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San Lorenzo Diario del AltoAragón - Lunes, 10 de agosto de 2009
El amor a gran escala Por César PEDROCCHI RENAULT DOCTOR EN BIOLOGÍA. CIENTÍFICO TITULAR DE LA AGENCIA CSIC. TRABAJA EN EL INSTITUTO PIRENAICO DE ECOLOGÍA
E
L TEMA del amor siempre ha sido complejo, quizás porque el mismo término ya es de por sí ambiguo. ¿Amor a qué? ¿Amor por que? Se supone que se puede amar a una persona, a un ente imaginado (a veces es lo mismo) a una mascota, al dinero (es quien más amantes tiene) a la patria e incluso a la Patria, que parece lo mismo pero no lo es y a un larguísimo etcétera. Si, por poner un ejemplo, el amor va dirigido a una mascota, imagino que la demostración de ese amor consistirá en cuidar bien de ella, tenerla bien aseada, bien alimentada, pasar rato con ella, disfrutando de su compañía y a su vez haciéndola disfrutar. Porque es de suponer que un cordero o un ternero, al que se cuida para que engorde y alcance un buen precio en el mercado, ni se puede considerar mascota ni se puede considerar sujeto a ser amado. Si el que pretendiera hacer negocio con una persona, por mucho que jurara amarla, creo que podría tacharse de proxeneta, antes que de buen amante. El que ama a su tierra, puede ser un buen patriota. ¿Y el que se la vende? Será un buen negociante, incluso un magnífico especulador, pero poco tendrá de patriota. Entonces llama la atención la proliferación de urbanizaciones dentro de España pertenecientes a otros países, pueblos enteros, comprados casa a casa, en los que el idioma hablado por la calle o en los comercios puede ser inglés, sueco o alemán, pero no castellano (ni catalán, ni euskera, ni galego). Un paseo por la costa mediterránea o por las islas Baleares puede ser de utilidad para darnos cuenta de que no toda España es de los españoles. Y los promotores (o los que han permitido) esa situación, por norma general, son personas que siempre tienen en la boca las palabras clave: Patria (con mayúscula) o España (con mayúscula y sin autonomías) ¿curioso, no es verdad? Pues bien, ¿tendrá que ver en un futuro próximo algo de lo contado anteriormente con Gran Scala? O de verdad es amor (hacia Aragón, hacia Los Monegros) lo que nos trae el macroproyecto. Un análisis breve del proyecto puede ayudar a entrever la sinceridad de los amantes: El proyecto requiere una superficie de 2.500 hectáreas, donde se construirán 32 casinos, 70 hoteles,
32 museos, 3 campos de golf, un hipódromo, un canódromo, 5 parques temáticos, 250 tiendas VIP, un complejo cinematográfico, un centro para convenciones internacionales, un camping VIP, un teatro de la ópera, varios otros teatros, complejos deportivos y de salud y zonas residenciales. Tendrá estación de AVE y autovía de tres carriles hasta las ciudades más próximas. Se crearán 65.000 puestos de trabajo directos, a los que hay que sumar casi 100.000 indirectos, siendo las previsiones de unos 25 millones de visitantes al año y entre 100 y 200 vuelos chárter diarios. La inversión será de 17.000 millones de euros, el beneficio para el Gobierno de Aragón de 670 millones de euros al año y el Estado percibirá 1.000 millones de euros anuales en impuestos. No cabe duda que los números son extraordinarios y, por supuesto, tentadores. Pero hay un aspecto que preocupa, y es que si la población monegrina ronda los 21.000 habitantes, con un cierto crecimiento poblacional en los últimos años debido al importante capital humano inmigrado (lo que quiere decir que el paro no es uno de sus mayores problemas) y que por lo tanto es una comarca con una evolución lenta pero positiva, cuando lleguen los 165.000 trabajadores, más sus familiares (algo así como el doble de Lleida). ¿Qué sucederá? Es fácil de imaginar. Se necesitará vivienda para todos ellos, colegios e institutos, comercios de todo tipo y, en fin, los servicios que pueda necesitar una nueva población recién llegada. Dada la ubicación definitiva de Gran Scala, en las proximidades de Ontiñena, a 68 Km de Lleida, parece que la ciudad que recibirá la gran avalancha será ésta y un poco Fraga. Doblar en pocos años la población es traumático, pero de ser así y conocida por la historia reciente la capacidad de absorción y naturalización de emigrantes de Cataluña, puede que en unos decenios todos hablen catalán y se sientan integrados. Porque si son Los Monegros los que decupliquen su población, puede que la integración sea a la inversa y los alcaldes de los pueblos, dentro de una década, se apelliden, como poco, Smith o Vladorovsky, y pertenezcan a un partido que se llame “Gran Scala, el futuro de Europa del Este”. Mientras tanto nos olvidamos, de dos cosas de importancia. Una de ellas es el coste económico y humano que han tenido Los Monegros en los últimos sesenta años: la construcción de los embalses pirenaicos del Cinca y del Gállego, para
construir el Abrazo de Tardienta, dejando sin tierras ni hogar a cientos de familias (y apoquinando de su bolsillo todos los españoles) para regar y poblar unas tierras y unos pueblos de colonización que fueron desérticos y que parece que actualmente ya no aseguran ningún porvenir a los hijos de esos pobladores, que precisan de Gran Scala para poder seguir prosperando (entonces, ¿porque siguen habiendo proyectos de nuevos embalses?) Si la agricultura no es rentable, según la opinión del casi 100% de monegrinos y su esperanza está en Gran Scala, que sentido tiene Biscarrués, Tardienta y Alcanadre. Claro que quizás sea todo por amor. Amor al dinero que proporciona la agricultura subvencionada (o al cultivo de subvenciones); amor al agua privatizada, que cada vez vale más y, desde luego, no sólo para regar; amor a las grandes obras
donde cabe mucho cemento y que paga el erario público (o sea tu bolsillo) Lo que decía al principio ¡qué raro y variable es el amor! La segunda cosa de importancia de la que no se habla, es de la Naturaleza de Los Monegros. No se han regateado esfuerzos para dar a conocer, a todo aquel que haya querido enterarse, que tanto la flora como la fauna de esa comarca son especiales, no sólo únicas en Europa, sino que también en el mundo. A pesar que en el proyecto de Gran Scala se habla de mucho amor al medio ambiente, pocos detalles de ello se ven. De llevarse a cabo el proyecto, la densidad demográfica de parte de la comarca va a variar bruscamente. Se habla (y ya veremos que queda de lo hablado) que para que los trabajadores de Gran Scala se distribuyan de forma equilibrada, lo primero que se piensa realizar en la comarca
es procurarles la infraestructura necesaria: una nueva red viaria, más cómoda y rápida, vivienda adecuada, lo que acarreará el incremento de la red de distribución de electricidad, nuevas tomas de agua y, en resumen, todos los servicios necesarios para atender al incremento poblacional. Todo ello tendrá como resultado el incremento de la contaminación de origen antrópico, y no sólo en lo referente a aguas residuales y residuos sólidos. También hablamos de contaminación acústica y lumínica. La nueva red viaria y el incremento del hábitat humano significarán una inmediata fragmentación de la vida silvestre y la destrucción de diversos hábitats. Los nuevos colonos de Los Monegros necesitarán espacios de expansión. Queda claro que se extenderán en sus salidas, indiscriminadamente, por toda la superficie de la comarca, con los mayores riesgos que ello significa de incendio forestal, de mascotas sueltas, potencialmente peligrosas para la fauna autóctona, o de tráfico de vehículos 4X4, quads y motos. Evitar del todo esos impactos es imposible, pero suavizarlos aplicando férreas medidas correctoras y mucho esfuerzo de vigilancia, podría ser posible. Sin embargo, no es algo que preocupe excesivamente. Tampoco existe generosidad ante la conservación del medio ambiente: La Comarca de Los Monegros excluye la idea de crear un Parque Nacional en Los Monegros. Y eso es una pena porque muestra el desamor generalizado que se tiene por la naturaleza de la comarca, un capital que se está dilapidando, a pesar de que demuestra constantemente su rentabilidad. Lo dicho: ¡qué complicado es el amor y cuántas veces se confunde con algún tipo de interés! O igual no se confunde y se habla como cualquier cínico Don Juan, que sólo quiere a Doña Inés para ganar una apuesta o a Aragón por lo que vale a peso; porque aunque se diga que el amor es ciego, siempre anda sopesando volúmenes y cantidades.