JUEVES 10 DE ABRIL DE 2008
PAULA MÓNACO FELIPE
La ciudad de México ofrece un paseo-experiencia único que no aparece en guías turísticas. Se trata del Mercado La Nueva Viga, ubicado en la delegación Iztapalapa, donde el espectáculo comienza a las cuatro de la madrugada con la descarga de peces de todo tamaño y forma, millones de ostiones y almejas, gigantescas mantarrayas, pequeños tiburones y universos de camarones. A esa hora el telón se levanta: cientos de camiones provenientes de todo el país llegan con unas 500 toneladas de alimentos –60 por ciento de la producción nacional pesquera–, que se concentrarán en el segundo mercado del mundo en cuanto a volúmenes (sólo superado por Tokio) y seguirán viaje hacia el exterior como también a otros estados de la República y a las cocinas de las colonias locales. ¿Cómo es posible que la ciudad de México, siendo mediterránea, sea la mayor distribuidora de pescados y mariscos del país? La explicación se remonta a una tradición prehispánica que asombró a Bernal Díaz del Castillo. En su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, el llamado historiador de la conquista expresó su asombro por las costumbres de los habitantes de estas tierras, quienes se alimentaban con productos traídos de regiones lejanas, como Moctezuma, a quien diariamente surtían comidas “de todas y cuantas había en la Tierra. “No sé por dónde encomenzar, sino que estábamos admirados del gran concierto y abasto que en todo tenía”, relató Díaz del Castillo.
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El mercado es uno de los depósitos de productos del mar más grandes del mundo
La Nueva Viga, paseo marino en el DF fuera de las guías turísticas ■
A las cuatro de la madrugada cientos de camiones comienzan la descarga de unas 500 toneladas de pescado, ostiones, camarones... ■ Fuertes aromas y algarabía ambientan el recorrido diario su mayoría– cobran más brillo y charolean, mientras el hielo se derrite, lo que obliga a los trabajadores a reforzar la carga porque la clientela aumentará en el tercer acto: la venta final. En el universo de mariscos, que incluye hasta chipirones de temporada, hay ostiones que cuestan desde 1.50 a 3 pesos; camarones, pulpos y raya a 10 pesos el kilo; jaiba en pulpa (120) o elegantes paquetitos atados con fibras de plantas (50). En materia de pescados, se pueden encontrar rosados salmones (100 pesos el kilo), el estelar huachinango, pargo huachinango (95), robalo, mojarra (42), delgadas y grisáceas sierras (25), bandera (18), mero (bueno para filetes), villajaiba, pámpano plateado con rayos dorados, corvina y peto tecoluila de Veracruz, que dicen que es muy sabroso.
Belleza y sabor
Gritos, sonidos de llantas y chiflidos conforman una sinfonía
Intensa y animada es la jornada en el La Nueva Viga ■ Foto Miguel Tovar
Hacia las seis empieza el segundo acto con la llegada de los clientes (hasta 25 mil por día), que pueblan los pasillos donde una sinfonía de chiflidos, llévele y andar de carros, habituales en todo mercado, se funden con el aroma a pescado fresco, ambientadas por el brillo de platinadas escamas. “Güerita, ¿qué buscaba? ¡Sí hay, sí hay! ¿Qué le damos? ¡Pásele, pásele! ¿Cuántos de filetito, joven? Pura chulada, jefe, Veracruz auténtico”, se oye entre sones y otros ritmos populares. ¿A cómo la mojarra?, pregunta una señora de tantas que recorren el mercado en busca de mejores precios. También hay dueños y empleados de comercios y marisquerías, como Marco González, quien viaja dos o tres
veces por semana para llevar unos 180 kilos a su restaurante Mar Adis, en San Miguel Amaya, estado de México. Sobre tablas, algunos comerciantes pican frenéticamente para transformar un gran pulpo (hervido) en montañas de diminutos pedacitos. Otros abren pescados, filetean, quitan escamas y sacan hasta lo último de pulpa del espinazo que se utiliza para croquetas, tostadas y albóndigas. Antes costaba vender ese producto, pero “ahora hasta lo encargan”, explicó Bernardo May Galmiche, quien junto a su esposa Imelda, su hijo, su nieto y un empleado limpia cada día entre 150 y 200 kilos de cintillo de Veracruz. Los Galmiche, dedicados al
comercio vinculado con la pesca, son tabasqueños, como muchos de los siete mil 500 trabajadores del mercado. “Mucha gente de La Viga viene de la costa porque al de aquí le repugna el olor a pescado, le hace el feo, y nosotros estamos acostumbrados; la mayor parte, hasta los hemos pescado”, explicó don Bernardo. Ráfagas de olores invaden el aire; no son desagradables, sino fuertes, imposibles de ignorar. Miles de toneladas de pescado y otras tantas de hielo se funden para crear frescos aromas, salvo atrás de los camiones, donde se hace barro. La mañana avanza y cerca de las ocho el sol comienza a filtrarse entre los toldos. Los pescados –plateados, dorados y rosados en
También se encuentran la cinta (o cintillo), que parece una serpiente aplastada, y el económico conejo de Sinaloa, a 12 pesos el kilo. Un pescado grande y redondo, el lenguado blanco, atrae la atención por su belleza, pero al voltearse es amarronado y poco agraciado. Corvinas de Baja California, pequeños tiburones de Chiapas por pieza (46) o rojizos filetes (60), picudos de 10 y 15 kilos, y atunes que pueden pesar hasta 140 kilos. Si un redondo y brillante ojo de pescado intimida, ¿cuánto pueden perturbar miles de millones distribuidos sobre mesas, cajones, camiones y ganchos? Un trabajador explicó que las cabezas de los pescados también son comestibles, salvo la de los tiburones, y la utilidad dependerá del tamaño, pero en general se aprovechan. Prácticamente no se tira nada, porque aquello que no sirve en su forma natural se procesa, recicla y convierte en otra cosa: triturados para croquetas y espinazo para caldos, agregó. Así, esas miles de toneladas
salen en bolsas, carritos y cubetas; cajones, camionetas, tráilers y cajas con el sello “Product of México”. “Lo bueno se va (al exterior), como el huachinango, el pámpano y la langosta, por ejemplo, y los productos más económicos se quedan, pero no son consumidos porque nos falta educación; son baratos, económicos y nutritivos”, dijo Darío, oriundo de Mandinga, Veracruz, quien estudió ingeniería pesquera y comparte el trabajo con su esposa, Isabel, en el puesto Crustáceos, peces y moluscos. José Alberto acomoda cajas con dos toneladas de villajaiba que llegaron desde Tamaulipas y partirán hacia Acapulco, aunque parte del producto también se consume en el mercado. En las aceras hay puestos de tamales, tacos y antojitos, mientras una decena de restaurantes se ubican en la última nave. Allí un menú de coctel y filete puede costar entre 100 y 200 pesos. En La Viga también se venden cuchillos, cazos de cobre, ollas y todo tipo de utensilios. No se preocupe si no lleva cubeta; afuera puede comprar una para cargar con sus pescaditos. La Nueva Viga está ubicada en Prolongación Eje 6 Sur 560, colonia San José Aculco, delegación Iztapalapa.