No se como pedir amor Ester 5:1 - «Al tercer día, Ester se puso sus vestiduras reales y fue a pararse en elpatio interior del palacio, frente a la sala del rey. El rey estaba sentado allí en sutrono real, frente a la puerta de entrada.Cuando vio a la reina Ester de pie en el patio, se mostró complacido con ella y le extendió el cetro de oro que teníaen la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro.El rey le preguntó:—¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera lamitad del reino, te lo concedería!—Si le parece bien a Su Majestad —respondió Ester—, venga hoy albanquete que ofrezco en su honor, y traiga también a Amán.—Vayan de inmediato por Amán, para que podamos cumplir con eldeseo de Ester —ordenó el rey.Así que el rey y Amán fueron al banquete que ofrecía Ester. Cuandoestaban brindando, el rey volvió a preguntarle a Ester:—Dime qué deseas, y te lo concederé. ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuandofuera la mitad del reino, te lo concedería!Ester respondió:—Mi deseo y petición es que, si me he ganado el favor de Su Majestad, ysi le agrada cumplir mi deseo y conceder mi petición, venga mañana con Amánal banquete que les voy a ofrecer, y entonces le daré la respuesta.» Ustedes saben que los seres humanos no nacemos amando, no nacemos sabiendo amar; el amor se aprende. ¿Y cómo aprendemos a amar a los demás? A través de las experiencias que hemos vivido en nuestra vida. Por ejemplo: ¿se acuerdan ustedes si sus papás eran de besarse, de hacerse caricias, de decirse palabras lindas? Algunas sí, algunas no. Había padres que por ahí tenían la costumbre de decirse cosas lindas, de besarse delante nuestro, de tener gestos de cariño, de amor; y hay otros que nunca vimos un acto de amor; era más bien una relación distante. Y de ahí también aprendimos de lo que se hacía y de lo que no se hacía. Si tuvimos padres que no eran afectivos, nos va costar tal vez mucho demostrar amor. Hemos aprendido también el amor con respecto a las amistades; cómo veíamos a las parejas amigas; cómo se demostraban afecto, cómo se demostraban amor. Hemos aprendido acerca del amor a través de la televisión, a través de las novelas. ¿Cuántas miraban a Andrea del Boca? Y todas las novelas de esa época… Rolando Rivas taxista, y cuántas otras más había… Alberto Migré era el que hacía todas las novelas. Y crecimos viendo ese tipo de amor, y fuimos aprendiendo a través del cine, de las películas románticas, a través de las canciones: Luis Miguel, Julio Iglesias, Armando Manzanero, José Luis Perales, Sandro, Montaner, Lerner, El Paz Martínez, Rafael, Banana Pueyrredón, Dyango, Antonio Prieto, Roberto Carlos, Arajona, Los Panchos, etc. Hemos aprendido el amor. No es algo que surge de pronto; el amor lleva un proceso de aprendizaje. Vamos aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida a amar. Y lo que nos cuesta muchas veces a las mujeres es pedir actos de amor. Nos cuesta mucho decirle al otro cómo queremos que nos ame; creemos que el otro nos tiene que amar a primera vista, como hemos visto en el cine, en las telenovelas. “Me tiene que amar, le tiene que salir, tiene que saber lo que quiero, tiene que saber lo que me gusta.” El otro tiene que tener como una ‘bola de cristal’ y saber lo que a mí me gusta… Decí: ¡mentira! Y muchas veces no nos atrevemos a pedir amor; a veces porque creemos que pedir amor es rebajarse: “Ah no; si yo le tengo que pedir que me regale flores, eso es rebajarme; a él le tiene que salir naturalmente.” ¿Cuántas piensan así? Piensan que pedir amor, pedir un acto de amor, es rebajarse. “Ah no; si a él no le sale espontáneamente regalarme bombones, es porque no me ama; yo no se lo tengo que ir a decir.” Y hay otras mujeres que no piden actos de amor, porque no saben cómo quieren ser amadas. Y si yo no sé –
porque nunca he visto el amor– no sé cómo quiero que me amen, qué es lo que quiero que me digan, qué es lo que quiero que me den, qué es lo que quiero que me ofrezcan en una pareja, no lo sé. Otras veces, hay muchas mujeres que creen que no se merecen recibir nada. Vamos al primer grupo de mujeres, las que creen que pedir un acto de amor es rebajarse. Son las mujeres que dicen que el amor tiene que surgir espontáneamente. “Y sí; yo quiero que mis hijos me den un beso; a ellos les tiene que surgir; soy la madre… ¿Qué? ¿No se dan cuenta que me tienen que dar un beso?” ¡No! Se lo tengo que pedir. Decí: se lo tengo que pedir. Hay mujeres que dicen: “No, no, no… yo quiero que me hagan una fiesta de cumpleaños, pero que sea sorpresa, que a ellos se les ocurra.” Decí: se lo tenés que pedir. Porque si vos no hablás, si vos no pedís lo que querés, el otro no sabe, o se hace el vivo y tampoco te lo da. Entonces hay que recordar todo el tiempo cómo querés ser tratada, cómo querés ser amada; porque sino le decís a los demás cómo querés ser tratada y amada, los demás te van a ver de acuerdo a los que ellos creen que vos te mereces… algunos creerán que te mereces más y otros creerán que te mereces menos. Por eso: no dejes en manos del otro el decidir cómo vos querés ser amada. Porque, querida mujer, vos no sos ‘inquilina’ de tu vida… vos sos la dueña de tu vida. ¿Cuántas hacen el amor acá? “Ay, no… porque Dios, de acá hasta acá; de acá para abajo no..:” A ver… ¿cuántas tienen relaciones sexuales? (qué vergüenza… ya las enfoqué a todas; ¡van a salir en Utilísima!) Entonces, vos haces el amor y tu marido eyacula; y se duerme y vos no tuviste orgasmos; y vos decís “¿qué será eso? ¿qué es un orgasmo?” Decís: “quiero tener un orgasmo alguna vez en mi vida; ¡no he tenido ninguna ‘noche buena’! Quiero tener un orgasmo, y él se tendría que dar cuenta…” Decí: no; no se da cuenta que vos querés, porque vos nunca se lo manifestaste; y él cree que vos estás feliz con él, y vos nunca le dijiste nada. Y decís: “¿para qué se lo voy a decir? Él es tan... (aparece el famoso ‘tan’) tan bestia es, que no se da cuenta; ¿puede ser tan bruto que no sepa que necesito también tener placer?; ¿puede ser tan ignorante que no se dé cuenta de mi necesidad?; ¿puede ser tan desagradecido, con todos los años de amor que le dí?” El hombre no te responde porque vos nunca se lo manifestaste; y a los hombres hay que decirles, y volverles a decir, y volverles a decir, y volverles a repetir las cosas. Si vos querés tener un orgasmo decile: “viejo hoy me vas a esperar hasta que lo tenga”, porque si no se lo decís, él no se enteró nunca. ¡¿Cuántas están acá y no se asustaron?! No puede ser que vos sigas pensando que la gente se tiene que dar cuenta. La gente, con los dramas que tiene hoy, no se da cuenta de tu necesidad. Entonces vos tenés que expresar, tenés que decir, vos tenes que hablar. Decí: tengo que hablar, tengo que expresar. Porque si vos no se lo decís, después te queda la sensación: “y… viste, nadie me ama; yo quería una fiesta de cumpleaños y nadie me lo hizo…” Pero si vos no lo pediste, si vos no dijiste nada… “y, yo quería que me regalara flores, pero no me trajo; se las regaló a la madre, y a mí nada… siempre quiso más a la madre que a mí; yo sé que no rompió el cordón umbilical” …¡pero vos no se lo dijiste! Decí: hablá. Hay otras mujeres que no piden porque no saben qué pedir, porque son mujeres que creen que no se lo merecen. Son esas mujeres que dicen: “qué le voy a pedir al gordo… bastante que me eligió a mi; qué le voy a exigir, si viene cansado del trabajo, encima que yo tenga un orgasmo… que se descargue él y listo.” “Y usted, ¿qué sueldo pretende
ganar?” “No sé… lo que quieran, lo que se le ocurra…” “Y… ¿cuánto cuesta el trabajo que usted hace?” “No sé… póngale usted un precio.” ¡No saben cuánto valen! “Vieja ¿vamos a comer afuera o comemos en casa?” …y ¿dónde terminan comiendo…? ¡En casa! Ella tenía la oportunidad de decidir, de hablar, y sin embargo vos decís: “qué le voy a pedir, qué le voy a exigir; el viejo bastante que se esfuerza.” Seguís viviendo como una inquilina de tu vida, que no te conoces a vos misma y que siempre priorizas a los demás, siempre las necesidades de las demás; vos se las cumplís a todo el mundo, pero las tuyas ni siquiera las conocés. Por eso: tenés que empezar a conocerte vos misma, a tener contacto con vos misma; a decir “¿cómo me siento frente a esto? ¿Estoy contenta con mi vida sexual? ¿Estoy contenta con mi vida matrimonial? ¿Estoy contenta con mi vida económica? ¿Estoy conforme con mi vida espiritual?” Y tenés que analizar todo eso; porque algo hay que cambiar; y si hay que cambiar, no le corresponde al otro; te corresponde a vos, porque vos sos dueña de tu vida. Sino –como te dije antes– la gente te va a dar lo que cree que vos merecés, lo que a ellos les parece. “Nooo… ¿estar más tiempo con la gorda? La gorda se conforma con dos mates que tome con ella a la mañana, antes de ir al trabajo; después ya no me molesta más en todo el día.” ¿Vos te conformas con tomar dos mates con tu marido y que en todo el día no pase nada más…? Pero tu marido se cree que vos estás conforme, porque vos nunca le expresaste nada. “No, no… yo no quiero sólo dos mates; yo quiero algo más que dos mates.” Y ahí vos ponés lo que querés. Pero nunca lo expresaste… “y, ¿qué le voy a decir?, pobre viejo; ya está…” “¿Mamá? Nooo… con la vieja, con que yo le lleve los nietos para que los cuide los domingos, ella ya está contenta conmigo…” ¿Estás contenta que te lleve los nietos el domingo?; ¿querés otra cosa? ¡Pedílo! Decí: si querés otra cosa, pedílo. “Mi jermu está contenta de tener un macho como yo, que la cuide. Yo, ‘siempre listo’ …¿qué más me puede pedir?” ¡¿Vos querés eso solamente?!, ¿un macho dispuesto y nada más?, ¿ó esperas algo más de tu relación de pareja…? ¡Pedílo nena; pedílo! “¿Qué más puedo pedir…?” Aprendé a pedir. ¿Y cómo se aprende a pedir? 1) “Tengo derecho a pedir” Eso en primer lugar; porque hay mujeres que creen que no tienen derecho a pedir. “¿Y qué más voy a pedir? ¿Y justo a mí? Si yo con todo lo que pasé, con lo que viví, lo que le hice sufrir…” Tenés derecho a pedir, y el otro tiene derecho a dártelo o no. Todos tenemos un derecho; vos podés pedir; el otro te puede decir que sí, o te puede decir que no. Porque tiene derecho a decirte que sí, o a decirte que no. Ahora bien: tu pedido nunca tiene que estar atado a la respuesta. Tu pedido es tu pedido, independientemente de la respuesta. Vos siempre tenés que esperar un sí; pero tu pedido lo tenés que hacer. Cuando el otro te contesta no, no importa; estate contenta porque pediste. Y si el otro te contesta que sí, estate contenta porque pediste …¡y encima te dijeron que sí! Pero tenés derecho a pedir. Decí: tengo derecho a pedir. Vos tenés que decir: “yo lo pido; si me lo dan, bien; y si no, buscaré por otro lado.” Decí: yo lo pido, yo lo pido, yo lo pido. Y si te lo dan, bienvenido; y sino, seguiré buscando por otro lado. 2) “Tengo que ser clara y específica”
A veces no recibimos, porque pedimos mal; no sabemos cómo pedir. Hay que pedir específicamente. Vos no podes dar vueltas: “…tengo taaaanto calor… qué calor hace en este lugar… y yo, encerrada todo el día; encerrada en la casa; cómo me gustaría…” ¿Qué querés pedir? ¡Pedilo! Específicamente: “quiero que me vayas a comprar un kilo de helado, mi amor.” El gran problema es que a los demás no les queda claro qué es lo que querés porque las mujeres somos ‘vuelteras’: en vez de pedir algo específico, le damos vuelta, y vuelta… “¿se lo digo o no se lo digo…?, ¿lo hago o no lo hago…?” “Mirá: yo quiero que me des amor; pero a veces me acuerdo de mi ex-novio; quiero que me ames pero a la vez quiero que me ame el otro”, y nunca le decís nada en claro. Tengo que ser clara. Tenés que ser clara cuando pedís. Especifica y clara, para que el otro no dude acerca de lo que vos querés. “¿Qué querés que te regale?” “No sé… me gustaría un vestido rojo; pero a la vez me gustaría uno verde; pero a la vez me gustaría una flor para la cabeza; un par de zapatos…” ¡No! Sé especifica; no des vueltas. Decí: no tengo que dar vueltas. Primero: tengo derecho a pedir. Segundo: tengo que ser clara, tengo que ser específica. 3) “Tengo que pedir sabiamente” Aprendé a pedir en el momento correcto. A veces no nos dan porque pedimos en el momento incorrecto. Si vos le vas a pedir un beso a tu hijo adolescente, justo cuando está con el resto de sus amigos… fuiste. Vas a salir mal parada, por no buscar el momento correcto. Porque a los adolescentes lo que menos les gusta es que les hagas pasar papelones frente a los amigos; no les gustan las manifestaciones de cariño; te echan… ¿te diste cuenta? Y no es que no te aman; es que pediste algo en el momento incorrecto. Pedíselo en el momento correcto, pero pedíselo: “quiero que me des un abrazo, hijo; me encantaría que me des un abrazo; sabés que hoy necesito un abrazo tuyo.” Pedíselo; no tengas problemas. Sabiamente y específicamente: un beso o un abrazo… ¿me entienden? Pedí con optimismo, como si siempre los demás te van a responder que sí. Decí: tengo que pedir con optimismo. Porque, queridas mujeres, la actitud en la vida es fundamental. Yo vi un vestido –que lo van a ver ahora en el programa del canal ‘Utilísima’–hecho por un buen diseñador. Entré a la casa del diseñador, a su negocio, y le dije: “éste vestido me encantó.” Fui a la semana siguiente y le dijimos: “¿lo podés prestar para el programa de ‘Utilísima’?” ¡Y me dijo que sí! Me podría haber dicho que no; pero sin embargo me dijo que sí. ¿Sabés por qué? Porque me atreví a pedir. Es un gran diseñador, muy conocido; y sin embargo me prestó ese vestido para el programa de Utilísima. Porque uno se tiene que atrever en la vida, y siempre pensando que te van a responder un sí. Cuando fuimos a pedirle a Sandra, también teníamos la posibilidad que nos diga que no sería sponsor en Utilísima. Sin embargo Sandra dijo que sí. Ella tenía el derecho de decir que no, pero usó su derecho de decir que sí, porque fuimos esperando un sí. Así que, cada vez que vos vayas a pedir algo, siempre andá con la actitud de un sí. Decí: sí, nena; sí.
Si vos pedís algo y decís: “yo sé que no me lo vas a dar…” ¡fuiste! Porque vas negativa; tu actitud es negativa. “¡Che, tonto, dame eso que te pido!” …tampoco te van a dar nada. Si vos decís: “¡acá yo tengo derecho!” Porque hay mujeres que usan mucho el mangazo, que es diferente. Una cosa es pedir y otra cosa es manguear. Yo no te estoy hablando de manguear, de ir a cualquiera y decir: “vos me tenés que dar, porque al final sos una hermana en Cristo, ¿cómo no me ayudás?” Eso es manipulación; no aceptes manipulación de nadie en la vida; porque vos tenés derecho a decir que no o a decir que sí; pero por tu propia voluntad, no porque te manipulan. Hay gente que dice: “vos me tenés que prestar porque yo necesito.” ¿Qué importa tu necesidad? A mi no me importa. Yo puedo responder o no, porque el derecho es mío. Si vos sos una sargento manipulando a los demás, o pidiendo, exigiendo a los demás que te den, nadie te va a dar; porque todo es cuestión de actitud. Todo es cuestión de actitud. 4) “Tengo que celebrar y ser agradecida” Y por último; cuando hayas pedido; hayas sido sabia y especifica; hayas esperado siempre un sí, y lo hayas hecho con mucho tacto, por último: celebrá lo que recibís y agradecé. Hay mujeres a las que le dan algo y dicen: “hmmm… ya era hora; años esperando que me lo dieras; por fin te acordaste, al fin te diste cuenta.” “Vamos a ver ahora, a ver si me das lo que te pedí, o me das menos” …siempre con un reproche. Y el reproche no sive. Si vas a celebrar, vas a agradecer, hacelo bien. Porque cuando vos agradecés, vos dejás grabado en el otro lo que sí te gusta. No es cuestión de estar todo el tiempo diciéndole al otro: “no, pero al final era hora, era lo que tenías que hacer…” No. Agradecé y celébralo; porque al otro le va a quedar grabado: “me hizo bien que me agradeciera; le gustó lo que hice.” Porque cuando uno da algo, le gusta que al otro le guste, que el otro esté feliz, que el otro esté contento. Decí: tengo que celebrar y agradecer. Tenés que ser una mujer agradecida. El agradecimiento siempre te trae fruto. Decí: tengo que ser agradecida. Y acá vemos la historia de Ester. Era una mujer muy hermosa; cuando en la Biblia dice que era hermosa, es porque era hermosa. Era una chica muy jovencita; y fue llevada a la corte del rey. Éste había despedido a la reina Vasti –su esposa– porque ella no se quiso presentar ante el rey, y había que buscar una reemplazante de la reina. Y llevaron a un montón de mujeres (¡fue el primer concurso de belleza de la Biblia!) Y llevaron un montón de mujeres hermosas al rey. Y el rey, como Ester era tan hermosa, la eligió para ocupar el lugar de reina, el lugar de esposa del rey. Ester era de nacionalidad judía, y el rey era persa. Y había un hombre que servía al rey, que se llamaba Amán. Era un hombre que odiaba a los judíos, porque el tío de Ester, llamado Mardoqueo –quien la cuidaba y la apadrinaba– nunca se arrodillaba delante del rey. Entonces Amán estaba enojado, furioso, celoso. Y mandó un edicto para matar a todos los judios en el reino persa; todos los judíos que estaban diseminados por el reino iban a ser fusilados, iban a morir. Y en ese momento, Mardoqueo –el tío de Ester– le dice a Ester: “tenés que ir a hablar con el rey y pedirle misericordia para el pueblo judío, porque sino nos morimos todos.” Y a Ester le agarró un miedo bárbaro; y no se atrevía a pedirle al rey… dice: “porque si yo voy delante del rey sin que el rey me dé una audiencia, me va a terminar matando a mí.” Y escuchen lo que le dijo Marloqueo: “sino
lo pedís vos, lo pedirá otro; si callas tú, otros hablarán; y tú sí que morirás.” O sea: o lo haces vos o lo va a hacer otro; o lo pedís vos o lo va a pedir otro. Cuántas veces no pediste algo, pero lo pidió otra persona; y le dieron lo que te correspondía a vos. Pero te callaste; no te atreviste a pedir… y se lo dieron a otro, y lo está disfrutando otra persona. ¿A cuántas les pasó eso? Por no pedir. Decís: “yo para no molestarlo, para no ponerlo mal, para que no se enoje, no le pedía.” La otra vino, se lo pidió, y en dos minutos lo consiguió. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia? ¿Que él ama a la otra y a vos no…? ¡No! Que la otra habló, que la otra pidió. Tengo que hablar, tengo que pedirle. Sino pedís, alguien más vendrá a tomar lo que te correspondía a vos. Y lo interesante es que Ester, en vez de pedirle algo al rey, dice que ella se preparó. Fíjense; hay tres cosas que hizo Ester: Primero: usó su derecho; porque era reina, y dijo: “yo me voy a presentar delante del rey porque tengo derecho; a mi no me pueden matar así porque sí. Yo soy reina y él me eligió como reina.” Usó su derecho a pedir. Segundo: fue sabia. Dice que se vistió como al rey le gustaba, porque vos tenés que saber usar la seducción. No estoy hablando de hacerse la histérica con todos los hombres que pasan; no. Estoy hablando de otro tipo de seducción; estoy hablando de cómo saber decir las cosas, cómo saber pedir algo, cómo ser respetuosa con la otra persona mientras pedís algo. Porque si vos no sabés respetar algo, se te aleja. A vos se te va a acercar lo que respetes; si vos respetas a una persona, esa persona –con sus conexiones de oro– se te va a acercar. Ella usó esa seducción. Y dijo: “me voy a vestir como al rey le gusta” Y fue de la mejor manera delante del rey, porque sabía que tenía la oportunidad de que el rey le concediera su vida y la vida de todo el pueblo. Tercero: hizo una fiesta y fue específica al pedir. Le dijo: “quiero que salves mi vida y la vida de mi pueblo.” Y el rey le dijo: “hasta la mitad del reino te daría; sólo pedime lo que querés.” ¡Qué impresionante! A veces tenemos miedo… “no; no me va a dar nada; me va a echar a patadas, se va a enojar.” Y sin embargo, la actitud del rey –como ella fue con mucha sabiduría– fue distinta. Y le dijo: “hasta la mitad del reino te daría.” El resultado: Ester y su pueblo triunfaron; el enemigo Amán fue exterminado, y en todo el pueblo había alegría, fiesta y celebración. Hay una frase clave que quiero dejarte en esta tarde, que le dijo Mardoqueo a Ester: “quién sabe si no has llegado al trono para un momento como éste.” Yo quiero decirte que vos estás en un lugar en la vida, llegaste a cierto lugar, a cierta posición, tal vez para un momento como éste. Tal vez Dios te puso en ese lugar porque tenés que pedir bendición para tu vida, y bendición para muchos otros. Tal vez Dios te puso en un lugar para bendecir a muchos a través de un pedido. Vieron que hay gente que llega a cierto lugar y dicen: “no, no puedo hacer ese favor…” Mientras no estaba ahí, te hacía todos los favores del mundo; cuando llegó ahí, ya nunca más. Dicen: “no puedo hacer nada”, “pero, pedí un trabajo para mí…” Por eso, cuando los viernes vienen acá y me traen los currículum, yo se los doy a la gente de Utilísima, porque yo sé la gente que estamos enviando; estamos enviando gente con bendición. Cuando vienen acá y me dicen: “¿puede venir mi hija a traer el currículum?; ¿puedo venir a proponer tal cosa porque
actúo, porque hago tal cosa, porque mi hijo está estudiando para productor de televisión…?” Vengan y traigan todo; porque en este lugar, las puertas de la bendición están abiertas. Porque tal vez Dios te pone en un lugar para bendecir tu vida y bendecir a muchos. Nunca cierres la puerta a nadie; abrí las mejores puertas para tu vida y para la vida de los demás. Tal vez hayas llegado al trono para un momento como éste. Tal vez Dios te puso en ese lugar, en esa empresa, en esa casa de familia donde estás trabajando, en ese negocio, en ese puesto político, en ese lugar de poder, para pedir por vos y por bendición de los tuyos. No cierres la puerta, porque si vos cerrás la puerta alguien te la va a cerrar a vos; porque lo que uno siembra, cosecha. Y tal vez llegaste a ese lugar, porque Dios te puso en ese lugar para esa necesidad, de ese momento. Querida mujer sé atrevida; sé sabia como Ester; jugate. Hay momentos en la vida donde hay que jugarse; no hay nada más lindo que ver mujeres arriesgadas; tenés que jugarte como hizo Ester. A mi me encanta, porque Ester dijo en un momento: “y bueno, pensándolo bien… si tengo que perecer, que perezca; si tengo que morir delante del rey, muero; pero esto no lo voy a callar, esto lo voy a pedir. Porque no está solamente en juego mi vida, sino la de todo mi pueblo; si tengo que perecer, que perezca.” Saben que Ester nos demuestra que hasta en situaciones peligrosas y difíciles, una mujer puede juntar fuerzas y tener coraje para pedir lo que tiene que pedir. Ajustate el cinturón y pedí por vos, y pedí por los demás, porque dice en la Biblia que el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá. Querida mujer, esta es una promesa de Dios para tu vida, y vos tenés que hacerla realidad en vos: la que pide –dice Dios– recibe; la que busca, encuentra; y la que golpea la puerta, esa puerta se le abrirá. Esa promesa es para nosotras, es para nuestras hijas, es para las que amamos a Dios. El que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abrirá. Que se abran los cielos, que mis brazos se extiendan para darte la honra, Señor. Dice el Salmo 2:8 “pídeme, y te daré por herencia las naciones.” Dios mismo te desafía a que le pidas; hay algo que Dios quiere darte en estos días, pero está esperando que se lo pidas. Él te desafía y te dice: “¡pídeme!” Te da una orden: “¡pídeme!” Porque hay algo que Dios tiene en su mano que es para tu vida, que tiene tu nombre, y que está esperando soltártelo en el momento que te atrevas a pedírselo. Si no te atrevés a pedir, las cosas van a seguir igual que siempre; si no te através a pedir, tu vida va a seguir estancada y con el mismo problema que ahora. Por eso Dios dice: “pídeme”, y después dice: “pídeme y te daré.” ¡Me dará! Dios no juega con vos; no dice: “pedime; después veo…” “Mmm… a vos no te quiero dar; lo voy a pensar” No, no, no. Dios dice: “pídeme y te daré; ¡pídeme y te daré!” Por eso hay que atreverse a pedir. Tenés que atreverte a pedir a Dios y a la gente. Primero a Dios, para que Dios suelte bendición en la gente, y la gente –cuando le pidas– hallará gracia en tu vida, y te dará todo por gracia, y por amor. ¿Durante cuánto tiempo tenés que pedir? Hasta que tengas lo que querés. A veces no va a ser en una puerta, sino que va a ser tocando otras puertas; pero seguí pidiendo hasta que obtengas lo que querés. Porque el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. Dios va a poner en este tiempo en tu vida una persona, una conexión de oro a quien vas a ir a golpear su puerta; primero le vas a pedir a Dios gracia, sabiduría, cómo tenés que presentarte delante de esa persona, cómo usar todo el favor que Dios ha puesto en tu vida. Y vas a ir sabiendo que hay un sí, sin importar lo que te respondan; vos dentro tuyo vas a saber que hay un sí, porque si Dios te dice que sí, la gente te va a decir que sí. Por eso Dios siempre te dice que sí, porque él dijo: pídeme y te daré, pídeme y te daré, pídeme y te daré. Hay una herencia que Dios quiere darte; hay
una herencia mujeres, que Dios quiere darles. Y tenés que atreverte a pedir esa herencia, porque Dios dice: “es lo que yo quiero entregarte, es lo que yo quiero regalarte.” Hay mujeres que van a empezar a pedir ahora, y vamos a sellar ese pedido con algo: un recibo, que indica que vos pediste y que dentro de poco vas a recibir aquello que pediste. ¡Amén! Por Alejandra Stamateas