Koinonia

  • May 2020
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AMEMONOS DE CORAZÓN 1 Juan 1:3 Introducción: En el Antiguo Testamento no hay término específico ni alusión Escritural que configure un proceso mediante el cual el hombre podía tener comunión con Dios. Por el contrario, siempre se enfatizaba que a través del sacrificio de animales, el hombre buscaba cubrir su pecado y congraciarse con Dios (Éxodo 12:2-13; Levítico 1:6:8-13; 8:18-21; 16:24). Sólo en el Nuevo Testamento y gracias a la obra redentora del Señor Jesús, se abrieron las puertas para tal comunión (gr. Koinonía), es decir, gracias al Señor Jesús podemos tener comunión con Dios. El sacrificio del Señor Jesús nos limpia de todo pecado y nos presenta justos ante Dios Padre. (Hebreos 9:24-28). Por tanto, el Señor Jesús nos acercó a Dios (Juan 14:6). La comunión con Dios y entre los hermanos, identifica el crecimiento cristiano. La comunión entre los hermanos, y de los hermanos con Dios el Padre y Jesucristo su Hijo, es una de las metas del crecimiento cristiano (1 Juan 1:3). Mediante la presencia de Dios en nosotros, por la obra del Espíritu Santo, el Señor Jesús anunció una comunión plena (Juan 14:20). La comunión fue anunciada por el Señor Jesús como fundamental para que se produjera el crecimiento cristiano (Juan 15:4-6). El Señor Jesús rogó al Padre que guardara a sus seguidores en unidad (Juan 17:11, 20-23). Los primeros cristianos evidenciaron comunión (Koinós) en sus relaciones interpersonales (Hechos 2:41, 42; Gálatas 2:9). Dios mismo nos llamó a una vida de comunión con Él, y con Jesucristo Su Hijo (1 Corintios 1:9; 2 Corintios 13:14). III.- La comunión con Dios y con los hermanos se refleja con hechos Gracias a la obra del Espíritu Santo en el cristiano, se puede producir una comunión con Dios pero también con los demás. Hay buenas relaciones interpersonales (Filipenses 2:1, 2). La comunión con Dios y con los hermanos echa fuera toda rivalidad (v. 3 a). La comunión con Dios y con los germanos afianza el respeto mutuo (v. 3 b). La comunión con Dios y con los hermanos estimula hacer las cosas para el bien de todos (v. 4). Gracias a la comunión con Dios y con los hermanos, el cristiano mira los sufrimientos como la experiencia de compartir los padecimientos de Cristo (Filipenses 3:7-11). Si nuestro testimonio de vida no refleja a Cristo, no hemos alcanzado la comunión plena con Dios y con los hermanos (1 Juan 1:6, 7). Unas buenas relaciones interpersonales son el fruto de una relación íntima y permanente con Dios. Si estamos caminando en Su presencia, consecuentemente nuestro desenvolvimiento será eficaz. Obviamente surgirán problemas; constituyen una situación inherente a los obstáculos que pone Satanás al cristiano. No obstante, con ayuda de Dios es posible superarlos. La comunión con Dios se manifiesta en amor, comprensión, tolerancia y optimismo por encima de cualquier circunstancia adversa.

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