Hogar Colegio La Milagrosa Arecibo,Puerto Rico Departamento de Computadoras Nombre: Fabiola A. Narváez Rullan Grado: 12mo
fecha: 19 de octubre de 2009 analisis: Película Homeless to Harvard
Liz Murray ha de tener 23 años. Su familia fue totalmente disfuncional: sus padres eran drogadictos, adictos a la cocaína, incluso antes de que ella naciera. La pobreza fue el signo distintivo de su hogar: vivían en el Bronx, uno de los barrios indigentes de Nueva York, literalmente en una pocilga sucia y descuidada. Su madre, aparte de esa adicción, también era alcohólica y esquizofrénica, lo que hacía prácticamente imposible cuidar de Liz y su hermana mayor, Jess. Las niñas no tenían las mínimas oportunidades que otros pequeños dan por hecho: alimento, calor en invierno, ropa, un lugar seguro para vivir. Liz aprendió a alimentarse de los desperdicios que encontraba en basureros y, a pesar de tener 10 años, prácticamente cuidaba de sus padres, especialmente de su madre. Cuando cumplió 15 años, su madre que para entonces padecía Sida y tuberculosis, murió. Liz fue enviada a un albergue de adolescentes, pero lo abandonó. En ese momento supo que debía cambiar su vida, se dio cuenta que siempre había vivido para los demás, pero con la muerte de su mamá, ahora ya sola, debía por sí misma construirse el propio futuro. En dos años terminó sus estudios de secundaria y preparatoria con las más altas calificaciones de la escuela: un logro extraordinario si vemos que el plan de estudios considera cuatro años para concluir esos grados. Todo gracias a su empeño y a un profesor que fue quien la apoyó, guió e inspiró, quien le cambió la vida. Un día encontró la solicitud para una beca universitaria que daba el periódico The New York Times.
Curiosamente, la pregunta para hacer el ensayo de la solicitud era: “¿Qué obstáculos has encontrado en tu vida que te han hecho quien eres hoy?”. Con la beca, entró a Harvard y jamás se dejó intimidar ni por la prestigiosa universidad, ni por sus compañeros. Su vida le había enseñado que todos los seres humanos son iguales, que no había por qué bajar la mirada. Posteriormente, se cambió a la Universidad de Columbia, en Nueva York, para estar más cerca de su papá, a quien Liz decidió atender. Aunque en momentos de su adolescencia hubiera querido negar su pasado, ahora es su historia su instrumento de trabajo. Su testimonio invita a muchas reflexiones en un mundo en donde lo damos todo por hecho. Demuestra que si bien las circunstancias en las que una persona puede vivir son muchas veces inevitables, el ser humano puede cambiar su propia realidad. Liz no tuvo pan, pero sí sueños. Careció de dinero, pero no de esperanza y coraje, su adolescencia fue cuesta arriba, pero ella subió a la cima. Ella es testimonio de que, a pesar de vivir en la adversidad, se puede salir adelante; que a pesar de todo existe la esperanza. Liz supo integrar su dolor a su manera de estar en el mundo, encontró sin resentimientos su propia curación.