Locura Suicida

  • June 2020
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  • Words: 1,513
  • Pages: 5
Locura Suicida ¡Qué jaqueca! todas estas noches no he logrado dormir bien. El insomnio es delirante, no puedo soportarme, quisiera salir de mi cuerpo o arrancarme la cabeza. Mi doctor dijo que me mudara, probablemente “recuerdos reprimidos” o “asociaciones inconscientes” y ese tipo de cosas hacen que no pueda dormir desde que me mudé a esta habitación. ¡Qué tontería! ninguna persona podría dormir en este lugar. El ruido de los autos, las líneas del tren, los aviones que despegan. Las pastillas que me recetó ese tipo no los callan, no puede existir un lugar con un bullicio más irritante. Todo está en desorden, no tengo fuerzas para acomodar nada, he perdido muchos kilos esta semana. Mi ropa limpia (así la llamo) está esparcida por toda la cama… y yo encima de ella, me reconforta su olor, lo puedo sentir fuertemente, la suavidad, el detergente. Al no dormir puedo fijarme en detalles obsesionantes, el ardor de mis ojos se vuelve placentero, el cansancio de mis brazos es relajante, puedo formar figuras con la suciedad en las ventanas, ver volar a las moscas alrededor de un vaso. Mientras mi cuerpo se deshace lentamente, mi imaginación se vuelve más poderosa, escucho voces entre los ruidos del tren, los aullidos del perro me parecen eternos lamentos de algún alma atrapada en el limbo, o quizás, sea un alma la que asusta al perro y lo hace aullar por desesperación. Solían contarme ese tipo de historia cuando era niño, seguro mi abuela disfrutaba asustándome así, vieja podrida. Pero ahora la entiendo, es agradable asustar a quién puedas asustar, mientras lo puedas hacer. Ella sigue viva, le enviaré mi novela de terror cuando la termine, tal vez la asuste, ojalá lo haga. Sigo pensando mientras contemplo la habitación, podría abandonarme y sentir como me desvanezco lentamente. El único que notaría mi ausencia sería mi editor, no entiendo cómo pudo alguien confiar en un tipo como yo, tampoco entiendo cómo mis últimos libros han tenido tantas ventas, fueron los peores que he escrito, es frustrante que no valoren la novela en rimas que hice; demasiado trabajo, me pasé días enteros sin comer escribiéndola y no se

vendieron más que 15 ejemplares, por eso pasé varios días más sin comer por no recibir ni una miserable moneda. Me levanto, no sé como lo logré. Me siento en el escritorio. Debo terminar esta novelita. Me enferma tener que escribir sobre suspenso, terror y muerte, pero vende y bastante, al menos puedo comer bien y tirar los restos por el cuarto, así puedo ver más moscas jugar alrededor. El protagonista está siendo perseguido por sus alucinaciones, no sé que tan original es la idea de volver real un delirio, pero es lo que me inspira este lugar. “Locura suicida”, así la llamaré, es un buen nombre, atraerá a algún despistado impresionable. La cabeza me vuelve loco, puedo sentir las venas de mi frente latiendo. Mi ojo izquierdo está cerrado, ese lado me duele más, el derecho está entreabierto, no sé guiñar, trataré de recordar la sensación, tal vez la pueda repetirla cuando esté más lúcido y superar esa torpeza. Lucién (así se llama mi protagonista) está huyendo de la dama vampira que imaginó, no tiene opción, su lujuria, sus demonios y sus temores lo terminarán asesinando. No sé como finalizarla, un suicidio sustentaría el título y un asesinato a manos de una criatura de moda sería comercial. Pero es muy pequeña para presentarla aún. Colocaré algún capítulo en el intermedio para engrosarla, alguna imaginación sin trascendencia, el problema del final lo dejaré para después, no tengo cabeza para ello. Escribo: Capítulo III (y el anterior III pasó a ser IV) Lucién está atormentado por sus alucinaciones, nadie le cree, se siente profundamente abandonado y a la vez terriblemente acompañado por sus creaciones, no es dueño de ellas, no elige qué imaginar, expresan su desolación, sus fantasías de niño, lo que antes destruía con sólo encender la luz. De alguna u otra manera eso sigue funcionando, el vampiro desapareció al amanecer y la serpiente gigante y viscosa encegueció con el reflector, así pudo

matarla. Tal vez esa sea la clave, toda criatura oscura tiene que sucumbir ante algún foco que se encienda. Se va a su habitación, trata de dormir, desea que sean sus sueños los que se hagan realidad, antes solía tener algunos buenos. Pero no puede, como todas las noches desde que aparecieron de sus extraños poderes. Si no consigue dormir, esta noche probablemente una criatura espantosa obtendrá vida desde sus delirios. Un perro ladra con insistencia, ruega que sea esa su imaginación y sólo necesitará un poco de veneno y carne para liberarse. Pero empieza a recordar las historias que le narraban, las almas que atormentaban a los canes de su abuela. Está viendo a una señora delgada, no tiene pies, el vestido negro, gastado y sucio está flotando en el aire, eso es espantoso. La piel entre celeste y morada, parece llena de hematomas. Las uñas largas y sucias con algunos restos de pintura, los brazos huesudos y el cuello arrugado. Tiene un pequeño agujero en el abdomen, parece de bala. El cabello largo le llega hasta la cintura, le sorprende lo negro que es, jamás había visto algo tan oscuro, parece la vista de un profundo abismo, no tiene brillo alguno. Los labios resecos y morados, el rostro pálido y lleno de maquillaje, parece que se ha corrido por sus lágrimas. La mirada es lo más impactante, fría, sin emociones, fija en la de Lucién, él no puede escapar de ella, los ojos amarillos y los iris escalofriantemente acuosos y celestes. Se acerca hacia él que está paralizado y sudando, está apunto de tocarlo. Lucién reacciona y trata de correr, hacia atrás no puede, trata de esquivarla y la atraviesa. Queda sorprendido. ¿Es un fantasma real o uno producido por su alucinación? ¡Joder!, ese perro no deja de ladrar, ya hizo bastante con inspirarme para este capítulo. Estoy demasiado débil como para ir a callarlo. Quisiera ser Lucién y alucinar a un chupacabras que se lo coma. Tendré que ir yo mismo, si pude pararme hace rato para escribir tonterías podré hacerlo para silenciar a ese animal. Me levanto, camino hacia la puerta de la habitación, el perro está en la azotea, mi vecino nunca está en su habitación, sólo viene a darle de comer al perro.

Abro la puerta sólo lo suficiente para poder escabullir mi demacrado cuerpo hacia el pasadizo. Subo las escaleras, mis sandalias producen un ruido insoportable y los escalones me parecen infinitos. Al fin está frente a mí el perro y sigue ladrándome tan insistentemente que me siento odiado y rechazado, es ridículo que un animal me haga sentir eso. ¡Cállate!, trato de gritarle, eso parece no funcionar. El animal está ladrando cada vez más fuerte. Me acerco a él para acariciarlo. Al momento de agacharme me doy cuenta que ladra hacia atrás de mí. Eso hace que el cuerpo se me escarapele. El perro se aleja, se coloca al borde de la azotea, deja de ladrar y empieza a aullar mientras se recuesta. Yo no puedo más que mover las piernas para seguirlo, qué estará pasando. Tengo demasiado sueño, la conciencia me abandona por ratos, esto es demasiado para mí. No quiero voltear, me acerco al perro, trato de tocarlo y me duele el lado izquierdo de la cabeza, es un hincón tan fuerte que hace que retroceda un poco. De repente siento que algo gélido recorre mi cuerpo, el perro ladra con más insistencia, yo estoy paralizado y muy frío. El perrito retrocede, está a punto de caer, yo lo sigo, las ganas de salvarlo son mi excusa perfecta para armarme de valor y moverme, pero sigo sin mirar hacia atrás. La imagen del fantasma que veía Lucién se me hace muy viva en estos momentos, ¿qué este es frío inmenso que me abraza, será ella o seré yo que estoy casi muerto? Al moverme siento que el frío me acompaña, el perro se desespera aún más, su expresión realmente me aterra, no quisiera estar viendo lo que él ve, no quiero voltear por nada del mundo. Me acerco más a él y el frío parece seguirme. Me parece que el animal está llorando, sé que no me mira a mí, su mirada está ligeramente desviada hacia atrás de mí, sobre mi hombro. La pequeñez de la desviación de su mirada es espantosa. No lo soporta más, voltea y se lanza, no sobrevivirá, el edificio tiene 6 pisos. Yo lo sigo tratando de cogerlo pero no puedo alcanzarlo. Está allí en la calle, muerto, mientras yo inclinado en el borde de la azotea, viéndolo. Pero escucho ladridos, atrás de mí, no puede ser, volteo y lo veo, no lo puedo comprender. El perro está en la azotea, me ladra con furia, me asusto y pierdo el equilibrio. ¡Demonios! Estoy cayendo de espaldas hacia la calle, miro hacia

ella y ya no hay ningún perro muerto, miro hacia arriba y hay una mujer mirándome o quizás un perro, ya no importa qué sea…

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