Explosivo Rompecabezasdoc

  • November 2019
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LOS BALCANES, Explosivo rompecabezas. Guillermo Almeyra Resumir la historia de esta región tan marcada por las llanuras regadas por el Danubio y por su colocación en la parte oriental del Mediterráneo, requeriría un espacio mucho mayor. Por consiguiente, trataremos aquí de explicar sólo algunos aspectos fundamentales -los que atañen particularmente a la actual guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, lunga manus de Estados Unidos, contra la llamada pequeña Yugoslavia (la república federal formada por Serbia y Montenegro)- y también intentaremos deducir de la historia algunas posibles consecuencias de esta agresión que no tiene precedentes desde el ataque de Hitler a Serbia. Cuando los medios de información manipulados por los agresores intentan reducir todo a la personalidad agresiva y nacionalista del líder serbio Slobodan Milosevic (que no puede ser ni ignorada ni desestimada, pero tampoco explica por sí misma un conflicto de esta magnitud) es necesario volverlos ojos al pasado, lejano o cercano, y estudiar aunque sea someramente las bases materiales (políticas y económicas) de esta guerra cruenta. El Mosaico balcánico Empecemos por los Balcanes: en esta atormentada península europea conviven difícilmente la ex Yugoslavia hoy fragmentada y que dio origen a la pequeña Yugoslavia, formada por Serbia y Montenegro, Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina (dividida entre las regiones o repúblicas musulmana,croata y serbia), Albania. La Grecia continental, la parte europea de Turquía, Bulgaria y el sureste de Rumania. La historia de esta región está marcada por la penetración en ella hace cuatro mil años de pueblos indoeuropeos que se instalaron en las riberas del Adriático, en la Iliria y el Epiro, y sobre el Egeo, en Macedonia y Tracia. Helenizados, tuvieron gran influencia en el mundo antiguo, con Filipo y Alejandro el Grande de Macedonia o con Pirro, rey del Epiro, que combatió contra Roma. Ésta ocupó toda la península después de apoderarse de Grecia y formo en ella cuatro provincias (Dacia, Tracia, Mecia e Iliria), pero su influencia fue superficial, ya que el Imperio Romano se dividió en un Imperio de occidente, con Roma como capital, y otro de Oriente, basado en Constantinopla, al cual quedaron sometidas estas provincias, y ta que las continuas invasiones de otros pueblos germánicos o asiáticos (sármatas) modificaron permanentemente el panorama étnico y cultural. En los siglos V al VII de nuestra era se instalaron allí los eslavos, provenientes de Ucrania, y en el VII también lo hicieron los búlgaros, un pueblo fino-mongol que asumió la lengua y la cultura eslavas. Serbios y croatas, por lo tanto, desde

hace más de 1500 años están en las regiones que hoy habitan y, al igual que los búlgaros, tienen en su pasado momentos gloriosos de independencia (con grandes y potentes reinos ya a partir del siglo IX, en el caso de estos últimos, y en los siglos XII y XIV en el caso de los primeros), y otros, largos, seculares, de sometimiento a los turcos, que ocuparon la península. Croacia y Eslovenia, las regiones occidentales de esta tierra de paso, fueron cristianizadas por el Imperio de Occidente, y por lo tanto son mayoritariamente católicas y tienen un alfabeto latino; Serbia, Macedonia y Bulgaria, en cambio, lo fueron por el Imperio de Oriente, son de religión cristiana ortodoxa como Rusia, y como ésta, tienen el alfabeto cirílico (del nombre del monje búlgaro que cristianizó a las tribus y, para hacerlo, inventó un alfabeto diferente del griego y del latino). Las regiones occidentales sufrieron en el Medievo, la conquista por Venecia ya a partir del siglo X (ocupando la costa Dálmata de la actual Croacia hasta Grecia), que sembró de puertos militares, cono RagusaDubrovnik, Zara, Durazzo, Corfú, Cefalonia), o por el reino de Hungría, que en el siglo XI se anexó Croacia y Bosnia. Las regiones orientales, en cambio, vivieron en lucha contra los emeradores bizantinos, hasta que en un proceso que duró desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV, los turcos conquiestaron Constantinopla y toda la región en la que permanecieron durante casi cinco siglos. La formación de los países actuales. Con la ayuda de Rusia y de los Venecianos, a los cuales Turquía había quitado el dominio comercial y político del Mediterraneo oriental y el acceso al Asia Menor, Montenegro se liberó de los turcos en el 1700. Serbia se levantó a su vez en 1804 y formó un principado en 1817, Grecia insurgió y obtuvo su independencia en 1829 y los principados rumanos de Moldavia y Valaquia consiguieron su autonomía en 1856. Pero la decadencia de Turquía abrió el camino a Rusia, que había derrotado a la Sublime Puerta en la guerra de 1877-1878. Entonces Inglaterra y Austria, temerosas de que Rusia controlase el paso de los Dardanelos y tuviese acceso libre al Mediterráneo, y de allí a los mares calientes asiáticos (o sea a la India, que era colonia inglesa), crearon una barrera antirrusa concediéndoles la independencia a Bulgaria, Serbia, a Montenegro y a Rumania, y colocando a Bosnia y Herzegovina bajo el dominio de Austria y Hungría, que se anexó las dos regiones en 1908 y obligó a los turcos a aceptar la independencia de Albania. Serbia y Bulgaria se desgarraron en la guerra de 1885 por la disputa de los territorios arrrancados a los turcos y Grecia combatió nuevamente contra Turquía en 1897. La decadencia de los otomanos, por otra parte, determinó la primera guerra balcánica entre búlgaros, serbios y griegos --aliados-- y los turcos, en 1912-1913 (un año antes de la Primera Guerra Mundial), que expulsó prácticamente a Turquía del continente europeo y liberó a Macedonia de los turcos; pero las disputas sobre la división de esta última región llevaron a Bulgaria a atacar a Serbia y a Grecia, que se aliaron con Rumania y la

derrotaron. Serbios y griegos se dividieron entonces la mayor parte de Macedonia. Se crearon así nuevas tensiones. Serbia esperaba liberar Bosnia-Herzegovina del yugo Austro-húngaro y reunir a todos los eslavos del sur (o sea, incorporar a los croatas y eslovenos dominados por Viena); Austria, a su vez, esperaba la ocasión para aplastar a Serbia; Bulgaria y Turquía, derrotadas esperaban la revancha apostando todo a una alianza con las potencias centrales (Alemania y el Imperio Austrohúngaro); Rumania y Grecia, en cambio, buscaban apoyarse en Francia. Todo eso llevaba a una participación subordinada de los países balcánicos en la disputa entre las grandes potencias que culminó poco después con la Primera Guerra Mundial, al terminar la cual, Turquía y Bulgaria fueron despedazadas por los vencedores; Austria, por su parte, perdió Istria y Fiume y parte de la costa Dálmata, que pasó a manos de Italia, que durante la guerra había ocupado el sur de Albania, y no pudo impedir la unificación de los pueblos eslavos del sur enel reino de los serbios, croatas y eslovenos, llamado después Yugoslavia, que Belgrado dirigía, y que incorporó también al reino antes independiente de Montenegro. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial los Balcanes se encontraban así ante el nacionalismo de los croatas, católicos que mal resentía el centralismo de la monarquía serbia, ante una fuerte y vieja influencia rusa, que se apoyaba en el eslavismo y en la religión ortodoxa para construir puentes políticos en la región, ante la amenaza alemana (e italiana, en menor medida) ante el hecho que muchos pueblos eslavos (de Albania, de Boasnia-Herzegovina) habían sido durante siglos islamizados y utilizados por Turquía como fuerzas de choque y opresión contra griegos y serbios. Y tenían a sus espaldas también toda una historia de guerras antiturcas (y de guerras entre los reinos y regiones vecinos). Además, como consecuencia de la Revolución Rusa de 1917, nació en Hungría --vencida en la Guerra Mundial y obligada a ceder la Transilvania a Rumania, Eslovaquia a los Checos y Bosnia-Herzegovian a los serbios-- una breve República Socialista de los Consejos (marzo-agosto 1919), que fue derrotada por la intervención rumana y que resultó en la dictadura católica fascista del almirante Horthy. En Grecia, al mismo tiempo la dictadura de Mataxas era odiada por los trabajadores, y en Rumania, Bulgaria y Yugoslavia se desarrollaron también movimientos y gobiernos profascistas, mientras en este último país se fortalecía un fuerte partido comunista clandestino (su secretario general fue liquidado por Stalin en las purgas de los años 30) con gente fogueadas por su participación en las Brigadas Internacionales que combatieron en la Guerra Civil Española. En el período que preparó la segunda gran matanza. Los gobiernos de los países balcánicos se caracterizaban así por su ruptura con sus pueblos respectivos y por su inestabilidad y crisis, y sobre la región al mismo tiempo aparecía nuevamente el peligro de la imposición de un nuevo yugo germánico (Hitler se había anexado Austria e impuesto su protectorado en Checoslovaquia y respaldaba abiertamente a los movimientos fascistas de los Balcanes.

La Segunda Guerra Mundial y la Posguerra. Cuando el Viernes Santo de 1939 Mussolini invadió Albania y en una semana depuso a rey Zoj I y nombró en su lugar a Víctor Manuel III, y después se lanzo a la guerra contra Grecia, dio el primer golpe de pico a la destrucción de las estructuras políticas balcánicas laboriosamente construidas después de la Guerra Mundial. Derrotados en 1940 los fascitas italianos por la resistencia griega, los nazis intervienen en 1941 y ocupan toda la región. Yugoslavia es despedazada y ocupada por los nazis fascistas. Bulgaria se anexa en efecto Macedonia, mientras Italia lo hace con Eslovenia y parte de las Dalmacia y pone un rey fantoche itlaiano en la Croacia Independiente manejada por el criminal de guerra católico-fascista Ante Pavelic (que terminaría huyendo a la Argentina, disfrazado de cura y con pasaporte vaticano). En Grecia, ocupada por los alemanes y los italianos, nació entonces una fuerte resistencia armada antifascista, dirigida por los comunistas. En Yugoslavia, los nazis gobernaron mediante una marioneta, el general Néditch, mientras en Bosnia el croata Pavelic y sus ustachis masacraban a cientos de miles de serbios. En toda Yugoslavia surgió también una poderosa resistencia popular que daría origen a un ejército guerrillero donde participarían todas las nacionalidades y que fue capaz de derrotar a las tropas alemanas de ocupación, y que estaba dirigida por el croata Josif Broz Tito, por el esloveno Kardelj, por el judío Moshe Pijade y por los serbios Vladimir Didijer Y Milovan Djilas,entre otros. La resistencia monárquica, dirigida por el coronel serbio Mihailovic y formada por nacionalistas chetniks anticomunistas, colaboraron en cambio con los alemanes contra Tito y sus guerrilleros. En esas condiciones, y aunque los ingleses y Stalin mismo eran partidarios de la unificación entre los comunistas y los monárquicos y de la construcción de un gobierno común dirigido por el rey Pedro II Karageogevich, la lucha entre los comunistas y los nacionalistas conservadores hizo imposible esa solución. De modo que Yugoslavia se liberó de los ocupantes antes de la entrada de las tropas soviéticas (octubre de 1944), sentando así las bases para su independencia de Stalin y para la construcción de un experimento único de colaboración entre las diferentes nacionalidades, culturas y religiones, en una república socialista de tipo federal. En todos los Balcanes la derrota del nazifascismo provocó enormes cambios. En Grecia, que Stalin había concedido a Inglaterra en los pactos de YaltaPotsdam, las tropas inglesas ahogaron en sangre un levantamiento democrático de los trabajadores que duró tres años y fue dirigido por el EAMELAS y condenado al fracaso por Moscú, que lo saboteó a pesar que había llegado a dominar todo el país, con excepción de Atenas y Salónica. La represión de los monárquicos y de los británicos (apoyados por Estados Unidos, que empezaba a tener una política europea) fue terrible. Pero en el resto de la península (Bulgaria, Rumania, Albania, Yugoslavia) llegaron al poder los partidos comunistas. En los dos primeros países éstos eran minoritarios y aceptaron la política de Stalin de constituir gobiernos de unidad nacional con las monarquías o los conservadores para construir

democracias populares, manteniendo el capitalismo pero con una política exterior prosoviética. En Albania, en cambio, los guerrilleros comunistas habían sido ayudados por los yugoslavos, y en Yugoslavia el Partido Comunista tenía un ala ligada a Moscú, pero había conquistado en la lucha su independencia del Kremlin. Por consiguiente tanto Albania como Yugoslavia se independizarían de la URSS, a diferencia de los otros países donde los comunistas llegarían al poder gracias a la influencia de las tropas soviéticas, pero casi sin apoyo propio. Es entonces cuando Stalin decidió, en 1946, responder a la guerra fría de Estados Unidos echando de los gobiernos de coalición a los socialistas, socialdemócratas y partidos burgueses que estaban aliados con los comunistas. Con la muerte del búlgaro Giorgy Dimitrov, que quería con Tito crear una Federación Balcánica donde unificaran sus esfuerzos todos los partidos comunistas en el poder en la región, el PCY quedó solo. Fundador del Cominform (comité unificador de los partidos comunistas de todo el mundo), rompió sin embargo con Stalin el 28 de junio de 1948 y Yugoslavia debió así, además de sacar de sus puestos a los estalinistas locales, buscar como resistir mientras Stalin asesinaba por titistas y nacionalistas a todos lo0s dirigentes comunistas más o menos independientes, que habían dirigido la resistencia antinazi o combatido en España que, por tanto, eran peligrosos. Tito se apoyaría entonces en una liberalización marcada por la autogestión, en el fin de la estatización de la tierra o de la obligatoriedad de participar en las cooperativas agrícolas, en le federalismo, en el neutralismo y el no aliniamiento, al mismo tiempo que combatiría el nacionalismo racista de los chetnicks serbios de los ustachas croatas, apoyados desde el extanjero. Los esfuerzos federales en pro de la igualdad de las repúblicas y de las zonas autónomas llevarían, por ejemplo, a conceder una ayuda mucho mayor a Kosovo que a otras regiones para compensar su atraso relativo. Además, cada república tendría sus órganos parlamentarios, su autonomía y participaría con las dos regiones serbias autónomas (Voivodina poblada por una mayoría de origen húngara y habitada por otras minorías, y Kosovo, en la que los albanófonos tendían ya a ser mayoría) en la Cámara de las Nacionalidades, integrante de la Asamblea Federal. Además (¡con excepción de Tito!) todos los cargos serían rotativos y sólo se admitiría una reelección, mientras, después de Tito, que era presidente vitalicio, la Federación sería presidida rotativamente, en un periodo no renovable de un año, por un representante de cada una de las repúblicas y de las zonas autónomas, entre las cuales, naturalmente, estaba Kosovo. Aunque Tito (quien murió en 1980) emprendió en 1971 una dura campaña contra los nacionalismos, especialmente el croata (pues los burócratas de cada república utilizaban el nacionalismo par a ligitimarse y obtener el apoyo popular), y trató de dar nueva fuerza a la Liga de los Comunistas, la crisis económica de los años 80-90 y los enormes costos de la importación de petróleo hicieron inútiles esos esfuerzos. En efecto, los ingresos de un esloveno eran 6 veces superiores a los de un montenegrino, de modo que Eslovenia se resistía a subsidiar a las regiones más pobres; lo mismo pasaba con Croacia, que aportaba un tercio de los ingresos de la Federación, pero

recibía de ésta tres veces menos y prefería, por lo tanto, establecer relaciones privilegias con Europa Occidental en vez de depender de Belgrado. Los mismos motivos que llevarían años después al regionalismo racista y separatista de la Pedania, en el norte de Italia, actuaron clara y prematuramente en Yugoslavia postitista pues la mundialización, simultáneamente, desarrolló los regionalismos que no tenían en cuenta las fronteras estatales, y redujo la fuerza y las funciones de los Estados. Kosovo tenía una autonomía amplia garantizada por la Constitución yugoslava. Sin embargo Slobodan Milosevic, líder de la República Serbia, anuló en 1989 dicha autonomía de esa región perteneciente a Serbia, reprimió sangrientamente las protestas y disolvió la Asamblea y el gobierno de esa región autónoma. Al mandar el ejército contra Eslovenia y al adoptar este paso inconstitucional, Milosevic buscaba una alianza con los extremistas nacionalistas serbios dirigidos por Seselij, apoyándose en el nacionalismo serbio y en la idea de construir una Gran Serbia. A su vez, los nacionalistas extremistas ustachas croatas y el presidente croata Tudjman recibieron inmediatamente el apoyo de Alemania y del Vaticano (el papa reivindicaría posteriormente la figura del cardenal Stepinac, que colaboró con los nazis y con Pavelic y cubrió las atrocidades antiserbias durante la ocupación y por ello fue condenado a 16 años de cárcel por la nueva Yugoslavia). La ruptura de Eslovenia y Croacia con la Federación, y la guerra posterior en Bosnia-Herzegovina entre los croatas, los serbios y los musulmanes8 en realidad, serbios islamizados por los turcos), en la que todos combatían contra todos y los extremistas de los tres bandos (y no sólo los serbios) cometieron crímenes atroces en nombre de la limpieza étnica, fueron procesos alentados tanto por Milosevic, para mantener el poder en nombre del nacionalismo, como por Alemania, Estados Unidos y Turquía, con la participación del régimen mafioso albanés de Berisha, posteriormente depuesto por una sublevación popular. Al permitir que en Europa se borraran y rediseñaran por la fuerza las fronteras surgidas de la guerra antinazi, Alemania, estados Unidos y sus aliados abrieron la caja de Pandora de los desastres y las guerras sin fin. Milosevic, por ceguera, inconsciencia, arrogancia o locura, colaboró con ellos, pero no fue el principal protagonista del drama, en el que se destacan Helmuth Kohl y los socialdemócratas alemanes; el polaco Karol Wojtila, cegado por su fundamentalismo católico procroata; el ustacha Tujman; el fascista musulman Izbegovic, apoyado por Turquía; la mafia de Albania, Arabia Saudita, el fundamentalismo islámico, los talibanes y, por supuesto, el demócrata William Clinton, nombrado por dios mismo desfazedor de entuertos y fazedor de guerras. Albania, Kosovo y los Balcanes En la Yugoslavia del mariscal Tito, Kosovo se benefició ampliamente del apoyo que le prestó la Federación y gozó de todas las libertades culturales, económicas, lingüisticas, religiosas. En esa región autónoma que fue la cuna

histórica de Serbia, y donde ésta libró y perdió su batalla decisiva contra los turcos el 20 de junio de 1389, sus habitantes albanófonos son serbios islamizados por los ocupantes y hablan un dialecto diferente al de los clanes del norte de Albania, que a su vez son diferentes a los clanes albaneses de la costa adriática. Los serbios de Kosovo ni soñaban pues con unirse a la pobre y atrasada Albania, ya que su nivel de vida, de cultura y de libertades es muy superior al de ella; lo empezaron a hacer, sin embargo, cuando en Albania cayó el régimen dictatorial del estalinista prochino Enver Hodjha y, después, el régimen corrompido y mafioso de Sali Berisha, aliado de la mafia turca y calabresa y gran vendedor de armas y de droga durante la guerra de Bosnia. Y sobre todo, cuando Milosevic, al quitarle autonomía a su región y al reprimir la protesta civil, quitó el terreno bajo los pies al ala albanófona dirigida por el Presidente Ibrahim Rugova, que buscaba recuperar la autonomía (y no la independencia) mediante la resistencia civil organizada, la creación de estructuras legales y de enseñanza paralelas a las yugoslavas y por vías políticas y negociadas con Belgrado, respetando el carácter pluriétnico y pluricultural de la región autónoma. Para colmo, el aflujo de los prófugos serbios procedentes de Bosnia, donde éstos eran víctimas de terribles matanzas, reforzó por un lado el espíritu proserbio de los que niegan toda autonomía a la mayoría albamófona en Kosovo y , por otro, el terrorismo racista del grupo independentista Ejército de Liberación de Kosovo, que mata a los serbios y los echa de sus aldeas, que quema, y que crece financiándose con la venta de drogas procedentes de Turquía, como denunció The Times esta misma semana, y por el dinero de la Otan y de Washington, que los reconoce como representantes de un pueblo que en su mayoría no los apoya.

El ex presidente albanés Berisha, para mantener el poder en su clan y el poder de su clan en el norte de Albania, agitó la bandera de la gran Albania y del apoyo al independentismo de Kosovo y la anexión de éste a Albania. La guerra le permitió mantener y legalizar con el apoyo estadounidense su negocio de venta de armas y de droga, sus lazos con Turquía y con el fundamentalismo islámico, su alianza con la mafia que lucra con el contrabando de refugiados albaneses a Italia y fu fuerza política frente al débil gobierno de Tirana. Pero la anexión de Kosovo significaría la guerra entre Albania y Serbia, que se extendería a Bosnia, a Macedonia y posiblemente a Grecia y Bulgaria. En efecto, en Bosnia el dictador Izbegovich vive del apoyo estadounidense, y sobre todo turco y del fundamentalismo islámico (Arabia Saudita, Afganistán, incluso iraní y argelino). Turquía, por su parte, tiene interés en reforzar su posición en esa república musulmana que le permite reforzar su presencia en Europa, frenar a la oposición islámica en Anatolia, al mostrar su islamismo en el exterior, debilitar a Grecia y Serbia, tradicionales adversarios, hacer grandes negocios en el tráfico ilegal, y chantajear a la Unión Europea, que no la acepta

debido al genocidio que está cometiendo con los kurdos y a la gran represión contra los opositores y demócratas de todo tipo, y que exige el fin de la ocupación turca de la mitad de Chipre, que dura ya 25 años. Al mismo tiempo, en Macedonia un tercio de la población es de origen albanés y, aunque el gobierno de esa república está lejos de simpatizar con Milosevic, no puede tolerar la gran Albania que la mutilaría, mientras Bulgaria dice que los macedonios son en realidad búlgaros y en el norte de Grecia, cerca de la frontera con Albania, cerca del mismo límite, hay una poderosa minoría griega). Todo esto crea las condiciones para una tercera guerra balcánica, en la que intervendría sin duda Rusia, aunque sólo sea vendiendo armas avanzadas de todo tipo a sus protegidos eslavos y creando tensiones con Turquía, que amenaza sus intereses en Asia Central y Medio Oriente y que es el peón estratégico de Washington en el tablero europeo y del mediterráneo oriental.

Europa, Estados Unidos y los Balcanes Turquía, más que Israel (con el cual Ankara está unida por un pacto militar), es la pieza fundamental de la estrategia estadounidense en la zona. Desde Chipre y desde Anatolia, Turquía amenaza a Grecia y, por lo tanto, frena las veleidades griegas de sacar las bases estadounidenses de su territorio. El reingreso de Turquía a Europa reforzaría a la derecha y a Estados Unidos en la región. La liquidación de Serbia mediante la independencia de Kosovo y la separación entre Belgrado y Montenegro, debilitaría a la diplomacia rusa, ortodoxa y paneslavista aun a riesgo de irritar al nacionalismo impotente de los militares rusos. Además, metería una cuña entre los carolingios (Francia y Alemania), ya que la segunda tiene históricamente sólidos lazos con Turquía y aspiraciones al dominio en toda Europa Central y los Balcanes, mientras la primera desde siempre fue garante de Grecia y de Serbia. Estados Unidos tiene todo el interés del mundo en jugar con las diferencias entre los Estados europeos, para retardar la unidad política europea que, inevitablemente, llevaría a una política militar y de seguridad firme y única, para respaldar el peso económico y político de este principal (en este momento único) competidor de Washington. Para eso Estados Unidos decide por sobre las Naciones Unidas (para evitar un veto ruso o chino, pero también una abstención francesa en el Consejo de Seguridad) y da paso a la OTAN antes de que Europa se independice de ésta, como está discutiendo desde hace rato. Estados Unidos aparece así, por primera vez en la historia, como protagonista en los Balcanes, ya que Inglaterra no puede volver a la región sino prendida de los faldones de su casaca militar. Militarmente, impone su política y soldados alemanes agreden a Yugoslavia (y probablemente muchos de ellos morirán allí como hace 50 años), porque Estados Unidos no puede enviar su infantería (el costo en vidas y en dinero sería muy alto y el pueblo estadounidense no lo

aceptaría) y debe recurrir a sus subordinados (como hacían antes los ingleses con los cipayos o lo hacen hoy con los gurkas). Pero la presencia de estos soldados europeos no puede disfrazar el hecho de que la guerra contra Serbia es en realidad una guerra contra la unidad europea y, en particular, contra democracia y la izquierda en Europa, que no pueden tolerar que los problemas se resuelvan con métodos de guerra. En efecto, en Francia el ministro del Interior, Jean Pierre Chevénement, protestó violentamente, al igual que los comunistas, los troskistas, los verdes, entre otras cosas contra el hecho de que la decisión de bombardear a Serbia no haya sido discutida por ningún pueblo ni por ningún parlamento, pues fue adoptada sólo por los jefes de Estado, en violación total de las Constituciones respectivas, del mismo modo que Washington violó la carta de la ONU al pasar por sobre ésta. El Italia, el mismo gobierno centrista de D'Alema protesta por la misma razón, y una parte de su partido, así como una parte de la mayoría, los recién adquiridos comunistas de Italia, dirigidos por Cossuta, hacen manifestaciones contra la guerra junto a Refundación Comunista, los verdes, loa pacifistas, y hasta la Liga Norte y los obispos, que en esto siguen al Papa ecuménico que teme una nueva guerra de religión entre católicos, ortodoxos y musulmanes. Es España, los mismos socialistas, a cuyas filas pertenece el secretario de la OTAN, Fernando Solana, tránsfuga del antiatlantismo, se unen a los de Izquierda Unida y a los verdes y nacionalistas. Si la guerra de Vietnam cesó porque los muertos que llegaban a Estados Unidos eran demasiados y provocaban demasiada protesta, ¿cuántos alemanes y franceses deberán morir en Yugoslavia para que Francia o Alemania se retiren de la aventura de Washington? Si el incidente del funicular en los Alpes italianos, en Cermis, y la absolución del piloto pluriasesino, provocó en Italia una gran presión para que el país se retire de la OTAN, ¿qué pasará si el territorio italiano, de donde salen los aviones, es amenazado por Yugoslavia, que puede alcanzarlo ? Ya las empresas italianas en Yugoslavia y Albania condenan la guerra... ¿Y qué sucederá si cohetes y aviones rusos de último modelo dan en blanco en la OTAN? ¿Qué si Rusia presiona a los países de Europa oriental y los Balcanes para evitar una derrota serbia? ¿Acaso alguien cree que la guerra contra un país debilita al presidente del mismo, en vez de reforzarlo por el sentimiento de defensa nacional y de debilitar, en cambio a la oposición, a los pacifistas o derrotistas? ¿Dónde están las protestas anti Milosevic de un país que reacciona con firmeza y dignidad y se prepara a una guerra larga? ¿No es hora acaso de hacer oír fuertemente la protesta europea y de todo el mundo contra una agresión unilateral y decidida a espaldas de los pueblos, que quiere destruir y despedazar a una nación soberana? ¿Dónde está la preocupación por las vidas humanas de quienes bombardean a civiles, y de paso, llevan a un aumento de la represión en Kosovo y a una posible guerra en toda la región ?

¿Cuál es la autoridad moral de quienes bombardearon Panamá o Grenada o respaldan el genocidio contra los kurdos o la opresión de los palestinos? Yugoslavia ante el ataque En la guerra, se sabe, una de las primeras víctimas es la democracia y el derecho a disentir del gobierno. Milosevic no solamente se reforzará a costa de los derechos de quienes se oponen a él y a la guerra, como se reforzó Saddam Hussein, sino que también reforzará sus lazos con los partidarios de la gran Serbia, los ultranacionalistas y racistas dirigidos por Seselij, vicepresidente de la república, y cuyo partido obscurantista crece ante la sensación que tienen muchos serbios de ser víctimas de una agresión y una conspiración colonialista y de ser discriminados en toda negociación. ¿Aceptaría Estados Unidos ser bombardeado por países que consideran intolerable el racismo y la situación de los negros y que exigen, con bombas y cohetes, instalar sus tropas, por ejemplo, en Arkansas o en Texas, para garantizar los derechos humanos? ¿Por qué debería aceptarlo Serbia? Si actualmente hay graves problemas entre Milosevic y los gobernantes de Montenegro (por no hablar de Macedonia), lo más probable es que estas brechas se cierren momentáneamente, al menos ante el ataque y la comprensible reacción solidaria de los pueblos eslavos hermanos de los serbios. La OTAN podría triunfar en una guerra prolongada, que desgaste a Yugoslavia y que, sobre todo, la sitie por hambre mediante un bloqueo y los bombardeos. Pero ¿puede hacerla sin que aumente la reacción popular en cada país y sin que aumenten terriblemente los costos de una operación que Estados Unidos no quiere pagar, al menos por entero? El 5 de junio serán las elecciones para el Parlamento Europeo. ¿Puede llegar a ellas el Partido Socialista Europeo en plena guerra, sin dividirse, cuando en Inglaterra protesta Tony Blenn y en Roma los militantes del PDI sumergen a su dirección con protestas y faxes? El nacionalismo, fuerte en Europa. ¿puede aceptar transformar a las fuerzas armadas en askaris, en cipayos, en jenízaros, en tropas extranjeras de un poderoso dominador, precisamente cuando la crisis y la imposición de las organizaciones sin control, como la OTAN, el FMI y el OCDE, se hacen cada vez más intolerables ? ¿Rusia puede aceptar una intervención militar que mañana podría hacerse contra ella, por Chechenia, por Osetia, o por cualquier otra región o motivo ? ¿No le sobran acaso armas para vender o incluso que regalar a la única industria lucrativa (estatal) de Rusia, aparte del petróleo, o sea, a la de armamentos? Si Estados Unidos está experimentando in corpore vile sobre los yugoslavos, su nuevo bombardero invisible B2, ¿por qué los rusos no probarían sus nuevas armas dándoselas a los yugoslavos ? La operación de la OTAN es aventurera porque no hay relación alguna entre los métodos y los objetivos, ni modo de controlar las consecuencias. Lo es porque puede poner en acción todas las potencialidades explosivas que existen en una región tan complicada como la península balcánica. Lo es porque bombardea a la vez a la ONU y al intento de unidad europea, y no sólo a Milosevic, por repudiable y aventurero que sea éste a su vez.

Cada palmo de tierra de los Balcanes, en el curso de milenios ha sido regado con la sangre de los campesinos, caídos víctimas de invasiones. Cruzadas, guerras dinásticas y de religión, cruentos combates por la independencia y por la unidad nacional. La lucha antifascista sola costó a los yugoslavos casi una décima parte de su población ¿Han tenido en cuenta esta capacidad de resistencia al horror y esta tenacidad los que, como gángsters, creen que basta mostrar la pistola y soltar algún tiro para que todos se rindan ? La guerra contra Yugoslavia ha comenzado, pero no se sabe cuánto durará ni a quienes incluirá ni cómo terminará. ¿No es tiempo acaso de ponerle fin y de buscar el modo de financiar una reconstrucción de Yugoslavia y una real autodeterminación y autonomía de Kosovo en una federación libre y democrática ?

La razón de la intervención de la OTAN en los Balcanes Una guerra de nuevo tipo para un "Nuevo Orden Mundial" Quién ha dicho "típicos Balcanes" ! Políticos de la antigua Yugoeslavia determinaron que sus pueblos y Estados no encajaban entre sí y que por lo tanto hacía falta un gran reordenamiento - se entiende en beneficio de sus propios centros de poder. La lucha que desataron se debió a eso. La población civil a su vez no se destacó por su papel de mera víctima; sino que en nombre de la nacionalidad correspondiente dio grandes méritos de fe ciudadana y de ser un pueblo entusiasmado al que le valía la pena librar en calidad de carne de cañón una guerra cruenta con el fin de fundar una nación propia. Así aclaramos una cosa. Otra cosa muy distinta es que por eso el mundo entero se haya visto convulsionado, la OTAN haya vivido una "etapa"de dimensiones histórico-mundiales, la estabilidad de toda Europa del sureste haya estado en peligro y los sagrados "principios del Derecho internacional" hayan sido arrojados a la basura. En ningún caso los serbios malos podrían estar en la capacidad de alterar la "situación mundial" por más violento y terrorífico que fuera su amor a la patria. Los que sí logran algo así son aquellos poderes que difícilmente pueden ser "indiferentes" ante los "crímenes" que en nombre del Estado estaban cometiéndose en la Ex-yugoeslavia. Esos poderes, solidarizados en la OTAN, asumieron "el compromiso" y asestaron los golpes debidos. La razón no radicaba en que los Estados y pueblos de los Balcanes estuvieran masacrándose, sino en el problema que éllos - EE.UU. y la CE - veían en "los Balcanes". Para saber qué clase de problema era, basta fijarse en la clase de ayuda a la que se sintieron obligados. Ayuda que en primer término se caracterizó por ser de su exclusiva competencia - completamente fuera de lugar ponerse a pensar que la CEI, el Pacto Andino o la Liga Árabe, incapaces de ser "indiferentes" ante la situación, hubieran acordado formar un "Grupo de contacto" para solucionar el conflicto y hubieran decidido movilizar una flota de bombarderos..... -. La verdad es que no hay ningún otro

grupo o club de naciones capaz de dar una asistencia tan poderosa; que éllos actuaran se debe a que no hace precisamente parte de su agenda política conceder ayuda a pueblos y naciones extranjeras Con sus aviones y bombas iniciaron en efecto un conflicto político internacional del que soloéllos están en capacidad. La CE y los EE.UU le dieron al conflicto yugoeslavo en Kosovo el contenido de asunto de orden político mundial. Eso no se le puede achacar al "déspota de Belgrado" por más déspota que sea. A continuación se ofrece una visión sistemática del contenido del verdadero "Conflicto de los Balcanes". Occidente - la alianza de los poderes en los que democracia y economía de mercado imperan como razón de Estado y fórmula de éxito - se ha arrogado un régimen de control sobre el resto de la comunidad internacional. •

Él acosa en interés propio a todos los gobiernos del globo con la demanda de que participen sin reservas en la competencia de las naciones por poder y riqueza según las reglas que él mismo ha elaborado para el capitalismo globalizado. Además han de cumplir con moldear y someter adecuadamente las gentes y territorios bajo su mando - ateniéndose a la exigencia del "buen gobernar". Eso quiere decir: deben saber imponer el monopolio de la coerción de manera plena y eficaz, haciéndolo ajeno a cambios de personal en el poder y logrando que sea aceptado sin mayor resistencia - o en otros términos imponiendo ‚democracia'; además deben saber garantizar la libertad de la persona y el poder del comando de la propiedad - en otros términos, garantizar ‚el poder del Derecho'. En cuanto a la economía deben bregar por una vida económica capitalista fomentándola por todos los medios - estableciendo así una ‚economía de mercado'. Y por último, deben saber brindar la economía nacional, incluyendo su inventario humano, a los intereses de las naciones que saben utilizarla - llamándose esto ‚apertura' económica. o Que esa demanda se cumpla, de eso se encarga directamente Occidente. Él se interesa por todo; se erige como punto de referencia para lo que otros gobiernos hacen u omiten de hacer, examina la política de los otros según el provecho o daño que acarrean a sus intereses materiales; y por último, los enjuicia desde el altivo y absoluto punto de vista del respeto que le deben a él como la instancia reguladora y supervisora que es. Él confronta a todos los demás soberanos del globo con la exigencia de reconocer su jurisdicción supra-nacional cada vez que hacen uso de su poder, somete a ese criterio todos y cada uno de los esfuerzos nacionales que libran en la competencia. E independiente de todas las exigencias concretas en nombre del "buen gobernar" insiste incondicionalmente en docilidad y sumisión por parte de los demás soberanos.

El régimen de control que le interesa a Occidente encierra el sistema total de relaciones de aprovechamiento de carácter capitalista al interior y entre las naciones. Todo lo que las naciones logran se mide de acuerdo a lo que aportan al poder privado universal del dinero y a los intereses nacionales de los Estados sedes del dinero universal; en qué medida tienen éxito o fracasan en ello hace parte del mismo examen. Los que están siendo sometidos a ese examen son precisamente Estados soberanos; de ahí que la tarea de control en concreto para Occidente queda determinada por: acaparar la voluntad de soberanías extrañas. Con qúe fines? Con el fin de que se dejen examinar y corregir. A Occidente no le basta con los beneficios materiales; lo que él desea ante todo es una

garantía de que los demás, al hacer uso de su poder individual, no lo están haciendo bajo la suposición - aparentemente obvia entre soberanos - de actuar con soberana libertad y de acuerdo a calculaciones propias. Al contrario, han de (de-)mostrar desde un principio una "voluntad de cooperación". Es decir estar dispuestos a concederle a Occidente el derecho de emitir un juicio vinculante sobre su política y de decidir en última instancia sobre asuntos propios de la nación. Occidente no sólo sopesa ventajas y desventajas de carácter material derivadas del quehacer de otros estados. Lo que más le interesa es comprobar si está frente a un poder, en principio y en general, "manejable", o si las maquinaciones del otro dejan entrever una voluntad política que da pie a un comportamiento imprevisible y divergente. Occidente inquiere la política de los demás gobiernos a ver si se acomoda a su línea general, es decir si aceptan o rechazan su supervisión; precisamente esa es la materia del régimen de control que él se ha arrogado. Occidente aplica el régimen de control que se ha arrogado sobre el resto del mundo supeditando a su juicio el uso del poder que hacen los demás soberanos y amenazando con guerra en caso de descubrir intransigencia. Él se planta delante de todos los posibles Estados-guerristas del globo como la potencia armada que dispone de capacidad de disuasión mundial y fija, gracias a la omnipresencia amenazante de susuperioridad militar que le permite un radio de acción global y capacidad immediata de operación,la condición a la que queda ceñido todo empleo del poder en el globo. Por lo tanto Occidente sume al mundo entero en un estado de guerra "fría" y logra de esa manera mediante disuasión - condiciones bajo las cuales él está dispuesto a dejar actuar a los demás soberanos y conservar la paz. Para abreviar, establece así la Paz Mundial - o, lo que es lo mismo, la persigue sin discanso. La creación llamada paz mundial, a la que Occidente aporta toda su capacidad y disposición bélica global, dio un enorme paso cuando desapareció con La Unión Soviética el único poder militar enemigo de igual rango, en alerta y con capacidad propia de "antidisuasión" estratégica. Durante casi medio siglo el régimen de disuasión de Occidente quedó quebrantado por la desgracia estratégica del llamado "empate atómico". El control del globo no pudo entonces ejercerse de manera exclusiva, el Orden Mundial tuvo que ser compartido y la paz mundial asegurada por una potencia (de-)más, por lo tanto en continuo peligro. Los liquidadores y administradores de la herencia del antipoderío soviético han terminado sin dudas con ese "bloqueo"; el régimen antioccidental que ejerció Rusia sobre una buena parte del globo se ha extinguido y con ello ha cesado una vez por todas esa libertad que tanto detestaba Occidente y de la que se servían algunas naciones para ensayar una política autónoma de los dos "bloques". El poder de disuasión de Occidente se basa en que las naciones capitalistas de mayor éxito - todas sin excepción -han acordado realizar de manera conjunta su propia voluntad nacional en cuanto al dominio del acontecer mundial; y para que su régimen de control sobre el globo mantenga la efectividad debida han decidido actuar permanentemente en la forma que naciones soberanas adoptan sólo en caso de emergencia militar - como Alianza de Guerra dentro de la OTAN. La competencia entre sí la regulan - hasta ahora - de manera que la contradicción de sus intereses no destruya el pacto. Para que ese particular colectivismo dure, es crítico mantener entre sus miembros una clara jerarquía: Los EE.UU. disponen del poder militar decisivo que le atribuye el papel de potencia líder. Ellos determinan entonces las directrices de operaciones conjuntas y, en caso dado, las practican a través de los hechos. El cálculo de los poderes europeos consiste en la conclusión de que actuar bajo las condiciones de los EE.UU. cuesta menos y rinde más que cualquier intento en solitario para imponer un

régimen de control en oposición a América del Norte - por más limitado que sea. Constitutivo para esa fuerte relación entre socios impares fue la hostilidad conjunta hacia la antigua Unión Soviética. Fue tal su aporte a lo largo de decenios a la estabilidad de la Alianza que ese abstracto sujeto colectivo llamado "Occidente" adquirió la realidad de un poder mundial determinante. Pues los socios de segunda de EE.UU. no sólo se abstuvieron de considerar otras alternativas en la definición de su razón de Estado antisoviética decidiendo mantenerse fieles al Pacto; sino que fueron más allá constituyendo - en gran parte - todo su poderío militar en relación al objetivo común de manera que sólo dentro de ese pacto podría desplegarse plenamente. La base histórica de ese colectivo occidental con poderío bélico mundial ha desaparecido de hecho y con ella la viva mentira de la Alianza de haber sido con su gran arsenal de guerra un mero pacto de defensa en respuesta a la amenaza descomunal del Este. Sus miembros siguen sin dudar de que hoy con más razón hace falta encararse al resto del mundo en calidad de pacto de guerra, en donde los intereses particulares de cada nación miembro retroceden trás el colectivo que anuda los lazos de la voluntad de lograr para sí el dominio del mundo: No hay duda de que a los europeos les disgusta el monopolio de decisión que ejercen los EE.UU. Sin embargo están seguros de la ventaja que ofrece aprovecharse de gorra de su poderío mundial de disuasión; de ahí que aportan su 'granito de arena' al pacto. Los EE.UU., de otra parte, tampoco están muy a gusto con la aportación de los europeos que les parece cada vez más insuficiente, teniendo en cuenta lo que ellos gastan para la disuasión colectiva, pero a su vez tampoco desean renunciar a aliados dependientes de ellos y con menos razón a Estados tan poderosos - aunque en grado menor que ellos - que se alinean como aliados dependientes en la comunidad que ellos lideran. El fin del antipoderío soviético no altera, pues, nada en absoluto: Occidente debe su estabilidad al hecho de estar construido en base a una Alianza de Guerra. El fin de la histórica guerra fría contra el "Bloque del Este" no afecta en nada esa construcción ya que mientras los Estados miembros estén de acuerdo que para la paz mundial, de la que se saben aprovechar, hace falta una guerra "fría" sin fin, es decir una disuasión siempre reanudable e incondicional para enfrentar toda perturbación originada por el poder intransigente de otros Estados, entonces mantendrán ese estado de guerra tan valioso y lo defenderán de momento de manera colectiva - mientras pesen las ventajas. En base a su régimen de control conjunto sobre el resto de la comunidad internacional los poderes aliados compiten en primer lugar económicamente, es decir por el aprovechamiento de los países que han logrado "abrir" conjuntamente a las tenazas de sus negociantes. Instaurando las condiciones nacionales necesarias para la sede del capital (internacional) - el modo político de organizar la rentabilidad del capital en su propio dominio - se están disputando la parte que les corresponde dentro de la vida económica capitalista a escala mundial y bregan por un mayor lucro nacional a costa de sus propios socios. Poder económico, medido en la masa y fuerza de la moneda-crédito nacional, es lo que ellos persiguen al participar en el mercado mundial y en su control conjunto; al mismo tiempo obtienen así los medios para su contribución a la Alianza y la base para el despliege de su poderío militar. Realizando la tarea de supervisión del resto del mundo, las superpotencias unidas en la OTAN compitenen segundo lugar por lograr una definición nacional de los propósitos del pacto y hacer que sus especiales intereses estratégicos sean tarea de todos. La capacidad de imponerse dentro del pacto determina el estatus de cada nación y el sitio que le corresponde dentro de la jerarquía de los poderes dominantes del globo. Los recursos para imponerse dentro de la Alianza radican en el potencial armamentista y militar de la nación: Hasta qué punto un tanque de los propios es valioso para alcanzar

el objetivo determinado dentro de una guerra en común, hasta qué punto él sólo, en caso necesario, es capaz de asegurar su éxito, o hasta qué punto el rechazo propio a una acción conjunta se convierte en el gran impedimento de la misma - todo esto puede contar a la hora de determinar el peso de cada uno en el círculo de los socios competidores, así como ser clave para el respeto que los demás le conceden a las propias ambiciones nacionales. Por eso toda acción conjunta se valora desde un doble punto de vista: El interés en común de todos los aliados es que su régimen de disuasión se mantenga intacto y el impacto de sus amenazas no se vea alterado por ninguna excepción; fuera de eso se pregunta cada uno de ellos hasta qué punto el éxito en común le ha aportado ganancias al poder de la nación en sí y en su relación con los demás socios, o, al contrario, le ha resultado perjudicial. En cada guerra aprenden los europeos que en caso de emergencia la potencia que asume el primer lugar con claridad abrumadora es la "superpotencia" América. A cada potencia europea no le queda entonces más que tranquilizarse a su modo. Y en conjunto proyectan la creación de un contrapeso europeo frente a los americanos - tanto dentro como fuera de la OTAN - con el fin de quebrantar la dominancia de EE.UU. Y en ese afán no hacen más que desatar de nuevo la competencia, esta vez a nivel europeo, por la jerarquía de los poderes militares en el Viejo Continente. La demanda de control por parte de Occidente se da en un mundo de naciones donde cada uno de sus miembros procura a toda costa aumentar el beneficio nacional y lograr mejores posiciones dentro de la jerarquía de poderes - y todo se desarrolla de acuerdo al reglamento concebido por Occidente, que obliga a todas las naciones a participar del circo de la globalización. A raíz de los esfuerzos que realiza cada una de las naciones por imponerse a los demás, los diferentes Estados dan origen a intereses contrarios, desembocan en crisis, producen conflictos - y , con conducta tan apropiada a naciones competidoras, terminan desafiando a Occidente a cada paso. Y es que independientemente de lo que realmente hagan, no hay duda de que en todo caso dejan de prestar los servicios debidos. Es que al estar empleando 'naturalmente' su poder de acuerdo a cálculos propios y en hostil competencia hacia los demás están dando ya motivo a un examen crítico que indaga continuamente hasta qué punto están contraviniendo la exigencia de Occidente de ser exclusividad suya sancionar el empleo de la violencia en la regulacíón de las relaciones de poder en el globo. El resultado del diagnóstico y sus consecuencias lo decide Occidente de acuerdo a su parecer colectivo: Él es amo y señor del significado internacional que se le adjudica a los asuntos de y entre Estado(s) - lo que tan idílicamente constituye ese estado llamado Paz Mundial. Un caso de cuidado especial lo constituye el Estado sucesor y de mayor envergadura de la extinguida Unión Soviética: La Rusia de Yeltsin es por una parte una amalgama de crisis y conflictos cuyo manejo por parte de Moscú equivale a una provocación sin nombre para el orden que exige Occidente De otra parte, ese país estaría todavía en la capacidad de llevar a cabo una guerra atómica que provocaría una devastación - más allá de lo permisible - de Occidente; y con eso Rusia exige voz y voto sobre las decisiones que toma Occidente en cuestiones de paz y guerra en general y, en especial, en cuanto a las relaciones de fuerza en Europa. Que el gobierno moscovita no desee ninguna clase de hostilidades teniendo en cuenta sus recursos de poder, sino que, al contrario, busque una cooperación constructiva con Occidente es estupendo - y lo menos que puede esperar Occidente de Rusia; sin embargo no oculta la gravedad del disgusto que está produciendo en Occidente: Lo que éste no soporta es que precisamente esté dependiendo de la voluntad de un poder foráneo al que no está en capacidad de ponerlo definitivamente bajo control. Se sobreentiende entonces que Occidente en todas sus decisiones sobre el significado político que asigna a crisis de

Estado y conflictos estará pendiente de todos los intentos rusos - por más débiles que sean -de inmiscuirse, y de eliminarlos - hasta donde sea posible. Para su régimen de control sobre la comunidad internacional Occidente se sirve de esa venerable institución llamada Derecho Internacional mediante la cual se codifica el empleo de la fuerza entre Estados. En su versión final, los Estatutos de las Naciones Unidas, el Derecho Internacional tiene previsto un proceso en toda regla para aprobar el empleo de la fuerza contra aquellos Estados que, de acuerdo al reglamento, han cometido la infracción. De esta manera queda sancionada la división entre el empleo de la fuerza legítimo y el ilegítimo - impermisible y condenable. Y de ese nuevo criterio en la relación entre Estados se ha abanderado Occidente: Él se encarga entonces de identificar los delitos contra el Derecho Internacional, de dar la interpretación adecuada para diagnosticar el tratamiento pertinente, e incluso dicta los fallos decisivos y se encarga él mismo, si es el caso, de ejecutarlos. Y es más; el catálogo de criterios con el que se determina la permisibilidad del uso de la vilencia entre Estados lo complementa Occidente con el Código de los Derechos Humanos. Al definirlos, interpretarlos y aplicarlos de acuerdo a sus ideas profundas e interesadas sobre el "buen gobernar", surge una figura del Derecho donde súbditos de un Estado, a los que éste maltrata, equivalen a títulos legales con los que Occidente está autorizado para amenazar de guerra al infractor. La distinción, de por sí bastante ridícula, entre "asuntos internos", en los que no deberían "inmiscuirse" naciones foráneas, y el empleo de la violencia fuera de las propias fronteras, que estaría sujeto al código del Derecho Internacional, se ve declarada obsoleta por completo; el respeto a la soberanía de una nación no cuenta más - es un principio caduco y oficialmente desterrado. Occidente logra mediante el principio Derechos Humanos el que empaten el Derecho Internacional y su régimen de control -basado en la disuasión por las armas. Todo esto funciona medianamente desde que la Unión Soviética se despidió de la historia mundial en su calidad de antagonista con igual peso. De todos modos sigue entorpeciendo el sucesor ruso, al igual que el gobierno de la RP China, el procedimiento legal dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, encargado de decidir sobre la legalidad de la guerra, basándose en un veto inoportuno, que a su vez rememora el principio válido y efectivo que durante decenios rigió la "Comunidad " del Derecho Internacional. Ese principio equivalía a garantizar imparcialidad frente a los objetos en disputa instaurando un pluralismo de poderes decisorios con capacidad de ejercer el veto. Eso sí vale decir que detrás del veto y votos contrarios del gobierno ruso no existe de hecho ni la voluntad ni la capacidad bélica de imponerlo, aunque fuera en caso extremo, contra el consenso de las grandes y exitosas potencias democráticas. Consecuentemente se le da el trato adecuado: Occidente ignora el veto ruso por completo. La ONU se ve enfrentada a la nueva tarea de reorganizar el asentimiento formal del resto de la comunidad mundial a las acciones bélicas de Occidente, añadiéndoles de esa manera la legitimación del Derecho Internacional, de acuerdo a las reglas tradicionales del procedimiento. En caso contrario a la ONU le queda una alternativa: su propia y absoluta insignificancia. Occidente libra guerras cuando ve en peligro su regimen de control o se siente retado en su competencia exclusiva de establecer el Orden Mundial - decidiéndose entonces a reestablecer a la fuerza el respeto indiscutible a su jurisdicción absoluta y exclusiva. Tal "caso de crisis" se asume cuando un Estado entorpece o contradice la idea que de común acuerdo las potencias aliadas occidentales tienen acerca de la adecuación de las relaciones de poder en cierto punto del globo, y cuando un Estado contraviene las exigencias que emanan del imperativo del "buen gobernar". Lo que da pie a tal

diagnóstico no es más que el uso de lo que banalmente le es propio a un Estado como voluntad soberana: bregar por afianzar su poder frente a cualquier desafío, o igualmente aumentar sus medios de poder, buscar el funcionalizamiento de las naciones de su entorno según esté al alcance de sus medios, y evitar que él mismo se vea funcionalizado en detrimento propio, o que, por ende se vea limitado. Para saber lo que significa ese "vital" interés de toda nación que se autoestima, los Estados de Occidente brindan el mejor ejemplo. Los medios de que ellos disponen para alcanzar un ambiente internacional a su medida y el peso mismo de ese interés son, claro está, de gran envergadura, es decir de alcance global. Ellos disponen de conceptos para el Orden al que deben obedecer las relaciones entre estados y al que deben ceñirse los acontecimientos de más importancia; riñen entre sí o se ponen de acuerdo sobre la situación en la que quieren mantener al mundo en general y a ciertas regiones en especial; sustentan esa situación o la redefinen convencidos de que se dará cumplimiento a sus "recetas" - a fín de cuentas cargan con el gran peso de un régimen mundial de disuasión. Si un soberano se comporta mal y utiliza su poder de manera incongruente con los arreglos que impone Occidente, o los que acuerdan a última hora cosa fácil teniendo en cuenta que no sólo prima el egoísmo propio de Estados soberanos, sino que el consenso entre Occidente acerca de la situación global pertinente varía continuamente -, entonces puede que el poder colectivo encargado del Orden Mundial descubra en ello meramente una falta de voluntad de cooperación. En caso de que advertencias diplomáticas no surtan ningún efecto, no se tardará entonces en deducir la existencia de una voluntad interesada en entorpecer la paz mundial. Si los intentos de extorsión, que especulan calar en el supuesto afán utilitarista del perturbador, quedan sin éxito, el Poder Mundial entonces se torna en uno de principios. Si el diagnóstico es resistencia, hay que pasar a romperla; donde se dan abusos del uso del poder, hay que acabar con ello. El candidato pasa a engrosar la categoria de "criminal de Estado" o de "Estado bellaco". Se corresponde entonces a aislarlo, se le imponen sanciones con la clara intención de hacerle daño, o, por último, se paraliza toda clase de vida civil en el país. En caso excepcional se utilizan ultimatos, que ya no buscan conveniencia alguna con la otra parte, sino la entrega de su soberanía: eso a manera de prólogo al paso siguiente de destruir militarmente la capacidad de regir del mandatario insubordinado. Una vez alcanzado este punto, no se espera menos que una capitulación incondicional: para la voluntad de imponerse como exclusivo poder supervisor sobre el uso del poder estatal en el mundo, no hay cabida para compromisos. El contenido imperialista de las guerras que libra Occidente se busca - si es el casocontinuamente en la dirección equivocada y sin llegar a dar con un buen resultado. Para los apologetas razón suficiente para desmentir triunfalmente la existencia de móviles imperialistas; para críticos y enemigos de la OTAN razón para recurrir a construcciones algo arriesgadas con las que se denuncia - por ejemplo - "sangre por petroleo" - es decir la existencia de una razón pueril y material como causa de la guerra, contrariando la supuesta moral. Salta a la vista que Occidente no lleva a cabo guerras con el fin de ocupar territorios o usurpar riquezas; eso es bastante ridículo teniendo en cuenta la existencia de un mundo donde no hay barreras para los intereses de aprovechamiento que lidera Occidente, y donde todo está tan a su libre alcance - incluso la ruina a su paso de zonas enteras lo confirma. El nexo existente entre el tejido de relaciones materiales de aprovechamiento e intervenciones militares es de carácter metódico: Con ellas se busca el establecimiento y la estabilización de una Paz Mundial que compromete a los Estados soberanos -como principio- a estar dispuestos a encarrilarse y someterse, y que los obliga a un reglamento

en el que está codificado el mando de Occidente. Ese reglamento sí que es de vital interés para Occidente; y por él responde enérgicamente: mediante medidas de orden que lógica y necesariamente se apartan del plano material, del cálculo y dividendo propio de los negocios, llegando inclusive a negarlos por completo. En cuanto a los negocios, al carácter material de las buenas relaciones hacia el resto del mundo, existe un gran evento llamado economía y mercado mundial, y la potencia de una riqueza propia atribuye los medios suficientes para ocuparse de esos asuntos. Y al decidirse por el "medio" de la destrucción bélica ya no le está interesando el lucro material, sino que va a por un "principio": el principio de que él con su poder colectivo determina y matiene bajo control la "administración del poder" que se otorgan los demás Estados. Cuándo y dónde se presenta esa cuestión de principio no puede deducirse o explicarse a partir del peso de ciertos intereses materiales en peligro; intereses de peso en el sentido de proveederos fiables, patios traseros, esferas de inversión, deudores etc existen en los ojos de las potencias capitalistas por doquier, así como razones suficientes para no estar satisfechas con naciones extranjeras que deberían servir a esos intereses. Para que de esas pugnas elementales se desprenda algo que va más allá del quehacer usual de la política internacional basta a veces la rudeza propia y obvia del gobernar; y, a veces, también cierta terquedad en la persecusión de algunos "essentials" nacionales. Lo que sí es imprescindible para dar ese paso es la decisión de la Alianza de verse afectada en su calidad de potencia encargada del Orden Mundial. Para ese tipo de resolución no hace falta un plan maestro del imperialismo, resulta, sin ir tan lejos, de la supervisión que se está ejerciendo continuamente sobre cualquier alboroto dentro de la comunidad estatal; sin negar el tira y afloja entre los aliados. Y a la postre, la Alianza asume frente a su resolución una posición que deviene en una imposición ineludible, diagnosticando el peligro que ella misma corre en su calidad de sujeto universal inviolable, y viéndose, por último, obligada a castigar al "agresor". Y se trata, sin duda, de un agresor, ya que por definición existe una agresión cuando no vale la palabra del poder occidental - y, para repetirlo, no simplemente debido a algunos yacimientos de petróleo. Todo esto se puede estudiar a través de la guerra que se inició de hecho con una agresión militar: la invasión del Emirato de Kuwait que Iraq reclamaba como provincia propia. En ese caso una nación del tercer mundo desencadenó una guerra; intereses importantes y sensibles de Occidente se vieron afectados; y la potencía mundial no dudó en socorrer al agredido - pero no debido al petróleo. En el plano del negocio del petróleo a Saddam Hussein le habría gustado dejar la disputa con América - inclusive en EE.UU. se pensó, con el asentimiento de los europeos, de limitarse a ese plano y de proseguir, bajo alteradas condiciones políticas, con la explotación del petróleo en el Golfo. Fuera de ofrecérselo a los países occidentales, de qué más le habría podidio servir el petróleo al "Déspota de Bagdad" ?. Incluso hubo una señal diplomática por parte de EE.UU. en el sentido de que el largo esfuerzo militar de Iraq al haber combatido la República islámica iraní, archienemigo de los americanos, le habría merecido el reconocimiento de la "reunificación nacional" con Kuwait. Sin embargo, los EE.UU. se decidieron por la vía radical - lo que fue en detrimento del negocio del petróleo -. No se trató sólo del intento de desplazamiento de poder, cuyas ventajas y desventajas podrían haber sido tema de discusión y hasta de arreglo, sino de un avance inaceptable contrario al Orden deseado en la constelación estatal en Oriente próximo y, sobre todo, contrario al "Nuevo Orden Mundial", para cuya proclamación el "caso Iraq" le venía a EE.UU. como anillo al dedo. Lo nuevo de la situación fue que Occidente ya no se veía limitado por el empate (atómico); sino que se atrevía a dar un

gran paso, no libre de riesgos, confrontando a la recién reformada potencia soviética con una guerra, a la que le atribuía el carácter de exclusivo instrumento suyo para el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial; de hecho Rusia terminó cediendo, logrando así Occidente algo equivalente a su capitulación como la segunda potencia mundial de la paz. En base aesa nueva directriz política internacional de gran alcance se dió paso a destruir demostrativamente a Iraq. Desde entonces éste representa, ejemplarmente y con efecto intimidatorio, esa nueva categoría del "Estado bellaco" que ha introducido Occidente. En el caso de Yugoeslavia estaba claro desde un principio que no estaban en juego recursos imprecindibles para los negocios del capital industrial en Occidente - la guerra tiene lugar en un "patio trasero" de la CE, con el que se hicieron y se habrían hecho más negocios en su constitución anterior que ahora donde no existen más que los lastimosos subproductos de un Estado desmembrado. Cuando llegue el día en que cesen los bombardeos de la OTAN, las Euronaciones bien podrán hacer el intento de enriquecerse en un desierto lleno de ruinas o con la economía política de campamentos de refugiados. Tampoco se puede hablar en el caso de Yugoeslavia de que se estuviera respondiendo a una guerra de agresión por parte del "Déspota de Belgrado"- a no ser que se haga mediante esa atrevida construcción de la historia - profundamente dialéctica - según la cual el protagonista nacionalserbio de la unidad de la antigua Yugoeslavia es declarado promotor e iniciador del separatismo militante de las nacionalidades no-serbias, y su lucha en contra de la formación de nuevos Estados en las provincias restantes se califique de agresión extraterritorial. Lo que de hecho arrojó la lucha por manterner o desmembrar la Yugoeslavia de la posguerra fue buen material para que Occidente llevara a cabo una operación de Orden Mundial: A costa de Yugoeslavia, Occidente, en este caso especialmente su "pilar" europeo, enfatizó el derecho que le correponde en reglamentar el globo, haciéndolo valer por encima de todas las disputas entre los "autonombrados"supervisores, y llevándolo hasta el final conocido. Mucho antes de que comenzara a punta de sangre el sorteo de pueblos y la fundación de los nuevos Estados, Occidente ya se había hecho con el poder decisorio sobre la organización del mapa político de los Balcanes. Tanto a los defensores de la Federación yugoeslava como a los incitadores de nuevos Estados étnicos se les dictó condiciones y limitaciones para su accionar bélico y con ello se les dio rienda suelta: Toda amenaza dirigida a la parte que en un comienzo era la más fuerte - el poder central que decididamente se inclinaba por una Granserbia - la tomaban las otras partes - los separatistas en las provincias de las Repúblicas federadas del Estado yugoeslavo- como un premio a su intransigencia y un reconocimiento de su posición; y a lo largo de las guerras civiles no se descuidaron las partes que en un comienzo eran el partido más débil. De esta manera los serbios se hicieron rápidamente con el papel del culpable. No es que éllos hayan librado la guerra de manera diferente a sus contrincantes. Su objetivo de guerra no era más ni menos perverso que el de los partidarios de una autonomía de pequeños Estados étnicos. El derecho que reclamaban por la vía militar, en caso de la secesión de la antigua Yugoeslavia definir los límites de la nueva Nación, tropezó con el exclusivo derecho que le corresponde a Occidente de sancionar los límites estatales que han de primar en Europa. A su vez las otras partes lograban en Bonn y Washington el patrocinio solicitado. Occidente - en un comienzo dividido sobre esta cuestión - se decidió finalmente por ver en el programa de refundación del Estado serbio, el ensanchamiento de la antigua provincia, una atrevida competencia que se arrogaba Serbia y por lo tanto la "agresividad" de un enemigo de su voluntad de Orden Mundial. Por esta razón se identificó a Milosevic como perturbador del orden. Por esa misma razón Occidente incluso calificó como crimen su intento de

consolidar a la fuerza lo que quedaba de la antigua Yugoeslavia, le asignó a los abusos contra los kosovares el carácter de asunto de orden mudial y llevó su pugna con Serbia hasta el punto de máxima escalación: destruir el poder estatal de la nación perturbadora -Serbia. VIII Cuando la alianza occidental se decide a la guerra lo hace con la seguridad y desde la primicia de tenerla ya ganada, pues la superioridad de sus medios es incuestionable. Al igual que en los preliminares de la guerra - amenazas, extorsión económica, sanciones y finalmente la proscripción - Occidente al pasar al ataque militar es dueño de la situación. El no se está midiendo con un enemigo, de igual a igual, él está ejecutando el poder de la "comunidad internacional" frente a una "anomalía". La "proporcionalidad de los medios" está garantizada para Occidente cuando no existe proporción alguna - los daños de la Alianza deben ser mínimos, mientras que al enemigo se le demuestra su absoluta inferioridad destruyéndole sin obstáculos sus medios de poder, incluyendo su economía nacional e infraestructura. La guerra por el Orden Mundial, a la que se suscribe la OTAN, es curiosamente total - no en el sentido fascista de movilización de medios propios, sino en el sentido de la inferioridad que le atribuye al enemigo y en cuanto a la derrota que le asesta. Impera un totalitarismo de seguridad del triunfo que es lo que a la vez permite ese imperativo cargado de moral de no poder ni deber "hacerse los ciegos ante la situación" o " cómplices por no reaccionar". Esa misma seguridad, ser superior frente a todo posible perturbador, tampoco es ajena a las ideas de pacifistas de buena fe que reiteran que Occidente podría evitar la guerra mediante la "política" y "haciendo uso de todos los medios civiles posibles" - si tuviera voluntad. Precisamente en ese sentido se le ofrece al Estado enemigo, que es más bien delincuente que contrincante político, una última oportunidad para que sea conciente de su sin salida antes de que comience el conteo final. Al iniciar la guerra aérea contra Yugoeslavia pueder que la OTAN haya realmente asumido que la resistencia de Yugoeslavia se desmoronaría de inmediato. La escalación de los bombardeos es, en todo caso, una forma de castigar a Belgrado, que con su firmeza obligó a la OTAN a demostrar en la práctica su superioridad - a sabiendas de que no hacía falta. De eso tampoco dudaban los escépticos que criticaban como equivocado y fracasado el experimento, digno de mención, de llevar a cabo una guerra con ataques aéreos sin correr los riesgos de una guerra por tierra. Para ellos no cabía duda de que una derrota de la OTAN era imposible, lo que exigían era que se cumpliera el imperativo que comparten con la Alianza: al enemigo se le debería aplicar su indefensa total. La Alianza, por su parte, se esmeró en llevar a cabo una guerra con todo el cuidado indispensable para que el enemigo no tuviera ningún chance de proporcionarle derrota alguna. Tal vez no tan segura de sí misma, pero compartiendo la misma posición incuestionable e irrebatible de superioridad, la Alianza de la guerra del Golfo llevó a cabo hace ocho años una guerra contra Iraq y se vió confrontada con una crítica muy similar: Sin necesidad alguna daba por terminada la guerra, es decir omitía consumar la capitulación incondicional de Saddam Hussein. Lo que sí no deja de demostrar hasta donde llega el totalitarismo de la disuasión y la guerra imperialista por el (nuevo) Orden es lo que están practicando EE.UU y Gran Bretaña desde hace ocho años: Con ataques militares a su capricho y continuos ataques aéreos de baja intensidad continuan terrorisando el Estado iraquí, manteniéndolo en un estado de impotencia absoluta y su existencia

nacional en cuarentena. Nada improbable que le tengan reservado a Serbia algo parecido. IX La Alianza occidental quiere dominar la comunidad estatal, es decir imponerle una marco de estabilidad. El medio en última instancia para lograr fin tan loable es " la intervención de crisis" - a través del poder de las armas. En medio de sus preparativos bélicos y rearmamiento correspondiente parte interesantemente del hecho de que su medio más eficaz, primero, no lo es tanto, ya que en realidad es rara vez que lo emplea, y, segundo, tampoco sirve para lograr en definitiva el fin de estabilidad al interior del Orden Mundial: De ahí que pone en su agenda para el Siglo XXI guerras por y para el Orden Mundial como tarea indefinida. Y no le sobra razón. No hay mejor terapia que esa para remover las bases de la comunidad internacional. Donde no existe certeza alguna sobre si un Estado en sus intentos de auto-subsintencia, o de mejorar su posición en el concierto internacional, está dando pie o no a que se le declare parásito, y por lo tanto se le deba castigar en nombre del Orden que exclusivamente corresponde a Occidente, están más que programados levantamientos nacionalistas contra poderes estatales establecidos - ya sean estimulados simplemente o auspiciados intencionalmente. Y viceversa: la voluntad de mantenerse o imponerse por parte de aquellas soberanías acosadas ha de potenciarse al máximo; y la lucha de poder entre naciones rivalizadoras no cesará, sino, al contrario, se desatará por completo. Y ahí donde la alianza de los buenos haya acertado sus golpes surgirán ruinas de Estados y nuevas rivalidades: "Estabilidad" difícilmente nacerá en esas latitudes. Pero lo que es inevitable no se puede detener. La responsabilidad de Occidente en nombre de un Orden de Paz Mundial es de tal envergadura que no hay razón para echarse atrás en vista del temor a ciertas consecuencias.

LA OTAN EN CAMBIO LUEGO DEL 11 DE SEPTIEMBRE Por Philip H. Gordon, asociado principal en Estudios de Política Exterior y director del Centro sobre Estados Unidos y Francia, Instituto Brookings

"La Alianza sigue siendo el vehículo principal para mantener a Estados Unidos involucrado en los asuntos de la seguridad europea. Con su proceso de ampliación, desempeña un papel crítico en unificar un continente que ha estado dividido durante casi cincuenta años", dice Philip H. Gordon de la Institución Brookings. "La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llevó la paz a los Balcanes, y continúa desplegando decenas de miles de efectivos militares en los Balcanes, sin los cuáles la región podría volver fácilmente a los horribles conflictos de la década de 1990".

Menos de veinticuatro horas después de los ataques terroristas perpetrados el 11 de septiembre contra Estados Unidos, los aliados de Estados Unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte se reunieron para invocar la garantía de defensa mutua conforme al Artículo 5 de la Alianza: que señala que un "ataque contra un miembro" será considerado como un "ataque contra todos". Sin embargo, cuando llegó el momento de poner esa garantía en efecto - durante la campaña militar en Afganistán encabezada por Estados Unidos - no se utilizó a la OTAN. Los norteamericanos decidieron no solicitar una operación de la OTAN por razones militares y políticas únicamente Estados Unidos disponía del equipo apropiado para proyectar fuerzas militares al otro lado del mundo, y Washington no deseaba tener en la campaña interferencias políticas de dieciocho aliados. A consecuencia de estas decisiones, algunos observadores empezaron a preguntarse si la OTAN tenía en efecto algún papel perdurable. De hecho, hay razones serias para preocuparse por el futuro de la Alianza si los líderes en ambos lados del Atlántico no dan los pasos necesarios para adaptarla a las circunstancias cambiantes. La campaña en Afganistán reveló brechas importantes entre la capacidad militar de Estados Unidos y la de sus aliados, y aumentó la percepción en algunos círculos en Washington de que es más fácil realizar operaciones solo que con aliados que tienen poco para ofrecer militarmente y que podrían entorpecer la toma eficiente de decisiones. Además, la decisión de Estados Unidos, a consecuencia de los ataques terroristas, de aumentar en el año 2003 su presupuesto para la defensa en unos 48.000 millones de dólares - un aumento mayor que el presupuesto total para la defensa de cualquier país europeo particular - solamente servirá para agrandar aún más esta brecha en la capacidad. En la medida en que la guerra contra el terrorismo lleve a Estados Unidos a emprender operaciones militares en otros teatros distantes, y en la medida en que los europeos no estén dispuestos o sean incapaces de participar, el papel central de la OTAN disminuirá aún más. Pero sería perverso y errado llegar a la conclusión de que la OTAN ya no tiene funciones importantes para desempeñar porque no se la utilizara en una misión para la cual no fue establecida. La Alianza sigue siendo el vehículo principal para mantener a Estados Unidos involucrado en los asuntos de seguridad europea. Con su proceso de ampliación, está desempeña un papel crítico en unificar un continente que ha estado dividido durante casi cincuenta años. La OTAN llevó la paz a los Balcanes, y continúa desplegando decenas de miles de efectivos militares en los Balcanes, sin los cuáles la región podría volver fácilmente a los horribles conflictos de la década de 1990. Por medio de la Asociación por la Paz, la Alianza ha extendido su influencia y ha promovido la cooperación militar con asociados en Asia Central, algunos de los cuales han llegado a hacer contribuciones esenciales a la campaña en Afganistán. La OTAN sigue desempeñando también la función importante de promover la interoperabilidad militar entre los aliados, de modo que puedan cooperar militarmente entre ellos aun cuando la OTAN misma no esté involucrada - como durante la Guerra del Golfo en 1990-1991 y en partes de la operación en Afganistán. En pocas palabras, si bien la guerra contra el terrorismo sugiere que la OTAN ya no es la institución geopolítica central que fuera durante la Guerra Fría, sería prematuro y extremadamente falto de visión concluir que su misión ha terminado y que no tiene ningún papel futuro que desempeñar.

En lugar de renunciar a la OTAN, los aliados norteamericanos y europeos deberían hacer uso de su próxima cumbre - a celebrarse en Praga en noviembre de 2002 - para seguir adaptando la Alianza a los retos de seguridad más importantes de la actualidad. De la misma manera en que acontecimientos anteriores - como el fin de la Guerra Fría o los conflictos en los Balcanes - han obligado a la Alianza a adaptarse, los acontecimientos del 11 de septiembre y el conflicto que les siguió obligarán a los líderes de la OTAN a pensar de manera audaz y novedosa sobre cómo hacer que la Alianza siga siendo importante. ¿En qué forma se debe adaptar la OTAN en Praga? Primero, los líderes de la Alianza deben establecer claramente que las nuevas amenazas, como el terrorismo internacional, son una preocupación esencial para los países miembros de la OTAN y sus poblaciones. Ya en su Concepto Estratégico de 1991, los líderes de la OTAN reconocieron que la "seguridad de la Alianza debe tomar también en cuenta el contexto global" y que los "intereses de seguridad de la Alianza pueden ser afectados por otros riesgos de naturaleza más amplia, entre ellos la proliferación de armas de destrucción masiva, cortes en el movimiento de recursos vitales, y actos de terrorismo y sabotaje".1 La OTAN señaló esencialmente lo mismo en su Concepto Estratégico de 1999, poniendo los "actos de terrorismo" al principio de la lista de "otros riesgos".2 Esto no quiere decir que todo acto de terrorismo o amenaza a los abastecimientos energéticos pueda o deba ser considerado una contingencia conforme al Artículo 5, en la que todos los aliados están obligados a aportar efectivos militares. Pero significa que todos los aliados reconocen que sus intereses y valores comunes pueden verse amenazados por acontecimientos globales, algo que quedó demostrado dramáticamente en los ataques contra Washington y Nueva York. Aun cuando invocar el Artículo 5 ya no significa necesariamente una operación formal de la OTAN bajo el mando de la OTAN, el concepto de que "un ataque armado" desde el exterior debe provocar solidaridad entre los estados miembros es un avance importante que debe ser mantenido y reforzado. Segundo, los miembros de la OTAN - particularmente los aliados europeos - en vista de la nueva campaña, deben acelerar el proceso de adaptar su capacidad militar a las nuevas misiones. En la cumbre de la OTAN de abril de 1999, los aliados adoptaran la Iniciativa de Competencias de Defensa (ICD) para aumentar la capacidad de despliegue de fuerzas aliadas, su movilidad, sustentabilidad, capacidad de supervivencia y efectividad.3 El proceso de la ICD identificó unas 58 áreas en las que los aliados deben hacer mejoras concretas en sus fuerzas para llenar vacíos específicos en su capacidad. Pero el proceso de la ICD nunca tuvo realmente visibilidad política y son pocos sus objetivos que fueron realizados. En Praga, los miembros europeos de la OTAN deben considerar reducir esta larga lista a entre 3 a 5 de las categorías más críticas - tal vez municiones guiadas con precisión, transporte aéreo, comunicación segura y el reabastecimiento aéreo de combustible - y comprometerse realmente a cumplir esas metas. Los europeos no sólo deben hacer mejoras serias en sus instalaciones, si desean unirse en forma efectiva a Estados Unidos en la campaña antiterrorista, sino que deberán integrar plenamente el proceso de la Unión Europea (UE) con la OTAN. De lo contrario, los actuales problemas de interoperabilidad sólo empeorarán. Los europeos tuvieron reclamos legítimos por no

participar plenamente en las primeras etapas de las operaciones militares en Afganistán, pero esa participación será aún más difícil en el futuro si la capacidad militar norteamericana y europea siguen siendo divergente. Tercero, la OTAN debe continuar el proceso de ampliación para tener aliados fuertes capaces de contribuir con las metas comunes y consolidar la integración de Europa Central y Oriental. La cifra exacta de candidatos que debería aceptarse en Praga dependerá en parte del éxito que tengan en mantener sus procesos de reforma política, económica y militar entre ahora y la Cumbre, pero como un mínimo, la OTAN debería aceptar a los candidatos que hayan demostrado ser democracias estables comprometidas con los valores de los demás miembros de la OTAN. La nueva relación entre Rusia y Occidente, que en parte resultó de la batalla común contra el terrorismo, deberá asegurarse de que la ampliación de la OTAN - incluso hacia los estados bálticos - no socave las relaciones con Rusia. Cuarto, se debe utilizar la cumbre de Praga para promover una mayor cooperación entre la OTAN y Rusia. Ya se ha logrado un progreso significativo en ese sentido, como puede verse en la aparentemente nueva actitud del presidente ruso Vladimir Putin hacia la ampliación de la OTAN y en su acuerdo con el secretario general de la OTAN, George Robertson, de establecer un nuevo foro para expandir la cooperación OTANRusia. En otra ruptura drástica con el pasado reciente, Moscú aceptó también la ayuda de la OTAN para reestructurar sus fuerzas armadas, medida que el conservador establecimiento de defensa de Rusia resistió por mucho tiempo. Esta es un área en que la OTAN tiene mucho para ofrecer, como puede verse en la ayuda que ha provisto a otros estados del otrora bloque soviético. La OTAN debe tratar de aprovechar este nuevo ímpetu y proponer una cooperación más extensa que pueda transformar las relaciones de Rusia con Occidente. Esta cooperación puede incluir el intercambio de información sobre cuestiones de cooperación en materia de defensa civil (tema en el que ambos lados tendrían mucho para aprender el uno del otro), cooperación y entrenamiento entre miembros de la OTAN y las fuerzas especiales rusas, participación rusa en programas cooperativos de armamentos y en otros ejercicios militares OTAN-Rusia conjuntos. En vista de la tragedia del 11 de septiembre, la perspectiva de que Rusia se considere parte de Occidente - en lugar de sentirse amenazada - es una oportunidad que no debería desperdiciarse. Por último, la OTAN necesita desarrollar su capacidad de lidiar con el tema específico del terrorismo, proceso a que se resistieron los aliados europeos, a quienes preocupaba asignar a la Alianza un papel "global" o "político" demasiado amplio. De hecho, existen grandes limitaciones en el papel que la OTAN puede y debe desempeñar en este área los temas de la aplicación de la ley, inmigración, control financiero e inteligencia interna están mucho más allá de las áreas de competencia de la OTAN y deben ser atendidos en otros conductos, notablemente aquellos entre los Estados Unidos y la UE (que de hecho fueron fortalecidos después del 11 de septiembre). No obstante, los aliados de la OTAN pueden y deben intercambiar información sobre armas nucleares, biológicas y químicas y programas de misiles balísticos; desarrollar planes de defensa civil y control de consecuencias; crear defensas contra misiles en el teatro de operaciones; y coordinar mejor las fuerzas especiales de varios estados miembros, cuya participación en la campaña antiterrorista será decisiva. La Alianza

hasta debería considerar un nuevo Comando de Proyección de Fuerzas, que sería específicamente responsable de planificar las operaciones fuera del área. Durante la Guerra Fría, pocos hubieran imaginado que las fuerzas especiales norteamericanas y europeas tuvieran que trasladarse al otro lado del mundo para realizar ataques coordinados, pero hoy esta es una necesidad real. Si bien no se utilizó a la OTAN en la respuesta a los ataques contra Estados Unidos, desgraciadamente no es difícil imaginar un ataque terrorista mayor contra una ciudad europea, ante la cual una respuesta de la OTAN sería apropiada. Aun con todas las reformas adecuadas, la OTAN probablemente no vuelva a ser la importante organización de defensa que fuera durante la Guerra Fría, o aun durante las guerras en los Balcanes de los años noventa. Pero esto no significa que la OTAN no siga siendo un instrumento esencial en el que Estados Unidos y sus aliados más importantes puedan coordinar sus fuerzas militares, promover la unificación de Europa, mantener la paz en los Balcanes y, muy posiblemente, realizar grandes operaciones militares en cualquier parte del mundo. La cumbre de Praga debe ser para adaptar y revitalizar a una organización que todavía es esencial, y no para anunciar su desmantelamiento. _____ (1) Véase "Nuevo Concepto Estratégico de la Alianza", Consejo del Atlántico Norte en Roma, 7 y 8 de noviembre de 1991 (Bruselas: OTAN), Pár. 12. Retornar al texto. (2) Véase "Concepto Estratégico de la Alianza", aprobado por los jefes de estado y de gobierno que participaron en la reunión del Consejo del Atlántico Norte en Washington, D.C. el 23 y 24 de abril de 1999, comunicado de prensa NAC-S(99)65 (Bruselas: OTAN), pár. 24. Retornar al texto. (3) Véase el Comunicado de la Cumbre de Washington, comunicado de prensa NAC-S(99)64, Bruselas, 24 de abril de 1999, pár. 11. Retornar al texto. --Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente las opiniones o políticas del gobierno de Estados Unidos.

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