Poemas Freddy
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- Words: 560
- Pages: 10
De oráculos y espejismos 10 poemas Freddy Martínez Perera Valencia 1961
Símbolo Divina es tu forma ceniza divino instante polvo Cuerpo trampa mortal purificante Voces llegan tarde cuan tarde llegan las voces Piedra rica piedra sagrada difamaré tu presencia la ahogaré como el punto finito allanaré pronto trampa mortal
Llueve El tesoro, la sangre que coincide, la gracia de una cabra en celo La vuelta de los herejes la caída de los hermanos, el viaje en el péndulo de todas las odiseas. Una escalera, la torre más alta; los símbolos se agotan los secretos, los encantamientos; cuarenta grados a la sombra cuarenta palabras en silencio, el oráculo de la nodriza los duendes se repiten. El día, la víspera, el día un vivo guardián lo sabe el norte su lugar seguro ¿quién dice qué llueve?
Rueda Pastor del tiempo esas cabras tienen hambre ningún númen ha desaparecido. Si vienes del norte con la borrasca la estación toda transitará en silencio. Los tableros juegan la sega recorta el grano. manos sueltas ellas circulan en la rueda del destino. Caemos en la torre jugamos en la torre pierna de un despojo corazón de un perro acuesta.
Oráculo I sí penumbra oso ojos aluviosos ramas precipiten sus respuestas perros si equivoco de penumbra un verbo regresen a sus viejas ramas
Oráculo II Vuelven los oráculos ristres los aparentes pasos certeros vienen de un lugar oriente entran sin abrir la puerta el día, la mano detenida la noche, el último momento fallece la sombra repetir el día mañana repetirla en la noche adentro
Nómada Unos a levante otros a poniente vio pasar los noúmenos los días amarillos las horas que son de Alá los últimos nómadas de la noche. Su sexo no acompaña al húmedo momento recordaba: -delirio de pocos era la batalla -son para él los hombres que marchitan Presentía un íncubo era sed lo que tenía Encanece a lo gris su barba poco a poco sus ojos apagan. Se abandona a la plegaria del derviche un desierto blanco lo visita.
Presa Te acompaño ilustre, ciego señor. Sigamos su rastro purifiquemos sus huesos; brindemos, es un rico botín; en tanto, nada sabemos de él.
Ignara Tuya la sustancia que me conduce a este arcano. De ti el camino afable y abstracto que recorro en la medianoche. Tuya la mañana que despunta abriendo paso entre las serpientes. De ti la última ronda de los pipistrelos, toda lluvia, toda transparencia; la posesión del movimiento, el amargo rito de la soledad. De ti la debilidad humana de la ilusión, la tormenta que es también fenómeno como la locura; el golpe violento que me interrumpe de soñar. Tuyo el indescifrable canto de los gallos el lago desbordado, la húmeda caricia. De ti cualquier entidad, cualquier cosa menos la ilusión de lo real.
Desayuno Mañana es lunes y habrá frío como todo diecisiete de enero. Una vaga idea me ocurrirá en la hora amanecida. En el poema inconcluso un elefante se abandonará en la selva; y allí esperará la hora de su muerte. En ese instante botaré mis recuerdos hasta el lejano día de la sentencia del hombre crucificado. (Palabras también judías serán para los guardias romanos esos remordimientos). Me reconfortaré en el grito desesperado del hijo hipnotizado por su padre. Mañana descubriré el nombre de la ciudad donde vivo; el milagro acontece no tengo que agradecer el momento.
Símbolo Divina es tu forma ceniza divino instante polvo Cuerpo trampa mortal purificante Voces llegan tarde cuan tarde llegan las voces Piedra rica piedra sagrada difamaré tu presencia la ahogaré como el punto finito allanaré pronto trampa mortal
Llueve El tesoro, la sangre que coincide, la gracia de una cabra en celo La vuelta de los herejes la caída de los hermanos, el viaje en el péndulo de todas las odiseas. Una escalera, la torre más alta; los símbolos se agotan los secretos, los encantamientos; cuarenta grados a la sombra cuarenta palabras en silencio, el oráculo de la nodriza los duendes se repiten. El día, la víspera, el día un vivo guardián lo sabe el norte su lugar seguro ¿quién dice qué llueve?
Rueda Pastor del tiempo esas cabras tienen hambre ningún númen ha desaparecido. Si vienes del norte con la borrasca la estación toda transitará en silencio. Los tableros juegan la sega recorta el grano. manos sueltas ellas circulan en la rueda del destino. Caemos en la torre jugamos en la torre pierna de un despojo corazón de un perro acuesta.
Oráculo I sí penumbra oso ojos aluviosos ramas precipiten sus respuestas perros si equivoco de penumbra un verbo regresen a sus viejas ramas
Oráculo II Vuelven los oráculos ristres los aparentes pasos certeros vienen de un lugar oriente entran sin abrir la puerta el día, la mano detenida la noche, el último momento fallece la sombra repetir el día mañana repetirla en la noche adentro
Nómada Unos a levante otros a poniente vio pasar los noúmenos los días amarillos las horas que son de Alá los últimos nómadas de la noche. Su sexo no acompaña al húmedo momento recordaba: -delirio de pocos era la batalla -son para él los hombres que marchitan Presentía un íncubo era sed lo que tenía Encanece a lo gris su barba poco a poco sus ojos apagan. Se abandona a la plegaria del derviche un desierto blanco lo visita.
Presa Te acompaño ilustre, ciego señor. Sigamos su rastro purifiquemos sus huesos; brindemos, es un rico botín; en tanto, nada sabemos de él.
Ignara Tuya la sustancia que me conduce a este arcano. De ti el camino afable y abstracto que recorro en la medianoche. Tuya la mañana que despunta abriendo paso entre las serpientes. De ti la última ronda de los pipistrelos, toda lluvia, toda transparencia; la posesión del movimiento, el amargo rito de la soledad. De ti la debilidad humana de la ilusión, la tormenta que es también fenómeno como la locura; el golpe violento que me interrumpe de soñar. Tuyo el indescifrable canto de los gallos el lago desbordado, la húmeda caricia. De ti cualquier entidad, cualquier cosa menos la ilusión de lo real.
Desayuno Mañana es lunes y habrá frío como todo diecisiete de enero. Una vaga idea me ocurrirá en la hora amanecida. En el poema inconcluso un elefante se abandonará en la selva; y allí esperará la hora de su muerte. En ese instante botaré mis recuerdos hasta el lejano día de la sentencia del hombre crucificado. (Palabras también judías serán para los guardias romanos esos remordimientos). Me reconfortaré en el grito desesperado del hijo hipnotizado por su padre. Mañana descubriré el nombre de la ciudad donde vivo; el milagro acontece no tengo que agradecer el momento.
