Joyería en Perú Se sabe que el Perú, durante su historia, ha producido más de 3,900 millones de onzas de plata, y es posible que sea la parte del mundo más prodigiosa en este metal. La abundancia y calidad del mineral han permitido el desarrollo de una orfebrería de gran pureza estética, diversidad y riqueza. Diversos acontecimientos marcan la historia e importancia de este arte en el Perú. En el Perú, la orfebrería es un oficio que se remonta al año 1000 antes de Cristo, según testimonian las finas láminas de oro halladas en Lurín. Esta tecnología, que demoró en dominarse, fue impulsada por necesidades mágicas y religiosas y no por fines guerreros, como ocurrió en Oriente. En este oficio, la plata era un material fundamental, pues constituía la base de sofisticadas aleaciones realizadas en la metalurgia. A partir de entonces, las diversas etapas de la historia de el Perú están estrechamente ligadas con la plata. De la época Precolombina se han encontrado muy pocas piezas de plata pura; por lo general, el binomio plata-oro era la constante en los trabajos. Esto se explica porque, para los creadores y para sus sociedades, lo importante no era el valor mercantil sino el valor simbólico de las piezas, el cual se obtenía a través de los colores, precisamente con la mezcla de los metales. Por ello, en el incanato, la plata rivalizó con el oro en la elaboración y ornamentación de piezas suntuosas para recreación y servicios de la nobleza imperial. Así como el oro traía para los pobladores reminiscencias solares, la plata era relacionada con la luna por su color y luminosidad Con los conquistadores llegaron orfebres españoles que enseñaron a los artesanos peruanos a laminar, repujar, incidir, repujar y cincelar el metal. La amalgama de estas dos corrientes dio como resultado una riqueza ornamental y un estilo de creciente influencia indígena de gran calidad estética. La plata era tan abundante que proporcionaba a los artesanos gran cantidad de materia prima de altísima calidad para la elaboración de excelentes trabajos de filigrana, así como piezas religiosas y utilitarias que fueron muy admiradas durante el virreynato, que son conservadas hoy como de incalculable valor.
Lima, Cusco, Arequipa y la zona centra del Perú (San Jerónimo Huancayo), como también, Puno y Bolivia, conocida como Alto Perú, se convirtieron en los centros más importantes de producción; en algunos de estos lugares se formaron gremios de plateros. Con la Independencia, el gremio de la platería, que era tan numeroso, se vio muy afectado por las campañas militares de la emancipación, y la mayoría de sus integrantes se redujeron a meros tasadores y testigos del despojo que sufrían las iglesias y los pobladores. A partir del siglo XIX, la platería deja de tener la importancia y la preeminencia que tuvo durante la Colonia, y se ve influida por otros estilos. Actualmente, la producción sigue vigente, artesanos e industrias dedicadas a esta actividad continúan enriqueciendo este antiguo arte viendo como alternativa y fuente de ingreso económico.