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La Humanae Vitae: 40 años de contradicción José de Jesús Castellanos
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miércoles, 06 de agosto de 2008
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Hace cuarenta años, un 25 de julio, el Papa Paulo VI firmó la encíclica que lo haría un mártir en vida: la Humanae Vitae. En ella rechazó, de manera clara y contundente, la utilización de los anticonceptivos artificiales por parte de los católicos, por ser contrarios a los fines procreativos del matrimonio. En aquel documento advertía, como lo ha demostrado la experiencia, que le negación de la apertura a la vida y la fecundidad de toda unión conyugal, traería graves consecuencias.
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Paulo VI señaló que la introducción de los anticonceptivos implicaba riesgos para la fidelidad conyugal y la degradación general de la moralidad, pues ellos –los anticonceptivos– eran un medio fácil para burlar ambos. Esa práctica también establecía peligros para el respeto de la mujer, considerándola instrumento de goce egoísta. Este pontífice, mártir de la vida en vida, advirtió también acerca del uso que los gobiernos podrían hacer –como ha ocurrido– de esta práctica como un arma peligrosa de políticas públicas, asumiendo el control del sector personal y más reservado de la intimidad conyugal, invadiendo ámbitos que le deberían ser infranqueables. Paulo VI no cedió ni a las presiones de la mayoría de la Comisión que el Papa Juan XXIII había designado para estudiar el tema y que querían una mayor permisividad, ni a la rebelión de no pocos católicos –incluidas Conferencias Episcopales y teólogos– que manifestaron resistencia y hasta disidencia respecto del contenido doctrinal de aquella encíclica. Resistencia que, por cierto, se mantiene en muchos casos a soto voce. Con su decisión recordó que la verdad no está sujeta al número de quienes la aceptan. La introducción de los anticonceptivos artificiales marcó el inicio de un tobogán en la moral familiar y en torno al respeto de la dignidad de la persona humana en el proceso de la fecundación. Esta práctica es aceptada, o cuando menos soslayada, incluso, por muchos que se alinean en el bando de la lucha contra el aborto, sin percatarse de que es a partir de la introducción de la píldora cuando se produce la pérdida de valores que hoy no sólo desemboca en la ejecución inhumana de niños en el vientre materno o recién expulsados del mismo. Ahora se menosprecia a millares de vidas de la fecundación in Vitro, no sólo por almacenarlas como cosas u objetos desechables, sino por la experimentación genética que viola el derecho a la identidad. También constatamos el propósito insano de la clonación humana.
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El relativismo y el subjetivismo moral desatado a partir del rechazo a las definiciones de la Humanae Vitae se ha incrementado a través del tiempo, invadiendo en la práctica todos los ámbitos de la relación conyugal y alentando la disolución de la familia, hoy gravemente amenazada por ideologías, acciones gubernamentales, y posiciones alentadas desde las organizaciones internacionales, como la ONU. En su momento, el Cardenal Jean Danielou señaló que este documento había vuelto a recordar el carácter sacro del amor humano y constituía una “revuelta contra la tecnocracia”. Por ello, acertadamente el director de L’Osservatore Romano calificó esta encíclica como un “auténtico signo de contradicción”, que no es recordado con gusto por su enseñanza exigente y contra corriente. Se trata de un documento histórico que es guía formadora de conciencias que quieren ser fieles a la verdad; instrumento exaltador de la doble dimensión unitiva y procreativa de la unión conyugal, sublimada a sacramento por Cristo, y defensora de la dignidad de la persona en el momento más sublime y maravilloso de su origen en el vientre materno, con la cooperación mutua del hombre y la mujer. Es éste un documento reiteradamente promovido, defendido y continuado por Juan Pablo II en otra trascendental encíclica: Evangelium Vitae. Y como dijo el filósofo Jean Guitón, lejos de haber sido un documento cerrado, fue punto de partida para nuevas investigaciones y conocimiento del proceso generativo, que permitió descubrir y divulgar métodos de control natural como el Billings o el Creighton, ubicar en su esencia la paternidad responsable como actividad humana y no fruto de acciones mecánicas, y gestar conocimientos en beneficio de la transmisión de la vida, como la Naprotecnología. Hoy, como hace 40 años y en el día de su muerte, rindo homenaje a PauloVI, campeón de la verdad.
07/08/2008 02:38 p.m.