LA VOZ DEL INTERIOR
CóRDOBA. DOmingO 11 DE OCtuBRE DE 2009
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5 F
SeñaleS
Por EmANuEL rodríGuEz ESPECiAL
Poesía popular argentina
ramón Silva
Carlos Tello
Entrenador del gimnasio de barrio guiñazú. “Es un deporte noble, es el único que empieza con un golpe y termina con un abrazo. A medida que van sintiéndose seguros van controlando sus impulsos de pelear en la calle. El boxeo es el deporte de los más humildes, vienen golpeados por la vida y con el corazón a toda prueba”.
Entrenador del gimnasio Corral de Palos. “Yo me he profesionalizado en esto. Acá tratamos de detectar talentos. Hay mucha gente de los gimnasios que dice que va a sacar a los niños de la calle. no estoy de acuerdo con ese concepto. El boxeo es uno solo, acá no se juega, los chicos enfermos no pueden pelear”.
Sale Vicente al patio de la casa y dice “quiero poesía, conciencia rock y empezar a salir del infierno”. Vos te quedás en silencio, recibís el golpe. “Es jodido que el infierno esté adentro tuyo”. Vicente Federico Luy (foto) sonríe, finalmente, y se sienta. Está tan delgado que no parece él sino una especie de muñeco hecho a su imagen y semejanza y ligeramente caricaturizado, con algunos rasgos como las ojeras o la curva de su espalda un poco exagerados. La noticia que lo saca del infierno es la publicación de una nueva antología de su poesía en Buenos Aires, en la editorial Cilc (Casi incendio la casa). La antología tiene un título pretencioso y provocador, un tanto “kitsch”: Poesía popular argentina. En la tapa, que parece de otra época, un porro descansa y despide humo desde un cenicero, como si fuera una parodia inocente de la tapa de La tregua, de mario Benedetti. La antología comienza con un clásico de Luy: “¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara. Y si se puede, venderle también otras cosas. Y venderle a Dios lo que el diablo no compre”. Vicente prende un cigarrillo y te explica que sonríe porque, finalmente, después de tantos libros (Caricatura de un enfermo de amor, La vida en Córdoba, Aviones, No le pidan peras a Cúper, La sexualidad de Gabriela Sabatini, Vicente habla al pueblo, Qué campo ni campo) “alguien pone la tarasca”. Vicente tuvo su época de gloria cuando hacía absolutamente lo que quería. Si quería empapelar la ciudad con una foto de él y sus amigos desnudos, lo hacía. Fue amado por poetas de su generación “rocker”, e idolatrado por poetas más jóvenes que él. Alguna vez fue dueño de una pequeña fortuna, de la que sólo quedan algunos pocos amigos. A pesar de su poesía de choque, de sus giros humorísticos, es un hombre afectado por esa seriedad que nace de una conciencia trágica del mundo. también sonríe porque en los últimos meses se dedicó exclusivamente a corregirse, a limpiar su poesía de una cantidad importante de textos que ya no le gustaban. Ahora, dice, está realmente conforme con lo que va a publicar. “ninguno de mis libros estuvo bien acabado, hasta ahora”. A vos te da la impresión de que Vicente es un buen hombre. Su bondad reside en una ausencia total de cálculo. Si hubiera calculado sus acciones, si se hubiera comportado de acuerdo a las leyes de la especulación, no estaría donde está y no te estaría mirando detrás del humo de su cigarrillo. Es una de esas personas que sólo se arrojan: cuando quiso publicar La vida en Córdoba, invirtió 10 mil dólares. Obviamente, jamás los recuperó: “Ya sabés cómo es esto de la poesía”. Después quiso promocionar un sitio web en el que depositaba sus últimas esperanzas financieras. Su intención fue publicar una publicidad que decía: “Apuesto 100 a que el Papa muere antes de fin de año”. Ahora quiere publicar un aviso en el diario que diga “Poeta Vicente Luy busca compañero/a para compartir departamento.
[email protected]”. Es probable que lo haga, o que por lo menos llegue a una oficina comercial a preguntar precios. Quiere que sea un aviso en el suplemento Cultura, porque quiere un compañero/a interesante, que sea divertido. Su nuevo libro sale a la venta en 20 días, y Vicente se irá de gira con los músicos y poetas del ciclo Poemas y Canciones (Hernán, Pipo Lernoud, Flopa). Es probable que vuelva y comience su búsqueda, que podría no prosperar. Él mismo escribió la ley que se lo impedirá: “¿Por qué los secuestradores prosperan? ¿Por qué sonríen los diputados? tienen plan. Vos no tenés plan”.