LOS ESTIGMAS Un día, el 2 de septiembre de 1915, doña Josefa llamó a su hijo: "¡Padre Pío! ¡Padre Pío!" Después de unos momentos, su hijo salió de la cabaña agitando las manos, como si se las hubiera quemado. Su madre de carácter siempre alegre, se sonrió y le dijo: ¿Qué trae ahora que viene tocando la guitarra con las dos manos? "No es nada", contestó el Padre Pío, "dolores insignificantes". En realidad el Padre Pío acababa de recibir los estigmas invisibles. Ya antes había sentido dolores en los pies y en las manos. En 1912 los dolores se extendieron al corazón. En una carta de aquel tiempo, así escribía: "El corazón, las manos y los pies, me parecen estar traspasados por una espada". El 10 de octubre de 1915 comunicó a su director espiritual, Padre Agustín, haber recibido los estigmas invisibles, sintiendo, especialmente en algunos días "agudísimo dolor". Un día en que estaba en el coro con los demás religiosos, después de que terminó el rezo de la Liturgia de las Horas, todos se retiraron, quedando solamente el Padre Pío recogido en su oración personal junto al padre Arcángel. Al toque de la campanilla para la comunidad, los dos se levantan. Las manos del Padre Pío están sangrando. El Padre Arcángel preocupado, le pregunta: "¿Se ha herido?". Con paso incierto y con el rostro pálido se fue a presentar al Superior, quien al verlo quedó petrificado. Además de las manos y los pies, también el costado sangraba abundantemente. Lo raro también era que la sangre no coagulaba y, además, emanaba un agradable perfume. El Superior enseguida pone al tanto al Padre Provincial. Como es de imaginar, la noticia no duró mucho tiempo oculta. El estupor y la alegría llenó los corazones de miles de personas, que iban a ver al "santo". Todo el mundo quería confesarse con el Padre Pío o participar en su Santa Misa. El caso preocupó mucho al Superior Provincial quién se propuso estudiar bien su caso. Pidió fotografías y las envió, junto con un amplio reporte a la Santa Sede. Como respuesta, recibió la orden de intensificar el estudio médico y sustraer al Padre Pío de la curiosidad popular. Se le prohibió celebrar misa en público y confesar. El Padre Pío calla y obedece. Durante dos largos años vivió una vida perfecta de claustro y bajo las órdenes de los médicos, que no encontraban las causas naturales de sus heridas, no dejaban en paz al padre. Un día un doctor le hizo esta pregunta: -Padre, dígame ¿Por qué tiene lesiones exactamente allí y no en otra parte? -Más bien debería ser usted el que me conteste, doctor: ¿por qué he de tenerlas en otras partes y no allí? Al Padre Pío no le faltaban ni el sentido del humor ni las respuestas sagaces.
LA BILOCACIÓN
En el convento de San Elías de Pennisi, Fray Pío experimentó por primera vez el fenómeno de la bilocación. La noche del 18 de enero de 1905, mientras se encontraba en el coro, recogido en profunda oración, se sintió trasladado a una casa señorial de la ciudad de Údine, donde estaba muriéndose un hombre y naciendo una niña. El caso curioso fue narrado por el mismo religioso que, por obediencia lo puso por escrito y, después de muchos años, por la joven que entonces había nacido. "Hace días- escribe Fray Pío- me pasó algo insospechado: Mientras me encontraba en el coro con Fray Atanasio, eran como las 23 horas del 18 de este mes cuando me encontré en una casa señorial donde moría un papá mientras nacía una niña. Se me apareció entonces la Santísima Virgen que me dijo: ‘Te confío esta criatura, es una piedra preciosa en su estado bruto. Trabájala, límpiala, hazla lo más brillante posible, porque un día quiero usarla para adornarme…’ Le contesté a la Virgen: ‘¿Cómo podría ser posible, si yo soy todavía un estudiante y no sé si un día podré tener la suerte y la alegría de ser sacerdote? Y aunque llegue a ser sacerdote, ¿cómo podré ocuparme de esta niña, viviendo yo tan lejos de aquí?’ La Virgen me respondió: ‘No dudes. Será ella quien irá a buscarte, pero antes la encontrarás en la Basílica de San Pedro en Roma’. Después de esto… me encontré otra vez en el coro". Este escrito fue cuidadosamente guardado por el director espiritual del Padre Pío, el padre Agustín de San Marco en Lamis. La niña de la que se habla en el escrito se llama Giovanna Rizzani. Su Papá estaba inscrito en la Masonería. Durante su última enfermedad, su lujosa residencia fue rigurosamente vigilada día y noche por los masones, situada en la calle Tiberio de Ciani No. 33 de la ciudad italiana de Údine. Esto, para impedir el paso de cualquier sacerdote. Horas antes de morir, su esposa Leonilde- que era muy religiosa- estaba cerca del lecho del moribundo recogida en oración y lágrimas. De repente vio salir de la recámara y alejarse por el pasillo a un fraile capuchino. Se levantó enseguida, lo llamó y lo siguió mientras el fraile desaparecía. La señora estaba extremadamente angustiada pensando en su esposo que se moría sin los auxilios religiosos. En aquel momento, oyó gemir al perro que estaba amarrado en el jardín de la casa, como si el animal percibiera la muerte ya próxima del amo. La señora, no aguantando el gemido del perro, fue a soltarlo. En esos momentos sintió los dolores del parto y allí mismo dio a luz a una niña. El administrador de la casa corrió para ayudarle. De lejos vieron la escena los dos masones que vigilaban la entrada y también el párroco que quería entrar a la casa para auxiliar al moribundo. El administrador, después de que ayudó a la señora a alcanzar la recámara, bajó indignado contra los masones que impedían el paso al sacerdote y les gritó: "Dejen entrar al padre. Ustedes pueden impedirle que asista al moribundo, pero no tienen derecho a impedirle que vaya a bautizar a la niña que acaba de nacer prematuramente". Fue así como se dejó pasar al sacerdote, que además de bautizar a la niña, administró los últimos sacramentos al moribundo arrepentido.
A la muerte del señor Juan Bautista Rizzani, la joven viuda se trasladó a Roma con sus papás. Allí, la pequeña Giovanna creció educada cristianamente.
Biografía « En cuanto a mí,¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! » (Gal 6, 14). Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir «con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales. Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión. El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne. Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte. Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad. En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la «Casa del Alivio del Sufrimiento», inaugurada el 5 de mayo de 1956. Para el Siervo de Dios la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: «En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La
oración es la llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios. Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban. El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad. Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto. Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir. Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos. Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración del mundo, repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que reza». Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria. El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de la muerte del Siervo de Dios, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: «!Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento». Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas. En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y a toda clase de personas. De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las
circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio «Sanctitas Clarior» concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso Peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de VelletriSegni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas. El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes. Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino, de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997 y fue reconocida su validez con decreto del 26 de septiembre de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio, siendo Ponente Mons. Andrea M. Erba, y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro. El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia-Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización. PENSAMIENTOS DEL PADRE PÍO La presencia de Jesús en el corazón: “Confieso que para mí es una gran desgracia no saber expresar y explicar este volcán eternamente encendido que me quema y que Jesús hizo nacer en este corazón tan pequeño”. ¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos! Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia ...¿Cómo es posible ver a Dios entristecerse por el mal y no entristecerse también uno? Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle gracias; si se os oculta, dadle gracias. Todo esto es un juego de amor para traernos dulcemente hacia el Padre. Perseverad hasta la muerte, hasta la muerte con Cristo en la Cruz.
Amor: Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas. No lo olvidéis: el eje de la perfección es el amor. Quien está centrado en el amor, vive en Dios, porque Dios es Amor, como lo dice el Apóstol. El amor y el temor deben estar unidos: el temor sin amor se vuelve cobardía; el amor sin temor, se transforma en presunción. Entonces uno pierde el rumbo. La divina Solicitud no solo no rechaza a las almas arrepentidas, sino que sale en busca de la más empedernida.
Confianza en Dios:
El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador. Caminad sencillamente por la senda del Señor, no os torturéis el espíritu. Debéis detestar vuestros pecados, pero con una serena seguridad, no con una punzante inquietud.
Santa Misa: “Sería más fácil que la tierra se rigiera sin el sol, que sin la santa Misa”.
María Santísima: Si no hubiera Fe los hombres te llamarían diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol, eres hermosa, Madre, me glorío, ¡Te quiero! Oye, Madre, yo te quiero más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo;... después de Jesús, es claro; te quiero tanto. Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús! Permaneced como la Virgen, al pie de la Cruz, y seréis consolados. Ni siquiera allí María se sentía abandonada. Por el contrario, su Hijo la amó aun más por sus sufrimientos.
Oración: “Solo quiero ser un fraile que reza... Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración... La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón...” El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón. A Dios se le busca en los libros, se le encuentra en la meditación. En la medida en que vaciéis vuestro Yo de sí mismo - es decir, del apego a los sentidos y a vuestra propia voluntad - , echando raíces en la santa humildad, el Señor hablará a vuestro corazón. Practicad con perseverancia la meditación a pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas. Tal como el huevo puesto en la colmena se transforma, a su debido tiempo, en una abeja, industriosa obrera de la miel. Sed vigilantes cuando meditéis. Generalmente los que se entregan a la meditación, lo hacen con una especie de arrogancia, tan ansiosos están por encontrar el sujeto susceptible de consolar su espíritu, y esto es suficiente para impedirles encontrar lo que buscan.
Liberarse de la ansiedad: Si vuestro espíritu no se concentra, vuestro corazón esta vacío de amor. Cuando se busca sea lo que sea con avidez y prisa, puede uno tocar cientos de veces el objeto sin ni siquiera darse cuenta. La ansiedad vana e inútil os fatigará espiritualmente, y vuestro espíritu no podrá dominar su sujeto. Hay que liberarse de toda ansiedad, porque ella es la peor enemiga de la devoción sincera y auténtica. Y esto principalmente cuando se ora. Recordad que la gracia y el gusto de la oración no proviene de la tierra sino del cielo y que es en vano utilizar una fuerza que solo podría perjudicaros.
Crecimiento: Para crecer, necesitamos del pan básico: la cruz, la humillación, las pruebas y las negaciones.
Crítica: No tolero la crítica y la habladuría sobre los hermanos. Es cierto que a veces me divierte aguijonearlos, pero la murmuración me da náuseas. Tenemos tantos defectos que criticarnos a nosotros mismos ¿Por qué perder tiempo en lo de los hermanos?
Enemigos: Jamás pasó por mi mente la idea de una venganza. Recé por los detractores y rezo por ellos. Quizá alguna vez le dije al Señor: “Señor, si para convertirlos es necesario algún fustazo, hazlo, con tal que se salven”.
Humildad: Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos. En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él. Has construido mal; destruye y reconstruye bien. Como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a la vanidad, el Padre comentó: - “¿Ha observado usted un campo de trigo en sazón? Unas espigas se mantienen erguidas, mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a pruebe a los mas altivos, descubriremos que están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos” Dios enriquece al hombre que ha hecho el vacío en sí mismo.
Paciencia: Guardad en lo más hondo del espíritu las palabras de Nuestro Señor: “A fuerza de paciencia, poseeréis vuestra alma”.
Prudencia:
La prudencia tiene ojos. El amor piernas. El amor, que tiene piernas, querría correr hacia Dios, pero su impulso es ciego, y uno tropezaría, de no estar dirigido por los ojos de la prudencia...
Pruebas y tentaciones: Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre. Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡Espera!... la calma volverá. Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma. Uno puede ahogarse en alta mar, y también puede sofocarse hasta el ahogo con un simple vaso de agua.- ¿Donde esta la diferencia? - ¿Acaso no es la muerte, en cualquiera de esas formas?. El demonio es como perro encadenado; si uno se mantiene a distancia de él, no será mordido. Jesús os guía hacia el cielo por campos o por desiertos - ¿que importancia tiene? Acomodaos a las pruebas que Él quiera enviaros, como si debieran ser vuestras compañeras para toda la vida; cuando menos lo esperéis, quizás queden resueltas. Los grandes corazones ignoran los agravios mezquinos. En una estampa representando la cruz, el Padre escribió estas palabras: “El madero no os aplastará; si alguna vez vaciláis bajo su peso, su poder os volverá a enderezar”. Gólgota. Una cima cuya ascensión nos reserva una visión beatífica de nuestro amado Salvador. Por los golpes reiterados de su martillo, el Artista divino talla las piedras que servirán para construir el Edificio Eterno. Puede decirse con toda justicia que cada alma destinada a la gloria eterna es una de esas piedras indispensables. Cuando un constructor quiere levantar una casa, debe ante todo limpiar y nivelar el terreno; el Padre celestial procede de igual manera con el alma elegida que, desde toda la eternidad ha sido concebida para el fin que El se propone; por eso tiene que emplear el martillo y el cincel. Esos golpes de cincel son las sombras, los miedos, las tentaciones, las penas, los temores espirituales y también las enfermedades corporales. Dad pues, gracias al Padre celestial por todo lo que impone a vuestra alma. Abandonaos a Él totalmente. Os trata como trató a Jesús en el Calvario.
Es mediante una sumisión completa y ciega que os sentiréis guiado en medio de las sombras, las perplejidades y las luchas de la vida. “El hombre obediente cantará victoria”, nos dice la Escritura. Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle también las gracias; si se oculta a vuestra vista, dadle también las gracias. Todo esto compone el yugo del amor. No escuchéis lo que os dice vuestra imaginación. Por ejemplo, que la vida que lleváis es incapaz de guiaros al bien. La gracia de Jesús vela y os hará obrar para ese bien.
Pobres: En todo pobre está Jesús agonizante; en todo enfermo está Jesús sufriente; en todo enfermo pobre está Jesús dos veces presente.
Sufrimiento: Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla. La vida del cristiano no es más que un perpetuo esfuerzo contra sí mismo. El alma no florece sino merced al dolor. Apelad a Dios cuando vuestra cruz os martiriza. Así imitaréis a su hijo que, en Getsemaní, imploro algún alivio. Pero como Él, estad dispuesto a decir: - FIAT!.
¿Por que?: “Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué?, aunque te haga pasar por el desierto. Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas”.
Dirección Espiritual: Recuerde - dijo el padre a uno de sus hijos espirituales - que la madre empieza a hacer caminar al niño sosteniéndolo; pero luego, éste debe caminar solo. También usted debe aprender a razonar sin ayuda.
Amor y sus hijos espirituales: La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden. La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos. La humildad y la caridad van de la mano. La primera glorifica, la otra santifica. Amo a mis hijos espirituales tanto como a mi alma y aun más. Al final de los tiempos me pondré en la puerta del paraíso y no entraré hasta que no haya entrado el último de mis hijos.
La escalera al cielo: Sin obediencia no hay virtud; sin virtud no hay bien. Sin bien no hay amor. Sin amor no hay Dios. Y sin Dios no hay Paraíso. Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae.
El anhelo de la paz eterna es legítimo y santo, pero debe ser moderado para una total resignación a los designios del Altísimo: más vale cumplir la Voluntad Divina en este mundo que gozar en el Paraíso. “Sufrir y no morir” era el ‘leit-motiv’ de Santa Teresa. El Purgatorio es un lugar de delicias, cuando se lo soporta por voluntaria elección de amor.
La Noche Oscura: Nuestro Señor, en cuanto considera nuestra alma lo bastante viril, lo bastante entregada a su servicio, se apresura quitarle las dulzuras de antaño. Llega hasta quitarle la facultad de orar, de meditar, es el abismo en las tinieblas y la aridez. Esta mudanza aterra: - Qué gran delito habrá cometido el alma, para atraer sobre si tal desdicha. Escudriña su conciencia, pasa por tamiz sus mas insignificantes actos, y al no descubrir nada que justifique su infortunio, saca en conclusión que ha sido abandonada. - ¡Qué error! Lo que el alma toma por abandono es un favor insigne. Es la transacción de lo inteligible a la duración contemplativa, a la que uno no llega sino purificado. - Si el hombre pudiera comprender que su imposibilidad de fijar su imaginación en un punto determinado se debe al retiro de la luz sobrenatural!. Pero pronto una nueva luz anima la meditación y la vuelve eficaz. - Ah, si el alma pudiera saber que Dios, al apartarse, infunde al mismo tiempo una más pura claridad en el intelecto, la claridad que la hace más apta a las cosas divinas, por encima de lo discursivo, en la visión directa, y absolutamente exquisita, delicada, inefable. Se me objetará si esa luz es a tal punto mejor, el alma debería, con sus poderes multiplicados, captar su objeto. Pero no vamos tan rápido. Los que con gusto se alimentan con comidas ordinarias, simularán disgusto cuando le ofrezcáis manjares mas refinados. Igualmente, para apreciar el estado de oración, hay que haber roto todo lazo.- Dios mío! En esta oscuridad veo una irradiación. Recordadlo, el amor de Dios nunca se sacia.
Más pensamientos: El Divino Maestro promete el premio, no al que empezó bien sino a aquel que persevera hasta el final. Ved el ejemplo de Judas, que empezó bien, continuó bien, más no perseveró hasta el fin y se perdió. Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre. Sólo deseo ser un pobre monje que reza... Dios ve las manchas también en los ángeles, ¡Cómo verá las mías! Reza y confía; no te agites. La agitación nada mejora. Dios es misericordioso y escuchará tus oraciones. La oración es nuestra mejor arma, una llave que abre el corazón de Dios. Háblale a Dios más con el corazón que con los labios, en ciertos casos hazlo sólo con el corazón. Las tentaciones contra la fe y la pureza son cosas puestas por Satanás; no le temas, desprécialo. Mientras él aúlle no se apoderó de tu voluntad. No te molestes por lo que te pone a prueba éste ángel rebelde; tu voluntad sea siempre contraria a sus sugerencias y no habrá culpa, sino complacencia de Dios y ganancia para tu alma. ¡Qué alegría en las batallas espirituales! Es suficiente saber combatir para tener certeza de victoria. Pon especial cuidado en no desalentarte nunca al verte rodeado por males espirituales. Si Dios permite que tropieces con alguna debilidad, no es para abandonarte, es sólo para reafirmar tu humildad y hacerte más atento para el futuro. La ciencia, hijo mío, por más que sea grande es siempre poca cosa; es menos que nada, comparada con el formidable misterio de la divinidad. Hay que transitar otros caminos. Limpia tu corazón de toda pasión terrenal. ¡ Humíllate en el polvo y reza ! Así encontrarás con certeza a Dios, que te dará serenidad y paz en esta vida y eterna beatitud en la otra. ¿ Has visto un campo de trigo maduro? Verás que algunas espigas son altas y fuertes y otras se doblan hacia el suelo. Tomas las altas, las vanidosas y veras que están vacías; en cambio si tomas las bajas, las más humildes, verás que están cargadas de granos. Podrás deducir que la vanidad está vacía. Donde no hay obediencia, no hay virtud. Donde no hay virtud no hay bien. Donde no hay bien no hay amor y donde no hay amor no está Dios; si no está Dios no se va al paraíso. Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae. La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden. La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos. Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos. En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien. Tienes que amar a Dios. Amor infinito a través mío. Tu me amas porque te encamino hacia el bien y Dios es el Bien Supremo, mientras yo soy sólo el medio que te lleva a Dios. Si yo no te llevara hacia Dios y te condujera hacia el mal, tú, no me amarías más. Haz el bien siempre. Para que todos puedan decir: "Este es un hijo de Cristo" Jamás pasó por mi mente la idea de una venganza. Recé por los detractores y rezo por ellos. Quizá alguna vez le dije al Señor: "Señor, si para convertirlos es necesario algún fustazo, hazlo, con tal que se salven. No tolero la crítica y la habladuría sobre los hermanos. Es cierto que a veces me divierte aguijonearlos, pero la murmuración me da náuseas. Tenemos tantos defectos que criticarnos a nosotros mismos ¿Por qué perder tiempo en lo de los hermanos? ¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos! ¡¡¡ Cuánta sabiduría han escuchado aquellos que tuvieron la fortuna de encontrarse de rodillas ante el Padre Pío.!!! A un teólogo que le consultó le dijo: " En los libros se busca a Dios, en la oración se lo encuentra." A aquel que le hablaba de los altibajos de la vida interior, le contestaba: " Si Jesús se manifiesta agradéceselo; si se oculta, agradéceselo también. Todo es un juego de amor." A quién el sufrimiento le hacía titubear en la Fe, le respondía: " El más sublime acto de Fe es el que sube a nuestros labios en la noche, en la inmolación, en el dolor, en el esfuerzo inflexible hacia el bien." A un intelectual le hizo ésta reflexión: " Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las Divinas necesitan ser amadas para ser conocidas." A quién padecía angustia le razonaba: " Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué ?, Aunque te haga pasar por el desierto. Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas." A alguien que se hallaba al borde de la desesperación le decía: " Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡ Espera!... la calma volverá." ¿Que debo hacer para orar bien ? le preguntó una hija espiritual: " El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón." Un pecador que le dijo: ¡ Padre, he pecado tanto ! escuchó ésta contestación del Padre Pío: "Hijo mío, le has costado muy caro a Dios, para que te abandone." Al que aflojaba en el camino de la perfección le argumentaba: " El amor no se esconde sino para fomentar el amor. Jesús no pide imposibles. Dile: ¿Quieres que te ame más ? Dame más amor y te ofreceré más amor." Una hija espiritual le preguntó ¿ Qué debo hacer para orar bien ? " El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón." "Si no hubiera Fe los hombres te llamarían diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol, eres hermosa, Madre, me glorío, ¡Te quiero! Oye, Madre, yo te quiero más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo;... después de Jesús, es claro; te quiero tanto. Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte." Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús! " El Amor no se esconde sino para fomentar el Amor. Jesús no pide imposibles. Dile: ¿Quieres que te ame más? Dame más Amor y te ofreceré más Amor." "En todo pobre está Jesús agonizante; en todo enfermo está Jesús sufriente; en todo enfermo pobre está Jesús dos veces presente."
"Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla." -"¡ Padre Pío, he pecado tanto!" Tengo miedo de perderme. - "Hijo mío, le has costado muy caro a Dios para que te abandone. Ruega, espera, no te inquietes, de nada sirve la inquietud." "Si nos sobreviene alguna languidez de espíritu, corramos a los pies de Jesús en el Sacramento y pongámonos entre los celestes perfumes y seremos, indudablemente, revigorizados." "Esta vida es breve, el premio de lo que se hace en el ejercicio de la cruz es eterno." "Procurad siempre avanzar cada vez más en el camino de la Perfección y abundad siempre más en la caridad." "Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma." Señor, haz que me compadezca de los dolores de los demás, sabiendo que en toda existencia, por muy encumbrada que sea, hay siempre infortunios. Que mi alma se eleve en los momentos de dolor, sabiendo que, si no hubiera sombra, nunca podría resplandecer el sol. En el fracaso, preserva mi fe. En el éxito, mantén mi humildad. "Si creemos en Dios y, al morir, comprobamos que no existe, al menos habremos vivido con una hermosa esperanza. Si no creemos en Él y finalmente veremos que existía, lamentaremos habernos perdido el placer de la Fe cuando pasamos por esta vida terrena y, además, seremos condenados en la eterna"
Cartas del Padre Pío 11/4/1915
Hija querida del Padre celestial: Su corazón es siempre el templo del Espíritu Santo. Que Jesús visite su espíritu y la consuele y la sostenga y saque del estado de desolación extrema en que la bondad de su Padre ha querido colocarla. Así sea. Perdone mi atrevimiento al permitirme dirigirle esta pobre carta mía sin haberle conocido nunca personalmente, porque debe saber que hace muchos años ruego al Divino Maestro darme a conocer ante El su alma y sus designios divinos sobre Ud. También ha sido beneplácito suyo manifestarme el estado actual en que Ud. se encuentra y El mismo me manda escribirle esta carta para que con ella reciba consuelo.
Que sea siempre bendito El también en esto. Hago votos ardientísimos al Señor para que la presente le sirva de mucho alivio y de total seguridad. Ahora Jesús me hace saber que no tema el amplio estado espiritual por la crisis actual que atraviesa, ya que todo resultará a gloria suya y al perfeccionamiento de Ud. El quiere que deje y abandone todos esos temores que tiene acerca de la salvación eterna, que no aumente esas sombras que el demonio va haciendo cada vez más densas para atormentarla y separarla de Dios si eso le fuera posible. Su desolación actual no es que Dios la abandone, ya que su divina misericordia la va haciendo cada vez más acepta: El permite todo esto para asemejarla a su Hijo divino en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz. Lo mejor que puede hacer es aceptar con alegría y serenidad la prueba presente sin desear verse liberada. Humíllese bajo la poderosa y paternal mano de Dios, aceptando con sumisión y paciencia las tribulaciones que le envía para que pueda exaltarla dándole su gracia cuando El la visite. Que toda su solicitud en medio de las tribulaciones, que la invaden totalmente, se centre en un abandono total en los brazos del Padre celeste, ya que El tiene sumo cuidado para que su alma, tan predilecta, no sea sometida al poder de Satanás. Humíllese, pues, ante la Majestad de Dios y dele gracias continuamente, a tan buen Señor, de tantos favores con lo que sin cesar enriquece su alma de Ud. y confíe cada vez más en su divina Misericordia. No tema, vuelvo a repetirle en el Señor, quien le ha ayudado hasta ahora continuará hasta su salvación. Ud. se salvará; el enemigo se revolcará en su rabia, siendo cierto que la misma mano que la ha sostenido hasta ahora, haciéndole enumerar infinitas victorias, continuará apoyándola hasta aquel instante en que su alma se oirá invitada por el Esposo celeste: "ven, esposa mía, recibe la corona que te he preparado desde la eternidad." Confianza ilimitada en el Señor debe tener pensando que el premio no está lejos: no pasará mucho tiempo sin que se realice en Ud. lo dicho por el profeta: "entre las tinieblas resplandecerá la luz" y luz en verdad es su actual desolación, luz que proviene de una singularísima gracia que no a todas las almas que caminan al cielo concede el Señor. Más aún, son poquísimas las almas que se
hacen dignas de tal merced. Ahora me parece que legítimamente puede ponerme esta objeción: Si es ésta una gracia -como Ud. Dice- y toda gracia da luz al alma, por qué a mí en vez de luz me trae tinieblas.? Esta réplica sería aceptable si se tratase de gracias de orden inferior, quiero decir de aquellas gracias que el Señor suele conceder a todos. Aquí, en cambio, el caso es muy diferente y yo hablo precisamente de Ud. La gracia del Señor de que se halla penetrada, sublimará su alma hasta la unión perfecta de amor. Ahora bien, el alma, antes de llegar a esta unión, y diré a esta así transformación en Dios o casi Dios por participación, necesita que sea purificada de sus defectos y de todas sus inclinaciones hacia las cosas materiales y sobrenaturales, y esto no sólo en cuanto a sus actos, sino también en cuanto a sus raíces en la mayor medida posible durante la vida presente. Necesita que sea despojada de toda potencia y de toda inclinación natural a fin de poder ser elevada a obrar de otro modo más divino que humano. Para obrar todas estas maravillas es necesario que una causa aflictiva interior las realice, y no es otra la gracia singularísima de que acabo de hablar y con la que el Señor la regala. Ahora bien, toda gracia produce luz, mejor dicho, es luz y, por consiguiente, cuanto más elevada es una gracia, tanto más sublime es su luz. Y ya que la gracia con que el Señor la ha enriquecido al presente es tan alta y sublime que tiende directamente a transformar el alma en una sola cosa con Dios, la luz que trae consigo es tan altísima que, penetrando el alma de modo trabajoso y desolador, la coloca en extrema aflicción y angustia interior de muerte. Y esto proviene de que esta gracia que produce luz tan sublime encuentra al principio el alma indispuesta para la unión mística y la penetra en forma purgativa y, por consiguiente, en lugar de iluminarla la obscurece; en lugar de consolarla la hiere, llenándola de grandes sufrimientos en el apetito sensitivo y de graves angustias y sufrimientos espantosos en sus potencias espirituales. Y así, cuando dicha luz, con estos medios, ha purgado el alma, la penetra entonces de forma iluminativa y la hace ver y la lleva a la unión perfecta con Dios. También Santa Teresa fue sometida a tan durísima prueba: también ella experimento, y tal vez de modo bastante más penetrante que Ud., el efecto de esta luz purísima, que le hacía ver a Dios en lontananza sin tener posesión efectiva alguna, por lo que estaba transida de un dolor tan agudo que la hacía morir. Pero fue precisamente esa luz, que después de haberle purificado el espíritu con tan agudas puñaladas, lo unió finalmente a Dios con perfecto amor. El ejemplo de esta santa, mártir de amor, sírvale de estímulo y le haga combatir con fuerte ánimo para que, como ella, pueda obtener el premio a las almas generosas. Comprendo muy bien que el encuentro es duro, penosísima la lucha, pero anímese pensando que el mérito del triunfo será y ande, la consolación inefable, la gloria inmortal y la recompensa eterna. Termino recomendándole que viva tranquila porque nuevamente asegura Nuestro Señor Jesús Cristo que no hay lugar a tener miedo. Ensanche su corazón y deje al Señor que obre en Ud. libremente. Ruegue por mí, que continuamente la recuerdo ante el Señor. Que Jesús la consuele siempre. Un pobre sacerdote capuchino. Mis queridísimos hijos: ¡La gracia del Señor sobreabunde en vuestros corazones transformándolos totalmente en El!.
Recibo con indecible consolación vuestra carta rebosante de filial afecto y me anima a ser sincero siempre con vosotros y a no dejar de amonestaros con franqueza en lo que os veo defectuosos. Dios sea bendito, carísimos hijos, por la santísima bondad que prodiga a esas vuestras almas que mi corazón ama verdadera e incomparablemente como a mí mismo. En primer lugar tengo que congratularme con vosotros de la constancia que tenéis en el servicio del Señor. Esta vuestra constancia me hace esperar que, reconociendo vuestros defectos, en los que habitualmente caéis sin determinada y deliberada voluntad, os resolveréis a extirparlos con la asistencia de la gracia divina que os sobreabunda. ¿,Cuáles son, pues, los defectos que os reconocéis y que han echado raíces en alguno de vosotros, aunque no en todos? No me modero en notificároslos. Sé que entre vosotros los hay que han olvidado prontamente la gran estima que se debe a quien tiene sobre ellos la dirección inmediata. Se responde con arrogancia a esta dirección y, lo que es peor, se hace uno el sordo cuando es reprendido por alguna travesura. Referente a esto, tengo que lamentarme vivamente con los culpables. A ésos no les
recuerdo otra cosa, ni les reprendo, más que la solemne promesa que me hicieron momentos antes de separarse de mí. Tengo la esperanza de que no volverán a caer en semejantes faltas. Todo me hace esperar la confianza total que tengo en Dios y la gran estima que me tienen estos queridos muchachos. Aparte de esto que os he comunicado no tengo motivos más que para congratularme con vosotros. Veo que vuestros corazones están siempre llenos de buenos deseos y esto me hace esperar que os entregaréis con todas vuestras fuerzas a corregiros de lo que os he manifestado en esta carta y también de todo aquello que os dije mientras fui vuestro director. Sé que os entristeceréis porque no podréis corregiros eficazmente de vuestras imperfecciones, pero debéis haceros fuertes, carísimos hijos, y recordad lo que tan a menudo os he repetido sobre el particular, o sea, que debéis trabajar igualmente en la práctica de la fidelidad a Dios para renovar vuestros propósitos con la misma frecuencia con que los transgredís y estando de sobre aviso para reconocer vuestra miseria y así no transgredirlos. Tened mucho cuidado de vuestros corazones para purificarlos y fortalecerlos a medida del número y magnitud de las inspiraciones que recibáis. Elevad frecuentemente vuestras almas a Dios; leed buenos libros con la mayor frecuencia que posible os sea, pero con mucha devoción; sed asiduos en la meditación, en las oraciones y en el examen de conciencia varias veces al día. Amad mi alma, que ama perfectamente la vuestra; y encomendadme siempre a la divina piedad como incesantemente hago por vosotros. No penséis jamás, mis queridísimos hijos, que la distancia del lugar separe las almas que Dios ha unido con el vínculo de su amor. Los hijos del siglo se encuentran todos separados los unos de los otros, porque tienen el corazón en distinto lugar; pero los hijos de Dios, teniendo el corazón donde tienen su tesoro y no teniendo todos más que un mismo tesoro, que es el mismo Dios, están, por consiguiente, siempre unidos... PADRE PIO, Capuchino 17/11/1914 Jesús la consuele siempre y la guarde en su santo amor. Así sea. Bendigo, amo y ruego siempre al Señor y en todo momento de mi vida le doy las gracias por tantos favores como ha concedido a Ud. y a su hermana. Sea, por siempre, jamás, bendecido el Padre de los huérfanos por haber devuelto en su bondad la vida a Juana. No les oculto el peligro extremo que corrió: fue arrebatada de las fauces de la muerte: había sido destinada a unirse con sus padres allá arriba. Solamente las numerosas oraciones pudieron suspender la ejecución. Les digo esto no para despertar en Ud. espanto y terror y sí para excitarles al agradecimiento y a una mayor confianza en el Autor de todo bien. ¡Cuán bueno es nuestro Dios! El quiso evitarles semejante desgracia. Vuelvo a exhortarles a confiar siempre en Dios y a no abandonarse a sí mismas como por desgracia suele ocurrir: No den lugar a la tristeza en el alma que impide la libre operación del Espíritu Santo. Entristezcámonos, sí, pero con santa tristeza al ver el mal que tanto se propaga y las muchas almas que apartaban de la fe. Ese no querer someter el propio juicio al de los demás, ni siquiera al del muy experto en la cuestión, es signo de poca docilidad y signo de soberbia. Uds. mismas lo reconocen, Uds. mismas están de acuerdo. Pues bien, anímense y eviten el caer en ello; sean todo ojos al respecto; el Señor está con Uds. atento siempre a escuchar sus secretas confidencias.
Si yo realmente he presionado y presiono al Corazón del Padre celestial por la salud de Juana y por la de Uds., El lo sabe. La curación perfecta de la enfermedad que martiriza a la pobre Juana no serviría a dar gloria a Dios, ni a la salvación de su alma, ni a la edificación de las personas que viven del espíritu de Jesús; por lo cual no puedo continuar, no puedo importunar más a su divina Majestad para que se la conceda. Rezaré, sí, y no la olvidaré, dondequiera que esté y en cualquier estado que me encuentre, para que el Señor quiera concederle habitualmente la salud que necesita para cumplir su oficio. Tengo la esperanza de que el Señor, siempre bondadoso, no rechazará la oración de su siervo y de que me concederá en favor de la pobre enferma más aún de lo que me atrevo a pedirle. El otro motivo por el cual me retraigo de pedir la curación perfecta de Juana, es porque su enfermedad le sirve de medio muy eficaz en el ejercicio de la virtud, y yo no puedo privar a esta alma generosa de tantos tesoros, por una piedad y un amor que Uds. entienden equivocadamente. Y Ud. recuerde que si hoy se encuentra en el buen camino es por aquella gracia que la Virgen de Pompeya le obtuvo en favor de su hermana. Consideren esto y no pretendan lo que el Señor no querría ni haría, porque se trata de imperfección en la fe por parte de Uds. Piensen en lo que les he dicho; que el Señor sé lo haga comprender. Manténganse fuertes en la fe y quedarán rechazadas todas las malas artes del enemigo. Esta es la advertencia que nos da San Pedro, Príncipe de los apóstoles: "Sed sobrios y
vigilad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, os acorrala buscando presa; resistidles firmes en la fe," y para dar mayores ánimos añade: "Sabiendo que lo mismo tienen que sufrir vuestros hermanos que pueblan el mundo." Sí, querida, en el momento de la lucha recuerden su fe en las verdades cristianas y de modo singular reaviven su fe en las promesas de vida eterna que el Señor ha hecho a quienes combatan con ánimo y fortaleza. Que les infunda ánimo y valor el saber que no se está solo cuando se sufre, ya que todos los cristianos del mundo sufren las mismas penas y se hallan expuestos a las mismas tribulaciones. Recordemos también que el destino de las almas elegidas es el sufrimiento, condición a la que Dios, autor de todo y de todos los dones conductores a la salvación, ha fijado para darnos la gloria. Arriba los corazones llenos de confianza en solo Dios. Humillémonos bajo su mano poderosa, aceptando con buena cara las tribulaciones que nos manda, para que pueda exaltarnos el día de su llegada. Toda nuestra solicitud la ponemos en su amor más de lo que se pueda decir o imaginar. PADRE PIO, Capuchino San Giovanni Rotondo, 3-9-1918.
Carísimo : Que Jesús te conforte y esté siempre contigo. Recibo tu carta en la que me describes tus imperfecciones y tus penas, y querría poder aliviarte y enviarte algún remedio a tu enfermedad. Pero, hijo mío, siento no poder hacerlo como seria mi deseo, porque ni el tiempo me lo permite ni me acompañan las fuerzas ni físicas ni morales. Me encuentro muy mal y me doy cuenta de haber llegado a ser superlativamente pesado a mí mismo. La mayor parte de lo que me dices y de lo que silencias no necesita, de ordinario, más remedio que el paso del tiempo y de los ejercicios practicados según la regla bajo la cual se vive. Hay igualmente algunas enfermedades físicas cuya curación no se consigue tomando medicamentos y sí, con modo idóneo de vivir. El amor propio, la propia estima, la falsa libertad de espíritu, son raíces que no pueden arrancarse del corazón facilmente; pero puede impedirse que produzcan sus frutos, que son los pecados. Porque sus brotes y salidas, o sea las primeras sacudidas y primeros movimientos, no pueden impedirse del todo mientras estamos en este mundo; pero se puede, y en esto debemos poner todo nuestro cuidado, moderar y disminuir su ímpetu y manera con la práctica asidua de la virtud contraria y particularmente de la humildad, de la obediencia y del amor a Dios. Hay que tener paciencia, pues, y no desanimarse por cualquier imperfección o porque se cae en ella frecuentemente sin quererlo. Quisiera tener un buen martillo para romper la punta de tu espíritu, que es demasiado sutil en los pensamientos de tu avanzar espiritual. Pero te lo he dicho muchas veces, querido, y te lo repito otra más: en la vida espiritual hay que caminar con gran confianza. Si obras bien, alaba y dale gracias al Señor por ello; si te acaece obrar mal, humíllate, sonrójate ante Dios de tu infidelidad, pero sin desanimarte; pide perdón, haz propósito, vuelve al buen camino y tira derecho con mayor vigilancia. Ya sé muy bien que no quieres obrar mal dándote cuenta; y las faltas que cometes inadvertidamente sólo deben servirte para adquirir humildad. No temas y no te angusties con las dudas de tu conciencia, porque ya sabes que obrando con diligencia y haciendo tú cuanto puedas, sólo te queda pedirle a Dios su amor, ya que El no desea otra cosa que el tuyo. Practica cuanto has aprendido de mí y otros; no temas y procura cultivar con tu amor, con diligencia, la suavidad y la humildad interior. Había prometido ir ahí a pasar unos meses y poder veros a todos y deciros cosas hermosas de Jesús; y confortaros y confirmaros en las santas resoluciones; pero conviene renunciar, aun sintiéndolo mucho, por ahora, a causa del motivo arriba expresado. Por ahora, Jesús no me lo permite y fiat! Cumpliré la promesa en cuanto el Señor lo quiera. Pido continua y ardientemente al cielo mil bendiciones para ti y para nuestros hermanos, y sobre todo para que seas humilde y manso de corazón, y para que aproveches de las pruebas a que piadosamente te somete el Señor, recibiéndolas amorosamente por amor a quien por el nuestro toleró tantísimas.
Salúdame a todos, os abrazo a todos. Salúdame a Fray Marcelino y dile que recibí su tarjeta y se lo agradezco de corazón, y si necesita algo de mí antes de que vaya yo ahí, que me escriba tan sólo. PADRE PIO Rvdo. Padre: La paz del dulcísimo Jesús esté siempre en su corazón y su santísima gracia le haga santo. Su alma es muy acepta al Padre Celeste; por eso le ruego que no tema, pues no hay motivo alguno. Agradezcamos a la Piedad del Señor por haberle hecho digno de su respeto. En cuanto al estado de aquellas almas por las que se ha interesado preguntándome: He aquí lo que el tiernísimo Jesús se ha designado darme a entender. Aquella alma que vivió pecadora fue vencida al fin de su vida por la divina gracia. De aquellas otras dos almas el Señor nada ha dicho hasta el presente. ¡Qué bueno es, querido Padre, nuestro tiernísimo Jesús! ¡Oh si todos los hombres comprendiesen su Amor!
Encomiéndeme al Señor. Un pobre frailecillo
Mi queridísima Hija: Continua poseyéndote toda Jesús, y mirándote como elegida. Recibo la tuya y he comprendido todo, y lo he comprendido todo en toda su verdad, expresada con tanta exactitud y claridad y sin contrariarla en nada. Por eso puedes y debes estar tranquila en lo referente a esa duda que te preocupa y trastorna. Ya no es la Justicia, mi buena hija, es el Amor crucificado que te crucifica y te quiere asociada a sus amarguísimas penas y sin más apoyo que el de las angustias de la desolación. La justicia nada tiene que vengar en ti, pero sí en otros, y tú, víctima, debes por los hermanos aquello que falta todavía en la Pasión de Jesucristo. Esta es la verdad y sólo la verdad. No te afanes buscando a Dios lejos de ti: está dentro de ti, contigo, en tus gemidos, mientras le buscas está como una madre que incita a su hijito a que la busque y ella se encuentra detrás y con sus manos le impide que llegue.
Desgraciadamente comprendo las angustias de tu estado; se asemejan a las del infierno, pero no te preocupes, no te asustes. Además no sé qué aconsejarte, hijita, para aliviar tu martirio; y es inútil porque el Omnipotente te quiere en holocausto. Sólo te aconsejo que imites a Isaac en manos de Abraham y que esperes contra toda esperanza. Los mártires no sólo sufrieron sino que murieron en el dolor y no encontraron a Dios más que en la muerte. No temas de ningún modo las vejaciones de Satanás: nada podrá El contra quien está sostenido de modo singular por la gracia vigilante del Padre celeste. Debe bastarte saber que en este furioso asedio tu alma no ofende a Dios y le da además la más hermosa prueba de su felicidad, al mismo tiempo que va embelleciéndose a los ojos divinos. Esta es la verdad, y si dijera otra cosa no sería cierto. Guárdeme el Señor de caer en tamaño desatino. Quisiera también que durante la tempestad gritases siempre: ¡Señor, sálvame,! para que no te hagas acreedora al reproche: "Alma de poca fe, por qué has dudado.?" Déjate, pues, llevar, arrastrar y tragar por la tempestad, que en el fondo del mar encontrarás, como Jonás, el Señor que te salva. Cuando me escribas cuéntame también el sueño que tuviste. Te agradezco cuanto haces por mí ante el Altísimo. Y ahora, qué diré, hija, de mí? Estoy siempre colgado en el duro patíbulo de la cruz sin ayuda y sin descanso. Mi alma va muriendo en su dolor, sin el consuelo de poder ver un día el rostro de Dios que con tanta ansia se busca y nunca se encuentra. ¡Ay de mí! Qué podré hacer para alcanzar la gracia de aquel Dios que tal vez rechacé y del que justamente soy rechazado.’, ¡Dios mío!, no soy capaz de decir otra cosa. La plenitud del dolor me mata y me hace perder el sentido. Ayúdame con tus plegarias ante el Señor, para que la prueba resulte agradable a Dios y sirva de rehabilitación a mi alma. Me encuentro levantado no sé como en el ara de la Cruz desde el día de la fiesta de los santos Apóstoles, sin jamás descender ni por un instante. Anteriormente era interrumpido el suplicio algún instante, pero desde aquel día, hasta aquí, el sufrimiento es continuo sin intemipción alguna. Y este penar va siempre en aumento. Fiat! Te bendigo con paternal cariño y a ti me encomiendo.
PADRE PIO San Giovanni Rotondo, 21-7-1918. I. M. F. P. Siento como mías todas sus aflicciones. El verle tan conmovida me mueve espontáneamente a decir al Señor que mande al enemigo, que desista del feroz asedio, o que le dé a Ud. más fortaleza para resignarse con suavidad a su voluntad santísima.
Mientras me aflijo y ruego de esta manera, siento una alegría espiritual al considerar el singularísimo amor que Jesús le tiene. Señal cierta de este amor es la tempestad que ruge sobre su cabeza y que la va transformando por entero. No crea que ésta es una condición personal; Es Dios mismo quien advierte que la tentación es una prueba de que el alma se está uniendo con Dios: "Hijo, si te aprestas a servir a Dios, prepara tu alma a la tribulación." El que se vea perseguida quiere decir que está en el camino del servicio divino y cuanto mas amiga y fiel sea de Dios tanto más arreciará contra Ud. la tentación. La tribulación es señal clarísima de que el alma está unida a Dios: "Con El estoy en la tribulación." Todo lo que rodea a su alma de desalentador no puede ser que Dios castigue sus comuniones y confesiones mal hechas, ni por otras prácticas de piedad realizadas sin cuidado; créame, esos pensamientos son verdaderas y clarísimas tentaciones que debe desechar lejos de Ud. porque no es verdad de ninguna forma que ofenda a Dios, ya que el mismo Señor con su gracia vigilante la preserva. Cuando el alma gime y tiene miedo de ofender a Dios no le ofende, está lejísimo de tal cosa. La gracia divina está con Ud. y el Señor la quiere muchísimo. Las sombras, los temores, las persecuciones contrarias con artefactos diabólicos que debe despreciar Ud. en nombre de Jesús. No dé oídos a estas tentaciones. Pertenece al enemigo el hacer creer que nuestra vida pasada esté totalmente sembrada de pecados. Escúcheme, la conjuro de parte de Jesús que procure sentir que precisamente esto es lo que dice el Esposo del alma y que yo le digo ser su presente estado: Un efecto de su amor para con Dios y una prueba del incomparable amor de Dios para Ud. Rechace todos esos temores, no aumente las sombras que el enemigo va haciendo cada vez más densas para atormentarlas y alejarla si le fuera posible hasta de la comunión diaria. Consuélese y alégrese sabiendo que el Padre celestial permite estos ataques del enemigo para que su misericordia la asemeje más a su divino Hijo en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz; si, el Padre celestial quiere que se asemeje a su Unigénito, que habiendo asumido sobre sí la iniquidad de los hombres fue atormentado de manera terrible e inefable. Esté, pues, agradecida, porque la trata como alma predilecta, que pueda seguir de cerca a Jesús por la cuesta del calvario; y yo veo con emoción y alegría vivísimas en mi corazón esta manera de obrar de la gracia de Dios con Ud., queridísima hermana del corazón. PADRE PIO Queridísima Hija: Jesús te bendiga, sea siempre el Rey de tu corazón y te trate como le agrade protegiendo tu alma en la durísima prueba espiritual, que si es prueba efectiva, también será prueba amorosa. Constantemente elevo oraciones al Señor por ti: Te ruego estés firme, segura, constante, que permanezcas inmutable contra cualquier prueba y persuasión contraria: No temas, vuelvo a decirte, hija mía. Permanece en las aseguraciones que te he hecho y que te hago en el dulcísimo Jesús. El está contigo y se complace en tu alma y tú ámalo y sírvelo con fidelidad y delicadeza sin que tú lo sepas y lo conozcas.
No ofendes en modo alguno al Señor; más bien lo quieres con un amor grandísimo, y es por esto por lo que el Señor ha puesto su mirada de suma complacencia sobre ti. El te ama con predilección, y es precisamente por esto que te va sometiendo a todas las pruebas de su dolorosísima pasión. Así pues, hija mía, es tu estado admirable desde todos los puntos de vista. Resígnate y fortalécete por las consideraciones de lo que te digo y que te vienen hechas por quien ocupa el lugar de Dios y que te ama inmensamente en El. Que te sea suficiente, queridísima hija, estas consideraciones y perdóname si no me extiendo más como desearía, porque también yo me encuentro
herido por la epidemia. ¡Qué contento estaría yo si esta enfermedad fuese propicia a darme el último golpe de gracia!, mas es inútil esperarlo. Hay que continuar viviendo y por mucho tiempo todavía, para poder apurar enteramente el cáliz de Getsemaní hasta las últimas gotas y exhalar el último suspiro de vida en el Calvario entre el abandono de todo y de todos. Mis sufrimientos interiores crecen y crecen cada vez más sin el menor descanso. Pero te suplico que no te aflijas en demasía por esto, sabiendo que así lo quiere el Señor, porque así desea ser amado de sus criaturas. No deseo otra cosa, pues, de ti, sino que como una nueva María asistas al crucificado con tus oraciones y sufrimientos y ofrezcas las penas de El a la divina justicia para que un día tenga misericordia de mi. Acabo de recibir noticias de casa que me hacen saber que he perdido una hermana y un sobrino, y que mi madre se encuentra también ella en triste estado. Te dejo que supongas el desgarro de mi alma y de mi corazón, y no me queda más que hacer y repetir con Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, sea bendito su santo nombre." Una oración por la pobre difunta y otra por mi madre a fin de que sea apartada de la muerte, si a Dios le place, y que El de a todos la santa resignación. Te bendigo con todo afecto. PADRE PIO ORACIONES DEL BEATO PADRE PIO
Consagración Personal a Dios por Intercesión del Padre Pio: Padre de bondad y misericordia, fuente inagotable de vida y felicidad, te pido por intercesión de San Pío de Pietrelcina, me concedas ser semejante a él: Sencillo y humilde, como las florecillas del campo; libre y alegre, como los pájaros del cielo; Pobre y laborioso, como su padre San Francisco. Porque confío en tu amor y en tu gracia hoy te ofrezco libremente cuanto soy y cuanto tengo: Deposito mi pasado en tu misericordia, encomiendo mi futuro a tu providencia y me quedo tranquilo como un niño pequeño en brazos de una madre cariñosa, tratando de vivir un día a la vez. Te entrego mi memoria, mi inteligencia y mi voluntad. Te consagro mis fuerzas y mis límites: Tómame como soy y haz de mí, como hiciste de Pío de Pietrelcina, un buen cristiano y un honrado ciudadano que te alabe sirviendo a mis hermanos. Amén. Oración por los Niños: Buen Dios, por intercesión de San Pío de Pietrelcina, que tanto te amó y siempre en ti confió, hasta que consiguió vivir como un niño pequeño abandonado en brazos de su padre, te suplicamos por los niños, por quienes él siempre mostró predilección. Te confiamos a los niños ricos, que tienen abundancia en bienes materiales, pero que a veces carecen del afecto de sus padres. Te encomendamos a los niños más pobres a quienes nuestra sociedad de consumo ha quitado todas las posibilidades de progreso. Te imploramos por los niños sanos, para que no se crea inmortales, ni sean soberbios. Te suplicamos por niños enfermos, para que no desesperen ni caigan en la depresión. te rogamos por los niños sin hogar, por los que sufren hambre, por los que viven en países en guerra, por los desamparados, por los que han caído en las garras de la droga, por los que son esclavos o viven como si lo fueran, por los chicos de la calle y los encarcelados . Finalmente, Padre bueno y misericordioso, queremos pedirte por quienes no te conocen, ni han oído hablar de tu Hijo: Que como el Padre Pío, muchos se compadezcan de ellos y consagren su vida a servirlos. Amén Oración al Padre Pio por los Enfermos: Padre Pío. Ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufre. Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; Sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación; Consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores; Protege a quienes no pueden atenderse o medicarse por falta o
de recursos materiales o ignorancia; Alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar; Vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa; Acompaña a quienes pasan las noches insomnes; Visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos; Alumbra a quienes pasan una “noche oscura” y desesperan; Toca los miembros y músculos que han perdido la movilidad; Ilumina a quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los atormentan; Apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran; Calma a quienes se estremecen por dolores y calambres; Concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan; Devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia; Disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos; Vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento; Guía a los moribundos al gozo eterno; Conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios; Y bendice abundantemente a quienes lo asisten en su dolor, lo consuelan con angustia y los protegen con caridad. Amén. o Oración por la Conversión de los Pecadores: Señor, tú eres bondadoso y misericordioso, Y todo lo hiciste muy bien, creando de la nada cuanto existe. Señor, tú eres clemente y comprensivo, Y no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Señor tú eres paciente y fiel, y esperas al hijo pródigo E invitas al justo a alegrarse a su regreso. Señor, tú tanto amaste al mundo, que enviaste a tu Hijo único, No para juzgarnos, sino para salvarnos. Señor, tú quieres que todos los hombres se salven, Lleguen al conocimiento de la verdad y sean uno como tú eres uno. Te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores, Quiero unirme, junto al Padre Pío, A tu deseo de salvación universal, Solidarizándome con mis hermanos Y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión. Dame la gracia de cumplir tus mandamientos Alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, Vistiendo al desnudo, alojando al forastero, Visitando al enfermo y al encarcelado, Descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos. Cambia mi forma de pensar y de sentir, Porque muchas veces no parezco hijo tuyo. Permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado no sólo para los que te conocen y sirven, sino también para aquellos que no han tenido esa gracia y que, a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos. Amen.
Oración para pedir la Gracia de ser Mensajero de la Paz: Te alabamos y bendecimos, Dios de la paz y de la misericordia, que colmaste al Padre Pío de sentimientos cristianos, y le concediste ser manso y humilde de corazón. Te damos gracias porque muchos, siguiendo su ejemplo, trabajan por la paz y la justicia, convirtiéndose a ti de corazón y consagrándose al servicio de los más necesitados. Haz de nosotros mensajeros e instrumentos de tu paz. Que donde haya odio, pongamos amor. Que donde haya ofensa, pongamos perdón. Que donde haya discordia, pongamos unión. Que donde haya error, pongamos verdad. Que donde haya duda, pongamos fe. Que donde haya desesperación, pongamos esperanza. Que donde haya tinieblas, pongamos luz. Que donde haya tristeza, pongamos alegría. Maestro, que busquemos no tanto ser consolados como consolar, ser comprendidos como comprender, ser amados como amar. Que aprendamos, como lo hizo el Padre Pío, que es dando, como se recibe; que es olvidándose, como uno se encuentra; que es perdonando, como se es perdonando; que es muriendo, como se resucita a la Vida Eterna. Amen. o
Oración desde la Enfermedad: Dios de bondad y de amor, La enfermedad me ha visitado, Me ha alejado de mi trabajo y de mi familia, Me ha llenado de dolor y de sufrimiento. Esa una experiencia dura mi Señor, Una realidad difícil de aceptar, Algo para lo que no estaba preparado. Siguiendo el ejemplo de San Pío de Pietrelcina, Quiero agradecerte por mi enfermedad, Quiero aceptarla como una oportunidad que me das De conocer mi fragilidad y la precariedad de la vida, Y como un remedio para librarme del orgullo. Ahora veo lo mismo o
que antes, pero con nuevos ojos, Puedo vislumbrar la realidad detrás de la apariencia, Puedo descubrir que en realidad lo que tengo y lo que soy, No me pertenece absolutamente. Estoy aprendiendo a depender de los demás, A hacer cada vez menos por mis propios medios, A callar, a llorar en silencio, a agradecer. Estoy descubriendo qué es la soledad y la angustia, Pero también redescubro el afecto, el amor, la amistad. Dios mío, aunque me cuesta te digo una vez más: ¡Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo! Te ofrezco mis sufrimientos Y los uno a los de tu hijo Jesucristo Y a lo de tu siervo fiel el Padre Pío. Te ruego por todos lo que me ayudan Y por todos los que sufren como yo. Amen. o Novena al Sagrado Corazón de Jesús: I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: "En verdad os digo, pedid y obtendréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán!. He ahí que, confiando en tu Palabra divina, yo llamo, yo busco, yo pido la gracia...Padre Pío ruega al Señor en nombre de Jesucristo (Recuerde su petición) Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, confío en TI. II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: "En verdad os digo, todo aquello que pediréis a mi Padre en mi Nombre, El os lo concederá". He ahí que al eterno Padre en tu Nombre yo pido la gracia... Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti. III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: " En verdad os digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás!" He ahí que basándome en la infalibilidad de tus santas palabras yo pido la gracia... Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre putativo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. FECHAS IMPORTANTES EN LA VIDA DEL PADRE PÍO 25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (18591929).
Hogar de Padre Pío 26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación. 6 y 22 de enero, 1903. A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907. Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote
en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos periódos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente. Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimientoa únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón, le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.) 20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanente. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años y le convertirá en el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia. Señora de las Gracias
Nuestra Pasa el resto de su vida rezando y ofreciendo a Dios sus sufrimientos por la salvación de las almas.
1919. Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohibe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pio. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado. Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fuí malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece seramente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María). 26 de septiembre, 1968. El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas. Fuentes: Ewtn.com, devocionesypromesas.com.ar, espanol.geocities.com/iglesia_catolica/padrepio