LUA
Rocío López
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Prólogo
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Este libro está basado en sueños que tuvo su escritora. Mezclando varios de estos y utilizando su gran imaginación fue como creó la historia de Lua. El propósitos de este libro es para que la escritora pueda pasar bien su materia. Debido a la calificación de esta. Fue con ese cometido que las ideas surgieron de su mente en un abrir y cerrar de ojos. El personaje de Lua estárelacionado con la personalidad de la escritora, ya que no encontró otra mejor que la suya. Los nombres de los familiares son verídicos. Y la de los amigos fueron totalmente inventados. La historia creada forma parte de su imaginación…cualquier semejanza con la vida real es pura mera coincidencia. El nombre de Lua surgió debido a que la escritora buscaba un nombre corto y único. Por lo cual, después de tanto buscar, encontró el significado de luna en portugués: Lua. Ya teniendo el nombre, la historia inició.
El principio
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¡Vaya tarde de jueves!, íbamos en camino a casa de mis tíos a “La reunión Carbajal”, es una reunión familiar en otro estado, en Ensenada para ser más precisa. Me agrada la idea de visitarlos ya que no los vemos muy seguido. Lo triste es que solo nos quedaremos durante semana santa, así que aprovecharé todo el tiempo que pueda para disfrutar con los familiares, sobre todo con mi tío Sergio, él siempre me hace reír como nadie, es demasiado hiperactivo para alguien de su edad, socializo más con él que mis otros primos. --Ya casi llegamos —dijo mi padre. Él estaba casi tan contento de visitar a la familia como yo. --Eso dijiste hace dos horas —se quejó mi hermana—, además tengo hambre. --Wendy, no quisiste comer
antes de irnos, así que no
empieces —le reproché. Wendy, mi hermana, es solo dos años menor que yo; no le gustan mucho los viajes en carretera, a diferencia de mí que me encanta viajar, y gracias a eso se pone un poco irritable, lo cual es algo muy raro en su persona, ella suele ser más simpática. --Pero no tenía hambre y ahora sí. --Mamá hizo sándwiches para el camino, ¿quieres uno? —le propuse. --Por favor.
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Después de un rato, todos se encontraban dormidos, con la excepción de mi padre, claro, y yo. Lo divertido de esto es tomar fotografías a la familia mientras duermen, es una buena manera de entretenerse y reírte un poco. Y lo molesto, es que Juan, mi hermano mayor, ronca como león. Así que tengo que escuchar música a todo volumen. Como los Carbajal somos una familia grande, nos asignamos en que casas nos quedaríamos, ya que solo hay tres familias viviendo en Ensenada. Para mi fortuna, nosotros nos hospedaríamos en casa de mis tíos Sergio y Lupita, al igual que otros primos. La razón, su casa es la más grande. Viajar desde La Paz ha sido algo cansado, me duermo de vez en cuando y otras veces observo el hermoso paisaje que el desierto me ofrece. Terminé por dormirme. Era alrededor de las cuatro de la tarde cuando desperté y me percaté que estábamos llegando a la residencia, pude notar varios autos estacionados, lo que significaba que los demás familiares se encontraban dentro. Al parecer faltábamos nosotros. Entré a la casa algo adormilada, pero sabía que en cualquier momento escucharía la gritadera de mis primitos y acabaría por despertarme del todo. --¡Lua! —canturreó mi primita al tiempo de abrazarme. --Hola Ceci, ¿Cómo has estado?
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--Súper bien, ¿y tú? —a partir de aquí, empezó a hablar lo más rápido que pudo—, te extrañe mucho, ¿tú me extrañaste?, porque yo sí lo hice y así de grande —extendió los brazos lo mas que pudo— tengo un nuevo reproductor, ¿me ayudas a ponerle música?, ¿te cortaste el cabello?, se te ve muy bonito, ¿dónde están tus hermanos?, ¿me trajiste un recuerdito?... Le tapé la boca para que me dejara hablar. --Yo estoy bien, sí, si te extrañé, sí, si te ayudo a ponerle música a tu reproductor, no, no me corté el cabello, mis hermanos van entrando y claro, te compré un recuerdito. --¡Gracias! --Al rato te doy te lo doy, ve a saludar a los demás, ándale. Salió corriendo a saludar al resto de la familia mientras yo me dirigía a la sala. Al entrar, todos se alegraron de nuestra llegada y comenzaron los abrazos. --¡Lua! ¿Cómo has estado cariño? --¡Tía Lupita!, muy bien gracias. --¡Qué bonita estás! no te veía desde hace casi un año, ¿ya cumpliste los dieciocho? --No tía, mi cumpleaños es hasta junio —le corregí. --Ah, claro, junio. Lo había olvidado Volteé alrededor en busca de alguien. --Am… Tía, ¿dónde se encuentra tu queridísimo esposo? – pregunté con sarcasmo. --Fue a comprar unas sodas, no ha de tardar.
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--Ok, gracias. Bueno, seguiré saludando a la familia. --Adelante, ya sabes, estás en tu casa. Fui por toda la sala saludando y repartiendo abrazos. Después de tantos besos, y que la mejilla te quedara roja de lápiz labial,tuve que bajar mis maletas, darme un buen baño, e ir a acomodarme en la habitación de mis primas. Ya que finalicé, me senté para utilizar la computadora por un momento, solo para revisar mi correo. Se me fue el tiempo, ya que inesperadamente escuché a mi tía pidiendo que bajáramos a cenar. Cuando bajé, fui directamente a ocupar mi asiento en la mesa. Sin darme cuenta de quien estaba sentado alrededor mío, habló una persona a mi izquierda. --Disculpe señorita, pero este asiento está ocupado – sonreí al escuchar su ironía. --¡Tío! – lo abrasé. --Hola mi niña, ¿Cómo estás? --Muy bien, algo hambreada y una siestecita no me caería nada mal. --Tú siempre con hambre, te vas a poner gorda un día de estos, ya verás. --¿Al grado de estar igual a ti? En ese caso no volveré a probar alimentos nunca más –le devolví la broma. --¿Con que así están las cosas eh? Sí, ése es mi tío Sergio. Bromear es algo muy común entre nosotros, es fácil adaptarte a sus payasadas. Durante la cena, no hicimos otra cosa más que platicar, reír, jugar con la
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comida y hacernos aun más bromas. Ya que terminé de comer fui directo a la cama. Tendría que dormir en la misma habitación con tres de mis primas y mi hermana. Aunque eso no me molestaba en absoluto, el problema era que a ellas les encanta hacer pijamadas. A mí también me fascinan, pero en ese momento lo único que quería era dormir, sin el menor ruido posible a mí alrededor. Claro está que como soy la prima mayor me tienen mucho respeto y admiración, así que podría usar eso a mi favor. Cuando entré, ya estaban jugando a verdad o reto, así que lo primero que hice fue acostarme boca abajo en la cama y ponerme una almohada encima de la cabeza. Pero eso no funcionó. Hablaban en voz alta al igual que la música y reían a todo pulmón. Me incorporé. --¿Le podrían bajar un poquito el volumen a todo, por favor? –les pedí. --No me digas que no quieres jugar con nosotras –dijo Andrea. --Está bien, no te lo diré, interpreta mi silencio entonces. Normalmente suelo unirme a ellas, pero hoy simplemente no tengo energías para seguir despierta. -- Vamos juega, no nos dejes atrás. Además tú eres la que pone los mejores retos –me pidió Ceci. --Es fácil decir eso para ti, ya que no te tocó lavarle los cayos a mi tío Armando el año pasado –le resopló Leslie. --Me gustaría, pero lo único que quiero es dormir. Por eso les pido que no hagan tanto ruido.
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--Bueno, está bien –dijo Andrea. Volví a acostarme en la cama, ellas siguieron jugando pero con
menor
ruido,
de
esa
manera
pude
poner
mis
pensamientos y mi imaginación a volar. Al poco tiempo me quedé dormida. A la mañana siguiente pude notar que dormí muy bien. Sentía todo mi cuerpo relajado, por fin. Bajé a desayunar algo. En el comedor se encontraba casi toda la familia preparando el desayuno, por lo tanto me dispuse a ayudarles. Me tocó calentar las tortillas, algo muy sencillo, pero gracias a lo distraída que soy no presté atención al voltear una tortilla y me quemé el dedo. Ya debería acostumbrarme, este tipo de cosas me pasan muy seguido. Los demás no hicieron otra cosa más que reírse conmigo acerca de mi desgracia, y por burla me sobaron el dedo y lo besaron como si fuera una niña pequeña. Eso fue solo una de sus ocurrencias. Si me dieran diez
centavos
por
cada
una
de
sus
ocurrencias
indudablemente sería rica. Después del desayuno, hicimos algunas actividades. Gracias a que la casa está cerca de la playa se nos ocurrió salir a dar un paseo en bicicleta, aprovechando que el día estaba soleado, pero como habíamos terminado de desayunar nos dedicamos primero a jugar monopolio, para que pasara un rato y se nos bajara la comida. Nos divertimos mucho jugando, aunque perdí todo mi dinero y ya no tenía propiedades. Como de costumbre Juan terminó ganando.
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Qué raro, pensé irónicamente. Después de jugar, guardamos todo lo que habíamos sacado y preparamos las bicicletas. Partimos. Tomé muchas fotografías buenas. Era gracioso ver como las personas nos observaban. Y, ¿cómo no iban a voltear a vernos? si éramos más de quince personas en fila india y eso que ni siquiera estábamos todos. Pedaleamos por todo el bulevar hasta llegar a la primera caseta de cobro. De ahí nos regresamos. A mitad de camino la mayoría ya estaba un poco cansada. Más mis tíos Armando y Javier, que llevaban jalando un carrito para bicicleta, en la que iban mis los primos mas chiquitos. Así que aprovechamos el estar cerca de la playa para descansar un poco antes de volver. Paseamos por un buen rato, nos metimos al mar con todo y ropa, y seguí tomando aun más fotografías. Nos dimos cuenta que el tiempo se nos fue volando cuando nuestros estómagos rugieron. --Creo que es hora de volver –les insinué. --Sí, ya vámonos. Ya me están rugiendo las tripas –declaró Juan. --Pues gracias a Dios que no estamos muy lejos, sino yo no llego –bromeó mi tío Sergio. --Andando pues –dije. Eran las cinco y media de la tarde, el camino de regreso no fue muy largo, llegamos aproximadamente en unos veinte minutos. Antes de irnos pedimos varias pizzas por teléfono, para cuando nosotros llegáramos no tuviéramos que esperar mucho.
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Al llegar, el olor a pizza se había propagado por toda la casa. Fuimos directamente a la cocina donde ya nos estaban esperando el resto de la familia. Nos atiborramos totalmente de comida. Y como era de esperarse hicimos un atascadero. Empezamos a platicar de todo lo que nos había pasado y como había pasado. Nos sentamos en la sala para ver una película. No pasó mucho tiempo para que la mayoría ya estuviera dormida. El estar en bicicleta por varias horas nos había agotado las energías. La mayoría dormía en el suelo y los demás en los sillones, yo me dormí en la esquina de este.
Sospechas Cuando desperté eran alrededor de las tres de la mañana, y ¿a dónde más iría a esta hora? pues al único lugar al que uno tiene que ir si se despierta a las tres de la mañana. Tenía que ir al baño. Caminé de puntillas para hacer el menor ruido
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posible de no despertar a nadie. Duranteel transcurso de la sala al baño, encobijé a varios, recogí algunos platos, apagué la televisión y escuché como varios roncaban, pero en especial, escuché balbucear a mi tío. No le di mucha importancia y fui hacia mi destino. Al salir me dirigí a la habitación. ¿Para qué volver al sillón? mejor me voy a la cama. Recordé a mi tío balbuceando, se me ocurrió que sería divertido grabarlo y mostrárselo por la mañana. Fui por la cámara y regresé rápidamente con una sonrisa malévola pintada en el rostro. Me acerqué a él y presioné el botón de grabar. Me tapé la boca para no reírme y poder escuchar lo que decía. Había algo raro en las palabras que él decía y en el tono con que lo hacía. Tenía el semblante totalmente sereno. --No se preocupe –decía–, ahí estaré. Era obvio que hablaba con alguien, ya que esperaba el tiempo necesario para responder o seguir hablando. La mayor parte de lo que hablaba más bien lo confirmaba. --Dentro de dos días. Al atardecer. Correcto. El pueblo estará bien. No creo que sea necesario. Sí, señora. Cumpliré con mi palabra. De acuerdo. Que tenga buena tarde. Cuando terminó de decir esto su rostro se relajó totalmente. Ahora sí tenía la apariencia de alguien que dormía. Me senté un momento tratando de pensar en las palabras que había mencionado, seguí un poco confundida por éstas. Creí que se debía a que seguía algo dormida, así que me fui directo a la cama, al cabo de un rato, me quedé dormida.
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Cuando menos me di cuenta me encontraba en un bosque. ¿Qué estoy haciendo aquí? Me sentí extraña al estar en ese lugar, sola. ¿A qué hora me desperté? Esa pregunta respondió a la primera. No recordaba haber despertado, tal vez seguía dormía. Pero todo se veía tan real que dudé si se trataba de un sueño o no. Era un bosque muy hermoso debo admitir, sin embargo no puse mucho interés en él y comencé a caminar en línea recta hacia una luz color morado. Seguí caminando hasta que encontré un sendero, así que lo tomé. No comprendía por qué lo estaba haciendo simplemente no estaba razonando, por un lado no me preocupó a dónde me dirigía, de esa manera me distraje con la bella flora que había a mi alrededor. Continúe por el sendero por un largo tiempo. Cuando menos lo noté, se encontraba un hermoso arco de jardín a unos diez metros alejado de mí. El arco estaba cubierto con enredaderas y flores azuladas. Detrás del arco, el bosque ya no lucía tan bello como lo parecía hasta entonces, pero aun así decidí seguir el camino. Avancé más deprisa, como si estuviera esperando algo mágico. Pero al pasarlo no había nada, únicamente el mismo bosque pavoroso que supuse que habría. Di media vuelta y observé el bosque por el cual ya había caminado. Inesperadamente a lo lejos escuché varios sonidos, era como el murmullo de una aldea. Lo extraño de todo ese arguende era que provenía posterior mío. No puede ser posible. Ese ruido no puede provenir a mis espaldas. Me quedé quieta por un minuto.
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Sentí una ráfaga de viento que acarició mis cabellos, y junto con ésta una fragancia dulce. Me volví para ver de nuevo, y extraordinariamente se hallaba un pueblo a unos cien metros de donde me encontraba. No entiendo. Era un pueblo muy hermoso, colorido y cálido. Titubeé por un instante acerca de ir o regresar. En realidad no estaba segura de que debía hacer, simplemente estaba inmóvil en un lugar desconocido. Presté atención a todo cuanto podía lograr ver. Hasta que mi atención se centró en una sola persona. Era un hombre, de complexión fuerte, cabello negro, un poco alto y tenía un bigote de morsa. Podría reconocer a ese hombre en cualquier lugar. Pero, ¿qué hacía mi tío Sergio ahí? Di dos pasos hacia donde él, pero de improvisto alguien me habló. --Ahí estás –dijo una voz suave. La persona estaba parada justo detrás de mí. Volteé bruscamente debido al susto que me causó, pero no pude verle el rostro ya que una luz resplandeciente venía desde más atrás de él y me pegaba en la cara. Abrí los ojos de golpe. Ahora todo estaba en orden. Me encontraba acostada en la cama, todo había sido solamente un sueño. Uno muy real. Miré el reloj del buró, eran las diez con seis de la mañana. Me vino a la mente mi tío hablando dormido en la madrugada, y en aquel sueño tan insólito que había tenido, incluyendo a la persona que me había dirigido la palabra. Me gustaría haberle visto el rostro. Pude asumir que esa persona era hombre, a pesar de su voz suave. Traté de sacar ese
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pensamiento de mi cabeza así que fui a reunirme con la familia. Bajé directo a la sala donde todos ya se encontraban despiertos. La mayoría veía televisión mientras comían cereal, y otros ya estaban afuera jugando fútbol o haciendo alguna otra actividad. --Buenos días –saludé. --Buenos días, ¿cómo dormiste? –preguntó Leslie entre bostezos. --Se podría decir que bien. ¿Y tú qué tal? --Estoy bien adolorida, me quedé dormida en el suelo. --¡Auch! --Sí, auch. --Bueno, ¿quieres ver la tele un rato? –busqué distracciones. --Solo sí me haces masaje –sonrió. --Ya estás. Leslie es la prima más cercana a mi edad, le llevo sólo un año -y ella me lleva como un metro- y es con la que mejor puedo platicar. Nos sentamos en la sala a ver algo de televisión, mientras yo le hacía masaje. No hicimos otra cosa por las próximas cuatro horas, hasta que llegó un momento en el nos hartamos y salimos un rato al patio. Nos sentamos en los columpios -que son obviamente de mis primitos- a tomar un poco de sol. --Tuve un sueño raro –comenté.
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--¿Tú, tuviste un sueño raro? ¡No me digas! –dijo con sarcasmo. --Ya no te cuento pues. --Je, je, perdón, pero es que tu siempre tienes sueños bien raros –y vaya que tenía razón. Soy la clase de persona que tiene como siete sueños en una noche. --Pero esta vez es diferente. Creí que era real. --A muchos nos pasa. Claro, no con la misma frecuencia que a ti, pero bueno. --Soñé con otro lugar, como otro mundo. Y no sé porque me dice algo. --¿Enserio? Porque yo soñé algo parecido. --¡¿También soñaste con el bosque?! --Sí, y luego de la nada sale un cangrejo gigante –volvió a decir con sarcasmo. --Adelante, búrlate. --No te enojes. Solo bromeo. Bueno y aparte del tal bosque ¿qué más pasa? --Nada. Ya me voy –me levanté y fui directo a la casa. --No te vayas, prometo no burlarme, oye no me ignores… La dejé hablando sola, entré a la casa y lo primero que hice fue acostarme boca arriba en el piso frio de la cocina y cerrar los ojos. No podía sacarme de la cabeza las imágenes del pueblo y de la persona que se encontraba conmigo. Algo en mí me quería decir algo. Si tan solo tuviera una pista, una
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simple idea, algo. O tal vez simplemente estaba exagerando. Me lo estoy tomando demasiado enserio. ¡Fue sólo un sueño! Pero ninguno era tan real como ese. Me metí tanto en mis pensamientos que no recordaba que estaba acaparando el piso de la cocina. Sentí como alguien ponía un objeto pequeño y frio en mi mano izquierda. Abrí los ojos y ahí estaba mi tío Sergio poniendo una moneda en mi mano. --Es que te vi y dije, ay pobrecita niña, nadie le quiso dar ni un peso –siempre tan bromista. Al menos hizo que me distrajera y riera un poco. --¿Qué haces tirada en el piso? --Estaba… pensando. Me ayudó a levantarme y me senté en una silla. --Para mí que te estabas echando un sueñito. ¡Ay, no más sueños! --Pues con tus ronquidos no pude dormir bien –le reclamé. --Ni te quejes que eso es de familia. --¿Así? ¿También lo es el hablar dormido? Al mencionar esto volvió la seriedad a su rostro. Trató de disimularlo con una sonrisa. No lo consiguió. --¿Hablé dormido? --Sí –respondí. --¿Y qué dije? --No sé, en cuanto empezaste a hablar me fui a la cama – mentí.
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Se rió ante mi respuesta. --¿Enserio hablé tan alto? --Estabas del otro lado del sillón, así que date una idea. Ambos reímos en esta ocasión. Ese día parecía normal, como un sábado cualquiera, lo cual me parecía aburrido. No había planes, pero conociendo a los Carbajal en cualquier momento se les ocurriría algo. Normalmente durante los primeros días de la reunión, nosotros los primos solemos ir a acampar a las piscinas con una pareja de adultos acompañándonos, cosa de la cual no había escuchado planes, aún. --¿Qué hay de la ida a acampar? –pregunté. --Ah, este… lo estuve pensando y se me ocurrió ir a acampar a otro lado. Ya sabes para salir de la rutina. --¡¿Cuál rutina?! Si solo hacemos esto una vez al año. --Bueno, probar otras cosas, como por ejemplo, tú y tus hermanos nunca han acampado a Sierra de Juárez. Además te encanta la naturaleza. Algo tramaba. -- Sí, me gusta pero, pero... No quiero acampar ahí, basta con que nos digan que la temperatura se pone a quien sabe cuántos grados bajo cero en la noche. --¡Esa es la verdadera experiencia de acampar! ¡Oh no!, no me compré un nuevo traje de baño por nada. Algo tenía entre manos y no iba a cambiar de parecer, jamás
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se mostraba tan terco. Era Sierra de Juárez o nada, tómalo o déjalo, así de fácil. -- A ti siempre te ha gustado ir a las piscinas –le recordé. --También a la Sierra –contraatacó. Accedí a tomarlo sólo como una opción. --Creo que… se lo comentaré a los demás haber que opinan. Aunque no creo que quieran dormir congelados. --Ya verás, te va a gustar. --No he dicho que sí. --Lo harás. Asentí de mala gana, me levanté y fui hacia el patio. Ahí seguía Leslie jugando con una pelota de básquet, llegué con ella me pasó el balón, lancé y encesté. --Muy bien, sólo te falta crecer unos cuantos centímetros más y puedes hacer un equipo –se burló. --No todos medimos uno setenta y tantos casi ochenta, además uno sesenta y seis está más que bien. --¿Esa es tu excusa? Mientras tanto seguíamos jugando baloncesto. --Aja. Ey, adivina que. --¿Qué? –preguntó. --Mi tío cree que sería mejor acampar en la Sierra. --¿Enserio? –preguntó confundida. Hizo uno pausa, después continúo–, que buena idea. --¡¿Qué?!
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--Piénsalo, nunca hemos acampado ahí. Será algo nuevo, además hace mucho que no voy a la Sierra. ¿Crees que estará la laguna? --No sé, no le pregunté si saldría de vacaciones. --Ja, ja, chistosita. Nadie me iba a apoyar en ir a las albercas, lo presentía, conozco bien a mi familia. Tendría que idear algo bueno, algo como que les daría pulmonía o una infección incurable. Ah olvídalo, de todos modos irían. Y bueno como dice el dicho: si no puedes con ellos, úneteles. --No sé si habrá laguna, quién sabe, tal vez esté seca, tal vez no –le contesté. Necesitaba entretenerme con algo, así que salí a caminar un rato a la playa. El día estaba algo caluroso, de esa manera disfruté más la caminata. Me senté en la arena y me quedé observando el océano por un momento, me puse a pensar en varias cosas sin sentido y a tararear un poco para mí. Estaba tan tranquila que apenas y me di cuenta que Andrea vino a sentarse junto a mí. No dijo nada, sólo se quedó sentada. Permanecimos así por un lapso de tiempo. Hasta que ella interrumpió el silencio. -- Te espero en la casa –fue lo único que dijo. Posteriormente se levantó y se fue. Eso significaba un forzoso “ve” a la casa. Permanecí un rato más antes de irme. Me levanté y caminé de regreso. Al
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parecer Leslie se encargó de contarles a todos que los planes de las piscinas habían cambiado, y no sería nada raro que ya los haya convencido de ir a Sierra de Juárez. Al llegar, mis primos estaban sentados en el pasto del patio. Me llamaron y me pidieron que me sentara con ellos. --Bueno, ¿a quién vamos a enjuiciar? –pregunté. --No vamos a enjuiciar a nadie. Vamos a votar para decidir a dónde vamos a ir a acampar este año –dijo Andrea. --Entonces, ¿quién empieza? –pregunté. --Yo quiero empezar –pidió Alejandro--. Pues yo creo que ya es hora de cambiar el lugar de donde acampamos, así que yo voto por ir a la Sierra. Va uno, faltan nueve. --Luis, sigues tú –ordené. --Yo opino lo mismo que Alex, que se haga en la Sierra. Al decir esto, ambos chocaron palmas en señal de haber escogido el mejor lugar. --Andrea, tú sigues. --Honestamente, yo no quiero congelarme en la noche, yo digo que a las albercas –terminó votando. --Juan, tú turno. --¡Vámonos a la Sierra! –respondió. Tres por la Sierra, uno por albercas. Rayos --¿Cecilia? –volteé hacia ella. --Yo quiero pijamada en las Albercas. --¿Wendy?
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--Aun no me decido. Todos volteamos a verla, esto causó algo de presión en ella y decidió. --¡Ya no me vean así! ¡Piscinas! Van tres a tres. Faltan cuatro. --Sierra Juárez –dijo Leslie levantando la mano antes de que se lo pidieran. --Yo quiero albercas –mencioné–. Entonces sólo faltan Orlando y Andrés. --Yo digo que no estaría mal acampar la Sierra –dijo Orlando. --¿Y tú que decides Andy? –le pregunté. --Perdóname Lua, pero quieroir a Sierra Juárez. Listo, ese fue el último voto. Ahora ya estaba decidido, nos vamos a acampar a la Sierra de Juárez. Ni modo, lo hecho, hecho está. Felicidades tío, tus caprichos son ordenes. --Muy bien, entonces, preparen sus maletas que nos vamos mañana temprano –concluyó Wendy. Mañana temprano, bueno es solo ir a acampar por unos pocos días, no nos puede pasar nada malo… espero.
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La ida Nos despertamos temprano para prepararnos y subir todas las cosas en el carro. Metimos demasiadas cobijas ya que el clima no es nada cálido por las noches, trepamos las cuatrimotos y subimos toda la comida que necesitaríamos. Una vez terminado todo estábamos listos para partir. --¿Dónde está mi tío? –dijo Andrea. --Voy por él –me ofrecí. Fui directo a su habitación. Me detuve en la puerta que se encontraba media abierta. Estuve a punto de tocar cuando mi atención se enfocó en algo que guardaba en su maleta. Era como un objeto transparente, no lo sé, no pude observar bien debido a que la habitación estaba oscura. Sin darme cuenta toqué la puerta. --¿Quién es? –preguntó estremecido. --Quién crees. Apresúrate, te estamos esperando abajo. --Es que, olvidé mi maleta.
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--Está bien, ¿te ayudo? --No, no te preocupes yo puedo –dijo apresuradamente mientras cerraba esta y la cargaba–. ¡Listo! Se apresuró a salir. Caminamos hacia los carros; al llegar colocó sus pertenencias encima de las demás valijas. En ese momento me di cuenta de algo. En ningún momento olvidó su maleta, él esperó a que todos hubieran guardado sus cosas para después poder guardar las suyas. De esa manera, sea lo que sea que llevara ahí, no le pasaría nada, ya que no estaría apretujada entre las demás maletas. Ya veo, plan con maña. Algo ocultaba, pero no tenía ni idea de que podría tratarse. Algo era seguro, no le quitaría la vista de encima a mi tío. Sé que esconde algo. --¡Ya vámonos! –dijo Orlando. Gracias a él todos comenzaron a quejarse, así que nos subimos al carro y partimos. Nos fuimos en dos carros, en el pick up negro de mi tía Araceli y la camioneta verde de mi tío Sergio. La trayectoria tardaría aproximadamente hora y media. Cuando llegamos,buscamos un lugar cerca de la alguna donde poder acampar. Encontramos un lugar accesible, con servicios sanitarios no muy lejos de la entrada. Cuando nos estacionamos lo primero que nos pusimos a hacer fue armar las dos casas de acampar con todo los que incluye, instalamos los colchones inflables y acomodamos las cobijas, después encendimos una fogata. Tardamos como treinta minutos en instalarnos. Ya que terminamos descansamos un
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poco. Estar ahí era realmente sorprendente. Y yo que no quería venir. Es un lugar sumamente hermoso, a favor nuestro la laguna estaba casi llena, las nubes se movían muy rápido debido al viento que había, y este mismo ocasionaba que se produjera un ruido entre los árboles parecido a un silbido. Permanecer en un lugar tan boscoso y bello como ese era como magia. Cualquiera se podría enamorar de Sierra de Juárez. En lo que a mí concierne siempre me ha gustado mucho más la naturaleza que la ciudad, creo que se debe a la tranquilidad que uno puede sentir ahí. Quería entretenerme por un momento, así que sugerí ir a caminar un poco, sólo cinco me acompañaron. Encontrarse sentado en una piedra de cinco metros de altura con el paisaje de las montañas y la laguna Hanson que teníamos enfrente era verdaderamente relajante. En lo que disfrutaba eso, los demás ya estaban paseándose en las cuatrimotos y otros se entretenían saltando de piedra en piedra. Me relajé tanto al punto que quería dormir, hasta que un pensamiento pasó por mi mente. ¿Dónde estaba mi tío Sergio? Por un momento lo había olvidado. Les pregunté a mis primos si sabían dónde se encontraba, la única respuesta que dieron fue que recién había regresado al campamento. Me incorporé tan rápido que me mareé. Fui directo hacia donde él. Como dije antes algo tramaba, lo conocía demasiado bien. Caminé silenciosamente a mi casa de acampar. Cuando llegué pude ver que él caminaba en dirección al bosque. Lo seguí manteniendo una buena distancia a él. Al irse introducirse al
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bosque volteaba de vez en cuando para asegurarse de que nadie se encontrara cerca. Continúo caminando por un rato más,
pasamos
demasiados
pinos,
cada
vez
nos
encaminábamos más a lo profundo del bosque y me pregunté si acaso sabía a dónde se dirigía; yo diría que caminamos alrededor de quince minutos, no tenía idea de a donde podría conducirse. Llegué a pensar que sólo se trataba de una simple salida a caminar, pero cambié de opinión cuando inesperadamente
se
detuvo
cerca
de
varias
rocas.
Rápidamente me escondí tras unos pinos, y esperé hasta escuchar nuevamente sus pasos. Me quedé quieta por un minuto, sin escuchar absolutamente nada. Me fui asomando lentamente para ver el por qué ya no lo oía. Cuando me asomé por completo, me quedé desconcertada al notar que él no se encontraba. Tratando de encontrar lógica a su ausencia caminé despacio hacia las rocas donde se había detenido. No lo encontré, así que comencé a deambular por los alrededores en busca de alguna señal de él. Nada. En mi afán por encontrarlo caminé fuera del perímetro de donde me encontraba. De ese modo, me perdí. Ya no me importó el seguir a mi tío, lo único que quería era saber donde me encontraba. Me senté un momento tratando de recordar el camino.
Normalmente no suelo tener mal sentido de
orientación, así que me paré y caminé hacia mi derecha. Durante el trayecto me fui desesperando cada vez más, de este modo aceleré el paso hasta que llegó el momento en el que me encontraba corriendo. Tropecé algunas veces, y grité
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en otras. La desesperación me estaba ganando, pero disminuyó cuando a lo lejos pude ver varios carros estacionados. Reduje la velocidad debido a lo cansada que estaba. Cuando logré salir me di cuenta que me encontraba del otro lado de la laguna, no me quedó más que caminar otra vez. En el momento en que llegué al campamento, me paralicé al ver a mi tío sentado en una piedra junto con algunos de mis primos. --¿Dónde estabas? Te estuvimos buscando como locos –me regañó Andy. --Nos tenías preocupados –dijo mi tía Araceli. Mientras tanto, mi tío Sergio me observaba seriamente. --Perdón, es que… quería buscar piñones y, me perdí. Sí, esa fue mi excusa. Estaba algo alterada para pensar en otra cosa como pretexto. --Ve y dile a los demás que ya la encontramos –ordenó mi tío a Andy. Me senté un rato, no duré mucho tiempo sentada, ya que llegaron todos a abrazarme y preguntar dónde me había metido, cómo estaba, etc. etc. Eran tantos los abrazos que sentía que me asfixiaba. --¡Ya! Aléjense un poco, déjenme respirar. Algunos rieron, otros se apartaron. --Ya es tarde –dijo Leslie–, vamos a la fogata.
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Tenía razón, ya era tarde, así que fui a ponerme mi chamarra y me senté con mis primos cerca de la fogata. Todos estábamos callados, hasta que Luis rompió el silencio. --¡Hay que contar chistes! Todos coincidieron con él, y empezaron a hablar. --¿Qué hace una mujer lanzando manotazos al aire? – preguntó Juan– Reuniendo sus pensamientos. Los hombres se rieron, nosotras no. Esto significaba guerra de chistes. --Haber –comenzó Andrea–, ¿Cuántos hombres se necesitan para bajar la tapa de un excusado? --¿Cuántos? –preguntaron ellos. --Nadie sabe, todavía no ha sucedido. En esta ocasión, nosotras reímos. --En ese caso, ¿Por qué las mujeres no pueden marcar el 911?... porque no encuentran el once en el teléfono. --Escucha –mencioné– ¿Cómo sabes si un hombre es feliz? –mi respuesta– ¿A quién le importa? Nosotras reímos, ellos estaban a punto de hablar cuando interrumpió mi tía Araceli. --Chistes sanos por favor, dejen de atacarse. Y así, la guerra terminó. Seguimos contando chistes pero sin atacarnos. De esa manera siguió la noche, tranquila y pacífica, aunque yo seguía algo alterada y confundida. Me quedé pensando por un buen rato, cuando alguien me habló.
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--Oscar y Zoe no los llevan a acampar muy seguido ¿verdad? – preguntó mi tío. Había algo de seriedad en su voz. --No, mamá trabaja mucho en la universidad y papá está ocupado en el negocio. --Deberían de acampar más seguido. Esta era la primera vez que me sentía incomoda hablando con él. Así que evadí la plática. --Sí, bueno, oye… estoy algo cansada, creo que me iré a dormir. --Está bien, buenas noches, que descanses. Me fui directo a mi casa de acampar y me metí en mi bolsa de dormir. Dentro de poco quedé totalmente dormida. Cuando me desperté el desayuno ya estaba hecho, comí algo de este y me senté con los demás. Al hacer esto noté que algo faltaba. Y de pronto me cayó el veinte. Una vez más faltaba mi tío. --¿Dónde está…? --Dijo que iría al baño –contestó Alex antes de que pudiera terminar la pregunta. --Si fue al baño, ¿por qué fue para allá? –preguntó Andrea al tiempo de señalar la misma dirección en la que él había ido el día de ayer –, los baños están en la otra dirección.
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--Quizás estaban ocupados y fue a buscar otros –mencioné. Después de pensar en otra cosa, agregué –. Voy a dormirme otro rato. Esta vez no se me iba a escapar, así que me paré y fui de nuevo a la casa de acampar, me puse mi chamarra verde, me salí por la parte de atrás y fui hacia donde él. Corrí para poder alcanzarlo, fue por eso que no tarde en encontrar el lugar. Al llegar, me detuve justo en donde él se había detenido. No tenía idea que era lo que estaba esperando que pasara, hasta que escuche pasos cerca de mí. Rápidamente me escondí nuevamente tras un pino, pero esta vez me oculté de otro ángulo. La vez anterior me había escondido lejos de aquellas rocas, ahora me coloqué enfrente de ellas, así podría ver a mi tío. Otra vez escuché pasos, entonces me asomé un poco para poder ver. Me quedé atónita al ver a mi tío salir de entre unas rocas, parecía que venía de más abajo, ya que me daba la impresión de que subía. De entre estas podía observar levemente una luz azulada. Él no me vio así que se regresó al campamento. Me quedé con la boca abierta y tenía mucha curiosidad de que era lo que había pasado. Me acerqué hacia las rocas y pude notar que el piso tenía forma de escaleras. Sentía que debía bajar, aunque no sabía de qué se trataba.
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Y de ese modo, entré Caminé por entre las rocas y fui bajando poco a poco, y al mismo tiempo la luz azulada se iba volviendo de un color morado. Seguí bajando hasta que me topé con una pared en el cual se hallaba el marco de una puerta… la luz sin embargo era tan blanca que apenas podía abrir los ojos. Cerré los ojos, entonces, entré. Al dar el paso, pude percibir un aire fresco y entonces abrí los ojos. Me percaté que me encontraba en un bosque y para sorpresa mía, era el mismo bosque que en mi sueño. Realmente no lo podía creer, pero por otro lado no me sentía asustada, en vez de eso me alegré al saber que mi sueño no era del todo mentira. Después de todo lo había sentido real, y aquí estaba la prueba. Me quité la chamarra y sin dudarlo ni un segundo comencé a caminar en la misma dirección que antes, no me faltó mucho para volver a encontrar el sendero. No sé por qué caminé
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despacio, a pesar de que quería ver el pueblo otra vez. Disfruté
nuevamente
la
flora
que
me
rodeaba;
era
verdaderamente hermosa, jamás en mi vida había visto unas flores como esas… mejor dicho creo que esas flores en realidad no existen. Mis pensamientos cambiaron cuando de nuevo me topé con el arco. Caminé incluso más despacio a la velocidad que llevaba. Al llegar ahí, volvió a ocurrir lo mismo. El bosque se veía igual de feo al pasar el arco, pero después recordé. Cerré los ojos y al poco tiempo percibí un olor dulce. Entonces abrí los ojos de golpe y pude observar el pueblo. Era tal y como lo recordaba, bueno mejor dicho lucía más hermosa a comparación de la otra vez, sin razón alguna, me sentía llena de felicidad. Pude recordar el haber visto a mi tío en aquel lugar y centré mi atención hacia donde lo había visto. Nada. No se encontraba ahí, lo cual me pareció extraño ya que todo parecía exactamente como en mi sueño. En ese momento algo más me vino a la memoria; aquella voz. Me volví para ver si había alguien detrás de mí, y no, no había nadie. Me sentí algo extraña, con eso ya eran dos cosas que no aparecían. Me senté un momento a observar de nuevo aquel pueblo. Dure un tiempo contemplando el panorama hasta que me dije a mi misma. --¿Qué hago aquí sentada? Tengo un pueblo hermoso en mis narices y no lo disfruto. Me levanté rápido y bajé hacia ella. No tardé mucho en llegar a unos diez metros de la entrada, y al hacerlo disminuí mi
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velocidad. Caminé despacio hacia ella, me deleité en su entrada, de nuevo otro arco, pero este era mucho más grande, tenía muchos colores, entre ellos destacaban el azul y el morado. Creo que estas personas están un poquito traumadas con esos colores.Pensé. Me acerqué lentamente, y al entrar todo cambió. De repente me sentía como en mi casa, un ambiente realmente familiar, así que comencé a deambular por ahí como si nada. Iba por una pequeña calle, sin autos claro; había casas y puestos a mi izquierda y una gran fuente a mi derecha. Lo extraño de esta, es que el agua parecía tener diferentes colores claros, pero en fin, era muy bonita. Conforme me iba adentrando más y más, la gente comenzó a verme de una manera extraña, algunos incluso dejaban de hacer lo que hacían por voltearme a ver. Tenían la expresión como si estuvieran viendo algo imposible. No comprendía nada de lo que sucedía, así que me congelé a mitad de la calle y comencé a observarlos. A cada uno que observaba se asombraba, mientras yo me asustaba un poco de sus reacciones. Se quedaron así por un corto tiempo, cuando de repente sus semblantes cambiaron a horror. Comenzaron a gritarme en un idioma que desconocía completamente, me hacían muchas señas con sus manos y se alteraban. Al principio creí que me insultaban o querían que me fuera, pero en sus rostros vi algo de preocupación. No entendía nada, todo era tan rápido; hasta que vi a una persona que señaló algo detrás de mí. Voltee rápidamente y comprendí el alboroto. Un carruaje venía hacia mí a toda
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prisa, y este lo jalaban tres caballos; no eran caballos comunes, estos eran enormes e intuí que me podrían aplastar sin ningún problema. Me quedé inmóviltotalmente, no pude reaccionar ya que el carruaje se encontraba muy cerca de mí. Esperaba lo peor, pero improvistamente algo me quitó del camino. Caí a un lado de una pequeña casa, y sentía a alguien encima de mí rodeándome con sus brazos. Esta persona comenzó a –lo que parecía- regañarme, pero yo no le entendía nada. --¿Qué estás diciendo? No sé, no sé qué… Comencé a decir algo asustada. Sin embargo había algo familiar en su voz. Ésta se paralizó al momento que comencé a hablar. Se inclinó sobre sus brazos, y me observó detalladamente. Sólo así pude ver su rostro. Era un hombre, joven más bien, le calculé aproximadamente mi edad, o un poco más grande; su semblante reflejaba asombro, pero no el mismo que el de las demás personas, en cambio él creía lo que veía y a la vez no. --Disculpa, ¿te podrías quitar de encima de mí, por favor? – pregunté, sin esperar ninguna respuesta. Increíblemente respondió a mi petición. Se levantó y me ayudó a pararme. --¿No me merezco un gracias por quitarte del camino? –me preguntó irónicamente molesto.
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En esta ocasión la que se quedó con el asombro fui yo. Entendía mi lenguaje, mas sin embargo yo no entendía el suyo. --¡Esos caballos te pudieron haber aplastado!, ¿Por qué no te quitaste del camino? –comenzó a regañarme. --Perdón, es que no los oí venir. --Claro que no los escuchaste, son caballos Drele, uno no los oye trotar. --¿Qué? --¡¿Qué haces aquí…cómo entraste… quién… quién te dejó pasar?! –comenzó a molestarse, y yo seguía sin entender nada. No muy a lo lejos, las personas nos observaban extrañadas. --¡No sé, en la entrada nadie me impidió el paso! --No me refiero al pueblo, estoy hablando de cómo es que pudiste entrar. Después de reflexionar un poco pregunté: --¿Te refieres al arco lleno de flores? Él asintió. --Lo único que sé es que lo crucé, y antes de eso entré por entre dos rocas, creo. Y me puse a caminar por el bosque. Al contarle esto pude notar credibilidad en su rostro. Se relajó un poco y pensó. --Ven –me dijo al tiempo de tomar mi brazo. --¿A dónde me llevas?
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--A donde están las respuestas que busco, además no te puedo dejar deambulando por aquí sola. Caminé rápidamente, igualando su paso. Al pasar la gente se abría paso ante nosotros. Me llevó hasta una esquina de la fuente, donde se encontraba un caballo. Me subió junto con él al caballo y cabalgamos. Tomó camino hacia el oeste, alrededor de la senda estaba adornado por varios árboles coloridos. Seguimos el trayecto por menos de cinco minutos, hasta que pude ver un gran muro a lo lejos. Conforme nos fuimos acercando noté hacia donde nos dirigíamos. Un palacio. Era eso lo que veía. Me maravillé al ver lo hermoso y enorme que era. Llegamos a la entrada de esta, aunque algo que se me hizo extraño era que no había puerta. Ni siquiera había muros que la rodearan. No muy lejos del lugar había más casas y puestos, de hecho durante el trayecto noté casas. Lo que significaba que el palacio no estaba aislado. Era como una casa más, solo que más grande y con más terreno. Paramos en la entrada de este, bajamos y caminamos para entrar. En la entrada había un hombre, parecía algo rudo pero me di cuenta que solo cuidaba la entrada. Al pasar a un lado de él, no nos detuvo, solamente saludo con la cabeza a la persona con quien yo venía, y se detuvo instantáneamente al verme. Y de nuevo hizo la misma expresión que todos hacía rato atrás, no me dijo nada ni me prohibió el paso, solamente me observaba. Una vez adentro me asombré de lo bello y
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luminoso que era. Y nuevamente las miradas estaban sobre mí. --Solicito permiso para hablar con su majestad –pidió mi acompañante. Un hombre asintió y se fue por un pasillo. Otro hombre le indicócon la mano para que tomásemos asiento en una mesa. --¿Y ahora qué es lo qué va a pasar? –pregunté. --Tú no te preocupes –fue su única respuesta. Ahora que me encontraba abajo del caballo, sin tanto brinco y mareo pude notar algunos aspectos de mi compañero. --¿Es mi imaginación o tus ojos son de color morado? --¿Tienes qué preguntar por todo? –preguntó secamente. Me callé por un momento, pero yo quería respuestas. --Oye compañero, yo… --¿Compañero? –interrumpió bruscamente. --Bueno, es que no me sé tu nombre. Estaba a punto de continuar cuando el hombre que se había ido hace un instante llegó. Detrás de él alguien le seguía. Inmediatamente mi compañero se puso de pie, al ver que yo no hacia eso me hizo señas para que me pusiera de pie, así que lo hice. Observé a la persona que salía del pasillo. Era una mujer, muy hermosa, tenía su cabello largo y castaño y vestía un vestido verde no muy ampón, ideal para el clima que había. Mi compañero bajó la cabeza, en señal de reverencia, y yo
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no. No sabía qué hacer ahí parada, y además de eso no podía dejar de ver a aquella mujer, era tan bonita. Y una cosa más que noté era que sus ojos también eran morados. No solo no podía dejarla de ver, sino que también ella no dejaba de observarme. Comenzó a hablar con mi compañero, de nuevo con ese dialecto, y después de eso se dirigió a mí. --¿Cuál es tu nombre? --Me llamo Lua. Ella asintió. --¿Acaso eres familiar de Sir Sergio Carbajal? --Sí, el es mi tío. --Ya veo, ¿cómo es que pudiste entrar? Una vez más conté cómo es que llegué ahí, incluyendo las sospechas de mi tío, cómo fue que lo seguí y etc. Ella continuó platicando y al cabo de un rato volvió a dirigirme la palabra. --Liren te llevará de regreso a tu hogar –dijo al momento de señalar a mi compañero–, no tienes de que preocuparte, cuando regreses notarás que no estuviste mucho tiempo lejos. Así que te llamas Liren. --Sí, pero…yo realmente quisiera saber cómo es qué estoy aquí. --Entiendo que estés confundida, tu tío lo estuvo la primera vez que entró.
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--Espere, ¿cómo que la primera vez que entró? ¿Desde hace cuanto que viene o él vive aquí? --Permíteme explicarte. Tu tío, o mejor dicho, Sir Sergio, nos ayuda en tiempos de guerra. --Eso significa que les ayuda a pelear –intuí. --No en lo absoluto. Lo que hace es llevarse parte de mí a tu mundo. No entendí ni jota. --Cada cierto tiempo es escogida una persona de donde tú perteneces, para que nos ayude a que nuestro pueblo no sea derrotado. Si en tiempos de guerra el pueblo enemigo llegara al castillo, lo que tendrían que hacer es matarme. Y así… --…ellos ganan –terminé diciendo. --Exacto. --¿Pero y la parte en la que mi tío se lleva parte de usted? --La responsabilidad que tu tío lleva es mi alma. Lo que yo hago es poner parte de mi alma en una flor en particular. Si llegaran a matarme no estaría muerta completamente. --O sea que él guarda parte de su alma. ¿Mi tío no corre peligro? --Ni un poco. Al cruzar a tu mundo la puerta se cierra. Sólo yo la puedo abrir, y únicamente lo hago cuando tiene que venir Sir Sergio. --Pero, ¿Por qué mi tío en vez alguien más?
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--Sé escoger a las personas, no escojo a cualquiera. Busco a alguien de buen corazón y de digna confianza, y ti tío tiene esas cualidades y más. --Me doy cuenta. Ahora entendía que era lo que guardaba en su maleta, era la flor o más bien el alma de la reina. --¿Puede llevar la flor a donde quiera? --Donde sea que esté a salvo. --¿Y, cómo sea? --No. Está protegida por un cristal. El problema es que el aire de tu mundo no es puro en comparación de aquí. Si la flor llegara a salir del cristal, se muere y esa parte de mi alma también. --¿Dónde se encuentra esa flor en este momento? --Tu tío acaba de entregármela. Hemos tenido problemas con los trodem, es por eso que él la tenía. Pero parece que el problema se resolvió. Todo era tan extraño, al parecer comprendí todo pero había algo de lo que tenía duda. --¿Cómo es que entré por medio de dos rocas? Ella rió. --En realidad la ubicación de la entrada siempre ha sido ahí, no tengo intención de cambiarla. Ya que el lugar se ha vuelto muy visitado, lo único que hice fue cubrirla con grandes rocas. En realidad nadie se da cuenta del lugar.
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--Ya veo, las rocas es sólo un camuflaje –algo no me encajaba–. ¿Cómo es que sabía que había otro lugar o mundo aparte de este? --¿Cuántas preguntas más tienes que hacer? –interrumpió Liren. --Lo siento, es que soy una persona muy curiosa. Ella volvió a reír. --Está bien, comprendo tus dudas y te las responderé. Nosotros siempre hemos sabido su existencia. Verás, hace muchos siglos atrás era normal que la puerta estuviera abierta, y claro había más de una y de esa manera podíamos congeniar con ustedes. Pero desafortunadamente se desató un problema grave entre ambos mundos y una horrible guerra comenzó. Nosotros teníamos ventaja debido a nuestros dones pero no contábamos con que ustedes habían desarrollado armas. La guerra fue espantosa y hubo varios muertos por ambos lados. Así que a mis antepasados se les ocurrió juntar todos nuestros dones y crear un poder para cerrar las puertas. Y lo lograron. Con excepción de una. Con el tiempo lograron cerrarla pero se dieron cuenta que es la única que podían abrir de nuevo. Las demás jamás se pudieron volver abrir. Con el paso del tiempo a la gente se ha ido olvidando la existencia de tu mundo, con la excepción de algunos cuantos que sabemos la verdad. No es que se lo queramos guardar al pueblo, sino que todo ha sido tan pacífico desde entonces que no vale la pena recordárselos. --Entonces ellos lo saben.
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--Creen que es una simple historia que se cuenta. --Y al aparecerme paseándome por las calles no ayudé mucho que digamos. --Descuida, no pasa nada. La mayoría saben de la existencia de Sir Sergio, pero no creen que sea parte de las historias. Los sorprendiste porque jamás han visto a más de uno por aquí. Comencé a reírme, ahora comprendía el por qué las miradas raras. --¿Cómo es que pude pasar, si usted cierra la puerta en cuanto sale mi tío? --La cierro en el tiempo que sale tu tío. Alcanzaste a entrar antes de que la cerrara. --Ahora entiendo. --¿Alguna otra duda? –preguntó Liren. --No, creo que ya está bien –me dirigí hacia la reina–. Muchas gracias majestad, por haberme dado algo de su tiempo y por ser tan amable con migo. --Ya que eres sobrina de Sir Serio, llámame Sirem, y comprenderás que por este mismo motivo te conté todo esto. --Comprendo muy bien. Creo que es hora volver a mi casa. Realmente no me quería ir, pero lo que menos quería era molestar en este lugar. --Liren te guiará de regreso. --Antes de irme, ¿podría, pasear un poco por el pueblo?
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--Claro, no veo ningún problema –dijo, después dirigió la mirada hacia Liren–, cuidarás de ella hasta que pase por esa puerta. Sí, mi buen amigo Liren. Tenía la sensación de que no le agradaba, y no sabía por qué. Terminé de despedirme de Sirem y con tristeza me subí al caballo. Volvimos. Nos detuvimos del otro lado de la fuente, donde me senté un poco y pensé. Liren estaba amarrando al caballo. Vi a las personas de ese lugar y noté otro aspecto de ellos. No eran muy altos. Bueno, yo no lo soy tampoco pero ellos median aproximadamente un metro cincuenta y tantos. Con la excepción de Sirem y de algunos que vi en el castillo, incluyendo a Liren. --Oye, tengo otra duda. --Dime –dijo tranquilamente. --¿Por qué no todos hablan el mismo lenguaje que yo? --Porque no todos trabajan para la reina. Cuando vas a servir al reinado, te entrenan de diferentes formas, incluyendo el lenguaje. Creen que aún debemos conservarlo. Además de eso funciona en batallas, nadie entiende de lo que hablamos y de esa manera todo es confidencial. --Oh, buena estrategia. --Una razón más por la que te quité rápido del camino, todo es cuestión del entrenamiento.
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Y realmente creía que era buena estrategia. Creo que no se me hubiera ocurrido a mí. Traté de entretenerme un poco viendo las casas y recorriendo por los parques. Pase de puesto en puesto observando la comida que hacían y las artesanías que había. Estaba tan maravillada hasta que Liren llegó conmigo. --¿Me permites hablar contigo? --Sí claro. Tomó una bocanada de aire y habló. --Quiero disculparme por la forma que me comporté contigo desde que llegaste. De haber sabido que eras sobrina de Sir Sergio no te hubiera tratado así. --Ah, comprendo, solo porque soy su sobrina… --No es lo que quería decir. Me refiero a que lo único que hice fue mi trabajo. No es nada normal ver a uno de ustedes por aquí. --Está bien, comprendo. Me quedé pensando en otra duda que tenía. --Ya dímela. --¿Cómo supiste? --Se puede leer en tu cara que tienes otra pregunta. --Bueno, ¿Qué es un trodem? --Los trodems son el pueblo enemigo. Hemos tratado de hacer las paces con ellos, a pesar de que sabemos que es algo imposible. --¿Por qué?
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--Son demasiados problemáticos. Pelean por todo, incluso con ellos mismos. --¿Son peligrosos? --No mucho. Pero tienen una ventaja, la cual se asemeja a los camaleones. --O sea, se camuflajean. --Exactamente, y pueden imitarnos a la perfección, uno no se da cuenta si son uno de nosotros o no. --¿Se parecen a ustedes? --No, sus rostros son más alargados y profundos, y están siempre encorvados. --¿Y cuáles son las ventajas que ustedes tienen? --Nuestros dones. Al decirme esto hice un gesto de confusión. Él rió un poco. --Llámalos dones, cualidades o talentos. --Ah, ya entendí, como poderes. --Hum, sí, se podría decir. --¿Y todos tienen uno? --La mayoría. --Supongo que tú tienes uno. --Supones bien. Por cierto, nunca me presenté, a pesar de que ya sabes mi nombre. Soy Liren. --Y yo Lua. Seguimos caminando hasta llegar a un extremo del pueblo, fue entonces cuando vi un lago sumamente bello, no muy lejos de ahí. Al verlo se dibujó una sonrisa en mi rostro y
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aceleré el paso hasta llegar a él. Cuando lo hice me hinqué y comencé a jugar con el agua. --Eres como una niña pequeña –comentó. --Me gusta mucho la naturaleza y en mi vida había visto un lugar tan lleno de vida como este. --Ven, se supone que no debemos de estar mucho tiempo de este lado. --Pero, ¿qué podría pasar? Reflexionó un poco sobre esto. --Sólo poco tiempo, y mientras no te alejes, tengo que cuidarte no lo olvides. --Sí, lo sé, lo sé. Nos quedamos platicando cerca del lago, y yo como niña pequeña seguí jugando con el agua. Este pueblo tenía personas como las nuestras, en cuestiones de facciones, la diferencia era que la mayoría eran de poca estatura. Hay algunas, como Liren, que son más altas y estas aprovechan para servir a la reina. Se dice que los que nacen así están destinados a trabajar al reinado. Liren medía casi un metro setenta, era sólo un poco más alto que yo, su cabello era castaño y le llegaba poco más debajo de las orejas y su piel no era muy morena. Era una persona muy interesante. Me contó sobre su cultura, la comida la alfarería y todo tipo de cosas
que
hacen
ahí.
No
sabíamos
cuanto
tiempo
llevábamos platicando, hasta que recordé que tenía que volver. Según lo que me había explicado, la reina arreglaría
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mi llegada como si nunca me hubiera ido. Eso era bueno ya que no quería que otra vez estuvieran preocupados por mí. Nos
encontrábamos
platicando
cuando
de
pronto
escuchamos un tumulto proveniente del pueblo. --Iré a ver rápido. No te muevas y sobre todo no vallas al otro extremo del lago. --¿Qué hay en el otro extre…? --¡Solamente no vallas! –dijo seriamente. --Está bien. Se fue corriendo, y vaya que corría rápido. Me encontraba sola y como no tenía nada que hacer comencé a tararear para mí misma, en voz alta diría yo. Me acosté en el césped, arranqué un pedazo de este y lo arrojé al agua. Vi mi reflejo en él y lo desfiguréde un manotazo. Seguí viendo mi deformado reflejo hasta que volviera a verme. El agua se fue calmando poco a poco y de nuevo ahí estaba yo reflejada. Continué viéndome cuando me percaté que había otro reflejo, no cerca de mí, sino del otro lado del lago. Levanté la cabeza para ver que era. Huy que peligroso. Pensé irónicamente. Era un niño, aproximadamente nueve u once años, era muy lindo, tenía cara de angelito, y me observaba con los ojos bien abiertos. No comprendí, se suponía que la mayoría ya se había percatado de mi presencia, ¿Por qué ese niño me miraba así? Era una cara de sorpresa mayor a la que habían hecho los demás cuando llegué. Se acercó poco más para verme mejor, sin salir mucho del perímetro donde se encontraba.
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--¿Eres humana, cierto? –preguntó seriamente. --Amm, supongo que sí. Hasta ese momento nadie me había llamado humana. --¿Qué haces aquí? --Llegué hace rato. ¿No lo notaste? El niño negó con la cabeza. --¿Por qué estás con ellos? –preguntó. --¿Cómo que con ellos? ¿Tú no perteneces a este pueblo? El niño volvió a negar con la cabeza. --No te preocupes, nadie está viendo –dijo– te voy a rescatar. --No, no entiendes, ellos son mis amigos. --¿Tus amigos? ¿Qué te fue lo que te dijeron? No supe que responder así que dije lo primero que me vino a la mente. --Ellos son buenas personas. Al decir esto, el niño puso cara de horror y confusión, y nuevamente negó con la cabeza. --Tienes que irte de ahí rápido, antes de que te hagan daño. --No te entiendo. --Ellos no son confiables. No le creí del todo, pero había algo en su rostro que me decía la verdad. Por otro lado, Liren me dijo seriamente que no me fuera al otro extremo del lago, pero ese rostro no mentía. Acabé confundiéndome, y me acerqué un poco hacia donde el niño.
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--Te van a hacer daño si te quedas aquí –seguía insistiendo. Mas sin embargo él tampoco cruzaba hacia mi lado del lago. --¿Por qué no vienes tú para acá? –le propuse. --No puedo pasar, pero tú si puedes, aún no es demasiado tarde. --¿Tarde para qué? --Para que te conviertas en uno de ellos. No sé cómo pasó pero crucé hacia donde él. El niño tomó de mi mano y me introdujo hacia el bosque. --¡Corre!, lo oigo venir. Yo no podía escuchar nada. --Silencio, nos escucharán –decía. Después me jaló hacia abajo y nos escondimos tras unas ramas–. Aquí abajo. Observa. Me asomé y noté a lo lejos que Liren regresaba al lago. Puse atención y escuché lo que decía. --¡Lua! –me llamaba– ¡Lua! ¿Dónde estás? Caminaba de un lado a otro y volteaba hacia todos lados. Traía en sus manos lo que parecía un canasto, no lo sé, no alcanzaba a ver entre tanto ramerío. Se comenzaba a desesperar y me pregunté si hice bien en irme de ahí. Se enojó tanto que lanzó el canasto lo más lejos que pudo, y sí llegó lejos. --¡Te dije que no te movieras! –gritó desesperado– ¡¿Dónde estás?!
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Eso fue suficiente para que me asustara. El niño sólo me observaba como diciendo,te lo dije. Observé de nuevo y noté que ya se iba. --Listo, vámonos –dijo y me jaló del brazo. Seguimos caminando por el bosque. Empecé a confundirme, como dije anteriormente, soy buena ubicándome, pero estábamos tan adentrados en el bosque que no podía ver luz. Hubo un momento en el que estuve a punto de llorar por la desesperación
que
me
estaba
dando.
Cuando
inesperadamente observe luz a lo lejos. Caminé más rápido para poder alcanzarla, hasta que llegué a ella. Llegamos a lo que parecía otro sendero, no tan bonito como el primero pero al menos podía percibir luz. El niño me tomó del brazo derecho y me guió hacia dónde debíamos ir. No muy lejos escuché ruidos y un olor extraño. Pude notar que se trataba de una aldea. --Ya estás a salvo, mira casi llegamos –señaló el lugar. Conforme nos íbamos acercando mi corazón latía cada vez más fuerte. Algo no estaba bien. --¿Recuerdas cómo se enojó y arrojó el canasto? –me decía. --Sí, sí, lo recuerdo –dije mientras bobeaba a mi izquierda. --Oye, ¿alguna vez te han dicho que no se puede confiar en cualquier persona? En ese momento cerré los ojos de golpe. Comprendí claramente que no se refería a Liren. Se refería a él.
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--¡Suéltame! –grité al tiempo de jalar mi brazo. Al voltear a verlo, su rostro de niño se había ido. En cambio, estaba un rostro casi esquelético y demacrado, tenía los ojos amarillentos y su poco cabello se veía sumamente baboso. Eso no era una persona. Me espanté horriblemente; dando un fuerte jalón me zafé de su mano y corrí lo más que pude. Pero fue en vano ya que sentí cómo alguien me tomaba por la espalda, traté de gritar pero me fue imposible ya que me taparon la boca. No sé qué fue lo que me hicieron pero en menos de cinco segundos quedé inconsciente.
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Pesadillas Un estruendoso ruido me despertó, había varias personas cerca de mí. Traté de moverme pero me di cuenta que me encontraba parada y amarrada de ambas manos a unos árboles. El ruido que había escuchado eran ellos con unos grandes tambores, muy cerca de donde yo estaba. El lugar era horrible, además de que apestaba ya no percibía luz. Todo estaba sucio, roto y oscuro. Su pequeña aldea era lo que podía ser el basurero municipal. Todos me miraban y se encontraban muy cerca de mí, sentía como si me estuvieran oliendo. Tenían un verdadero escándalo que me provocaba dolor de cabeza, no dejaban de brincar, gritar y de acercarse a mí. Intenté zafarme, pero solo causó que me lastimara las muñecas. Al amarrarme me habían apretado demasiado que no podía sentir la sangre correr por mis venas. Al parecer todos estaban esperando algo importante. La mayoría no dejaba de asomarse a una pequeña choza. Me preguntaba que podría sucederme.
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Los tambores dejaron de sonar, todos guardaron silencio. Inmediatamente voltearon hacia aquella choza. Uno de ellos salió de este, lucía viejo y demacrado. No me gustaba aquello. Llevaba en sus manos algo parecido a un frasco, de estese percibía un olor putrefacto. Todos se alborotaron al ver a aquel viejo y me desataron de los arboles. Me encontraba débil y con hambre, no pude hacer mucho forcejeo para liberarme, y por más que lo hacía más me lastimaba. Me llevaron arrastrando hacia el centro del chiquero, donde estaba más hundido el terreno. Me tiraron,y volvieron a amarrarme las manos junto con los pies a un tronco pesado que se encontraba cerca. Lo que había creído que era un niño se encontraba frente mí, sin dejar de mirarme. El viejo acercó el frasco hacia mí y traté de no respirar, no contuve la respiración por mucho tiempo y terminé inhalando un poco. El olor hizo que la cabeza me diera vueltas, además de eso mi estómago se revolvió todo, traté de contener
el vómito, mas no pude. Vomité a mi
derecha, me sentía mal y sudaba demasiado. Ellos sin embargo se mofaban y hacían más ruido por cada reacción mía. Aquel maldito viejo volvió a acercar a mí el frasco. --¡Aléjese de mí! –le grité. Durante ese momento escuchaba una vocecita. No vallas al otro extremo del lago. La voz de Liren hacía eco en mi cabeza. El viejo no alejaba de mí el frasco y por un momento creí que quería que lo tomara. Apreté mis labios fuertemente y movía
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frenética la cabeza. Luego me di cuenta que estaba en un error. Éste levantó su brazo hasta mi cabeza y dejó caer el líquido sobre mí. Grité ante tal acción. El líquido comenzó a evaporarse y a reacción mía comencé a asfixiarme, los ojos comenzaron a llorarme y repentinamente no podía ver nada, creí que se debía al líquido pero caí en cuenta que el vapor no me dejaba ver absolutamente nada. Estaba confundida por tanto ruido, olor y mareos y solo pedía a Dios que esto fuese un sueño. Sin más fuerzas me tiré al piso sin dejar de toser, me comenzó a doler todo el cuerpo y no dejaba de temblar. Parecía que no tenía salida, sólo me quede ahí buscando una posibilidad de escapar, pero no la encontré. Cuando el viejo estaba a punto de echar otra cosa sobre mí, se detuvo, tiró el frasco y corrió; no era el único en huir, todos se precipitaron a correr a mi derecha. No entendí el por qué de su huida pero pensé que si huyen es porque algo peor está en la aldea y le temen. Así que al parecer este era mi final, cerré los ojos esperando a lo que tenía que venir. Sentí como algo me sujetaba la cintura, mientras que otro algo me liberaba las muñecas y las piernas, y entonces me llevaban cargando. Abrí los ojos para ver, y advertí que estaba en los brazos de Liren. Éste me sujetaba con fuerza y corría. Me percaté de que no estaba solo, había otras cuatro o cinco personas con él, estaban observando hacia todos lados cuidando sus espaldas. Quise decirle algo pero a pesar de que no tenía voz noté que él luchaba por contener la
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respiración. Sabía que el olor del frasco no era agradable y ahora yo lo tenía impregnado, comprendía por qué no respiraba. Unos metros más adelante no pudo seguir conteniéndolo, entonces me pasó a los brazos de una compañera suya, se alejó de mí e inhalo profundamente dos veces. Siguieron corriendo y al llegar caí en cuenta que me encontraba en brazos de otra persona, me sentía tal mal que no supe quienes me cargaron. Lo extraño fue que no llegamos al pueblo, tomamos otro camino para ir directo al palacio, me estaba mareando más de lo que ya estaba. Tal vez me dormí tal vez no, pero no tardaron mucho en llegar. Entramos por una puerta trasera y me llevaron directo a una habitación donde había muchas personas, al parecer esperándonos. Para esto, me encontraba en brazos de otra mujer, que caminaba muy aprisa sin dejar de sujetarme fuertemente. Llegamos a donde se encontraba la mayoría, y entonces lentamente me bajó a lo que parecía una gran tina caliente. Esta tenía muchas cosas en ella, parecían especias y olían muy bien. Pusieron algo debajo de mí para que mi cabeza quedara fuera y pudiera respirar. Entonces me dormí. Cuando desperté la tina aún seguía caliente. Me sentía un poco mejor pero algo adolorida, aun traía puesta la ropa de ayer, ahora toda mojada. Trate de levantarme pero no pude.
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--No,
no,
aún
necesitas
reposar
más
–me
dijo
tranquilamente una señora que se encontraba no muy lejos de mi. --¿Qué hago en esta tina? –pregunté confundida. --Eso va a ayudarte a sacar todo el veneno que llevas –dijo una voz a mis espaldas. ¡Ay! Sé de quién es esa voz. Voltee y miré a Liren recargado en la pared observándome seriamente. --¿Qué fue lo que pasó? –pregunté. --Tú dime. Me sentía tan avergonzada que quería hundir mi cabeza en la tina. Pero tenía que afrontarlo. --Perdóname, me dejé engañar completamente. Creí que, que… simplemente no razoné bien. --Me di cuenta. --Perdón. Él trató de calmarse, pero estalló. --¡¿Sabes en los problemas que me metiste?! ¡Yo estaba a tu cuidado, te dije que no fueras al otro extremo del lago, y qué pasa, me descuido y haces exactamente lo contrario! –se puso frenético, y tenía todo el derecho del mundo para hacerlo. Me sentí tan mal por haberlo metido en problemas. --¡Perdón!, en serio lo lamento, no quería que esto pasará. Se acercó a mí y puso una toalla cerca de la tina. --Yo tampoco. Sal hasta que el sol se ponga.
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No me había dado cuenta que aún era de noche o faltaba poco para amanecer. --¿Puedo hablar contigo? --Después, estoy ocupado, tengo que ir a ver cuál será el castigo por perder a la niña. Se fue. Me quedé acostada en la tina pensando en qué hacer para que me perdonara. Hace unas horas él me había pedido disculpas por su forma de tratarme, ahora era yo la que debía disculparse. --Bebe esto, te sentirás mejor –dijo la señora al momento de acercarme una taza de té. Lo tomé, me acosté nuevamente en la tina y dormí. Alguien me sacudió el brazo. Desperté algo alterada y noté que Sirem estaba justo frente a mí, ella y otros tantos más. --Cálmate ya pasó todo, ya estás a salvo –dijo la reina. Ya estás a salvo. Esas palabras me recordaron al demonio disfrazado de niño que quiso matarme. A pesar de lo mojada que estaba me abrazó. Algunas personas se fueron del lugar. --Ya estás con nosotros, todo está bien --No, nada está bien, la culpa fue mía, él me dijo que no me alejara y fue justo lo que hice y todo resultó mal –dije las palabras atropelladamente.
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--Relájate, no te preocupes por nada. En lo que tenemos que concentrarnos es en limpiarte totalmente. --¿A qué se refiere? Respiró profundamente tratando de hallar las palabras. Antes de que pudiera decirme algo Liren habló desde una esquina. --Lo que quiere decir es que tenemos que quitarte el veneno. Me quedé asombrada por su presencia, y a la vez confundida por lo que dijo. --Creí que te habías ido –dije. Me miró severamente, esto bastó para callarme. Pensó por un largo momento y luego continuó. --Sécate, tenemos que hablar contigo. Al terminar de decir esto salió, acto seguido por Sirem y los demás que se encontraban en la misma habitación. Me imaginé lo que me dirían, estaba segura que recibiría un buen sermón acerca de la desobediencia o algo así, y claro, también recibiría reprensiones de parte de Liren. Me sequé. La señora que se encontraba conmigo me cuidó desde la noche anterior y me dio que vestir. Ya lista no tenia pretexto para no asistir a la gran sala, donde nos encontraríamos. Cuando llegué me percaté que la reina nos acompañaría. Liren me hizo un ademán a sentarme. Una vez sentada, habló. --Lo que tenemos que decirte es serio y delicado. El incidente de ayer fue un error y este tuvo consecuencias
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graves, lo que te hicieron los garidal fue experimentar contigo y no lograron su cometido debido a nuestro rescate. --¿Un garidal? Creí que eran trodems. Él continuó como si yo no hubiera hablado. --Trataron de convertirte en algo peor a ellos, y lo hubieran logrado de no ser por nosotros. --¿Esa es la razón de lo que vertieron en mí? --Así es –respondió la reina. --¿Qué fue lo que me echaron? --Veneno para ti, pociones para ellos –dijo Liren, y continuó–.
Descubrimos
que
llevan
tiempo
planeando
capturar a tu tío en una de sus pocas visitas, y se han preparado para la ocasión. --¿Qué es lo que le querían hacer? --Lo que a ti ayer –respiró profundo antes de continuar–. Pon atención. Ustedes son una raza con menor resistencia que nosotros y no tienen dones, por lo tanto no pueden andar por aquí como si nada. Cuando Sir Sergio viene nos encargamos de protegerlo, si lo descuidáramos sería presa fácil. Harían con él lo que se les antojase sin poder defenderse. --Te refieres a que somos inferiores a ustedes. --No, no, cariño –dijo Sirem–. Lo que quiere decir es que ustedes no son como… bueno no tienen… ¿Cómo te lo explico?
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--Ustedes son como bebés y nosotros como adultos – mencionó Liren. --Indefensos en mundo de adultos –concluí. --Así es. No te podrías defender en este mundo. Entendí perfectamente, no hacía falta que lo tratara de explicar, era tal y como lo había dicho antes; soy inferior a ellos, sólo que no usaron esa palabra para que no sonara tan feo. --Bueno, pero, qué era lo delicado que me tienes que decir. Su semblante se puso aun más serio. --Estás contaminada. Notó confusión en mi rostro. --Es por lo que te hicieron ayer. Para alguien como tú, lo que te dieron fue veneno. --Explícate. Pensó por un momento y contestó. --Imagínate dos lagos. Uno de ellos tiene diversos colores, ese somos nosotros. Y el otro es un lago común, transparente y limpio, ese eres tú. Al lago de colores no le puedes hacer nada para cambiar de color, sin embargo al otro lago, que es puro, cualquiera podría verter lo que sea con tal de tener un color. Pero como ese lago no estaba acostumbrado, sufre daños y muere. Piensa que tú eres el lago. Como tú no tienes el mismo complejo que nosotros se puede experimentar contigo, ya que eres como una hoja en blanco. Y ahí todo encajó. Fui su conejillo de indias.
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--Lo que querían hacer conmigo es convertirme en uno de ustedes, o de ellos. --O en algo peor. Seguirían experimentando contigo hasta obtener un mejor resultado o hasta que hallas muerto. En caso de haber obtenido un buen fruto, tú serías su mejor arma. --O sea algo más superior a ustedes. Él asintió y dijo. --Y gracias a eso no puedes volver. --¡¿Qué?! Me incorporé rápidamente. No podían negarme regresar a mi casa, simplemente no se los permitiría, a pesar que no podría luchar contra ellos no me rendiría a tratar de volver. --Tranquilízate –dijo Sirem al tiempo que ambos se levantaron. --¿Cómo quiere que me tranquilice? No me dejarán volver. --Aún no puedes, sigues contaminada –continuó la reina–, el veneno que tenías se fue cuando estuviste en la tina, pero tu cuerpo tiene algo más que no puede sacar. Es como si estuvieras enferma pero aquí no contagiarías a nadie, en cambio en tu mundo, el aire no es tan puro como aquí, y lo que causarías es la muerte de quienes te rodearan, incluyéndote, es eso lo qué quieres. Me tapé los oídos, no quería ni imaginar la muerte de mi familia por culpa mía. No podía hacer nada, me tenía que
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quedar ahí, no había de otra, si me iba las consecuencias serían graves. --¿Me tengo que quedar aquí para siempre? –pregunté con melancolía. Antes de responder, ambos intercambiaron miradas. --Hay una opción –mencionó Liren–. Existe una forma de sacarte el veneno, y sería volver a quedarte en la tina. El problema es que no tenemos lo necesario para poner en ella. Tendríamos que conseguirlas. --¿Y cuál es el problema? --Tendríamos que hacer un largo viaje para conseguirlas. Y además de eso, tú tendrías que acompañarnos. Lo cual no sería fácil. --Haré lo que sea –dije esperanzada. --Tienes que estar consciente que es muy probable que se divulgara tu presencia en este lugar, tendríamos que tener sumo cuidado y tu completa participación en esto. Entendí a que se refería, eso significaba un “obedecer a todas sus órdenes”, me lo repetía debido al incidente de ayer. Estaba dispuesta a hacer todo lo que me pidieran con tal de poder volver. --¿Quiénes participarían en el viaje? –pregunté. --A lo máximo seis guerreros –respondió Sirem–, si van más llamarían la atención. Asentí, comprendía que se trataba de mi seguridad. --¿Cuándo comienza el viaje? –pregunté. --¿Cómo te sientes? –preguntó Liren.
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--Bien. --Entonces nos vamos mañana por la mañana.
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El viaje Preparamos nuestra partida antes de salir el sol. No llevábamos mucho equipaje, solo necesario, ya sea comida, y en mi caso, una cobija. Tal y como Sirem dijo anteriormente seis era el máximo, así que cinco guerreros me protegerían; entre ellos Liren, y conmigo ya éramos seis. Me presentaron a cada uno de ellos y los dones que poseían. Había dos mujeres, eran Casve y Enlira. Casve era de cabello café y largo ondulado, una persona muy bonita y su don era el fuego; podía crearlo y controlarlo, era realmente bueno. Enlira era un poco diferente, ella era de cabello corto, color café rojizo; referente a su don ella podía sentir a una persona a más de cuatrocientos metros de distancia por medio de las vibraciones de la tierra y podía controlar un poco este elemento, además de eso siempre cargaba con su arco. Eran dos personas muy lindas y amistosas, en cambio de los hombres. Sin mencionar a Liren, nos acompañaban Tarom y Dorte. Tarom era delgado pero fuerte, su don era mental; podía lanzar olas de fuerza con la mente y también mover algunos objetos; telequinesis en pocas palabras. Dorte era algo parecido a él, pero su don consistía en poder transmitir sus pensamientos a las mentes de los demás. Era como un radio andante. Los tres tenían más o menos el mismo largo de cabello, aunque el color de Tarom era negro y el de Dorte era castaño claro. Los cinco median casi igual, no pasaban del metro setenta y cinco, pero tampoco median menos del
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metro setenta, y todos tenían ojos morados. Eran verdaderos guerreros, entregados a su deber al cien por ciento, si de protección se tratara no debería preocuparme en lo absoluto, pero en lo que no dejaba de pensar era en encontrar lo que buscábamos para poder volver. Partimos tomando camino por el bosque, hacia el norte, de esa manera evitaríamos toparnos con algún pueblo, para mi sorpresa no iríamos en caballo, sino a pie. Necesitábamos conseguir cuatro tipos de frutas y plantas, y por desgracia no se encontraban en el mismo lugar; primeramente llegaríamos a un bosque lejano, me dijeron que lograría diferenciarlo de cualquier otro ya que los las hojas de los arboles era anaranjados. Este lugar era muy diferente. En segundo, iríamos a un prado, donde tendría que recoger una planta. Después mencionaron algo de una cueva que no me quisieron contar hasta llegar, así que era lo único que sabía. Me intrigaba que sucedería si nos descubrirían, tal vez volverían a tomarme e intentarían nuevamente experimentar conmigo, bueno, depende de qué pueblo me tomaría. Durante el trayecto, todos iban callados, me incomodó ese silencio así que aproveché el momento para hablar con Liren. --¿Cuántas veces más tendré que pedir disculpa para que me perdones? –pregunté inocentemente. --Ya te perdoné –respondió sin voltear a verme. Bajé la mirada tratando de pensar en que podría decirle, pero el aprovechó mi silencio para continuar.
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--Mi prioridad era vigilarte. Tú no conoces estos lugares de esa manera fue fácil que te engañaran. --Creí que nadie más que ustedes entendía mi lenguaje, pero él también lo entiende. Me habló; incluso parecía un niño totalmente inofensivo. Él negó con la cabeza. --No, con el que te topaste fue con un garidal. Ellos no se camuflajean como los trodem, en cambio juegan con tu mente. Lo que hizo fue crear a una criatura en tu cabeza que tú considerarías bella, y solo te dijo lo que quería por medio de tus propias palabras. Él nunca cambió, todo el tiempo estuviste al lado de un garidal. --Me siento tan tonta. --Si quieres sentirte mejor por qué no me haces unos de tus grandes interrogantes. Es evidente que sigues confundida. Ciertamente tenía muchas más preguntas por hacer, pero decidí hacerlas en otra ocasión. --No realmente, sí tengo curiosidad de algunas cosas pero, pueden esperar. --Sólo hazme caso por favor, no te alejes. Asentí, ya había aprendido mi lección. Seguimos caminando hasta el atardecer; encontramos un buen lugar cerca de unas rocas para poder descansar. Casve encendió una fogata y reposamos en el piso. En esta ocasión mostraron algo de interés en mí. Conversamos durante varias horas y entablé amistad con ellos, a pesar que Tarom se
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mostraba un poco distante, al parecer era el único que no sentía curiosidad como con los demás. --Dime, ¿Cuál es tu edad? –preguntó Casve. --Tengo 17 años y medio. ¿Y cuál es la suya? --Am, serían como 20 años para ti –me mostré indiferente–. Es debido al tiempo, aquí no se maneja como en tu hogar. --¿Tienes 20 años y eres una de las mejores guerreras?, eres muy joven. Gracias a este comentario todos rieron. --Te equivocas, es una muy buena edad para tener esta labor. --¿Todos tienen esa edad? --No. Al menos Tarom y yo sí, Enlira y Dorte tienen 19 y Liren unos 21 años. Me pregunté cómo funcionaría todo esto del tiempo, pero no me quería revolver, así que lo dejé así. Seguimos conversando, y aprovechando que Liren se sentó a mi lado pude platicar un poco más con él. Su presencia era muy agradable, claro, cuando no estaba enojado, y haría lo posible por no provocar su enfado, pero en si era una persona muy cariñosa. La hora de dormir fue muy placentera, la mayoría dormíamos mientras uno hacía guardia, y así se turnaban. A
la
mañana
siguiente
continuamos
nuestra
ruta.
Terminaríamos llegando al bosque antes del atardecer. El
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camino no fue tan pesado como pensé, pero sí era muy largo y algo cansado. Conforme íbamos caminando, podíamos percibir a lo lejos una montaña y cerca de él se notaba el naranja del bosque. Al llegar a él, comenzaron a buscar un árbol en específico, yo no notaba la diferencia ya que todos lucían igual. No tardaron ni cinco minutos en encontrarlo. Noté la diferencia de este al resto, sus hojas eran color escarlata, muy bonito. Me dieron una bolsa, algo parecido a un morral pero este tenía una estructura diferente, echo especialmente para algo. --Tienes que tomar siete hojas –dijo Liren. --Está muy alto, no creo poder subir fácilmente. --No te preocupes por eso –mencionó Tarom–, yo te ayudaré. Sin previo aviso, comenzó a elevarme hasta llegar a la punta del árbol. Tomé las hojas más grandes y las guardé en el morral. Habiendo hecho esto, me bajó lentamente. --Listo, ya conseguimos uno, nos faltan tres –concluyó Tarom. Ahora solo tendríamos que ir a tres lugares más y sería todo. --¿Por qué tenía que tomarlas yo, no me podían ayudar? --Se debe a que serán para tu uso personal, si yo las tomara a ti no te servirían. --¡Que loco! –me expresé. Todos me voltearon a ver extrañados. --Es solamente una expresión –aclaré. --De acuerdo –dijo lentamente Enlira.
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--¿Todo lo que necesito las tendré que tomar solamente yo? –me dirigí hacia Liren. --No todas, pero lo siguiente que conseguiremos sí. --Entiendo. Fue muy fácil conseguir las primeras hojas, no parecía nada laborioso. ¿Qué tan difícil podía ser conseguir las demás?
Problemas Nos encontrábamos a pocas horas de llegar al prado, ya estaba oscureciendo, esta vez ya no veníamos por el bosque
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sino por una vereda que habíamos tomado el día anterior. Nos hallábamos más cerca al prado, caminábamos a un ritmo parejo hasta que Enlira se detuvo en seco. --Problemas –fue lo primero que dijo. --¿Qué pasa? –demandó saber Liren. --Son varios, más de ochenta, están en el prado y otros en diferentes partes del bosque. --¿Qué crees que sean? –interrogó Dorte. --Son Trodems, estoy segura, puedo sentirlos. Todos voltearon a verme e inmediatamente Liren se colocó cerca de mí. --Crearé una distracción, incendiaré una parte del prado obligándolos a ir al este, así Lua podrá recoger la flores – propuso Casve. --No olvides a los que se ubican en el bosque, al norte. Se volvieron hacia Liren esperando su respuesta. --De acuerdo –decidió–, estén alertas a la señal. Yo iré con Lua; Tarom, Dorte, ustedes nos cubrirán. Andando. Todos nos dispersamos. Las mujeres fueron hacia el noreste y nosotros al norte. Una vez adentrados entre los arboles nos dirigimos al este. Caminamos sigilosamente observando en todas las direcciones, estando siempre alerta, estuvimos a punto de correr cuando advertimos a un trodem merodeando a unos cuantos metros de donde nosotros. Nos agachamos tras unos arbustos, Tarom y Dorte que conservaban cierta distancia advirtieron lo mismo y se ocultaron. El trodem pasó
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cerca de donde nos encontrábamos pero no logró vernos, en cambio, yo no pude quitarle la mirada de encima. Eran tal y como Liren los había descrito, sus rostros eran profundos y muy marcados; eran realmente horribles, con poco cabello sus ojos totalmente negros y sus bocas tenían forma de pico. Hubiera seguido observándolo de no ser por Liren que me hizo volver en sí. --¿Lista? –preguntó en voz baja. --Lista. Se volvió hacia Dorte y asintió. Dorte fijó su vista hacia el sureste, avisando a Casve, y volvió la mirada hacia Liren, que a la vez le asentía, éste sonrió y se acomodó de nuevo. --Observa –me dijo al tiempo de señalar en dirección al prado. Giré en ese sentido y lo único que vi fue una multitud de trodems.
No
le
hallaba
nada
especial,
cuando
inesperadamente una ola de fuego apareció y se expandió hasta casi llegar a nosotros. Muy a lo lejos podía ver a Casve concentrada en su deber, su plan había funcionado, los trodems huyeron hacia el este y el fuego sirvió de barrera, eso los tendría apartados por un tiempo, tiempo que necesitábamos. --Tenemos que ir por la flor, apresúrate. Me ayudó a levantarme y corrimos de nuevo al este. Gracias al fuego pude ver por dónde iba, la noche ya había caído y no veía nada de lo que estaba enfrente. Dorte y Tarom nos seguían rápidamente a ambos lados. No faltaba mucho para
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encontrar la planta cuando de pronto algo golpeó a Liren. Él cayó a su izquierda y se retorció un poco, me detuve para volver con él, pero me paralicé al ver que era lo que lo había golpeado. Había cuatro trodems que se habían quedado en el bosque y ahora lo tenían rodeado. Se me quedaron viendo con rostros desorbitados y sin pensarlo ni un momento fueron por mí. Estaba a punto de echar a correr cuando Tarom y Dorte aparecieron y los enfrentaron. Liren ya se había puesto de pie y estaba listo para pelear. --¡Ve y toma cinco flores rojas! –gritó–, apresúrate. Tal y como él dijo, corrí en busca de ellas, traté de no tropezar. A lo lejos podía escucharlos pelear. Llegué al arbusto
y
tomé
las
flores,
las
metí
deprisa
pero
cuidadosamente en mi morral y regresé. Esta vez ya no los oía pelear. Tal vez ya ganaron. Traté de buscarlos pero no los encontraba. Pensé en ir hacia el prado para que me pudiesen ver pero al hacerlo también me expondría a que algún trodem me viera. Volteé a todos lados en busca de ellos, pero no conseguía siquiera ver a alguien. Entonces se me ocurrió ir a donde Casve, con ella me encontraría a salvo y sabía dónde se encontraba. Sin más tiempo que perder corrí rápidamente en su dirección, no debía tardarme, no podía permitir que me tomaran. Pude notar que me faltaba poco para salir cuando no muy lejos de mí vi una silueta. Me detuve y la observé. Inmediatamente me percaté que se trataba de Liren, así que lo llamé y fui hacia él. Él me vio y movió rápido sus manos en señal que me apresurara. Corrí en su dirección. Interrumpí
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bruscamente mi trotar de manera que quedé a unos siete metros de él. Algo no estaba bien. Algo me decía que no fuera con él. Debido a mi inesperada reacción se enojó y se apresuró a venir hacia mí. Apenas había dado tres pasos cuando Liren salió de la nada, lo derribó y ambos cayeron al suelo.Comenzaron a pelear, pude reconocer al verdadero gracias a la manera en que peleaba, como me lo había dicho antes, todo era cuestión de entrenamiento; además recordé que de
esa manera fue como me quitó del camino del
carruaje. Siguieron peleando, y yo no supe que hacer, solo me mantuve alejada de ellos. Súbitamente llegó Tarom y no intuí si era realmente él. --Llévala con Casve, estará segura ahí –le ordenó Liren. Me tomó del brazo y corrimos por el prado a una distancia cercana al fuego. --¿La conseguiste? –preguntó mientras corríamos. --Sí, aquí las tengo. Varios trodems trataron de acercársenos, pero era inútil ya que Tarom se deshacía de ellos con su don, y no fue solamente él, Enlira se deshacía de unos cuantos más con la ayuda de su arco. No tuvimos demasiados problemas al llegar a ellas, pero me sentía un poco agitada, mi corazón latía fuertemente por lo tanto me tiré el en pasto. Ellos seguían en su función tratando de vencer a los trodems que aparecían cada vez más y más. Casve no dejaba de voltear en todas direcciones, Enlira apuntaba con su arco a quienes
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se acercaban y Tarom estaba siempre alerta. Me pregunté cómo se encontraría Liren. Sabiendo que es un buen guerrero no me preocupé mucho por eso, pero aun así estaba un poco intranquila. --Tenemos que irnos, no podremos seguir así con Lua aquí –gritó Tarom. --¿Qué propones? –demandó Enlira. Antes que pudiera responder Liren y Dorte llegaron con ellos. Comenzaron a hablar rápidamente y, cuando menos lo pensé, Tarom se volvió para verme; concentró su atención en mí y nuevamente me elevó a la punta de un árbol. --Sujétate fuerte –comentó y ahí me dejó. Tal como me dijo, me sostuve fuertemente al árbol, ya que este no era del mismo tamaño que al anterior. Volteé hacia abajo y noté el motivo del cual me encontraba ahí. Alrededor de ellos se encontraban muchos trodems, y tuvieron que encontrar una solución para deshacerse de ellos sin lastimarme. Me percaté que se juntaron y se tomaron de las manos. Me pregunté cual era su idea y que tanto demorarían ya que algunos trodems se acercaban a ellos, y peor aún, comenzaron a subir al árbol. No pasó mucho para obtener una respuesta. Meditaron mientras estaban unidos de las manos y pude ver como un fuego los cubría. Observé con más atención y reaccioné inclinándome hacia atrás cuando el fuego creció y se expandió rápidamente en todas direcciones. Me quedé en shock, todo fue tan rápido que los trodems no lograron reaccionar; estos fueron alcanzados y lanzados por
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la onda de fuego. Tan rápido como sucedió así terminó; varios de nuestros adversarios yacían en el suelo. Cuando menos me di cuenta me encontraba flotando en el aire, Tarom me regresaba a tierra firme. --Nos tenemos que ir de aquí –advirtió Enlira. Yo aún seguía en shock. --¿Están muertos? –pregunté en voz baja. --Claro que no. Heridos tal vez, pero no muertos, sólo están inconscientes –aclaró Dorte. Enlira y Casve me tomaron de los brazos y me jalaron, echamos a correr lo más rápido que pudimos.
Declaraciones Estaba anocheciendo y descansábamos cerca de un risco. Aún pensaba en la noche anterior acerca del incidente con los trodems, me sentía tan rara que decidí sentarme cerca a la orilla del risco para poder distraerme con el hermoso paisaje del mar contiguo a nosotros. No estuve mucho tiempo sola, Liren se sentó a mi derecha a contemplar lo que yo. --¿Muy bonito no crees?
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--Hermoso, diría yo –dije sin voltear a verlo. --No has hablado mucho desde ayer. ¿Pasa algo? --Nada realmente. Hubo un silencio como de cinco minutos. --Quería saber cómo te sientes. Me refiero a que llevas aquí más de cuatro días y te noto… --…siete días, pero quién los cuenta. --Sólo quiero que estés bien –comenzó a hablar despacio–, me preocupas de alguna manera. Sé que te encuentras a salvo a nuestro lado, pero no sabemos que podría pasar. Ya se ha esparcido el rumor de tu presencia y ahora nuestra labor se ha complicado. Pero no te preocupes, haremos lo que sea para mantenerte ilesa. --En realidad, mi seguridad no me preocupa. Me pregunto qué estaría haciendo en este momento si te hubiera hecho caso. --No quieres estar aquí –afirmó con algo de aflicción. --No por este motivo. Silencio. --No quiero sonar cruel, pero…me alegra que esto haya sucedido. Confundida y algo molesta volteé hacia él. Estuve a punto de reprocharlo cuando algo provocó que me quedara sin aliento. Fue su rostro. Algo en él me cautivó, lo cual no entendía. Lo había visto muchas veces, pero en esta ocasión tenía algo deferente; tal vez se debía al reflejo de la luz de la luna en
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ella o al contrario, podría ser la oscuridad la que causaba algo distinto. Pero ninguna de esas excusas encajaban, ciertamente había algo peculiar en él y no podía quitarle la vista de encima. Era lindo, atractivo y buena persona; fue en ese momento cuando me di cuenta que me sentía atraída por él; en realidad creo que ya lo estaba, sólo que no lo noté. No, no es verdad, sácate eso de la cabeza. Más sin embargo, no podía. --¿Lua? –su voz se había vuelto más dulce y tranquila. No podía dejar de mirarlo, si lo hacía me enojaría conmigo, y es que sus ojos brillaban de una manera tan preciosa que estos le hacían un favor a la luz de la luna al encontrarse en su camino. --Yo sólo…por qué te alegra que haya sucedido. Volvió la mirada hacia el mar. --Me agrada tenerte cerca. --A mí también –dije sin pensar. Me miró algo sorprendido, al parecer no esperaba que le contara aquello. Nuestras miradas no se separaban, y por alguna razón sentí interrumpir ese momento. --¿Por qué tus ojos son morados? --¿Por qué los tuyos son cafés? Reí ante lo obvio. --Todo aquí tiene ese color, y el azul también. --No todo, solamente mi pueblo, y es porque esos colores nos caracterizan.
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No supe en qué momento me había acercado más a él, o acaso él se había acercado a mí. El asunto es que no estábamos muy alejados el uno del otro, y nuevamente nuestras miradas no se separaban. No sabía cuánto tiempo podría seguir manteniéndome cuerda así que alejé mi rostro. --Pero no tiene caso hablarte de mi pueblo cuando tenemos que enfocarnos en tu regreso –concluyó. --Sí, mi regreso –dije sin ánimos. --Ya me confundí, ¿quieres o no volver? --Me gustaría volver, pero…–no sé si podría dejar de quererte– ya no sé. --Parece que estás dispuesta a permanecer aquí. --No me importaría del todo, creo. --No afectaría tu estadía, en lo absoluto. No somos tan diferentes. --¿Qué no afectaría? Me quieren convertir en un arma y siempre tendrían problemas con diferentes pueblos por mi simple presencia. Permaneció callado, dudando en decirme algo. Finalmente habló. --Hay una teoría, que consiste en que tal vez, uno de ustedes pueda ser como uno de nosotros. --¿Cómo? --Ustedes también poseen habilidades. No tan notables como las nuestras pero cada uno tiene una. Y se cree que si permanecen aquí por cierto tiempo, esas habilidades se
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alteren hasta ser como uno de nosotros, y así ya no serviría el experimentar con ellos. --¿Crees que se pueda hacer eso? --No lo sé, tal vez, es simplemente una teoría. Hubo otro momento de silencio. Volteé de vez en cuando para ver a los demás que seguían platicando frente a la fogata, y en otras ocasiones me topaba con la mirada de Liren. No podía evitarlo. Pude ver que él se estaba impacientando. Quise decir algo, pero él ganó la palabra. --Hay algo que no me permito guardar más –su tono de voz se puso firme –. Lua, me interesas. Me gustas mucho, y es imposible de eludir. Mi mente se enfoca en ti todo el tiempo, al principio creí que se debía a tu inesperada aparición pero después supe que se trataba de otro tipo de atención. Una bonita atención. Silencio. Detesté ese silencio. Sabía que tenía que decir algo, de hecho tenía las palabras en la punta de la lengua, pero no podía acomodarlas. --Me cautiva tu forma de ser –bajó el tono de voz, y yo bajé la mirada–, a pesar de que puedas ser un poco desobediente; me cautiva tu sonrisa, con esos hoyuelos que se marcan en tus mejillas; tú me cautivas. Hay muchas más palabras que podría utilizar… Reí con ironía, por lo cual él se detuvo. --Por favor no sigas. No creo merecer tantos halagos. Por mi culpa estamos aquí.
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--Por tu causa y tu curiosidad te conocí –tomó aire y continuó–. Quisiera saber qué piensas. Eso no era difícil de responder. Levanté la mirada. --Me gustas, y mucho. Te veo, veo tus ojos y me pierdo en ellos completamente. Creo que este incidente pasó por… --Liren, es tu turno de montar guardia –gritó Enlira desde el campamento. No terminé de expresarme debido a su interrupción. Liren se incorporó rápidamente y me ayudó a ponerme de pie. Caminamos muy juntos hacia donde ella; durante ese trayecto, tuve la tentación de tomarlo de la mano o abrazarlo, pero con esfuerzos resistí el no hacerlo. --Lua, te ves algo cansada, por qué no duermes un poco. Yo iré a descansar ahora que Liren monta guardia. Asentí y caminé en dirección a mi tienda. Antes de entrar, volví la mirada para verlo una vez más. Él estaba de pie y al mirarme me regaló una sonrisa, yo se la devolví y entré a acomodarme para dormir. Al acostarme no pude conciliar el sueño, tenía su rostro y sus palabras dando vueltas en mi cabeza que ni siquiera intenté dormir. Me molestó el hecho de que no pudiera terminar de decirle lo que pensaba, pero no lo guardaría por mucho. Pensé tanto en él que no tuve noción del tiempo. Escuché salir a alguien de una de las tiendas, y luego me percaté que
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se trataba de Casve. Sin saber por qué, se fijó en mi tienda y yo me hice la dormida. --Listo, está completamente dormida. Antes de irte a dormir dime, ¿se lo dijiste? –hablaba entre susurros. --¿Qué fue lo que te contó Enlira? --Me contó que platicabas con ella, sólo eso. Liren respiró pesadamente. --Le dije lo que me pasa con ella. --¿Y Lua qué dijo? --También le correspondo. --¡Qué bien! --Shhh, baja la voz. --Lo siento. Liren, ¿qué crees que diga la reina al respecto? --No te vayas a extremos, recuerda que ella debe volver. --Sí, tienes razón. Aunque la reina no se opondría, sabes su opinión acerca de este tema. ¿De qué más hablaste con ella? --No mucho, tuve que venir a montar guardia, y no podía pedirle a Enlira que lo hiciera por mí, ya me había cubierto por un buen rato en lo que platicaba con Lua. --Será difícil cuando se vaya. --Y más ahora que sabe lo que siento y sé lo que ella siente. Quería seguir conversando con él, así que bostecé y me moví entre
la
cobija
para
que
creyeran
que
me
despertando. La tomé, me cubrí con ella y salí. --Supongo que no pudiste dormir. --No Casve, sí pude, pero algo me despertó –mentí.
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estaba
Liren volteó a verla con los ojos entrecerrados. --Puedes volver a dormir, me toca hacer guardia, Liren ya se iba a descansar. --Está bien. Me dirigí hacia él, aprovechando que Casve miraba hacia otro lado, y moviendo mis labios le dije: quiero hablar contigo. Fui en dirección a unos arbustos y él me siguió. --¿Qué pasará cuando me tenga que ir? Hizo un mohín. --Estuviste escuchando. --No pude dormir. --Lo que pasará es que tú regresarás a tu hogar…y yo me quedaré aquí. --¿Y si no quiero volver? --Sí quieres volver. En una ocasión me hablaste de tu familia y pude notar el gran cariño que les tienes. No podrás soportar el estar lejos de ellos. Ni mucho menos de tus primos. --Tampoco soportaré el no tenerte cerca. --Ni yo. Mi reacción fue abrazarlo. Él me rodeó con sus brazos y así permanecimos por un pequeño tiempo. --No sé qué hacer –dije tristemente. --Pasará lo que tenga que pasar. No te preocupes por nada. Él también se mostraba un poco afligido. --Una noche antes de llegar, tuve un sueño. Soñé con el pueblo y con mi tío en él, pero lo que me captó más, fue un
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joven que se encontraba a mis espaldas. No sabía quién era pero me dijo: ahí estás. No pude verle el rostro y aun así no dejaba de pensar de quién se podría tratar. Y ahora lo sé. Se trataba de ti. Tú estabas en mi sueño, pero por qué. --Algo te quiso decir. --Y ahora sé que es ese algo. Continuamos conversando mientras dábamos una caminata por los alrededores. Conocí más de él y me atrajo mucho más. Notamos que el tiempo se nos fue volando cuando observamos en el horizonte los pequeños rayos del sol que apenas se asomaban. --Tengo mucho sueño –comenté adormilada. --No dormimos nada y tenemos que seguir el camino. --Pero valió la pena. --Sí que lo valió. Se colocó justo frente a mí, por lo cual aproveché para abrazarlo nuevamente, envolviéndonos en la cobija. Me abrazó con ternura y recliné mi cabeza contra su pecho. Lentamente la alcé, él inclinó su cabeza y me topé con su mirada. Me quedé sin aliento al notar lo cerca que estábamos. Instintivamente, se acercó aun más a mí, hasta el punto en que su rostro estaba a un lado del mío. --¿Qué dirían si supieran que me involucré con mi cometido? –susurró al tiempo de ladearse hacia mí. Escuché sus ojos cerrarse, y por instinto también lo hice.
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--Qué importa –musité. Entonces nuestros labios se encontraron. Mi corazón latía fuertemente, y también el de él. Sentí que el tiempo se detenía por unos instantes y mi cuerpo se encontraba en plena dicha. Quise conservar ese momento por siempre. Fue un beso tierno, rico y enardecido. Lentamente me separé de él. Nos observamos con una sonrisa pintada en el rostro. Era él lo que quería. La preocupación del querer volver se había ido de mi mente por completo. Una vez más inclinó su rostro hacia mí. Estaba esperando el segundo beso cuando… --¡Trodems! –gritó Enlira después de haber salido de su tienda velozmente. La puerta Todos salieron de sus tiendas en menos de cinco segundos. Nosotros nos apresuramos a llegar con ellos. --¿Dónde? –demandó Dorte. --Lejos, al sur. Todos se alarmaron ante la respuesta. No entendí cuál era el problema, si se encontraban lejos era bueno, ¿o no? --Eso es buena señal, ¿no? --No lo es. Están muy lejos, eso quiere decir que son demasiados. De ser pocos los habría sentido más cerca. Además de eso, son rápidos.
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--¿Cuántos crees que sean? –preguntó Dorte. --Al decir demasiados me refiero a que muy probablemente sean la mitad del pueblo. --Y la otra mitad, ¿dónde se podrá encontrar? --Tal vez hayan decidido atacar al pueblo –comento Liren seriamente. --Tenemos que apresurarnos para conseguir lo que hace falta. --Tardaríamos un día en llegar –resaltó Tarom. Todos nos hallábamos intranquilos, hasta que Dorte evocó. --No necesariamente. Liren, date cuenta en donde estamos. Pensó por un momento con ojos entrecerrados. Al recordar, se mostró disgustado. --¡Claro que no! --La caverna no se encuentra muy lejos de aquí. --No es seguro y lo sabes –se encontraba severo. --¿Qué otra opción tenemos? No habremos podido conseguir la última pieza antes de que nos alcancen. --Opino que hay que intentarlo –comentó Casve–, yo iría con ella. --Ella no irá. No es necesario. Lo hará uno de nosotros – decidió Liren. --Entonces está decidido. Iremos. --Ya que se encuentra ubicada al sur tendremos que correr, no queremos toparnos con ellos.
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Todos asintieron e inmediatamente comenzaron a levantar las tiendas sin perder tiempo. No sabía de qué hablaron, pero creí que sería mejor preguntar después. Corríamos lo más rápido que podíamos. Era necesario no perder tiempo ya que íbamos hacia la dirección donde los trodems se encontraban. No debíamos atrasarnos. Llegamos a una cordillera. Atravesamos cuatro montes y al llegar a un quinto me dijeron que teníamos que escalar. No tuve problemas al respecto ya que no estaba tan empinada, y el monte era pequeño, así que comencé a trepar. --¿Qué es lo que no es seguro? ¿Escalar este monte? – pregunté con ironía. Tarom respondió. --No, es lo que hay en la caverna. --¿Qué es? --Una puerta. --¿Y, qué tiene de peligroso? --No es que sea peligroso, sino que no es segura. --Respecto a qué. Liren exhaló de golpe y se dirigió a mí. --La puerta te puede llevar a otras partes de aquí. Nunca se sabe a dónde te podría llevar cada vez que es usada. El problema es que no siempre te trae de regreso. --Es muy arriesgado.
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--Lo es. Por eso tú no irás. En esta ocasión cualquiera de nosotros puede tomar lo que falta. Continuamos trepando. La caverna se encontraba casi a la mitad del camino. Una vez que ascendimos observé el gran hueco que indicaba la entrada de esta. Caminamos hacia ella, y nos colocamos en la entrada. --No están lejos de aquí –advirtió Enlira–, hay que hacer esto rápido antes que nos encuentren. Una vez dicho esto nos condujimos hacia el interior. Estaba oscuro, apenas podía percibir luz. Además de eso, estaba húmedo, el suelo estaba mojado, resbalamos mucho y batallamos para no caer. Liren estaba al tanto de que no me sucediera nada. No fue fácil bajar y me pregunté cómo le haríamos de regreso. Llegamos a una superficie rugosa, sin embargo podíamos caminar. Liren tomó de mi mano, entrelazando los dedos. Noté que Enlira miraba de reojo y sonreía. Los demás no tardaron en darse cuenta. --Entonces ustedes dos…–expuso Tarom. --Sí –manifestó Liren. Sus expresiones fueron aprobatorias. --Son pareja –canturreó Casve con una gran sonrisa. Continuamos nuestro camino. Poco más adelante pudimos percibir algo de luz. Al girar a la izquierda observamos un pequeño pantano y en el techo había una corta abertura que
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permitía entrar algo de luminosidad y destilaba agua, gracias a esta el pantano se podía iluminar. --Les tengo una mala noticia –anunció Enlira–, en este lugar hay mucho movimiento tectónico, no podría diferenciar a los trodems. --No se preocupen –Liren permanecía positivo–, sólo hay que estar alertas. Necesitaríamos hacer esto rápido, debido a que no sabíamos que podría pasar con la puerta. Caminamos una corta distancia más y giramos a la derecha, fue entonces cuando lo vi. Era un espacio circular poco iluminado, y justo en el centro había una puerta de madera. Estaba algo vieja, pero daba la impresión de ser resistente. No concebí como es que esa cosa puede llevarte a otro lado. Estaba en medio de la nada, ni siquiera estaba recargada a una pared, solamente tenía un marco y ya. Traté de darme una idea. Tal vez si la abría podría ver otro lugar, o primeramente tenía que hacer algo para que lo hiciera. --Yo iré –se ofreció Tarom. --No, sería mejor que fuese yo quien vaya. En caso de que algo suceda, ustedes podrían protegerla mejor –aclaró Dorte. Los demás estuvieron de acuerdo, y así se decidió. --¿Cómo funciona la puerta? --Se abre completamente, los 360º –explicó Tarom–. Una vez dada la vuelta con ella, llegas a otro lugar. Lo complicado
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es tener que encontrar las cosas rápido, ya que no se debe descuidar la puerta. --¿Por qué? --Desaparece. Pelé los ojos. No quería que le pasara nada a Dorte, sólo debíamos esperar que todo resultase bien. Inesperadamente, Tarom giró hacia nuestras espaldas. --¿Qué sucede? –preguntó Casve. --Creí haber escuchado algo. --¿Qué cosa? Tarom entrecerró sus ojos prestando atención a la nada. --Nada. Tal vez estoy demasiado alerta. --Espera –advirtió Enlira. Agachó la mirada y observó fijamente el suelo. Como algo no la convencía se colocó de rodillas, acto seguido se acostó boca abajo y cerró sus ojos para concentrarse. Esperamos pacientemente. Ella abrió los ojos de golpe y en su rostro se veía el pánico. --Están aquí –susurró. --¿Qué haremos con Lua? –preguntó Casve aterrorizada. --Opino que vaya con Dorte –expuso Tarom. --No. Sería muy peligroso. No sabemos a dónde podrían ir. --Liren, si ella se queda puede que… ¡ah! --¡Tarom! –gritó Casve al tiempo de abalanzarse sobre él.
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Tarom yacía en el suelo, una gran roca había salido de la nada y golpeó contra él. Estaba herido pero con esfuerzos se puso de pie. Los trodems se encontraban en la caverna, habían lastimado a Tarom y estaban listos para atacarnos. Todos se colocaron en sus posiciones y Dorte fue hacia la puerta. Los trodems no lo pensaron más y corrieron a nosotros. Enlira dio un pisotón y ocasionó que el piso se moviera en forma de olas. Estas llegaron a los trodems y cayeron en todas direcciones. Casve creó una pared de fuego, de manera que no se pudiera ver el otro lado. Mi nivel de adrenalina subió. Todo había pasado en menos de quince segundos por lo cual me llevé un sobresalto. --¡Lua, vete con Dorte! – ordenó Tarom. Confundida me dirigí a Liren. Él asintió, entonces corrí a donde la puerta. Dorte me tomó de la mano y giró la perilla. Mientras girábamos hacia la izquierda noté como lo gris de la caverna se transformaba en un naranja café. Antes de ir a un cuarto de la vuelta, volví la mirada para ver a los demás. Alcancé a ver a los trodems traspasar la pared de fuego, y así comenzó otra pelea. Cerré los ojos con fuerza y de pronto sentí un calor sofocante.
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--Lua, abre los ojos. Al hacerlo me exalté. Nos encontrábamos en un desierto. --Aquí no puede ser. --No, aquí no es. Tenemos que seguir buscando. Nuevamente giramos la puerta. Llegamos a una pradera. Lo hermoso de esto es que era de noche y las estrellas podían notarse con claridad. Daba la impresión que nos encontrábamos en el espacio. Quería pero no podíamos quedarnos ahí. Así que seguimos buscando. Aparecimos en una selva, después cerca de una cascada, en una aldea abandonada, una isla, una montaña nevada, y por último en una arboleda lluviosa. Cuando quisimos salir de esta, terminamos en el mismo lugar, una y otra y otra vez. --¿Qué está sucediendo? ¡No podemos ir a otro lado! --Al parecer nos quedaremos aquí. --¡No, no, no, no, no! ¡Esto no está pasando! --Tranquilízate Lua. Lo único que debemos hacer es no descuidar la puerta. Intentaremos salir más tarde. Me senté en el piso, recargada en la puerta. Dorte se sentó junto a mí. Permanecimos callados por unos momentos. La lluvia siempre me ha gustado, pero en esas condiciones realmente no me animaba platicar. --Hubiéramos traído algo para calentarnos –comentó. --No sabíamos que llegaríamos aquí.
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--Hablo de un por si acaso. --Además, el hubiera no existe. --Tienes razón, es el futuro de un pasado. Silencio. --¿Por qué te ofreciste a venir? --Por si los trodems parecieran. Yo sólo serviría para pelear, mi don no me ayudaría a defenderme. En cambio ellos pueden pender de sus dones para auxiliarse. --Ya veo. Oye, hay algo que no sé y nunca pregunté. ¿Cuál es el don de Liren? Él se extrañó ante mi pregunta y rió. --¿Eres su pareja y no sabes su don? –preguntó entre risas. Mi respuesta fue una sonrisa torcida. --Él puede crear como un espejismo, solamente a su alrededor. Da la ilusión de que él no se encuentra ahí. --Como si desapareciera. --Da la impresión, ya que copea la imagen que hay detrás de él y lo trasmite a su parte delantera. --Que impresionante. Continuamos
conversando
bajo
la
fría
lluvia
para
tranquilizarme un poco y esperar un tiempo para volver a intentar usar la puerta. La lluvia cesó, sin embargo había algo de luminosidad. Fijé mi atención en lo que nos rodeaba y algo captó mi interés. --Ya pasó algo de tiempo, ¿quieres intentar usar la puerta?
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--Espera, ¿qué es eso? –dije señalando una sombra pequeña detrás de un árbol. --¿Qué es qué? --Eso –fui en dirección al objeto. --Lua, no te vayas. Regresa. Mi curiosidad crecía conforme me acercaba, la sombra que proyectaba me era extraña. Fui detrás del árbol, y lo que encontré fue una flor. Sin embargo, esta flor no era como cualquier otra. En vez pétalos o el estigma, se encontraba un ojo. El tallo era como el de una rosa y la pupila morada. Igual que ellos. Al verlo me llené de impresión. La planta me miraba y parpadeaba. No supe si tomarla o no, creí que si la arrancaba moriría y no le quería causar daño. --¡Lua! --¡Ven, tienes que ver esto! --No hace falta, sé lo que es. Alcé la vista en busca de flores iguales. Solamente vi cinco más. Y todas estaban aisladas entre sí. No había más. Sólo esas seis. Decidí regresar. --¿Qué eran esas flores? --Flores. Entrecerré los ojos y el rió. --En una de esas la reina pone parte de su alma. --Creí que se trataba de una flor común y corriente. --Creíste mal. Utiliza esas porque poseen vida.
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--Todas poseen vida. --Bueno pues, estas están más vivas. --Entiendo tu punto, pero ¿no mueren si las arrancan? --No. Dimos vuelta a la puerta y nos encontramos en una playa. Dorte siguió aclarando. --Moriría si es expuesta a tu mundo. --Pero si mi tío se lleva una. Volvimos a girar la puerta y llegamos a la base de un volcán --No pasa nada ya que la flor está protegida por un cristal. Protegida por un cristal. Eso me hizo acordar la rosa encantada de la bella y la bestia. Pero en este caso, si el cristal se abre o se rompe la flor muere. Intentamos llegar a otro lado cuando la puerta nos volvió a hacer la misma broma de hace rato. --¡No! –grité. --Tendremos que quedarnos aquí por otro rato –dijo disgustado. --¡Ya me harté! ¡¿Qué acaso se le acabaron las baterías a la puerta o qué?! --Hay que calmarnos un poco. --¡No, no quiero! Me quiero ir –grité enfurecida–, quiero estar…estar… ¡ah!... ¡Liren! Abrí la puerta, Dorte me siguió. Al terminar de abrirla escuché un tumulto. Era el ruido de personas peleando. No podría describirlo mejor.
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--Lua, nos trajiste de regreso –murmuró sorprendido. Levanté
la
vista
y
me
sorprendí
al
ver
que
nos
encontrábamos en la caverna. Casve, Enlira, Tarom y Liren, luchaban aún contra los trodems. Había muchos de ellos en el piso, sin embargo noté como los nuestros estaban cansados. La caverna estaba llena de fuego, las paredes tenían muchas hendiduras y por todas partes había enormes rocas. La pelea estaba complicada. Los trodems nos vieron y corrieron hacia nosotros. Casve reaccionó y nos acorraló en un círculo de fuego. De esa manera no pudieron entrar. No pude ver nada, solamente los escuchaba luchar. Repentinamente, el fuego se apagó. Los trodems se hallaban un poco lejos, no se movían. Aprovechamos ese momento para situarnos con los demás. --¿Qué pasa? ¿Por qué no se mueven? –pregunté extrañada. --Enlira los atascó en el suelo –respondió Liren–. ¿Las consiguieron? --No, tuvimos problemas. --Iré yo –se dirigió a la puerta. --Aguanta, antes de que te vayas escucha mi suposición. Se volvió hacia mí. --En la última ocasión que no podíamos volver, me desesperé, y deseé estar contigo. Fue entonces cuando abrí
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la puerta y me trajo a ti. Creo que si te concentras en un lugar en específico llegarás a él. Tú das la orden y la puerta te lleva. --¿Crees realmente eso? --Es una hipótesis. --Lo haré, veremos qué pasa. Tomó el morral, se encaminó a la puerta, la abrió, giró con ella y desapareció. Sólo vi la puerta cerrarse sola, él se había ido completamente. --¿Ahora qué? –anhelé saber. --Tendremos que esperar a que regrese. Si tu hipótesis es correcta no tardará. Por lo pronto debo mantener a estos trodems bien sujetos al suelo, se mueven demasiado. Observé a nuestros adversarios. Al darse cuenta de mi atención comenzaron a imitarnos. Liren tenía razón. Eran buenos al camuflajearse. No comprendí el motivo para hacerlo, creí que sólo jugaban conmigo. No le di mucha importancia y me volteé. Al hacerlo oí el ruido de la tierra separarse. --¡Lua! – gritó Casve. Giré rápidamente y observé a un trodem que decencia hacia donde yo. De alguna manera se zafó y brincó de un ángulo elevado, para así caer sobre mí. Tarom lo desvió con su don. En menos de dos segundos Casve se encontraba a mi lado.
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Escuchamos nuevamente aquel ruido, pero multiplicado por…muchos. Los trodems se habían zafado y se abalanzaron contra nosotros. Casve me guió hasta un extremo de la caverna y me pidió que no me moviera. Presté oídos a lo que sucedía. Batallaban. No era nada fácil pelear contra ellos. Me tapé los oídos y cerré mis ojos. No supe que otra cosa más hacer, no podía ayudarlos y si me movía me capturaban o mataban. Me puse a orar en ese lugar, esperando a que las cosas mejorasen. Y así permanecí por un buen rato más, hasta que… --Lua –Liren tocó mi hombro–, felicidades, tu hipótesis ha sido acertada –alzó el morral en señal de haber obtenido los objetos restantes. Me alegré de la noticia, me levanté y lo abracé fuertemente. --Tenemos que irnos de aquí rápido. --¿Cómo? Él sonrió. --Por la puerta. Nos apresuramos a llegar con los demás. De alguna manera habían logrado mantener alejados a los trodem. Ya nos estaban esperando al pie de la puerta, con la excepción de Casve que se ocupaba de mantenerlos alejados en lo que nosotros nos reuníamos.
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--Listo –Liren se dirigió a Casve–, Casve apresúrate. --A la cuenta de tres. --Uno… --…dos… --…tres –concluyeron juntos. Casve corrió lo más que pudo, los trodems no se encontraban muy alejados de ella. Llegó con nosotros y rápidamente abrimos la puerta. --Concéntrense en el palacio –recordó Liren. Giramos, una vez dada la vuelta observamos en donde nos encontrábamos. Estábamos a mitad de la sala del palacio.
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Más problemas Comenzamos a reír mostrando nuestro éxito de haber salido con vida. Pero detuvimos nuestras risas cuando vimos el desorden que había alrededor. Todo estaba caído, destrozado y sucio. No pude imaginar que fue lo que había pasado, pero me alarmé cuando mi mente se enfocó en Sirem. --Tal y como lo pensé. La otra mitad del pueblo Trodem vino a atacar al nuestro. --Liren, qué crees que… Me callé al escuchar un ruido proveniente de la cocina. Todos
nos
dispersamos
en
diferentes
direcciones
y
aguardamos. Yo me oculté con Liren al lado de las escaleras. Los demás permanecían detrás de unas columnas o en las esquinas. No era probable que nos pudieran ver, ya que nos escondimos en las sombras.
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Vimos salir del comedor a cuatro trodems. Se dirigían hacia la sala oeste. Me congelé al ver que fuera del palacio había más de ellos. Liren hizo una señal y todos se acercaron. --Tarom, Dorte, ustedes me acompañarán a buscar a los demás guerreros y a la reina. Enlira y Casve, cuiden de Lua hasta que regresemos. Ellas asintieron. Antes de irse, besó mi frente. Las tres no agachamos en la oscuridad a esperar. Pasó aproximadamente media hora y no teníamos noticias de los hombres. Me preocupé por eso pero confié en que se encontraban bien. Nos pusimos alerta al escuchar pasos. Pero sólo se trataba de trodems. En esta ocasión eran dos, y se dirigían al comedor…o mejor dicho, lo que quedaba del comedor. Inesperadamente uno se detuvo y miró hacia donde nosotras. El otro se frenó y le dijo algo en un idioma extraño. No prestó atención a su compañero pero sí a nosotras. No, no puedes vernos, estamos en la oscuridad. Dio unos pasos hacia nosotras, tenía los ojos entrecerrados, trataba de encontrar lo que veía. Un antorcha ubicada al otro extremo de la pared se prendió de la nada. Ellos voltearon a ver de qué se trataba y como no encontraron lógica a nada se fueron.
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--Gracias Casve –susurré. --Andando –ordenó. --¿A dónde? --Dorte nos acaba de informar que los encontremos en el tercer piso. El segundo piso está despejado así que andando. Caminamos rápida pero silenciosamente a nuestro destino. Nos encontramos con ellos en una gran habitación. Fui directo a los brazos de Liren. --¿Cómo está la situación? –demandó Enlira. --Los demás guerreros están ocultos preparando un golpe – anunció Liren–, por desgracia la reina fue capturada y apuñalada. La tienen en su guarida, pero no es fácil llegar ahí. Me horroricé al escuchar lo de Sirem, pero recordé. --Pero, la flor. --Así es, tenemos que ir por ella y salvar a la reina. --¿Qué estamos esperando pues? --Ustedes reúnanse con otros guerreros. Lua y yo iremos por la flor. Asintieron y se dispersaron. --¿En dónde se encuentra la flor? --En el quinto piso. Fuimos directo por ella. Trotamos para no hacer ruido. De repente me sentí como en una película de acción. Y bueno, en las películas la mayor parte del tiempo ganan los buenos y yo mantenía mi mente positivamente. Creía que todo resultaría bien, cómo, no sé, pero lo creía.
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Sólo Dios sabe como saldríamos de esta. Atravesamos el cuarto piso sin problemas, y al llegar al quinto todo parecía pan comido. --Tenemos que traspasar aquella pared –señalo una que se encontraba más adelante. --Oh, claro. ¿Qué me crees fantasma para traspasarla o qué? –dije con ironía. | --No necesitas serlo. Repentinamente se frenó, copié lo que él y me detuve. Él me abrazó sin motivo. --¿Qué…? --Shhh. Entendí lo que sucedía. Más de quince trodems deambulaban en la habitación contigua. Al escuchar nuestros pasos salieron para asegurarse de que no había nada. Pasaron justo a un lado de nosotros sin vernos. Comprendí que Liren estaba usando su don en esos momentos. De no ser así, nos habrían visto fácilmente. Caminamos lentamente en dirección a la pared. Apreté su mano al entrar en la habitación y estar rodeados de trodems. Él me abrazó de manera protectora y me tranquilizó. Nos acercamos más, pasamos por entre un enorme reloj antiguo y un buro ubicado a nuestra derecha. Tuvimos la pared en nuestras narices, y yo no veía ninguna puerta. Liren me miraba con una sonrisa y moviendo sus labios me dijo: ¿Lista? Yo asentí.
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Entonces avanzamos. Justo como él dijo, traspasamos la pared. No creí que fuera tan literalmente. --Llegamos –anunció. --Qué rara pared. --En realidad no hay ninguna pared. Es sólo una ilusión. Pocos saben de esta habitación. Era pequeña pero algo espaciosa. --Allá está la flor –señaló un pequeño mueble. Fui hacia ella. Estaba cubierta por una tela delgada, y tenía el cristal puesto. Le quité la tela y la observé. Era un poco más grande que la que había visto en aquel lugar. El ojo me miró y quedé como hipnotizada por ella. Así que eras tú lo que mi tío guardaba en su maleta. --Hora de irnos. Por cierto, nunca te mencioné cual era mi don. --No hace falta que me lo digas –él sonrió. Salimos lentamente y llegamos a las escaleras sin ningún problema. Bajamos con la seguridad de que no había nadie para poder vernos. Al estar en el segundo piso escuchamos como algo retumbó fuertemente. Parte de la pared izquierda se calló, haciendo ver el exterior. --¿Ahora qué? --Algo pasó. Atacaron antes de tiempo –anunció alarmado–, debieron haberlos descubierto. --¿Qué hacemos?
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--Correr. Corrimos al exterior. Y lo que observé no fue nada bonito. Parte del palacio estaba derrumbado. Todos se encontraban peleando. Y así como los nuestros y trodems yacían en el suelo. Algunos nos vieron salir, así que corrimos. Liren me llevó a un pequeño cobertizo. Ya dentro, movió una mecedora y un tapete, una vez hecho esto abrió una puerta que había debajo de estos. --Entra. Bajé con la flor en mis brazos. --Te tendrás que quedar aquí hasta que esto termine. Leyó mi preocupación en mi rostro. --No te preocupes por nada, ganaremos ya lo verás. --Lo sé. Cuídate. --Lo haré. Cerró la puerta por la que había entrado y lo escuché colocar la mecedora en su lugar. Después se fue. El lugar no era tan oscuro, a pesar de que se encontraba muy profundo. Podía filtrarse la luz por en medio de la madera del piso, que ahora era mi techo. Caminé hasta hallarme ubicada debajo de la puerta. Había una pequeña abertura por la cual observaba lo que pasaba afuera. Todos corrían en todas direcciones. Los nuestros sabían pelear, los trodems eran rápidos.
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Había una gran cantidad de personas peleando que no pude localizar a Liren ni a los demás. Vi varios rostros familiares. De aquellos que me salvaron de los Garidal la vez que fui envenenada. Seguía buscando haber si lo encontraba, pero lo único que veía era tortura. Observar cómo se lastimaban me hizo sentir realmente mal. Nunca he apoyado la idea de crear guerras y ahora estaba en medio de una. Miré como inocentes caían de uno en uno. La sangre escurría por todos lados. El conflicto empeoraba. No se sabía que numero era mayor. Asumí que éramos nosotros debido a la enorme cantidad de cuerpos de trodems. La noche se hizo notar poco a poco. Lo cual creí que dificultaría más el conflicto. Horas atrás el asunto se nos complicó. Los trodems que habíamos dejado en la caverna aparecieron de repente. Me asusté aun más por la seguridad de los nuestros. Eran más adversarios esta vez. Me recordé a mí misma que tenía que confiar en que todo saldría bien. Sólo estaba esperando ese momento. Un árbol cayó aplastando a cinco rivales. Otro estallido se escuchó y se derrumbó otra parte del palacio. En varias ocasiones escuché pisadas en el cobertizo, nunca supe de quien se podría tratar. Sólo entraban y sacaban cualquier cosa que les sirviera de arma. Yo ya no podía soportar aquello. Mis lágrimas caían debido a la aflicción. No podía permitirme pensar negativamente. Además todo eso era por mi culpa. Yo y mi desobediencia. Me sentí completamente culpable de toda la matanza que
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ocurría afuera. Me dieron ganas de salir y gritar: ¡Ey, mírenme, aquí estoy, a mí es a quien buscan, vengan por mí! Pero por favor, por favor déjenlos tranquilos. Me llevé las manos a la cabeza, no dejaba de llorar y comenzaba a darme jaqueca. Sentí ganas de gritar, de desahogarme la culpabilidad, de salir a entregarme; pero en vez de eso, me tiré al suelo. Comencé a respirar lentamente cuando… pum, otro estallido. Escuché gritos de dolor y otros de alegría. Entonces escuché la victoria.
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Paz Abrí mis ojos, me paré rápidamente y me asomé para ver que sucedía. Los nuestros alzaban su brazo derecho y gritaban al uníoslo: victoria. Me dio un ataque de risa. Ese era el momento que había esperado desde ayer. Ya había amanecido, y todo ahora se veía muy claro. Todo era un caos. Había cuerpos de trodems por todos lados, un cuarto del palacio estaba destruido y arboles había por doquier. Escuche pasos y la puerta abrirse. --Lua, ya puedes salir cariño. Salimos
del
cobertizo
e
inmediatamente
todos
nos
observaron. Por un momento sentí que me culpaban pero en sus rostros noté una sonrisa. --¿Por qué me sonríen si soy la causante de todo? –susurré. --Por favor, tú no tuviste la culpa de que decidieran atacarnos. --Fui parte de. --Claro que no. Me llevó directo a donde se encontraba la reina. No parecía muerta, sino que tenía un sueño pacífico. Una mujer me pidió que le diera la flor.
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La sacó y la colocó entre los brazos de Sirem. No sabía que pasaría. Sólo esperé. La flor cerró el ojo, y noté que resplandeció un poco. La herida del puñal sanó. Sirem respiró profundo y abrió los ojos. Todos reímos y nos confortamos. Yo me abracé de Liren. La reina fue tratada y se le explicó todo lo que había pasado. Yo en cambio quise tomar unos momentos con mi novio. --Como dirías tú, ¡qué loco! –dijo al tiempo de sentarnos en una banca a la orilla de un lago. --Cuéntame, cómo es que terminó todo. --Íbamos mal cuando los otros trodems llegaron. Pero nos supimos coordinar y vencimos; los pocos vivos que quedaron salieron huyendo. --¡Qué loco! Me acurruqué en él. --Ahora que este caos terminó…tenemos que completar el quitarte el veneno –dijo afligido. Eso significaba que una vez haciendo eso podría regresar. Me alegré y a la vez entristecí. --Sí, supongo que sí. --No te pongas triste. --¿Qué, quieres que arme una fiesta? --Siempre tan burlona. Reí. --Te quiero.
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--Te amo. --También yo –respondí. Bajó la mirada al punto de estar igual. --¿Puedo terminar lo que interrumpieron ayer? --Sí, sí puedes. Me besó tiernamente. Me dio nuestro segundo beso interrumpido. Y un tercero. Y un cuarto. También un quinto, y… Aquella misma tarde se hizo una ceremonia a los guerreros caídos. Terminada esta, fuimos a la habitación donde se encontraban las tinas. Utilizaría la misma que había usado anteriormente. Calentaron el agua. Pusieron especias y colocamos las dos plantas que conseguí y las dos frutas que Liren obtuvo. Tantos problemas por esas cuatro cositas. Esta vez vestía algo parecido a una bata. Me quedaría ahí por lo máximo doce horas, lo cual no me pareció un inconveniente ya que no había dormido en las últimas dos noches. Entré en ella, y tan rápido como lo hice me dormí. Al despertar, mis compañeros de viaje, Sirem, y por supuesto Liren, se encontraban ahí. --¿Qué tal tu siestecita? --Rica, ¿y la tuya? --Placentera.
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Miré mis manos. --¡Dios!, están hechas pasita. Ellos rieron. --A veces no entiendo de lo que me estás hablando. Me dirigí hacia la reina. --¿Usted cómo se encuentra, Sirem? --Muy bien, y gracias a ti. Me reí tímidamente. --¿Puedo salirme de aquí? --Claro, llevas más del tiempo requerido. Todo el veneno se ha ido. Me ayudaron a salir y me envolvieron en una toalla. Me dieron un vestido color café por lo cual me cambié. Habiendo hecho esto me reuní con ellos en la entrada. --Qué linda –comentó Liren. Llegué con él y me besó, sin recordar la presencia de la reina. Volteé con ella. --Lo apruebo. Sabía que debía volver. Pero quería quedarme más tiempo. Sin embargo no quería causar más problemas de los que ya había hecho. Estuve a punto de pedir permiso para quedarme unos días más, pero no tuve la cara para hacerlo. --Sí, Lua, te puedes quedar un tiempo más si es lo que deseas. --¿Cómo supo eso?
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--Se te nota en el rostro. Créeme no hay ningún inconveniente. Las cosas se tranquilizaron y tú estás bien. Además creo que ya no irás al otro extremo del lago. --Definitivamente no.
La despedida
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Decidí quedarme sólo una semana más. Aproveché todo el tiempo que pude con Liren. Todo el pueblo estaba en remodelación incluyendo el palacio. Ayudamos a construir varias casas y en otras ocasiones vagabundeábamos por ahí. Sería muy difícil tener que decir adiós, pero tarde o temprano lo haría. Salí un rato de excursión con mi novio. --¿En qué piensas? No quise responder esa pregunta, no quería preocuparlo. --En ti. --Seme honesta. Estás triste por tu partida de mañana. --Sí, lo estoy. --Yo también estoy triste. Pero ya tomaste la decisión. Mañana te irás. Así que aprovecha esté tiempo juntos. Tal y como dijo lo hice. Aproveché cada segundo su compañía. Nunca estábamos solos. Salvo a la hora de dormir. El pueblo ya se había acostumbrado vernos merodear juntos. Ese sería otro cambio notable de mi ausencia. Llegó el día. Para mi sorpresa, esa mañana me dieron de vestir la misma con la que había entrado el primer día. Ahí estaba mi chamarra verde, mi camisa negra, mis pantalones y mis converse. Me vestí y salí. Me acompañarían hasta la puerta los mismos guerreros con los que había emprendido el viaje.
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Me despedí de Sirem con un fuerte abrazo y me subí al caballo. Cabalgamos hasta el arco. De ahí en adelante caminaríamos. Durante el transcurso del sendero no me separé de Liren. El camino se me hizo eterno. Por lo cual disfruté el tiempo a su lado. Llegamos donde dos árboles. Eran por los que yo había entrado y ahora regresaba. Giré para despedirme de todos. Con lágrimas en los ojos me abrazaron. --Adiós Lua –Casve se despidió–, te vamos a extrañar demasiado. --Cuídate mucho amiguilla –dijo Enlira. --Sabes que te queremos –gracias a este comentario de Dorte no me contuve más y comencé a llorar. --Fue agradable conocerte –declaró Tarom. Me desprendí de ellos. Giré a mi izquierda y vi a Liren con tristeza. --¡Ay, no, de ti no! –sollocé. Él me tendió los brazos. Pero yo los rechacé. --¿No me quieres abrazar? --Es que si lo hago probablemente no te suelte. --Entonces no lo hagas. Fui hacia sus brazos y lloramos juntos. No quería que ese momento terminara. Y como le advertí antes, no podía soltarlo.
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Duramos abrazados un buen rato. Con mucho, pero mucho esfuerzo, lo solté. --Tengo algo para ti. Buscó en sus bolsillos y sacó un collar. El collar llevaba un L de madera. --Lo compré para ti. Bueno, le hice algunos detalles yo mismo. Reí un poco, pero sólo un poco. --Una L de Lua. --Prefiero que se sea una L de Liren. --Es tuyo, tómalo como quieras. Detrás de la L, tenía algo inscrito: ROCALOCE --¿Qué significa? --Significa, “aquí estoy”. Cerré los ojos fuertemente y lo volví a abrazar. --La puerta ya se abrió –comentó tristemente. Me separé de él sin dejar de soltarlo. Agachó la mirada, y yo me puse de puntitas. Nos besamos. Este beso era diferente a los demás. Tenía otro sentimiento y era más enardecido. --Tienes que irte –susurró. Observé como las lágrimas caían de su rostro. --Lo sé. Una vez más, nos besamos. Este en cambio fue más prolongado, me aferré a su cuello y él a mi cintura. Incluso pude saborear nuestras lágrimas. Nos separamos, exhalé fuertemente.
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Me hizo ademanes de voltearme para poder ponerme el collar. Una vez colocado me giré. --Aquí estoy –dijo. --Te amo. --Y yo a ti. No creas que no te visitaré en sueños –sonreí. Volteé a ver a demás. Estos tenían una sonrisa triste. --Bien. Supongo que es hora –dije pesadamente. Les di una sonrisa. Como no quise que desaparecieran de pronto, caminé hacia atrás, en dirección a los arboles. Así pude verlos mientras me iba. Al cruzarlos aún podía verlos. No despegaba mi vista de Liren. Pestañé, y justo en ese abrir y cerrar de ojos desaparecieron. Enfrente de mí estaba un piedra. No podía creer que todo eso haya pasado. Y menos aun que haya terminado. Recordé que se suponía que debía estar en la tienda de acampar durmiendo. Corrí lo más rápido que pude. Si no me encontraban ahí, se alarmarían y no quería que eso pasara. Mientras corría tenía en mi mente la imagen de Liren, en los bueno momentos que pasamos juntos, y el día que confesamos nuestros sentimientos. No sería fácil de sanar la herida que ahora tenía. Pero mi vida estaba aquí.
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A lo lejos vislumbré el campamento, y me acerqué entre los árboles. Al llegar, me metí en la casa de acampar por el mismo lado por el cual había salido. Me despeiné un poco e imité la cara de alguien cuando recién se despierta Salí y me reuní con mis primos. No contuve la emoción y los abracé. --¡Cómo los extrañé, mensos! --Ya empezó con sus cosas raras –comentaron. --Quítate, déjame comer a gusto –se quejó Luis. --Sí, lo siento. Seguí abrazando a mis primas y a mi hermana. --¡Wow! Deberías de encerrarte más seguido en la carpa para abrazarnos más –comentó Ceci. Me separé de ellas, y notaron mi alegría. --Andas rara –dijo Leslie–. ¡Qué bonito! No te había visto ese collar, ¿de dónde lo sacaste? Sonreí ante su pregunta. --Es una… --¿…larga historia? –dijo una voz a mis espaldas. Ahí estaba mi tío. --Cuéntanosla. Era obvio que no la narraría frente a todos. Tal vez en una ocasión se la contaría a él. --¿Por dónde empiezo? –sonreí.
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Índice
Prologo…………………………………………………
3
El principio……….……………….............................
4
Sospechas…………………………………………….. 12
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La ida…………………………………………………… 24 Y de ese modo, entré…………………………………. 32 Pesadillas………………………………………………. 53 El viaje………………………………………………….. 65 Problemas………………………………………………. 71 Declaraciones………………………………………….. 77 La puerta………………………………………………... 86 Más problemas…………………………………………. 101 Paz………………………………………………………. 109 La despedida……………………………………………. 114
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