La frustrada reforma del FMI El pasado 28 de abril se dio uno de los “grandes pasos” en la agenda reformista de Dominique Strauss-Kahn, flamante director del FMI. La meta: alterar la estructura de votos del organismo para dar mayor voz a los países pobres en la formulación de política económica internacional. Al momento de someter la reforma a votación, los países ricos tenían el 60.5% de los votos en la organización. Esto porque cada país recibe una cantidad de votos acorde a la cuota que paga al FMI, de modo que el que más paga, tiene más poder. La reforma recién aprobada le otorga a los países pobres un 2.5% más de votos, quedándose los otros con un 58%. Es decir, que los ricos mantienen control absoluto de las decisiones tomadas en el más alto foro económico mundial. Dada la identificación socialista del nuevo director, muchos pensaron que posiblemente la organización habría de encaminarse en una genuina senda democratizadora. Sin embargo, éstos resultados apuntan a que se requiere mucho más: seguir desafiando la legitimidad de ésa organización mediante la creación de alianzas estratégicas y la búsqueda de instancias alternativas. ¿Cómo se logra ésto? Tocando al Fondo y a las otras instituciones financieras internacionales (IFIs) donde más les duele: en su imagen organizacional y en su cuenta corriente (no necesariamente en ése orden). Al día de hoy, las mayores reivindicaciones que se han obtenido de las IFIs son: ésta gestión, el perdón parcial y total de la deuda de los paises mas pobres, y el requisito de incluir a miembros de la sociedad civil en la discusión de los programas de ajuste estructural. Repago de la deuda
Reforma en el BM? No.