POESÍA ELEGÍACA Y LÍRICA. CATULO. HORACIO LOS TÓPICOS HORACIANOS 1. ORÍGENES Este género nace en Grecia, y recibe su nombre porque se trata de una poesía para ser cantada o recitada al son de la lira. Caracteriza a la poesía lírica la variedad de formas métricas, musicalidad, expresión de sentimientos personales, utilización de composiciones breves. Los temas son muy variados: erótico, patriótico, religioso..... La primitiva lírica romana tenía una versificación muy peculiar: el verso Saturnio, que es la más antigua forma de versificar en Roma. No se sabe a ciencia cierta si este tipo de verso se basaba en la cantidad, como el verso griego y el romano posterior, o en el acento, como lo hacemos nosotros. Tampoco se conocen sus reglas. Es posible que fueran menos precisas que las que había en la época clásica. Tenían otros mecanismos además de la cantidad de las sílabas y el acento, como la aliteración y la rima. La lírica latina comienza en Roma mucho más tarde que la épica o el teatro, concretamente a finales del siglo II a.C., en plena influencia helenística y cuando las circunstancias políticas y sociales habían abocado los ánimos de los ciudadanos cada vez más hacia la intimidad y la vida privada. Tal vez, el primer poeta lírico reconocido sea Lucilio (180 - 103 a. C). Era amigo de Escipión el Africano y de Laelius. Escribió 30 libros de Satyrae, en las que trataba todo tipo de temas: políticos, morales, literarios, gramáticos, etc. generalmente con un espíritu mordaz y polémico: golpea con fuerza y hiere profundamente. El término satira/satura expresa mezcla, revuelto, es decir, que bajo el título de Satyrae se puede tratar cualquier cosa. El significado español de este término, indicando crítica dura y mordaz contra todo tipo de personas, procede del uso que se ha dado a este tipo de poesía desde tiempos antiguos. Las características de esta nueva poesía siguen siendo semejantes a las de la lírica griega (mitología, polimetría, etc.), pero la diferencia es que los romanos escribieron poca poesía lírica propiamente dicha y además fue un producto completamente literario no arraigado en la costumbre social, pensado para ser leído y no cantado. En este marco afloró en primer lugar el círculo de Lutacio Cátulo y sus célebres epigramas eróticos, a quien podemos considerar como precedente de los neotéricos, verdaderos artífices y abanderados de toda una renovación literaria y estética. Los principales representantes de la lírica latina son: Catulo, Ovidio, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Persio y Juvenal, además del representante de la poesía didáctica: Lucrecio.
2. LOS “POETAE NOVI” O NEOTÉRICOS En el siglo I a. C. aparecen en Roma una serie de poetas llamados por Cicerón poetae novi, que imitan los modelos alejandrinos y al mismo tiempo desprecian a todos los poetas romanos anteriores. Su gran maestro es Calímaco (310 - 240 a. C.) cuyas obras tratan de imitar. Propugnaban el abandono de la épica en aras de unas pequeñas composiciones en las que predominaban la pureza estética, la propiedad en el lenguaje, la selección del vocabulario y la polimetría, buscando siempre la perfección métrica. Básicamente insisten en un nuevo tratamiento poético que gira en torno al culto a la forma perfecta y a la introducción de una nueva temática. La obra maestra que tenía que escribir el neotérico romano para graduarse de "doctus poeta" era un epilio. El epilio o pequeña epopeya es un excelente testimonio del gusto alejandrino, que odiaba la gran epopeya. El concepto de poema corto y gracioso es consustancial a la palabra epylion en toda la Antigüedad, cuyo ejemplo más representativo es el, por otra parte, poema más extenso de Catulo, Las bodas de Peleo y Tetis (64), en 408 hexámetros.
Prefieren la brevedad y los rasgos concretos a los largos análisis sicológicos. La lengua y la métrica son trabajadas hasta el extremo: emplean términos rebuscados y palabras raras y poco conocidas, y son partidarios de las rarezas en la versificación. Tienen, por otra parte, grandes conocimientos, sobre todo, en mitología. Sus temas son preferentemente amorosos. Los principales representantes de esta corriente poética son: P. Valerius Cato, C. Licinius Calvus, C. Helvius Cinna, M. Furius Bibaculus, Q. Cornificius, pero, sobre todo C. Valerius Catullus.
3. CATULO Máximo representante de los poetae novi o neotéricos, es el único autor del que se nos han conservado todos sus poemas y uno de los poetas latinos más populares hoy día. En realidad su inclusión en el apartado de la poesía lírica se debe fundamentalmente a su calidad de líder de los neotéricos, pues propiamente líricas tiene escasas composiciones, entre las que podemos mencionar los poemas 11-17-30- 34-51-61 y otros. Por otra parte todavía hoy se discute su pertenencia al movimiento elegíaco, aunque por una cuestión meramente formal. Cayo Valerio Catulo, nacido en Verona (84.54 a.C.), tuvo una vida breve, pero intensa, aunque sin acontecimientos extraordinarios. Era hijo de una familia provinciana, que aún sin grandes bienes de fortuna, pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social elevado: políticos, aristócratas, intelectuales. Su padre se preciaba de la amistad con César, sentimiento que Catulo no compartía. Tuvo poca inclinación por los cargos oficiales y el comercio, y gustaba, por el contrario, del otium, de la vida social, del trato con los amigos, de las mujeres, del arte poético... Ya en Roma, sólo con 20 años se enamoró perdidamente de la Lesbia que canta en sus poemas, que probablemente era Clodia, esposa de Q. Metellus Celer. No se dedicó a la política, a pesar de que era amigo de personajes importantes y posiblemente la podrían haber ayudado. Se arruino en varias ocasiones, y murió joven de una enfermedad del pecho. Sus obras principales que poseemos son 116 poemas cortos y podemos clasificarlos en tres partes claramente diferenciadas:
La primera parte, del poema 1 hasta el 60, comprende poemas líricos cortos, en metros y contenidos variados: Así encontramos incidentes de la vida diaria, expresiones de amistad, sátiras, críticas políticas, poemas de amor e, incluso, un himno a Diana y la traducción (51) de un célebre poema de Safo.
La segunda parte, del poema 61 hasta el 68, se caracteriza por una mayor extensión de las poesías e importancia del asunto: himnos nupciales, elegías epistolares, y hasta una breve epopeya con motivos mitológicos. Aquí Catulo se nos revela como el poeta doctus, de influencia alejandrina y carga erudita hasta el punto de versionar dos poemas de Calímaco.
La tercera parte, del poema 69 hasta el 116, es parecida en cuanto al contenido a la tercera parte, pero se caracteriza por su forma métrica común, el dístico elegíaco, y además porque expresa los sentimientos del poeta de una forma más tradicionalmente romana. Catulo escribió, pues, básicamente dos modos de poesía:
poemas yámbicos o mélicos (de corta extensión) y epigramas en dísticos elegíacos, que en su mayoría reflejan sentimientos personales o impresiones vividas y
poemas total o predominantemente narrativos, en los que o no se alude en absoluto a su persona o sólo para dar pretexto a una extensa digresión, donde el preciosismo y la precisión técnico-poética dominan absolutamente.
En suma, Catulo se nos presenta como la figura más destacada entre los poetas jóvenes de su época, que buscaban la inspiración no en sus antepasados romanos sino en los griegos, tanto en los poetas cultos y esmerados de la época helenística, como en los poetas líricos más directos de siglos precedentes, como Safo. En él se resumen todas las características de los neotéricos en cuanto a temática:
poesía erótica descripciones de la naturaleza pasquín político sátira privada epitalamios de influencia mitológica... Y de la misma manera se observa en conjunto la influencia de los líricos griegos:
preocupación por la consecución de formas perfectas selección del vocabulario introducción de nuevos metros y temas sentimentalismo plasmación de vivencias personales. Para terminar hay dos circunstancias vitales determinantes que marcaron su vida y su obra:
la infidelidad de Lesbia la muerte de su hermano.
En la vida del poeta se mezclan momentos de felicidad, demasiado breves, con momentos de abatimiento y autodestrucción. La pasión desencantada junto con el angustioso drama de la muerte
de su hermano le hacen llegar a una revelación íntima que llena de luz su alma, indecisa entre el odio y el amor: llega la hora amarga de la resignación. Se observa una sólida entereza, insospechada en alguien que creció en medio de un mundo galante, de disipación y amores livianos. La angustia catuliana, el dolor que apenas encuentra alivio, son el testamento profundamente humano del primer elegíaco que intentó sobrellevar la carga de un amor burlado, de una vivencia asumida en su integridad y que, gracias a ello, pudo proporcionarle una visión trascendental y serena a su existencia. A través de los breves retratos de su pasión observamos un tesoro de expresiones y motivos populares y de la tradición poética. Su lengua surge del habla familiar y nos sumerge de lleno en la sociedad romana de la época. Fue, en suma, uno de los fundadores de la escuela "modernista" de la poesía latina, el primer lírico de esta literatura y un autor cuya obra reúne todas las cualidades técnicas y emotivas necesarias para llegar al equilibrio deseado. Ello la ha convertido en uno de los "corpus" más armónicos y atractivos de cualquier autor lírico latino.
4. HORACIO Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) nació en Venusia (Apulia), hijo de un liberto que ejercía el cargo de recaudador de impuestos en las subastas. Con gran sacrificio de su familia, recibió una esmerada educación en Roma y más tarde en Grecia, entusiasmándose con la filosofía epicúrea. Se enroló en el ejército de Bruto y combatió en Filipos con el grado de tribuno militar. Tras la derrota volvió a Roma y compró un puesto de amanuense de los cuestores para poder vivir. Allí empieza a escribir con amargura sus Épodos y Sátiras, trabando amistad con Virgilio, quien lo presentó a Mecenas, al cual le unió una profunda amistad durante toda su vida. No se casó nunca. Se dedicó por completo a su actividad literaria, permitiéndose incluso rechazar el cargo de secretario particular del "princeps", que el propio Augusto le había ofrecido. Su OBRA lírica se divide en dos grupos:
ÉPODOS: 17 obras de juventud, escritas entre los años 41 y 30 a. C., en los que Horacio imita, con temas romanos, los metros y el espíritu del griego Archiloco. Son poemas cortos escritos en dísticos yámbicos. Sus temas son: 1.- Los que se dirigen contra personas concretas; 2.- los que simplemente sirven de distracción; 3.-los epodos cívicos, 4.- los épodos amorosos y báquicos. Entre todos estos poemas el más famoso es el “Beatus ille qui procul negotiis...”, (“Dichoso aquel que de pleitos alejado…”), que sirvió de inspiración a Fray Luis de León para su “Oda a la vida retirada” .
ODAS (CARMINA): Escritas entre el 30 y el 20 a.C., se trata de composiciones líricas agrupadas en cuatro libros, con las que intenta crear una poesía lírica que rivalice con la griega; naturalmente utiliza temas y metros líricos griegos, estrofas eólicas sobre todo. En los primeros libros de Odas, Horacio apoya las intenciones morales y religiosas de Augusto, incluyendo una temática muy variada:
• Temas político-nacionales, centrados en el valor educativo de la guerra y en la predicación de la vida serena y la aurea mediocritas, como medio de freno para las ambiciones y
ansia de novedades provocadas por la guerra civil. Igualmente habla del sometimiento de los pueblos bárbaros para garantizar la paz de Roma y dedica también poemas de alabanza a Augusto. Tanto gustaron al "princeps" estos cantos, entre los que se encuentran las llamadas Odas Nacionales, que pidió a Horacio que compusiera un himno para los Juegos Seculares del 17 a.C. (destinados a conmemorar la paz definitiva en Oriente, tras el sometimiento de los Parthos), al que se denominó Carmen Saeculare. • Temas religiosos, donde Horacio usa a los dioses como un mero artificio literario. • Temas de ética y moral, donde se pueden incluir también alguno de tipo erótico y otros de tipo profano (la alegría de los banquetes, la tranquilidad de la vida del campo, amores propios y ajenos...), pero donde fundamentalmente se deja ver la influencia de la filosofía epicúrea que Horacio profesaba, en clara contradicción con su carácter típicamente romano: se ha de vivir el presente, disfrutando de la vida ("carpe diem"), pero de una manera sensata, con calma y tranquilidad, evitando el ansia de riqueza y las esperanzas infundadas, que fueron, según él, las causantes de la crisis romana. En el fondo Horacio entiende el deber por encima de los placeres del alma. Por otro lado, en el libro IV de las Odas Horacio se nos presenta de forma diferente a los anteriores: es un libro más personal e íntimo, como el apogeo del hombre, ya anciano, que ve pasar su vida y agudiza sus sentimientos; ante la tristeza de la muerte busca la inmortalidad que puede conferirle la poesía y, como tal instrumento de recuerdo, la alaba. Aquí desaparece el anonimato y se confiesa abiertamente sin seudónimos. En realidad toda la lírica de Horacio, en sus aspectos más elevados, no es otra cosa que una meditación en torno a la muerte: ésta es el hilo conductor de su mundo. Pero su pesimismo no es absoluto, como lo demuestra su evolución fatigosa desde el epicureísmo al estoicismo, manifestada en su producción lírica donde supo aunar los aspectos ambiguos de la vida humana. Por otra parte, la posición señera de Horacio como uno de los mayores poetas latinos se basa en la perfección formal que muestra su poesía y en la profundidad y detalle de su propio retrato: aparece como uno de los hombres más agradables, urbanos, graciosos, tolerantes, observadores, amantes de las cosas buenas de la vida y de su país que podamos imaginar. Precisamente esta capacidad de observación lo aleja definitivamente, en un tema tan común en la lírica como el amoroso, de Catulo y, sobre todo, de los elegíacos Tibulo y Propercio. En Horacio las pasiones son contempladas con un espíritu de observación casi objetivo como si el autor no estuviera implicado en ellas: ante la belleza de Cloe, no ejercita el sentimiento, sino la fantasía. Muestras fundamentales de su producción lírica y reflejo de sus preocupaciones vitales permanentes son las siguientes Odas: "Tu ne quaesieris, scire nefas..." (I,11) "Rectius vivis, Licini,... (II,10) "exegi monumentum aere perennius..." (III,30) "Diffugere nives, redeunt iam gramina campis..." (IV, 7).
5.
LOS TÓPICOS HORACIANOS
Los topica o lugares comunes son un asunto muy antiguo en la literatura. Ya los usaron los griegos y los denominaron con el nombre de tópicos, haciendo referencia a la palabra griega topos, que significa lugar. Aristóteles había escrito un tratado sobre este tema. Cicerón, en un escrito que lleva por título precisamente Topica, hace un resumen de memoria del libro de Aristóteles. Se trata de desarrollar asuntos repetidos que podrían dar lugar a desarrollos posteriores, pero ya conocidos por el público. Bien es verdad que el autor latino que ha proporcionado más expresiones latinas al acervo cultural de Europa es Cicerón. Sin embargo Horacio nos ha dejado unas cuantas perlas, expresiones concisas, contundentes, expresivas, que han tenido mucho éxito en la filosofía y en la literatura universal e incluso en el habla popular. ¿Quién no ha oído decir carpe diem, beatus ille, por ejemplo? No todas ellas son de cosecha propia, ya que muchas, como hemos apuntado anteriormente, procedían de la tradición literaria y filosófica griega. Sin embargo, han hecho fortuna a partir de Horacio. Numerosas son las frases de Horacio que han llegado a ser tópicos, es decir, que, vengan o no a cuento, se dicen o se escriben. Sin embargo también nos han quedado otras muchas menos conocidas, que merece la pena descubrir, porque, en unas pocas palabras, son un compendio de sabiduría. Estas expresiones, junto con otras de diversos autores, han sido adoptadas por filósofos, moralistas o literatos posteriores para explicar en pocas palabras y con contundencia todo un razonamiento filosófico, moral o literario. Estos son los tópicos horacianos: 1. Ab ovo usque ad mala (Sermones, 1, 3, 6): Desde el huevo a las manzanas. Esta expresión viene a significar lo mismo que los refranes españoles “de cabo a rabo”, “de principio a fin”, etc. La razón hay que buscarla en los referentes domésticos, y más concretamente en la comida. Quiere decir que se trata desde el principio (en la comida comenzaban generalmente con huevos), hasta el final (en las comidas el final más normal era la fruta, y concretamente las manzanas). idioma tenemos más de un refrán que expresa muy bien lo que quiere decir: “Hasta el mejor escribano echa un borrón”. Todas las personas tenemos la debilidad de cometer errores, hasta el más experto en su trabajo.
2. Aurea mediocritas (Odas, 2, 10, 5): La dorada medianía. Esta oda está dedicada a un tal Licinio. Prescindiendo de quién fuera el tal Licinio, ya que no se ponen tampoco de acuerdo los estudiosos, haremos el comentario de la oda pensando en la palabra mediocritas. Si la traducimos por “mediocridad”, nos encontramos que en español tiene un sentido peyorativo, es decir, medianía, algo que no sobresale, o, como se dice vulgarmente, ni fu ni fa. Sin embargo el término correcto sería “el justo medio”, ese en el que está la virtud, como dice otro aforismo in medio consistit virtus. Por eso tiene sentido llamar a la mediocritas con el apelativo aurea, es decir, “dorada”, o como traduce alguien “más preciosa que el oro”. Las Odas son, tal vez la obra más conocida de Horacio. El espíritu de Horacio era lírico, y por tanto sus mejores obras están entre las odas, en las que, imitando a Safo y a Alceo, toca todo tipo de temas, porque todos se prestan más o menos al lirismo. Fijó sus ritmos con vigor, y obtuvo de la lengua latina efectos admirables con una forma muy sobria. Las odas familiares son las que más se prestan, ya que tratan con gran finura de sus alegrías, de sus tristezas, de los consejos a sus amigos.
Cuando habla de la naturaleza, se le nota que ama al campo por la tranquilidad que proporciona, no por sí mismo, como Virgilio.
3. Beatus ille (Epodos, 2, 1): Dichoso aquél. Este tópico pretende hacer una alabanza del campo, de la vida rural, frente a la guerra, al mar y a la ciudad, a la urbana. Entre la obras de Horacio se cuentan los Epodos, 17 obras de juventud, escritas entre los años 41 y 30 a. C., en los que Horacio imita, con temas romanos, los metros y el espíritu del griego Arquíloco. Son poemas cortos escritos en dísticos yámbicos. Sus temas son: 1.- los que se dirigen contra personas concretas; 2.- los que simplemente sirven de distracción; 3.-los epodos cívicos, 4.- los epodos amorosos y báquicos. Entre todos el más famoso es el Beatus ille qui procul negotiis…, (“Dichoso aquel que de pleitos alejado…”), que sirvió de inspiración a Fray Luis de León para su Oda a la vida retirada.
4. Carpe diem (Odas, I, 11, 8): Aprovecha el día. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, nos advierte el refrán español. El mensaje de esta oda de Horacio, que tiene como colofón el famoso aforismo carpe diem, es muy claro. No sabemos lo que vamos a vivir, no sabemos si podremos disfrutar del día de mañana, no sabemos si lo que dejamos para mañana lo podremos llevar a cabo o se quedará sin hacer. Por eso tenemos que aprovechar el tiempo presente que es el único que existe, pero que al mismo tiempo es fugaz: “Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa”, dice Horacio. El pasado ya no existe, ya no podemos modificarlo, se nos ha ido de las manos. El futuro todavía no ha llegado, y no sabemos si llegará. Sólo tenemos el presente, pero tan fugaz, que en seguida se convierte en pasado y es el futuro quien se convierte en presente. Por eso, carpe diem, aprovecha el día de hoy. Marcial, en su epigrama nº 15 del libro I nos hace una interpretación de este aforismo de Horacio.
5. Dulce et decorum est pro patria mori (Odas III, 2, 13): Es dulce y honroso morir por la patria. Es una exaltación del patrimonio romano y pretende exponer que los ciudadanos deben preocuparse primero por el bien común, antes que por lo propio o particular. Los seis primeros poemas del libro tercero de las Odas son poemas cívicos, en los que trata cuestiones de tipo moral. Entre ellos, trata del patriotismo, de la dignidad de servir e, incluso, de morir por la patria. Horacio mismo había estado en el ejército. Después del asesinato de César, Bruto se había trasladado a Atenas, ya que consideraba que Italia era poco segura para él. Había sido uno de los asesinos de César, y el testigo de éste había sido cogido por Marco Antonio, a quien no veía con buenos ojos. En Atenas seguía las enseñanzas de filosofía y retórica como muchos jóvenes romanos, entre los que se encontraba Horacio. Todos estos sentían la legalidad republicana y estaban dispuestos a defenderla, por lo que acogieron a Bruto con gran entusiasmo. Horacio no era de los que se metían en situaciones comprometidas, sino que se mantenía seguro en sus propias convicciones. Sin embargo, como joven que era, se dejó inflamar por los ardores republicanos, y, cuando Bruto se decidió a reclutar a los jóvenes nobles para defender la república, se fijó en Horacio y le nombró tribuno militar. Su propio testimonio es ilustrativo: “Estos movimientos políticos me llevaron, a mí que era totalmente inexperto en las cuestiones de la guerra civil, a unas armas que no habrían de oponerse a los brazos de César Augusto”. Parece que no era de los dispuestos a luchar hasta la muerte. Se dio cuenta de que no podía nada su ejército dirigido por Bruto y Casio contra el que habían preparado Marco Antonio y Octavio Augusto, y arrojó el escudo detrás de él sin gloria, en el momento de la derrota de Filipos. Sin embargo, aunque habla de todo esto sin ninguna traba, y parece que no debía avergonzarse de ello, esta actitud no casa con la que expresa en el aforismo que comentamos. 7Sufrió las consecuencias de haber
participado en la guerra en el bando de los perdedores, pero se benefició de la amnistía decretada por Octavio, y, ya que era pobre, se dedicó a componer versos. Perdió sus tierras de la Lucania, pero conservó suficiente dinero como para comprar una plaza de secretario del tesoro, lo que le daba libertad económica para dedicarse a su auténtica vocación: empleado público que en sus ratos libres componía versos.
6. Exegi monumentum aere perennius (Odas, III, 30, 1): He levantado un monumento más duradero que el bronce. En este aforismo, Horacio se vanagloria de su trabajo de poeta reconocido, y dice que será recordado por él durante muchos siglos, tantos que superarán a las pirámides de Egipto. En su época ya hacía 3000 años que existían, y desde entonces a ahora han pasado otros 2000. ¿Cuántos monumentos hechos por las manos del hombre, de piedra, de bronce, etc. han dejado de existir? A todos ellos los afectan las inclemencias meteorológicas, los vientos, las lluvias, los hielos, los cambios de temperatura, y, en nuestra época, la polución, la suciedad del aire, la contaminación. Sin embargo a los versos de Horacio no le afecta nada de eso, siguen tan frescos como el día que salieron de su cálamo. Bien dice que ha levantado un monumento más duradero que el bronce.
7. Non omnis moriar (Odas, III, 30, 6): No moriré del todo. Estos versos son continuación del exegi monumentum aere perennius. Sigue con la misma idea de la permanencia en el recuerdo de las personas, y por eso no morirá del todo. La auténtica muerte sobreviene cuando la gente se olvida de las personas que han vivido. Horacio pensaba que iba a durar siempre, que no iba a ser olvidado. Y nos da los motivos por los que Melpómene, musa de la poesía, habría de estar orgullosa: ha sido el primero que ha sido capaz de componer poemas eolios en versos italianos.
8. Rara avis (Sermones, 2, 2, 26): Un ave rara. Esta expresión se utiliza para designar una cosa rara o especialmente singular y llamativa o cuando se quiere alabar algo que es único o singular.
6.
LA POESÍA ELEGÍACA
La elegía constituye un subgénero de la poesía lírica. Este género tiene su origen en Grecia. En Grecia se llamaba elegía primitivamente a toda composición escrita en dísticos elegíacos, es decir, dísticos formados por un hexámetro y un pentámetro y podía tratar diferentes temas. En el siglo III a.C. los poetas alejandrinos comienzan a componer elegías de tema amoroso, pero en ellas no explican sus experiencias y sentimientos personales, sino que narran leyendas de amores míticos. La elegía griega es una composición poética mitológica, erudita y objetiva. En Roma aparece un nuevo tipo de elegía, cuyas características fundamentales son: 1) Utilizan el dístico elegíaco como los griegos. 2) Los poetas narran su amor, su propia experiencia amorosa, sus sentimientos y forma de actuar, por lo tanto, la elegía en Roma tiene un carácter sentimental, pasional, y sobre todo, subjetivo. 3) La elegía romana añade una nueva nota, la tristeza y el dolor, como elemento fundamental. La elegía se convierte en una poesía dolorosa, tal como hoy la entendemos. La elegía romana es, en definitiva, la expresión de sentimientos personales, entre los que
figura en primer lugar la experiencia amorosa, que casi siempre es desgraciada, de ahí que el dolor y el sufrimiento estén siempre presentes. Además de este amor desgraciado, los poetas elegíacos utilizan un repertorio común de tópicos: 1) pseudónimo de la amada. 2) Encantamientos para lograr el amor. 3) El poeta se presenta como un experto en las penas de amor, que pretende ayudar a los demás.4) Paralelismo del amor con la milicia. 5) Exhortación a disfrutar del presente...... AUTORES:
TIBULO Con Tibulo y los poetas de su entorno, la elegía alcanza en Roma una calidad insuperable. Escribió 16 elegías, dividas en dos libros, que constituyen el llamada Corpus Tibuliano. El primer libro consta de 10 y el segundo de 6. La mayoría de las elegías del primer libro son de tema amoroso. Pero no todo es pasión amorosa en ellas, los placeres del campo, los lamentos por la enfermedad y la muerte salpican toda la obra del poeta.
PROPERCIO Escribió cuatro libros de elegías. Los tres primeros se centran en su amor por Cintia. Es una poesía fogosa y apasionada. Responde a un fuerte sentimiento, y a la pasión enfermiza que siente por ella. El mismo se reconoce cautivado, subyugado y vencido ante ella. En el cuarto libro, Propercio que ya ha roto su relación con su amada, da cabida a temas relacionados con leyendas romanas. Escribe poemas laudatorios a Roma, a Augusto y a sus progresos.
OVIDIO (50-19 AC.) Escribió las siguientes obras elegíacas: - Amores, está formada por tres libros de poesía erótica subjetiva, incluyen todos los tópicos del género y tienen un cierto carácter ligero y superficial. En ellos el poeta demuestra su dominio sobres los temas y modelos. - Tristia (tristes) y Epistulae ex Ponto: compuesta durante su destierro de Roma, en ellas vemos al Ovidio más sincero y profundo, entristecido por la soledad y nostalgia de su tierra. En ambas se lamenta de su situación y suplica el regreso. Varias composiciones tienen un carácter adulatorio hacia Augusto para conseguir el perdón. Heroidas (Cartas de las heroínas) son cartas de mujeres célebres de la leyenda griega a sus maridos o amantes.