Hornos microondas. Nos situamos en el Reino Unido, año 2000. La historia que fue emitida como una alerta seria sustentada por las autoridades señalaba que un guardia de seguridad de veintiséis años decidió calentarse una taza de agua para prepararse una café soluble. Era un ritual que ejecutaba todas las noches para aguantar mejor el tirón del sueño. Tras el tiempo estipulado para calentar el agua, un minuto, el aparato se apagó y el guardia cogió la taza. Ahí comenzó su pesadilla.
El guardia descubrió al retirar la taza que esta no estaba hirviendo, ni siquiera estaba caliente. Acto seguido estalló, causando severos daños en el rostro al agente de seguridad. Según la información, presuntamente oficial, el afectado sufrió heridas de primer y segundo grado en el rostro, además de varias cicatrices provocadas por pedazos de cerámica de la taza. Por si fuera poco perdió visión parcial de un ojo. De acuerdo con esos mismos datos. La causa del accidente estuvo en el mal funcionamiento del aparato que provocó un acumulamiento de energía no liberada en la misma taza.
La historia circuló a partir de marzo de 2000. El aviso venia sellado y firmado por el departamento de seguridad y salud de la universidad de Westminster en el Reino Unido. Sin embargo, versiones similares a esta circulaban con anterioridad por diferentes países. Lo llamativo es que la organización Snopes, la más conocida en el mundo de las leyendas urbanas, no ha podido confirmar que sea totalmente falsa la información. Sí lo es el hecho concreto en sí. El relato del agente de seguridad en es una leyenda. Sin embargo, una información fechada en febrero del 2000, de la agencia de noticias norteamericana Scripps Howard News Service señala que algunos expertos indican la posibilidad de que algo Ali, aunque en menor escala puede llegar a ocurrir.
Este caso es uno de los más claros de cómo funcionan las leyendas urbanas. Hay muchas en relación a los aparatos de microondas que en los últimos veinte años han cambiado la vida de millones de personas. Pero como todo avance propio de los tiempos tecnológicos el ser humano reacciona creando leyendas urbanas que parecen confirmar ciertos peligros que presentan las ondas microondas, no los aparatos en si mismos. Algo similar sucede con los teléfonos móviles que también han generado muchas leyendas de este estilo. De hecho, un reciente estudio efectuado por la
universidad de Granada confirma los riesgos que para la salud pueden tener las emisiones de radiaciones electromagnéticas. Esa sospecha, aunque discutida en muchos ámbitos de la administración, y por algunos científicos, es la base real sobre las que se erigen las leyendas urbanas asociadas a los aparatos de microondas.
Una historia de este estilo que ha circulado por varios países americanos a este respecto es todavía más espectacular. La protagonista es una muchacha que, según se cuenta, vivió un día excesivamente festivo en vez de cumplir con sus obligaciones caseras, entre ellas, cuidar de una hermana pequeña de seis años. Cuando regresó a su casa, se duchó rápidamente para borrar todo rastro de su fiesta y de su estado etílico. Sin embargo, cuando salió de la ducha alguien llamó al portero automático. Era su madre, y ella con el pelo mojado. Ali que ni corta ni perezosa para evitar dar explicaciones decidió meter su melena en el microondas.
El cabello se secó justo cuando la madre abría la puerta. Sin embargo, horas después en la universidad sus compañeros le hicieron notar que tenía aspecto demacrado. En un principio pensó en la borrachera que había cogido apenas unas horas antes. Pero sus compañeros le insistieron que su calavérico rostro era pero. Que el peor que pudiera quedársele detrás de una resaca. Apenas unos segundos después, mientras subía unas escaleras, se desmayó, cayó en redondo. Estaba muerta.
La autopsia reveló la causa de su fallecimiento. Los médicos no podían dar crédito a lo que acababan de descubrir. Su cerebro estaba quemado, abrasado. Gracias a la niña de seis años que debía haber cuidado y que vio como su hermana empleaba el microondas para secarse el pelo se supo cual era la causa de tal desgracia. Lógicamente en sólo una leyenda. Pero historias similares a esta se han escrito muchísimas. La muchacha introdujo su cabellera pero, evidentemente, no la cabeza. Es lógico pensarlo. Sólo este hecho invalida la leyenda. Esta y todas las similares. Efectivamente las emisiones de este tipo pueden ser perjudiciales en medio y largo plazo, pero nunca generan historias como las aquí relatadas.