El hijo regresa a la Casa de su Padre. 41 años de su partida.
15 de Septiembre de 1968.
Iglesia de la Adoración…
La Iglesia de la Adoración es el cumplimiento de una promesa hecha por el Fundador de Schoenstatt en momentos de peligro para la Obra.
Es su primera misa, en ella lo invade un momento de recuerdo y gratitud por la acción salvífica de la Santísima Trinidad y la protección visible de nuestra Madre. Es un regalo de amor y de la misericordia divina.
En la fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen, el Padre Kentenich, luego de 58 años de sacerdocio comienza su última misa y despedida.
Su primera Eucaristía en la iglesia de la Adoración, en el mismo lugar en el que en unas horas más estará su ataúd abierto.
La sacristía que se convertiría en la “Capilla del Fundador”, su lugar de descanso. Simbolizada por una alfombra roja
En la Eucaristía se oró… “Haz, oh Señor, que la acción continua de tu misericordia purifique y proteja a tu Iglesia y dado que sin Ti no puede ella permanecer incólume, gobiérnala siempre con tu gracia…”
Los cantos de la Misa se convierten en un canto para la muerte: “Inclina, Señor, tu oído a mis súplicas y escúchame; salva, Dios mío a tu siervo que espera en Ti; ten piedad de mí, Señor, porque a Ti he clamado todo el día…
Su muerte fue una coronación de una vida consagrada a María y su misión.
Su vida terminó con una Eucaristía. Poco tiempo antes había dicho que moriría cerca del altar. Había predicado que la Santa Misa debía ser el punto de partida, cumbre y culminación de nuestra vida cotidiana.
También la epístola y el evangelio revelan su significado sobre el fondo de los próximos acontecimientos…
¡Cuántas veces enseñaba a los suyos las palabras de exhortación de San Pablo, previniéndolas hasta el fin: “Y así mientras tenemos tiempo, hagamos bien a todos…” (Gal 6, 10)
Cada párrafo de la lectura, arroja clara luz sobre la vida y las obras del Fundador.
“uno lleve la carga del otro, y así cumpliréis la ley de Cristo…” (se recuerda el 20 de enero de 1942 y la actitud de la que brotaron las oraciones de Dachau: “Cadenas llevaré gustosamente, más da a la Familia libertad fulgente”).
La Pascua del Padre
…aconteció en medio de todos los suyos, murió en Familia.
El Evangelio habla de la
resurrección de un muerto
(Lc. 7, 11-16).
“Ite, Missa est”.
“Id ahora, yo los envío”, estas palabras junto con la bendición sacerdotal son el último don y las últimas palabras de nuestro Padre y Fundador para su Familia.
En la Iglesia resuena el canto final de las Hermanas: “…Tú eres la Reina de nuestros corazones. Acéptanos como holocausto de amor para el Señor”.
…El Padre comienza a morir.
7:07 hrs., el Padre se ha ido.
Se fue tan callado, tan sencillo y con tanta naturalidad y sin exigencias personales, pero también como venido de Dios.
Y Dios, para él, era TODO.
La muerte repentina no pudo sorprenderlo. El Padre vio todos los acontecimientos ordenados en una misma meta: ¡“Hacia el Padre va nuestro camino”!
Aún en su mensaje de salutación habló de que el sentido de la historia del mundo es la búsqueda y el regreso de los elegidos por Cristo y María, en el Espíritu Santo, al Padre.
En su entierro se congregaron schoenstattianos de 24 naciones. Sus hijos querían darle su último adiós y expresarle su gratitud y fidelidad. La despedida comenzó desde el Santuario Original, en el valle, donde 54 años atrás había nacido la Familia.
En su funeral se recordó fragmentos del Acta de Fundación y se lo despidió tañendo la Campana del Santuario y entonando el “Cántico al Terruño”.
Luego la larga procesión subió a la iglesia de la Adoración. Las novicias de las Hermanas de María acompañaban el ataúd, cada una llevando una azucena blanca.
Las campanas de la Iglesia de la Adoración doblaban para acoger definitivamente al Padre.
Alguien dijo “Lo han sepultado como a un rey”.
En la misa, de cuerpo presente, concelebraron unos 200 sacerdotes. Monseñor Tenhumberg dijo en su sermón: “Todo gran hombre es una carta de Dios para su época. La vida de nuestro Padre Fundador es nuestra carta de Dios… La herencia del Padre es nuestra misión”.
Su muerte es como un Amén de Dios
a la misión divina de su vida.
El 15 de septiembre nuestro Padre fue llamado inesperadamente al Hogar Eterno. Fue sepultado en el mismo lugar de su muerte, que se ha convertido en lugar de gracias y bendición.
Él sigue presente en su Obra, entre sus hijos. Su presencia y ayuda se vuelven tangibles, diariamente lo experimentamos así, y de manera especial desde este lugar sagrado, donde toca la tierra al cielo.
(Hacia el Padre).
“Enséñame a vivir cada día de tal manera, que el morir sea fácil, como corresponde a un heredero del cielo…”.
Amén.