Manos libres Carlos Bonfil Tomado de: La Jornada, 19 de noviembre de 2004
Deshilvanada sucesión de situaciones absurdas MANOS LIBRES, DE José Buil, con guión propio, inspirado en un argumento de Maryse Sistach, es la segunda parte de una trilogía iniciada con Perfume de violetas, vigoroso alegato contra el acoso y la violencia sexual en la ciudad de México. Aquella cinta, dirigida por la propia Systach con sensibilidad y mano firme, muy al margen de toda concesión comercial, fue hace tres años una estupenda revelación que suscitó la expectativa de una continuación de calidad semejante. "Nadie te escucha" era subtítulo y fórmula contundente de Perfume de violetas, y a la vez el recordatorio de la impunidad de que gozan en nuestro país los crímenes sexistas, como lo ejemplifica el número creciente de mujeres ejecutadas en Ciudad Juárez y la impotencia e inacción de las autoridades judiciales. En Manos libres, el subtítulo "Nadie te habla" alude, cabe suponer, a la desprotección e incomunicación que padecen dos jovencitas víctimas de un fingido secuestro express en la ciudad de México. EL DIRECTOR JOSE Buil busca actualizar el tema de la violencia en esta segunda parte, y lo hace de varias formas: con un recurso, desde los créditos iniciales, a la nota roja y a su largo catálogo de casos de secuestros express en el medio urbano; con el recurso insistente al teléfono celular como medio de comunicación de popularidad creciente entre los jóvenes -el título mismo, Manos libres, es alusión directa a una modalidad de dicha telefonía celular; con situaciones de equívocos entre trágicos y humorísticos durante la faena del secuestro, en el estilo de Matando cabos, de Alejandro Lozano. En el caso de Lozano, la confusión de secuestrados era detonador de una acción frenética y un humorismo fácil; en el de Buil, el fingimiento del secuestro genera situaciones inverosímiles y un desenlace digno del thriller más inepto. Esta metamorfosis de la estupenda propuesta inicial que fue Perfume de violetas, no termina ahí. Al igual que en Matando cabos, se presentan ociosas situaciones paralelas con personajes secundarios entresacados de la peor comedia light en el cine comercial mexicano: la pareja de un chofer malhablado (Jorge Zárate, ¿quién más?) y una criada respondona (Verónica Merchant, caricaturesca), desvirtúan cualquier pretensión de seriedad en el proyecto. Las jóvenes protagonistas (Ana Paula Corpus, Gloria Ortiz) reproducen el lugar común de clases sociales contrastadas: niña rica y niña clase media; rubia buena onda y trigueña de atractivo discreto, ambas dejándose ligar por dos pobrediablos defeños, como un eco de los choques culturales y sociales en el centro comercial de Santa Fe, de Amar te duele, de Fernando Sariñana. El cuadro de actores no soporta mínimamente la comparación con la excelencia del reparto de la cinta anterior de Sistach. Alejandro Calva, desperdiciado. El episodio del falso secuestro se percibe tan mal armado por los jóvenes delincuentes, como mal resuelto por el director y guionista quien, de una escena a otra, cede a las tentaciones de las fórmulas comerciales en boga.
PERFUME DE VIOLETAS, cinta sin efectismos ni concesiones, sin paranoia social ni fobia urbana; cinta sobria, increíblemente controlada en su propuesta dramática, prometía como continuación algo más que esta deshilvanada sucesión de situaciones absurdas, poco creíbles, y en más de un momento, risibles. ¿Qué decir del popurrí musical que ofrece Eduardo Gamboa, sino que resulta la expresión más elocuente de la caótica construcción dramática de esta película? No hay, sin embargo, razones de ser pesimista. Considérese la filmografía de la pareja Buil-Sistach: a un debut estupendo de la directora, Los pasos de Ana, le sigue un desacierto incomprensible, Anoche soñé contigo; a una cinta memorable, realmente lograda, La línea paterna, de José Buil, le sucede un malogrado cálculo comercial, El cometa, cinta prescindible, si las hay. A una película que ha quedado como referencia esencial en el buen cine mexicano actual, Perfume de violetas, le sigue su fallidísima segunda parte, Manos libres, como un navío a la deriva. Siguiendo el vaivén puntual de esta filmografía, cabe esperar que la última parte de la trilogía sea, después de todo, una buena sorpresa.