo, Fuente de las Fuentes y San Román, luego sus fiestas, las de San Roque, las que bien organizan desde hace tiempo y donde tuve el honor de hacer pregón de las mismas. Sus tradiciones y costumbres las ha recogido en buen trabajo Gregorio Herráiz, palabras del vocabulario tradicional un Gómez por aquí está casado y su alcalde Regino asienta su consistorio en un edificio bien remozado, de los mejores de la provincia. En el recuerdo, la Botarga del Carnaval y en devoción, la procesión con la “abuela Santa Ana” al convento dominico de Carboneras en mayo, acompañando al resto de los pueblos de la comarca en romería hacia la Santa Hijuela. Dicen sus músicas: ......... “De segundillo, un valiente y el tercero me he quedado por ser el más inocente. Y el primero canta un guapo, el segundo, un valentón y el tercero me he quedado prenda de mi corazón.” ...... (P)

Pueblos de Cuenca / 341

/ RIBATAJADA /

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gual que decía Sancho en su recorrido hacia las Tierras de Molina cuando cruzaron esta comarca, podríamos decir nosotros: “Mi señor, ésta es tierra de muchas campanas, rojos ribazos y buenos botillos” Y que así es, en todos los sentidos. El Campichuelo es comarca que abre rojas tierras camino de la Alcarria, dormitan pueblos pequeños enroscados alrededor de una bella iglesia románica y sus gentes, humildes, abren su corazón al viajero con generosidad, dándote un buen orujo seco. La Sierra da aquí su último coletazo camino de Alcarria, los ríos altaneros de fuerte bravío que, en tiempos transportaron troncos de maderada aquí han perdido su fiereza y quedan amansados o apenas llevan agua: El Guadiela ya ha dejado su fuerza, el Trabaque dormita en su regazo y el arroyo de San Vicente –quizás el único que aún mantiene su buen caudal de antaño- te hace Chorrera al lado del caserío para recrear tu espíritu natural.

Cuando has dejado Pajares o Arcos, observas en un cerro la silueta de la ermita de la Virgen de la Estrella, aquella que un día decidiese ayudar a los cristianos, guiándo su camino, frente a esa emboscada que el musulmán de Huete les había preparado. Por eso aquí hay gran devoción y por eso, el cantero de Sigüenza ayudó a levantar la espadaña de su ermita. En lo alto de un cerro, de ahí Riba, y en ese valle que forma tajo de río, de ahí Tajada, nace este lugar en tiempos de repoblación. Sus habitantes eran solda342 / Pueblos de Cuenca

dos que acompañaron a un tal Guzmán, servidor fiel en las tropas de Alfonso VIII, y aquí -por valentía y lealtad-, recibiese donación por sus servicios. Desde el siglo XIII, este lugar forma núcleo poblacional al que se le añaden como anejos Pajares, Ribatajadilla y Arcos. Se levantan sus primeros templos parroquiales, iglesias pequeñas pero con ese toque románico especial que algunos han llamado injustamente “románico pobre”. En el siglo XV, la devoción es grande y su Virgen de la Estrella, adorada en lo alto del cerro, acoge a los fieles de toda la comarca en singular romería. Se fundan Capellanías y Prestameras, tal como la de Juan de Ayala, alcalde de la ciudad de Cuenca y nacido en este lugar de Ribatajada. Estas tierras de señorío apenas mantuvieron hazañas en la historia de la comarca. Sus habitantes dedicaron su tiempo al cuidado de sus parcelas, al ganado y a mantener sus rentas, las cuales pagaban a sus señores en tiempo y forma. La Casa del Diezmo era la encargada de recoger los debidos pagos, mientras la Dehesa Boyal permitía el abastecimiento de la leña necesaria. Otros pastos pertenecieron durante mucho tiempo a la familia Salazar y el molino junto al río Trabaque tenía servicio para el propio ayuntamiento. Hubo tejedores de paño, cardadores y peinadores de lana en tiempos de apogeo de La Mesta, algún molinero y unos cuantos ganaderos.

Su iglesia dedicada a San Juan Bautista es bella. De una sola nave, con cabecera de ábside semicircular y presbiterio recto, tiene una espadaña en el muro de poniente y dos portadas. En el XVI, su primitivo arco románico de entrada sería sustituido por otro de gusto gótico final que además recibió a posteriori otra reforma de toque barroco. Su portada principal es bellísima. Se resuelve en un arco adovelado apoyado en jambas y tres archivoltas con dos cordones y escocia.

En lo alto del cerro, la ermita románica de la Virgen de la Estrella, con ábside semicircular a imitación de la iglesia, cubierta de pares sin modillón, portada de medio punto y pila baustismal de gallones. No muy lejos de allí, la ermita de la Vigen del Rosal, pequeña pero bella en su entorno y en su contenido fundacional. El 8 de septiembre es la fiesta patronal con romería a su ermita, mientras que en junio, San Antonio y San Juan, mantienen la tradición de festejarlos con esa Caridad tradicional.

/ RIBATAJADA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 343

/ RoZALÉN DEL MoNTE /

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ste lugar de tan bello nombre duerme a los pies del gran monasterio de Uclés. Desde los tiempos más inmemoriales, fue aldea suya, perteneció a la poderosa Orden de Santiago mientra su cabecera allí se mantuvo y luego, a Ocaña por cambio jurisdiccional, hasta el siglo XX. Sin embargo, fue villa eximida desde el año 1558 en la festividad de San Andrés y aunque como Tierra de Huete figuró en censos y arciprestazgos, tuvo redención tributaria. Rozalén o roca de la fuente y su Fuente Nueva, esa que arrastra el origen árabe en su hechura, comunicada con Uclés por un conducto de ladrillo hueco bajo tierra, advierte modernidad en tiempos de ahora. En el año de 1569 decía el Visitador del Obispado en su recorrido que este “lugar era de su majestad, con iglesia dedicada a San Bernabé, pobre en costrucción y sin ornamentos, que es de la jurisdicción de Uclés, cuyo párroco le sirve, con dos prestameras, una perteneciente a San Juan de los Reyes de Toledo y la otra al convento de las monjas de Huete y que de aquí son los Vaquero y los Bueno, así como su exención pues tiene tres cartas emanadas de la cancillería real donde esta eximida de las causas criminales y civiles, alto y bajo, mero mixto imperio de la villa de Uclés, que está en el reino de Toledo y cae en la Orden de Santiago en el común de Uclés a mojón de tierra de Huete.” Sus dos grandes devociones son al Santísimo Cristo de la Vera y al Santísimo Cristo del Consuelo, éste 344 / Pueblos de Cuenca

último al que celebran el último fin de semana de abril. Su parroquial, edificada en el siglo XIII, luego compuesta en el XVI, recibiría sucesivas reformas hasta llegar a la actual con esa torre cuadrada de tres cuerpos con el basamento. Recuerdan restos de capillas en tiempos de abolengo y el ábside circular con esa aspillera de épocas pasadas, de buena traza, sólido y con cierta simetría.

zurra, las hogueras y la luna como testigo. Esto sucede en Rozalén del Monte, un buen lugar, no hay duda.

El recuerdo al apellido Quintero es muy loable pues no en vano son los ascendientes de Pelayo Quintero el que luego naciera en Uclés y alcanzara cierto rango en las letras, humanidades y ciencias. Sus fiestas patronales al Cristo del Consuelo y sobre todo a Santa Quiteria, subiendo al cerrito de este nombre, el más alto de la comarca, son excelsas, y siguen manteniendo la costumbre de las Cruces en ese domingo de Resurrección, donde a bien tienen, entonar esas curiosas cuartetas con estribillo que dicen: “El que a los cielos crió y a la tierra le dio ser por tu amor quiso caer al tercer paso que dio…” Se canta y se come esa Caridad en forma de sabrosos dulces de harina, agua, aceite y granos de anís. Y sin olvidar, la “enramá” a las mozas, los disparos al aire en el amanecer, el vuelo de campanas, la Pueblos de Cuenca / 345

/ SACEDA TRASIERRA /

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los pies de la sierra de Altomira, rodeado de encinares, ahora ya poco poblados, bajo la advocación de la Asunción, patrona de muchos de estos lugares, se agrupa en pequeño caserío Saceda, la que colocada tras de la Sierra que levanta sus altos horizontes le ha dado nombre al lugar: Saceda de tras Sierra. Sus aguas son abundantes por todo el término, quizás se podría hablar de La Nava por eso de sus ricos borbotones que no han parado de manar, no muy lejos podríamos divisar aquel despoblado de Villanueva la Seca, en tiempos bien poblada, y luego contemplar esa cañada llamada Delantera donde pastaban y cruzaban los buenos ganados trashumantes del lugar.

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No se porqué, ni tampoco a donde nos tendríamos que remitir para saber a ciencia cierta que este lugar fue de un marquesado por eso que algunos dicen, perteneciendo –según el censo de Floridablanca, al Señorío del marqués de Ugena, conde de Saceda, residente en Madrid en el siglo XVIII-. Pero, lo que si es cierto, es que este lugar nace en tiempos de repoblación, dedicado al cultivo del cereal y a la ganadería lanar, que es de realengo desde el siglo XVI, que tuvo dos ermitas en tiempos medievales, tales como la de San Roque y San Sebastián, que ahora su iglesia está restaurada y su advocación es a la Asunción. Dicen que hubo en tiempos un Hospital pero que no debió realizar las funciones para las que fue creado “porque el ayuntamiento que es su dueño no ha colocado persona responsable para ello” –se relata en documento del XVII. Cuando te acercas al caserío, observas la fuente redonda al lado de su parroquial y ésta, te eleva al mirar su torre hacia casi el infinito. Silueta elegante en sus tres cuerpos que domina el ampuloso caserío y sobresale como señora en todo el amplio valle, intentando alcanzar la altura de los montes de la sierra de Altomira. Su portada, de arco conopial con un solo florón como remate está enmarcada por dos columnas cilíndricas y un alfiz roto. El interior de una sola nave con pilastras donde resalta el retablo en el lateral norte del presbiterio y sobre todo, su pila bautismal, interesantísima, con tres partes, la de abajo con gallones y la del medio con incisiones y arcos.

De una u otra manera, este lugar es acogedor, mantiene su pasado. Sus habitantes, recuerdan vagamente a aquel Vállega que hiciese aquí hacienda y crease estirpe, al igual que siguen volando en el ambiente, aquellas curiosas anécdotas que hablaban – en cariñosa compostura- haciendo referencia a sus mujeres, al relatar en el común del vulgo, “…que la Delantera la tenían muy buena”, irónica metáfora que bien hacía referencia a su Cañada natural (pues ese es su topónimo de siempre) dando juego literario al anecdotario más popular.

Santa o siendo vitoreado en esos días de agosto a vivo reencuentro de familiares y amigos, de aquí y de allá, recreando devoción y fiesta popular donde todos disfrutan en gran armonía.

Sienten la tradición como peso de devoción religiosa y es, su adorado Santo Cristo del Amparo, como patrón, el que la aglutina procesionando en Semana

Pueblos de Cuenca / 347

/ SAELICES /

dalgos de buena posición dedicados por entero al cuidado de la tierra. Pronto, la sierra de la Talayuela, que ya viene desde Buendía, le da cierto cobijo con abundancia de aguas, incluso las que lleva el río Jiguela. Allí, en su ribera, los molinos de Ananuelo, Medina, Sola Cabeza, Gálvez y Luján abastecen a la comarca, luego un poco más adelante, el propio río lame la Dehesa de Villalba a los pies de ese cerro que la define, luegar poblado antaño y ahora despoblado en su totalidad. Ahí, se han encontrado buenas piezas de origen romano. De un lado al otro, quizás es bueno hacer referencia a esa Fuente de la Mar y su dedicación a San Félix posiblemente, por eso de San Felices, según algunos.

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s difícil hablar de Saelices y no hacerlo, en primera instancia, de su ciudad romana de Segóbriga, baluarte cultural y turístico de toda la provincia de Cuenca. Sin embargo, el núcleo poblacional de Saelices, por sí mismo, es muy meritorio y como tal, se debe de hablar de él como bien merece. Sobre su historia mucho que decir. Primero que nace como población en el siglo XIII, que pronto pasa a depender de la Orden de Santiago con su cabecera en Uclés y que en ella ocuparán hogar algunos hi-

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Pero este término tiene mucho más. Sí, a tiro de piedra, queda la iglesia Cabeza de Griego, acogiendo en su halda más solemne, las ruinas más bellas que se han podido ver, permitiendo al romano hiciera ciudad con ceca, poder, división religiosa y solemne edificación. La ciudad de Segóbriga, antaño íbera y luego romana, es el emblema para una provincia que rezuma civilización romana por doquier, donde se siguen haciendo fastos solemnes en tiempos modernos de teatro grecolatino, su museo, su anfiteatro, su teatro, sus termas, sus amplios radiales hacia el foro. Pero sin alardear demasiado, vamos camino del otro lado y allí, el Castillejo se mantiene vivo con su fortaleza cuadrada con esos muros de entrada que so-

breviven, sus cubos a medio camino conformando torreones hasta llegar a seis. Su origen, incierto, pero su corte palaciego y pequeño le da el aire del misterio señorial. De aquellos caseríos que se contaban en los censos de mediados del XX, tales como la Casa Luján, los del citado Castillejo, la casa Haza Grande, los de Sola Cabeza y el palacio de Villa Paz, ahora todo ha cambiado, porque siguen estando pero con otro uso, pues excepto el palacio de Villa Paz, ¿cuánto podríamos decir de esta historia? y la Casa Luján, ahora restaurante para buenos cazadores, el resto de caseríos han pasado a engrosar ese listín de despoblados en muchos casos, tal cual hiciera los Casares de la Cañada, el de Cesma y los Llanos. Pues bien, Sanfelices o Sahelices como era llamada en las Relaciones de Felipe II, lugar de mucho renombre por todo lo acontecido en ella, por sus yacimientos, ermitas y molinos, ahora tiene lugar de paso bien comunicado y tiene un caserío digno de resaltar. Su iglesia parroquial que, en principio fuese dedicada a la Vera Cruz, cofradía que aquí siempre tuvo mucho peso, es de San Pedro Apóstol. En la plazuela y calles aledañas hay buenos edificios, destacando la casa-palacio de los Martínez Falero, con patio-jardín y portada solemne que le resalta. Columnas acanaladas en las jambas y almohadillado en el dintel.

junto rectangular. Luego, a tiro casi de piedra, su cotado Castillo de Luján, vinculado a la Orden de Santiago albergando misterio de tiempos medievales. Calla, busca el silencio y escucharás ese cruzar de espadas bajo sus alminares desdentados. Del siglo XVI tenemos la ermita del cerro, con advocación a Nuestra Señora de los Remedios, construida sobre la antigua iglesia visigoda y que con una sola nave, cubierta a dos aguas en artesa popular de madera y que antes se llamase de San Bartolomé, recibe romería con buena fiesta, ejemplo de toda la comarca, teniendo a los pies la gran Segóbriga y cubriendo en armonía de solfas y gaiteles, el sonar de los buenos dulzaineros y tamboriles que le dan festejo. Alguno de ellos, es de aquí. Pero Saelices recuerda también a su protector San Blas, cuya hermandad en esos primeros días de febrero, marca devociones. Allí, sus hermanos, ofrecen la caridad y beben ese buen resoli que sus mayordomos preparan. En algún momento, como de tradición se trata, recuerdan aquellas epidemias pasadas y piden protección para las enfermedades de garganta, recordando la Presentación de Jesús en el templo y la Purificación de la Virgen María, con cohetes al aire, mientras en el templo con ese precioso retablo barroco entre la Virgen de los Remedios y el Cristo del Amparo, queda un San Blas bien homenajeado.

No lejos, esa Fuente del Mar citada, conectada a la ciudad romana de Segóbriga, ahora fuente y lavadero, frontón, pináculos, agua y pilón en gran conPueblos de Cuenca / 349

/ SALINAS DEL MANZANo /

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uando caminas en dirección a Teruel, una vez que has cruzado Cañete, las ondulaciones se hacen más solemnes. Sin que te encuentres sus montañas más pronunciadas, tales como la Cabeza del Toril o la Dehesa Cañada Saez, observas amplias vegas al lado del río Mayor o Laguna y los pinares parecen hacerse más comunes. Luego, el paraje de Peñarrubia, el cerro con el castillo de la Magdalena, el rento del Hoyo no muy lejano y al lado de la población, el yacimiento de sus salinas, las que le dieron nombre en época de repoblación, te advierten de que has llegado a un lugar de buena gente y singular término. No se si habría que hablar de su origen romano, en esa misteriosa Albónica que nadie encuentra o tal vez, la huella del íbero en su Collado o Cueva de la plata, o quizás por el peso de la historia, habría que hacerlo, de la donación de Alfonso VIII cuando concede al recién creado obispado de Cuenca, en abril de 1187, la explotación de sus salinas. Lo cierto es que este lugar ha ahondado en su pasado para poder redescubrir su presente, de ahí su vinculación a los pueblos del descubrimiento de América, participando en los actos de su aniversario, el monumento en su parque y el paseo de la alameda; aquí, se han revivido sus tradiciones creando Museo etnográfico de las Salinas, han recreado pueblo en ese contenido costumbrista, y han querido evocar parajes hacia un recorrido rural en ese nuevo turismo, para seguir sintiendo y devociaonando a

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San Roque como patrón festivo como añorado reencuentro de todos. En lo alto del caserío, su iglesia parroquial dedicada a la Asunción y en ella poco que resaltar, sin más que su portada de arco de medio punto y su espadaña de sillería de dos cuerpos con imposta de separación. En el interior una sola nave.

de su linaje. ¡Ay! Quédate con Dios, que yo me voy con la Virgen de Consolación. (P)

Luego, amplias el horizonte y salvo su blanca ermita de San Roque, te quedan aquellas piedras que intentan mantener la historia de su pasado cuando era frontera entre Albarracín y Castilla, en esas luchas entre Ruiz de Azagra y los santiaguistas de Huélamo y en esta fortaleza de la Magdalena. Abajo, las salinas, explotadas én técnica romana con esos cuatro presones o cocederos desde donde se distribuían en 129 vasos de formas diversas para realizar su cristalización. Eran codiciadas, tanto como las de Monteagudo y por eso, al lugar de sus manzanos, dieron el nombre que ahora campea, Salinas del Manzano, tierra de Cañete. Poco más que decir, sí que es pueblo de buena gente a la que admiro y me siento vinculado, por proximidad y por relación. En Salinas, se canta a su Virgen de la Consolación la siguiente coplilla: “ Que tengas muy buenas noches, pulida imagen, y todo lo que haya Pueblos de Cuenca / 351

/ SALMERoNCILLoS (SALMERoNCILLoS DE ARRIBA Y SALMERoNCILLoS DE ABAJo) /

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iempre constó en las relaciones censales que Salmeroncillos de Abajo tenía como anejo a Salmenroncillos de Arriba. Por eso, su parroquial de la Virgen de la Zarza, la misma imagen que devociona Cañete, tenía como anexo la ermita de la Magdalena, convertida también en parroquial. A igual conventualidad, tanto un núcleo como el otro, aglutinaba una pobación dedicada por entero a la agricultura, sobre todo al cultivo de sus vegas regadas por esos arroyuelos que luego morían en el Guadiela, arroyo que en algún caso viene citado con el nombre de Garivay, ayudado de otro que baja de Escamilla. En sus parajes, todos bellos, el roble abunda, tal es el caso del monte Valdegallos, o las montañas que te limitan con Castelforte, quizás el cultivo de sus frutales o ese cuidado en el vino que sus cien cuevas almacenaron en tiempos y ahora intentan regenerar el recuerdo. Sobre la antigüedad no hay mucho escrito. Quizás los recuerdos de la época musulmana o tal vez, un poco antes, visigoda, nos lo aporten ciertos restos en sus tumbas encontradas. Sin embargo, atender a su topónimo nos conduciría a ser lugares nacidos en tiempos de Reconquista, cuyos nombres nos reflejan a esas peñas (sal) sobre alturas del campo, más o menos elevadas, dando el típico Salmeroncillos, alusivo a Salmerón. La primera noticia aparece en un documento de 1208 cuando Alfonso VIII dona algunas propiedades de este lugar al monasterio de Óvila, reconfirmada después por el rey Fernando III el Santo en julio de

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1212. Más tarde, en el Libro de la Cacería de don Juan Manuel se hace ligera referencia a este lugar de Salmeroncillos de Abajo, haciendo alusión a Castilforte, el Guadiela y las vegas del monasterio de San Miguel de Alcocer. Luego, el Sexmillo, el monasterio de Monsalud y sus rentas y el posterior mayorazgo de los Salmeroncillos a favor de Juan Salmerón y su sobrino Juan Gómez de Haro, le hacen alcanzar cierta solera. Después, su evolución va a ir condicionada a Valdeolivas, a su misma repoblación aunque mantendrá su independencia como mayorazgo, después en la figura de Doña Agustina de Mendoza Gómez de Haro y su marido don Diego de Carmona, momento más álgido y en el que sus dos iglesias se refuerzan y modifican, siglos XVI y XVII. Tienen una estructura poco peculiar, común en su trazado, con espadañas de sillería, algunos arcos formeros y fajones, portada de arcos de medio punto, bóvedas de lunetos y contrafuertes interiores. Estos lugares, que en algún momento fueron propiedad de Don Luis de Guerra en el XVIII, estarán siempre muy vinculados al desarrollo de esta comarca alcarreña, formando un solo pueblo con la unión de dos barrios No hay mucho más que resaltar. Su caserío apenas destaca por sus casonas, excepto esa que llaman de la Inquisición en el de Arriba, algún despobladoque en los censos de principios del veinte habitaban, tales como la Casilla, las Lomas, el molino de la Peña, el del Prado y el del Señor, pero que luego han

ido siendo abandonados. Atrás qudan las ermitas de San Juan y San Bartolomé, o los ricos enseres de sus parroquiales y como mucho esa pila bautismal de gallones que airean con buena lógica, los de Salmeroncillos de Arriba. Cuando caminas y observas, encuentras el camino de San Juan, luego, la Cueva de la Mora que encierra leyenda y misterio. Las Ruinas de la ermita que en tiempos alcanzare cierto rango y romería desbocando en ese pilón de la plaza que da solera y tradición a los Salmeroncillos de Abajo. Adornando todo ello, la iglesia de Nª Sª del Pilar, la casa de la Inquisición -ahora llamada Casa del Cocedero-, refrescas cansancio en las bodegas y luego buscas descanso en el Molino del Señor, bella casa rural de acogida. Sus tradiciones, apenas mantenidas, quizás esa Almoneda de los royos del santo y su fiesta de San Antonio de Padua en agosto para Salmeroncillos de Arriba y esa “duxita” o patente que los mozos de Salmeroncillos de Abajo siguen manteniendo, mientras su Virgen de la Zarza en agosto colma a los lugareños de buenas fiestas. La Semana Santa y la fiesta de la Cruz, tan arraigadas como la canción a Santa Catalina, la oración al Cristo de la Salud, sus mayos y las estaciones del Vía Crucis.

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/ SALVACAÑETE /

Luego, se levanta Torrefuerte, fortaleza medieval en una amplio y bello valle –Carmona o las Veguillas-, junto a donde estaría instalada seguramente aquella mansión romana del Itinerario de Antonino Pío llamada Agiria y que, ahora en tiempos medievales, los Ruiz de Azagra, el taifa de los Hawwara en Huélamo o la llegada del Cid por tierras de Ademuz, nos permiten hablar de una dilatada historia en esta tierra que recibe el nombre de Salvacañete, según la tradición, por esa ayuda a la villa de los Hurtado en tiempos de enfrentamiento en los límites de Aragón.

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quí, en este término, se desvirtua todo. Su extensión geográfica, sus condicionantes acuíferos, y sus montañas que le separan de Albarracín, Teruel, Ademuz, Valencia, en un contorno bello donde la huella histórica también se hizo solemne. Hablar de la Edad del Bronce, sobre todo en los periodos Medio y Final nos llevaría al Cerro del molino de Abajo, en las márgenes del río Cabriel. Allí, las ollas encontradas con degradantes calizos finos y ese color de pasta marrón con tratamiento oxidante, nos hablan claramente de esta civilización bien asentada. Pero, después, el romano aquí decide establecer parada y lo hace en ese lugar donde ahora la ermita de Valdeoña campea. Allí, los restos de un mosaico y el tesoro de denarios hallado, nos elevan la antigüedad al 95 a.d. C., momento de levantamiento íbero y dominación romana. 354 / Pueblos de Cuenca

De una u otra manera, este término es solemne. Lo es en apellidos, en frutales, en buen ganado y sobre todo, en término y aldeas, caseríos y despoblados. Todos han conformado el mayor índice de población diseminada de toda la provincia. Más de doscientas setenta tinadas de ganado e innumerables aldeas: Artigas, Perleja, Cirilluelos, Masegosillo, Masegar, Torrefuerte, Portillo, Cruz de Fernando, Nogueruelas, Herrería, Casa del Río, Cerro, Casa Nueva, Cerrito, Prado de la Madera, Cortijos, Orejón, Agua del Medio, Masegarejo, Colladillo, Casa de la Sabina, Valle Carmona, Casas de la Hondonada, Hongueras, Molino de Arriba, Molino de Abajo, Peña de las Cabras, Cañigralejo, Fuente de la Zarza, Casa de Marica, Hoya del Peral, Calahorra, Casa Navina, Casas Nuevas, Boquilla, Tórmera y Santeroncillo. Sus elevados montes, sus pinares, sus vallejos, sus vegas, todo en un paisaje que ya la geología determinase, de ahí su enorme cantidad de fósiles hallados. En otros tiempos, sus ermitas de San Sebastián,

Santa Ana y Nuestra Señora de Valdeoña, ya citada, su iglesia parroquial dedicada a la Asunción, sólida y robusta en su traza, con ese aspecto de fortaleza que posiblemente lo fuera, elevada en lo alto del caserío, reforzada en su parte exterior por contrafuertes, resistentes y sólidos, con esa torre adosada a la cabecera del mediodía, desproporcionada en altura con relación a su ancho y luego la preciosa portada, adintelada y con jambas de cemento. Por eso, este lugar que tan bien lo ha trabajado el profesor Mariano López Marín, te hace alcanzar rutas especiales de senderismo, pues por ese recorrido del Cabriel, Molino del Medio, y en ese sendero de las Almas y su alto del mismo nombre una vez circundado el cerrillo, o el Hoyuelo, te eleva el espíritu al más alto sentido de la serenidad. Tal vez, bajar a la ermita de San Antonio, en su celebración festiva, o sus fiestas patronales de septiembre con sus verbenas y sus vaquillas, ahora traídas a campo través, te envuelven en festivo compañerismo. Porque, aquí amigos, todo es tradición y buena armonía y si no, se acerquen y disfruten de ello, yo siempre lo hago. En su tradición del viejo cancionero, aún resuenan coplillas como aquella que en verano bien se entonaba, tal cual hacían también otros lugares -La Frontera y Vega del Codorno-: “Segaora, segaora, que aborrecida te ves: todo el día en el restrojo y agua no puedes beber.” Pueblos de Cuenca / 355

/ SAN CLEMENTE /

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llá en La Mancha, camino del Quijote, señorial como ninguna, se encuentra la villa de San Clemente. No ha muchos años yo escribí y dicté Pregón de fiestas, haciendo de él, mi más sentido homenaje a un lugar que enaltece el sentimiento cuando en el te hallas. Buscar significado a sus calles con casonas solariegas, recrear tu espíritu en su plaza, frente a sus majestuosos edificios renacentistas o hablar con los sanclementinos es algo más que gratificante por su contenido. Dicen las gentes que antaño, cuando el sentimiento era más común por proximidad y creencia, que corretear por el Barrio del Remedio, arrabal señero, acercarte a la aldea de Perona con su treintena de edificios, ir a esa fortaleza-caserío de Santiago de la Torre, la que tanto misterio sigue encerrando entre sus muros de historia o tomar un refrigerio en la posada de la Venta del Pinar, hacia del visitante, fuente de admiración y del vecino, eco de sentimiento. No se si sería conveniente volver a contar la historia, porque bien está escrita, pero hay algo en este caserío que te obliga a ello. Ahí su primitivo origen, al lado del río Rus, afluente del Záncara, después, entretejer líneas en lo que sería el castillo del mismo 356 / Pueblos de Cuenca

nombre, habítaculo de moros dicen algunos, tal vez, rebuscar en las páginas marianas de su propia Virgen la que ha hecho popular su romería o hacer andanza en ese solar de Clemente Pérez de Rus, quien a bien tuviera darle nombre a este nuevo lugar de población, podrían por sí mismo tener el propio sentido de este artículo de pudor popular. Porque yo creo, que ahora San Clemente es más que un lugar de paso. Uno tiene que llegar a él y analizar a paso de tortuga sus monumentos. Los solemnes edificios de aquellos hospitales de Nuestra Señora de la Concepción y el de Santiago para mujeres pobres, o el de San Sebastián para peregrinos y mendigos, los que llegaban buscando la moneda sobrante del nombre aquí afincado, recostar tu ego en esos caserones conventuales, tal cual el de Franciscanos, del Carmen, Trinitarias y Clarisas, buscar refugio en el que fuera Casa, Real sin duda, de Estudios de la enrevesada Compañía de Jesús o hablar con las piedras del solar que albergase a aquel Corregidor del marquesado de Villena, administrador por entonces de más de ventisiete villas y dos ciudades, te hace otra persona diferente, sin duda. Ya no hay más constancia entre sus gentes que el recuerdo de lo habido. Y eso hace que me recoste en el recuerdo. Al pasar por la calle de San Sebastián me encuentro a Sor Patrocinio, la conocida monja de las llagas y con ella hablo sobre la creencia de la fe, porque aquí dicen siempre hubo mucha y de la buena, tal vez demasiada por eso ahora, escasea. Si frente a la posada del Reloj alguien, muy metido de lleno en las tradi-

Ayuntamiento

Pero San Clemente no puede vivir sin su Romería de la Virgen de Rus. El día de Pentecostés es su venida al caserío y luego en ese cruce con la Virgen de Remedios, pasarán cuarenta y tres días para que se haga la vuelta. Ahora bien, vayan a contemplar aquello, su peculiar corrida de andas por veinticuatro portadores, orgullosos y desencajados, llevando en el corazón el peso de su imagen adorada, bailan y cantan, creen, lloran, hablan al cielo. Sus fiestas patronales son de armas tomar, las mismas armas que tomaron tantos avatares históricos en este lugar desde los Pacheco a los liberales del XIX, porque me da igual que sean lugareños de Casa Blanca, de la Casa de Ángel Esteso, de la Casa de Alfonso, de la

de Carrasco, de la de Bibiano, de la de Gallego, la Paloma, las Monjas, la Hoya, Castillo, Canteras, Cantor, Roldán, Molino Sodeño, Aldea Perona, Vista Hermosa, Pozo de la Arena y el Tejar, porque todos son iguales, sanclementinos de orgullo y casta. Así es este lugar. (P)

/SAN CLEMENTE /

ciones, te anima, escuchas esa rondeña que dice, “aunque yo soy de La Mancha, ya que no mancho a nadie, y más de cuatro quisieran tener como yo la sangre.” Caminas, hacia un lado o hacia otro, me da lo mismo la Calle del Olmo que la de Boteros que la de Molina, porque por un lado u otro, la rejería está al uso, el blasonaje te enorgullece y si cabe, algún palacio un poco más a otro lado, tal cual el de Valdeguerrero o el de Piquirroti. Por allí, anduvo largo y tendido aquella emperatriz Isabel de Portugal, la misma a la que su esposo Carlos, el rey emperador le hizo donación de plaza porticada y solemne, balconadas, pilastras, rocallas. Pero, hacia abajo, camino de su extramuros, te puedes encontrar con Francisco López Prieto, el mismo que se inventara una máquina de trillar, no sin antes haber reído a carcajadas con los chismes chistosos del gran Luis Esteso.

Pueblos de Cuenca / 357

/ SAN LoRENZo DE LA PARRILLA /

Después, reconquistado por Alfonso VIII y sus hombres y rehizo ruta mariana bajo una imagen que aunque no es la primera, es de bella talla, bien realizada por el escultor Pío Mollar, sedente y reflexiva por los malos vientos que ahora corren, hablando a su niño que sentado en su rodilla izquierda le contempla. Pero, es su paloma, la que le ha de marcar el camino y por eso en mayo, un 15, se lleva en romería, volviéndola luego al pueblo y celebrando patronazgo en septiembre para darle más solera. Aquí había en tiempos pasados, buena fabricación de elementos de lana en cordelletes, paños, pañetes y mandiles, y hubo excelentes comerciantes que hicieron las Américas, buscando rutas donde llevar cada uno de sus singulares productos o intercambiando otros, tal vez aquellas mantas, o los aceites y escobas de palma que aquí traían.

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e este lugar de La Parrilla hay mucho que decir. Buscas en su escudo o andas por sus calles y se respira ese aire de antaño, cuando en su historia se hablaba de hombres ilustres que fueron a las Indias o que aquel marqués de Cañete, su señor durante mucho tiempo, hiciera palacio ahora convertido en buena Casa de Cultura. Si quieres hablar de devoción mariana no tienes más que acercarte a la ermita de Nuestra Señora de Belvis, a dos kilómetros camino de Villares, sobre un altozano divisando esa llanura, aquí donde dicen que los árabes hicieron poblado en su tiempo.

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Pero su caserío es más que solemne. Su plaza, donde se encuentra el palacio del siglo XVII, te acoge en buena armonía por gentes acostumbradas a dar bienvenidas. En él, antaño estuvo doña María de la Cerda, hija de doña Violante y descendiente del rey Alfonso X, el de las Partidas, aquella digna esposa de uno de los Hurtado de Mendoza, marqueses o bien, por la calle de la iglesia cuando te encuentras ese arco de piedra que da acceso a dos viviendas y que llaman Arco del Puntio. Pero da igual el origen de esta villa, pues aquí su historia a bien tuvo ser solemne por cuanto el moro Zeit abu Zeit, hizo solar por allí cerca y él mismo, deci-

diese acondicionar ese nombre de Vicente Belvis, con casa en La Parrilla a la que luego se le pondría el nombre de un santo mártir como San Lorenzo por haber muerto en ese instrumento para viandas. La historia tiene siempre alto contenido. Por eso, entre el recorrrido del moro cautivo o la reconquista cristiana, aparece un núcleo de población importante guardando pasado en esa casa excavada en la roca creca de la Aceña y a su lado, el río Jucar, cruzado por ese puente que nos habla de piedras romanas. Aquellas cinco ermitas de entonces, en el siglo XVII, la de Belvis ya aludida, la de San Lorenzo, otra de San Sebastián, la de la Magdalena y otra de la Cruz, el Hospital que tanta solera tuvo, el Osario que se construyese y esas capillas en su parroquial de San Pedro Apóstol dieron riqueza y devoción a sus múltiples vecinos aquí afincados. Es una bella iglesia de tres naves con bóveda de cañón con lunetos la central y de aristas las laterales y cuyas capillas laterales fueron en su momento habitaciones del palacio de los citados marqueses.

De camino, en ese recorrer que hiciera Fray Pedro Simón, historiografo de Nueva Granada, inventor de California. Aquí, bebió de su fuente del Ocino y sus cinco caños y rezó en la ermita de Nuestra Señora de Belvis. Este lugar es de mucho ambiente festivo. El Carnaval, el Jueves Lardero, San Marcos, el primer domingo de mayo con el Jesús, San Cristóbal –en tiempos muy celebrado por esa gran flota de camiones que aquí tendían hogar-, las fiestas de agosto con su patrón San Lorenzo y por último, en septiembre, en honor a la Virgen de Belvis. Pero en el recuerdo, esa Candelaria cuando se rifa una tarta y una pareja de tórtolas, entregando el dinero para sufragar los gastos de la iglesia. Una buena acción.

El antiguo Convento de los Franciscanos con esas muestas del alfarje del coro, baranda y balcón donde estuvo el órgano o el cancel de estilo castellano con cuarterones; el templete que da vida a la ermita de la Cruz Cerrada y luego, por último, esa ermita del Calvario, como restos de edificios religiosos que aún perduran en el tiempo.

Pueblos de Cuenca / 359

/ SAN MARTÍN DE BoNICHES /

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eguimos en esa solemne Tierra de Moya, solemne por tanta historia como encierra esta comarca. Aquí, las tropas de Alvar Fáñez hicieron batallar en tiempos de moros, pero sin duda, fue el Arzobispo Jiménez de Rada, el que buscando el dominio episcopal llegase hasta el reino de Requena, cerca de estas tierras de pan llevar. El Cabriel sigue siendo el señor del agua, sus hijos, el Vencherque, que riega las pinturas rupestres de Villar del Humo y, el Víllora, que llora en su torreón, son sus afluentes por estos predios y “torres”. La Edad Media le vincula a Moya formando parte de su marquesado. En sus alrededores, los pinares fueron bien explotados, sobre todo en sus montes la Brezosa, Collado Molar, Cuevas de Felipe, el Molatón, el Rodenillo, La Lera, las Lomas, el Castellar y el Vercolosillo y luego en la Herrería de Cristinas se recogían para su venta y traslado. Aquellas buenas maderas, tras pasar los Fuertes de Boquilla de Roque, el salto de Víllora y los “túneles” del llamado Gallinero seguían por el caz del Marquesado, el paso del Peñascal, atravesando los términos de Enguídanos, Mira, Minglanilla, Villalgodo, Villamalea, Casas Ibáñez, Venta del Moro y Requena, hasta llegar a Confrontes donde se embarcaban o se utilizaban para astilleros. Fueron muy conocidos los gancheros de San Martín como también lo serían sus valientes vecinos en todas las contiendas aquí mantenidas, las Comunidades, los carlistas con el Quesero, la guerra del 36,

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luego los maquis o guerrilleros.-bien lo sabía NazarioPero aquí también hubo Obra de Caridad, la llamada de “La Pía Memoria”, fundada por don Nicolás Peinado y costeada por los ayuntamientos de San Martín junto a Boniches y Moya.

con solera, buena gente y honrados labriegos, de antaño y de ahora.

Me gusta este lugar por sus bellos parajes que le rodean. Su caserío alrededor de su iglesia de San Martín con porche cubierto al mediodía apoyando la cubierta sobre una viga de tres pies y en su interior, esa nave con techumbre de madera. El entorno te invade y te embauca. Dos ermitas, Santa Ana y la Virgen de los Remedios a la que tanta devoción le tienen y que en ese paraje denominado por algunos Albencherque, le tiene dedicada humilde sede, rindiéndole culto el día de la Asunción. Por eso, su escudo describe buena simbología, pues la mitra obispal de San Martín, el patrón que da nombre al pueblo, se rodea de espada por poder y de pino por territorio. Aquí hay una estampa popular, la hay por fuera y dentro del caserío. Da igual hablar de su historia pasada o de la vida del eremita de Santa Ana, un tal Hervás junto a María García en aquel siglo XVII, tal vez después recordar como a finales del XIX y todo el siglo XX, un tal Estanislao Sáiz también diera nombre por posesiones y “dimes y diretes”, o que en el Molino de Abajo hubiera demasiado disturbios en tiempos de guerra, porque San Martín es un pueblo

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/ SAN PEDRo DE PALMICHES /

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e un salto nos vamos a otro, de la Sierra a la Alcarria y así, todo es tierra buena en historia y gentes. San Pedro de Palmiches, a mitad de camino entre los territorios del Infantado y el condado de Priego, al que pertenece. A sus lados, Bronchales y Villares, despueblan la zona, siendo este lugar por mucho tiempo de la Guadalajara de los Mendoza, aunque antes Alfonso VIII la diera, junto con Barajas y Salmerón, al Monasterio de la Ovila en ese año de 1208. Por aquellos tiempos, las tierras formaron mayorazgo con nombre de Infantado y todo fue a engrosar las posesiones de aquella María de Albornoz, esposa de don Enrique de Villena, sin sucesión ambos, pasando su herencia un tiempo después a doña Beatriz de Albornoz, la que casase con un Hurtado de Mendoza, señor de Cañete. Los avatares de herencias y compras, le hicieron pasar de los Carrillo a Álvaro de Luna, el Condesable castellano nacido en Cañete, el que asumiera territorios junto a Alcocer y Salmerón, haciendo grande este lugar. Luego, tierra de Guadalajara, la que los Mendoza hicieron grande, para en el siglo XIX volver a tierra de Cuenca en la que habita. Es un curioso lugar. Su caserío se enrosca alrededor de una plaza y sobre todo, de su parroquial, colgada sobre el barranco, dedicada a San Pedro Advíncula y que pequeña, tiene personalidad importante por dos aspectos. En primer lugar, por su portada exterior, de medio punto con baquetones y bolas y con 362 / Pueblos de Cuenca

remate de cornisa y enmarcada y su espadaña con dos huecos en su testero; pero sobre todo, por su interior decorado con ocho retablos barrocos, solemnes, preciosos, alardeando de arte, al lado de sus esculturas religiosas de San Pedro, la Virgen del Rosario y el Santo Cristo. Recuerdan los papeles que en el siglo XVII, aquel religioso dominico de apellido Torralba estuvo tiempo en la ermita de la Virgen de Llanes y que este lugar tiene algún vínculo fundado por Alonso de Alcázar y Ayala, siendo elegante su pila bautismal a la que por necesidad en tiempos, tuviese llave por ser apreciada, gracias a sus gallones y cenefa de adorno, tal cual su pila de agua bendita, la que también adolece de buena compostura. El penúltimo fin de semana de agosto celebran sus fiestas patronales en honor de la Virgen de la Cabeza, pero antes, casi cada mes, tiene celebración guardando aquellas tradiciones de antaño como San Isidro, el Jueves Lardero, el Mayo a las mozas, San Pedro y su merienda en el Calvario y ese curioso villancico del Niño Dios cantando en la Navidad. En el aire se mantienen esas estrofas que bien nos han legado en su recuerdo Mª Ángeles Orbis y Pedro Arribas bajo el nombre de “Pastorcillos, pastorcillos”. “Pastorcillos, pastorcillos: ¿sabéis lo que hemos de hacer? Calzarle las abarquillas

al bendito San José. que traeremos leña, encina, encina y roble. Aquella pila tan grande la hicieran y San José y la Virgen la acariciaron. Se quedo dormido, al calor de la lumbre, nuestro querido y lo despertaron los pastores que bajan por el collado, por el collado.”



/ SAN PEDRo DE PALMICHES /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 363

/ SANTA CRuZ DE MoYA /

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añada por el río Turia y enroscada como un jardín flotante, entre esos manantiales de la Orchova, los verdes jazmines de la Rinconada y la cortijada de las Higueruelas, surge esta Mesopotamia de la Sierra de Cuenca: Santa Cruz por emblema topológico y de Moya por su pertenencia en tiempos medievales. A su lado, arroyuelos, casa del Marqués y la Olmeda dando señorío. Cuando los romanos pasaron por El Sargal donde un pie de prensa de un molino de aceite espera su contemplación, se inició su origen misterioso, después aquella Crucem que documentada junto a Serrelam y Miriam hacen el camino de su origen como lugar poblado, bien reflejado en los romances del siglo XIII y cantados entre avatares de moros y cristianos, para después, formar hogar -con orgullo- en tiempos de guerrilleros o maquis de ese periodo antifranquista del XX. Todo tiene aquí sentido, lo tiene por su paisaje y por su paisanaje. Sus montañas que envuelven el caserio y que apenas se divisa hasta que no descienden desde tierras de Landete, sus hondonadas cubiertas de vegas con ricas hortalizas bien cuidadas, sus caminos por montañas y pinares extensos hacia Cerro Moreno o camino hacia tierras levantinas, y las maderadas como conflicto de reinos por ser zona fronteriza entre grandes reinos. A lo lejos, uno se pierde en el horizonte porque divisar el puente sobre el río Turia, la Sierra Antoñeja y la Solana del Tinte, en el famoso Valle del Río 364 / Pueblos de Cuenca

Blanco, Guadalaviar o Turia, -tal cual elegir nombre resulta-, eleva tu espíritu hasta la solemnidad. Luego, llegar a los pies de los restos de antiguo castillo y también de ese monumento al guerrillero que ensalza el paisajismo cuya vista del valle angosta el sentimiento. El camino desdibuja curvas constantes y desciendes para llegar a su poblado, colgado, donde su iglesia a Nª Sª de los Ángeles casi toda barroca, reconstruida sobre aquel primitivo templo del siglo XIII, origen de la población, portada de medio punto y retablo de escayola, hace del visitante perverso admirador de la belleza y asíudo personaje del compromiso. Al lado, la ermita del Espíritu Santo, las Simas, el río de Arcos, el puente de la Olmeda y a camino, portear ese arco que da entrada a Nuestra Señora de los Ángeles con patio y espadaña, donde sus gentes, te reciben, te adulan y te apadrinan, porque en ellas es donde verdaderamente está su esencia. Por eso, conozcan a la Gavilla Verde y sabrán de su carácter, honestidad y buena hospitalidad para el que allí llega y quiera pernoctar después de duro camino, camino, sin duda, del bueno. En San Blas, los bollos y los Cargos reúnen al vecindario. Los mayordomos donde el capitán con sombrero como emblema, -cuya banda es un curioso mantón de Manila- junto a quien –orgulloso- porta el chuzo o alabarda, vestido a lo tradicional, para luego, uno y otro, bailar la bandera en la plaza, siendo el paje como ese niño que llevando pañuelo

a la cabeza dignifica el futuro de la tradición. Así, cada año es un barrio el encargado y en Las Relaciones como versos, encerrando el agradecimiento para el año. Una tradición que San Blas sigue bendiciendo en este lugar de nuestra Tierra.

páginas en un libro que yo tuve el honor de prólogar. Vengan a Santa Cruz que, Moya y San Blas se lo agradecerán.

Como recuerdo, inmerso en mi memoria, ese barrrio de las rinconadas que enaltece todavía más ese bello paisaje rodeado de elevados cerros. Ahí, sus gentes, ahora en otros lugares de nuestra geografía por eso de la obligada emigración tienen Asociación y en ella rehabitan aquel grupo de teatro que elevaran por todos los extensos lugares para recrear su rico espíritu, tuvieron folclore y guardaran

/ SANTA CRuZ DE MoYA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 365

/ SANTA MARÍA DE LoS LLANoS /

en granos al monasterio, cuyos Priores también lo eran de Torrelaguna y Buenamesón.

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sta villa nace en tiempos de repoblación y pertenecería a la Orden de Santiago con cabecera en Uclés, aunque un tiempo después fuese de la jurisdicción de Ocaña. Lugar, fundado en un extenso llano y bajo la advocación de Santa María, costumbre muy propia en tiempos de Reconquista. Aquí hay buen caserío, emblanquecido en su estructura, simétrico de trazado, al lado de su plaza y de su parroquial con advocación a la Asunción, muy considerado por todos los priores de la Orden, pues sus pastizales, cultivos y recaudaciones del Pósito cumplián buenos dineros al ser tierras de alta productividad. Así, la aldea de Saona con su balneario, las casas de labor de Buenavista y la Huerta de los Pinos abastecían de abundantes tributos diezmales 366 / Pueblos de Cuenca

Tal es así, que fueron muchos los Priores de Santiago los que visitaron el lugar: en 1623 don Pedro de Cruz Tribaldos, en 1661 don Andrés Portillo, que además de Prior era Vicario del monasterio de Yeste, en 1665 don Antonio Ortiz Romero, el cual activó las cobranzas de la Cofradía del Santísimo Sacramento, muy venerada en la villa, cuyos mayordomos mayores eran Juan Pablo Gómez y Gabriel Calvo, y por último, en 1682 don Sebastián Arias Berenguillo, el cual hizo una relación muy detallada de todos los estamentos sociales del lugar, hermandades, regidores y estratos sociales, no sin antes, analizar al detalle la situación del Pósito municipal, de la Cofradía de San Salvador y de la Obra Pía del Hospital que esta villa tuvo. La devoción era muy alta. La vecindad comportaba numerosas Cofradías a las que atender, pues no solo la del Santísimo Sacramento ya citada, sino que además, las de Nuestra Señora del Carmen, la de Ánimas, la del Rosario, la de la Vera Cruz, la más antigua con seis mayordomos, la de la Soldadesca con sus campanillas y sin olvidarnos, de la Cofradía de Nuestra Señora de los Llanos, la patrona, dando vida devocional a este lugar de fuerte raigambre santiaguista. Su iglesia es esbelta. Aunque de portada sencilla adovelada, de frontón triangular con medias bolas que le adornan, es el ábside de la Capilla Mayor el

que enaltece la estructura, pues semicircular en su exterior tiene una decoración de canecillos variados, estrella, cabeza de animales y, figuras humanas, bajo cornisa de baquetón o bocel. En su interior, los entrepaños cubiertos de retablos con imágenes modernas, arcos transversales señoriales, los Cuatro Evangelistas, luego el Altar Mayor con su retablo solemne y sus tres lienzos en esa calle principal, a lo que habría que añadir por su elegancia un crucifijo sobre fondo de tela y los numerosos lienzos, tanto en las capillas laterales como sus imágenes. Sin parangón alguno, la de la Virgen de los Llanos, de bronce dorado, vaciado, sedente, con el Niño sentado y con su globito en la mano, luciendo sendas coronas.

Maravilloso el cuadro que divisamos y excelente el conjunto de todo un bello templo parroquial que sirve de escenario para todos los actos litúrgicos y para contemplación del visitante. Su pila bautismal y la del agua bendita, de gallones en recorte románico. Por eso, del 12 al 18 de agosto sus fiestas patronales son la excelencia del lugar y de la comarca y por ello siempre expresan como slogan “que hay tradiciones que son un tesoro”. Aquí, lo son, sin duda.

Pueblos de Cuenca / 367

/ SANTA MARÍA DEL CAMPo RuS /

“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte…”

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quí, Jorge Manrique dio su último suspiro en vida y aquí dejó esas Coplas en el sentimiento de su tradición como historia. Da igual si en este lugar hubo antes romanos y después moros, aludiendo a ese nombre primitivo de Barrachina, tal vez después los cristianos que allanaron campo hacia Alarcón, dominaron el valle e hicieron lugar con iglesia en honor de Santa María, asentado en ese Campo y dándole el topónimo que ahora blanquea, pues es lugar de buen caminar, de buen estar y de buen servir. Después, la casilla de Moya, la casilla Patina y la casilla Ortega aglutinó población a principios del XX, despoblados en otros tiempos y herederos de los primitivos, tales como ese de Pedernales o el de Torre Horcajada, donde la población inició villazgo, una vez que el propio Juan II donase este lugar con toda su jurisdicción a un tal Pedro González del Castillo, primer señor que fuera de las villas de Santa María del Campo y de Santiago de la Torre, ahora en el término de San Clemente. Este tal Pedro, era hijo de Alfón Martínez del Castillo, nieto por tanto, de aquel Clemente Pérez de Rus, el que fuera el creador de la gran villa renacentista sanclementina. Por eso, duerme a los pies del río Rus, el mismo que, bastante más tarde, añadiese apelativo al nombre de esta villa. Por igual, recibe a Nuestra Señora del Amparo, cuya ermita está al lado de la población, emblema su talla policromada, sedente, con plie-

368 / Pueblos de Cuenca

gues en la túnica muy profundos, cabeza un poco inclinada hacia el que mira, Niño en los brazos y cuerpo arqueado. Es su Señora y Madre, patrona de todo el lugar y sus gentes. Por eso llega el 8 de septiembre para regocijo de sus fieles devotos. Tierra de buen cultivo, regada por manantiales que arroyan en los ríos más manchegos, tal cual el Rus, el Záncara y el Júcar, cruzando puentes como el de Palmero, el de Talayuelas y el de Alarcón, que es parte de La Mancha, antes llamada del Alto Aragón y que como tierra de don Antonio del Castillo Portocarrero ocupó blasonaje con casona y litigios, guardando en recuerdo su huella histórica en ese Pedernales citado, tal vez en Torrehorca donde hay cerro y castillo y sin alejarnos en esa Figuerra que algunos citan como primer lugar de hábito. Aquí, San Antón, es nombrado como el santo de los casados en ese corretear de las caballerías alrededor de la iglesia, sus panecillos anisados, trenzadas sus crines, sus frontales adornados, la hoguera, donde se asan patatas. Luego, al olor de la lubre se cuentan anécdotas de antaño. Aquí, sigue la tradición como antes.

al lado de aquella casa que dicen de él fuera, ahora recordado por el Centro de Estudios manriqueños en ese triángulo que buena cultura organizan junto a Uclés y el Castillo como parteneres. San Antón, San Antonillo y el Rabillo, su arroyuelo de aguas saladas, su Fray Andrés Rubio y ahora en recuerdo los tabardillos que bien dicen se cogían. En tiempos modernos, progreso, fiestas, caserío elegante y devoción a su patrona. Su mayo a la Virgen del Amparo es singular: “Salve Virgen Pura. Reina soberana, Cáliz de ventura, tierna flor temprana, ¡Oh, celestial planta! escogida estrella, Virgen del Amparo, siempre fuiste bella. Columna de incienso, espada del Cid, notable figura, torre de David. .......................”

Porque este lugar del Campo Rus, dedicado a Santa María, tiene recuerdos en su arquitectura que le adornan su solera, tal cual el Hospital de sangre, ahora la ermita del Amparo o esa cúpula como símbolo de su convento trinitario del XVIII, tal vez, a los pies de su monumento al poeta, con sus estrofas y Pueblos de Cuenca / 369

/ SANTA MARÍA DEL VAL /

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esde la Tosca, donde el agua brilla en destellos incoloros, bajo el crespón rocoso que le sirve de caparazón, al lado de pinares ancestrales, dormita, languidece y ríe, Santa María del Val. Arriba, el águila real anida y vuela sobre el Tobar y su laguna, abajo en ese valle de la Tierra de Beteta, el gato montés guarda cobijo entre la maleza de alto caño que le sirve de refugio durante todo el invierno. No lejos, el Villarejo aparece despoblado, porque en las dehesas donde ricos ganados guardaban sus lanas, se enfoscaban los recorridos por parajes como la Dehesa de Trastamera, la Hoya Cabeza y un poco más arriba, la Muela de los Marojales donde el pino es más señero. Luego el Rebollar, sus arroyuelos, los matojos, el cantueso, las aliagas y todo un sinfín de arbustos que nuestra Sierra eleva sublime. Cuando llegas al caserío, sin duda, su parroquial parece dar con su signo. Dedicada a las Nieves, su portada en arco de medio punto y ese curioso escudo con el caliz, flor de lis y dos vinajeras que necesitan que alguien le de el significado del por qué su complacencia y esté, aquí colocado. Una torre, esbelta, y cuadrada, casi tan ancha como el crucero con dos huecos en su parte principal, con ese tipo curioso de cornisa, al igual que la de la capilla mayor que es de pecho de paloma. Dentro, los machones adosados y alguna que otra ornamentación que le puede dignificar, pero no 370 / Pueblos de Cuenca

tanto, como su alfarje de la sacristía donde dos vigas járcenas sostienen las jaldetas. Ya no está aquella ermita de San Juan que decían los libros, solamente la del Cristo, allí mismo, curiosa en su traza, de planta cuadrada y volumen cúbico con zócalo de piedra. Las fiestas en septiembre cuando el sol agacha un poco sus rayos y la luminosidad hace crecer el brillo a su Tosca. Por eso, sus gentes reciben en el solar donde el paisaje se engrandece con tanta belleza. Yo obligo a recorrer tanta belleza. Caminar, carretera arriba o abajo, me da igual. Pinares excelsos, dehesas de pastizales –angostos y soñadores-, aguas en extensión o a borbotones, fauna de alta montaña y flora de bajo candel. Todo aquí tiene hogar, por eso es obligado su camino. Bajo el cerro rocoso de La Lavantera, un embalse y el caserío acurrucado a sus pies, se engalana el paisaje y te absorbe en belleza. Santa María del Val solo El Val para los lugareños- es un pueblo de fuerte tradición popular. Por sus callejas se oye el incesante rumor de los canales de riego y en el centro del pueblo, esa enorme mole rocosa llamada El Tormo, te da la bienvenida y te sumerge en su devoción al Cristo. Sta. Mª de las Nieves bendice el lugar y San Bernardino de Siena, su patrón anterior, te advierte de su bonanza, agradeciendo en su portada de la parroquial ese curioso escudo con el cáliz, flor de lis y dos vinajeras.

En Santa María se juntan las casas del pueblo con las huertas de la calle que dicen de la Reguera y los huertos del Molino son un vergel a la sombra de una cañada fecunda y romántica que se pierde en el estrecho de Los Torcazos. Visita el lugar porque no te defraudará.

/ SAN TA MARÍA DEL VAL / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 371

/ SISANTE /

barroco, adintelada en el tiempo, bellísima, con formas rocambolescas que le dan total autoridad entre todos. En la plaza, donde estuviera el foro de Medilium, la ciudad romana misteriosa sin hallar, o quizás, el lugar que en 1537 se hiciese villa y tuviese a Santa Catalina como patrona. Caminas y hallas, sin tardar apenas tiempo, ese convento de las monjas nazarenas donde el barroco alcanzaría ilustración dorada y placentera. Éste, es el lugar en el que esas religiosas clarisas, aprovechando su afamado edificio conventual -fundado por el padre Hortelano- hicieron dulce hogar del Jesús, más Nazareno de todos, el de la Roldana, el que solo procesiona cada cien años.

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quí sí que no hay descanso para el disfrute. Es la Joya del Barroco en La Mancha y lo es, por mérito propio. Hay que venir a ver todo lo que este lugar encierra. Quizás no habría que contar tanto su historia, más que nada porque es propia de estos lugares, una más, y en este caso muy común de las aldeas que giraron en tiempo alrededor de Bala de Rey, luego Vara de Rey, su centro como foro, al igual que el romano que por aquí pasó y que alguna importante huella dejase. Pero Sisante tiene mucho más que decir entre sus piedras, entre sus calles, sus casonas y palacios, la Sevillana sobre todo, esa fachada de extenso corte 372 / Pueblos de Cuenca

Pero su iglesia parroquial es infinita. Se construye en el XVII y dentro, su capilla del Rosario hace el honor más solemne, mientras en su exterior, ese campanario engrandecido, como torre curiosa, con reloj que apunta las horas del alba y del anochecer, mira al cielo azul buscando el roce de la divinidad. En el XVIII, con Carlos IV, se alza el Ayuntamiento en su más perfecta solidez. Sobrio, de piedra de sillería en los esquinales, bien trazado, aunque construido en sus inicios con cal y canto. Muy cerca de allí, los palacios, el citado de la Sevillana, pegado al de Cañizo y Losa, con los mismos escudos en distintos frontales, alcanzando toda una amplia manzana. En sus calles, muchas más casonas las ocupan, terra-

tenientes de antaño y ahora hogares de hombres o familias más humildes. Luego sus tres ermitas, cada una en su calle. La de San Antón, realizada en el siglo XVIII con su planta cuadrada, o la de San Bartolomé, del XVI, con cúpula de media naranja, quedando la de la Concepción, con una nave y tres capillas.

Yo, allí disfruto, hablo, comparto charla con Pepe Laserna, entrecruzo palabras con sus gentes, buenas y cultas, oigo buena música y bebo, ese vino que cosechan para alardear de buenos caldos.

/ SISANTE / Ayuntamiento

Todo esto está bien atado y lo está porque sus gentes adoran a su pueblo, viven su caserío en el cuidado que requiere, regatean mucho esfuerzo para hacer la cultura que determina el progreso y ahora, su Ayuntamiento con esos corregidores de turno que saben mucho de hacer cultura y en ello convierten el deseo de un pueblo que sigue volcado en sus más arraigadas tradiciones, las que Tajada pinta o el mismo “Sisante” apodado pincelea, porque todos, con su excelsa Banda de Música, su Rondalla, sus gentes dadas a mantener las canciones de antaño, los populares mayos, las rondas y quintadas, los cuentos y las anécdotas y por si fuera poco, el vino y el aceite que bien cosechan para su orgullo. Cultura, tradición, festejo, gastronomía…Ahora, más si cabe, pues la Universidad también ha buscado hueco y sus Jornadas advierten que con buen alcaide, el que ahora tiene, se enriquece el vecindario con orgullo de ser sisanteño. Vayan a Sisante, vayan en fietas patronales o en tiempos más tranquilos, porque cada cosa tendrá su encanto, lo uno por sus celebraciones y lo otro, por contemplar su belleza a doquier. Pueblos de Cuenca / 373

/ SoLERA DE GABALDÓN /

E

n las tierras de la antigua Alarcón cuando se fundase señorío, ahora camino de La Motilla como centro jurisdiccional, compartiendo durante años parroquial con Chumillas y cubierta en sus parajes con mucha huella de Historia Antigua, se encuentra Solera, la de Gabaldón, por estar cerca de ese lugar. La huella íbera con espirales ocres de la Casilla del Cura en ese Hoyo del Agua, la huella del romano en el Puente del Yesar donde dormitaba uno de ellos adornado con vasos de lapis specularis, sacado de nuestras minas conquenses, o quizás unos siglos después, cuando los moros aferrados a nuestra Castilla aquí quedaron. Unos antes, otros más tarde, dieron huellas de pasado, fundaron torres vigías y dejaron parte de su culto personal en esta estampa rural. Su torre de piedra fortificada recuerda nostalgia. Y es que Solera anda a pies juntillas por unos campos, bien cultivados y unos cerros que le ondulan el resto de su paisaje. Ahí están, los montes Burbullón y Cerro Juan Sáez, la Dehesa Carnicera, Alto Cañada y el Pozo como recubriendo hondonadas y pequeños vallejos para luego llevarnos a ver el pinus laricio en el Puntal del Cerro y las Talanqueras, adornando en otros lugares con ese otro pinus pináster en el Vallejo Pino doncel y en el Cerro de las Faldas. No se porque se dice, tal vez sería así, que en el XVII este lugar era propiedad del Señorío del conde de Alba Real y que luego en el XVIII aquí naciese un Al374 / Pueblos de Cuenca

bornoz, no se como sería su parentesco con don Gil, pero que este tal Francisco Ruiz fue importante señor de leyes, tan importante como para reorganizar la Universidad de Burgo de Osma. Su parroquial está dedicada a la Concepción y es un edificio que, aunque de mampostería, sus sillarejos en las esquinas están bien conformados dándole realce. Su torre, a los pies, con dos ojos en su frente y en su interior, el ábside cubre cúpula de media naranja con dos capillas laterales. Ellos están orgullosos de su iglesia, pero lo están más de su pila bautismal con pie poligonal y vaso con grandes gallones enroscados en arcos y remate de bordón. ¿Es, excelente¡ El blanquear de su fuente, sus casas bien arregladas y sus caseríos rurales dan vida a este lugar que merece la pena ser visitado. Sus fiestas patronales, un regocijo, verbeneando a la usanza, reencontrando sentimientos y haciendo que todos, aviven el espíritu de un pueblo con solera, la que topónimamente llama.

/ SoLERA DE GABALDÓN / Ayuntamiento

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/ SoToRRIBAS (CoLLADoS, PAJARES, RIBAGoRDA, RIBATAJADILLA, SoToS, ToRRECILLA Y VILLASECA) /

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otorribas es ahora Tierra de muchos pueblos y de un mismo carácter. Cada uno tiene pequeña historia que le da su propia personalidad, sus campos son parte de ese Campichuelo a los pies de la Sierra de Bascuñana, montaraz, testigo de muchos avatares vividos entre sus faldas. Pero esta Tierra está curtida en la historia, casi toda ha escrito las mismas páginas, pueblos de repoblación cristiana del siglo XIII, regada por un sinfín de pequeños arroyuelos, sus tradiciones mantenidas y de recio abolengo, algún caserío aislado, molinos y teñás de pastoreo. Pero ante todo, habría que hablar de su Arte, de ese arte religioso que bien encierran sus pequeñas iglesias, todas románicas.

Cuando, a partir del siglo XII, estos territorios castellanos situados al sur del Tajo, son reconquistados por las tropas cristianas, empezaron a ser dignamente repoblados por gentes de la Alta Meseta y del Norte, incluso algunos del señorío molinés, trayendo la devoción contenida para empezar a cubrirse de “una blanca túnica de iglesias” que, a pesar de su escasa monumentalidad, formarían una cadena de edificios románicos construidos en los momentos previos a la desaparición de este estilo de la Alta Edad Media, en esas especiales circunstancias de reconquista y de frontera, tan ligados a los lugares repoblados. Sus iglesias aquí construidas, las de Collados, Pajares, Ribagorda, Ribatajadilla, Sotos, Torrecilla y Villaseca, entran dentro de esa tipología del llamado románico popular, con esa nave única, con presbiterio, ábside y 376 / Pueblos de Cuenca

espadaña, orientándose su eje longitudinal, en la dirección oeste-este. ¡Buenos canteros, pardiez¡ La puerta principal, situada en el muro meridional, suele estar flanqueada por pares de columnas que sostienen arquivoltas múltiples de medio punto y luego, como símbolo que se advierte en la lejanía dándole el carácter esencial, esa espadaña triangular. Por eso, Collados, al lado del paraje de los Horcajuelos como reino de pastores que, antiguamente, se embarrancaban en el Arroyo de la Cañada nos habla de su iglesia dedicada a la Concepción con portada bella, más luego, el caserío con su huella más popular girando en torno a su antigua fuente de la plaza y recordando en esa memoria olvidada, la existencia de aquellas tres ermitas de antaño: San Agustín, Santa Quiteria y San Quilez. Luego, Pajares, con su Dios en esa tierra de robles, con caserío pequeño, su horno ibérico indicando antigüedad y, de remate, esa iglesia bella y simétrica. En el muro norte la puerta de acceso con arco estilizado, dovelado y apuntado, siendo su interior, con artesonado solemne de simple armadura a dos aguas y la advocación de Santo Domingo de Silos el reflejo del sentimiento. Ahí, se guarda con mimo, uno de los retablos más bellos que tiene la provincia. Ribagorda está al lado. Y lo está, con su ermita de la Horcajada, lugar de realengo con dos pósitos, uno el de Nuestra Señora del Rosario. Desciendes al caserío y, en cierta elevación, su iglesia con atrio a la entrada y hechura, muy bien proporcionada. Pero es su ermita ci-

tada la que encierra la devoción solemne, por su valor arquitectónico y su claro estilo románico del XIII. Aquí el artesano Miguel Téllez trabajó con maestría. Ribatajadilla es el reino de San Pantaleón, repoblado y ocupado su predio por aquellos primeros pobladores, llegados de Soria y Palencia, alcanzando en el XVI el privilegio de realengo. Aquí, su parroquial de la Asunción como ejemplo de templo sencillo de ese románico popular, recientemente restaurada y con un bello ábside semicircular. Abajo, la pradera de San Pantaleón y aquel convento de Franciscanos del que nada queda.

Torrecilla, a orillas del Liendre, donde habitaron familiares de los Valdés de Cuenca, tierra de ricos pastizales y su iglesia, en lo alto, bellisima en su ábside, su planta y su espadaña. Casi perfecta para estudiar el románico. Y nos queda Villaseca, donde el románico y el vino hicieron simbiosis perfecta. En la gran llanura del Campichuelo te espera este pueblo que parece dormido pero que sestea esperando recibir al visitante, al que le da rica hospitalidad como buena gente que es. Toda, toda la de Sotorribas, pueblo a pueblo. (P)

Ayuntamiento

De aquí emigraron gentes al Nuevo Mundo, fue aldea de realengo y tiene una iglesia que es la dueña del Campichuelo. Sencilla y noble pero con torre solemne, en su pared exterior el escudo de los Albornoz, sus dueños por tiempo, y en su interior una rica ornamentación. La portada románica del muro norte, ahora cegada, tiene mucho estilo con sus dos arquivoltas, la interna lisa y adovelada y la externa de moldura con doble cordón. De aquí tengo buenos amigos, pues no en vano hice Pregón de fiestas. Su grupo folclórico me apasiona, sus gentes son especiales, hospitalarios, festeros. Mi agradecimiento a Carmen Torralba, su alcaldesa, a Ángel Valiente, compañero en fatigas docentes, a Juan Julián y algunos otros que bien mantengo en ese círculo de amistades.

/ SoToRRIBAS /

Sotos, el centro, en plena placidez de la sierra de Bascuñana, donde sus excelsos parajes como el Espinar, la Pinochada, Pinos Rodenos y Valzarzoso aguantan choperas, molinos, pinares y aeródromo.

Pueblos de Cuenca / 377

/ TALAYuELAS /

pués de haber cruzado el río Algarra por Landete, parece romper el paisaje amesetado unos curiosos parajes que la geología ha deformado entre la belleza y el encanto. Ahí, el Torno, el Pulpitejo y el Mirador de la Sierra cofluyen marcando la línea de una orografía milenaria para crear figuras sugestivas dentro de la maravilla de lo irreal. Los pinos abundan en el Frontón de la Soloreja y en el monte de la Redonda, pero las fantasías te advierten en el Colmenar de Valero o las Callejuelas, dejando a lo lejos el Pico Ranera, la Laguna y la Olla para luego, adentrarte en el Cañón que hace de tus sensaciones un hondo sentido antinatural. Por eso, aquí los pobladores del Bronce quisieron hacer habitáculo y en la cueva de los Tornajos enterraron a sus muertos un poco antes de que Tito Livio nos dijera que este lugar era apéndice de olcaldes y carpetanos.

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icen libros antiguos que los olcades, ese pueblo guerrero asentado en la Meseta oriental de la península un poco antes de la llegada de los romanos, aquí, entre Sinarcas y los límites de Arguisuelas, tuvieron posiblemente su trono. Y lo dicen en base a ser ésta tierra de minas y muy productiva.

Viajar camino de Valencia desde la llamada Sierra Media, dejando atrás las lindes de Albarracín, y des378 / Pueblos de Cuenca

Luego, los romanos encontraron las ricas vetas del Cerro de las Minas, donde menas ferruginosas alternaban con la plata de Aliaguilla. No hay duda que cualquier civilización aquí pudo encontrar riqueza en flora y fauna, pero también el subsuelo le dio sentido económico sin olvidar que sus fuentes o manantiales fluyen por todos los lados. La Hoya, las Canalejas, los Cubillejos, Los Tornajos y las Estacas, hacen fluir el agua a raudales, creando a su vez, entre el caudal geológico un territorio karstico que brilla en elegancia.

El caserío está bien diseñado. Como arteria principal el camino que cruza de la Sierra al Levante, ahora carretera, dejando a un lado su plaza, más luego, la parroquial dedicada a la Asunción del siglo XVII donde la argamasa ha dado un templo esbelto, definido por su espadaña que llega a ser una semitorre de dos cuerpos, siendo el último una especie de pináculo con un hueco para campana. Pero en el cruce de esa carretera, unas escalinatas te llevan a su ermita de San Antonio de Padua, la única que queda de aquellas tres que los visitadores del Obispado relataban en el XVIII. Se ha perdido la de Santiago y la de San Sebastián y en su lugar, poco más que un entramado de callejuelas que aglutinan a una población que en la mitad del siglo XX reunía a mil doscientos habitantes, contando con el caserío de Casillas de Ranera y los molinos del Polán, de Ranera y del Rento.

toros, y la cocina de Bórlegan para crear un ambiente popular y festivo. ¿Quién no recuerda el Bailar del pingajo? “Por bailar el pingajo me dieron un real. Bailalo, bailalo, picaronaza, bailalo, bailalo, que está en casa. Bailalo de este lao, del otro costao, de la delantera, y también de la trasera. Bailalo, bailalo, picaronaza, bailalo, bailalo, que está en casa.”

Pero la Rama aquí aglutina una tradición de antaño muy fiel a su contenido. En abril, los jóvenes con su típico pañuelo rojo a la cabeza portan esa viga donde voltean con cierta maestría la rama, formada por ese piñazo de ramas y cintas de colores que predicen buenos tiempos, luego en la plaza, mirándose unos a otros, bailan esa “Enramá”. Después, el año festivo les da retoques floreados, sus quintadas, San Antonio, San Sebastián en el campo al uso de la carretilla, jóvenes alegres, el verano después con sus fiestas patronales, verbenas,

Pueblos de Cuenca / 379

/ TARANCÓN /

están bien vigiladas por esos cerros que le circundan, el de Ontanilla, Villarejo y Cabeza Gorda. Pero la historia aquí ha sido curiosa. Primero este lugar fue una aldea dependiente de Alhajilla, despoblado que habita en la ribera del Tajo, luego aldea de Uclés como titular con su convento de la propia Orden de Santiago hasta el 1537 en que el emperador Carlos V la exime dejándola como villa exenta y agregándola a la jurisdicción de Ocaña.

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ablar de Tarancón es obligado. Y, lo es, haciéndolo de sus personajes más célebres. Melchor Cano y Luisa Sigea abren el sentimiento espiritual y lírico bien entendido. Pero antes, hacerlo de su historia también nos trae curiosidad con aquel Duque de Riánsares en la España del XIX, al lado de María Cristina en los comienzos del reinado de Isabel II. Aquí creó su palacio que ahora es Ayuntamiento, pero antes y después, otros personajes también hicieron hogar solemne en casonas o palacios, tal vez la casa de los Salcedo donde se hospedase el pretendiente Carlos en 1837 o la de los Parada. A su alrededor, fuentes que alimentan al caserío tales como la de Silos, Ontanilla y Corpa que 380 / Pueblos de Cuenca

Sin embargo, ahora, pasear por su caserío es encontrarte en el recuerdo con muchos personajes bien considerados. Tal vez, el doctor Hernan Cano el que luego apadrinara a su hijo Melchor, teólogo magistral, obispo de Canarias, el mismo que enseñase esa buena teología al maestro Mixta y al doctor Sánchez Ochoa. Y es que el prior Juan de Velasco, un poco antes, por allá por el siglo XV, visitó este lugar para entender de tributos, aprovechando bien el momento para ayudar a costear su parroquial de la Asunción, un templo señorial de sillarejos y sillares en las esquinas, con tres portadas, siendo la del Sur la principal con ese arco de medio punto con frente de platabandas y la más principal, la del norte como más monumental con sus columnas dóricas que le embellecen, grupo escultórico y entablamento. En la altura más solemne esa torre de siete cuerpos que se divisa desde miles de metros a la redonda, siendo sus dos últimos hexagonales con remate final. Bellísimo templo por fuera y, por dentro, con sus retablos, sobre todo el del Altar Mayor y esos lienzos de bellas imágenes bien policromadas.

Desde luego, este lugar es demasiado altanero. Lo ha sido por tradición, pues frente a Belinchón tuvo sus más y sus menos en sendas batallas, alguna como la del Pedazo de don Álvaro, o aquella otra que se mantuvo en el llamado Velesares, camino de Huete. Durante mucho tiempo fue camino real hacia la Corte, desde Valencia y su puerto con el de Madrid, tanto el de los Austrias en tiempo de colonialismo americano como el de los Borbones, cuando la guerra de Secesión o el periodo francés de la Independencia. Eso ayudó a marcar este destino y este lugar. En el XVII nos dicen que aquí había mucha devoción, no solo a su Virgen de Riánsares en esa elegante ermita al lado de un bello pinar, sino que San Pedro, Santa Marina, Santa Quiteria, Santa Ana, Nombre de Jesús, San Roque y San Juan, aquí tuvieron hogar y sede. Ahora, en tiempos modernos y cambiantes, por guerras y desidia, quedan sin trono muchas de ellas: San Pedro, Santa Ana y Santa Quiteria; quedando el resto citado en buen consuelo y la de San Isidro, más moderna, a la que siguen haciendo romería. El caserío es grande, tiene numerosas cuevas donde habitan vecinos, hay un barrio al lado de la iglesia de cierto renombre por sus consabidos altercados con los Corregidores de turno. Tenía Pósito Real, el Hospital para pobres en casa de Amalia Domínguez de la Torre, el monasterio de Ursulinas, convento de los Padres Franciscanos, el palacio de los duques de Retamoso y varias casonas de cierto abolengo, que

ahora sujetan a pesar de la modernidad. Todo ello era relumbre en el siglo XIX. Sin embargo, el crecimiento que le sobreviene en la segunda mitad de ese siglo y la primera década del XX, obliga al ensanche y aumenta la población, contabilizándose los vecinos del casco viejo y los de los caseríos de la Dehesilla del Conde, de la Estacada, de la Ventana, de Pila Moya y Fuente Nueva. Por eso, ahora, es muy buen lugar para su visita. Ver el arco y restos de la muralla de su parroquial, las casonas del XVII, los Capuchinos, la plaza, el palacio del duque de Riánsares, sus ermitas sobre todo, la de la Virgen de Riánsares como monasterio de peregrinaje, el mismo día de San Julián después de pasar por el Arco de la Malena con las imágenes de la Virgen de los Santos Mártires, San Víctor y Santa Corona. Sigue el porcesionar, desciende, se retuerce en la curva de la Cuesta la Bolita, luego la vega del río Riánsares con esa imagen de “la Hermososna” del escultor Marco Pérez a cuestas y así hasta llegar a su ermita, entre plena y vieja arboleda. Yo, de niño, bien lo recuerdo. Es su mayor fiesta, luego las patronales en septiembre, además de esa Pasión Viviente en Semana Santa que la ha hecho merecedora de reconocimiento internacional o su particular domingo de Piñata en los carnavales. Acabas y lo haces sin olvidar a Emiliano Lozano, ese gran pintor y sus trescientas obras donadas; luego, a Luis Rius, ensayista y profesor, sin poder dejar de lado, o al atleta Juan Carlos de la Osa, europeo en medallas. (P) Pueblos de Cuenca / 381

/ TEBAR /

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rrinconado tras el pantano de Alarcón, en tierras de La Motilla, está este lugar de nombre curioso, Tébar, con una notable iglesia como parroquia, enorme aunque de una sola nave, dedicada a la Asunción y su portada renacentista. En su plaza, el Ayuntamiento, elegante también y la cárcel del siglo XVIII, edifico de doble planta y luego en su término, la ermita de Santa Quiteria y la de San Francisco en lo alto del cerrito. Entre sus parajes, los caseríos de la Marañosa, los Cardos, los Calvillos y Palomares, los cuales en el XIX quedaron despoblados en gran parte, siendo en el censo del XX, los poblados de la Casa Varga y la Casa de peones camineros Urraca, junto a los Cardos y los Calvillos, los censados por entonces. Nace, como tantos otros, en tiempos de Reconquista, cuando las tropas de Alfonso VIII van hacia Alarcón y retoman los lugares que van abandonando los musulmanes afincados en el lugar. Repobladores del Alto Aragón llegan aquí que tiene riqueza en aguas y se instalan cerca del Labajo y bajo ese monte Gurugu. Por su calle de San Francisco y por su Calle Nueva recorren, las mejores familias dedicadas por entero a la agricultura, sus pasos hacia la plaza y en ella celebran sus tradiciones, algunas ancestrales, tales el caso de las Luminarias para la víspera de San Antón, o las migas de niño para Noviembre, cuando reunidos los jóvenes en una casa las comían y con las

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sobras tapaban las cerraduras de los demás en esa costumbre agorera. San Roque es su patrón y bien lo celebran en septiembre, aunque Santa Quiteria, yendo a su ermita, en el mes de mayo, también como patrona lo hacen. Este lugar es de grato recorrido. Puedes recordar en su caserío a sus ilustres, tal cual los Carvajal y Rueda, político del XIX, a los Tribaldos Toledo, escritores alguno de ellos, o el recuerdo al canónigo Trifón Muñoz y Soliva. Aquella iglesia que antaño fuera de advocación de Nuestra Señora la Blanca y hoy de la Asunción, fue iniciada en el XVI y curtió camino en el XVIII, siendo toda de piedra, de buena sillería sobre todo la de los esquinales. La primitiva con la huella de Pedro Lavilla en su Capilla, ahora, la nueva con una portada austera con dos columnas, flanqueando el arco, con discos en las enjutas. Dentro, su interior en forma de salón con dos amplias capillas y su pila bautismal con vaso semiesférico y gallones encintados con arcos de medio punto, muy bella. Vayan a Tébar y vean su sueño al lado del pantano. El paisaje lo merece y el caserío le adorna en su generosidad altanera.

Pueblos de Cuenca / 383

/ TEJADILLoS /

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sta Tierra es mía y como tal la tengo que alabar. Son pueblos pequeños estos del marquesado de Cañete, pero son pueblos con mucha solera en su hospitalidad y en su carácter y en ellos, me siento como en casa, tanto en sus fiestas como en sus parajes, bellos, cubiertos de aguas, montes y pinares, de lejos y de cerca, por la Umbría, los Arenales y la Muela, o esos tantos rentos o casas de labor que anidan en su término, tal cual el Noguerón o el Nogueroncillo, la Cañada de Arriba y los Molinos. Pero este lugar tiene antigüedad y la tiene porque en su término abunda la pirita y el carbón de piedra, elementos muy solicitados por los romanos, de ahí la posible vía secundaria de ese paso por Valdemeca hacia Cesaraugusta. Si indagamos, vemos que hay dos yacimientos de la Edad del Bronce, poblados que pudieron ser, tales como el Castellar y Cesarejos, que en tiempos de árabes citan los cronistas pudo aquí haber aduares, es decir, al-duwar como casa o casas donde poblamiento hubiera. Nos dicen que en el siglo XIX, en el barrio del Cabezuelo donde habitaba buena gente dedicada al pastoreo hay una ermita advocada a Nuestra Señora del Carmen y que así sigue. Es un edificio de una sola nave de planta rectangular con coro al fondo y se construyó en el siglo XVIII, teniendo escasos restos de aquel bonito artesonado que le definiera antaño. Se perdieron otras ermitas de las que solo queda el recuerdo, tal cual San Sebastián, San Roque, Santa Quiteria y Nuestra Señora de las Nieves. 384 / Pueblos de Cuenca

Pero en su caserío destaca, como en todos los pueblos, su parroquial dedicada a la Natividad de Nuestra Señora. A pesar de ser un edificio construido con elementos pobres, la torre cuadrada y la portada sencilla de dovelas con arco de medio punto, le da solera al caserío, también de poca calidad en sus edificios, aunque ahora muchos de ellos estén bien acondicionados en tiempos modernos. Poco más podemos decir de este lugar al que he recorrido en sus fiestas patronales. Solamente, recordar ese cerro de Mariesteban y sus restos de aquella mina de plata, la pirita o el carbón de piedra que en tiempos descubrieran los romanos, ahora, los pastos son buenos donde algunas cabezas de ganado siguen pastando. El pueblo, surge cortado por ese arroyo que ha dado vida a dos barrios, siendo la plaza con el olmo viejo el lugar de reencuentro de todos sus vecinos, sobre todo en julio cuando veneran a la Virgen del Carmen y luego en agosto, entre el 5 y el 10 con la patrona, su Virgen de las Nieves. Atrás quedó aquella rivalidad sana entre sus dos barriadas. Tal vez, el pastoreo hizo bueno al hortelano, la Virgen del Carmen alzaba su manto y por eso, ahora, la de las Nieves, rebusca entre los de un lado y los del otro, la misma honestidad y el mismo regocijo. El puente que separaba es, ahora, el nexo que busca el nido de líbido sentir de las parejas de enamorados que, antaño esperaban baile y, ahora en cruzado reencuentro, recuerdan tradiciones de sus

abuelos. Aquí he disfrutado mucho y aquí, su buena gente, sigue ofreciendo hospitalidad a raudales. Sus mayores mantienen el sabor popular de gentes aferradas a sus terruños y acostumbrada al sacrificio desde tiempos inmemoriales.

Cuando los enamorados reciben con sus amores. ................................... Sagrada Virgen del Carmen danos Señora tu bien échanos tu bendición, y después la gloria, amén”

“Ha venido el mes de mayo mes de muchos colores, cuando las cebadas granan, los trigos están en flores;

/ TEJADILLoS /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 385

/ TINAJAS /

triglifos elegantes que le adornan no sin antes, dejar de contemplar ese campanario adosado de forma irregular pero que le da cierta personalidad. En su interior, la elegancia del espacio lo marcan sus tres naves, aunque aquellos retablos solemnes, ahora inexistentes por el odio de una guerra, son simples recuerdos de aquellos libros de visitas episcopales.

“Luciendo gala real, surge en Cuenca un pueblecito…”

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sí, en ese himno glorioso de un lugar muy dado a producir buen vino desde tiempos ancestrales, se recoge la hermosura de quien tiene en dos Vírgenes su emblema de devoción y festejo. Por un lado, la Virgen del Campillo, en romería, en lunes anterior a la Ascensión del Señor, festejando con vítores y alegres cánticos en Los Mijares, paraje entrañable para todos los tinajeros y, por otro, su Virgen de la Caridad en agosto con sus peñas en alegre comparsa y armonía, sus verbenas, haciendo ese jubileo obligado para todos, vecinos y forasteros.

Y es que, esta tierra que fuese de Huete, nació en tiempos de reconquista y aunque en el XVII nos habla de su advocación a Nuestra Señora de la Paz, la misma que tiene parroquial del XVI con esa portada más actual, bella, de líneas clásicas y superficie de moldura plana que abre a ese entablamento de 386 / Pueblos de Cuenca

Pero no muy lejos, hay restos de pobladores antiguos que en topónimo intentan darnos cuenta sin documentos, tal cual el cerro del Tesoro. Luego, en recorrido, Carrallano y las Cuestas del Molino, aquel molino de aceite que Madoz señalase al unísono de sus tres cuevas, ahora más, para ese cultivo de buen vino que a bien orgullo defienden los lugareños. Por eso, cuando van en recorrido a ese excelso paraje del Campillo, donde incluso otros dos molinos, el harinero y el de aceite, mantienen el recuerdo, celebran sus festejos en popular armonía entre la arboleda y su porche de entrada y campanil. A otro lado, la ermita de Santa Barbara, la única junto a la del Campillo que les queda de aquellas otras: La Concepción, San Sebastián, Santa Quiteria y la Caridad, ya arruinadas y sin apenas restos de su devoción primitiva. Pero este lugar es bello, lo es en su entorno, con las vegas que riegan el Guadamejud y el Guadiela, sus corrales colmeneros de antaño, su sesenta o más chozos de pastores, ahora abandonados en gran parte pero que realzan su paisaje y en su historia

aquel Pósito para pobres, su Vínculo o Patronazgo de Legos fundado en el XVII por don Alonso de Cordoba y doña Isabel de Torres o tal vez, la historia que bien escribiese el bachiller Moreno y la historia de Catalina Peinado, la beata, en su amancebamiento procesado por la Inquisición.

Sentadita en su balcón, sentadita y bien compuesta, me he atrevido a pedirle un clavel de su belleza”

En sus tradiciones, el folclore es abundante, por eso la canción de “Venid compañeras mías” puede cerrar este contenido: “Venid compañeras mías, de rodillas al altar: que aquí está la Capitana que venimos a buscar.” Y sobretodo, recuerdo aquella Música tan original cuyo título de “ Caracol” encierra el profundo personalismo de Tinajas: “Caracol, que ha dado la una, la una, ni media, ni nada; caracol, como se bañaba, caracol, a la orilla del agua. Caracol, que han dado las dos, las dos, ni una, ni media, ni nada; (así, hasta doce...).” Sus mujeres, excepcionales, a las que siempre adoraron los del lugar y los de la comarca, por eso en sus cánticos siempre alardeaban: “He visto la mejor dama que puede haber en doncella. Pueblos de Cuenca / 387

/ ToRRALBA /

Villena por bastardía, volcado a sus aficiones astrológicas y literarias, residiría largas temporadas, posiblemente escribiendo parte de su gran “Arte Cisoria”. La razón de su estadía fue, su casamiento con María de Albornoz, por entonces señora del lugar, más luego esa pertenencia al marquesado de Cañete en la familia de los Hurtado por ese parentesco con otra Albornoz, en ese caso doña Beatriz.

L

o que ahora queda de su torre señorial es poco. Erguida y petulante, aquí hubo pequeño castillo que en tiempos alcanzó poder señorial, pues a bien tuvieron sus dueños, aquellos Albornoz de gran abolengo en época de medievo, don Álvar García de Albornoz, hermano del gran cardenal conquense, tenerlo en propiedad junto a la villa de Tragacete, Iniesta, Villaseca, Villar de Olalla y Sacedón, una vez que el rey Fernando VII, en 1311, la sometiese a Concejo por su obstinamiento.

Pero este lugar alcanzaría cierta notoriedad por varias razones. Primero por el interés que tomaría por ella, don Enrique de Aragón, al pernoctar varios días en sus enfrentamientos contra los Hurtado de Mendoza de Cuenca, pero esencialmente lo sería por acoger en tiempo y forma a Enrique de Villena, el Nigromante, quien deshaucidado del marquesado de 388 / Pueblos de Cuenca

El siglo XV le lleva al Infantado junto a las tierras de Valdeolivas, Salmerón y Alcocer, más tarde, tendría tierras que vendería el propio marqués de Ariza, don Iñigo Arteaga Falcón que también lo era del Infantado y de Santillana. Nobleza por doquier la de este lugar, nobleza en sus gentes también, en sus cuevas que agujereán el monte en el que se asienta su historia, a los pies de ese arroyo de La Estacada por donde ahora discurrirán los peregrinos del Camino de la Lana. Mucho que decir y mucho que contar de aquí. Al lado de su torre castillo el paraje llamado el Tesorillo, un poco más lejano restos que dicen algunos, no con mucha certeza, ocupase el moro Abu Zeit, pero los llamados Jardines de Palacio y el lugar de Santa Cruz encierran ese misterio que quiso desempolvar, en otros tiempos inquisitoriales, el licenciado Torralba, acusado de superstición y desterrado a galeras.

Pero la devoción alcanza plenitud llegando a su ermita de la Virgen de las Nieves. De planta basilical, portada al mediodía con frente de baquetón conservando solo una parte de su alfiz con bolas, la otra portada al poniente, con arco rebajado y escudo de los Albornoz. Pero es su registro en inscripción el que embauca, pues a bien dice “también mereció la Hija”, alusivo a esa otra ermita dedicada a Santa Ana, ya desaparecida que a bien tuvieron los vecinos hacerla más, “…si bien mereció la Madre, por eso de Santa Ana, igual mereció la Hija” Esta basílica con ábside y capillas cubiertas y abovedadas presenta un interior bello, teniendo artesonado en sus esquinales y cubriendo un sepulcro, el de don Antonio de Gaona, caballero de la Orden de Santiago, el mismo que fuese Prior de la citada orden y que residiendo en Uclés llegase a ser elevado a la mitra por el rey Carlos IV, en 1800, siendo consagrado por don Luis de Borbón, arzobispo de Toledo.

Su Virgen, donada por el cardenal Gil de Albornoz, de madera policromada, del siglo XV, reside allí todo el año hasta el 3 de agosto que es llevada a la parroquial, dedicada a Santo Domingo de Silos. Allí, en la iglesia, el retablo del altar mayor y el retablo de mármol dedicado al sepulcro del Oídor, caballero de la Orden de Santiago, don Luis de Salcedo. Del 3 al 8 de agosto, sus fiestas con excelentes toros, quizás los más grandes de la comarca, en su plaza, al lado del olmo viejo, mientras las cuevas están abiertas desde muy temprano para buen almuerzo. Cuando paso al lado de su torre desdentada y casi arruinada del todo, aún oigo las voces de Enrique de Villena al leer su Arte Cisoria, cuando por aquí anduvo –dicen las crónicas más literarias.

Pueblos de Cuenca / 389

/ ToRREJoNCILLo DEL REY (NAHARROS, VILLAR DEL ÁGUILA, HORCAJADA DE LA TORRE, VILLAR DEL HORNO Y VILLAREJO SOBREHUERTA)

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A

los pies de ese monte de las Carrasquillas, donde en tiempos una torre o torrejón hiciese cierta historia, amparado en las leyes de realengo a las que perteneciera, surge una aldea de repoblación que crecerá en poco tiempo. Sus habitantes, naturales del lugar y otros allí llegados en compañía de Alfonso VIII, bien de la Navarra leonesa o de Aragón, hacen hogar y crean estirpe. Este lugar tiene la huella de la historia desde muy antiguo. En su término, el subsuelo se encuentra horadado de numerosas cavidades que en tiempos fueron utilizadas por los romanos para la extracción del lapis specularis o espejuelo, mineral de yeso cristalizado que fue el referente económico del Imperio a lo largo de los primeros siglos de la era cristiana. El brillo enmarca a la Cueva de la Mora Encantada, bajo el pozo que en tiempos hicieran para su ocupación y ahora nos evoca tiempos históricos de una Hispania romana poderosa. Hace poco, bien me lo enseñó el arqueólogo di Monti. El terreno advierte de su riqueza cultivada gracias a las aguas del Ciguela y el Hortizuela como venas de contenido acuífero. Sus antiguos poblados, aldeas y caseríos, inundaban el refugio del agricultor y ganadero honesto, pues entre Vañisguerra, Juarros, Villa del Pando, Torrejón y Urbanos, más la Moraleja y las Casas de la Laguna fueron abriendo actas censales para crear un importante foco poblacional, ahora en desuso. No hace mucho, en ese censo de mediados del XX, siguen contando el caserío de la Dehesa, la Laguna, el molino del Tejado, el caserío

390 / Pueblos de Cuenca

Moraleja, los Quintanares, la Rivera, Santa Brígida, Valdearcipreste, Vega Seca, ermita de Urbanos y la de San Sebastián. Ahora, más en tiempos actuales, las aldeas que antes fueran municipios independientes, como Horcajada de la Torre, Naharros, Villar del Águila, Villar del Horno y Villarejo Sobrehuerta, forman consorcio territorial con un solo Ayuntamiento y, sin duda, enriqueciendo el patrimonio de una Tierra honrada, bien avenida e intensamente arrastrada por su devoción a los patronos de cada uno. Aún mantiene su tradición, tal cual San Antón, recordando alguna que otra especial dedicatoria: “San Antón, como es viejo,/ tiene barbas de conejo. / Y su hermana Catalina, / tiene barbas de gallina.” Desde el monte de Arriba o la Dehesa Boyal donde la pinada advierte, pasando por el lagunar y sus veredas de paso ganadero, las fuentes o manantiales y todo un sinfín de elementos naturales hacen recorrido en paisaje y belleza. Los caseríos son solemnes, pues Horcajada nos reconduce a un lugar muy considerado en tiempos de edad moderna, haciéndolo con su iglesia dedicada a San Pedro, monumental por su esbeltez y altura, con esas dos columnas en altos pedestales que le dan entrada y portada toda de sillería con óculo cuatrilobulado, posiblemente con el sello del gran maestro Martín de Aldehuela, su torre cuadrada, ingente y poderosa. No me extraña que aquí, según dicen algunos, el maestro Calderón de la Barca tuviese casona, cerca de esa plaza mayor bien estructurada. Luego, su ermita en lo alto, dedicada a la Virgen de

los Remedios, una vez que has cruzado ese puente sobre el Guadiela para llegar al caserío. Dentro, el Pósito, elegante. Pero también Villar del Águila, con su conjunto notable, radial, noble por sus casonas, fuerte en simetría alrededor de su iglesia de Santo Domingo de Silos y sus dos palacios que le dan solera. Allí estuvo la beata que la Inquisición ajusticiara. En Naharros, la iglesia románica de Santiago, bellísima, luego un poco al lado, Torrebuceit con su misterioso pasado histórico, Villarejo Sobrehuerta, dedicando a San Pantaleón su patronazgo al igual que a la Virgen de la Caridad en el segundo domingo de septiembre; sin alejarnos, Villar del Horno con su curiosa Virgen de la Subterránea y su parroquial dedicada a la Concepción, cuando esos mayordomos acompañaban todo el año invitando al vecindario en esa tradición de la Octava mientras el patrón San Sebastián les bendice. Eso, en un paisaje bello, con rincones exclusivos, tal cual”el Saltaero” o salto en cascada de la Cañadilla en el río de la Dehesa en este lugar, o la ermita, Peñagorda, la Olivilla y la Fuente de Abajo en Sobrehuerta, o los restos de aquellas numerosas siete ermitas que por entonces tuvo Torrejoncillo: Santa Ana, la Soledad, San Sebastián, María Santísima de la Salud, San Roque, San Bartolomé y Urbanos, ésta última en caserio devocionando a Nuestra Señora de la Piedad, tan afamada en su romería, santuario y paraje.

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/ ToRRRuBIA DEL CAMPo /

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stamos en Tierras de Uclés, por poder y por proximidad. Durante el tiempo de dominio musulmán, aquí se mantuvo a raya a los cristianos por valor y bien lo supo el propio rey Alfonso VI desde Toledo, su capital. Podríamos contar como parte de su historia, según dicen algunos, aquella batalla de Sicuendes o Siete condes, en ese paraje que hay yendo desde el propio Torrubia hasta Torrelengua, que está sobre el río Jigüela o Ciguela, próximo al poblado de la Moraleja y en otro lugar que algunos llaman Vadillo de Almanzor, aunque desconozco el motivo. Y digo que podríamos, por eso de definir claramente el lugar donde se llevase a cabo la gran batalla de Uclés, entre las tropas musulmanas de Hali, afincadas en la propia villa y las tropas cristianas del propio Alfonso VI, cuyo ejército iba dirigido por su joven hijo Sancho, en 1108, el cual tuviese el infortunio de fallecer en la contienda. De una u otra manera, lo cierto es que en este lugar debió de haber una torre de argamasa y una especie de piedra cuyo fuerte color rojizo le titulase ese topónimo de Torre Rubia, luego alcanzando aldea a sus pies en ese gran campo que le circunda, llamándose sin tardar Torrubia del Campo. Su situación geográfica le dio dependencia jurisdiccional de la Orden de Santiago, afincada una vez reconquistada la zona por Alfonso VIII. A efectos administrativos, la propia Orden le ejerció derechos tributarios y agrarios, luego su dependencia a Ocaña y al reino de Toledo, por eso de que así aparece en el catastro del marqués de la Ensenada.

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Sin embargo, Torrubia conseguiría la independencia santiaguista, pasando a ser Villa real en el año 1558, año en que los reyes “…por privilegio escrito en pergamino y firmado por la serenísima princesa de Portugal, doña Juana, gobernadora de estos reinos, según consta en buen documento”, firmarán para siempre. Es un lugar de buenas tierras, donde el caserío ha sabido mantener su solera. Desde tiempos lejanos, sus gentes fueron dadas a mantener linaje, pues en algún caso, los blasones que allí rigen lo determinan. Entre los Priores de la propia Orden santiaguista dos de ellos nacieron en este lugar. Don Agustín García de los Cobos, de 1689 a 1692, recibió el hábito y alcanzó el nombramiento de Inquisidor de Barcelona, luego Superior de Montalbán y Prior de Uclés; igual que lo fuera, Don José Antonio García Valsalobre y Rada, de 1831 a 1844 y que consiguió abundar en bonanzas a la propia villa de Torrubia, ayudando a que muchos de los niños de su lugar natal, hiciesen carrera de teología y leyes. En algún caso, nueve clérigos que aquí tendrían ejercicio, siempre dieron prestancia a su bella parroquial, una de las más grandes de toda la extensa comarca, junto a esas tres ermitas que en en 1655 tenía el lugar: Santa Ana, Nuestra Señora de los Remedios y San Sebastián; que algún que otro fraile carmelita aquí naciese, tal cual pudo ser Fray Miguel de la Presentación, residente en la Isla de Cuenca y que, Falero Regañón, era en el siglo XVII patrón de las Memorias de este lugar de Torrubia, también le dan solera.

Buen sitio, sin duda, este lugar. Lo es, por su paisaje, por su caserío, por su parroquial dedicada a Nuestra Señora del Valle, patrona, con edificio grande de gran esbeltez con sillería exterior de línea cuadrada escalonada donde sobresalen las aristas de la torre, contrafuertes y capilla del crucero. Su torre, altiva, con cinco cuerpos y remate almenado dando la sensación de ser lugar poderoso. Sus dos portadas, importantes, siendo la del Norte con sus dovelas de piedra de alabastro la más auténtica, aunque la del Mediodía con su neoclasicismo sea más atractiva. Luego esa ermita de San Isidro o de Nuestra Señora de los Remedios con preciosa espadaña, sus casas con escudo blasonado, vinculados a la Orden, su Ayuntamiento, aunque reformado, con ese estilo monumental de antaño y su bonito pórtico toscazo. La Pasión Viviente que bien se celebra, el recuerdo de aquellos moros y cristianos, San Blas como homenaje pues buena tradición mantiene al que bien se le canta eso de “… ¡Viva, viva San Blas milagroso y Viva la Candelaria¡ y los moros, también los cristianos, que su fiesta celebran ahora...”; ”Torrubianos, también torrubianos, que queremos a nuestro Patrón, vamos todos pequeños y grandes, vamos todos a la procesión.” Todos han escuchado “la Súplica” de la boca del general cristiano y, ahora todos esperan, a la Virgen del Valle, en su 8 de septiembre, para celebrar sus alegres fiestas patronales. Pueblos de Cuenca / 393

/ ToRRuBIA DEL CASTILLo /

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los pies del Castillo de Garcimuñoz, una serie de aldeas conformarían un término importante. Una de ellas, Torrubilla, mantuvo siempre esa dependencia jurisdiccional hasta su independencia como municipio. Torre de vigia en el recorrido extenso de dominio de lo que en tiempos supuso el gran Castillo levantado por don Juan Manuel y que a bien tuviese como solar García Muñoz, caballero de estirpe reconquistadora, el cual le diese el nombre al lugar. Aquí muchas vicisitudes se mantuvieron, tal cual la lucha civil en tiempos de Isabel la Católica y en ese devenir histórico es cuando Torre Rubia del Castillo se hace pequeña aldea de cultivo. Poco más se pudo ejercitar en domino de territorio pues dedicados al cultivo siempre fueron fieles a su dependencia señorial, después a los territorios sanclementinos en eso de la administración, pero levantaron su caserío y adornaron su iglesia parroquial, dedicada a Santiago Apostol, con planta de cruz latina, espadaña bella que le dignifica, curiosa por ser de ladrillo donde dos huecos con campana, advierten de su lugar, en su interior, bóveda de lunetas y apenas restos de aquella techumbre de madera que definiese a su primitiva iglesia del XVI. Entrar por su portada sencilla de arco de medio punto y encontrar el retablo del testero, barroco con columnas salomónicas y a su lado, ese curioso retablillo de fina decoración que adjunta estatuilla de

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la Virgen y el Niño, de marfil, elegante, advierte al forastero de su devoción de antaño. Poco más nos lleva a decir del lugar, pero sí que es hospitalario en sus gentes, que tiene concejo abierto para sus decisiones, que celebran la Virgen Blanca el 15 de agosto y que su patrón Santiago les da fiestas de solera, tal cual en esas fechas del tercer domingo de agosto. Caserío blanco, campos dorados, horizonte de lomillas y amplia llanura, nada de sus restos de aquella torre que le diera siginificado y algún pequeño hallazgo que hace de la Edad del Bronce, quizás su más remota antigüedad, definen a Torrubia, llamada del Castillo por su dependencia jurisdiccional y política en tiempos de historia pasada. En el recuerdo, aquello que decía Madoz en el siglo XIX cuando advertía de este lugar como población situada sobre una pequeña altura con clima frío propenso a “constipaciones”. Tiene terreno de mediana calidad para cebada, escaña, garbanzos y guijas, viendo en sus lomillas como el ganado lanar pasta. Luego, sus gentes, muy dadas a la caza de liebres, también se dedican a carretear camino de San Clemente, Albacete y toda Castilla LA Nueva. Sin embargo, la extracción de granos para valencia de donde se traen productos de primera necesidad, han hecho que este lugar tenga un buen recibimiento de gentes que luego se divertirán celebrando a su Virgen Blanca.

Torre Rubia del Castillo, no por haberlo, sino por sentirlo cerca, iglesia elevada a la que se asciende por escalinata que adorna su moderna espadaña.

/ ToRRuBIA DEL CASTILLo /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 395

/ TRAGACETE /

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ste lugar, acurrucado a los pies del cerro de San Felipe, techo de la Sierra de Cuenca, encuclillado al lado del río Cuervo y su nacimiento, no muy lejano de las aguas del Júcar e incluso de las del Tajo, tiene un privilegiado enclave donde la Naturaleza le ha hecho lugar de maravilloso encanto. Pero, su belleza le ha dado siempre el significado de su acontecer y su ubicación en tierras de montaña, al lado de enclaves poderosos, su gran peso en la historia. Aquí, después que el romano quisiera aprovecharse de sus salinas, la dependencia vino a generar el peso cristiano cuando desde el Señorío de Albarracín, un tal Azagra, disputara su poder con el otro señorío de Molina, potestad de don Manrique Pérez de Lara, abusando uno y otro, en prebendas y diezmos. Tal fue la importancia de estas tierras que la ciudad de Cuenca durante el dominio de Alfonso VIII compró este lugar y sus salinas, el 3 de febrero de 1202 a su, por entonces, propietaria, la condesa doña Mafalda, viuda del conde don Pedro Nuñez, concediéndole de esa manera los diezmos salinares a la catedral conquense. Pero es en el siglo XIV cuando adquiere mayor protagonismo, pues Alfonso XI la concede a la familia de los Albornoz y ahí alcanza cierto rango como potestad de esta gran familia, sobre todo en tiempos de don Alvar García de Albornoz, noble de fuerte poder en aquellos tiempos de intrigas nobiliarias y, 396 / Pueblos de Cuenca

asesor impenitente del propio rey Enrique II, el de las Mercedes. Buen sitio este lugar de Tragacete. Bueno en paisaje y en paisanaje. Desde sus tiempos de pertenencia a los marqueses de Cañete, aquellos Hurtado de Mendoza, con Prestameras y Beneficios a la capilla del Espíritu Santo de Cuenca, buenas Canonjías, su patronazgo a San Miguel, advocación de su bella parroquial, edificio solemne con bella espadaña y dos portadas que dan entrada a una nave amplia y bien artesonada, con modillones en las vigas centrales, retablo de piedra y mármol, pila bautismal, sencilla y de gallones, a los tiempos modernos, ahora, con buen turismo recibido, este lugar ha sido núcleo de la comarca. Por eso hay que destacarlo. Ahora, su infraestructura es amplia. Hotel, hostales, restaurantes, casas rurales, amplias veredas de servicios y un sinfín de paisajes que incitan a un turismo rural donde la belleza y el sosiego te pueden provocar constante deseo de visita. Todos recuerdan aquellos años de trashumancia, la Cañada Real de Zaragoza a Andalucía por Valencia, la que desde aquí partía y que, salvando el río Tajo por la Dehesa de Belvalle discurría aguas arriba del río Cuervo, cruzando los límites de la Vega del Codorno y Tragacete para descender hacia las Majadas y Villalba. Aquellas cabañas ganaderas de Juan Rodríguez, Francisco de la Cueva o Esteban Sánchez nos advierten de la buena lana que aquí se criaban

e hicieron del lugar, por entonces, privilegio de pocos. Ahora, el Gamo, la Hospedería, el Hostal Serranía, los apartamentos Júcar en ese entorno de Parque Natural de la Serranía, hacen de este enclave un deseado punto de necesaria visita. Una maravillosa naturaleza en un término indescriptible donde los montes de la Fuenseca, Cerro de En Medio, Solana de San Felipe, la Cordillera, Puntal de la Hoya, los Callejones, la Dehesa Boyal del Enebral y el Rincón de la Gitana, hacen brillar las maravillas que San Miguel Arcángel desde su iglesia bendice y hace reencuentro festivo en ese mes de septiembre con buenas verbenas, toros y jolgorio, manteniendo incluso aquellas tradiciones de antaño. Al lado, junto a ese borbotonear de agua, el Albergue de San Blas donde buenos recuerdos me trae en agrupadas campamentales bajo el amparo de Jesús y Domingo que bien atendían. Abajo, el bar de la Chispa, ambientaba el caserío. ¡Buen lugar, este de Tragacete! Por eso, aquí mis amigos los Sevilla, Jesús y Pili, nos cantan orgullosos eso de: “Eres bonica de cara, por dentro nadie lo sabe eres un arca cerrada que se han perdido sus llaves”

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/ TRESJuNCoS /

pozo Airón romano, o el pozo Triana o el Pocillo, lugares de antaño, que junto al pozo de Liceras y al Pilar dan sentido a un pasado con tradiciones y buenas costumbres.

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e gusta hablar de este lugar y lo es porque su topónimo es curioso, nos reconduce a humedales donde el junco es el señor de la ribera y porque aquí la historia también escribió ciertas páginas de interés. No quisiera darle veracidad a todas las hipótesis que el investigador Muñoz y Soliva lanzara en muchos de sus escritos. Cierto es que por aquí la huella romana es perenne y que tal vez Triunchense, Huesas o Arce pudieran haber tenido sentido como poblaciones de la Edad Antigua, pero tal vez, es aventurarse demasiado en ello, considerando que este lugar nace como aldea de repoblación, que se incorpora al marquesado de Villena después de pertenecer al señorío de Alarcón y que como Tierra de Belmonte aparece reflejado en la mayoría de los documentos del XV. Como sigue siendo habitual, el nombre de parajes o elementos del paisaje siempre hacen debida alusión a la historia, por eso, el pozo Lairón bien sería el 398 / Pueblos de Cuenca

Es problable, sin duda, que este lugar edificado en un cerrito altanero que domina una amplia vega, fuese cuna de poderosos hidalgos y lo digo convencido porque si no no sería normal que aquí hubiese un Hospital para pobres, muy bien administrado y con cuatro camas, dos Pósitos, el que fundase el doctor Tribaldos y el que fundase Guillermo de Pliego, dos importantes Capellanías, sobre todo la de María de Contumario y el de Don Antonio Peralta, el que fuera canónigo de la Puebla de los Ángeles en Méjico por allá por el siglo XVII. La devoción está marcada por María Magdalena, advocación primera que tenía la parroquial en el siglo XVI, cuando según dicen los documentos, este lugar pertenecía al conde de Cifuentes, para luego ser Santo Domingo de Silos su benefactor a partir del XVIII. Tres clérigos viven en la localidad y cuatro ermitas las que mantienen la fuerte devoción popular de este lugar: Santa Ana, Nuestra Señora de Fuentes, San Bartolomé y San Blas. Curiosamente, los tiempos cambian y ahora se mantienen las cuatro ermitas, destacando entre ellas, la de Nuestra Señora de la Talaya, a una legua de la villa, de tres naves. No aparece con el nombre, la de San Bartolomé y sí de San Benito, a un cuarto de legua del lugar. Luego, la de San Sebastián y no San

Blas, que seguro que por ciertas transcripciones fueron equivocados los términos. Se cita en el libro de Braulio Marcos una curiosa devoción al Santísimo Cristo del Pozo, una imagen que según la tradición fue protagonista de numerosas guerras, perviviendo en la época musulmana después de haber estado en la antigua ciudad romana de Arce. Sin embargo, de Tresjuncos me gustan sus tradiciones mantenidas. Por eso, el Jueves Lardero y la tortas u hojuelas para acompañar al chocolate, o tal vez, las Danzas, elegantes, bailadas en tiempos de final de cosecha para agradecer o en ese mayo cuando se celebra el Cristo del Pozo. Todos los de allí se acuerdan por haber tarareado las cancioncillas del Arado o las Cintas, también, como no, esos mayos y la iluminarias de invierno simbolizando el final del ciclo agrario y el agradecimiento por las buenas cosechas.

Así es Tresjuncos, acogedor, agradable en su entorno, caserío adecentado, con ese color blanco, su iglesia, sus ermitas, sus pozos, su esbelta iglesia, monumental, su torre cuadrada, su capilla al Cristo, su retablo moderno y sobre todo, sus gentes. Atrás, su crónica negra, sus páginas escritas en boca de Grimaldo como apellido de base, luego llevadas al cine y que hicieron pausa en su buen desarrollo. Ahora, pueblo de progreso, adecentado tal vez para esperar futuro y sus gentes, esperanzadas de poder conseguirlo.

/ TRES JuNCoS /

Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 399

/ TRIBALDoS /

devoción era constante y eso lo defendían sus tres ermitas, la de la Vera Cruz, la de Santa Ana y San Blas, quizás la primera se arruinara muy pronto, pues en el XIX ya no aparece censada.

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s la misma Mancha que en otros lugares se llama de Montearagón. Pero aquí, todo tiene el sello de la Orden de Santiago y en este lugar, si cabe, mucho más. Los caballeros cuando partían de su monasterio cruzaban Tribaldos, su aldea, porque era de ley y paso obligado, rezar antes en su monumental iglesia, construida en ese tiempo y por los mismos arquitectos que levantarían el gran Monasterio de Uclés. Allí, su bellísima portada de estilo herreriano –flanqueada por San Pedro y San Pablo que en medallones circulares advierten de su presencia- les recibía con solemnidad, descabalgaban y ante Santo Domingo de Silos, ofrecían su hábito. Luego, los caballos bebían agua en el río Bedija, el mismo que lame Uclés, para acometer sus largas correrías. No se cual sería la razón de que en el siglo XVII hubiera cinco clérigos que allí habitaran, posiblemente por la proximidad del conventual uclesiano, pero la 400 / Pueblos de Cuenca

Como aldea de Uclés perteneció a la misma Orden hasta bien entrada la Edad Contemporánea, aunque en cierta ocasión, los Visitadores del Obispado la citan como de su majestad. Cierto es, que en este lugar, hay costumbre de que haya prensas para aceite que bien surten a su villa, una prensa rincón de Lucio Torres y dos prensas de viga, de Bressend y de Cobo. Luego, los mesones de este lugar, en tiempos, fueron afamados por su buen vino, tradición que ha hecho cambiar su paisaje agrario. Hablar, como otros hacen, de su despoblado de Sicuendes puede inducir al error, pero no por que no exista y tenga poca importancia el mismo, sino porque hay dudas de algunas referencias importantes. En algunos documentos, Sicuendes o Siete Condes lo hacen pertenecer a Villarrubio, tal vez a Torrubia del Campo y desde luego, a Tribaldos, más que nada porque está a una legua escasa del caserío y a él tiene referencia exacta. Pues ahí queda, aquella batalla donde falleciera el infante Sancho, hijo de Alfonso VI, y ahí queda también el recuerdo del fuerte enfrentamiento que el 13 de enero de 1809 dilucidaran las tropas francesas del general Víctor, incendiando primero la aldea de Tribaldos y la Moraleja, su anejo, donde Venegas,

adelantado del duque del Infantado había dejado gran parte de sus tropas. En su caserío, popular, el color blanco aferra su sencillez, mientras algunos azules, incluso en portones, le dan riqueza de color. En los alrededores, el Pozo Enjuan formado por brocal y pilar totalmente de piedra. Su interior de piedra bien trabajada y sin aparejo. Luego, el Chozo Bresán aprovechando la estructura de la piedra y su cubierta de medio cañón con dos estancias para los animales. En algunos documentos bien se relaciona la devoción popular a Santa Ana a la que le hicieran ermita desde tiempo inmemorial, con imagen de la misma. Su caserío está relativamente bien, adecentado, donde el blanquear de sus casas contrasta, y bien, con el edificio de la parroquial. Las tradiciones siguen siendo el alma del pueblo. Los Reyes Magos en enero con su comitiva, la Candelaria con sus ofrendas, tarta y palomas al viento, San Blas con su ermita y su procesión, ese Santo Entierro de la Semana Santa, solemne en procesión compungida con sus numerosos hermanos y luego, su fiesta mayor, julio y Santa Ana, su procesión, su ermita con esa espadaña original, su galopeo hasta el pueblo, su cena de hermandad y nada de dormir. Así, esa Asociación Cultural, heredera de aquella Sociedad obrera de la Caridad, reaviva con su organillo y con su actividad esta “Tacita de plata manchega” que algunos llaman. Pueblos de Cuenca / 401

/ uCLÉS /

¿Qué decir de Uclés? Todo se ha dicho y no por ello, dejaríamos de estar escribiendo innumerables páginas de su historia. Uklis, arriba, en fortaleza inexpugnable durante el dominio musulmán. Abajo, el río Bedija serpentea por sus huertas en pequeña vega que cultivan sus vecinos, tal vez Alvar Hamez, intrépido donde los hubiera o Al-Faht ben Musa, su primer edil, supieran acrecentar de buena gente su caserío, colgado entre las piedras de una muralla fuerte. Sus calles serpentean hacia arriba, hacia la plaza del concejo y luego, lame el castillo fortaleza. Allí, en aquella explanada que abriera la torre homenaje y la primera coracha, se levantará después su convento monasterial donde harán arte muchos escultores, más luego, algo después, Francisco de Mora, arquitecto sublime, le dará sus excelsos toques constructivos. Pero no se como seguir. Lo de Alfonso VIII y la Orden de Santiago en tiempos de Reconquista ahí está, porque le da al maestre don Pedro Fernández todo el castillo y la villa para su organización, luego no se porqué es a la Orden de Calatrava a la que le con402 / Pueblos de Cuenca

cede el diezmo de las rentas de Uclés, por poco tiempo, porque sin duda los Caballeros de la Orden de Uclés, así llamados, con Santiago como blasón ocupan este lugar para hacerlo grande como cabecera de la misma, en su mayor expansión y poder. Los Padilla, Álvaro de Luna, Rodrigo Manrique, Pacheco, Alonso de Cárdenas y no se cuantos más de altos linajes, serán Maestres de la Orden, guardando el celo y la jurisidicción de un lugar que llegó a alcanzar la mayor extensión territorial del reino de España. Pero no solo debemos hablar de su historia más seria, más solemne si cabe, sino que este lugar es bello por naturaleza. Desde la Fuente Redonda, origen del arroyo que le riega, el flirteo del Cigüela un poco lejos, las lomillas de Carrascosilla y todos esos restos que quedan diseminados por todo el término, recordando a la romana Ocilis con su pozo Airón, a los tres conventos que allí hubiera, tal cual el de Santiago de 1174, el de las monjas dominicas en 1535 o el de los frailes carmelitas, unos años después; y todo un sinfín de recuerdos hacia la Virgen de las Angustias porque, este lugar seduce a todos los que aquí llegan. Me da igual, entrar a su monasterio, ver su patio donde tantas películas se han rodado, acariciar su fuente, tan barroca ahora, pasar a la Capilla para recrear el espíritu indolente de cada uno de nosotros, subir la magna escalera a dos aguas, ver la maravilla de Francisco Ricci, el facistol enorme del Coro, aquel portapaz de Becerril que en tiempos hubo o

el recuerdo de aquellas ermitas: Nuestra Señora de la Soledad, Santísimo Cristo de la Piedad, la Vera Cruz, la Virgen del Rosario, la de Ánimas, Misericordia y Cabildo de San Ildefonso. Todo es historia, arte, monumentalidad, devoción, belleza, oración, sentimiento. Entre sus aires modernos de ahora, aún respiran aquellos sinsabores de doña Urraca y su Buenamesón, del caballero Gómez Suárez de Grez y Figueroa, de Alvar Hanez, del conde de Chinchón donde dejara espada, de don Rodrigo Manrique y Leonor de Castilla, o rezuman en el aire, constantemente, las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, el poeta que cayera gravemente herido a los pies del Castillo de Garcimuñoz. Pero, amigos, quizás encontremos cruzando el Arco de la Fuente o un poco más arriba, al lado de la plaza y los soportales de su Ayuntamiento, a algún que otro buen caballero, vestido a la usanza, haciendo esas Jornadas Medievales que la Asociación Urcela ha sabido hilvanar con prestancia; o tal vez, se escape algún verso suelto cuando esperamos poetas para reencarnar la cultura en ese Triangulo Manriqueño que adornan cada año.

Entre medias, sus fiestas, tanto las de enero en honor de su patrón San Sebastián, como las de mayo hacia su Cristo de la Humildad. Pero, ahora, cuando el gentío se agolpa es, en agosto, con su Virgen de las Angustias. Bailes, danzas, jolgorio, procesión, pregón, el cual a bien tuve de alardear, reencuentros con don Miguel Langa, con el general Sanz, con Ángel Horcajada, con don Pedro, abajo y arriba, en las calles del Agua o de las Angustias y descansamos, bien acoplados, en esa plaza de Pelayo Quintero, honor que bien merece este gran investigador, ahora bien recordado como debiera. Uclés, con su alcaldesa Ana María Galvez, no hace más que desempolvar la historia y hacer patria y sobre todo, cultura, porque en ella está el progreso, ese mismo que rezuma este lugar de Uclés desde hace algún tiempo. Ella, entre otros, bien merecen homenaje. (P)

/ uCLÉS / Ayuntamiento

Al recorrer sus callejas, dejas la Puerta del Agua, asciendes y ves el palacio de los Torres, la casa palacio de Fernández-Contreras, su Ayuntamiento, la murallas, el molino en lo alto, la casa donde naciera Francisco de Luna, el entallador que hiciera capilla de los Apóstoles y luego ese puente de San Pablo de Cuenca. Pueblos de Cuenca / 403

/ uÑA /

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esde Tierra Muerta, la sierra de Valdecabras, el otear de los pinares de Las Majadas, encajándose en esa garganta kárstica y al lado de la Muela de la Madera, un caserío brilla entre las aguas de una laguna, verdea entre la ribera de sus aguas, se simbiotiza ante el ocre grisáceo de sus rocas y nos ilumina ante la fantasía de la belleza: Uña No creo que haya parangón igual en nuestra Serranía porque la Hoz de los Cortados alarga ese brazo ingente para advertirte de su figura, su silueta y su bravura. Luego, la Toba al lado, el Júcar como padre en su serenidad celeste de azul verdoso e hierro claro, bajo la corona rocosa del horizonte, pinares selectos de buen crujir piñonero, porque entre sus fauces, la historia pudo abrir su pasado, tal vez en Celtiberia o quizás en romano andariego que buscó el camino hacia el angosto para flirtear con el hierro de la Cueva. Por eso, por lo de no encontrar sosiego seguro entre sus rocas, no quisieron los Albornoz ser dueños del lugar, pero sí, aquellos Hurtado de Mendoza, los marqueses de Cañete, uno de ellos, un tal Juan, en 1493, rindiendo pleitesía y cobrando las prestameras de sus tierras, de sus ricos pastos donde tuvo litigio con la Cuenca del Fuero, la que dejara Alfonso como herencia. Así, la historia documentada nos dice como la gente de a caballo que desde Cuenca vinieron hasta Uña derribaron catorce pajares como vil venganza por no pagar su deuda ese señor, don Juan Hurtado.

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Esos tiempos fueron poderosos. Uña tuvo, por entonces, un Beneficio curado que fundara un Mendoza y que cobraba la capilla del Espíritu Santo de la Catedral de Cuenca, tal vez esa Prestamera que administraba el convento de San Pablo o la Vicaría perpétua que tenía el señor obispo. Todo ello le hizo ser lugar envidiado, posiblemente por sus gentes, aunque mejor pudieran ser sus pastos, los que en el XVII buena lana producían aquellas ovejas, más merinas que churras. Todos devocionan a su iglesia dedicada a San Miguel Arcángel y todos, en aquellos años del XVI, procesionaban hacia sus tres ermitas, tanto la de San Roque como la de San Sebastián y la Magdalena. Algunos dicen que este lugar bien pudo ser aldea de Valdecabras, y lo fue hasta el XIX, otros que pertenecería en oficio al cabildo de sacerdotes de Cuenca por ser sus más hacendados, pero de una u otra manera, este lugar es bello, lo encierra su caserío y lo enaltece su espadaña de la parroquial – la misma que se iniciara en obras allá por el siglo XIII y luego se reformase-, porque a un lado hay montañas, al otro agua y roca, pero entre todo el círculo, la casa del Hortichuelo, la Residencia de Unión FENOSA, antes de la Electrica de Castilla y en su otear las dehesas de Valdeminguete y el Cuervo. Aquí hay fiestas y tradiciones, las hay sin duda, pero el viajero es el que sabe elegir su disfrute y lo hace por recorridos inolvidables: la Raya y Peñarrubia; sin casi cambiar de rumbo, la cueva del Boquerón, la del

tío Manolo y las Catedrales; para luego, a traspiés, Las Tumbas, el Sifón de Royofrío y el Arroyo de la Madera. Todo en todo. Por eso, no dejéis de ir por Uña, a pie en senderismo o en la Carrera Popular que tan afamada está. Abierta al turismo por excelencia, hace que los bares como el de “Las Chicas”, el de Zeballos o Aguariscas, acojan en buen tino, luego las Casas rurales del Rincón de Uña, la arrinconada Piscifactoría y algún que otro recoveco de su caserío, te adentre en buena lid.

/ uÑA /

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/ VALDECoLMENAS (VALDECoLMENAS DE ARRIBA Y VALDECoLMENAS DE ABAJo) /

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stamos en la Alcarria, amigos. Paraíso de la miel, bálsamo en olores intensos de numerosas plantas de monte bajo. Aquí, el tomillo, la salvia y el espliego hacen, junto al romero, el buen sendero de la riqueza floral que las abejas enjugan en su recreo vital. Por eso bien encierra su topónimo eso de valle de las colmenas, muchas, en tiempos del medievo y sobre todo, por aquellos años del XIX. Juntos, el de Arriba y el de Abajo conjugan un municipio único, abierto al entorno, en un silencio que apenas rompen las aguas del río Mayor, su ancestral padre. A su lado, camino contracorriente de su cauce, y de ahí el nombre al revés por esa posición en la ribera del mismo y que bien nos dice la ubicación de sus caseríos: Valdecolmenas de Abajo está arriba y el de Arriba duerme abajo. Su territorio, nos abre dos vegas de ricos manantiales con excelsos huertos desde antaño, árboles en el paraje del Hortizuelo y en terrenos de acá: azafrán, viñas y cerezos. A tiro de piedra, Valdecolmenillas.

Están, ambos, en Tierra de Huete y eso, es mucho decir. Por aquí hay buenas iglesias, monumentos del tiempo, una, la de Valdecolmenas de Abajo dedicada a la Asunción, grande y hermosa, con las paredes de piedra aunque ahora abunde más la mampostería, con esquinales de sillería bien labrada, una sola nave, pila sin reja y techo de madera. Tiene una bella portada de dos cuerpos superpuestos y remate de frontón semicircular. Esas columnas pareadas que enmarcan la puerta con ese dintel de arco de medio punto y hornacina, la hacen solemne y sobria. Su torre de tres cuer406 / Pueblos de Cuenca

pos y su interior almacena un rico tesoro de enseres con esos retablos, tanto el mayor, barroco con columnas salomónicas, como el de Santiago en la nave de la izquierda. Su patrona, la Soledad, en septiembre. Este lugar de Valdecolmenas de Abajo es hermoso. Lo es, por su extensa vega y también porque encierra un rico pasado del que han quedado restos muy interesantes. Su cruce en época romana nos lo ha dejado en esa huella de su puente en la Vega, luego esos parajes que nos recuerdan a “los godos” como bien llaman algunos, pues posiblemente de tiempos del dominio visigodo queden esas sepulturas que ahora envilecen; más tarde, en el medievo tardío, su iglesia se construye y sus dos ermitas, la de la Soledad en el caserío, con fachada de piedra, una sola nave y dentro, la devoción a su patrona, a la que festejan en el tercer domingo de septiembre; la de la Concepción, en recuerdo. Pero este pueblo que llegó a alcanzar mil habitantes, adorna su contenido con reflejo del pasado, tal vez aquellas Capellanías o el Patronato de legos fundado por Juan y Catalina López, el buen Pósito de pobres, el lavadero municipal del siglo XVI, la Casa del Curato un poco después, el caserío ahora bien remozado. Los tiempos históricos han ido dando paso, por eso se alcanzó el título de Villa, luego anduvo en recorridos bélicos en tiempos de guerra de la Independencia, y sus dos molinos harineros, uno en el Mayor y el otro en el arroyo le dieron prestancia en la comarca; tal vez, sus telares que fueron la envidia en tiempos del XVIII y, sin olvidar, el recuerdo a su tradición: mayos, Ronda a las

mozas, la Mansiega, la Calavera el día de los Santos, la celebración de la Cruz de mayo, el carnaval, las patronales en honor de la Asunción en agosto y sus gentes. Pero, al lado, abajo, camino de esa vega, el Valdecolmenas de Arriba te llama. No se porqué razón, este lugar y su término fue propiedad de un caballero portugués de cierto renombre, un tal Diego de Salazar el que algunos también llaman Diego de Silveira, el cual, en años del XVII fundo patronazgo, mejoró la iglesia de la Asunción y arregló aquellas ermitas de San Sebastián, San Miguel y San Cristóbal, abiertas en aquel siglo.

Su iglesia es un buen referente, lo fue cuando los maestros de cantería, Francisco Ruiz y Manuel de Soria dejaron su huella, luego la traza del interior con esa transición al gótico, la Capilla Mayor, su sacristía con esa singular ventana, las tablas de su interior y esa pila bautismal románica y, lo es ahora, con su arreglo y su elegancia, el maravilloso órgano y sus San Antonios, patrones, uno en junio y el otro en verano, aunque sea el mismo. Luego, su Cruz restaurada, su iglesia bien remozada y su fuente, orgullo de su vecindad. Unos y otros, bien celebran sus patronales, se reencuentran, se visitan, se sienten unidos en tradición y sentimiento. Así son los Valdecolmenas, amigos, y en ello, una huella más de estas ilustres tierras de Huete.

/ VALDECoLMENAS /

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/ VALDEMECA /

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n el Valle de la Meca, camino del Cid después, al lado de su Cueva de la Mora, entre simas misteriosas, algún que otro recorrido de arte rupestre, o ese Vallislonga en época romana, -según dicen algunos historiadores-, hay un lugar acurrucado en la loma que le define y que recibe siempre con agradable hospitalidad a quien aquí llega. Es Valdemeca. Yo quiero mucho a este lugar. Esto viene de antaño, quizá en divertimento festivo, pero con las Murgas como significado, cara pintada, fuente de la plaza, verbena bien corrida y su Virgen de Belén con esos Cargos en tradición que aún mantienen, todo tiene sentido. Yo bien he disfrutado de ello. Lo que más me maravilla es su paisaje. Los montes que la circundan, La Muela, Hocecillos, los Quemados, Robregordo, la Sierra y la Dehesa del Valle, donde bien pastaron aquellas grandes cabañas del XVII, las mismas que en buena lana se pagaban y enviaban a Burgos, a eso de 83 maravedíes la arroba. Pero es que, valles y dehesas, hay muchas y buenas, en ellas, los pastos con pinares alternos son la delicia del paisaje, por eso, la Solana de Peñalba y la Cañada Aliagosa te envuelven en sonidos balsámicos, tal vez la Huerta Descalzos y sin olvidarnos que entre unos y otros, los estrechamientos y cañones dibujados por las aguas en esas tierras carbonatadas del Jurásico, hacen maravilla en parajes. Es Valdemeca, lo es en todos los sentidos. Recuerdo la idea de Luis Zafrilla, su artista, el mismo que quiere hacer museo natural entre sus caminos, haciendo simbiosis entre el arte natural y el moderno. O sus gentes, 408 / Pueblos de Cuenca

todas buenas, las que aún recuerdan por eso de mis lecciones, su rica historia, labrada por la familia Albornoz, la que aquí fuera dueña en el XIV y XV, pues el afamado cardenal Gil de Albornoz dejó en herencia a su sobrino Gómez García esta aldea junto a la de Cañizares, con montes, dehesas, molinos, viñas y lagunas. Luego, los marqueses de Cañete se adueñaron por un tiempo, momentos en los que este lugar era rico en cabaña ganadera, aquella que tuvo la familia de Gregorio Zerdán en el XVIII. Buena traza su caserío. La plaza, la fuente, la iglesia dedicada a la Asunción con su curiosa planta en forma de T, sus dos capillas laterales, con escudo una de ellas, alfarjes de madera, igual que en el coro, muchos de ellos ahora encalados, su bella espadaña de sillería y su hermosa reja. En la capilla de los Muñoz, techo de artesa de par y nudillos muy cortos. Aquí y, es curioso, hubo mucha riqueza ornamental con enseres de alta calidad. Todo fue recogido y llevado al Museo de la diócesis, cruz procesional, cáliz gótico de plata repujada con la leyenda de Juan Maestro y, relicarios con trozos de tunicela de San Julián, obispo de Cuenca. Y es que aquí, en tiempos, Doña Ana Cabreja y D. Luis Caja, el que fuera secretario del Cabildo catedralicio hicieron beneficios para cubrir buenas Prestameras, adecentamiento de la iglesia y buena ornamentación. La lástima, el recuerdo de sus ermitas, muchas antaño, como aquellas de Santa Ana, San Miguel, San Sebastián, San Quiles, San Andrés y la Magdalena que en el

XVII eran el ejemplo devoto de un pueblo altanero y sobrio. Pero es su Virgen de Belén, la misma que le diera origen al lugar, aquella que en tiempos de reconquista guardaron para luego crear patronazgo y fuerte devoción, la que rige. Dicen que en el Villarejo fue su origen, luego aquí en este lugar donde el pueblo se ubica, pero lo cierto es que todos la adoran el 2 de julio. No hay fiesta más grande. En ella, los Cargos, con el bastón como poder general, el pincho en defensa del pueblo ante el invasor y la bandera como símbolo de paz. Como curiosidad el que los portadores de Cargos no entren a la iglesia en su celebración mayor, luego, por la tarde después de la comida de hermandad, el correr de la bandera, la joya y la popular verbena. No se pierdan esta fiesta.

Pero aún está San Roque de Montpellier, el que en agosto reune a toda la comarca, porque ahí están las Murgas como coplas de fuerte arraigo y tradición: “Ahí llegan los murguistas, recorriendo esta comarca, por capitales y pueblos y, después, por toda España. Una moza de este baile, no digo quién ni quién no, lleva las tetas de trapo, que se las he visto yo…” Ahí queda Valdemeca, la Puentecilla, Moisés y su museo, la Casa del Cura, la Ruta de los Prados, la Fuente de los Asadores, la Fuente la Covacha y la Canaleja, mis alumnos, mis amigos, los Cargos, las Murgas, sus toros, la verbena y, tantos y tantos parajes de ensueño.

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/ VALDEMoRILLo DE LA SIERRA /

P

odría situarme, ¿porqué no? en lo más alto de “Peña Veleta” y desde ese pedestal rocoso dejar volar mi mirada por la fantasía, caminar sin rumbo por la Muela, las Cruces o la Isilla, navegar a contracorriente por ese Guadazaón, río moruno, para reencontrarme con páginas de nuestra historia, misterios y leyendas, amoríos e infortunios. En la lejanía de mi mirada un destello impenitente me ofrecería la silueta bondadosa de nuestra Virgen de la Asunción y ella, con su mirada, me conduciría, sin duda, hasta aquí, lugar de encanto, de reencuentro y de buenas y honradas gentes: Valle del morillo, pueblo serrano, desde Nava el Campillo, elevado y llano. Pico Veleta: pedestal rocoso, desde los Cerrojos a Cañá Velilla, ermita San Roque: monumento hermoso, desde Villarejo hasta la Isilla. Rincón serrano de aire muy sano, dormido y acurrucado bajo su historia, que de las Cruces llega hasta ese llano y del Barranco Gómez hasta la gloria. 410 / Pueblos de Cuenca

Este lugar tiene un escudo con siete ermitas, las que dicen hubo en tiempos del XVII. Santa Cruz, San Cristóbal en lo alto del cerro, la Magdalena, San Marcos, San Sebastián, San Roque y otra que sin nombre nos alude a su emblema –y bien sería la parroquial-. Pero, los tiempos cambian y con ellos, la devoción y el sentimiento. Ahora, San Roque es la que guarda la esencia, construida por Tomás y Juan Cortés y que sirve de pórtico a la llegada al lugar. Me gusta este pueblo y, me gusta sobre todo, por su escarpada cresta donde descansa el caserío. Desde arriba, la vista del valle con el circular del Guadazaón hace sentir el dominio universal. Abajo y alrededor, el rento de la Casa de San José, la casa forestal Espinarejo, el Molino del Vado, el rento del Tormo, el puente de madera en el molino harinero y sus bellos montes, cubiertos de pinares, cantuesos, romeros y aliagas, que bien nos seducen. Tal vez, la dehesa el Pozuelo con sus ovejas, aquella que no se porqué razón fuera del marqués de Villena, entre saliente y mediodía, la Dehesa del Tamaral, donde las gentes del lugar hacían sus cortas de leña en tiempos ancestrales y luego, la Dehesa de Santa Cruz, más cerca y familiar. Unas y otras, rebuscando la jurisdicción de este bello núcleo. Aquí nacieron Racioneros de la Catedral de Cuenca –esos Cortina y Quijana por apellidos-, los mismos que por poder y riqueza, fundaron capellanías, alguna prestamera y pertenecerían al arciprestazgo de

Moya, al mismo que como marquesado también lo fueran. Los litigios entre señoríos y marquesados aquí afectaron y lo hicieron por ser este lugar de mucho interés para todos. Desde el Collado de las Palomas donde el término divide a Cañete, se luchó por ser de uno u de otro, tal vez de Moya en tiempos, luego de los Hurtado y Cañete, pero de una y otra manera, este lugar de Valle del morillo, tan bien afamado por sus gentes y tierras, tuvo a bien, participar en cada conflicto por el valor que siempre demostraron. Como ejemplo, aquella guerra de Isabel la Católica y su sobrina la Beltraneja, y luego en eso de los Comuneros, habiendo un capitán que aquí naciera: Ambrosio Muñoz o Juan Francés.

Ahora, tan buenas gentes como sus tradiciones mantenidas. En San Roque por agosto y la Asunción bendiciendo, al igual que todo corucho que así se precie, acogedor, alegre y honesto, cuando sus Mayos, a la Virgen y a las mozas; sus Músicas, aquellas que dicen: “el Primero, clavellinita encarnada, rosilla del mes de enero, a mi me tocó la suerte, a mi me vino a tocar, cuanto más desobediente, el venirte a despertar…” Su iglesia, su torre, su ermita abajo, sus callejas empinadas, su bar, su plaza, su vega, su puente, sus toros, su verbena, su historia, sus costumbres, su gastronomía…todo es bueno. Aquí hice pregón y lo recuerdo con cariño. (P)

/ VALDEMoRILLo DE LA SIERRA / Ayuntamiento

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/ VALDEMoRo DE LA SIERRA /

carretera arriscada e incluso tenebrosa en ocasiones con las rocas amenazando por un lado y el barranco por el otro, después de cruzar Pajarón y Valdemorillo.. Valdemoro, ¡nombre de historia profunda¡ como Valle del moro –¿a saber cuál?-, luego en apelativo -de la Sierra-, por ese monte en el que se cobija, sierra curtida pero no tan fragosa, encajado entre montañas y sin miedo, más luego, me adentro por esa calle del Castillejo, más propia del pasado histórico que de momento actual, enlazo la calle Mayor y ¡zas¡ me doy con la fuente y el portón de la iglesia en las narices.

A

menudo, uno recorre en sueños caminos demasiado arenosos y llenos de incertidumbre y, en la realidad de la vida, tales caminos se hacen más abiertos, menos angostos en su definición y más humanos en el devenir de su pasado. Me da igual. Podría ir por la carretera que desciende entre serpenteos rocosos desde Campillos Sierra, lugar donde se apareciese la Virgen de Altarejos a ese pastorcillo llamado José Gil, vecino de Valdemoro y que según la tradición vió “…abrirse una peña y dentro, resplandeciente a la Virgen que ostentaba entre sus rodillas a su hijo” y luego allá hicieran ermita que bien veneran todos estos pueblos, o bien, podría ascender desde el otro lado, a contracorriente de ese Guadazaón por una 412 / Pueblos de Cuenca

Pero quiero llegar más lejos y abro los ojos, y en estos ojos míos se estampan los roquedales bellos de sus Castillos rocosos, el agua escorzada en alegres querubines deslizándose por cada uno de sus numerosos miradores de piedra que conforman esa maravillosa Balsa o, tal vez, se estampan en esa torre desdentada que otea el horizonte; en las calles, encostadas de la parte alta o adinteladas de la parte baja. En la plaza, su iglesia. Su portada de medio punto con esas pilastras sencillas me evocan el paso de las fuerzas cristianas de Alvar Fañez, aquel valiente sobrino del Cid Campeador, en su denodada reconquista musulmana por estos lares, pero más bien me recuerdan ese portón románico que allí no hubiese y sí, al lado de esa espadaña que aún queda en lo alto del cerro, en aquellos restos de la otra iglesia-fortaleza, como vigía impenitente de un pueblo que fue dueño de rica vega. ¿Ermita, fortaleza, iglesia…?

Ando y veo. Dejo esa Asunción de María y camino hacia el puente de madera otra vez. Casi a tiro de piedra, uno otea el horizonte y divisa las pinadas cruzadas a camino del cielo azul y poderoso. Entre medias, las rocas, los montes que separan la tierra de Valdemeca camino del Señorío de Albarracín, el mismo que tuviera en dueño un tal Azagra, un poco antes que el gran moro taifa Aben Razín. No sé si cogiendo la calle del Royuelo hacia Beamud, o mejor, por esa otra de nombre curioso llamada de Relatores muy cerca de la que, dedicada al sangrador y practicante Sotero Muñoz, me recibe con cierta sorna. ¡Podríamos hablar de él largo y tendido y nunca para mal¡ Hay mucha agua por estos lugares. La Marguilla, la Fuente del Cubillejo, la del Rabel, la de la Gitanilla, la de la Cabra, Zopeteras, Marqués, Losilla, Selmillo y tío Sabuco. Pero, al igual, hay muchos parajes de ensueño y entre ellos, el rento de Misildo (Umisildo), el Majal del Fraile, el Villarejo, la Hoya del Pumar y las Raigás. Luego, sus molinos como el de la Herrería o el de la Toba, tal vez, aquella historia primitiva donde la Peña de Aldebarán nos abre misterio, quizás las casas que albergase este Valle del Moro o su cueva como tal, un Razín, un Zennum o un Al Fath, ¿qué mas da? Y la historia se hace larga y densa en su contenido. Tampoco importa tanto si no se siente inmerso en ella. ¿Qué más da, hablar de un marquesado que de otro, de los Cabrera o de los Hurtado?, si en el fondo casi todos los lugares son iguales en su devenir, siempre que la comarca les defina. Aquí pudo ser un moro descendiente de los Hud , familia independiente de Alba-

rracín, el que diese nombre al lugar, o tal vez, la repoblación de los misteriosos Templarios, pues cerca dejaron huella en la ermita de Altarejos, o los de la Orden de Santiago que Hospital hicieran en Moya, o simplemente, familias del norte que dejaran el apellido, Muñoz, como aquel capitán de comuneros que se rebelase contra el Señorío de Los Cabrera y Carlos V en 1520. Otros, los Gil, Martínez y Sánchez que hicieron los desmoronamientos en tiempos del marquesado, siglo XIV, o aquel García penitenciado por la Inquisición poderosa; más bien sería algún Lahoz que hizo fortuna en tiempos de sacar “pan de las piedras”, o esos otros apellidos como los Jiménez, Yustes, Berlangas, Huertas o algunos otros, llegados de tierras repobladoras del Norte peninsular.Todos dieron carácter. Yo he disfrutado aquí mucho y bien. Sus fiestas de agosto, sus tradiciones mantenidas, su corretear en las vaquillas, sus bellas mujeres, su joya o sus verbenas. Sus fiestas celebradas, San Isidro, los panecillos a San Antonio, la romería a Nuestra Señora del Pilar de Altarejos –en 7 de septiembre- por tierras de Campillos Sierra donde está aquella imagen que se apareciese a un pastor de este lugar. O las del día 8 como celebración de la Natividad. En mi recuerdo, Benito, aquel madrileño que se enamoró del lugar.

Pueblos de Cuenca / 413

/ VALDEoLIVAS /

Valdeolivas, que vive postrado ante el pasado, recóndito en su presente, sujeto a las normas impuestas por el destino, enclaustrado entre sus soportales, es, en esencia, pueblo humilde. Su estampa, no se advierte hasta divisar su horizonte, al alcance casi de Priego, con su condado, al lado de la Albendea dormida y no mucho más allá, de aquel Buendía señorial antaño y ahora, postrado ante sus aguas embalsamadas.

E

n esa Alcarria conquense, donde lomas de tierra rojiza, antaño cubiertas de bosque, y dónde ahora muestran su desnudez apenas velada por el matorral o la mimbrera, se yergue, casi majestuoso, un lugar que dejo el Medievo y que sigue enarbolado de románicas menesteras y sueños caballerescos: es Valdeolivas. Allí, donde el paisaje es una sucesión de mesas o páramos recortados por el encajonamiento de ríos y arroyos que se abren a valles y vegas de diversa amplitud, con una cubierta vegetal de encinal y robledal, poblando los altos y las cuestas, sotos de mimbreras más al este, sargales y zarzas en el oeste y árboles de ribera en ese fondo misterioso de las vegas y en las cortaduras sublimes de los barrancos, es donde uno parece buscar el descanso de la historia.

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Por eso, descendiendo en las laderas del río de San Juan, en esa cuenca del Guadiela moruno, casi saliéndose de esa Alcarria de verdes pálidos, desvaídos azules, pero centelleantes dorados que adornan su rica miel, y cerca de donde se da vida al barro, aparece, casi escondido, entre aquellos vallejos de olivas que le dieran nombre, adornando el tiempo y vigilantes sus molinos y almazaras, donde sus calles se pavonean con los vientos. Casonas de recia estirpe, iglesia románica enganchada en la transición al gótico majestuoso, pinturas murales, maravillosa nave epistolar y ese reclamo excelente de su torre, única en toda nuestra geografía conquense y que nos lleva a las tierras de aquella Italia adorada. Dentro, el Pantocrator hace lienzo en la pared de su altar mayor. Una maravilla que adorna todo un interior esplendoroso del arte románico. Inicia su jurisdicción y lugar de poblamiento en tiempos de reconquista. Un poco antes de que el rey Alfonso VIII, en el año 1177, conquistase las tierras de Cuenca para Castilla, este lugar, junto a Salmerón, Alcocer y San Pedro de Palmiches, fueron consideradas tierras

del Infantado. Es claro que, si así fue, no nació como lugar de fuero repoblador preconizada por el octavo, sino que, otro Alfonso, en este caso, el sexto, fuese el causante de su primera repoblación en el año 1143, apoyando a los monjes cistercienses que, unos años antes, se habían establecido en Córcoles. Así, estos monjes, iniciaron el primer asentamiento cristiano aportando su sello singular en la construcción arquitectónica de su iglesia, dentro de la más pura tradición románica del momento.

Ayuntamiento

¡Qué gran lugar¡ Importante fue y así lo demostraron todos sus dueños y señores, los que aquí quisieron tener dominio: los Manuel, los Albornoces, los Carrillo, los Luna, los Hurtado de Mendoza, el marquesado de

Ahora, recordando todas aquellas ermitas de antaño, Santa Ana, San Martín, María Santísima del Remedio, San Marcos, Santa Lucía, San Quiles, San Pedro, San Felices y el Humilladero; y ahora, sus molinos, su plaza porticada, su palacio y otras casonas, su parroquial dedicada a la Asunción, su Casa de la Inquisición, sus callejas bien arregladas, sus casas al valle y esa vega fructífera, el recuerdo de los Romero Girón, los Trúpita, los Briones, su Santísimo Cristo del Buen Camino, en ese convento de frailes Carmelitas Descalzos, el Cerro, el pozo de la Lamia, el Llano de la Sierra, San Quirico, Santa Julita, los toros, la Ruta de la Lana y todo un contenido de buenas gentes que te reciben y te saludan.

/ VALDEoLIVAS /

Por tanto, Valdeolivas aparece en la historia, como dote aceptada por el rey Alfono VI para sus hermanas, Doña Urraca y Doña Elvira y, como tales, formando ese patrimonio real que le empezó a considerar como fuerte núcleo medieval de la zona. El Infantado y los Manuel cobran aquí la verdadera importancia de dominio. Luego, los Albornoz. A la muerte de Gómez Carrillo, su hija María de Albornoz hereda el Señorío. Durante su mandato dotó a la villa de Pósito, mejoró su iglesia construyendo una capilla y un rico artesonado; sin embargo, la situación de su patrimonio y las circunstancias nobiliarias del momento, le van a obligar a su venta de Valdeolivas y todas sus tierras, en 1432, a uno de los personajes de la historia que más poder detentaron en toda la Edad Media castellana: el Condestable Don Alvaro de Luna.

Villena, el marquesado de Santillana y el Ducado del Infantado.

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/ VALDETÓRToLA (TÓRToLA Y VALDEGANGA DE CuENCA) /

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l recorrido del río Júcar después de cruzar el punte Palmero, siguiendo su cauce, te induce al regocijo y te sumerge en sueños idílicos. Sus aguas, juegan con la sinuosidad de un trazado que zigzaguea al compás de una depresión donde el caudal se ensancha y estrecha, alternativamente, permitiendo un descenso de aguas tranquilas y retuertos aselvados en su ribera. Los chopos, bailan a su lado, pero no lloran porque estan bien alimentados. Entre los pinos de su Dehesa Boyal, animales de caza menor flirtean con sus romeros y aliagas, mientras los despoblados, antaño habitados, de Villares, Castillete de la Moratilla y Muela de la Hoz, convierten el paisaje en un lugar de senderismo. Por aquí pasó el Quijote y su escudero en su andadura hacia Barcelona, porque antes quiso patear la Sierra de Cuenca por donde había estado “su padre”, Miguel de Cervantes, y lo hizo por considerar que entre la Parra de las Vegas y Valdeganga había buenas viandas para aderezar su estómago, muy dado a la comida de caza. Y es que este lugar tuvo cierta importancia, la misma que le diera, el cardenal Gil de Albornoz, cuyo escudo ondea en la portada de su iglesia de Santo Domingo de Silos. En ella, en el mediodía, flanqueada de dovelas boceladas con otro baquetón más interno, en ese decorado de basas con anillos del último gótico, resalta este blasón de corte italiano con guirnalda de mirto. Su espadaña te advierte y lo hace con esos tres cuerpos y sus bolas que le ador416 / Pueblos de Cuenca

nan. Bella, al igual que el techo de su Capilla Mayor, de madera donde los octógonos adornan en ese recorrido de lima bordón. Su estrella del centro te seduce. Luego, en el coro, la otra madera por medio de esa viga jázena y jaldetas con doble hoja. Aquí, Santo Domingo estuvo a gusto siempre, por eso de su parroquial esbelta y de buena costrucción. Pero, en Valdeganga hubo también devoción en tiempos pasados. Lo hubo porque sus tres ermitas te lo adviertieron y, ahora, recordadas, tal vez aquella de San Bartolomé, Santa Ana y nuestra Señora de la Cabeza, quizás la más curiosa y bien atendida. Y no se cual sería la razón, pero aquí, los Niños Cantores de la Catedral de Cuenca, aquellos que habitaron el Colegio de San José, ahora Posada afamada en el casco antiguo de la ciudad, tuvieron sus Prestameras y sus tierras de cultivo. Tal vez fuese la Vicaría de Francisco Trejo su inductor, hombre de buena fama y caridad con los pobres, o quizás lo instaurase aquel gran Cardenal, el Albornoz y Carrillo. Pero, este lugar tuvo otra historia más moderna. La misma que se pudo contar al hilo de Pipermint Frappé, cuando Geraldine Chaplin invita al triángulo amoroso que Carlos Saura se inventa y que festea en los baños de Valdeganga, romántico en su devenir. Aquí, el sentimiento idílico tiene alto sentido porque su entorno, su caserío y su historia hacen parpadear al viajero que se adentra y aquí pudo descansar en aquel siglo XIX, cuando todo era tan concurrido.

Ahora es Valdetórtola, porque los baños perdieron su identidad, dejaron arruinar su caserío y quedan fantasmales entre las aguas del Júcar y las choperas históricas que le envuelven en follaje compungido. No hay descanso en el arruinar del presente y si quieres, puedes ir a Tórtola, la que fuera aldea aneja a Valdeganga y ahora todo hace nuevo municipio.

bien remozadas, con placas en cada calle advirtiendo su nombre, esas fiestas del Pilar con degustación típica o las de agosto donde todos verbenean. Valdetórtola es buen sitio, visítenlo y jueguen a ser románticos recordando sus baños y su historia.

Su parroquial dedicada a la Concepción tiene razones para su visita y el lugar, donde la hospitalidad del vecindario llama la atención. Ahora, sus calles

/ VALDETÓRToLA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 417

/ VALERA DE ABAJo /

H

ay municipios en nuestra provincia que han experimentado un importante crecimiento a lo largo del siglo XX, crecimiento económico y humano. Valera ha sido uno de ellos. El río Gritos, entre ese serpentear de sus aguas, las choperas que le circundan, el caserío que le abriga entre su iglesia de la Asunción y ese ir y venir de sus gentes, acostumbradas al esfuerzo de su trabajo en el campo y después, hechas al emporio de la madera, han ido dando vida a un núcleo deseoso de airear a su Santo Niño entre moros y cristianos muy bien avenidos. Hace unos cuantos siglos aquí había marquesado. Sin ser aquellos Ruiz de Alarcón, progenitores de un señorío en Valverde y sus alrededores hacia Alarcón, éstos, procedentes del linaje de los Albornoz, hicieron en el siglo XIV que el propio Enrique II confirmase estas tierras para Don Alvar García de Albornoz, un grande entre los grandes, el mismo que le diera poderío a este lugar, haciéndolo cabeza de un importante alfoz jurisdiccional. Durante años mantuvo su preponderancia, hizo fuerte su territorio y el marqués de Valera, reforzó sus propiedades con Santa María del Campo, Poveda, la Torre y Pasarilla. Así se hizo y en tal caso, se llegó al siglo XVIII con esa casa de los Ynestrosa o Hinestrosa y Luz, mantenedor de todo este caserío, su iglesia, sus ocho ermitas, que eran las de San Ana, San Marcos, Las Magdalenas, San Cristóbal, San Roque, San Blas, el Humilladero y Santa Catalina, un convento de frailes franciscanos y el de las monjas de San José, aunque

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algún tiempo estuvo ese beaterio de carmelitas que se trasladarían a San Clemente. El caserío es solemne, quizás demasiado abigarrado en alguna de sus calles, elevado sobre un pequeño cerro que le hace visible ante la llanura que casi alberga el pantano y entre su término, la dehesa Sanromán, Montecillo, Valdevelartas y cerro de Enmedio, donde se fortaleciera el carácter de unas gentes, hechas para aventurar su economía como refrendo de que siempre habían sido valerosos. Luego, en la trastienda del duro trabajo del campo, algún despoblado que en otros tiempos tuviera familias dedicadas de lleno a la agricultura, tales es el caso de las Magdalenas y Torremonguía. La devoción les hizo ser guías de un buen sentimiento, fueron fieles a sus señores y, por eso, esas familias en el siglo XVIII, los marqueses de Valera de Abajo eran también de Fuentehermosa, Vizconde Valdesoto, alférez mayor de San Clemente y señor de las tierras de Altarejos, la Olmeda, Torre del Monje y la Losa, siendo Castillo, Carroz y Arce los apellidos de este linaje hasta el mismo siglo XIX. Yo creo que hay pocos lugares como éste. Lo digo convencido y, no solo porque el Santo Niño les haya dado el valor necesario para arraigar su carácter, sino por su tozudez en avanzar hacia el futuro, contentar el presente con alegres fiestas y tradiciones, creer que los jóvenes deben airear su progreso y así haber sido y ser un pueblo orgulloso de ser grande. Y al decir del Santo Niño habría que negociar su balance. Fiesta grande, nacida en el siglo XVI cuando

aquel Señor de Valera don Diego Fernández de Alarcón iniciase celebración solemne, luego sus compañías o Filas, bien dirigidas por su capitán, teniente, abanderado y sargento, cumpliendo debidamente ante todo el vecindario, escuchar los Dichos, solemne compostura, ver al mayordomo limpiar la iglesia, escuchar el sonido de la dulzaina y tambor camino, más luego esa quema del vaso de una colmena y, el adornar al Santo Niño, señor de todo este acto. Todo tiene sentido. Pero habéis visto bailar y correr su bandera o en ese pasacalles llamativo, sonoro y poco usual por sus calles, sus gritos al compás de ¡Cristianos, de rodillas¡ o tal vez, el otro de ¡Turbante en mano¡. Todo en constante bullicio, luego el silencio para escuchar sus Dichos, el de moro y el de cristiano, en esos tres Encuentros, luego el reo del cura, el del alcalde, los responseos y colaciones del lunes, la procesión corta, las guerrillas, el juramento y todo un flirtear con el sentido de la historia. Ya poco queda que decir, sí hablar de su iglesia de la Asunción donde bien se guarda su Santo Niño, enarbolado por su torre cuadrada que le abandera más luego, la plaza Cruzocerrada o la calle de San Roque desde donde se observa la espadaña, tal vez el convento de monjas de San José o esa tradición de las quintadas, aún mantenida, con el pino en la plaza de la iglesia y sus músicas a la mozas del lugar o la Quintá del último día del año, tocando palmetas y tirando harina. Esto es Valera, esto y sus gentes, buenas gentes. Pueblos de Cuenca / 419

/ VALERIA o VALERA DE ARRIBA /

¡Ah, Valerio Flaco¡ ¿cómo se te ocurrió crear aquí Ninfeo y hacer de este lugar, el más bello rincón de una Hispania romana? Tal vez, el Gritos supo de ello, por eso agritó su recorrido girando en roca para aseverar que arriba, en el altozano haría templo a los dioses. Ptolomeo señaló en su carta la propia ciudad celtíbera de Valeria, esa que alguien dijo haberse llamado Quemada en tiempo de lucha cartaginesa, o tal vez Julia, erróneo nombre que algún erudito no habituado al cruce de estudio, y a bien se atreviera a palabrear. Plinio aducía de su bello nombre de Valeria, tal vez en honor de su conquistador dentro de la Cartaginense.

adornar el conocimiento, gracias al hacer de Julián, el que más historia sabe del lugar o, tal vez, a Teodomiro, sufridor en hacer grande un municipio que bien se llamase Valera de Arriba y ahora quiere, por derecho propio porque lo tiene, llamarse como se hizo: Valeria.

Eso lo hacen ahora sus gentes, a las que yo empujo a hacer más historia todavía, porque entre ellos todo es grandeza, hospitalidad, aquella hospitalitas del tiempo, generosidad para compartir una gastronomía que brilla por su hechura, tal vez cuando te advierten que allí todo es jolgorio en buen carácter, pero que ahora saben hacer la historia propia para demostrar su cultura, su pasado, su presente.

No hay nada expuesto a la improvisación porque todo tiene su sentido. Si el Museo que hiciera Don Francisco Suay tiene el prócer de iniciar grande el camino, ahora, su remozado Ayuntamiento alberga, fotografías, trajes, espadas, creencias y reencuentros. En el altozano, las piedras medievales y las ruinas romanas siguen solemnes, el espacio se ha hecho vital como un excelente Centro que interpreta su historia, -recién inaugurado-, el caz desde época romana abierto al pueblo, ahora canalizado para cubrir modernidad, el palacio de los Ruiz de Alarcón queda encorvado pero señero y su plaza, con fuente y piedra, el centro de un lugar, bello, acogedor y solemne. ¡Veánlo, no tengan pereza¡ Quedarán bien satisfechos.

Jornadas romanas en honor a su Valeria, embaucadoras por contenido, fabulosas en semblanza, regocijo entre sus milenarias piedras, caballos que advierten al toque de un centurión que se recreea espada en mano. Ahí están los gladiadores, sus artesanos en las tabernae, sus generosas viandas, sus vestales en procesión de pureza, la plebe abierta en la plaza, las credenciales del Pretor Juan Petrus, sus testales en la grandiosa iglesia de la Sey, dentro, sus eruditos universitarios haciendo conferencia para

Por seguir en recorrido, ya apenas se recuerda que aquí hubo cabeza episcopal en tiempo visigodo con Don Juan como primer obispo, la reconquista con Alfonso VIII le dio reseña diezmal en el XII concediendo a los Canónigos y Mesa Capitular de la catedral el diezmo de sus rentas, junto a Cuenca, Huete, Monteagudo y Cañete; tal vez, la Sey, su gran templo, que quiso y tuvo patronazgo, ahora como Virgen que bien patrona este lugar, la Orden de San Benito que quiso hacer hogar, el recuerdo a sus tres

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ermitas, aquellas San Sebastián, Santa Catalina y San Miguel, cuando el Bailio Don Fernando Ruiz de Alarcón era caballero de la Orden de Santiago. Mucho contenido hay aquí en este lugar. Y es que, Jornadas romanas y fiestas patronales, en agosto unas y en septiembre otras, han dado a este lugar regocijo, alegría, renombre y solera. Uno, que le ha pregonado un par de ocasiones, sientes en ese lugar el más agradable reencuentro por amistad con sus gentes; si, además pasas al interior de la Sey, observas la huella de la Valeria romana en capiteles

encastrados entre la madera y la piedra y adviertes románico por su ábside, te enroscas en su coro, y, abajo, pila baustismal, para al final encontrarte con la tumba del Bailío y su lápida. Aquí todo es historia. Por ningún lado te puedes escapar de ella y eso te hace sentirte bien. En septiembre, los toros, la misa, la verbena, la plaza engalanada y el 28 de febrero se planta el pino, la Asociación Cultural La Gruda sigue haciendo cultura y la revista Ricotí te informa de todo un rico pasado con anécdotas y tradiciones. (P)

/ VALERIA / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 421

/ VALHERMoSo DE LA FuENTE /

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on tierras de Alarcón. Ahora llamada Manchuela por eso de tener Mancha y algo de Sierra, pues elevaciones, más o menos grandes, confinan este término por donde discurren arroyos pequeños, en gran parte, afluentes del río Júcar. No muy lejos están las Hoces, tanto del Júcar como del Cabriel y ese pantano de Alarcón. Cuando Alfonso VIII domina la zona y reconquista la misma al musulmán, se forma el Señorío de Alarcón al que le rodean varias torres vigia, atalayas defensivas de corte árabe, que se encargan de advertir los posibles peligros que buen pudieran acechar en tiempos de luchas nobiliarias y conquistas. Al lado de esas torres, alguna casa buscará refugio formando aldeas para cultivar los predios entregados por el rey. Así, Valhermoso como tantas otras aldeas, Olmedilla, Pirqueras, Buenache, Chumillas, etc., comienza a establecer el compromiso de cultivo en tierras de un señorío. Nace, por tanto, al lado del río Valhermoso, el mismo que cruza por tierras de buen cultivo y algún que otro valle. Al lado de una torre defensiva de corte vigía, cuadrada, de la que ahora queda la huella de su historia, desdentada y ruinosa. Cerca, una fuente llamada de Mirabueno que le sirve de abastecimiento y que le da el apelativo al nombre de lugar. En el siglo XVI se levanta su iglesia parroquial y lo hacen en honor a San Blas, al que festejan en febrero como patrón. Este edificio es sencillo y de buena argamasa. Su espadaña le distingue y la puerta de arco de medio punto da entrada a un in422 / Pueblos de Cuenca

terior donde el artesonado de madera de su cubierta le advierte de ser lugar de oración. Sus figuras, en cuadrado y en rectángulos, cobijan a San Blas y entre todo el silencio, el Sagrado Corazón, al que festejan con toda la solemnidad posible en agosto los días 28, 29 y 30. Ahora este lugar mantiene la tranquilidad de pueblo dormido, pero sus calles están cuidadas, igual que su caserío, la iglesia remozada a falta de mejorar algo los desperfectos de su artesonado con armadura de par y nudillo, con alfardones rectangulares y saetinos decorados con diente de sierra. En el Presbiterio, quizás la zona más noble, el alfarje se hace en sistema cuadral y sus cinco vigas sostienen la techumbre y albergan la devoción de sus gentes. Un altar mayor, San Blas, el Sagrado Corazón y su pila bautismal, quizás su mejor tesoro, pila de agua bendita en forma de capitel gótico octogonal, invertido, con molduras superpuestas teniendo relieves de cabezas en los entrepaños. Es bella. Ha pasado algo de tiempo y han cambiado los datos censales, pero a mitad del XX, la población se abastecía también de la casa guarda de la Cueva de los Graneros, la casilla de los peones camineros Desmonte, la fábrica Fuente Palomera, los de la casa Huerta de Cayo y los pocos que habitaban el Pocico. Ahora, todo ha cambiado, y en ello está para subsistir entre el abandono y el progreso. Atrás queda aquel Barrio de Santa Quiteria que nos decía Madoz, y a bien tenemos el recordar que fue el obispo Mateo Reinal el que la hizo independiente

como villa en 1249, dando a su vecinos cuarenta maravedíes alfonsines de censo perpetuo en cada año por esa heredad que tenía. Ahora, el tiempo no perdona y se retuerce su caserío para no quedar deshabitado. Sin embargo, sigue siendo un Valle Hermoso y, al lado, su Fuente, todo enjugado en pasado y presente, esperando ese futuro que pueda darle un poco más de su gran personalidad perdida.

/ VALLEHERMoSo DE LA FuENTE /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 423

/ VALSALoBRE /

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n la Tierra de Beteta, en ese valle que cimentase sal en sus yacimientos, aislado del flujo climático templado, ocupada por crestones rocosos, y regada por un caudal de arroyos, hijos del Guadiela, se asienta una pequeña población que resiste al tiempo moderno: Valle Salobre. Aquí, las tropas cristianas que reconquistan la zona, ayudadas por las de Aragón, -las huestes de don Pedro Manrique, señor de Molina-, hacen lugar de población para abastecer de la necesaria sal a ganaderos, agricultores y mineros. Fue lugar muy solicitado por los grandes señores, por ello, don Alfonso y doña Mafalda de Molina venderían en 1253 todas las aldeas de Beteta, entre ellas Valsalobre, al Concejo de Cuenca. El valor de las salinas era codiciado por reyes, condes y obispos, tal es el caso, que el obispo de Cuenca en 1270, don Pedro Laurencio, solicita al rey Alfonso X le conceda las rentas para su obispado de los yacimientos salinos de Valsalobre y Valtablao que ya diese a su antecesor el obispo Mateo Reinal. El rey lo concede. Con esas rentas, junto a las de Monteagudo y Salinas del Manzano, levantan la mitad del primitivo claustro de la catedral conquense. Esta razón le hará pasar de mano en mano, obispos y nobles. Por ello en el XV es don Alvar García de Albornoz, su dueño y señor, luego los Carrillo de Albornoz en el XIV y al final, doña María de Albornoz, en el XV. Durante su mandato, Valsalobre tiene su

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mayor apogeo y acaba la nave de la iglesia, decorando el interior y haciendo retablo mayor. Aquí, sus ricos pastos y la abundancia de aguas – junto a los de Valtablao- darán buen alimento a los ganados de la Tierra de Beteta. Durante tiempo, la lana y la madera del lugar alternan con el beneficio de sus salinas, alcanzando un importante peso económico en toda la Tierra de Beteta y, por ende, en el Concejo de Cuenca. Los montes de la Dehesa Boyal, el Común y la Sierrezuela dan buena madera que luego bajarán por el río Guadiela a partir del lugar de Beteta, con pasos difíciles como la Hoz de Tragavivos y los Toriles. Mientras, carreteros y mulas, por las sendas de su término, arrastraban y transportaban las cantidades de sal de sus minas, muy apreciadas por entonces, camino abajo hacia Cuenca y Valencia. Valsalobre en el XVIII tiene dos molinos harineros, sus pastos pertenecen a la Mancomunidad de Pastos y leñas de la Tierra de Cuenca, tiene un caserío bastante remozado, algunas casas en piedra, sus fuentes con pilones para servir de abrevadero y su iglesia, de buena mampostería, piedra de sillar en las esquinas, torre cuadrada, albergando un edificio de una sola nave pero de tres cuerpos o tramos por medio de arcos fajones y ese arco triunfal a la entrada del Prebiterio estrechando su paso. Capilla muy recogida, coro y órgano como recuerdo de tiempos fuertes en riqueza económica.

El patrón de la iglesia, Santiago Apóstol, y cerca en el camino hacia Beteta, la ermita de la Virgen del Remedio. Las fiestas, en agosto y allí, entre todos, armonia, devoción y jolgorio.

/ VALSALoBRE /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 425

/ VALVERDE DE JÚCAR /

su paisaje, mientras una bruma nebulosa cubre las madrugadas del verano ensimismando su pantano, que ahora en momentos actuales, vuelve a sentirse dueño de la ribera en abundantes aguas. Esa niebla se convierte en denso humo en el mes de enero, a primeros, cuando los trabucos de los moros y cristianos de este lugar, se enzarzan en el sentimiento más personal que les define y que les hacer crecer en orgullo valverdeño. Aquí todo tiene sentido.

¡Viva el Santo Niño¡

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s, sin duda, el grito por excelencia de las gentes de este lugar. Pero es, el mismo grito que yo, foráneo, también lanzo como agradecimiento a un pueblo al que me he unido en cuerpo y alma. No hay razones demasiado claras para ello, simplemente el acontecer de una tradición, la fiesta de Moros y Cristianos en honor al Santo Niño, su historia y su desarrollo en tiempos modernos y, desde luego, el afecto y amistad que algunos valverdeños me han ofrecido. Su paisaje es excelente. Los cauces del Júcar, su principal río, y el Gritos con sus gargantas rocosas, delinean 426 / Pueblos de Cuenca

Ya la he contado alguna vez, pero no puedo dejar de lado, algunos de los apuntes sobre la historia de este lugar. Porque, fue tierra de bravos pueblos que aquí habitaron, tal vez los olcades en el paraje de los Yesares, donde la cerámica de tipo ibérica nos ha dado razones para ello, o ese ocre y rojo que definía la decoración de los vasos encontrados en el cerro de San Marcos. Pero, dicen que hubo celtas, tal vez alguna tribu perdida en ese cerro de las Torcas, enterrados en necrópolis curiosas y que ahora duermen en ese lugar que circunda pantano; sin tardar apenas tiempo, los romanos que habitarán la gran Valeria, a tiro de piedra de este lugar, cruzaron río abajo calzadas y por eso el puente Canto con su solo ojo, se afrenta ante los empujes del tiempo y resiste. Otros, como puente Chumillas, el Castellar y Puente Palmero, advierten de su prestancia. La Venta y la Cañada del Tejar son razones para hablar de esta civilización y en su lápida queda inscrita la prueba, más Caya Primigenia lo advierte. Pero, Valverde, ese Valle Verde, extenso y rico, al lado del Júcar, su padre, que le da la vida y le hace grande, nace en tiempos de repoblación. A principios del XIII,

Fernán Ruiz de Alarcón lo hace aldea con jurisdicción y, sin tardar, señorío. Entonces empieza su historia, la misma que le hará sentirse poderoso en cuerpo y alma, por eso hace iglesia a la Magdalena, grande y su torre de tres campanas y cimbalillo para advertir a todo el condado, sus tres naves inmensas, su Capilla Mayor solemne y esa otra capilla del Espíritu Santo que en el XVIII tendrá retablo excelente. Su puerta de doble anillo que da a la plaza es la principal y ahora sigue esa torre con balaustrada, señera y altiva oteando todo el recorrido de un pantano que le define como uno de los lugares más bellos de toda la provincia. Nos dicen los libros que aquí hubo cuatro o cinco ermitas, según la fuente histórica. San Sebastián, Nuestra Señora de la Asunción, San Roque y San Pedro Mártir estaban abiertas en el siglo XVII, pues bien las confirmó el obispo de Osala, sin embargo, el Nomenclator del Obispado nos habla también de una quinta en honor a San Marcos. Ahora, es la ermita de la Madre de Dios la que mantiene la devoción de antaño. Construida primeramente en un despoblado, en el XVII se ubica en su actual lugar, con su mampostería, su techumbre de madera y su encalamiento, habiendo perdido su obligación de culto y siendo un edificio civil. Cuando uno circula por las calles de este lugar, ahora alguna más de aquellas dieciséis calles que nos hablaba Madoz en el XIX y te deslizas por cada una de ellas, el caserío te reclama sin más arquitectura que la funcional de tiempos modernos. En tiempos actuales, el pueblo está muy remozado, con este tipo de construcción mixta, sin aderezos y poco uniforme.

Sólo, aprecias a soslayo, los restos de alguna casona palaciega cerca de la plaza, tal vez la de las Señoras, o la de don Pedro Pablo de Urionagoena, el que en otros lugares aparece como Hurionabuena, el antiguo palacio de los condes, ahora casi olvidado, donde apenas se ven los restos de sus columnas de entrada o su jardin abandonado, el que hiciera de Hospital, aquel que abastecido con limosnas del vecindario tenía una cama para forasteros, o el antiguo monasterio de frailes Franciscos o Franciscanos. A tiro de piedra, giras la cabeza y recuerdas en la nostalgia aquel despoblado famoso de Mezquitas, un poco más hacia el caserío, la Fuente del Piojo, la que abastece con buenas aguas, al horizonte azulado, las Huesas y la Isla o islote de Aquilino quien, con su balsa, diariamente atracaba para labrar sus tierras allí ubicadas. Todo eso lo bendice el Santo Niño. Es impresionante ver en la Plaza de la Verdura y Plaza Mayor ese encuentro perfecto, armonioso, disciplinado y en estruendo final. En la plaza mayor, al lado de lo que fuera el almudí, la casa que albergaba el Nudo de Cerro Gordiano y junto al Ayuntamiento, la casa de don Arsenio, cura por y para siempre de este lugar. Luego, en esa otra plaza donde se celebra el mercado desde tiempo inmemorial, su conqueto Teatro, un poco más allá, donde yo, orgulloso, hiciera pregón este pasado año en un 21 de septiembre en honor a su patrona, Nuestra Señora del Espíritu Santo, gracias a su alcalde Miguel Ángel Alarcón. Aquí, todo es hospitalidad, buena gente, diversión, gozo, historia, tradición y progreso. (P) Pueblos de Cuenca / 427

/ VALVERDEJo /

de haber poblado de aquellos tiempos, tal vez del Pos-paleolítico o quizás del Bronce, porque territorio ocupado fue y si no poblado, sí hábitat poderoso.

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uando llegas desde la Olmedilla o, tal vez, desde Barchín, la espadaña herreriana, bella, con pináculos piramidales y bolas elegantes que advierte de su parroquial dedicada a la Virgen de los Remedios, su patrona, te avisa del lugar. No se tiene claro cuando aparece como poblado, es posible que fuera en tiempo del XV o XVI cuando se levanta su templo parroquial, quizás un poco antes, algunos dicen que podría haber sido en tiempos de repoblación dentro del alfoz de Alarcón como aldea dependiente.

Todo ello te hace dudar pues en bases documentadas, solo aparece citado como anejo a Barchín, pues ni en el Censo de Castilla, ni en el del marqués de la Ensenada, aparece como municipio. Sin embargo, su término es rico en yacimientos antiguos. Al lado, Barchín con poblado del Hierro II, sin alejarnos, el de Olmedilla o el de Buenache, pero aquí, al lado de ese Júcar que tanta civilización mantuvo, también debió 428 / Pueblos de Cuenca

De una u otra manera, Valverdejo es un lugar acogedor. Su tiempo histórico lo puede marcar ese Mojón que delimita los territorios que la propia Orden de Santiago mantuvo, tal vez en aquellas heredades del Hospital conquense, luego su tránsito por el término de la Cañada Real de los Serranos, también llamada de Castilla, por donde transitaban las cabañas de la Sierra camino del levante, sin alardear de tiempos históricos, lo cierto es que en el XVIII es lugar de Alarcón y por tanto del marquesado de Villena y es, un momento importante, por cuanto Marcos Liébana dotó de Capellanía a su iglesia. Su término es de buena tierra de cultivo con bastantes explotaciones agrarias, tiene desde tiempos del XVII el monte Cerro Antonillo como común para el vecindario y su parroquial pertenece al Arciprestazgo de Motilla al que como jurisdicción judicial perteneciera en época contemporánea. Su caserío no mantiene una traza demasiado monumental, quizás su iglesia que, aunque no grande, si tiene algunos elementos dignos de resaltar. La espadaña citada y ese cimborrio o tambor sobre la cúpula con remate en pináculo con veleta y cruz. Tal vez, recordemos eso del Mojón de la Orden o aquel fraile trinitario llamado Fray Martín de la Asunción.

Son, sin embargo, sus tradiciones las que pueden airear costumbrismo y sensación. Sus fiestas patronales en honor de la Virgen de los Remedios, la que comúnmente llaman Virgen de la O y que en diciembre devocionan al compás de la pita y el tambor, desde antaño. Es, sin duda, una Cofradía Centenaria la que engloba a sus devotos fieles de la patrona. El día 19 con el Puñao revitalizan en recuerdos y añoranzas, porque en cada hogar el garbanzo torrao, los cañamones o caramelos avivan su generosidad en alegre compos-

tura; luego, a la tarde, el baile de la bandera, costumbre del medievo, no sin un día antes, hacer viva la tradición de la Caridad, con esas tortas de pan ácimo con anís: la Redonda para el pueblo llano, la “Chota” para la justicia y la Triangular de tres picos para los regidores municipales. Hay tradiciones en este lugar y, las mantienen como señera de poder e historia, por eso, San Isidro en romería, los mayos, las macollas y judas o las “carajainas” en la noche de difuntos, conforman su personal quietud de buena gente en bello pueblo.

/ VALVERDEJo / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 429

/ VARA DE REY /

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s curioso este lugar. Antaño, importante en población con numerosas aldeas de dependencia, jurisdicción real y ahora, iglesia de la Asunción de la que solamente se conserva la cabecera de la misma, posiblemente por no acabarse su construcción en tiempo y forma, delimitado en su actual alfoz municipal y en franca dependencia de progreso contenido. Pero, Vara del Rey, la antigua Bala del Rey, sigue siendo un pueblo de importante rango histórico en el que sus habitantes se enorgullecen. Lo fue, por tiempo de fundación, cuando en época de repoblación, allá por el siglo XIII se funda como aldea dependiente de la villa de San Clemente, después en tiempos del emperador Carlos V consigue su propio alfoz con término donde el río Júcar marca su recorrido, cinco molinos de distintos propietarios, así como tres barcas para cruzarlos, “una, en los molinos de la Losa que es propiedad de Hernando del Castillo, otra en los molinos del Losarejo, que es de don Diego del Castillo y la tercera barca, en el Batanejo, propiedad de don Juan Pacheco señor de la villa de Minaya y luego marqués de Villena”. Es lugar de la Mancha, cuyo paisaje te advierte de recorridos angostos de un ocre que brilla en dorados por ser tierra de cereales, más trigo que otra cosa, al que luego se le añadirán vides que hacen de su cultivo, vino excelente. Cuando se funda, su población se abastece de un pozo de agua excelente que está situado al sur de la villa y que se llama de doña Elvira o también llamado de Añalvir, aguas que sanaban a los enfermos. Luego 430 / Pueblos de Cuenca

es lugar de hidalgos, a los que se les considera propietarios de importantes tierras. Siendo propiedad de Alarcón mantuvo su importancia como aldea de fuerte rango, después que don Enrique, el hijo de Juan II se la concediese a San Clemente, para que en 1445 entrase a formar parte del marquesado de Villena. Pero lo que verdaderamente llama la atención de este lugar es la cantidad de aldeas, caseríos y despoblados con los que cuenta en tiempos de fundación y de dependencia real, allá por el siglo XV. Así, la aldea de Villar de Cantos, la de Simarro, la de Benitez o Ródenas, cerca del río Júcar, las casas de Meneses o la Cañada del Río, luego los agricultures de Pozo Amargo que llaman la Cabezuela y que es aldea de este lugar, luego la de la Loma, tal vez los de El Puente de don Juan y de El Carmen, sin olvidarnos de la casa de recreo de El Peñon, con huerta, cubo y albergue del guarda. Es, sin duda, una de las poblaciones más importantes de toda La Mancha, pues a todo este caserío de dependencia le determinaba una compleja administración, en la que sus ochenta casas de hidalgos estaban bien ejecutadas con dos alcaldes, un alguacil mayor, alférez, diez regidores, dos fieles ejecutores, todos perpétuos, un escribano del Corregimiento y cuatro públicos. Por eso -allá por el XVII-, su parroquial era solemne, el convento de frailes carmelitas al lado del Júcar, donde doña Catalina de Cárdenas residió por tiempo

hasta su muerte, las dos ermitas de devoción pública, como la de San Cristóbal y San Sebastián, el hospital sin renta gracias a la casa que dejó Gil Sánchez de Ortega, en recuerdo de aquellos Villares donde dicen pasaron romanos. Luego población de moros con castillo, la dehesa de la Olivilla que abastecía a todos los del lugar y está, la que marca la diferencia en todo su contenido, su ermita dedicada a Nuestra Señora del Rosario con portada almohadillada y pináculos en los extremos, mientras su espadaña te advierte de su excelencia. Todo puede alcanzar una monumentalidad sin límites. Eso lo permitió el marqués de Valdeguerrero, su dueño en tiempos del XVIII, con palacio de posesión, tal vez queda en el recuerdo aquel mayorazgo que fundase don Juan de Herviás, canónigo de la catedral de Cuenca, o las aldeas que en el siglo XX aún siguen siendo fieles a su territorio censal, tal cual la Casa de la Nava, la Casilla Muela, la Villa Ángeles, la aldea del Simarro, ahora sin gente y casi sin caserío y por recuerdo esas ermitas de San José, San Sebastián, San Roque y Santa Ana. De cerca, sus lagunas, tal vez esos contrafuertes de la ermita que bien llaman la atención, desde luego, su ayuntamiento porticado y, como alabanza de estío, sus fiestas, las del 15 de agosto en honor a la Virgen de la Asunción y las del 14 de septiembre en ese Cristo de la Misericordia al que adoran. No olvidan a la Virgen del Rosario, ni tampoco a San Antón ni San Isidro. De eso sabe mucho su alcaldesa, mujer de la cultura a la que admiro, Anunciación Martínez. Pueblos de Cuenca / 431

/ VEGA DEL CoDoRNo (Los Eustaquios, los Perales y el Perchel) /

Cueva de la Vega, la que primera recibiese a propietarios en esa Edad del Bronce y esos trozos de cerámica que te dan la prueba. Sin que el tiempo pase, un lienzo desdentado y con piedras de muralla, al lado de su cerrito quiere marcar su primitivo poblamiento que, sin más tiempo para conocerlo, ya nos ha conducido a la repoblación del siglo XIII cuando el rey Alfonso VIII, en documento fechado de 1180, cambia la Vega del Codorno, que por tanto ya existe, por la villa de Salcedo a un tal Nuño Sánchez.

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ntre elevadas montañas, un verde valle. ¡Qué decir de este lugar¡ Maravillosa la estampa que divisas cuando has subido el puerto en dirección al nacimiento del Cuervo y en el valle, no muy angosto pero sempiterno, observas el caserío, partido, en barrios, como aldeas enganchadas, al lado de una cueva que da nombre al barrio más conocido, sin que los Eustaquios te inciten a su recorrido, pues el puente te separa de uno, tal cual los Perales y al otro lado, el Perchel. Es lo que en municipio se llama Vega del Codorno, por su río, por su vega, por su historia. Son seis o siete, según se vea –antes ocho- los barrios que llaman a su visita. Arriba, en un alto, la 432 / Pueblos de Cuenca

Este lugar era habitado por pastores cuyos ganados abastecían los pastos que por allí abundaban. Dependiente de Tragacete fue tierra de los Albornoz y, en algún caso, parte de sus montes, del alfoz o Concejo de Cuenca, pues bien se decía en sus documentos: “que no se labren por sí ni por otros.” Lugar de codornices, te hace el apelativo donde los numerosos chozos de pastoreo dan nombre a eso de la Vega y luego, del Codorno. Cierto es que sus pertenencias bailaron de señorío en señorío, pues doña María de Albornoz, su dueña en el XV la transmitió por matrimonios y dotes a la casa de los Hurtado de Mendoza, en este caso, a manos de don Juan, junto a las posesiones de Tragacete y Valdemeca. Pero, de una u otra manera, este bello paraje de abundantes pinadas, de buena leña, aguas en abundancia para pastos en época de trashumancia, fue siempre muy apreciado por los corregidores de Cuenca capital, quienes explotaron sus ganancias por tiempo y forma, tanto, que en documentos nos

advierten de su prestancia, “el concejo de Cuenca tiene la heredad llamada del Codorno, dividida en ocho quintos, arrendandos a diversas personas, y el conjunto de la heredad se compone de lo que se llama Vega del Codorno.” Así, en ese siglo XVIII los llamados ocho quintos son: el Llano de Santa María, la Oya u Hoya de las Yeguas, el de los Rincones, la Herrería Vieja, Pino Chaparro, Fuente Lajo, los Baljugosos y los Mulatones. Entre sus pastos, unas treinta y nueve mil seiscientas cabezas de buen ganado merino pastaba, algunos propiedad de la familia pero entre los arrendadores de estos lugares, destacaba Doña Manuela Cortés, vecina de Molina de Aragón, aquella buena señora que durante bastante tiempo tuvo en marcha la Herrería que tanto abasteció a los talleres de forja de la Sierra, trayendo el buen hierro de la Cueva. En tiempos, otra herrería le hizo sana competencia, pues construída en el Quintillo por Joaquín de la Sierra, abasteció a la Real Fábrica de Lata de Salobre de la Sierra de Alcaraz. La Vega, se independiza en el siglo XX, mantiene su Dehesa del Vasallo, sus ocho barrios que ahora lo conforman: El Collado, los Demetrios, los Eustaquios, el Molino, los Perales, el Perchel, el Tío Miguelete y el Barrio de la Cueva. Su iglesia dedicada a la Virgen de los Dolores, sencilla, humilde, con mampostería pobre y algunos sillares en las esquinas, está enaltecida por su espadaña como símbolo de devoción constructiva.

En el recuerdo, aquellos barrios de antaño, que arrinconaron prestancia en su gente, dedicados a la madera y al pastoreo y que, ahora, guardan la añoranza, tal cual, Las Chorreras, el Gregoriete y el Puntal; pero que en turismo apreciado nos lleva el camino hasta la Tobilla, o en ese Centro de Interpretación que pronto albergará la Herrería, sin dejar de lado, su Cueva, la que cumple, año tras año, esa excelencia de su Belén Viviente. Desde el año 1967, los propios vecinos de este lugar, barrio a barrio, hacen su Auto Sacramental escrito por Carmen Conde, al unísono de los preparativos de Ana, de Blas con la iluminación y, Eugenio ayudando a llevar el boj que oree el lugar de la Cueva, el crepitar de la hoguera donde se asarán las patatas y cuyo humo ambientará la casa del Belén. La Virgen María y San José, en tiempos modernos, al uso de esos villancicos ancestrales, de blanco, ante la paja que alimenta el suelo, la ténue luz, sus semblantes bien perfilados y entonando eso de: “Ha de parir un chiquillo, rubio, blanco y encarnado y ha de ser mi pastorcillo para guardar mi ganado, y a la noche cuando venga ha de tener su guisado, un plato de picatostes y un jarro de vino blanco, y una cama de colchones para si viene cansado.”

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/ VELLISCA /

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n una elevación, alrededor de un terreno algo abrupto se halla esta población de nombre curioso y del que poco sabemos sobre su etimología. Sin embargo, tal y como sucede con la mayor parte de las poblaciones de la Tierra de Huete fue fundada en los años de la repoblación cristiana, una vez reconquistada la zona a las tropas musulmanas aquí afincadas por largo tiempo.

Escudo español mantelado. En el campo diestro, de gules, el emblema del escudo municipal de Huete (Vellisca fue antigua aldea perteneciente a la jurisdicción de Huete): en campo de gules un creciente en plata adiestrado, acompañado de un león rampante en oro, fileteado. En el campo siniestro, de gules, el escudo de los Melo, marqueses de Vellisca. En punta, en campo de azur, una roca en su color, donde aparece un manantial, que abasteció de agua a la villa en sus primeros siglos. Superada la roca de un relicario en el que se contienen las reliquias de la cruz de Cristo que guarda su iglesia parroquial, como símbolo de la religiosidad de un pueblo. El escudo va timbrado por la corona real, por pertenecer al reino de España.

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La sierra de Altomira le define como orografía, tres arroyuelos la riegan, los despoblados de Navahermosa y Vellisquilla, desde tiempos inmemoriales, abastecen censalmente su municipio, el cual fue independiente desde que el rey Felipe II, en el año de 1578 le diera título de villa gracias a la compra de sus privilegios, excenciones y capacidad de ejercer justicia por sus vecinos, con la cantidad de un millón ciento ochenta mil maravedíes, una cantidad muy alta en aquellos tiempos. En esos momentos, comienza a edificarse su iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Se hace de una sola nave, con paredes de piedra, una bóveda que la cubre, torre, tres altares y un retablo de pincel y talla mediano. Sin embargo, son tiempos de fuerte devoción pues cinco clérigos servirán, teniendo en cuenta que también en Vellisquilla se levanta otra iglesia que no sería parroquial. Pero será el siglo XVII, cuando este lugar comience a tener reconocida importancia. Por su término pasa el camino que lleva a los Baños de la Isabela y tiene cruce una cañada real –la de Molina, Sigüenza y Soria-. Estas razones económicas, incitan a sus ve-

cinos y Corregimiento, a solicitar al rey Felipe IV, en el año 1644, los derechos de cuatro regimientos perpétuos, un alférez mayor y una escribanía de número. Todo ello, quedaría confirmado cuando este lugar y sus aldeas, alquerías, montes y dehesas, alcancen el rango de marquesado, según ratificaría el mismo rey, en el año 1646 en la figura de don Francisco Melo de Portugal y Castro, como primer marqués. En estos años, la explotación de la cantera de jaspe encarnado, verde y blanco, cuya fama le lleva a abastecer las obras del Real Sitio de San Ildefonso, otra de yeso también muy afamado, y el cultivo de sus campos y vegas, determinarán años de bonanza. Tal es así, que se levantan dos ermitas, una de ellas la de San Bartolomé al poniente, su patrón, y otra la de Santiago; tiene Hospital, cinco Prestameras, una Memoria fundada por don Pedro Martínez y dos Capellanías. Llaman la atención, sus fuentes, sobre todo, la de la plaza con esos tres caños. En el término, algún abrevadero para el ganado de antaño y a su alrededor, numerosos parajes de alto contenido natural, como las Tinás y la cuesta Colorá, al igual que el Pocillo, nombre que alude a su uso y a su misterio, tal cual sucedió con aquel descubrimiento de los Jaraices, donde la pila y un baño dieron rienda suelta al recrearse en la historia más recóndita.

sin terminar. Sus dos entradas la conforman unas portadas de trazado neorrenacentista, siendo la del norte con platabandas y la del sur, con columnas jónicas y medallones en las enjutas. Hay una ventana ojival con archivoltas y una reja de buena forja de antaño. Dentro, alguna bóveda de crucería gótica la hace más solemne. Es Alcarria, donde el rojizo campo aletea entre parajes de escasa vegetación. Antaño, la estación del ferrocarril rompía el sosiego con la llegada y partida de aquellos trenes, luego la recogida de miel ocupaba parte de sus habituales menesteres. Sus habitantes siempre dieron muestra de gran hospitalidad y sus fiestas provocan la alegría de quienes ven en ellas, el recuerdo a sus tradiciones casi olvidadas. Aquellos botijos a romper en la fiesta de San Isidro, tal vez la chocolatada de esa fiesta femenina de la Virgen del Carmen, San Antón y la tortilla de patatas con chorizo, la Exaltación de la Cruz de Mayo en su día 2, culmen de su fiesta más querida y singular, para llegar a agosto y celebrar San Bartolomé, con la típica verbena, la misa, la procesión y portar el vestido más coqueto.

La iglesia es solemne. Lo es por sus portadas y la suntuosidad de la construcción que parece quedase Pueblos de Cuenca / 435

/ VILLACoNEJoS DE TRABAQuE /

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l corretear del río Trabaque te rompe el silencio de toda esta extensa vega. En mitad de una ladera creció un caserío en tiempos de repoblación cristiana, no más allá del siglo XIII, aunque la tradición nos mantiene que este lugar aparece cuando Albalate Bombarrá –núcleo poblacional de origen musulmán- se divide en dos aldeas dando lugar a las dos poblaciones; Albalate de las Nogueras y Villaconejos de Trabaque. La abundancia de conejos le definió en su topónimo y como villa adoptó el nombre que le ha hecho reconocer tiempos modernos. Es tierra afamada por la artesanía del mimbre. Su color rojizo airea el brillo ante los días soleados cuando, tendido, espera su cura manufacturera, haciendo de él, canastillos, cestas, muebles y todo tipo de ricos enseres en arte y funcionalidad. Tal vez, empezase tarde con ello, pero su raigambre le ha hecho alcanzar buena fama. Hay un caserío bien ideado. Desde el altozano –entrando desde la dirección de Cañaveras- el pueblo tiene bella presencia, altanera si cabe, donde la iglesia de San Juan Bautista se adueña de ese altozano. Luego, el río Trabaque abre otro barrio que llaman el Otro Lado, donde la ermita de la Concepción, construida en el XVIII ampara a las numerosas cuevas de vino, bien adinteladas por los vecinos para recoger buen caldo y degustar buenas meriendas al son de un buen retintar de cancioncillas ya olvidadas. “El gavilán ha venido/ de la Sierra a este lugar,/ la mejor chica del pueblo/ dicen que se va a llevar. Eso fuera si no hubiera/ mozos en este lugar/ que salieran a las eras/ a matar al gavilán” 436 / Pueblos de Cuenca

La antigüedad del lugar es notoria. En los parajes de la zona algún resto siempre ha advertido de que aquí debió de haber poblados de Edad Antigua. Tal vez, en el cerro del despoblado de los Villares, camino de Priego, donde restos oseos, cerámica y algún que otro objeto de ajuar encontraran a camino del arado. Da igual por aquí, que por aquel otro sitio llamado Fuente de los Baños, cerca de Albalate o La Perejila, porque de una u otra manera, recorrer esos caminos donde los chaparros y las sabinas abundan y donde la serenidad del encuentro queda ensimismada al visualizar ese cromatismo alcareño tan propio, nos hace flirtear con el entorno. El siglo XVII es el más álgido en todos los sentidos. Su iglesia ha sido totalmente acabada, con su portada de triglifos en el entablamento por un lado y luego por el otro los pináculos de corte neoclásico, separados por ese óculo cuatrilobulado muy propio de las parroquiales del siglo XVII en toda la Alcarria conquense. Como alminar, su espadaña de dos huecos para campanas y un tercero en mitad, curioso, donde el arte barroco dejó su ligera huella. Por entonces tres ermitas, la de la Magdalena, la de San Sebastián y la de San Marcos. Sin embargo, ahora, solo hay una llamada de la Concepción, edificada en el XVIII. Su puente, importante por la trascendencia de su pasado, la fuente con abrevadero, los recorridos por las cuevas con sus puertas adinteladas y, ahora, bien conservadas en su interior, la espadaña de la ermita de la Concepción, el corretear viendo la casona, los recordados molinos harineros, -uno de los dos, de

aceite-, sus seis alambiques para hacer buen aguardiente, con sus otros tantos lagares, los telares y sus famosos lienzos de estameñas y bayetas, para que sus trajes regionales, los mismos que ahora lucen las Rondeñas de este lugar, en música, danzas y buenas coplillas, mayos, músicas y ese excelente cancionero del que siempre han hecho gala. Curiosamente, ya en el siglo XX, la fundación de un convento de benedictinos con objetivos rehabilitadores alternó el paisaje, haciendo del entorno más solemne por reencuentro, no sin antes, advertir de su escaso tiempo de permanencia. Por eso, sus parajes te seducen entre la historia y la belleza. Patear la cueva del Boquerón, bordeada de olivares y viñas, acceder al Barranco de los Horcajuelos, por donde anduvieron celtíberos, al lado de la Peña de Nido y la Peña de los Doce Apóstoles y vislumbrar entre vallejos esos chozos de pastores, puede llegar a embelesar y abrumar. Sus fiestas son muy populares en toda la comarca. Tanto las de junio, San Antonio y el patrón San Juan Bautista, como las de San Roque en agosto para hacer participe a todos los pueblos que la circundan. El 8 de diciembre celebran a su patrona, la Inmaculada Concepción, lo hacen por y para su ermita, recreándose desde antaño en esa fiesta devota, querida, sentida por todos los de la comarca. Por eso, suena en el lugar esa Cancioncilla de Ronda que bien acaba con “hay mi niña bonita, la que más quiero, porque a la ronda, ronda, a la ronda sí, a la ronda niña, ya puedes salir.” Pueblos de Cuenca / 437

/ VILLAESCuSA DE HARo /

H

ay lugares en nuestra geografía provincial que merecen un obligado alto en el camino. En alguno de ellos, el arte alcanza el mayor contenido ornamental entrecruzado con el sentimiento religioso que abocó en tiempos de la Edad Moderna, buscando en la devoción la mayor expresión artística de los grandes hombres del Renacimiento y el Barroco. Eso lo encuentras en este lugar, Villaescusa de Haro, pueblo de los obispos por ser cuna de numerosos prelados –diez en total- en tiempos de Don Diego Ramírez de Fuenleal, el más reconocido de todos. Pero es que este lugar es excelente en historia y en arquitectura. Camino de la gran noble puebla de Belmonte, encuentras una Villa Excusa dentro del territorio de Haro. Nacida en tiempos de repoblación como aldea dependiente de la Orden de Santiago con cabecera en 438 / Pueblos de Cuenca

Uclés, fue declarada villa en tiempos del maestre santiaguista Don Fadrique, en 1387, pues como tal empezó a gobernarse con Fuero de Cuenca. Sin embargo y aunque tuvo tiempo para ser capital de concejo con las aldeas de Haro, Villar de la Encina, Carrascosa y Rada bajo su jurisdicción, es, en tiempos de los Reyes Católicos cuando quedaría exenta de toda jurisdicción gracias al pago de doscientos cincuenta maravedíes que la harían libre. Después, pertenecerá a Ocaña por ser capital de la Orden, religiosamente al arciprestazgo de Belmonte y jurisdiccionalmente a la Tierra de Cuenca. En su extensión, incluida en La Mancha, adecua su contenido a esa formación en ocres y dorados al sol, como territorio de emblema. Villaescusa, es tierra antigua. Lo es, por muchas razones. Fue llamada Fuentebreñosa, fundada cerca de un cerro con un rico manantial que le abastecía, luego en tiempo de los visigodos cambiaría de lugar, asentándose ya en este mismo que en época de repoblación fundase territorio. En sus proximidades, el castillo de Haro, solitario nos recuerda su bonanza y tiempos lejanos de gloria, y en su comarca abundan despoblados que tuvieron su prestancia, pues el del Castilmuño, Encabalgador, Cerezo, Giliberte y las cuevas hondas de las Horadadas, cavadas en piedra de yeso, con varios caños, dan verdadera prueba de ello. Los tiempos guardan hazañas, por eso la Cañada de la Batalla, cerca de Haro o la Huesa de Palenciana, majano que está camino de Belmonte. Las aguas del río Záncara cruzan su término por el extremo sureste, lejos queda el cerro de Orgaz donde se

descubriese una mina de plata dando el nombre a ella de Nuestra Señora de la Encarnación, conocido hoy por el paraje de los Tesorillos, haciendo de este lugar y sus cerros vigías que la adornan como preciosa villa en tiempos del XVI. Ahora bien, amigos, donde Villaescusa es bella, es desde luego en su caserío, en su arte, en su monumentalidad religiosa y civil. El entramado de calles, algunas nobles, alberga edificios importantes. Entre sus plazas, la mayor con el Pósito y su ajardinamiento actual dándole entrada su arco de sillería que ajustaba el caserío en aquellos años del XVI, realzando todo el entramado. Pero es su iglesia la que dignifica el lugar. Dedicada a San Pedro Apostol, de traza concatedralicia en sus pináculos y arbotantes, es excelente en su construcción. Una verdadera obra de arte arquitectónico que encastra su edificación al lado del palacio de los Ramírez de Fuenleal, ahora Ayuntamiento, tal vez el palacio de ese marqués de Moscoso, la Villeta, esa Casa del Curato en piedra solemne, el convento de las Madres Justinianas con su iglesia del Santo Cristo, las ruinas del Claustro de los Dominicos o convento de la Santa Cruz, la ermita de Santa Bárbara, sin olvidar aquella fuente romana que queda y el edificio que iba a ser la primera Universidad de Castilla, iniciada como colegio por el propio obispo Ramírez y abandonado a mitad de su construcción por la ingerencia indecorosa del cardenal Cisneros. Ahí estuvo la clave de lo que hubiera podido ser este núcleo castellano.

Por eso, este lugar ha sido cuna de hombres ilustres, pues en ella, Priores santiaguistas como Julián Ramírez, el que fundase el tercer convento carmelita en Uclés, antes en Mazarulleque, luego don García Ramírez Guillén, último prior perpétuo de San Marcos de León, el afamado don Diego, fundador del Colegio de Cuenca de Salamanca, luego otros tantos obispos de la familia hasta doce, o Fray Juan de Yuste, general de los Jerónimos y, ya en la modernidad, el que a bien tengo de hacer ilustre mención por su ciencia, Don Luis Astrana Marín, han visto la luz y han hecho grande su historia para el mundo. Por eso, para mí, Villaescusa tiene dos baluartes que abanderan su solera. El tal Astrana Marín, erudito del XIX, hombre de la literatura más profunda, crítico, prólifico traductor de obras, biógrafo de los grandes maestros universales, conocedor de los escritores clásicos. Pero, el otro baluarte y, sobre todo, como muestra de la belleza en el estilismo puro de un Renacimiento solemne, es su Capilla de la Asunción. Maravillosa hechura. Declarada de interés monumental incluida en el catálogo de los Tesoros nacionales, fundada por Don Diego Ramírez, en 1507, con su planta cuadrada reducida a octógono por medio de trompas en el arranque de la bóveda de crucería con esos tres arcos góticos que le dan entrada y su hermosa reja. Junto al altar sus estatuas orantes de los sobrinos del fundador, su retablo tallado en madera renacentista, los remates en pináculos externos y un maravilloso conjunto que no puede pasar sin ser visitado. Es una joya de nuestra riqueza provincial, inolvidable en su visita, pues no con relatar queda así conceptuada, hay que visitarla sin excusa alguna. (P) Pueblos de Cuenca / 439

/ VILLAGARCÍA DEL LLANo /

bulencia entre Isabel la Católica y la Beltraneja –su sobrina- que en guerra fratricida se enfrentan por la corona la determinará su dependencia de Villa Nueva de la Jara como la mayor parte de estas aldeas. Pasará el tiempo y La Jara con todas sus alquerías, ocupa independencia de Alarcón, se enfrenta a Iniesta por litigio de jurisdicciones, se fortalece ante el Castillo de Garci Muñoz y en ello –sufre frente al marquesado de Villena-. Todo este recorrido marca el mapa histórico de esta extensa comarca manchega o manchuela.

L

a Manchuela te abre un amplio horizonte y cubre espacios inmensos donde aldeas o caseríos con nombre de Casas de…, llena los predios que en tiempos del medievo fueran ocupados por gentes del Norte aquí llegados. Hay muchas alquerías, ahora despoblados en gran parte, que apenas tienen historia antigua escrita. Desde la Iniesta íbera y luego, romana, hasta el Alarcón cristiano que reconquistase Alfonso VIII, una infinidad de caseríos fueron ocupando estas tierras llanas y de buen cultivo. Luego, en tiempos de tur440 / Pueblos de Cuenca

Aquí, entre estos parámetros jurisdiccionales, hay uno de esos caseríos que bajo el titular de Gil García, abreviado documentalmente como Gilgra y que como giligotes sus habitantes, aparece censado en tierras de la Jara. Este primer poblado hace hacienda en el siglo XIV y sin parroquial alguna, asisten sus avecindados al lugar de Iniesta para cubrir sus necesidades religiosas. Este hecho obligaría a un fuerte litigio por el que los concejos de Villanueva e Iniesta apelan al rey para obtener los beneficios de esta aldea, siendo la Jara el que, por derecho, mantendría su propiedad tributaria hasta 1665 cuando un privilegio real le concedrá título de villazgo e independencia con el nombre de Villa de García. En el siglo XVII, todos los lugares ejercieron un desarrollo importante. Se construyeron la mayor parte de sus ermitas, crecieron los actos religiosos y aquellas iglesias en mal uso fueron mejoradas. Villa García, para otros Villa de Gil García, de reciente

creación independiente, tenía parroquial desde un siglo antes, con advocación a Santiago Apóstol, asimismo, tres ermitas patronaban en el lugar, tal cual eran la Concepción, el Niño Jesús y Santa Ana. Su vecindario aumentó, acogiéndose censalmente los que vivían en Casa del Olmo. No muy lejos, la aldea de Madrigueras también reformaba su jurisdicción independiente. Pero este lugar se hace grande en el XVIII y se hace, gracias a uno de sus hijos, el ilustre don Alonso Nuñez de Haro y Peralta, Colegial que fuera de Españoles de Bolonia, gran erudito en las letras y cuyas canonjías le llevarían a ostentar las mitrales de Toledo, Cuenca y Segovia, para llegar a conseguir el Arzobispado de Méjico donde hizo grande su erudición y poder. Es su mano la que abre nueva iglesia parroquial, modificando la primitiva y haciendo un edificio único en la provincia, con ese estilo colonial influenciado por la California mejicana, con ostentosa fachada flanqueada por dos hermosas torres gemelas y con tres hermosas naves de grandes dimensiones. El interior te realza por su decoración. Allí, las pinturas que le decoran son lienzos ovalados que ocupan las pechinas de la cúpula. El coro con carpanel, las cuidadas bóvedas, los medallones de estucos, el altar mayor, todo en espacioso relicario devocional. Pero, resalta ante todo, ese lienzo que ocupa la sacristía, dedicado a la figura de su gran hacedor don Alonso Nuñez de Haro, el que vestido con ropa episcopal, altivo, mantiene una amplia leyenda biográ-

fica de quien hizo grande a este lugar. A los López, Portilla, Jiménez que aquí tienen ascendencia, los Haro y Peralta son de recia hidalguía desde entonces, tal cual sus cargos como corregidores de Iniesta, vicarios y grandes hacendados han hecho recorrido solemne. El lugar, con la iglesia nombrada, el palacio de los citados Haro y Peralta, el Ayuntamiento, aquel edificio que fuera Hospital, alguna casona de solera, la plaza remozada como centro neurálgico, los despoblados que en mitad del XX censaban como la Casa de Botas, de la Carretera, la de Patrón, la de Pozo, la de Tendero, la de Don Pedro, García, Monasor, Sierra, Nueva del Llano y los de la Muela. Por ese llano, su hábitat y su cultivo, de ahí que en 1917 el apelativo orográfico le diera el actual nombre de Villagarcía del Llano que hoy rige como tal. En octubre su “despertá de la pita” se ha hecho reconocido en toda la comarca y en su devoción a la patrona, Virgen del Rosario, el tambor, la pita y el recorrido de la bandera con su baile recuperado en la década de los ochenta conforman el proceso festivo que le adorna y que, ahora, por exigencias del reencuentro ha pasado a agosto para que todos, los vecinos y emigrados, puedan mantener su regocijo entre sentimiento y jolgorio.

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/ VILLALBA DE LA SIERRA /

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quí el padre es el Júcar. Ampuloso, soberbio, dueño de aquellas maderadas que por su cauce desfilaban bajo las manos de expertos gancheros. Sus riberas son elegantes, juncales y chopos esencialmente, alimentando praderas donde ganados, mimbre y ahora girasoles, abren su fruto al viento. Se retuerce después de ofrecernos, en su descenso, maravillas pétreas como el Ventano del Diablo, tal vez misterio en esas pozetas que antes de llegar a la barriada del Salto con sus excelentes casas y ermita, rasgan con el agua fría como un témpano. Y luego ese meandro señorial en ese paraje que advierten todos los jóvenes y que a bien llamamos el Tablazo. Todo aquí es naturaleza. Villalba es el final de la Sierra camino del Campichuelo. Entre sus parajes, los montes alcanzan elevaciones impenitentes entre grandes pinares, tales como la Dehesa de la Nava, el monte Cabeza Carrascosa y la Dehesa Nueva Carrascal. Entre hondonadas, amplios valles, uno de ellos con territorio aflorado de maravillas naturales y jurisdicción propia, el Cambrón, en su mundo selvático, con restos del convento de frailes, los manantiales, la frondosidad de sus sielvas y, abajo, el caserío, ahora renovado totalmente pues casi nada queda de antaño, sus ermitas de San Sebastián y San Toribio, en la memoria, y brillando por su arquitectura en esa transición del románico al gótico, su parroquial dedicada a la Natividad como precioso templo.

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Este edificio es solemne con esa curiosidad que determina estar construido de piedra de toba, con un ábside que mira hacia la Sierra de las Majadas, la que envuelve su aúrea, con los canecillos de su testero, la puerta de entrada y esa otra tabicada, la cual diera las directrices del origen del templo. Altivo por estar, si cabe, más alto que el nivel de la calle que bien llaman de la Iglesia, su espadaña de tres ojos, el superior pequeño sin uso de campanas y dando la originalidad que no se repite en otro lugar de la comarca. Dentro, los escasos restos de su alfarjía, bóveda de cañon, cúpula de media naranja, su extraordinaria pila bautismal con cenefa de trenzado en la parte superior y arcos reblajados cubriéndola toda.

En mi mente, el Salto, el mismo que inaugurase Alfonso XIII en 1926 y ahí, el recuerdo de mi tío Merce andando siempre “ a cuerpo de luz”, nunca mejor dicho. Ahora, el campo de golf, las casas rurales, el Nelia remozado, los nuevos chalets y casas adornadas de nueva hechura hacen de Villalba parada y fonda.(P)

Sigo recordando este lugar de Villalba, pues mucho tiempo tuve para andarlo junto a mi hermano. El olmo de la plazona, desaparecido por aquella enfermedad, la calle Jorge Almagro, el manantial de Vallehondo, la Casa Flores y aquellas gachas bien “tirás”. La plaza de la Fuenta Vieja donde bien se reunían los abuelos a contar anécdotas de antaño, los dulces de Perea -renombrados en toda la comarca- y la celebración de la Pilarica en ese cuartel que colgaba sobre el Tablazo en un paisaje extraordinario. En el corretear del tiempo, su fiesta de San Antonio hacía evocar tradiciones de antaño, luego andabas el camino, cruzabas el Villalvilla y te adentrabas en sus huertos y majanos.

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/ VILLALBA DEL REY /

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ste lugar es de la Tierra de Huete. Sin duda y al nombre atiendo, su origen proviene de época de repoblación cristiana, al igual que todos los de la comarca. Cierto es que durante gran parte de sus primeros años de vida dependieron del alfoz de Huete y tomó este topónimo de ser Villa con caserío blanco, tal vez la abundancia de yeso en su término también le ayudara, más luego bien llamado Villalba de Huete mientras dependiente estuvo. Pero creció el lugar, se pobló su caserío anejo de la Alcantarilla, aumentó con otros como Juarros, Cogollado, Mercaditas y Moralejas, y ese fue el momento en el que consiguió su independencia pagando buenos maravedíes al rey en ese año de 1441. Los documentos nos hablan ya de Villalba del Rey y comienza el periodo más reconocido pues comenzó a edificarse su iglesia dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, con tres altares y una preciosa torre que le hace visible a muchas leguas de distancia. Sin embargo, el siglo XVI es el de mayor religiosidad y buena vida en el lugar. Se construyen sus ermitas, tres, la de la Concepción, la de San Sebastián y la de Santa Bárbara, aunque luego en el XVII la de Nuestra Señora de la Alcantarilla tiene culto y devoción. En estos años aumentó el caserío con casas de labriegos, colmeneros y pastores. Siete clérigos habitan en el lugar según el libro de Visitas, la iglesia acaba de construirse y su capilla de la Virgen de los Portentos aglutina la devoción del pueblo. El paisaje lo envuelve esa Sierra Mediana con elevaciones cubiertas de mata baja, carrasca y roble que 444 / Pueblos de Cuenca

dan tonalidades distintas a sus tierras bien regadas por las aguas del Guadiela y Gaudamejud con otros arroyos que hacen crecer a sus cereales, algún girasol y huertas próximas al caserío. Recuerdan algunos como este lugar se hizo famoso por criar mulas o muletas, luego ir a venderlas a las ferias de Castilla, incluso a León, donde eran bien afamadas. No se porqué, bastante tierra de su término fue propiedad del duque de Hijar quien luego vendiese, y una curiosidad, en tiempos de la segunda República este lugar pasó a llamarse Villalba de la República. Pero los tiempos que son dueños de la historia han hecho del lugar punto de encuentro. Ahora, cabecera de la mancomunidad del Guadiela, encierra tradiciones mantenidas desde antaño, en su ermita de la Concepción, de origen románico, se guarda la esencia de tiempos inmemoriales, igualmente el interior de su parroquial donde el retablo mayor, bien compuesto y con resabios renacentistas, impregnan imágenes en tabla de buen pincel de su tiempo, alardeando en esa cúpula sobre pechinas de su capilla de la Virgen cuyos portentos son recordados. El recuerdo a aquel canónigo de nombre Juan Loperráez, autor de la descripción del Obispado de Osma en el siglo XVIII, y las tradiciones que siguen siendo su baluarte nos avisan de que este lugar vive y crece. Eso lo sabe San Sebastián, el 20 de enero, cuando sus Danzantes hacen el Paloteo solemne, en esos Peludillos y Padrenuestros, tal vez sus coplillas al

Santo, a las plagas, a las bonanzas, para luego comer ese guisado junto a Santa Inés, con albóndigas, pucheros bien olorosos y ollas a cocer. Sus Danzantes a San Sebastián lo hacen demasiado bien. En vísperas, habiendo dejado la aceituna, los rezos y los paloteos reavivan y en buena voz dicen: “Con cánticos de alegría clamamos al Dulce Sol, Sebastián afortunado de Villalba eres Patrón.” Por eso, ante su espléndida imagen del Santo, talla de tamaño natural, con su banda roja con dibujos de oro, colgadura de aquel mantón de Manila y su tradicional rollo de pan que le acompaña en cada momento, todos rinden pleitesía. Después, al día siguiente, Santa Inés, la subasta en las puertas de la ermita. La Plaza Mayor, el baile constante, el Alcalde de la Danza –Marcelo desde hace muchos años- la procesión, la puja, la devoción, el sentimiento. Pero queda su patrona, en septiembre, cuando esos primeros días bendice la Virgen de los Portentos, con sus vaquillas y peñas, verbenas, procesión, jolgorio. Ahora, las ermitas de San Isidro y Santa Bárbara, bien arregladas, con buena vegetación adornando la devoción mantenida, sus esculturas modernas de un buen autor aquí nacido, sus nuevos tiempos, industrias, su molino blanco, su buen aceite con denominación de origen alcarreño, su calle Ramón y Cajal y el progreso que se advierte.

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/ VILLALGoRDo DEL MARQuESADo /

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stá claro como los topónimos nos advierten siempre de un importante pasado en muchos de nuestros pueblos. Aquí bien significado está, pues Villalgordo por eso de su terreno y luego del Marquesado por ser tierra de aquel Pacheco que fuese marqués de Villena en tiempo y forma. Pero, sin duda, este lugar tiene mucho y rico pasado. El origen, incierto, pero embacucado en ese deambular de la historia, provocado por aquellos primeros pobladores que llegaron y asentaron cultivo en ese Cerrillo Redondo, al lado de un rico manantial que después fuese llamada Fuente Gimeno, cerca de donde “piedra del rayo” y allí se hallase para la curiosidad del vecindario. Compartieron vivencias con el Cerro del Burracal y el Cerro de las Zorras, el Juncal y Cerro de la Cruz, todo en un todo, buscando crear lugar de poblamiento y que, como nómadas, anduvieron por siglos, arriba y abajo. Sin embargo, cuando verdaderamente aquí se hace pasado es, en esa época romana, pues no tendríamos más que andar ese camino, bien arreglado ahora, que marcase en tiempos la vía secundaria de Cartago Nova a Complutum, pues una vez dejada la Ventilla el camino se bifurcaba y uno de ellos bien pasaba por este lugar de Villalgordo. Pero ahí, en esa Ventilla pudo haber constancia cierta. No hay duda que algo les trajo a estos romanos para crear espacio de paso y estancia y eso, claro está, nos lo trae ese lapis especularis o yeso de espejuelo en ese Camino Viejo o Espejillo.

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El tiempo pasa y las sepulturas de Mahoma o las Chozas abren paso a la reconquista, momento trascendente porque es ahora, cuando este lugar tiene origen de pueblo. Villasequilla antes, Villar o Villalgordo después, repoblada la zona, más tarde en tiempos de don Juan Manuel, dentro de su señorío, recitado en su Libro de Caza y luego parte de algunas Villas que consiguieron su independencia señorial, tal cual Villarejo de Fuentes, al que según algunos documentos pertenciera esta aldea de Villagordo. De una u otra manera, es en estos años del XV y luego XVI cuando este lugar se hace grande, siempre dependiendo de señorío o marquesado, pues el de Villena le da el apelativo que complementa su topónimo –del Marquesado-, es momento en el que se fortalece el lugar en amplio caserío, se completa su parroquial, iglesia que primero se llamará de Nuestra Señora de la Asunción según la visita de 1569, pero que después siempre aparece como de Nuestra Señora de los Remedios, en esos años posteriores cuando, curiosamente, se cita como lugar del conde de Cifuentes, siendo cura párroco Benito Calleja y haber una Prestamera de don Pascual de Aragón. Retablo primitivo de Gómez el Viejo, luego la crucería de piedra del cantero Rodrigo de Pedrosa, capilla lateral de los Liébanas, torre señorial de dos cuerpos, imagen de la Virgen de los Remedios, sedente, de madera y con el Niño sentado en la rodilla izquierda, el Santo Cristo de la Vera Cruz, el precioso

retablo barroco actual y así, una descripción de una riqueza que todos sus habitantes sienten con orgullo. En la Placeta, el Palomar, la calle de las Cuevas, antigua, donde allí habitasen los primeros pobladores dedicados en gran parte al cultivo y pastoreo, luego la plazuela de la Solana o la calle Yedra, en todas su color blanco que enaltece, a lo lejos la Trasierra y la Dehesa del Robledal, en censo del XX, los Villares y

Villaseguilla, ahora despoblados, los chozos de pastores y sobre todo, sus tradiciones. Las fiestas son el alma del pueblo y aquí lo son, sin duda. Su fiesta de San Blas con su comida en el campo donde lucen las sardinas y sus patronales al Cristo de la Vera Cruz, todo un reencuentro.

/ VILLALGoRDo DEL MARQuESADo /

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/ VILLALPARDo /

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ació al amparo de la gran villa de Iniesta, la más antigua de la provincia de Cuenca. Al igual que Villarta dedicó su actividad al cultivo de la tierra que por aquellos lugares es llana. Sin embargo, el cultivo de las viñas empezó a ocupar la gran parte de la actividad de sus gentes y en ello se establecería su economia que ahora, alterna con olivos y sobre todo, sus almendros. Este lugar está situado en un llano pero en su término encontramos parajes naturales de ensueño, pues las Hoces del Cabriel están a tiro de piedra. La Rambla de San Pedro o Pero Yoma es una rambla que atraviesa la carretera que une Villalpardo con Minglanilla donde la vegetación autóctona y un puente de traza antigua nos conduce a época musulmana, recordando aquel posible castillo del citado Pero Yoma. En su caminar, los recuerdos de antaño perviven y se alimentan cuando nos encontramos con la Rambla de Consolación, aquella que discurriendo por el paraje de El Rato nos trae a la memoria su molino de tiempos pasados. El Sitio de Consolación es el reencuentro con la devoción más sentida. Su santuario con una hospedería de los siglos XVII y XVIII en esa tradicional construcción manchega reúne, año tras año, a todos los fieles devotos de estos lugares, Minglanilla, Villalpardo, Villarta y la Pesquera. Su situación a mitad de camino y sus descansos obligados en lugares emblemáticos como el Pocico de la Virgen para dar agua a los romeros de Villalpardo o el Humilladero

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donde éstos se encuentran con los de Villarta y charlan en amenizado encuentro. Es un recorrido de ensueño que se repite y en él, los jóvenes de uno y otro lugar, piden librar su soltería, tal cual en la Cruz de Piedra o tal vez en la Fuente de los Caños cuya agua arregla el cutis de las mujeres que acuden a El Sitio para pedir a su Consolación para todo el año. Entre Consolación y Vadocañas, con los restos de sus cuatro molinos de agua y la Venta de Postas, este lugar de Villalpardo resiste al tiempo y endulza sus bellos paisajes con la flor del almendro cuando embauca todo el horizonte de sus tierras en esos meses de febrero y marzo. Llegas al caserío, que aunque no muy notable, rodea a su iglesia parroquial dedicada a San Pedro Advíncula, empezada a construir en el XVI y acabada en el XVIII y, aunque su tipología es normal con planta rectangular y una sola nave tiene especial la conjunción global del mismo, pues su espadaña de tres ojos hecha en sillares y apilastrada le da un toque especial. No muy lejos, un lugar de privilegio como es el Mirador de la Ermita, situado en lo más alto de la población y desde donde se contempla una vista maravillosa de todo el amplio contorno.

otras donde el ribetear de sus ventanales te lleva a ese tipo valenciano que abunda por las tierras de Requena. En algún que otro rincón las esculturas de hierro artesano en figuras de animales o las tradicionales labores están aireando el estupendo trabajo de su autor L. Moisés Cerdán. Así, rejillas, golondrinas, ciclistas, rejas, agricultores, etc., ocupan calles y plazuelas dando un cierto toque de distinción a un caserío moderno. Ahora, sus senderos, sus actividades ciclistas y su club de fútbol conjugan ese ocio que luego airean en sus fiestas patronales. Y qué decir de sus Luminarias en esas Vísperas de San Antón. Hemos dejado la niebla, amanecida en buen día, el callejear de aquel gorrino, su rifa en la festividad del santo o tal vez, en San Marcos según fuese. Pasa el día y al atardecer, en las calles donde se han ido almacenando leña para su fiesta, las hogueras encienden su luz, los dibujos ascienden en humareda constante porque todo se purifica en esa noche especial, las patatas asadas, otras viandas entre medias, el vino y entre todos, correcta devoción a su Santo excelso: San Antón.

En su escudo, la Rambla de San Pedro ya citada, pero también ese pino Llanillo, autóctono y singular por su altura y circunferencia del tronco. Su caserío se ha adecentado con el tiempo, manteniéndose algunas fachadas de corte manchego con Pueblos de Cuenca / 449

/ VILLAMAYoR DE SANTIAGo /

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olvemos a andar por esas Tierras de Santiago, aquellas que en tiempos modernos, siglos XV, XVI y XVII, marcaron su desarrollo agrario, su monumentalidad y su fuerte devoción bajo las encomiendas y las dependencias de Uclés y Ocaña. Habría que buscar su origen como lugar poblado pues ubicado en un llano está bien rodeado de elevaciones que le dan ese toque especial, los montes de Guiquez, Villaverde, Tajado, Dehesa del Toconar, Sierra Mata y Monte de la Villa recubren un terreno, a veces demasiado pedregoso pero que le ha dado una rica agricultura en grandes extensiones, algunas bien regadas por el Zigüela que corre de norte a sur, alimentando esos cuatro molinos harineros que tanta solera dieron a la comarca. Por eso, aunque este lugar pudiera tener su origen en los primeros años de la repoblación cristiana, tierras que el propio Alfonso VIII donase a los santiaguistas que tanto le ayudaron en su conquista, son los siglos XVI y XVII el momento de su mayor apogeo en riqueza, dominio, monumentalidad y progreso. Sin embargo, citan los documentos más antiguos que este lugar pudo alcanzar el rango de Villa, de ahí su topónimo, en el año de 1366, cuando el maestre de la Orden con cabecera en Uclés estimó que así fuese para regirse por el propio Fuero de Cuenca. Sin embargo nunca abandonó la dependencia de la propia Orden a la que estuvo adscrita por su Encomienda.

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El lugar crecerá en extensión y población alcanzando ese rango de Villa Mayor. Entre sus caseríos, el antiguo castillo Dañador que le atestigua su antigüedad en la zona, el despoblado de Carrasquillas en tiempos habitado y Villaverde con su fuente de buena agua y varios pozos para su total abastecimiento. En este siglo XVII, varias ermitas conjugan la devoción popular y son construidas extramuros, tales como la de la Concepción, la de San Antón unida al cementerio, la de San Bartolomé al sur y la de Santa Ana que muy pronto quedaría arruinada. Ahora, la de San Antón, San Cristobal y sobre todo, la de Magaceda – en ese convento de Terciarias Franciscanas de antaño- recientemente restaurada con su singular porche porticado con arcadas, componen ese rico patrimonio religioso de interior y a extramuros. Pero donde este lugar enriquece el espíritu es en su caserío, en la monumentalidad de sus edificios, destacando sobremanera su parroquial dedicada a la Asunción que ahora está declarada de interés cultural. Se inicia la construcción en el siglo XV y principios del XVI, así su traza renacentista empieza a delimitar su bella planta, luego por circunstancias económicas se va avanzando desde un plateresco rebosante a un clasicismo sobrio. Exteriomente, su espadaña es bella, al lado esa escalera de caracol en el ábside que le da el toque especial y diferente, luego sus abundantes detalles arquitectónicos que le dan un especial contenido externo, sin dejar sus columnas corintias, su torre bien acabada en ese es-

tilo herreriano advirtiendo su elegancia desde la distancia. Me gusta su Plaza Mayor, me gusta por lo simétrica, bien cuidada y riqueza histórica que albacea en sus edificios. Allí, el actual Ayuntamiento de la misma época que la iglesia parroquial y que en sus tres plantas de sólida estructura renacentista encierra tanta historia como la propia villa. Siempre fue la Casa de gobierno del lugar. Así, el escudo de los Reyes Católicos ondea en su fachada elegante como edificio palaciego de corte señorial. Comienzas a recorrer sus calles y las casonas palacio te envuelven, todas con sobria construcción, rejería, portones de rica madera, en algún caso amplia balconada, por eso encontrarte con la Casa de la Encomienda, cuya función su mismo nombre indica, a la que también llaman Casa de las Buhardillas por su estructura, pasear por las calles de la Iglesia y Montera o darte de bruces con el Torreón de los Bastimentos y el edifico de la Tercia, te reconducirá a tiempos de gloriosa historia para este lugar tan elegante. Ahora, Villamayor rezuma progreso, sus quesos, sus aceites, sus bien cuidadas balconadas de madera haciendo una de las plazas más bellas de toda la provincia, su Museo Etnográfico bien ubicado en ese Molino de El Labrador, y sus dos grandes fiestas patronales, las de mayo a la Virgen de Magaceda y las de septiembre al Cristo de la Vega, sin dejar San Blas con sus tostones, San Isidro en romería hasta Villaverde, San Cristóbal y Santa Marta. Pueblos de Cuenca / 451

/ VILLANuEVA DE GuADAMEJuD /

S

eguimos en estas extensas Tierras de Huete y digo seguimos, porque son muchos los pueblos de esta comarca de la Alcarria de los que ya hemos hablado largo y tendido. Casi todos, surgieron alrededor del importante alfoz de Wabda, la gran villa de Huete, romana, musulmana y luego cristiana con un rico entorno monumental y un recio pasado histórico. En este caso, en un valle rodeado de montañas, surcado por las aguas del río Guadamejud, río que nos habla de ciruelos en su topónimo, surge una aldea dependiente que luego pasará a ser Villa una vez conseguida su Carta Puebla, posiblemente en tiempos de Felipe II como sucede en la mayoría de los casos y que aquí como Villa recién creada adopta lo de Villanueva y que al ser muchas con el mismo nombre se le añadiría de Guadamejud. Aquí cabagan juntas la historia y la leyenda pues a bien tienen en esos restos fortificados de lo que, según algunos, fuera el castillo del árabe Aben Hud, cabecilla que intentó independizarse de la Kora de Santaberiya y que, tal cual sucede en muchos otros lugares, diese el nombre al río que por allí pasaba. En el siglo XVI, este lugar cuenta ya con 364 feligreses, tiene iglesia parroquial con advocación a San Pedro de Advíncula y atiende el poblado de Montuenga.

El lugar tiene un buen caserío por entonces, un molino harinero que abastece al vecindario, unos treinta chozos de pastores y cuenta con la ermita de la Vir452 / Pueblos de Cuenca

gen de Gaudamejud y la ermita de San Francisco de Asis, un poco más distante, aunque de esta solamente la citan, Torres Mena y Madoz y no aparece en el Catálogo documental de la Diócesis. La parroquial se construye en el siglo XVI y tiene una sola nave con torre de sillería. En su interior tiene una nave labrada también de cantería, obra de Juan de Villa y Pedro del Campo, y tiene madera en su cubierta haciendo un artesonado bello hacia el Presbiterio. Tanto la madera utilizada en estos alfarjes como en los de la ermita de la Virgen fue roturada en el monte Boca Negra del propio término, a pesar de que la mayor parte de su población vegetal es carrasca. En su interior dos retablos excelentes, tanto uno como otro, bien cuidados y en ese estilo barroco que brilla por dorados y alfeitares. Son curiosos los beneficios curados que poseerán –allá por el XVII- Juan Abad, otro el licenciado Bascuñana y por último Francisco de Oliva, el primero y segundo, mayordomos de la ermita de la Virgen. Los Nuñez de Herrera, los Abad, Vera, Gómez Perales y algún Muñoz, son apellidos que desde el siglo XVI abundan en el vecindario y advierten de sus litigios y pleitos contra la Iglesia y entre sí. Como cualquiera de estos pueblos de la Alcarria, mayordomía de Huete, las danzas y el folclore mantienen la tradición mariana al compás del sonido de la pita y el tambor en su procesión de la Virgen, tanto en agosto como el 8 de septiembre, cuando desde

el pueblo ascienden a la ermita y al castillo. Allí, la subasta de las andas y las cintas son ritual emotivo. Igualmente, recuerdan con nostalgia aquellos bailes de la bandera del siglo XVII el día de todos los Santos o la Almoneda en el Carnaval, tal vez, la Candelaria y San Blas, al compás de los rollos de mosto o las hojuelas.

la Madre de Dios ¡Ave María¡”

Porque Villanueva de Gudamejud pidió El Ramo y lo hizo en esa Candelaria citada. Los dulzaineros lo saben, proponen su ritmo luego, los gozos, las candelas, la procesión, el galopeo y la música del baile:

Las esculturas de Florencio de la Fuente, en hierro del bueno, te advierten de estos festejos porque habrá que pedir para El Ramo, esa hermosa rama de pino que bien llevan los hombres por sus calles, llaman a las puertas, recogen, luego sus Mayordomos se ocupan de todo, la pita y la caja sin dejar de sonar, los vítores a la Virgen, la hoguera en la plaza y cantan eso de “la Coronela”, “los Peludillos” o “el Picapedrero”. Todo, bella tradición.

“Eres Santa y Pura, eres una flor la Madre de todos,

Las cuevas de vino y las esculturas de forja conforman un ambiente especial para visitar este lugar alcarreño.

/ VILLANuEVA DE GuADAMEJuD /

Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 453

/ VILLANuEVA DE LA JARA /

aldea de Alarcón primero, Villa Nueva libre gracias a los Reyes Católicos después, en esa loable y valerosa acción de defender a Isabel la Católica un 8 de agosto de 1475. Más tarde, reafirmada en su uso de justicia y horca con Carlos V en Simancas donando sus tributos a la emperatriz doña Isabel, su esposa, o ya luego en tiempos contemporáneos abrigar sucesos en las guerras de la Independencia y la Carlistada. Todo, todo lo aquí dicho, podrían sintetizar parte de su rico pasado.

C

uando uno ha dejado La Motilla, cruzas El Peral, llaneas por esas tierras y retuerces en tu recorrido, ante ti, una inmensa, bella, angelical, gótica y solemne torre advierte de una concatedral que, como basílica en honor de la Asunción allí te espera. Da igual por donde vayas, por este recorrido o viniendo de Quintanar del Rey, lugar que como aldea de aquí dependiese, porque esa iglesia amurallada y almenada es referencia en toda la provincia. Yo no quiero contar la historia de este bellísimo pueblo porque está más que contada. Quizás, el que como 454 / Pueblos de Cuenca

Yo, amante del contenido monumental, seguidor de la tradición, defensor de la cultura y recóndito caballero del buen costumbrismo, quiero recalar y reforzar la idea de que en este lugar de La Manchuela, el más monumental y bello en su trazado arquitectónico, también, -por eso del uso de la razón y la suerte-, es uno de los pueblos más cultos en referencia al paso del tiempo vivido. Lo es, por tradición, por aposentar convento aquella Santa de Cepeda y lo es, por religiosidad y por estampa y de eso sabe mucho, la Virgen de las Nieves, su patrona, fiel a la enseñanza como cultivo de la mente, por eso aquí tuvo a bien nacer y recalar su ingenio ese Alfonso Clemente de Aróstegui, creando Colegio de Gramática o Latinidad. Es, pueblo ansioso en mantener su monumentalidad. Lo es, por muchas razones. Primero el que varios nobles e hidalgos, aquí nacieran y construyeran eso que llaman casonas y otros palacios o palacetes, porque muchos están por esas calles bien delineadas en un trazado casi perfecto que muere en su Plaza Mayor. La calle José Casanova es privilegiada en ello. En su

plaza, el Ayuntamiento del XVI, su Torre campanario renacentista con esa parte baja que en arcada te da acceso, el antiguo Pósito, la Torre del Reloj y la posada Massó, también claro exponente de la construcción manchega al uso de su balconada corrida. Entre la calle del Mercado y la iglesia, Villa Enriqueta, neoclásico trazado que fuese palacio en ladrillos de colores. Aquí hay de todo y todo especial. Por eso, Santa Teresa en el siglo XVII decidió, con buen criterio, edificar su convento número trece haciéndolo en ese edificio de Santa Ana. Otros, después, eruditos en artes, letras y cánones, tuvieron a Villanueva como referente en todas sus ocupaciones de Corte: tal vez, podríamos hacer un recorrido de fantasía e imaginar como el célebre Cardenal Alfonso de la Cueva, paseando por sus callejas, tuvo a bien entretenerse con don Francisco Valero y Losa, arzobispo de Toledo. Juntos, en larga plática, en la plaza y frente al Pósito se encontraron con don Francisco Zamora y allí, hablaron de Capellanías, mientras un poco más abajo, Meliano Peraile como narrador, contaba cuentos a los muchachos. Y es que, daría igual, andar hacia arriba que hacia abajo, ilustres personajes encontraríamos por todos los rincones, sin olvidar aquellos hermanos Aróstegui, todos beneficiados de canonjías y paladines de Gramática, los mismos que al lado de Villa Enriqueta saludaron al corregidor de ahora, Polo, edil moderno que rebusca entre sus halos cómo hacer reconocer ese encuentro entre historia y cultura, mientras habla con Camacho, el futbolísta.

No se si mirar hacia atrás, ver el Rollo de Justicia o aquel monumental convento de Carmelitas de 1580 y sin alejarme aquel otro convento de las Concepcionistas, en el XVII, o la iglesia de la Patrona, aneja al primer convento, con su imagen gótica del XV, traída por el cardenal Alonso de la Cueva. Y es que, aquí hay amigos de los de verdad. Los hay a raudales, buena gente, la misma que me apadrinó en mi pregón de la Villa en la iglesia del Carmen, hace ya bastantes años y, ahora, reciente en ese Pregón a la Virgen de las Nieves en una agosto caluroso. Porque, si antes este lugar tuvo como aldeas Vallalgordo, Tarazona, Madrigueras, Villagarcía, Quintanar, Casasimarro, los Rubielos, Pozoseco, Villargordo, la Fuente y no se cuantos caseríos más, ahora, poco queda de todo ello, más que su recio carácter de gente hospitalaria y si cabe, recordar las Casas de Santa Cruz, la Ribera de San Hermenegildo, la Ribera de San Benito, el Barrio Huertas, el barrio Zamora, los Llanos de Cisneros y los Llanos de Rubielos. Pero yo acabo y lo quiero hacer con sus tradiciones, al compás de su Banda de Música, la subasta de varas, las reinas y damas, su feria engalanada en esa calle de las Nieves y plaza de Santa Clara. Tal vez, de ese agosto podríamos antes hacer recuerdo por hecho de su día de Santa Teresa en ese 15 de octubre con hogueras desde la noche anterior, procesión y parada en la calle Nueva como es de rigor, los Carnavales y ese San Miguel como patrón de los champiñoneros. ¡Cuánto que contar de este lugar, cuánto y bueno! (P) Pueblos de Cuenca / 455

/ VILLAR DE CAÑAS /

C

uando entramos en análisis del topónimo del lugar es fácil en muchas ocasiones encontrar la raíz etimológica del mismo. Así ocurre con Villar de Cañas. Pero la historia escrita nos dice que antes de este lugar hubo otro asentamiento diferente. Lo hubo en el cerrito de Alcolea y, posiblemente, el nombre proceda del que tuviese aquel primitivo poblado que es posible fuese de tiempos prerromanos por esa cerámica encontrada en el llamado cerro de la Morra. De una u otra manera, Alcolea se constituirá en poblado musulmán durante la dominación islámica y luego, reconquistado por las tropas cristianas de Pedro Manrique y sobre todo, de Alfonso VIII, rey que llega a recuperar toda la Meseta para Castilla. Alcolea sigue agrupando mudéjares –algunos convertidos a moriscos a partir de 1501- y cristianos durante tiempo, pues en los documentos castellanos así figura cuando al Señor de Montalvo, D. Egas Coello, se le asignan en su jurisdicción, las aldeas de Villarejo de Fuentes, el Hito, Alcolea y Villavieja. Así figura en un documento de 1406 rubricado por el rey don Enrique y doña Juana. Tiene que llegar el siglo XV, momento de cierta expansión comercial y, aprovechando la creación de una Venta para el tráfico del camino real de Madrid, capital de la Corte, a Valencia, puerto al mar, será cuando los habitantes de Alcolea desciendan al llano para ocupar nueva población al lado de este lugar y crear así una nueva puebla que, como Villar asentará territorio. Así queda atestiguado desde 1490 por eso de los apuntes de alcabalas en un litigio que le enfrenta a Villar de Cañas con el concejo de Cuenca al que perte-

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necía hacendísticamente. Su topónimo queda definido, pues lo de Villar está claro y lo de Cañas, lo aclara ese paraje de ubicación donde las cañas por la humedad de algún manantial del Záncara allí le rigen. El siglo XVII será su momento de expansión. Adquiere, por fin, mediante el pago de una cantidad importante, independizarse del mayorazgo de Montalvo, siendo en 1660 cuando “una Concordia” establecía el término de Villa y su independencia jurisdiccional a efectos de justicia y corregimiento. No hay duda que este lugar tiene profunda historia en su contenido. La tiene por su origen, curioso en situación, por su recorrido, pues a bien tuvo esa Venta adornar de caserío importante con mesones, cuadras, hospedajes y artesanos y, crear una población que en tiempos del XVII alcanzaba importante rango. Es, este momento, cuando se fortalece religiosamente con su Parroquial dedicada a la Asunción, templo renacentista iniciado en el XVI con una bella portada bajo frontón en semicírculo. En este tiempo, el Visitador del Obispado cita ser lugar de un tal Marqués de Navalmor, posiblemente nombre equivocado, pero si cuenta con una Prestamera, aneja al Colegio seminario de Cuenca, con siete clérigos de misa y uno de evangelio; tres ermitas, tales como la de la Paz, de la Concepción y la de Nuestra Señora de la Cabeza, la de mayor devoción por tradición y mística. Así queda definida con, dos Capellanias y una Memoria de Alonso del Olmo. En estos años, la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza es de bella construcción de planta de cruz latina,

sólida, de estructura de iglesia y acoge romería de su vecindario. Igualmente, el caserío ha mejorado, aunque será el siglo XVIII el momento de más expansión, cuando la nobleza deja su impronta con la Casa Palacio de los Ruiz de Albornoz, familia de raigambre no emparentada con los Albornoz conquenses, aunque su blasón bien le define linaje. Este apellido será ilustre en el lugar. Varios Albornoz, en el siglo XIX alcanzan notoriedad militar participando en la Guerra de la Independencia con heroicidad, tanto Juan Albornoz como Eustasio Albornoz, primo del primero. Los altercados constitucionalistas del trienio liberal, la caida de Fernando VII, la carlistada y algún otro momento político de trascendencia les hace alcanzar elevado rango militar que ondean orgullosos sus paisanos. Otros, los Ruiz de Albornoz citados flirtean con la abogacía, la literatura y la política en el mismo siglo. Aquellos despoblados, antes aldeas censales, tales como las Monjas y Casalonga, luego la Casa de Hernández, más tarde en el XX, el caserío Hontanillas, el del Raso y la Vega del Záncara y ahora, todo concentrado en su propio caserío, alrededor, el Cerro el Pino, Vegafría y la ermita de San Isidro con su arboleda. Mientras sus habitantes bien festejan la Virgen de Agosto, en septiembre su patrona, la de la Cabeza y en tradición, esa Santa Cinta, reliquia de este lugar que a bien tiene todos devocionar y que, según la historia hasta a la Corte Real llegó para seguir con su estela milagrosa.

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/ VILLAR DE DoMINGo GARCÍA Villalvilla) /

(Noheda, Sacendoncillo y

casos pasos del Villar, cruzase e hiciese Mansión poderosa, rica y complaciente en tiempos del Bajo Imperio. Sus mosaicos inundan de belleza en el arte más excelso que aquellos romanos hicieran: escenas mitológicas, ninfas, centauros, dioses, animales, en un contexto inexplicable, haciendo de Noheda el entorno ideal para el más puro proyecto turístico histórico en desarrollo plural. Eso bien lo sabe su alcalde Javier Parrilla por su constancia y empeño, jugando al Patrimonio como meta de un desarrollo sostenible.

H

ablar de este lugar me incita al sentimiento. Allí me siento uno más, porque la gente me recibe con esa hospitalidad propia de quien te tiene como un hijo más, enrazado con los González por eso del rango que mi hermano ha adquirido en tiempo y forma. Hice Pregón en el final del siglo XX e hice libro para reforzar los conocimientos sobre su pasado histórico adornado por su devoción a esa Vera Cruz a la que le subyuga una Hermandad con documento y bendición papal del siglo XVII. Es un lugar especial El origen de esta población es como tantas otras, da igual de Sierra que Alcarria. Sin embargo, es obligado por importancia el citar aquel camino romano que a es458 / Pueblos de Cuenca

El origen del Villar de Domingo García habrá que buscarlo en los tiempos repobladores del medievo. Los ejercitos cristianos de Alfonso VIII, con huestes de hidalgos del Norte y caballeros de la Orden de Santiago, reconquistan toda la Meseta central en los años finales del XII, repueblan con gentes de otros lugares y aparecen nuevas poblaciones que, según su donación, podrán ser señoríos o Villares. En este caso, sobre una antigua población de origen desconocido nace un Villar que recibirá nombre del señor al que se le dona. El nombre que adopta será el del señor que la recibe y que en este caso, será el Obispo don García, tercero de los prelados y que por transcripción o cambio fonético de “Dominus García” se pasa a Domingo García. Como territorio del episcopado conquense se yergue en símbolo de devoción contenida, recreando la vecindad su bien conseguida independencia como lugar nuevo. A su lado, los caseríos de Villalbilla y Bascuñana conforman el término jurisdiccional. Sin embargo, es, como en tantos otros lugares, el siglo XVI el de mayor apogeo en demografía y economía de

progreso. Se acaba de construir su iglesia de la Asunción, iniciada en el XV, de curiosa piedra arenisca que le da un color especial, de planta rectángular con ábside de seis pilares que soportan las bóvedas de arista, coro y dos capillas, una a cada lado, con esa decoración rococó que presenta del XVIII. Sin embargo, un siglo antes se hace la portada, de bella traza barroca y, unos años después, ese campanario en forma de torre cuadrada, siendo lo más antiguo, en su interior, la capilla de los condes de Cabezuela, situada en la cabecera de la nave derecha y que presenta estructura y crucería gótica del XV. Igualmente, se crean en ese periodo dos Capellanías, una de ellas, llamada de las Ánimas del Purgatorio, hay un Pósito de San Miguel para pobres, se levanta una pequeña iglesia en su anejo de Villalvilla y hay varias cofradías, siendo la Cofradía de la Vera Cruz, la más antigua, con Constituciones bendecidas y aprobadas por el Papa Sixto V, según consta en documento impreso. A su alrededor, el monte de la Sierra abastece de leña, aunque sus Quercus ilex son utilizados para trabajar la misma por su dureza. A la salida del pueblo, una pequeña ermita dedicada a Santo Tomás abre el panal de cuevas dedicadas al vino y la ermita de Santa Ana, elevada y a una corta distancia del lugar, recibe a todos en su romería anual con esa típica fiesta de los huevos que les hace sentirse plenamente orgullosos. Me gusta este lugar casi por todo. Se puede hacer senderismo por ese caminar de la Fuente del Gallo, visitar sus cuevas para hacer buen almuerzo en esas viandas hechas en buena lumbre, beber su buen vino cose-

chado de sus vides, bailar en su verbena, tanto en las fiestas patronales dedicadas a la Virgen del Rosario como en los Carnavales, beber frasca de orujo en el bunker de Chatarra, correr los toros por las calles al compás de sus Peñas y el mostrador de Felipe con patatas asadas y riego de buen agua. Sin descansar, podríamos entrar en su iglesia y ver su rica ornamentación en enseres y mobiliario, Retablo Mayor neoclásico, retablos barrocos dorados, lienzos, tallas de la Virgen, San Antonio, San Miguel Arcángel y esa bella cruz procesional de chapa de plata que, orgullosos, portan y procesionan. Ahora, en ella, una pieza especial para sus gentes ocupa espacio. Su Yacente, a imagen y semejanza del que, posiblemente la Síndone y Sudario de Oviedo cubriese y en el que su promotor César Barta ofreció consejo, está esperando su salida, año tras año, en sentida procesión de Semana Santa. Por eso, sus tradiciones de antaño, desgraciadamente algunas perdidas, su afición por el deporte, el recrearse viendo el mural de Vicente Martínez, ir al bar de Goyo, comer el rico pan del Villar, reconocido y afamado y, ahora, visitar ese mosaico de Noheda, pedanía del municipio, que es una de las maravillas patrimoniales que ondean en toda la región de Castilla La Mancha, llena tu espíritu como vecino o como visitante. No quisiera que nadie pase sin visitar el bello mosaico de Noheda, ni tampoco sin dejar de pasar su oportunidad de recorrer este lugar, más que por su caserío que adolece de trazado popular, por sus gentes, de las mejores que te puedes encontrar. (P)

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/ VILLAR DE LA ENCINA /

Pozo de la Muela nos reafirma poblado por ser cruce de caminos en rutas comerciales y ganaderas.

V

olvemos a estas tierras que caminan hacia la Mancha y duermen al lado del río Záncara. Al lado del valle de este gran río, en la ladera y cima de un cerrito, se alza una población que se origina como Villar al igual que tantos otros. Pinarejo, Alconchel, Carrascosa y Santa María del Campo lo rodean, dándole ese contenido de buena tierra.

Quizás la historia nos llevaría a la Edad del Bronce, cuando numerosos poblados comienzan a sentar posesiones por estos lares, siendo posible que entre el Cerrillo de la Virgen de la Cuesta de Alconchel y la Sierra de la Villa hubiese algún asentamiento más aunque fuera de carácter nómada; luego, la romanización hizo su trabajo y aquí, gracias al desarrollo económico del lapis specularis o espejuelo, creando calzada romana para su extracción y comercio, pues de eso guarda secreto el paraje de Las Minas. Su caída imperial y la reconversión en Hispania visigoda, trae a esta comarca su huella y, más tarde, un posible asentamiento entre el paraje de El Escorial y el

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La historia se va haciendo grande, llega la dominación musulmana y la reconquista de estos lugares, siendo las tropas cristianas de Alfonso VIII su hacedor, creando pueblas y Villares, como fue este caso, y axuntándolas muchas de ellas en Señoríos por recompensa a nobles que a bien tuvieron de seguirle con tropas y dineros. Aquí, el alférez don Diego López de Haro recibe predios y propiedades, creando señorío con ese nombre y ajuntando Villaescusa, Rada, Carrascosa, Fuentelespino y Villar, todos con el apelativo de Haro como complemento. Así surge este poblamiento jurisdiccional y si cabe, su historia más solemne. Los avatares del momento de una historia convulsa llevarán a su dependencia de Villaescusa, en un espacio de tiempo y de la Orden de Santiago, en otro, gracias al crecimiento de esta orden militar afincada en Uclés. Los disturbios y enfrentamientos entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, condicionarán su recio abolengo y privilegio adquirido. Desde el siglo XV hasta el XVI, Villar de la Encina participa activamente en toda la evolución política de Castilla. Su apoyo a Isabel la Católica, luego reina de Castilla, le deriva en circunstacias trágicas –los ahumaos, por la tala y quema en el batallar-, y circunstancias muy favorables, al obtener mayores privilegios en horca y cuchillo. El siglo XVII es el siglo devocional por excelencia. El profundo sentimiento religioso se hace patente: una

Prestamera que tiene Jerónimo Camargo, una Capellanía de Isabel Montejano, un poderoso cabildo y Cofradía del Santísimo Sacramento, otra Cofradía de Ánimas y la ermita de San Andrés, construida en estos años. Igualmente, la mejora en las condiciones sanitarias y el desarrollo económico provoca un ascenso demográfico gracias a los caseríos de la Puebla de San Blas, que antes fuera del Castillo de Garcimuñoz, Carrascosilla y se cita en algún momento, que pudiera contarse en su censo particular, con las Casas de Haro. La iglesia, dedicada a la Asunción, –en este momentoes un edificio importante y de buena mampostería destacando su espadaña de tres huecos para campanas y toda ella de sillería y en el cuerpo superior otra tronera más pequeña y remate de frontón triangular. Curioso el mosaico dedicado a Fray Serafín Madrid, grande, situado en el atrio de la iglesia. Será, curiosamente, en este siglo XVII concretamente entre 1644 y 1647 cuando se produzca el proceso de Villazgo, dejando de depender de Villaescusa de Haro. Este largo proceso llevado a cabo por Diego Fernández será complejo para determinar los términos jurisdiccionales como consecuencia de su rivalidad con Villaescusa. Así es como se llegaría al XVIII. El final del siglo anterior agudiza una fuerte crisis económica en toda Castilla. Ahí aparece su hospital para pobres. Luego, la perdida de tierras pasando de manos de labradores a los cabildos eclesiásticos y la crisis demográfica, condujeron a una consecuente crisis poblacional.

Pero, como en todos los lugares, son las tradiciones el alma del pueblo. Muchas anécdotas y curiosas composiciones musicales conforman su folclore y cancionero. Aún se recuerda aquella costumbre de antaño por la que las parejas que iban a casarse se acercaban a la iglesia de la Puebla de San Blas a intentar introducir por los agujeros del campanario, tantas piedras como deseos a conseguir. Tal vez, el recuerdo de aquellos molinos que siempre fueron litigio con Villaescusa y que a bien, tuvo esta última, de arrebatarles en proceso indecoroso. Sus fiestas de San Blas, donde siempre se han reunido en la Puebla los pueblos de alrededor para mantener romería y devoción hasta que se mantuvo en pie su iglesia; la fiesta de San Isidro, con romería a la Vereda para hacer buenas viandas, con sardinas y forro el día 15, o con huevos cocidos, sangre con tomate y café tahonero como buena comida después de la misa, el 16. Todo esto bien lo sabe su alcalde Santiago Vieco. Las fiestas patronales a San Roque con celebración, tanto a la Virgen de los Remedios como al propio San Roque, misa y procesión, verbenas, toros, juegos y rondallas. Y, recordando que el 29 de junio tambien procesionan a su santo Patrón, esa bella jota que lleva su mismo nombre: “No estás tú/ no estás tú/ no coroque/ no estás tú/ para ir a San Roque. No estás tú/ no estarás/ no estás tú/ para ir a San Blas.”

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/ VILLAR DE oLALLA (Barbalimpia, Hortizuela, Villarejo Seco)/

solemne donde un retablo, traído de la iglesia de San Esteban de la capital, acrecienta la elegancia interna.

A

l lado de la ciudad de Cuenca, ahora, entre el césped verde y bien cuidado de un magnífico Campo de golf, se encuentra una población de nombre Villar de Olalla, entrecruzando calles en ese eje principal que forman la ermita y la iglesia, llamadas calle de la Iglesia, calle de la Romana y Calle Real. Alrededor de la carretera que la cruza y que nos permite divisar el Pósito de antaño o llegar al final a esa Plaza de la Hispanidad donde una frase de Unamuno le da vida, este lugar es acogedor. Así, entre el llamado Mirador de Isabel, la calle de Jesús Nazareno, -pues nunca mejor nombre devocionara mejor su fe-, o esa otra calle del Corralejo, se advierte la parroquial, elegante y hermosa por fuera con esa volumetría que la define y que la enaltece, haciendo de ella el encuadre 462 / Pueblos de Cuenca

¿Por qué Villar de Olalla? Aquí uniríamos historia con recuerdos o hipótesis con sentido. Villar al igual que tantos y tantos lugares de nuestra geografía que se fundan tras la reconquista cristiana y que acoge a una población de otro lugar. De Olalla, por ese significado derivado de un término musulmán que nos reconduce a Vega (walay= vega fértil) y es que, es eso lo que aquí hay, una vega fértil que le da vida el propio río San Martín y un poco más lejos, el Júcar en ese puente Palmero de alta trascendencia molinera. Sin embargo, no hay mucho terreno de buen cultivo en su término, tal vez ese fuera el motivo de estar en gran parte dedicado a pastos para buen ganado, una dehesa de robles y ahora, el cultivo por modernidad del vino, -pues ahí queda esa primitiva aldea de Ballesteros bien reconvertida-. Villar de Olalla nace en el siglo XIII. Se puebla en el XV con gentes que dedican su actividad principal al ganado y al cultivo del cereal y en el XVI empieza la construcción de su iglesia dedicada a la Natividad de Nuestra Señora. En ese siglo y el siguiente, los caseríos que le conforman el territorio son tres: Vallesteros, Abengozar y Zarzoso, donde un molino abasteciera a la población. Es, el momento de mayor devoción y eso lo demuestra su ermita de la Virgen del Villar que se inicia con una primitiva que luego en periodo del Neoclásico reestructura su exterior. Se habla de la Virgen del Villar y su hermandad, allá por el 1651, cuyas Constituciones fueron aprobadas por don Diego Treviño. Ahora,

concierne la devoción de toda la vecindad y escuchan los toques que desde su campanil en la espadaña concierta en esas filas de teja boca abajo. Es un lugar muy transformado en la actualidad. Recuerda la historia que de aquel primitivo pueblo dedicado a mantener el cultivo de cereales y cuidar de su monte bajo con buena caza, de la que bien se alimentaban señores del medievo, utilizando ballestas para ello y -de ahí, ese lugar de Ballesteros-, hasta ahora, todo ha cambiado demasiado. Descubrir en sus legajos como la historia tuvo a bien que este lugar fuese tierra de Señoríos, aprovechado en transaciones de dotes y heredades y advertir al recorrer sus caminos las alcurnias de aquel Don Álvaro de Albornoz, su dueño. Éste, que por entonces era Primer Señor de Utiel y quinto de los del Señorío de Albornoz, mayorazgo inmenso que acogía a “Torralba, Beteta, Iniesta, Moya, Tragacete, Villa Seca, Villar de Olalla y Sacedón”, hizo del lugar un buen aposento, sentando gran caserío. Sin embargo, la crisis castellana del siglo XVII que provocaría la mayor decadencia agraria y la ruina de aldeas y campos cultivados, provocó como reacción, un inusitado aumento del fervor religioso, renaciendo las devociones como medida de germen espiritual. Por eso, el crecimiento de las Prestameras, Capellanías y Beneficios curados determinó el renacer monumental de los edificios religiosos. Así los Libros de Visitas del obispado reflejan en Villar de Olalla, la Prestamera que poseía el abad del hospital de Santiago de Cuenca, Don Luis Enriquez, o el Monasterio de Portaceli y la de

aquella mujer llamada Beatriz de Abendaño que serviría para reconstruir el altar de Nuestra Señora de la Piedad de la catedral de Cuenca. El caserío, por el contrario, apenas podía mantenerse en pie. Los esfuerzos cotidianos afianzaron el esfuerzo devocional y la despoblación seguía su curso. Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Ahora, todo ha cambiado en generosidad. Este lugar, es un municipio que engloba a lugares como Barbalimpia, Villarejo Seco y Hortezuela, dejando como caseríos y despoblados, el Palancar de Arriba y el de Abajo, el Yesar de la Sierra, la Huerta de Ropa, la casa Caballeros y los susodichos anteriormente. Su parroquial mantiene la solera del siglo XVI y a su lado, la ermita de la Virgen del Pilar, ofrece su riqueza monumental. El enfoque residencial ha creado modernidad y se han levantado nuevos edificios, campos de golf y residencias de lujo. Las tradiciones siguen mantenidas y la Virgen del Villar, la cruz de Mayo y el domingo del Rosario, hacen fiestas patronales con toros, verbena y juegos. Pero bueno sería hablar algo de Barbalimpia, Villarejo Seco y Hortizuela, aunque mucho tienen que contar cada uno de ellos para solo hacer mención aquí. De Barbalimpia, hice Pregón y mucho conté, todo bueno y especial, sobre todo sus gentes. De Villarejo Seco hice libro de historia y costumbres, sus cuevas, su iglesia, su reloj, su plaza, sus fiestas; y de Hortizuela, poco podría saber, aunque me serviría hablar de sus Casas Rurales para poder disfrutar de senderismo y sosiego. Todo un buen municipio para visitar y disfrutar, amigos. (P) Pueblos de Cuenca / 463

/ VILLAR DEL HuMo /

Homenajeo a mi esposa y a toda su buena familia

L

a Sierra de Cuenca se permite licencias en su paisaje. Cuando menos lo esperas, se rompe la simetría y la Naturaleza, demasiado sabia, nos sumerge en el privilegio de la maravilla creando elementos, abriendo rocas, gimiendo la ladera y llorando borbotones de constante agua transparente. Ahí está la Sierra de las Cuerdas. El Júcar, el mismo que antes, en Ayuntaderos ha hecho escorzos milenarios, ha abierto la roca arenisca para verter sus brillos hacia el horizonte, creando parajes de ensueño, ríe al lado de los pinares, los mismos pinares que envuelven poblados del Bronce en yacimiento casi olvidados. Por eso, bastante tiempo atrás, hace más de cinco mil años, pobladores llegados desde el Levante, dejando el peligro de las aguas marinas e incluso sus usos concheros, se avecinan errantes, tal cual nómadas del tiempo, y ocupan las rocosas hendiduras que la areniscas del Triásico abren en esta Sierra, antes ocupada por las aguas marinas. Son los hombres del Neolítico, los mismos, que desplegaran la creatividad pictórica en esos paredones rocosos de Cueva Pintada, Vallejo Marmalo, Peña del Escrito, El Castellar, Collado del Toro, Castellón de los Machos y Selva Pascuala. No hay restos de habitat que impresionen, pero las maravillas de sus pinturas rupestres te elevan a ese cielo que la Torre Balbina adorna. Tal vez, esos restos de cerámica, algún trozo de quesera y algún cuenco funerario nos induce a los primeros grandes 464 / Pueblos de Cuenca

poblados, luego estudiar sus curiosos topónimos de los parajes que le encierran, tal cual la Calzadilla, Villar del Hierro, Puente Vieja, los Castellares y las Tejas, cerca o lejos de Cristinas, por Carboneras, más, acercarte al Collado de la Losa por Pajaroncillo y El Cañizar, puede embaucarte en una historia organizada. Pero, amigos, yo no quiero hablar tanto de ella como sí de este paisaje y su fuerte tradición que le urga. Casi me da igual, el dominio musulmán de Aqaqla o Alcalá allí cerca, también la leyenda del río Quelatza por eso de sus maderadas río abajo hacia Denia en tiempo musulmán, el nacimiento de Villar en tiempos de repoblación cristiana como tantos otros villares con el apelativo del Humo por su devastación e incendio en tiempo de guerra, la llegada de la Orden de Santiago y su Torre de Barrachina en vega fructífera en otros tiempos, los cruces del Mesto, afluente del Cabriel, el Vencherque con sus tesorillos o la dependencia de Moya como marquesado y todo lo que puede encerrar una larga historia vivida. Lo cierto es, que este lugar se encuentra en privilegiado espacio natural. Aislado por su ubicación, rodeado de montes con extensos pinares, la Dehesa del Valle con pinos laricius, la Peña Alta con pinaster, los Tovillos y la Umbría de las Balsas o tal vez, el monte Masegosa, citado en algunos legajos. Todos abren valles de buenos pastos. Por eso, su caserío es curioso en su traza. Pueblo moderno en construcciones restauradas y de nueva creación, aún envuelven a otras de fuerte tradición

popular en traza serrana con tejaroces, balconadas, salientes y rejas de buena rejería de antaño. La iglesia, encalada en su torre, ofrece poco gusto en el exterior, pero su solidez le da realce mientras la Asunción le defiende. En su interior, un salón de cinco arcos y a los lados, capillas con arcos fajones y bandas lombardas que nos hablan del tiempo. Luego, su retablo. Aquellas ermitas que en el XVII abocaban a la devoción popular, tal cual San Bartolomé, San Sebastián, San Cristóbal, María Magdalena y San Roque, ya no están, ni tampoco los beneficios curados de Francisco Villanueva, la capellania de Juana Martínez, ni las Memorias para casar huérfanas de su linaje, creado por Miguel Navarro y Lucía Ferrer, su esposa. Pero, ahora, su plaza remozada, su ayuntamiento nuevo, su fuente como solera, sus piscinas, su centro de interpretación y un deseo de progreso animan a todos a seguir la senda del futuro. Es precioso como pueblo y quiero a sus gentes como mías. Allí me he sentido en casa, he hecho Pregón de fiestas, he compartido amistad y familia, he bailado en su verbena y he creido en el peso que la historia le ofrece gracias al Arte Rupestre Levantino y su Patrimonio Universal. Aquellos habitantes de la primera mitad del siglo XX, de los que muchos dejaron el lugar, ocuparon en tiempos aldeas y rentos como el Batán, Cañada del Fresno, la Dehesilla, las Fuentes, el Haba, la Magdalena, la Nava, los Regajos, Selva Pascuala y Villar del Hierro, sin olvidarnos del rento de Barrachina y los Molinos de Abajo y de Arriba. Sin embargo, ahora son tristes despoblados.

Pero, aquí la tradición se hace más grande que en otros sitios. La lucha por ganar el Patrimonio, natural, rupestre, urbano y turístico. Su Centro de Interpretación como bandera de la labor de su alcalde César Ruiz, insistiendo en su progreso. En otoño, sus gentes, regresan y se reencuentran con ansias en esas fiestas del Rosario, las viven y sienten. Aunque, antes, en el estío, rezuma su caserío alegría por doquier con las actividades constantes que la Asociación Kelatza provoca. En sus apuestas, aquellos encuentros con el morteruelo como rey y entre medias, amistad a raudales, antes y ahora. (P)

/ VILLAR DEL HuMo /

Ayuntamiento

Pueblos de Cuenca / 465

/ VILLAR DEL INFANTADo /

C

urioso este lugar de la Tierra de Huete y, digo curioso, por eso de haber cambiado de topónimo hace poco más o menos un siglo, pasando de llamarse Villar del Ladrón por Villar del Infantado. Aldea de Huete en tiempo histórico, pero alcarreña del partido de Priego por jurisdicción. Pues bien, uno u otro, lo de Villar queda claro pues se le llama así a un poblamiento afincado en tiempo de repoblación sobre otro asentamiento anterior y eso nos lo puede atestiguar el yacimiento de uno de sus dos cerros que le circundan, el llamado Roquedo del Moro, donde el castillo de Maus en forma de leyenda, nos lo recuerda.

Luego, el apelativo del Ladrón no nos reafirma nada que tuviera a bien tenerlo como tal, quizás refugio de un ladronzuelo en tiempos del medievo, tal vez luego, en la España Moderna con recuerdos de bandolerismo comunero. Lo cierto es, que en el siglo XIX se le cambiará por Infantado y ahí nos lleva al pasado histórico de estas tierras que fueron de los Manuel –Don Juan Manuel fue su dueño-, para luego pasar a otras manos señoriales, sin que ello le hiciera olvidar su origen. Su caserío es compacto, sobrio por las casas de piedra, vetusto por su trazado y bien ordenado al lado de su parroquial dedicada a Santiago Apóstol, aunque en algún libro, tal cual Madoz y Marcos aludan a la Asunción como advocación de la misma. El templo, sólido y con la curiosa estructura externa en la que los óculos de la fachada, todos abiertos 466 / Pueblos de Cuenca

para dar luz, excepto uno, que además adorna en conjunción con esa forma cuatrilobulada y ciego en la cabecera, dándole ese toque especial de edificio sencillo pero elegante. Situado en un fértil valle rodeado de montículos de arenisca que, en forma de mogorritas dan al paisaje colores y formas curiosas. A corta distancia del río Guadiela tiene manantiales abundantes y seis fuentes que le proveen de buena agua. En tiempos, la jurisdicción de Valdeolivas, posiblemente en lo religioso, le acogiese, luego poseerá censos diezmales al Arciprestazgo de Huete y, curiosamente, en los documentos del XVIII, con fecha 5 de febrero de 1767, el marqués de la Ensenada alude que este lugar con nombre Villar del Ladrón posee título de marquesado con el mismo nombre, en la figura de Don Miguel de Múzquiz y Goyeneche, gracias a la concesión de la Emperatriz María Teresa de Austria. La plaza Cervantes, el jardín de la calle Pizarro, su parroquial a Santiago, los restos de aquella ermita dedicada a San Roque y que en la visita del año 1661 aparecía confirmada por el obispo de Tammia desde diez años antes. Según los papeles viejos, aquí el cólera morbo en el 1885, provocó una veintena de muertos y luego, la despoblación sangró al lugar en la mitad del siglo XX. Sin embargo, ahora, quiere resugir entre veleidades, buscar progreso y reencontrar el tiempo perdido. Por eso, el actual ayuntamiento tiene página web

gracias a su actual alcalde Luis Colmenar y las fiestas patronales dedicadas a San Roque, el 16 de agosto, como patrón del lugar y antes, las de San Isidro, en mayo, hacen de Villar del Infantado, un punto de encuentro, agradable y hospitalario.

/ VILLAR DEL INFANTADo /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 467

/ VILLAR Y VELASCo (Cuevas de Velasco y Villar del Maestre) /

A

hora, un municipio de nombre alternativo, tal cual Villar y luego Velasco, acoge a dos poblaciones antiguas aunque pequeñas: Cuevas de Velasco y Villar del Maestre. Una y otra, conforman un lugar de raigambre, en historia, tradiciones y folclore. El primero, por eso de Cuevas nos hace vislumbrar el origen de su población. Sin embargo, antes llamado Cuevas de Catañazor, en Tierra de Huete, es de antiguo con pequeña fortificación agarena, pues en tiempo de moros, Anatazor o Catañazor la ocupó, para después en tiempo de reconquista ser repoblada con numerosos caseríos, algunos mantenidos hasta ahora, tal cual, Valdemoreno, las Casillas de la Vega de Abajo y la de Arriba, siendo los montes de Cabezas Altas, el Rebollar y la Mesada las elevaciones que le rodean. En el recuerdo, aquellas cuatro ermitas con que contaba en el siglo XVII: El Remedio, Santa Ana, San Bartolomé y el Santo Cristo, prueba de la mucha devoción que por entonces había.

Tanta hubo, que las Prestameras del siglo XVI se elevaron en número en las primeras décadas del XVII, siendo las más conocidas las de un caballero portugués de nombre Diego de Silveyra, así como la del Racionero de la catedral de Cuenca Don Iñigo de Albissa, personaje importante de la provincia. A su vez, se estableció un Patronato de Legos a favor de don Pedro de Ríos y se regularon las tierras que diezmaban al Hospital de San Antón de Cuenca y otras al mismo Cabildo de Clérigos de la Catedral.

468 / Pueblos de Cuenca

Todo ello marcaba la riqueza de este lugar y de esa manera alcanzó renombre pues a bien tuvieron desde la Corte, el que este lugar fuera cabeza de marquesado, dándole título a Don Ramón María de Rada y su esposa Doña Epifanía Madrazo. Su parroquial dedicada a la Asunción fue edificada en el XVI, con una sola nave y todo el exterior de fábrica de sillería con una portada muy interesante y un retablo barroco en su interior, digno de mención. Igual que su pila bautismal de piedra de una sola pieza. Su fuerte devoción al Santísimo Cristo de la Salud y Misericordia, hace que tenga una hermandad desde el 1637, encargada de su custodia y culto. El otro lugar, Villar del Maestre, su nombre lo dice todo. Un Villar en lugar bien enclavado, dado en posesión a un Maestre que le deja nombre, en esa vega regada por el río Mayor y, al lado, el molino de la Vega de Abajo que le abasteció en tiempo y forma. En su otear el horizonte, adviertes sus montes de la Dehesa Boyal y la Umbría y luego, al lado del caserío, la ermita de la Resurrección del XVI con fábrica de sillarejo y espadaña a los pies con dos huecos y bolas en su remate final. Su acceso adintelado con dos hornacinas simétricas que la hacen graciosa y renombran la fuerte devoción de sus vecinos. Ya, perdida en tiempos, la de San Sebastián.

La iglesia parroquial dedicada a San Gil Abad, tiene tres capillas, una central y dos laterales y todas tienen estructura del gótico tardío. Es una iglesia bonita y sólida. Entre su chopera, su alameda del río Mayor y su Cristo en lo alto de la loma, bendiciendo a todos los que allí llegan, la Villa del Maestre te seduce en su recorrido, en su caserío acogedor, en sus hogueras de San Gil, en su chocolatada caliente y en el ir y venir a su merendero.

Villar y Velasco conjugan tradiciones, arte en sus iglesias, humildad en sus gentes y una buena gastronomía que aún mantienen fiel a su costumbre. Visítenlos.

/ VILLAR Y VELASCo /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 469

/ VILLAREJo DE FuENTES /

causa de una gran mortandad, provocada por la defecación de las aguas, cambiaron el poblamiento antiguo, ocupando el actual con el nombre de Villarejo de Fuentes.

E

n la ribera derecha del Záncara hay un lugar que con el nombre de Villarejo de Fuentes empieza a aparecer en los documentos del siglo XV.

Repoblada la zona, una vez reconquistada al musulmán, surgen poblados y aldeas alrededor del Señorío de Alarcón recién creado en el XIII, luego, la extensión del marquesado de Villena en el XV y, entre medias, algunos Señoríos que va a lograr cierta independencia como fruto de donaciones personales o eclesiales. Este será el caso de Villarejo de Fuentes, nombre que alude a un Villar, si cabe algo más pequeño, con numerosos manantiales, de ahí, las fuentes que en su término abundan, tanto dentro de la población donde hay dos de agua potable y otras dos de agua salobre y las muchas que rodean el término. Será en este momento cuando se levante su castillo, construido en esa margen derecha del río Záncara, de planta cuadrada con torres circulares y una ermita dedicada a esa Virgen de las Fuentes, posiblemente en ese apogeo que como lugar alcanzará el mismo. Dice la leyenda que el primer poblamiento surge cerca del río, junto al paraje llamado Fuentes, pero que a 470 / Pueblos de Cuenca

Es, sin duda, el siglo XV, el de mayor apogeo para este lugar, como lo pudo ser también para Villena y su marquesado. Lo es, porque según nos cuenta don Miguel Lasso y González Palencia, se crea el Señorío de Fuentes con sus lugares de Villalgordo y Almonacid y se hace en la figura de Don Juan Pacheco al que se le concede también las villas de Sax, Villena y Yecla. Tal es así, que en el año 1445 el propio Señor Don Juan Pacheco, a la sazón ya marqués de Villena, le concede a Villarejo el título de Villa en Belmonte el 10 de diciembre, formando parte de la dote dada a su hija doña Beatriz Pacheco cuando se casó con Don Alfonso de Silva, segundo conde de Cifuentes y conde de Medellín. Será, por tanto, esta Doña Beatriz, dueña del lugar, la misma que concederá este Señorío particular, aún dentro del propio marquesado de Villena, a Don Luis Pacheco de Silva, su hijo, el 14 de septiembre de 1484, que como Primer Señor de esta dote recibirá Villarejo con todas sus pertenencias que son “Alconchel, Almonacid del Marquesado, Fuente el Lobo y la Semivilla”. Hasta aquí la evolución del Señorío. Son los siglos XVI y XVII, al igual que en muchos otros lugares, el momento de mayor crecimiento de Villarejo. Se construye su iglesia dedicada a María Magdalena, en principio aneja al Noviciado Jesuita de San José, iglesia que será reformada en el XVIII donde destaca su

esbelta torre cuadrada de tres cuerpos y su maravillosa cúpula octogonal. El citado Noviciado Jesuita, fundado también en el XVI y que será el motor de crecimiento de toda la zona, formandose en él un numeroso colectivo de grandes teólogos jesuitas que extendieron su apostolado por todo el mundo. Pero, sin duda, es ese siglo XVII el de mayor devoción alcanzada por la villa. No hay duda, que todo ello vino generado por la propia Compañía de Jesús y el Noviciado allí instalado, pues el Monte de Piedad tenía como patrones a Juan de Torquemada y Tomás de Oviedo, rectores de la propia Compañía. Todo ello, determinaría el afamado renombre que este lugar alcanzaría en toda Castilla, dando a su caserío una estructura de ciudad ampulosa donde la cultura, la teología y los Cánones rivalizaban con el desarrollo agrícola de sus gentes humildes. El enorme edificio fue desamortizado en el siglo XIX, siendo dividido en partes y utilizadas las mismas para otros menesteres municipales, tales como escuelas, almacenes, parroquial, etc., siendo ahora un recuerdo del pasado. En este lugar de Villarejo se cuentan numerosos caseríos que censaban, tales como Las Dehesas, Las Huertas, la propia ermita y el Caserío de la Vega, en el XVIII, ampliándose un siglo más tarde con la Casa del Conde de Romanones y la Casa de los Monjes. En la mitad del XX, los censos oficiales computaban las casas de Albornoz y La Cañada. El Hospital de la Soledad y el Monasterio de Teatinos religiosos.

Es, por tanto, el siglo XVII el de su explosión religiosa. Al igual que en la mayoría de las poblaciones, el fervor devoto levanta ermitas y confradías. Aquí, surgen varias ermitas: por un lado, la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, de pequeñas dimensiones y que ha sufrido sucesivas reformas hasta el momento actual; y por otro, se levantan la de San Blas que está a una legua de la villa con su Mayordomía, la de Santa Ana, contigua al caserío, la de San Sebastián y la ermita de Nuestra Señora de las Fuentes, a una legua de la misma y que es la más venerada de todas. Avanzados los tiempos modernos, el caserío alcanza cierta notoriedad y se construyen algunas casonas a la vera del Señorío, tal como la de Constantino Alambra, posiblemente la más antigua del lugar con su arco adovelado y portada de medio punto en sillaría donde ondea un escudo religioso proveniente del antiguo Hospital. Otras, más modernas, surgen a la vera del Monasterio, aprovechando el despegar económico de su influjo. Ahora, Villarejo sigue vivo a sus tradiciones y su folclore. El recuerdo de aquellos jesuitas que enriquecieron el vocabulario y la cultura de la comarca, el desarrollo de su agricultura, esa Casa del marqués en el Hoyo, riqueza cinegética donde bien tuvieron a venir altas dignidades políticas y, esencialmente, sus fiestas patronales que bien mantienen, en honor de la patrona, Nuestra Señora de las Fuentes, en septiembre, con su singular romería, vaquillas, verbenas, concursos y, sobre todo, esa devoción a su Cristo de los Pastores, el domingo de Pentecostés. Todo el vecindario se vuelca con él, se vive y se siente.

Pueblos de Cuenca / 471

/ VILLAREJo DE LA PEÑuELA /

C

ierto es que cualquier pueblo de nuestra Tierra conquense ensalza al visitante. Unos, por esa monumentalidad que ha dejado en herencia el peso de la historia, cuyos señoríos o marquesados hicieron juicios de hidalguía y nobleza, otros, por sus bellos parajes naturales, donde el soplo del viento y la lluvia han afamado el paisaje y, en la mayoría, sobre todo de la Alcarria y la Sierra, por su humildad, su hospitalidad y su riqueza tradicional, mantenida en folclore, gastronomía o fiestas.

La Tierra de Huete está llena de pueblos pequeños, ricos en tradiciones, anclados si cabe en un proceso de historia lenta en su desarrollo pero ricos en la nobleza de sus gentes. Uno de esos muchos, es éste, Villarejo de la Peñuela, llamado así como tantos y tantos otros, Villar pequeño hecho sobre poblamiento antiguo en tiempos de repoblación y luego de la Peñuela por esas peñas en diferentes formas que pueden adornar su contorno. Tres elevaciones le bendicen y luego hay parajes de cierta leyenda, tal cual ese palacio de megalitos, original en su hechura, tal vez, ese prado para airear juventud y recuerdo, o su Palacio, residencia que pudiera haber sido del marqués, seguramente como conde de la Ventosa, don Hernando de Ribera que a bien parece ser tuvo aquí casa de corte renacentista y que albergó mucho arte hasta que su portada se le separara de su cuerpo. Valmelero, Cabrejas, los Valdecolmenas, Villar del Maestre, Villar del Horno y así un sinfín de pequeños

472 / Pueblos de Cuenca

lugares que hacen corte a su alrededor como elementos de un paisaje de tierra rojiza saludable. Esta Tierra de los condes de la Ventosa por mucho tiempo, tuvo litigios constantes con su vecindad por problemas de jurisdicciones, tal vez en aquellas visitas del Obispado donde sus Mayordomos ejercían las potestades censales, así Don Pedro Coello de Sandoval y Ribera, caballero de la orden de Santiago y conde la Ventosa trabó conflictos contra sacristanes, alguaciles, párrocos, agricultores, ganaderos y artesanos. Sus montes, ricos en quercus, tales como la Dehesa Boyal y los Baldíos de Monteragón, fueron testigos en tiempos pasados de una historia poco conocida, tal cual cuando las tropas de Don Juan Manuel por aquí abrieron herida contra Huete y su alcalde, Alonso Martínez, siendo tan leales al rey que éste le concediese el señorío de Anguix y el de Villarejo de la Peñuela. Ahí empieza la historia de este lugar. Luego el conde de la Ventosa, su primer dueño, después, el duque del Infantado, marqués de la Estepa, conde de Serrallo y un sinfín de títulos que adolecieron de beneficio para el lugar. Todo aquello pasó y ahora, en su fuente del Pilón, al lado del Ayuntamiento, con su esbelta torre palomar que iza el símbolo de su parroquial dedicada a San Bartolomé, hecha a fuerza de cantería de la buena por Juan de la Toca, con sus bellas ventanas con jambas, alféizar y dintel y, su arco triunfal de sillería del Presbiterio donde ondea el escudo de don Sebastián Ramírez.

Digna de resaltar esa lápida de don José López con el color rojo que le enaltece y luego, en ese recuerdo de sus soldadescas en Cofradía antigua de endiabladas, ya perdidas, sus patronales en agosto al patrón con esas verbenas de fuerte reencuentro, su misa y todo un apasionado recorrer, calleja a calleja. Sus gentes, animadas, después de hacer camino por su Calvario, su Fuente Peñuela, la Era Costana, la Viña Carrasco y dar la vuelta al Sotillo, vibran en su caserío, comen sus migas ruleras, su ciervo, ja-

balí o cordero, de ese bueno que han criado en sus pastos, y luego con Asociación al uso, bien organizada, hacen su popular BTT Ultra Cerril, en ese circuito que ya ha alcanzado fama por toda la provincia. Aqui hay buena gente, por eso, vengan y le demostrarán hospitalidad y belleza.

/ VILLAREJo DE LA PEÑuELA /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 473

/ VILLAREJo DE PERIESTEBAN /

E

n ese Sexmo de Altarejos, cuyas huertas riegan el arroyo del mismo nombre, tal cual el lugar, llegando a esa aldea de La Mesón, luego un poco al otro lado, la Cañada del Manzano y sin apenas darnos cuenta, un caserío no muy grande, acurrucado al lado de su iglesia parroquial dedicada a San Clemente y con su anejo de Aldejuela, da vida a este pueblo con nombre medieval de Villarejo de Pero Esteban. El origen, igual que tantos. Sobre un posible poblado de la Edad del Bronce, surge una pequeña aldea musulmana dedicada a la agricultura de sus huertas. La Reconquista de estas tierras por el rey Alfonso VIII trae pobladores y nobles, uno de ellos, Pero (Pedro) Esteban, recibe como donación por su valentía estos predios con aldea incluida y funda su feudo, el que a partir de ese momento del siglo XIII adoptase ese primer topónimo, para luego, por giro gramatical de adecuación del castellano antiguo adaptase el actual de Villarejo Periesteban. Este lugar es un cruce de caminos. Si entramos desde Poveda nos recibe la calle de las Eras y así llegamos a su plaza principal donde alguna casona llama la atención por su volumetría y no por su hechura ornamentada. Cruzas y te abres en calles que son caminos que te llevan a Torrebuceit y Villares del Saz, rutas históricas, un poco a traspiés, la de San Lorenzo de la Parrilla dejando al lado esa calle Real, estrecha, sin límites para otear una calle del Olmo sin olmo.

474 / Pueblos de Cuenca

En la plaza, al lado, la parroquial. Edificio del XVI con una graciosa portada destrozada en una de sus partes, arco apuntado, dovelas, jambas de sillares y estrellas cuadriformes. El ábside, escalonado en su formación y en su techumbre, y luego, la torre, altiva y bien visible desde lejos. El interior, poco más que ese arco toral de carpanel que da entrada al Presbiterio, manteniendo en su interior, imágenes de culto y poco más de ornamentación a resaltar. Dicen los libros de visitadores que aquí la devoción escaseó, más solo podemos hacer notar un Préstamo a favor de don Iñigo de Albisán, Racionero y Refitor del Cabildo de la catedral de Cuenca y de la propia Mesa Capitular. Alguna Memoria como la de María de la Cueva por aquello de testar y cumplir los mandamientos. Por eso, desde el Cerro de las Condenás y desde Las Povedas aquí se recuerda parte de su pasado. El mismo que luego tuviese a bien los condes de Cervera, señores por un tiempo del lugar, ahora, sus patronales a San Clemente con sus mayordomos encargados de esa caridad y de hacer buena comida para todo el vecindario, tal vez, en recuerdo constante de esas quintadas con procesión del encuentro, pinos, canciones, mientras las quintas elevan sus aleluyas en esas ramas de almendro en flor.

Semana Cultural del Ajo. Pero, me gusta mucho escuchar a los Animeros en el Carnaval, porque en su recorrido por todas las calles, bien acompañados por los niños, recaudan para bien pagar los entierros y cuantos gastos genera la parroquia. Calle de la Amargura, junto al lavadero, luego las huertas por el río del Pontón, la Casa de Cultura bien remozada para los actos, los recuerdos de la casa del tío Martinico o las hazañas de Julián Zosques recordadas por Carlos de la Rica, el tío Badanas y sus artes oscuras. ¡Cuánta emoción¡ Luego, a lo lejos, el recordado río Lamesón y a su lado, la famosa Fuente del Espino por eso de dar sobrenombre al pueblo, y sin dejar de ver girasoles, su Cañada del Manzano ya aludida, con corralizas, horno, la Casa del Conde, la ermita antigua de corte románico, para revolver en nuestro final del camino, nuevamente en Villarejo y ver ese Museo del Queso con ese rico valor etnológico. Al final, cansados de este largo corretear nombrado, la tradición se retuerce y se hace más original, pues nos trae el Ajo y el Ajete, en el lunes y martes después de la Ascensión. Así de claro, amigos.

Aquí, desde antaño, ha habido siempre una gran devoción por la Virgen del Rosario y de ello, bien lo sabe, la Asociación que con su nombre celebra la Pueblos de Cuenca / 475

/ VILLARES DEL SAZ (El Congosto) /

E

s curioso documentarte sobre este lugar. A mitad de camino entre La Mancha y la Alcarria, se abre un espacio más bien llano, regado por riachuelos, dos con nombre de población tal como nos los llama Madoz, el Arcas y el Arenal, algunas fuentes diseminadas por el término, los restos de un castillo, si cabe misterioso, por eso de que la bruma templaria por aquí debió de andar, -o, por lo menos, eso dicen algunos legajos-, y que llaman castillo de Moses, luego a un lado y otro, los caseríos de El Congosto, aldea grande, nacida al amparo de la Torre del Monje, particular emplazamiento, que surgiese en tiempos de repoblación por el siglo XII. El Congosto te advierte de tiempos inmemoriales, posiblemente como primer emplazamiento cristiano, así San Pedro y San Pablo le bendice, mientras que esa ermita desdentada, curiosa en su traza, reconvertida en cementerio, le adula en su término. 476 / Pueblos de Cuenca

Así, Villares crece como lugar ubicado sobre un primer poblado. Partido en dos barrios enfrentados por dignidad, el uno ese Villar del Saz de don Guillén de Arriba, y el otro, ese Villar del Saz de don Guillén de Abajo. Los dos, con el mismo nombre del noble que acompañase a Alfonso VIII en su batalla y a bien tuviese recibir este predio por sus buenos servicios. No se las razones, ni tampoco advierto certeza, pero la familia de los Molina y Mesa compran la pertenencia y recuperan propiedades de los Templarios, quizás acompañanates de Don Guillén. Luego, los avatares históricos le llevan al condado de Priego, su titular por un tiempo, y es, por razón de potestad y derecho, cuando se erige la iglesia en honor de Santa Eulalia de Mérida, construida en paramentos de mampostería de cierta pobreza, con esquinales de sillería, pero que en su interior advierte una mayor riqueza por trazado y ornamentación. Bóvedas de arista y una cúpula de casquete esférico rebajado y en el Presbiterio pilastras hexagonales. Es bonita y acogedora, reclamando arreglos en rebajes y arcos. Pero, es su devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno el que aglutina todo el lugar. Su bella ermita, tiene una construcción elegante con su portada y su cúpula. En la primera, los elementos clásicos se aprecian ordenados y en la segunda, esa media naranja que le da realce. Su torre, es el emblema. Bella en su traza, elegante, altiva, decorada con esa cerámica vidriada de corte levantino, cuatro cuerpos y luego, en el interior, las

obras del escultor Jaime Bort. Es el referente de Villares de Saz. Uno visita su caserío, recorres las calles, arriba y abajo, adviertes que este pueblo debió ser importante y rebuscas entre sus recovecos el porqué hubo dos lugares, cual fue la devoción que definiese el ritual, tal vez la presencia de Don Juan de Cabrera Cereceda como propietario mayor en el de Arriba y Don Juan Manuel Alvárez de Toledo, en el de Abajo. Esta situación histórica nos quieren confundir en su soltura del XVIII, pero me consta que desde el XVII aquí hay devoción y buenas gentes dadas a cumplir con las Prestameras anexas a la iglesia una y a los Alvárez de Toledo, la otra; tal vez, los Beneficios que desde las iglesias de Villaescusa por un lado y de Belmonte por otro, asisten a la grave necesidad que tiene la iglesia en su reforma, pues su Capellanía de Ánimas y el apoyo del Refitor del Dean del Cabildo de Cuenca han dado fruto en estos tiempos. Pero Villares recuerda aquellos tiempos, cuando las ermitas de la Virgen de Montejones, la Virgen de la Fuensanta, los dos Hospitales y aquel molino de viento, daban esa fisonomía de alcurnia, de potestad y de cierto abolengo. Y es que, amigos, en este lugar, nacieron personajes de postín. Aquel Juan de Cereceda, tío del otro Juan de Cabrera y Cereceda, mayor propietario del Villar de Saz de Abajo, el que llegase a ser Comendador de Abanilla, llegando a ser teniente general en el siglo XVIII. Y es que, este lugar de Villares sufrió mucho en

la guerra de Sucesión al trono español a la muerte de Carlos II y éste bien lo supo. Tal vez, del XIX, el recuerdo a Pedro Lucas Asensio Pobes, canónigo de la catedral de Cartagena y luego, en el XX, Cayo Conversa, el que fuera alcalde de Cuenca. Buenas aguas han debido de dar este lugar para tanto lujo en personajes. Pero, fue en tiempos de aquel general Espartero, liberal y espadón, cuando por gobierno y forma se decide, en buena lógica, reactualizar los censos y jurisdiccionar los territorios de España, haciendo que los dos Villares, el de Arriba y el de Abajo, se unieran dando lugar al actual Villares del Saz. Todo en uno, avanza seguro su vecindario. Se amplia el consorcio de buenos caminos, se pueblan aldeas y el campo adquiere prestancia. Las aldeas y caseríos de Vallejondo y Quintería en la lejanía, tal vez, esos habitantes de Casa Flores, Casa de la Morena, El Estrecho y los ya citados de Torre del Monje y Congosto, allá por la mitad del siglo XX, le potestaron alta demografía. Sin embargo, ahora, en consonante consecuencia de abandono y despoblación, sigue latente y esperan, año tras año, ese reencuentro entre los que marcharon y los que aquí quedan, para en buena armonía de vecindad, celebrar su fiesta principal de la Cruz de Mayo.

Pueblos de Cuenca / 477

/ VILLARRuBIo /

cultivadas y, por eso, en ellas nacieron priores de la Orden y buena gente que supo aderezar su espíritu a través de la historia. Villarrubio, Tribaldos, Torrubia, Rozalén… Villarrubio es uno de ellos, sin duda. Crece como Villa, antes aldea, y allí se avecinan ocho nobles y numerosos campesinos dedicados al cultivo como jornaleros de estas buenas tierras. Dos fuentes abastecían el lugar, la situada al sur de la población y la de la huerta de Orea, luego cuatro las hay fuera del caserío, alguna de ellas de agua salobre.

L

as Tierras que rodean Uclés han dormido a sus pies, han sido aldeas dependientes de la Orden de Santiago y han rendido siempre ese peculiar pasado acogiéndose, unas y otras, a la gran batalla frente a los muros de su conventual, aquella que por Sicuendes te relata la muerte del infante Sancho, hijo de Alfonso VI rey de Toledo y la mora Zaida. Todos los lugares que rodean el territorio, y lo digo bien, todos, tienen derecho a ese pasado. La razón no es otra que su origen como núcleos de población, pues surgen como aldeas de repoblación cristiana después que por aquí cruzasen los caballos del rey Alfonso VIII. Todos, sin excepción, responden al dorado tiento de la concha santiaguista y de la cruz espada que le simboliza, por eso, son tierras bien 478 / Pueblos de Cuenca

Su pertenencia a la orden le hace depender de Uclés primero y luego de Ocaña, pero siempre mantuvo cierta independencia en sus diezmos. En el siglo XVI, curiosamente, en el año 1574, el rey le retira la dependencia de Uclés y se la entrega, por complacencia y venta, a Don Gaspar Ramírez de Vargas, junto al Acebrón. Este madrileño, sin ascendencia nobiliaria, dedica su atención al cuidado de sus tierras, sobre todo el caserío de Polomelos. Un siglo después, su parroquial dedicada a la Virgen del Villar se levanta con esa planta de cruz latina y el imponente cimborrio que llama la atención. Su torre cuadrada es elegante y sus tres cuerpos separados por imposta corrida en el centro del testero le advierte de solemnidad. Un artesonado en el interior da la prueba del poder de sus señores, aquellos que vivieron en esa Casona de la Plaza Mayor, señorial y popular en su construcción, aunque de materiales

pobres, puerta ribeteada de sillería, dos plantas con un único balcón en la de arriba. Los siglos XVI y XVII son los de mayor apogeo. La iglesia parroquial está acabada, tiene la ermita de San Pedro, tiene dos importantes Prestameras que poseen ilustres personalidades de la Corte del momento, una Don Rodrigo de Castro y otra Don Rodrigo de Torres, hay dos clérigos y abundan los caseríos dependientes de Villarrubio. Cierto es, que al principio los caseríos de Palazuelos, la vega que riega el río Bedija, el recuerdo a Sicuendes en ese territorio de todos, despoblado ahora, los habitantes censados a mitad del XX en Casa Monte y la Casa de la Vizcondesa, tal vez el Molino o la recordada heredad de Garcí Gutierrez de antaño, nos hacen buen recuerdo de su importante historia.

cierto es que es un lugar de carácter, no solo por sus fiestas patronales, de mayo y de agosto, a la misma patrona su Virgen del Villar. A Ella, Reina y Señora, la adornan y enflorar cada año, siendo la más bella de toda la comarca, a la que procesionan y bailan con su palo y cintas alrededor, en ese típico baile de antaño, a la que se le rinde la mayor pleitesía del mundo, con concursos, misa Mayor, verbenas, recuerdos a Nino Bravo con su monolito solemne, y también por la hospitalidad de todo su vecindario, os lo aseguro. En su tradición, San Silvestre en diciembre, a la par de la hoguera comiendo esas ricas gachas. Tal vez, en la primavera cuando van a pasar la tarde a ese lugar emblemático que llaman El Caño.

Pero, ahora, su actual fisonomía de pueblo bien adecentado, en un todo, nos acerca a un buen lugar que está impaciente esperando Casa de Cultura y que despliega progreso en sus gentes, al mismo son que ese Rosario de la Aurora que tienen a bien recitar en agosto a su patrona. Esperando, su lavadero, orgullo de los vecinos, sus jardines hacia el otro lavadero más moderno y ondeando su bandera con agua y cruz espadada de Santiago. La verdad es que puede dar igual que este lugar se llame así por ser Villa, por abundar el color rojizo de sus tierras como dice Heliodoro Cordente, o que su topónimo venga de un capricho de noble, porque lo Pueblos de Cuenca / 479

/ VILLARTA /

pués en tiempos de repoblación cristiana. Así aparece documentado por tiempo. Sus gentes, dedicadas a la agricultura, también decidieron tratar ese trabajo de la teja y en el siglo XVIII, cinco hornos de cocer buen barro para la teja y el ladrillo aquí estaban ubicados a pleno rendimiento, algo de lo que bien se sintieron orgullosos en el XIX sus heredederos, los Cubas Martínez, González Villanueva, Córdoba Ponce, Simarro y Engra, entre otros. Buena gente todos ellos.

S

iguiendo ese maravilloso paraje que conforman las Hoces del río Cabriel, al lado de la ermita de la virgen de la Consolación, la misma, que advierte a Iniesta su sede, a La Pesquera y Minglanilla, no muy lejos, y a algunos otros lugares de esta comarca de La Manchuela, se encuentra Villarta, una población relativamente reciente en su independencia como tal, pues desde antaño, siempre anduvo unida a Villalpardo.

Cierto es que aquí ya hubo gentes de la Edad del Bronce pues al lado de la Peña Rodera, en ese monte que adorna al conocido “Cuco de la Gallina”, los íberos, los mismos que luego bien han hecho museo en Iniesta, también anduvieron. Por eso, desde muy antiguo, el pequeño caserío que aquí se construyese para cultivar las tierras de un valle regado por dos arroyos, uno de nombre Villarta tal cual y el otro la Canaleja, fue aldea dependiente de Iniesta, tanto de la Egelasta romana, como de480 / Pueblos de Cuenca

Pero Villarta figura aneja a Villalpardo a partir de 1729, año en el que consiguen la independencia como Villa y así figurará en los censales demográficos y tratos administrativos, aunque desde unos años antes tiene iglesia parroquial, pues se cita el 1712 como año de fundación. El edificio de la parroquial no es muy solemne, pero adecentado. Es de mampostería con sillares en las esquinas y tiene una puerta cegada y otra que se abriese al Poniente, con tejaroz y frontón triangular. En su interior, la decoración es sobria y destaca esa imagen del Cristo en la cruz. Hasta allí también vienen a su culto, los escasos habitantes de la Huerta de Fuencaliente. En 1908 la nueva reestructuración jurisdiccional propuesta por el gobierno, separa los territorios municipales de ambas localidades, Villapardo y Villarta, quedando cada una con sus mojones bien diferenciados.

Lugar que devociona con profunda fe al Dulce Nombre de Jesús, hermandad de varones en su creación y que ahora, ha abierto el paso a las mujeres. Las fiestas del Niño en enero, las de mayo como tradición, las de San Isidro para bendecir sus campos, base de su agricultura y las de la Consolación, uniéndose en esa romería ancestral, donde todos estos pueblos de La Manchuela y ribera del Cabriel, ajuntan sus veleidades y devociones para en El Humilladero dar descanso en su templete, reponer fuerzas y esperar a los villarteños que se incorporen a ese acompañar en profundo sentimiento a su imagen más venerada. Ahí, en ese lugar, los propios de Villarta son los encargados de adornar ese altar y luego transportar a la Virgen por todo su término. Ahora, los campos de vides para elaborar ese buen vino que tantos premios les están dando, en esa Cooperativa con ese nombre tan querido de “Dulce Nombre de Jesús”, permiten hacer fiesta de la Vendimia, fiesta de la buena, en ese mes de agosto, reencontrándose valencianos y conquenses para, juntos, alardear de jolgorio y alegría, verbenear y hacer buen concurso, regando su buena convivencia en el caldo de ese tinto bien elaborado.

Pueblos de Cuenca / 481

/ VILLAS DE LA VENToSA

(Bólliga, Culebras, Fuentesbuenas, Valde-

cañas, La Ventosa y Villarejo del Espartal) /

A

hora, en tiempos modernos, la necesidad de unir jurisdicciones para fortalecer demografía, administración y economía, ha hecho que aparezca un municipio con el nombre de Villas de la Ventosa. Y es que, por aquí, por estas tierras de Huete o alcarreñas en descenso, hay pueblos y aldeas que tuvieron una gran solera en fuerte pasado histórico, después reavivaron sus esfuerzos trabajando duro este terruño para recoger el testigo de lugares casi abandonados por el lastre de la emigración de la década de los setenta pasados.

Así es el paso del tiempo. Pero, lo que nadie puede quitar es su rico pasado, sus aconteceres históricos que hicieron de estas tierras condado, el mismo que un día, un tal Ruy Gutierre de Sandoval, alférez mayor del infante don Juan, hijo del rey Alfonso X el Sabio, recibiera de su mano, la donación de un condado con capital en La Ventosa. Lo hizo de tal manera que sus descendientes, tanto Gutierre como Alfonso Ruiz de Sandoval ocuparán esta merced por sus buenas acciones en la gran batalla del Salado. Me da igual que fuera en este momento o que hubiera sido en la batalla de Tarifa como aluden otros historiadores, porque lo importante de ello, es como un señorío como éste, con fuerte linaje, fuera a ocupar todos estos lugares, conformando durante siglos un reconocimiento importante. Dicen que estos Sandoval engrandecieron la comarca y la provincia. Lo hicieron en muchos aspectos, pero sobre todo, levantando un gran castillo de cuyos restos podemos apreciar la estratégica posición, la fortaleza adornada de cubos circulares en 482 / Pueblos de Cuenca

las esquinas y su planta cuadrada, altivo en su momento, divisando desde el monte que ocupa una gran trayectoria y teniendo en el otro monte que flaquea el caserío, la ermita de la Virgen de la Paz. Así creció este lugar. Su primitivo señorío alcanzará Mayorazgo en la persona de Juan en aquel año de 1409, después bien heredado por su hijo Gutierre, el que casa con Blanca Coello, buen apellido éste, para elevar marquesado en su hijo Pedro y ampliar una poderosa jurisdicción territorial, levantar la iglesia en el XVI bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, de una sola nave de cruz latina, con cabecero poligonal, contando con una torre que no pudo acabarse en su tiempo y que con tres cuerpos da elegancia al caserío. Se ve en toda ella la mano del buen constructor y cantero Pedro de Tejería. Son buenos tiempos y la riqueza del condado es importante en aquellos años del siglo XVII. Por ello, se crean varias Capellanías, seis concretamente, indicativo de la gran devoción y riqueza que posee el lugar. Por entonces, cuatro ermitas sustentan la devoción popular, tales como Nuestra Señora de la Vega, Santa Ana, Nuestra Señora de la Caridad y la del Calvario o Cristo. Los tiempos pasan y con ellos, los avatares o acontecimientos son importantes. Tal vez, el renombre de la Ventosa sigue latente, pues se recuerdan hechos de prestigio en sus condes, tales, como aquella donación de una excelente campana a Valdeganga de Albacete o la que más tarde hicieran, mandando pintar el cuadro sobre San Francisco, conocido como

“La Mosca”, y que donarían gustosamente a la iglesia de la Asunción de Jonquera. Un tiempo después, la familia Alvárez de Toledo y Marcos heredarán este señorío, construyen casa palacio en el lugar y lo visitan esporádicamente. En el recuerdo, la Hermandad de la Vera Cruz, poderosa en el siglo XVIII, con más de trescientos hermanos y ahora, sus habitantes bien se sienten orgullosos de su pasado. Recuerdan esas Covachas de Trasanblás, donde aluden comenzase la primitiva población, cercano a esas aguas del Gaudamejud que riega también parte de su territorio. Atrás queda el origen de la Fuente romana del Molino con su cúpula, alusiva a un primitivo enclave o todas esas numerosas fuentes que riegan el término, la Grande, la del Villar, la Chicharra o la Mora. Su patrón, Jesús de Nazareno, obra de Marco Pérez, el que aquí desplegase toda su maestría en ese cuerpo de hombre. Sin quedarse atrás, su Calvario, restaurado en su contenido con ese Ecce Homo de madera y a cubierto su ermita del mismo nombre con ese precioso retablo.

su fuerte devoción a Nuestra Señora de las Virtudes, y sus danzas a la fiesta de San Roque en agosto.

/ VILLAS DE LA VENToSA /

Ayuntamiento

Entre todas las Villas de la Ventosa, los otros lugares tambien tienen su solera y mucha. Todos con buena gente, hospitalaria, honrada, herederos de agurridos habitantes de antaño, rezumando arte, pues ahí está en esa situación de cuasi abandono la iglesia de Culebras, elegante y bella, o que decir de Bólliga, Fuentesbuenas o Valdecañas, ahora rehabilitado para la hostelería rural. Y quizás, Villarejo del Espartal renombra poderío. Aquella ermita de Santo Domingo, Pueblos de Cuenca / 483

/ VILLAVERDE Y PASACoNSoL /

de caliza hicieron la huella que bien pisarían los romanos en su búsqueda de nuevos comercios. Pero no quda mucho más del pasado por estos lares. Lo digo de buena tinta, por eso de que este lugar es de reciente creación como municipio, tal vez como predios de buena tierra por estar bien regada y que cuidarán y cultivaran aquellos campesinos que a renta la tuvieran del propio Cabildo de la Catedral de Cuenca, sus dueños por mucho tiempo.

A

quí la leyenda despliega su imaginación más bella. Nos habla de sirenas, de condes, de hadas. De rica naturaleza, de aguas que brillan en el crepúsculo de la noche, todo en esa fantasía que acaricia la realidad más patente. En la cola del Pantano, regando sus tierras las aguas del Xucra o Júcar, hay un lugar que unió dos núcleos en tiempos: Villaverde, una villa sobre un campo verde que se crease en tiempos de repoblación cristiana, allá por el siglo XIII y esa aldea donde se pasaba con sol para hacer hogar y que como Pasaconsol añadiría topónimo al núcleo actual de época contemporánea. Así es este lugar, amigos. Sin embargo, los tiempos de aquí son ya muy lejanos. Nos hablan sus huellas de las tumbas, tal vez íberas o visigodas como aciertan a decir algunos de ahora, que nos elevan a tiempos muy antiguos, por eso el llamado Camino del Soto es el lugar de ese enterramiento donde bloques

484 / Pueblos de Cuenca

Así, en el siglo XIX, sus habitantes cansados de tener que pagar rentas por uso de tierras y montes, solicitan la exención para conseguir independencia, siendo redimidos en 1856, según la Junta Superior de Ventas del Ministerio de Hacienda. Ahí, empezará su propia vida como tal. Su iglesia de la Purificación actual está reorientada sobre otra antigua, pero no de muchos años atrás, al convertirla en un salón rectangular con la cabecera hacia el Poniente y techo plano de tarima. Su retablo barroco repintado con San Pedro y San Pablo adornando a Santiago Matamoros es su joya bien mantenida junto a esa tabla de la Crucifixión de buena maestría castellana, antigua, o la curiosa talla de San Juan niño, mutilada, envuelven la devoción de este bello lugar de enclave privilegiado. Ya no se acuerdan de su dependencia del Cabildo conquense, si hacen memoria de su pasado,porque ahora, se recrean en su iglesia actual y moderna donde las formas se han mezclado con ese carácter

popular y señorial que mantiene, de que en tiempos unos eran de Villaverde y otros de Pasaconsol, porque todos hacen ahora buena causa común y siguen siendo fieles a su Señora de la Purificación o de “la Torta”, como vulgarmente se le llama, por ese tradicional encanto de hacer una torta de alajú de grandes dimensiones, luego subastada y, después, repartida entre todos sus devotos, sean o no cofrades de su Hermandad. Esta Virgen tenía ermita en Pasaconsol y es la reina de esa Candelaria festiva en febrero, sin dejar de celebrarse San Marcos en abril, San Isidro en mayo y

vuelta otra vez a febrero para que Santa Águeda le de fuerza a quintos y quintas. Las curiosas “Enramás”, los mayos y sus canciones, los Diablos…. Venir, venir a ver este lugar y venir a degustar el exquisito sabor de su torta de alajú, doscientos cincuenta gramos de almendra y miel aclamando a la Virgen de la Purificación. En la ribera del pantano, que ahora vuelve a rezumar agua como fuente de vida, al olor de su orégano que crece en la lomilla se recrea el cancionero, del que sólo quedan sus mayos como recuerdo. Aquí hay buena gente, vengan a verla.

/ VILLAVERDE Y PASACoNSoL /

Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 485

/ VÍLLoRA /

Q

uisiera iniciar este relato con un obligado recuerdo a Manuel Cambra, ese incansable investigador que ama tanto a este lugar como si hubiera nacido en él. Me enseñó como entender el término que tantas veces anduvo, recorrimos la huella del pasado, supimos que en Veguilla I, II y III, el Bronce Final hizo buen acopio de yacimientos solemnes, luego esos poblados tipo “turris” o “castellum” de la Segunda Edad del Hierro por esos contornos abigarrados, encorvados para evitar las encrespadas rocas que liman un paisaje bello, el mismo que escucha el discurrir de las aguas del Cabriel no muy lejos y que hace que su vega, regada por otro riachuelo, sea rica desde tiempos inmemoriales. Pero Víllora es mucho más. Lo es, por término donde el Cerro del Guillén, ladera situada frente al paraje misterioso de la Mezquitilla, abre rutas antiguas dependientes sin duda, del castro de Enguídanos, situado al final del río de San Martín. Luego, andando un poco, su Castil de Olivas, yacimiento del periodo del Hierro con cerámica indígena a torno y, luego mutatio romana al cruzar por estos parajes una vía romana secundaria del Initinerario Antonio Pío. Pero no queda aquí la historia del lugar. Esa Mezquitilla que, en principio, fuera “statio” romana y eso bien lo atestiguan los restos de terra sigilata aquí hallados y que, luego en este mismo lugar, los árabes, hicieron acopio con construcción de un buen horno de fundición. Pero la reconquista toma ventaja por 486 / Pueblos de Cuenca

eso del Arzobispo Jiménez de Rada en su lucha con los moros de Requena. Tanta importancia que levantan castillo en su picota y luego, no se porqué, el abad de Parraces, un tal Diego de Zúñiga, ocupa el castillo y sienta aquí un Señorío en el 1553 con “fotaleza, término redondo, viñas, huertas, mesón, molino y batán, más luego las dehesas de la Muela de Pantrudo, la de Fuencaliente de Enguídanos luego y otros buenos lugares”. Además, esta familia proveniente de la abadía de Parraces en Segovia tenía grandes posesiones que engrandecieron su Señorío, así compartieron dueño con lugares lejanos de aquí, como Aldea Vieja, Bercial, Cobos, Marugán, Muñopedro y San García. Eso bien se lo testificó el rey Felipe II en 1565. El siglo XVI y de camino, el XVII serán los de mayor peso en este curioso marquesado. Se levanta su iglesia de la Asunción, curiosa en su traza, en el lugar más elevado al lado del castillo. Se observan dos épocas en su alzado, es un templo curioso en su estructura, con portada de arco con arista de platabandas en la curva y jambas sin corte en la continuidad con alfiz de relieve liso y una pequeña hornacina. Me gusta su espadaña de dos ojos al pie y luego, su artesonado en el interior. El castillo es, posiblemente, de tiempos del XII, primitiva traza musulmana y luego, reconvertido al medievo cristiano una vez recuperada la zona. Su torre albarrana es altiva y se mantiene en pie, iniciando los lienzos en recorrido ovalado pero, ahora, incompletos. La ventana alargada con arco adovelado,

orientada a levante le da el toque de misterio. Al final, una cornisa con remate de piezas del gótico que nos dan la huella de su restauración posterior a su primitiva fábrica. Es ahora, cuando quiero recordar a este lugar. En mi mente quedan los hechos históricos del marquesado, la refriega carlista sufrida por este caserío a causa de las tropas de Arnau, tal vez, los nuevos tiempos con la construcción del acueducto y sus diez ojos, bien llamado El Saladero, en tiempos del ferrocarril. Alrededor, dorando el sueño maravilloso sus bellísimos parajes de ondonadas y montañas, las pinturas restauradas de la ermita del Castil de Olivas, celebrada en el segundo domingo de mayo, sin dejar la Candelaria y como no, su San Roque, donde todos se reencuentran, para hacer de sus fiestas patronales las mejoras de toda la comarca, eso dicen ellos y seguro, que bien lo saben. En su cancionero la “Albada al Nacimiento” y “Salve de Romería”, ésta que dice: ¡Oh! siempre Virgen María, abogada en mar y tierra; de Jesús, augusta madre, por nosotros a Dios ruega para que seamos dignos de alcanzar la gloria eterna.”

Pueblos de Cuenca / 487

/ VINDEL /

E

n un pequeño valle, rodeado de montañas con clima frío, bien regado por el río Vindel, afluente del Guadiela, se encuentra una población del mismo nombre que el río, nacida allí desde hace mucho tiempo.. En su envoltura, los montes elevados algunos, llenos de carrascas, enebros, pinos, encinas, jaras, estepas, madroñeras y muchos romeros que dan el buen olor al paisaje, hacen de este término un paraje digno de alabanza. Son tierras de Priego en algún caso, pero pertenecientes por historia a Huete, cuya dependencia siempre estuvo manifiesta. Sin embargo, te embelesa el contorno que le cubre. Podemos acercarnos, sin pereza, a la cascada del Ojo de la Higuera, tal vez seguir camino y encontrarnos ese acantilado serrano de nombre Peñas del Val o si quieres, buscamos el manantial que nos bendice, al nacer en él ese arroyuelo afluente del Vindel en las Porcalizas. Allá, la Rocha y el Pico Ocejón, el que dicen encumbró la aparición de la Virgen en término de Vindel aunque luego fuera Señora del Recuenco. No tiene desperdicio nada de este término municipal, por eso, lo admiro. Dice una poesía: Virgen de la Bienvenida dónde tienes tu aposento en dos piedras talladas entre Vindel y el Recuenco

Pero, vayamos a su caserío. Allí, la traza medieval es patente. Está claro, porque este lugar fue, como todos los de la zona, reconquistado por las tropas de Al488 / Pueblos de Cuenca

fonso VIII y luego donadas al concejo de Huete. Sin embargo, las circunstancias hicieron que el propio rey la diese en propiedad a un tal Gil de Vindel, de ahí su apellido, el 24 de octubre de 1183, liberándolo de impuestos y tributos de la ciudad optense. Es posible, que este señor fuera dueño del castillo que estuviese situado en el cerro del Castillejo, aunque nada hay cierto y tal vez, sus posibles restos vislumbren una torre vigia de corte musulmán de tiempo anterior. De una u otra manera, Vindel crece como lugar habitado en el siglo XV y empieza así a ser repoblado con más gente y luego levantar su iglesia a la advocación de la Asunción. Pedro Rodríguez y Agustín de Lamebradas, canteros del norte dan su toque maestro a la misma. Construyen su Capilla mayor, excepcional, y reparan su bóveda muy necesitada de ello. Sin embargo, por los años del XVII, los visitadores dicen que esta iglesia tiene la advocación de Santiago Apóstol, que tiene dos ermitas, la de Santo Domingo y la de Santa Ana y que hay una Capellanía que posee Martín de Ressa, vecino de Villaconejos de Trabaque. Su toque isabelino le hace ser la única iglesia de este estilo hacia el norte de la meseta castellana, en la provincia de Cuenca y limítrofe a Guadalajara. El lugar crece y se construye una importante fábrica de vidrio de la que desconozco su origen. Cierto es, que en las Visitas del obispado del año 1661 nos hablan de cuando allí habita Pedro de Santullán, maestro mayor del ingenio del vidrio de Vindel. Pero antes, es posible, que en su construcción o si cabe en su restauración del XVIII, fuera de aquí sacado el vidrio para

los cristales que decoran el Monasterio del Escorial. Sin embargo, es el siglo XIX el de gran apogeo de la fábrica. Se sabe por ser dueño Don Felipe Andino y Virero y también porque aquí, la carlistada tuvo su empuje, al aprovechar los carlistas, en 1840, la propia fábrica para elaborar granadas de vidrio que bien utilizaron después en la primera conquista de Cuenca. El caserío crece, se construyen buenas viviendas, algunas curiosamente decoradas como es el caso de la Casa de los Abetos con su teja enmarcada en negro y sus baldosines bien decorados, las calles están bien

adecentadas y una gran parte del caserío rezuma elegancia y buen estado. Es un pueblo digno de visitar. Luego Santa Ana en julio te bendice con su fiesta, esa buena zurra hecha en vísperas, la Almoneda en San Antonio, los desfiles de moros y cristianos recordados, las buenas gachas y matazón, costumbre ancestral que se mantiene, las palapartas como dulce de bodas bien tomado con chocolate y sin descanso, las fiestas patronales en agosto en honor de San Roque. Ahí todo se hace en buen reencuentro con baile, juegos y procesión después de la misa mayor.

/ VINDEL / Ayuntamiento Pueblos de Cuenca / 489

/ YÉMEDA /

Q

uizás por eso del tiempo en que uno visitó Yémeda siendo niño, el recuerdo que te queda es el de un lugar con estación de ferrocarril y poco más. Lo cierto es que este núcleo poblacional – ahora con poco caserío- debió tener cierta relevancia en tiempos pasados cuando la zona se reconquista al musulmán y luego pasase a depender de Cardenete. Aquí, la historia dice que hubo castillo y además, con cierta importancia por entonces. El rey Alfonso VIII, cita en sus documentos de donación, que el 9 de octubre de 1184 es donada a Don Diego Jiménez, señor de los Cameros y a su esposa, Doña Guiomar e hijos, el castillo de Yémeda con todos sus términos y alquerías, además de diez yeguadas de heredad en término de Zafra, aldea de Huete y el valle de Manzano en Belvis. Unos años más tarde, el mismo rey Alfonso, estando en la ciudad de Huete, el 6 de julio de 1211, hace donación al obispo de Cuenca, Don García, de cuatro yeguadas de labor en la Sierra del Carrizal de Yémeda, y el 21 de noviembre de 1241, estando en Pareja se confirmaría dicha donación, pues documentalmente, aparece cómo el popio rey vuelve a reconocer al citado obispo la posesión, no solo de lo dicho hasta ahora en el término de Yémeda, sino también del castillo de Paracuellos de la Vega y el molino de la Hoz, también llamado del Castaño, situado entre Paracuellos y Yémeda. Importancia tenía, sin duda, este lugar, sobre todo por su molino y la buena tierra en la que estaba ubicado. Más tarde, en el siglo XIV, año de 1339, el entonces obispo de la diócesis, Don Odón, vuelve a reclamar para la diócesis tales predios y beneficios. Luego, cedió 490 / Pueblos de Cuenca

estas posesiones a los propios vecinos para que con sus rentas pudieran celebrar la fiesta del Corpus. Es el Guadazaón el río que riega la zona. Sus aguas de reconocida composición termal ya fueron utilizadas por los propios romanos y así se citaría en los autores Mañanes y Camaño, quienes a bien tienen reconocer estos lugares como propios para el establecimiento de mansiones romanas. Su aguas, por la excelencia de su composición: “aguas sulfurado-cálcicas frías con un caudal de ocho litros y temperatura de diecisiete grados, indicadas para dermatosis, escrofulismo, afecciones de las vías respiratorias y del aparato sexual femenino, así como de clorosis, aquí abundan en proporción, hecho que les hace ser demandadas desde tiempos históricos importantes.” Esa razón determina, que los musulmanes también sean conscientes de su importancia y de ello, lo atestigua, la fortaleza que aquí levantan como lugar de frontera con el reino cristiano de Toledo. Alfonso VIII necesitó un tiempo para su reconquista, más que nada por el apoyo que desde Requena recibió este lugar. Esta causa determinaría que Don Diego Jiménez fuera el beneficiado en la obtención de sus beneficios y, a su vez, en la defensa de la zona, siempre difícil por situación estratégica. Su dependencia de Cardenete y Monteagudo, por término municipal, fue siempre un hecho determinante. Mientras estuvo formando parte del alfoz de Monteagudo de las Salinas, el Cabildo catedralicio fue el beneficiario de sus baños y el cultivo de sus predios.

Luego, la villa de Cardenete se hace propietaria de la misma por concesión gubernamental, hasta la llegada de su plena independencia, allá por el año 1880. Desde ese momento, el lugar tiene Ayuntamiento propio. Cierto es que el municipio de Cardenete tuvo en tiempos su aprovechamiento, luego el establecimiento de la red ferroviaria generó un importante foco de desarrollo. El lugar, agraciado por un paisaje de pinos, unas aguas termales y un caserío bien estructurado, mantuvo su preponderancia por ser altamente considerado en tiempos modernos. Su término, donde los montes de Los Escañales, la Rada de la Cañada y la Dehesa de las Arretulas, cubiertas de ese buen pino halepensis, le determinaron rentas suficientes para su mantenimiento, permitiéndole levantar una iglesia parroquial en honor de Nuestra Señora de los Ángeles, cuya planta de cruz latina y sus planchones en el techo, le generan cierta prestancia, no sin que la torre cuadrada le enaltezca como tal.

canso, tanto en época romana como en tiempos del musulman invasor. El archivo que ahora limpian y documentan, desvelará mucha riqueza documental de su pasado, por eso, estamos ávidos de saber, tal cual su trascripción de tiempos modernos. Ahora, sus fiestas de San Marcos en abril y la Virgen de los Ángeles, su patrona, en agosto, cierran el ciclo de ocio, entretenimiento y cosecha para quienes han vivido siempre en dependencia de otros lugares próximos.

/ YÉMEDA / Ayuntamiento

En su caserío, ciertas estructuras mantienen la típica construcción popular de antaño con algún portón recordando el sentido de su creación. Así, la calle de Arriba, la calle Nueva y la calle de Abajo conforman la red radial de su confluencia hasta la propia plaza pública, destacando edificios de una sola planta. Alrededor de su caserío ya citado, el paisaje que le envuelve se manifiesta altivo. Por eso el monte de la Fuente de San Juan y luego, abajo, el molino del Obispo, determinante de su pertenencia, hacen retuerzos para envolver a lo que debió de ser un lugar de desPueblos de Cuenca / 491

/ ZAFRA DE ZÁNCARA /

E

n Zafra, sin duda, se mezcla en perfecta simbiosis, la leyenda y la propia realidad. Recordar su primitivo origen no es nada difícil si observamos cada una de las piedras que respiran historia, tanto las que elevan su textura en lo alto del farallón rocoso que le da hogar como las que podemos encontrar, si andamos un poco, camino de Torrebuceit. Lo digo por eso de la necrópolis que permite vislumbar tiempos de la Edad del Bronce en ese paraje de La Solana con restos de poblamiento y luego antigua ermita, más un tiempo después fue el romano quien pisó terreno –su puente de un ojo lo advierte-; pero claro está que en este lugar mucho tuvo que ocurrir en tiempos medievales, primero de dominio musulmán y luego en la reconquista cristiana. Ahí se cuece la gran historia escrita que tiene Zafra.

Sin querer hacer aquí un profundo estudio investigativo, algo que ya han hecho algunos de sus hijos, sino simplemente hacer semblanza, nos tendríamos que mover entre esa fantástica página que nos habla del moro Zafra, gigante en tamaño y paladín del reino nazarí, o llegar a ese concepto de que aquí, un lugar fundando por los árabes pretendió ser cabeza de almenia o centro de pago de almojarizfazgo. Una u otra versión, leyenda o realidad, nos seducen porque convierten a este bello pueblo en referente misterioso de una gran época, por tiempos poderosa. Descifrar su entramado y volar en su pasado, nos lleva a su conquista, realizada con dificultades por lo escarpado del terreno donde se alzaba, altiva, una magnífica fortaleza musulmana. Ahora, una torre apenas visible ha heredado tal pasado. En el 1179, después de mu492 / Pueblos de Cuenca

chos intentos, el gran Pedro Manrique de Lara, por orden de Alfonso VIII la dominaba para la cruz. Sin entrar en discusiones sobre si era este Zafra o el Zafra de Molina de Aragón, tierras igualmente ocupadas por el de Lara; sin querer adornar el texto con la lectura del epitafio del Monasterio de Huerta donde dice que “llueve más que cuando enterraron a Zafra… ”; o ni siquiera entrar a valorar su pertenencia a Diego Jiménez, Señor de los Cameros de la Rioja, el mismo que tuvo el castillo de Yémeda y el valle del Manzano en Belvis, donado en 1184, este lugar, por todo su digno contenido va a ser siempre bien considerado por reyes y obispos. Su tiempo, le lleva entre el de Lara y luego don Juan Manuel, dueño de muchos de estos términos y castillos por un tiempo. Aquí, es posible, que escribiese parte de su gran Libro de la Caza. Y eso está ahí y así se mantiene documentalmente. En el siglo XVI crece con rapidez, estirándose hacia debajo de su fortaleza alminada. El quinto señor de Valverde de Júcar, uno de los Ruiz de Alarcón, la obtiene para sus dominios y completa la construcción de su iglesia dedicada a la Asunción. Sin embargo, unos once años después, será el marqués de Villena quien decidiese reformar su interior y darle algún retoque externo. Eso le da el toque artístico que le enmarca su plateresco. Viene Ortega como pintor para el retablo de su Capilla Mayor, muy necesitada de reforma y Becerril, el platero, hace una bellísima cruz de plata. Zafra tiene solera en esos tiempos. Refitor perteneciente a la catedral de Cuenca, Capellanía de Ánimas, dos Prestameras que poseen los cape-

llanes del Chantre y un tal Juan de Carrillo, tres Capellanías y están levantadas tres ermitas: Nuestra Señora de la Solana, María Santísima de Arriba y la Concepción. Entre la torre desdentada, su molino blanco que altivo ondea en la parte más ventosa del lugar y el río Záncara que riega su gran vega y le da sobrenombre, las buenas aguas de su término alimentaron grandes personajes de antaño. Aquí, nacieron ilustres de la historia y de las armas. Sin olvidarnos del gigantón de Zafra, ideado por Muñoz y Soliva y del que el corregidor de Cuenca Basilio Manrique bien supo. Habría que renombar por solvencia a Mateo Carrascosa, apellido que luego se relacionaría con el Cereceda de Villares y que en el siglo XVIII llegase, junto a su hermano Mateo, a alcanzar las más altas dignidades militares, pues uno de ellos llegaría a ser general virrey de Nápoles por sus buenas hazañas. Pero a mi me impresiona la vida enigmática del Rusiano, de aquel Fernando Casado de Torres que, por avatares de la vida, conoció y amó a la gran Catalina de Rusia, haciendo de su vida una novela rosa del más puro romanticismo. Después de ese periplo en aquellas estepas rusas, se acomodó en su lugar natal, hizo una extraordinaria hacienda, casa palacio que ahora bien se recrea, territorios en Cañete, Torrejoncillo y la mayor parte de los pueblos que rodean a este lugar. Compartió con Jovellanos su ideario y le dio herencia de fortuna a un lugar que siempre escribió grandes páginas en la historia: Zafra de Záncara.

traza, arruinada por la historia y bajamos a la parroquial. Se deleitan con sus retablos barrocos de la Virgen del Rosario, de la Virgen de Belén y de San Antonio. Contemplan su bello lienzo de la Virgen del Carmen, bien acopañada por Santo Domingo y San Francisco, asisten a sus fiestas patronales con alegría y reencuentro, sueñan con la historia escrita en cada piedra de su castillo, soplan a las aspas de su restaurado molino, pasean por sus arregladas calles –casas arregladas y entre ellas, la casona del Rusiano-.Luego, descansan en su plaza mayor al lado de la parroquial donde, si quieres, puedes ojear esas páginas del Colegio de Jesuitas de Alcalá, recuerdan a las vírgenes de la Solana y de los Olmos y desde el lugar, otean uno de los más maravillosos espacios que la vista puede permitirte, divisando hectáreas de paisaje, despoblados, tal cual La Alcudia, la Caserna, los Llanos y Valdecuenca, dejando a traspiés, el recuerdo histórico de Torrebuceit. ¡Bella Zafra¡ Y la tradición sigue siendo fuerte. Mantenida. El Ánima Sola de este lugar es de tiempos remotos, del siglo XV según dicen. Doce son los animeros y solo una persona, la que por ella haga la mayor oferta en la subasta, para recorrer las calles cubierto con túnica y capuz blanco sin saber el vecindario quien es. El tambor resuena, la Hermandad de Ánimas sigue su ritual, se nombran los nuevos y se subastan los cargos y pinchos, se porta la bandera, se reza en las casas y se sigue mostrando la otra cara del Carnaval.

Ahora, sus escasos vecinos, viven en el recuerdo. Dejamos la ermita de la Virgen de Arriba, románica en su Pueblos de Cuenca / 493

/ ZAFRILLA /

H

ay en mi corazón cuatro pueblos principales. El más, el que como tal he adoptado por familia, por creencia, por cariño y por profundo sentimiento: Cañete; en el espacio del tiempo, por naturaleza y suerte de haber nacido: Boniches; el que habitó mi inocencia, infancia de juego y prestación de adolescencia: Carboneras de Guadazaón, donde cura y poeta a mi lado, me indujo a la proyección de mi hacia la Historia; y me queda ese otro, que por mimo y gracia, hizo de él mi pretil añorado: Zafrilla.

Es, sin duda, este lugar, donde me palpita el corazón cuando cruzo el tiempo al lado de mi madurez. No lo habito más que una sóla vez al año, pero sus calles son entrañables, su fuente me da el agradecimiento de su pasado, el puente me ofrece camino hacia lontananza, la iglesia me abre en brazos de recogida, sus bares –el de los hermanos y el Naranja-, cada calle, el Pósito donde buen baile siempre hubo, el esquinar y un sinfín de recuerdos. Ando, hacia arriba o hacia abajo, pues todos estos rincones me son familiares y recuerdo a la abuelaFrancisca Sáez, deseosa de mi recogida en fiestas, atendiéndome como si de su familia fuera; salgo y sigo admirando el albéitar de su caserío. Me siento en el poyo de la fuente, espero e imagino la polvoreda de su senda desde la Reclova, los caballos, el novillo de Mora, el balcón del Ayuntamiento, el bueno y recordado Justo con su jamonear en fiestas siempre acompañado de Goyo –hospitalario como ninguno-, su bandera en esos Cargos ancestrales, la joya que advierte de la tradición más solenme, San Agustín

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como patrón de todos, vecinos y forasteros. No hay muchos lugares como éste, sin duda. Andar a traspiés para buscar historia es dificultoso, pero su enclave, en ese lugar elevado de nuestra Sierra de Cuenca, la que enlaza Vallecillo arriba, hacia Albarracín, por un lado el Teruel montañoso y por otro, la búsqueda hacia los ríos que aquí nacen para recorrer la península, es mucho más que gratificante por el paisaje. Todo aquí es belleza. Por eso, este Cofullo que decía el Censo de Castilla, lugar de paso por donde uno de los más importantes caminos del siglo XVI cruzaba: Cuenca, Palomera, La Cierva, Valdemoro, Huerta, la Laguna, Zafrilla (Cofullo), Val de San Pedro, Jabaloyas, Teruel y así hasta Villabona y Morella, será territorio de pastos, ricos y excelentes, de grandes cabañas ganaderas que bien han trashumado, año tras año, de reses bravas, ahora, por dinastía de esos Mora aquí avecindados. Sin embargo, los tiempos han ido dejando su huella. Estos parajes, con ricos manantiales de buenas aguas, rondaron valles que advierten sus montes de las Dehesas de Arriba y la de Abajo, o tal vez, del reencuentro en ese Cerro Aparicio que los franceses avistaron en tiempos de guerra, sin dejar de lado, Los Calares y la Cañada de los Trillos, guardianes de musulmanes en tiempos de reconquista y sin olvidarnos el Alto de la Laguna, el Entredicho o la Umbría del oso, planetario de la fauna montañosa. Aquí, el zafrillano es casi perfecto por honestidad. Se mueve con soltura entre sus pisadas ancestrales.

Aquí hay muchas y buenas razones para que los hábiles hacheros del XVIII supieran talar la madera y escrutar la resina, gancheros de buenas maderadas, o tal vez, permitieran por ser buenos montes que la nobleza hiciera grandes acopios y compras, tal vez aquel marqués de Torres de la Pressa, de Campoverde y Lugros, comprando tierras por esos rentos de Dios, Fuente Fría y Fuente del Berro. Antes, los marqueses de Cañete, aquellos Hurtado algo movieron para su padrinazgo mientras San Agustín desde su iglesia porticada en porche serrano les bendijese cuando San Quilez y San Roque tenían ermita. Luego, desde la espadaña al pie, la que bien se divisa desde casi La Cañada, Colladoverde, prado Redondo, la Veredilla y la Hondonada, uno se puede recrear en la maravilla del horizonte y así, en el otear de sus gentes, nos advierten de su buen carácter, siempre hospitalarios –ahora lo dice Antonio su alcalde-. Porque los tiempos van pasando, se arregla el caserío que aún tiene tejaroces y balconadas, sus fuentes se acicalan con buena compostura, hay salón bueno de baile, la Natividad rige la parroquial con fuerte prestancia, y apenas se recuerdan los Beneficios y Prestameras que tenía la iglesia, mantenidos por Alonso Carrillo de Huete, y casi ni siquiera, aquellas minas de carbón de piedra explotadas en el XIX con el nombre de Santa Bárbara en ese Rincón de Palacios, cerca de las salinas de Valtablao.

pisar estas calles de tantos y tantos recuerdos; por eso, yo sigo añorando a los Olmos, familia de gran raigambre por sentimiento, los Royuela por emoción, los Serna y Escutia por amistades y algún que otro, Marín o Soria, buenas gentes donde las haya y así me siento, como en mi pueblo, os lo aseguro. Por eso, mi última dedicatoria, por cariño copartido, no podría ser de otra manera al recalcar esa Zafrilla que lleva dentro Sara, una Olmo, que entre el deporte de la canasta y su encanto, han hecho brillar, más si cabe, su pueblo y su cielo.

/ ZAFRILLA / Ayuntamiento

Ahora, hay otros deseos. En crisis económica o sin ella, los tiempos han cambiado. Las gentes, habituadas al vivir de su tierra han buscado cobijo en las urbes colectivas bien contaminadas, han dejado de Pueblos de Cuenca / 495

/ ZARZA DE TAJo /

H

acia Tarancón, por ese otro camino de la Uclés monasterial, dormida al sur del Tajo, casi de marcha hacia el Toledo imperial y recostándose en La Mancha, una población tiene hogar en gracia buena. Es Zarza del Tajo. Su nombre, creo, que lo dice todo. Ya casi se escapa de esta Cuenca. Su terreno, escabroso en parte de su término, se retuerce siguiendo un poco las curvas del Tajo a lo lejos, deja a un lado Fuentidueña y Estremera, tierras de otra provincia, rezuma blancura por eso del yeso que bien contiene, aderezan escasos tomillos en sus duermeladeras y, si cabe, los olmos negros de sus alamedas atraen el agua para recrear un poco de esparto, antes bien tratado. Zarza es pueblo de otro paisaje. Lo es, porque su iglesia de la Visitación tiene hechura colonial, blanca toda ella, con dos torres en los laterales que hacen bailar su portada en frontón triangular de estilo neoclásico muy reformado en tiempos modernos. Luego, el cementario, igual de blanco que un Camposanto del Purgatorio, tiene puerta de piedra histórica, con pequeña ermita en arco de medio punto, esquinada, de pequeñas dimensiones, fruto de esa arquitectura popular que rindiera homenaje tiempos atrás. En el recrear del caserío, misteriosa por solera, la cueva del Capitán, rodeada de campos de labor, refugio de labriegos o quizás, algún anacoreta de persecución obligada. Un poco más allá, la casilla del ferrocarril moderno del XX, Los Caldereros, por eso

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del buen uso que hicieran en tiempos sus habitantes, luego la casa de La Sierra. Este lugar, como tantos otros en el XVI, fue de la Orden de Santiago y por eso se crearon demasiados Vínculos eclesiales, tal cual el de Alonso Bernardino, el de Águeda de Valencia o el de las Anas, una Muñoz, otra Cabeza y otra García, recuerdo también aquel del licenciado Agustín Díaz que regentaba su mujer María Parra, tal vez el de Alonso de Loeches, Catalino Sánchez, Cipriano Fernández, Diego de Orea y no se cuántos más. Fueron veinte entre todos, ya se puede decir que la devoción en este lugar abundaba a raudales, quizás por eso de que la Orden, entre Uclés y Ocaña bien advertía de las buenas obras. Si uno quisiera indagar en su origen, no hay duda, que tendríamos que ir al siglo XIII, a principios, cuando las tropas de Alfonso VIII reconquistan la zona, con la ayuda de la Orden de Santiago y caballeros navarros. Aquí, se funda una aldea con el nombre de Zarza, alusivo al matorral allí existente, quizás por eso de su proximidad en terreno abrupto al Tajo, el río que dividía los territorios entre el dominio musulmán y el cristiano. Luego, la Orden que recibirá del afonsino rey, predios y grandes terrenos con aldeas y despoblados, será su administradora por tiempo y forma. Curioso es que apenas tengamos noticias de su primitiva iglesia, construida en el XVI, pues de su existencia hay datos en las visitas del Obispado. Tal es así,

como en 1623 y 1661, la visita realizada al lugar y a su parroquial, declaró el edicto general de pecados públicos, se visitó su altar que tenía retablo de pincel plano, la pila bautismal, bella y románica con pedestal, para luego ver su Libro de Becerro y sus Capellanías. La devoción a Nuestra Señora de la Concepción, igual que a la Virgen de la Paz y el Sagrado Corazón, fueron siempre mantenidas en aquellos siglos XVII y XVIII, devocionando con creces a esa Visitación de María, titular de la parroquial. Luego, al final de los Austrias, se reforma esta iglesia y se le aplican los toques neoclásicos un poco después. Su caserío está arreglado. Sus plazas y recovecos tienen buena solera, su Ayuntamiento, su iglesia y esa Casa de la Tercia que nos recuerda su pertenencia al Priorato de Uclés. Luego, la Candelaria en febrero les aglutina en tradición porque sienten esa devoción muy interna en cada uno de los vecinos. Los Mayordomos realizan ese “Tortón” que llaman “la Torta de la Virgen” aderezado al gusto de la miel y fideos, en mezcla curiosa, recogen El Ramo y se procesiona La Candelaria. Así, la cocha, los trocitos fritos, la cuaja ideal, veinte kilos de miel, veintisiete de fideos – masa preparada de huevos, harina y aguardiente en cantidad-. Especial gusto y profundo sentimiento.

Pueblos de Cuenca / 497

/ ZARZuELA /

de aquella fuerte devoción que sus gentes tuvieron hace ya unos cuantos siglos. Y es que desde su bella y alta torre, parecida a La Mangana de Cuenca, te cuelgas y divisas casi todo un término atestado de buenos pinos. Es la torre de su Ayuntamiento, el lugar en el que hace ya bastantes años, pronunciase yo el Pregón de las Fiestas patronales, las que celebran en honor de su Virgen de Rosario, aunque siempre sea San Ciro quien le defienda en patronazgo perfecto.

Y

con la Z acabamos este Nomenclator de la provincia, con la Z de Zarzuela, último de los municipios que se enrosca entre la Sierra de Cuenca y el Campichuelo en su caminar hacia La Mancha. Aquí, entre ese masa de buen pinar honguero, rebuscado entre manantiales que bien le rodean, más luego en ese recuerdo de aquellas ermitas de San Sebastián, San Blas y la Soledad, ahora en perpétua soledad como su Virgen, ésta última, con sencillo tejado a cuatro aguas y dentro un altar con pequeña hornacina, hace vivo el recuerdo

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De lejos, la Dehesa Masegar hace el acopio del buen ganado que por aquí hubiera dejando algunos pequeños vallejos para pastar. Luego, aquel despoblado llamado Villarejo, habitado en el XIX, más esos otros de ahora, como el Acebrón o el Molino Harinero que abasteció al lugar. Esta Zarzuela es, si cabe, uno de los lugares con más recio abolengo, se ve en su caserío, en su plaza del Sol, pasada esa calle de la Luz, nombres que advierten luminosidad a raudales, la que quieren sus vecinos mientras imploran a Nuestra Señora de la Asunción Pero Zarzuela tiene pieza monumental en su iglesia románica. Aunque modificada por fuera en su traza, reune ricos elementos constructivos de su primera época de creación –siglo XIII-, luego modificada en el XVIII, campeando esa fecha de 1724 en la reforma de su ábside. Por dentro, rica en su hechura. En la fachada del Poniente, bajo la espadaña de dos huecos, puerta cegada, de arcos desarrollados en escalón. El acceso por el muro Sur con puerta en arco de medio punto con restos de canecillos originales.

Su única nave con bóveda de cañón alberga las imágenes patronales, siendo San Ciro ese benefactor en tiempos de malas cosechas y esa Virgen del Rosario la hacedora de bondades, fiestas y devoción.

en pequeñas iglesias con ábsides celestiales, algún trazado en ventanas y sus portadas, archivoltadas en jambas desdentadas por el tiempo. (P)

Ayuntamiento

De aquí, el camino hace desvío y para Villalba de la Sierra te lleva, tal vez si es que no quieres ir a Ribatajadilla, o a Sotos y Collados y adentrarte todavía más en esa Tierra conquense del Románico, bella

/ ZARZuELA /

Me gusta Zarzuela, me gusta por la rica gastronomía que aquí hay, pues buenas gachas aquí se hacen, migas ruleras en tiempo de otoño, cordero y esa orza bien condimentada. Luego, porque sus gentes danzan el paloteo desde tiempos ancestrales, porque habría que buscar orígenes de creación de este lugar, tal cual esos yacimientos que habitan en el Robadillo, San Cristóbal y Santa Quiteria. Tal vez, la dichosa Edad Media es el momento en el que éste núcleo se hace caserío dependiente del alfoz de Cuenca, repoblado con gentes del Norte de la península, los que trajeron a San Ciro para aquí bendecir, mientras que desde la Cruz en monolito que advierte de la pequeñisima ermita de la Soledad o de las Angustias como dice Madoz, rezaban los pastores cuando marchaban a trashumar en tiempos del XVIII. Era un buen ritual, mantenido desde los primeros tiempos, porque en eso de su historia ya ha dicho todo Jesús Arribas, escrito y pensando, porque en su deambular como profesor y deportista, ha tirado el barrón, la reja, alzado balones y desdibujado empresas de investigación histórica. Buen galán, el puñetero.

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EPÍLOGO “En dedicatoria sencilla, hay algo en mi interior que me dice…a mi padre –allá en el cielo- y a mi madre, la mujer más importante de mi vida” Doscientos treinta y ocho municipios han dado vida a este trabajo, laborioso como pocos de los que hasta ahora llevo realizados. He aprendido mucho en su devenir, quizás me ha costado demasiado poder aglutinar tanto contenido en tan poco tiempo. Vivencia personal y enriquecimiento profundo por aderezar términos, tradiciones, hechos históricos, anécdotas, costumbres, fiestas populares, devociones, arte y paisaje. Es un todo en todo. Pero he aprendido a caminar y a provocar ese cambio en la forma de hacer las cosas rutinarias, me he sentido privilegiado por conocer que los elementos son las vibraciones de las cosas de la naturaleza, del fuego, de la tierra, del agua, del aire. Luego, cómo han sido usadas por el hombre, cómo ha sentido el peso de la historia y cómo muchos de los pueblos, por muy pequeños que puedan sentirse, son todos grandes en sus aconteceres, en sus sentimientos y en sus sentidos devenires entre tiempo, pasado y presente. La verdad es que las obligaciones jamás impidieron a nadie seguir sus sueños, por eso yo que he tenido que hacer este bonito proyecto me he sentido más realizado que nunca y he vivido cada lugar como si fuera mío, han sido, muchas horas y horas, sin descanso, quizás demasiadas; ha sido, si cabe, pretencioso y necesario el duro sufrimiento de un escritor obligado por tiempo-, pero cada pueblo lo he sentido en mis carnes, he avanzando en su historia como si fuera el protagonista de la misma y he bailado al son de sus fiestas patronales. De unos, muchos, conocía gran parte de su semblanza enroscada entre la historia de su pasado, las costumbres, sus vivencias y recuerdos, e incluso, personajes vivenciales, porque de ellos he hecho Pregón de fiestas, mientras que de otros, demasiados, poco podía alardear de sapiencia y ello, me ha hecho avanzar en la investigación más generosa, aprendiendo, disfrutando y alcanzando el deber de ser un digno cronista de nuestra completa y extensa provincia conquense. Quizás ahora sea más ese Cronista de la Provincia, lo sea por necesidad de ofrecimiento, creyendo en cada rincón que he visitado, andando caminos –poco polvorientos, si cabe-, viviendo en sus patronos y patronas su verdadera esencia, reconociendo su emblema en escudo de identidad, habitando sus corazones, de alcaldes, alcaldesas, secretarios y secretarias, auxiliares o alguaciles, cumpliendo el compromiso de hacer semblanza, bella, real, atrevida, lírica en lo posible y profundamente, sentida. Pueblos de Cuenca / 501

AGRADECIMIENTOS En el agradecimiento por turno, a Juan Ávila, el que ha tenido a bien provocar el entramado, hacer suyo como mío este proyecto, creer en mi capacidad y escritura, confiar en la potestad de un humilde escribano que sigue siendo fiel a su compromiso con la cultura y la historia de nuestra Cuenca. Luego, a los cronistas y escritores de antaño, con fantasía y realidad en su mezcla, pero con el deseo de hacer por Cuenca su esfuerzo, tal vez Muñoz y Soliva, quizás Torres Mena, Pedro Pruneda, Tomás López, Braulio Marcos, Pedro de Lorenzo, Pelayo Quintero, Martín Rizo, González Palencia, Jiménez Aguilar, o incluso Enrique Buendía en eso del rico folclore y así, un sinfín de muchos y buenos trabadores de palabras. Pero, quisiera que mi homenaje fuera especial y lo será, si lo aceptan los buenos escritores o investigadores que han afrontado el reto de hacer la historia escrita de su pueblo o de algún pueblo de otros. Por eso, ¡vaya pues, para ellos¡. Porque, ellos, con límites contenidos, a veces en cualificación, tiempo, desconocimiento y realidades, han afrontado su esfuerzo personal para hacer grande la historia de nuestra ambígua provincia. Todos, tienen un gran mérito, a veces poco reconocido. En el tiempo moderno, a Manolo Pinedo por utilizar su retina fotográfica para adornar con los edificios de Ayuntamientos a los municipios sin escudo, a Begoña de Pablo por su ayuda técnica en maquetación, a Jesús Carrascosa, Marta Segarra, África y ese ritual de colectivo del libro que aglutina la Institución Provincial, la misma que ha decidido afrontar este proyecto con seriedad y fortuna.

¿Y qué queda?, inventar una dedicatoria a mis amigos los alcaldes y, desde luego, que son muchos los que puedo contar como tales, seguro que más de cuarenta de los que aquí se verán reflejados, por considerar que su esfuerzo en esa dedicación municipal debe tener su compromiso personal, totalmente desinteresado, para hacer de su pueblo, el mejor. Muchos, casi todos, lo han conseguido, por ello, mi enhorabuena a todos, uno a uno, de esos doscientos treinta y ocho municipios. Y el último fragmento para un ruego. Pedir disculpas a quienes no agrade del todo mi semblanza, a los errores que pudiera haber cometido en mi ignorancia, al imperfecto léxico que he utilizado, al relato mal citado o la referencia mal sentada, a aquel pueblo que se pueda sentir ofendido por una u otra causa, porque, sin duda, en mi intención siempre ha primado la honestidad, la neutralidad, la humildad, la equidad y la ilusión de hacer un digno trabajo para todos. Y, aquí está. No hay más. Gracias a todos por vivir y nacer en estos pueblos conquenses, todos bellos, cada uno en su propia estampa y gracias a la democracia política por haber hecho posible la convivencia, la paz, el sosiego, la transigencia, el orden, el enriquecimiento cultural y la defensa de la libertad como meta de progreso, por lo menos, el progreso en la crencia de las tradiciones y el hacer valer su patrimonio histórico-cultural de cada uno como identidad de futuro. “¿Qué es el verdadero Yo? Es aquello que tú eres, y no lo que hicieron de ti”. Apliquénselo todos.

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GOLIARDO

/ MIGuEL RoMERo /

A

tiempo de pasado, rico y grandilocuente, y con dinámico ritmo de presente, Miguel Romero Saiz, abre en este trabajo el alma del pueblo, el sentimiento de la tradición y la creencia de su historia, rebuscando en arcones de legajos, andando caminos que bien conoce y reafirmando investigaciones de buenas gentes, describiendo con su fácil pluma en vocabulario sencillo, la SEMBLANZA de nuestros pue504 / Pueblos de Cuenca

blos en sello de municipios (238 lo componen y en ellos, se reafirma como ese mediático paladín de la escritura en esfuerzo supremo) Él lo sabe hacer mejor que nadie, porque habrá pocos que conozcan nuestra orografía provincial de esa manera tan peculiar que le ha permitido hacer Encuentros, Pregonar a vuelo de pluma y pincel más de

cuarenta de ellos, hacer Jornadas de Cultura y dinamizar su Patrimonio histórico y tradicional. Es un correcaminos en la Cuenca, de antes y la de ahora. Miguel Romero Saiz, nacido en la Serranía conquense ha profundizado desde muy joven en las Tradiciones, la Gastronomía, el Folclore, es decir, en la Cultura de nuestra singular Tierra de Cuenca, sacando a la luz ensayos, novelas, relatos y poemas que pretenden dar a conocer aspectos esenciales de la misma. Su profundo amor a la Historia, determinada por esa vocación docente y su asíduo trabajo en la investigación más exhaustiva, bien avalado por su Doctorado, le ha hecho acreedor de diversas alternativas a lo largo de su carrera, formando parte de la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo y de la Academia de la Historia de Arauco en Chile. Representa en la actualidad ese prototipo de escritor prolífico –pues son más de treinta los libros publicados-, ilusionador de proyectos bien embarcados en realidades que le han distinguido en foros nacionales e internacionales, soñador empedernido de veleidades culturales y protector de talentos. Todo en todo, porque del pincel baila hacia la pluma, se enseñorea en el escenario haciendo teatro, danza al compás de la quimera deportiva, provoca cabriolas en el mundo del toro y sigue siendo, ese gran amigo de sus amigos.

tinciones afortunadas, tal cual el Premio Nacional Glauka, la Medalla de Plata de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y la distinción de castellanomanchego del año en Madrid, se refugia con su musa Joaquina en su “Rincón de Pabovi” y airea su madurez en ese contenido mediático que le ofrece el reconocimiento social de ser amante de su Cultura como desarrollo y, sentirse ese sempiterno cronista de todos y cada uno de nuestros bellos pueblos. Esta es la muestra perfecta de ello. En su dilatada trayectoria, la realización de conferencias y pregones le ha hecho ganarse a pulso el reconocimiento que le avala, siendo actualmente Director del Centro universitario de la uNED en Cuenca, puesto que le ha distinguido por su reconocido prestigio en el mundo de la educación y de la cultura.

Ahora, después de algunos reconocidos premios literarios, entre ellos, el de Novela Histórica “Ciudad de Valeria”, de Ensayo de Castilla La Mancha, de Relato Corto “Alvaro de Luna”, el internacional Juan Rulfo, el de Narrativa “Ciudad de Moya”, etc., y las últimas disPueblos de Cuenca / 505

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Sabéis Adrián y Alejandro, cuán tristes son los hombres que quieren ser más de lo que merecen, porque en ellos está la hipocresía y la envidia. Todos buscan Academia por eso de ser nombrados, quizás altivamente servidos y en su triste devaneo, son villanos por bajeza y ruines, por deshonesta compostura. Por eso, ser fieles a vosotros mismos cuando crezcáis, huir del que adula sin permiso y creer en vuestro trabajo como bondad conseguida. Debéis creer que la vida tiene muchos más gozos que sinsabores y en ello, ha de andar vuestra sencillez como humildad de creencia, así seréis grandes. Tener por bandera dos premisas: Respeto y Honestidad. Huir de Academias maniqueas y sentir como yo hago que “mi risa es mi espada, y mi alegría, mi escudo” para andar con buen tino en los cruces de caminos porque sois afortunados en vivir con regocijo una vida, la vuestra, entre familia cuya honestidad es su emblema. Sabed lo que habláis y con quién, porque vuestro amigo tiene otro amigo, y el amigo de tu amigo tiene otro amigo; por consiguiente, ser discretos. Haced bien vuestro trabajo, quizás yo no tuve a bien tener consejo y tal vez, confié demasiado en la bondad de la gente, cuando lo bueno está cada vez más ausente. Prefiero, Adrián y Alejandro, que penséis en mi consejo: “Prefiero que la gente pregunte por qué no hay una estatua mía, y no pregunte por qué la hay.” Va pues a ellos, mi profunda reflexión por ser mis afortunados herederos.

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Acabóse este libro en un 26 de febrero, sábado, festividad de San Néstor y San Alejandro, ¡por fin¡ pues en el sufrimiento por tiempo anduvo la razón de mi complacencia. Seis meses intensísimos han dado fruto a un Nomenclator de la provincia de Cuenca, trabajo del que me siento satisfecho, orgulloso, y seguro.

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E LA: IERRA I AA IBETTIA I SONICHES ¡BU O PARAISO I CANALEJAS DEL NI CARRASCOSA DE HARQ I CAR I CASTEJÓN I CASnLlEJO DEINlESTA liANa I LA CIERVA I CUENCA(C6Iliga, Collig ON I CHUMIUAS I ENGufOANOS I FRESNEDA FUENTElESPINQ DE MOYAI FUENTENAVA DE J ALTOMIRA o PUEBLA DEOON FRANCISCO I GASCU El HITO NRU61A I HONTANAYAI HQNTECIUASI HORCAJO DE o ISPALlA I Hum {INIEBlA I LAGUNA DELMAAQUESADO/LAGUNASECAt I MINGANIUA I MIRA I MQNREAL DEL LlANOI MQNTALBANEJO I MQNTAlBQ I LA DELPAlANCAA I MOYA I NAABONETAI OLIVARES OELJUCAR I OLMEDA DEL :AJMONCILLOJ PALOMARES DELCAMPO I PALOMERA f PARACUELLOS DELA VEGN PAR ERAL I LA PERALEJA I LA PESQUERA f ELPICAZO I PINAREJO I PINEDA DECIGUELA I PIO ,~~" SI POZOAMARGOf POZORRUBIELOS DELA MANCHA (pozoseco. Rubiekls Altos y Rubieles B~_s PUEBLA DE ALMENARA I PUEBLA DEL SALVADOR I QUINTANAR DEL REY I RADA DE HAROI REILLQ I RI CES I SAUNAS OEL MANZANO I SALMERONCILLOS tsarroercocuoe de Arriba y Salmeroncillos de Abajo) I lUA 'SAN MARTIN DE BONICHES 'SAN PEORO DEPALMICHES' SANTA CRUZDE MOYA' SANTA MARIA RrA DELVAL I SISANTE I SOLERA DEGABALDóN I SOTORRIBAS (CoUados. Pajares, Ribagorda. Ribalajadilla, So Ó AA I TEJADiLlOS I TINAJAS I TORRALBA I TORREJONCIl..lO DELREY (Naharms, Vlllardel Águila. aocaeoe de la ) ORRUBIA DELCAMPO 'TORRUBIA DELCASTILLO/TRAGACm ITRESJUNCOS ITRIBALDOS IUC~S IUÑA IVALDECOLM eoae de AbajoV VALDEMECA I VALDEMORILLO DELA SIERRA' VALOEMORO DELA SIERRA I VALOEOUVAS' VALOETÓRTOLA (T • yaga ABAJO fVALERIA O VALERA DEARRIBAIVALHERMOSO DELA FUENTE I VALSALOBRE I VALVERDE DEJUCAR I VALVERDEJO 'VARA DEREY I s tisracucs. os Perales y el Perche!)' VELUSCA I VILlACONEJOS DETRA8AQUE I VILLASCUSA DEHARO 'VILLAGARCIADELliANO I VlliA ~~~'DEL REY I VILLALGQRDQ DELMARQUESADO I VILLAJ..PARDO I VlliAMAYOR DESANllAGO I VIUANUEVA DEGUADAMEJUD I VILlANUEVA DECAÑAS I ViLLAR DEDOMINGO GARCIA (Noheda, secencoocuc y VillalvlllaVIUAR DELA ENCINA I VIUAR DEOLALLA íaaroaurce. xorteueta. Villarejo UMO I VIUAR DELINFANTADO' VIUAR y VELASCO (Cuevas de verascc y vnar del MaestreyVILLAREJO FUENTES! VlliAREJO DELA PEÑUELAI VI ILLARES DELSAZ (El Congosto) I VILLARRU810 I VILLARTA I VILLAS DELA VENTOSA (661119a. Culebras. Fueetesbueoas. vaoecaóas. La ventosay Vil VERDE y PASACONSOL 'VILLORA I VINDEU YEMEDA' ZAFRA DEZÁNCARAlZAFRILLAllARlA DELTAJO I ZARZUELA I ASIA DELA 081SPAL ÓN I ALBALADEJO DELCUENDE I ALBAlATE DELASNOGUERAS I ALBENDEA I LA ALBERCA DEZÁNCARA' ALCALÁ DELAVEGA I ALCÁZAR DEL ONCHEL DELA ESTRELLA I ALGARRA I LA ALMARCHAIALMENDROSI ALMODOVAR DELPINAR I ALMQNACID DELMARQUESADO I ALTAREJOS O I ARCAS I ARCOS DELA SIERRA I ARGUISUELAS I ARRANCACEPAS I ATALAYA DELCAÑAVATE I BARAJAS DE MELO I 8ARCHfN DEL HOYO I ONTE I BELMONTEJO I BETETA I 80NICHES I BUCIEGAS , BUENACHE DE AlARCÓN I BUENDíA f CAMPILLO DE ALTOBUEY I CAMP LOSSIERRA I CAMPOS DELPARAISO I CANALEJAS DEL ARROYO' CAÑADA DELHOYO' CANADA JUNCOSA, CAÑAMARES ICAÑAVERAS' ERAS DEGUADAlAÓNI CAAAASCOSA DEHARO I CARAASCOSA SIERRA I CASAS DE 8ENlTEZ I CASAS DEFERNANDO ALON"S~\O~'~~~ ,CASASIMAARO I CASTEJÓN I CASTILLEJO DEINIESTA I CASTlUEJO DELROMERALI CASTiLlEJOSIERRA I CASTlLLO DE;; AA DEL UANO I LACIERVA I CUENCA (Cólliga. ColIlguilla. Emblñ, La Me1gosa. Mohorte.Nobeles, Tondos. Valdecabras y ViII" HILLARON I CHUMiLlAS' ENGU!DANOS I FRESNEDA DEALTAREJOS I FRESNEDA DELA SIERRA I LA FRONTERA I FU RO I FUENTELESPINO DEMOYAI FUENTENAVA DEJÁBAGA I FUENTES IFUERTESCUSAI GABALOONl GARA6ALLA I E ALTOMIRA O PUEBLA DEDON FRANCISCO fGASCUEÑA I GRAJA DECAMPALBQ I GRAJA DEINIESTA I HENAR BIA I HONTANAYA I HONTECIUASIHORCAJO DESANTIAGO I HUÉLAMO I HUELVES/LA HU~RGUINA I HU IINIESTA I LAGUNA DEL MAROUESADO/LAGUNASECAI LANDETE I LEDAÑA I LEGANIEL I LASMAJADAS I I MONREAL DELLLANO!MONTALBANEJO I MONTALBO I MONTEAGUOO DELASSALINAS! MOTA DEALTAAEJ I NARBONETAf OLIVARES DELJUCAR I OLMEDA DELREY I OLMEDILLA DEALARCÓN I OLMEDILlA DEEUlI S DELCAMPO I PALOMERA I PARACUELLOS DELA VEGAf PAREDES ILA PARRA DELASVEGAS! EL PEDERN SQUERA I EL PICAZO I PINAREJO I PINEDA DECIGUELA I PIQUERAS Del CASTll..lO I PQRTALRUBIO DEGU RUBIELOS DELA MANCHA (Pozoseco. Rubieles Altos y Rubtelos BajosY POZORRUBIO DE SANTIAGO I EL 7 PUEBLA DELSALVADOR I QUINTANAR DELREY I RADA DEHAROI REILLO I RIBATAJADA I ROZAll:N O ZANOI SALMERONCILlOS (Salmeroncillos de Arribay SaJmeronclllos de AbaJO) I SALVACAÑETE I HES I SAN PEDRO DE PALMICHES! SANTA CRUZ DE MOYA I SA A MARIA DE LOS UAN AO AlDÓN I SOTORRIBAS (Collados, Pajares, Ribagord ajadilla, Sotos.'terree: ORREJONCILLO DELREY (Naharms, Villardel ÁgUila. d i e V" , ACETE I OS I TRIBALDOS I UCL~S I UÑ SIERRA ! VALDEO)~L~.'6''''~ , ROE

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