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No es permitido el publicarlo o distribuirlo para lucrarse Traducción de Zulma M. Corchado de Gavaldá
Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron lo que habían hecho y enseñado. Y como no tenían tiempo ni para comer, pues era tanta la gente que iba y venía, Jesús les dijo: “Vengan conmigo ustedes solos a un lugar tranquilo y descansen un poco. Así que se fueron solos en la barca a un lugar solitario.”
Pero muchas personas les vieron salir y corrieron por tierra y llegaron antes que ellos.
Al Jesús desembarcar y ver tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor.
Así que Jesús se sentó con sus discípulos y comenzó a enseñarles muchas cosas.
Cuando ya se hizo tarde, se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Se está haciendo tarde. Despide a la gente, para que vayan a los campos y pueblos cercanos y se compren algo de comer.” Pero Jesús les contestó: “Denles ustedes de comer.”
“¿Con qué?,” preguntó Felipe. “¡Gastariamos una pequeña fortuna para comprarle comida a toda esta gente!”
“¿Cuánto alimento tienen?,” preguntó Jesús.
Entonces Andrés, el hermano de Simón Pedro, dijo: “Hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; ¿más qué es esto para esta multitud?"
“Díganle al muchacho que traiga los panes y los peces,” dijo Jesús. Entonces le dijo a ellos: “Pídanle a la gente que se sienten en grupos de más o menos cincuenta personas.”
Tomando los cinco panes y los dos peces y mirando al cielo, Jesús dio gracias y los partió. Entonces se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente.
Y todos comieron hasta estar saciados. “Recojan los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada,” les dijo Jesús. Los discípulos recogieron doce cestas de pedazos que sobraron.
Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: "En verdad este es el profeta que hemos estado esperando."
Pero Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo a la fuerza y declararlo rey, se retiró de nuevo a la montaña para estar solo.
Cuando piensas que eres muy pequeño o que no tienes mucho que ofrecer, recuerda la historia del niñito de los panes y los peces.
¡Lo pequeño se convierte en grande y lo poco se convierte en mucho cuando se pone en las manos de Dios!
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