Pixelian Boy

  • May 2020
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PIXELIAN BOY Francesc Montserrat

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Capítulo 1 Hice pasar mi cabeza a través del enchufe y entonces empecé a ver cosas que sólo un perturbado hubiera imaginado en nuestro patético y esquemático mundo. Los tópicos y los tabúes desaparecían; pude ver por vez primera en mi miserable vida el verdadero significado de la palabra libertad, un significado realmente alejado del que tenía en mi otra realidad, esto me hizo ver el gran abismo que separa ambas definiciones. Un abismo al que deberían lanzarse todos aquellos que se consideran lideres de un mundo libre, un mundo enmascarado, una lavandería cerebral para quienes no se atreven a desprecintar el órgano mas importante de su cuerpo, el que permite a cada individuo ser distinto a los demás. En el momento en que mi cabeza se bifurcó para pasar a través de la barrera que separaba ambos mundos, pasaron por mi mente los que yo había creído los mejores momentos de mi vida, unos recuerdos que mas adelante recalificaría de pésimos y falsos, ya que en este lado nadie finge por el mero hecho de no querer ser rechazado, cada individuo es él mismo, sin obstáculos sociales, barreras de pensamiento ni discriminación alguna. A lo lejos vi a uno de los seres que habita este mundo lanzarse al abismo desde lo más alto de un edificio. Pesé a que se estaba suicidando no perdía la majestuosidad característica de aquellos que han alcanzado grandes logros en su vida. Y es que en esta tierra fértil en que las plantas brotan sanas, fuertes y sabrosas, el suicidio no esta considerado un hecho vergonzoso y humillante que solo llevan a cabo los perdedores sino que se alaba a quien tiene el coraje suficiente como para retirarse a tiempo después de haber alcanzado cierto nivel de felicidad para no tener que morir en condiciones decadentes en una fría cama de hospital, lejos de aquello que había considerado fruto de su esfuerzo y que tanta satisfacción le producía. Inexplicablemente me llenó de satisfacción y orgullo, la forma en que miles de animales se habían reunido alrededor de aquel edificio y que aplaudían a ese hámster al que consideraban un héroe mientras en sus ojos aparecía un brillo peculiar que reflejaba respeto y tristeza, pues aunque lo idolatraban, sentían, como nosotros, cierta lástima porque no volverían a verlo. Entonces, y para mi sorpresa, le brotaron unas alas inmateriales de los costados, a mi parecer alas fantasmas, unas alas que le permitieron levantar el vuelo cuando estaba apenas a un palmo del suelo. Aquello me sorprendió enormemente, sentimiento que no compartían los compañeros que lo contemplaban desde abajo. Mi curiosidad me impidió cerrar los ojos, aunque así lo deseaba, me quede allí, conmovido por aquella escena, entonces ese animal con aspecto de semidiós, hizo un seguido de piruetas, al parecer, corrientes en estos casos y los aplausos aumentaron cuando pasó a través de un edificio y salió de él con un ramo de flores para entregárselo en mano a aquella que amaba profundamente en su corazón y le había hecho morir de felicidad. Las flores me parecieron desconocidas y el momento conmovedor, entonces volvió a subir, mucho mas alto que antes, y de entre el público brotó un rayo hacia él. No pude evitar echar un grito, aunque sin razón. Esa extraña luz no impactó en el hámster, sino que abrió una bella puerta de cristal líquido en el aire permitiéndole un acceso rápido hacia una nueva vida. La puerta se desvaneció detrás de él y el pueblo se mantuvo en silencio durante varios minutos. Cuando terminó el silencio y volvieron los murmullos, un anciano simio bien vestido y con un bastón metálico en su mano izquierda se me acercó lentamente y me habló. Me impresionó que tan duras palabras pudiesen salir de un mono. - Forastero, acabas de presenciar, uno de los más antiguos eventos de nuestro pueblo, el partir de un Pixelian Boy hacia la Guerra Psicológica, una guerra dura para la que hay que ser firmes y tener buen corazón. Solo en momentos en que nos invade la felicidad se puede afrontar semejante desafió.

Así habló, y yo, arrogante, le contesté: - ¿Cómo dice? ¿Es usted un simio? - Perdona que no me presentara antes, soy Champy, el mono tritesticular, pero antes de seguir con este intercambio de culturas me gustaría que vinieras a mi casa, fueses mi invitado, y me acompañaras en la mesa, y así tendrías la posibilidad de conocer a mi familia. - Agradezco, su invitación, Champy, me parece usted un simio de buen corazón, así que me dejaré guiar por mi instinto y le seguiré. - Realmente tenemos muchas cosas que contarnos, así que démonos prisa ¡cuando antes lleguemos, antes comeremos! Y así lo hicimos, nos dimos prisa, pero eso no me privó de contemplar las diferencias entre mi mundo y esta realidad alternativa, esta sociedad tolerante y amable con los forasteros. Cualquiera con una mente más cerrada se hubiera vuelto loco intentando demostrar científicamente lo que yo simplemente contemplaba con admiración, después de todo, ¿Por qué no puede haber una realidad alternativa al otro lado del enchufe donde yo siempre había conectado mi ordenador?

Capítulo 2 Champy me acogió en su hogar y me trató infinitamente mejor de lo que yo hubiera tratado a un simio que en mi antigua vida se hubiera presentado en mi casa pidiéndome hospitalidad. Conocí a su amante, Rovana, una iguana roja que me resultó bastante atractiva y que luego demostró saber hablar indicadamente. También conocí a sus hijos, El mayor, Champyno tocaba la guitarra en un grupo de rock y aún estudiaba para llegar a ser un Pixelian Boy de nivel 1. Los otros dos, un macho y una hembra eran mellizos y habían nacido en cuanto se abrió la puerta hacia la Guerra Psicológica, y apenas dominaban el Java. La cena fue muy agradable, probé manjares exquisitos que nada tenían que ver con los restos de comida basura que aun conservaba en el estomago, restos que tuve el deseo de expulsar en cuanto tomé el primer bocado para no tener que cometer el sacrilegio de mezclarlos con la comida que preparaba todo un Maestro Pixelian Ape. Después de cenar, jugamos un poco a los videojuegos. La consola de Champyno era impresionante, sus gráficos eran cómicos pero reflejaban la realidad, su sonido te introducía totalmente en la acción de los juegos que me parecieron muy variados. Champy, me hizo probar uno exageradamente violento con una música satánica muy provocativa. Con estas palabras me habló, y había mucha razón en ellas: - No seria un buen anfitrión si no te invitara a desahogar tus penas, pues hasta el más culto y sensato de los Pixelian Boy necesita, vaciar su contador de furia para no cometer ninguna barbaridad que pueda perjudicar a si mismo o a quien le rodea. - Hay razón en sus sensatas palabras, honorable Champy, y por eso, voy a acceder a esta invitación que para mi es una orden que me manda mi propio corazón ya que te estoy eternamente agradecido por darme cena y cama después de mi llegada a esta tierra que me es desconocida. Gocé esa partida más que cualquiera que hubiera jugado en el pasado en mi mundo primitivo. Y debo admitir también que tuve una gran paz interior en terminarla y me sentía preparado para hablar con mi nuevo maestro de lo que hiciera falta. - Ahora que has eliminado los malos espíritus que contenía tu cerebro y que deseaban poseerlo para conspirar contra la sagrada Pixelancia, dime forastero que vienes de tierras tan lejanas que incluso pareces desconocedor de la existencia de los Pixelian Boy ¿Quien eres, donde están tus tierras y cual es tu cometido aquí? Pesé a que me instinto me pedía que confiara en él, mi prudencia deseaba ponerlo a prueba una última vez para saber si realmente era su invitado o si conspiraba contra mi y el que fue mi mundo. - Se lo diré encantado, pero antes dígame, maestro, que es la sagrada Pixelancia a la que usted tiene tanto respeto y adora por encima de todo. - Veo que tienes el don de la prudencia así que, ya que tus palabras son indicadas te diré lo que deseas saber: La sagrada Pixelancia es un documento muy antiguo, que dicta nuestras normas y nos dice que esta bien, y por el contrario, que es lo que no debemos hacer. - También en mi tierra existe dicho documento y nosotros, los habitantes escogemos a nuestros representantes para redactar y modificar tan delicado bien. - No es ese nuestro método, ya que nuestros hijos nos indican tan sagradas normas, y, aunque en nuestro corazón no deseamos incumplirlas, algunas nos parecen injustas, aún así no discutimos y el siguiente bebé trae la nueva ley para satisfacernos por haber respetado la sagrada Pixelancia.

- Perdonadme si no lo he entendido, sabio maestro, ¿pero, me estáis diciendo que permitís a vuestros hijos redactar algo tan importante? - Tus palabras son sensatas pero aún te queda mucho que aprender acerca de la sagrada Pixelancia y nuestro mundo bien construido, y es que, obviamente, no permitimos a nuestros hijos redactar algo tan importante. Simplemente, ellos mismos nacen con las mejoras escritas en su cuerpo en la sagrada lengua binaria, con una caligrafía celestial, la misma con que esta escrita la sagrada Pixelancia y que solo un gran Sacerdote Píxelian Boy puede estilizar tras innumerables años de aprendizaje. - Realmente me ha impresionado así que voy a contarle mi historia…

y

se

ha

ganado

mi

amistad

y

lealtad,

Le narre un amplio resumen de mi vida hasta el punto en que le hable del enchufe. En ese punto, me hizo callar, con un gesto y pude ver que su cara cambiaba para darle un aspecto mas serio, se puso las manos en la espalda haciendo un ángulo de noventa grados con el codo y me ordenó con una voz preocupada y inexplicablemente feliz que le siguiera. Le seguí hasta su amplia biblioteca, que contenía centenas de libros escritos en lenguaje binario e innumerables lenguajes de programación, se dirigió hacia uno que tenia encima de un pedestal, aparentemente importante. - Esta es la Profecía Pixeliana, el único libro mas importante que la sagrada Pixelancia, narra la aparición de un ser que llegará a través de la Llave de Luz y se instruirá en la escuela y en tan solo seis lunas logrará convertirse en Maestro Pixelian Boy, para que el portal se abra por última vez y logre llevarnos a la victoria, acabando así con la Guerra Psicológica de una vez y para siempre. Amigo mío, tú eres ese ser, tu eres el Katenka. Duerme esta noche y mañana te llevaremos a la escuela para que alcances el nivel de Maestro Pixelian Boy. En ese momento sentí que si no hacia caso a tan savia sugerencia mi pesado cuerpo se desplomaría carente de vida a causa del gran cansancio que cargaban mis miembros y un profundo crujido lo convertiría en poco mas que un puré de órganos sin nada que envidiar al menú especial del restaurante de comida rápida mas importante de mi antiguo mundo. Aunque el cerebro, por otra parte más despierto y equilibrado saldría disparado de mi cráneo al hacer este colisión con el suelo para salir proyectado como una gran bola mucosa hacia un pañuelo con mis iniciales bordadas al que se le pegaría la cara repleta de confianza del Todopoderoso Estorbo para ser mandada en un camión amarillo hacia los estudios de la televisión pública dónde sería un elemento más de la decoración del despacho de su más alto cargo, complementando a varios millones de óvalos grisáceos extraídos previamente de sus recipientes, para evitar la aparición de arrugas y la migraña provocada por pensamientos innecesarios. Así que al comprender inmediatamente que dicho final no era excesivamente agradable me despedí educadamente del anfitrión de mi nuevo hogar provisional y me dirigí a la habitación asignada a visitas inesperadas en donde tras reflexionar sobre mi situación decidí, apenas unos segundos antes de caer abatido, que me presentaría al adiestramiento aunque eso no confirmara que tomaría parte en una guerra desconocida, no sin antes conocerla y creerlo inevitable.

Capítulo 3 - Hola Katenka, ¿por qué vives con ese maldito chimpancé cuatro-ojos? ¿No te das cuenta de que te manipula? ¿No ves que tu sitio esta aquí entre los humanos? En el sistema solar, en la Tierra, en Europa, en… Hubiera seguido con ese maldito efecto lupa si no le hubiese interrumpido. - Tienes razón sensei… - Veo que no te has dejado influenciar por tan repugnante simio zoofílico, biennn… ah! Por cierto... ¡peinate! Peinate, pEinate, peInate, peiNate, peinAte, peinaTe, peinatE, esas siete jodidas letras tuvieron para mi mas importancia que todo un discurso en C++. No pude contenerme, alcé suavemente la mano derecha y levanté el mechón de pelo que colgaba sobre los ojos, para escalarlo al resto de mi cabellera. - ¿Así, bastardo manipulador? Ahora eran las dos manos las que actuaban sobre mi pelo, con una ira demoníaca me arrancaba mechón tras mechón hasta el extremo en que llegué incluso a mutilarme un pedazo de cuero cabelludo. Me detuve en seco, viendo ese trozo de piel sangrante escurriéndose entre mis dedos, iba a ceder a la cordura pero, en ese momento la vi. ¡Norteamérica! ¡El putrefacto trozo de piel tenia la forma del Norteamérica! No, incluso peor: ¡Tenia la forma de los Estados Unidos! La sangre, ya reseca, volvió a fundirse para formar siete hilos horizontales, incluso se hubiera teñido de azul, si no me hubiera metido la tierra de las oportunidades en la boca y me la hubiera tragado, preso del pánico, para continuar segándome el recipiente. Cuando me hube arrancado pelo, piel y cráneo, mi cerebro salió a tomar el aire. Abandoné el cuerpo y me lancé sobre el bastardo manipulador que había adquirido forma de cerebro durante mi liberación y que lucia un brillante color dorado que deslumbraba los ojos de mi envase. Mi envase de desplomó… ¡era como en mi visión! Solo que en este caso yo ya estaba fuera. Allí estábamos dos malolientes sacos de neuronas flotando sobre el Atlántico y desafiándonos mutuamente. Dicho desafío fue interrumpido por la figura de Champy, mi verdadero sensei. Era borroso y tenia apariencia divina pero evidentemente era el mono tritesticular. - Puede que seas el Katenka, pero sin el adiestramiento necesario eres incapaz de vencer un Golden Brain, ni siquiera al de un funcionario. - Si no fueses un Maestro Pixelian Ape te metería esas palabras por tu culo rosa y pelado. Has ganado este asalto, pero la guerra aún no ha terminado, ¡Come-plátanos! - Gritó el cerebro brillante. - ¡Te recomiendo que dejes de ver cine de hollywood y que prestes mas atención a tu taquilla! Antes de que Champy hubiera terminado el reproche, el cerebro se fue con un destello amarillento que le hizo pasar a la velocidad de la luz. Todo eso despertó gran curiosidad en una bola anaranjada que flotaba en el espacio, yo. Guerra, ¿Es esto la Guerra Psicológica? ¿Que es Golden Brain? ¿Tiene mi sensei el culo pelado? ¿Sabe Champy lo que es un plátano? ¿Mi principal entretenimiento tras el adiestramiento será destruir cerebros luminosos? ¿Era ese realmente mi mundo? Todos mis pensamientos se vieron interrumpidos por los gritos de Champyno: ¡FGRTJNT! ¡FGTJNT! ¡JGRIRGO! ¡FKDMFP! ¡UREN MEOROCEO! Como ya he dicho antes, en este

mundo no existen los tópicos así que no me puse a pensar si lo que había ocurrido durante la noche era un sueño, porqué yo lo sabía, Champy lo sabía y la bombilla de mi cabeza lo confirmaba. Mi honorable maestro acudió a darme los buenos días, Tegnana apenas se veía en el horizonte, pero ¿Se puede considerar temprana la salida de la estrella madre en un mundo en que el crepúsculo dura 6 rudas (15 horas)? Supongo que no. - Debí haberte avisado antes de los peligros que acechan el sueño, joven Katenka, pero una de las leyes más contundentes de la sagrada Pixelancia prohibe terminantemente el sueño a un Pixelian Boy para evitar sucumbir al poder manipulador de los Golden Brain. - Gracias maestro por ocultarme la verdad, o de lo contrario no hubiese podido deshacerme del deseo de descanso que me carcomía. Pero decidme Sensei... ¿Como hacéis para manteneros despiertos y no dormiros, por ejemplo sentados en el retrete mientras defecáis? - En primer lugar, alumno ingenioso, no tengo conocimiento de lo que a ese retrete concierne, en segundo lugar, todo es mas fácil cuando haces tus necesidades de pie con un aspirador fecal; Y en tercer y mas importante lugar, el miedo nos impide dormir, pero si aún así el sueño nos pesa en los párpados, recurrimos a las cápsulas. - ¿Anfetaminas? - Equivocado de nuevo, joven drogadicto. Las cápsulas estimulan nuestro sistema nervioso a base de golpes en la zona escrotal o en su defecto en la zona pectoral. - Esas últimas palabras me hicieron inclinarme en un ángulo de ciento ochenta grados pero aún así decidí seguir adelante. Este mundo me necesitaba y posiblemente el otro también – No te asustes joven Katenka, es posible que termine gustándote… No pude evitar ver a Champy con unos pantalones de cuero tan ajustado que permitían a tu imaginación entrever sus tres peludos testículos; anillos de plata con estrellas de cinco puntas en un extremo y pezones erectos de mono en el otro y una gorra de policía con el logotipo (escudo, insignia o lo que fuese) de la APE (Academia Pixeliana Elemental) en su parte trasera: es decir la parte colocada justo por encima de la frente del mono sadomasoquista; recibiendo seguidos golpes en la base de sus trillizos, jadeando de placer y gritando a todo pulmón: Que placentera y agradable resulta la colisión frontal contra la zona genital. Esta visión se desvaneció de inmediato cuando una sonrisa misteriosa apareció de repente en el arrugado rostro del erudito, obligándome a creer que había sensatez en unas palabras que a mi parecer mostraban un sentido del humor oculto en algún lugar profundo de aquel enigmático simio. - Debo pedirle honorable maestro que nos dejemos de preámbulos y que su sabiduría me indique el camino hacia la educación, el trabajo y la esperanza. - Si el joven Katenka, haciendo uso del coraje y la razón ha decidido ser instruido por los más sabios maestros de la APE, así será. Ahora hazme el favor de acompañarme hacia tu nuevo destino.

Capítulo 4 Mi mirada ansiosa aceptó la invitación, llena de curiosidad. Durante el camino hacia la academia detecté una anomalía en el testículo central de mí maestro, este no se contoneaba con el movimiento lateral de sus hermanos sino que se mantenía en posición firme y levitaba unos centímetros por encima de ellos. Había algo extraño en ese testículo esférico, ¿Era esa la fuente del poder de Champy o quizás su talón de Aquiles? Aquella estructura era fascinante, nunca vi tan bella arquitectura en mi mundo ni la iba a ver en este. Era una pirámide absolutamente perfecta, estaba recubierta de una capa de mármol blanco deslumbrante. Aquel brillo me hizo pensar por un momento en el cerebro del funcionario, pero mi mente apartó esa imagen para fijarse de nuevo en aquella obra maestra que competía directamente con Tegnana en belleza y brillo. Champy me contó que la escuela contenía una energía sana y natural que permitía iluminar la ciudad durante la noche y que dicha energía aclaraba la mente a sus ocupantes durante las horas de estudio. No experimenté ese fenómeno hasta que no hube llegado a la recepción a través de un largo pasillo que ascendía desde la entrada principal, oculta por el brillo espectacular que proyectaba la pirámide. Esperaba encontrarme con una gran fiesta de bienvenida pero no fue así y la verdad es que lo agradecí. Debía saber mas acerca de aquel mundo fascinante y no podía permitirme una fiesta, no antes de empezar el curso. - Bienvenido Maestro Champy, el profesor para el Katenka ya esta preparado. Por favor diríjanse al aula 47-B. - Gracias Doris. ¡Ah! Avisa al señor Lambduin que estaré con el en cuanto haya dejado al salvador en buenas manos. - De acuerdo, que tengan un buen día. Nos dirigimos al ascensor, que nos llevo a cuarto nivel, en cuanto estuvimos junto a la puerta del aula 47-B, Champy se despidió. Era la primera vez que mi sensei me abandonaba a la merced de aquel mundo prácticamente desconocido. Abrí la puerta suavemente, pasé la cabeza poco a poco, estaba asustado. Pero mi miedo desapareció al ver que la sala estaba totalmente vacía. No había nadie, solo una gran caja de cristal llena de peces mutantes y un gusano sobre la mesa. Me acerqué a ellos, sigiloso, observé los peces con detención, eran de un verde brillante y sus aletas parecían lo suficientemente punzantes para romper el cristal y acto seguido rebanarme la cabeza, que saldría rodando como una sandía madura para estallar en pedazos al colisionar contra las patas de una de las mesas. - Te recomiendo no acercarte demasiado a esos peces. Reuní valor suficiente para girarme, pero allí no había nadie. Di un par de pasos hacia atrás siguiendo el consejo del fantasma y esperé que mi mente le imaginara de nuevo. - Al creador de esos peces, el profesor Muti, le arrancaron las extremidades aún llevando un traje protector. Volví a girarme, esta vez con mayor agilidad y esta vez le vi. El gusano me estaba hablando con aquella voz grave característica de un profesor. - Ho… ho…hola.- Apenas logré articular palabra.

- Buenos días, supongo que tu debes se el Katenka. ¿No es así? – Afirmé con la cabeza temblorosa- Yo soy Maggle y voy a ser quien te instruya, juntos hallaremos el potencial del que habla la sagrada Profecía Pixeliana.

Capítulo 5 Maggle era un tutor severo y exigente, pero sus clases eran fluidas e interesantes. Me habló acerca del origen de su mundo, creado por unos seres provenientes de una planeta oculto tras Tegnana. Me contó que la estrella madre destruía las lanzaderas espaciales destinadas a la investigación de dicho mundo pero que todo indicaba que estaba desierto. Cuenta la Profecía Pixeliana que aquellos seres que eran de inferior medida y mayor inteligencia que los actuales habitantes de La Tierra Pixeliana se les define como pitufos de un color verdeanaranjado, de cinco palmos de altura (tres de ellos cabeza) con indefinidas extremidades y pies adherentes. No se conoce mucho más acerca de los pobladores del pasado, ya que al parecer, desaparecieron misteriosamente por causas desconocidas. Ellos predijeron mi llegada, pero no sobrevivieron para conocerme. Unos cuantos miles de años después, aparecieron lo que en mi mundo llamábamos animales, estos evolucionaron hasta alcanzar el nivel de inteligencia suficiente para crear la APE. Aprendí mucho acerca de la historia de la Tierra Pixeliana. Los Pixelian Boy parecían remontarse a una época en la que mi mundo desconocía aún el concepto de vida pluricelular. Deseaba aprender más, pero sabía que no tenía mucho tiempo, que mi destino iba a separarme del suyo y que probablemente no tendría oportunidad de volver. Así que me decidí a aprovechar al máximo mi estancia en aquel mundo fascinante. Estuve más tiempo del esperado y ya empezábamos a dar por inútil mi regreso. La Puerta a la Guerra Psicológica permanecía cerrada; al parecer, mi mente todavía no estaba preparada para partir. Pasé interminables noches junto a Champy ejercitando el cerebro y estimulándolo con todo tipo de sustancias. La mezcla me produjo una sensación de acidez de estomago combinada con mareos insoportables, alucinaciones terroríficas y disfunción eréctil. Estaba claro que no habría un Katenka Jr… pero… ¿De que serviría una Katenka Júnior si yo no era capaz de cumplir mi misión? Poco a poco fui perdiendo esperanzas e incluso volví a dormir ¡volví a dormir! No me importaban las consecuencias, quería lobotomizar a esos malditos Golden Brain y terminar con esta guerra de una vez por todas. Me acosté en el pasillo más oscuro y apartado de toda la escuela, alejado de cualquier Pixelian Boy deseando no ser despertado. La Pirámide parecía emitir unas ondas que parecían elevar mi autoestima más allá de las nubes. - Veo que has vuelto, sabia que lo harías. Jamás podrás vencernos, me oyes, ¡jamás! – Rió el cerebro como un psicópata – Ese simio incompetente no ha logrado mantenerte despierto y ahora eres mío. Estuve aturdido durante unos minutos y cuando por fin hube moldeado una respuesta en mi cabeza: me desperté. Soñoliento, miré a mí alrededor…nadie. Un impulso me incitó a mirar hacia arriba. Una maquina flotaba sobre mi, expulsaba aire caliente y un olor denso y desagradable. Me levanté. Había alguien dentro de esa maquina, me incliné para observarlo más de cerca. Era un oso panda: su cuerpo rollizo era contenido dentro del aparato volador como una bola de arroz dentro de un cuenco; le habían sido implantados brazos robóticas articulados y uno de sus ojos proyectaba una luz roja intermitente. Su parpadeo incesante te batía los sesos y te hacia desear tener una cuchara a mano para introducírsela en el cuenco y vaciarlo como si se tratase de un boniato, tierno y caliente. El miedo me contuvo. - No deberías dormir, es peligroso; sígueme.

Miró hacia uno de los monitores del vehículo, supuse que se trataba de un radar. Luego pulsó un botón verde y mi cuerpo fue atraído hacia la maquina. Traté de huir, pero no pude. No podía alejarme más de dos metros de aquel oso motorizado así que decidí relajarme y observar. El dedo metálico pulsó otro botón, a la derecha del anterior. La pared crujió detrás de mí, se abrió lentamente y cuando tuvo anchura suficiente, entramos. Bajo mis pies, el suelo vibró y al girarme solo pude ver un muro rojizo tras de mi. Observé la sala: Un fichero metálico con tres cajones que se repartían el alfabeto, papeles esparcidos sobre una mesa de madera contrachapada y una amplia librería llena de libros desconocidos; y por último observé a mi secuestrador. - Siento haberte asustado. Soy el profesor Muti, descubrí este laboratorio por accidente. - Maggle me habló de usted… ¿Cómo pudo crear a esos peces? - Todo a su debido tiempo, tendrás esa respuesta y todas las que desees cuando llegue el momento. Estas aquí por otra cuestión, ¡toma! – me lanzó un aparato parecido a un mando a distancia pero de dimensiones mas reducidas. – Esto te permitirá abrir el portal. - El maestro Champy no me habló de nada parecido. - El maestro Champy no conoce la existencia de este artilugio ni debe conocerla, por eso te pido que no se lo muestres. Úsalo y hazle creer que el poder proviene de tu mente, entonces márchate. - ¿Pero…? – Un gesto suave me hizo callar y otro, me acercó a la mesa. - Tus respuestas. - dijo con una frialdad aterradora. Un paquete con mi nombre destacaba entre las montañas de papel codificado. El profesor Muti me lo dio y me hizo prometer que no revelaría su existencia y que no lo abriría hasta haber atravesado el portal. Y así lo hice.

Capítulo 6 Tras despedirme de Champy, Rovana y sus hijos, volví a abrir el portal. Esta vez cien metros bajo mis pies. Yo no tenía alas, así que debía calcular bien el salto; el error mas insignificante me convertiría en una pita aplastada y derramante de carne picada. El salto fue digno de un nadador y el acierto fue pleno. La impresión de la caída no era más que un pequeño avance de la velocidad que experimentaría al atravesar la frontera entre mis dos mundos. Volví a mi casa y tras vomitar salvajemente, dudé acerca de mi situación. Decenas de preguntas sin respuesta rebotaban dentro de mi cráneo, tratando de perforarlo. Entonces me acordé del paquete que llevaba oculto bajo la camiseta. Lo abrí ansioso. Se trataba de un libro, pude leer Diario del Profesor Aurelio Montesines. Desde la última cita habían pasado más de veinticinco años pero eso era tan solo la punta del iceberg, la primera línea de una confesión que pondría fin a mis dudas: Una explicación razonable para hechos inexplicables, una llave cuadrada que encaja en una cerradura circular. 21 de noviembre de 20XX Voy a volver, todo está saliendo a pedir de boca pero debo regresar. Temo que la policía me de por desaparecido así que mañana volveré a la Tierra. Ya he preparado mi regreso dentro de diez años: Las siguientes generaciones de mutantes ignorarán mi existencia. Pero gracias a mi última obra, la “Profecía Pixeliana”, me adorarán como a un dios. Preveo que para mi llegada, la pirámide ya estará terminada y entonces apareceré: “El Katenka ha llegado” dirán, y por fin se cumplirá mi sueño. También he añadido nuevas modificaciones a sus genes para intentar civilizarlos y que cada nuevo individuo que nazca, traiga consigo varias leyes. Es mucho más práctico que redactar una constitución y evita el riesgo a que sea sustituida o modificada por los mutantes. Tengo miedo que intenten atravesar el portal. Espero que mi emisor de ondas siga funcionando y que las nuevas generaciones sigan teniendo demasiado pánico a los cerebros como para intentar abrir el portal. ¡Mi pirámide!, no quiero abandonarla, pero tampoco deseo cometer un fallo del que pueda arrepentirme. Ahora debo acostarme… ¡Que lastima que mis animalitos tengan miedo a dormir! Espero que los ruidos de las obras de

construcción de la pirámide no me turben el sueño. ¡Mi palacio, como te ansío! ¡Los Golden Brain no existen! No son más que una enfermedad, esa era la buena noticia. Pero si le damos la vuelta a la moneda inevitablemente siempre hay una cruz: La historia de la Tierra Pixeliana se remonta a tan solo dos generaciones y todo es una asquerosa farsa de un profesor neurótico. Un incompetente que con las prisas había olvidado un diario que contenía información acerca del portal, la creación y manipulación de algunos aparatos y lo que es peor: mutación genética. Algunas preguntas aún rebotaban dentro de mi cabeza como moscas sin rumbo. Moscas que emitían un zumbido que podía llevar al humano más racional a la decapitación voluntaria. ¿Por qué Muti no había informado al resto de los Pixelian Boy acerca del diario? ¿Como es que yo no había sido nombrado Dios? ¿Es posible que la evolución hubiese superado las expectativas del Profesor Montesines y se hubiese demostrado científicamente la inexistencia de Dios? No puedo contestar con certeza a esas preguntas pero si puedo especular, y creo que mis teorías no van desencaminadas. El profesor Muti ocultó el libro en el laboratorio de Aurelio para no matar la autoestima del pueblo. Y en cuanto a la segunda pregunta, creo que la humildad con que se me trató fue más bien consecuencia de la inteligencia sobrenatural de mi sensei. Y me jugaría en cuello y la bandeja que este sujeta a que todo su potencial provenía de ese testículo central que me tenia tan intrigado. Decidí mantener las cosas como estaban y salí a dar un paseo. Antes de llegar al portal, la vecina del primero me pidió que le arreglara un grifo que goteaba. Accedí encantado, la fontanería siempre se me había dado bien. La mujer me llevó a la cocina, me indicó el grifo y me pidió que le disculpara, que enseguida volvería. A los pocos minutos la oí gritarle a su hijo pero no pude entender sobre que discutían. Cuando volvió, ella misma me comentó: - Estos niños, siempre igual, cuando aparece una moda nueva, venga pedir… - Eso es la televisión que... - Ni que lo diga, todo el día anunciando los Golden Brain, esos dichosos cerebritos controlan el mundo. Francesc Montserrat Verano de 2003

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