Mi Identidad En Cristo JUAN 1: 9 - 13
En estos versos hay tres rasgos que son parte de nuestra identidad en Cristo
1. Reconocimos
La Luz Verdadera.
El mundo no le conoció y no le recibió: El Creador vino al mundo que creó, a las criaturas que hizo, sin embargo el mundo por su naturaleza caída no le reconocieron, y además rechazaron a la Luz Verdadera.
A los que reconocieron la Luz Verdadera ya no caminan en oscuridad, ni tienen la mente entenebrecida. A los que le recibieron entraron en una relación cercana, de Padre a hijo, ya no son enemigos (Rom. 5:10-12).
Jesucristo alumbra nuestro caminar, podemos andar tomados de su Mano, disfrutar su compañía, y estar en sus brazos de amor.
2. Recibimos
La Potestad de Ser Hijos de Dios
A los suyos vino: La mejor traducción seria “El vino a casa”. Cuando el Verbo vino a este mundo no vino como un alienígena, él llegó a casa, lastimosamente los “suyos” no lo conocieron, y tampoco lo recibieron.
Israel rechazo al Salvador porque no observo la gloria de Dios bajo la sombra de un Carpintero, el rechazo de unos fue tragedia, pero la aceptación de otros fue felicidad. Debemos tener mucho cuidado como hijos de no rechazar las manifestaciones que Dios quiera darnos, solo por no tener entendimiento espiritual.
Como el hijo prodigo éramos esclavos, pero Dios como un Padre amoroso nos recibió en sus brazos, y nos restauro a la posición de Hijos.
Somos Hijos de Dios (uiothesia), es una composición de “uios” que significa hijo, y “thesis” que significa ubicación. Significa “ubicación como hijos” (Gal. 4:6-7).
Quienes lo recibieron y creen en su nombre, son hechos parte de la familia de Dios como hijos, al ser hechos hijos son plenos herederos, están autorizados para recibir todos los derechos y privilegios como miembros de familia.
3. Nacimos de Dios
El v. 13 dice: “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Aquí se habla de un nacimiento espiritual, un alumbramiento sobrenatural. Ninguna persona lo puede ganar y nadie lo merece. No es de sangre como con el nacimiento físico, sino uno originado por la sangre de Cristo en la cruz. No es por voluntad de la carne, no se puede obtener por esfuerzos humanos.
Tampoco es por la voluntad del hombre. Nadie se convierte en un hijo de Dios, al participar en una ceremonia religiosa, o siguiendo tradiciones de una iglesia. Es la obra total de Dios: “Pero por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención, para que, como está escrito: “El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1 Cor. 1:30-31).