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aricruz era una niña de gran talla, ojos saltones, grandes y brillantes como las estrellas que se la llevaron a dar un paseo por el cielo y aún no la regresan. Hoy sería adulta, ya no sería aquella dulce criatura que tanta inocencia inspiraba, igual, creo que ya ella tampoco estaría con nosotros, quizás el universo la quiso conservar así, para que nunca creciera y acompañara desde lo alto a su ocupado padre. Desde bien pequeñita ayudaba a su madre a regar las matitas del jardín. A las plantas hay que hablarles y cuidarlas- decía su madre-, por eso no se nos puede olvidar regarlas con agua todos los días; si a mi se me olvida, es tu obligación cuidarlas, estas de acuerdo?.. - Si mamá, yo las riego contigo. Y mi papá también?- preguntó la niña - No mi amor, yo creo que a tu papá no le gustan las plantas, y aunque le gustaran nunca tendría tiempo para cuidarlas, eso nos toca a nosotras dos. Esa palabras se convertirían en la misión mas importante que pudiera recibir una niña de cuatro años de edad, y aunque a veces se le olvidaba, su mamá con gran cariño a diario se lo recordaba. -
Pero la maldición apenas llegaba a sus puertas. El día de la fiesta del sexto cumpleaños de Maricruz, estando a mitad de ella, su mamá, sufrió un fuerte dolor de cabeza que la dejó inmóvil en la cama. La música se apagó y los niños se fueron retirando con las manos llenas de dulces, confeti y juguetes que alcanzaron a recoger de la piñata. La niña entró hasta el cuarto donde estaba su madre tendida. - Quiero agua fría mami- y la sacudía por el brazo. - Espérate un momentito mi cumpleañera, me duele la cabeza y no puedo moverme. - ¿te sobo la cabeza mami?- preguntó la niña. - Mejor ve y dile a doña esperanza que busque ayuda que estoy muy mal…ve rápido mi niña, ve… Maricruz salió apresurada hasta la casa de la vecina, doña Esperanza, pero ella no alcanzaba a entenderle mucho a la niña, pues ya era un tanto sorda; así que fue hasta la casa de ella. No había nadie. Doña Esperanza buscó en las habitaciones, en la cocina, en el baño, pero nada. Como no encontró a nadie en casa supuso que Margarita, la mamá de Maricruz, había salido a hacer algún mandado, por lo que cerró la puerta y se llevó a la niña para allá mientras ella terminaba de preparar la comida de la tarde. Las horas fueron pasando y pronto se hizo de noche. La señora Margarita no aparecía.
La preocupación fue evidente en el rostro de doña Esperanza. Se sentó afuera en una mecedora a esperar noticias de sus vecinos. No terminaba de sentarse bien cuando llegó el señor Pérez, padre de Maricruz. Buenas noches, señor- saludó doña Esperanza al señor Pérez mientras Maricruz corría a abrazarlo, quien la recibió con una hermosa muñeca de regalo. Él abrió la puerta y entró; llamó y ninguno le respondió. Se asomó por todos lados y no encontró a su esposa. - ¿Sabes a dónde fue mamá?- le preguntó a la niña - No, ella estaba en el cuarto. Me dijo que le dolía la cabeza y los niños se tuvieron que ir temprano de la fiesta. - Pero sabes a dónde fue?... - No señor- interrumpió doña Esperanza-, la niña vino a buscarme por lo mismo que le dijo a usted, aunque yo no entendí muy al principio. Cuando pude salir de la casa a ver qué quería doña Margarita, no la encontré. La casa estaba sola. -
La preocupación se apoderó del señor Pérez quien salió de casa en casa preguntado por su esposa. - No se habrá ido a la botica de Guido a comprarse alguna pasta…sugería un vecino. El señor Pérez le dio las gracias y una salida decidida marcó sus pasos de zanco hasta allá. La botica ya estaba cerrada, así que volvió a preguntar a todo el que veía si sabían donde vivía él, pero nadie pudo responderle. El silencio se apoderó de aquella noche mas nunca que antes. Dejó a la niña en casa de doña Esperanza quien trató de tranquilizar al señor Pérez, pero éste no necesitaba palabras de consuelo, solo quería encontrar a Margarita, el amor de su vida. Sólo hasta ahora, en medio de tanto afán se daba cuenta de lo descuidada que la tenía. Por su cabeza pasaban un montón de cosas, algunas injustas, otras tristes y otras angustiantes. Si todos pudiesen haberlo visto en ese entonces, no lo hubiera reconocido. Había sido un hombre sobrio, coherente y serio en todos sus actos, hombre de palabra, responsable y muy maduro. Ahora parecía un niño pequeñito que no sabía para donde correr, si gritar o llorar. Andaba deambulando por las calles muy desconsolado. Pasó la noche mas perra de su vida; no se dio cuenta en qué momento amaneció. Regresó por su chiquita y la llevó en sus brazos hasta la casa. Se baño apresuradamente y se alistó con la única ilusión de hablar con el señor boticario y éste le diera alguna razón o cualquier cosa que le ayudara a encontrar a Margarita. Bañó y vistió a la niña para llevarla nuevamente donde doña Esperanza mientras llegaba su hermana a cuidarla. La botica no estaba abierta, quizás era muy temprano, así que impacientemente se quedó a esperar a que la abrieran. Eran pasadas
las diez de la mañana cuando un vecino de aquel negocio se percató de la presencia de Pérez, y desde el otro lado de la calle le gritó: -
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No pierda su tiempo señor, está sellada por varios días…- Pérez volvió su mirada a la estera, donde efectivamente había un sello restrictivo del que no se había dado cuenta. ¿Cuándo ocurrió esto?- le preguntó al desconocido hombre. Hace dos días, señor, y creo que se dura un resto así.- sus palabras continuaron sonando huecas y sin sentido, la mente del señor viajó a otro mundo, oscuro y frío. Reconociendo el desespero que él sentía le preguntó: Pero que sería? Necesita al señor Guido, si quiere le doy el teléfono para que lo llame si es tan urgente, pues…No, no lo necesito a él propiamente dicho, mejor dicho, mire, mi esposa salio ayer con un dolor de cabeza de la casa y no ha regresado, suponía que había venido aquí a comprar algún medicamento, pero imagínese, la única esperanza se me acaba de ir. ¿usted no vio a una señora trigueña de cabello largo, gruesita por aquí en la tarde de ayer? No le sabría decir, pero quizás uno de los muchachos del taller vio algo, espere un momento y averiguo.- el señor entró y al rato salió acompañado de un muchacho. Supo algo?- preguntó. Aquí el muchacho hasta ahora me cuenta que ayer en la tardecita una señora se desmayó al frente de la botica y que… cuéntale Diego al Señor, que parece que era su esposa. Bueno, la señora cuando se cayó al piso pasaba un carro, dos señores se bajaron y la subieron inmediatamente. Ellos preguntaron si alguien la conocía pero nadie dijo nada y se fueron. Pero sí sería ella, como era? Le preguntó al muchacho. No me acuerdo, yo solo la vi cuando estaba allí tirada en el suelo. Pero era morena? Yo creó que más blanquita que usted. Cómo tenía el cabello? Creo que era largo…, sí, sí, sí, era largo, ya me acordé. Pero a dónde se la llevaron, no dijeron nada? No señor, ellos preguntaron si alguien la conocía y se la llevaron. Señor- interrumpió aquel desconocido- debería ir al hospital y preguntarla. Sí, tiene razón, muchas gracias.
Apenas hubo llegado al hospital mas cercano se bajó del taxi y se abalanzó sobre la recepcionista con alguna esperanza extraña y de mal sabor. -
Señorita, busco a mi esposa. La trajeron ayer en la tarde inconciente dos hombres…
Sí señor- interrumpió la enfermera, es posible que sea la señora que trajeron dos señores en su carro de la calle 18 del Barrio Venecia. - Dónde está, dónde está? Quiero saber si es ella, ¿cómo está?- Un momento señor, ya le llamo a una enfermera a que lo acompañe y la reconozca. - Gracias.- dijo amablemente Pérez, volvió a respirar nuevamente mientras sensaciones distintas llegaban hasta donde él estaba. Una señorita, con uniforme de enfermera se acercó y se le puso a la orden. -
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Karen, el señor parece ser el esposo de la señora que entraron ayer, acompáñalo a la habitación para que la reconozca, y si es ella que baje a llenar la información, te lo agradezco. Siga señor. Gracias. Por aquí señor, sígame- dijo la otra señorita.
El ascensor no funcionaba, estaba en mantenimiento, así que tuvieron que subir por las escaleras, mientras por dentro, el señor Pérez, parecía un rosario ambulante. No sabía de qué santo pegarse para pedir que todo saliera bien, no sabía qué, pero que sea lo que fuere, su amada esposa saliera bien librada de lo que le había pasado. Habitación 308. - Aquí es señor, siga usted. Pérez entró y con ojos angustiosos miró para todos lados, la cama estaba vacía, y la del otro lado estaba protegida por una cortina que separaba en dos la habitación. La enfermera entró y saludó. Él fue entrando con mucho temor de lo que fuera a encontrar. La miró y sí, era ella. -
Mi amor, qué te pasó?- la abrazó y la besó con cuidado de no moverle el brazo por donde la tenían canalizada. Lloró y lloró mientras la acariciaba. Por qué no despierta, señorita, qué le pasa? No lo sé señor. Así llegó y hasta ahora no ha despertado completamente. Refiere mucho dolor de cabeza, por lo que el doctor le mandó calmantes mientras se autorizan los exámenes. Y con quién tengo que hablar? Por lo pronto debe bajar e identificar a la paciente y luego hablará con el doctor. No se preocupe, ya le ubico al médico. Se lo agradezco que lo haga pronto señorita, por favor. No se preocupe, ya me pongo en esas.
El señor Pérez bajó a recepción y registró debidamente a su esposa. El doctor bajó, hablo con él y firmaron unos documentos. Hasta allí había llegado su búsqueda, pero empezaría su calvario. Margarita había tenido un derrame cerebral en cadena. Debía ser sometida a
intervención quirúrgica urgentemente para tratar de salvarla o terminar de ayudar a la muerte en su intento por llevársela. La intervención no sería muy larga, pero si delicada, por lo que se necesitaba su traslado a una clínica especializada. Esa noche él durmió en el hospital con ella, acompañándola, ya que su suegra vivía demasiado lejos y no podía viajar por su avanzada edad. Durante esa noche, Maricruz se acostó pensando en su mamá, preguntándole a su tía por su regreso. Cuando el sueño venció sus inquietudes soñó que volaba en los brazos de su mamá, y ella la abrazaba diciéndole: - Te extraño mamá. - Yo también mi chiquita, pero te prometo que pronto estaré a tu lado. Ahora quiero que mires abajo y riegues todas las plantitas que veas.- Maricruz bajó su mirada y observó miles y miles de flores. - ¡qué bonitas mamá! - Si mi amor, así como eres tu.- y empezaron a regarlas. - Mira mamá- dijo la niña- esa chiquita soy yo y la grande eres tu. - Sí, mi amor, pero recuerda que tu debes cuidarlas a todas mientras yo regreso a casa. - O sea que yo ahora voy a ser la mamá?- a lo que la mamá asintió sonriéndole. - Si, chiquita, tú tendrás que darles vida para que no mueran. Continuaron regando las plantas hasta que unas voces la despertaron. Ya había amanecido. -
Papi, y mi mamá? Está en el hospital, hija, pero pronto vendrá a casa. Yo quiero ir a verla. Bueno pero primero nos bañamos y desayunamos para poder ir .
Maricruz estaba entusiasmada por que iba a ver a su mamá, pero repentinamente una llamada hizo que el señor Pérez saliera de regreso para el hospital. - Papi espérame- le gritó la niña. - No puedo hija. Van a enviar a tu mamá a otro lugar, luego la vamos a visitar.- y se fue. Maricruz quedó con la mirada perdida, tenía la esperanza de hablar con su mamá y contarle su sueño, pero quedó con un nudo en la garganta cuando su padre se despidió. Esa noche, Maricruz, volvió a soñar con su mamá, quien agarrada de la mano la llevó a caminar un enorme jardín de plantas y flores de toda clase. Maricruz se inquietó al escuchar unas vocecitas. - Mami, que son esas voces? Parece que alguien nos hablara.- la mamá le sonrió. - Mira. Todas las plantitas hablan, lo que pasa es que no las entendemos. - Parece que estuvieran vivas mami…- decía asombrada la niña.
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Claro que están vivas. Ellas comen, se alimentan de diferentes formas. Se mueven por la brisa, se mueven por la luz solar, duermen, se alegran a veces, también entristecen y tienen sus propios problemas como todos nosotros.- Maricruz se echó a reír de las cosas que decía su mamá. O sea que ellas me escuchan cuando yo canto? Sí, te escuchan, y aprenden a cantar, eso les encanta.- y se volvió a reír Maricruz mientras acariciaba una. Mami, y si se vuelven malas como las hormigas que muerden?preguntó muy preocupada. No chiquita, las hormigas no son malas, se defienden, creen que les vamos a hacer daño y atacan antes que maten a su familia. Así son las plantas también; además, son mas las cosas buenas que las malas que puedan tener, siempre hay que ayudarlas a vivir, a menos que ellas solitas quieran morirse. Y si uno quiere morirse, se puede morir?- la mamá la abrazó. Tal vez sí hijita, porqué? Por que si tu te mueres yo también me quiero morir. Y entonces quién cuidará las plantas? Mi papá. Tu sabes que tu papá nunca tiene tiempo para esas cosas. Pero yo no quiero quedarme sola mamá… No te preocupes hija, siempre estaré contigo, cuidándote.
Durante todas esas noches, Maricruz, siguió teniendo encuentros con su madre en sus sueños, y todas las mañanas tempranito se levantaba a regar el jardín, saludaba las plantas y luego les cantaba. Siempre que quería saber el nombre de una planta lo preguntaba, y lo repetía hasta aprendérselo. Sin lugar a dudas fue aquel el jardín mas extraño que jamás se haya visto, pues Maricruz no solo cuidaba las plantas bonitas que mamá había dejado, sino que dejaba crecer el pasto también, y traía especies raras, ramas y tallos secos a la casa continuamente cuando venía de la escuela, con el argumento convincente que algún día se pondrían bonitas. Su papá no estaba, estaba de viaje, acompañando a Margarita en la lucha contra la muerte. Estando en clases, su profesora le pidió a todos que hablaran de la vida y la naturaleza, pues hoy tendría que enseñar sobre “el Reino Vegetal”. Maricruz no dudó en levantar su mano y dijo: - Profesora, mi mamá me enseñó que las plantas tienen vida como nosotros. - ¡ja!, está loca- refutó un niño de atrás. - ¿por qué dices eso, Julian?- inquirió la profesora. - Ah…, porque yo nunca he visto una planta caminar como nosotros…y lo demás…- se sentó y se echó a reír señalando a Maricruz. - El que no anden caminando por allí no significa que no tengan vida. Es mas, debo confirmarles que las plantas sí tienen vida, así como dice Maricruz- en ese momento Maricruz interrumpió a la profesora para añadir.
Y ellas también hablan, de otra manera pero también hablan, cantan y aprenden. Ellas sufren y algunas son felices, como cuando les echan agüita o hablan con ellas…- Maricruz iba a continuar pero la profesora le quitó la palabra. - Disculpa, Maricruz, tampoco podemos afirmar esas cosas como ciertas…- Sí son ciertas profesora, yo las escuché, aunque no les entendí nada…- no terminaba de decirlo bien cuando Julián y sus compañeros reventaron a carcajadas. - ¡Eres un completo bobo, no te rías!- le dijo Maricruz ,vehementemente, al necio. Éste, al sentirse ofendido se paró de su puesto con intenciones de golpearla, pero afortunadamente la profesora intervino a tiempo y los mandó a callarse y sentarse. A la salida de la Escuela estaba Julián, arrancándole a manojos las hojas y sus flores a una planta. -¡Ay, no, me duele!- decía Julián con voz burlona. - Ayúdame, bobalicona, ayúdame, por favor- continuo Julián. Esto causó el enojo nuevamente de Maricruz que salió para tirarsele encima y comérselo con las uñas. Julián quiso ser mas astuto y le sacó el cuerpo con un giro de 90 grados, lo que causó que Maricruz fuera a parar sobre unos arbustos. Cuando la profesora notó la disputa, le gritó desde lejos a Julián, quién al advertir la presencia de la docente quiso salir corriendo, pero con tan mala suerte que justo al frente de él su pie se enredó con una rama, de las que él mismo había arrancado; tropezó con ella y perdió el equilibrio. Cayó justo sobre un trozo de leño tirado en el suelo que se encontraba al descubierto por destruir las plantas. Se golpeó duro en él. Terminó llorando y la profesora terminó levantándolo. Ahora los dos debían traer a sus padres al día siguiente y tratar de acabar con la rencilla inmediatamente. Maricruz bajó la cabeza, y con tristeza dijo: - Mi mamá está muy mal en el hospital, no creo que pueda venir…- No lo sabía, Maricruz, lo siento.- la niña no esperó mas nada y salió corriendo hacia su casa. La profesora se quedó mirándola ir, sin palabras. -
La cirugía no fracasó del todo, pero tampoco tuvo éxito, pues los días pasaban y Margarita seguía inconciente en estado vegetativo. Con vida y sin ella. Pareciera que las oraciones no pasaran los techos, y tal vez sería por eso que, una noche, Maricruz se sentó en el jardín a jugar con un vecinito. Cuando estaban cansados se tiraron al suelo y el niñito dijo: - Mira Maricruz, ¡qué pocotón de estrellas hay en el cielo! - Sí, es cierto, y puedo pedir un deseo. - A Cuál de las estrellas se lo vas pedir?
Maricruz comenzó vacilar señalándolas una a una hasta que encontró una grandota. - ¡A esa!- Y qué le vas a pedir, otra muñeca grandotota? - No, que mi mamita regrese a casa a cambio mío, porque yo no sé poner bonito el jardín, y ella si sabe cuidarlo, yo no. - Y para dónde quieres irte? - Para allá arriba, donde está esa estrella, para sembrar muchas plantas y flores allá arriba para que mi mamá tenga un jardín arriba en el cielo. - Y si a tu papá no le gusta. - No importa- y se encogió de hombros. A su vecino lo llamaron para acostarse y ella se quedó allí tirada en el jardín. Su tía confiaba que la niña se había acostado, pues la confundió por aquella sombra que atravesó la sala de la casa mientras ella veía televisión y la puerta de la habitación justo se cerraba. Los médicos de la clínica no sabían qué hacer, ya habían pasado quince días y nada, la señora Margarita no reaccionaba, las esperanzas estaban perdidas. El señor Pérez se acomodó en una silla, se reclinó y se quedó dormido, pero un golpe en el hombro lo despertó bruscamente. Miró para todos lados y no vio a ninguno, estaba Margarita y él solos en aquella habitación. Su preocupación regresó a su mente otra vez, se quedó sin poder dormir esperando la decisión médica. Miró su reloj y eran las doce apenas. Fue la peor noche, pues solamente hasta esa noche sintió una corriente cálida por su cuerpo. Presentía que algo no estaba bien, temía que hasta esa noche viviría su amadísima esposa, Margarita. Sentía un cosquilleo por todo el cuerpo, sentía necesidad de hablar con alguien pero no tenía con quien, todo el mundo debía estar durmiendo ya. Cuando hubo concebido el sueño recostado en la cama de su esposa, una niña vestida de blanco entró a la habitación con un ramo de flores en sus manos y la pasó por el rostro de Margarita. La niña le dio un beso y se despidió. En la habitación se esparció un aroma fuerte y dulce que provocó un estornudo en la, hasta entonces, inconciente mujer. Despertó, y lo primero que dijo al abrir los ojos fue: “Maricruz”. El señor Pérez despertó, y era tanta la alegría que le restó importancia a lo demás. Llamó a la enfermera, y ésta a su vez al médico de turno. El médico entró, la examinó y dijo: - Señora y señor Pérez, sin lugar a dudas, esto es un milagro, pues nosotros no sabíamos qué mas hacer. Bienvenida mi señora a la vida nuevamente.- el doctor salió sintiendo la extraña fragancia, pero no creyó que fuera buena idea inoportunar con mas comentarios en ese momento tan importante. Margarita volvió a repetir aquella inocente palabra:
Maricruz. No te preocupes por la niña, debe estar durmiendo todavía. Maricruz- volvió a decir Margarita con voz desquebrajada. La piel se le erizó al señor Pérez que decidió llamar a la casa inmediatamente. Le contesto Rosa, su hermana. - Rosa, un milagro, Margarita regresó, está viva y conciente. Llama a la niña y pásamela al teléfono para contarle y pasársela a la mamá al teléfono. - ¡Felidades hermanito! Ya sabía yo que eso iba a salir bien. Ya llamo a Maricruz.- soltó el auricular y fue hasta su habitación. Cual pudo haber sido su sorpresa cuando descubrió el cuarto solo. Buscó por todos lados hasta que se acordó de lo que se le había olvidado, meterla a la cama. Abrió la puerta de la casa, y sí, allí estaba la niña, rodeada de sus flores preferidas, y encogida en forma fetal del frío de la noche. La trató de despertar pero no respondía, la cargó y la metió a la cama. Hizo varios intentos de reanimación, pero fue en vano, la niña se había ido. Por el teléfono se podían escuchar los gritos de desespero y dolor de Rosa. El señor Pérez lloraba, Margarita lo miró y lo abrazó. - Ella me devolvió a la vida, pero se quedó. Cambió su vida por la mía. No es justo Dios mío, no es justo; ella tan sólo era una niña. ¡Noooooooooo!- y se escuchó aquel grito desgarrador en toda la clínica, haciendo estremecer a todos sus ocupantes. Margarita, regresó a casa, pero Maricruz había partido. No tuvo valor para acompañarla al lecho de su muerte; se quedó sola en la habitación de aquella inocente criatura. Mientras lloraba, la cortina se movió por el soplido de la brisa y una vocecita le habló: - Mamá, mamá, no te pongas así. Yo estoy bien. Estoy entre las estrellas sembrando un lindo jardín para ustedes cuando vengan a visitarme. No llores mamá, yo estoy bien. Te quiero mucho y también a papito. Ah, mamá, a papito si le gusta tu jardín.La voz se convirtió en un débil eco que pronto se esfumó, y una fuerza extraña invadió su cuerpo. Secó sus lágrimas y se fue para el cementerio. -
Cuando ya le daban el último adiós, llegó ella. Todos la miraban admirados, por que aunque el dolor se dibuja en su rostro, sacó fuerzas para acompañar a su hijita tierna en ese momento tan amargo. Puso el ramo de flores sobre su tumba, la besó y abrazó a su esposo. -No llores mi amor- le dijo ella a él con voz entrecortada- me contó que estaba bien donde estaba, preparando un jardín para nosotros cuando nos toque.Se abrazaron fuertemente, y toda la multitud que escuchó aquello, se sobrecogió y se fueron a sus casas meditabundos. Por alguna razón extraña comenzó a serenar, estando el sol sobre ellos. Dicen que él también lloró. Todas las plantas encogieron sus hojas y durmieron los pétalos de sus flores. La naturaleza completa estaba de duelo y luto. Los asistentes a la ceremonia regresaron a sus casas a terminar de
sacar las lágrimas que pesaban en su pecho. Era un sentimiento tan grande que nadie pudo entender cómo los afectaba a todos por igual. Todos lloraban, incluso de los ojos de Julián también brotaron dos gotas de remordimiento. Todas las ramas secas y tallos muertos que Maricruz sembró en el jardín de su casa amanecieron con retoños y flores. Todos los transeúntes se maravillaban de aquella casa, que parecía sacada de un cuento de hadas mágicas, con flores y plantas hermosas de toda clase, enredadas y adornando la entrada de la casa y todo su alrededor. Todo el mundo salió a verla y a respirar el fresco aroma que de ellas se desprendía. En la escuela, la Profesora organizó un proyecto con sus amiguitos para proteger y sembrar plantas en toda la escuela, y se llamaría “El Jardín Feliz de Maricruz”. Desde entonces, por esos lados se vive en paz con la naturaleza, la armonía se respira en el ambiente sano y agradable, que dicen todos, se debe al jardín del cielo, junto a las estrellas, que cultiva Maricruz, la niña de alma pura que no merecía menos. AUTOR: PEDRO ANTONIO ASSÍAS CARMONA E-MAIL:
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