La Diosa Del Amor

  • October 2019
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  • Words: 1,993
  • Pages: 6
LA DIOSA DEL AMOR Innana, Diosa del Amor, fue desperezándose lentamente y, evolucionando por la vaporosa blancura, contempló la bóveda sin fin. De pronto vislumbró unos puntitos luminosos. "No hay duda, han vuelto a las andadas", pensó. La Diosa de la Luna, que había encandilado a Sumerios y Acadios en la antigua Mesopotamia, tomó en sus manos las lentes especulares y las orientó hacia la bolita. Sus amplios ojos negros se fueron humedeciendo poco a poco. En efecto en la Tierra y allí precisamente, entre sus amados Tigris y Eufrates, se habían desatado las armas aprovechando su ausencia. Con celeridad vertiginosa llamó a Apolo y en un instante la melodía de su lira convocaba a toda la divinidad en torno al Mar de los Suspiros, en la Luna. En breve sus divinidades acudieron y fueron acomodándose en torno al citado mar de lisa y especular superficie. Cuando estuvieron todos, Innana, sin decir palabra, se hizo cargo de los mandos de un divino artilugio e inició el juego de zoom y direccionalidad. En la pulida superficie marina los dioses, mudos de estupor, contemplaron el espectáculo que allí se reflejaba. La nitidez hiriente de la imagen iba a clavarse en las espantadas pupilas divinas. Pudieron contemplar a un millón de hombres que intentaban abrir las tripas de su hermano y restregar su rostro en las vísceras de éste. Y lo hacían, unos como quien ve una película o fuegos artificiales, otros como quien recita una oración. La imagen, conducida por Inanna, se dio un paseo por el resto de la esfera. Los humanos sufrían. Agonizaban por hambre, se arrebujaban en chabolas inmundas o eran víctimas de la incultura, explotación,... En el Norte unos poquitos, regordetes y sonrosados ellos, mientras comían metamorfoseadas patatas fritas que extraían de unas bolsas de fantásticos colores, se repantigaban ante la pantalla dispuestos a contemplar lo que otros querían que viesen que pasaba en la carnecería. Luego, satisfechos del realismo y calidad de la imagen, haciendo malabarismos con sus mandos a distancia, la grababan y codificaban para en la posteridad escribir la historia.

Un colosal vómito de Marduk, dios de la guerra, que se encontraba a la orilla del mar llenó éste de ondas concéntricas. La imagen se arrugó hasta el infinito haciéndose imperceptible. Marte y Kaly acudieron en su ayuda pero, antes llegar, una náusea bestial hizo tambalear a Marte y ambos cayeron. Innana, temiendo que toda la corte acabara indispuesta, cortó la imagen y tomó la palabra: -¡No lo podemos tolerar! Mimados hasta la saciedad. Hemos perdido millones de millones de años preparando ésto. Este engendro, esta defecación, este vómito. No podemos modificar su voluntad, recordad que les hicimos libres. Solo tenemos una salida. Tenemos que destruirlos. ¡Destruirlos! Amón, tras solicitarlo, expresó su opinión: -Comprendo Inanna cómo te encuentras. Entiendo tu rabia al ver Nippur, tu ciudad, arrasada por los pájaros negros del nido andaluz. Pero vamos a esperar. Un poco de paciencia, tantos millones de años esperando, ¿quién sabe?.... Tal vez no tenemos todos los datos o la imagen es parcial o ha sido tergiversada. La Diosa de la Luna, encolerizada por la alusión, respondió: -He sido yo quien ha manejado la imagen. Soy la Diosa de la Luna. Soy redonda, no pentagonal. Amón que nunca la había visto así, desistió. Fue entonces Enlil quien habló: He compartido contigo Nippur hemos sido reverenciados en Ur, en Uruk, en Lagash, en... toda Mesopotamia. Pienso que debemos escuchar a Amón. Propongo que mandemos a dos enviados de confianza que nos aporten datos reales antes de tomar cualquier decisión. Si encontramos un hombre o mujer, uno solo, que grite a favor de la Paz será suficiente para esperar. Innana elevó sus ojos. Su nariz trazó un divino respingo y sus labios pintaron una sonrisa divina también. Asintió: -Enviaré a Ecbatana y Khattusha. Ambas partieron con urgencia en el carro de los alados cisnes cuyas alas batieron el espacio removido por Eolo. En un instante eterno, estaban de vuelta. Ecbatana fue la primera en hablar:

-En la tierra no hay una infinidad de gritos por la Paz. No. Pero los hay. Por otra parte, la gran mayoría sufre. -¡Y los regordetes sonrosados de las patatas fritas...! ¿También sufren? -espetó Diana colérica. -No son capaces de perder sus migajas y su estreñimiento. Saben que sus democracias son teatros de actores mediocres y sus Naciones Unidas un quinteto con tres mudos y un afónico, pero las migajas son fosforescentes.... -respondió Ecbatana. Khattusha dio su resumen: -En términos generales, es muy simple. Se quiere formar un nuevo imperio, como el Egipcio, el Babilónico, el Romano, el Español, el Napoleónico, el Inglés, o el III Reich. Quienes lo pretenden hasta ahora estaban enfrentados con otra potencia. La caída de ésta los ha propulsado. En la zona más concreta del fregado el asunto es simple también. Para hacer sombra a un antiguo enemigo del pretendido imperio, armaron hasta los dientes a un bandido sin escrúpulos, como todos, que ahora se les ha vuelto respondón. Pero la cosa se ha complicado porque allí mana oro negro y, por primera vez en la historia, un morenito les ha dicho a los sonrosados regordetes que quiere poner él el precio de un artículo, del negro y viscoso fluido. Como respuesta el candidato a los laureles, antiguo jefe de pistoleros, ha optado por achicharrar bandido, banda y parientes hasta el enésimo grado, así como sus casas y enseres. De esta manera podrá seguir él solito haciendo girar el grifo del negro elixir, forrará a sus albañiles rehaciendo lo deshecho y completará la escena ciñéndose el tricornio universal. -Y, ¿el resto?- interrogó Artemisa. -¿El resto? A colaborar con el futuro Cesar. La expotencia pretende algún balbuceo, pero el hambre engulle las ideas. Además el futurible, en su campaña, a unos perdona la deuda o fechorías antiguas, a otros oferta golosos contratos para el futuro, a otros promete trocitos de tierra napalmizada y así. ¡Ah! y a otros nada. Total, que la sangre borbotea entre un millón de humanos sin salpicar a quienes menean los hilos. Las heridas tardarán mucho en sanar. El despilfarro del coste de realizarlas tardará mucho en recuperarlo la humanidad entera y la recuperación irá a las espaldas acostumbradas a ello.

Paradójicamente unos poquitos engordarán. Para entrar a formar parte de los poquitos, unos ponen aviones, otros ratas, otros barcos, otros tanques y otros, a la chita callando, prestan sus nidos a los pájaros asesinos. Acabada su exposición, Baco le largó un vasito de zumo. Zeus, con voz grave, preguntó entonces: -¿Puede saberse de dónde habéis sacado esta información? -Por una lado hemos cotejado informaciones de parados, ancianos, enfermos, chicas de calle y niños. Por otro, hemos visitado también a los líderes de los países. No obstante, Zeus, estate tranquilo, pues su versión ya os la hemos facilitado invertida -aclaró Khatusha. En aquel momento Innana con voz atronadora gritó: -¡Aquí tenemos un traidor! ¡Satanás! -y más pausada prosiguióSólo uno de nosotros ha podido producir en los humanos que la maldad de tan pocos y la cobardía de bastantes genere tal acumulación de sufrimiento para la inmensa mayoría de la humanidad y más en concreto para las gentes de las tierras que me honraron. Se hizo un silencio pesado. Los ojos orientados en líneas mil fueron reagrupando su direccionalidad para concentrarse en tres dioses. Estos dieron su versión. El primero fue Yacvhé. -No me miréis. Os equivocáis. Mi pueblo no me sigue. Simplemente me utiliza, pero ya para muy poco. Son dueños de las finanzas y la política y cuentan con gran peso en las metrópolis del imperio. No me necesitan. Alá fue el segundo. -No soy ningún traidor. Los poderosos fanatizan a costa mía. Sí. Pero no podéis negar que a todos os ha pasado lo mismo. De todas maneras, ayudadme a salvar a mi pueblo de la sangre, del fanatismo, de la miseria y del odio que están encendiendo en su pecho. Jesús fue el tercero. Sí. Ya sé qué estáis pensando. Que los agresores y sus pervertidos o retrasados monaguillos son de los míos. Que mi representante sumido en sus obsesiones del sexo, no se ha enterado. Que los multinacionales que arrasan son cristianos. Que las multinacionales de armas también dicen serlo. Que los que emiten la orden de asesinar en masa, en la mismísima alocución, piden una oración hacia mí. ¿Qué queréis que os diga? Todo es

cierto, pero no es menos cierto que mi mensaje está en quienes se niegan a asesinar o a ser instruidos en cómo hacerlo y en quienes gritan Paz. Al final ésos, sin saberlo o poniéndome tibio a veces, son los que en realidad me siguen. De quienes presumen seguirme, hay algunos, pero... pocos. Inanna tomó de nuevo la palabra: -¡Es inútil! No sabremos quién es el traidor. Además daría igual, sólo ellos pueden enderezar el camino. Sólo la valentía y el coraje de los que estén dispuestos a gritar ¡Basta!, aun a riesgo de perder las migajas, pueden llegar a parar la máquina infernal de la guerra. En aquel momento un ¡¡¡BASTA!!! imponente y desgarrador partió de la Tierra. Su fuerza envolvió la galaxia y el universo entero, invadiendo de luz hasta los agujeros negros. Entonces las puras miradas de sus divinidades contemplaron cómo uno de los suyos, el Becerro de Oro, se decantaba como el traidor. El grito de los humanos le había devuelto su verdadera fisonomía, un irregular montón de lingotes. Enlil, Amón y Zeus partieron charlando animadamente. Eolo y Baco se dedicaron a soplar. Apolo volvió a su lira. Marduk y Marte se refugiaron en su armería. Kaly contorsionó sus exuberancias. Afrodita partió con Adonis. Diana se internó en sus bosques. En los ojos de Dionisio, tantos siglos marginado, bailaba la esperanza. Innana, arremolinada en una sonrisa, vagó hacia la Cara Oculta de la Luna donde continúa meciéndose a la espera de un Dios que por el camino de la Paz llegará a crecer en su planeta y acudirá a amarla eternamente. El despertador disparó la radio y ésta soltó las señales horarias. Mercé Remolí rompió el sueño de los amantes con la noticia: "La Guerra ha cesado. Hace exactamente dos horas". Ella prefirió no escuchar las condiciones del vencedor. Era suficiente. Alargó la mano y dejó a la vista el OFF. El, entonces, sin esperar respuesta alguna, lanzó en voz alta su interrogante: -Y, ¿ahora? Ella lo recogió con humor:

-Ahora, los judíos colmarán de besos a los niños de la Intifada, las Naciones Unidas harán honor a su nombre y todos, blanquitos incluidos, acatarán sus resoluciones. El, como casi siempre, por el lado gafe: -Y, ¿no contaremos también con un gendarme universal disfrazado de juez honorable? ¿no contaremos con unos rambos más resueltos al haberse sacudido las pajas de Vietnam? ¿la humillación del mahometano no parirá más integrismo? -¡Oh tú, Don Optimo! -Siempre he sido optimista y sigo siéndolo, lo jodido es estar informado. -De todas maneras ha acabado la guerra. Es un gran paso, no lo niegues. Y además -cambiando de tono- tendremos gasolina para el popó. -¿Para qué popó?, si se lo llevó ayer la grúa. -¡Para éste! -rió ella introduciéndose bajo las sábanas. Se unieron en un abrazo. Uno más de la cadena de éstos que, conforme giraba el planeta, iban teniendo lugar a una con el amanecer progresivo que regalaba la noticia. Tras el abrazo, la somnolencia transportó a ambos a una tibia relajación. Él fue recorriendo con suavidad las redondeces de su compañera que, con los ojos semicerrados, saboreaba las caricias. -Eres redonda... como la luna -musitó el soñador. Mas el realismo, de la mano del cretino habitual de las manecillas, vino a romper la magia. -¡Menos cuarto!- gritó ella. Ambos saltaron de la cama y se dirigieron al baño. Por la ventana de éste, la Luna, desdibujada un tanto por el vapor atrapado en el vidrio, se dejaba contemplar alborozada.

JAVIER MINA, Iruña, 28 de Febrero de 1991

Publicado en “Navarra Hoy”, 28-2-1991 y “Antojos de Luna” 12-1995

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