Entrevista Mons. Luis Romera

  • June 2020
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Cap

de taula

│ Direcció de Comunicació. Immaculada, 22 E-08017 BARCELONA

Mons. Luis Romera Rector de la Pontificia Università della Santa Croce, en Roma

Jaume Figa

Ignasi de Bofarull

[email protected] /rescrito.blogspot.com

Mons. Luis Romera (47) es un barcelonés muy romano que lleva más de veinte años en la Ciudad Eterna. Sacerdote, geólogo por la UB, profesor ordinario de Metafísica y doctor en Filosofía, es hoy el rector de la Pontificia Università della Santa Croce, en Roma. Y es un hombre de mundo: desde su atalaya romana (que es casi como decir “universal”), tiene una visión de los acontecimientos privilegiada. O eso se desprende de la conversación mantenida con él, después de hablar a profesores de la Facultad de Humanidades de la UIC sobre secularización y pensamiento cristiano. De las raíces culturales de la persona hasta el concepto de felicidad; del papel de los políticos y el reto de los cristianos; del “Dios ha muerto” de Nietzsche, a las respuestas que dan sentido a la vida… Si Dios existe o no, es algo en lo que nos va la vida… Cabría preguntarse qué ocurriría si la realidad fuese mayor de como la percibimos… El mundo podría ser cinco veces mayor de como lo vemos ahora, pero no ocurriría nada: el lápiz de mi mano pesaría cinco veces más; pero también mi mano sería cinco veces más fuerte… Todo esto no tiene repercusiones en la existencia. En cambio, si hay trascendencia o no; si hay algo más allá; si hay perdón… todo eso, ¡ya lo creo que influye! Lo que más incidencia tiene en la vida del ser humano es saber si Dios existe o no. Pero usted porque está muy convencido de ello… Tarde o temprano todo el mundo se hace estas grandes preguntas. Cuando Nietzsche decía que Dios había muerto, lo decía indicando el gran problema que representa no aceptar a Dios… El anuncio de la muerte de Dios se dirigía sobre todo a los ateos superficiales para que fueran conscientes de que borrar a Dios era precipitarse en la nada… ¿Hoy, nos precipitamos en esa nada? Hay que ver un poco la historia. La sociedad contemporánea es hija de la modernidad que apostaba por la razón humana y la libertad, pero en términos de emancipación, con lo que lo religioso se relegaba al ámbito de lo privado. Así, el S. XX consideraba que este proceso de secularización era irreversiblemente destinado al ocaso de lo religioso… ¿Y el resultado… El resultado ha sido muy otro: la

La Columna [email protected]

Barça y belleza

S

“La gran tentación del ser humano: evitar el mal clausurando la libertad” ausencia de religión –que no es más que un encuentro con Dios– provoca el vacío del que hablaba Nietzsche, y lleva al hombre a buscar algo más; no se contenta con lo que tiene. Pero sin Dios se presenta el peligro de buscar sucedáneos, incluso soluciones que no son tales, como una estética superficial o las drogas. Son soluciones muy pragmáticas, pero no dan respuesta al sentido de la vida. Por eso, hoy se constata una vuelta a lo religioso, aunque de modo quizá más sincretista: ante una gran variedad de opciones, voy, y cojo la que mejor me convenga… Es una especie de “supermercado de las religiones”. En este “súper”, ¿qué es lo que aporta el pensamiento cristiano? Una visión del hombre donde, entre otras cosas, es fundamental el concepto de filiación. Cuando uno se sabe hijo de sus padres y asume esta condición, el recibir una educación, una orientación o ayuda, no se ve como una injerencia ilegítima en su autonomía, sino como algo que me ayuda a ser más yo mismo, de un modo mucho más pleno. Es utópico pensar en una libertad al margen de los demás. Y entonces se ve a Dios como un padre que quiere y que perdona; que no es despótico. Es tremendo cuando se pierde este sentido de perdón y de pecado, ya que todos necesitamos ser perdonados. Si no, no somos capaces de convivir con los demás. Algunos dicen que la bondad o maldad de las cosas dependerá de lo que digan las leyes… Es ese “supermercado”: lo que me

va mejor… La competencia de los gobiernos está en el ámbito de la legalidad, pero muchos de los ámbitos de la legalidad tienen una entraña moral. Por eso la Iglesia habla de la moralidad de ciertas leyes como, por ejemplo, la del aborto: algunas formulaciones legales llevan consigo un atentado contra lo que es persona. Cada uno tiene su ámbito, pero cuando el gobierno –cualquier gobierno– no oye las instancias éticas de una sociedad, tiene el grave riesgo de convertirse en despótico. Eso es fruto del relativismo. El problema está en que el relativismo deja desamparado al ser humano: si la voluntad no tiene un criterio de autenticidad, ¿cómo discierne la auténtico de lo inauténtico ante las opciones que se le presentan? Es una voluntad desasistida de la ayuda de la razón y por eso amenazada. Pero a menudo se ha achacado a la Iglesia ir en contra de la ciencia, cuya principal herramienta es la razón, ¿no? Es absurdo decir que la Iglesia rechaza la ciencia porque rechaza el preservativo, la eutanasia, la investigación con embriones… El ser humano tiene que respetar la dignidad de su propio ser. No es, por tanto, que la Iglesia niegue la ciencia, sino que la misma ciencia dice que no puede desvirtuar la acción humana… No está justificada la investigación científica que se hacía en los campos de concentración nazis. Por muy “científica” que fuera. De hecho, la ciencia ha surgido en un contexto cristiano, según el cual el mundo no es una instancia sagrada, sino profana, ya que existe gracias a un Dios creador que

da el ser según su inteligencia y amor. Por eso, el mundo nuestro es inteligible y por eso puede haber ciencia. De todos modos, vista la situación actual, para un cristiano es como para llenarse de pesimismo… No, no. El cristiano no es una persona acongojada ante el futuro y reacia a los cambios. El optimismo forma parte del “ADN” del cristiano porque creer en Dios, que está por encima de los avatares de la historia, es fuente de esperanza. Suceda lo que suceda, Dios es la instancia definitiva, y eso se ve muy claro en los cristianos que aún siguen padeciendo persecución: la fe les abre unos horizontes de trascendencia que están muy por encima de cualquier mal. Saben que Dios es un padre que vence la muerte con ese signo extraordinario que es la cruz… Pero entonces, ¿por qué no acaba Dios con el mal? ¡Ah! La eterna pregunta… La fe cristiana habla de un Dios que crea liberalmente, no por capricho ni por un motivo fútil. Y ese Dios trascendente, que no está sometido a los parámetros de la historia, es un Dios que viene al encuentro del hombre haciéndose como él, anonadándose. No responde al problema del mal según las formas de un poder despótico que clausura la libertad para evitar el mal…; esa sería la gran tentación del ser humano si se le ofreciera la posibilidad de acabar con el mal. Es la gran tentación de todos los dictadores: desarraigar el mal, pero quitando la libertad. 

e ha hablado del fútbol como espectáculo, como fenómeno de masas, como símbolo de enfrentamientos tribales, pero poco habíamos oído hablar del fútbol como una obra de arte hecha de inteligencia, armonía y proporción. Tras la final de Roma y después de conseguir tres copas en una misma temporada vale la pena seguir de cerca este cambio. Al Barcelona se le ha identificado con el auténtico fútbol, aquel deporte lleno de audacia que ataca y ataca de un modo creativo frente a otro fútbol más de contención y confiado al músculo. Este Barça ha proporcionado felicidad a sus aficionados y a los que no lo eran y ha inclinado a los seguidores de otros equipos y a periodistas de otras latitudes a descubrir en él belleza y arte. Tras la final de Roma y repasando la prensa de la capital de España y también la británica se encuentra ese juicio unánime: “una obra de arte” ¿Exagerados? Quizá. Pero muchos apuntan en la misma dirección. Como si se hubiera descubierto una nueva apuesta futbolística. Hay quien afirma que emerge un nuevo estilo de juego que va a lograr que el fútbol vaya a más, imitado por otros clubes y selecciones nacionales. Aseveran que este modo de jugar va a hacer ganar al fútbol en general frente al no-fútbol de patadón y tente tieso, físico y de cerrojo. “Ganando el Barça ganamos todos los que amamos al futbol”, afirma Menotti. La Masía ya no puede pasar desapercibida como escuela de fútbol y también de humanidad. Los expertos señalan que los jóvenes que pasan por ahí aprenden a ser técnicos futbolistas del tiki-taka, pero también personas. Si nos acercamos a Iniesta, Xavi o Messi parece que no estamos ante petulantes futbolistas que nadan en el lujo, la prepotencia y la frivolidad. Ni, desde luego, son jugadores de choque: ¿serán artistas? Esta belleza no se improvisa. No es azar. Tras este equipo está un maestro exigente que habla de esfuerzo, humildad y fe en la victoria: Pep Guardiola. Un maestro en sentido clásico, que educa y lleva a la excelencia a sus alumnos. Que sabe sacar lo mejor de ellos, de cada uno, conociéndoles y haciéndeles mejorar: no hay más que ver los manteos de que fue objeto por parte de sus “alumnos”. Este Barça cree en sí mismo y, de la mano de su entrenador, verdadero coach en sentido psicológico, crece en solidaridad y espíritu de equipo. “Si el Barça piensa, el público sonríe”, afirma Guardiola. Si el Barça crea, me gustaría añadir, el público es feliz con la obra de arte, con la belleza, que nace en el terreno de juego. Pero no me hagan caso: estoy enajenado de tanta felicidad. Ignasi de Bofarull es profesor de la Facultad de Educación

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