La agenda de las nuevas masculinidades Ponencia presentada en el Acto Público de Lanzamiento de Convocatoria al Encuentro Nacional de Masculinidades 2008 San Salvador, 24 de Octubre de 2008
Hablar de masculinidades ya no es una cosa nueva, a tal punto que ahora los discursos hablan de las “nuevas” masculinidades y esto tiene a su base la crisis del sistema de género patriarcal que provoca fisuras en el modelo de masculinidad hegemónica. Como sabemos, la categoría de género es relacional y las identidades de género, femenina y masculina, se construyen de cara una a la otra y no en el aislamiento. De esta manera, cuando surge el discurso de las “nuevas” masculinidades es porque las tradicionales ya no cumplen sus funciones, cuando para la reproducción del sistema se necesitan unas nuevas, más eficaces y más eficientes, por un lado, o bien, por el otro, cuando para el cambio del sistema de género se necesitan unas masculinidades diferentes a las ya existentes. Una lectura apropiada del signo de los tiempos nos evidencia que limitar el trabajo de masculinidades a la lucha de los hombres contra la violencia hacia las mujeres, no solamente es reduccionismo académico, sino que desde el punto de vista político tiene graves implicaciones ya que, generalmente, ese trabajo, al cuestionar a los individuos sin cuestionar el sistema patriarcal, es asimilado por este y termina ayudando a su reproducción. Limitarse a la condena de los hombres agresores sirve de cortina de humo para ocultar otros tipos de violencia de género, muchos de ellos atribuibles al Estado, no solamente contra las mujeres sino contra los diferentes. Como se sabe, la homofobia, a la par de la misoginia, son pilares ideológicos fundamentales del sistema patriarcal. Limitarse al trabajo de grupos sin articularse con el movimiento de mujeres y hacer un frente común en la lucha por la equidad de género no nos llevará muy lejos. Como señala Gomáriz, refiriéndose al concepto de Democracia de Género: “No
se trata de negar a los grupos de hombres, la necesidad o conveniencia de tener sus propios espacios, pero al mismo tiempo no busca conducirlos a una actuación por separado y segmentada de la lucha común por la equidad de género, como sucede hasta ahora con buena parte de esos grupos. Se trata más bien, de que los hombres, desde los grupos de hombres o desde espacios mixtos, se integren en la corresponsabilidad del trabajo a favor de la equidad de género, en una plataforma común de mujeres y hombres”.
Ahora bien, para poner el trabajo de los grupos de hombres en su justa dimensión es necesario articularlo con lo público, con el accionar del Estado, es decir, con las políticas públicas. Como señala la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género, grupo español, en su Manifiesto “Por el desarrollo de políticas de igualdad dirigidas a hombres”:en el apartado “La responsabilidad de los poderes públicos” “…Es
importante que la necesidad de cambiar el modelo machista no se limite a una obligación meramente individual o con beneficios individuales. La transformación de los hombres y su incorporación al camino de la igualdad es un tema social y político: lo personal es político. Se trata, pues, de una obligación política y social porque tiene consecuencias sociales que no deben ser ignoradas”. “A partir del momento en que se evidencia que la identidad masculina tradicional conlleva, necesariamente, la misoginia y la homofobia y que, además, implica costes educativos, de seguridad pública y penitenciarios,, sanitarios, laborales y otros; a partir de ese momento, cambiar la identidad masculina tradicional se convierte en responsabilidad de los poderes públicos. No actuar contra la identidad masculina tradicional, conociendo sus costes nos convierte en cómplices de la injusticia y del malestar social” “Una vez señalado el problema deja de ser una opción o posibilidad para convertirse en una responsabilidad política, en una obligación pública”. En dicho documento, AHIGE también cita el informe “El papel de los hombres y los niños en el logro de la igualdad de género”, presentado por el anterior Secretario General de la ONU Kofi Anan y aprobado por la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en marzo de 2004, que establece el marco jurídico vigente en la materia: “Todas las personas se benefician de la
igualdad”, además plantea que los hombres y los niños, a través de la asunción de sus responsabilidades y del trabajo conjunto con las mujeres, son esenciales para lograr los objetivos de la igualdad. La Comisión reconoce explícitamente la capacidad de cambio en los hombres y los alienta a seguir tomando iniciativas para seguir eliminando los estereotipos de género y promover la igualdad”. Pero la Comisión va más allá y aborda un asunto álgido en las relaciones y la interacción con los organismos de mujeres: “La participación de los hombres
debe estar coordinada y ser compatible con la potenciación del papel de la mujer. En ningún caso, la utilización de recursos en programas dirigidos a hombres debe hacerse en detrimento de los recursos destinados a las mujeres. La adhesión a estos principios garantiza que las políticas de género se centrarán en las relaciones entre mujeres y hombres, en vez de en los hombres y en las mujeres por separado”. Para llegar a ello, la construcción de una Agenda Nacional de Masculinidades, como paso previo a la formulación de una Agenda Nacional de Género, es
preciso insistir en el desmontaje de la masculinidad hegemónica en el trabajo mismo que se pretende adelantar desde los individuos y organizaciones. Estas realidades ya han sido registradas en conferencias internacionales desde hace varios años. Por ejemplo, en la Resolución de la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, denominada Beijing + 5, se incluyeron dos temáticas emergentes: la primera, el registro de los efectos contradictorios de la globalización y los más nocivos del ajuste estructural económico en los países en vías de desarrollo. La segunda, la atención que hay que prestar a la integración de los hombres en el cambio de las relaciones de género. Esta última, que es la que nos interesa destacar, aparece reflejada en varios apartados de la resolución: En el tercer epígrafe sobre desafíos actuales que afectan a la implementación completa de la Declaración de Beijing y la Plataforma de Beijing se afirma: “El contexto cambiante de las relaciones de
género, así como la discusión sobre equidad de género han conducido a una creciente reevaluación de los roles de género. Esto ha imputado una discusión más profunda sobre los roles y responsabilidades de mujeres y hombres trabajando juntos hacia la equidad de género…” De igual forma, en el siguiente acápite sobre acciones e iniciativas para superar los obstáculos y alcanzar la pronta y completa implementación de la plataforma de Acción de Beijing, se sostiene: “La equidad de género implica que las
necesidades, los intereses, las preocupaciones, experiencias y prioridades tanto de mujeres como de hombres sean una dimensión integral del diseño, implementación, monitoreo a nivel nacional e internacional, así como seguimiento y evaluación, de todas las acciones en todas las áreas (prfo. 44). Y desde esta perspectiva se hace un llamamiento a la actuación conjunta de mujeres y hombres, enfatizando la necesidad de que estos participen: “Los
procesos de formulación de políticas (para la equidad de género) requieren de la cooperación de mujeres y hombres en todos los niveles. Hombres y niños deben ser involucrados activamente y alentados a participar en todos los esfuerzos para lograr las metas de la Plataforma de Acción y su implementación”. Lo planteado no significa en manera alguna abandonar la lucha contra la violencia hacia las mujeres, sino dotarla de nuevos contenidos que permitan trascender de considerar la violencia solamente como física o psicológica e inclusive patrimonial, sino involucrarse en los temas de Salud Sexual y Reproductiva y Prevención de VIH-SIDA, valoración del trabajo reproductivo, Cohesión Social, Paternidades y otros que esperamos que surjan en el trabajo de mesas que desarrollaremos a continuación Como se sabe, el no reparto del trabajo doméstico y de cuidados hace que muchas mujeres se vean atrapadas en la dependencia económica de sus maridos y/o la pobreza y está comprobado que la dependencia económica
desprovee a las personas de los derechos más básicos, empezando por la capacidad de decidir sobre sus propias vidas. Las dimensiones de la invisibilización del valor del trabajo reproductivo de las mujeres salvadoreñas fueron planteadas en el Informe sobre desarrollo humano 2007-2008, del PNUD, denominado “El empleo en uno de los pueblos más trabajadores del mundo”, al señalar: “Sí se contabilizara el trabajo doméstico no remunerado en el Producto Interno Bruto (PIB), se tendría que, para 2005, hubiera significado un aporte del 32%. Un aporte superior a la contribución económica de la industria y que casi triplica el aporte del sector agropecuario”. Como quedaba de manifiesto en el Foro: ¿Es posible un Pacto entre los Géneros?, realizado en el marco del Seminario de Género y Cohesión Social, realizado el pasado Julio en Antigua Guatemala, las mujeres obviamente quieren poner fin a la violencia en las formas que la considera la Convención de Belem do Pará, pero pretenden también que otros temas sean considerados, como la división del trabajo reproductivo con criterios de igualdad. En el Seminario Especializado que junto con otras entidades actualmente desarrolla CEMUJER en esta ciudad, sobre los retos para la implementación de la Convención de Belem do Pará, se mencionaba un hecho revelador. Posteriormente a la aprobación de la Convención y en el cumplimiento de sus mandatos, en el continente se promulgaron 32 leyes contra la violencia, pero solamente existen 5 leyes para la igualdad de las mujeres. La participación de mujeres y representantes de organismos de mujeres en el Taller Metodológico que se desarrollará a continuación tiene que ver precisamente con la necesidad de recoger de primera mano el sentir y el pensar de las mujeres sobre los contenidos de la Agenda de las Nuevas Masculinidades, por una parte, y obedece a la orientación estratégica del trabajo del Foro Permanente que se plantea la construcción de alianzas con el movimiento de mujeres. Teniendo en cuenta las reflexiones anteriores, es válido preguntarse ¿Hacia dónde nos enrumbamos? Hacia un Pacto entre los Géneros que nos “debe
llevar a la sustitución del viejo contrato social por uno nuevo, en el que las mujeres alcancen las mismas oportunidades de realización personal y social y mediante el cual hombres y mujeres asuman compartir las responsabilidades familiares, el trabajo y el poder, superando los roles sexistas, en una sociedad donde mujeres y hombres puedan desarrollar sus capacidades y se enriquezcan en la vida familiar y social”