Orígenes (hacia 185-253) presbítero y teólogo Homilía 15 sobre el evangelio de San Lucas; PG 13, 1838-1839) “Irse en paz”
Simeón sabía que nadie nos puede hacer salir de la cárcel de nuestro cuerpo con la esperanza de la vida futura, fuera de aquel que él tenía en sus brazos. Por esto dice: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz...” (Lc 2,29) porque, mientras no cogía en brazos a Cristo, estaba como encarcelado y no me podía desligarse de sus cadenas. Es de notar que esto no vale únicamente para Simeón sino para todos los humanos. Si alguien sale de este mundo y quiere entrar en el Reino que tome a Jesús en sus manos, que lo estreche entre sus brazos, contra su pecho y entonces se puede ir, lleno de alegría, a donde desea... “Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios ésos son hijos de Dios.” (Rm 8,14) El Espíritu Santo mismo lleva a Simeón al templo. Si tú quieres tener en tus brazos a Jesús y ser digno de salir de tu prisión, esfuérzate por dejarte conducir por el Espíritu Santo hasta llegar al templo de Dios. Ya estás en el templo del Señor Jesús, es decir, en su Iglesia, “el templo construido con piedras vivas”. (cf 1P 2,5)... Si llegas, pues, movido por el Espíritu Santo hasta el templo, encontrarás al Niño Jesús, lo tomarás en tus brazos y dirás: “Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar a tu siervo irse en paz.” Esta liberación y esta partida se realizan en la paz... ¿Quién es el que muere en paz sino aquel que posee la paz de Dios que sobrepasa toda inteligencia y guarda el corazón de los que la poseen? (Flp 4,7) ¿Quién es aquel que sale de este mundo en paz, sino aquel que comprende que Dios ha venido en Cristo a reconciliar el mundo consigo?
Orígenes (hacia l85-253) presbítero y teólogo Homilías sobre Josué 15, 1-4; SC 71 pag. 331-345 El combate espiritual Si las guerras (del Antiguo Testamento) no fueran símbolo de las guerras espirituales, pienso que nunca los libros históricos de los judíos se hubieran transmitido a los discípulos de Cristo que ha venido para traer la paz. Nunca los hubieran transmitido los apóstoles como lectura pública en las asambleas. ¿A qué servirían tales descripciones de guerras a aquellos que oyen a Jesús que dice: “La paz os dejo, mi paz os doy”, (Jn 14,27) a aquellos a quienes manda Pablo: “No os toméis la justicia por vuestra mano.” (Rm 12,19) y “¿No sería preferible soportar la injusticia y permitir ser despojados?” (1Cor 6,7) Pablo sabe muy bien que ya no tenemos que ganar batallas materiales sino que hay que luchar con gran esfuerzo en nuestra alma contra nuestros adversarios espirituales. Como un jefe de ejército, nos da este precepto a los soldados de Cristo: “Revestios de las armas que Dios os ofrece para que podáis resistir a las asechanzas del diablo.” (Ef 6,11) Y para poder aprovecharnos de los ejemplos de nuestros antepasados en las guerras espirituales, quiso que sea leído en la asamblea el relato de sus hazañas. Así, si somos hombres espirituales, nosotros que sabemos que la ley es “espiritual” (cf Rm 7,14) nos acercamos en estas lecturas a las realidades espirituales en términos espirituales. (cf 1Cor 2,13) Así contemplamos a través de estas naciones que atacaron materialmente al pueblo de Israel, el poder de las “naciones espirituales” enemigas interiores, los espíritus malos que
están en el aire (cf Ef 6,22) que levantan las guerras contra la Iglesia del Señor, el nuevo Israel.
Orígenes (hacia 185-253) presbítero, teólogo Homilías sobre el Génesis, VIII; 6,8,9; PG 12, 206-209 “Abrahán, vuestro padre, se alegró sólo con el pensamiento de que iba a ver mi día; lo vio y se llenó de gozo.” (Jn 8,56) “Abrahán tomó la leña del holocausto y se la cargó a su hijo Isaac; él llevaba el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: ¡Padre! El respondió: Aquí estoy, hijo mío. Dijo Isaac: Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Abrahán respondió: Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.” (Gn 22, 6-8) Esta respuesta de Abrahán, exacta y prudente a la vez, me conmueve. No sé lo que vio en espíritu, porque no se trata del presente sino del futuro cuando dice: “Dios proveerá.” Su hijo que le interroga sobre el presente y el le habla del futuro. Es que el Señor mismo proveería el cordero en la persona de Cristo... “El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él?” (Rm 8,32) Con qué generosidad tan magnífica rivaliza Dios con los hombres.: Abrahán ofreció al hijo mortal que, de hecho, no murió, mientras que Dios entregó al Hijo inmortal a la muerte para rescatar a los hombres.... “Abrahán levantó entonces la vista y vio un carnero enredado por los cuernos en un matorral.” (Gn 22,13) Cristo es la Palabra de Dios, pero “la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14)... Cristo sufre en la carne; padece la muerte en su carne, simbolizada aquí por el carnero. Como lo dice Juan: “Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” (Jn 1, 29) La Palabra permaneció en la incorruptibilidad; es Cristo según el espíritu, del que Isaac es la imagen. Por esto es, a la vez, víctima y sacerdote. Porque, según el espíritu, ofrece la víctima a su Padre, y según la carne, él mismo es sacrificado en el altar de la cruz.