Texto Diego Armijo - Generación Carcasa-1.pdf

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Generación carcasa (la idea: mediante trozos de textos cortos -pues, para que se entienda, o para que el personaje estereotipado entienda el porqué de su utilización, y no pierda la atención e intente buscar salidas rápidas para irse al próximo posteo, es necesario mantenerlo atento y que le quede claro que este texto continúa a pesar de su nula tolerancia a la concentración- hablar de una joven vendedora de carcasas de celular) Camila, acuclillada, comió el rollo de sushi enrollado en papel metálico que había comprado a un tipo que usaba un gorro con visera, el cual mantenía la pegatina que comprobaba la marca del producto. (el vendedor de sushi, la pegatina que brilla, los rollos de sushi ofrecidos dentro de un pote plástico que mantiene el calor momentáneamente: la imagen del precario trabajo juvenil en una sociedad capitalista. Quizá para pagar su carrera de ingeniería en algo (cualquier cosa), el arriendo de una pieza en una casa dividida y vuelta a unir hasta la frankestinidad, comer bien o más bien mal y comprar ropa que aparente que se ha conquistado el éxito, a pesar del dolor de pies por estar toda una tarde vendiendo rollos de sushi fuera del mall a la gente que pasa o a los trabajadores que sacrifican su tiempo de colación para salir más temprano) Gente pasaba y se detenía frente a su puesto. Los que se detenían preguntaban por un modelo de carcasa que o Camila no tenía pues se había acabado o la dueña del pequeño espacio que conformaba su tienda no lo compraba por ser un modelo de poca venta. Y había de los que preguntaban por modelos que no existían, y Camila los escuchaba atenta y les decía que no existían, pero ellos insistían y se enojaban con ella. Se iban y Camila, entre dientes, los insultaba, pues aunque podía gritarles en medio del mall, aquello podía escalar a su jefa y terminar en problemas.

(la jefa: ¿quién es la jefa? Una joven de treinta años -al menos ella se autodefine como una joven, una joven emprendedora-, que gracias al préstamo de un familiar, medio exitoso -estamos en Viña del mar, ese tipo podría ser médico, marino, contador o un santiaguino exiliado-, pudo arrendar un espacio dentro del mall y ofrecer al gran público variedad de carcasas para celulares modernos. La carcasa, producto básico para la canasta básica familiar) Su pololo, o más bien el tipo con el que más habla por chat y comparte una relación amorosa algo estable, (pues aún no concretan nada, y aquello los tiene sin cuidado. Podrían seguir caminando, uno al lado del otro, sin tocarse la mano e igual sentirse comprometidos en una caminata conjunta. Aunque va a llegar el día, que en un carrete con amigos -y estos amigos tienen que estar en pareja, con un compromiso más o menos visible- los rodeen con la entrometida frase "y cuando le vai a pedir pololeo?". Que en primer lugar será dirigida a él, seriamente, pero luego, ya en broma, pasará a interpelarla a ella) la visita. Le comenta que acaba de salir del cine. No fue con ella porque estaba trabajando y porque pensó que la película no iba a gustarle. Ella solo asiente y él dice que tiene que irse. Se despide con un beso que ella intenta que sea cariñoso y que él ofrece mecánico y rápido. (¿a dónde quiero llegar? Quizá, y solo estoy levantando una hipótesis muy frágil, lo que deseo es hablar de esa chica que encerrada en un cuadrado de madera, en medio de un edificio enorme que encierra la pasión consumista en sus variantes locales, en una ciudad que se salva de estar encerrada porque tiene mar. Mar que la golpea para desaparecer juntos. Quiero hablar de esa chica que vende objetos, para mí, innecesarios. Pues, ¿qué es una carcasa?, una simple y mínima contención estética a un aparato, de

necesario, pasa a ser una mascota, o un hijo chico. Quiero escribir sobre su fragilidad, sus sueños o la falta de ellos, o la lamentable desdibujada línea de sus sueños) Camila se aburre y mira las espaldas de los empaques del supermercado frente a su puesto. Logra proyectar sus semejanzas. Ellos, como ella, estudian una carrera que les promete una tranquilidad económica futura. O, quizá no, estudian algo de lo que saben no saldrán exitosos, pero lo hacen por convicción, por mundo, por alma, por hacer la diferencia. Pero a la hora de empacar bebidas, queso y tomates todos son iguales. O, tal vez son sujetos condenados a perpetuar la existencia de trabajos vulnerables, y que de seguir en ese rubro construirán sus vidas en torno a un trabajo a la forma de un tótem. Y si el lamentable destino de las "necesidades de la empresa" los llegara a tocar y expulsar de aquel lugar, su mundo entero se verá destruido. (esto último se sale de la línea que me había trazado al proyectar este texto. No pasa nada, la trama no avanza, esto es un punto muerto, de un personaje que se sienta, piensa y reflexiona. De un narrador que se toma una licencia para explayarse. Pero no pasa nada. Muy película indie) (lo próximo tiene hacer avanzar la trama. Ejemplo: un asalto, a su tienda, o a una cajera del supermercado. No, mejor, un señor de traje y corbata mira para ambos lados de la fila de cajas -el plano de los Coen's-, y al no ver sospechas se lleva un paté de marca sin pagar. Los guardias no tardan en llegar y le piden amablemente que lo acompañen al fondo del mall, en un lugar que funciona de bodega y centro de torturas. No, lo último no, pero quizás. Y Camila ve todo esto desde la obligada inmovilidad de su trabajo. Y funciona como una iluminación ideológica. Pero no sé, quizá no funcione para mí) A la noche hay una fiesta en la casa de una compañera de trabajo. Aunque decir fiesta es exagerar. A lo más van a juntarse a tomar copete -y entre más caro y fino, mejor,

porque parece que con el pasar del tiempo van quedando atrás las revolucionarias tomateras en la playa junto a la botella más barata de la botillería más compresiva con los menores de edad-, escuchar música y conversar sobre trabajo y estudio. Es mejor ir que quedarse en casa viendo una serie que no le gusta tanto, pero como empezó siente que tiene que terminar. Sale de la pega, llama a su pololo (digámosle así a pesar de la vulnerabilidad de la situación, y por ahorrarnos un nombre) y le dice que se junten en la botillería al pie del cerro en donde vive su compañera de trabajo. El viaje en micro es rápido, musicalizado por las mismas canciones que invariablemente sonarán en el carrete. Se reúne con él, compran algo para ambos y suben el cerro a pie. Cuando llegan, ya todos -los que se comprometieron en ir- están. Saludan en general, buscan un lugar donde fumar y conversan lo que todos conversan. Camila no puede evitar fijarse en las carcasas de la gente que la rodea. (la carcasa y la persona: si bien todo va a depender del modelo de celular que uno posea, generándose limitaciones en cuanto a variedad de diseños, la implicancia en tanto elección sugiere un mecanismo de compenetración sujeto-objeto. (Camila elabora un teoría, al aire, sobre las relaciones más comunes. -carcasa psicodélica. de índole "alumbrao", o para ser más específico, de publicidad sobre alguna conducta cercana al consumo de drogas; este tipo de relación se caracteriza por el uso del objeto carcasa como una demostración de apariencia libertina, mística o de una aparente profundidad artística.

-carcasa flexible. mas que otorgar protección, este tipo de relación se basa en el ocio y la superación del tedio. al ser flexible esta carcasa permite ser usada como juguete para canalizar sensaciones que desean ser desechadas. -carcasa pop. el diseño se remite a expresar en un dibujo el proselitismo por alguna expresión enclavada en la cultura pop. superhéroe, dibujo animado, banda de música y si la cita es aún más rebuscada y permite generar preguntas, mejor. -carcasa minimalista. sólo un color y nada más. o un diseño estilo baldosas y nada más. o líneas, puntos, signos, pero nada más. En un momento pierde de vista a su pololo y se queda en el balcón de la casa que su compañera de trabajo comparte con tres amigos. (y sale y lo ve, no de la mano, ni cariñoso, pero sí junto a una otra, a la que no es posible verle la cara, pero que en presencia, al ojo y a la distancia, Camila podría decir que es bella y ha enganchado a su pololo. Los sigue. La persecución, que es cerro abajo, en momentos se torna espeluznante. Es de noche, las calles le son ajenas, pero el miedo que le producen no evita que su propósito sea únicamente mantener la vista en la pareja que se aleja. Ya en el plan la cosa se vuelve más tranquila. La pareja, ahora de la mano, se dirige a la playa, (aquí un paréntesis, dentro de paréntesis, para criticar mi propia trama ficticia dentro de la ficción; si bien la parte de la persecución es necesaria, no sé si se justifique que los personajes vayan a la playa. es de noche y hay peligro. es, ante todo, una mala idea. ¿por qué, la pareja, no se fue a la casa de alguno de los dos e iniciaban y terminaban lo que pensaban hacer?. bueno, es así no más, creo que es necesario que el momento de catarsis, ya sean los gritos de Camila, a la distancia, o la menudencia de una acción sexual entre las rocas de la playa) Destrucción narrativa de la realidad:

El pololo vuelve, con dos vasos, y fuman y conversan y él le dice que tiene sueño, que la compañera de Camila les ofreció una pieza, en el segundo piso. Aunque podrían follar y nadie los molestaría, se remiten a sacarse los zapatos y chaquetas y acurrucarse juntos en la cama de una plaza que les han prestado. Camila, en medio de la descompensación por el copete tiene un sueño lúcido en donde intenta ligar con Carey Mulligan, que tiene el atractivo aspecto de Daisy Buchanan en "El gran Gatsby", pero la tímida presencia de Irene en "Drive", aunque hay momentos, en el sueño, que se comporta fría, decidida y distante como Jean Berkey en "Inside Llewyn Davis", y en otros comprometida como Maud de "Las sufragistas". (hay espacio para pensar que cuando Camila le cuenta su sueño a su pololo, este piense que ella se ha convertido en lesbiana, y que poco o nada puede hacer él para revertir aquello, y si piensa en eso en términos como "revertir", es porque no entiende nada. Pero también puede pensarse que aquel sueño, en vez de horrorizarlo, lo excite, y que solo piense, aunque tenga decidido expresar más adelante su deseo, proponerle un trío con esa chica tan simpática que conoció esa noche en el carrete) Tiene turno de tarde. Otra vez. Está cansada, con el cuerpo cortado por el carrete de la noche. Cuando llega un hipotético cliente ella lo trata con displicencia y él se retiran sin comprar nada. Así pasa toda la tarde. Hay un momento en que se queda pensativa mirando un pilar y en la música ambiente del mall suena "The world we live in" de The Killers. Entonces, desde el fondo del inmenso boulevard en donde ella en su isla laboral ofrece carcasas, se escuchan consignas entrecortadas por la agitación del escape. Más atrás, con voz autoritaria y seca, la exigencia de detención, por parte de los guardias de seguridad, poco acostumbrados a correr, a perseguir algo.

Camila ve como frente a ella pasan corriendo cuatro jóvenes -tan jóvenes como ellacon pancartas que hacen alusiones a algo que no alcanza a leer. Lo que sí logra es escuchar los gritos alegres de esos jóvenes, de ropas negras, que felices en su rabia expresan algo. Algo. Cualquier cosa. Algo. (y entonces ve la amenaza cercana de los guardias, y casi sin pensar lanza cajas llenas de carcasas al piso con la intención de que esos hombres con chaleco anti balas y bastones negros, se tropiecen y caigan. y pisan y caen, y los jóvenes de negro continúan su huida, la cual no es detenida por el resto de los guardias que miran impávidos toda la situación en la salida del mall. Camila es prontamente culpada de colaborar y es llevada a la cámara de torturas del mall. Ahí dos de los guardias que tropezaron con las carcasas que ella lanzó, la interrogan de una manera poco profesional. O eso piensa ella si compara la situación al cliché del interrogatorio de serie de policías gringos. No logran sacarle nada, pues no hay nada que puedan sacarle. La dejan libre, pero obviamente esto escalará a su jefa y la consecuencia final será el despido. Camila sale entre la gente que entra al mall, busca por todas partes algún rastro de los jóvenes de negro, pero no logra encontrar nada. Es como si nunca hubieran existido. Que aquello que sucedió fue solo una fantasía escrita por un tipo aburrido que se fijaba en la chica que vendía carcasas de celular, y quería inventarle una historia en donde ella se viera frágil, vacía, y hasta patética, pero con el desarrollo se fue arrepintiendo y volvió todas sus tramas hacia esta caminata perpleja de Camila en medio de la calle

intentando encontrar a aquellos que la hicieron sentir parte de algo, comprometida con algo. Toma su celular y llama a su pololo, le cuenta que salió temprano y que quiere verlo. La primera decisión es dejarlo, total no hay mucho que dejar si nunca existió nada que fuera tangible. Real. La segunda decisión es buscar la vida. La tercera decisión es intentar imitar, una y otra vez, aquella escena de persecución, hasta poder recrearla hasta la naturalidad total. De ahí pensar qué hacer con la vida que le depara a la ex vendedora de carcasas para celulares.

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